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CRISIS VS RETOS

Lic. Enriqueta Páez Gutiérrez Directora del CRIE, zona 12 federal de educación especial

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En cada generación a lo largo de la historia de la humanidad las dificultades son una constante, pero no por eso deja de ser importante; ya que cada tiempo presenta características muy particulares; en estos momentos históricos a nivel mundial y particularmente en nuestro país, impera el uso de las tecnologías, la modificación de estilos y costumbres familiares y sociales, la crisis económica y social y la dificultad de los estilos de enseñanza-aprendizaje que enfrentan nuestros niños y jóvenes.

La vida en sociedad se ve limitada y condicionada a factores externos, tanto económicos como de accesibilidad a redes sociales y su infraestructura. Y de forma significativa a factores internos como las estructuras y estabilidad emocionales y cognitivas que preserven la salud mental.

Sin embargo, si consideramos el potencial humano, tenemos la oportunidad día con día de aprender, de ser mejores. Considerando que cada crisis nos enfrenta a un cambio y este promueve el abandonar la conocida “zona de confort” para avanzar en el crecimiento y desarrollo personal. De tal manera que cada crisis nos enfrenta a un reto; nos da la posibilidad, de romper paradigmas, cambiar esquemas y estilos, incrementar nuestro bagaje cultural y crecer como individuos, como familia y como sociedad.

Es cierto que existe otro camino ante la crisis, que es de abandonarse en un estado de pasividad o violencia tanto hacia uno mismo como hacia los demás. Sin embargo, quiero resaltar la importancia de ver a la crisis como un reto y abandonar la idea de un letargo emocional que impide el desarrollo y nos lleva a la devastación individual, familiar y social.

La sociedad de hoy nos presenta nuevos retos, ya que existen un sin número de conflictos, donde lo preocupante es que estos van deteriorando el bienestar del individuo, tanto en el ámbito económico, como educativo, de salud física y mental, sin dejar del lado el ámbito espiritual; esto es una modificación o alteración operante del individuo, en las tres esferas como ente biopsicosocial. Al margen del efecto que este estilo de actuar impacta de forma significativa en la preservación del ecosistema y recursos naturales. Quedando claro, la interacción reciproca del individuo con la naturaleza.

De tal manera que este estilo de vida, por ponerle un nombre, que determina la sociedad actual se ve matizado de los avances e intereses en la tecnología, el consumismo y el poder adquisitivo entre otras cosas; sin considerar el impacto en la naturaleza y los recursos que esta provee. Este actuar nos va llevando a perder de vista el verdadero sentido del ser. La esencia de una persona se ve sorprendentemente maquillada por una serie de atributos intrascendentes, pero evidentes, que le dan un estatus en nuestra sociedad.

Dicho estatus lamentablemente, está más enfocado a determinarse por el cuánto tienes en lugar de

ponderar el valor de quién eres. De tal manera que el individuo va perdiendo parte de su esencia, que es ser humano; nos volvemos entonces insensibles al dolor de otros, a las necesidades que no nos aquejan, como si el ser indiferentes ante ellas no nos afectara, vamos, sin darnos cuenta, mermando la salud mental. Sin embargo todos pertenecemos al mimo cosmos, de tal manera que aquello que en el momento parece no afectarme, tarde o temprano impacta de una u otra forma mi vivir cotidiano e incluso la vida misma.

Nos encontramos entonces, en un punto donde hemos ido perdiendo el propósito, no solo como individuos, sino como compañeros, como familia, como profesionistas, como partes de un sistema e incluso como grupo social. Hemos perdido o trastocado el propósito de vivir. Como si pasar por la vida fuese un suceso intrascendente, algo sin un fin, más allá del hedonismo o el letargo del transcurrir del tiempo.

Sin embargo, pese a que podríamos quedarnos solo en la contemplación y el análisis de la situación. Surge la inquietud de hacer algo, de ser proactivos, de buscar como participar en un cambio, un cambio que tiene que venir de la estructura misma del individuo, esto es: su forma de pensar, su forma de actuar y sobre todo su forma de amar. Donde el pensamiento determina el sentimiento y este el actuar. Actuación que es constante en todos los actos del quehacer humano, por lo que impacta en todos las dimensiones del individuo.

