ecumenismo

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Benjamín García Fernández

ECUMENISMO


Presentación

Distribuye San Pablo distribución Ferrenquín a la Cruz de Candelaria. Edif. Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034. Caracas 1011-A Telfs.: (0212) 573.63.46 - 576.76.62 - 577.10.24 Fax: (0212) 576.93.34

Portada: Douglas Muñoz

© SAN PABLO, 2007 Ferrenquín a la Cruz de Candelaria. Edif. Doral Plaza, Local 1 Apartado 14.034. Caracas 1011-A Telfs.: (0212) 573.63.46 - 576.76.62 - 577.10.24 Fax: (0212) 576.93.34 Depósito legal: lf56220062004041 Impreso en Venezuela 4

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ste libro se escribió mientras los tanques y las bombas destruían el Líbano, en agosto 2006. ¿Guerra de judíos contra árabes o guerra del islamismo contra el judaísmo y el cristianismo de Estados Unidos? La libertad es un derecho. La libertad religiosa también es un derecho. En el mundo hay muchas y muy diversas religiones. Hay también muchas Iglesias que canalizan las relaciones del hombre con las divinidades. Las diferencias religiosas se han traducido, a veces, en guerras de religión. En la hora presente vivimos dos realidades opuestas:  Las Iglesias cristianas buscan la unidad, comprenden que la enemistad es un escándalo y sienten que el Señor les reclama la unión “para que el mundo crea”. Dialogan, hacen ecumenismo. 5


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Hay un sordo enfrentamiento de culturas y religiones. El islamismo, de talante fundamentalista y fanático, se enfrenta al cristianismo hoy tolerante y pluralista. Se hace difícil el diálogo, no se hace ecumenismo. Los hombres de buena voluntad quieren la paz. “No habrá paz entre las naciones si no hay paz entre las religiones. No habrá paz entre las religiones si no hay diálogo entre ellas”. El diálogo supone buena voluntad y conduce a un mejor conocimiento y al mutuo enriquecimiento. De esto se trata en el movimiento ecuménico. Para eso es el ECUMENISMO. Benjamín García Fernández San Cristóbal-Venezuela 2006

I. Qué es el Ecumenismo

1.1. Retorno o reunificación Cuenta Antonio M. Javierre una anécdota ilustrativa. Era la segunda sesión del Concilio Vaticano II. El cardenal Cicognani dijo al presentar el documento de ecumenismo que el contenido del mismo era familiar a todos los Padres Conciliares, pues la Iglesia católica es ecuménica desde su origen. Momentos después el Arzobispo Martín presentaba los tres primeros capítulos del documento y dijo exactamente lo contrario: es un documento nuevo, inédito, por primera vez un Concilio afronta su estudio, acaso no hay teólogos bien preparados en estos temas. No se trataba de divergencias en el contenido, sino en lo que cada uno entendía por “ecumenismo”. Para el cardenal, si la Iglesia es una y católica, tiene que ser ecuménica. El arzobispo, en cambio, usaba el término ecumenismo en sentido técnico actual y desde ese sen-

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tido la Iglesia católica no estaba aún en dinámica ecuménica. Se puso en dinámica durante el Concilio Vaticano II. El término “ecumenismo” proviene del griego “oikoumene”. En un principio se refería a la vivienda, al asentamiento, a la permanencia. Después pasó a significar “tierra habitada, mundo conocido y civilizado, universo. “Oikós” es casa, habitación, vivienda o pueblo. Oikoumene significó desde antiguo el mundo en el que coexisten pueblos diversos, con distintas lenguas y culturas. O más propiamente, era la tierra habitada por los helenos, el pueblo civilizado que ofrece su cultura a los demás. Donde no llegaba la influencia helénica, era el mundo de los bárbaros. Para el Imperio Romano la oikoumene la formaban los pueblos que aceptaban vivir bajo la influencia del “mundo civilizado”. La “Pax Romana” era el símbolo de lo ecuménico. El término aparece 15 veces en el Nuevo Testamento, con diversas significaciones. El Concilio de Constantinopla (año 381) califica al Concilio de Nicea (año 325) como “concilio ecuménico”. Desde entonces el término “ecuménico” se refiere a doctrinas y usos eclesiales que son aceptados en toda la Iglesia católica. Al caer el Imperio Romano, en el siglo V d.c., el significado de la palabra se restringe al ámbito eclesial: la oikoumene es la Iglesia universal. Después el nombre se empleó para designar los concilios que hablaban en nombre de toda la Iglesia. En la Iglesia católica, el concilio es ecuménico si representa a toda la Iglesia y sus decisiones son confirmadas por el Papa. En cambio, en 8

la Iglesia ortodoxa el concilio es ecuménico cuando toda la Iglesia haya aceptado sus decisiones. Los ortodoxos sólo admiten siete concilios ecuménicos porque en ellos está expuesta la doctrina que aceptan todas las Iglesias de Oriente y Occidente. Más tarde, se aplicó el nombre “ecuménico” a los grandes credos de la antigua Iglesia; así son llamados ecuménicos los credos: de los Apóstoles, de Nicea y de San Atanasio. Durante el siglo XIX se da a la palabra “ecuménico” un sentido nuevo. Se aplica a Iglesias diversas que se reúnen. Se dijo, por ejemplo, que la Cruz Roja debe ser ecuménica por poseer “un espíritu que supera la nacionalidad y la lengua, las denominaciones y cuestiones eclesiásticas, la clase y la profesión”. Para la década 1920-1930 el nombre “ecumenismo” significa ya un movimiento hacia la unidad cristiana, unidad de las Iglesias que se habían separado. En un sentido más amplio se aplicaba también al esfuerzo orientado a la unidad entre las religiones o dentro del mundo. En la Conferencia de Oxford (año 1937) el término “ecuménico” designa ya con toda claridad “las relaciones amistosas entre las diferentes Iglesias con el expreso deseo de realizar la Una Sancta, y estrechar la comunión entre los que creen en Jesucristo”. A partir de 1948 se habla ya en el Consejo Mundial de las Iglesias de la reconciliación de las Iglesias cristianas como expresión visible de la universalidad del cristianismo y como signo “para que el mundo crea”. Por tanto, se trata de buscar las cualidades, actitudes y acciones que 9


