Año 01, Número 01, Mayo-Junio 2015
Año 01, Número 01, Mayo-Junio 2015
En esta edición... Terminal Norte | Sueños V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tercera En lo que te tomas un café | La que habita en los cajones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuarta Garabatos | Caro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Séptima Un cuento | La Loba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Novena El establo de la Vaca Poeta | El tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Décima Le entrevista | Alfredo Espinosa: El Consorte de las Musas . . . . . . . . . . . . . Décimo tercera Terminal Sur | El callejón de las flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vigésima
EDITORIAL
~o~
Cuando tomamos la decisión de abrir un nuevo espacio para publicar literatura e ilustración pensamos en la cantidad de jóvenes -y no tan jóvenes- que caminan por cualquier lado en busca de una oportunidad o bien que sólo hacen lo que hacen como una forma de proyectar su vida, de darle orden a sus ideas, de desahogar sus sentimientos y emociones, de aportar un poco de belleza al caos o simplemente de gritarle al mundo que están vivos. Recientemente tuvimos la oportunidad de participar como jurados en el Concurso Interbachilleres de Cuento, Poesía y Cuentacuentos y con gusto observamos la entusiasta participación de la juventud chihuahuense, sus ganas y energía lograron disipar cualquier duda que pudiéramos tener sobre nuestro principal objetivo: la juventud en nuestros tiempos y es por ello que quisimos aportar nuestro granito de arena publicando a los ganadores del concurso. Además, tuvimos la oportunidad de visitar el hogar de uno de los grandes escritores e intelectuales chihuahuenses: Alfredo Espinosa, quien es la muestra viva de que escribir es, más que nada la mezcla de disciplina y pasión. Esperamos que al leerla, los escritores nóveles se sientan motivos a seguir creando porque en estos tiempos, el único pretexto para no hacer algo es no querer hacerlo, ya que los medios se vuelven cada vez más accesibles a todos y a todo.
~o~ Ilustración de portada: Frigg, Diosa del Matrimonio, la fertilidad, la vida, el amor y el cielo. Esposa de Odin, madre de Baldr. Autor: David Gándara Técnica: Lápiz de color sobre papel Realización Colectivo La Mariposa | Edición Tintero Editores Dirección editorial Martha Cecilia Soto Dirección administrativa Perla L. Zaragoza
tercera | terminal norte Si deseas colaborar en esta sección, envíanos tus poemas y/o cuentos a: colectivolamariposa@gmail.com; relatos no mayores de 500 palabras, acompañados por una reseña biográfica de 100 palabras. S
Sueños V Por Martha Fassbender
Sudaba, jadeaba y trataba de contener mi euforia, me resultaba imposible parar; era como si aquel interminable laberinto alimentara mi frenesí, entre más intentos hacía por detenerme, menos podía hacerlo. Línea recta,
vuelta a la derecha, vuelta a la izquierda, o b u s b a
j
o,
línea recta, vuelta a la izquierda, escaleras, túnel…
vuelta a la derecha,
interminable,
y entonces, sin que pueda evitarlo d e s p i e r t o.
La que habita en los cajones Alexandra Cárdenas oo°0°oo
He dedicado gran parte de mi vida a la persecución más antigua de todos los tiempos: la búsqueda de la verdad. A veces, en ciertos momentos del día, como esa franja casi surrealista del tiempo que constituye el atardecer, me atrevo a pensar que en el fondo todos los seres humanos hemos participado en esa persecución frenética del conocimiento, como si pensáramos que en el vientre de la verdad nada la felicidad en líquido amniótico y quisiéramos estar ahí para contemplar el alumbramiento. Como la mayoría de las personas realicé mi búsqueda siempre en los lugares equivocados. Buscaba debajo de las mesas y por en cima de los labios; sobre la mesa de la cocina, en el sofá al caer la noche; en las manos de los oficinistas, en las ruedas de los coches, en cada página del calendario; en el polvo que se acumulaba bajo la cama y entre los huecos de la memoria. Por encima de las sábanas propias y las pieles ajenas. En las canciones que sólo pueden escucharse cuando se está triste y en las despedidas que nunca serán felices; en más de quinientos libros y en un par de poemas; en las nocturnas copas de vino y en los primeros cafés de cada mañana. En el vaivén del viento y en la pereza de los lunes. Busqué en cada rostro que cruzaba la calle y en todas las pupilas que se habían quedado incrustadas en mis historias. Nunca pude encontrar rastro de ella. Cuando me di por vencido, como suele ser la historia natural de las búsquedas de tan fatídica naturaleza, me conformé con inven-
