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pa’ luego es tarde
Mujeres en resistencia: los otros feminismos.
Por LAURA SERRATOS y CLAUDIA O. TEYSSIER. Psicólogas sociales comunitarias.
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© Foto: A quien corresponda
El camino de resistencia de las mujeres es largo; hemos luchado de manera colectiva por el derecho a decidir, visibilizar la violencia feminicida, denunciar el acoso sexual, entre otras. El feminismo nos ha llevado a problematizar profundamente nuestra vida familiar, de pareja, escolar y las formas en las que nos relacionamos y producimos, todas desde realidades distintas.
ONU-Hábitat menciona que “las áreas urbanas, sin importar como se definan, proveen un estilo de vida distinto y usualmente un estándar de vida más alto que las áreas rurales” (1) , lo que genera una brecha de desigualdad respecto a las necesidades de las mujeres en los distintos contextos. Por esta razón es importante que se genere una consciencia que no sea sólo de género, siendo ésta la que caracteriza a los feminismos, sino que se problematicen también las desigualdades de clase y etnia.
En esta coyuntura surge el feminismo rural, que según la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales (2) , es una visión política que reivindica los derechos de las mujeres rurales, campesinas, indígenas y mestizas, como es el caso del acceso a los recursos económicos y materiales necesarios para continuar con el aprovechamiento y defensa de la diversidad natural y cultural en su territorio, y que tiene como objetivo la dignificación de su vida.
Un ejemplo de estas formas de resistencia son las compañeras de la “Colectiva Mujeres de la Tierra y el Sol”, quienes llevan casi 7 años construyendo espacios de organización en la comunidad de Tepapayeca ubicada en el municipio de Tlapanalá. Gran parte de la Mixteca Poblana se caracteriza por tener un alto grado de marginación y de intensidad migratoria a causa de la escasez y precarización del trabajo.
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Por otro lado el acercamiento de las instituciones a las comunidades rurales ha sido desde el asistencialismo, sin reconocer los recursos y capacidades con que cuentan.
A partir de esto surge la necesidad de organizar procesos colectivos que les permitieran reconocer que se encuentran en un lugar con muchos recursos naturales, vastos conocimientos campesinos y sabiduría sobre la tierra, de los cuales podrían hacer uso para mejorar sus condiciones de vida.
Han trabajado desde tres ejes de acción principales: cuerpo y salud, economía social solidaria, y cuidado del medio ambiente; todo esto bajo los principios de la educación popular, la perspectiva de género, el enfoque de derechos humanos y sobretodo la autogestión.
Iniciaron abordando la salud emocional y las problemáticas cotidianas a través de un grupo de ayuda mutua llamado “Sonrisa de Esperanza” lo que las llevó a problematizar su realidad económica entorno a la desigualdad de género, abriendo paso a la creación de un Banco Comunitario que les facilitara el acceso al ahorro y microcréditos a partir de las finanzas solidarias, como una alternativa ante la violencia económica y el abuso de micro-financiadoras y prestamistas regionales.
Reconocer el papel que tienen las mujeres para el desarrollo de la comunidad fue decisivo para la creación de una cooperativa basada en la economía social solidaria, que les permitió generar trabajo en condiciones dignas creando productos artesanales y agroecológicos con dos líneas principales: alimentos, los cuales se elaboran con recursos locales como plantas, flores, hortalizas y frutas criollas y de temporada; y salud y belleza, para la cual hacen uso de plantas medicinales e ingredientes naturales con el fin de ofrecer productos sanos y remedios curativos, autogestionando su propia salud.
Las “Mujeres de la Tierra y el Sol” son un ejemplo de cómo la organización entre nosotras puede generar espacios de resistencia a través de los cuales se construyen otras formas de relación más dignas y justas. Si quieres saber más sobre su trabajo puedes encontrarlas como:
“Mujeres que compartimos saberes y experiencias convencidas de que las ideas, como las semillas, cuando se intercambian, crecen“.
delatierrayelsol@gmail.com Mujeres de la Tierra y el Sol
anua.coop@gmail.com Anua Cooperativa
(1) ONU-Hábitat recuperado de https://www.onuhabitat.org.mx/index.php/distinciones -et re-lo-rural-y-lo-urbano?fbclid=IwAR1xO C0Lba_71Je-HcqcFm 6EmeXZXRXsnjiMfbQOg A6maQxc9CViP-gwA
© Foto: Colección Museo Blaisten
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Autorretrato 1947. María Izquierdo (MX)
Óleo sobre tela. 55 x 45 cm. Colección Andrés Blaisten. Ciudad de México, México.
Por ISAMAR ESLAVA. Psicóloga.
Para hablar de María Cenobia Izquierdo Gutiérrez (1902 -1955) no basta un artículo, no bastará el uso de palabras. Definir la trayectoria de María solo como la primera pintora mexicana que expone sus obras en el extranjero es no hacerle justicia a la vida de una artista, una mujer que vino a enfrentar lo dicho, lo hecho, las trampas.
¿Por qué la nombramos? ¿Qué hay más allá de Nueva York? Desde una toma de conciencia que representa a través de la palabra y el retrato de la identidad popular mexicana, Izquierdo critíca y cuestiona la cultura hegemónica, las representaciones sociales que componen el poder y la dominación.
Sus primeras creaciones representan el contexto más inmediato; su hija Amparo, sobrinas y personas a quienes quería. Con un estilo propio y colorido, a diferencia de los grandes muralistas hombres de la época, ya sea en naturaleza muerta o paisajes, retrató el paso de su infancia hasta su asentamiento en Ciudad de México. Con su caminar viene la transformación en el propio proceso de creación; desde ese momento existe en la obra de María Izquierdo la capacidad de la vida, la muerte y la eterna renovación.
La fantasía invadiendo la realidad es tema recurrente en sus pinturas. Nombra la tristeza, la soledad y la condición social de la mujer; es por eso que en su obra nunca fuimos un papel secundario. Nos muestra impotentes e imponentes; angustiadas sin rostro, sin cuerpo; desnudas para nosotras mismas, con todos los colores o con los caballos en el circo; poéticas e incómodas para los demás. Nunca más un “ÉL la pintaba, ELLA posaba”. No es necesario hablar de aquellos que solo dolieron e intentaron mutilar su destino, el de una grande manifestando su existencia.
María Izquierdo tiene la capacidad de salir de lo académico, de evocar desde el calor del alma. Recordarme la casa de la tía, el olor a café de olla de la última vez que estuve ahí; las trenzas plateadas, el babero azul a cuadros mojado de tanto lavar. Lo que escribo de ella y su trabajo es porque lo siento, porque de saber… no sé nada.
Habitar en el vacío no implica pertenecer al silencio y lo confirmo cada que logro murmurar. El “Autorretrato” (1947), es la batalla de encontrarnos a nosotras mismas, de RECONOCERNOS.
Lograr trazarme, borrarme, nombrarme desde el color y no vivir más con el miedo de quedarme en el intento de SER PARA MÍ MISMA, de manifestar mi existencia.
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