Dominical 8 de abril

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ASUNTOS PENDIENTES ANTES DE MORIR, ANDRÉS TAPIA PÁG 2 RELÁMPAGOS EN FUGA, ARTURO MENDOZA MOCIÑO PÁG 7 HOJAS DE PAPEL VOLANDO, JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO PÁG 8 DOMINGO 8 DE ABRIL DE 2018

D. Mapas, libros y aventuras P. 3

A medio camino entre la pieza de coleccionista y la obra literaria, una pareja de artistas elaboran mapas basados en novelas para que lectores y amantes de los libros intensifiquen su Aventura Literaria

ADENTRO HEMINGWAY EN LA HABANA, LOS TURISTAS EN CUBA RECORREN LOS LUGARES EN LO QUE ERA COSTUMBRE VER AL ESCRITOR ESTADOUNIDENSE Pág 5

PADRES OBSESIONADOS Y SOBREPROTECTORES ESTÁN PROVOCANDO UNA GENERACIÓN DE NIÑOS ANGUSTIADOS E INSEGUROS Pág 6


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OPINIÓN ANDRÉS TAPIA

La elección de un elefante

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ban y sus pasos no prometían andar de vuelta el reciente, pero rudimentario cemento patinado de lluvia. Y eran todos los de ahí más siete que aguardaban febriles. Es decir, 120 en total. Al silencio lo adelantó Juan Corcobado, el sombrero chorreante y la mirada resuelta: “Que no sabemos qué y tenemos que saberlo ahora”. Detrás suyo, largos los rostros, seis hombres se revolvieron en las sillas que ocupaban cuando una mano contuvo a un tiempo viento y enojo. —¿Por qué nos has hecho venir, Corcobado? —Tenemos la elección jodida. —Otra vez esos cabrones... —Esta vez no: está jodida... no sabemos quién ganó. Y si el Hijo del viento —tal era el mote de Juan Corcobado— lo decía, no podía ser más que verdad. Todos callaron, es decir, los que en número sumaban 120 y que eran los 113 que al tañer las campanas tomaron la plaza y los siete que contaban papeletas pero que en realidad eran seis más Juan Corcobado. —¿Cuántos somos? — preguntó Corcobado apretando un puño, respirando lento, mirando un triángulo de luz ambarina que sólo él podía mirar y que en nada estaba relacionado con aquellos días en que podía correr contra el viento que doblegaba a Santa María y enfrentar al sol sin cerrar los ojos. —Ciento y veinte justos. —Pues hay 60 votos a favor de Pedro Miguel Alarcón y 60 votos a favor de Pablo Medrano. En un susurro, igual que en el horizonte se percibe el relámpago y solo un poco más tarde el trueno que lo acompaña, una palabra adquirió fuerza a medida que los labios aprendían a pronunciarla: fraude. Juan Corcobado aún apretaba un puño, pero había olvidado cuál. Miseria, lodo y piedras se arrojaban en la voz unísona de todos y llagaban una mano tendida. Lo desafiaban, como otrora él al viento y al sol, pero no era su autoridad la que estaba en entredicho sino su palabra. Porque Juan Corcobado, y lo sabe cualquiera que le haya conocido, nunca fue cacique ni caudillo sino apenas el hijo del viento. Eso debería bastar. Los seis que estaban sentados plantaron cara al temporal. Y de a poco llamaron a todos los 113 para que explicaran su voto. Si tú eres Dora Pescador, dinos por quién votaste; si tú Camilo Arriaga, haz lo propio; si tú Martín Andaluz, cuenta tu verdad... Al fin se llamaron a ellos mismos y el último en hablar fue Juan Corcobado. Entonces contaron las palabras, que deberían contar más que los votos, y en números ofrecieron la simetría de 120: 60 para Pedro Miguel Alarcón, 60 para Pablo Medrano. —¿Qué hacemos, Corcobado? La lluvia lo cegaba, el viento lo desobedecía. Aún miraba, sin embargo, el triángulo de luz ambarino que a media legua de distancia hería la noche. Levantó el brazo, el mismo que culminaba en un absceso de odio, y lentamente abrió su mano.

