Dominical 15 de abril

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ASUNTOS PENDIENTES ANTES DE MORIR, ANDRÉS TAPIA PÁG 2 RELÁMPAGOS EN FUGA, ARTURO MENDOZA MOCIÑO PÁG 7 HOJAS DE PAPEL VOLANDO, JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO PÁG 8

PEDRO AVILÉS PÉREZ

El

León de laSierra

En la evolución de los primeros contrabandistas de heroína a los grandes traficantes de mariguana Pedro Avilés Pérez representa un antes y un después en la crónica del narcotráfico en México. Un globo con rosas de plástico ondea junto al sitio donde cayó muerto, es la forma de recordar al hombre que encabezó la segunda generación de traficantes de droga P. 4

ABRAHAM SOLÍS

DOMINGO 15 DE ABRIL DE 2018

ADENTRO LOS YIHADISTAS JUEGAN CON LOS MENSAJES QUE SUBEN A LA RED, HACIÉNDOLOS MÁS ÁGILES Y ATRACTIVOS PARA CAPTAR ADEPTOS Pág. 3

EN BUSCA DEL SUEÑO AMERICANO, UN JOVEN SINALOENSE PASÓ DE ROBAR COCHES A TRAFICAR DROGA PARA EL CÁRTEL DE SINALOA Pág. 6


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OPINIÓN ANDRÉS TAPIA

Las llamadas a Sergio Pitol

Deme una línea, Andrés, así será más fácil para mí”. Él se hallaba en su residencia en la ciudad de Xalapa, en el estado mexicano de Veracruz, yo en la redacción del periódico Reforma de la Ciudad de México. Las palabras, entonces, pronunciadas a través de la bocina de un teléfono aún poseían una facultad que pronto se extinguiría: se desplazaban a través de cables que recorrían distancias largas, o cortas, mas en cualquier caso mantenían una conexión física con la Tierra. Creo recordar que en ese tiempo leí un cómic del superhéroe de fantasía Spiderman, de modo que, de súbito, le respondí: “Las arañas ignoran su destino”. Escuché el modo silente en que una sonrisa se perfiló en su rostro, y luego las palabras precisas y exactas que no sólo embaucaban y definían, sino también acertaban: “Es un endecasílabo”. Después de eso no recuerdo más. La mayor parte de mi relación con Sergio Pitol ocurrió de ese modo: a través de un teléfono alámbrico que él solía atender en su casa de Xalapa, no importando si el motivo de mi llamada fuese tan sólo una impertinencia. Una de éstas tuvo lugar la noche del 27 de octubre de 1999. El poeta gaditano Rafael Alberti había muerto, y me fue asignada la tarea de escribir un obituario en torno a su persona. La noticia de su deceso tuvo lugar cuando ya la edición del periódico Reforma estaba muy avanzada y el cierre editorial era inminente. Salvador Camarena, editor de la primera plana, me preguntó cuánto tiempo necesitaba. “Dame una hora”, le dije. “Tienes la mitad de eso”, respondió. Llamé entonces a Sergio Pitol, pasaban de las 20:00 horas, y con la prestancia de aquellos que han sido tocados a un mismo tiempo por la humanidad y los dioses, nos dio el titular con el que informaríamos de la muerte del poeta: “Parecía que en los últimos años Alberti era inmortal. Se murieron todos los de su generación, la del 27, y los de la siguiente, y él seguía entero, participando siempre en actos políticos o culturales”. Habitante de otro tiempo, uno en el que la imaginación era a un mismo tiempo el juguete más asequible y el más costoso, Sergio Pitol mantuvo siempre un precario equilibrio entre su vida pública y la soledad inherente a un escritor. En consecuencia, arrebatarlo de sus abstracciones era tan riesgoso como despertar a un sonámbulo. Sin embargo, acaso porque le profesaba una admiración auténtica que rayaba en la veneración, siempre encontré abiertas las puertas de su tiempo y su generosidad. Un día postrero de diciembre del año 2000, las llamadas telefónicas devinieron al fin en un encuentro cara a cara. No hubo nunca intermediarios, y tampoco en esa ocasión. Animal de costumbres, Sergio Pitol solía hospedarse en el Hotel María Cristina, ubicado en el número 31 de la calle Río Lerma, en la

colonia Cuauhtémoc de la Ciudad de México. Se trata de una construcción antigua, que abrió sus puertas el año de 1938, y en cuyas formas arquitectónicas pueden reconocerse estilos tales como el anglo-germano o el hispano colonial. Pitol presentaba entonces el que era su libro más reciente, El viaje, una remembranza de su vida como viajero, pero también una búsqueda del origen, el big bang, el momento preciso en el que el escritor asumió el que sería su destino. Así pues, al final de los relatos de las decenas de periplos que Pitol realizó por el mundo, aparece un recuerdo de su infancia en el que, enfrentado a un niño extranjero que le pregunta por su nombre, el escritor se identifica y miente para afirmar en el futuro su condición de ser universal: “Iván, niño ruso”. Aquella conversación con quien yo llamaba maestro Pitol, duró cerca de dos horas. En rigor se trató de una entrevista, pero se convirtió en una historia mucho más elaborada que habré de contar muchas veces a lo largo de mi vida. Y pese a que hubo momentos fascinantes, el que más recuerdo es un halago hacia algo que ciertamente no lo merecía. “En estos tiempos, Andrés, y en esta ciudad, es muy difícil ser puntual. Y usted lo ha sido. Se lo agradezco profundamente”. Las conversaciones telefónicas con Sergio Pitol continuaron durante mucho tiempo, fuese para pedirle una opinión sobre tal o cual acontecimiento, sobre tal o cual persona, y en algunas pocas ocasiones para pedirle que escribiese un texto en las páginas del suplemento cultural El Ángel del mismo periódico. En ocasión de una edición especial en torno a la literatura policiaca, la cual le fascinaba, Sergio Pitol nos entregó un extraordinario ensayo titulado: “Policías detectives (un relevo)”. Por entonces, sin conocer de su enfermedad, cuando hablaba con él le escuchaba tropezar con las palabras, perderlas, cual si se tratase de liebres que han avistado a un depredador en su entorno y huyen despavoridas. La afasia ya lo perseguía, pero su mente aún estaba intacta. Cuando el año 2005 le fue concedido el Premio Cervantes de Literatura, con la complicidad aprehendida en tantas y tantas llamadas telefónicas, lo llamé para felicitarlo. Y le dije: “Maestro Pitol, no sé cómo se felicita a un escritor que uno admira, de modo que, pensando en que usted admira tanto a Alfonso Reyes, sólo se me ocurrió esto: ‘Viajero, al fin has llegado a la región más transparente del aire’”. Lo escuché sonreír. Lo escuché reír. Y también escuché sus palabras: “¡Qué maravilla!”. Pasó el tiempo y Sergio Pitol empezó a perder no sólo las palabras, sino también la memoria. Las llamadas se espaciaron y eventualmente dejaron de ocurrir. Me confortaba, sin embargo, saber que, pese a todo, estaba vivo, Murieron entonces Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, todos sus amigos y cómplices. Y él, al igual que me dijo de Rafael Alberti 19 años antes, parecía inmortal. De otro modo, uno triste, aunque sea al viento o a la nada, tengo que volver a decirle lo que le dije, por teléfono, hace 13 años: “Viajero, al fin has llegado a la región más transparente del aire”.

