TECNOTOPIAS. Ecos del pensamiento de Marshall McLuhan (1911-‐2011) Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), 07 de diciembre.
El colapso de la mente. El paso de la sucesión a la instantaneidad a través de la luz José Luis Da Silva
Los empeños mal encausados pueden desembocar en locura, tal fue lo que le sucedió al famoso hidalgo, protagonista de la obra que inmortalizó a Miguel de Cervantes Saavedra. El mucho leer libros de caballería, conjugado con el deseo de desentrañar el verdadero sentido de las palabras hizo que Don Quijote perdiese el juicio. No eran pocos los desafíos en los que nuestro personaje puso a prueba su flaco razonar al seguir con mucho afán los relatos de duelos, combates y gestas caballerescas. No obstante, en este pugilato de palabras leídas sin descanso ni fin, la sinrazón se llevó la mejor parte; y es que, hasta el mismísimo
Aristóteles se hubiese visto en apuros ante frases tan retadoras. Para muestra sirva un solo ejemplo, de los tantos que podemos entresacar de escritores como Don Feliciano de Silva1 autor de un considerable número de novelas de caballería y que entre sus páginas se encuentran incomprensibles trabalenguas, algunos reseñados por el propio Cervantes: “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”2. Lo aludido no pasa de ser una señal representativa de los preludios de la modernidad, caracterizada como “prosa del mundo”, donde las palabras y las cosas tienden a confundirse. En estos casos, el criterio de suma y acumulación regido por la semejanza presta su apoyo epistemológico para organizar los signos y los objetos con el fin de hacerlos inteligibles mediante un esquema de numeraciones, clasificaciones, relaciones y sucesiones. Es, por lo pronto, el botiquín de primeros auxilios capaz de inocular los peligros de una realidad desarticulada, barroca, sin principio ni fin. Las cosas, al igual que las palabras son conexiones intercambiables, mudables pero nunca aisladas y sin continente. Al respecto apunta Michel Foucault que: “En el siglo XVI, el lenguaje no es un conjunto de signos independientes, uniforme y liso en el que las cosas vendrían a reflejarse como en un espejo a fin de enunciar, una a una, su 1
“…Feliciano de Silva, el más prolífico autor de libros de caballerías. Silva es el autor predilecto de don Quijote, y el más condenado en la obra. Para evitar que leamos sus obras Cervantes las calificó (en Don Quijote I, I) de imposibles de leer e ideales para perder el juicio. No son nada ilegibles y creo que Cervantes las describió de esta manera para evitar el contacto del lector con unas obras eróticas. Eisenberg, Daniel. Cervantes por Don Quijote. Barcelona: Montesinos, 1993, págs. 49,50 2 Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Primera parte. Madrid: Espasa-Calpe, 1966, pág. 22
verdad singular. Es más bien una cosa opaca, misteriosa, cerrada sobre sí misma, masa fragmentada y enigmática punto por punto, que se mezcla aquí o allá con las figuras del mundo y se enreda en ellas; tanto y tan bien que, todas juntas, forman una red de marcas en la que cada una puede desempeñar, y desempeña en efecto, en relación con todas las demás, el papel de contenido o de signo, de secreto o de indicio. En su ser en bruto e histórico del siglo XVI, el lenguaje no es un sistema arbitrario; está depositado en el mundo y forma, a la vez, parte de él, porque las cosas mismas ocultan y manifiestan su enigma como un lenguaje y porque las palabras se proponen a los hombres como cosas que hay que descifrar…”3. El papel, la tinta, la grafía, el objeto mentado, la idea son una y la misma cosa. El medio y su contendido se diluyen en el propio mensaje, ya que “el lenguaje –apunta Foucault– forma parte de la gran distribución de similitudes”4 que atraviesan de un extremo al otro al mundo. La semejanza marca la escritura de las cosas, estableciendo infinitas composiciones. De lo que podemos inferir que los procesos del conocimiento como la sucesión material de los hechos pueden ser explicados siguiendo dos métodos: el mnemotécnico o en su defecto el matemático o científico. El primero, encuentra en el mundo clásico y medieval sus más importantes representantes. Por ejemplo, Marco Tulio Cicerón en las Disputaciones Tusculanas muestra el carácter divino de la memoria que junto con la invención forman parte del arte de la retórica. La sucesión de experiencias y conocimientos son concebibles a través de lugares
