Revista delatripa no 009

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NĂşmero 9. Noviembre 2013.

delatripa: narrativa y algo mĂĄs


Revista

Narrativa y algo más Número 9. Noviembre 2013. Es un proyecto de la Catarsis Literaria El Drenaje, editada en Mérida, Yucatán. Revista de circulación mensual. Dirigida por Adán Echeverría (romeolobos@yahoo.com.mx). Consejo Editorial: Angélica Santa Olaya, Alejandra Aké Sustersick, Joelia Dávila, Cristina Leirana, Roberto Cardozo, Jorge Manzanilla, Mario Pineda Quintal, Daniel Ferrera y Édgar Damián.

Contenido Vauvaak Roger Vilar ......................................................... 3 La guadañadora atada a la evocación revolucionaria Susana Mota López ............................................ 6 El aventón Juan Machín ..................................................... 12 La muerte tiene los días contados o cómo la muerte se hizo presente en la poesía Blanca Vázquez ................................................ 17 Esos corazoncitos tan de lento aprendizaje Adán Echeverría ............................................... 19 La hoja rota Antonio Tec ...................................................... 21 Treceavo Ángel Fuentes Balam ........................................ 25 El bebé de alguien Jéssica Montaño de Juárez ............................... 29 Tecnologías disruptivas Jesús Guerra Sánchez ...................................... 33 Demasiado inquieta Nadia contreras ................................................ 38 Anillo de compromiso Luis Alberto Guillén Melena ............................ 39 El hombre de las hojas muertas Luis Ricardo Palma de Jesús ............................ 41 Narraciones César Rito Salinas ............................................ 48 Sobre El ocaso de la vanguardia de Octavio Paz Carlos Aguasaco .............................................. 51 Demasiado tarde Rosario G. Towns .............................................. 59 Casi a las seis de la tarde José Sifogrante ................................................. 66

Vialidad José Manuel Ortiz Soto .................................... 69 Melodía de un hecho delator Emmanuelle Candila ........................................ 72 Poética y política en Angélica Santa Olaya Ulises Paniagua ............................................... 77 La palabra y un buen café Blanca Vázquez ................................................ 79 El canto del gorrión trece Luis Ricardo Palma de Jesús ............................ 81

Columnas El cálamo de los cronopios natos Susana Mota López .......................................... 82 ¿Te atreves a seguirme al infierno? Jéssica Montaño de Juárez ............................... 85 Sin papeles Daniel Ferrera .................................................. 87 Nos vemos en el slam Mario Pineda Quintal....................................... 89

Imágenes portada e interiores de la Artista delatripa: narrativa y algo más

Maricela Figueroa Zamilpa


Vauvaak

Roger Vilar

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ube al autobús. Su mirada mide asiento por asiento. Tantea uno. La mano, indecisa, se retira. Agita los dedos. Los chasquea sobre un piano que no emite sonidos en su invisible teclado. Una y otra vez… Otra y además… los mueve y la gente se arremolina detrás de él. No entienden. Lo vituperan. Idiota. Dicen. Claman que avance. Él no parece reparar en ellos. Los lóbulos de sus ojos se mueven rápido. ¿Giran 90 grados? Se detienen. Fijeza. Es entonces que llega al último asiento. Junto a la ventanilla se acomoda y en el cristal aparece su rostro. De tan blanco puede retar cualquier gama de la palidez o de la existencia. Pero está ahí. Y él pareciera recorrer cada uno de sus rasgos. Se detiene en sus ojeras y luego traspasa su imagen en el cristal. Ve los edificios. Las casas. Una puerta de metal brillante. Los puestos de comida. Gente obesa gesticula. Una mujer bella, solitaria, en una esquina… saluda a un perro que baila mientras un ciego toca una flauta. El sol ya es débil en la tarde. Penetra suave al autobús que avanza entre las últimas casas. El bosque… empieza. Pero él no lo mira. Otra vez el alcance de su visión se acorta. Ha regresado al límite de la superficie del cristal y se queda en su propia imagen: la blancura ya no lo es, se ha convertido en pedazos de ojos y nariz que se confunden en su mente con el parloteo de los pasajeros. En un asiento cercano hay una joven de piel lozana, largas trenzas negras, que teje mientras

habla con la mujer de al lado. Tiene los ojos bellos. No la belleza de las nórdicas, cuyos ojos recuerdan el mar, sino una belleza sensual, profunda, unos ojos que parecieran estar siempre húmedos de incipientes lágrimas, aunque la dueña sonriera. Ojos negros, con agua, no de mar, sino de algún manantial en una piedra oscura y recóndita. Emana entonces en él esa sensación de humedad. Se siente mojado. Grandes gotas de sudor le caen de la frente a las rodillas. Respira entrecortadamente. Otra vez mira hacia fuera. Cruzan un bosque donde el sol es tan solo el recuerdo de los tíos cazando mariposas. Los brillos en las coníferas ceden a favor de las sombras. El sudor ya no cae en sus rodillas, sino en su cerebro. Lo siente, sucio, escapar hacia el interior de las arterias del cuello y quemarlas. Intenta evadir la sensación concentrando su mirada en el bosque. Allí detecta dos tipos de sombras: la de las piedras y los búhos, y otra, u otras, más densas, más sólidas, que se mueven solas, empiezan a juntarse, y quieren armar un animal. Una y otra vez el rompecabezas sale mal y vuelven a ser las oscuridades un caos de agujeros negros danzantes. Él se desespera. Antes encontraba la paz mirando el bosque. Ya no. ¿Dónde posaría su mirada para tener un poco de tranquilidad? Cerca sólo había aquella mujer trigueña y húmeda, cuyos ojos parecían llorar siempre. La observó. Las invisibles lágrimas más los delatripa: narrativa y algo más

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labios entreabiertos provocaban el deseo de poseerla, nunca la paz. Pero él no deseaba sensaciones fuertes, sino naufragar en una calma sin fin. Puso la vista en los asientos de al lado. Pero no estaban vacíos. Otras mujeres de piel de chocolate le recordaron una lengua saboreando espaldas. ¿O acaso era la misma mujer que se empezaba a multiplicar? Quizás… Una bruja que jugaba a proyectar su imagen. No encontraría sosiego dentro de aquel autobús. Volvió a mirar hacia afuera. Los árboles, alumbrados por los faros del autobús, parecían gigantes erizados de espinas gesticulando en la noche. Espinas. Cosas que punzan. Sus huesos, los huesos de él, eran como colmillos que lo mordían de adentro hacia fuera. Y el interminable sudor. Lleno de tóxicos. De enfermedades del estómago, de miradas de prostitutas en posadas de asesinos. Sangre escurriendo. Gritos y obscenidades, golpes en aquella piel que lo cubría y ya no podía detener tantas cuchilladas que salían de adentro hacia fuera. Se miró otra vez en el cristal de la ventanilla. Pensó que era un cadáver próximo a la muerte. Sólo puede haber un cadáver muerto, pero él era uno vivo. Eso sentía. No había en aquel rostro enfermo nada de la pureza del

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universo. No quería verlo. Proyectó la vista nuevamente en la espesura del bosque. Concentrarse. Imaginar el ruido de las serpientes desplazándose sobre la hojarasca, de los hurones durmiendo en las madrigueras, y de las ranas nadando en ríos de montaña. Un mundo de paz. Pero se le escapaba. Las sombras con vida propia venían otra vez. Llegadas del punto de la eternidad en que se engendro el mal, tenían una llaga que supuraba asientos y refugiarse allí. Otro salto de Vauvaak. Las esquirlas de vidrio caían dentro del autobús. Éste surcaba el bosque dormido, sin nadie a quien pedir ayuda. Entonces, sintiendo, antes de que sucediera, la terrible mordida de la bestia en su espalda, saltó sobre la mujer y clavó sus colmillos en su cuello. La sangre le inundó los labios, la lengua, el rostro. El olor le aliviaba tan terribles dolores en sus arterias. Seguía mordiendo. Succionando. Hasta que sintió que lo ataban. A sus pies estaba el cadáver de ella. Los demás asientos estaban vacíos. Sólo el chofer y dos policías lo sujetaban. Y decían. "Pero si es una bestia, no es un hombre, aunque lo parecía. ¿Cómo no nos dimos cuenta" Y lo bajaron hacia el matadero.


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La guadañadora atada a la evocación revolucionaria Susana Mota López

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n 1962 apareció esta apasionante novela de Carlos Fuentes: La muerte de Artemio Cruz y en el mismo año acaece la muerte de su amigo y compañero, Charles Wright Mills, doctor en sociología y antropología por la universidad de Wisconsin, a quien dedicó sus páginas que detienen por un instante, con una prosa compleja y estilo poético de identidades fragmentadas, el flujo de conciencia mediante los recuerdos de un viejo militar de la revolución de 1910 que se encuentra muy enfermo de un dolor en el vientre, a punto de morir, rodeado de sus mujeres, que como aves de rapiña esperan que les diga dónde está su testamento. Asimismo este relato aborda el tema del sentido de la condición humana.

Las obras sociológicas de Mills actuaron como aliciente para estructurar su novela en un concepto de realidad social, en una etapa conflictiva de la historia de México. La novela condensa un periodo de la Revolución Mexicana a base de recuerdos y estampas que un moribundo presenta en primera, segunda y tercera personas, de 12 momentos de su vida: desde su infancia a su posterior incorporación a la Revolución y finalmente su vida en el mundo financiero hasta llegar a su muerte, narrada en forma anacrónica.1 Carlos Fuentes determina usar la dimensión temporal del relato de una manera retrospectiva o de analepsis para presentar la diégesis iniciando con el final que es la presencia de la muerte que ronda al personaje y terminando con su nacimien-

to y su origen, pero a la vez dando saltos en el tiempo entre los años de 1959 a 1889 en varias etapas del desarrollo de la Revolución Mexicana, como en los años 1959, 1941, 1919, 1913, 1924, 1927, 1947, 1915, 1934, 1939, 1955, 1903, 1889. ¿Por qué Fuentes nos presenta estos saltos en el tiempo? ¿No sería mejor en orden ascendente de 1889 a 1959, como el nacer y el morir? La respuesta está en la anacronía que utiliza Carlos Fuentes: Resulta que el personaje principal de Artemio Cruz actúa como narrador homodiegético2, en primera persona, dentro del mundo narrado, y el año en que lo narra es el año de su enfermedad y próxima muerte, como final de su historia. Sin embargo a través de los capítulos se reconoce al moribundo que va narrando lo que percibe en su conciencia acerca del mundo exterior. Y todos los demás años el que relata es un narrador heterodiegético3, en tercera persona, un "él" que nos describe lo que la primera persona ya no recuerda y fuerza a Cruz a recordar. No obstante, dentro de los párrafos de los otros años después de 1959 hay secciones en que se observa la narración homodiegética, en segunda persona, y ésta se inclina a la narración autodiegética: El "tú" se mantiene solidario al "yo". Cuando aparece el narrador en tercera persona hace percibir su presencia en el acto mismo de la narración; si está ausente del universo diegético, no forzosamente lo está del discurso narrativo.

1

Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética. México, Porrúa, 2004. 38.

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Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva. México, FFL/UNAM/Siglo XXI, 1998, p. 68.

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Ibid., p. 70.

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De ello resulta que esta narración tripartita resalte en años clave de la vida pasada de Artemio Cruz, donde el personaje, la conciencia, y la tercera persona narran su historia: el sujeto, el objeto y el objeto lejano participan dentro de la narración. El universo narrativo expuesto por Fuentes en su personaje principal comienza a apreciarse desde la conciencia de una primera persona, que es precisamente Artemio Cruz, quien enfrentado a la realidad circundante en la etapa terminal de su vida, próximo a la muerte debido a un infarto al repliegue gangrenado del peritoneo, a punto de estallar, se niega a aceptar que la vida ha terminado con él y se ampara en el recuerdo para sentir que sigue vivo para continuar "chingando" gente como dice su conciencia: "Tú y yo, miembros de esa masonería: la orden de la chingada. Eres quien eres porque supiste chingar y no te dejaste chingar; eres quien eres porque no supiste chingar y te dejaste chingar: cadena de la chingada que nos aprisiona a todos: …".4 El alter ego obliga al "tú" a desistir de ese vocablo que ya está estereotipado en el ser humano, y Cruz representa el modo de vida del macho que emite un lenguaje general del espacio mexicano: "…los hijos de la chingada son estos objetos, estos seres que tú convertirás en objetos de tu uso, tu placer, tu dominación, tu desprecio, tu victoria, tu vida: el hijo de la chingada es una cosa que tú usas: peor es nada…5 Y es el mismo vocablo, con un registro de mulato, que heredó de su abuela Ludivinia Menchaca antes de morir: Y Ludivinia sólo supo responder con un puño nervioso, agitado en la noche y su maldición natural: -Chingao - le dijo al rostro que no alcanzó a ver, alto en la silla?, Chingao: repitió, con el resoplido del caballo cerca del puño levantado.6

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La realidad se presenta escindida en dos planos, uno objetivo y otro subjetivo. En el primero su conciencia se opone ante las instigaciones que se le presentan constantemente del exterior alrededor de su espacio; el segundo en la forma cómo su vida pasada se manifiesta. Asimismo, su misma conciencia se parte en dos; una categoría introspectiva de sujeto observador y otra de objeto subyugado a la observación. Por eso, la ordenación en los capítulos del relato se distingue por un "yo" que experimenta en su conciencia la realidad física propia y externa al mismo tiempo con el desarrollo de esa realidad en el tiempo; es un "yo" que luego se transmuta en "tú", como objeto de observación y éste se modifica en un "él", objeto colocado a una distancia de observación más lejana en el tiempo, por ser ubicado en la vida pasada. El quid del universo personal de Artemio Cruz, de hecho, está en el interior de su conciencia, una especie de Pepe Grillo que como receptor foráneo le devela su verdadera personalidad y nos permite entender los complejos rasgos espaciostemporales de la novela. Artemio Cruz representa el típico militar revolucionario que con base en el ansia de poder, a su tendencia hereditaria al dominio en todo orden de cosas, a su falta de valores de solidaridad social, y a su amoralidad, atropella a todo ser que se atraviesa en su camino con tal de conseguir lo determinado por él. Todo esto me remite a pensar en la influencia del naturalismo y una de sus características es el determinismo, y éste consiste en aceptar sin cuestionar la influencia de la herencia biológica, pero Artemio no lo aceptaba, actuaba de manera inconsciente porque desconocía sus orígenes, y por ende, no adivinaba

Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz. México, FCE, 1996, p. 145.

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Ibid., p. 146.

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Ibid., p. 306. delatripa: narrativa y algo más

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ni podía controlar esas fuerzas hereditarias. La herencia de tener lujuriosos apetitos sexuales viene de su padre, Atanasio Menchaca, al usar y dominar a los seres humanos para beneficio propio. En 1903, los recuerdos de Ludivinia Menchaca, la abuela, le reprochan a Pedro, su hijo, el carácter opuesto al de su hermano Atanasio:

¿Y quién fue su madre? Isabel Cruz o Cruz Isabel, la primera mujer mulata del lugar que le dio un hijo a Atanasio Menchaca, y que él corrió a palos. Su propio hermano, Lunero, la asistió en el parto. Cruz nació bajo la amenaza de unas botas militares que se acercaban para eliminarlo. Lunero lo salva al decidir criarlo.

¿Que a pesar de todo tu hermano se negó a aceptar la disminución y la derrota y siguió siendo Atanasio Menchaca, no allá arriba, lejos del escenario, como tú, sino acá abajo, entre sus siervos, dando la cara al peligro, violando a las mulatas y a las indias y no como tú, seduciendo a las mujeres dispuestas? ¿Que de los mil coitos feroces, descuidados, rápidos de tu hermano debía quedar una prueba, una, una, de su paso por nuestra tierra? ¿Que de todos los hijos regados por Atanasio Menchaca a lo largo de nuestras posesiones, uno debía haber nacido cerca? ¿Que el mismo día que nació su hijo en una choza de negros ?como debió nacer, hasta abajo, para demostrar otra vez la fuerza del padre- Atanasio fue…7

A pesar de todas estas terribles circunstancias por la lucha por la supervivencia familiar se observa en la narración en los momentos del estado consciente del protagonista cuando aparecen los recuerdos de los muertos: su amor Regina, el indio Tobías, su cuñado Gonzalo Bernal y su hijo Lorenzo. A propósito de Lorenzo, después de batallar traerlo a sus recuerdos mediante una frase característica del leitmotif: "-Esa mañana lo esperaba con alegría. Cruzamos el río a caballo…",8 que surge reiterativamente entre el hilo de la narración para demostrar que es el motivo central que se repite en la novela. Esta motivación traducida en una frase significativa es la única que recuerda de su hijo, ya que al acercarse la inevitable realidad de su muerte se prende en él una persistente afirmación de supervivencia por las circunstancias de peligro acaecidas en su azarosa vida. Y esta voluntad de sobrevivir se advierte en el iterativo pedido de que se abran las ventanas de la habitación donde yace agonizante: es una desesperación por capturar para sus recuerdos unas dimensiones lejanas, llenas de misterio y de vida que se traducen en otro leitmotif del ego.

En esta recriminación se advierte que Atanasio es un hombre de intenso apetito sexual, y la madre lo aprueba con el objeto de perpetuar la herencia Menchaca en el único descendiente que renacerá la vitalidad de la supervivencia de la familia: Artemio Cruz. Cuando éste, adolescente, mata por equivocación a su desconocido tío Pedro Menchaca, y lo confunde con el administrador del nuevo amo de la región, por defender a su tío materno Lunero, la abuela muere segura de que en Artemio Cruz está la renovación del linaje familiar. Artemio Cruz repite el patrón familiar de la ostentación y el lujo de su abuela desconocida, ya que el mobiliario exageradamente suntuoso de su casa en Coyoacán es similar al de los muebles del casco de la hacienda devastada de la anciana Ludivinia Menchaca. 7

Ibid., p. 299.

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Ibid., p. 12.

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Es maravilloso cómo Carlos Fuentes juega con el orden de la dimensión temporal del relato, el tiempo se dirige hacia el futuro en una prolepsis para saltar continuamente a la analepsis que es hacia el pasado para volver a trasladarse a la acción en futuro, y así sucesivamente.


Cuando el "tú" narra con una increíble lista de verbos en futuro y se dirige al yo, como si fuera su alter ego le enseña al hombre el sentido del dolor provocado por circunstancias fuera de su control: El anuncio del dolor viajará a tu cerebro antes que el dolor mismo sea sentido por tu piel: viajará a prevenirte del dolor que sentirás, a ponerte en guardia para que te des cuenta, para que sientas el dolor con más agudeza, porque darse cuenta debilita, nos convierte en víctimas cuando nos damos cuenta de que sólo nosotros nos daremos cuenta de las fuerzas que no nos consultarán, no nos tomarán en cuenta; ya: los órganos del dolor, más lentos, vencerán a los de la prevención refleja, y te sentirás dividido, hombre que recibirá y hombre que hará, hombre censor y hombre motor, hombre construido de órganos que sentirán, transmitirán el sentimiento a los millones [sic] minúsculos de fibras que se extenderán setenta y un años recibirá, acumulará, gastará, desnudará, devolverá los colores del mundo, los tactos de la carne, los sabores de la vida, los olores de la tierra, los ruidos del aire: devolviéndolos al motor frontal, a los nervios, músculos y glándulas que transformarán tu propio cuerpo y la fracción del mundo exterior que te tocará en suerte…9

Otra observación, es que tanto las conciencias de yo, tú y él, en la últimas páginas de la obra, la estructura de la escritura del relato se nota cortado, como cuando un persona próxima a la muerte le falta el aire para respirar y hablar, en este caso Artemio Cruz no habla pero su conciencia marca las palabras entrecortadamente porque la vida ya se le está yendo y su mente ya divaga en el inconsciente y sus recuerdos ya se difuminan poco a poco.

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Muere en el hospital al operarlo, y al abrirle el abdomen se dan cuenta los doctores de lo gangrenado que está, el repliegue del peritoneo y le viene el infarto. Toda una vida de excesos le cobra la factura muy caro, horas de agonía, sumido en la porquería expulsada por todos los orificios naturales de su cuerpo, le dieron la oportunidad de "redimirse de sus acciones", de "pedir perdón", de "saldar cuentas", pero no, su voluntad de supervivencia, su orgullo mal dirigido, su prepotencia, pudo más y se refugió en recordar momentos cruciales de su vida, aunque algunos placenteros mas otros deleznables. Como corolario, concluyo que la novela me impactó por la cantidad de recursos tocante a la psicología del individuo, y a la sociología de la historia de México en su etapa revolucionaria que dejó una influencia nefasta en la clase burguesa sobre el campesinado y hasta la fecha no se ha terminado de solucionar, es más, continúan los problemas con el agro, ejemplo: Acteal. La historia de este personaje puede ser la historia de cualquier descendiente revolucionario que aprovechó malamente los ideales de la Revolución Mexicana en beneficio propio.

Bibliografía Beristáin, Helena, Diccionario de retórica y poética. México, Porrúa, 2004. Fuentes, Carlos, La muerte de Artemio Cruz. México, FCE, 1996. Pimentel, Luz Aurora, El relato en perspectiva. México, FFL, UNAM/Siglo XXI, 1998.

Ibid., p. 61. delatripa: narrativa y algo más

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El aventón

Juan Machín

A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Borges

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e pura casualidad, ayer, después de muchos años, crucé la avenida Revolución a la altura de la iglesia de la Candelaria, en Mixcoac. Inexorablemente, recordé muy à la Proust, cómo durante mi paso por la Universidad acostumbraba cruzar ahí para esperar que alguien me llevara, haciendo el tradicional balanceo del antebrazo derecho con el pulgar extendido. También para venir de o ir a Cuernavaca, en la glorieta de la Paloma de la Paz o en el puente de La Joya, respectivamente, acostumbraba lo que en Francia llaman "faire de l'autostop" o, en Estados Unidos, "hitch-hiking". Esa actividad recibe muchos nombres, si bien en español casi siempre se pone énfasis en el hecho de pedir [lo mismo "aventón" que "ride, raid, rai, raite" (México y El Salvador), "jalón" (Guatemala y Honduras), "bola" (República Dominicana), "bote" (Panamá), "botella" (Cuba), "pon" (Puerto Rico), "la cola" (Venezuela)] o una acción en relación al dedo ["hacer dedo" (Argentina, Bolivia, Chile, España y Uruguay), "echar dedo" (Colombia), "jalar dedo" (Ecuador), "tirar dedo" (Perú)]1. La frase "pedir aventón", en sentido estricto, en México la usamos no sólo para el autoestop sino también cuando le pides a

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Tomado de Wikipedia

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alguien conocido que te lleve y, ahora que lo pienso, es bastante curiosa y, por lo mismo, se presta a muchos chistes trillados (por ejemplo, cuando después de pedirle aventón a alguien en una fiesta te indican que te pongas delante del auto o cuando una amiga te pide un aventón y tú le preguntas "¿de tripas?"). El que tenga diferente nombre en tantos países muestra que la costumbre de viajar de aventón está bastante extendida, y es asaz lógico, pues es una forma de transporte práctica, barata y, a menudo, divertida, aunque no siempre eficiente… la mayoría de los que la practican son, sin duda, los mochileros y los estudiantes pues, en ambos casos, generalmente la falta de recursos acompaña la juventud y se compensa por tener mucho tiempo y energía. Y los cuatro son ingredientes comunes para poder ser un buen hitchhiker. Pedir ride es, siguiendo la teoría de juegos, una actividad de suma positiva, a diferencia de los volados que es de suma cero, es decir, donde la ganancia de uno es la pérdida del otro, en el raid ambos pueden ganar… el que lo pide consigue transporte gratis (o a cambio de prácticamente nada) y el conductor obtiene compañía, conversación… ambos tienen la posibilidad de conocer gente interesante y


desarrollar un diálogo entretenido o incluso, en ocasiones, hasta inteligente. Aquí es inevitable recordar el chiste del pobre tipo que, al recibir aventón, siempre terminan bajándolo del auto por algún comentario inapropiado, por ejemplo, alegrarse de que haya perdido un partido el equipo del que resulta ser fanático el conductor… No sabiendo qué comentar, para no cometer un error piensa que mejor deja que el conductor comience la charla, nervioso de prolongar demasiado el silencio, pues obviamente se espera de él una buena conversación durante el viaje, y entonces para animar y suscitar el inicio del diálogo, expresa un: "pueeeees, sí…", se oye el chirrido del auto frenando bruscamente y el conductor molesto que abre la portezuela y le dice, casi gritando: "¡pues NO! ¡Y te me bajas!"…

tel y hacía el amor con él toda la noche de una manera increíble. A mi me la contó Eloy, que según él le había sucedido a un amigo de su amigo Raúl. Sin embargo, Raúl nunca me refirió nada del asunto, así que guardé la historia en el baúl de las mentiras de Eloy o como un mito urbano más.