REFUGIADO, MUSULMÁN Y MARATONISTA DEL PAPA ANDRÉS BELTRAMO / NOTIMEX

Es refugiado y musulmán. Porta con orgullo en su frente el signo característico de los ritos de la religión de sus padres, que practica también en Italia. Pero nada de ello le impidió ser acogido entre los “maratonistas del Papa”, el equipo de atlética oficial del Vaticano. Se llama Amsu Size y tiene casi 19 años. Llegó a Italia el 19 de marzo de 2017, luego de viajar durante tres meses desde su país de nacimiento, Senegal, hasta Libia, donde se embarcó para atravesar el Mediterráneo con la esperanza de un futuro mejor. Tras dos días hacinado en un bote, logró llegar hasta Lampedusa, la frontera sur italiana. Desde hace poco más de un año, el joven es huésped en un centro de acogida ubicado en la localidad de Castelnuovo di Porto, al norte de Roma. Allí espera el reconocimiento oficial de su estatus como refugiado y, sobre todo, sus documentos. “Llegué aquí y recuperé mi vida, estoy muy contento pero antes de llegar a Italia fue muy difícil, en mi país las cosas eran muy complicadas y viví una situación que no podré olvidar jamás”, confiesa. Nacido en Matam, de pequeño su familia debió mudarse a Simali por causa de la guerra. Allí creció y estudió. Se le iluminan los ojos al recordar a su familia, que todavía permanece en Senegal, y su actividad favorita de niño: el futbol. Reconoce que su fijación es el balompié, por lo que cuando el director de la cooperativa Auxilium (que administra el centro de acogida donde él reside) le propuso sumarse al equipo vaticano de atlética, no se pudo resistir. “Me di cuenta que era una oportunidad que no podía rechazar porque el Vaticano me hace pensar en el papa Francisco, es uno realmente bueno, con gran gentileza, por lo tanto no podía rechazar su oferta”, precisó. Apenas unas semanas atrás, él y otro refugiado se convirtieron en los primeros dos miembros externos de Athletica Vaticana, una escuadra oficial reservada exclusivamente para empleados y ciudadanos de la Santa Sede. Como explicó el cardenal

Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura del Vaticano, la aceptación de estos migrantes en el grupo sigue el pedido constante del papa Francisco por integrar y acoger a las personas en dificultad. Fue el propio purpurado quien les entregó sus nuevas casacas de maratonistas, que llevan los colores de la Santa Sede y el escudo pontificio. Para su debut, durante el pasado maratón de Roma, el grupo organizó la misa del maratonista, una celebración en la iglesia de la Santísima Trinidad ubicada en el centro de la ciudad, muy cerca del recorrido de los competidores. “Mis padres son musulmanes, esa es mi religión y debo practicarla como lo hacen mis padres. Donde juego al futbol soy el único musulmán y los demás son católicos, pero esto es independiente de las religiones”, siguió.

AMSU SIZE.

Yo soy musulmán, pero lo importante es que tenemos que practicar siempre la fraternidad pero sobre todo el diálogo interreligioso e intercultural, tenemos que tratar de entendernos entre nosotros. No es una cuestión de religión sino de deporte”

En esos términos, la aceptación de los refugiados en Athletica Vaticana va más allá de un acto caritativo o político, tiene más bien un sentido espiritual y social. Aunque el muchacho senegalés siga con su deseo ferviente no de ser maratonista, sino jugador de futbol. “Soy musulmán, el papa Francisco podría haber invitado solo a los muchachos católicos pero hizo todo lo contrario, promovió una interdependencia entre las religiones mediante esta importante actividad”, explicó. “Pero mi sueño es convertirme en un jugador de futbol muy famoso como Leonel Messi, como Neymar o Cristiano Ronaldo”, apuntó.


