Eliécer Sálesman
6 MANERAS
de ser aceptado por todos Colección: Luz en mi Camino • Siete Reglas para hacer más feliz la vida en el hogar, Dale Carnegie • Remedios prácticos para combatir la depresión, Dale Carnegie • Nuevos Minutos de Sabiduría, Gavahe • Oración y autoconocimiento, Anseln Grün • Jesús Maestro nos enseña - Estrategias contra el estrés, Anseln Grün • Dios es alegría, J. Maurus
© SAN PABLO, 2005 Ferrenquín a la Cruz de Candelaria, Edificio Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034, Caracas 1011-A, Venezuela Telfs.: (0212) 573.63.46 - 576.76.62 - 577.10.24 Fax: (0212) 576.93.34 E-mail: spediciones@cantv.net Web site: http/www.sanpablo.org.ve Depósito legal: Lf: 5622005150302 Impreso en Venezuela
Tomado del libro de San Pablo Ediciones de Venezuela: “Secretos para triunfar en la vida” de Eliécer Sálesman
Distribuye: • San Pablo, distribución Ferrenquín a la Cruz de Candelaria, Edificio Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034, Caracas 1011-A, Venezuela Telfs.: (0212) 573.63.46 - 576.76.62 - 577.10.24 Fax: (0212) 576.93.34 E-mail: sphatillo@cantv.net 4
Lo que la vida nos enseña El sentimiento más vil, LA ENVIDIA. El regalo más hermoso, EL PERDÓN. El mayor conocimiento, DIOS. Lo más maravilloso, EL AMOR. El pecado más grande, LA INGRATITUD. El obstáculo más grande, EL MIEDO. El mayor error, DARSE POR VENCIDO. 5
La mayor distracción, EL TRABAJO. Los más grandes maestros, LOS NIÑOS. El más grande defecto, EL EGOÍSMO. El principal de todos los mandamientos: AMAR A DIOS CON TODO EL CORAZÓN, y el segundo: AMAR AL PRÓJIMO como a sí mismo. 6
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Haga esto y le recibirán bien en todas partes Una respuesta inesperada Hicieron una encuesta entre niños de escuela, campesinos. La pregunta era esta: “¿Cuál es el amigo que más demostraciones de cariño le hace 7
a Ud. cada día?”. Y la respuesta ganadora por abrumadora mayoría fue esta: “El amigo que más demostraciones de cariño me hace cada día es... MI PERRO. ¿Quién de los que fuimos niños campesinos no recuerda aquel perrito que nos habían regalado y que tanto queríamos, cómo cada tarde a eso de las cinco se sentaba frente a la casa, mirando fijamente el camino con sus hermosos ojos, y tan pronto como oía nuestra voz, o nos veía venir agitando el maletín 8
de los libros entre los árboles, salía disparado como una bala, corría sin aliento colina arriba para recibirnos con brincos de júbilo y ladridos de enorme emoción? ¡Qué amigo tan cariñoso! Por eso su muerte fue una verdadera tragedia para nuestra alma de niños. ¿Por qué no estudiamos la técnica de éste gran conquistador de amigos que es el perro? Cuando está a cinco metros de distancia de nosotros comienza a batir la cola corno demostración de alegría. Él no 9
puede quitarse el sombrero ni le enseñaron a saludar dando la mano, pero demuestra su alegría moviendo la cola. Si nos detenemos a acariciarlo, saltará como enloquecido para mostrarnos lo mucho que nos quiere. Y él no viene a vendernos una póliza de seguros ni a pedirnos que le compremos un carro que está ofreciendo, ni a pedir una beca o un empleo para un familiar, o una recomendación. El perro no ha leído un libro de sicología ni ha hecho un curso de relaciones humanas, pero sabe por 1 0
instinto que se gana más en dos meses interesándose por los demás, que en dos años tratando de que los demás se interesen por nosotros. Nos hemos detenido a pensar ¿que el perro es un animal que no tiene que trabajar para ganarse la vida? La gallina tiene que poner huevos; la vaca tiene que dar leche y el burro tiene que llevar bultos. Pero el perro se gana la vida demostrándole cariño a su dueño. Él practica un lema que vamos a repetir otras veces porque es de primerísima importancia: “Se pue1 1
den ganar más amigos en dos meses si uno se interesa por los demás, que los que se ganan en dos años tratando de que los demás se interesen por nosotros”. Pero existen muchos individuos que van dando tumbos por la vida porque solamente tratan de que los demás se interesen por ellos, sin esforzarse por interesarse ellos por los demás. Y hay una ley psicológica que nunca falla: Los demás no se interesan por Ud. ni por mí. Se interesan 1 2
por ellos mismos, mañana, tarde, noche y siempre. ¡No lo olvide! La palabra más pronunciada La compañía de teléfonos de una gran capital hizo un estudio acerca de cuál es la palabra más repetida en las charlas por teléfono, y encontró que es la palabra “Yo”. En 500 conversaciones telefónicas se escuchó 2.990 veces el yo, yo, yo,... 1 3