—Allá hay un campamento de gente ajena a este pueblo. Vayamos por alguien, por uno, y que sea él quien decida. —Pues sí, Corcobado, pero ¿quién de ésos podrá ser verdaderamente justo? Convirtió nuevamente su mano en un puño y cerró con fuerza los ojos para sacudirse los hileros de lluvia. En esa breve oscuridad se descubrió corriendo contra el viento, mirando al sol de frente, con apenas 18 años. Al abrir ojos y puño la respuesta se desprendió cual avellana del roble: —El más viejo de todos. Los seis nombraron una comisión de cinco que fueron restados de los 113. Si aprovechando esa ausencia hubiesen votado, Pablo Medrano habría sido elegido presidente municipal. Pero eran gente de honor hecha a imagen y semejanza de Juan Corcobado. Así que no podían hacer otra cosa más que esperar. Pasadas tres horas, aún sin amenaza del crepúsculo, los cinco volvieron y con ellos uno más. —¡Pero qué carajos! —rugió Corcobado. —No hay más carajo que éste, Corcobado, el de allá no es un campamento sino un circo. Cuando hemos preguntado por el más viejo nos han dicho que éste, que 90 años, que son muchos más de lo que puede vivir cualquiera. Moab, que así es su nombre, dicen es el más sabio de todos. El silencio que siguió no fue otro que el de la aceptación: un elefante, Moab, decidiría quién habría de gobernar en Santa María. —Que vengan Pedro Miguel y Pablo. Vinieron y les hizo colocarse lejos el uno del otro, tanto como la anchura de la plaza lo permitió. Ahora los 113 eran 111, los seis seguían siendo seis y Juan Corcobado aún era el hijo del viento. En total 120. Y un elefante. Corcobado condujo a Moab al centro de la plaza, apretó nuevamente un puño sin saber a ciencia cierta cuál de los dos y se quitó el sombrero. Medrano y Alarcón lo imitaron. —Decide pues, elefante viejo y sabio. Le acarició la trompa antes de caminar de espaldas, de pedir a gritos a Alarcón y a Medrano que agitaran los sombreros, de cruzar las manos delante de su vientre, de postrar su mirada en el charco que le anegaba los pies. Moab agitó cabeza y trompa rítmicamente; era el suyo el comportamiento de una bestia en cautiverio. Pero eso lo ignoraban todos, incluso Juan Corcobado, que, habiendo cerrado los ojos, no pudo ver el relámpago que fragmentó las nubes y mucho menos la oscuridad que se le vino encima. Moab dobló la trompa, se puso de hinojos y recargó sus cuatro toneladas sobre el cuerpo de un hombre que tenía un puño cerrado y en el otro sostenía un sombrero. En algún momento llegó el trueno y, con él, el barritar de un elefante. Los 111, los seis, Pedro Miguel y Pablo callaron. De uno a uno, fantasmales, formaron una fila y sufragaron de nuevo. Al rayar el alba en la mesa había 119 papeletas: las de los 111 que ya dormían, las de los seis que aún velaban, las de los dos que se estrechaban las manos: 59 tachadas a favor de Pablo Medrano y el resto para Pedro Miguel Alarcón. Pero la lluvia, el viento y Moab habían desaparecido. Asuntospendientesantesdemorir.com Twitter: @Andres_M_Tapia

MÁS GRASA ABDOMINAL, IGUAL A MÁS ANSIEDAD DPA

Investigadores de Perú y Chile han descubierto que la elevada presencia de grasa que tiene una mujer en su perímetro abdominal aumenta sus probabilidades de ansiedad, uno de los trastornos mentales más comunes en el sexo femenino, según los resultados de un trabajo publicado en la revista Menopause. La investigación, que ha sido desarrollada por expertos de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, la Universidad Nacional de Piura y la Universidad de Chile, se basó en el análisis de más de 5 mil 580 mujeres de mediana edad (49,7 años de media) para investigar si su nivel de grasa abdominal podía estar relacionado con un mayor riesgo de ansiedad. La grasa abdominal es el indicador que mejor sirve para evaluar el riesgo cardiometabólico y, a rasgos generales, se considera que una mujer es obesa cuando el perímetro de su cintura mide más que la mitad de su estatura. El 58% de las participantes estaba en una fase posmenopáusica y el 61.3% dijo experimentar ansiedad en algún grado. Sin embargo, cuando se comparó a mujeres de la misma edad, vieron que las que presentaban más grasa abdominal eran significativamente más propensas a padecerla. La asociación preocupa porque la grasa en esa zona está relacionada con enfermedades cardíacas, diabetes, problemas de tiroides, trastornos respiratorios y abuso de drogas, entre otros problemas médicos documentados. Además, la investigación ha demostrado también una mayor frecuencia de la ansiedad en mujeres de mediana edad, probablemente como resultado de la disminución de los niveles de estrógeno, que tiene un papel neuroprotector. "Los cambios hormonales pueden estar involucrados en el desarrollo de la ansiedad y la obesidad abdominal, por su papel en el cerebro, así como en la distribución de grasa. Y este estudio proporciona información valiosa para esta franja de edad", ha explicado JoAnn Pinkerton, directora ejecutiva de la Sociedad Norteamericana de Menopausia (NAMS, en sus siglas en inglés), entidad editora de la revista que publica el estudio.


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GEOGRAFÍA Y LITERATURA

amantes Mapas para los

de los libros

Plano de Madrid en las novelas de Pérez Galdós

Imagen del mapa de la obra de Jane Austen MIRIAM SOTO / EFE

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Recorrer el Londres de las novelas de Sherlock Holmes; el Nueva York que conoció Federico García Lorca o el Madrid de Galdós, es posible gracias a un proyecto editorial que permite bucear en la geografía de los clásicos de la literatura y crea mapas que son auténticos tesoros de diseño a aventura comenzó con el mapa del Londres de las novelas de Jane Austen, y pronto la Lisboa del poeta Fernando Pessoa y el París clásico de Víctor Hugo y Los Miserables, engrosaron una colección en la que figuran: el recorrido por la capital británica en las novelas de Sherlock Holmes; el mapamundi de La vuelta al mundo en 80 días; Madrid en las novelas de Benito Pérez Galdós; y la Vetusta que aparece en La Regenta. Los “mapas para amantes de los libros” de Mónica Vacas y Daniel Castillo están a medio camino entre la pieza de coleccionista y la obra literaria, un éxito en los mercados de diseño

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por su cuidada edición, que cuentan además, en todos los casos, con un atlas literario interactivo con el que adentrarse en cada uno de los puntos señalados en los mapas, además de la versión digital de las obras cartografiadas. Hasta el momento los ˙últimos lanzamientos del proyecto, que comenzó hace tres años, son: Un poeta en Nueva York, y dos extensas cartografías en forma de ensayo que inician la colección Paisajes Literarios: Buenos Aires-París. Trazando la rayuela; y Nueva York. La ciudad de los espejos, un cuaderno de viaje por la célebre trilogía de Paul Auster.