Muchos pueden querer pervertir el sentido del aventón, pidiendo, por ejemplo, que se "cooperen" para el peaje, o queriendo propasarse… o, al revés, asaltando al conductor… pero, en realidad es muy raro que suceda. A lo largo de mis más de 5 años de raidero reuní un buen conjunto de anécdotas (algunas incluso loquísimas y que espero algún día tener la paciencia de escribir), pero nunca me tocó que quisieran aprovecharse…

En una ocasión, incluso comparé el aventón con el amor y la gracia divina, porque no puedes hacer nada para que te levanten, igual que no puedes hacer nada para que alguien te ame… es pura gracia… un don, en el sentido teológico estricto del término…

En torno al aventón, en mis años de estudiante, ya se había creado toda una cultura que incluía sus propios ritos, leyendas, mitos y símbolos. Posteriormente, incluso, se constituyó una asociación del "aventón" con credenciales, fiestas anuales y acta notariada… Desde la famosa novela beat "On the road" hasta una serie televisiva, forman parte de esa cultura en Estados Unidos. Entre nosotros (aunque seguramente se repite en otros lugares), una de las leyendas más populares narraba la historia de una hermosa ninfómana que llevaba al afortunado "tiradedo" a un ho-

En esa época, el aventón fue una pieza central de mi vida por varias razones, entre las que destacan el de que prácticamente así viajé siempre (lo que me ahorraba lo gastaba invariablemente en libros y discos), pasé muchísimo tiempo haciéndolo (lo hacía prácticamente 5 días a la semana, excepto en vacaciones, y cada vez invertía un mínimo de 15 minutos, en promedio una media hora, y en ocasiones llegué a esperar más de dos horas) y porque así conocí al amor de mi vida.

Puedes hacer algunas cosas que faciliten o dificulten el que te levanten, pero, a final de cuentas depende completamente de quien maneja… En general, los jueves eran malos días para pedir raid, por lo que acostumbraba irme lo más pronto posible. Sin embargo, justo el jueves que mi novia me terminó, se me hizo tarde, porque el examen de sedimentología estuvo largísimo (además que no había estudiado lo suficiente), y llegué a La Joya cerca de las 8 de la noche. A esa hora era más difícil conseguir aventón y cuando comenzó a llover como un diluvio sentí que no había sido mi día. Cuando logré refugiarme debajo del puente, ya estaba empapado. delatripa: narrativa y algo más

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Pues resulta que después de dos horas de estar pidiendo paciente y sistemáticamente aventón en La Joya, levantaba el dedo de manera más bien automática, mecánicamente como un muñequito, ante cualquier auto o camión que pasara. Algunos pasaban cerca y veloces, levantando una ola de agua sucia que me mojaba hasta el pecho. Había ya perdido la esperanza de que alguien me levantara, cuando se detuvo un mercedes deportivo plateado. Se abrió la puerta y me invitó amablemente a subir una de las mujeres más atractivas que he visto en mi vida. Traía un vestido entallado y con un gran escote que dejaba ver el inicio de sus aureolas al inclinarse mientras esperaba a que me subiera. Debía tener unos 35 años o más, pero era una rubia de esas despampanantes al estilo de Kyle Minogue. La verdad me puse muy nervioso, recordé la historia de Raúl y la desconocida ninfómana, y comencé a ilusionarme… Me sugirió que me quitara la ropa mojada y me secara con una toalla que traía allí de casualidad. Me quité la camisa decidido, pero para los pantalones dudé un poco, finalmente, me animé y me saqué los tenis, las calcetas y los jeans. Ella, volteó a verme y me dijo: "quítate todo para que te puedas secar apropiadamente". No tuve argumentos para resistirme, así que me desnudé por completo. Me pasó la toalla y detuvo el auto para, gentilmente, ayudarme a secar. Mientras me secaba, comenzó a acariciarme una pierna y me preguntó si jugaba fútbol, porque tenía buenos muslos. Pasó su mano por mi entrepierna, me susurró que hacía calor en el auto y que era justo que ella también se desnudara. Antes que pudiera yo reaccionar estaba totalmente desnuda, conservando sólo 14

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sus zapatos de tacón. Yo estaba petrificado, por lo que ella siguió tomando la iniciativa, besándome y manipulando sin cesar mis genitales. Finalmente, reaccioné y la besé apasionado, acaricié con la mano derecha sus senos, mientras le agarré una nalga con la mano izquierda. Al poco tiempo, estábamos haciendo el amor en el auto como si en ello se nos fuera la vida. Al terminar me llevó a su casa, una hermosa residencia en la colonia Reforma, donde volvimos a hacer el amor, hasta que me quedé dormido por el agotamiento. Cuando desperté me había preparado el desayuno y lo tenía al pie de la cama. Me esperaba envuelta en una bata de toalla blanca y me llevó a la ducha donde volvimos a hacer el amor. Me enteré que se llamaba Cristina, que estaba casada, pero que su esposo era un patán que no la entendía y del que quería divorciarse. Yo sabía que había encontrado el sueño de todo hombre. Sin embargo, algo preocupado, le pregunté si siempre levantaba así a los desconocidos… "¡Claro que no!- me respondió entre indignada y sorprendida. "Te levanté porque tenías toda la pinta de estudiante inocente y te vi ahí, tan solito, tan jovencito y desprotegido, que me inspiraste tanta confianza y ternura que no pude no levantarte…" Viví así, junto a Cristina, mi Cristina, una semana fabulosa, haciendo el amor y planes para el futuro… estaba seguro que había encontrado al amor de mi vida. ¿Qué más se podía pedir de una mujer? Cristina lo tenía todo, todo, todo: fortuna, belleza, inteligencia, simpatía… me adoraba y teníamos un sexo fantástico. El viernes le preparé una cena romántica con velas y una botella de vino italiano. Pero


no llegó a las 10, ni a las 11, ni las 12… En esos lejanos tiempos no existían los celulares, así que no me quedó otra opción que quedarme esperándola, con el pavor atenazando mi vientre, pensando que había pasado lo peor. Como a las 5 de la mañana, no pude más y caí rendido por el cansancio y el miedo… A las 9 de la mañana me despertó el sonido de la cerradura de la puerta… Ahí estaba Cristina. Feliz de ver que estaba bien, corrí a

abrazarla y besarla. Noté que se puso un poco tensa y evitó mi beso en la boca, ofreciéndome hábilmente la mejilla. Le pregunté porqué no había llegado en toda la noche y Cristina, sonriendo pícara, me empezó a contar que, de regreso a Cuernavaca, encontró en la Joya a un estudiante y "…lo vi ahí, tan inocente, tan solito, tan jovencito y desprotegido que no pude no levantarlo…"

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La muerte tiene los días contados o cómo la muerte se hizo presente en la poesía Blanca Vázquez

"…los poetas sólo mueren de eternidad" Mario Meléndez (Ruleta Rusa)

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stedes y yo sabemos con certeza que un día la muerte llegará, logrando que dejemos de existir en este mundo que fue diseñado por un dios, el bing bang o la teoría inflacionaria. Y mientras llegue ese instante existen entre nosotros, hombres y mujeres que se atreven a presentarse ante ese ícono recurrente del final de la existencia: La muerte. Y se acercan a ella de diferentes formas: pintura, danza, música, poesía. El poeta chileno Mario Meléndez en su texto La muerte tiene los días contados tiene un encuentro cara a cara con esa huesuda, catrina, cadavérica, temible o amiga muerte. Logra abandonar ese cotidiano temor que se le otorga a esta figura respetada que hace temblar las carnes y que en diversas ocasiones nos ha puesto a pensar ¿qué será de nosotros cuando llegue? El poeta se enfrenta a ella con un lenguaje cotidiano y mordaz que provoca en el lector un sonrisilla, una mueca de asentimiento y en muchos casos, un rostro de compasión para ésa, que es tan sabida y tan poco solicitada de manera espontánea. La muerte es para nuestros pueblos latinoamericanos un acontecimiento significativo, la dualidad de nuestra cosmogonía: el bien y el mal, el vivir y el morir, el día y la noche, el hombre y la mujer. La muerte deambula por nuestros cuerpos y en nuestras espiritualidades; no cuenta con una filiación religiosa específica y única, no posee un carnet que nos acredite como su fieles y mucho menos es mísera al elegirnos, toma a nuestros iguales, los humanos, sin distingo de

etnia, clase social o síndrome intelectualoide. Justa, casi lo que la humanidad debiera ser. La poética de Mario Meléndez nos brinda la oportunidad de ingresar a un espacio cotidiano, en donde el lenguaje logra una comunión con el lector; sus versos hablan ilusiones, hipótesis de una muerte que transmuta en el sentimiento del amigo o de la persona amada. A través de la función fáctica del lenguaje se logra la identificación con un elemento al que no nos atrevemos a verle el lado más humano, por el contrario se oculta bajo el vestido negro o se celebra en los primeros días de noviembre. No, el poeta no pretende ignorar la fusión que la muerte mantiene con hombres y mujeres; al contrario la convierte en su igual: "…la muerte lloró a los pies de Jesús / Fue un momento emotivo, sin duda / ver la muerte despojarse de su túnica / dejar su guadaña en custodia / y caminar desnuda hacia la cruz / hablando en arameo"

Los muertos son venerados en distintos espacios y tiempos ceremoniales, más no a aquella quien les ha despojado de la existencia; el poeta señala a la muerte como la amada que sufre el abandono: " Dios se fue con otra / Dejó a la muerte llorando por los rincones / Guardó unas cuantas cosas: / su diario de vida, el retrato de Cristo / unas sábanas que eran de su madre / y salió con su maleta como si nada / La muerte entró delatripa: narrativa y algo más

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en estado de shock /peinaba a sus muñecas durante horas / vagaba desnuda por los cementerios …"

El estilo poético del escritor irrumpe en la desacralización de las figuras intocables, pervertidas imágenes impuestas por las cúpulas religiosas y monetarias; los textos benditos y autentificados por el estado Vaticano reviran ante los evangelios apócrifos que nos presenta, otorgándoles veracidad colectiva; una veracidad anhelada porque no los deja sólo en el imaginario fabulístico, sino por el contrario los convierte en historias más allegadas a nuestra cotidianidad: "Acuérdate de mí cuando estés en tu reino / le dijo la muerte a Jesús / y al instante quitaré la lanza de tu costado / y esos clavos que desangran tus manos desaparecerán/ y esa corona de espinas se hará polvo / y esas viejas que sollozan a contraluz / esos curiosos que nunca faltan / esos turistas japoneses con sus cámaras infernales …"

Mario Meléndez ha provisto como José Saramago en Las intermitencias de la muerte, como Edgar Allan Poe en La máscara de la muerte roja, como Ornelio Jorge Cardoso en Francisca y la Parca, a una muerte sensible y actual; le ha envuelto en un mundo capitalista y agravado por el sistema político e insensible que ha obligado a la muerte a perpetrar dolor en el pueblo, y en todos aquellos que sólo han buscado libertad e igualdad; ha colocado a la muerte en una América Latina que ha sufrido los golpes mortecinos de los desaparecidos y los asesinatos cobardes. El autor expone su dolor ante las infamias del gobierno dictador de su país, pero ese país se ve hermanado como es en el caso del estado de Guerrero con la guerra sucia: "Raspe y gane un viaje de película / a las inolvidables Playas de la Muerte / Disfrute de lugares exóticos como el Patio 29 / donde verá la colección de huesos más grande que existe /

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las fosas reciclables traídas desde Auschwitz / o el nicho con cajones donde duermen diez tipos a la vez /Dese un tour por Grimaldi , donde el llanto de los torturados / /le secará los tímpanos / o Londres 38 , donde disfrutará de una amena charla con /viejos tragasables / y magos que desaparecen cuerpos sin dejar rastro…"

La muerte tiene los días contados mantiene un corpus de 76 poemas agrupados en 10 apartados: La vida privada de la muerte, La muerte lloró a los pies de Jesús, La muerte tiene los días contados, Los heterónimos de la muerte, Los personajes de la muerte, La muerte lleva una camisa de fuerza, Postales del más allá, Anotaciones en el diario de la muerte, La muerte se repite el plato y La muerte todavía. Hablar de la muerte y, aún más, escribir sobre ella se considera tabú o de mal gusto. Al muerto se le encierra, se le oculta, se le camufla con flores, inciensos, rezos y olores. Sin embargo, un elemento tan cercano y propio de la humanidad necesita ser entendido para saber vivir mejor. El libro de Mario Meléndez hay que devorarlo, poseerlo y aún más enterrarlo en nuestras venas; nos da cita en la plancha fría de la sátira diaria que es la vida, nos permite ver símiles de vida y muerte: Purgatorio / Casablanca, nos obliga a escudriñar en nuestro bagaje cultural porque desfilan las grandes ‘jotas’ del rock and roll, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison y asoman también sus mortalidades los entrañables Benedetti, Vincent Vang Gogh o el maldito de Rimbaud. Remite a los cracks que alinean en el equipo del balompié mortecino donde el sida, la influenza o el revólver son titulares y en el que Hitler, Bush o Stalin calientan sus osamentas. Femenina la muerte le han querido invisibilizar, como aquellas mujeres excluidas de la historia y de la vida cotidiana; pero no es posible,


permanece viva, al lado de cada uno de nosotros, en la pequeña muerte de placer amoroso, en la muerte citadina de la indiferencia, en la muerte materna e infantil de los pueblos guerrerenses, en la muerte diaria a causa de la ignorancia. Femenina muerte, la poesía te ha recuperado y te ha hecho más humana para que todas y todos te

tratemos como nuestra igual. Mario Meléndez permite sucumbir en el frio temblor de la parca armoniosa de la poesía. Meléndez, Mario. La muerte tiene los días contados. México. Laberinto Ediciones. 2010.

Esos corazoncitos tan de lento aprendizaje Adán Echeverría Me da risa la gente que dice: tenía 40 años y ella 13, no le dio opción, el maldito la sedujo y la obligó a tener relaciones sexuales, ella no pudo tener esas ideas en la cabeza. Mi esposa contrató a Julia para que se quedara a cuidar al niño. Esa noche tuvimos la idea estúpida de rescatar el matrimonio. Abrí la puerta y ví a Julia, vestía una blusa blanca que tenía bordadas unas flores azules y llevaba unos jeans deslavados, calcetas y tenis. Para ese momento, recuerdo que no me pareció remotamente interesante. Yo tenía la esperanza de una noche brutalmente sexual con mi esposa, y a los tres años del nacimiento de mi hijo, me fascinaba que aún le chorreara leche de las tetas con solo succionarlas. Nada mas alejado de la realidad eran mis pensamientos. Carmen terminó de arreglarse, dictó instrucciones a Julia, y me alcanzó en la puerta. Llevaba puesto un vestido blanco que apenas le cubría la mitad de los muslos. Era una hembra poderosa. Ya en el carro le dije que se veía fenomenal, que me encantaba la idea de salir de la monotonía, y que por una noche, intentáramos olvidarnos de los pleitos que todos los días nos iban consumiendo. Ella sonrío distraída y señaló el restaurante a donde quería que fuéramos. Una vez que

habíamos escogido lo que íbamos a beber, Carmen pidió al mesero que nos dejara para escoger de la carta. Levantó la vista y me dijo en tono seco: no quiero escenas, por favor, si te pedí salir, es porque lo considero necesario. Esta noche te dejo. Nada puedo agregar al respecto. Dos horas después yo estaba en casa, bebiendo whisky a pequeños sorbos; Julia me había explicado que mi mujer le pidió que se quedara durante una semana y le había adelantado el dinero, en presencia de sus padres. Me encargaré de todo, señor, no se preocupe, ni siquiera le daré molestias. Siento mucho esta situación. Fue cuando la descubrí tal cual, vestía tan solo una camiseta larga a manera de bata de dormir, con un Mickey Mouse impreso en la parte frontal, que guardaba el equilibrio en una tabla de surf, y debajo se veía la sombra de su ropa interior infantil. Entonces le pedí que se sentara un momento, le ofrecí un refresco y palomitas hechas en el microondas. Lo demás, no pueden entenderlo, nos amamos toda la noche, al día siguiente, y durante toda la semana. Y estoy seguro que ella, pegada a mi piel, suplicaba que la amara toda la vida. Decía cosas como: ¿en verdad está pasando, dime que en verdad está pasando? Cómo pueden llamarle a eso violación. delatripa: narrativa y algo más

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La hoja rota Antonio Tec

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laticando con mi amigo Gerardo, el 13 de septiembre, mientras bebíamos tequila sacó a colación su más reciente anécdota como reportero de notas rojas de cierto periódico; una anécdota suya pero que no podía redactar y quería que yo lo hiciera y fue la razón de que llamara y quedáramos en reunirnos esa tarde. Ocurrió hace unos días, dijo Gerardo, el pronóstico del tiempo decía, y acertó, que estaba nublado y con lluvias aisladas, pero estaba la amenaza de cierto huracán. Él se dirigía a más de 120 kilómetros por hora sobre X autopista federal para cubrir un accidente de tránsito entre un Chevy y una ambulancia. Hizo un comentario con varias advertencias de secretismo, ya saben, eso de bajar la voz, mirar alrededor aunque estábamos solos en mi casa, y atravesar de forma perpendicular el dedo índice sobre los labios pidiendo silencio, y señaló que dicha autopista no tenía las condiciones estructurales para hacerse llamar autopista, pues no se diferenciaba mucho de las endebles carreteras estatales; para empezar solo cuenta con dos carriles angostos y habían arbustos invadiendo la cuneta. Le pregunté a qué tramo se refería y me enteré que era el tramo siguiente de la "sonrisa estatal" que yo recorro casi todos los días, y le dije que sí, no era una buena estructura asfáltica; al mes siguiente de estrenarse y que comenzara a recorrerla iniciaron las lluvias y los baches surgieron -la caries sobre la sonrisa estatal-, aquí él hizo una afectada mueca de comprensión y

comprendí que el alcohol hacía efecto en él; continuó diciendo que no dudaba que la mala condición de esa autopista fuera la causa del accidente, pues el Chevy invadió el carril de la ambulancia; el conductor de dicho automóvil, un fuereño, insistía en que la culpa la tuvo un bache en medio de la autopista, se quejó de eso más que de sus múltiples heridas y, Gerardo no lo puso en duda, la cosa podía ser cierta. Es de suponer que el chofer de la ambulancia conociera la condición de la carretera y sabía donde acelerar y frenar, pero ¿qué puede hacer uno cuando el auto de enfrente da el volantazo y los bólidos de metal se comen tiempo y espacio y le hielan la sangre a cualquiera para terminar dándole un beso de muerte? Gerardo comentó esto y luego añadió que no se atrevió a ponerlo así en la nota del periódico que salió al día siguiente, ya que en el reporte de tránsito oficial constaba que el accidente se produjo luego de una falla mecánica del automóvil, lo que provocó que invadiera el carril de la ambulancia, claro ¿y cómo no se va a averiar una llanta si se topa con un hondo bache mientras rueda 30 vueltas por segundo? Además luego de cómo quedó el Chevy ya no es fácil distinguir cuáles de sus desperfectos eran antes y después del impacto y, si hubiera redactado algo acerca de eso, su editor lo habría quitado porque en el periódico estaba prohibido hablar mal del gobierno. Los del Chevy resultaron graves, varias fracturas con sus respectivos esguinces, una descolocación de cadera (bastante extraña y delatripa: narrativa y algo más

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me imagino dolorosa), hematomas al orden del día y hemorragias externas e internas; casos similares los de los paramédicos que viajaban en la ambulancia, no así la mujer y la niña que iban en ella, ambas perdieron la vida. La mujer era madre de la niña a quien se trasladaba de urgencia a una clínica especializada de la ciudad para que se le realizara una cirugía en la pierna derecha que fue aplastada por una roca (y en este punto uno se pregunta, en palabras de Gerardo ¿Cómo coño terminó una roca sobre la pierna de una niña? Y, en las mías, más secas de florituras peyorativas: ¿Qué causas y matices contextualizarían dicha diégesis para que al final -y en esta historia, principio- una niña -y agravando su condición de niña- de tan sólo cinco años acabe con una pierna aplastada y rota en varias partes, por una roca?). Gerardo, más tarde averiguó que la niña pertenecía a una pequeña comunidad cercana a donde ocurrió el accidente. La niña se encontraba jugando cerca de alguna albarrada, y en cierto momento unas tres rocas se descolgaron de su lugar y una acabó aplastándole su pequeña pierna derecha. Cosa de poca suerte, ya que dicha piedra bien pudo haber eludido cualquier punto pueril en su descenso infernal: la gravedad, pues, es un efecto físico determinativo en cualquier contexto (y no sólo en lo que a niñas y rocas se refiere). Gerardo iba cual bólido, a riesgo de otro accidente, a cubrir la nota cuando en alguna curva se percató de que a la orilla de la carretera había un cachorro de perro abandonado, se preguntó cómo fue que esa cría de labrador llegó hasta ese lugar precisamente, y apenas acabando esta pregunta mental se dio cuenta de que el perrito abandonaba la orilla entrometiéndose peligrosamente al centro del carril sobre el que él iba, entonces a mi amigo 22

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se le bloqueó la mente y como que abandonó por unos segundos su cuerpo (bastante dramático mi estimado amigo) y no frenó lo suficiente, ni desvió el volante lo necesario como para evitar al cachorrito sino hasta unos treinta metros pasados, pero cosa rara, ya que aunque había, en sus palabras, abandonado su cuerpo en esos segundos bien pudo sentir como la llanta trasera aplastaba esa blanda cosa de material orgánico vivo. Gerardo al regresar a la posesión de su cuerpo frenó (él dice que frenó en seco, cosa que yo dudo pues él también había dicho que la tarde era nublada y con lloviznas, así pues la atmosfera estaría con una humedad relativa de más del 80 por ciento, y la calle, si no mojada, al menos húmeda y lo único que sacaría sería vapor; en todo caso eso de frenar en seco me remite a un frenón que levanta polvo y humo de neumático). Gerardo no pudo definir su estado mental inmediato al hecho escabroso que le acababa de ocurrir, dijo que quedó estupefacto un momento y se negaba a analizar el suceso, o más específicamente: imaginar el cuerpo hecho papilla o puré o… (en este punto lo ayude un poco), amasijo de carne y huesos, en fin un perrito aplastado o triturado o machacado o, aún, pulverizado por el bólido a más de 120 kilómetros por hora que le pasó encima. Después de unos segundos seguía asintiendo ante mis duras palabras cual ebrio y dijo que tuvo suerte de que ningún vehículo transitara detrás de él, ya que se encontraba cerca de la curva, hasta que se decidió a orillar el coche y a apearse del mismo y echarle un vistazo al susodicho can. Cual fue su sorpresa al descubrir a la distancia que el perro aun se movía, o al menos lo intentaba, entonces Gerardo inició la carrera que resultó mucho más lejana de lo que había calculado en un


principio. Y cómo no, le dije, si cuando un coche va a esa velocidad la inercia bendita hace lo suyo y uno termina a casi un kilómetro de donde quería parar y, más aún si uno abandona su cuerpo por varios segundos; además la inercia es un efecto físico determinativo en cualquier contexto (y no solamente en lo que a autos y cachorros en medio de una carretera se refiere). Gerardo después de otra ronda de asentimientos continuó diciendo que después de recorrer unos cincuenta metros le comenzó a faltar el aire, pero quería llegar a salvar al perro. El impacto fue muy fuerte cuando logró distinguir con claridad que el cachorro seguía vivo pero tenía el cuarto trasero aplastado. Entonces la cosa para Gerardo fue peor porque el perrito comenzó a lamentarse (en este punto de su relato le dije un comentario mal intencionado: es que los perros no pueden deducir que el hombre que va manejando el auto es el culpable de todo lo que ese auto hace), y él no sabía qué hacer hasta que un tráiler le aplasta su cuarto trasero, pero como Gerardo se podía mover se salió de la carretera pero no se atrevió a tocar al perro mutilado por lo que alguna o muchas de las 34 llantas que tiene un doble semirremolque le puso término eutanásico al cachorro. Esa cosa resultante sobre la carretera rodeado de una mancha sanguinolenta le rompió el corazón a mi amigo que tardó bastante en abandonar dicha pasta, alimento al fin de cuentas de algún aventajado carroñero, para llegar ya sumido en cierta desestabilidad emocional que se agravó con la historia de la niña.

volantazo y luego llevarlo a un lugar a salvo, o hasta quedármelo para mi casa, pero como iba saliendo de la curva me bloqueé. A lo que le respondí que eso pasaba por manejar tan rápido en una pista insegura. Con el ritmo de las copas, el arrepentimiento de Gerardo se adueñó más de su ánimo y terminó llorando, me sorprendió verlo llorar por algo tan fútil, comparado con todo lo que ve en su puesto de reportero de notas rojas; y comprendí que ya bastaba de burlas y chistes malintencionados y tomándolo de los hombros le dije que el buen corazón de un hombre era determinante en cualquier contexto, pero más aún en lo que arrepentimiento se refiere. La pinche curva de la sonrisa estatal, con sus putos baches y sus perritos abandonados y sus niñas muertas, dijo, para luego empinarse en la boca otro caballito rebosante de tequila. Al final le dije que no podía adueñarme de esa historia y hacerla un cuento. Me miró con los ojos bailándole, y me preguntó si su historia no era buena. Le dije que no era por lo malo o bueno que fuera. Tú me dijiste que escribes un volumen de cuentos, sé que te puede servir o, al menos, escribe de nuestra conversación. Le prometí que lo intentaría.