Cuando alguien mira una fotografía de un grupo en el cual está ¿a quién mira primero? Pues si a cada cual lo que le interesa siempre es su propia persona, ¿por qué vamos a querer que se interesen primero por nosotros, si nosotros no demostramos nuestro interés por ellos? Una declaración muy famosa. El psicólogo Austríaco de fama mundial, Adler, escribió unas frases que merecen ser meditadas y recordadas muy frecuentemente. Dice así: “El individuo que no se interesa por sus 1 4
semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas a los demás. De esos individuos surgen todos los fracasos humanos”. Es posible que leamos veinte gruesos libros de sicología sin que encontremos otra declaración que nos haga mayor provecho que ésta. Por eso vamos a repetir esta afirmación de Adler, pero en letra bastardilla para que resalte y se nos olvide menos: “El individuo que no se interesa por los demás es quien tiene las mayores dificultades en la vida, y cau1 5
sa las mayores heridas a los demás. De estos individuos surgen todos los fracasos humanos”. La experiencia de un escritor. Carrasquilla, el autor de agradabilísimos cuentos muy aceptados por el pueblo, decía: ”quien desea agradar a la gente, debe interesarse por la gente. Si al autor le gusta interesarse por la gente, a la gente le gustará interesarse por el autor y por sus obras. Tenemos que interesarnos por los demás, si queremos atraernos el interés de ellos hacia nosotros”. 1 6
Si esto es cierto para los que escriben cuentos o narraciones, mucho más lo es para quienes desean tener buenas relaciones humanas. Lo primero interesarse por las otras personas. Lo demás puede venir por añadidura, como espontáneamente. El secreto de un mago. Hubo un hombre de apellido Thurston que durante 40 años dio funciones de magia y prestidigitación en los más grandes teatros nacionales e internacionales del mundo entero, haciendo que la gente quedara boquiabierta con sus 1 7
funciones en las cuales hacía desaparecer y aparecer los más diversos objetos, de las maneras más inesperadas. Más de sesenta millones de personas compraron boletas para ir a los teatros a verlo actuar. Con sus representaciones ganó más de dos millones de dólares. De niño tuvo que aguantar hambre y pobreza y a los 15 años no sabía leer y hasta tuvo que pedir comida de puerta en puerta. Un día le pidieron a Thurston que contara cuál era el secreto para obtener tan grandes triunfos. ¿Era que 1 8
poseía conocimientos superiores a los de otros magos? No. Él mismo reconocía que muchos magos sabían más que él. Pero tenía dos secretos, el primero: se esforzaba hasta el máximo por agradar a su público. Estudiaba hasta el último detalle de su presentación para que cada gesto, cada entonación de la voz, cada mirada, impresionaran favorablemente a los presentes. Pero sobre todo: Thurston tenía verdadero interés por su público. 1 9
Comentaba que otros prestidigitadores miraban a su público y se decían para sí mismos: “He aquí otro montón de tontos a los cuales los voy a engañar con toda facilidad”. Él en cambio tenía otro modo de proceder. Antes de salir al escenario se decía: “Estoy agradecido a toda esta gente que ha venido a verme. Son ellos quienes me permiten ganarme la vida de manera tan agradable. Por ellos haré en esta noche todo lo mejor que me sea posible”. 2 0
Él declaraba que jamás salía al escenario sin decirse varias veces: “¡Adoro a mi público! ¡Amo a mi público! ¡Quiero a mi público!”. ¿A alguno le parecerá exagerado esto? Sin embargo era el secreto de este hombre tan popular. Se interesaba por la gente, amaba a su público, y los éxitos le llegaban por montones. Y uno tendría que preguntarse: “¿cuándo hablo en público, en verdad amo a esas personas que me escuchan? ¿En verdad siento interés por hacerles el mayor bien y ayudarles a ser más felices?” De la 2 1
respuesta que podamos dar a esta pregunta puede depender en mucho el éxito que tengamos en nuestras intervenciones. El caso de Roosevelt. Este hombre fue presidente de Estados Unidos y tenía la característica de interesarse mucho por cada uno de los empleados de su palacio presidencial. En ciertas fechas recorría todas las dependencias de ese gran edificio y saludaba a cada empleado o empleada con cariño muy especial, interesándose por cada cual y hablándoles con mu2 2
cha confianza. Un día después de haberle estrechado cariñosamente las manos a uno de ellos, el sencillo empleado exclamó: “Yo no cambiaría la felicidad que siento al recibir un saludo así, ni por un billete de cien dólares”. Todos nosotros, seamos carniceros, panaderos, o presidentes o gerentes, gustarnos de la gente que nos admira. Veamos un ejemplo: Después de la primera guerra mundial el emperador Guillermo II de Alemania tuvo que huir a Holan2 3