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90 AÑOS DE SU ARRIBO A CUBA

HEMINGWAY DE PASEO POR LA HABANA

El Nueva York del poeta García Lorca

MISTERIO Y SOCIEDAD Vacas y Castillo son nuevos en el mundo editorial y están centrados en el trabajo creativo. “Nos llamamos MS Aventuras Literarias, en un guiño a las compañías navieras, MS es ‘Misterio y Sociedad’, y jugamos con eso, procuramos hacer poco acto público, comenta Daniel sobre un proyecto que cuenta también con ediciones en inglés para los mapas de Jane Austen y Holmes. Mónica Vacas, economista, es la encargada de crear las bases de datos de las localizaciones geográficas que luego plasmarán en los mapas “y si se tercia, algo más”, cuenta, y es que la información que recopila para cada uno de los mapas incluye, no solo los lugares mencionados en las novelas que cartografían, sino información sobre periódicos, libros o armas utilizadas, en el caso de Holmes. Daniel Castillo, ingeniero, es el encargado “de la parte estética”, del diseño del mapa que ilustra todo el trabajo de documentación, que no siempre se refleja en el papel, pero que sí es accesible en la versión digital, un mapa al que Mónica “da el toque final”, y él también aporta su granito de arena a la parte documental.

TRABAJO MINUCIOSO Apasionados de la literatura del siglo XIX, en el que han encontrado “un nicho muy bueno porque las obras de la época son muy descriptivas, ya que se empezaba a viajar, y hay muchísima información”, explica Daniel, para La Vuelta al Mundo en 80 días han utilizado un mapa francés de África que refleja los mismo lugares, “con las mismas erratas”, a los que hace referencia Julio Verne en su obra. “Un mundo por descubrir que interesaba muchísimo a la gente del siglo XIX, ilustrado con el mapa y con la versión digital, en la que acceder a fotografías de la época e información que permite reconstruir aquel mundo”, comenta Mónica Vacas. La elección del mapa es el punto de inicio de cada uno de los trabajos, aunque para ello parten “siempre de la literatura, lo primero es elegir el autor con el que queremos trabajar”, explica Vacas, para luego “buscar el mapa que, por año, sea más próximo al período en el que transcurre la trama literaria”. Hay casos, como Londres, protagonista de sus tres primeros trabajos, en el que la cartografía es tan amplia que les ha permitido elegir el mapa que mejor refleje estéticamente el espíritu de la obra.

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Del Floridita a las Terrazas de Cojímar y del Hotel Ambos Mundos a los cayos Mégano y Coco, los turistas visitan los lugares donde el escritor estadounidense vivió por más de 20 años en la isla

“El de Sherlock Holmes es un mapa muy denso, muy lúgubre, muy oscuro, sin embargo, el que utilizamos para Jane Austen, que es de unos años antes, es el mapa de una ciudad que parece totalmente distinta, muy blanco, con muchas zonas verdes, muy cálido”. “Existe una relación directa entre la cartografía y la narración. El Londres de Jane Austen se convierte, tras años de revolución industrial, en una ciudad más caótica, más sucia, y Sherlock Holmes es también un personaje oscuro, eso se ve muy bien en el mapa”, añade Daniel. Seleccionado el mapa, comienza un arduo trabajo de documentación reflejado en cada uno de los detalles, como la tipografía con la que se elabora el reverso del plano, que siempre es similar al empleado en la época, “para que parezca que el mapa que tienes delante, ya era así entonces”, señala Mónica. “Intentamos intervenir siempre de la manera más sutil, desvirtuándolo lo menos posible, respetando al máximo el mapa original que nos sirve como baste”, agrega.

MAPAS DE CARRETERA Los mapas de Aventuras Literarias siempre explican las obras y no la vida de sus autores, aunque con Lorca han hecho una excepción. “Él mismo fue reticente a publicar su poemario y prefería explicarlo en una conferencia, porque era muy complejo, una conferencia cuyo texto íntegro aparece en el reverso del mapa, sobre el que se sitúan más de 50 lugares que el poeta cita en los textos sobre su experiencia neoyorquina”, indican Mónica y Daniel. “A veces tenemos mucha suerte, y encontramos un plano que formó parte de la guía de alumnos de la Universidad de Columbia cuando él estuvo matriculado allí”, apunta Daniel. “No sabemos si fue ese mapa el que el poeta utilizó durante su estancia en la ciudad, pero si no fue ése, desde luego fue uno muy similar”. A él añaden una detallada cronología del paso de Federico García Lorca por Nueva York. Aunque se han centrado en el siglo XIX, sus últimos trabajos han llegado al siglo XX y la literatura contemporánea y eso les ha invitado a pensar en un cambio de formato, aunque la idea inicial no era “tan drástica. Algo similar a los ensayos publicados, pero más manejable, más breve”, reconocen sobre sus proyectos basados en La trilogÌa de Nueva York, de Paul Auster, y Rayuela, de Julio Cortázar, la más compleja de todas las publicaciones de Aventuras Literarias.

