Pan Diario

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“PAN DIARIO DE LA PALABRA” Misal mensual - Para vivir la liturgia diaria - Año XVII - Nº 210 Abril 2011 - Ciclo “A” - Bs.F. 13,00 El Misal mensual es editado por San Pablo Ediciones de Venezuela Director: Ángel Vagnoni, ssp. publicaciones@sanpablo.org.ve Sub-Director: Martino Maccapani, ssp. publicaciones@sanpablo.org.ve Coordinación: July Zambrano Comentarios: Antonio Danoz, Redentorista Director de Difusión: Luis Quiñones difusion@sanpablo.org.ve Portada: Adrián Rodríguez Ilustraciones de los domingos: Hna. Teresa Castaño Corrección: July Zambrano y Clemencia de Crény Diagramación: Dora González Distribución: Telf: (0212) 963.68.81 - 963.65.19 Fax: 963.68.52 distribuidora@sanpablo.org.ve suscripciones@sanpablo.org.ve Administración: Apartado de Correos 14.034 de Candelaria Telfs.: (0212) 576.76.62 577.10.24 - Fax: 576.93.34 cobranzas@sanpablo.org.ve Rif: J-00063835-7 Web site: http//www.sanpablo.org.ve Depósito Legal: pp 92-0517

CON LA APROBACIÓN ECLESIÁSTICA Nihil Obstat S.E. Manuel Felipe Díaz Sánchez, Arzobispo de Calabozo. Presidente de la Comisión de Liturgia de la C.E.V. Calabozo, 12 de Noviembre de 2010 Imprimatur S.E. Card. Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas Caracas, 18 de Noviembre de 2010

PUNTOS DE VENTA DEL “PAN DIARIO DE LA PALABRA” Pedidos al Mayor: San Pablo Distribución: Telfs.: (0212) 963.68.81 - 963.65.19 - Fax: 963.68.52 E-mail: distribuidora@sanpablo.org.ve suscripciones@sanpablo.org.ve

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Calendario Litúrgico - Abril 2011 - Ciclo “A” 1 Viernes - Feria, III Sem. de Cuaresma - Os 14,2-10; Sal 80; Mc 12,28-34. 2 Sábado - Feria, III Sem. de Cuaresma - Os 6,1-6; Sal 50; Lc 18,9-14. 3 Domingo IV del Tiempo de Cuaresma /A - 1Sam 16,1.6-7.10-13; Sal 22; Ef 5,8-14; Jn 9,1-41 - L.H.: 4ª Sem. del Salterio. 4 Lunes - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Is 65,17-21; Sal 29; Jn 4,43-54. 5 Martes - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Ez 47,1-9.12; Sal 45; Jn 5,13.5-16. 6 Miércoles - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Is 49,8-15; Sal 144; Jn 5,1730. 7 Jueves - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Ex 32,7-14; Sal 105; Jn 5,31-47. 8 Viernes - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Sab 2,1.12-22; Sal 33; Jn 7,1-2.10.25-30. 9 Sábado - Feria, IV Sem. de Cuaresma - Jer 11,18-20; Sal 7; Jn 7,40-53. 10 Domingo V del Tiempo de Cuaresma /A - Ez 37,12-14; Sal 129; Rom 8,8-11; Jn 11,1-45 - L.H. 1ª Sem. del Salterio. 11 Lunes - Feria, V Sem. de Cuaresma - Dn 13,41-62 (Forma breve); Sal 22; Jn 8,1-11. 12 Martes - Feria, V Sem. de Cuaresma - Núm 21,4-9; Sal 101; Jn 8,21-30. 13 Miércoles - Feria, V Sem. de Cuaresma - Dn 3,14-20.49-50. 9192.95; Sal (Dn 3); Jn 8,31-42. 14 Jueves - Feria, V Sem. de Cuaresma - Gén 17,3-9; Sal 104; Jn 8,5159. 15 Viernes - Feria, V Sem. de Cuaresma - Jer 20,10-13; Sal 17; Jn 10,31-42.

16 Sábado - Feria, V Sem. de Cuaresma - Ez 37,21-28 - Sal (Jer 31); Jn 11,45-56. 17 Domingo de Ramos de la Pasión del Señor /A - Is 50, 4-7; Sal 21; Fil 2,6-11; Mt 26,14—27,66 - L.H. Propia. 18 Lunes Santo - Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12,1-11. 19 Martes Santo - Is 49, 1-6; Sal 70; Jn 13,21-33.36-38. 20 Miércoles Santo - Is 50, 4-9; Sal 68; Mt 26,14-25. 21 Jueves Santo, Cena del Señor - Ex 12,1-8.11-14; Sal 115; 1Co 11,2326; Jn 13,1-15. 22 Viernes Santo de la Pasión del Señor - Is 52,13—53,12; Sa 30; Heb 4,14-16;5,7-9; Jn 18,1—19,42; 23 Sábado Santo, Vigilia Pascual - Gén 1,1–2,2; Sal 103; Gén 22,1-18; Sal 15; Ex 14,15–15,1; Sal (Ex 15); Is 54, 5-14; Sal 29; Is 55,1-11; Sal (Is 12); Bar 3,9-15.32–4,4; Sal 18; Ez 36, 16-28; Sal 41 y 42; Rom 6,3-11; Sal 117; Mt 28, 1-10. 24 Domingo de Resurrección, S He 10,34.37-43; Sal 117; Col 3,1-4; Secuencia; Jn 20,1-9; L.H.: Propias. 25 Lunes de la Octava de Pascua - He 2,14.22-33; Sal 15; Mt 28,8-15L.H.: del Lunes de la Octava de Pascua. 26 Martes de la Octava de Pascua - He 2,36-41; Sal 32; Jn 20,11-18. 27 Miércoles de la Octava de Pascua - He 3,1-10; Sal 104; Lc 24,13-35. 28 Jueves de la Octava de Pascua - He 3,11-26; Sal 8; Lc 24,35-48. 29 VIernes de la Octava de Pascua - He 4,1-12; Sal 117; Jn 21,1-14. 30 Sábado de la Octava de Pascua - He 4,13-21; Sal 117; Mc 16,9-15.


Intenciones Generales y Misionales del Santo Padre para el mes de Abril 2011 Generales: Para que por el anuncio creíble del Evangelio, la Iglesia sepa ofrecer a las nuevas generaciones razones siempre nuevas de vida y esperanza. Misionales: Para que los misioneros, mediante la proclamación del Evangelio y el testimonio de vida, sepan llevar a Cristo a los que aún no lo conocen.

Ofrecimiento diario por la Iglesia Ven Espíritu Santo, inflama nuestro corazón en las ansias redentoras del Corazón de Cristo. Para que ofrezcamos en verdad nuestras personas y obras, en unión con Él, por la redención del mundo. Señor mío y Dios mío Jesucristo: Por el Corazón Inmaculado de María me consagro a tu Corazón, y me ofrezco contigo al Padre en tu santo sacrificio del altar, con mi oración y mi trabajo, sufrimientos y alegrías de hoy, en reparación de nuestros pecados y para que venga a nosotros tu reino. Te pido en especial: por el Papa y sus intenciones por nuestro Obispo y sus intenciones, por nuestro párroco y sus intenciones.

Indicaciones para el Año Litúrgico El año litúrgico 2010-2011, comenzó con las primeras vísperas del sábado 28 de noviembre de 2010; se sigue: - el Ciclo Dominical y festivo “A”, - el Ciclo Ferial Año impar. Grado de la celebración Cada día es indicado el grado de la celebración con las siglas: S= Solemnidad F= Fiesta M = Memoria ML = Memoria Libre Liturgia de las horas La liturgia de las horas se indica: I Sem. (II, III, IV del Salterio) P = Liturgia de las horas es propia Colores litúrgicos En cuanto a los colores litúrgicos tener presente lo siguiente:

- el Verde (expresa: esperanza y constancia) se utiliza durante el tiempo ordinario; - el Blanco (significa: resurrección, pureza y alegría) se utiliza en la fiestas del Señor, de la Virgen, de los santos con excepción de los mártires, durante la cincuentena pascual y el tiempo de Navidad. - el Rojo (indica: amor, sacrificio y martirio) se utiliza en el Domingo de Ramos, Viernes Santo, domingo de Pentecostés y las fiestas de los santos mártires. - el Morado (significa: penitencia y conversión) se utiliza en tiempo de Adviento y Cuaresma, y el día de los Fieles Difuntos.


ORDINARIO DE LA MISA I. Ritos Iniciales

1.1 SALUDO S. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. A. Amén. S. El Señor esté con ustedes. S. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes. (Tiempo de Cuaresma)

S. La gracia y el amor de Jesucristo, que nos llama a la conversión, estén con todos ustedes. (Cincuentena Pascual)

S. El Dios de la vida, que ha resucitado a Jerusalén, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes. A. Y con tu espíritu. 1.2 ACTO PENITENCIAL S. Hermanos: Para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados. (o bien)

El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios. (Breve silencio)

S. Yo confieso… A. …ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. S. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. A. Amén. S. Tú que la plenitud de la verdad y de la gracia: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad. S. Tú que te has hecho pobre para enriquecernos: Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.