da, y mucha gente le tenía antipatía. Pero un niño le escribió una carta diciéndole: “Que aunque otras personas pensaran distinto, él sentía una gran admiración por el Sr. Emperador”. Esto le agradó tanto a Guillermo II y lo conmovió de tal manera que lo invitó a que fuera a visitarlo a su palacio. Allí fue el niño acompañado por su madre, y desde entonces la amistad del emperador con esa mujer y ese niño fue total. Es que todos gustamos de quienes nos admiran y aprecian, y nos demuestran esos buenos sentimientos. 2 4
Si queremos ganar amigos, dediquémonos a hacer cosas por los demás, cosas que requieren tiempo, energía, deseo de agradar y hacer bien, y que demuestren que sí nos interesamos por ellos. Dos casos. Cuando el Presidente Kennedy se dispuso visitar a América del Sur se propuso aprender el mayor número posible de palabras en castellano y llevar a cada país que visitaba unas buenas ayudas para construir barrios a gente pobrísima, y así surgieron los barrios “Kennedy” en tantas ciudades. 2 5
Y todo esto lo hizo muy popular entre los suramericanos. En cambio cuando el Presidente Francés, General De Gaulle empezó su gira por Sudamérica, siguiendo ese orgullo muy propio de los franceses, en el primer país que visitó, que fue Colombia, no pronunció ni siquiera una palabra en castellano, lo cual disgustó a los colombianos, que consideraron esto como un acto de orgullo y de desprecio. “¿Cómo –se decían– viene a nuestro país y ni siquiera se tomó el trabajo de aprender a saludarnos en nuestro idioma?” 2 6
Por eso al llegar al Ecuador ya De Gaulle saludó diciendo: “Buenos días” y a quienes lo aclamaban les respondía diciendo: “Muchas gracias”. Había recordado una preciosa lección: que hay que dedicarse a hacer cosas por los demás y a demostrar que sí nos interesamos por ellos. ¿Y la fecha de cumpleaños? Durante años me he preocupado por aprenderme la fecha de cumpleaños de las personas con quie2 7
nes tengo que tratar frecuentemente. Los anoto en una agenda y cada semana repaso qué personas cumplen años en esos días, y cuando llega la fecha hago una llamada telefónica o envío una tarjeta o un telegrama, o personalmente doy la felicitación. ¡Qué buena impresión causa! ¡A veces soy la única persona en el mundo que ha recordado un cumpleaños de esos! No dejemos pasar nunca una fecha de cumpleaños de alguien que trata frecuentemente con nosotros sin darles una sincera felicita2 8
ción. Lo recordará por mucho tiempo y con verdadero cariño. Es algo que cuesta poco pero agrada mucho. Saludemos con entusiasmo. Si queremos conquistar amigos saludemos a los demás con animación y entusiasmo. Cuando alguien llama por teléfono respondamos con un “Hola”, entusiasta, dicho con un tono que revele cuán complacidos estamos por escuchar a quien llama. Una respuesta seca demuestra poco cariño y falta de educación y de finura 2 9
en el trato. (No nos suceda como aquel diálogo entre dos mal educados: ¿Quién llama? “Yo” –y ¿quién es “Yo”?– pues... usted...). Al responder por teléfono debemos seguir siempre la norma bíblica: “tratar a los demás como deseamos que los demás nos traten a nosotros”. Averiguar los gustos ajenos. Un comerciante me dijo un día que fue a visitar a un gerente para pedirle información acerca de un producto y que aquel se mostraba indiferente y sin ningún deseo de colabo3 0
rarle pero que estando charlando, llegó la secretaria y le dijo al gerente: “Hoy no logré conseguir ninguna estampilla extranjera”. El hombre le contó que su hijito coleccionaba estampillas y que él trataba de conseguírselas. Al volver nuestro vendedor a su oficina recordó que su compañía coleccionaba las estampillas que venía en las cartas de los más diversos países del mundo. Recogió un buen número de dichas estampillas y se fue a visitar al gerente que había estado tan frío en el 3 1
día anterior, y le mandó decir que le llevaba unas estampillas para su hijo. El recibimiento que le hizo aquel día fue caluroso y entusiasta. Pasaron media hora hablando de estampillas y mostrándole retratos de su hijo. Luego le dedicó una hora de su valioso tiempo a proporcionarle las explicaciones que el vendedor necesitaba, y enseguida hizo llamar a dos empleados para que lo acabaran de informar de todo..... El vendedor había sabido lo que a aquel hombre le agradaba y deseaba, que era conseguir estampillas 3 2
