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por Pablo Castro, In茅s Marensi y Barbara Ponce
muestra en el Galp贸n de Tolosa de Chempes Saurio en Galp贸n de Tolosa
Reseña por Barbara Ponce empleada judicial barponcef@hotmail.com
Pablo Castro militante, escritor catoblepas34@yahoo.com.ar
Inés Marensi Prof. en Ciencias de la Educación imarensi@mpba.gov.ar
muestra en el
galpón de tolosa
de Chempes Saurio Sábado 22 de Marzo En Galpón de Tolosa. Calle 3 y 526, Tolosa ph Gabriela B. Hernández
“Sin saber que nos deparaba la ocasión, llegamos al galpón. Lugar y obra en una aparente simbiosis. Una oscuridad luminosa que te permite redescubrir torres destruidas” Inés Marensi y Barbara Ponce
“Una chica pide una lapicera y copia en un papel: ‘Notas sobre la teoría del valor en el arte’. Mientras me alejo tras haberme arrimado para chusmear sus anotaciones, siento con susto que todo parece desmedido, desubicado para ser un sábado de trasnoche, algo exagerado. Cuánto vale el ferné, pregunto en la barra.”
Pablo Castro
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por Inés Marensi y Barbara Ponce
BALLENAS PINOCHEZCAS 22 de marzo. Noche fría, se sentía la llegada del otoño. Salimos a ver la muestra de Chempes Saurio. En conmemoración por el día de la memoria, en el galpón de Tolosa estaban organizadas varias actividades. Feria de libros y revistas, exposiciones de arte y fotografía, música, murga y baile. Sin saber que nos deparaba la ocasión, llegamos al galpón. Un lugar enorme, parte de una vieja estación de trenes. Un lugar que nunca habíamos visto. Un lugar desconocido y escondido, al menos para nosotras. Como la ballena de Chempes. Ya dentro de la inmensidad, mucha gente, movimiento, música y vida. Y ahí como si nada, en una esquina, su rincón. Una lámpara, una mesa y
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cuatro sillas que invitaban a parar. Nos sentamos con una cerveza en la mano a apreciar su obra: sobre la mesa cuadernos, libretas y dibujos sueltos. Nuestros primeros comentarios fueron acerca del contenido social, los apuntes del curso del Capital de Marx, sus anotaciones personales del tipo "estoy enojado". Y luego la mirada se afina: Detalles dentro detalles dentro detalles que suman y el romanticismo de las flores que cobran vida. Lugar y obra también en una aparente simbiosis. Una oscuridad luminosa que te permite redescubrir torres destruidas, planos que se cortan, ¿está al derecho? El blanco y negro formando texturas… “tocalo, parece un collage”… “¿Por qué ballenas?” Ballenas pinochezcas. “Fijate … parece que las tetas tienen que ser grandes…” El rincón de Chempes: concentración, intimidad en el galpón de Tolosa. Cedimos los asientos a otras personas que hacían cola detrás nuestro. Con un final de la Gran Puta, frente a nosotras, mujeres, cantando y bailando al compás de la de murga. Agradecidas por la invitación, nos volvimos contentas por haber disfrutado del ambiente y sobre todo por vivir una nueva experiencia que quedará en nuestra Memoria.
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#29
por Pablo Castro
¿CUÁNTO VALE EL FERNÉ? ¿Cuánto vale una muestra? Un galpón a mitad de camino entre la destrucción y la reconstrucción. Una enorme estructura oxidada que, como una memoria, resiste modificada. ¿Por inercia, por rutina, o por prepotencia de trabajo? Afuera del Galpón de Tolosa, la luna ilumina brillante entre el humo de la parrilla y la música y las charlas. Y adentro las bandas siguen sonando solidariamente y haciéndonos bailar a 38 años del golpe bajo tenues luces cálidas, rojas, azules y amarillas. Cada tanto, desde el micrófono, alguien habla sobre la memoria, y sobre el valor de lo que hay en el buffet. Hay que comprar, porque con lo recaudado se rearmarán las aulas de El Llamador. Y en un rincón, un reflector de pie ilumina cuatro sillas de escuela primaria, muy bajitas, que rodean dos pupitres de un Bachillerato incendiado. Y sobre las mesitas agrupadas, un desparramo de dibujos sueltos, en folios o en carpetas. Y algunas agendas y cuadernos con anotaciones, reflexiones, números de teléfonos y dibujos, siempre los dibujos. Pero como me pidieron una reseña, y las reseñas son un género ligado al periodismo, y el periodismo es periódico, cuantifica, obligado me vi a ejercer el oficio y salí a buscar números, datos, fuentes, etcétera. Hice dos (2) encuestas.