Ordinario de la Misa / Liturgia de la Palabra

S. Tú que has venido para hacer de nosotros tu pueblo santo: Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad. (Luego, si la Liturgia del día lo prescribe, se canta o se dice el Gloria):

1.3 HIMNO (Durante el Adviento y Cuaresma no se dice el gloria) S. Gloria a Dios en el cielo,… A. … y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén. 1.4 ORACIÓN COLECTA

(Breve silencio, durante el cual cada uno ofrece sus intenciones personales al Señor. Después el celebrante ofrece la oración de la comunidad a Dios Padre, por la intercesión de Jesucristo) y todos contestan. A. Amén.

II. Liturgia de la Palabra 2.1 PRIMERA LECTURA (Se toma de la Historia del Pueblo de Israel, Antiguo Testamento, o de los escritos de los apóstoles): (Al final de la lectura):

L. Palabra de Dios. A. Te alabamos, Señor. (Se proclama el salmo y el pueblo intercala la respuesta. Si hay segunda lectura se lee como la primera. Sigue la aclamación antes del Evangelio o Aleluya):

2.2 EVANGELIO (Evangelio quiere decir: “Buena noticia”. En efecto, narra algún aspecto de la vida o de las enseñanzas de Jesucristo):

S. El Señor esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. Lectura del santo Evangelio según… A. Gloria a ti, Señor. (Al final de la lectura):

S. Palabra del Señor. A. Gloria a ti, Señor Jesús.


Ordinario de la Misa / Liturgia de la Palabra

2.3 PROFESIÓN DE FE (Es un resumen de la doctrina católica. Se canta o recita los domingos y solemnidades): (Credo de los Apóstoles):

S. Creo en Dios,… A. … Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. (Símbolo niceno-constantinopolitano):

S. Creo en un solo Dios,… A. … Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. 2.4 ORACIÓN DE LOS FIELES (El sacerdote invita a los fieles a orar. Una persona lee las intenciones y el pueblo contesta):

A. Te lo pedimos, Señor. (El sacerdote culmina con una oración y los fieles contestan: Amén).


Ordinario de la Misa / Liturgia Eucarística / Prefacios

III. Liturgia Eucarística 3.1. PREPARACIÓN DE LAS OFRENDAS (Se llevan al altar el pan y el vino).

S. Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida. A. Bendito seas por siempre, Señor. S. Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación. A. Bendito seas por siempre, Señor. 3.2. OREN HERMANOS S. Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. (O bien)

En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. (O bien)

Oren, hermanos, para que, llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso. A. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. 3.3. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

(El celebrante dice la oración en nombre de la asamblea y el pueblo contesta: Amén).

3.4. PREFACIOS Prefacio de Cuaresma II S. El Señor esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. Levantemos el corazón. A. Lo tenemos levantado hacia el Señor. S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A. Es justo y necesario. S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque misericordiosamente estableciste este tiempo especial de gracia para que tus hijos busquen de nuevo la pureza del corazón y así, libres de todo afecto desordenado, de tal manera se apliquen a las


Ordinario de la Misa / Prefacios / Plegaria Eucarística II

realidades transitorias, que más bien pongan su corazón en las que duran para siempre. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria. A. Santo, Santo, Santo… Prefacio de Pascua II S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra pascua, fue inmolado. Por él, los hijos de la luz nacen a la vida eterna, y las puertas de los cielos han vuelto a abrirse para los que creen en Él, ya que en su muerte murió nuestra muerte y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: A. Santo, Santo, Santo… 3.5 PLEGARIA EUCARÍSTICA II S. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu. S. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor. S. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario. S. En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo: A. Santo, Santo, Santo… S. Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo + y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor. El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS”. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: “TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE


Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística II

LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA”. (Luego el celebrante dice una de las siguientes fórmulas)

a. S. Éste es el sacramento de nuestra fe. O bien):

S. Éste es el Misterio de la fe. (Y el pueblo responde):

A. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús! (o bien)

b. S. Aclamad el Misterio de la redención. (Y el pueblo responde):

A. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas. (o bien)

c. S. Cristo se entregó por nosotros. (Y el pueblo responde):

A. Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor. S. Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; (En los domingos, cuando no hay otro recuerdo más propio, puede decirse)

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal; y con el Papa Benedicto XVI, con nuestro Obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad. (En la misa por los difuntos)

Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia; concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección.


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Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística III

Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas. Por Cristo, con él y en él, a ti. Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. A. Amén. (Después sigue el rito de la comunión, pág. 12)

3.6 PLEGARIA EUCARÍSTICA III S. Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean Cuerpo y + Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios. Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo: TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. Luego el celebrante dice una de las siguientes fórmulas:

S. Éste es el Sacramento de nuestra fe. (Y el pueblo responde):

A. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús! (o bien)

S. Aclamen el Misterio de la redención.


Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística III

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(Y el pueblo responde):

A. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas. (o bien)

S. Cristo se entregó por nosotros. (Y el pueblo responde):

A. Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor. S. Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires (san N.: Santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda. Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Benedicto XVI, a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. (En los domingos, cuando no hay otro recuerdo más propio, puede decirse):

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el domingo, día en que Cristo, ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal.

Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. + A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.


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Ordinario de la Misa / Plegaria Eucarística III / Rito de Comunión

Cuando esta Plegaria se utiliza en las misas de difuntos, puede decirse

+ Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia: concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección, cuando Cristo haga resurgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo. Y a todos nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas. Junta las manos

Por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. A. Amén. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. A. Amén.

IV. Rito de la Comunión 4.1 ORACIÓN DEL SEÑOR S. Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. S. Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. A. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor. 4.2 RITO DE LA PAZ (Después el sacerdote con las manos extendidas, dice):

S. Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz les dejo, mi paz les doy”, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. A. Amén.


Ordinario de la Misa / Rito de Comunión / Rito de Despedida

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(Si el sacerdote lo juzga oportuno, dice):

S. Dense fraternalmente la paz.

(Según la costumbre del lugar, se dan la paz):

4.3 FRACCIÓN DEL PAN (Mientras el sacerdote hace la fracción de la hostia, se canta o se dice):

A. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz. (A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto):

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti. 4.4 COMUNIÓN S. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor. A. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. S. El cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna. A. Amén. 4.5 ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN S. Oremos. (El sacerdote dice la oración y al final el pueblo aclama: Amén):

V. Rito de Despedida S. El Señor, esté con ustedes. A. Y con tu espíritu. S. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes. A. Amén. 5.1 DESPEDIDA S. Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz. A. Demos gracias a Dios.


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Liturgia del mes de Abril, Ciclo “A”

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de Abril - Viernes, Feria, III Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Por los caminos del Señor transitan los justos Al inicio de su obra, Oseas ilustra el amor a su pueblo con su propia experiencia conyugal. Es un oráculo del Señor: “Me casaré contigo para siempre…, en justicia y en derecho, en afecto y en cariño” (Os 2,21). A pesar de las infidelidades del pueblo, Dios sigue amando al pueblo; hará todo para que se convierta: “Sanaré su infidelidad, los amaré sin que lo merezcan”. El enamorarse de otros dioses era el gran pecado de Israel. Al llamado de conversión que Dios les dirige por boca del profeta, el pueblo responde: “Perdona nuestra culpa… No volveremos a llamar dioses a las obras de nuestras manos” (Os 14,3-4). Como suele suceder en la Biblia, es a través de la abundancia de bienes como Dios manifiesta el amor. Ante la conversión del pueblo, Dios le promete multiplicar sus bienes: Israel “tendrá el esplendor del olivo”; “revivirán como el trigo, florecerán como la vid”. Ésta es la última recomendación del profeta: “Quien sea inteligente comprenda: Los caminos del Señor son rectos, por ellos caminan los justos” (Os 14,10). No hay mandamiento mayor que el del amor La pregunta a Jesús sobre el mandamiento principal es pertinente. Los rabinos señalan 613 mandamientos en la ley. Unos, más graves; otros, más leves; pero todos deben ser cumplidos. Jesús se limita a recordar al letrado lo que dice la ley: “Escucha, Israel…”. Cita la confesión de fe en un solo Dios y el amor con que ha de ser amado (Dt 6,4 ss). Este texto llamado “shemá” (“escucha”) por la primera palabra, todo israelita tenía que repetirlo por la mañana y por la tarde. El mandamiento principal de la ley, que contiene todos los demás, es amar al único Dios, con todas las fuerzas y capacidades de la persona. Como complemento del primero, Jesús añade un segundo mandamiento, citando el libro del Levítico: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Es el letrado quien hace en esta ocasión el comentario: Amar a Dios sobre todo, y al prójimo como a sí mismo, está por encima de todo acto de culto: “todos los holocaustos y sacrificios” que se ofrecían en el templo. El comentario de Jesús es muy elocuente: “No estás lejos del reino de Dios” (Mc 12,34). Ésta es la ley fundamental del reino de Dios. P Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Señor, no hay otro dios igual a ti, porque sólo tú eres grande y haces maravillas; porque sólo tú eres Dios (Sal 85,8.10). 2. Oración colecta Infunde Señor, en nosotros tu gracia para que podamos dominar nuestras


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pasiones y permanecer fieles a tus palabras de vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Os 14,2-10)

Lectura del libro del profeta Oseas Esto dice el Señor Dios: “Israel, conviértete al Señor, Dios tuyo, pues tu maldad te ha hecho sucumbir. Arrepiéntanse y acérquense al Señor para decirle: ‘Perdona todas nuestras maldades, acepta nuestro arrepentimiento sincero, que solemnemente te prometemos. Ya no nos salvará Asiria, ya no confiaremos en nuestro ejército, ni volveremos a llamar “dios nuestro” a las obras de nuestras manos, pues sólo en ti encuentra piedad el huérfano’. Yo perdonaré sus infidelidades, dice el Señor; los amaré aunque no lo merezcan, porque mi cólera se ha apartado de ellos. Seré para Israel como rocío; mi pueblo florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces, como el álamo, y sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra, cultivarán los trigales y las viñas, que serán tan famosas como las del Líbano. Ya nada tendrá que ver Efraín con los ídolos. Yo te he castigado, pero yo también te voy a restaurar, pues soy como un ciprés, siempre verde, y gracias a mí, tú das frutos. Quien sea sabio, que comprenda estas cosas y quien sea prudente, que las conozca. Los mandamientos del Señor son rectos y los justos los cumplen; los pecadores, en cambio, tropiezan en ellos y caen”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.

