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Contigo todo, sin ti nada
Parte de mis mejores experiencias las he vivido en un Temazcal. Los baños de vapor nos reconfortan con nosotros mismos y nuestra espiritualidad, con el pasado y el presente. Y quizá, sea porque el agua nos evoca nuestro origen mismo, natural y materno.
Recuerdo bien una frase que escuché en una ancestral ceremonia de Temazcal: “contigo todo, sin ti nada”, refiriéndose justo al origen de la vida. Y es que además del razonamiento de Darwin, existen diversas teorías sobre nuestro principio, pero la mayoría de ellas forman un vértice en cuanto a que partió de un entorno acuoso.
Sabemos que el porcentaje de agua en el cuerpo humano es de aproximadamente un 70%, parafraseando entonces a los chamanes del Temazcal, “con ella todo, sin ella nada”…
El agua nos ha constituido como sociedades. Las grandes civilizaciones, incluidas las mesoamericanas, buscaron asentarse donde preferentemente la hubiera y si no, vieron la manera de llevarla para que la cultura floreciera. El agua, entonces, es un tema que, desde siempre, ha estado por encima de cualquier debate medioambiental.
La segunda Conferencia del Agua de la ONU 2023, en marzo, es una cita que no se podía postergar más. 46 años después de celebrarse la primera reunión para hablar sobre el tema, hoy, las razones para integrar nuevas mesas de debate se han multiplicado: la población mundial sigue creciendo y con ello, la necesidad del vital líquido, para todos.
El punto número 6 de los ODS marca que para 2030 deberá haber “Agua limpia y Saneamiento”. Esto es, mejora del acceso a los servicios del líquido y su saneamiento para garantizar vidas saludables mediante la gobernanza integrada del agua y la adaptación al cambio climático. ¿Vamos en el camino correcto?
Si bien en cierto que los gobiernos (en educación) y la empresa (en su uso desmedido) tienen gran responsabilidad en cómo se ha abordado la problemática del agua hasta ahora, nosotros como individuos también somos corresponsables de su desperdicio diario. Cuando dejamos encendidas, sin necesidad, las luces de la casa o la oficina, cuando lavamos nuestros autos con litros de más, o cuando no atendemos desperfectos en tuberías.
Estoy segura de que, ocupados como estamos en distintos temas, pocos de quienes tenemos la facilidad de abrir una llave para algo “tan simple” como lavarnos las manos, estamos conscientes de que, cada vez más, ese privilegio es de menos.