tarla. Me miraba al espejo y me repetía que aquello que me miraba de vuelta era lo cierto; que el suelo que pisaba era realmente la firmeza que me sostenía y que el maletín bajo mi mano contenía todas las respuestas que pudiera estar buscando. Inhalaba y exhalaba el aire sin preguntarme de qué estaba hecho, convencido de que aquello era lo que ponía en marcha mis pulmones y por ende, mi corazón. Empecé con el tiempo a creer fervientemente que no había nada tras lo que mis ojos miraban. Creía todo lo que veía y aceptaba sin cuestionar cada cosa que escuchaba. Conocí a una mujer lo suficientemente bella para pensar que estaba enamorado y con eso me bastó para ligar mi vida con una ajena. Dejé pasar los días sin buscar en las esqui-
quinta
nas del calendario indicios de la existencia de algo más. Leía saltándome las pausas, me bebía la ciencia y los discursos como tragos amargos sin reparar en los motivos de nada ni de nadie. Maduré. Aun así supongo que todo el tiempo he sabido que la mentira más importante es la de creer que una búsqueda puede terminar así, sin respuestas y por el tedio. En el fondo sé, como lo saben todas las personas. Que la verdad es algo que uno encuentra cualquier tarde de lluvia dentro de una hoja en blanco. No hay espejo más nítido que la desnudez del papel que nos mira en espera de palabras. No existe más respuesta que el silencio. Todo lo que es real vive en las pausas, en los intervalos, en lo no dicho. Pero nuestro instinto ha sido y será siempre aniquilarlo, escribir, hablar, movernos, borrar esa verdad que nos vigila, porque en el fondo, todos sabemos que lo que Teseo encontró en el centro del laberinto fue el grave e infinito silencio del centro del universo. Desde que la encontré. Como lo ha hecho todo el mundo, la guardo en un cajón bajo llave. No dejo bajo cualquier circunstancia que esa nada se escape y cada que intenta asomarse por los recovecos de un insomnio me apuro a llenar de pensamientos ese vacuo espacio de la “no respuesta”. ¿Qué existe después de todo más certero que la muerte? Y ¿Qué es acaso la muerte sino el más grande de todos los silencios? ALEXANDRA CÁRDENAS (Parral, Chihuahua 1988). Médico y escritora. Actualmente realiza su especialización en Psiquiatría. Ha colaborado para revistas digitales e impresas como “El humo”, “Ombligo” “Revista Arihua, lengua y cultura”, “Cuadernos fronterizos” y “Revista Argo”. Colaboró en la antología de narrativa breve “Brevis and cortus” (Editorial la cantonera- Zacatecas). Seleccionada en el I concurso “Palabras al vuelo” (Lazaronte- España), para formar parte de la antología del mismo nombre. En su tiempo libre administra su blog literario “El café de las tres”. Entre sus proyectos están la publicación de dos antologías de cuentos y un poemario.
s茅ptima
Autora: Caro Naci贸 en Monclova, Coah., el 17 de Julio del 2004, Cursa el 5o. Grado de Primaria
La Loba
novena | un cuento
Hay una vieja que vive en un escondrijo del alma que todos conocen pero muy pocos han visto. Como en los cuentos de hadas de la Europa del este, la vieja espera que los que se han extraviado, los caminantes y los buscadores acudan a verla. Es circunspecta, a menudo peluda y siempre gorda, y, por encima de todo, desea evitar cualquier clase de compañía. Cacarea como las gallinas, canta como las aves y por regla general emite más sonidos animales que humanos. Podría decir que vive entre las desgastadas laderas de granito del territorio indio de Tarahumara. O que está enterrada en las afueras de Phoenix en las inmediaciones de un pozo. Quizá la podríamos ver viajando al sur hacia Monte Albán en un viejo cacharro con el cristal trasero roto por un disparo. O esperando al borde de la autovía cerca de El Paso o desplazándose con unos camioneros a Morelia, México, o dirigiéndose al mercado de Oaxaca, cargada con unos haces de leña integrados por ramas de extrañas formas. Se la conoce con distintos nombres: La Huesera, La Trapera y La Loba. La única tarea de La Loba consiste en recoger huesos. Recoge y conserva sobre todo lo que corre peligro de perderse. Su cueva está llena de huesos de todas las criaturas del desierto: venados, serpientes de cascabel, cuervos. Pero su especialidad son los lobos. Se arrastra, trepa y recorre las montañas y los arroyos en busca de huesos de lobo y, cuando ha juntado un esqueleto entero, cuando el último hueso está en su sitio y tiene ante sus ojos la hermosa escultura blanca de la criatura, se sienta junto al fuego y piensa qué canción va a cantar. Cuando ya lo ha decidido, se sitúa al lado de la criatura, levanta los brazos sobre ella y se pone a cantar. Entonces los huesos de las costillas y los huesos de las patas del lobo se cubren de carne y a la criatura le crece el pelo. La Loba canta un poco más y la criatura cobra vida y su fuerte y peluda cola se curva hacia arriba. La Loba sigue cantando y la criatura lobuna empieza a respirar. La Loba canta con tal intensidad que el suelo del desierto se estremece y, mientras ella canta, el lobo abre los ojos, pega un brinco y escapa corriendo cañón abajo. En algún momento de su carrera, debido a la velocidad o a su chapoteo en el agua del arroyo que está cruzando, a un rayo de sol o a un rayo de luna que le ilumina directamente el costado, el lobo se transforma de repente en una mujer que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas. Recuerda que, si te adentras en el desierto y está a punto de ponerse el sol y quizá te has extraviado un poquito y te sientes cansada, estás de suerte, pues bien pu diera ser que le cayeras en gracia a La Loba y ella te enseñara una cosa... una cosa del alma. Versión de la Dra. Clarisa Pinkola Estés. Psicoanalista junguiana internacionalmente reconocida como especialista, poeta, contadora y guardiana de antiguos cuentos de la tradición latinoamericana.
El tiempo Piérdete en el tiempo, más allá de todo lo imaginable, piérdete por siempre en el ínfimo espacio de mis días; donde ya ni mi memoria te pueda encontrar.
En un segundo pongo tu recuerdo y en otro pongo mi existencia, tiro los relojes al viento y trato de olvidarte día a día, y trato de olvidarte año tras año; pero al poner tu recuerdo en un segundo, no he ganado al tiempo la batalla, pues segundo a segundo te recuerdo.
La victoria será mía cuando las arenas dejen de caer cuando la vida deje de transcurrir y aun así; el sonido del tic-tac es como una burla ante mi vano intento de huir; porque al morir habré congelado eternamente tu imagen en mi alma.
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Juan Gerardo Guillermo Núñez Nació el 9 de enero de 1970 en Jalisco, comenzó a escribir cuentos a los 12 años; en la adolescencia escribió una novela de género romántico o aventura y poesía, su escritura a veces refleja su creencia en Dios, el bien y el mal, lo que se vino acentuando aún más al convertirse al cristianismo, desde su primer escrito ha usado seudónimo, ya que la intención siempre había sido escribir sólo para él, o quizá para algún ser amado...
décimo tercera | la entrevista
Alfredo Espinosa:
El Consorte
de las Musas “Yo soy sobre todo un poeta maltratado por las musas, he escrito mucho de mis poemas con sangrita de mi corazón y eso lo hace conmovedor, profundo y auténtico; soy además alguien que se ha internado en el cosmos de la imaginación y un tipo que anduvo a ras de suelo, en los sótanos, viendo las raíces del mal que he encontrado principalmente en la política”, señala sobre sí mismo, a su muy característico y poético estilo, el médico y escritor, Alfredo Espinosa en entrevista exclusiva para El Tintero de la Mariposa. oo°0°oo
POR M A R T H A C E C I L I A S O T O FOTOGRAFÍAS C O R T E S Í A D E A L F R E D O E S P I N O S A
décimo cuarta | la entrevista
Hace poco más de medio siglo, uno niño de 8 ocho años recibe la noticia de que el hombre extraordinario que fue su abuelo, próspero en los negocios, muy dedicado al estudio y a vivir la vida intensamente, atraído por la magia, el hipnotismo y las mujeres, acababa de morir. En la biblioteca, los adultos hijos de aquel hombre guardan sus libros en un baúl y los suben al ático, en el segundo piso de la casa; el niño, con curiosidad sube para ver qué misterios esconde aquel mueble antiguo. Atraído como la esposa de barba azul hacia aquella habitación, el niño abre el monumental cofre y lo primero con lo que se encuentra es un libro sobre hipnotismo con un brillante y enorme tercer ojo que quedó grabado en la mente del pequeño hasta el día de hoy y que sin duda, él reconoce como el momento en el que el don de la palabra, le fue revelado como parte del sendero que habría de emprender en este camino que llamamos vida. oo°0°oo