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4. Salmo responsorial R Yo soy tu Dios, escúchame. L Oyó Israel palabras nunca oídas: “He quitado la carga de tus hombros y el pesado canasto de tus manos. Clamaste en la aflicción y te libré /R L Te respondí, oculto entre los truenos, y te probé en Meribá, junto a la fuente. Escucha, pueblo mío, mi advertencia. ¡Israel, si quisieras escucharme! /R L No tendrás otro Dios, fuera de mí, ni adorarás a dioses extranjeros, porque yo el Señor, soy el Dios tuyo, que te sacó de Egipto, tu destierro /R L ¡Ojalá que mi pueblo me escuchara y cumpliera Israel mis mandamientos! Comería de lo mejor de mi trigo y yo lo saciaría con miel silvestre” /R (Sal 80). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Conviértanse, dice el Señor, porque ya está cerca el Reino de los cielos. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Mt 4,17).

6. Evangelio (Mc 12,28-34)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.


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El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado muy sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Mira, Señor, con benevolencia los dones que te presentamos; que te sean agradables y se conviertan para nosotros en fuente de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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8. Antífona de la comunión Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los sacrificios (Mc 12,33).

9. Oración después de la comunión Que la fuerza de tu Espíritu vigorice, Señor, todo nuestro ser para que podamos obtener plenamente la salvación, cuya prenda hemos recibido en esta Eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué lugar ocupa el amor a Dios y al prójimo en tu vida diaria?

de Abril - Sábado Feria, III Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Quiero amor, no sacrificios Las primeras palabras del profeta, reflejan la actitud que todo discípulo ha de mantener, especialmente en este tiempo de Cuaresma: “Vamos a volver al Señor” (Os 6,1). Nos sanará y vendará nuestras heridas. “Al tercer día nos restablecerá y viviremos en su presencia”. De la expresión “al tercer día”, se servirán los escritores del nuevo testamento para anunciar la resurrección de Jesús. Oseas considera la conversión como un “revivir”, como una resurrección, que ha de consolidarse. El amor, que ha de estar en la base de toda conversión, no puede ser como “nube mañanera”, como “rocío que se evapora”. Como todos los profetas, Oseas pone el amor por encima de toda forma de culto. Con las mismas palabras de Dios nos interpela: “Quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos” (Os 6,6). Este llamado del profeta es importante en este tiempo de Cuaresma. Fácilmente creemos que hemos cumplido el llamado de Dios a la conversión con realizar algunas prácticas externas, que suponen algún sacrificio. Lo que Dios reclama sobre toda otra práctica cuaresmal es amor. Quien se humilla obtiene el perdón de Dios Lucas señala desde el comienzo a los destinatarios de la parábola: “los que se


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tienen por justos y desprecian a los demás” (Lc 18,9). En la parábola se colocan, frente a frente, dos personajes típicos de la sociedad judía, con valoraciones totalmente opuestas. El fariseo se presenta como modelo de hombre justo. El recaudador de impuestos es el prototipo del inmoral y del corrupto. En la parábola el fariseo actúa como tal. Repasa ante Dios todos sus títulos: ayuna dos veces por semana; como fariseo observante, paga los diezmos. Se siente orgulloso de no ser como los demás, sobre todo como el recaudador, al que la sociedad judía considera un pecador. En frente nos topamos con un recaudador de impuestos. En lugar de acusar a los demás de “injustos, ladrones y adúlteros”, adopta una actitud humilde. Baja la cabeza, se golpea el pecho, confiesa ser un gran pecador e implora misericordia. El resultado final es el contrario a lo que pensaba el fariseo y la sociedad del tiempo de Jesús. El que ellos condenan, es quien regresa absuelto a su casa. Jesús cierra su enseñanza con una breve sentencia: “Quien se alaba será humillado y quien se humilla será alabado” (Lc 18,14). A la luz de esta Palabra de Dios, valoremos la Cuaresma que estamos haciendo. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios: Él perdona todas tus culpas (Sal 102,2-3). 2. Oración colecta Concédenos, Señor, que celebrando con alegría esta Cuaresma, de tal modo penetremos el significado del misterio pascual, que obtengamos la plenitud de sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Os 6,1-6)

Lectura del libro del profeta Oseas Esto dice el Señor: “En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: ‘Vengan, volvámonos al Señor; él nos ha desgarrado y él nos curará; él nos ha herido y él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia

temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra’. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor. L Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados /R L Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias /R L Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrifi-


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cios justos, ofrendas y holocaustos /R (Sal 50). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No endurezcan su corazón”. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Sal 94,8).

6. Evangelio (Lc 18,9-14)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’. El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Tú que nos purificas con tu gracia para que nos acerquemos dignamente a tu Eucaristía, concédenos, Señor, celebrarla de tal modo, que podamos rendirte una alabanza perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El publicano, manteniéndose a distancia, se golpeaba el pecho y decía: Señor, ten piedad de mí porque soy un pecador (Lc 18,13). 9. Oración después de la comunión Dios de misericordia, que no cesas de alimentarnos con tu santa Eucaristía, concédenos venerarla siempre con respeto y recibirla con fe profunda. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué actitud deberías adoptar ante Dios y ante la gente en esta Cuaresma?

Historia y Novena del Nazareno de San Pablo Andrés Zaca N.

Santo Vía Crucis P. Albino Buitrago

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de Abril - Domingo IV de Cuaresma /A

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Lirúrgia de las Horas: 4ª Semana del Salterio - Color Litúrgico: Morado ¡DESPIERTA, TÚ QUE DUERMES! La Cuaresma, camino de iluminación En el camino cuaresmal que recorren los candidatos para ser bautizados, encontramos el relato de la sanación del ciego de nacimiento, que ofrece el evangelio de Juan. Las comunidades cristianas asociaron muy pronto este relato de la curación del ciego con el bautismo. El autor de la exhortación a los Hebreos escribe a la comunidad: “Recuerden los primeros días cuando, recién iluminados, sostuvieron el duro combate” (Heb 10,32). Se refiere el autor a los bautizados, que han sido iluminados por la luz de Cristo en el bautismo. El primitivo arte cristiano de las catacumbas reproduce la escena del ciego de nacimiento, casi siempre relacionado con el bautismo. En este proceso pascual-bautismal, que venimos viviendo durante la Cuaresma, la liturgia nos remite al signo de la curación del ciego, para profundizar en una de las dimensiones importantes de nuestro bautismo: la iluminación. Dios que devolvió la vista al ciego por medio de la actuación de Jesús, en el bautismo ha derramado Jesús hizo lodo con la saliva, se lo puso sobre cada uno de los bautizados su en los ojos al ciego y le dijo: ve a lavarte en la piscina de Siloé (Jn 9,6-7) luz, que actúa como fuego purificador y como iluminación. Jesús libera al ciego de las tinieblas de su ceguera La narración de la curación es extremadamente breve: Jesús “escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos”. El ciego se lavó en la piscina y regresó con vista. La verdadera significación del hecho es lo que interesa destacar el evangelista. El contraste luz-tinieblas aparece en el evangelio de Juan desde el principio: “La luz brilló en las tinieblas” (Jn 1,5). En el relato del ciego ofrece de una forma práctica este enfrentamiento. Se enfrenta la luz, que es Jesús, y las tinieblas que se han apoderado de los ojos del ciego. Al final, Jesús será el triunfador. El evangelista empieza proporcionando los datos para una correcta lectura de la sanación del ciego, que en realidad es una parábola. La noche en la que nadie puede trabajar, es el mundo (Jn 9,5). En esa densa tiniebla se encuentra metido el ciego. Jesús se presenta como el iluminador y vencedor de las tinieblas: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Esta proclamación de Jesús es fundamental para el evangelista.