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Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. México: Siglo XXI, 1985, págs. 42,43 Foucault, M. Ibíd., pág. 43
ingeniosamente construidos por la memoria artificial5. Por su parte, el método matemático, característico de la modernidad y utilizado hasta nuestros días, consiste en establecer mediante el análisis y la experiencia directa, la estructura del conocimiento a través del tiempo y el espacio. En este contexto el orden y la medida son los valores que mejor ponderan la fiabilidad de los juicios, al tiempo que contrarrestan los peligros de la sinrazón. La memoria, mediante la sumatoria y la acumulación, y la razón, a través de la medida y el orden proponen pautas de objetividad a los contenidos, descuidando, por momentos, las posibles contaminaciones de los medios, instrumentos, extensiones e interferencias humanas, naturales o tecnológicas inherentes al proceso del conocer. Sin embargo, hay algo más, que desde tiempos inmemoriales resulta indispensable para la consolidación del saber, inclusive, más allá de los méritos propios de la tarea acumulativa y de ordenación, dirigida a comprender, tanto las ideas como las cosas. Sabemos que éstas logran alcanzar, cada una por su lado, la verificación y certeza de los conocimientos, no obstante, ambos métodos no lograrían ninguna conclusión sin el concurso o presencia de la luz. Platón en la República nos dice: “Si la vista está presente en los ojos y lista para que se use de ella, y el color está presente en los objetos pero no se añade un tercer género que hay por naturaleza específicamente para ello, bien sabes
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“¡Memoria de cosas; memoria de palabras! Es ciertamente significativo que los términos técnicos de la memoria artificial se le ocurran al orador cuando, como filósofo, está probando la divinidad del alma... El notable poder que el alma tiene de recordar cosas y palabras es prueba de su divinidad; así como también lo es su poder de invención, no ya en el sentido de inventar los temas o cosas de un discurso, sino en el sentido genérico de invención y descubrimiento.” Yates, Frances. El arte de la memoria. Madrid: Taurus, 1974, pág. 63
que la vista no verá nada y los colores serán invisibles”6. Sin la intervención de un tercer género, la capacidad de ver y la muestra de los colores sería un total misterio y quedaría vedado todo camino conducente al conocimiento y la verdad. Es menester, entonces, de un medio que nos conduzca hasta las cosas, que nos hagan ver las ideas y a través de ellas, las cosas. Unas líneas más adelante Platón afirma en boca de Sócrates lo siguiente: “Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista…Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la claridad”7. La claridad, a través de la luz hace que las cosas sean distintas. A mayor o menor intensidad obtendremos percepciones diferentes sobre las cosas, y, por ende, el conocimiento no será el mismo. El medio interviene, y en este caso, asiste a la memoria y a la razón para organizar en secuencia los hechos y las ideas, evitándose así los despropósitos de la sinrazón. El mensaje todavía es, y lo será por largo tiempo, el fin de todo medio, estableciéndose, eso sí, entre ambas, una relación de estrecha colaboración. Ahora bien, que pasa cuando este medio, hasta aquí natural, es intervenido tecnológicamente. Se mejoran sus tiempos, se jerarquiza su importancia, se diluye los espacios, al punto que los contenidos terminan supeditados al medio, que ya no es, por cierto, uniforme sino múltiple, instantáneo y no sucesivo. Es aquí cuando nuestro foco de atención se dirige a la Escuela de Comunicación de Toronto, vista como un conjunto de propuestas teóricas colindantes. Aquí 6 7
Platón. República, Madrid: Gredos, 2000, pág. 335. (507e) Platón. Ibíd., pág. 337. (508c,d)
destacan tres ilustres profesores los cuales desarrollaron estudios que sirvieron para comprender con mayor amplitud la compleja realidad que nos incumbe como sociedad altamente plural, sofisticada, y cuya deuda con la tecnología es prácticamente impagable. Me refiero a los trabajos de Alfred Havelock (1903-1988), Harold Adams Innis(1894-1952) y Marshall McLuhan(1911-1980). Los nombrados provienen de disciplinas diferentes, el primero es filósofo, especialista en el mundo clásico; el segundo, economista, de la Escuela de Chicago y, el tercero, profesor de literatura inglesa y medios de comunicación, ¿qué observaron estos académicos, a mediados del siglo XX, que fuera determinante para constituir sin