Año XLVI - Domingo de Pascua de Resurrección /C - 31 de Marzo de 2013
CELEBRA TU PROPIA RESURRECCIÓN EN CRISTO
Remesa III - Nº 20
L
a primera Vigilia Pascual fue de llanto, de tristeza, de incertidumbre. Ya en la cruz del Calvario ardía en silencio la resurrección, pero nadie la sospechaba. Tras un triduo de sufrimiento, de llanto y de muerte, retumbó una explosión asombrosa en el Primer Día de la semana: ¡Ha resucitado! ¡No busquen entre los muertos al que vive¡ En verdad, como acabo de afirmar, nadie lo esperaba. Lo habían visto morir tan destrozado que pensaron en una derrota definitiva. En la peor de las amarguras, María Magdalena llegó al sepulcro para llorar, para poner unas flores al muerto y embalsamar de nuevo su cadáver. Y ahí comenzó el susto. Cuando vio el sepulcro vacío sospechó de inmediato: ¡Lo han robado! Entre sollozos y lágrimas acudió a Pedro y Juan. Los tres verificaron la realidad y comenzaron a balbucir: Se ha cumplido su palabra. ¡Resucitó! ¡Aleluya! Nosotros, hoy, proclamamos la Pascua desprimer día de la semana de la fe y con alma intensamente celebra- “El después del sábado, María tiva. La pregonamos, la enfatizamos con la Magdalena fue al sepulcro muy Palabra, la renovamos con agua bautismal, temprano, cuando todavía la exaltamos con el Cirio pascual y la aplau- estaba oscuro y vio la piedra quitada” (Jn 20,1). dimos como la gran fiesta del Señor: ¡Hoy es Pascua! ¡Hoy es nuestra Pascua en Cristo! Sin embargo, creo que sólo desde la infusión del Espíritu, se puede corporeizar la resurrección del Señor. Sólo en Él se puede testimoniar: ¡Cristo resucitado es la pascua de mi vida! ¡Mi vivir es Cristo! ¿Qué sentido tiene la Pascua en tu vida? ¿Qué signos de resurrección vives en tu diario quehacer? ¿Tu testimonio proclama la resurrección de Cristo? La Pascua no es sólo este Domingo. Pascua es toda la vida. La Pascua de Cristo en ti es tu vida en el Señor. Por eso celebra, hoy, tu propia resurrección en Cristo. ¡Aleluya! Antonio Gracia, pasionista Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya (Sal 117)