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El ciego experimentó en su persona la fuerza liberadora de Jesús. A pesar de que lo intentaron, nadie pudo convencerle de lo contrario: “De una cosa estoy seguro: era ciego y ahora veo”. La ceguera se convierte en confesión de fe En el encuentro final de Jesús con el que había sido ciego se ilumina toda la escena. El ciego se siente seguro de que es Jesús quien lo ha curado. Era consciente de que había recobrado la visión física. Le faltaba conseguir el objetivo más importante: que Jesús le curara la ceguera que le impedía reconocer al Hijo del hombre, el enviado de Dios para iluminar al mundo. Puesto el signo, Jesús revela toda la riqueza de su contenido. La pregunta de Jesús es directa, al ciego y a los que leemos hoy esta Buena Noticia: “¿Crees en el Hijo del hombre?” (Jn 9,35). La respuesta del ciego fue afirmativa. ¿La nuestra? Pero hay otra pregunta que, como los fariseos, tenemos que hacernos: Y nosotros, ¿estamos ciegos? La advertencia de Jesús tiene un profundo calado. El que reconoce su ceguera, puede acercarse a él para que lo sane. Lo terrible es la ceguera de aquellos que creen ver estando ciegos. Son luz en el Señor: vivan como hijos de la luz La carta a la comunidad de Éfeso está dirigida a personas que han recibido el bautismo. Antes del bautismo “eran tinieblas” (Ef 5,8); una vez bautizados, “son luz por el Señor”. En las grandes ciudades del imperio los vicios y la perversión habían tomado carta de ciudadanía. Los discípulos de Jesús no pueden participar en esas conductas vergonzosas. Ellos, que son luz en el Señor, tienen que denunciar las obras inmorales que se realizan al amparo de las tinieblas. Tenemos que discernir y desenmascarar el mal dondequiera que se encuentre. El autor cita un himno, que probablemente se cantaba en la celebración del bautismo: “¡Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo!” (Ef 5,14). En la carta a la comunidad de Roma, Pablo considera el bautismo como un paso de la muerte a la vida juntamente con Cristo. “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva”, la vida de resucitados (Rom 6,4). A los discípulos que duermen el sueño de la muerte, va dirigido el grito: ¡Levántate de la muerte!; para que se conviertan en luminaria de Cristo. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Oración colecta Alégrate, Jerusalén, y todos los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de sus consuelos (Is 66,10-11). 2. Oración colecta Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura

(1Sam 16,1.6-7.10-13)

Lectura del primer libro de Samuel En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: “Ve a la casa de Jesé, en Be-


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lén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete”. Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: “Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey”. Pero el Señor le dijo: “No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones”. Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: “Ninguno de éstos es el elegido del Señor”. Luego le preguntó a Jesé: “¿Son éstos todos tus hijos?” Él respondió: “Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño”. Samuel le dijo: “Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue”. Y Jesé lo mandó llamar. El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque éste es”. Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es mi pastor, nada me falta. L El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas /R L Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad /R L Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me

unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes /R L Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término /R (Sal 22). 5. 2ª Lectura (Ef 5,8-14)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas. Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da rubor aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz. Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Yo soy la luz del mundo, dice el Señor, el que me sigue tendrá la luz de la vida. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 8,12). 7. Evangelio (Jn 9,1-41) Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus


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discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió; “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” (que significa ‘Enviado’). Él fue, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban; “Entonces, ¿cómo se te abrieron lo ojos?” Él les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo; ‘Ve a Siloé y lávate’. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó: “No lo sé”. Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó; “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió

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los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”. Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: ‘Ya tiene edad; pregúntenle a él’ Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”. Replicó aquel hombre: “Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése


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sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?” Y lo echaron fuera. Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró. Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Oración de los fieles S Curando al ciego, Jesús se reveló como luz del mundo. Oremos, para que Jesús con su luz nos cure de todas nuestras cegueras. A Haznos ser, Señor, luz para el mundo. L Son muchos los que van por la vida dando golpes de ciego. Para que la luz de Cristo los ilumine, y así convertirse en luz que pueda alumbrar a otros: Roguemos al Señor. A Haznos ser, Señor, luz para el mundo. L Las tinieblas de la injusticia, del odio, de la violencia se han adueñado de personas e instituciones de nuestro mundo. Para que la Buena

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Noticia de Jesús las ilumine: Roguemos al Señor. A Haznos ser, Señor, luz para el mundo. L Jesús dice: “Ustedes son la luz del mundo”. Para que nuestras obras y nuestro testimonio, iluminen a aquellos que buscan a Dios entre las tinieblas de la increencia: Roguemos al Señor. A Haznos ser, Señor, luz para el mundo. (Intenciones libres) S Cura, Señor nuestras cegueras, y transforma nuestra vida en claridad, para que vivamos como hijos de la luz, en un mundo en tinieblas. Por Jesucristo nuestro Señor. 9. Oración sobre las ofrendas Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 10. Antífona de la oración El Señor me puso lodo sobre los ojos; yo fui a lavarme. Ahora veo y creo en Dios (Jn 9,11). 11. Oración después de la comunión Dios nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Le pides a Jesús que abra tus ojos con su luz?


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de Abril - Lunes, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Gocémonos, porque Dios creará una tierra nueva Por las infidelidades a Dios por parte del pueblo, los enemigos de Israel se habían apoderado de sus tierras. Dios decide poner fin al caos. Lo renovará todo, como en una nueva creación: cielo nuevo y tierra nueva. La alegría y el gozo reemplazarán a los gemidos y al llanto. El orden nuevo que Dios quiere instaurar afectará sobre todo a las personas. No habrá niños que mueran antes de nacer; se prolongará la edad de los adultos. “Se considerará joven quien muera a los cien años” (Is 65,20). Con estos anuncios utópicos, quiere revelar el profeta la profunda renovación que quiere emprender el Señor. Dios quiere constantemente “hacerlo todo nuevo”. Este mensaje es un reto para los que habitamos ahora el mundo. Dios renovará, si los humanos queremos renovar; Dios hará un mundo, si los seres que habitamos el mundo ponemos manos a la obra en su transformación. Si nos empeñamos en erradicar la pobreza, acabar con la marginación; nos damos la mano para trabajar unidos por hacer todo nuevo: el lenguaje, las conciencias, las estructuras, el campo y la ciudad. Dios espera por nosotros en esta Cuaresma, para que el día de Pascua todo sea nuevo. Éste fue el segundo signo milagroso que hizo Jesús El evangelio de Juan es el que con mayor precisión interpretó las obras milagrosas que realizaba Jesús, como un “signo”. El primero había sido convertir el agua en vino en una boda. Jesús se encuentra en la misma ciudad, aunque la acción milagrosa de la curación del hijo del funcionario sucede en Cafarnaúm. Ante la insistencia del funcionario, Jesús hace una denuncia: la gente le reclama signos prodigiosos para creer. Son muchos los que se erigen como seguidores de Jesús en nuestros días, que quieren ver signos milagrosos. Sobre ellos quieren cimentar su fe. En este caso, la verificación del signo milagroso por parte del funcionario, llevó a la fe. El evangelista destaca dos cosas importantes: quien da el salto a la fe es un pagano, funcionario real. La sanación del hijo es el signo que provoca otra sanación más profunda: la conversión. En segundo lugar, la conversión del funcionario arrastra consigo a toda la familia. Este hecho era frecuente en las primeras comunidades. Necesitamos en nuestras comunidades signos inconfundibles de fe, que provoquen la conversión de los que no creen y de los que se han enfriado en su fe. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Yo tengo mi confianza en ti, Señor, yo gozaré y me alegraré porque has mirado con bondad mi desgracia y conoces mis angustias (Sal 30,7-8). 2. Oración colecta Dios nuestro, que renuevas este mundo por medio de tus sacramentos, concede a tu Iglesia aprovechar estos signos misteriosos de tu presencia y asístela siempre en sus necesidades materiales. Por nuestro Señor Jesucristo.


4 de Abril - Lunes, Feria, IV Semana de Cuaresma

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3. 1ª Lectura

6. Evangelio

Lectura del libro del profeta Isaías Esto dice el Señor: “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón. Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear: Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría. Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos. Ya no habrá niños que vivan pocos días, ni viejos que no colmen sus años y al que no los alcance se le tendrá por maldito. Construirán casas y vivirán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí. Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: “Si no ven ustedes señales y prodigios, no creen”. Pero el funcionario del rey insistió: “Señor, ven antes de que mi muchachito muera”. Jesús le contestó: “Vete, tu hijo ya está sano”. Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: ‘Tu hijo ya está sano’, y creyó con todos los de su casa. Ésta fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

(Is 65,17-21)

4. Salmo responsorial R Te alabaré, Señor, eternamente. L Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste /R L Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo /R L Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente /R (Sal 29). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Busquen el bien y no el mal, para que vivan, y el Señor estará con ustedes. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Am 5,14).

(Jn 4,43-54)

7. Oración sobre las ofrendas Como fruto de este sacrificio que vamos a ofrecerte, líbranos, Señor, de la esclavitud de nuestros vicios y


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5 de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma

danos fortaleza para vivir de acuerdo con tu Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Infundiré mi espíritu en ustedes para que vivan según mis mandamientos y cumplan mi voluntad, dice el Señor (Ex 36,27).