Este cambio, no es quizá en si un cambio, sino un descubrir el potencial del que somos poseedores; es quitarse el maquillaje que se nos ha vendido como si fuese un producto inmutable, es devaluar esos clichés sociales que se nos imponen como si esos fuesen los valores del ser humano, cuando podamos empoderar aquello que en realidad nos lleva a ser individuos plenos, entonces estaremos teniendo una vida con propósito, estaremos reconociendo, valorando y actuando como parte de un todo, promoveremos la salud mental.

Esta modificación de estructuras o reorientación de las metas y funciones, en las tres esferas del individuo: mente, cuerpo y alma; traducidas en pensamiento, actuar y sentir. Son las que van a ir aportando herramientas para la consecución de una salud mental, una vida con propósito y por consecuencia una sociedad sana y proactiva, que logra la trascendencia y la satisfacción personal, familiar y social, que consigue la permanencia de la especie y del planeta que habitamos. Una sociedad que posee las herramientas para enfrentar cada nueva situación, que sabe aplicarlas, que comprende, analiza y soluciona los conflictos de su entorno. Individuos resilientes, resolutivos y con capacidad de adaptarse de forma inteligente a cada nueva circunstancia.

Se hace necesario entonces, reconocer que la instancia mayormente responsable de equipar al individuo con esas herramientas es la familia, en una segunda instancia la escuela y en menor grado pero no por ello menor impacto, la sociedad misma, sus valores y contravalores y el uso de la tecnología como instrumento de comunicación y de educación.

Recordemos que la etimología de la palabra familia no ha podido ser establecida con exactitud. Hay quienes afirman que proviene del latín fames (“hambre”) y otros del término famulus (“sirviente”). Por tanto, se cree que, en sus orígenes se utilizaba el concepto familia para referirse al conjunto de esclavos y criados propiedad de un solo hombre.

Hoy se denomina familia a la principal forma de organización de los seres humanos, una agrupación social que se basa en lazos de parentesco; los cuales pueden ser de dos tipos: de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo reconocido socialmente (como el matrimonio o la adopción) y de consanguinidad (la filiación entre padres e hijos, entre otros).

La familia es definida de acuerdo al grado de parentesco que existe entre sus miembros, y en la actualidad existen diversos tipos de familias. La familia nuclear, que es la que presenta mayor consistencia y menor dificultad, está formada por los padres y sus hijos. La familia extensa o secundaria, por su parte, incluye a los abuelos, tíos, primos y otros parientes, junto a la familia nuclear. También puede darse el caso de una familia compuesta, que es aquella formada por los padres y sus hijos, pero que cuenta con integrantes que mantienen vínculos consanguíneos con sólo uno de los dos padres. O bien las familias monoparentales, donde solo está presente uno de los dos pares y los hijos con o sin vínculos consanguíneos.

De tal manera que podríamos considerar a la familia, como el núcleo social primario y donde se inculcan valores, estilos de vida, actitudes, habilidades, entre otras cosas, en sí, el lugar donde se aprende a aprender, donde da inicio el desarrollo físico, mental y espiritual del individuo.

Sin embargo, algunos de estos aspectos han quedado al margen, ya que en la actualidad suele extenderse el término familia al lugar donde las personas aprenden a cuidar y a ser cuidadas, más allá incluso de sus relaciones de parentesco, donde los valores, las actitudes y los aprendizajes llegan a trastocarse o incluso a violentarse, dando pie a una educación y desarrollo de poca calidad humana, generando una confusión en los roles que debemos asumir en la sociedad, en nuestras funciones como miembros de una familia y de la sociedad misma, como coparticipes del cuidado de nuestro planeta, e incluso y de mayor importancia en el desarrollo de la autoestima.

Si pensamos en la autoestima como el principal elemento que potencializa las capacidades del individuo, y es elemento indispensable para una salud mental; contemplaremos entonces la importancia del papel de la familia dentro de la sociedad y la urgente necesidad de trabajar en este campo para la reorientación de las funciones de la misma.