expresen la conciencia y el deseo de la unidad cristiana. Después de la ruptura de la unidad eclesial hubo siempre actividades ecuménicas, desde los tiempos de los primeros concilios. Pero el movimiento ecuménico moderno se fecha comúnmente en el año 1910, en el Encuentro de la Conferencia Misionera Mundial celebrado en Edimburgo. A raíz de este Encuentro se creó el movimiento Vida y Trabajo que acuñó la frase: “el servicio une, la doctrina divide”. Simultáneamente se creó el movimiento Fe y Constitución que se centró en cuestiones relativas a la doctrina y al ministerio. Las Iglesias están divididas por factores teológicos y no teológicos. Por eso los dos movimientos son necesarios. Ambos Movimientos se fusionaron en 1942 para formar el Consejo Mundial de la Iglesias (CMI). La Iglesia católica no estuvo presente en el encuentro fundacional del movimiento ecuménico (Edimburgo-1910). Rechazó, además, todas las invitaciones a los encuentros previos que llevaron a la formación del CMI. Aunque sí estuvo presente en las Conversaciones de Malinas (1921-1925). La Iglesia católica consideró que podría darse la impresión de que era igual pertenecer a una Iglesia que a otra. O que se pudiera pensar que la Iglesia católica aceptaba algunas eclesiologías protestantes. Porque se pensaba que la única Iglesia “verdadera “ era la católica, y las demás eran “falsas”. Por tanto se creía que la unidad se lograría cuando los Iglesias regresaran a la única Iglesia de Cristo de la cual se habían separado. Para Roma “reunificación” 10

significaba “retorno”. Era la mentalidad que predominó hasta Juan XXIII, incluido él. Las cosas comenzaron a cambiar a partir de 1960 al crearse en Roma el Secretariado para la Unión de los Cristianos. Desde 1988 su nombre es Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. En el Concilio Vaticano II hubo observadores de otras Iglesias, invitados por la católica. Observadores ortodoxos y del Consejo Mundial de las Iglesias. Fue un hecho muy significativo. En el segundo período de sesiones conciliares, Pablo VI propuso como uno de los cuatro objetivos del Concilio el restaurar la unidad de los cristianos. El Concilio aprobó casi por unanimidad el Decreto Unitatis Redintegratio (Restauración de la unidad). Este Decreto complementa la Constitución sobre la Iglesia del mismo Concilio. Son documentos interdependientes. El Decreto subraya el amor, defiende la diversidad legítima e insiste en la dimensión espiritual del ecumenismo. El mayor conocimiento mutuo lleva a la búsqueda de la unidad. Se señalan las cuestiones polémicas y se supone la unidad en lo esencial. Después se han continuado y ampliado las directrices conciliares en torno al diálogo ecuménico. El diálogo se ha intensificado a todos los niveles en los últimos años. Dentro de la Iglesia católica hay dos posiciones frente al diálogo: una es la del Secretariado o Consejo Pontificio; otra es la de la Congregación para la doctrina de la fe. A niveles nacionales hay mucha actividad y libertad de diálogo. Se van evidenciando las dificultades: el proceso ecuménico es lento, se acumulan docu11


mentos y declaraciones pero se ven pocas obras. La actuación de las sectas derivadas de las confesiones protestantes dificultan el diálogo. Algunos abusos cometidos ponen en guardia a los integristas católicos y les dan motivos para la desconfianza. Se habla ya de las virtudes ecuménicas: conversión del corazón, apertura a nuevas perspectivas y dejarse sorprender por el Espíritu Santo. La encíclica de Juan Pablo II “Ut unum sint” (Para que sean uno) fue bien recibida por otras Iglesias dada su actitud abierta. 1.2. Comprensión del ecumenismo No es fácil definir con precisión el ecumenismo pues se trata de un movimiento. Es preferible hacer descripciones desde la teología, desde el magisterio de la Iglesia y desde la realidad existente. El documento sobre ecumenismo del concilio Vaticano II se expresa de este modo: “Casi todos, aunque de manera distinta, aspiran a una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, a fin de que el mundo se convierta al evangelio y de esta manera se salve para gloria de Dios”. Antes habla dicho documento de los hombre movidos por el remordimiento de la división y anhelo de unidad, hombres movidos por la gracia del Espíritu Santo, que aspiran a establecer la unidad, tanto católicos como hermanos separados, cada uno individualmente y congregados en Iglesias que consideran suya y de Dios (Unitatis Redintegratio-11). 12

Los rasgos característicos del ecumenismo serían, por tanto: -Referencia al Espíritu Santo el cual actúa más allá de los límites de cualquier Iglesia, -su carácter personal y comunal y eclesial, -Su orientación misionera pues se trata de la salvación del mundo entero. Es una actitud de la mente y del corazón que nos mueve a mirar a nuestros hermanos cristianos separados con respeto, comprensión y esperanza. Con respeto porque son reconocidos como hermanos en Cristo; por tanto los miramos más como amigos que como oponentes. Con comprensión porque buscamos las verdades divinas que compartimos en común, aunque reconozcamos las diferencias en la fe que existen todavía entre nosotros. Con esperanza, que nos hará crecer juntos en un mayor conocimiento y amor a Dios y a Jesucristo. “El ecumenismo es un movimiento de pensamiento y acción cuya preocupación es la reunión de los cristianos” (C.Meyer). Hay tres elementos que integran el ecumenismo: originalidad, voluntad de diálogo y espiritualidad. a. Originalidad. Es experiencia sin precedentes en la historia del cristianismo. Se ha superado la larga etapa de polémicas. Se sabe que no todo está dicho y experimentado en la Iglesia y en la teología. Puede profundizarse en el misterio que supone la realidad eclesial de las otras comunidades cristianas. La entrada de la Iglesia católica en el movimiento y en los organismos ecuménicos cambió el panorama 13