9. Oración después de la comunión Que esta santa comunión, Señor, renueve y santifique nuestra vida

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y nos ayude a alcanzar los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: Tu vida de fe, ¿es signo que mueve a conversión a los que te ven?

de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Del templo manaba agua, que corría en todas las direcciones La última parte del libro de Ezequiel nos ofrece una gran visión, en la que aparecen las líneas básicas para la reconstrucción de Israel. Ésta ha de iniciarse con la reconstrucción del nuevo templo, donde volverá a habitar la gloria de Dios. El templo sirve de marco al profeta, para desarrollar la amplitud y la riqueza de la reconstrucción del pueblo. Del templo brota el río de la vida. Su corriente se extiende en todas las direcciones, fecundando las tierras, alcanzando al desierto y al Mar Muerto, cuyas aguas quedarán saneadas. Todos los árboles que se encuentran en los márgenes del río no se secarán y darán cosechas abundantes. La exuberancia de la naturaleza propiciada por el torrente que nace del templo, se convierte en símbolo del resurgir del pueblo y de su reconstrucción religiosa y política. Estás curado, no vuelvas a pecar A partir de este momento, el evangelio de Juan empieza una serie de narraciones, que tienen como centro alguna de las fiestas importantes de los judíos. Jesús se hace presente en estas celebraciones del pueblo. Cada una de ellas se convierte en oportunidad para revelar a los judíos su persona y su misión. En este caso, resulta difícil saber de qué fiesta se trata. Podía ser la fiesta de Pascua o de Pentecostés, en las cuales los judíos debían ir a Jerusalén. Es cierto que existía el estanque de agua. Lo que no consta es el hecho extraordinario de la bajada del ángel. Lo que verdaderamente interesa al evangelista es la curación que realiza Jesús. El beneficiario es una persona que llevaba mucho tiempo aquejado de una enfermedad, que calificaríamos de incurable, por su duración (38 años). En este evangelio los hechos extraordinarios que hace Jesús reciben el nombre de signos. La curación física era signo y anticipo de otra sanación. Jesús se lo explica después: “Has quedado sanado. No vuelvas a pecar” (Jn 5,14). P. Antonio Danoz, redentorista


5 de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma

1. Antífona de entrada Todos los que están sedientos, vengan por agua, dice el Señor; aunque no tengan dinero, vengan a beber con alegría (Is 55,1). 2. Oración colecta Que los sacrificios y oraciones cuaresmales dispongan, Señor, a tus hijos para celebrar dignamente el misterio pascual y transmitir al mundo el feliz anuncio de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Ez 47,1-9.12)

Lectura del libro del profeta Ezequiel En aquellos tiempos, un hombre me llevó a la entrada del templo. Por debajo del umbral manaba agua hacia el oriente, pues el templo miraba hacia el oriente, y el agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico del norte y dar la vuelta hasta el pórtico que mira hacia el oriente, y el agua corría por el lado derecho. Aquel hombre salió hacia el oriente, y con la cuerda que tenía en la mano, midió quinientos metros y me hizo atravesar por el agua, que me daba a los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo pasar; el agua me daba a las rodillas. Midió quinientos más y me hizo cruzar; el agua me daba a la cintura. Era ya un torrente que yo no podía vadear, pues habían crecido las aguas y no se tocaba el fondo. Entonces me dijo: “¿Has visto, hijo de hombre?” Después me hizo volver a la orilla del torrente, y al mirar hacia atrás, vi una gran cantidad de árboles en una y otra orilla. Aquel hombre me dijo: “Estas aguas van hacia la región oriental; bajarán hasta el

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Arabá, entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá; habrá peces en abundancia, porque los lugares a donde lleguen estas aguas quedarán saneados y por dondequiera que el torrente pase, prosperará la vida. En ambas márgenes del torrente crecerán árboles frutales de toda especie, de follaje perenne e inagotables frutos. Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Con nosotros está Dios, el Señor. L Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, quien en todo peligro nos socorre. Por eso no tememos, aunque tiemble, y aunque al fondo del mar caigan los montes /R L Un río alegra a la ciudad de Dios, su morada el Altísimo hace santa. Teniendo a Dios, Jerusalén no teme, porque Dios la protege desde el alba /R L Con nosotros está Dios, el Señor; es el Dios de Israel nuestra defensa. Vengan a ver las cosas sorprendentes que ha hecho el Señor sobre la tierra /R (Sal 45). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Sal 50,12.14).


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5 de Abril - Martes, Feria, IV Semana de Cuaresma

6. Evangelio (Jn 5,1-3.5-16)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’”. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor”. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que tu providencia nos ha dado para sostén de nuestra vida mortal y conviértelos, para nosotros, en alimento que da la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas (Sal 22,1-2).

9. Oración después de la comunión Que este sacramento, Señor, purifique y renueve nuestro espíritu e infunda en nuestro cuerpo la fuerza necesaria para vivir y morir cristianamente. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Cuál es tu actitud ante las personas que sufren alguna invalidez?

I Etapa del Itinerario de iniciación a la fe Catequista y Catequizando Se consiguen en la red de Librerías SAN PABLO del país.


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de Abril - Miércoles, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Te he constituido alianza del pueblo El texto forma parte del segundo cántico del Siervo de Yahvé. Dios no abandonó a su siervo, a pesar de los sufrimientos a los que se ve sometido. Aquí aparece con claridad la misión que Dios le ha confiado. La primera misión consiste en “ser alianza del pueblo, para restablecer los lazos que unen al pueblo con Dios” (Is 49,6). El retorno del exilio se considera como un segundo Éxodo. Se invita al pueblo a salir de las tinieblas de la opresión, para venir a la luz. Ya no pasarán hambre ni sed, pues aquel que los guía los conducirá a manantiales de agua. Los montes se convertirán en caminos para el retorno. La tierra entera celebra la liberación realizada por Dios. La creación prorrumpe en aclamaciones porque Dios manifestó su misericordia con los desamparados. La palabra misericordia proviene de una raíz hebrea que designa el seno materno. El profeta recurre a la ternura de la madre, que no puede olvidar a la criatura que ha llevado en sus entrañas. Aunque esto pudiera suceder: “Yo no te olvidaré” (Is 49,15). Es palabra del Señor. El Hijo hace lo que ve hacer al Padre La sanación del enfermo que se hallaba junto a la piscina, llevó a un enfrentamiento de Jesús con los judíos, por haberlo hecho en sábado. Empezaron a perseguirlo. A la violación del sábado se añadía una acusación más grave: “Llamaba a Dios Padre suyo, igualándose con él” (Jn 5,17). Esto provocaba en ellos el deseo de matarlo. Este incidente da origen al primer gran discurso de Jesús en el evangelio de Juan. El punto de partida es precisamente la acusación que lanzan contra él: Jesús se autoproclama Hijo de Dios, y pretende asumir una autoridad y unos poderes que son propios de Dios. El evangelista enumera una serie de actividades y atribuciones de gran calado, que son propias de Dios, en las que Jesús también participa, aunque nada hace por su cuenta. Así como el Padre posee la vida, también la posee el Hijo; el Hijo tiene poder para resucitar a los muertos; también disfruta de autoridad para juzgar. Jesús proclama con toda claridad: “El que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna… Ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5,24). P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Ahora, Señor, que estás dispuesto a escucharme, elevo a ti mi súplica: Respóndeme, Dios mío, según tu gran amor y tu fidelidad a las promesas (Sal 68,14).

2. Oración colecta Señor, tú que recompensas al justo y perdonas al pecador que se arrepiente, ten piedad de nosotros, para que la humilde confesión de nuestras faltas nos obtenga tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


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6 de Abril - Miércoles, Feria, IV Semana de Cuaresma

3. 1ª Lectura (Is 49,8-15)

Lectura del libro del profeta Isaías Esto dice el Señor: “En el tiempo de la misericordia te escuché, en el día de la salvación te auxilié. Yo te formé y te he destinado para que seas alianza del pueblo: para restaurar la tierra, para volver a ocupar los hogares destruidos, para decir a los prisioneros: ‘Salgan’, y a los que están en tinieblas: ‘Vengan a la luz’. Pastarán de regreso a lo largo de todos los caminos, hallarán pasto hasta en las dunas del desierto. No sufrirán hambre ni sed, no los afligirá el sol ni el calor, porque el que tiene piedad de ellos los conducirá a los manantiales. Convertiré en caminos todas las montañas y pondrán terraplén a mis calzadas. Miren: éstos vienen de lejos; aquéllos, del norte y el poniente, y aquéllos otros, de la tierra de Senim. Griten de alegría, cielos; regocíjate, tierra; rompan a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y tiene misericordia de los desamparados. Sión había dicho: ‘El Señor me ha abandonado, el Señor me tiene en el olvido’. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su creatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti”, dice el Señor todopoderoso. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es compasivo y misericordioso. L El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el

Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas /R L El Señor es siempre fiel a sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. Da su apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia /R L Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca /R (Sal 144).