Sin embargo cabe destacar, que un enfermo no se cura a sí mismo, de tal manera que la reorientación de la familia, no puede venir de ella misma, aunque es dentro del mismo núcleo familiar donde se debe impulsar el cambio. Esto es, la familia necesita una instancia fuera de ella, que evalué, que aporte y que enseñe esas herramientas para la modificación de conductas establecidas. Y es aquí, donde la escuela es el detonante más importante, seguido por el mensaje social. Son escuela y sociedad quienes deben promover el cambio en su estructura básica que es la familia, para así revertir el efecto en la sociedad misma. Si pensamos en el principio dialógico, comprenderemos que la asociación compleja de estos elementos, necesitan actuar juntos para su existencia.

De tal manera que en estos momentos de distanciamiento social, el docente debe ser un promotor de la salud mental, a través de las herramientas que ofrece la tecnología, pero principalmente por medio de un planteamiento esperanzador de las

circunstancias, buscando persuadir al educando de la importancia y trascendencia del aprendizaje y la metacognición.

Es el docente quien, tendrá que reajustar sus valores, expectativas, creencias, y metodologías, para poder proyectar actitudes y acciones que permitan el desarrollo y crecimiento del individuo y su familia. Esto implica por ende, el trabajo en el autoanálisis y reconocimiento de salud mental del propio docente, ya que es bien sabido que “no se puede dar lo que no se tiene”, entendiendo el tener como una parte inherente al ser.

Así que es indispensable reorientar la estructura misma del docente, quien debe por una parte: conocerse a sí mismo, sus fortalezas y su estabilidad emocional; y por otra conocer, comprender, saber aplicar, analizar y trasmitir los saberes. Tenemos, por tanto, que empezar por capacitarnos, leer sobre las diferentes estrategias utilizadas por otros, ser creativos para adaptar la información a las situaciones que se viven en estos momentos, tanto en cantidad de población como en las condiciones de alimentación y estabilidad emocional que viven nuestros educandos. Tendremos que aprender a trasmitir la información con pasión y convicción, con la certeza de los beneficios obtenidos del desarrollo de las competencias, con amor al arte de educar.

Un elemento indispensable, será centrarnos en el planteamiento de los propósitos y sobre todo la metodología utilizada, para alcanzarlos, siendo conscientes de que la evaluación guarda una estrecha relación con los propósitos, y que el aprendizaje, cuando se da, conlleva un cambio en la estructura del educando, que impacta en su pensar, su actuar e incluso su sentir.

Los propósitos tendrán que partir del principio del cambio de paradigmas, iniciando por la creencia de que todo educando tiene el potencial para llegar a ser alguien, de que cada individuo vale por el hecho de ser individuo y que cada educando tiene la capacidad para aprender.

Algunas de las conductas que tendremos que utilizar, son la capacidad de adaptarnos, tener una actitud optimista ante las circunstancias, obtener provecho de cada situación, generar una actitud resolutiva, resiliente y asertiva. Es indispensable favorecer el desarrollo de la autoestima, a través de un reconocimiento real, la oportunidad de resolver retos y la certeza de aceptación y comprensión hacia el individuo y sus circunstancias.

Considerar que bajo las circunstancias de distanciamiento social y educación virtual, el principal canal de aprendizaje es el auditivo y no el visual. Y no olvidar que el nivel de estrés y ansiedad pueden estar presentes en los niños, adolescentes y adultos con los cueles estamos interactuando. De tal manera que será de mayor importancia y trascendencia el favorecer la estabilidad emocional, (elemento clave en el aprendizaje), ante los conocimientos curriculares. Que es de mayor valor, promover los aprendizajes para la vida cotidiana que asignar un valor cuantitativo al proceso de aprendizaje.

Nos encontramos hoy, ante un panorama el cual representa un reto a la educación en toda la magnificencia de la palabra. Pero alentador, por la disposición, actitud emprendedora y creativa de los docentes, y sobre todo por el compromiso que han mostrado las integrantes de las instituciones educativas, ante la adversidad. De tal suerte que de cada uno de nosotros depende la influencia que tendrá nuestro actuar en nuestra sociedad, y si buscamos una reorientación en el actuar del otro, tendremos que iniciar por el nuestro. Somos cada uno de nosotros los responsables de nuestro actuar, así que también somos los únicos que podemos lograr otro panorama social. Busquemos que sea nuestro actuar testimonio de nuestra calidad humana, con la esperanza de producir en el otro la misma orientación.

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