y abrió nuevos horizontes al mismo. Los diálogos bilaterales entre Iglesias adquieren gran importancia. La Iglesia católica tiene preferencia por este tipo de diálogos: con los ortodoxos, con el anglicanismo, con el luteranismo, con las confesiones reformadas, etc. Se ha calificado como “aventura” los intercambios ecuménicos. No se limitan a diálogos oficiales y doctrinales, también hay intercambios a niveles populares como son: oración y culto en común, lecturas bíblicas compartidas, acción caritativa común, lucha por la paz y la justicia. “Es una forma provisional de realizar juntos como cristianos todo lo que no están obligados a hacer en forma separada”. La experiencia de la comunión obliga a tender más decididamente hacia la meta, que es restaurar la comunión rota. La aventura ecuménica exige “paciencia y prudencia” para no correr en falso. Pero es original. b. Voluntad de diálogo. Es el telón de fondo de las descripciones que se hacen del ecumenismo. Se trata de una actitud de espíritu. El diálogo entre las Iglesias cristianas, al iniciarse el tercer milenio, ha adquirido una extensión y profundidad que no podían ser previstas por el concilio Vaticano II. “No hay comunión sin permanente deseo de escuchar, comprender y ser transformado en el proceso”. El problema básico del ecumenismo es el de la credibilidad del mensaje cristiano predicado por las Iglesias. El deseo de Jesús impregna todo el movimiento ecuménico: “que todos sean uno... para que el mundo 14

crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21). La unidad de la Iglesia no es finalidad en si misma, la finalidad es dar testimonio del Reino de Dios. La fe cristiana tiene finalidad salvífica. El diálogo actual sustituye al monólogo anterior. Fue larga la noche de las polémicas. Durante siglos prevaleció la controversia: cada Iglesia defendía su propia postura oponiéndola a la de otras confesiones. Se exaltaron los propios puntos de vista minimizando o caricaturizando a los otros. Se les consideraba heréticos y hasta diabólicos. Con esta actitud se acumularon los prejuicios. Cada Iglesia opinaba de si misma y de las demás. Las relaciones interconfesionales se definían por la condena. El diálogo ha permitido un mejor conocimiento mutuo. En el diálogo hay dos agentes: uno escucha al otro para saber lo que dice de sí mismo. Cada uno trata con el otro en pie de igualdad. Cada parte trata de entender y ser entendida, cuestiona y se deja cuestionar, escucha y responde. El diálogo enriquece a los dialogantes. El diálogo es actitud creativa. No ignora las limitaciones y dificultades para comprender a las otras Iglesias. El diálogo forja utopías. A veces resulta molesto porque quita seguridades. c. Espiritualidad. Entre los cristianos hay conciencia viva de que las divisiones son humanamente insuperables. La unidad será obra de Dios. De esta convicción surge una actitud orante. La cuestión ecuménica n consiste sólo en resolver problemas doctrinales aislados, sino que implica un comportamiento ético y una manera de ver y afrontar la vida. La fe 15


cristiana da una cosmovisión. Algunos de los temas doctrinales que se re-estudian son: la intercomunión, los ministerios mutuos a ser reconocidos, la autoridad común. Las Iglesias cristianas se desunieron también en la cosmovisión. El catolicismo se romanizó. El luteranismo se germanizó. El anglicanismo se britanizó. Estas visiones parciales y eurocéntricas fueron llevadas a otros pueblos y a otros mundos, por la tarea misional. Las discrepancias doctrinales afectan al modo de entender el evangelio, a la concepción del hombre y a sus relaciones con Dios Ahora las reuniones ecuménicas se abren y se clausuran con actos de culto y plegarias interconfesionales. “La plegaria es el alma del ecumenismo” (UR,-8). La unidad se ve más como misterio que como problema. El problema se puede solucionar, es abarcable por la mente, depende del hombre, se aborda de pie. El misterio nos envuelve, es inabarcable para las posibilidades humanas. Ante el misterio el hombre se arrodilla. Hay un Octavario de oración por la unidad de los cristianos. Paul Couturier (1881-1953) lo inició en Lyon en 1934. Se celebra del 18-enero, fiesta de la cátedra de Pedro, hasta el 25-enero, fiesta de la conversión de San Pablo. Así se dio continuidad a la celebración que iniciaron los anglicanos en 1908. Couturier incluyó en la oración, además de la intercesión a favor de la unidad, algunos elementos de arrepentimiento y reconocimiento de las faltas que conlleva la desunión. Desde 1968 la Semana de Oración es preparada por la Iglesia católica de Roma y por el Consejo Mundial de las Iglesias. 16