ROBERTO F. CAMPOS / PRENSA LATINA

H El plano de la novela Rayuela de Julio Cortázar En mente para sus próximos planos tienen a autores como Valle-Inclán, Virginia Woolf, Charles Dickens o Shakespeare, un trabajo inmenso que tienen aparcado porque en Inglaterra “nadie sabe muy bien como ubicarnos, la distribuidora allí nos tiene en la sección de mapas de carretera”, señalan con humor. “Somos conscientes de que el formato tiene a su favor que es novedoso y diferente, pero a la vez eso hace que haya que buscar una ubicación”, reconoce Daniel, que agradece la buena acogida por parte de los libreros. “A la gente que le gusta la literatura le gusta el proyecto”, aunque son conscientes de ser “un incordio para ellos, porque el producto requiere una explicación y un trabajo extra. El libro se vende solo, lees la contra y sabes de qué va, en el caso de nuestros mapas se necesita una explicación”, dice Mónica. Sobre la relación entre geografía y literatura, ambos inciden en que el lugar condiciona hasta unos niveles tremendos a los autores y sus obras, y que éstas explican a su vez el lugar en el que han sido creadas. “La literatura nos ayuda a entender el mundo”.

istoriadores y amantes de la buena literatura recuerdan que a principios del mes de abril, pero hace 90 años, llegó a Cuba el escritor estadounidense Ernest Hemingway. Tal llegada constituye toda una nota de color para el turismo cubano, cuando en la actualidad se delinean rutas por las cuales el novelista pasó en esta isla. Hemingway, quien tuvo un fuerte amor por este archipiélago y por su gente, sobre todo los pescadores, vivió aquí por más de 20 años interrumpidos por sus idas y venidas, tanto a su país como a otras partes del mundo. Ernest Hemingway es un hombre casi tan cubano como estadounidense, comentan entendidos, pues esta afirmación aparece marcada con una huella perenne entre rincones maravillosos de Cuba. La ruta del escritor abarca La Bahía de La Habana, la propia Habana Vieja, el Hotel Ambos Mundos, el Bar-Restaurante Floridita, las Terrazas de Cojímar, la Cervecería Hatuey (complejo actual de lugares y salones), la Marina Hemingway, Finca Vigía y cayos Mégano y Coco. El llamado Dios de Bronce de la Literatura norteamericana separó para sí espacios con mucho carácter, en el que se reunía con amigos, conversaba, bebía o escribía. También seleccionó corrientes para pescar o rutas para perseguir submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, todos esos lugares indicados en la actualidad para un buen paseo. Por ello Hemingway es un hombre del turismo

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cubano, así se le consideró en vida y ahora aún está presente su estirpe de aventurero o de simple ser humano capaz de escoger los mejores lugares. Nacido el 21 de julio de 1899 en Oak Park, Chicago, llegó por primera vez a Cuba, a La Bahía de La Habana, el 1 de abril de 1928, a las 22:50 hora local, durante una noche nublada y de horizonte brumoso, como rezan notas de la época. Los especialistas consideran que el escritor arribó en el vapor Orita de bandera inglesa y así consta la entrada de esa embarcación en los libros del Castillo del Morro, la fortaleza más emblemática de La Habana, la capital insular. Llegaba en ese entonces acompañado de su segunda esposa Pauline Pfaiffer en un viaje desde Francia hacia Key West, con escala en La Habana. Ella llevaba cinco meses de embarazo. Un año después, el joven reportero se acerca a las aguas cubanas en el barco Anita para pescar agujas. A partir de esos encuentros amó entrañablemente a Cuba. Sin embargo, otros autores consideran que llegó a la isla atraído por una tormentosa mujer, nombrada Jane Mason. Para esta versión, transcurría 1929 cuando el multimillonario estadounidense George Grant Mason -representante de la Pan American Airways- se trasladó a la capital cubana con su esposa, una turbulenta dama que se aburría. En el radio de acción de la mujer apareció Hemingway (29 años), quien sucumbió ante sus encantos. Pero estos son asuntos de la estela de misterios que dejó el novelista en esta isla y que enriquecen su turismo.


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o faltar a clase”. De hecho las dificultades físicas y mentales que se detallan para acogerse a este plan aluden a impedimentos para nadar, respirar, comer, comunicarse, ver, oír, hablar, leer, pensar o aprender, entre otras. El problema es que los 504 Plans se están aplicando a chicos y chicas que, objetivamente, no están tan seriamente limitados, pero a los que se les ha etiquetado como “frágiles”. Además, añade la autora, los protocolos se están ampliando y se contemplan comedores especiales, lejos del barullo de la cafetería; el acceso a la escuela por la puerta trasera; y, si hay partidos en la clase de educación física, que no haya un marcador, para así no provocar el trauma de perder.

de los alumnos estadounidenses aseguraban sufrir “ansiedad extrema”

HIPERNIÑOS

SOBREPROTECCIÓN, EL DRAMA DE LA PATERNIDAD MODERNA PILAR GONZÁLEZ / EFE

Hagan lo que hagan, los padres actuales tienen una voz interna que les hace dudar si no hubiera sido mejor hacer lo contrario, lo que está provocando una generación de niños angustiados e inseguros

