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Tolkien Sum, Humani Nihil A Me Alienum Puto: o Cuando el Autor lo Invade Todo (Aun Sin Él Saberlo

Fernando Cid Lucas, España

Todos —y yo el primero— hemos elucubrado con las potenciales influencias recibidas por J. R. R. Tolkien (1892-1973) a la hora de conformar su fecundo imaginario literario. Nos hemos atrevido incluso a realizar comparaciones en ocasiones algo arriesgadas. Hemos especulado sobre los ideogramas de los trasgos que aparecen en las cartas “escritas” por Papa Noel, sobre la harina apropiada para cocinar lembas o si los balrogs tienen alas o no. Es entretenido, y, además, siempre se aprende algo, puesto que, para comparar, como mínimo, precisamos de dos elementos que enfrentar o a los que sacar parecido. Pero, hay ejercicios y ejercicios. Ejercicios en los que el lector puede percibir hacia dónde apunta el texto que tiene entre sus manos y en los que el objetivo del análisis aparece completamente difuminado. Con todos mis respetos, y valorando el trabajo de equipo que hay tras las monografías, este sería el caso de algunos de los ensayos recogidos en los volúmenes publicados en Italia titulados Tolkien e i Classici 1 y Tolkien e i Classici II 2 , de los que nos ocuparemos en esta breve reseña. Para comenzar, a los editores les alabo el gusto en muchos elementos de los libros, pero el ejercicio que han llevado a cabo “chirría” en algunos de los engranajes en la construcción de las monografías. Por fuerza, un autor —por mucha notoriedad que haya ganado— no tiene que recibir influencias de otros de los más importantes escritores a nivel mundial (máxime cuando en la nómina faltan nombres tan relevantes como el de Cervantes (un clásico vigente) o el de Lang (un clásico que ha perdido su vigencia un

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1 ARDUINI, Roberto, BARELLA, Cecilia, CANZONIERI, Giampaolo y TESTI, Claudio A. (ed.), Tolkien e i classici, Cantalupa, Effata Editrice, 2015.

2 ARDUINI, Roberto, BARELLA, Cecilia, CANZONIERI, Giampaolo y TESTI, Claudio A. (ed.), Tolkien e i classici II, Roma, Eterea, 2018. tanto, pero que la tenía durante la infancia y juventud de Tolkien); o cuando, en una sociedad cada vez más globalizada, emplear el término “clásico” para ceñirlo a Europa y a unos pocos escritores americanos que se expresan en lenguas europeas resulta, cuando menos, inconsistente 3 . Por esto, lo que no me parece de rigor es “aprovechar” el tirón sempiterno de Tolkien para que las líneas de investigación de los estudiosos de Dante, Santo Tomás de Aquino o Leopardi se enriquezcan, y sumen a sus CVs con las páginas pertinentemente isebenados quinquenios, tramos y licencias crediticias, dejando poco poso tolkieniano en el lector, o un ensayo hecho a jirones, un patchwork de otros ensayos y de otros nombres. Así, convocado por el sugerente título de Tolkien e i classici uno recurriría a sus páginas para saber más sobre Tolkien y el ámbito de los clásicos de la literatura universal, pero algunos de los nombres que allí aparecen son más que cuestionables (o, si no, que se lo pregunten a Bloom —no al actor que encarna a Légolas “Hojaverde”, sino a Harold, el crítico y teórico estadounidense 4 —). Mientras que algunos de los capítulos que contienen estos libros más tienen de: “El autor X y Tolkien” que de un verdadero estudio comparado entre autores, con muy poca presencia de Tolkien o de su obra, pero con datos e ideas interesantes, esto sí, aunque el autor de The Hobbit se quede a un lado y el lector con más “hambre” de Tolkien, porque lo digerido tiene “poca chicha”. Así, comprobamos que, en ocasiones, el orden de los factores sí altera el producto, o que se escribe en primer lugar Tolkien porque Tolkien hoy “viste

3 Léase, por ejemplo, lo recogido en el interesante ensayo de: FOWLER, Alastair, “Genre and the Literary Canon”, New Literary History, vol. 11, nº. 1, Anniversary Issue: II (Autumn, 1979), pp. 97-119.

mucho” en el mundo editorial y llama la atención del lector, a pesar de que sus compañeros de enunciado posean un indudable peso específico. Pero no puedo decir que todo en el libro sea cuestionable, Tolkien e i classici es un libro curioso. Sin duda lleno de (muy) buena voluntad, con mucho trabajo tras él y que enriquecerá la cultura literaria del lector. Hay una primera parte en la primera entrega, la que llega hasta Geoffrey Chaucer (h.1343- 1400), que me parece muy aprovechable, bien documentada y muy en la órbita de los intereses del profesor Tolkien. Confieso también que la idea de unir o comparar a Dante con el autor de The Lord of the Rings también a mí se me había pasado por la cabeza alguna vez, pensando en que ambos autores habían planteado crear una obra independiente y total, que no necesitaría apoyarse en otras, puesto que se nutría de sí misma, pero, superado un planteamiento inicial, eran demasiadas las dudas que me suscitaba dicha comparación, y lo dicho antes era una idea pueril. En ocasiones los críticos realizan extraños “matrimonios de conveniencia”, no hay que fiarse de todo lo que dicen. Así, la fórmula acuñada en Tolkien e i classici me parece dudosa. En parte porque Tolkien y algunos nombres propios están unidos sólo en el título, discurriendo el texto por otros derroteros. Esta estrategia en la redacción me recuerda a una

conversación real en un anticuario de Ocaña sobre el estado de un cuadro: “El lienzo está como nuevo, salvo por este trozo de tela que le falta aquí, a la izquierda”. Maese Pedro dixit. Es como decir que una botella está llena salvo por lo que le falta para estarlo. Y, en efecto, leyendo algunos capítulos he tenido la sensación de que más de un colaborador ha tenido en Tolkien una excusa para poder hablar (y publicar) sobre X, Y o Z. Con esta ecuación puedo decir que Tolkien y Poe, Coleridge, Wilde, Gabriel y Galán o Francisco Ibáñez encajan uno sobre otro a la perfección, salvo por unas diecinueve, veinte o veintiuna diferencias que luego pasaría a desglosar... Artículo hecho. Cualquier agencia que vele por la calidad de la investigación no tendría muchas pegas que poner. Tal vez sea un nuevo camino para la nueva crítica literaria. Tal vez sea lo que veremos en nuestro futuro editorial. Asimismo, se echa en falta algo que quizás pase desapercibido para la mayoría de los lectores, esto es: algo más de rigurosidad en el citado bibliográfico, en la correcta elaboración de las bibliografías, esa ingrata tarea que cumplen pocos autores y que los editores agradecen tanto. Pero estas son manías de curator, poco importantes para el lector, un mero recuerdo dentro de no muchos años, dust in the wind…q

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