El Concilio Vaticano II insistió en que la santidad de vida, la conversión, la oración pública y privada, son como “el alma de todo el movimiento ecuménico”. Aunque advierte que el culto en común o intercomunión, que es medio para la unidad, no puede usarse indiscriminadamente. La oración ha sido elemento importante en todos los encuentros ecuménicos. La comunidad ecuménica de Taizé, fundada por el Hermano Roger Schut y Max Thurian, en 1940, ha sido un foco de espiritualidad efectiva. Lo sigue siendo. Las traducciones conjuntas de la Biblia son pasos sólidos hacia la unidad espiritual. El Espíritu Santo pasa por encima de los límites confesionales de muchas maneras. Lo mismo sucede con las canciones comunes a distintas Iglesias. “El compromiso sincero ante la sagrada tarea del ecumenismo no es posible sin la espiritualidad”. 1.3. Etapas hacia la unión Se habla de “ecumenismo de base” haciendo referencia a la incorporación de los laicos, de las parroquias, del pueblo de Dios, a la dinámica ecuménica. No es sólo asunto de teólogos, obispos o especialistas: es experiencia vivida por el todo el pueblo de Dios. “La unión corresponde a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los pastores, a cada uno según su capacidad” (UR-5). Hay muchas formas concretas de ejercer el ecumenismo. Delegaciones Diocesanas, Centros Ecuménicos, grupos informales, reuniones de oración, grupos de estudio bíblico, grupos de matrimonios mixtos, lectu17


ras, revistas. Todas estas formas poco estructuradas dan cierto aspecto de informalidad y audacia al movimiento ecuménico. Todos son caminos hacia la unidad o reunificación. Lo malo de las Iglesias cristianas no es la división, sino la oposición y rivalidad entre ellas. Suelen distinguirse tres etapas en el desarrollo del movimiento ecuménico. 1ª La era de los pioneros, que partió de mediados del siglo XIX. Los protagonistas fueron casi todos laicos. Militaban en movimientos interconfesionales, y ejercían su acción al margen de la jerarquía de las Iglesias. 2ª Etapa eclesiástica, cuando las Iglesias toman la iniciativa de la búsqueda de unidad. Se crearon las grandes instituciones ecuménicas y se privilegió el diálogo doctrinal. Edimburgo-1910, Ámsterdam-1948, Roma-1962-1965 durante el Concilio Vaticano II. 3ª Etapa del ecumenismo secular, pues “el deber esencial del cristianismo de hoy es concretar la unión de la humanidad, y no la de las Iglesias”. Es compromiso de diaconía o servicio al mundo en nombre de la justicia, es “una vía eficaz de unidad, incluso de unidad en el plano teológico” (Congar). Se toma la encarnación como tema central de reflexión teológica. “No es una moda, sino una decisión fundamental” (Casalis). Actualmente coexisten el ecumenismo institucional y el secular. Éste trabaja más en la dirección de la justicia, de la paz, de la ecología, y va unido a las Teologías de la Liberación del Tercer Mundo. Lo social. El movimiento ecuménico tiene una dimensión sociológica, además de la religiosa. Desde 18

él se trabajó para evitar las dos guerras mundiales. Se valoraron los intercambios ideológicos y culturales. Se utilizaron los medios de comunicación para favorecer el movimiento de intercomunicación. El sentimiento religioso actual influye también en el desarrollo del ecumenismo. Se critica el esquema de autoridad y se fomenta el sentimiento religioso individual. Esto favorece la relativización de las diferencias confesionales. Se favorece la autocrítica dentro de las confesiones religiosas al tratar de reubicarse en la sociedad contemporánea. Hay voluntad de integrarse en el contexto histórico actual; hay creatividad eclesial y diálogo abierto; hay instancias críticas que auguran una unidad interconfesional. El mismo movimiento abre caminos. Se habla de la transformación del ecumenismo. Primero, su institucionalización. A los profetas visionarios primeros les han sustituido los teólogos, los especialistas, las jerarquías. Pero se vuelve a las seguridades y se mira al pasado. Se revaloriza la propia identidad religiosa. No se quiere la unión del cristianismo a cualquier precio. Se confina a los límites más estrictamente eclesiales. Se está centrando en diálogos teológicos y doctrinales dirigidos desde la cúspide de las jerarquías eclesiásticas. Los sociólogos intuyen que llega un ecumenismo diplomático que creará buenas relaciones interconfesionales, pero menos interesado en la unidad visible y orgánica que se presentó como utopía ecuménica. Resulta cada vez más difícil armonizar la unidad ecuménica con la propia identidad confesional. Pero la socio19


logía no tiene la última palabra. Da pistas para la comprensión del fenómeno ecuménico en la actualidad. 1.4. Diversidad de ecumenismos Estamos hablando de diversos ecumenismos, pues se trata de un fenómeno complejo. Decía el P. Congar: “es como un órgano con cuatro teclados y con muchos registros. Se centra en la unidad de la Iglesia y en la unidad de la humanidad. Es teológico y práctico, doctrinal y secular, espiritual y socio-político. No debe restringirse su ambición”. Suele hablarse de diferentes ecumenismos o de variadas tareas ecuménicas. El ecumenismo “es un movimiento constituido por un conjunto de sentimientos, de ideas, de obras e instituciones, de reuniones o de conferencias, de ceremonias que tienden a preparar la reunión no solamente de los cristianos, sino de las diferentes Iglesias actualmente existentes, en una nueva unidad” (Congar). a. Personas e institución. Hay que pensar el ecumenismo teniendo en cuenta lo personal y lo institucional. Los pioneros ecuménicos fueron hombres carismáticos de visión profética. Pero todo movimiento tiene que apoyarse en una estructura para garantizar su continuidad. Sin un mínimo de organización no cabe la acción ecuménica. En la Iglesia católica fue necesaria la actuación del Secretariado para la Unidad de los Cristianos. Sin ella no se explicaría la enseñanza del concilio Vaticano II sobre el tema ecuménico. Sólo desde el Consejo Mundial de las Iglesias, con sede en 20