Mucho más tarde me localizó por medio de los móviles y me dijo: Oye, wey, te tengo una historia, y fue cuando quedamos para tomarnos unos tragos. En algún momento él dijo: Si tan sólo hubiera frenado o dado el delatripa: narrativa y algo más

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Treceavo Ángel Fuentes Balam

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engo 13 años. Tú también tienes 13, otra vez. Estás bajo un árbol de almendra, dando vueltas alrededor del tronco, pisando sus gruesas raíces sin piedad.

Yo te veo de lejos. Arrugo la frente, entrecerrando los ojos por el sol. Hay bastante calor y me parece escuchar que jadeo. Es una respiración extraña; parece provenir de un lugar lejano, que fue depositado en mis pulmones en otra época. Un sitio donde viven ciudadanos microscópicos que padecen una sed perpetua e incurable. Tengo sed. Mis labios son como el brocal de un pozo abandonado. Jadeo por cada paso que doy, como un jamelgo cansado y seco. Jadeo porque estoy nervioso, además. Lo sé. Paradójicamente, me hago agua. Sudo. Mi rostro, mis brazos largos y mis manos, se liquidan. Sudo completo. Me derrito sobre la terracería de las canchas de la escuela secundaria. Hasta mis oídos llega la gritería de los alumnos que juegan la pelota. Oigo sus pasos, el botar de la pelota, el tambaleo del aro de la canasta. Algún pájaro grazna furioso cambiando de rama a toda velocidad y alguien muy, pero muy lejos, tiene el televisor encendido. Te miro. Le das vuelta al árbol, absorta en un juego que nadie más que tú comprende. Me detengo. Siento algo parecido a un choque eléctrico muy leve, justo en el pecho. Sudo mucho. El cabello me pica en la frente y en

los ojos. Daría lo que fuera por un vaso con el agua más fría. Trago saliva cuando pienso en esto, y más la trago cuando me intento visualizar por fuera. Me analizo. No hay mucho qué hacer, pienso. Ya soy feo. Una caminata a través de la escuela, en pleno día de primavera ardiente, nada cambia. Reviso mi imagen: el cabello ondulado, alimentado por litros de gel acondicionador, se me derrama de la cabeza como una planta marchita dejándose caer por su propio peso de la maceta; mi rostro, ojeroso y alargado, siempre con una ligera expresión de súplica. Estoy bastante flaco. Pero bastante. Llevo una playera de los Charlotte Hornets, con su tradicional verde aguamarina y el estampado del abejorro desgastado. Uso unos shorts gris metálico, que originalmente fueron unos pantalones finos de vestir. Tengo unos tenis Nike rojos con franjas negras y degradado naranja, que serían la envidia para el Hombre Araña. Suspiro. Trato de imaginarme distinto, pero mi figura es demasiado llamativa como para evadirla. Sé lo que tengo que hacer. El día despunta y se extiende. Miro hacia la derecha para descubrir quién hace tanto ruido, picando seguramente un balón de basketball. Lleva rato molestándome ese sonido. Pero no hay nadie. Me percato de que el ruido no proviene de fuera, sino de entre mis costillas. Mi corazón golpea cual león hambriento: da zarpazos y rugidos en su jaula. Camino unos metros más y llego hasta donde te encuentras. Pausas tu delatripa: narrativa y algo más

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ronda de inmediato y me miras. Sonríes. Como un glaciar gigantesco y solitario, me quiebro. Carraspeo. No sé qué decir y te devuelvo la sonrisa. Te ves como en un sueño. Toco mi pecho para sentir algo de realidad en ese ambiente; toco el árbol también. No es un sueño. El tiempo transcurre con normalidad. Soy el mismo flaco de esternón saltado y el almendro también sigue igual. Eras una niña blanca. Eras alta, delgada y tenías el caballo lacio, castaño y disparejo: era como observar las mismas hojas del almendro secas; amarillas, doradas o cafés. Tu boca era pequeña y tus dientes estaban extrañamente perfectos. Portabas la blusa de tela blanca y miserable del uniforme escolar y unos pantalones shorts de mezclilla que cubrían sólo la mitad importante de los muslos. Calzabas unas zapatillas deportivas color mostaza. "Al menos son más feos sus zapatos", pensé. Y lo eran. Estamos un rato sin decir nada. Nos miramos y nos sonreímos como verdaderos idiotas. Quiero tomarte de la mano. No. Quiero abrazarte… debes estar caliente y suave. Debes ser como la arena y yo, líquido y convulso, sería el mar. Te miro y tengo la sensación rara de que el mundo no es tan malo; al menos este mundo no es malo. -Te miro y tengo la sensación rara de que el mundo no es tan malo; al menos este mundo no es malo. - Lo digo con voz temblorosa, fina como el fractal de una telaraña. Me asombro de que esas palabras salgan de mí. No emites sonido. Te limitas a darme una mirada triste y a enjuagar tus labios.

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-Lo que intento decir es que… -las palabras se tropiezan en mi lengua: son animales apresurados a huir de su cautiverio- siento mucha tranquilidad contigo. Desde que te conozco, me he sentido como parte de algo. Algo importante. No sé para quién lo sea, pero para mí lo es. Es como si fuera una gota que sabe que forma parte del mar. Y… yo quiero… creo que… tú y yo… somos, por así decirlo, semejantes. Tampoco dices nada. Los niños juegan en el campo, formando nubes con el polvo rojo de la tierra. Yo debería estar con ellos. Y tú también. No debería decir las palabras que digo y tú no deberías escucharlas. No es cuestión de edad, sino de cordura. Tengo trece años y ni yo mismo alcanzo a entender la dimensión de mis palabras; de pronto me asalta el terror de crecer siendo así. Sigues sin hablar. Sólo sonríes. Es una sonrisa que pertenece a otro momento de tu vida; al menos eso me parece. Es como si hubieras sido transportada a otro tiempo, donde esa sonrisa surgió o era válida. Congelaste ese momento, lo guardaste y ahora lo expresas para responder las palabras extravagantes que te digo. Por un momento me parece estar hablando con una fotografía tuya a tamaño real y no contigo. Vuelvo a tocar mi pecho y al almendro que está detrás de ti. Sigue siendo la realidad. Pero, ¿eso qué significa? -Te amo. Lo sé. Lo siento. No sé que es el amor, pero creo que esto que está aquí -me apunto el pecho- es amor. Y también aquí apunto al árbol- habita el amor. Es que… creo que es lo que vive dentro de todo lo que existe. Lo que mueve las cosas. Como a ellos -apunto a nuestros compañeros que juegan-. Como a los pájaros y a las nubes. Es lo que da sed y lo


que la quita. Es lo que hace que sudemos. Es la sensación que tengo de… tocarte. Porque esa sensación hace que dude de esto que veo, de la realidad. Mis frases flotan en el aire unos segundos y luego son despedazadas por las tremendas risas de un grupo de chicos mayores que pasa corriendo cerca de nosotros. El sonido se prolonga unos minutos y nos quedamos callados. Eres tú la que habla después, con semblante serio: -Mi papá era piloto. Viajaba a todos lados. A todos. Nada le impedía viajar a cualquier sitio que quisiera. Él sólo lo hacía, sin preguntar, sin medir las consecuencias. Por viajar ganaba muchísimo dinero. Siempre he tenido muchísimo dinero. Mi mamá disfruta tener muchísimo dinero. Al escucharte mencionar las palabras muchísimo dinero, muchas veces y tan muchísimamente juntas, no puedo evitar volver a ojear mi vestimenta. Bajo la cabeza y creo ya saber a dónde quieres llegar. Voy a hablar cuando me interrumpes y haces notar que me equivoco: -Cuando tienes muchísimo dinero, no importa lo que suceda en tu familia. Todo se vuelve como una caja de regalo preciosa y costosa, que no tiene nada. La gente de afuera ve tu casa y a tu familia y dice: ¡Qué bonita se ve esa familia! ¡Pero qué envidian me dan! Luego se dan la vuelta y en serio sienten mucha envidia. Pero no se dan cuenta, de que vieron solamente la envoltura. -Yo no te veo como una envoltura- replico al sentirme aludido. -Mi papá sí.

Sin entender lo que quieres decirme aún, te tomo de la mano. Es la respuesta a un impulso vital que me acongoja y me deslíe. Me ves decepcionada. Puedo leer que tu mirada dice: "no entiendes nada y por eso, nada más quieres tocarme". No la apartas, pero se nota un leve malestar en tu rostro. Te suelto apenado. -Yo no soy una envoltura que se pueda romper, ni maltratar. Tal vez soy una caja de regalo que no contiene nada y que no se le dará a nadie; pero eso no significa que cualquiera pueda romper lo que me cubre afuera. ¡Quizá el papel que envuelve mi vacío sea muy frágil; pero nadie tiene derecho a romperlo! ¿Me oyes? ¡Nadie! El tono de tu voz se agudiza. Tu cara cambia. Ya no hay sonrisa en ti. Una pequeñísima lágrima comienza a nacer de uno de tus ojos. Me seco con el dorso de la mano las gotas de sudor que caen en los míos, como queriendo (sin querer en realidad) lanzarte una indirecta. Dejas vivir a la lágrima afuera de tu ojo y te vuelves como una madre que observa la partida de su hijo, orgullosa y solitaria para siempre. -Mi padre no podía viajar a donde quisiera. -Él ya no está aquí -digo en voz casi imperceptible-, él ha muerto hace tiempo. Ya no puede viajar a donde quiera. Bajas la mirada y me doy cuenta de que aquella lágrima única, vino acompañada de decenas de hermanas que salen de ti, derraman en ti y se evaporan por el calor que te rodea. Me pongo nervioso. -Ya lo hizo. Trato de escoger las palabras para que escuches y para que dejes de llorar. La verdad es que no entiendo muy bien a qué vienen delatripa: narrativa y algo más

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tantas expresiones de cajas y envolturas y el hecho de que tu padre haya sido piloto. Cierro los ojos y sintiendo el calor en mi nuca, comienzo a hablar: -Creo que todos somos un triste papel que envuelve una caja vacía, que se le regalará precisamente a nadie. Creo que es como tú dices. Pero también creo que nosotros podemos elegir el regalo que queremos y elegir, también, entregarnos a otro. Quitar una envoltura cuidadosamente, es una capacidad que casi nadie tiene. Estamos acostumbrados a romper la envoltura porque nos desespera saber qué es lo que contiene la caja. Aunque bueno, la caja es otro tipo de envoltura. Si es verdad que estamos vacíos, ¿qué son las envolturas y para qué sirven? ¿No seremos todos, pura envoltura? Mira… la verdad es que ya me hice bolas. Sólo quiero saber cómo no romper el papel que te envuelve, ni la caja, ni el vacío. -No somos niños, ¿verdad? -La mayoría de los niños habla de cosas sin sentido, como nosotros. Bueno, ¡no, no quiero decir que lo que dices no tiene sentido; más bien me refería a lo que yo dije! -No importa -me miras con algo que parece misericordia-. Quería decir que no parecemos niños aquí, en este momento. Aunque lo somos. Aunque esto no lo parezca, es un juego como eso de allá. Miro hacia donde miras y veo el juego de fútbol, que se desarrolla entre las nubes de polvo. Como si estuviese decidido a aventarme hacia el mar desde muy alto (esa sensación es la que tengo, a pesar de que nunca lo haya hecho) tomo aire y disparo: -Me gustas.

-Y tú me gustas a mí. Eres un chico gracioso -lo dices sin pausa, sin duda. Puedo sentir las mejillas ardiendo y las manos sudando litros y litros de ansiedad. -Francinne… Antes de que pudiese continuar la frase, tus labios se pegan a los míos. Son tibios, muy suaves y aéreos. Es como si nada se hubiese pegado a mi boca, en realidad. Sin embargo soy capaz de sentir algo: cosquillas entre mis costillas, un hueco en el estómago que se comienza a cerrar, tus labios mojados sobre mis labios secos. De pronto ya no tengo sed, ni hambre, ni frustración, ni miedo. Tampoco tengo trece años. Estoy en otro lugar, en el futuro o en otra vida del pasado. No, sé que son ambas: puedo sentir que estoy en otras dos vidas, una en el pasado y otra en el futuro. En la vida del pasado soy más grande y en la vida del futuro, más pequeño. Siento que soy un reloj de arena, cuando siento tu beso y que los granos de arena que caen en este momento en que te beso, se pasan a otro lugar, un lado que es exactamente igual a éste, pero que está comenzando apenas. Siento que, en la primera vez que te beso, ya te había besado y te volveré a besar; pero no bajo un árbol de almendras, ni a los trece años y probablemente, no con este cuerpo. Tu boca es tan pequeña, tan líquida… Tiemblo. El calor de mi interior es más poderoso que el de afuera. Cuando el beso termina, entreabres los ojos diciendo: -Ve a mi cumpleaños. Regálame algo hermoso, como este momento. Quiero que me hagas darme cuenta de que no soy mala y de que merezco tener un regalo. -Sí, lo haré -contesto sin comprenderte. -Yo creo que lo que dijiste del amor es falso.

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El amor no es lo que mueve las cosas; sino lo que hace que se detengan, para poder alargar el tiempo. Asiento mirándote, otra vez. Sé que ya te había mirado. Sé que el momento ya se había detenido. No entiendo que pasó; por qué

habremos llegado otra vez aquí. Sigo asintiendo. -Te regalaré algo hermoso. -Porque somos niños. -Otra vez.

El bebé de alguien Jéssica Montaño de Juárez para Blanca M.

Mamá: Ya nací. El aire comienza a llenar mis pulmones. Un cuchillo traspasó tu vientre. Alguien tomó mis tobillos y lloré por primera vez. El calor de tus brazos me confortó. Adentro de tí estaba sola. Tu voz y tu latir fueron mi única compañía en un mar amniótico que me salvó cuando caíste por las escaleras. El médico dijo que por eso llegué sentada. Ahora me crees perezosa porque nací poco antes de medio día… Nadie me preguntó si quería vivir pero, mírame: aquí estoy. La enfermera me limpia y se aleja; me quedo sobre tu vientre y sueño que soy un bebé, tu bebé, un trocito de óvulo que fue parte de ti y que lo será siempre.

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Tecnologías disruptivas1, lastres para el desarrolo comunitario (o de cómo al disco se le resbaló la aguja) Jesús Guerra Sánchez "No es síntoma de buena salud el estar adaptado a una sociedad profundamente enferma" Krishnamurti.

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sta invitación a escribir un ensayo que hable de las tecnologías que impactan mi comunidad, más parece una provocación a la conciencia que una cándida tarea escolar. Comenzaré diciendo -con el bien nacionalista "Huapango" de Moncayo de fondo- que la comunidad que habito es rica en recursos naturales y humanos (pertenece a la cuenca del Río Apatlaco y existe gran diversidad religiosa, cultural, artística), además posee una inventiva que envidiarían probablemente otras comunidades vecinas o incluso extranjeras. En el sur de Morelos por ejemplo, se encuentran corridistas muy respetados -conocedores de la Historia y sus contradicciones- que pueden dar cátedra a más de un académico de cualquier Universidad. También hay una infinidad de luchas sociales, a consecuencia del empobrecimiento sistemático al que se ha orillado a la población y más concretamente a los "Pueblos Originarios", que no dejan de resistir ante las políticas económicas que no les permiten desarrollarse de una manera deseable y óptima. Durante la gestión del Presidente constitucional -de triste recuerdo-, Carlos Salinas de Gortari, se modificaron varios artículos constitucionales (entre ellos el 27) que convierte

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la posibilidad de convertir el ejido en propiedad privada, sostenida esta reforma por un amañado argumento de que el campesino (indígenas en su mayoría) tiene la libertad sobre sus tierras (libertad de enajenar sus "Territorios Culturales") y como consecuencia -si se puede llamar consecuencia a la premeditación, alevosía y ventaja- se vino sobre Morelos una horda de Industrias Transnacionales de todo tipo; que lo único que lograron fue empobrecer y agudizar las contradicciones sociales y económicas en la Región. Hoy por hoy, la Industria del narcotráfico, de los transgénicos, de las farmacéuticas, del turismo y de la construcción provoca varios desplazamientos, "Guerra Sucia" y muerte a causa del legal pero ilegítimo robo de las tierras comunales e indígenas por parte de las corporaciones neoliberales. No es raro ver -en los diarios de circulación local- que los habitantes de Xoxocotla detienen la maquinaria de "Casas Geo" porque se está construyendo en territorios protegidos o que un campesino fue ejecutado después de haberle sido robado el recién recibido dinero de sus tierras (Albarrán, 2011). Por tal motivo, me resulta muy difícil poder hablar de tecnologías tradicionales, endógenas, alternativas, libres o limpias ya que lo que

Si bien las "Tecnologías Disruptivas" se refieren simple y llanamente a las innovaciones que se implementan en un contexto y que desplazan a otras (Clayton M. Christensen. El Dilema del Innovador. 1997), aquí el términodisruptivo lo oponemos al término asertivo que algunos especialistas -como José Antonio García Higuera- definen como: "… las conductas y pensamientos que nos permiten defender los derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido". También podemos entender "Tecnologías Disruptivas" como: "… aquella tecnología, nueva o existente, cuya utilización de una forma innovadora altera significativamente los usos y las practicas establecidas" (Boletín de Observación Tecnológica en Defensa. 2004). En el ámbito educativo podemos encontrar también que; disruptivo, se refiere a no poder generar asertividad en el aula. Disruptivo: Que produce ruptura brusca (Real Academia Española). delatripa: narrativa y algo más

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prevalece, gracias a los tratados internacionales que México firmó, es justamente lo contrario: Un Morelos con tendencia a la Tecnología Exógena y a la maquila. (Appel, 2013). Acá en la Tierra de Zapata y Quetzalcóatl, la fuga de talentos está a la orden del día… El Gobierno Federal y el Estado de Morelos tienen hacia los indígenas una política de proteccionismo y asistencialismo, donde la preservación (de la miseria y del "mexican courius") es el hábito ordinario. Podría hablar en este escrito sobre un maravilloso mundo de tecnologías tradicionales pero acá se me pidió hablar de tecnologías impactantes en la comunidad y no de lo que impactó hace muchos, muchos años… La realidad objetiva es para el fácil de amedrentar más un motivo de desaliento que de esperanza. Sobre todo cuando las políticas públicas no reconocen un centímetro de "Territorio Cultural" a la comunidad, condenándola a una homeostasis crónica y con poca posibilidad de autopoiesis, causa esto de los intereses electorales y económicos que mantiene la autodenominada "Clase Política" (tan terrorífica cada vez que se pronuncia) con diversas empresas privadas… Fundamentado en lo antepuesto y basado en la empiria y la observación, voy a hablar de las "Tecnologías" que las "Industria Culturales", ajenas al espíritu original de la comunidad, han inoculado en este pedazo de "País Emergente" que por sino o karma me tocó habitar. Estas "Tecnologías" hechas por el Ser Humano han servido para que México y sus provincias (provenco/pueblo sometido) pueda entrar en el paradigma de Progreso (no Desarrollo) y en el de "Guerra contra el Terrorismo" (para los lectores mexicanos entiéndase: "Guerra contra el Narcotráfico"). Me refiero a las tecnologías derivadas de la "Industria Armamentista" y de la "Narco-cultura". La primera, la de las armas, alimenta a diversos sistemas en las comunidades de Morelos como los son el Ejército, las Policías, los Grupos de Autodefensa, Policías Comuni34 delatripa: narrativa y algo más

tarias, así como al Crimen Organizado en todas sus variantes imaginadas y por imaginarse (Castro, 2013; Proceso, 2012). Mientras que el Gobierno y la legalidad adquiere tecnologías bélicas diseñadas por la Industria, la Narco-cultura hace lo propio y además las transforma dándoles a las máquinas de matar, una estética propia de todo ese sistema de creencias Narco-cultural. Se pueden encontrar armas bañadas en oro con adornos de la "Santa Muerte", "La Guadalupana", "San Jesús Valverde" todas estas dignas de exhibición en cualquier museo de México (Prieto, n.d.) o el extranjero (el Gobierno morelense no tiene prurito en exhibir instrumentos de tortura y pena capital del medievo por ejemplo). Y ya concretamente hablando de mi comunidad, puedo decir que estas tecnologías, han ayudado a convertirla en la más violenta del Estado. Estas tecnologías exógenas y disruptivas, han impactado eficiente y eficazmente mi comunidad. No me sorprende que la normalidad de la violencia haya extirpado la naturalidad del ciudadano saludo: "Buenos Días Vecino" por un: "El ejecutado nuestro de cada día" pronunciado y tatuado en la memoria colectiva por el locutor del noticiero nocturno de la Industria del "Divertissment & Entertainment" de este país. Me inquieto al concientizar que las armas fueron las primeras tecnologías que me vinieron a la mente cuando leí el reactivo de esta unidad. Y me pregunto ¿qué habrá sentido el Secretario de Educación de la entidad, René Santoveña Arredondo, cuando este año presumió las 41 colonias más peligrosas de Morelos? entre ellas mi zona de residencia (Hernández, 2013). Me cuesta trabajo pensar que lo mencionado arriba no tenga conexión con esto que digo ahora… La pauperización sistemática de la identidad, identificación y del concepto de comunidad, han dado campo fértil a las "Tecnologías de la Muerte"2 (exógenas y de punta). Impactando con singular eficiencia y eficacia en mi entorno vivencial.