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Primer Encuesta. ¿Qué valor tiene un dibujo?. Sobre una muestra de veinte (20) asistentes que encuesté, los datos arrojan: No sé: 35% - Poco: 27% - Mucho. 38%
38%
mucho
35% no sé
27% poco
Como se ve, parejo. Segunda Encuesta. ¿Viste la muestra de dibujos que hay en la mesita, adentro, en el rincón? Sobre un total de veinte (20) siete (7) fueron encuestadxs también en la anterior. Respuestas y números obtenidos: Cuál de todas: 7 – No: 4 - No te escucho por la banda: 5 – Sí: 4
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cúal de todas
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no te escucho por la banda
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sí
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Dibujos y galpones. Sentarse en las bajitas sillas a mirar dibujos. Levantar la cabeza y recorrer con la mirada las paredes dibujadas del Galpón. Y ver lo mismo en todos lados. Un viejo edificio a mitad de camino entre la destrucción y la reconstrucción. Y dentro, sobre dos pupitres, un montón de dibujos en donde las estructuras nunca están completas, siempre falta una pieza, un bloque, una teja, un aula. Equidistancia entre un mundo que se destruye y un mundo que afana, que toma, que expropia como puede las piezas rotas para reacomodarlas y armar uno nuevo. En los dibujos de esta muestra, no se olfatea la nostalgia del mundo ido, pero tampoco se nos ofrece la alegría del mundo nuevo ya cocinado. Los pedazos en los dibujos son llevados o traídos, puestos o sacados, no se sabe, nunca, por engranajes impersonales. Pero no hay frialdad. En el Galpón no existe la nostalgia de lo que estos galpones alguna vez fueron, pero las piezas están puestas, sacadas, no se sabe, nunca. Y tampoco, nunca, hay frialdad. En un cuaderno de tapas negras, titulado “Cuaderno 2013 – 2014” que forma parte de esta “Muestra en el Galpón de Tolosa” del artista Chempes Saurio, entre anotaciones y bocetos cotidianos irrumpe Amanda y sus fibras con un dibujo más plano pero no menos artificioso y cargado que los dibujos y las anotaciones reflexivas de su padre. Con apenas cinco palabras, declara: “Amanda deside. Que no miren”. Y deside con ese, porque Amanda no podría desidir de otra manera más desidida. Escribir peleándose con la escritura, con la lengua. Dibujar peleándose con las líneas, contra el dibujo. Ya no como pose individual, sino como necesidad, colectiva, de época. Cómo hacer, entonces, una muestra peleándose contra la rutina de hacer muestras. Una muestra pensada, desididamente, para “que no miren”. O al menos no solamente. Una chica que roza la mitad de la edad que el autor de los dibujos que mira, repasa una y otra vez las anotaciones de una agenda de tapas negras. Pide una lapicera y copia en un papel: “Notas sobre la teoría del valor en el arte”.
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Mientras me alejo tras haberme arrimado para chusmear sus anotaciones, siento con susto que todo parece desmedido, desubicado para ser un sábado de trasnoche, algo exagerado. Cuánto vale el ferné, pregunto en la barra, y me quedo pensando en el valor de las cosas, en días de precios cuidados y de una histórica lucha docente. Ya con el vaso en mano, vuelvo a la muestra. Sillas bajitas de primaria, al ras del piso, para dejarse caer y meterse adentro, sentarse y pasear por una obra que hace del detalle y de la saturación una marca propia. Gente reunida alrededor de dos pupitres de un Bachillerato incendiado, mirando dibujos, agendas, cuadernos. Sacan y ponen en los folios. Miran. Pero también anotan cosas, copian frases de los cuadernos de la muestra. Se van pasando los dibujos mano a mano. Como cuando en la escuela nos hacían trabajar en grupo. A lo primero cuesta. Dar vuelta el banco, las sillas, y juntar dos pupitres de escuelas que se incendian, se destruyen de a poco, para desparramar las carpetas y las cartucheras. Masticar algún enojo ante el grupo que nos tocó y desear estar en el grupo de al lado. Pero sentir que al menos esa clase no será igual a la anterior. Y entre dibujo y dibujo, recorrer el espacio entre la gente que baila, hasta el lugar en el que funciona el Bachillerato para Adultxs que como todas las escuelas intenta sobrevivir al abandono encubierto por parte del Estado, el mismo Estado que abandonó este galpón ferroviario. Y las charlas dentro y fuera de la muestra giran y se mezclan mezclándolo todo, como una memoria. El golpe. El paro docente. El galpón. El bachillerato. Las bandas. Las muestras. Y la cantina tiene que funcionar, ¡consuman, por favor! porque con lo recaudado se reconstruirán las aulas incendiadas, destruidas, del Bachillerato El Llamador del Galpón de Tolosa. ¿Cuánto vale una escuela? ¿Y un dibujo o una muestra, qué valor tienen? Una jornada repleta de obras difíciles y lentas como reconstruir una memoria, y ya son 38 años.
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