Alfredo Espinosa en la UNAM
décimo quinta | la entrevista
Personalidad Múltiple o la luz de Saulo Sobre Alfredo Espinosa sólo hay dos cosas que debemos saber antes de adentrarnos en la magia de su mundo: nació en Ciudad Delicias, Chihuahua en el año de 1954 y además de ser artista, es médico psiquiatra y psicoanalista. El resto es información que podemos encontrar fácilmente si navegamos por el internet y tecleamos su nombre; con un tinte de ironía, la vida del doctor Espinosa parece dividirse Alfredo Espinosa con su esposa María del Rosario en dos personalidades, aunque en este caso, parece que ambas se conocen bien, conviven sin mayor problema, antes bien, es como si se tratara de personalidades simbióticas, necesaria la una para que la otra subsista. Si lo miramos desde afuera, parece un enigma ¿por qué un psiquiatra es escritor? Eso tiene una respuesta simple, grandes psiquiatras de la historia han sido escritores: Jung, Freud, Frankl, Lacan… no es difícil entender que un especialista dedicado al psicoanálisis que brinda ayuda médica desde el estudio de la mente termine escribiendo porque, ante todo, las letras se convierten no sólo en una herramienta para el profesional con el fin de darle un justo orden y una justa dimensión a los problemas de otros seres humanos, sino que terminan siendo fieles cómplices. Lo que sí resulta un poco más complejo, es entender en qué momento y porqué, el prolífico escritor cuya vida literaria no me mide en años sino en libros* decidió poner en pausa la escritura y dedicarse a la pintura. Para nosotros resulta casi incomprensible porqué un hombre que escribió su primer poema a los 16 años y que tiene un manejo tan honesto del lenguaje, cambió –al menos mientras las musas no le ordenen otra cosa- el escritorio por el caballete. La pregunta forzada, no puede quedarse guardada: ¿Cuándo fue la mañana, la noche o la madrugada que te levantaste y dijiste voy a pintar? ¿Qué vino a tu mente? ¿Cómo y cuándo percibiste esa luz que cómo a Saulo te cegó y te ordenó “ponte a pintar”? * Alfredo Espinosa ha escrito una treintena de libros entre los que destacan: Desfiladero (poesía), ganador del premio Ramón López Velarde 1989; Infierno Grande (novela), Premio Chihuahua 1991; Tatuar el humo, premio Gilberto Owen 1994; Obra Negra, finalista del premio Planeta; El aire de las cosas, premio Efraín Huerta 2004; Las Lunas que ella es, 2008 y El Mantel y la sábana, 2013; entre muchos otros.
décimo sexta | la entrevista
“Con ese misterio con el que planteas la pregunta, justo así fue, yo jamás supe que era pintor; estaba teniendo en mi vida experiencias de las más gozosas como el ver pintar a algunos buenos maestros, los miraba y me daba cuenta del goce que producía en ellos esa acción, me di cuenta de que estaba muy alejado de lo que yo había padecido como escritor”, responde. Para crear, un escritor, según nos plantea Alfredo, tiene que ensimismarse, tiene ir hasta las honduras del tema sobre el cual va a escribir; compara escribir una novela con el estado del embarazo, “porque tu libro lo traes ahí cargando todo el tiempo, y yo he estado embarazado varias veces, he parido muchos hijos”, dice. Agrega que el oficio del escritor es tan arduo, “como las tareas de un burro; de un hombre extraordinariamente comprometido con lo que hace y sucedió que muchas vi pasar la vida, por debajo de mi escritorio; tenía ganas de un cambio pero la vida te pone en tu sitio y después de haber caído abismalmente, no sé ni porqué razón, se me abrió una ventana al cielo, comencé a florecer de nueva cuenta luego de haber estado tan marchito en un tiempo”. Entonces como si se tratara de una relación pasional hasta el grado de la locura, la esposa literatura de Alfredo Espinosa, hace un pacto con él y le dice: descansa, ya hemos trabajado mucho juntos, yo estaré siempre aquí. Ciertamente, “30 libros” se dice en un segundo y mencionar sus títulos seguro nos llevará menos de un minuto, pero escribirlos le ha llevado toda una vida. “En ellos se encuentra un gajo importante de la literatura mexicana; ahí están esos 30 libros, gracias a los cuales seguramente se terminó con dos o tres bosques, pero también en esos libros, en cada uno de ellos encuentras una selva, una selva que yo ofrendo al desierto chihuahuense”, señala.