pretenderlo, en la Universidad de Toronto, una Escuela de pensamiento, cuyo papel será fundamental para entender los procesos tecnológicos de la comunicación? el profesor Jesús Elizondo Martínez nos responde la pregunta: “Los tres ejes cardinales que observaron en el trabajo de los otros fueron: primero, la ecuación oralidad-escritura; el papel de la escritura –y por lo tanto del alfabeto– como una primera tecnología que permitió el surgimiento de un pensamiento crítico, analíticofilosófico, dejando a la oralidad en la tradición de la creencia en el mito. Segundo, el método diacrónico comparativo en la historia; identifica momentos de transición tecnológica que marcan una crisis en la comunicación humana desde la Antigüedad hasta la Edad Contemporánea para establecer una relación entre ellos. Tercero, la naturaleza de las tecnologías de la comunicación y su relación con el sentido social del tiempo y el espacio. Esta característica es esencial para comprender el tipo de pensamiento y sociedad a la que pertenecen ciertas tecnologías. Estudiando
esto es posible observar los efectos de las tecnologías en el hombre, en la medida que éste crea hábitos de acción y de apropiación.”8 El punto de encuentro de estos autores era el cambio de hábitos y conductas como resultado de los usos y efectos de las tecnologías. Hábitos que son modificados con mayor rapidez cuando pasamos de tecnologías mecánicas a tecnologías electrónicas y de información. Realidad que se observa hoy día, por ejemplo, cuando el uso de la Internet supera las fronteras de los Estados, trastocando los sistemas financieros, económicos y políticos. Este conjunto de técnicas se presentan como medios cada vez más eficientes y veloces, llegando a modificar la concepción tradicional del hombre sobre su tiempo y su espacio. Al respecto McLuhan nos dice lo siguiente: “Los principales factores de impacto en los medios sobre las formas sociales existentes son la aceleración y la interrupción. Hoy día, la aceleración tiende a ser total, con lo cual queda eliminado el espacio como factor clave de las ordenaciones sociales…La aceleración tiende a mejorar todos los instrumentos de intercambio y de asociación humana. A su vez, la velocidad acentúa los problemas de forma y de estructura.”9 La aceleración cada vez mayor atenta contra la capacidad de procesar humanamente los conocimientos; de ahí que sea prácticamente imposible manipular la infinita lluvia de datos que cae sobre nosotros. Inclusive la información solicitada, por medios tecnológicos, no puede hoy ser leída en su 8
Elizondo M. Jesús O., La Escuela de Comunicación de Toronto. Comprendiendo los efectos del cambio tecnológico. México: Siglo XXI, 2009, pág. 15. 9 McLuhan, M. Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano. Barcelona: Paidos, 1994. pág. 112.
totalidad, y menos aún cotejada. En estas circunstancias la sucesión es sinónimo de anquilosamiento y parálisis, mientras la instantaneidad representa los valores de la eficiencia, la verdad y de actualidad. La velocidad con la que responde un buscador ante nuestros requerimientos, es no sólo aplastante sino favorablemente aceptada, aunque sea en detrimento de la calidad de lo pedido. Hablamos de espacios fluidos, que sustituyen los espacios territoriales constituyéndose relaciones inéditas ante los modelos establecidos por las comunidades que debían cuantificar el peso, la distancia y la disponibilidad física de la información, un ejemplo de ello lo tenemos en el libro impreso, vs., el libro digital, el cual se presenta inagotable, sin peso, y cuya única distancia es tecnológica más no física. Por su parte, el tiempo también rompe con la sucesión, lo que implica que los métodos mnemotécnicos y científicos-analíticos para comprender la realidad son ineficaces: “El espacio de los flujos –a juicio del profesor Elizondo- produce un tiempo atemporal. En la tecnología que sirve de soporte a la sociedad en red el tiempo es comprimido; las cosas suceden de manera simultánea y la linealidad de rompe en la discontinuidad de los eventos en la red.”10 Nos encontramos con la virtualidad que modifica los códigos espaciales y temporales, al punto que trastocan nuestros modos de entender las palabras. Ya no procede la secuencia amparada en un ordenamiento teórico, sino lo aleatorio, azaroso, lo que irrumpe y sorprende. La pantalla de nuestro ordenador es un mundo que organiza nuestras percepciones, se abren ventanas que no solicitamos, somos presa de los impulsos 10
Elizondo M., Ibíd., pág. 88.