Ginebra, se entiende la acción ecuménica de las Iglesias que lo integran. Son instituciones concretas. El camino hacia la unidad está supervisado por las jerarquías, aunque no sean ellas las que lo impulsan. El talante de apertura al diálogo de los miembros de la jerarquía influye en el funcionamiento del ecumenismo. Los altos cargos desempeñados por hombres conservadores no han facilitado el diálogo ecuménico. Son diversos los organismos creados por el movimiento dentro de la Iglesia católica. Hay Secretariados nacionales y Delegaciones Diocesanas. Ambos dependen actualmente del Consejo Pontificio para la Unidad. Sabemos que las grandes instituciones están amenazadas por la lentitud, por la burocracia del gigantismo. La crítica lo recuerda con frecuencia. b. Ecumenismo Doctrinal. Se ubica dentro de lo institucional. La verdad está íntimamente ligada a la profesión de fe. Estuvo en la base de las separaciones y sigue estando presente en los procesos ecuménicos de búsqueda de la unidad. Los reformadores protestantes del siglo XVI eran teólogos profesionales. Todavía hay cuestiones doctrinales controvertidas entre las diferentes Iglesias. Existen muchos encuentros de teólogos dilucidando las cuestiones doctrinales. El diálogo doctrinal está ahora en el núcleo del ecumenismo. No tiene aplicación la fórmula de algunos pioneros que decían: “la acción une, la doctrina separa”. Las comisiones mixtas de teólogos representantes de las diversas Iglesias laboran calla21


damente sobre las diferencias doctrinales. Es un paso necesario y complejo. El concilio Vaticano II puso la idea de comunión en el centro de su eclesiología. No es fácil determinar cuándo se dará la plena comunión si las Iglesias se unen. El tema del primado del Papa es inevitable en el ecumenismo. Pero una cosa es la meta a la que se quiere llegar, que es la unidad, y otra cosa es el camino a seguir. No es la mera renuncia a las identidades confesionales. La unidad tiene que hacerse visible a los otros participantes como forma legítima de fe y existencia cristiana. Se han usado varias fórmulas de unión: Iglesia de Iglesias, Comunión de comuniones, Comunión de Iglesias hermanas, etc. El camino a recorrer y la meta a conseguir están íntimamente entrelazados. La evolución recorre varias etapas a la vez que crea ya unidad real. Todos los modelos de unidad deben tomar en cuenta estos términos: unidad y diversidad. ¿Qué diversidad puede tolerar la unidad? ¿Con qué criterios se define la legítima diversidad? Las diferencias tienen que ser integradas en el proyecto de unidad, no pueden ocultarse. “La fe y la unidad descansan sobre el Único que está más allá de todos nuestros esfuerzos”. El concilio Vaticano II habló de “jerarquía de verdades”. No todas las verdades tienen la misma proximidad al corazón de la fe en Dios y la salvación por Cristo. También es cierto que el ecumenismo no puede reducirse al diálogo teológico. “Pero sin reflexión teológica seria, se construirá sobre arena”. 22

No puede olvidarse el ecumenismo espiritual. Es larga la tradición de orar por la unidad de las Iglesias cristianas. Ya las antiguas liturgias oficiales pedían que el Espíritu Santo preserve la unidad de la Iglesia. La convergencia en la unidad pasa por la convergencia en la espiritualidad cristiana compartida por todos. Cuenta Jean Guitton su experiencia vivida en los barracones de prisioneros durante la segunda guerra mundial. Católicos y protestantes, incrédulos llenos de nobles inquietudes, oraban juntos, hablaban juntos de religión, de temas que los oponían o los armonizaban. Y de la presencia en aquella soledad tensa y compartida del Padre Congar, presencia que les llevó teología, luz y esperanza de reconciliación (“La unión cristiana en los campos de concentración”, 10-enero-1943). La oración compartida permite sentirse ya unidos en el Señor de todos, aunque todavía no sea posible la proclamación de pertenencia plena a una comunidad eclesial unida. Se dice en el Decreto conciliar: “La conversión de corazón y santidad de vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo movimiento ecuménico, y con razón puede llamarse ecumenismo espiritual” (UR-8). La oración común entre los cristianos data de antiguo. La participación en el culto eucarístico o Cena del Señor de las otras tradiciones eclesiales, es tema de especial dificultad actualmente.

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1.5. Ecumenismo y unión La expresión “ecumenismo y unión” puede interpretarse en varios sentidos. Puede tratarse de:  Unión de Iglesias que tienen una fe y una tradición comunes.  Unión de Iglesias de distintas tradiciones.  Requisitos necesarios para la unidad. La desunión es antigua, sin embargo ha sido aceptada con la conciencia tranquila. Siempre hubo intentos por restaurar la unidad perdida. Los concilios de Lyón (1274) y de Florencia (1439) intentaron la unión con las Iglesias orientales. Pero sólo en el siglo XX se reconoce la división religiosa como escándalo. Son varias las razones que han llevado a la toma de conciencia. El deseo y la necesidad de unidad mundial, los movimientos interconfesionales de jóvenes y estudiantes, la expansión misionera de las Iglesias católica y protestantes. La Iglesia católica romana se interesó por el ecumenismo al crearse el Secretariado para la unión de los cristianos presidido por el cardenal Agustín Bea (1881-1968). Comenzó a enviar observadores a las reuniones del Consejo Mundial de la Iglesias e invitó observadores no católicos al concilio Vaticano II. El ingreso en el movimiento ecuménico fue preparado por el interés personal de algunos católicos visionarios. Merecen recordarse: el Dominico Padre Congar (+1995), P. Couturier (+1953), M. Pribilla (+1956), L. Beauduin (+1960). El concilio Vaticano II, con su Decreto sobre la unidad cristiana, colocó como priori24