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La BKA calcula que la propaganda yihadista es un factor importante en la radicalización y la captación de nuevos miembros

BUSCAN ADEPTOS

VIDEOCLIPS PROPAGANDÍSTICOS: MENSAJES YIHADISTAS OLIVER VON RIEGEN / DPA

Los grupos terroristas utilizan de forma profesional los medios gráficos e internet para dirigirse a su público

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n yihadista con un arma en la mano posa de forma “heroica” sobre una roca, la cámara se le acerca por detrás y pasa de largo. Parece la escena de una película, pero se trata de imágenes colgadas por los yihadistas en internet, donde circulan numerosos videos parecidos. La Oficina Federal alemana de Investigación Criminal (BKA) calcula que la propaganda de las organizaciones yihadistas son un factor importante en la radicalización y la captación de nuevos miembros. ”La propaganda se ha vuelto más profesional y ahora se produce dirigida a determinados grupos”, explica una portavoz de la BKA. Los videos de la organización terrorista Estado Islámico (EI), por ejemplo, han alcanzado un elevado nivel de calidad, agrega. El experto en islamismo Marwan

El director del grupo de investigadores de la Universidad Gutenberg de Maguncia, Christoph Günther Abou-Taam considera que la red juega un papel vital en la radicalización. “No se puede calcular el elevado valor que tiene internet como plataforma de comunicación para organizaciones terroristas, pues así una organización terrorista obtiene la posibilidad de producir propaganda sin filtros en todo el mundo”, dice. Un supuesto intelectual interesado en la Yihad lee análisis en www.el soldemexico.com.mx

la red, mientras que los jóvenes miran breves videos, explica. Según el investigador, se pueden distinguir tres grupos a los que van dirigidos los videos: aquellos que quieren viajar a Siria y lo consideran como una orden divina; aquellos que buscan virilidad y aventura; y los criminales que buscan una especie de renacimiento. ”Una organización terrorista

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así solo funciona si se adapta a los destinatarios”, dice Abou-Taam. El objetivo principal del video no es argumentar ideológicamente los actos. Por el contrario “el acto habla por sí solo, las imágenes hablan por sí solas. Puedes decapitar a personas e incluso se te felicita por ello”. Sin embargo, el experto también cree que internet por sí solo no basta para radicalizar a las personas, para ello hace falta contacto real. Un equipo de investigadores de la Universidad Gutenberg de Maguncia, en Alemania, lleva medio año analizando videos y fotografías en el marco del proyecto Yihadismo en internet. El yihadismo está considerado como la corriente militar del islamismo radical. SABEN COMUNICAR ”Los yihadistas saben utilizar de forma profesional los medios gráficos y saben dirigirse al público”, señala el investigador y director del grupo Christoph Günther. “Se juega con los mensajes que llegan al espectador, pero sobre los que no se reflexiona de forma consciente”. El experto opina que las imágenes son adecuadas para superar la barrera del idioma. Son propaganda con la que también se pretende ganar adeptos. Los investigadores analizan el estilo, los mensajes, las citas y los medios de elaboración. Así, por ejemplo, se muestra a un converso solo a partes en un video, pero en cuanto encuentra la nueva religión aparece como una persona completa. Los creadores de los videos no solo pretenden enviar mensajes: “Se intenta presentar los videos como un parque temático”, dice el experto en cine Bernd Zywietz, que forma parte del equipo de investigadores. “Hay videos que están montados como videoclips de música. En ellos no se trata de enviar un mensaje, sino de entretener. Están adaptados a una cultura online de compartir”. Sin embargo, el experto opina que el momento de las apariciones en facebook, Twitter y YouTube está pasando poco a poco. “Se está dirigiendo hacia los grupos cerrados y los servicios de mensajería”, indica Zywietz. Los investigadores quieren descubrir a través de las redes sociales quién mira este material, quién lo comparte y quién lo comenta. Tratan de contactar con estas personas, también con los que comparten esta ideología, aunque están teniendo dificultades. ”Hasta ahora no nos ha salido demasiado bien porque estas personas son muy reservadas con los investigadores”, dice Günther. ”La tendencia es hacer remakes”, indica. “Los productos oficiales están reduciéndose cuantitativamente”. La red terrorista del EI gestiona temporalmente 50 canales de comunicación, según el experto en comunicación Yorck Beese. “La producción se ha reducido en más del 95%. Esto se debe a los ataques contra el EI y a que se están borrando contenidos”. La experta en islamismo Dick señala que actualmente en los videos también aparece material ajeno -como de cadenas de televisión extranjeras- falseado y manipulado. Además: “Cuando se borra un contenido, vuelve a aparecer en otro lugar. Es el juego del gato y el ratón”.


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globo EL LEÓN DE LA SIERRA

Un

para don Pedro JUAN VELEDÍAZ

Fue el hombre que rompió con el anonimato de los señores de la droga y visibilizó su poder. Hoy día, donde cayó muerto, existe un cenotafio que adquiere valor simbólico al abonar al mito del precursor de la ostentación, la temeridad y la sensación de dominio que se desprende del ejercicio de la violencia sin límite ue una balacera que reportaron por la frecuencia de radio policial la noche del Grito de Independencia. La alerta decía que un tiroteo a las orillas de Culiacán, por el rumbo nororiente, había dejado un reguero de cuerpos en el entronque de caminos conocido como la “y griega”, donde había un retén de la Policía Judicial Federal. Ese 15 de septiembre de 1978, un grupo de fotógrafos de prensa dejó la cobertura de los festejos patrios en palacio de gobierno, tomaron sus equipos y enfilaron rumbo al crucero que conduce a los pueblos La Pitayita y Tepuche. Cuando llegaron, un destacamento de agentes federales tenía acordonado el lugar. Salvo el Ejército, no dejaban que nadie se acercara. Ni la policía municipal podía pasar. Los fotógrafos lograron retratar una camioneta roja que estaba a orilla del camino, a simple vista lucía múltiples perforaciones de grueso calibre en la carrocería y parabrisas. Era una Ford de redilas modelo 1976 de doble rodada. Minutos más tarde un reporte informó que había por lo menos nueve muertos, tres de las víctimas eran mujeres. La escena no parecía un episodio más de las guerras del hampa en la capital de Sinaloa, la aparatosa movilización policiaca reflejaba que se trataba de algo mayor. La balacera comenzó alrededor de las ocho de la noche. Un grupo de hombres armados venían de la sierra a bordo de dos camionetas, cuando se aproximaban al retén se les marcó el alto, la primera aceleró y de la segunda comenzaron a disparar. Fue un tiroteo que duró alrededor de cinco minutos. Antes de la media noche, ante la magnitud del suceso, Cruz López Garza a quien los medios locales identificaron como jefe del Ministerio Público Federal y coordinador general de la campaña contra el narcotráfico, dio una conferencia de prensa en las oficinas de la PGR. Informó que había nueve muertos y seis heridos, cinco de ellos de gravedad. Entre los fallecidos estaban tres jóvenes mujeres de