Alfredo Espinosa en su estudio.
décimo séptima | la entrevista
El salmón que nada contra la corriente
El corazón del sinsentido. De Alfredo Espinosa
¿Cuánta pasión es capaz de sentir un escritor que ya ha publicado 30 libros de ensayo, novela y poesía? La respuesta es clara pero no precisa: ¿mucha? ¿muchísima? ¿demasiada?; tanta como se puede sentir para plasmar en ellos la denuncia, la contundencia contra el poder, la sensibilidad, la experiencia, la brutalidad de la expresión propia de un poeta nacido en el país bárbaro, porque “soy un poeta del norte de México, que no se anda con sutilezas en nada, que no va a las oficinas buscando que le publiquen o le hagan caso”, agrega. Un artista que no pelea es como una flor sin aroma o color y Alfredo se reconoce como un ser humano de espíritu combativo que en primer lugar quiso ser escritor, luego intelectual y finalmente se asume como un artista que con la misma facilidad e inspiración con la que se sienta escribir un poema, elige los colores para pintar una catrina.
Pero la faceta de Alfredo como intelectual es una de las menos reconocidas, casi todos lo ubican como escritor, otros menos saben que comenzó a pintar desde el 2007 y que presentó una exposición pictórica con su obra en el año 2013 en el Poliforum Cultural Universitario, pero pocos reconocen que él también ha sido un artista que se ha confrontado con la autoridad y que ha luchado contra la corriente, que ha opinado de asuntos públicos, igual que muchos intelectuales “la diferencia es que yo lo he hecho estando aquí, he hablado de asuntos y problemáticas chihuahuenses, viviendo aquí en Chihuahua, mientras que la mayoría lo han hecho desde afuera”, comenta. “Me he confrontado de manera total con algunos gobiernos y la consecuencia de ellos es que para mí están cerrados todos los medios, no hay cabida para mí, se me han cerrado las puertas; yo he hecho y publicado mi obra con las instituciones culturales a mis espaldas o contra mí, hasta ahorita no hay un taller que yo haya impartido, soy un maestro sin alumnos; no ha habido invitaciones a un circuito literario, a una feria, una conferencias, que me den una beca que me inviten a editar un libro”.
décimo octava | la entrevista
Pese a tener todo este acervo cultural, no hay quien promueva su obra, sino es él mismo quien lo hace y, paradójicamente, se trata de uno de los referentes culturales más destacados en el arte contemporáneo chihuahuense. No obstante, el apoyo de las instituciones no es algo que él anhele como su fin último pues a final de cuentas ¿qué hubiera sido del artista con todo el apoyo del aparato cultural del estado? Tal vez ni una décima parte de lo que ahora es y del peso que tiene el nombre de Alfredo Espinosa. De las constelaciones de lobos a las fiestas de Baco La transición o metamorfosis que ha estado “sufriendo” el doctor Espinosa para transfigurar su ser de escritor en un artista completo y complejo comenzó hace unos 8 años -aunque él mismo no puede definir el momento exacto- y terminó por concretarse con tres sucesos trascendentes en su vida artística que ocurrieron más o menos en el mismo tiempo: la presentación de su penúltimo libro en el Centro Cultural Universitario Quinta Gameros, Las lunas que ella es, el 5 de junio del 2013 en el que se puede encontrar, además de su poesía, obra pictórica y fotográfica creada por él mismo; la exposición plástica Caprichos y Arrebatos, exhibida en el Poliforum Cultural Universitario del 19 de septiembre al 11 de octubre del 2013 y finalmente, la publicación del último libro: El mantel y la sábana, que ofrece una entrada con recetas varias, el plato fuerte compuesto por una serie de ensayos o micro poemas relativos al erotismo y como postre, varias pinturas realizadas por la artista plástica Alejandra Ordoñez y él mismo. Todo lo ocurrido en torno a estos tres sucesos fueron momentos que determinaron claramente hacia donde iba la obra de Alfredo que comenzó su camino siendo el escritor atormentado y maltratado por las musas como él mismo señala hasta convertirse en el hombre maduro que actualmente vive más momentos de gozo que de dolor. “Ese espíritu que ahora tengo, jamás lo había vivido, uno de mis peores enemigos era yo mismo, siempre andaba expurgando cosas, asomándome a los abismos, a las oscuridades y de pronto vienen estos azules y amarillos… doy un vuelco, pero antes era muy soberbio, vivía dentro de mí una constelación de lobos, traía a todos los demonios empujándome a los confines de ninguna parte, poco a poco se fue sosegando mi espíritu y ahorita el mundo me vale madre… me gusta cómo se va la vida en los rieles de ciertos humos; tengo una mujer maravillosa, tengo una burbuja en este mundo lleno de púas, soy un hombre afortunado, siempre lo he sido, pero ahora lo reconozco y con humildad agradezco que se me haya otorgado en estas tierras bárbaras la posibilidad de expresar estos dones artísticos que se me han dado ”, dice. “Soy un hombre abandonado al fluir sosegado de los ríos y a vivir este día como lo mejor de mi vida”, agrega feliz el médico, ensayista, poeta, novelista y pintor.