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na nueva generación de hiperniños aumenta de forma preocupante en las llamadas sociedades del bienestar. Se trata de menores con padres cada vez más protectores, que están obsesionados en que sus hijos no sufran. El resultado es una generación angustiada por el miedo a perder, miedo a equivocarse, miedo a fallar, miedo a... La llamada hiperpaternidad/hipermaternidad se está llevando por delante aspectos tan importantes como la capacidad de autonomía de sus hijos y provoca que éstos tengan una baja, por no decir nula, tolerancia a la frustración. Por su blandura de carácter ya son apodados como generación “Copo de nieve”, y por su excesivo narcisismo, también son conocidos como la generación “L’Oreal”, por el célebre eslogan “porque yo lo valgo”. Y es que, además, son niños con agendas de ejecutivos desde kindergarden, niños que tocan el piano, aprenden chino y juegan al ajedrez. La periodista y escritora Eva Millet Malagarriga (Barcelona, España, 1968) explica en qué consiste este nuevo fenómeno tras la publicación de su libro: Hiperniños, ¿hijos perfectos o hipohijos? La obra, que se apoya en diferentes voces de expertos, es la continuación de un primer libro, titulado Hiperpaternidad. En esa primera publicación analizaba una crianza que “no solo implica consentir a los hijos, sino también darles una atención excesiva, ejercida a base de estar siempre encima, de sobrevolar sobre ellos, anticipándose www.el soldemexico.com.mx

a sus deseos, resolviendo sus problemas por sistema y justificándoles a ultranza”.

AGUA, BOLÍGRAFOS Y BOCADILLO Explicaba Millet que en la hiperpaternidad, los padres se transforman en colegas, pero ansiosos, dispuestos a dar todo a su hiperniño para evitar, a toda costa, que se frustre, aunque ello implique hacerles los deberes hasta en la adolescencia. Pero se ha llegado tan lejos que ya hay padres que llaman al catedrático de la Universidad de su hiperniño para interesarse por sus notas, o acompañan al vástago el día de la prueba de ingreso en la universidad con bolígrafos, agua y un bocadillo para que no le falte de nada. En los colegios mayores para universitarios hace apenas unos años no conocían a ningún padre de los residentes, mientras que ahora están tan pendientes y alertas de todo que lo que hacen es una forma de infantilizar a sus hijos. En las universidades de EU ya se empezó a detectar este fenómeno de los hiperniños en los años 90 del pasado siglo. Ahora, ya hay empresas que organizan habitaciones para los padres que acompañan a sus hiperniños cuando van a una entrevista de trabajo, y proliferan los programas para “adultos jóvenes”, destinados a enseñar las habilidades necesarias para desenvolverse.

OPINIÓN

ARTURO MENDOZA MOCIÑO

ANSIEDAD EXTREMA

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Pero en ese hacérselo todo por parte de los padres también les están transmitiendo su ansiedad. Una ansiedad que han interiorizado los propios chicos, y que se ha convertido en extrema. En octubre de 2017, The New York Times Magazine publicó un reportaje, en el que, según Millet, se hacía eco de los elevados niveles de ansiedad entre los adolescentes del país. El texto incluía una encuesta que destacaba que el 62% de los alumnos estadounidenses consultados aseguraban sufrir “ansiedad extrema”. Esta estadística se sumaba a un aumento -el doble- de ingresos hospitalarios por intentos de suicidio adolescente en los últimos diez años, en especial poco después del inicio de curso. Tanto en EU, como en algunos países de Europa, como Irlanda, por ejemplo, los estudios reflejan que este aumento de ansiedad extrema no se da entre los adolescentes más desfavorecidos, sino entre chicos y chicas de familias pudientes por, entre otras razones, los altos niveles de perfeccionismo que les exigen sus padres y/o ellos mismos. La doctora en sicología por la Universidad de Arizona, Suniya Luthar, concluyó en sus investigaciones que los chicos educados en familias con muchos recursos tienen hasta tres veces más niveles de depresión que los adolescentes de familias “normales”, y el doble de niveles de ansiedad. Y “no tiene ninguna duda” de que esta crianza se ha convertido en corriente dominante en muchos lugares del mundo. Cita Millet al filósofo español Gregorio Luri (Navarra, 1955) para explicar que los padres hoy se sienten “inseguramente responsables” y, hagan lo que hagan, tienen una voz interna que les dice si no hubiera sido mejor hacer lo contrario. “Es el drama de la paternidad moderna”.

NO DA LA FELICIDAD Según cita Millet en Hiperniño, hay otra relevante investigadora, la sicóloga clínica estadounidense Madeline Levine, autora de un best-seller del New York Times, titulado The Price of Privilege, que también opina que la hiperpaternidad no da la felicidad. Levine cree que la parte más difícil que tienen sicólogos, educadores y profesionales de la salud mental es convencer a los padres de que la crianza hiper no funciona. Para ello recomienda utilizar la empatía y no señalarles con el dedo, así Levine afirma: “los padres actuales están muy perdidos y tienen muchos miedos. Aunque dicen: ‘si todo esto tiene sentido, tenemos que confiar y dejar ir a los hijos’, en realidad sufren, porque temen que, al hacerlo, al relajarse, los van a poner en desventaja”. En su libro, Millet (blog www.educa2.info) también da claves para revertir esta crianza para hiperniños, haciendo hincapié en las habilidades, más allá de las académicas, que nuestros hijos necesitan para avanzar en la vida.