16, 18 y 21 años de edad que venían con los pistoleros. “Posiblemente no tenían ninguna relación con el tráfico de drogas”, explicó el funcionario. La bomba noticiosa de la noche fue que uno de los más famosos narcotraficantes a nivel nacional estaba entre los muertos. Se trataba de Pedro Avilés Pérez, quien se hacía llamar también Armando Guerrero Pérez, oriundo de la Ciénega de los Silva, poblado en la sierra de Chihuahua, limítrofe con Sinaloa. Era el jefe del grupo más fuerte de traficantes de droga en la frontera de Sonora con Arizona, que creció durante los años sesenta y se consolidó en la primera mitad de los setenta.

EL FIN DE UN CICLO El cadáver de Avilés Pérez estaba tirado afuera de la primera camioneta, en los asientos estaban los cuerpos de las tres mujeres. Según el informe de la Policía Judicial Federal, su chofer y brazo derecho estaba sentado inclinado hacia un lado, se trataba de Juan Manuel Ruiz Soto, que se hacía llamar Jorge Santibañez Pérez.

Pedro Avilés Pérez se convirtió en el primer jefe mafioso muerto en enfrentamiento con la policía tras el inicio de la Operación Cóndor, como se llamó la primera gran estrategia militar de erradicación de cultivos de droga y detención de narcotraficantes, lanzada por el Ejército mexicano en enero de 1977

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En la parte de atrás junto a un charco de sangre yacía Rosario Monzón Ríos, su pistolero de cabecera. Tres individuos más asomaban sin vida en el segundo vehículo, eran Amado Félix López alias el Prieto, Leodegario Uriarte Meza y Románico Sariñana López, a quien se le encontró una credencial que lo acreditaba como agente judicial adscrito a la “Brigada Blanca”, el cuerpo paramilitar creado para combatir a la guerrilla por orden presidencial en 1976, integrada por judiciales, agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y militares. Durante la conferencia se informó que había 25 órdenes de aprehensión pendientes por cumplir contra Avilés Pérez desde cinco años atrás. Nunca fue detenido, y según el funcionario, durante ese tiempo la policía lo buscaba sin dar con su paradero. El jefe de los federales nunca habló de que don Pedro, como le decían, estaba arreglado con los agentes judiciales comisionados en la delegación de Culiacán, pagaba para que no los movieran a otros lugares. Había uno que le decían el Jarocho, otros eran Abraham y Margarito, todos convivían con el grupo de traficantes formado entre otros por Roberto Alvarado, los jóvenes Emilio y Juan José Quintero Payán, Juan José Esparragoza Moreno y Armando el Chanate Félix. Algunos de ellos morirían en vendettas, otros caerían presos, solo uno de ellos llegaría a ser un capo famoso por su discreción. Pedro Avilés Pérez no pasó por la escuela pero se hacía llamar “licenciado Burgos”. Le decían licenciado porque con fajos de billetes –o si se ponían necios a punta de pistola—, sacaba de la cárcel y alejaba de la mirada del gobierno a su gente cuando era detenida. Era una muestra de su poder, donde la política y el crimen borraban divisiones frente el auge del tráfico de mariguana en los años sesenta. La crónica del narco en México

apunta a Avilés como el primero en transportar volúmenes importantes de cannabis en camiones tortón y tráiler. Su red iba de Culiacán a San Luis Río Colorado, donde tenía propiedades. Cuando en septiembre de 1969 el presidente estadounidense Richard Nixon anunció el cierre unilateral de los pasos fronterizos para buscar disminuir el tráfico de drogas con la llamada “Operación Intercepción”, Pedro se convirtió en el precursor en el uso de avionetas para transportarla a través del desierto. El remolino juvenil sesentero pedía la “droga de diversión” de Texas y California. Quizá por eso su muerte aquella noche marcó el fin del primer ciclo del narcotráfico en México.

EL LEÓN DE LA SIERRA Pedro Avilés Pérez se convirtió en el primer jefe mafioso muerto en enfrentamiento con la policía tras el inicio de la Operación Cóndor, como se llamó la primera gran estrategia militar de erradicación de cultivos de droga y detención de narcotraficantes, lanzada por el Ejército mexicano en enero de 1977 en respuesta a la exigencia estadounidense de frenar el narcotráfico desde su origen. Su personalidad resumía la creencia en torno al imaginario del narco que se impuso como referencia a partir de entonces. El aura del traficante como la suma de carácter, temple, comportamiento, “espíritu bragado, bravío y bronco”, esenciales para la creación del mito. A don Pedro, alguien cercano que lo conoció lo recordaba como un hombre de complexión delgada, “era más bien chaparro, de 1.65 metros de estatura, tez morena y lampiña, de cabello oscuro”. De voz ronca como locutor de radio, de buen trato no hablaba con groserías, era respetuoso, no hacia bromas, y a todo mundo le hablaba de usted. “Pedro Avilés fue de los primeros traficantes en traer

