“Las vocaciones son necesarias para el mundo: ellas son la luz de la humanidad; son la sal purificadora de la tierra, el buen fermento para la masa; son los pararrayos que defienden de los castigos al mundo pecador�
SP, Jul – Sept 1948
La noticia desconcertó en Jerusalén a todas las autoridades religiosas judías: ¿Es que no lo saben? Saulo, ese judío de la diáspora, Maestro tan prometedor, ha traicionado a los sumos sacerdotes, ¡él, el mismo Saulo, se ha hecho uno de ellos!... Esta era la dura realidad para las autoridades judías. ¿Qué había ocurrido?... La historia bien la conocemos como nos es narrada en Hechos 9, 1-19, pero tenemos ahora a Saulo, convertido en un ser totalmente distinto, por eso se llamará Pablo. En este hombre ha muerto todo un mundo, y ha surgido una nueva creación. La conversión de Pablo ante las puertas de Damasco es una prueba tajante de la Resurrección de Jesús, y después de ésta, es el acontecimiento más extraordinario y de mayores consecuencias acontecido en la Historia de la Iglesia. Nosotros hemos de ver que a partir de las puertas de Damasco, Pablo es el gran enamorado de Jesucristo. ¡Cómo le quiere! ¡Cómo habla de Él! ¡Cómo trabaja por Él!... No hay cristiano que no mire a Pablo como el gran amante de Jesucristo y no quiera ser, de una manera u otra, un segundo Pablo. Porque cada cristiano ha tenido en su vida un momento u otro de propia conversión. Y entonces ha surgido en ese cristiano el gran ideal: Conocer a Jesús. Amarle y hacer algo por Él… Es que cuando el cristiano contempla a Jesús Resucitado, en quien cree a ciegas, y le pregunta también: Señor, ¿quién eres? Recibe la respuesta de Pablo, pero modificada, ¡y tan modificada!: Yo soy Jesús, a quien tú tanto amas. ¿Qué quieres hacer por mí?...
EEsta noche la comunidad cristiana
se detiene más de lo ordinario en la proclamación de la Palabra. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales.
Las lecturas de la Vigilia tienen una coherencia y un ritmo entre ellas. Son todas un anuncio y profecía de lo que en Cristo se va a realizar, su Resurrección, y de lo que va a producir en nosotros: la comunicación sacramental de su vida y santidad. La importancia de las lecturas de esta celebración, radica en que: las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante… Si hemos leído atentamente, observaremos que hay mucha teología y mucha espiritualidad en las rúbricas y en el sentido de lo que se hace.
50
años de
Fidelidad
SOR SANTINA FUMAGALLI, PDDM
“La fuente vital de mi vocación surgió desde mi bautizo, el cual considero como una Consagración al Señor irreversible, la gracia que en él recibí, fructificó luego en mi elección hacia la vida religiosa”.
Pienso en este momento, en el maravilloso hilo conductor que ha guiado mi camino, de la fuente bautismal, al Altar de mi Consagración Religiosa.
Estamos viviendo un tiempo litúrgico fuerte en la Iglesia, como es la Cuaresma, acercándonos por pocos días, a celebrar la Pascua del Señor, y es particularmente bello hacer memoria de tan maravilloso don, que es también un misterio de muerte y vida.
Todo pacto conlleva una alianza entre dos personas. Mi entrega a Dios es una Alianza de amor indiviso entre el Señor y yo, es una promesa dinámica, y hago experiencia de ello, particularmente cuando siento la necesidad de la presencia de Dios en mi vida. Por ejemplo, en los momentos de mayor oscuridad, Dios que es fiel, se hace presente con su luz, y es gracias a su fidelidad, que yo puedo responder a su llamada y darle mi adhesión.
Es significativo y particularmente bello pensar un momento, después de 50 años de fidelidad, de oración, de esfuerzo, que al principio no tenía tan claro lo que me esperaba, pero respondí “SÍ”, como María, como Abraham, como Alberione. Fuerte en la sencillez de mi fe, fuerte en la riqueza de la Potencia Divina. Hoy, después de 50 años de vida consagrada, al hacer memoria de mi historia vocacional, me pregunto, ¿qué aporte espiritual estoy dando a la Iglesia, a mi Congregación? Y puedo decir que no hay otro, que dar gloria a la Fidelidad de Dios con la entrega total de lo que me queda de vida, para su servicio, como Pía Discípula del Divino Maestro en la Misión: Eucaristía, Sacerdocio y Liturgia.