El libro es fuerza, es valor, es alimento; antorcha del pensamiento y manatial del amor. Rubén Darío (1867-1916) Poeta Nicaragüense
El Tintero de la Mariposa es una publicaci贸n bimensual, editada por Tintero Editores y producida por Colectivo La Mariposa, con la finalidad de promover globalmente a los nuevos valores de la literatura juvenil. Los Derechos de los cuentos y poemas, pertenencen a sus autores y es necesario contar con el permiso expl铆cito de ellos para su uso o reproducci贸n parcial o total. El contenido de los anuncios es responsabilidad de sus anunciantes y no del editor. Para anunciarse en la revista: colectivolamariposa@gmail.com, (614) 235.11.89.
Cuento ganador del Segundo Lugar en el Concurso Interbachilleres de Chihuahua, 2015.
vigésima | terminal sur
Relatos de ida y atleuv
El Callejón de las Flores José Luis López Estrada Ya era cerrada la noche cuando un leve murmullo se escuchaba en un abandonado callejón que estaba casi en la esquina del Boulevard de las Flores. Era una noche de invierno; una de esas noches en las que el frío se abre paso entre la ropa hasta llegar a la piel y filtrarse entre los huesos desnudos haciendo castañar al corazón y te hace sentir que l alma, siempre tan cálida y tibia, se enfría con cada segundo que pasas a merced de gris viento. No sé si es el gato que me atormenta desde las tuberías de este extraño lugar, el chirrido del metal al cerrarse, el tenue suspiro del crisantemo marchitándose en un charco o esta noche conmemorativa la que me invita y me exige a gritos que cuente nuestra historia, porque después de todo ella es la única testigo de lo que aconteció hace ya casi doce meses en ese lugar irónicamente llamado El Callejón de las Flores. Yo volvía del trabajo llevando conmigo un maletín repleto de papeles en blanco y en el bolsillo derecho una cajetilla de cigarros a medio acabar. Caminaba por las calles aledañas a mi trabajo cuando escuché un fuerte estruendo seguido por el volar de varias aves en el cielo nocturno. Mi respiración se cortó durante un momento, el suficiente para escuchar cualquier cosa proveniente de ese callejón que estaba a unos cuantos metros de mí. Después de unos segundos escuché la voz de dos personas discutiendo en voz baja. Apresuré mi paso, entré casi corriendo a la boca del callejón y ahí fue cuando la vi por primera vez. Me gustaría decir que nuestra historia comenzó como cualquier otra, en un café o quizá en la escuela, en el trabajo o en una parada de autobús, pero no, nuestra historia empezó en la boca de un lobo que parecía cerrarse para comernos, entre botes de basura y ratas que se movían sigilosas por las esquinas, nuestro amor comenzó presenciando el fin de una vida. Es extraño, cuando una persona habla de la muerte se imagina al instante un momento estrepitoso fuerte y violento… pero estando ahí mientras presencias todo en primer plano es algo completamente diferente, es como si se apagara una vela o se cortara un fino hilo: rápido y sin ruido, eso viene después. Pero eso no fue lo que me llamó la atención sino la mujer que estaba ahí de rodillas mirando a un joven de apenas unos 20 años; tenía el cabello enmarañado pero su cara denotaba tranquilidad, esta mujer de rodillas llevaba un vestido verde obscuro con unos cuantos pétalos del mismo color ceñido en las piernas, unas esmeraldas verdes como aretes y una especie de pulsera en el tobillo. Su cara era pálida, alta, de cabello largo y negro, ojos profundos y dedos elegantes, figura esbelta y delicada. Era perfecta, como una flor alrededor de un sinuoso pantano, pero esta flor me provocaba un poco de inquietud. Me acerqué intentando no hacer ruido pero mis pasos destrozaban los restos de un cristal estrellado, ella lo escuchó y me vio. Me detuve en seco y cuando intenté hablar, mi voz pareció la de un animal herido. Ella sonrió un tanto burlona, besó la frente del hombre que estaba tendido en el húmedo suelo y desapareció entre una voluta de humo blanco. Yo miraba todo desde un banco en el boulevard, las patrullas y sus sirenas no tardaron
vigésimo primera | terminal sur Relatos de ida y atleuv
