RE#39 por Gerardo Sánchez

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por Gerardo SĂĄnchez

Los Difuntitos de Nelson Sosa en Benteveo Espacio Cultural



Reseña por Gerardo Sánchez investigador

Los Difuntitos de Nelson Sosa 24 de agosto En Benteveo Espacio Cultural, calle 6 #1489 e/ 62 y 63, La Plata

ph Bárbara Beinza y Noe Barón



“Podemos referir a 'Los Difuntitos' como un puñado de escenas-objeto, en los que el humor es sólo una capa bajo la cual hay muchas otras resonancias” Gerardo Sánchez

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por Gerardo Sánchez

Fue el último día de agosto (o casi) un sábado, la presentación de la muestra de Nelson en el espacio cultural y taller artístico Benteveo; que ya desde el nombre ''Los Difuntitos'' adelanta sin ambigüedades lo que nos encontraremos: algo de humor e irreverencia frente a ese tema tan enorme que es el fin de la vida. En el centro de la sala principal, así como en la vidriera que da a la calle, la misma disposición fúnebre: un cuerpo en una caja, rodeado de flores. Colgadas en las paredes, otras obras que más allá del plano pintado; presentan una minuciosa reunión de elementos, con un armado consistente y preciso, como de relojería. Son dibujos y a la vez son también objetos. Superficies intrincadas en las que encontramos cuerpos, o mejor dicho algunas de sus partes: caras, manos y pies dibujados con destreza notable, en algunos casos el rigor anatómico es de corte médico, ahí aparecen órganos o ecografías. Corazón, hilos, puntos que se comunican, costuras. Muchos colores vivos; belleza a pesar de lo roto, los retazos. Evidencias del desgaste y del deterioro, y aún así, irónicos e irreverentes. Podemos referir a ''Los Difuntitos'' como un puñado de escenas-objeto, en los que el humor es sólo una capa bajo la cual hay muchas otras resonancias; encontramos también sacrificio y curación. La solemnidad esquivada con inteligencia, da como resultado una muestra graciosa, fresca; de una levedad

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profunda en la que permanece la gran pregunta ¿se trata esto de un sueño?, ¿soñamos porque vivimos, o es este plano en el que vivimos producto de un sueño, nuestro o ajeno? Los personajes que yacen en la muestra parecen flotar en el limbo, más allá de cualquier tormento o padecimiento; en las caras hay serenidad, puede que hasta nostalgia. No se sabe si rememoran lo vivido o vuelven como espectros a ese instante decisivo en el que se cambia de un estado a otro. Las anécdotas de cada caso son las que dan densidad y cohesión a una muestra de gran solidez conceptual y solvencia material, evidente en el cuidado preciosismo de los objetos. A modo ilustrativo, nos detendremos en un par de ejemplos: El cuerpo del centro de la sala se presenta como una especia de libro, encuadernado en su propio ataud; de modo que al abrir las puertas se nos muestran distintas caras del interior, cada una con un distinto color de fondo (todos muy vivos y llamativos) y distintos personajes en una misma posición. Este carácter de objeto que invita ser explorado nos plantea una obra que no se muestra completa de una vez por sí misma; y esa cualidad de variación se complementa con lo representado: distintos casos pero una misma condición, la misma finitud para todos. Un uniforme deportivo flotando en el aire, como puesto sobre el cuerpo ausente de un atleta; el equipo es ambígüo, fantasmático. Puede ser una versión apócrifa o bizarra de la selección albiceleste. El futbolista, pareciera correr detrás de una botella apócrifa, de birra o de gaseosa extraña. Al mirar con atención notamos la textura debajo de la pintura dorada, se trata armoniosos motivos vegetales, flores que se dibujan en un delicado relieve. El contraste de ese cuerpo que no esta, con la vestimenta deportiva dorada que invoca al fanatismo de una hinchada y que corre detrás de una botella caída es, sencillamente de una genial ironía. En una esquina de la sala, un personaje casi de tamano natural, en la típica posición mortuoria; envuelto en una mortaja de vivos colores, compuesta por latas que asemejan techos de zinc y postes eléctricos. Se trata de un cuerpo

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sofocado, enterrado en una urbe; o protegido, pero en todo caso ido, ausente. Al lado otra obra, en la que antenas de T.V. abigarradas, amontonadas, de colores pastel, sobresalen de una hendija vertical que no alcanza a contenerlas, se derraman. Las cajas destartaladas y las mortajas carnavalescas parecen irreverencias, pero hay también una serenidad en esos personajes que permanecen suspendidos en el aire, todos con los ojos cerrados. Prevalece una mirada de fino humor frente al desastre de lo inevitable; hay resignación, pero también alegría y vitalidad. También esta lo sagrado, sobre todo si lo definimos como la producción de lo sacro a partir del sacrificio; es decir de la pérdida voluntaria de un bien. Encontramos en estas obras de Nelson que hay parte de su vida en ellas, manifiesta en la dedicación puesta en cada objeto, los tiempos profundos de elaboración y cicatrización. Las costuras lo muestran claramente, lo bordado, lo zurcido y reconstruído. Los fragmentos del desastre reunidos y, a pesar de todo, vibrando con enorme intensidad, con la intensidad de siempre.

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