Invoco y deseo a toda persona que se sienta llamada, esta memoria y este mismo “Don”, el cual sólo lograremos comprender y valorar en plenitud, cuando estemos en el Cielo.
Bien sabemos que durante este tiempo, la familia paulina se dedica en el apoyo misionero a diversas comunidades, como es breve el espacio y las experiencias muchas, decidimos que a en el marco de los tres días más importantes de la celebración cristiana, ver ¿Cómo el gesto del lavatorio de los pies guía el camino vocacional? Después de lavar los pies de sus discípulos, Jesús pide de nosotros la misma humildad y espíritu de servicio recíproco que sólo puede inspirar el amor. ¡No podemos seguir a Cristo sin ser servidores en el amor y desde el amor! Estamos invitamos a dejar a un lado las actividades y preocupaciones del día para dejar que sea la Palabra de Dios quien nos hable. Ahora bien, el rito del lavatorio de los pies tiene como finalidad, recordarnos que el mandamiento del Señor debe llevarse a la práctica en el día a día: servirnos mutuamente con humildad.
La caridad no es un sentimiento vago, no es una experiencia de la que podamos esperar gratificaciones, sino que es la voluntad de sacrificarse a sí mismo con Cristo por los demás, sin cálculos. El amor verdadero siempre es gratuito y siempre está disponible: se da pronta y totalmente. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Si esta bondad divina puede manifestársenos ¿Qué puedo hacer yo a cambio? ¿No debería igualar esta bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad. Quien rechaza el servicio como distintivo no está unido al Señor. No nos queda una mejor alternativa que seguir el ejemplo del Señor Jesús, nuestro Maestro y servir con humildad, no sólo en el tiempo de pascua, sino durante toda la vida.
“Quisiera amar, Señor, necesito amar. He aquí, Señor, en estos días, todo mi amor. Y siento tu voz que me dice: Párate un momento y haz silenciosamente un largo viaje hasta lo más profundo de tu corazón. Avanza a lo largo de este amor recién hecho, como a contracorriente del río hasta encontrar su fuente, y al principio y al final me encontrarás a Mí. Y como tú tienes hambre de amor, he ido poniendo en tu camino a todos tus hermanos para que vayas amando. Créeme, el amor necesita un largo entrenamiento, y no hay diversas clases de amor, sino una sola: Amar es olvidarse de sí mismo para ir hacia los demás. Señor, ayúdame a olvidarme de mí por mis hermanos los hombres para que, siempre dándome, aprenda a amar.”
E
l mes pasado, tuvimos la oportunidad de conocer el término Liturgia, sus raíces y su proceso hasta que se llevara a cabo su reforma, en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Decíamos anteriormente, que la Liturgia indicaba la obra, acción o iniciativa asumida libremente, en particular por un privado a favor del pueblo, del barrio, de la ciudad o del estado. La Liturgia no es otra cosa que la celebración del ministerio sacerdotal de Cristo Jesús, y ésta se realiza a través de signos sensibles que significan la Salvación, según la Encíclica de la Sagrada Liturgia, “MEDIATOR DEI” de PIO XII, y la Constitución Apostólica acerca de la Liturgia, Sacrosantum Concilium (SC). La SC considera la Liturgia como una cierta continuación real de la Encarnación del Señor, por tanto ésta No es considerada en su constitución física, sino, como un medio para unir el hombre a Dios y Dios a los hombres. Al celebrar la Liturgia celebramos lo que Dios ya nos ha dado, celebramos algo de lo que ya participamos: del Sacrificio de la Salvación.
La finalidad de la Liturgia es conducirnos al Padre. Ésta va más allá de los límites y del tiempo; no es repetir el Sacrifico, es actualizar en vida ese Sacrificio de Cristo al Padre. Antes la liturgia era considerada más como un rito que como celebración de algo ocurrido. Según la SC, la Liturgia es la continuación/actuación del culto perfecto que Cristo ha prestado, en su humanidad, al Padre. Cristo se ha revelado como verdadero y definitivo actualizador de aquel Sacerdocio perfecto. La Liturgia es la perpetua actuación del Misterio Pascual de Cristo, porque es en la muerte de Cristo donde se encuentra la Promesa, la Salvación. Por tal motivo, la liturgia está totalmente en la línea y en la perspectiva pascual y constituye el último momento de la historia de la Salvación. De hecho, la liturgia no es otra cosa que la actuación de aquel “anuncio de la muerte del Señor hasta que venga” del cual habla San Pablo (1Cor 1,26); es decir, es la anámnesis, memoria actual y real que Cristo mismo ha realizado, es memoria real y actual de su pascua. La Liturgia no es sólo un recuerdo, es actualización y realidad de lo que Cristo ha hecho concretamente en mi vida, en tu vida, en nuestra vida.