eléctricos que pasan de ser los medios donde la realidad es comunicada, a ser la realidad misma. Los medios aparecen como lo único estable y continuo dando la apariencia de que todas las opciones son posibles en la instantaneidad, ya no es una quimera, efectivamente los senderos se bifurcan en infinitos espacios y tiempos, produciendo simulacros que borran biografías, aniquilan identidades, y por si fuera poco, la consistencia de todo contenido. En estas circunstancias no cabe hablar de emisores y receptores, sino la transformación instantánea entre unos y otros. No hay representatividad, no hay nada que defender, es simplemente una exposición sin pasado ni futuro, anclada en un presente continuo para algunos que, como el sociólogo belga Derrick de Kerckhove (1944) llaman este fenómeno la fase cuántica, cuyo sujeto no es, ni llegara a ser, sino que simplemente es un siendo en la instantaneidad digital de los impulsos eléctricos. La luz se encuentra a su máxima velocidad. “La clave para entender la nueva identidad del sujeto es lo que [Derrick de Kerckhove] él llama “selving” (una fusión entre el vocablo self y el sufijo transitivo ing) es decir, el sujeto en progreso, “siendo” constantemente, en la lógica de la física cuántica donde las cosas no son sino que simplemente devienen. La nueva identidad es una formación incesante en el momento de su uso, como el estar interactuando en la red, en un permanente flujo”11. En estas circunstancias lo dicho en 1964 McLuhan donde el medio es el mensaje queda trastocado por esta otra, quizás no imaginada por el estudioso de las tecnologías de la comunicación: el medio es el sujeto, es decir, aquello que decide lo que podemos o no tomar, discierne por nosotros, sobre lo que nos 11
Elizondo M. Ibíd., pág. 104.
conviene, corrige nuestros errores, su saber se inscribe en la instantaneidad, es una especie de nube que no está en ningún espacio y su tiempo rompe con todas las cadenas de sucesiones, inscribiéndose en la atemporalidad. En Platón, la luz natural es una extensión del ser humano que interfiere en el proceso de conocimiento para clarificarlo, lo cual permite que el mensaje aún mantenga su lugar privilegiado. Con McLuhan tenemos que las tecnologías mecánicas, y más aún las electrónicas e informáticas producen modificaciones, que en caso de las últimas, son determinantes en la importancia del medio, cada vez más automatizado, veloz y ajeno a la interferencia humana. “La velocidad eléctrica mezcla las culturas de la prehistoria con la hez de la comercialización industrial, al analfabeto con el medio alfabetizado y el postalfabetizado. Colapsos mentales de varios grados de intensidad son un resultado muy frecuente del desarraigo y de la inundación con nueva información y un sinfín de nuevos patrones de información.”12 En este caso, el colapso mental nos coloca en el mismo punto que hace quinientos años lo hiciera Cervantes al pintarnos los desvaríos de una sucesión sin orden ni método; hoy la instantaneidad, nos lleva más allá de la luz eléctrica, entendida como información pura- y catalogada por McLuhan como: “un medio sin mensaje”13. Esta es aprovechada por las nuevas tecnologías cibernéticas y digitales, las cuales se han encargado de darle vida y pensamiento propio al medio donde el sujeto es ahora una simple extensión. Al parecer no fueron las 12
McLuhan, M. Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano. Barcelona: Paidos, 1994. pág. 37. 13 McLuhan, M. Ibíd., pág. 30.
ciencias humanas, tal y como lo sugirió Foucault, al final de “las palabras y las cosas”14 la autora de la muerte del hombre, si no que éste cayó a manos de la tecnologías que ha impuesto el modelo de la aldea global, ejecutando sin consideración explosiones y contraexplosiones en el seno mismo de la sociedad occidental. “estamos entrando en la era de la implosión después de 3000 años de explosión. El campo eléctrico de la simultaneidad hace que todo estén relacionados entre sí. Todos los individuos, deseos y satisfacciones están
copresentes (sic) en la era de la
comunicación. Pero los bancos de computación
disuelven la
imagen humana. Cuando todos los bancos de datos se unen en un todo alternativo, toda nuestra cultura occidental se derrumbará… El hombre electrónico usa su cerebro fuera del cráneo y su sistema nervioso encima de su piel…”15 La extensión sustituye al hombre transigiendo en un nuevo modelo de vida y comprensión, mientras esto sucede, muchos de nosotros aún piensa en la nostalgia de tiempos pasados, más tranquilos y organizados por la memoria, por la razón y la convivencia reposada. Hoy esto es imposible, la información no se almacena en espacios físicamente reconocibles, y su tiempo no es lineal, sino continuo e instantáneo. Ahora, los sujetos responsables de los procesos de información y comunicación están llenos de cables, silicios, microprocesadores, chips, entre otras cosas y sus velocidades simplemente nos han arrollado. Por lo pronto, somos simples posibilidades, ejemplos y contraejemplos que los medios extraen del mundo-museo al que pertenecemos. En este gran simulacro el medio 14 15
Foucault, Michel. Ibíd., pág. 375 McLuhan, Marshall y Powers B. R. La aldea global. Barcelona: Gedisa, 1993, pág. 101
aparece como el sujeto moralmente encargado de decidir quĂŠ es conocimiento, verdad y realidad.