ALUMNOS FRÁGILES Relata Millet en Hiperniños que el sistema educativo de Estados Unidos cuenta con los llamados 504 Plans, que son protocolos instituidos para facilitar la vida a los estudiantes que, literalmente, “tienen un impedimento físico o mental” que les afecta o limita para asistir a clase en condiciones. Los protocolos incluyen, entre otros, la posibilidad de “sentarse en un lugar preferente, dar más tiempo para hacer exámenes y tareas escolares, la reducción de la cantidad de éstas y permiso para llegar tarde www.el soldemexico.com.mx

Ser bravos bajo la lluvia

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ay un innegable aire marítimo en la música de Madredeus tan colmada de melancolía. Más no es únicamente esa tristeza dulce la que domina el canto de la frágil poderosa Teresa Salgueiro; también la saudade, la pérdida tras la muerte o en el adiós de los amantes, da aliento a las piezas ejecutadas por el quinteto de escuderos de la voz: Pedro Ayres Magalhaes y José Peixoto armados con sencillas guitarras, Rodrigo Leao, diestro en los teclados, Gabriel Gomes quien, candencioso, empuña el acordeón y Francisco Ribeiro en el violoncello pendenciero. La música serenísima y contemplativa de Madredeus alcanzó la celebridad mundial en breves minutos. Bastó sólo que el germano Win Wenders, ese aspirante a crítico de rock que se volvió cineasta, recalara en Lisboa y asistiera a uno de sus conciertos. Entonces Wenders, quien conjuga siempre el rock con sus historias fílmicas, decidió hacer un documental sobre el grupo portugués fundado en 1985. Jamás haría ese trabajo porque Lisboa ejerció su embrujo de húmeda ciudad de los adioses y los encuentros accidentales. Desde aquí, antes de ser destruida por un maremoto en 1755, a golpe de velas henchidas por el viento, carabelas y galeones iniciaron la expansión de Occidente a todo el mundo. Desde aquí, varios siglos después, la capital portuguesa es retratada por Wenders en la película Historia de Lisboa, donde Madredeus emerge como una revelación sonora y sobrenatural. Como el barco en el horizonte o como se avistan las ciudades desde el mar, Madredeus irrumpe lentamente en cada una de sus presentaciones. Los primeros acordes de tímidas cuerdas, lejanas todavía, libran de obstáculos a la voz. Cuando Teresa Salgueiro acopla su canto con su presencia en el escenario se está frente a la poderosa sensación de existir y de explorar. El grupo y la cantante realizan simultáneamente una comunión que recorrerá diferentes territorios. En el ambiente flota la dulce alegría que oscila entre el flagelo de la pérdida y los abismos de la reflexión. El azar juega aquí su papel de mando. Juega el mismo papel que tuvo

cuando, tras un recorrido sin destino por el Bairro Alto al este de Lisboa, Pedro Ayres Magalhaes y Rodrigo Leao fueron sacudidos por la voz de la adolescente Teresa Salgueiro, quien cantaba en una mesa de amigos. En aquellos primeros días de vida, el grupo aún no tenía nombre aunque ensayaban, en un intercambio de ideas con amigos y público, en una ala del antiguo Convento de Madre de Deus. En su primera presentación, en la Universidad de Lisboa y ante mil quinientos asistentes, un cortocircuito los obligó a tocar sin amplificadores, sin más fuerza que la voz de Teresa y los instrumentos. En medio de un velo de estupor y encantamiento nacía frente a sus ojos Madredeus. El prodigio de lo súbito, jugarreta del azar. Tras un ininterrumpido andar por el mundo, el grupo perdió a su Voz, Teresa Salgueiro, cuando ella decidió iniciar su camino como solista, pero los empeños realizados en conjunto conforman un nada desdeñable legado musical conformado por Os Dias da MadreDeus (1987), Existir (1990), Lisboa (1992), O espírito da paz (1994), Ainda (1995) y O paraíso (1997). En varias de las piezas de Madredeus se puede escuchar el dulce canto de la sorpresa, el acorde sórdido de la pérdida y el eco sonoro del espíritu de Fernando Pessoa, el poeta que hizo de Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos sus pares poéticos. Alguna vez, de visita en el Festival Internacional Cervantino, en Guanajuato, una tempestad cayó sobre el público que veía a Madredeus por primera vez. Ni los oyentes ni los músicos portugueses cedieron ante el castigo del cielo. Una lluvia oblicua, la lluvia de Lisboa, cayó esa noche de octubre de 1988. “Nada soy, nada puedo, nada sigo…/ Traigo por ilusión mi ser conmigo…/ No comprendo comprender, ni sé…/ si he de ser, siendo nada, lo que seré…”, cantó alguna vez Pessoa. Y la Voz de Madredeus, sorprendida ante el entusiasmo de tantos empapados, los avivaba con el grito de “Sois bravos”. Editor y periodista cultural independiente yambacaribe@gmail.com


D. OPINIÓN

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NOMBRE COLUMNA JOEL HERNÁNDEZ SANTIAGO