E EL LS SE EÑ ÑO OR RT TE EÓ ÓL LO OG GO O Beato Timoteo Giaccardo
Nacía en Narzole (Italia) el 13 de junio de 1896 y ese mismo día era bautizado con los nombres de José y Domingo. En la primavera de 1908, el Padre Santiago Alberione, era enviado como asistente de Narzole, el pequeño José ganaría la amistad del P. Alberione y éste se ofrece a ayudarle a convertirse en un sacerdote. El 12 de septiembre del mismo año, José recibe el Sacramento de la Confirmación y el 17 de octubre entra en el seminario del Alba. Sensible a las nuevas necesidades de los tiempos, y abierto a los nuevos medios de Evangelización, en 1917, con el consentimiento de su obispo, José pasó a la naciente Sociedad de San Pablo. Es el primer sacerdote de la Sociedad de San Pablo, y el 30 de junio de 1920 perpetúa sus votos religiosos y recibe, por parte del fundador, el nombre de Timoteo (que era el discípulo de San Pablo). El Primer Maestro lo definió como: “Fidelìsimo entre los fieles”, e incluso llegó a decir “Yo me fiaba màs de Él que de mi mismo” y a decir verdad aquí no sabemos si admirar la humildad de nuestro fundador, o la grandeza de su más fiel y colaborador discípulo. Su vida es un ejemplo actual de cómo es posible conciliar la más profunda vida espiritual con la más intensa vida apostólica. Su beatificación significó para nosotros miembros de la Familia Paulina, que es posible santificarse en este grandioso mundo de la comunicación social. Timoteo Giaccardo ofreció su vida para que se reconociera en la iglesia la tercera congregación paulina las hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro. El Señor aceptó su ofrenda y muere el 24 de enero de 1948.
María, Madre del dolor Ahí está ella, junto a la Cruz donde han colocado a su hijo, tal vez palpando las gotas de sangre que caen de su cuerpo moribundo. Desde que aceptó ser la Madre de Jesús sabía que esto iba a suceder, pero no imaginaba que sería tan doloroso. Había sufrido cuando tuvo que huir con José y el niño para que no se lo mataran. ¡Cuánto había sufrido aquellos tres días en que Jesús estuvo perdido cuando tenía doce años! También había experimentado el dolor que provocan las críticas y calumnias contra el hijo amado. ¡Qué llaga tan dolorosa comenzó a abrirse en el preciso instante que le avisaron que su hijo había sido preso! Dolor que fue creciendo al ver a su hijo flagelado, cargando un pesado madero, y ella sin poder aliviarle, sin poder mitigar su dolor... Pero nada igual al dolor que ahora experimenta, ver a su hijo morir, escucharlo decir: "Padre, por qué me has abandonado". Difícil tarea la que encomendó Jesús a su Madre. Sus sufrimientos no se acabarían entonces. Tendría que cuidar de todos y cada uno de los hombres. Tendrá seguramente hijos que la amen, que la ayuden en su tarea de cuidar, proteger y amar a los otros
Otros de ellos tal vez no la amen, tal vez no la reconozcan como tal. Un dolor más para María, pues ¡cómo sufre una Madre cuando un hijo no sabe valorar su amor! Tendrá de ahora en adelante que experimentar los dolores que su hijo nunca le dió, tendrá que sufrir por aquellos hijos que van en contra de su propia salvación. Tal vez muchos millones de ellos ni siquiera sepan de su existencia. Una pena más para la Madre que desea amar y ser amada por el hijo que no la conoce. Experimentará el sabor dulce y amargo que dejan aquellos que hacen sufrir a los padres y luego se arrepienten. Pero una vez más ella dirá: "He aquí yo que soy tu madre". Así regresa María a su casa: sufriendo de forma indescriptible por haber entregado a su Hijo amado. Ella sabe que El va a volver y por esa razón no acudirá el domingo al sepulcro para comprobarlo.