en llegar y la ambulancia se demoró un poco más y yo esperaba algo de tranquilidad que nunca llegó. “Crimen pasional, —dictaron los periódicos al día siguiente— rastros de lápiz labial en la frente de la víctima” y yo en la misma banca leyendo me pregunto ¿Qué acaso existe otro tipo de crimen? La tenía que volver a ver. Los días pasaron y yo frecuentaba más que antes el camino que pasaba por el boulevard siempre a la espera de esa dama, “siempre nos hace esperar” pensé, porque sabía quién era y sabía cómo volver a verla pero la sola idea me procuraba mareos y visión borrosa, hasta que un día me decidí. Se llamaba Carlos, creo, o Fabián, no lo sé. Lo observé durante algunos días, era fácil, caminaba siempre por el mismo lugar usando siempre el mismo abrigo y con la mirada fija en el callejón. Era de ese tipo de personas inútiles en la vida, con un empleo ordinario de nueve horas el cual no le genera grandes ganancias pero si las suficientes para comprar algunos paquetes de comida congelada y pagar la TV por cable. Así que un día, así, sin más decidí terminar con su vida sólo para volver a verla. El día había sido soleado y la noche la más obscura que recuerdo. Salí del callejón y lo tomé por la espalda tapándole la boca mientras él se removía e intentaba escapar, le di un golpe en la cabeza, cayó tendido, me miró y me preguntó acerca de lo que buscaba y fue ahí cuando me di cuenta que no tenía nada planeado así que le dije “la cartera o la vida”, esperando que fuera un avaro pero el grito “¡la cartera por favor, espero a alguien!” al momento que la arrojaba hacia mí. No contaré como es que terminó, eso yo lo sé y seguramente se lo imaginarán, no hablaré del tiempo que me tomó, no hablaré de mis pensamientos en ese momento, sólo hablaré de lo que pasó después. Ella apareció, no vi de donde, llevaba un vestido como el de la primera vez que la vi pero esta vez era color plata brillante. Me miró con cara de desconcierto como intentando distinguir a un viejo conocido. Me alejé dos pasos y ella se acercó tres hasta el punto de estar a unos cuantos centímetros de mí. Me tocó la mejilla mientras giraba suavemente su cabeza de izquierda a derecha, se volteó e hizo lo mismo que con el chico de la primera vez para luego desvanecerse. “Asesinato en el callejón de las flores” rezaron los encabezados al día siguiente “[…] después de 1 mes vuelve a atacar […] la víctima se llamaba […] hombre de capucha negra visto en los alrededores […] (q.e.p.d.)” No puedo describir la forma en que me sentí cuando mis manos temblaban y no paraba de llorar ¿amor o miedo? “Debe ser lo mismo”, concluí, “la muerte estaba ahí, ella me vio y yo la vi a ella”. Pero no podía terminar así, yo necesitaba verla y sé que ella me buscaba a mí ¿Por q u é darme la vida si no es para quitármela? Era como si toda la maldad y crueldad del mundo se juntaran en un ser pero ese ser lo convirtiera en algo único y hermoso. Era extraño porque apenas la había mirado un par de veces y eso bastó para darme cuenta de que mi existencia en este mundo no
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valía nada y que sólo quería estar acurrucado entre sus blancos brazos o arropándome con su gran cabellera, contándole mis sueños mientras ella, meciéndome, me observaría con sus grandes ojos negros como platos… comprendiéndome. El primero fue Carlos, ahora lo recuerdo, después vinieron unos cuantos más. Todos con vidas poco apreciables, eran simplemente monótonos y ordinarios como códigos de barras en un extenso supermercado. Después vino Julián, Fernando, Luis, Alan y algunos cuyos nombres no recuerdo. Siempre llegaban más o menos por la misma hora y varias veces me pregunté qué pensarían al ir ahí a esa hora de la noche si conocían la mala reputación de ese callejón por la madrugada. Pensé que nunca lo averiguaría. Cada crimen lo cometí guardando un lapso de un mes entre cada visita. Me llamaron asesino serial porque tenía ciertos patrones que un asesino normal no. Yo me consideraba más bien alguien que buscaba a su amante. La visitaba y a veces le hacía regalos, tomaba flores del boulevard. Primero tomaba las más frescas y de colores fuertes y llamativos, las guardaba junto a los brillantes cubos de basura para después de que acabara con la vida de alguien poder recogerlas y que estuvieran intactas. Pero luego comprendí que esas flores no le gustaban, que ella prefería las negras y