dad de la misión de la Iglesia católica el tema de la unión cristiana. Desde el siglo XIX se han logrado uniones de distintas Iglesias sobre la base de confesiones de fe comunes: comunión en la Palabra, en los sacramentos, reconocimiento general de los ministerios. Varios de los organismos que se han formado tienen su sede en Ginebra, cerca del Consejo Mundial de las Iglesias. Desde 1957 catorce familias mundiales se reúnen en esa ciudad bajo los auspicios del CMI. Hoy se llaman genéricamente “Comuniones Mundiales Cristianas”. Desde el siglo XIX ha habido también uniones interconfesionales, llamadas tradicionalmente “unidades orgánicas”. Por ejemplo: 1. Iglesias de Alemania y del que era imperio austro-húngaro. 2. Iglesias con población de origen europeo en la Commonwealth y en los Estados Unidos. 3. Iglesias que tienen sus raíces en culturas africanas y asiáticas. 4. Iglesias del sur de Asia, de la India, de Pakistán, de Japón. La Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas han aplaudido estas uniones pero han preferido mantenerse al margen esperando que se consoliden. En Estados Unidos el Consultation on Church Unión estudia desde 1962 los temas que necesitan clarificación: fundamento histórico del ministerio cristiano, origen e interpretación de los credos confesionales, teología de la liturgia, relación entre palabra y sacramento. Se ha encontrado con este problema: “las Iglesias son menos ecuménicas que los ecumenistas”. La intervención del Consejo Mundial de las Iglesias en todas las uniones recientes ha sido muy importante. 25


Desde la década de 1960 la experiencia del poder del Espíritu Santo en las reuniones carismáticas y pentecostales lleva a un nuevo tipo de unión interconfesional. Hay nuevos acuerdos entre evangélicos y otras Iglesias. Pero acecha un nuevo peligro: el individualismo. Algunos han llegado a decir que las Iglesias son un obstáculo para la unión con Dios: “Dios sí, Iglesias no”. Los que están más comprometidos con el ecumenismo afirman que para que sea efectiva la unión eclesial es necesario: 1º. Un cierto consenso doctrinal. 2º. El acuerdo doctrinal completo es inalcanzable y acaso no es deseable. Desde el Concilio Vaticano II hay en la vida católica sensibilidad hacia el hecho de que la unidad no exige uniformidad. La fórmula que mejor define el ideal del ecumenismo es: “unidad en la diversidad”. Juan XXIII citaba la máxima: “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todas las cosas, caridad”. El Vaticano II advierte que existe una jerarquía de verdades (UR-11) a la que hemos aludido antes. Los teólogos no están de acuerdo al establecer dicha jerarquía. Parece claro que las comisiones doctrinales creadas con finalidad ecuménica van descubriendo que las diferencias doctrinales no son tantas ni tan insalvables como se pensaba en la época de las controversias. ¿Hasta dónde tiene que llegar la unidad para que las Iglesia católica y ortodoxas se unan efectivamente? Un problema específico de los católicos lo constituye el desarrollo doctrinal, frente a las Iglesias del Oriente. Durante el primer milenio el Papa o sucesor de Pedro 26

tuvo un papel muy limitado; lo cual contrasta fuertemente con la doctrina del primado y de la infalibilidad declaradas recientemente. Al terminar el siglo XX los esfuerzos del ecumenismo no intentan hacer planes para la unidad inmediata, sino que se centran en el acercamiento entre las Iglesias a distintos niveles de vida y de doctrina. Se tiene la convicción de ir por buen camino aunque a velocidad recortada.

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II. Las rupturas en la Iglesia

2.1. Cismas o rupturas El estudio de la historia de la Iglesia muestra que cada cinco siglos se ha producido una ruptura en la Iglesia de Cristo (Desseaux). Ruptura o cisma. “Cisma” es término griego que significa desgarrón, fractura, división. A veces se usan dos palabras como sinónimos: cisma y herejía. Si se precisan los significados, el cisma afecta a la comunicación o unión, a la caridad. Ordinariamente se refiere al desacuerdo en torno al orden y la autoridad eclesiástica. La herejía afecta a la fe, es lo opuesto a ortodoxia, es desviación doctrinal. Las causas de la herejía son intelectuales y sus raíces, se decía en la Iglesia primitiva, son el orgullo y otros vicios. Se suponía que todos los herejes tenían mala fe. El hereje está fuera del depósito de la fe. Es interesante observar que gran parte de las herejías de la edad media fueron una reacción contra el laxismo de los clérigos. O de los que pre28

tendían la pobreza evangélica contra la Iglesia institucional, como los cátaros, albigenses y valdenses. En el siglo XIII a los herejes se les podían condenar a muerte. Era época de cristiandad, se consideraba al hereje enemigo de la Iglesia y de la sociedad civil, y un peligro para la paz y el orden social. En este contexto hay que entender la Inquisición. El caso extremo de herejía es la apostasía o abandono completo de la fe religiosa. Sabemos que los herejes contumaces se ven a si mismo como poseedores de la verdad, incluso hasta el extremo de dar la vida por lo que creen. El cisma es un pecado contra la Iglesia universal. Toda herejía es cisma, pero no todo cisma es herejía (en teoría). Aunque el cisma conduce fácilmente a la herejía. A partir del siglo XVI se considera el cisma como un rechazo de la unidad con el Papa, como una negativa a formar parte del conjunto de la Iglesia total. El concilio Vaticano II evitó las palabras “cisma” y “herejía”. Hoy se consideran cismáticas las Iglesias ortodoxas no católicas. Las Iglesias protestantes serían más bien heréticas. Aunque las comisiones teológicas mixtas que estudian las divergencias doctrinales están logrando que este lenguaje resulte inapropiado. Porque las “verdades de fe” no siempre coinciden con los términos teológicos que habitualmente las expresaban. 1ª La primera gran ruptura se produjo al terminar el concilio de Calcedonia (año 451). Fue el resultado de confrontaciones doctrinales entre diferentes comunidades cristianas. Se separaron de Roma las Iglesias llamadas “orientales antiguas” o ”no calcedonianas”. 29


