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EDUCACIÓN INCLUSIVA EN LAS AULAS:
El Diseño Universal Para el Aprendizaje (DUA)
Ma. Antonia Casanova Profesora de la Univer-
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Camilo José Cela, Madrid España macasanova2011@gmail.com
Primeras reflexiones
Comencemos aclarando el concepto de educación inclusiva que vamos a manejar, para que durante la lectura de este texto sea posible una interpretación correcta y unificada de lo que expondremos.
Durante bastantes años se ha hablado de “integración educativa”, refiriéndonos a la incorporación del alumnado con necesidades educativas especiales a la escuela regular; pero este importante paso derivó en una reflexión obligada: los alumnos con necesidades especiales que asistían a las aulas regulares no eran los únicos distintos.
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Todos tenían diferencias claras: por motivación, por capacidad, por contexto social, por estilo y ritmos de aprendizaje, por ubicación, por cultura, por sexo/ género, por lengua… En fin, que todas las personas somos diferentes y todas merecemos una educación apropiada a nuestra diversidad singular. Por ello, la educación inclusiva es positiva para la población escolar en su conjunto, no solo para la que, en determinados contextos, puede resultar minoría con respecto al global.
Eso llevó a cambiar el punto de mira, el enfoque educativo del sistema. No se debe tratar de adaptar el alumno al sistema, sino que debe ser el sistema el que ofrezca múltiples opciones al alumnado para responder a sus peculiaridades. Es decir, que la escuela tiene que responder con un diseño curricular y organizativo que permita a todas las alumnas y alumnos conseguir las metas que se proponen en cada momento y que exige la sociedad en la que vivimos actualmente.
La democracia respeta y valora las diferencias y debe, por lo tanto, defender y poner todos los medios para implementar el modelo inclusivo de educación de forma generalizada, permitiendo el enriquecimiento mutuo con los talentos de todos.
El aula, centro de la transformación educativa
Reconozcamos, en principio, que la innovación educativa debe producirse dentro del aula, dentro de los salones de clase. De lo contrario, no será suficiente el cambio de Ley de Educación para que las mejoras posibles lleguen al alumnado. Quien atiende a cada alumna y a cada alumno es el profesorado, de cualquier nivel escolar. Y esa maestra, ese profesor es el que debe incorporar a su quehacer diario las propuestas imprescindibles para que la educación inclusiva se haga realidad y todo el grupo resulte beneficiado con su implementación.
Dentro de los elementos curriculares (competencias, propósitos, contenidos, metodología, evaluación), creo que son dos los que marcan el camino para atender a la diversidad: la metodología y la evaluación.
La metodología con las múltiples estrategias, digitales y analógicas, que están a nuestra disposición, favorece la utilización de caminos variados para adecuar las propuestas de trabajo, las actividades o los recursos didácticos a las distintas formas de aprender de nuestro alumnado. Evidentemente, si se quiere que los estudiantes sean competentes para aplicar los conocimientos que adquieren, estas estrategias deben favorecer las actuaciones prácticas en el aula: obtención de datos, planeación de actuaciones, búsqueda de materiales, trabajo en equipo, exposiciones orales, realización de trabajos escritos, creación de obras artísticas (pintura, música, literatura, etc.), crítica de textos o noticias de prensa, valoración mutua de lo llevado a cabo…, y un largo etcétera que promueve una educación participativa y diversificada que admite distintos tipos de trabajo, de variado nivel de dificultad, que exige tomar en cuenta los talentos que se puedan aportar… Así se trabaja cooperativamente, contando con las capacidades de cada alumna y alumno del grupo, que contribuirán a conseguir un final mejor en los logros alcanzados.
Por otra parte, si se trabaja de otro modo en el aula, también habrá que evaluar de manera distinta. Ante la realización de trabajos en grupo, en los que cada uno aporta su talento personal, no cabe una evaluación al final con el mismo examen (teórico y memorístico) para todos.
Habrá que observar, hablar con el alumnado, revisar sus trabajos, grabar sus exposiciones… En definitiva, valorar continua y formativamente lo que ha aprendido cada niño, adolescente o joven dentro de nuestro sistema educativo. Una evaluación homogénea contradice la atención a la diversidad y los principios básicos de la educación inclusiva.
El Diseño Universal del Aprendizaje: sus principios para la atención a la diversidad
La Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad (diciembre de 2006), dedica su artículo 2 a concretar las definiciones de algunos términos que deben tomarse en cuenta en cualquier ámbito de la vida, de modo que todos entendamos lo mismo cuando aparezcan. Entre estos conceptos, destacamos el de “diseño universal” por ser el que alude al tema que ahora tratamos.