Para concluir debo disculparme por no haber narrado una historia acorde y épicamente armoniosa con el propuesto "Huapango" de Moncayo, creo que en algún momento de mi perorata, debió resbalarse la aguja de diamante sobre el disco de vinil, echándolo todo a perder. También debo ofrecer disculpas por no hablar de las "Tecnologías Tradicionales" de mi comunidad, ésas -en el caso de las artesanías- impactaron la zona antes de la llegada de Hernán Cortés. Ahora son suplantadas por productos chinos de pésima calidad. Por allí pude haber hablado de las tecnologías de la Industria de la Construcción pero ésas al igual que las armas, han provocado -por quien las posee- un paulatino deterioro de los territorios. Decidí hablar de las armas (Tecnologías exógenas y de punta) porque son las tecnologías que han impactado en mi contexto inmediato. Creo que como Desarrollador Comunitario tengo retos importantes por sortear. Tengo como referentes las experiencias artísticas y culturales implementadas en Medellín, Colombia (OEA, 2011) o la potencialización de las tecnologías emanadas de los saberes comunitarios en India y la Universidad de los "Pies Descalzos" (Bunker, 2006). Pero es una meta a largo plazo, quiero decir que estoy hablando de un proceso de resistencia y paciencia firmes. Habrá muchas tentaciones en el camino pero mis metas deben ser modestas y contundentes para evitar la frustración. Debo cambiar la palabra fracaso por la frase: "Riesgo completamente justificado que por razones fuera de control no tuvo éxito" (De Bono, n.d.). En fin, sin querer sonar "Neo-Hippie", quiero pensar en un barrio donde "… se abran cien flores, que 100 escuelas de pensamiento compitan" (Tse-Tung, 1977) pero en medio de las Tecnologías amenazantes de Monsanto y la Industria Bélica, no queda otra alternativa que librar una muy personal y entusiasta "Guerra Florida" desde la Teoría y la Praxis cotidianas. 2

Ibid.

Bibliografía Albarrán, Angelina. "Se oponen a construcción de fraccionamiento en Tetelpa". Sol de Cuautla. Morelos. 21 de junio de 2011. Hernández Florencio (2013) "Hay en Morelos 41 colonias peligrosas". Diario de Morelos. Artículo. Junio 25, 2013, 6:00am Appel, Marco (2013). "México, <gran perdedor> en tratado entre EU y Europa", en Revista Proceso.com.mx. Prisma Internacional, 19 de julio de 2013 Tse-Tung, Mao (1977). "Discurso ante la conferencia nacional del partido comunista de china sobre el trabajo de propaganda". Obras Escogidas de Mao Tse-Tung. Ediciones en lenguas extranjeras Pekin. Tomo V, págs. 459-73. Primera edición 1977. De Bono, Edward. "Acerca del pensamiento creativo". http:/ /www.thinkoutsidethebox.se /http://www.youtube.com/ watch?feature=player_embedded&v=4hRORAKVX8 OEA (2011) Oficina de Educación y Cultura / DDHEC, Secretaría Ejecutiva para el Desarrollo Integral, Organización de los Estados Americanos. "Hacia una cultura de la no violencia: el rol de las artes y la cultura paquete de trabajo. Recuperado el 4/11/2013. 21:45 en http://www.oas.org/es/yearofculture/DOCs/ manual%20campo%20espanol.pdf Bunker, Roy (2006). "Universidad en la India para la sustentabilidad". La Jornada Ecológica. Lunes 30 de Enero 2006. La Redacción (2012). Se declara culpable comprador de armas implicado en 'Rápido y Furioso'. Revista Proceso. Narcotráfico. 5 de abril de 2012. Prieto Osorno, Alexander (n.d.). El Narcoarte. Recuperado el 4/11/2013. 22:00 enhttp://registromx.net/impresos/ 16narcotrafico/bunkernarcoarte.html Castro Heladio (2013) "Se dispara compra de armas en México". en Imagen del Golfo. 2013-04-17 07:58:46 Monroy, David. "Conforman mil policías Mando Único en Morelos". Milenio. Policía, 3 Marzo 2013, 8:45pm Garcitapia, José Luis. "60 colonias en seis municipios los focos rojos de inseguridad". La Jornada Morelos. Sábado 30 Marzo, 2013. Torres, Esmeralda. "Hay peligro en Temixco. Diario de Morelos". Artículo.Octubre 18, 2012. 6:00am Calvo, Maciel. "Publica la SSP <Mapas semafóricos>". La Unión de Morelos. 28 Junio 2011. delatripa: narrativa y algo más

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Demasiado inquieta Nadia Contreras

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l, bajo el calor de la tarde, de pie frente al edificio antiguo. Mira con atención lo que Julia reconoce como la fachada de la casa que en épocas remotas fue una de las más importantes de la ciudad. Julia lo observa y presiente el vértigo, la catástrofe. O dicho de otra manera, sus ropas sobre la alfombra o el piso. La primera vez que se sintió tocada fue cuando Ernesto, resistió junto con ella, la tormenta. A ella, claro está, no le importó abandonar el minúsculo techo protector y, por encima de la timidez, puso sus labios muy cerca de la boca del hombre. Vivían en la misma colonia, pero el destino, ese que teje y desteje, los reunía apenas bajo la lluvia. Julia, la puerta cerrada de la habitación, escribió con letra parejita la palabra Ernesto. Sólo la palabra, la emoción comenzaba a desvanecerse. Esta vez, sin embargo, se agita por completo, se acerca. El hombre admira lo que Julia ya sabía. La antigua casa, dividida en habitaciones, ponía a disposición sus últimos dos departamentos. Los departamentos (Julia sabe que no pueden llamarse de tal modo) tienen un baño, una pequeña sala de estar. No obstante, la cocina y el comedor reúnen a los ocupantes en un mismo sitio, allá al fondo, luego de pasar por un pasillo de antiguas pinturas y fotografías. Julia y Ernesto ocuparon, años atrás, el cuarto número 2. La ventana daba a la calle y ella, caso extraordinario, se había sentido cómoda con el ruido madrugador de los camiones de transporte, taxis y el ajetreo de la gente. Prefiero el ruido de la calle al silencio, sentenció. 38

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En ese cuarto viví hace muchos años, dice Julia, y el hombre mira con más detalle la dirección señalada. La casa es inmensa, una cuadra completa. Dentro, hay muchos otros cuartos. Hay uno muy bonito junto al jardín y la fuente. Mi esposo y yo estuvimos a punto de rentarlo. Los ojos de él, puestos en los de ella, le ocasionan un vuelco más y las ideas en su cabeza toman un rumbo distinto. No es que su matrimonio estuviera a punto de derrumbarse. Era un problema más bien de mensajes, de logística entre el ir y venir, entre dormirse o quedarse despierto, entre amar u olvidar. El hombre prosigue su inspección, mientras con una de sus manos abre el maletín y saca un cuadernito, una pluma. Julia mira pero con otros ojos, no es la misma. Vuelve su atención a la casa, añora los tiempos en que, según los archivos, congregó a las familias más importantes y adineradas de la ciudad. Ella hubiera podido agregar a su forma de vida, las fiestas, los bailes, los vestidos, esos sillones afelpados. Ella hubiera podido reír y llevarse a la boca un cigarrillo o una copa con vino. El hombre sigue ahí, escribe algo en el cuadernito, mira hacia un lado y hacia otro, y vuelve a la hoja. Ella, por supuesto, se atreve y pregunta. Unos cambios en la gerencia, explica, cambios que me obligan a cambiar de residencia. La ciudad es hermosa, asegura ésta, y el hombre asiente y coinciden en la vegetación exuberante, las calles amplias y las lluvias que colman los meses de agosto y septiembre.


El hombre guarda dentro del maletín el pequeño cuaderno y la pluma; Julia se encuentra con el tiempo. Se le ha hecho tarde pero alarga la despedida. El hombre comprende y pide lo acompañe a beber un refresco, un café. No quiero caminar solo por ahí, insiste, necesito un guía, afirma cuando el calor de los cuerpos, aún sintiéndose culpables, la esposa de él, el esposo de ella, los ofrece sin ninguna explicación. En la cabeza de Julia, todo sucede muy rápido. El cuarto es la ciudad y ésta los aprieta cada vez, uno frente a otro, los labios de él contra los

de ella. Luego, el mordisqueo y lo que culmina en suspiros. A Julia le gusta este concepto de locura: tardes, lluvias, primaveras, otoños, fines de semana al lado del hombre que le sede paso para que avance primero. Ella saca del bolso el teléfono, expone la situación más adecuada y ahora sí, solos, sin cómplices ni tiempo, caminan uno al lado de otro. Han optado por un hotel en las afueras de la ciudad. La casa queda atrás cuando el taxi dobla una esquina y luego otra. Ella está demasiado inquieta.

Anillo de compromiso Luis Alberto Guillén Melena Hace más de 11 días que no te veo. Ya no recuerdo el sabor de tus labios al amanecer, ni el olor a madera que desprende tu piel en el ocaso. Ya olvide el color de los lunares de pintura que le dan un toque de artista a tu pantalón de trabajo. Hace más de 11 días que mi piel se torno del pálido color de la nieve. Esa que ahora cubre mi auto en las afueras de esta Misión de artesanías. Me quede tumbado cerca del aparador de anillos. Mi sangre se derramó por el piso y se mezcló con la del anciano que atendía, loco viejo de acento raro, perdió la lengua por no querer entregar los billetes de la caja registradora, a la pandilla de adolescentes con ojos de hambre que irrumpieron en el lugar. Por mi parte, mi valentía o estupidez, como la llamabas, me hizo querer solucionar las cosas, pero ese instinto de héroe es el que hoy me separa de ti. Ironía de la vida, vine hasta aquí para regalarte una caja con un anillo de compromiso, ya que estos años a tu lado lo ameritaban, ahora te llegará una caja mucho más grande de la que había elegido para ti con mi cuerpo dentro. delatripa: narrativa y algo más

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El hombre de las hojas muertas Luis Ricardo Palma de Jesús La ola se detenía, y después volvía a retirarse arrastrándose, con un suspiro como el del durmiente cuyo aliento va y viene en la inconsciencia. Las olas, Virgina Woolf

A la memoria de Luis Arturo Hernández Olivares, mi mejor amigo

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o sé desde cuándo estoy muerto. Sólo sé que tus lágrimas apagan la luz de mi vela, y cuando se apaga me da miedo quedarme a oscuras y encerrado en estas cuatro paredes frías, gastadas por el olvido en que me tienen. Todos los días me acompaña el taladrante sonido de los gusanos comiéndose mi carne. Aún siento el agudo zumbido de la mosca que se metió en mi caja. Llega vibrante a mis oídos, como una onda en espiral que tortura mis adentros. Creo que tengo mucho tiempo guardado en este ataúd que se ha vuelto mi único refugio. A través del viento me llegan las angustias ajenas. No murieron de muerte, sino de olvido. Al parecer, lo único que me queda es la conciencia de mi inexistencia. Antes de ir a su primer día de trabajo, Luis Arturo se despidió de su mamá con un beso en la frente. Traía puesto el mismo pantalón negro de franela de sus trabajos anteriores, los zapatos de charol bien boleados del número siete, la camisa blanca de manga larga y el cinturón con estoperoles y de hebilla gruesa que su abuela le había obsequiado el día de su cumpleaños. Para llegar a su trabajo no había necesidad de tomar transporte. Caminaba despacio, dando lentos pasos singulares y medidos, con las manos metidas en los bolsillos, disfrutando de la puesta de sol que se dibujaba en el cielo herido de nubes rojas.

Los pájaros, en bandada turbulenta, volaban en círculos repetitivos, buscando dónde dormir. Se acomodó la corbata, y justo cuando esquivó la mirada hacia el horizonte, se topó con un recuerdo remoto que le dejó un sabor amargo en la mirada. -Tengo que ponerme a trabajar y dejarme de pendejadas- pensaba mientras sacudía la cabeza tratando de despejar aquella imagen intacta desde hacía mucho tiempo. Llegó al vestíbulo y, antes de checar su entrada, lanzó una mirada furtiva hacia fuera, a la oscuridad de los callejones solos y destemplados. Sin más preámbulos se fue a la barra a comenzar su trabajo. Con sus manos adiestradas en el arte de mezclar bebidas, y con una parsimoniosa clarividencia, preparó un vodka con jugo de limón. Mientras tanto, los clientes decrépitos se ahogaban en las calles húmedas del aguardiente, al ritmo de un bolero que sonaba impasible. Cuando parecía tener un momento de sosiego, un cliente de cara ancha y nariz chata se acercó a la barra y pidió una copa. -Sírveme un tequila, amigo. Del mejor que tengas. -Claro que sí. Tome asiento, por favor respondió. El hombre, cuyas botas de piel parecían dos sombras atrapadas en sus pantorrillas, y cuyo delatripa: narrativa y algo más

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porte reflejaba un indómito carácter de dictador, se bebió de un solo trago el tequila, carraspeó la garganta enseñando sus dientes de mazorca y de un golpe seco dejó caer la amargura sobre la barra. -Dame otro tequila, amigo. No me puedo mover. Mis manos están calladas, inmóviles, muertas; ya no cantan las corcheas nocturnas, las síncopas melódicas, los acordes armónicos que aprendí en la escuela. Ahora mi música es de silencios que nadie escucha. Quisiera llorar; pero no puedo. Después de la muerte nadie tiene derecho a llorar. Uno se ahoga en su mar de lágrimas. Tengo los huesos tristes, los ojos secos, la mirada sin color. Gris como este cielo. Extraño las tardes lluviosas inventadas de nubes. He olvidado fumarme los recuerdos, beberme las nostalgias. La luz pálida e intermitente de las luciérnagas me trae a la memoria recuerdos que no deseo. Me duele el cuerpo. Me sabe a muerte. Siento lastimada la piel, los brazos, todo el cuerpo. Creo que quiere brotar la poca sangre que me queda en las venas, hilos huecos quedan suspendidos en el dolor. ¡Me duele! ¡Me duele! En una mesa, cerca del tocadiscos, una pareja celebraba su aniversario de bodas, en compañía de amigos. De pronto se escuchó un grito estrepitoso afuera del bar. Las puertas de una camioneta polarizada y de rines cromados se abrieron bruscamente. Cuatro hombres descendieron, con botas de cuero y polainas de oro. Tres de ellos entraron en el bar. -Nadie se mueve, o a todos les vuelo la cabeza- mientras desenfundaba su escuadra nueve milímetros. Las mujeres, cuyo corazón parecía tener una esquizofrenia delirante, permanecían en el suelo, con las manos en la nuca, la cabeza gacha y las piernas metidas en el pecho. La voz socarrona de Alfredo -de 42

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los más jóvenes, y cuya perspicacia la llevaba hasta los límites- era capaz de intimidar hasta al más valiente. Nadie quería alzar la mirada. Y en un momento cortante, rígido, empezaron a subir a todos los empleados a la camioneta. Los golpeaban a cachazos en la nuca para que sintieran y experimentaran el horror en carne propia. -Te vamos a matar- dijo Benavides, cuyo rostro deforme y vapuleado reflejaba las cicatrices de la tortura. Todos iban amarrados de pies y manos con cinta industrial; la boca también estaba callada del color gris. Un joven que trabajaba de mesero, a quien apodaban "Peque", estaba bocabajo, con las manos hacia atrás, soportando el peso de unas veinte personas. -Las palabras se me secarán en la garganta; también la vida y los sueñospensaba sin poder mover ningún músculo. Dentro de la camioneta escuchaban el crepitar de llantas sobre el asfalto mientras un leve viento se metía por las ventanas que se retorcían de espasmo. Peque trataba de abrirse un mínimo espacio para respirar; sin embargo lo único que conseguía era el sudor caliente que escurría de su cabello; un líquido viscoso, gelatinoso. Los pulmones se hacían ciruela pasa. Lejos de alcanzar la claridad de las estrellas que fulguraban en la noche, se iba hundiendo en la oscuridad de la muerte. Los cuatro hombres bajaron murmurando palabras que nadie entendía. El eco de sus voces rebotaba en los cristales empañados de vapor. Un remolino de polvo se hizo tras las ráfagas de aire caliente que se producían en el camino de terracería. Los hombres entraron en una casa. Eran aproximadamente las dos de la mañana. - ¿Encontraron al dueño del bar?- preguntó Armando, el jefe supremo. - Claro, jefe. Lo traemos en la cajuelarespondió Benavides con los ojos pálidos, y


haciendo una reverencia pulcra y ensayada. - Pues tráiganlo, qué esperan. Ese hijo de perra me va a pagar todas las que me hizo gruñó exasperado- Y preparen todo, porque esta noche verá las estrellas de otro universo. Benavides fue bajando de la camioneta a los empleados. De pronto, el motor se detuvo. Mi abuelo está junto a mí. Me habla en voz baja: es bueno saber que ya no estoy solo en esta tierra húmeda. Prefiero ignorarlo para no sentirme muerto. El recuerdo de esa noche me ahoga, me asfixia. No podía respirar. Mis manos estaban atadas; mi cabello húmedo de sudor. Tengo tierra en los ojos. Están llenos de lodo. El mundo se me cayó encima. ¡Tengo frío, mucho frío! La sábana de mi cuerpo se quemó en el recuerdo. Sabía que me mataría. Pero yo le dije que no tenía la culpa de nada. Yo sólo trabajaba. Tengo familia. Ahora tengo una enfermedad que no tiene cura. A todos nos mataron. Me tiraron en el polvo seco de terracería. Jamás volví a ver a mi familia. A mi hijo. Cuando uno vive le tiene miedo a la vida; cuando uno muere sigue teniendo miedo a la vida. Peque, deja de hablar, nadie te escucha. Mírame a mí. Tengo la frente arrugada. Los años no pasan en vano. Tendrás el cuero escurrido en unos días; pero tus huesos mantendrán esa humedad. No te aflijas. La muerte no es tan severa como la vida. No soporto. Los oídos me reventarán de tantas palabras muertas que sólo los muertos escuchamos. Un humo carbonizado ascendía a las nubes, cuyo color fue palideciendo en la negrura espesa de la noche. Después de varios minutos de incansable tortura, el dueño del bar fue ahorcado en el almendro. Lanzaba patadas, tratando de zafarse de la soga. Su cuerpo parecía un gusano que moría lentamente. Tenía un resuello atorado en la tráquea. Seguía respi-

rando un vapor amargo. Y en un espasmo muscular se hundió en el sopor de la muerte. El hedor de la sangre fresca se esparcía por todo el patio. El frío corazón de la metralla de Alfredo giraba lentamente, mientras las balas salían disparadas en una nube de humo de pólvora quemada. Fueron colocados en fila india. Antes del que el gallo anunciara el día, los cuerpos iban cayendo de a poco, embarrados del lodo rojo que corría como río de agua sórdida por los huecos de la tierra. Sin embargo, uno de ellos, con hoyuelos en la cabeza, se levantó del suelo y comenzó a caminar horizontalmente, con las manos aún atadas y los labios resecos, pero se desvaneció en una ráfaga de balas hasta producir una estela de vapor y humo grisáceo que volátil se diluía en la gravedad del aire. En un pozo de tierra con gusanos fueron depositados los cuerpos, cerca del almendro. Las hojas de otoño resbalaban lentamente de las ramas hasta alfombrar el suelo del color rojo y café; colores del recuerdo. Las canciones han muerto. Hoy es su funeral. Aquel día será recordado por siempre. Los innumerables huesos de nosotros quedarán hechos polvo en unos años. Nadie cantará con nosotros los días de agosto. Los gorriones se mudaron de la barandilla; su gorjeo quedó suspendido en gotas musicales. Mudó sus alas. Estoy muerto. Eso es inevitable. Mi madre sigue llorando por mí. Le dije en sueños que ya no lo hiciera porque mi vela se apaga con sus lágrimas. Cuando uno muere no queda más que resignarse a su propia muerte, y a renunciar a los placeres terrenales. Estoy en medio de estas hojas muertas que vagan todas las noches buscando consuelo. Lo he pensado: la muerte sirve para que el hombre se desprenda del cascarón de agua blanca que lo ata al destino. delatripa: narrativa y algo más

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Narraciones César Rito Salinas

Ruta caballo Caballo salió enloquecido aquella madrugada. Galopó como nunca y con la velocidad que agarró el cuerpo, sus ropas al aire figuraban el paso de almas sin consuelo que vuelven a la tierra a perseguir asuntos que mantuvieron en la calle cuando tenían vida. No podía soportar más alcohol y chismes que le contaban los hilos de las redes puestas a serenar en la oscuridad de la madruga, historias de locos que sobreviven al viento fuerte y al sol amargo, a la arena de la playa que entra por todos los poros hasta anidar en el alma. Y a la luna con su ojo de abuela maldita que lo mira todo mientras el mundo duerme. Sus enormes ojos de loco al galope iluminaron las calles del barrio. El ruido de la carrera despertó a todo mundo. A los que duermen en catres abiertos en el patio, a los que caminan dormidos, a las mujeres que ríen dormidas. Las regatonas que caminaban rumbo a la playa del mar a esperar el arribo de los pescadores escucharon aquella cabalgata y se persignaron. Las taberneras que regresaban de una fiesta también escucharon el golpe de los cascos sobre la tierra seca, y le mentaron la madre a Caballo. Porque de qué otra manera se aleja a un alma en pena, preguntaron. A mentadas de madre. La lengua de estas mujeres se soltó entre risas. Santiguarse no sirve de nada en estos casos, menos a estas horas, dijo una. Eso se hace nada más en la iglesia. Para que la gente te vea, para que la gente crea que le eres fiel a Cristo, con tus buenas costumbres de mujer; para aparentar que eres buena cristiana y la gente 48

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hable bien de ti, apuntó otra luego de persignarse.. Santiguarse no sirve de nada, recriminó alguna. Eso es para las hipócritas y las arrepentidos que van a misa, coincidieron todas las mujeres vendedoras de cerveza. Para las mentirosas, porque hasta hay mujeres que se persignan frente a la verga a la hora que el hombre las pone a mamar, dijeron todas entre palmadas y risas de bullicio de velorio mientras sus sombras se alargaban entre las polvorientas paredes de las casas del barrio.

Cabellos humedecidos La mujer sabe bien lo que desata cuando sale de casa con los cabellos mojados. En la calle revienta el sol del verano, los hombres buscan sombra. En las banquetas, los hospitales, bajo un árbol los hombres buscan sombra. La mujer ataca la calle con el cabello mojado sobre su espalda. Dos hombres hambrientos de mujer la miran. Pasa. Otra mujer, siempre habrá otra mujer en la calle, camina con la servilleta de las tortillas en la mano. Pasa junto a la banqueta. Dos hombres sin sombra, sin nombre la miran. En la espalda lleva tatuada una rosa y unas letras en azul de mar que forman el nombre de un hombre al que ella ama. Los dos hombres la miran caminar en la calle repleta de sol del domingo. La mujer lleva sus ajustados pantalones de deporte, azul mar. La camiseta roja, con tirantes. La servilleta de las tortillas refulge a la luz del sol. La mujer enseña su tatuaje, y sus nalgas y el nombre de su hombre. Anto-


nio. Los dos hombres sin sol, hambrientos de sombra, voltean a mirar a la mujer de cabellos humedecidos que se pierde en la esquina.