2ª La segunda gran ruptura tuvo lugar cinco siglos después (año 1054), al romperse la unidad entre Roma y Constantinopla. Oriente y Occidente dejaron de constituir lo que los Santos Padres llamaron Iglesia Indivisa. 3ª La tercera gran ruptura, en el siglo XVI, rompe la unidad dentro de la Iglesia europea. Esta división se propagó por el resto del mundo con la expansión misionera del catolicismo, del anglicanismo y del protestantismo en general. Llegó incluso a los pueblos que no tenían herencia cristiana. Los misioneros crearon comunidades cristianas de su propia denominación. Ahí fue donde las separaciones y divergencias se convirtieron en escándalo. Quienes abrazaban el evangelio se preguntaban al conocer las diversas Iglesias: ¿es que Jesucristo está dividido? ¿Cómo y por qué se llegó a esta situación que contradice radicalmente el deseo de Jesús sobre sus discípulos? La respuesta es muy compleja. Hay razones doctrinales, pero ellas solas no explican las rupturas. Hay razones políticas, de geografía, de cultura, hay o hubo problemas de comunicaciones, de espiritualidad, de teología. Si la desunión se dio y se continúa, es porque hubo y hay razones para ello. Aunque no sean válidas objetivamente. Veamos brevemente algunas razones históricas que llevaron a las rupturas de la unidad.

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2.2. Iglesias antiguas orientales Estas Iglesias se remontan a los siglos IV y V y a los enfrentamientos doctrinales dentro de las comunidades. Nacieron en la parte oriental del imperio romano. Son cinco Iglesias cristianas en comunión entre sí pero separadas por el rito y la jurisdicción. Se les conoce por distintos nombres: no calcedonianas, ortodoxas orientales, orientales antiguas. Rechazaron la formulación doctrinal del concilio de Calcedonia (año 451). Dicho concilio definió que en Cristo hay dos naturalezas, una divina y otra humana, que subsisten en una sola persona divina. Son Iglesias declaradas “monofisitas”: dicen que en Cristo hay una sola naturaleza. En realidad estas Iglesias poseen la misma fe en Cristo: es verdadero Dios y verdadero hombre. Rechazan la formulación de tal doctrina. Son cinco Iglesias principales, se agrupan según distintos criterios o puntos de vista: por el rito, por la doctrina, por el grupo étnico, por la comunión. Aceptan los dogmas de la Trinidad, la Encarnación, el misterio de la Iglesia, la vida litúrgica y sacramental, la experiencia monástica. Hay entre ellas cinco ritos orientales: alejandrino, antioqueno, armenio, caldeo, bizantino. Se incluyen entre ellas: armenia (antigua Unión Soviética), copta (Egipto, Oriente Medio), etíope (Etiopía, conserva algunas prácticas del judaísmo como la circuncisión), siria (Siria, Líbano, Turquía, Israel), malankar (india). Reúnen unos 22 millones de fieles entre todas ellas. 31


Desde la edad media algunos cristianos de los cinco ritos se reconciliaron con Roma y se denominan Iglesias Uniatas o unidas al Papa. Son Iglesias católicas que obedecen al Papa. Tienen los mismos nombres que las separadas de Roma y están en los mismos lugares. A las cinco uniatas podemos sumar las siguientes Iglesias católicas: melquita, ucraniana, rutena, rumana, griega, búlgara, rusa, eslovaca, húngara, bielorusa, albanesa, georgiana. – Por cierto, las Iglesias separadas de Roma ven con malos ojos que el Papa nombre Obispos o Patriarcas para los católicos que viven a su lado. Las Iglesias del Oriente cristiano permanecieron aisladas hasta bien entrado el siglo XIX. Hoy se da entre ellas y Occidente comunicación muy activa a través de libros, congresos, diálogos ecuménicos. En Occidente se conoce su teología clásica y su rica espiritualidad no latinizada. Después del concilio Vaticano II han intensificado el diálogo con la Iglesia católica. Enviaron observadores a dicho concilio. Es buenos saber que la mayoría de las Iglesias Orientales tienen en Estados Unidos fieles y algún obispo. 2.3. Ruptura entre Roma y Constantinopla La ruptura entre estas dos Iglesias se explica o se aclara teniendo en cuenta diversos factores. Se fue fraguando durante siglos mediante una separación progresiva. Poco a poco fue aumentando la autoridad papal que para la Iglesia de oriente estaba en completa contradicción con su propia tradición. 32

a. Factores políticos Tuvo importancia el traslado de la seda imperial de Roma a Bizancio (siglo IV). El emperador romano Constantino decidió trasladar su sede a Bizancio que desde entonces se llamó Constantinopla. Como él se convirtió al cristianismo, la ciudad pasó de ser sede episcopal a ser patriarcado. Las grandes sedes eclesiásticas eran Antioquia, Alejandría, Jerusalén, Éfeso y Roma. Bizancio había significado poco hasta entonces. En el concilio de Constantinopla (año 381) los obispos concedieron un primado de honor a la ciudad, aunque detrás de la sede romana. Parece que no se intentó en dicho concilio restar importancia a la sede de Roma, sino a la de Alejandría. Se favoreció a la sede de Bizancio. Esta ciudad tenía a su favor el “principio de acomodación” aceptado en toda la Iglesia. Decía: “la organización eclesiástica debía acomodarse a la organización política del imperio romano”. Por eso la Iglesia de Roma no protestó cuando Bizancio fue considerada como la “segunda Roma”. Era lógico por residir allí el Emperador. Visto desde la historia posterior, no fue bueno que la primacía eclesiástica quedara vinculada a la capitalidad del imperio, y no a la apostolicidad de la sede. Se creó confusión respeto a la autoridad del Emperador en asuntos eclesiásticos. El “basileus”-rey cristiano, llegó a poseer en Oriente poderes propiamente religiosos, y no fue el menor de ellos su autoridad para convocar concilios de obispos y presidirlos. Esta situación resulta incomprensible a la mentalidad occidental de ahora. Pero estaba en sintonía con 33


