3 minute read
Ño
from Paz Vega
El pasado mes de marzo, durante el IX Congreso Internacional de la Lengua Española que organizó el Instituto Cervantes, Martín Caparrós, el reconocido escritor y periodista argentino radicado en España, planteó un cambio de nombre para el español que se habla en América. Incluso sugirió uno: ñamericano. “La eñe, estandarte de nuestro idioma, modifica la noción de americano para volverla nuestra”, dijo.
Caparrós basó su propuesta en el hecho de que los pueblos de América Latina que hablan español, o castellano, que es lo mismo, hablan una lengua que lleva el nombre del país por el que fueron conquistados o el de una región de ese país (castellano, de Castilla). “Quizá llegó la hora de buscarle un nombre a esa lengua que no sea la de un imperio que la impuso a sangre y cruces, un nombre común si se puede, pero que no sea el nombre de uno o de otro”, dijo el escritor. Y añadió: “Sería lógico si 420 o 430 millones de señoras y señores de 20 países no quieran pensar que hablan la lengua de otro. Ahí está el punto”. (El punto es muy discutible, digo yo).
Así entró Caparrós, a mi entender, en el movimiento de la descolonización cultural. Y lo hizo con una propuesta que va más allá, mucho más allá de derribar o vandalizar estatuas de Colón o de repudiar la celebración del día de la Hispanidad. Nada de malo en ser parte de ese movimiento o en apoyarlo. Pero el autor argentino no es conocido ni por lo uno ni por lo otro.
Por eso me sorprendí cuando leí su propuesta. En su libro “Ñamérica” (2021) —nombre del que proviene el sugerido ñamericano—, obra interesantísima sobre la historia y el presente, sobre la identidad y la cultura y las desgracias y las contradicciones de la Latinoamérica hispanoparlante, Caparrós es crítico del victimismo asociado con la colonización, que sigue muy vivo en los países del continente. Tras la publicación del libro, en una entrevista al Economista de México, el escritor dijo que “pretender que lo decisivo en la conformación de nuestras sociedades contemporáneas son cosas que pasaron hace 500 años, es un disparate y es un clásico de ciertas formas de nacionalismo, porque permite suponer que todo lo malo vino de fuera y que nosotros somos buenos”. Y añadió: “Ya llevamos 200 años como países independientes. Si un sector es responsable de los innumerables problemas que tienen nuestras sociedades, somos nosotros mismos, no otros que llegaron hace 500 años”.
Con su ñamericano, Caparrós entró en contradicción consigo mismo. En la cultura, cualquier cultura, no existe elemento más importante que el idioma. El autor argentino tomó el español y lo usó en un planteamiento que viene a ser lo mismo que decir que la identidad, la cultura de los países latinoamericanos no será auténticamente nuestra mientras su base sea un idioma llamado español. Ñamericano representa el victimismo y el nacionalismo que Caparrós había criticado. Representa una pelea estéril con el inmutable pasado. Representa ignorar hechos básicos sobre eso que llamamos “cultura”.
“La cultura es un proceso en el que los reclamos de propiedad, superioridad u originalidad son discutibles… Todo viene de alguna parte, se desentierra, se toma prestado, se mueve, se compra, se roba, se graba, se copia y, a menudo, se malinterpreta. Lo que importa mucho más que el origen de algo es lo que hacemos con él”. Esas líneas, extraídas del libro “The Story of Us, from Cave Art to K-Pop”, fueron las que, hace poco, me hicieron recordar a Caparrós y su ñamericano.
Y esas líneas aplican a la cultura latinoamericana, diversa, rica y vibrante, que ha elevado ese español que une a millones en una veintena de países. Los autores del Boom supieron qué hacer con el español —o el castellano, que es lo mismo— sin que les importara su origen. Juan Luis Guerra por igual. Son iconos de esta cultura latinoamericana nuestra, muy nuestra, que con sus obras, en español, la han esparcido por el mundo, donde es celebrada. Y aplica también a la cultura Australiana, donde no se habla el “australiano”, sino el inglés. Y a la cultura belga, donde no se habla “belga”, sino francés, alemán y flamenco.
A finales de junio, el director de la Real Academia Española tildó de “ocurrencia” la idea de Caparrós. Por mi parte, un comentario sobre ñamericano y Ñamérica: quizá el escritor debió recordar o consultar el significado de la palabra “ñame” en República Dominicana y Cuba. Estoy seguro de que ningún dominicano o cubano quisiera ser llamado ñamericano o hablar una idioma con ese nombre.