Hotelito Cochino Hotelito Cochino atraviesa la ciudad con pasos lentos, como si una vieja canción en la cabeza entorpeciera su existencia. El frío de la ciudad lo hace andar con pasos inseguros. Lleva las manos metidas en las bolsas del gabán negro, de lana virgen. Zapatos negros, de fábrica. Atraviesa como una sombra la bruma de la mañana. Por una calle larga siempre en obras de ampliación llega a las tumbas. El panteón se extiende desde una rampa que se levanta desde un zaguán metálico, pintado de rojo. Camina entre los jarrones de las lápidas que a esa hora de la mañana se encuentran esparcidos en el piso de tierra oscura. Con el frío metido en el cuerpo anda entre las cruces. El hombre con la cabeza toda rapada gana la calle mientras sale el sol entre los montes cercanos. Llega a un puente con barandal de acero, pintado de amarillo. La luz de los faroles en la bruma que se levanta del río le recuerda las fotografías de una revista de otro país. Atraviesa el puente. Silencio. El frío aprieta mientras atraviesa el camino sobre las aguas del río. Desemboca sus pasos en un populoso mercado. Entre los locales de madera hombres y mujeres comen insectos, beben un oloroso líquido incoloro que les hace entrecerrar los ojos. Hotelito Cochino enfundado en el gabán atraviesa la calle de las prostitutas que se recargan en los muros de los comercios. Una de ellas con bolso negro de plástico colgado del hombro izquierdo yergue la punta de la lengua roja a su paso mientras besa el aire. Hotelito Cochino llega al andador para

turistas. Camina entre mujeres y hombros que portan cámaras fotográficas colgadas del hombro derecho. La gente lo observa como si fuera un animal de circo o alma en pena o sobreviviente que saliera entre las ruinas de un gran sismo. Entra a una mezcalería que abre sus puertas junto a los muros de la iglesia. Llega a la barra y recibe la paz que emiten los envases de grueso cristal verde donde reposa la bebida. Observa su rostro reflejado en el espejo del mezcal. Aparta la mirada de las botellas y dice, "un mezcal, blanco". Una mujer le acerca el trago en un pequeño vaso de cristal. El hombre, Hotelito Cochino, sonríe a la mujer que le sirve o a la copa de cristal que lo espera en las tablas de la barra. Empuña el pequeño vaso con la mano izquierda y sonríe mientras mete la mano derecha a la bolsa interior del gabán y hace el movimiento de sacar el revólver o un libro de poemas.

Armada de Cortázar El marcador rojo de glicerina lo encontré una mañana allá entre libros de novelas y poemas del tiempo de la política. Cosas de la canica. Puro rodar y rodar. Otra madrugada cuando salía la voz de Juan Gelman del trasto encontré el mismo cabo huérfano de cera roja que me sirvió para subrayar una pregunta en la hoja del libro, ¿y por qué tú escribes de esta manera? La pregunta viaja en la melena alborotada del bandoneón mientras sale la voz de Gelman a echarle pleito a las pulgas inocentes del petate. Asuntos de veras de la canica. Pero ya la cuerda que guía el rumbo rojo y seguro había cogido el camino del mezcal y estaba ahí pegado a las piernas de una joven morena que leía poemas de Cortázar. Puros caminos de la madrugada, estos que aprietan del lado derecho del cuerpo, aquí bajo la delatripa: narrativa y algo más

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costilla derecha por donde el santo hígado se revuelca en la lenta espuma del tango. Pura historia de cuchilleros ésta pues. Hermano mío, esta madrugada que recuerdo la tarde de lectura donde todos aquellos poetas jóvenes que insistían en su afán de hacer poesía para una mujer que no existe y la morena de piernas bárbaras de tan bellas leyendo aquel poema de Cortázar ante los niños poetas que recién descubrieron en el baño de su casa el misterio de araña de la madre. Y le cantan a ese destino cruel de acero inoxidable tejido en el recuerdo. Ya Gelman o la voz de Gelman navega entre máquinas y burras y horarios de oficina en esta madrugada larga de guitarra y bandoneón, sola. Y la joven morena realmente armada de poesía haciendo la revolución sentada en la banca de madera muy juntito al tañer a muerto de las campanas de Santo Domingo a las siete

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en punto, hermano mío. A las siete en punto de la tarde como que quiere llover. Y esta vida que escurre y resbala como ese papel que cubre el cabo de cera roja y muestra su presencia torcida de serpentina color hoja de libro viejo en una fiesta de cumpleaños del niño dichoso que tiene padre y madre que lo festejan en el día de su nacimiento mientras otros pequeños se inventan o sueñan un papá marino militar. La madrugada, hermano mío, pura presencia de serpentina de mil colores en la fiesta infantil que se registra en las páginas de un libro viejo. Pura presencia de aprendices de vagos o poetas o malevos en esta madrugada. ¿Pero te digo por qué tú escribes así? Quisiera que nunca se agotara la cera de éste marca texto rojo que escurre violento entre mis dedos que tiemblan, la madrugada.


Sobre El ocaso de la vanguardia de Octavio Paz Mensaje a los poetas latinoamericanos del siglo XXI Carlos Aguasaco

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n última parte de Los hijos del limo (1972), Octavio Paz analiza lo que él llama "el fin de la idea de arte moderno" (195). Para él, la crítica de la modernidad es una de las funciones del espíritu moderno. Además piensa que el arte moderno es arte en la medida en que es crítico. De ésta manera, dentro de la modernidad, los movimientos artísticos nacen y crecen por oposición (o negación) de los movimientos anteriores; en otras palabras, los movimientos artísticos modernos en cumplimiento de su carácter "moderno" niegan a sus predecesores. El arte moderno sobrevive como producto de su propia negación. Paz nos advierte que la negación "moderna" era posible dentro del "tiempo lineal" (194), no obstante en nuestra época ese concepto es revaluado; la pérdida de la sincronía temporal debilita la capacidad crítica del arte y por lo tanto pone en crisis la idea de arte. Según Paz, la modernidad surgió como la inversión de los valores medievales que veían que "el futuro era mortal" (195) y pensaban que su final sería la llegada del juicio final y de un "presente eterno" (196); por el contrario, la modernidad confía "en la marcha sin fin hacia el futuro" (196), en la utopía del desarrollo indefinido. La segunda mitad del siglo veinte, nos dice Octavio, deja entrever el cambio de la noción de la historia como un proceso "lineal progresivo" (196) y por lo tanto pone en crisis a la modernidad que comienza a descreer de sí misma.

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Según Paz, "el futuro ya no es depositario de la perfección" (196), para explicarnos esto vale la pena pensar el la idea de presente-futuro que propone Andreas Huyssen: Desde el auge de los mitos apocalípticos de rupturas radicales y de la emergencia del "hombre nuevo" en Europa gracias a los fantasmas asesinos de la purificación racial o la purificación social del Nacional Socialismo y el Estalinismo hasta el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial; el paradigma Norte Americano de modernización, la cultura modernista, se energizó con lo que uno podría llamar 'presentes futuros'1 (11).

El siglo veinte y su increíble desarrollo tecnológico, unido a las guerras mundiales y la idea de una posible catástrofe nuclear, fue un anticipo del futuro. La conciencia que pone en crisis la modernidad es la conciencia del presente-futuro que aterroriza al hombre. Huyssen dice que desde los ochentas la sensibilidad se ha desplazado de un presente-futuro a un presente-pasado; si esto es cierto, podemos decir que Octavio Paz en 1972 ya presentía ese desplazamiento y que por eso nos dice: "Las obras del progreso se llaman hambre, envenenamiento, volatilización" (197) y por lo tanto promulga una duda sobre la idea de futuro como utopía de desarrollo indefinido. En una oración que lo pone cerca de los planteamientos de Huyssen, Paz observa que "[e]s significativo que en un país como los Estados Unidos, donde

En el original: "From the early twentieth century's apocalyptic myths of radical breakthrough and the emergence of the 'new man' in Europe via de murderous phantasms of racial or class purification in National Socialism and Stalinism to the post World War II American paradigm of modernization, modernist culture was energized by what one might call 'present futures'" (11). delatripa: narrativa y algo más

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la palabra cambio ha gozado de una veneración supersticiosa, hoy aparezca otra que es su refutación: conservación" (197). Huyssen analiza en Present Past esa nueva obsesión con la conservación del pasado y del presente. Paz señala que el marxismo concebía la historia como un proceso lineal donde cada momento en la historia representa un avance frente al anterior, "la historia es un texto productor de textos" (197). No obstante, la realidad del siglo veinte se opuso a las predicciones marxistas o las desdibujó con trasformaciones o aberraciones. No hubo revoluciones proletarias en los países más industrializados y las revoluciones triunfantes se convirtieron en "regímenes anómalos" (198). El socialismo no puede ser concebido como el "producto necesario del proceso histórico" (198), la teleología marxista es inoperante en la realidad histórica. Paz afirma sin titubeos que "la historia no es una: es plural" (199). Los Estados Unidos dejan la etapa industrial y pasan a la postindustrial; la producción de conocimiento y el manejo de la información ocupan el lugar que ocupaba la industria moderna; como consecuencia de ello, la sociedad postindustrial ya no trata a los hombres como máquinas sino como signos. Desde su punto de vista, las rebeliones que protagonizaron los estudiantes en los años sesentas buscaban la destrucción del presente y la aparición de un tiempo verdadero. De la misma forma Huyssen nos advierte que "Cuanto más rápido se nos empuja hacia un futuro global que no inspira confianza, sentimos un deseo más fuerte de bajar la velocidad y con más ahínco buscamos sosiego en la memoria"2(25); el presente-pasado surge de la destrucción del presente-futuro. Mientras el marxismo pronosticaba la disolución de las clases, la realidad de la segunda mitad del siglo veinte engendró movimientos que buscan la afirmación de las particularidades 2

étnicas, culturales, sexuales, etc. Paz nos dice que "la rebelión del cuerpo es también la de la imaginación" (203), lo sensual disuelve el futuro y el pasado en un "presente sin fechas" (203). El presente se instaura como "el valor central de la tríada temporal" (204), pero el futuro y el pasado no desaparecen sino que se convierten en dimensiones del presente. En este punto, nos invita a construir una ética y una política sobre la "poética del ahora" (204). Aquí parece que Octavio Paz se queda corto, quizá porque escribe en 1972, al no considerar la transformación del espacio y su relación con el tiempo. A la llamada poética del ahora hay que sumarle la poética del espacio virtual; el espacio virtual diluye la distinción entre aquí y allá. La noción de recorrido, de desplazamiento en el espacio-tiempo, se ve transformada en el nuevo universo del hipertexto. ¿Cómo se da la rebelión del cuerpo dentro del nuevo espacio virtual? La afirmación de las particularidades se alimenta de las posibilidades de encuentro y asociación que da el internet, el cuerpo se proyecta en el espacio de forma digital. Ahora hay una extensión electrónica de los sentidos. Los nuevos lugares de encuentro son las salas de "chat" en las comunidades virtuales, el Twitter, el Facebook, los nuevos movimientos revolucionarios tienen sus sedes en páginas web y en canales de Youtube. Al pasar a discutir la poesía moderna, el ocaso de la vanguardia, Paz advierte que las nociones de cambio y de futuro, que definían el arte moderno, sufrieron una aceleración que al llegar a su límite hizo que el futuro se convirtiera inmediatamente en pasado (205). La poesía moderna se construía sobre la idea de cambio constante, "el arte de hoy debe ser diferente del arte de ayer" (205); pero para esa la diferencia pueda percibirse, advierte, se necesita un ritmo que así lo permita. La celeridad extrema a la que

En el original: "the faster we are pushed into a global future that does not inspire confidence, the stronger we feel the desire to slow down, the more we turn to memory for comfort" (25)

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llegó la poesía moderna con la aparición incesante de las vanguardias, cuya desaparición casi inmediata estaba inscrita desde su nacimiento, hizo que la diversidad se resolviera en uniformidad (206). Las vanguardias no representan cambios constantes sino variaciones de un número limitado de modelos. Paz compara la proliferación de las vanguardias con la de las fungosidades que se reproducen de manera incesante. Según Octavio Paz, en el romanticismo se dio la mezcla de los géneros y en el simbolismo y la vanguardia se llevó al extremo la fusión entre prosa y poesía que generó como resultado las obras de Rimbaud y Joyce. Ahora bien, la mezcla de tipologías textuales finalizó en la "crítica del objeto de arte" (206); pues el contenido y la forma ya no eran suficientes para definir el género al que pertenecía un texto. A renglón seguido, Paz discute los llamados ready-made de Duchamp, donde la creación artística es el acto de descontextualización del objeto y su entronización como obra de arte. El ready-made como negación de la naturaleza creadora y del acto de creación artística es una negación del objeto de arte y, por lo tanto, una crítica del arte como objeto. Junto a la crítica del objeto se da, de forma paralela, la crítica del sujeto; el dominio del inconsciente en el surrealismo y la aparición de obras de creación colectiva como el poema Renga, donde autores de distintas nacionalidades compusieron una obra colectiva en cuatro lenguas diferentes, pone en crisis la noción de autor dentro de la obra de arte. En el poema Renga el autor, o los autores, históricos desaparecen y son reemplazados por un nuevo autor que es el fruto de "la convergencia de las distintas voces que confluyen en el texto" (207). Esta idea de Paz nos recuerda los planteamientos de Barthes que John Sturrock sintetizó de la siguiente manera "El autor es de hecho una construcción, o hipótesis, formada por un lector a partir de las evidencias que encuentra 3

al leer"3(135); ese autor convergencia-de-voces solamente puede cobrar existencia en la lectura. Paz se pregunta si la crítica del sujeto y del objeto implica el fin del arte y de la poesía; su respuesta es inmediata: no. Lo que esta crítica representa es el fin de la era moderna y con ella de la idea de arte moderno. En la nueva época, la postmoderna, la obra de arte resucita no como una pertenencia sino como una presencia a la que se contempla, "la obra no es un fin en sí ni tiene existencia propia: la obra es un puente, una mediación" (207). Con respecto al sujeto, Paz nos dice que el poeta ya no es la voz de todos como en el romanticismo sino que su voz es la de nadie, el poeta se disuelve detrás de la voz del lenguaje, la voz de la otredad; desde mi punto de vista, esa voz que se convierte en la evidencia con la que el lector construye al autor. Si la crítica de sujeto y del objeto no implica el fin de la poesía, entonces ¿qué poesía debe surgir en nuestra época? Paz afirma que mientras los poetas modernos buscaron el principio del cambio, que interpretaron como la negación sistemática, los poetas de la edad que comienza, es decir la postmodernidad, buscan "ese principio invariable que es el fundamento de todos los cambios" (208). Pero la nueva poesía, por definición, no puede negar la vanguardia sino que tiene que concentrarse en las permanencias, en lo que tienen en común obras tan distantes como La Odisea y En busca del tiempo perdido. El poema es un hecho histórico puesto que su existencia, su escritura y su lectura, se producen en un tiempo y un espacio determinados y, como dice Paz, fechable. El poema y su lectura son parte de la historia. En el proceso de su escritura el poema no existe y el poeta lo desconoce; mientras escribe, el poeta ignora cómo será el poema; para que el poeta conozca el poema es necesario que lo termine de escribir y que se convierta en su primer lector. La lectura es tanto un proceso

En el original: "The author is in fact a construct, or hypothesis, formed by a reader on the evidence of his or her reading" (135) delatripa: narrativa y algo más

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interpretativo como recreativo, cada lector recrea el poema en una interpretación distinta, Paz anota que "cada lectura produce un poema distinto" (208-9). Así como la voz del poeta es la de nadie y el autor es una construcción que surge de la lectura, no existen interpretaciones definitivas, exhaustivas o absolutas del poema. Cada nueva lectura es algo que le sucede, que le ocurre, al texto; cada nueva lectura es "un accidente del texto" (209). En este punto, Paz proclama la "soberanía del texto sobre su autor-lector y sobre sus lectores sucesivos" (209); el texto es soberano porque en él radica el principio de permanencia que busca el poeta en la nueva época. Después de la cada lectura, el texto retorna a su estado original y por lo tanto se resiste a los cambios que se operan en cada nueva lectura e interpretación. Si el poema es capaz de resistirse a sus accidentes, a sus lecturas, entonces se resiste a la historia. Por otra parte, y en contradicción, Paz aclara que "el texto solo se realiza en esos cambios" (209); desde mi punto de vista esto significa que el texto, el poema, tiene una naturaleza dual como algo que simplemente es y como algo que sucede. Un texto es porque se resiste a la historia y sucede porque se realiza, siempre de forma diferente, en cada lectura. Entonces leemos: "El poema es una virtualidad transhistórica que se actualiza en la historia, en la lectura" (209); cada lectura está condicionada por el texto y a su vez cada lectura hace que el texto suceda, se realice, en la historia de una forma distinta, en el transcurrir del tiempo. Paz nota esta relación contradictoria, e indisoluble, entre el texto y sus lecturas, "cada lectura es histórica y cada una niega a la historia. Las lecturas pasan, son historia y, al mismo tiempo, la traspasan, van más allá de ella" (209). Un poema es tanto un texto como una estructura. El texto es la piel poema, es la parte visible, la estructura es el esqueleto invisible que lo soporta. Aunque cada obra es diferente, e inconfundible, todas subyacen sobre ciertas 54

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estructuras virtuales, leyes retóricas. La relación del texto con su estructura es también indisoluble y contradictoria; Paz aclara que así como cada poema actualiza ciertas "estructuras virtuales comunes a todos los poemas" (209) con frecuencia las transgrede. Por lo tanto, dos estructuras similares siempre producen dos textos únicos e inconfundibles como un soneto de Quevedo y otro de Góngora. La relación contradictoria entre texto y estructura le permite afirmar a Paz que "la literatura es un reino en que cada ejemplar es único" (209). Mientras al estudiar las ciencias exactas nos preocupamos por identificar las constantes universales, la similitud, en la lectura de obras literarias nos obsesionan las diferencias, los detalles que hacen de cada texto algo único e irrepetible. Apoyado en la indiscutible unicidad (particularidad) de cada texto literario, Paz critica a "ciertos estructuralistas franceses" (210) de los que excluye a Jakobson y los nombra creadores de una ciencia de objetos particulares, una nociencia en el sentido de las ciencias naturales y las ciencias exactas. Al tratar de recopilar una taxonomía literaria cada objeto, cada texto, exigiría ser ubicado en una rama independiente porque cada obra es única. La dialéctica del cambio y de la identidad existe y se forma entre la estructura, el texto y la lectura. Cada texto es una variación con respecto a una estructura constante y a su vez cada lectura es una variación re-creativa del texto que permanece inmutable. Entonces leemos que "cada lectura es una experiencia fechada que niega a la historia con el texto y que a través de esa negación se inserta de nuevo en la historia" (210). Si recordamos que el poema es una virtualidad transhistórica y que con cada lectura el poema sucede, se realiza, cada vez que el poema se lee se inserta en la historia como algo que pasa. Paz anota que cada lectura es una variación y que al realizarse el texto absorbe sus variaciones. La lectura hace que el lector regrese a un tiempo


diferente al presente, al tiempo del poema. El tiempo del poema, aunque es anterior al presente histórico, es siempre un presente porque el poema es re-escrito en la lectura y el acto creador es un acto en presente continuo, recordemos que el autor, ahora lector-autor, no sabe cómo es el poema hasta que lo termina de escribir (crear); no obstante la contradicción aparece inmediatamente después de la última palabra del poema, porque al estar terminado el poema pasa inmediatamente a la historia; el presente del poema se inserta en el pasado histórico al final de cada lectura. Paz concluye que el presente del poema es un tiempo que "está antes de calendarios y relojes" (210). Según él, la historia y la a-historia convergen en el texto y su lectura. El tiempo del poema es a su vez el tiempo de su lectura y por lo tanto, como cada lectura es diferente, es un tiempo que se repite sobre el texto y que es irrepetible en la lectura; es un tiempo cíclico que vuelve sobre sí mismo, que vuelve sobre el texto. Al hablar del tiempo de la lectura, Paz nos dice que es "un hoy y un aquí: un hoy que sucede en cualquier momento y un aquí que está en cualquier parte" (211). El tiempo de la lectura es un hoy que sucede en cualquier momento porque la lectura es histórica y puede darse en cualquier momento del tiempo que suceda a la primera escritura-lectura del poema; el aquí del poema es el texto que puede estar en cualquier lugar sin variar, el poema es el espacio de la lectura y se puede llevar en el bolsillo. Paz concluye que "leer un texto poético es resucitarlo, re-producirlo" (211) yo añadiría que leer un texto poético es también re-ubicarlo, puesto que es claro que el lugar de lectura es un factor determinante en la lectura-reescritura del texto.

Al final del texto, Paz inicia una discusión sobre la poesía que "comienza ahora" (211), debemos recordar que este texto fue escrito en junio de 1972 y que por lo tanto estos cuarenta y un años que han pasado han corroborado o negado sus predicciones. Ahora bien, después de declarar el fin de la poesía moderna y de su obsesión por la negación y el cambio, es problemático que Paz utilice el término "comienza" porque su uso predice su contrario "termina" y por lo tanto vuelve a la idea de arte moderno. Para evitar esta contradicción, el poeta nos dice que la nueva poesía "comienza ahora, sin comenzar" (211). También que "busca la intersección de los tiempos, el punto de convergencia" (211). El único punto donde los tiempos convergen es el presente. En un momento donde el pasado se había "abigarrado" y el futuro se había vuelto incertidumbre deshabitada, es decir, en el ocaso de vanguardia la única opción que le queda a la nueva poesía es apropiarse del presente. Según Paz, la nueva poesía, la poesía que comienza sin comenzar "es el presente" (211).

Bibliografía Huyssen, Andreas. Present Pasts Urban Palimpsests And The Politics Of Memory. Stanford: Stanford UP, 2003. 1-29. Paz, Octavio. Los hijos del limo. Barcelona: Seix Barral, 1974. Sturrock, John. "Post-Structuralism". Structuralism. Oxford: Blackwell, 2003. 122-144. Valencia, Diana Patricia. Los ensayos de Octavio Paz: De la crítica de la modernidad a la negación de la postmodernidad. Diss. Stony Brook Univertsity, 1996.

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Demasiado tarde Rosario G. Towns

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ran las 19:30 y Adela estaba preparada para una velada especial. Retocó su peinado, se colocó los pendientes de oro y se aplicó un aura de delicado perfume. Giró del espejo hacia la habitación repasando cada detalle de la misma y, al tiempo que soltaba una lagrima, cerró la puerta tras sí con un modo tal de quien da la vuelta a la página final de un libro. Recorrió lentamente el pasillo mirando los retratos, los diplomas y ornamentos que se habían acumulado durante diez años al lado de Joaquín, su esposo; aquel hombre garboso y maduro que la impresionara desde el primer encuentro y del cual se enamoró siendo apenas una estudiante. Optó por aguantar en la penumbra la llegada de Joaquín y así, se dejó caer con lasitud sobre el sofá y, encendiendo un cigarrillo permitió que los recuerdos fluyeran mientras contemplaba la espléndida mesa a la que hubo dedicado varias horas esa tarde. Las memorias de los primeros años eran agradables, como cuando ambos pasaban largo rato charlando, paseándose sin rumbo fijo por la ciudad o la vibrante emoción de entrelazar su juvenil cuerpo con el de su apuesto profesor. Incluso la batalla contra los prejuicios de su romance, tenía sitio entre lo grato de esos días porque el triunfo les llevó a unir sus vidas en un mismo camino, el cual se vio tortuoso poco después…

-Buenas noches, Adela- dijo Joaquín en tono común acercándose a ella guiado únicamente por la punta brillante de su cigarrillo.