Pero qué bonito y sabroso

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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho: ¡Mambo! Y comenzaba el baile delirante. Los pies acompasados, adelante-a un lado-atrás-al frente, como si se estuviera en un barco en mar a oleadas; los hombros en movimiento interminable, las manos al frente como en pequeño jaloneo por avanzar, palmas abajo, la mirada frenética y la locura interna y externa de una música que se metía en la sangre porque era al mismo tiempo sincopada-rítmica-jazzeada… era el ¡Maaaambo!” En los años cincuenta México se transformaba. Y su ser alegre recobraba vida. Había terminado la Segunda Guerra Mundial y era tiempo propicio para recuperar los días perdidos, que no lo fueron tanto porque la vida interna del país siguió su ritmo y su búsqueda para solucionar los grandes problemas nacionales. Aún no solucionados. Eran los años en los que el sistema político mexicano estaba acotado a un partido tricolor, y una oposición que seguiría así por muchos años más: ni para atrás ni para adelante. Apenas para justificar que aquí había democracia aunque no la hubiera. Fueron los dos últimos años del gobierno de Miguel Alemán, el gobierno del viejito Adolfo Ruiz Cortines y los dos primeros de Adolfo López Paseos, digo, Mateos. Mientras tanto, en Cuba la vida seguía con sus problemas y la levedad del ser cubano. Siempre alegres, dispuestos, amigos entrañables. Por entonces México y Cuba caminaban de la mano, semper fidelis. Si algo le pasaba a Cuba, México brincaba. Y a la inversa. Por lo mismo, esa comunicación fraternal se manifestaba en diferentes expresiones de la vida hecha y derecha. La música era una de ellas. Allá que llevan la música en las entrañas, que se dice, y acá nosotros tan dados a darle a la cantada y a la bailada a la menor provocación. De allá nos vinieron la guaracha y el danzón. Entre Cuba y México se construyó el bolero que dice lo que en otros lados se calla y también llegó el mambo. “Mi nombre es exactamente Dámaso. Hijo de Sara Prado y de Pablo Pérez. Nací en Matanzas el 11 de diciembre del año que usted quiera (1916); soy sagitario y ha de saber que los sagitarios no creemos en nada. Pero soy católico…” (En entrevista con Federico Gómez Pombo). Estudió piano desde los nueve años. Provenía de una familia de clase media. Por entonces tocaba Para Elisa de Beethoven y le encantaba Chopin. Pero a los veinticinco

años, en 1941, pasó a La Habana y comenzó a tocar en lugares de fiesta interpretando música tropical. Había pasado penurias en su tierra natal: “¿Qué si tuve hambre alguna vez? Hambre sí la tuve. No en México sino en Cuba. Era cuando estaba de presidente Machado que, has de saber, era una dictadura, la población comía harina con agua y pan duro cuando se podía…” En La Habana trabajó con la orquesta Casino de la Playa, que por entonces era la gran orquesta cubana. Ahí cantaba Cascarita, a quien le gustaban sus arreglos musicales. También tocó con la orquesta Cubaney y en la Sonora Matancera. Eran los años cuarenta y Dámaso Pérez Prado comenzó a intentar arreglos más novedosos y nuevos ritmos. Puso atención en la música cubana de entonces, sobre todo en el danzón, pero también le atrajo el jazz. De ambos habría de nacer un nuevo ritmo. En 1945 consigue hacer su propia orquesta. Era el Conjunto Pérez Prado y grabó su primer disco. Con su conjunto salió por primera vez de Cuba. Fue a Venezuela en donde trabajó en orquestas locales aunque siempre con los ritmos ya conocidos. En 1946 llega a México. Quería probar fortuna en un país cercano a Cuba en gustos musicales y con grandes posibilidades de desarrollo de sus propias ideas. Aquí es arropado por cubanos que ya estaban en pleno apogeo artístico, especialmente Benny Moré y Ninón Sevilla. Poco a poco se va colocando en el ánimo musical mexicano y, por entonces, participa haciendo arreglos musicales para películas de la época de las ‘cabareteras arrepentidas’, como fue Perdida (“Perdida, te ha llamado la gente sin saber que has sufrido, con desesperación…”, si ajá). Transcurre el tiempo. Comienza a tener éxito musical, por sus arreglos y algunas composiciones, pero no es sino al inicio de los cincuenta cuando en México desarrolla lo que podría ser su gran aportación musical a la época: el mambo. Por entonces la vida en el Distrito Federal –que era su centro de operaciones y ombligo de la vida urbana nacional– estaba en pleno desarrollo. El desahucio del campo comenzaba a ser evidente y la gente se comenzó a trasladar a las zonas urbanas, preferentemente la capital del país. Se buscaban oportunidades de trabajo. Las familias eran numerosas – “con hijos por dondequiera” –; fueron los años en