5. Aclamación antes del evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 11,25.26). 6. Evangelio (Jn 5,17-30)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”. Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no sólo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios. Entonces Jesús les habló en estos términos: “Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y sólo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que éstas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre no juzga


7 de Abril - Jueves, Feria, IV Semana de Cuaresma

a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre. Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida. Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues así como el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

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7. Oración sobre las ofrendas Que el poder de este sacrificio elimine en nosotros las consecuencias del pecado y nos haga crecer en santidad de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,17). 9. Oración después de la comunión No permitas, Señor, que el sacramento que hemos recibido, vaya a ser motivo de condenación, pues tu providencia lo ha instituido para salvación nuestra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: La fe en Jesús como Hijo de Dios, ¿qué influencia ejerce en tu vida?

de Abril - Jueves, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Dios se volvió atrás de la amenaza contra el pueblo Ante la oferta de la alianza propuesta por Dios, el pueblo respondió: “Haremos todo cuanto dice el Señor” (Éx 19,8). Este pueblo terco y testarudo, decidió fabricarse un dios en forma de ternero y asentir a su proclamación: “Éste es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto” (Éx 32,4). Con este panorama se encontró Moisés al descender del monte. Por un lado, la apostasía del pueblo; por otro, la amenaza de Dios que decide acabar con él. En los constantes conflictos de Dios con el pueblo por sus infidelidades, siempre


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7 de Abril - Jueves, Feria, IV Semana de Cuaresma

aparece un mediador; en este caso el mediador es Moisés. Por su mediación, Dios abandonó su actitud y perdonó al Pueblo. El mensaje es importante. Dios está siempre dispuesto a perdonar y a restablecer los lazos de la alianza, mediante el perdón En esto revela su grandeza. La relectura de este pasaje invita a revisar las infidelidades cometidas con Dios; a derribar los “terneros de oro” que nos hemos fabricado. Dios asume la pedagogía de la mediación. Cuanto más distantes son las orillas, más necesarios son los puentes de la mediación. Trátese de Dios, o de cualquier situación entre personas, países o instituciones. Siempre existirá un Moisés, para facilitar la reconciliación. Mi testimonio son las obras que realizo Las gentes de su tiempo, reclamaban a Jesús un testimonio, que avalara lo que decía y lo que hacía. Lo que decía eran cosas muy serias: Quien no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió; los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y vivirán; Dios “encomendó al Hijo la tarea de juzgar” (Jn 5,22.23.25). Jesús acude, en primer lugar al testimonio de otros. El primero es el testimonio de Juan Bautista. Era una “lámpara que ardía y alumbraba”, y no “quisieron disfrutar de su luz”. Hay otro testimonio más importante: el Padre que lo envió. Sus adversarios nunca han visto su rostro y nunca han escuchado su voz, a pesar de que buscan y estudian las Escrituras. A estos testimonios Jesús añade el personal que es muy valioso: Las obras que realizan son el mejor testimonio de que “el Padre me ha encargado hacer” (Jn 5,36). Seguro de lo que anuncia, Jesús pasa a la denuncia. La más grave: “Ustedes no tienen el amor de Dios” (Jn 5,42). La segunda: “Moisés en quien confían, será quien los acusará” (Jn 5,45). Jesús nos ha dejado un mensaje sumamente importante: los signos de que nuestra conversión cuaresmal es sincera y profunda son las obras. Ellas son testigos mudos, pero muy elocuentes. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen la ayuda del Señor; busquen continuamente su presencia (Sal 104,3-4). 2. Oración colecta Padre lleno de amor, que nos has concedido la gracia de purificarnos con el arrepentimiento y de santificarnos haciendo el bien a los demás, ayúdanos a permanecer fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las

festividades pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Éx 32,7-14)

Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Este es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’ ”. El Señor le dijo también a Moisés: “Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se


7 de Abril - Jueves, Feria, IV Semana de Cuaresma

encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo”. Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: “¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? ¿Vas a dejar que digan los egipcios: ‘Los sacó con malas intenciones, para hacerlos morir en las montañas y borrarlos de la superficie de la tierra’? Apaga el ardor de tu ira, renuncia al mal con que has amenazado a tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido’ ”. Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo. L En el Horeb hicieron un becerro, un ídolo de oro, y lo adoraron. Cambiaron al Dios que era su gloria por la imagen de un buey que come pasto /R L Se olvidaron del Dios que los salvó, y que hizo portentos en Egipto, en la tierra de Cam, mil maravillas, y en las aguas del mar Rojo, sus prodigios /R L Por eso hablaba Dios de aniquilarlos; pero Moisés, que era su elegido, se interpuso, a fin de que, en su cólera, no fuera el Señor a destruirlos /R (Sal 105). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Tanto amó Dios al mundo, que le

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entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 3,16). 6. Evangelio (Jn 5,31-47)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido. Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre. El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado. Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que


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8 de Abril - Viernes, Feria, IV Semana de Cuaresma

aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?” Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Tú, que conoces nuestra fragilidad, concédenos, Señor, que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique de nuestros pecados y nos proteja de todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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8. Antífona de la comunión Esto dice el Señor: Pondré mi ley en lo más profundo de su ser y la escribiré en sus corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jer 31,33).

9. Oración después de la comunión Señor, que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas y nos proteja del pecado, para que gocemos de la plenitud salvadora de tu don. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué obras puedes exhibir, como testimonio de tu conversión?

de Abril - Viernes, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Someteremos al justo a tormentos despiadados El autor, penetrado de espíritu de sabiduría, ha proclamado: “La justicia es inmortal” (Sab 1,15). Pero la experiencia le ha dado a conocer que, “la fuerza es la norma de la justicia” (Sab 2,11). Los poderosos atropellan por la fuerza al justo que es pobre. El justo resulta incómodo: se gloría de tener a Dios por padre; lleva una vida distinta de los malvados; les echa en cara las faltas contra la ley (Sab 2,15-16). En revancha, los malvados deciden someter al justo a tormentos despiadados, para probar su resistencia. No dudan en “condenarlo a una muerte deshonrosa” (Sab 2,20). No es difícil percibir en la descripción que hace el sabio, una similitud con el siervo sufriente de Isaías. Con todo su proceder quieren conducir al justo hasta el límite del sufrimiento, para probar su reacción, pues dice que cuenta con alguien que cuida de él. Los autores del nuevo testamento se han servido de estos textos y de los cánticos del “siervo de Yahvé”, para presentar la pasión de Jesús y describir las acciones violentas que se emplearon contra él, desde la condena injusta, hasta la muerte ignominiosa en la cruz. No vengo por mi cuenta, Dios es quien me envió Nos encontramos con Jesús de nuevo en Jerusalén con motivo de la fiesta de


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las “Chozas”. Esta fiesta se celebraba unos seis meses después de Pascua. Jesús se presenta en la fiesta casi de incógnito. No subió con sus parientes, pues, “ni siquiera los parientes creían en él” (Jn 7,5). La presencia de Jesús en la fiesta no pasó desapercibida. Las opiniones estaban divididas. Unos, lo consideraban como bueno; otros, tenían opinión totalmente distinta: creían que engañaba a la gente. Los judíos lo buscaban. Jesús aprovecha la oportunidad que le brinda la fiesta, para hacer llegar a la gente su mensaje. La gente se pregunta perpleja, sin conocer a ciencia cierta si Jesús es el Mesías. Jesús rompe el silencio para anunciar: “Yo no vengo por mi cuenta, sino que me envió el que dice la verdad, a quien ustedes no conocen” (Jn 7,28). Ante estas palabras, algunas personas creyeron en él. Los enemigos intentaron detenerlo. El evangelista utiliza una expresión, que ya empleó en el relato de las bodas de Caná de Galilea: “No había llegado su hora” (Jn 7,30). La hora de Jesús era el momento de ser entregado en manos de los judíos para darle muerte, y resucitar al tercer día. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Señor, sálvame por tu nombre y líbrame con tu poder. Señor, escucha mi plegaria, atiende a las palabras de mi boca (Sal 53,3-4). 2. Oración colecta Dios nuestro, que has preparado en tus sacramentos el auxilio adecuado a nuestra debilidad, concédenos recibirlos llenos de gozo y renovar con ellos nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Sab 2,1.12-22)

Lectura del libro de la Sabiduría Los malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: “Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. Presume de que conoce a Dios y se proclama a sí mismo hijo del Señor. Ha llegado a convertirse en un vivo reproche de nuestro modo de pensar y su sola presencia es insufrible, porque lleva una vida distinta de los

demás y su conducta es extraña. Nos considera como monedas falsas y se aparta de nuestro modo de vivir como de las inmundicias. Tiene por dichosa la suerte final de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él”. Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor no está lejos de sus fieles. L En contra del malvado está el Señor, para borrar de la tierra su memoria. Escucha, en cambio, al


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8 de Abril - Viernes, Feria, IV Semana de Cuaresma

hombre justo y lo libra de todas sus congojas /R L El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Muchas tribulaciones pasa el justo, pero de todas ellas Dios lo libra /R L Por los huesos del justo vela Dios, sin dejar que ninguno se le quiebre. Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan /R (Sal 33). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Mt 4,4). 6. Evangelio

(Jn 7,1-2.10.25-30)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús recorría Galilea, pues no quería andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba ya la fiesta de los judíos, llamada de los Campamentos. Cuando los parientes de Jesús habían llegado ya a Jerusalén para la fiesta, llegó también él, pero sin que la gente se diera cuenta, como de incógnito. Algunos, que eran de Jerusalén, se decían: “¿No es éste al que quieren matar? Miren cómo habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene éste; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde viene”. Jesús, por su parte, mientras enseñaba en el templo, exclamó: “Conque me conocen a mí y saben

de dónde vengo… Pues bien, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; y a él ustedes no lo conocen. Pero yo sí lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado”. Trataron entonces de capturarlo, pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Que el poder salvador de este sacrificio que vamos a ofrecerte, nos libre, Señor, de nuestros pecados, para celebrar dignamente las fiestas pascuales, principio de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Por medio de su Sangre, Cristo nos ha obtenido la redención y el perdón de nuestros pecados. En esto se manifiesta la inmensidad de su gracia (Ef 1,7). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento, que nos señala el paso de la antigua a la nueva alianza, concédenos, Señor, despojarnos de todo lo que es pecado y revestirnos de la santidad de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Cuál es tu actitud ante la celebración de la “hora” de Jesús en Semana santa?