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un grupo de gente armada en carros que se paseaba por la ciudad y por los ranchos. Todos los que andaba con él eran gente de arranque y resuelta. Todos eran gallos jugados (…). Los rifles que portaban eran R-15, llamado desde entonces chanate, por aquello del color negro. Él portaba dos pistolas .45 por cada lado de la cintura, cubierto por la camisa del traje coordinado, de colores claros como azul, café y beige. Vestía solo coordinados y no usaba sombrero ni gorra. Por dentro de la pierna del pantalón traía una pistola revolver de cañón corto, calibre .38 especial, dentro de una funda ligada a la pierna con una correa de vaqueta. Esto como precaución para defenderse cuando estaba sentado en algún restaurante o bar (…).Pedro usaba en la ciudad un Ford Galaxy de cuatro puertas sin puente, color café. No usaba blindaje, por no necesitarse, ya que no había en la mafia conflictos internos. Se mataban, pero de cara a cara. Él pagaba a muchachas colegialas o que se vestían de colegialas, para despistar a la judicial o al Ejército. Las jovencitas eran su blindaje. Él andaba en el asiento de atrás junto con alguna y delante andaban otras (…)”. 1 Avilés era la cabeza de playa de la generación de traficantes que a finales de los años sesenta visibilizó su presencia en las calles de Culiacán. Fue cuando la “belicosidad primitiva” comenzó a campear con las sangrientas disputas por el crecimiento del negocio y la llegada de la cocaína. Se paseaban por la avenida Álvaro Obregón, la principal de la capital sinaloense, “tomaban por asalto varias cuadras” en camionetas y con banda. La Policía Judicial estatal solo daba vueltas cuidándolos. Al estacionarse sacaban sus fusiles M-1 y los ponían sobre el cofre de los autos Galaxy-500 que parecían lanchas. Había una marisquería que le decían el Chino, por la calle Juárez y Andrade, todo mundo llegaba ahí, artistas, políticos, era el lugar donde convivían narcos y judiciales, recuerda un exempleado del establecimiento. El mito alrededor de don Pedro comienza desde su fecha de nacimiento. Elaine Shannon en su libro Desperados, al que Carlos Monsiváis llamó “apología semioficial de la DEA”, la agencia fundada en 1973 años después de que prosperó la red de Avilés Pérez, refiere que nació en 1940 y se inició como traficante de heroína junto a sus hermanos Heriberto y Manuel en el sur de California y Arizona. José Alfredo Andrade Bojorges, abogado de Amado Carrillo Fuentes el capo más célebre de los años noventa, decía que Avilés Pérez “nació y creció en medio de las drogas en los años treinta”. En su libro La historia secreta del narco. Desde Navolato vengo, recuerda que le decían el León de la Sierra por su origen en las montañas del Triángulo Dorado, de donde salió para Culiacán de muy joven para abrir camino hacia la frontera. “Aprendió a meterse entre las estrategias de los gringos, a que no lo utilizaran, sino a tratar de que pudieran salir las mejores condiciones. Solía decir: ‘Ellos se levantan todos los días a ver cómo pueden chingarme y yo a no dejarme’”. El lugar donde murió Pedro Avilés en la salida de Culiacán rumbo a Tepuche, forma parte de una geografía trazada por la simbología de las vendettas. Hoy día existe allí, a orilla del camino, un cenotafio, un sepulcro vacío formado por una cruz junto a una pequeña capilla, donde hay una inscripción que dice que nació en abril de 1948. Un globo con rosas de plástico ondea en lo alto junto a la capilla, es la forma de recordar al hombre que encabezó la segunda generación de traficantes de droga. En este lugar comienza la historia que encumbró a partir de entonces a Miguel Ángel Félix Gallardo, el hombre que llevó al narcotráfico a otro nivel con el auge de la coca, y que abonó la razón de ser de la DEA.

1 Pedro Avilés de carne y hueso. 5 de junio 2012. Río Doce.

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OPINIÓN

ARTURO MENDOZA MOCIÑO

En la primera alegría del alquimista nómada

DE ROBACOCHES A TRAFICANTE

YO TRABAJÉ PARA E L CÁ RT E L D E

SINALOA Cruzó la frontera para robar autos en Arizona y terminó al servicio del narco, con el que ganó hasta 70 mil dólares en un día por transportar droga; hoy trabaja en un Oxxo

CAMBIO DE VIDA

BRENDA ROMÁN / TRIBUNA DE SAN LUIS

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o pude reaccionar, nos pidieron que nos tiráramos al suelo y lo hicimos; de pronto ya estaba en una patrulla con las manos esposadas”, cuenta Pablo (nombre ficticio) enganchado por el crimen organizado a los 21 años a una banda dedicada al robo de autos en Arizona, Estados Unidos, deslumbrado por el dinero en abundancia y las emociones fuertes. La adrenalina, el dinero fácil y los corridos cuentan una historia que atrae mucho a los adolescentes y jóvenes, quienes creen que se volverán el Chapo Guzmán al integrarse a ese mundo.

SUBIR PELDAÑOS Oriundo de Guasave, Sinaloa, estado identificado como cuna del crimen organizado y donde diariamente se perciben negocios ilícitos que generan millones de pesos en ganancias, pero también mucha muerte; gozaba de una buena calidad de vida, pero al ver la cotidianidad del crimen, como si se tratara de algo normal, Pablo acepta que no midió los riesgos y se enroló. Su padre es aún operador de camiones de carga y su mamá profesora de educación primaria, y él no reparó en cruzar ilegalmente la frontera que divide a México y Estados Unidos para dedicarse al crimen, en 2004. En Arizona robó autos, alrededor de tres por día, con ingresos de hasta dos mil 700 dólares, que al tipo de cambio actual serían unos 48 mil 600 pesos diarios, los mismos que en promedio anualmente recibe un trabajador de maquiladora, que gana 870 pesos por semana. Cuando no eran automóviles, el negocio alcanzaba jet skies, botes y todo tipo de unidades de lujo; la banda que integraba era apenas el primer eslabón de la cadena. Todos los vehículos eran traídos a México. Los buenos resultados hicieron que pronto Pablo llamara la atención del cártel de Sinaloa, el cual lo reclutó para mover droga: su labor era recibirla y transportarla al comprador. Inicialmente ganaba un dólar por libra y para el final de su carrera

y parecía que su vida estaba arreglada. En una ocasión armó una fuerte venta y citó al comprador en un almacén de los que tienen varias bodegas; desde el principio algo le dio mala espina, pero decidió continuar pues la mercancía estaba apalabrada. Lo que no sabía es que uno de sus compañeros lo había entregado a la DEA a cambio de un buen trato de la justicia estadounidense. Cuando Pablo llegó al lugar y cerró el trato, sorpresivamente aparecieron los elementos antidrogas, quienes mostraron sus placas y arrestaron a los traficantes. “No pude reaccionar, nos pidieron que nos tiráramos al suelo y lo hicimos; de pronto ya estaba en una patrulla con las manos esposadas”.