-¡No te sentí entrar!- respondió ella un tanto sorprendida. Él extendió la mano hacia el muro devolviéndole luz a la estancia, descubriendo a Adela, bella y sensual como cada vez que la ocasión lo requería. Luego volteó hacia el comedor y sonrió al ver la champaña y copas altas, una rosa fresca en cada plato y un abanico de suculentos bocadillos al centro del mantel nacarado. -¡Vaya, gracias!- dijo despojándose de su portafolios y desanudando la corbata. Adela se incorporó alisándose el vestido y se dispuso a tomar su sitio. Joaquin enriqueció el momento con música suave y se sentó frente a ella. -Décimo aniversario, ¿No? ¡Cómo se han ido los años!- comentó con aire inusual. -Si, Quín, se han ido- suspiró ella. Joaquín destapó la fría botella y llenó las copas con su rubio burbujear. Le ofreció una a su esposa y ambos la alzaron haciendo sonar el cristal. -¡Brindo por nuestra historia!- fueron las palabras de Quín. -¡Yo por el resto de la misma!- recitó ella enseguida. En tanto Joaquín le relataba a detalle los hechos de su jornada, Adela en realidad continuaba hilando memorias y haciendo inevitables comparaciones con el ayer. Lo único de lo que estaba segura, era del mañana… Cuando estas vidas se cruzaron, Joaquín era un reconocido catedrático con ansias de asdelatripa: narrativa y algo más

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cender a otros niveles, y poco a poco se fue dando y hubo mucho que sacrificar, pero en el transcurso todo lo relacionado con el amor se fue debilitando a pesar de la insistencia de Adela de hallar un modo de mantener un equilibrio entre lo profesional y lo personal. Alcanzaron un punto en que ella por cariño y admiración hubo de resignarse a un: "Después, Adela". "Comprende, Adela". "Pronto será, Adela". Más esa abnegación nunca logró ser una renuncia total… -!Adela, Adela! Me estas escuchando? inquirió- Disculpa, sólo se que tantos nombres y situaciones me confunden fácilmente, pero estoy atenta, a tus interesantes asuntos- repuso. -¿Deseas más champaña?- Le ofreció con sutileza -No gracias conoces mi reacción al licor -contestó- Reconozco que los canapés estuvieron sensacionales y las flores han sido un toque de tierna elegancia -dijo galantemente. -Me alegro que fuera de tu agrado, Quín; sabes que siempre intento complacerte, Expuso Adela, irónica … La pareja tenía por costumbre intercambiar algún obsequio en una fecha tal, y ese momento había llegado. Adela se dirigió a la cocina, de donde volvió con un paquete entre las manos. -¿Es para mi?- Preguntó inocentemente Quín en actitud de recibimiento. -Sí, Joaquín, es tu regalo- dijo ella con ansiedad. Él tomó la caja y puerilmente la agitó en un intento de adivinar su contenido, pero falló repetidas veces, así que comenzó a desenvolverla con tal emoción y cuidado que Adela recordó la lejana vez en que habían hecho el amor, cuando Quín la despojo lentamente de 60

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su bata y jugó con sus curvas por largo rato, musitando apasionadas frases que reavivaron temporalmente su ánimo su esperanza. -Bien, Adela- dijo Quín dejando de lado el listón y el papel fantasía. -¡Destapa la caja de una vez, Quín! Soló quiero que aceptes y comprendas lo que contiene- insistió nerviosa, encendiendo un cigarro. - Ade, Ade, me intranquiliza tu actitud y eso no es bueno a mi edad, ¿No crees?- declaró con risa limitada. Adela tomó asiento, con rigidez apretó las manos y cerró los ojos hasta que escuchó la tapa del estuche deslizándose. Joaquín permaneció inmóvil y confundido. -Adela es, yo no se que...- articuló con dificultad. Su gesto denotaba callada sorpresa, sin embargo dignamente fue tomando con pulso tembloroso, cada pieza de las bastantes que la aguardaban. Un par de boletos para la temporada de ballet a la cual no asistieron por uno de los tantos viajes de Quín al extranjero, las reservaciones de Playa Wells debido a una importante reunión en la embajada; la invitación a la gala de Mozart que no atendieron por una cena con el representante de Holanda; una tarjeta de cumpleaños no leída porque Joaquín sostuvo una sesión extraordinaria; una nota que rezaba "Cariño estoy en la bañera. Trae el vino", un cortapapeles con la leyenda "Amado Joaquín", inscrita en el mango; un recorte del diario felicitando a la pareja Monreal por su V Aniversario de bodas, que él paso por alto al ir siempre directo a la sección de negocios; una lista de nombres para bebé que él había prometido leer en un rato libre; las fotografías de la boda de Luisa, mejor amiga de ambos, a


la que Adela se presentó sola debido a que él estaba en misión diplomática; un muestrario de colores para la redecoración de la casa, decisión que Adela tomó porque Quín no tuvo tiempo, y suficientes más… Durante más de una hora Joaquín estuvo dedicado a tomar un elemento y analizarlo pensativo, a veces sonriendo y otras con los ojos encharcados. Cuando hubo concluido, volvió la mirada hacia Adela, quien había permanecido vigilando el penoso episodio. -Me has sorprendido- dijo descompuesto. -Lo sé Joaquín- fue su corta replica. Él entre suspiros devolvió los documentos y artículos al interior de la caja que, en su silencio denominaba "féretro", cuyo contenido eran momentos muertos y ocasiones ya pasadas. Colocó la tapa nuevamente y la acercó a su rostro para sellarla con un beso a modo de despedida. Adela soltó la segunda lágrima de la noche y se liberó parcialmente de la tensión. Joaquín ubicó la caja sobre la mesa y tomó la rosa yaciente junto a su plato. Adela se había preparado para cualquier reacción excepto el sosiego y la mansedumbre. -Estoy sufriendo Adela. Que esta calma y compostura no te demuestren lo contrario. Ahora sé donde se aloja el alma entre la carne. Por mi sangre corre el miedo desesperado, el desconsuelo y el vacío. Un grito rebota entre las vísceras y toda el agua de mi entraña es amarga- decía, balanceando la rosa ya no tan fresca. La bocina de un auto interrumpió su monólogo. Adela miró discretamente su reloj que apuntaba las 23:45 y en un suspiro se puso de pie sin otro movimiento. La bocina sonó

por segunda vez y ella bebió el último sorbo del cristal. Joaquín, adherido al asiento, tragaba hiel con torpeza queriendo continuar, pero hubo una tercera llamada a la que Adela reaccionó pasando sus manos por entre sus rizos y girando hacia la estancia. Joaquín advirtió que la bocina no sólo había cortado su confesión sino también turbado la atención de Adela. -Quiero que sepas que a pesar del torrente de conmoción que me agobia, precisamente hoy haré lo que debí hacer hace tantos años, que me pediste mucho soportar y poco dudar. Eso: Comprender y aceptar- dijo, no repuesto aún. Adela esgrimió una mueca dolorida y él la miro como a una obra de arte que se valora y se desea pero que es imposible tener. Aun sin romper en palabras, se inclinó y tomó una valija que había ocultado bajo la mesa. Retrocedió lento hasta la puerta, depositó sus llaves sobre la repisa y salió con el corazón desajustado. Cada peldaño en descuento era un eslabón roto y un paso a la verdadera vida. Joaquín secó su rostro y se aproximó a la ventana mirando hacia abajo, donde estaba estacionado un auto modesto y un joven tendía un ramo de magnolias hacia la hermosa Adela. Cuando iniciaron la marcha, Joaquín apretó fuertemente la rosa hasta sangrar su mano. Al perderlos de vista en la avenida, tomo del bolsillo interior de su saco un elegante sobre con el rotulo: *Don Joaquín Montreal, aceptación de retiro* -Yo también te tenía un regalo, Adela, pero ya es demasiado tarde para París. delatripa: narrativa y algo más

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Casi a las seis de la tarde José Sifogrante

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racias al terrible estolqueo al que te someto -no pocas veces- pude enterarme de que aquél amigo tuyo de la facultad que había solicitado una transferencia a Guatemala a mitad de la carrera, te estaba invitando a ti y a un grupo de amigos a visitarlo. Supe que organizaron una fiesta para recaudar fondos para el viaje y que habían abusado de los alumnos de nuevo ingreso como suelen hacerlo. Para ser honesto, nunca pensé que fueran a conseguirlo, sin embargo, el éxito fue tal que se dieron el lujo de prolongar su estancia en Guatemala a una semana completa. Al principio no podía creerlo, pero la fecha del viaje se acercaba a pasos agigantados y yo no iba a quedarme con los brazos cruzados, no. Para mí ya estabas muerta cuando decidiste irte a La Plata, nunca pensé verte de nuevo, pero la idea de tenerte cerca, tan cerca, me pareció simplemente irresistible. Tú te ibas a acercar y yo iba a hacer mi movimiento. Seguí de cerca, lo más que pude, las incidencias de tu viaje; tu posible itinerario y rutas para que de algún modo, pudiera forzar un encuentro contigo. Algunas semanas antes, traté de llamarte para saber cómo estabas, me refiero a "nosotros", quería saber si aún existía un "nosotros" o solo un frío y desgarrador tú y yo, pero desistí porque sinceramente la idea de que no quedara ni el polvo de lo nuestro me aterraba, así que decidí apegarme al plan original y forzar un encuentro, casual. Tan 66

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falso y efectivo como el que a veces vemos en las películas. Los filtros de privacidad de tu página de Facebook eran cada vez más oscuros o bien, quizá nunca aumentaron en intensidad, era solo que requería cada vez más datos porque no quería fallar; afortunadamente, no todos tus amigos le daban tanta importancia a sus publicaciones y ellos fueron una fuente importantísima y vital de información. Supe que ibas a llegar el dieciséis de julio a las diez cuarenta y cuatro de la mañana al Aeropuerto Internacional La Aurora y que se alojarían en el Mercure. Ese mismo día, a las cuatro de la tarde se reunirían en el café Java Joe´s donde Tomás les iba a estar esperando y les revelaría los planes y el itinerario. Supe que allí es donde tendría que producirse el encuentro, no había de otra, no me la iba a pasar buscándote por todos lados. Yo me preparé lo mejor que pude y llegué a Guatemala dos días antes que tú para ambientarme, estudiar un poco los posibles imprevistos. Sabía que siempre te había gustado mi barba de tres días, así que me afeité un día antes de partir y así me verías como más te gustaba. Conseguí una cómoda habitación en el mismo hotel que el tuyo, pero no quería que nos encontráramos ahí, no fuera que pienses que esto estaba planeado, aunque así fuera. La primera noche, contrario a lo que pensé, la pasé sin problemas, dormí cinco horas y no necesitaba más. Bajé al buffet, desayuné


tostadas francesas con jarabe de maple y beicon, y bebí por lo menos un litro de zumo de naranja, mis niveles de azúcar estaban bajísimos. Volví a mi habitación y coloqué el letrero de no molestar en la puerta, me acosté a leer un poco. Esa misma tarde iría al Java Joe´s. Mi única intención era elegir una mesa con una posición muy ventajosa, quería verte llegar, quería tenerte a la vista siempre y en todo momento pero que tú no me vieras, quería tener esa sólida ventaja y un espresso. Sabía que tu grupo era de nueve personas, si contábamos a Tomás serían diez. El café contaba con seis mesas para cuatro personas, otras cuatro mesas para dos, ocho gabinetes en las ventanas para dos personas y dos salas pequeñas, una al fondo y otra muy cerca de la entrada, en cada salita no cabían más de cinco comensales. Supuse que se reunirían en dos mesas grandes junto a los ventanales y que la mesa pequeña a la derecha de la entrada sería el lugar perfecto para mí y que si mantenía la cabeza gacha no me ibas a poder ver. Una vez establecida la logística del café, salí a dar un pequeño paseo, uno realmente pequeño, no quería alejarme mucho, soy de esos paranoicos que cuando están por concretar algún proyecto, piensan que de algún modo algo va a salir mal, un accidente, un retraso, un extravío. En fin, fue demasiado el riesgo y a los pocos minutos volví al hotel. Me conecté a la Internet y revisé el Facebook, sólo había publicaciones como: "Mañana, Guatemala", "Un día para el viaje", "Forros, check; Mate, check; Drogas, check", a todos se les veía felices, todos publicaban pavadas como esas, todos menos vos. Debo admitir que me puse bastante nervioso porque no me había dado cuenta y esto me cayó como un balde de agua helada, estudié, analicé y preparé hasta el último detalle pero me olvidé de lo más importante, me olvidé de vos. Como sabía que no tenía acceso a tus

publicaciones, ya solo me fijaba en las de tus colegas. Y me puse a revisar las pláticas en orden cronológico y cada vez comentabas menos. Fuiste desapareciendo al punto de que faltando una semana, nunca volviste a publicar ni un estado, ni una foto, ni un comentario, nada. Ya no tenía la certeza de que ibas a viajar. Pensé en mil cosas como que habías enfermado, que te salió un compromiso de último minuto, que habías decidido quedarte porque de pronto se te quitaron las ganas; recordé que me decías que a veces "te daba paja" socializar con una manga de tarados o quizá estabas ocupada con muchos pendientes, no lo sé. La única certeza es que había entrado en pánico, que mi plan se estaba tambaleando, que estaba en la jodidísima Guatemala con una taquicardia de la chingada. ¿Qué iba a hacer? ¿Llamarte? ¿Preguntarte si ibas a venir? Estaba jodido y a la espera, solo eso. Ya estaba en Guatemala, hospedado en el Mercure, ya había realizado la misión de reconocimiento en el Java Joe´s, ya había ensayado frente al espejo todas las cosas que iba a decirte, cosas que, según yo, te harían volver a mí o que por lo menos volvieras a sentir lo mismo que el ya lejano invierno del dos mil diez. Ya tenía todo listo, sólo esperaba por ti y ya no sabía si ibas a venir, ya no sabía si te iba a ver y al único que reconocía era al putísimo de Tomás. No me quería dopar, pero no me quedó de otra. Desperté a las nueve de la mañana, mucho más tranquilo que decepcionado, tenía ganas de ir al aeropuerto o de ir al lobby y esperar a que se registraran para ver si habías llegado o no, pero si nos veíamos ahí, tendrías tu equipaje, estarías cansada y tendrías más pretextos que ganas hablarme, claro, suponiendo que vinieras. Me esperé hasta la una y media de la tarde y me adelanté al Java Joe´s. Quizá ya estabas en el hotel, a lo mejor estabas un piso arriba o abajo del mío, podrías estar en delatripa: narrativa y algo más

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el mismo o bien, que nunca hayas hecho el viaje y que todo haya sido en vano. Pedí una limonada, me la terminé y luego pedí otra, la dejé sobre la mesa que cuidadosamente había seleccionado el día anterior y me fui a fumar seis cigarros mientras daban las cuatro de la tarde. Compré uno de esos sándwiches de pavo que vendían ahí, estaba bueno porque la lechuga estaba fresca y porque la fecha de caducidad parecía muy lejana. Dejé un cuaderno en la mesa y salí a fumar tres cigarros más, luego volví a la mesa, la hora se aproximaba. Cuatro años después, te tendría de frente de nuevo, o no. Fui al baño y me eché agua en la cara, mucha, mojé un poco mi ropa. Me sequé. Los nervios me ganaron de nuevo y ya estaba transpirando, me eché más agua y volví a mojarme la camisa. Me miré al espejo y me dieron ganas de meterme una trompada, pero me contuve. La barba de tres días que tanto te gustaba ahora con un ligero tono plateado ahí estaba. Todo bien, no había por qué alterarse antes de tiempo. Salí de nuevo, ocupé mi mesa, me puse los aviadores y de perfil a tres cuartos. En quince minutos sabría si te iba a ver, o no. El aire acondicionado funcionaba muy bien y eso me mantuvo más tranquilo. Me disponía leer un poco mientras llegaba la hora cuando entró al café el cabrón de Tomás. Saludó a dos baristas, se ve que frecuentaba el lugar. Tal y como lo predije señaló las dos mesas grandes junto a los ventanales y él mismo empezó a juntarlas y en un súbito acto amistoso inaudito, le ayudé. Sí, le ayudé a colocar las mesas, no me di cuenta de cómo sucedió pero cuando el entró yo me había levantado de mi lugar y me había acercado demasiado a las mesas y cuando Tomás empezó a correrlas yo tomé el otro extremo y le ayudé a dirigirlas, actué en plena inconciencia pero de forma natural, quería tanto que mi plan funcionara que un impulso 68

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me llevó a disponer las mesas para la reunión. Sos groso, capo, me dijo. No, no para nada, le contesté. Me dio las gracias y me preguntó que de dónde era que porque guatemalteco no parezco y tampoco tenía el acento, le contesté que mexicano y me dijo "buenísimo, me gusta mucho México". Hay lugares interesantes, le dije mientras me retiraba a mi mesa fingiendo que iba a tomar una llamada, entendió y no dijo más. Dispuso las sillas y se volvió a la barra donde ya estaba listo su café. Tomó su celular y revisó lo que aparentemente eran mensajes. Ya estaban llegando. Por fin iba a verte, o no. En eso entró un sujeto y lo saludó efusivamente y se sentaron en la mesa, luego, como a los quince minutos vino otro y les acompañó. ¿Venían de uno en uno o qué coño? Yo quería ver entrar al jodido grupo de nueve de una sola vez y te quería ver a vos. Durante una hora, Tomás estuvo platicando con los otros dos sujetos y yo ya no sabía a quién maldecir. El lugar estaba lleno y comenzaron a retirar sillas de la mesa compuesta, cuando se llevaron la tercera dije que ya no había nada más que hacer, el grupo no llegó, no iba a verte y yo era un imbécil, me levanté, tomé mi cuaderno y cuando alcé la mirada y ahí estabas. Frente a mí. Podría jurar que el tiempo se detuvo cuando nuestras miradas se encontraron pero no fue más que una milésima de segundo y con los aviadores, bueno, no creo que me haya reconocido, me senté de nuevo. Los nervios me estaban comiendo vivo. Pensé en abortar la misión, en levantarme e irme sin más. Ellos se abrazaban, tonteaban, se morían de risa, yo pude observarlo todo y me reía sardónicamente con ellos, desde lejos, sabía quiénes eran, qué habían hecho para llegar hasta aquí, por lo que habían pasado, los estaba estolqueando en vivo, mis aviadores eran mi Facebook de la vida real. Eran casi ya las seis de la tarde y ya no estaba tan seguro


de querer hacerlo. Poco a poco empezaron a ocupar sus asientos, fuiste la última en recibir tu café, con leche como siempre y en tu mesa ya no había sillas, Tomás te cedió la suya y no quisiste aceptarla, él insistió y te dijo que no

había problema, volviste a negarte y Tomás recordó al pobre imbécil que le había ayudado a correr las mesas y volviéndose hacia mí, te dijo: "mirá, aquí mi amigo mexicano tiene una silla especialmente para vos".

Vialidad José Manuel Ortiz Soto para Diana Raquel

Obedezco a la luz preventiva del semáforo y freno gentilmente, a pesar del enojo del conductor del auto detrás de mí, que pita como desquiciado. Qué gran idea la del ingeniero británico John Peake Knight: a mediados del siglo XIX, ¡inventar un semáforo para ferrocarriles!, me digo, con el olor del caucho quemado saturando mi nariz. No conozco el dato por cultura general, sino porque apenas el fin de semana pasado ayudé a mi nieta con su tarea de Civismo y Urbanidad. "Aunque la luz amarilla la adicionó en 1920 William Potts, policía de Detroit", parece decirme una joven mujer -veinticinco, veintiocho años a lo mucho, vestido rojo, untado, que realza sus formas considerablemente- que cruza la avenida con tal parsimonia como si enseñara al tiempo a caminar. Imposible fingir no verla, admirarla y felicitarla por su erudición. A cambio, ella me devuelve una mirada más bien condescendiente, que esquivo. La acompaño hasta que la vista no me alcanza, y el claxon del auto detrás de mí, me saca del ensimismamiento. Si las mujeres que alguna vez cruzaron por mi camino hubieran acompañado sus gestos, risas y ademanes de una luz de semáforo, seguramente no habría tenido tantos accidentes fatales en la vida.

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Melodía de un hecho delatador Emmanuelle Candila

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uando era un niño, y es todo lo que puedo recordar, odiaba la locura de mi madre; no sé si la odiaba más a ella o a su enfermedad, pero "odiaba" y eso bien que lo recuerdo. Había días enteros en que me cubría las orejas intentando ya no escuchar más, pues ella nunca cerraba la boca; se la pasaba languideciendo entre estúpidos sollozos y voces de un niño que al oído le decía: loca. Ella escribía en la pared que ese niño era yo. Y aunque lo siga intentando: ¡Mi nombre no desaparece de esas viejas paredes! Gritaba ¡Todo el tiempo! Estaba loca; loca de remate. Era yo un chiquillo, no podía hacer nada; nada más que permanecer sentado sobre los peldaños e intentar pensar en otras cosas, porque si no, yo por igual quedaría loco. Una tarde, de las tantas que pasaba sentado en el mismo lugar de siempre; con el peso de los gritos, llantos y demencias de mi madre, me vino a la mente una idea por primera vez. Estaba cansado, ya no resistía esta situación ni un solo día más; que la criada me vistiera, me formase y me dijera: tu padre no vendrá esta semana. Ni la otra, ni la futura, ni la que sigue, pensaba. No podía salir de la casa, para jugar, pues mi madre estaba obsesionada con la ablución, se espantaba y entre gritos me llamaba: cerdo, esto no es una zahúrna; si sus pávidos ojos captasen la más nimia mancha de suciedad impregnada a mi ropa. ¡Se volvía aún más loca! Así que nuevamente tomaba asiento sobre los peldaños, a esperar, a escuchar gritos e intentar pensar en otras cosas. 72

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En ocasiones, mi madre le ordenaba a la criada: coge al chaval, súbele a la habitación, vístele de tal modo, que a las cinco tomaremos el té. Odiaba tomar el té con ella, fingiendo ser un gran victoriano del siglo XIX. Lo odiaba y más hablar del arte, pues ¿qué pudiese saber una loca, como mi madre, sobre el arte? ¡Era muy aburrido! Lo único que adoraba de beber el té, eran las mofadas que le hacía respecto a sus incoherencias, sus tics y retrocesos mentales. ¡Eso sí solía ser arte! Las siluetas de la criada y el jardinero en ocasiones permanecían taciturnas a tres pasos de nosotros, pues habían momentos en que mi madre se volvía a locura y gritaba: El cerdo se ha ensuciado, se ha ensuciado. Cuando me embarraba de chocolate y me veía chuparme las yemas; ella no lo soportaba y tenía todas las intenciones de rebanarme los dedos. El jardinero cogía a mi madre de los brazos y la criada me llevaba hasta la cocina para lavarme las manos; su locura le hacía desgañitar: Cerdo, sucio, sucio. No podía evitarlo, me echaba un mar de llantos, quería morir, odiaba que me gritase cerdo y la odiaba más aún. ¡Sí, cuánto la odiaba! La gorda criada, fue el cariño más cercano que tuve en mi infancia, aunque era repugnante sentir su olor a reses y tarta de carne; cada que ella me enjugaba las lágrimas y balbucía: No llores pequeño, pronto acabará, pronto acabará. Pero el "pronto" nunca llegaba, se había tardado demasiado; pronto, era una palabra muy lejana para una pronta aparición.