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de Abril - Sábado, Feria, IV Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado A ti, Señor, he encomendado mi causa El mensaje del verdadero profeta, por lo general no resulta simpático y no es bien recibido. Esto es lo que le sucedió a Jeremías. Su misión quedó fijada al principio del libro: “Hoy te establezco sobre pueblos y naciones, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar” (Jer 1,9-10). En su misión choca con el pueblo, con los vecinos y con su misma familia, que traman planes homicidas contra él. En el inicio de sus “confesiones”, el profeta se presenta como “manso cordero conducido al matadero” (Jer 11,19); como árbol vigoroso al que pretenden arrancar de la tierra de los vivos. A pesar de las insidias y de las amenazas contra su vida, Jeremías no renuncia a su misión profética. Dios, que lo ha llamado para ser su profeta, sondea su corazón, conoce su propósito y su determinación. No dará un paso atrás. Sabe que Dios Todopoderoso es su fiador y no le fallará. La imagen del cordero conducido al matadero se encuentra también en el cuarto cántico del siervo de Yahvé. Los autores del nuevo testamento identificaron a Jesús con este cordero sacrificado. Éste es realmente el profeta: nadie ha hablado como él En el último día de la fiesta de las Chozas, se repetía la traída de agua al templo, desde la piscina de Siloé. Jesús proclama con fuerza: “Quien tenga sed venga a mí y beba… De él brotarán ríos de agua viva (Jn 7,37-38). El agua viva es el Espíritu, que Jesús comunicará después de resucitar. Las palabras de Jesús siembran el desconcierto entre la gente. Unos, confiesan sin rodeos: “Éste es realmente el profeta o el Mesías. Otros, lo negaban. En medio de la confusión, algunos intentaron arrestarlo, pero no se atrevieron (Jn 7,44). Los sumos sacerdotes y los fariseos tuvieron que enfrentarse con el testimonio de la guardia del templo, que se unieron a muchos de los presentes para confesar: “Jamás hombre alguno habló como este hombre” (Jn 7,46). A la voz de los guardias se une la de Nicodemo, que era “una autoridad ente los judíos” (Jn 3,1), el cual asume la defensa de Jesús: “Nuestra ley no permite condenar a nadie, sin haberlo escuchado antes” (Jn 7,51). Las palabras de Nicodemo pusieron punto final a la discusión, y cada cual se fue por su lado. Esta tregua momentánea, no impedirá, que finalmente los responsables del pueblo condenen a Jesús a morir. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Oleaje de muerte me envolvía, torrentes destructores me aterraban; pero en mi angustia invoqué al Señor y él escuchó mi voz desde su templo (Sal 17,5-7).

2. Oración colecta Que tu amor misericordioso dirija siempre, Señor, nuestros deseos y actividades, ya que sin tu ayuda no podemos agradarte. Por nuestro Señor Jesucristo.


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3. 1ª Lectura

6. Evangelio

Lectura del libro del profeta Jeremías En aquel tiempo, dijo Jeremías: “El Señor me instruyó y yo comprendí; él me explicó lo que hacían. Yo era como un manso cordero que es llevado a degollar, y no sabía lo que tramaban contra mí, diciendo: ‘Talemos el árbol en su pleno vigor, arranquémoslo de la tierra de los vivos y que su nombre no se pronuncie más’. Ahora tú, Señor de los ejércitos, justo juez, que sondeas lo más íntimo del corazón, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Este es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban: “Este es el Mesías”. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?” Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de él, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?” Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita”. Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?” Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

(Jer 11,18-20)

4. Salmo responsorial R En ti, Señor, me refugio. L En ti, Dios mío, me refugio: de mis perseguidores, sálvame. No permitas que algunos, como fieras, me destrocen y nadie me rescate /R L Tú que llegas, Señor, a lo más hondo del corazón humano, tú júzgame, Señor, según mis méritos; conforme a mi inocencia, da tu fallo. Apoya al hombre recto, pon fin a la maldad de los malvados /R L Tengo mi escudo en Dios, que salva a los de recto corazón. Alabaré al Señor por su justicia y cantaré el nombre del Altísimo /R (Sal 7). 5. Aclamación antes del evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Lc 8,15).

(Jn 7,40-53)

7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación que vamos a ofre-


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certe y, con la fuerza de tu amor, doblega ante ti nuestras rebeldes voluntades. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Hemos sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto y sin mancha (1Pe 1,19). 9. Oración después de la comunión Que tus sacramentos, Señor, nos

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purifiquen y nos hagan agradables a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y espera tu respuesta: ¿Asumes la defensa de quien es injustamente condenado, como Jesús?

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Liturgia de las Horas: 1ª Semana del Salterio - Color Litúrgico: Morado ¡LAZÁRO, SAL FUERA! Infundiré mi espíritu en ustedes para que vivan Llegamos al último de los signos pascual-bautismales en nuestro transitar por la Cuaresma camino de la Pascua. La Palabra de Dios de hoy habla de abrir sepulcros, de pasar del estado de la muerte a la vida. Un signo maravilloso de poder del Dios de la vida. A los huesos secos, sigue la reviviscencia por medio del Espíritu de Dios; al hombre que lleva varios días en el sepulcro, sigue Lázaro que se pone a caminar, por la fuerza de la palabra de Jesús. Los huesos secos que se revisten de vida es un símbolo lleno de poder y de una fuerza impresionante. Los huesos secos “son toda la casa de Israel”, que de la vida en libertad, había pasado al estado de muerte debido al exilio. Ante este panorama desolador, Dios toma una decisión: “Yo les voy a infundir espíritu para que revivan” (Ez 37,5). Del signo de los huesos pasa el profeta a la realidad que vive el pueblo. Dios habla directamente a los ciudadanos de Israel: “Infundiré mi espíritu en ustedes para que revivan” (Ez 37,14). Revivir significaba para ellos pasar de la muerte del exilio, a la tierra de la libertad. Dios los hará salir del sepulcro del exilio con brazo poderoso, como hizo salir a sus antepasados de la esclavitud de Egipto. Nuestro amigo Lázaro duerme, voy a despertarlo En el camino pascual que nos ofrece el evangelio de Juan, la vuelta a la vida de Lázaro, por la poderosa palabra de Jesús, es uno de los signos pascuales más fuertes y más vivos. En este caso, el signo no es una serpiente, el templo, un manantial. El signo es una persona, que está dormida, y Jesús la despierta; que se encuentra en un estado de muerte, y recupera la vida. La comunidad cristiana eligió este relato para el itinerario bautismal que hacían en la Cuaresma los que preparaban su bautismo, y los que ya estaban


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bautizados. El bautizado pasa también de un estado de muerte propiciado por el pecado, a llevar una vida en plenitud, como persona resucitada con Cristo. Por el camino, Jesús anuncia a los discípulos la muerte de Lázaro. Les revela el valor del signo que van a contemplar con sus ojos: “Me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean” (Jn 11,14). Yo soy la resurrección y la vida Éste es el mensaje central del relato que nos ofrece el evangelista. Antes de acercarse a la tumba de Lázaro, Jesús hace una proclamación solemne: “Yo soy la resurrección y la vida”. Para comprender el signo que va a realizar, es necesario creer que Jesús tiene poder para devolver la vida al que está muerto. La pregunta la dirige Jesús a Marta, la hermana del muerto: “¿Lo crees?” (Jn 11,26). Marta hace su confesión de fe: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que había de venir a este mundo” (Jn 11,27). María también hace la suya, Se arroja a sus pies, reconociéndolo como Jesús gritó con fuerte voz: su Señor. “¡Lázaro, sal fuera!” Para las personas que creen que todo es (Cfr. Jn 11,43) posible: hasta que un muerto vuelva a la vida. Esto es lo que va a suceder cuando Jesús se acerque al sepulcro, y se encare de frente con la realidad que tiene delante: un hombre, que es amigo suyo, que lleva ya cuatro días muerto. El que abrió los ojos al ciego, tenía reservada una sorpresa mucho mayor a los que estaban presentes. Los que crean, “verán la gloria de Dios” (Jn 11,40). Jesús gritó con voz fuerte: “Lázaro, sal fuera” (Jn 11,43). Había hablado quien es “resurrección y vida”. La muerte no pudo resistir a su palabra. Lázaro salió de la tumba y se puso a caminar. El que cree en mí, aunque muera, vivirá Jesús proclama ante todo el mundo: “Quien vive y cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11,26). Todo signo que Jesús realiza, es revelador de su persona y conduce a la fe. La pregunta que nos dirige Jesús es la misma que dirigió a Marta: “¿Lo crees?” (Jn 11,26). No todas las personas que fueron testigos de la vuelta de Lázaro a la vida, reaccionaron de la misma manera. Algunos supieron leer la fuerza reveladora del signo, y creyeron en Jesús. Otros, tomaron pie del hecho para denunciarlo ante los poderes políticos y religiosos, que lo juzgaron y lo condenaron a muerte. La pregunta nos la hicieron a nosotros antes de ser bautizados. Sólo después de proclamar nuestra fe en el Padre, en Jesús y en el Espíritu Santo, fuimos bautizados. Esta confesión es una exigencia necesaria para ser bautizado, y para vivir el bautismo. Cada día tenemos que repetir con nuestras palabras,