Se define el diseño universal como “el diseño de productos, entornos, programas y servicios que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado. El “diseño universal” no excluirá las ayudas técnicas para grupos particulares de personas con discapacidad, cuando se necesiten”. Como se puede comprobar, este diseño también debe aplicarse a los programas y a los servicios y no solo a la supresión de barreras arquitectónicas, como en muchas ocasiones se ha interpretado. Afecta directamente, por tanto, al diseño curricular que se implemente en las escuelas de cualquier nivel educativo.
Aunque estemos haciendo referencia a esta Convención, quiero aclarar que sus principios resultan positivos para toda la población escolar y no solo para la que presenta alguna discapacidad. Cada niño o niña es diferente, por lo que precisa de este tipo de diseño en todos los casos.
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Principios del DUA
El Diseño Universal para el Aprendizaje propone tres principios que favorecerán la accesibilidad del currículum al mayor número de alumnos y alumnas (es decir, a todos) y que en ningún caso resulte inviable por su inflexibilidad y su rigidez, lo cual levantaría barreras para el aprendizaje de toda la población que debe adquirir competencias básicas a través del mismo. El CAST (Centro para la Tecnología Especial Aplicada) comenzó su trabajo hace más de veinticinco años, partiendo del concepto de diseño universal aplicado a la arquitectura y al desarrollo de productos, promovido por Ron Mace, de la Universidad de Carolina del Norte, trasladando los principios más apropiados para el ámbito educativo, de modo que se convirtieran en promotores y facilitadores del aprendizaje dentro de un modelo de inclusión en las aulas. Para el CAST, el currículum se convierte en “discapacitante” cuando lo es la selección de sus contenidos (lo que enseña), su metodología o modo de enseñarlo (cómo se enseña) e inadecuado para las personas a las que se dirige (a quién se enseña y quién debe aprender). La Guía para su aplicación, compilada por David H. Rose y Jenna Wasson, ofrece alternativas variadas para la práctica de los principios en que se basa este Diseño; para facilitar un conocimiento más cercano del mismo, exponemos a continuación la enumeración de los principios, con alguna explicación breve, adaptando el texto del DUA y de la Guía para su aplicación.
Una aclaración más: estoy convencida de que todo buen docente ha aplicado estos principios, aunque no estuvieran definidos de este modo ni sistematizados como ahora lo están. Quizá lo haya hecho de modo intuitivo o sin ajustarlos a esta denominación, pero, en definitiva, una maestra o maestro que se ha comprometido con el aprendizaje de su alumnado siempre ha tomado en cuenta las diferencias individuales de este para adecuar las actividades del aula a sus distintas características. De lo contrario, muchos de nosotros no habríamos aprendido ni alcanzado las competencias que ahora tenemos.
Los tres principios en los que se basa la viabilidad del aprendizaje universal, mediante un diseño accesible, son:
Principio I: Proporcionar múltiples medios de representación
El alumnado percibe y comprende la información que se le muestra de diferentes modos. Quien presenta algún déficit sensorial, dificultad de aprendizaje, diversidad cultural o de idioma, necesitará medios distintos para acceder a los contenidos de aprendizaje, bien sean visuales, auditivos, etc. Lo interesante, en este principio, es ofrecer diversidad de caminos que faciliten la accesibilidad curricular.
Para aplicar este principio, resulta importante:
Pauta 1: Proporcionar opciones de percepción.
Pauta 2: Proporcionar opciones para el lenguaje y los símbolos.
Pauta 3: Proporcionar opciones para la comprensión.
Se trata, por tanto, de que el docente, cuando va a iniciar un nuevo trabajo o situación de aprendizaje, lo presente mediante el mayor número de estímulos diferentes, de modo que pueda ser percibido por todo su alumnado, en función de sus estilos de aprendizaje o capacida- des personales.
Principio II: Proporcionar múltiples medios de acción y de expresión.
También es diferente la forma de expresarse de los estudiantes, en función de sus características singulares. Una discapacidad motora, un déficit de atención con o sin hiperactividad o un idioma diferente, obliga a modalidades de expresión muy distintas, de manera que su dominio competencial tendrá que ser manifestado en formas variadas. La expresión verbal (oral o escrita), la icónica, la gestual, etc., se considerarán como válidas durante las aplicaciones curriculares.
Para aplicar este principio, se considera fundamental:
Pauta 4: Proporcionar opciones para la acción física.
Pauta 5: Proporcionar opciones de habilidades expresivas y de fluidez.
Pauta 6: Proporcionar opciones para las funciones ejecutivas.