Odiaba también los días en que mi madre se establecía como el médico indicaba, pues me hacía tocar el viejo piano. ¡Toca bien! decía, y de no hacerlo, zaz, el látigo caía sobre mi espalda. ¡De nuevo! Repetía, tocaba otra vez y zaz, el látigo. Yo le hacía perder la cordura con mis torpes dedos sobre las teclas; decía que yo no portaba ni un gramo de clase, y sin clase no se es nada. Enloquecida, me mandaba al cuarto de lectura y me hacía leer en voz alta un pasaje de la biblia; odiaba leer la biblia, me parecía un libro demasiado gordo y moralista, algo que nadie, jamás en su vida pudiese terminar de leer y tratar de sobrellevar, ¡imposible! ¡Ves… cerdo! Bullía. Ahí acabaras, en ese lúgubre sitio atestado de demonios que te atormentaran para siempre, ¿has comprendido?, para siempre. Y leía de nuevo en voz alta. Lo único que rescataba, una cita de aquel arcaico evangelio que decía: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas. Eso era un golpe bajo: Yo no tuve oportunidad de elegir, y vivía con una loca, entre tinieblas. Otra tarde, me encontraba nuevamente sentado sobre de los peldaños pero esta vez reprendido por haber dicho que los textos de Charles Dickens eran aburridos, mientras que los de Ambrose Bierce, solían ser tremebundamente bellos. De sanción, mi madre me obligó a leer: Los documentos póstumos del club pickwick 2. Comencé a leer, era el capitulo XXX, graciosamente en mayúsculas, ¡sublime! si uno no supiese números romanos, leería: 3X. Era muy aburrido, ¡aburridísimo! No me interesaba Sam, ni su diversión en el hielo, ni el fin de su visita. Entonces aventé el libro; observé meticulosamente el panorama y éste se encontraba libre de acechos. Acudí

al cuarto de lectura, para leer los relatos de Mr. Bierce, pero no los hallé; la gorda criada los había despachado todos por orden de mi madre. Cogí uno, al azar, era de un tal Allan con el apellido más extraño que había escuchado: Poe; un cuento que no conocía, de un libro que ni siquiera sabía de su existencia en la estantería. Retorné a los peldaños y tomé asiento. Mis ojos se clavaron con vehemencia en las primeras líneas, que no pude detenerme y ahí, justo ahí, cuando el narrador dijo: "Concebí la idea de quitarle la vida al viejo." ¡Boom! La idea me visitó por segunda ocasión y con mayor lucidez. Yo también, saboreé su plan: concebí la idea de quitarle la vida, pero a mi madre. A diferencia del protagonista de Mr. Poe, yo no quería a mi madre, ella siempre me hizo daño. Siempre me insultó. No era su ojo, sino su locura, ¡Sí, eso era! Así que, poco a poco, muy gradualmente (como el asesino había dicho y yo había leído) concebí la idea de quitarle la vida a mi madre, librándome de su locura para siempre. Continué leyendo, las ideas me brotaban llevándome al éxtasis a mi corta edad, ¿Pero yo igual cometería lo mismo? ¡Sí! Actuaría con exquisita sabiduría, con cuánta cautela, con cuánta precaución, con qué disimulo llevaría a cabo mi obra. Porque todo esto: ¡Sí era verdadero arte! Esperé hasta la media noche, a que la criada reposara en el desván y el jardinero estuviere tumbado en su repugnante lecho. Leí: "Lo que me molestaba no era el viejo, sino su maldito ojo" en cambio, yo pensé: "Lo que a mí sí me molestaba era mi madre y su maldita locura." Eran dos cosas opuestas, primero: el viejo con su fastidioso ojo y segundo: mi madre con su odiosa locura. Pero ambos puntos solazaban delatripa: narrativa y algo más

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la misma idea: acabar con la vida… del viejo y de mi madre. Asomé las narices por el pasillo que conducía a su habitación, era tan lúgubre y estrecho, que el cuerpo entero tiritó ante mi macabra idea. No existía ni una sola alma que pudiese detenerme para culminar mi exquisito plan; entonces sí, estaba actuando con una envidiable cautela, con una meticulosa precaución y con un gran disimulo. ¡Si bien que recuerdo aquellas líneas! Yo no me esperé hasta la octava noche, pero sí, como aquel hombre desquiciado que acribillaría al viejo, con su misma exactitud, paso a paso como él lo había hecho: fui muy cuidadoso al abrir la puerta. El minutero del reloj, ¡maldita sea, hasta para eso: existía un reloj! se movía más deprisa de lo que se movía mi mano. Pensar, que yo estaba allí, abriendo la puerta poco a poco y que ella era completamente ajena a mis actos y a mis propósitos. También aquella idea hizo que se me escapara una risita. Mi madre no se sobresaltó entre las penumbras, como el viejo, y tampoco preguntó: ¿Quién anda ahí? Para mi propia suerte, para mi bien estructurada obra, ella yacía drogada, reposando en aquella gigantesca cama, con un gramo entero de Valium en el cuerpo, y lo único, aparte del psicotrópico que solía tranquilizarla, era dormir con música clásica, de orquesta. ¡Le relajará el cuerpo! decía el médico, pero hasta el día de hoy, por primera vez, siendo el último día de su loca vida, la vi sosegada, sin decir ni un pío y cuerda. ¡Ah, qué loca está! dije. Mientras Theme From A Summer Place de Billy Vaughn, era la melodía que resonaba en la habitación de la maniática. ¡Era genial! Música, loca y muerte. ¡Qué arte más bello! 74

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Con gran sigilo fui aproximándome a ella. Mi cara se iluminó con la menuda luz de su lámpara de buró. Su respiración corría sin prisas. ¡Qué serenidad! Agaché la cabeza, llevándola a la suya, y le otorgué un estrepitoso beso en la frente. Llevé los labios, con verdadero éxito hasta sus oídos y musité delicadamente: ¡Loca! Mi madre extendió los parpados, y sus ojos, aterrados, me parecieron divinos ahogados en aquel nítido color. A diferencia del viejo, los ojos de mi madre se presumían hermosos, pero su locura era lo que me había fastidiado la existencia. ¡Eres tú…! Dijo atónita. Una sensacional sonrisa me brotó de punta a punta en la cara. E igual que aquel hombre del cuento, permanecí quieto. Lo mismo con el viejo, el terror de mi madre debía ser excepcional; ya que también logré escuchar el infernal tamborcillo de su corazón; el cual se hacía cada vez más rápido, más y más fuerte, repito, ¡cada vez más fuerte! Era estar gozando todo lo que aquel hombre sintió en baños de felicidad, por primera vez en mi vida, sentí que amaba a mi madre. ¡Vete, cerdo! Chilló. ¡Mrs. Rodvell, Mrs. Rodvell! Clamaba a la criada, pero aquella ¡cómo pudiese escucharla estando privada en el sueño y a metros de la habitación de la loca! ¡Siempre has sido tú. Tú eres el que me ha enloquecido! Reprochó mi madre. Me monté en la cama y le di un fuerte abrazo, con afecto, con verdadero afecto. ¡No, no…! Repetía ella. Pero la abracé y abracé y continué abrazando, ¡fuerte! Fortísimo, hasta dejarla sin aire. Su nuca sutilmente se echó para atrás y le vi la boca abierta, ¡Aterradisima!, ¡Qué arte! Pensé. La eché a la cama y su mano cayó rendida a un lado.


Me fascinó sentir como el boom boom de su corazón golpeaba con violencia a mi embelesado pecho; y sentí triunfo cuando aquel boom se extinguió para siempre. Recordé al hombre del cuento, al igual que él: sonreí alegremente al ver al fin completada mi obra. ¡No digan que esto no tiene una pizca de arte, porque lo ha sido totalmente! ¡La loca está muerta! Ahora tenía que deshacerme del cadáver. Nadie podría saber qué ocurrió a las altas horas de la madrugada. ¡Fue perfecto! A mí no me pillarían como al hombre por los vecinos, pues yo no era nervioso. La melodía de Billy Vaughn, evitó cualquier anomalía suscitada dentro de la habitación, pues sonaba y yo cortaba, retumbaba y seguía cortando. Billy Vaughn tenía la fuerza necesaria para resarcir todos los hechos. Para decir: ella estaba loca y decidió quitarse la vida. El pequeño la halló y le brindó el último abrazo a su madre. Pero la duda azotó en mi cabeza, ¿Qué era lo que hacía que mi madre estuviera loca? Quise averiguarlo, abriendo el cráneo de la chiflada mujer; analizando su cerebro. Saqué toda la masa que se encontraba en su interior. La disolví entre mis manos. ¡No existía nada de anormal! Sólo conseguí embarrármelas con esa secreción cefálica y repugnante. ¿Señora Barlow, se encuentra bien? Preguntó la criada. La maldita gorda se encontraba detrás de la puerta y golpeaba sin detenerse. ¿Señora Barlow? ¿Señora Barlow? Repetía. El picaporte comenzó a temblar, la gorda estaba introduciendo la llave, ¡abriría la puerta!, y vería a mi madre muerta y a mí, jugando con su cerebro. Richie… ¿qué haces aquí? Vine a darle las buenas noches a mi madre, pero… se ha marchado.

¿Se ha marchado, cómo que se ha marchado? Sí. Sólo dijo: ¡No, no…! Y se fue. La criada comenzó a escanear la habitación; buscaba a mi madre por todos lados, pero sus avejentados ojos no pudieron divisar nada más que a mí, sobre de la cama de la loca. ¿Dónde está, Richie, tu madre… señora Barlow? Expresó la criada girando la cabeza como un búho endemoniado. Si esto es una broma, Richie, es de mal gusto. Culminó de decir pegando los labios. Yo le miré. Ella se aproximó a la papelera y se percató de todas la drogas que mi madre injería para retornar a su cordura. Se detuvo detrás del ventanal, llevó el auricular hasta sus gigantes orejas y marcó el número de mi padre. Escuché más que susurros y colgó. Al volverse, mi madre apareció detrás de las cortinas que ataviaban el ventanal que daba al jardín. Mi mirada se pasmó y mi madre me llamó: Asesino. ¿Qué ocurre, Richie? Preguntó la criada. Nada, nada… ¡Asesino! Repitió. ¡No lo soporté más! No lo toleraba, ahora, su locura no era lo que detestaba, sino, aquella mirada, con aquellos ojos, sus malditos ojos, parecidos al ojo de buitre del viejo. ¡Asesino! Increpó. ¡Calla! Grité. ¿Qué ocurre, Richie…? Dijo la criada. ¡Oh, por Dios! ¿Qué haría ahora? Me estaba ocurriendo lo mismo que al asesino del viejo. Yo también: ¡Rabié, maldije, juré! Pero no era el ruido de un corazón el que me estaba delatripa: narrativa y algo más

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aquel nervioso homicida, no pude más y me vi obligado a gritar:

sacando de mis cabales. Era la loca, con su avieso ojo punzante. Me rodeaba, no me dejaba en paz, ahora no se callaba, hablaba más que nunca. Se había vuelto más loca de lo que estaba. Brincaba sobre de la cama y me llamaba asesino, cerdo, cerdo... Cómo era posible que la criada no la viera o escuchase su bullicio como los policías de la historia. A diferencia de ellos, esta gorda criada no la oía, ¡No sospechaba! ¡No sabía! Pero sí, rotundamente, también se estaba mofando de mi terror como aquellos estúpidos oficiales. Ya no aguantaba esta agonía, yo tampoco soportaba aquel escarnio, no soportaría más su estúpida mirada preguntándome: ¿Qué… qué ocurre, Richie?

La criada se puso de cuclillas y llevó la cabeza debajo del colchón. Sus ojos, esta vez, pudieron divisar con claridad a mi madre. ¡Bueno! Lo que había de ella: Un brazo a un extremo, dedos, sangre, la repugnante masa encefálica, su cabeza, sus pies… todo rebanado finamente en mil partes.

La aprensión comenzó a estrangularme. Igual que al asesino, tenía que gritar o morir. En cambio, ¡otra vez! Gritaba más fuerte esas palabras: ¡Cerdo, asesino!

La melodía de Billy Vaughn no se detenía, se repitió y repitió. Me posé detrás de la criada, y yo, sin balbucir, exclamé:

Mi corazón golpeaba mi pecho, lo derribaría, iba a salirse de mí. Entonces, como

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¡Miserable! No disimules más ¡confieso mi crimen! Aquí, aquí… debajo de la cama.

La gorda mujer se llevó las manos para cubrirse la boca, aterrada, dijo entre balbucieres: Richie… ¿Qué has hecho?

También, ¡Odio a las gordas!


Poética y política en Angélica Santa Olaya Ulises Paniagua

S

oy la única mosca /merodeando este silencio…/ sacudo de mis patas /los ajenos restos de esta tierra… Así inicia De leyenda, el más reciente poemario de la autora mexicana, Angélica Santa Olaya. Libro lleno de interrogados e interrogantes. Propuesta ágil, lúdica, que traza en el aire el aleteo de un insecto, anuncia sobre la tierra la amenaza de la tarántula, la serpiente y el escorpión. No es la mosca de Santa Olaya el simple pretexto existencial, como el usado con maestría por el jefe Jean Paul Sartre, con anterioridad; no es tampoco el estudio, entre científico y sarcástico, del que se vale Antonio del Toro en su célebre poema, de manera reciente. En De leyenda, entre la inagotable bondad que ofrece la literatura -que nos permite alcanzar los mismos temas, con diferente perspectiva-, la mosca se convierte en símbolo. Insecto contestatario, un bicho, al más puro estilo del maestro Ibargoyen: aquí el díptero es un ser pequeño pero terrible que nos enfrenta a la realidad nacional, a las atrocidades globales. Ante el libro, el primero en cuestionar su comportamiento y el sinsentido de este país, es el propio lector. Porque Santa Olaya, con el oficio que los años y su innegable talento han afinado, sacude la indolencia humana ante el sufrimiento y la miseria. No se puede vestir el alma sin remiendos ni rasguños, en este mundo desigual y violento. La poesía de corte político no es, como muchos poetas de manera equivocada hacen pensar, una postura o un pasatiempo de la generación construida entre los años sesentas y setentas del siglo XX, o una referencia a la mística (Texto leído en la Casa del Poeta, México, D.F. con motivo de la presentación de su poemario "De leyenda", Editorial Rojo Siena, ilustraciones y diseño de Jesús Escabernal).

puramente comunista. Es lamento, grito, zarpazo para defender la dignidad de la especie que se remonta, incluso, a los versos de La Ilíada y La Odisea, donde Homero muestra las primeras preocupaciones entre las relaciones de los líderes y los gobernados. La ironía de Cátulo, o Catulo, siglos después, no está exenta de una crítica aguda. Quevedo se vale de sus sonetos para cuestionar los desaciertos de las leyes en la España del Siglo de Oro. Kavafis, Machado, Parra, Alberti, Castellanos, Quasimodo, Pasternak, Maiakovski y Brecht, son sólo algunos nombres, entre tantos otros, ocupados en denunciar -en algún texto- la brutalidad, la rapiña de un ser humano sobre otro. No se pretende que la nueva poética se interne en el discurso de lo subversivo por compromiso o moda; pero que quede bien claro: las y los poetas son portadores de los símbolos y los equívocos de su tiempo. Y cuando la vida sólo te da limones, escribes poemas agrios, para que los beba el que ha sembrado los limoneros. La voz poética se manifiesta, de manera espontánea y natural, sacudida ante la crudeza de sus días. Es imposible permanecer indiferente en esta prolongada guerra que se vive en nuestro país. Una frase de Nicanor Parra define, de manera precisa, lo que se vive: Ayer /de tumbo en tumbo / hoy / de tumba en tumba. Santa Olaya se convierte en esa corchea de ala oscura / que despierta la voz de las retamas; nos ofrece un panorama cruel, crudo, a blanco y negro, con algunos rojos intensos, de la ciudad y de nuestra tierra; denunciando en sus poemas el desconcierto de los paridos, que retuercen en el huso /el grito. Pero no todo es desesperanza en ese vasto terreno yermo. Como bien lo plantea ella misma: delatripa: narrativa y algo más

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ha comenzado / la piedramorfosis. Entonces el poemario se debate, se vuelve un paisaje claroscuro donde la opresión y la libertad juegan una larga partida, muy a la mexicana. Mientras tanto, ¿y los poetas, se preguntará cualquier curioso? Van los poetas…/ tirando de las greñas / al asfalto / una noche cualquiera / con dos cervezas / y una torta en la barriga / porque no hay trabajo. ¿Los universitarios, los bachilleres? Un estudiante cuelga inerme de una suástica disfrazada de crucifijo, / ¿debo decir a su madre que Dios sabe lo que hace? De paso, al mentado consuelo espiritual, la autora lo explica en estos versos: la mundana trinidad huye -también nunca / percibida, gracias a Dios, / por la tramposa magia del televisor. Un panorama desolador, sin duda, pero verídico, el que se representa. Porque las imágenes que se construyen, nacen de las horrorosas visiones de la realidad. Un futuro oscuro aguarda, si no aprendemos a construirlo de manera colectiva, como verdadera sociedad; parece advertirnos en un lenguaje duro y rasposo: Aburrida esperanza / …se seca / en los despeñaderos / de un discurso de huecos bolsillos… Se trata de no decir hambre, /sangre, muerte.../ para que las moscas / sigan / sangrando apasionada / y despreocupadamente... Quevedo, en uno de sus más reconocidos poemas, critica la voracidad de jueces y banqueros de su época. Plantea, desde aquéllos lejanos años, el ambiguo valor del dinero, y arroja los dardos ácidos sobre la comodidad de los ricos que gobiernan aquél siglo: El humano derecho y el divino, espeta Francisco de Quevedo Villegas y Santibáñez, / cuando los interpretas, los ofendes, / y al compás que la encoges o la extiendes, / tu mano para el fallo se previno… Pues que de intento y de interés no mudas, / o lávate las manos con Pilatos, / o, con la bolsa, ahórcate con Judas. Para efectos de una profunda reflexión, con la conciencia de no dejar de lado la espada que 78 delatripa: narrativa y algo más

defiende a los que carecen, algunos siglos después, las voces de los poetas replantean la misma discrepancia. La autora de De leyenda hace valer su voz, clara y concisa: Por eso escribo hoy /esta insuficiente, pero sentida / apología del marrano. / Bendito sea el marrano de Dios / que borra los pecados del mundo. / Dichosos los no invitados a la cena del $eñor. Este libro de poemas es una crítica ácida, una invitación, un encaramiento; donde quien esto lee bien debiera despertar de su letargo, si es el caso; o reafirmar sus convicciones ante la injusticia, y ante este genocidio contra los pobres. Hombres y mujeres de tierra / sin más túnica / que la saliva del viento somos, como bien lo dicta Santa Olaya; pero de una tierra espesa, negra, en espera de germinar con la furia de la contestación y la respuesta. Hay que establecer posición, porque No se puede gritar: / ¡Libertad! / Y al mismo tiempo / correr tras los pájaros / con la tijera en la mano. Este nuevo poemario de la consagrada escritora Angélica Santa Olaya, reafirma no sólo su reconocida calidad, rigurosa en metáforas, imágenes, y ritmos de gran factura; sino también un sincero y rudo compromiso ante los acontecimientos de nuestro México, y del mundo. 2008… y 2009… y 2010... y a ver hasta cuándo... duda la escritora entre sus letras. El mismo poemario le responde: hasta que los poetas y la sociedad lo permitan, hasta que los oídos de los marranos revienten con el canto de los muchos.


La palabra y un buen café Blanca Vázquez

Una luz nocturna abre el telón ¡Juego mi vida! Día diez Año diez Son las diez de la noche y queda para ustedes Café Mis Dos LuzEros Rocato

A

lfred Adler mencionaba que el primer recuerdo que tiene un ser humano es la llave que le brinda la oportunidad de conocer y definir su presente. Sabía Adler que no podía confirmar la autenticidad de los recuerdos de las personas que llegaban a él, pero aun así, consiguió llegar a la conclusión de que cada individuo vive la vida basándose en sus recuerdos, recuerdos que al mismo tiempo, están siendo continuamente reinterpretados desde los pensamientos y sentimientos presentes. Compartir lectura de Café mis Dos LuzEros del escritor Rocato me llevó por el sendero del recuerdo, ese por el cual, la crítica literaria está considerando nuevos estudios y análisis a través de la Teoría del Recuerdo. La novela es un recorrido cronológico en la que el narrador nos introduce en su lóbulo frontal y de manera aleatoria nos empuja de un recuerdo a otro. Sí, si hay una secuencia periódica, pero al mismo tiempo se traslapan eventos, sitios, cafés, personajes del pasado y del presente. "Todo el tiempo remembranzas Cuetzalan Praga Taxco Brujas Puerto Vallarta San Francisco Malinalco Asalto a la razón De lujo Barrio de la Alfama calles que se saben estrechas empinadas escoltan guardan castillos Subir y bajar itinerario"

Hay en la novela un reto interesante, hacer que el lector establezca sus pautas sintácticas y por qué no semánticas, ya que el autor elimina signos ortográficos, es creo, un reto a la imaginatio lectora.

Lo vivido es importante, pero más lo es el proceso de interpretación porque produce una significación emocional. Buscar dentro de nuestros recuerdos también nos lleva a concentramos en uno o en varios, estableciendo qué es lo que pasó, quiénes estaban allí, o cuándo ocurrió. Esos recuerdos pueden ser muy nítidos o aparecen como manchas confusas y casi veladas. Pareciera que nuestros recuerdos son la narración precisa de una situación que vivimos y que se encuentran íntegros en nuestra memoria, pero no es así, ya que eso a los que nos referimos, ese pasado, se forma o conforma desde el presente con nuestras creencias y actitudes que hoy mantenemos. Nuestros recuerdos son la narración misma de nuestra vida. "La ciudad tiene encanto extraordinario maravillosos dicharacheros quejumbrosos amables leídos atentos a La Habana Vieja canta juegaen calle fútbol domino cubano barajas con mecedoras canciones viejas boleros típicos Todo mundo vive su fiesta forma de luchar contra racionamiento"

La narratología nos remite a observar la obra literaria y saber qué se cuenta y cómo lo cuenta; sus acontecimientos, sus personajes y dimensiones, su ambiente, el tiempo y el espacio. Y cuando leí Café Mis Dos LuzEros llegaron a mí varias situaciones: Una novela con una acción narrativa cronológica, en la que tres personajes funcionales nos van guiando y se alternan con personajes secundarios, algunos de ellos históricos y hasta ficticios. Existe un tiempo delatripa: narrativa y algo más

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narrativo con ritmo rápido y que nos lleva desde 1961 hasta 2010. El escenario se ve planteado en el espacio público pero también en el privado, del centro del hogar nos lleva al aura del café y su entorno cultural, recorre las geografías y nos brinda una memoria socioterritorial a través de una estructura interna caleidoscópica pero al mismo tiempo podemos percibir un contrapunto que obliga al lector a estar atento. "Los monjes encuentran buenaventura en la bebida que no contiene alcohol y la cual no infringe las normas religiosas El cielo tapizado de estrellas se vuelve maravilloso Las historias se tocan por la hebra más delgada "

Marcel Proust sitúa a la memoria o el recuerdo como un elemento involuntario provocado por eventos objetos situados en el exterior del individuo, mientras que Sigmund Freud menciona que lo que estimula el recuerdo está dentro de él, en lo más profundo. Para la literatura el recuerdo es un elemento esencial como lo es también para la vida cotidiana. Lo plantea así Rocío Romero Aguirre en Hacia una teoría del recuerdo en literatura. "Parece comerse su silencio Tantos lo leímos de una tirada Los meseros en blanco y negro

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antaño roído Las frases Juan Rulfo tajantes taladrantes punzantes Si quieres escribir no te juntes con escritores hay mucha soberbia"

El espacio y el territorio no son neutros, mantienen significaciones que aluden al proceso del recuerdo. La novela transita por diversos cafés, escenarios de la palabra, la intelectualidad y la vida social, así como el espacio íntimo donde se riega el escepticismo, la vida o el amor. Y en ese mismo recorrido las ciudades cobran savia cuando mujeres y hombres intervienen con sus diálogos y sus personalidades. Hay en la novela un cúmulo de referencias de la vida cultural, social y política, que permite ver si el lector es avezado o bien novel en estos referentes. Sentí atracción por los años 1973 (Gandhi se hace café) 1981 (Copita de pozole) 1992 (Café en Macondo) y 2000 (Caracol de oro). Sí, porque en ellos encuentro mis propios recuerdos. Cuarenta y nueve años modelados con la palabra encontramos en Café Mis Dos LuzEros, ésta que como una taza de buen café eterniza el momento y por qué no, nuestra existencia en la tierra.