eran grandes volúmenes de mariguana y ya la cobraba a otro precio. “Empezamos con 100 y 150 libras, era poco; en ese tiempo yo también trabajaba en la construcción y buscaba legalizar el dinero que gastaba. Un dólar era poco para los años de prisión que me esperaban si era atrapado, no alcanzaría ni para pagar el abogado”, explica. El nivel de confianza fue medido por el grupo criminal y con ello aumentaron sus ingresos. Cuando se ganó la confianza de sus jefes le permitían transportar mil libras y en alguna ocasión logró recibir hasta 70 dólares por cada una. Para ese momento no solo la movía, ya también contactaba a los compradores finales en un ambiente donde había logrado subir peldaños. “Nunca quise traficar otra cosa que no fuera mariguana, sabía que la pena por ese delito era menos severa que con metanfetaminas; con meta significan más de 10 años. Además, en cierto lugar de mi mente me decía que esa droga era más nociva”, afirma. “El dinero fácil se gasta fácil”, dice convencido el excriminal, pues así como obtenía grandes cantidades de dinero también las gastaba en ropa y restaurantes de lujo. En algún momento tuvo nueve autos en la cochera de la casa que rentaba. Pablo tenía novia, una chica que conoció en el mismo ambiente criminal, y con ella disfrutaba del ingreso que percibía. “Nos dábamos una buena vida; de hecho, ella también era parte de una familia que se dedicaba a la actividad ilícita”, indica. En siete años de vida criminal conoció a funcionarios de migración y empresarios que se encargaban de lavar el dinero sucio. Fue deportado en dos ocasiones, irónicamente por faltas de tránsito, y le fue sencillo volver a Estados Unidos y continuar con la labor que le permitía vivir entre lujos. Allá, en Sinaloa, su familia desconocía la forma en que se ganaba la vida. Con frecuencia les mandaba dinero, cantidades que no llamaran la atención a fin de mantenerse fuera del alcance de la justicia. Llegado 2011, Pablo ya movía una buena cantidad de droga www.el soldemexico.com.mx

El proceso judicial fue justo y la sentencia de seis años de prisión; durante ese tiempo rodó por tres cárceles de Arizona y en Florence pasó sus últimos seis meses. “La vida allí es triste; aunque mi familia me visitaba, extrañaba la libertad; uno de mis compañeros tenía esposa y cuando fue a visitarlo le sugerí presentarme a una de sus amigas, ella dijo que sí, aunque yo no guardé muchas esperanzas”. En la siguiente visita, Pablo recibió una sorpresa: le presentaron a María, una sanluisina de la que dice se enamoró a primera vista. “Teníamos media hora de visita y se nos fue como si se tratará de segundos, los últimos seis meses no la pase tan mal”. Durante su estancia en la cárcel Pablo conoció a muchos sanluisinos, uno de ellos de 17 años que cruzaba droga por el desierto y fue encarcelado. Pronto llegó el día en que finalmente pudo salir de las rejas; fue deportado por la frontera de Nogales, Sonora, tomó el camión a su natal Sinaloa y al llegar fue bien recibido por su familia. Rápidamente y motivado por su nuevo amor, retomó su vida en el negocio familiar y continuó sus estudios universitarios, curiosamente en la carrera de criminología, mientras mantenía su relación con María, a quien visitó durante un año, dos veces al mes. Finalmente el amor le ganó y no pudo resistir la ausencia. Decidió mudarse a San Luis Río Colorado y casarse. Hoy tiene una hija de un año y meses, revalidó materias en una universidad local y sigue estudiando; en agosto pretende graduarse. Pablo dice que después de a su familia, es la primera vez que narra su historia, de la cual no se siente muy orgulloso, pero tampoco se arrepiente pues le dio la oportunidad de conocer a su esposa, quien le dio una hermosa hija. “La vida del narco quedó atrás, hoy vivo muy a gusto; trabajo en un Oxxo, tengo un puesto donde me cambian constantemente de sucursales pero gano mejor que siendo sólo cajero. Me va bien, pero claro que jamás como cuando movía droga. No me quejo, ahora soy libre”.

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a cruzada de los niños de Marcel Schwob, La metamorfosis de Franz Kafka, El Aleph de Jorge Luis Borges y Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso eran los libros más perfectos que había leído Sergio Pitol, el Premio Cervantes mexicano de 2005, quien expiró el pasado jueves en su casa de la neblinosa pero las más de las veces Xalapa tropical, marcada por el número 11 en la inclinada calle de Pino Suárez. Rodeado por los 14 mil ejemplares de su biblioteca personal, subrayados, autografiados, atesorados por largos años y un sinfín de viajes, Pitol se preguntaba, entre la lectura de cada de uno de sus aliados en el día a día, de qué alquimia delirante habrían surgido aquellos pequeños que se proponían reconquistar Jerusalén, en qué momento Gregorio Samsa dejó de ser humano en la mente del escritor checo para tener antenas en lugar de cabellos, cuándo se detendría el fulgor cruzatiempos del prodigioso objeto imaginado por el ciego de Buenos Aires. Sus dudas fueron respondidas con la materia misma de su curiosidad: literatura. Praga, mayo de 1983. Sergio Pitol forma parte del cuerpo diplomático de la Embajada de México en Checoslovaquia. Aquí vivirá seis años para descubrir que esta ciudad, como ninguna otra en el mundo, es intensamente inspiradora porque aquí los caminos de la creación artística se entrecruzan como las mismas tramas de las novelas más célebres que han convertido a la añeja capital de las cien torres en un personaje que, a la manera del rabino Judah Loew en la novela El Golem de Gustav Meyrink, abriga y alienta el genio. Sea en el hotel donde Richard Wagner compuso Tristán e Isolda, en la posada Los Tres Moros donde Johann Wolfgang von Goethe veraneó durante muchos años, en el pequeño teatro donde Wolfgang Amadeus Mozart estrenó Don Giovanni, en el hotel donde se alojó Franz Liszt, en la sala donde tocó Frederic Chopin, el departamento donde convaleció Johannes Brahms de sus males, y muchas veces Franz Kafka, el mexicano nacido en Puebla el 18 de marzo de 1933 encuentra indicios sólidos para realizar una crónica literaria de la ciudad que se estremece ante los devaneos amorosos de Teresa, Sabina y Tomás en La insoportable levedad del ser de Milán Kundera o se convierte en un encantamiento con la terquedad temeraria de Jakob Meisl que relata, en De noche, bajo el puente de piedra de Leo Perutz, un amor imposible en la Praga del siglo XVI entre Rodolfo II, rey de Bohemia y emperador del Sacro