Lo importante, en este principio, es permitir que el alumnado exprese sus aprendizajes a través del medio que le resulte más idóneo: la escritura, la expresión oral, el dibujo, la música, la plástica, el movimiento… Y en los tiempos que necesite para hacerlo. No es posible atender a la diversidad exigiendo que todos los alumnos demuestren sus aprendizajes repitiendo lo que dice un libro literalmente: este será el medio idóneo para excluir de la escuela y de la sociedad a muchas personas que, con otras estrategias metodológicas, podrían aportar a la sociedad todos sus talentos. El tener una discapacidad no implica la inexistencia de otras muchas capacidades.
Principio III: Proporcionar múltiples medios de motivación y compromiso.
Conseguir la motivación de los estudiantes y su compromiso con el propio aprendizaje requerirá de vías diferenciadas de acceso. Unos se asustan ante la novedad, mientras que a otros les resulta atractivo el cambio. Estas y otras muchas variantes deben tomarse en cuenta en los planteamientos curriculares, con objeto de alcanzar su universalidad.
Para aplicar este principio, es importante:
Pauta 7: Favorecer opciones para conseguir el interés.
Pauta 8: Proporcionar opciones para mantener el esfuerzo y la persistencia.
Pauta 9: Proporcionar opciones para la autorregulación.
La motivación despierta el interés y la curiosidad por aprender y ambos constituyen los motores del aprendizaje. Si no interesa, si no emociona…, no se aprende. Después de varios años de aplicación, este principio ha pasado de aparecer en tercer lugar a ubicarse como primero, dado que si no existe esta motivación inicial difícilmente se podrá continuar el trabajo del aula con todo el grupo. No obstante, su propuesta abarca todo el proceso de cualquier situación de aprendizaje, dado que también contempla la necesidad de mantener el esfuerzo y de permitir la autorregulación, es decir, la evaluación y autoevaluación continuada para ir ajustando las disfunciones que pudieran presentarse. Es un principio fundamental.
Hay que considerar estos tres principios, de manera que la aplicación específica y concreta del currículum facilite el acceso al aprendizaje y no resulte motivo de imposibilidad para aprender. No es arriesgado afirmar que no son difíciles de llevar a la práctica y que se pueden aplicar casi de forma inmediata, sin necesidad de grandes innovaciones, aunque sí muy importantes, según la situación en que cada escuela se encuentre. Por ello, la implementación de estos principios constituye un buen punto de partida para la educación inclusiva desde este momento.
¿Aplicamos ya el DUA?
Como resulta evidente, los principios del DUA son eminentemente metodológicos, pues se centran en las actuaciones docentes relativas al desarrollo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Por otra parte, como desde siempre es un hecho la autonomía pedagógica dentro de las aulas en lo que se refiere a metodología (por lo general, nunca aparece en la legislación un modelo metodológico obligatorio), podemos comenzar a aplicar los principios del DUA desde este mismo momento. No es necesaria ninguna norma nueva para aplicar la atención a la diversidad del alumnado mediante la consideración prioritaria de la propuesta de este diseño.
Concretando, se trata de que el profesorado presente los nuevos temas a trabajar utilizando todos los recursos didácticos que posea (orales, escritos, plásticos, musicales, icónicos, gestuales, físicos, etc.), de forma que el conjunto del grupo acceda sin problema al proyecto que debe comenzar. A continuación, se debe permitir que el alumnado exprese sus aprendizajes del modo que prefieran, en función de sus talentos y capacidades. Sobre todo, hay que insistir en dejar que usen sus propias palabras para exponer los nuevos sa- beres y experiencias. Por último -o desde el comienzo-, hay que conseguir despertar la curiosidad de las alumnas y alumnos para que sean ellos mismos los interesados y comprometidos en seguir aprendiendo. Este compromiso se extenderá al ejercicio de la autoevaluación, aprendiendo así a valorar sus actuaciones y las de los demás.
No es tan difícil la implementación del DUA, como ya comenté con anterioridad. Hay que flexibilizar el modo de desempeñar la docencia, ofreciendo variadas oportunidades de representación y de expresión a toda la comunidad escolar, a la vez que se consigue el compromiso personal en el propio desarrollo y el avance hacia la consecución de una sociedad inclusiva y bien formada para desenvolverse con buena preparación y responsabilidad en todos los niveles posibles: personal, comunitario y laboral.
Toda la población tiene el mismo derecho a una educación de calidad y, por ello, es obligado ofrecer un modelo inclusivo que promueva la atención a cada persona desde sus fases iniciales de formación, respetando su singularidad y promoviendo las estrategias más adecuadas para que logre la mejor y mayor adquisición de competencias, favoreciendo así su incorporación a una sociedad equitativa con igualdad de oportunidades para el conjunto de ciudadanos.
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