El canto del gorrión trece Luis Ricardo Palma de Jesús Varias noches llevaba sin dormir hasta que en un momento de arduo trabajo, después de tratar de escribir la última página de la novela, decidió tomar una píldora para el insomnio. Tomó un vaso con agua y cansado se tiró en la cama. Sin darse cuenta -esto lo hacía cuando tenía la oportunidad de abrazar el sueño- su cuerpo se dejó seducir por el sopor interminable. Al cabo de dos horas el efecto de la píldora se esfumó por la ventana. Con un movimiento perezoso abrió los ojos, dio un bostezo alzando los brazos como un compás y apretó la mandíbula hasta que un sabor amargo le llenó el paladar. Sobre la cómoda estaba una lámpara, la fotografía pálida de su madre antes de morir, y sus lentes tristes que parecían dos brazos cruzados, reumáticos y solemnes. Fue entonces que se dirigió al cuarto contiguo del dormitorio. Había un piano polvoriento con las cuerdas reventadas, un banco negro consumido por la polilla, y un violín de cedro en un estuche blanco. Cuando lo sacudió, se dio cuenta que debajo de una partitura amarillenta estaba la mariposa disecada que guardaba desde la infancia. Tocaron a la puerta. El canto del gorrión trece sonó en la jaula. -Buenas noches. ¿El señor Fausto? -preguntó la voz de mujer que se precipitaba en el arco de la puerta. -Soy yo -respondió Fausto aún con el cabello alborotado. -¿Qué son estas horas de tocar? -Usted no me conoce. Pero sabe que, como todos los años, alguien viene a matarlo. Es hora de marcharnos, Fausto. -Cierto, lo olvidaba. Disculpe por no estar preparado, pero no me puedo morir ahora que no termino de escribir la última página de la novela -farfulló Fausto mientras se rascaba la cabeza con el dedo índicePero pase, hace mucho frío aquí afuera. El canto del gorrión trece se apagó como cuando se apaga una vela tras el vendaval.

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El cálamo de los cronopios natos

por Susana Mota López

Instrucciones a las asesorías virtuales ¡Un saludo a todos los que nacen como escritores marginales, aparentemente locos por la lengua y literaturas hispánicas, apasionados diletantes del arte literario, sin miedo a la vena conductora del amor por las letras que sin parar nuestra pluma enriquece! No se espanten, Julio Cortázar es nuestro cronopio mayor y ya ven como le fue: Muy bien. Vamos a caminar juntos en una aventura didáctica, sin ser las típicas asignaturas de: lingüística, literatura española e hispanoamericana, redacción, metodología de las técnicas bibliográficas, análisis de textos, fonética y fonología, literatura mexicana, literatura medieval española, morfosintaxis, teoría de la literatura, literatura prehispánica, metodología crítica, siglos de oro, guionismo, lexicología y semántica, literatura novohispana, edición de textos, filología hispánica, didáctica de la lengua y la literatura, temas selectos de lengua y de literatura, narrativa mexicana del siglo XX, el ateneo de la juventud, edición científica y electrónica en humanidades, y la literatura mexicana y otras artes; en el transcurso de cada mes gota a gota iré dejando caer mis aprendizajes, criterios, experiencias y enseñanzas sobre estos temas para las generaciones que me preceden en este quehacer literario de una manera entretenida, como una charla entre compañeros universitarios en un taller literario 82

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virtual desde Mexicalpan de las Tunas: la Ciudad de México. Las trataremos como nuestros sustentos para apoyarnos cuando la musa o el numen no quieran aparecer y estén atorados dentro de la plumilla. Habituarnos a no depender mucho de los programas que aparecen en la red para expresarse a escribir bien y saber distinguir cuál de éstos está institucionalizado por la preceptiva y convención literaria. Asimismo, les compartiré algunos trucos para resolver algunos "problemillas". En el mismo orden como las relacioné, iré platicando amenamente sobre ellas, y nos harán sacar lo cronopio que tengamos escondido pero que no nos habíamos atrevido a descubrir. Otras nos apasionarán tanto que nos harán decidir el rumbo al que nos dedicaremos de por vida, ya sea dentro de las especialidades de edición, guionismo o didáctica y, claro, las actividades literarias del escritor, ensayista, prologuista, poeta, columnista, etcétera. Nuestro primer paso lo dedicaremos a la lingüística por ser la disciplina que se relaciona con los primeros símbolos que se transformaron en signos para desarrollar la comunicación humana. Conociendo el intríngulis de la lingüística. Abordemos esta Primera parte. La génesis.


Retrocedamos en el tiempo hasta la época del hábitat del Homo sapiens e imaginemos a éste reunido con un grupo heterogéneo en una cueva (es posible que sea de Altamira) bajo una noche tormentosa de repetidos truenos y muchos rayos cayendo por doquier. La primera noche que contemplan con ojos desorbitados el fenómeno natural. Un rayo fenomenal cae sobre el grueso tronco de un árbol muy cercano a la cueva y por primera vez contemplan las llamas brillantes, danzantes, y rojas y amarillas que salen del tronco. Sus bocas emiten la primigenia palabra para designar ésa imagen que danza hacia arriba, que brilla y flamea, pero ¿será en céltico, en germánico, itálico, helénico, anatolio, el proto indoeuropeo, el proto indio-chino? No lo sabemos. Suponemos que así pudo haber sucedido para crear el lenguaje ¿Qué pasó? Sucedió que "las capacidades simbólicas sobre las que se asienta el lenguaje humano dieron lugar a otra forma de adaptación biológica, una nueva modalidad que no se transmite genéticamente, sino que sirve de complemento a las adaptaciones evolutivas de naturaleza orgánica que sí se transmiten por vía genética. La capacidad lingüística del hombre ha hecho posible el surgimiento de la cultura humana". Esta definición fue planteada por un notable lingüista y nos hace creer que lo que en el ejemplo arriba mencionado pudo haber sucedido millones de años atrás. Y así empezaron a "hablar" y "escribir" nuestros antepasados: como los grabados de la cacería de animales representados en las paredes de esas cuevas. Y la representación eran dibujos de los homínidos que cazaban a los animales. Y cuando querían comunicarse ya no eran sólo gruñidos sino sonidos guturales. Recientes investigaciones han concluido que la mujer fue la primera que dibujó en esas cuevas la representación simbólica de las percepciones del medio ambiente, en este caso: el fuego. La originaria que desarrolló facultades cognoscitivas

y lingüísticas para "narrar" lo que sus ojos veían y lo compartió con el hombre. Desde entonces el lenguaje humano es el más íntegro de todas las formas capaces de comunicar y expresar órdenes, intenciones, sentimientos, hechos, ideas, que hacen del humano un intérprete de signos hasta lograr en su formación ser un creador de cultura para distinguirse de la comunicación animal. Pero para lograr ésto, los intérpretes de signos tuvieron que pasar un proceso evolutivo de muchos siglos. Los sonidos, para comunicarse, emitidos por los seres humanos desde su nacimiento, se desarrollaron debido a un componente esencial dentro de su conducto vocal: la fonología. Mas este componente es limitado, ¿por qué? Todos emitimos sonidos de diversas formas: gritos, murmullos, quejidos; para transformar los sonidos en palabras, para expresar emisiones comunicativas que nos definen como una sociedad que decide por sí misma a qué cosas le conviene ponerles "nombre y apellido", tiene que funcionar otro componente vital: el léxico. Ya tenemos la fonología y el léxico juntos, falta algo más para complementar esos signos lingüísticos que generen frases, oraciones simples y complejas que nos servirán para tener un buen canal de comunicación emisor-receptor. El componente faltante se rige por una serie de reglas y se denomina: la sintaxis. Para diferenciar la comunicación animal de la humana les contaré dos pequeñas historias para ilustrarlos en la disyuntiva de si los chimpancés podrían aprender a hablar a pesar de ser tan listos para ejecutar en el laboratorio algunas capacidades sorprendentes. Todo esto para ver la diferencia tan abismal con el lenguaje humano. Resulta que hace mucho tiempo, en el estado de Florida en los Estados Unidos, un matrimonio de psicólogos adoptó una chimpancé bebé a la que nombraron Viki, y criaron como si fuera su propia hija. Intentaron enseñarle por diversos métodos el idioma inglés. Cinco años les costó delatripa: narrativa y algo más

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adiestrarla con las técnicas de enseñanza y logopedia que mejor conocían al grado de que Viki solamente consiguió articular, supuestamente, tres palabras que más o menos sonaban así: mama, papa, cup. Viki empleaba cup para pedir un vaso de agua y mama y papa para solicitar otras cosas. Conclusión: no podía relacionar las palabras -que emitía con dificultad- con los conceptos en cuestión. Fue un total fracaso. Pero otra pareja de psicólogos de Reno, Nevada, también hicieron otro experimento con una chimpancé llamada Washoe por medio de la comunicación de signos representados en iluminaciones de un diccionario visual que es el Lenguaje Americano de Signos. Lo que sucedió fue que aprendió que la figura de perro correspondía con su emisión del signo de perro pero lo generalizó a otras fotos de perros de distintas razas y además con perros de verdad cuando escuchaba los ladridos del perro. Otro fracaso.

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Así pues, diremos que el lenguaje designa propiamente la facultad que tienen los hombres de entenderse por medio de signos vocales, de signos lingüísticos que se transmiten en forma de signos pictóricos o gráficos que corresponden a los signos vocales del lenguaje. Y estos signos vocales han prevalecido desde hace cientos de miles de años y por increíble que parezca aún en nuestro días de este siglo todavía hay personas que hablan pero no leen, menos escriben. En conclusión, aprendamos el concepto de lingüística: Es una ciencia que tiene por objeto el estudio científico del lenguaje en general y de la lengua en particular. Es, además, el estudio científico y comparativo de la formación, evolución y realización de las lenguas: su objetivo principal es la lengua en sí misma. Los problemas de la lingüística están relacionados principalmente con el lenguaje hablado y escrito.


¿Te atreves a seguirme al infierno? por Jéssica Montaño de Juárez

Escribir para... para... Escribir se trata de publicar, ¿cierto? Eso fue lo que aprendí hace algunos años, cuando recién descubrí los blogs y todo el mundo tenía su MSN Space (porque tooodos teníamos MSN Messenger). Alguno que otro perdido usaba Blogger/ Blogspot, que sí sobrevivió y es la mayor competencia de Wordpress. Quien se enteró de la muerte de los Spaces (y de MSN Groups, bah. ¿Será que alguna vez desaparezca Yahoo!?) pudo rescatar sus textos para la migración a WP... y quienes no, sacamos nuestro respaldo (porque es bien sabido que tooodos los escritores somos especialistas en hacer respaldo de nuestros archivos, ajá) para reciclar textos antiguos, aunque sea por ecología corporal: ¡ahora sí hay que cuidar los mismos tendones que te jodiste hace veinte años jugando Super Mario Bros. en el NES!

"Publicar eeen papeeel"... Por ahí un amigo editor me decía que habrá muuuchos escritores, pero muy pocos se convierten en autores, esto es, un escritor que tenga "su libro suyo de él": a presumir tu nombre artístico en la portada y en el lomo del objeto de nuestros odios y afectos: un libro.

¿Escribir se trata de la edad? Imagino que sí: dentro de seis meses ya no seré candidata a ningún "Premio Nacional Joven", que de hecho aún no lo soy porque no he escrito nada nuevo en años, nada que no sea mi honorable columna para El Heraldo del Bajío. ¿Qué todos menos yo nacieron sabiendo a qué carajos se querían dedicar? Porque yo escribo poesía y mi diario desde que tenía catorce, pero entonces no había internet en México y nunca se me ocurrió que en serio, en serio, a alguien más que a mí le pudiera interesar lo mucho o lo poco que aún tengo que decir.

Y entonces publiqué eeen papeeel. Aparezco en antologías de cuento y poesía varias...

(Tanto rollo por un pinche libro que seguro alguien usará como su portavasos...) ¿Pero para qué pierdo mi tiempo escribiendo? Escribir se trata de publicar, claro que sí, eso es lo que me dicen y eso es lo que quiero creer. Cierta persona me dijo alguna vez, con cada una de sus letritas: "publica en papel (como yo, que me siento lo más ufff) y luego hablamos, ¿okey?".

...y pues pasó y no: mi vida nomás no cambió. Bah. Si a Gwyneth Paltrow le pasó con la estatuilla del mismísimo Oscar... ¿Será que mi vida cambie cuando "ahora sí" junte los tantos miles de pesos necesarios para publicar mis viejísimos textos? Me ha dado tanta pereza el asunto que mejor lo olvidé, "me retiré" dos años luego de haberme mudado aquí a León. Y digo: es que ya no soy parte de la farándula literaria, ni de la cultura raver que hace siglos me vio nacer. Es que prefiero guardar esa lana para los viajes delatripa: narrativa y algo más

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que no he hecho, para los hijos que no sé si tendré. Bla bla y más bla. No hay tiempo para escribir absolutamente nada nuevo. Soy escritora, enciendo mi computadora y busco páginas para enviar mis textos, los mismos textos aburridos pero más que remendados gracias a mi obsesión por editarme y corregirme una vez... y otra... otra más... hasta desaparecer por completo la idea original con que comencé, así como ya casi desapareció el gusanito

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de escribir, de escribir para expresarme, para aclarar mis pensamientos o simplemente para divertirme. ¿Qué puede haber de divertido en escribir para que los jueces ni te miren, tus lectores de años te abandonen y tus colegas te digan que no cumples los requisitos, que jamás aprendiste las reglas y por eso ya nadie pela esa pinche paginita que te hizo creer la más ufff de los blogstars?


Sin papeles

por Daniel Ferrera

Comentario sobre Y va de cuentos, de Guillermo Cabrera Infante Como parte de una actividad en un taller de creación literaria se nos recomendó leer la conferencia publicada en Letras Libres: Y va de cuentos, del escritor y guionista cubano Guillermo Cabrera Infante. No era la primera vez que me acercaba a este trabajo. Hace más de cuatro años, mientras estudiaba la carrera de Literatura Latinoamericana en la UADY, había tenido la oportunidad de revisarlo y en su momento me pareció uno de los textos más exquisitos-en cuanto apropiación del uso del lenguaje- situándolo a la par de narraciones como La pata de mono, de W. W. Jacobs o Maniquíes, de Salvador Garmendia. Por tal motivo, lo volví a tomar con el entusiasmo de quien recupera un objeto extraviado y me sumergí en las profundidades que garantizaba su lectura. Pero en esta oportunidad, mi percepción del trabajo fue diferente: me sentí enseguida impelido a escribir este comentario. A veces se escribe por necesidad, para llenar vacíos o asimilar lecturas. Y va de cuentos, de Guillermo Cabrera Infante, como se mencionó anteriormente fue una conferencia en la que el escritor hacía un mapeo del origen del cuento hasta la aparición de Borges. A lo largo del texto, Guillermo, va empleando juegos de palabras que al tiempo que brindan a su trabajo de ingenioso humor, contribuyen al ritmo decidido de sus argumentos. Sin embargo, el texto en algunas ocasiones no sólo carece del rigor histórico en sus juicios "Así nació la onomatopeya y con ella, luego, la epopeya" sino que además revela una ausencia de recursos retóricos

que me parece confuso y lamentable: tan sólo en la primera página se repite la conjunción Que 24 veces. Sé que podrán criticar que este argumento parece un análisis básico de un taller de creación literaria y que el nexo por momentos es totalmente ineludible, pero la reiteración era tan evidente que me fue imposible ignorarla. Por otra parte considero que, salvo la opinión en donde el autor refiere que el cuento perduró a través de la memoria colectiva, lo demás como él mismo explica tan sólo es "una visión más geográfica que histórica del cuento". Diferente hubiera sido que Cabrera Infante, aunque breve, mostrara una evolución del género en cuanto a técnica formal por ejemplo, pero inclusive en el apartado donde habla de Felisberto Hernández y Virgilio Piñera se reduce a reseñar sus vidas en vez de hacer comentarios sobre sus obras. Desde luego, el escritor cubano no es ingenuo -y esto es lo que en verdad me confunde- porque es consciente de su estilo "Por lo menos, si el título no es exacto, se hubiera podido beneficiar con mi aliteración", pero creo que como escritor es un excelente narrador y no así como ensayista. Por su puesto no soy el primero, ni seré el último, en observar estos rasgos de su escritura; antes de mí, igualmente en Letras Libres, el escritor colombiano Daniel Ferreira había publicado una reseña titulada Cabrera Infante: el crítico como personaje de ficción en donde comenta lo delatripa: narrativa y algo más

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siguiente: "Cabrera Infante era incapaz de seguir un discurso lineal, lógico, de argumentación. La digresión era su debilidad. Siempre interrumpía la disertación para inmiscuir diálogos, anécdotas, recuerdos, citas, antes de proseguir con una idea." Cabe aclarar que aquí se refiere a sus discursos cinematográficos, pero pienso que estas señas, al menos, se trasladan a su conferencia. Probablemente necesitaría realizar un ejercicio más exhaustivo para poder precisarlo.

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A pesar de lo anterior Y va de Cuentos, de Guillermo Cabrera Infante, es un trabajo recomendable para todo aquél que disfruta de la lectura y tiene interés en escribir y conocer más autores. Yo, por mi parte, tan sólo obedezco -como mencioné anteriormente- a una necesidad, que me pareció imperiosa, de seguir comentando para llenar vacíos y ejercitarme en la escritura.


Nos vemos en el slam por Mario Pineda Quintal

Carretera y pueblitos ¿En cuál kilómetro nos desviamos para no ir al slam?, ¿cuál es ese tramo de la carretera en el que bajamos la velocidad y estamos pendiente de las rutas que llevan a los pueblitos de la supuesta madurez y la diversión según los años en la piel (sin cremitas, sin cirugías)? En la última semana de octubre y la primera de noviembre disfruté de dos acontecimientos creados con todo el pensamiento del desmadre musical y literario. Los dos se me atrasaron por otras bandas, por otros libros y hasta un poco de ignorancia.

que Alex Lora en sus años sin arrugas apoyaba el movimiento estudiantil de 68 y hoy, ante su disfrute de los beneficios capitalistas, ya pide madrazo duro contra los maestros en plena protesta. Lo repito, no me importa. Mis palabras van con el músico que eyacula con su guitarra. No voy hablar de Neal Cassady, voy hablar del vagabundo que roba automóviles para hacer más excitante la noche, amante del sexo y los divorcios, loco por los kilómetros de caminos y los litros de alcohol.

El primero fue mi presencia decente en un concierto gratuito de la banda rockanrolera de El Tri (estaba a 30 pesos la cheva y era el conductor obligado) y el otro fue terminar de leer la novela "En el Camino" del destacado y emblemático escritor beat Jack Kerouac (así lo dice en la biografía escrita atrás del libro). Considerando esta combinación de situaciones artísticas, quiero hablar de lo que me dejaron en la cabeza sus dos personajes principales: Alex Lora y Dean Moriarty. Pero antes, les explico unos argumentos personales y debatibles.

Comienzo. Ponemos en la radio "La raza más chida" y aceleramos hacia la carretera. Ahí vamos, cantando en coro, gritando culeros a los peatones, empujándonos, frenando para comprar cerveza, frenando para vomitarla, acelerando para llegar a un desmadre y después irnos a otro. ¿Cuántos quisieran turnarse el asiento de copiloto con ellos dos?... ¡Dean rebasa el camión del ADO, hay chicas adelante! ¡Alex chinga tu madre!... mera adolescencia, juventud para ser malditos, para ser alcohólicos de cualquier alcohol, para drogadictos de hierba, para vernos en el slam.

Los llamo protagonistas porque sinceramente, y obvia en Alex, son los seres que esperamos en la escena. El Tri sin su vocalista es un espectáculo circense de viejitos tocando instrumentos rockeros y "En el Camino" sin Dean es un pequeño diario de la vida adolescente de Sal Paradise. El origen de los dos personajes por ahora no me importa. Hoy en día algunos dicen

A toda velocidad rebasando pueblitos. Rebasando los señalamientos de alto. ¡El que se detenga es puto! ¡De dónde sale gente tan divertida, Sal debería estar aquí! Ahí vamos en todos los kilómetros tras la búsqueda de bares, cantinas, afters y las tocadas de nuestros ritmos rebeldes, anárquicos y enamorados… ¡Seremos leyenda en esta carretera, ni Marilou me excitaba delatripa: narrativa y algo más

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tanto! ¡Cabrones somos unos perros negros y callejeros!... que nada nos importa; las responsabilidades son para los que sueñan con usar corbata en su primer día de trabajo, que respeten las órdenes los que se quieren casar por la iglesia, vamos a atropellar a los ineptos que bailan y cantan como nosotros pero a las doce se van a dormir. Frenamos y nos desviamos en cada uno de los pueblitos. No buscando más cerveza, sexo de motel u otro slam. Por días tenemos que vivir en sus calles con horarios de oficina, uniformados, sin la playera de Bob Marley o los pies descalzos. Rentar un departamento que a través de sus ventanas no se ven las carreteras y en todos sus cuartos te exigen el pago de la luz, del agua, el gas y la comida (que ya no incluye las sopas instantáneas). Uno que otro día regresamos al camino, al rock, sin pisar tanto el acelerador que no vamos lejos porque el sueño se termina a las seis de la mañana y en las próximas horas se debe prestar completa atención a un jefe. Un día sabes que despertarás y ya no estará Alex, ya no estará Dean, ya no estará el automóvil (o si está, ya no sigue sucio). Tardé en conocer a esos dos iconos del desmadre, aunque desde hace tiempo andaba en sus filas y quiero seguir, debemos seguir. Si antes de un estilo responsable de vida, hubo uno de festejos intensos en la originalidad y también inspirada en la existencia de un escritor o un músico de la misma onda (no descarto a un militante de

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otro arte), entonces por qué no combinarlas. Compartan la misma humanidad, tiempos serios, tiempos de puño izquierdo arriba. Por qué solo quedarnos en corear las canciones, leer las mismas obras tantas veces, si al rato no queremos volar con buitres, cuervos y águilas. Tengo mi mochila para andar en los pueblitos y también mi baúl de Dean Moriarty para andar en las carreteras. En el guardo mis momentos para ir a las tocadas, entrarle a los codazos, las patadas y embriagarme. El valemadrismo de usar el mismo pantalón tres veces y poner el cinturón a punto de romperse. Mis ganas de caminar en la noche sin preocuparme por subirme a un taxi. El sombrero en la cabeza. El punk y el ska a todo volumen. Mi nueva afición por la literatura beat. El continúo apoyo a la legalización de la marihuana. Las desveladas con alcohol. La esperanza de rebasar los cincuenta años con la idea poética de los veinte y mi amor por las nubes. Los zapatos sucios. La voz para gritar los goles del América (ódiame más) y los de la selección (me valen sus burlas). La cerveza oscura pasando por mi garganta. Si para alguien no rifa Alex y Dean, pues súbase al coche con sus ídolos de más gusto y que nos alcancen, porque ya nos vamos a la siguiente fiesta.


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