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Imperio, y la bella Esther, esposa del riquísimo judío Mordejai Meisl, gracias a una rosa y un romero que el gran talmudista Loew plantó para que los amantes se encuentren cada noche entre sueños. Barcelona-Ciudad de México, 1996. El arte de la fuga prueba que la fusión entre la memoria, la crónica y la ficción puede fundar un nuevo género literario. Que se puede hablar de libros que existen y también de otros que podrían existir y de otros que no sabemos si pueden existir o no, como ha considerado Juan Villoro sobre este libro cúspide en la obra del autor de Domar a la divina garza. Pitol, reitera Villoro, ha conseguido con este volumen heterodoxo mezclar los sueños con las acciones y forjar un espejo de su vida misma: el nómada que ha sido durante décadas tiene ante sí el reflejo del nómada que se pasea gozoso entre géneros literarios. Como el rabino Loew que crea un Golem para proteger a los judíos de Praga con una palabra mágica, Pitol comienza una nueva andanza literaria donde revelará pasajes dolorosos de su existencia. Así compartirá: “Los caminos de la creación son imprecisos, están llenos de pliegues, de espejismos, de demoras. Se requiere la paciencia de un ángel, una buena dosis de abandono y, a la vez, una voluntad de acero para no sucumbir a las trampas con que el inconsciente se encarga de obstaculizarle al escritor su camino. La lucha entre Eros y Thanatos está siempre en la raíz de la creación, ya se sabe. Pero el final del combate es siempre imprevisible”. Se avergonzará en ese libro siamés de El arte... que se llama El viaje con el que se adentra en la Unión Soviética: "Era yo un niño bastante loco, muy solitario, muy caprichoso, me parece. Los problemas de mitomanía me duraron unos cuantos años, como defensa ante el mundo. A veces, más tarde, con unas copas, volvían a surgir, lo que me encolerizaba y deprimía a un grado desproporcionado”. Iluminará la mirada en ambas obras cuando relate cómo, ya sin sus padres y su hermanita, hallaba la felicidad que no encontraba alrededor suyo en los libros. Los clásicos franceses y rusos lo ayudaron a olvidar tristezas, pérdidas y sobrellevar los sinsabores de aquellos años tiernos y compartir con otros, muchos años después, en Praga, en Pekín, en tantos sitios donde erró, esa fuente de felicidad que hay en esos objetos que él mismo forjaría con su puño y letra, entre lágrimas y carcajadas, hasta terminar convertido en un consumado alquimista de no pocos sortilegios. yambacaribe@gmail.com


D.

OPINIÓN

08

15 DE ABRIL DE 2018

NOMBRE COLUMNA JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO

La combi nacional

¡Súbale súbale, todavía caben! ¡Hágase pa’cá! ¡Hágase pa’llá! ¡Acomódese así o asá!” Y ahí vamos apretaditos los dos, espumas y terciopelo; no dos, somos tres, cuatro, cinco, seis ¡siete! ¡ocho! ¡nueve!... y los más que se pueda, aunque no quepan, porque todos tenemos prisa en “hora pico, desde aquí te brinco”. El chiste es que nos vayamos en la combi sagrada. “Si vamos a caber en el infierno, que no quepamos en una chingada combi”, dice el último pasajero en tono de reto y se lanza al interior como en alberca; y ahí vamos, en calidad de personajes urbanos de la muy querida Familia Burrón: Por fuera de la combi apenas se ven narices y rostros uno sobre otro, como pasa todos los días en las calles cacarizas y lunáticas de esta México el asiento, hoy conocida como CdMx luego de que el señor Miguel Ángel Mancera le quitara el “Distrito Federal” tan querido, o mejor, para los urbanólogos y transportólogos: Zona Metropolitana. Y hoy, como en los viejos camiones de a treinta centavos, ocurre lo mismo, aunque el tamaño de la nave, la distinción y la vestimenta parezcan distintas. Todo está en conseguir treparse a la combi verde, verde como el trigo verde y verde-verde limón, con copetito blanco, de puerta corrediza y con la súpernovedad tecnológica del mecatito que la cierra desde el lugar del conductor. Y subir sin hacer cara de fuchi a riesgo de una pamba colectiva y con ganas de llegar sano y salvo a donde el destino nos alcance. Y ya adentro, mientras arranca como si fuera Ferrari, acomodarse como se pueda, en alguna de esas micro bancas en donde tóquele bien el bai’ao, tóquele bien el bai’ao, tóquele el vaivén, tóquele el vaivén: esta combi estilo cha-cha-chá…” Aquí nadie se duerme, porque pasajero que se duerme, se lo lleva la corriente. Así que hay que acomodar cuidadosamente la rabadilla en un espacio infinitesimal, de ahí en adelante la cosa está en empujar hacia atrás, empujar y empujar, hasta tocar el respaldo o que alguno de la orilla caiga o todos se hagan a la idea de que donde caben cuatro, caben cinco… o seis… o

