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Volver a casa
La Masseria Garzia, originaria del siglo XVI, es hoy la casa del fotógrafo de moda Giampaolo Sgura y del estilista Miguel Arnau. Se encuentra en Puglia, una región ubicada en el tacón de la bota de Italia. Rodeada de hectáreas de olivos y pastos, su interior se ha reformado para adaptarlo a la actualidad.
El fotógrafo de moda Giampaolo Sgura dejó su vida en Estados Unidos para volver a su hogar en la región italiana de Puglia: una masía del siglo XVI abrazada por olivos y reformada para disfrutar.
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La mesa de mármol rosa es un diseño del propio Giampaolo Sgura; sobre ella, un jarrón negro vintage de Caltagirone, Sicilia. En la otra página, Giampaolo y Miguel Arnau junto a sus perros, Achille y Ullise. En la pared, la colección de fotografías originales traídas desde Nueva York.
En el comedor, mesa y sillas de Piet Hein Eek; en la pared, obra de François Malingrey. En la otra página, arriba, el lavabo de uno de los baños era originalmente un abrevadero para animales. A la dcha., "la habitación verde" y la cama vestida con una colcha rosa que pertenecía a la abuela de Sgura. Abajo a la izda., las paredes del comedor están vestidas con tamices, dándole un toque original a la estancia. En la cocina del exterior se alternan muebles tradicionales comprados en un mercado y un fregadero original de piedra.
”La DECORACIÓN mezcla muebles de ÉPOCA, piezas de DISEÑO y recuerdos de NUEVA YORK". GIAMPAOLO SGURA
En la terraza, sofá y mesa de centro de Maisons du Monde. La pérgola, una idea de Sgura, se realizó con ramas que crecían en la base de los troncos de los olivos y que tejió un artesano de Puglia.
V
uelvo a casa". Giampaolo Sgura pronunció estas palabras cuando vivía en Miami, en una villa preciosa frente al Atlántico, rodeada de playas de arena fina y de alegres buganvillas, pero necesitaba algo más. Sgura, fotógrafo de moda, y su compañero de vida –y a veces de trabajo–, el estilista Miguel Arnau, querían seguir cerca del mar –pero mejor el Mediterráneo–; de los árboles –pero que fuesen olivos– y en una casa que tuviese, al menos, cinco siglos de historia. Básicamente buscaban reencontrarse con el amor por su tierra y con la historia que las muchas generaciones de la familia Sgura, productores de aceite, tienen que contar. "¿Sabes qué? Vuelvo a casa, vuelvo a Puglia", repetía constantemente. La morada escogida, enmarcada en las tradiciones apulenses más antiguas, es una masía. La espléndida Masseria Garza, que data del siglo XVI y que pertenece a la época de la Italia española: más de mil trescientos metros cuadrados repartidos por numerosas habitaciones, grandes salones y cocinas interiores y exteriores. También cuenta con un enorme jardín, un patio, una piscina y un número infinito de hectáreas de olivos y pastos. ¡Y pensar que de este mundo, de este silencio y esta naturaleza, Giampaolo quiso huir años atrás...! "Todo vestido de Versace, dirección a Milán... y resulta que ahora estamos aquí", dice Miguel entre risas. Aunque Sgura comenzó la carrera de arquitectura, soñaba con la moda. Así que decidió unir "la escuela de la sencillez" de Aldo Rossi y Giorgio Grassi con Jean Nouvel, Wim Wenders, Peter Handke y todos los números de Vogue habidos y por haber. "En Milán ya hice un pequeño porfolio y surgieron las primeras colaboraciones, entre ellas algunas con Glamour, pero de repente me llama Vogue y todo cambia", dice el fotógrafo. También modifica su domicilio y se muda a Nueva York, concretamente al número 23 de Wall Street, la legendaria sede de J.P. Morgan, inaugurada en 1914, y objeto, en 1915, de una de las fotografías más famosas de Paul Strand, uno de los precursores del modernismo estadounidense. Tras esto, llegan etapas imparables de mucho trabajo y una mudanza a Miami. Ahí, Giampaolo y Miguel, uno al lado del otro, deciden que no, que al sueño americano se le puede dar la espalda. Nuevo (y último) destino: la región de Puglia, en Italia. La búsqueda de la casa duró muy poco. "Primero vimos una que no nos encajaba del todo y luego nos encontramos con la definitiva, la masía. Como la planta principal era habitable, nos instalamos y vendimos el piso de Nueva York, trajimos todos los muebles en un contenedor... y llegó la pandemia", dicen prácticamente al unísono. Sin posibilidad de viajar y con escasez de trabajo, no les quedó otra que centrarse en su nuevo proyecto de vida. "Los arquitectos del estudio Flore & Venezia nos ayudaron con la división de los espacios, mientras que Miguel y yo nos reservamos el placer de decorarla a nuestro gusto", continúa Sgura. Juntos, los arquitectos y la pareja, eligieron tanto materiales originales como recuperados y, como por arte de magia, la masía volvió a la vida adaptada a los tiempos actuales; donde antes había despensas, ahora hay habitaciones, los establos se convirtieron en baños, y la pocilga, en piscina. Incluso los nichos abovedados del exterior se adaptaron como zona de comedor y descanso para disfrutar, a la sombra, del calor del verano. Para evitar posibles discusiones, cada uno asumió diferentes tareas: "Miguel hizo la 'habitación verde', que tiene una colcha rosa de mi abuela Ángela; también decoró el salón con sofás burdeos de los años cincuenta de Gigi Radice y yo me encargué de la sala de la iglesia", cuenta Giampaolo. Literalmente, esa 'sala de la iglesia' es un confesionario hecho a medida que conecta el dormitorio con el cuarto de baño. La riqueza de los muebles y objetos que llenan la masía inspiran libertad. Muchos provienen de mercados, como las antiguas camas de principios del siglo XX, pilas de agua bendita, tamices o sillones de época. Otros son recuerdos de Nueva York, como la colección de fotografías firmadas por Horst, Helmut Newton, Maripol, Bruce Webern e Inez&Vinnodh. El resto, piezas de diseño, desde las mesas de Piet Hein Eek a los sillones de Antonio Citterio para Flexform. Fuera, en el jardín, Achille y Ulisse, los perros salchicha de Giampaolo y Miguel, juegan entre los parterres de lavanda, las buganvillas, los pinos centenarios y, por supuesto, los olivos. Aquí todos tienen el espacio adecuado para disfrutar tanto de momentos en soledad como compartidos con amigos y familia, de ahí que tengan una cocina exterior con muchas mesas, como en un restaurante, en las que las largas sobremesas son prácticamente una obligación. También hay tiempo para divertirse por los alrededores. Muchas tardes salen a dar un paseo en bicicleta y van a la playa, donde los perros no paran de correr. Sentados en la arena, mirando el atardecer, no paran de decirse a sí mismos: "¿Sabes qué? Somos demasiado afortunados". GIAMPAOLOSGURA.COM
La actual piscina era una antigua pocilga, y ha sido completamente restaurada con chianche, unas losas de piedra originales de la zona. La silla es un diseño de Antonio Citterio para Flexform.