marchitas así que le llevé todas las flores muertas que encontraba de paso por el callejón y ella a cambio me dejaba verla por unos segundos más, me tocaba el hombro o me limpiaba las manos como intentando curarlas. Para mí era recompensa suficiente. Llevaba el mismo tipo de vestidos con los mismo adornos sólo que de diferentes tonos. A veces llevaba el color de un ocaso mientras que otras era el mar levantándose del sueño, una vez fue el rugir del viento y otra el murmullo de las hojas secas. Y con cada uno de esos me gustaba aún más que con el anterior. Pero llegó un día, el aniversario de la primera vez que la vi, cuando todo cambió. Llevaba un ramo de 24 flores marchitas en la mano izquierda y en la derecha, hecha puño en mi bolsillo, la “pluma” con la que le escribía la típica carta de cada mes para que viniera a visitarme. Llegó antes que la persona que esperaba; se plantó frente a mí, movió la cabeza de un lado a otro y me dijo: hoy no. No entendí bien lo que pasaba pues nunca me había hablado y cuando me di cuenta, mi mano en el bolsillo sostenía la nada y las rosas se habían ido. —No podemos seguir con esto, hemos ido demasiado lejos y ya no puedes vivir así— me dijo. —Entonces moriré… Ella soltó una risa tímida apenas audible como la de una niña pequeña.
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—No se trata de eso… pero ven mañana que yo aquí te esperaré, no traigas más flores que esta vez te las llevaré yo a ti cuando duermas. La noche pasó tediosa y larga. Me giraba en la cama, pensaba, hablaba en sueños y me contestaba una voz que me advertía de mi visita pero no la podía escuchar, el ruido de mi corazón era muy fuerte y mis ganas eran como arañazos en un pizarrón con la hora dibujada. Llegué antes de lo habitual pensando que ella estaría ahí esperándome. Esperé más de lo normal y ella no aparecía por ninguna parte, mis nervios comenzaban a hacerse presentes y la lluvia empezó a caer con un sórdido ruido acompasado. Después de un rato escuché un ruido que venía detrás de mí, pensé que era ella y cuando iba a girar sentí una mano que me apretaba por el cuello y una punzada en mi costado. “La cartera o la vida”, me susurró y un escalofrió me recorrió toda la espalda como si una araña estuviera trepando detrás mío y a su paso fuera dejando profundas mordidas. “Por favor, la cartera, tome lo que quiera que estoy esperando a alguien”, dije apresurado, las palabras me sonaron como un deja vu al pronunciarlas y mis oídos flaquearon al escuchar la respuesta. —Yo también —contestó— perdón. Y ahí, entre un charquito de aceite, agua y sangre acabó con mi vida; vi cómo se acercaba a él y le tocaba el hombro para luego agacharse y besarme la frente. Está demás decir que en ese breve instante comprendí todo. Ya ha pasado mucho tiempo desde ese día, a veces viene a visitarme, me mira de frente, sus dedos juegan con mis lágrimas, luego se voltea y se va y yo, me quedo atrapado entre bolsas de basura y tuberías goteantes. Me quedo aquí a la espera de que vuelva a visitarme. “Yo siempre estaré aquí —le dije la última vez que vino— en nuestro callejón de flores marchitas.”
°°.oo.o0o.oo°° José Luis López Estrada, nació el 13 de enero de 1997 en la ciudad de Chihuahua. En la actualidad cursa la preparatoria en el Colegio de Bachilleres Plantel 1. Escribe desde los 15 años de edad. Le gusta intentar escribir de todo tipo de cosas e intenta nuevas propuestas para darle variedad a sus escritos, pero afirma que lo que más le gusta es la prosa poética. Su afición por la lectura comenzó cuando tenía trece años y de ahí en adelante nunca ha estado sin un libro en la mano, prefiere la literatura clásica con escritores reconocidos como Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Edgar Allan Poe. En literatura contemporánea le gusta el género de realismo mágico en especial los libros de Haruki Murakami. Escribe regularmente, pero más que eso, gusta de leer en voz alta textos de prosa poética, no sólo propios sino de autores reconocidos. Hoy, colabora con El Tintero de la Mariposa con su cuento ganador del Segundo Lugar en el Concurso Interbachilleres 2015, de la ciudad de Chihuahua. Para conocer más textos del autor, puedes visitar su blog personal: https://dilapidacion.wordpress.com/