la concepción política helenista. El helenismo cristiano veía en el Emperador una especie de vice-gerente de Cristo. Tenía el derecho y el deber de vigilar a la Iglesia, de defender la ortodoxia de la fe y de conducir sus súbditos a Dios. Los griegos tuvieron parte de culpa al forzar, donde detentaban el poder, la preeminencia de los griegos sobre los no griegos. Aunque estas diferencias no tenían por qué provocar la ruptura. En el occidente cristiano no sucedió lo mismo. La ciudad de Roma y su poder imperial son anteriores al cristianismo, Roma no necesitó el apoyo del cristianismo. En cambio el esplendor de Constantinopla se debió a que un emperador cristiano, Constantino, hizo de ella el centro de un imperio cristiano. Roma se vio más libre frente al poder del Emperador, sobre todo cuando los Emperadores residían en Constantinopla. El poder espiritual fue independiente del poder temporal y político. En Roma el Papa fue quien paulatinamente llegó a ser el legislador de la Iglesia. En Bizanciao era el Emperador el que legislaba “valiéndose del derecho que le otorgaba el helenismo cristiano”. Las dos Iglesias fueron configurando distinta fisonomía, diverso talante. La Iglesia romana conservó su autoridad doctrinal. En cambio, en el segundo concilio de Constantinopla (año 553) el Papa Virgilio fue desterrado por el Emperador Justiniano “por no reconocer la jurisdicción del Emperador en temas dogmáticos”. Es uno de los factores políticos que influyeron en la ruptura eclesial. También influyó la penetración de los pueblos bárbaros y la invasión musulmana. Roma fue invadida 34

por los pueblos bárbaros. Al terminar el siglo V d.c. desapareció el Imperio Romano. Al perder importancia la Ciudad Eterna, ganó importancia Bizancio. Las relaciones entre Oriente y Occidente se deterioraron a partir del siglo VII con la invasión musulmana. Roma se apoyó en los pueblos francos y dio la espalda al Oriente. Constantinopla miró hacia los pueblos eslavos buscando su apoyo, de este modo adquirió importancia Moscú, que se convirtió en la “tercera Roma”. El papa León III confirió a Carlomagno el título de “César” que antes se reservaba al emperador de Bizancio. Después, “el altanero Nicolás I excomulgó al patriarca de bizantino Focio que llegó a ser venerado como santo en su patria”. Focio defendió la autonomía de la Iglesia de oriente frente al poder de Roma, además de la cuestión teológica del Filioque. b. Factores culturales y geográficos Oriente y Occidente son dos mundos distintos, tanto en lo cultural como en lo espiritual. La diversidad originó distanciamiento por falta de diálogo. El distanciamiento terminó en ruptura. La cultura latina, el llamado “genio latino”, configuró al hombre y a la mujer de Occidente. En cambio Constantinopla fue perdiendo su “romanidad” por influencia del helenismo. La diversidad dio origen a críticas y descalificaciones mutuas entre ambas culturas. Faltó sentido analítico y sobró animadversión. Por ejemplo: se acusó a los griegos de no celebrar las fiestas de la Virgen en las mismas fechas que las celebraban los latinos. A los latinos 35


“Instruir ampliamente, con serenidad y objetividad, al pueblo sobre las características y diferencias de las diversas sectas y sobre las respuestas a las injustas acusaciones contra la Iglesia” (Idem, n. 146). “Puesto que hoy en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen muchos intentos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella plenitud de unidad que quiere Jesucristo, este sacrosanto Concilio exhorta a todos los fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecumenista” (UR-4). “El empeño por el restablecimiento de la unión corresponde a la Iglesia entera, afecta tanto a los fieles como a los pastores, cada uno según su propio valer, ya en la vida diaria cristiana, ya en las investigaciones teológicas e históricas. Este interés manifiesta la unión fraterna existente ya de alguna manera entre todos los cristianos, y conduce a la plena y perfecta unidad, según la benevolencia de Dios” (UR-5). El Concilio se declaró conocedor de que “este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana. Por eso pone toda su esperanza en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, en la virtud del Espíritu Santo” (UR-24).

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Índice Presentación

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I. Qué es el Ecumenismo 1.1.Retorno o reunificación 1.2. Comprensión del ecumenismo 1.3. Etapas hacia la unión 1.4. Diversidad de ecumenismos 1.5. Ecumenismo y unión

7 7 12 17 20 24

II. Las rupturas en la Iglesia 2.1. Cismas o rupturas 2.2. Iglesias antiguas orientales 2.3. Ruptura entre Roma y Constantinopla 2.4. Ruptura en la Iglesia de Occidente 2.5. Permanecen las divisiones

28 28 31 32 40 48

III. Iglesias separadas 3.1. Iglesias ortodoxas 3.2. Anglicanismo 3.3. Luteranismo 3.4. Iglesias reformadas 3.5. Otras Iglesias reformadas 3.6. Adventistas y Pentecostales

55 55 62 67 70 74 77

IV. Diálogo y unidad 4.1. Diálogo como actitud 4.2. Peligros del diálogo 4.3. Protagonistas del diálogo 4.4. Hacia la unidad 4.5. Exigencias de la unidad 4.6. Nuevos modelos de unidad

82 83 87 90 94 99 103

V. La Iglesia y otras religiones 5.1. Judaísmo 5.2. Islamismo 5.3. El Hinduismo 5.4. El Budismo

108 110 114 119 122

VI. Sectas en América Latina 6.1. Las sectas 6.2. Pasado y presente de las sectas 6.3. Por qué hay sectas 6.4. Las sectas en América Latina 6.5. Diálogo con las sectas

125 126 129 132 134 138

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