los que se otorgó el voto a la mujer como si fuera un regalo político más que un derecho natural; las mujeres usaban faldas hasta la mitad de la pierna y se puso de moda la crinolina y los brasieres de pico que eran la gran novedad. Los niños, jóvenes y adultos preferían salir a la calle y disfrutar la convivencia. En casa escuchaban música en la radio y si tenían lana, pues en los tocadiscos que ya estaban por ahí “en abonos, sin enganche y sin fiador”. Estaban de moda Pedro Infante, María Félix, Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez hacía llorar a todos con eso de que “se cansó de rogarle.” En la casa de algunos rotos fufurufos comenzaba a llegar la televisión blanco y negro, y ya algunos se paseaban muy orondos en vehículos construidos aquí mismo por la General Motors, la Chrysler y la ahora muy solidaria con Trump, la Ford. Ya se empezaba a preferir la Coca cola al agua de jamaica o el tepache, y las amas de casa seguían los tres movimientos de Fab: “remoje, exprima y tienda”, porque “mejormejora-Mejoral”, “¡Bárbara… Bárbara… Bárbara: tome leche Bárbara porque hace unas horas era pasto!”. Pero, bueno. Ya ubicado en México, a principios de los cincuenta, Dámaso Pérez Prado desarrolló sus ideas musicales. Y fue aquí en donde presentó ese nuevo ritmo que conmocionó a los mexicanos al grito de ¡Mamboooo! Y entonces sus mambos comenzaron a tocarse por todos lados, en las calles, en las fiestas, en los salones de fiesta, en los entonces aún vigentes cabarets o en los teatros de revista tan en auge por entonces: el Follies Bergere, el Lírico, el Margo, en las carpas callejeras: ¡Comenzó la fiesta del mambo! “Mambo es la combinación sincopada de un ritmo que llevan los saxofones. Sobre esa sincopa, la trompeta, la flauta o lo que usted quiera hacen una melodía. La batería va con ritmo de cencerro a cuatro tiempos y el bajo da una combinación de una negra con dos corcheas. Una negra en el primer tiempo, dos corcheas en el segundo tiempo, un compás de espera en el tercer tiempo y otra negra en el cuarto tiempo”. (¡Arroz!) Así que el mambo pegó fuerte. En todas las clases sociales. Bailarlo era un síntoma de estar bien, de alegría, de no hay pasado ni presente, todo termina en ese ocho que marca el inicio de la música que hacía que bailarines, comensales, tomadores, señoritas de blancas tobilleras y muchachos de pantalón de peto, movieran los pies, las manos, el bote. Era así de pegajoso. Y ese ritmo se internacionalizó. Ya no era sólo el Distrito Federal, era todo el país y fuera del país. En Estados Unidos fue bien recibido, aunque no tanto: estaban acostumbrados a lo tropical y armonioso del catalán Xavier Cugat o la música latina de Machito y Tito Puente. En México comenzó la gran producción musical de Pérez Prado: Mambo 5, Mambo 8, La chula linda, Lupita, Cerezo rosa, Patricia, ¡Qué rico mambo! y muchos más, en todos su famoso pujido: ¡Ughh! Con el que –dijo alguna vez– quería animar al trompetista. Por supuesto surgieron problemas por la paternidad del mambo. Uno de ellos, el más famoso por entonces, fue con su propio hermano, Pantaleón Pérez Prado, quien acusó a

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Dámaso de “usurpador y de plagio”. Otros decían que el mambo ya se escuchaba en La Habana desde finales de los treinta. En México los de la Vela Perpetua decían que era un baile pecaminoso, que aludía “descaradamente” a los movimientos sexuales y que despertaba (¡Mmmmm!) las más bajas pasiones. No pasó nada. La duda quedó. El mambo está ahí. Mientras, Pérez Prado y su gran orquesta –que vestían a tono con el ritmo, uniformados con trajes delgados de tela clara, chalecos, camisas de color y bombachos con holanes en las mangas– recorrían el mundo con mucho éxito y el mambo era tomado en serio: Su pieza musical, Patricia fue utilizada en 1960 por Federico Fellini en su película La dolce vita. En tanto, en la ciudad de México, ya se había consolidado el mambo en aquellos años cincuenta. A ritmo de mambo se construyó en 1956 la Torre Latinoamericana, y también grandes hoteles y edificios en Paseo de la Reforma o Insurgentes. Y el nuevo mercado de la Merced, se creó la zona industrial en el corredor Industrial Vallejo, se inauguró el Centro Médico La Raza, la nueva estación Buenavista para trenes y el autódromo de la Magdalena Mixhuca: ¡Maaaambo! En 1953, Dámaso Pérez Prado fue expulsado de México. Él nunca quiso aclarar las razones. La leyenda dice que fue porque se atrevió a hacer una versión en mambo del Himno Nacional. Otros dicen que por desavenencias con un poderosísimo político por el amor de una mujer y más. El chiste es que se fue a Cuba un buen rato. Pero regresó a México y produjo dos nuevos mambos a modo de ¡perdón, no lo vuelvo a hacer!: Mambo del Politécnico y Mambo de la Universidad. Todos contentos. Ya mayor. Ya en los recuerdos y con un “aquí no pasó nada”, en 1980 se nacionalizó mexicano. En este país vivió sus últimos años. Murió a los 72 años en la ciudad de México en 1989. Pero quedan ahí los mambos que dieron paso al nuevo ritmo que se llama Chachachá. Beny Moré, uno de los que lo apoyaron a su llegada a México en 1948, fue quien lo bautizó como Cara’e foca y quien, como cantante de la orquesta de Pérez Prado, entonaba aquello de ¡Pero qué bonito y sab ro s o ba i l a n e l ma mb o l a s mexicanas…! Pues eso. Bonito y sabroso todos aquellos años de búsqueda, de reencuentro de México con sus orígenes pero también con el germen de lo que querían para el futuro. Atrás, como telón de fondo, estaban los grandes problemas mexicanos: el de la justicia para médicos, maestros, ferrocarrileros que tuvieron la osadía de exigir sus derechos y, por lo mismo, fueron reprimidos en tiempos de Ruiz Cortines y López Mateos… pero esa es otra historia que merece ser contada. ¡Maaaaambo! jhsantiago@prodigy.net.mx


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