para su hijo. Le dio gusto en lo que a él le interesaba y el otro le correspondió brindándole toda la información que él necesitaba. El de la cadena de almacenes Carlos Mario, un fabricante de utensilios de cocina, había tratado inútilmente por muchos meses de vender sus mercancías a una cadena de almacenes y nunca le compraban nada allí. Un día asistió una de nuestras clases de relaciones humanas y allí despo3 3
tricó ferozmente contra las tales cadenas de almacenes, diciendo que eran un desastre para el país. Propusimos entonces hacer en la próxima clase un debate acerca de si al país le convienen, o no le convienen las cadenas de almacenes (Sears, Carulla, Ley, Tía, Éxito, MacDonald, etc.). Convinimos en que todos los demás alumnos hablarían, en contra de las cadenas de almacenes, y Carlos Mario las defendería. Le dimos ocho días para preparar su defensa. 3 4
Y he aquí que Don Carlos se fue directamente a ver al director de la asociación de almacenes que no le había querido comprar nunca los utensilios que su empresa fabricaba. –He venido le dijo– no a venderle mis mercancías – sino a pedirle un favor–. Le informó acerca del debate que se iba a hacer y cómo a él lo habían nombrado como defensor de los almacenes en cadena. –He venido a pedirle ayuda, porque no conozco otra persona que sea tan capaz de proporcionarme toda la 3 5
información que necesito. Deseo ganar este debate y le agradeceré sobremanera si me quiere ayudar. Oigamos lo que después nos narró el mismo Carlos Mario: –”Había pedido a ese hombre apenas cinco minutos de su tiempo, y con esa condición aceptó mi entrevista. Después de exponerle yo mi situación, me invitó a sentarme y me habló durante hora y media. Llamó a un colega suyo que había escrito un libro sobre ese tema, para que me enviara un ejemplar. Escribió al director Nacional de Almacenes en Cade3 6
na para pedirle me enviara informaciones, y me regaló un folleto. Él está, convencido de que las cadenas de almacenes son sumamente útiles para la sociedad. Le brillaban los ojos al hablar. Y tengo que reconocer que logró convencerme, y cambiar mi actitud mental respecto a esos almacenes. Cuando me marchaba, fue conmigo hasta la puerta, me estrechó la mano con toda cordialidad, me deseó que tuviera éxitos en aquel debate y me pidió que volviera a visitarlo la semana siguiente para con3 7
tarle cómo me había ido en el debate. Las últimas palabras que me dirigió fueron: –Haga el favor de venir a verme dentro de unos días. Me gustaría hacerle un pedido de las mercancías que su empresa ofrece. Para mí aquello era casi un milagro. Me ofrecía comprarme mis mercancías sin haberlas mencionado yo en aquella conversación. Conseguí más en dos horas interesándome honradamente por él, que lo que había conseguido en muchos meses bregan3 8
do para que él se interesara por mí y por mis mercancías. Don Carlos Mario, lo que Ud. ha descubierto con esta entrevista no es algo nuevo. Ya cien años antes de que Jesucristo naciera, el poeta Romano Publio había dicho: “Nos interesan los demás cuando se Interesen por nosotros”. De manera que quien desea agradar a las otras personas recuerde que: 3 9
3. Recordar que el nombre de una persona es para ella la palabra más dulce y más importante que pueda escuchar. 4. Ser un buen oyente. Animar a los demás a hablar de sí mismos. 5. Hablar siempre de lo que interesa al prójimo. 6. Hacer que la otra persona se sienta importante, y hacerlo sinceramente.
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Índice Lo que la vida nos enseña 1 Haga esto y le recibirán bien en todas partes Una respuesta inesperada La palabra más pronunciada ¿Y la fecha de cumpleaños? El de la cadena de almacenes 2 Una manera sencilla de causar una buena primera impresión Un buen plan de vida 3 Si no hace esto, lo va a pasar muy mal Otro que empleó el mismo secreto Pero es que yo no soy capaz de recordar nombres
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4 Fácil manera de convertirse en un buen conversador La señora del África El alegato por un traje Un método que produce éxitos La causa de un ascenso Un líder de entrevistas Uno que fue llamado para que escuchara Una receta dañosa 5 Cómo interesar a la gente Lo que hacía un presidente Un modo de ganarse la simpatía Lo que le pasó al jefe de los boys-scouts El panadero y el hotelero 182
95 103 110 119 122 124 126 131 133 135 140
6 Cómo gustar instantáneamente al prójimo Una ley que no falla Una ley muy antigua El chofer del bus Colección de frases El caso de un poeta Lo que los indios piensan de sí mismos El caso de don Jorge Eastman Consejos para los que se van a casa o ya se casaron En pocas palabras
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