siete, portafolios y bolsas no cuentan en estos bólidos, hermanos menores de los microbuses y más menores de los trolebuses –que todavía hay por ahí algunos- y que sirven para transportar a gente que salió en cantidades industriales del vientre de sus señoras mamás y que viven o se acercan a este alto valle metafísico, que dijera don Alfonso Reyes. Delante, en el asiento principalísimo junto al “conductor” va la mexicana, o el mexicano privilegiado. Es el lugar reservado para los dioses y para Diógenes que transporta la flama que alumbra al mundo y que aquí se ha convertido en volante de vehículo blindado contra mentadas de madre. En ese lugar distinguido hay lugar “para dos”; es el lugar en donde nadie molesta al pasajero VIP quien, además, tiene el privilegio de tener a la mano el peluche azul con el que Diógenes ha cubierto el tablero de su nave del olvido. Y tiene a la mano el zapatito de bebé que cuelga del espejo retrovisor o, en su lugar, el Ce-De, regalo de la novia-esposa-amante; tiene a la mano la imagen del santo patrón de Diógenes y tiene a la mano el montón de Ce-De’s con música vibrante y vibradora, a tono con los tiempos: Margarita, la diosa de la cumbia, Los Tigres del Norte, el mal-averiguado Julión Álvarez, Lupillo Rivera… y hasta el difunto Valentín Elizalde con “Cómo me duele, cómo me duele; como me duele que te saquen a bailar…” y, acaso, alguna vez un chofer escuchará la radio en “Las noticias, señor” o si están muy pesadas –como es que es- entonces podrá cambiar a “La más perrooona”, y así se musicaliza la vida, el dolor y el transporte del pasajero que todo lo ve y todo lo perdona. “Sonría, puede ser la última vez”. De tiempo en tiempo pasajeros bajan, otros suben, otros miran de soslayo, otros hacen como que piensan la redondez de la tierra o quienes miran con desprecio a la plebe porque “yo me subí a esto porque se me descompuso el carro y necesito traer a un mecánico”. Como quiera que sea, todos los que están ahí, todos los que estamos ahí, vamos a

cumplir la encomienda de “tendrás que ganar el pan con el sudor de tu frente”, aunque ahí lo que suda es cosa diferente. Todos en la combi, o casi todos, somos gente productiva que nacemos, crecemos y nos reproducimos, más tarde, si de eso quedan ganas luego. Pero hay diferencias. Por las mañanas predomina la gente joven que “estudian o trabajan”; gente de trabajo o quienes llevan a sus hijitos preciosos tan bonitos y refulgentes –y que sin que se dé cuenta la mamá preciosa, me hace caracolitos con la mano-. Van a la escuelita que está al otro lado del mundo porque “no me lo recibieron aunque tenía muy buenas calificaciones, pero ya sabe cómo es eso y, pues le tocó hasta acá en donde están puros reprobados”. Los aromas van de lo seductor a lo primaveral, del jabón del baño reciente a la loción con olor a jazmines y rosas en la cara, que venden en una tienda cuca con tecolotitos, de un señor muy cuco que nunca-jamás-en la vida viajará en una combi nacional de a cinco pesos la dejada nada cuca. Por las mañanas todavía es un privilegio eso de los aromas que, como ya se ha dicho aquí apropiadamente, van de tal a cual olorcillo, todavía confesable, a lo agrio y campirano por las tardes, después de las seis aquello transforma sus esencias a lo metro de París o de Madrid, con el agregado del perejil y la cebollita cambray, de la que todavía se percibe el rechinido. Y ahí vamos llenos de color en nuestras ropitas de trabajo o de escuela o de ganas de tener trabajo, envueltos en nuestras soledades, pues para andar con nosotros, “nos bastan nuestros cinco pesos”. Y ahí van nuestras almas en pena, metidas en una de las 40 mil combis con 106 rutas en toda la Ciudad de México y con mil 163 recorridos, que abarcan vías primarias y secundarias: la mayoría de los “operadores” son jóvenes que no encontraron chamba y pues eso: al desquite social. Es la combi nacional, sagrada y bendecida, porque solo así se entiende que sus llantas a las que ya se les ve el aire, rueden a una

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velocidad vertiginosa, que pase semáforos en alto, que agreda a otros vehículos cuyos conductores sacan la mano para hacer un corte familiar, o quienes guardan la compostura y mascullan en los labios un “chinga a tu madre” o aquellos que prefieren pensar que así es esta vida que Dios le dio. El conductor y la combi van ahí. Solos contra el mundo. Odiando al mundo “¡porque el mundo no me entiende y habré de desaparecerlo, comenzando por los que manejan a ochenta por hora y siguen la línea recta o los que esperan a que el semáforo se ponga en verde!” El conductor joven, con el cabello en puntas, a lo erizo, con gel de gorila, pantalones de mezclilla con agujeros previamente fabricados, con tenis de marca comprados en la San Felipe y con una sonrisa diabólica en sus labios de cuyos colmillos, se ha dicho por ahí, salen gotas de sangre y con una mirada de color escarlata a lo Germán Robles en El Vampiro y, mientras aprieta el volante como a un rifle, da los cambios de velocidad a una velocidad solo comparable a la de los corredores de Fórmula Uno. Ahí los tenéis, cual les permitís. Y desde arriba, desde el cielito lindo, se verá aquella combi que serpentea entre vehículos, que brinca, que empuja, que arremete, que frena y rechina y que nos traslada, que nos favorece, pero que nos arriesga y nos hace sentir el desahogo de la adrenalina nuestra de cada día. Al final, todo esto tiene sus ventajas, porque no hay nada comparable con la llegada al destino y bajar-descender-tocar el piso aún con vida, porque sí, “aunque usted no lo crea”, se está vivito y coleando en esa parte de la tierra de la que llevamos la esencia en la sangre, porque estamos ahí, sobrevivimos y sobreviviremos hoy, mañana, pasado, todos los días a esa combi verde con copetito blanco y al ritmo de: “… tóquele bien el bai’ao, tóquele bien el bai'ao: tóquele el vaivén, tóquele el vaivén: es la combi estilo cha-cha-chá…” jhsantiago@prodigy.net.mx


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