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con nuestro estilo de vida, con nuestras obras: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Son muchos los muertos que yacen en sus sepulcros; los que esperan la voz de Jesús: Sal fuera; resucita. Quizá seamos nosotros uno de ellos; quizá un familiar, un amigo; cualquier persona que encontramos en la vida. Invitemos a Jesús a que se acerque a esos sepulcros, quizá blanqueados, para que acontezca el milagro. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Señor, hazme justicia. Defiende mi causa contra gente sin piedad; sálvame del hombre injusto y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa (Sal 42,1-2). 2. Oración colecta Ven, Señor, en nuestra ayuda, para que podamos vivir y actuar siempre con aquel amor que impulsó a tu Hijo a entregarse por nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. 3. 1ª Lectura (Ez 37,12-14)

Lectura del libro del profeta Ezequiel Esto dice el Señor Dios: “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré a ustedes mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Perdónanos, Señor, y viviremos. L Desde el abismo de mis pecados

clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén atentos tus oídos a mi voz suplicante /R L Si conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara? Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos /R L Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela /R L Como aguarda a la aurora el centinela, aguarda Israel al Señor, porque del Señor viene la misericordia y la abundancia de la redención, y él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades /R (Sal 129). 5. 2ª Lectura (Rom 8,8-11)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los


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muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 11,25.26). 7. Evangelio (Jn 11,1-45)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: “Vayamos otra vez a Judea”. Los discípulos le dijeron: “Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?” Jesús les contestó: “¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche

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tropieza, porque le falta la luz”. Dijo esto y luego añadió: “Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo”. Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, es que va a sanar”. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado ahí, para que crean. Ahora, vamos allá”. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él”. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: “Ya vino el Maestro y te llama”. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque


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él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar ahí y la siguieron. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” “Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!” Algunos decían: “¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?” Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: “Quiten la losa”. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días”. Le dijo Jesús: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Luego gritó con voz potente: “¡Lázaro, sal de ahí!” Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo, para que pueda andar”.

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Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Oración de los fieles S Jesús se reveló ante el mundo, como “dador de vida”. Oremos, para que seamos creadores de vida, en un mundo en el que abundan los signos de muerte. A Concédenos, Señor, ser testigos de vida. L Son muchos los que se dedican a llenar de muertos los sepulcros. Para que cesen las agresiones contra la vida de los nacidos y de los no nacidos: Roguemos al Señor A Concédenos, Señor, ser testigos de vida. L Por las instituciones sociales, económicas y políticas, para que mejoren las condiciones de vida de las personas, y eliminen de la sociedad todo agente de muerte: Roguemos al Señor. A Concédenos, Señor, ser testigos de vida. L Hay pecados contra el amor y la justicia que llevan a la muerte. Para que la vida nueva que recibimos en el bautismo, crezca y dé fruto abundante de vida eterna: Roguemos al Señor. A Concédenos, Señor, ser testigos de vida. (Intenciones libres) S Señor, Jesús devolvió la vida a Lázaro, y entregó la suya para salvarnos. Concédenos celebrar la vida nueva, que nace de su muerte y resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 9. Oración sobre las ofrendas Tú, que nos has iluminado con las


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enseñanzas de la fe, escucha, Señor, nuestra oración y purifícanos por medio de este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor. 10. Antífona de la comunión El que está vivo y cree en mí, dice el Señor, no morirá para siempre (Jn 11,26).

11. Oración después de la comunión Concédenos, Dios todopoderoso, a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, vivir siempre

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como miembros suyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Pides a Jesús que te saque del sepulcro en que has caído por el pecado para que te dé nueva vida por su Santo Espíritu?

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Color Litúrgico: Morado La asamblea alabó a Dios, que salva a quien cree en él El relato de Susana y de los ancianos, pertenece al género de historias ejemplares de carácter sapiencial. La protagonista es una mujer de nombre Susana, bella y religiosa, educada en la ley de Moisés. A la historia se unen dos ancianos, que urden una trama para abusar de ella, amenazándola de muerte. La mujer se negó: “Prefiero caer en manos de ustedes antes de pecar contra Dios” (Dn 13,23). Ante la resistencia de la mujer, presentan una denuncia falsa contra ella. Durante el juicio, aparece un nuevo personaje, de nombre Daniel, que asume la defensa de la mujer inocente; desmonta la trama, y los acusadores son condenados como culpables. Al final, las cosas se pusieron en su sitio: se salvó la vida de la mujer, que fue declarada inocente; los culpables fueron condenados; Daniel acrecentó su prestigio ante el pueblo; y toda la asamblea alabó a Dios, “que salva a los que esperan en él” (Dn 13,60). Vete en paz y no vuelvas a pecar Empecemos por decir, que los autores ponen en duda que este texto pertenezca originariamente a este evangelio. Muchos piensan que es más propio del estilo del evangelio de Lucas. En todo caso, la Iglesia lo reconoce como Palabra de Dios, como el resto del evangelio. En este texto, como indica san Agustín, se encuentran dos realidades: la miseria y la misericordia. Muchas son las lecciones evangélicas que nos ofrece el texto. Empezando por lo primero del relato: Los acusadores de la mujer, no tenían la conciencia limpia. Cuando Jesús pronuncia un alegato solemne: “Quien no tenga pecado, tire la primera piedra” (Jn 8,7), todos desfilaron, empezando por los más ancianos.


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Los maestros de la ley y los fariseos pertenecen al grupo de los puritanos y de los duros. Lo que les interesa es que se aplique la ley a rajatabla, sin preocuparse por el bien de la persona. Considera la ley como un instrumento de castigo, no como una oferta de misericordia y salvación. Jesús, que quiere que la mujer se salve, es quien elige el camino correcto. No niega el valor de la ley; tampoco excusa a la mujer de su pecado. Es más, le ordena: “Vete y en adelante no peques más” (Jn 8,11). El nuevo camino que propone a la mujer empieza por no condenar: “Yo no te condeno” (Jn 8,11). La misericordia es el camino que lleva a la salvación. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Ten compasión de mí, Señor, porque me pisotean y acosan todo el día mis enemigos (Sal 55,2). 2. Oración colecta Dios nuestro, que con el don de tu amor nos colmas de bendiciones, transfórmanos en una nueva creatura, para que estemos preparados a la Pascua gloriosa de tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Dn 13,41-62)

Lectura del libro del profeta Daniel (Forma breve) En aquel tiempo, la asamblea creyó a los ancianos que habían calumniado a Susana y la condenó a muerte. Entonces Susana, dando fuertes voces exclamó: “Dios eterno, que conoces los secretos y lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que éstos me han levantado un falso testimonio. Y voy a morir sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí”. El Señor escuchó su voz. Cuando llevaban a Susana al sitio de la ejecución, el Señor hizo sentir a un muchacho, llamado Daniel, el santo impulso de ponerse a gritar: “Yo no soy responsable de la sangre de esta mujer”. Todo el pueblo se volvió a mirarlo y le preguntaron: “¿Qué es lo que estás diciendo?” Entonces Daniel, de

pie en medio de ellos, les respondió: “Israelitas, ¿cómo pueden ser tan ciegos? Han condenado a muerte a una hija de Israel, sin haber investigado y puesto en claro la verdad. Vuelvan al tribunal, porque ésos le han levantado un falso testimonio”. Todo el pueblo regresó de prisa y los ancianos dijeron a Daniel: “Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, puesto que Dios mismo te ha dado la madurez de un anciano”. Daniel les dijo entonces: “Separen a los acusadores, lejos el uno del otro, y yo los voy a interrogar”. Una vez separados, Daniel mandó llamar a uno de ellos y le dijo: “Viejo en años y en crímenes; ahora van a quedar al descubierto tus pecados anteriores, cuando injustamente condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, contra el mandamiento del Señor: No matarás al que es justo e inocente. Ahora bien, si es cierto que los viste, dime debajo de qué árbol estaban juntos”. Él respondió: “Debajo de una acacia”. Daniel le dijo: “Muy bien. Tu mentira te va a costar la vida, pues ya el ángel ha recibido de Dios tu sentencia y te va a partir por la mitad”. Daniel les dijo que se lo llevaran, mandó traer al otro y le dijo: “Raza de Canaán y no de Judá, la belleza te sedujo y la pasión te pervirtió el corazón. Lo mismo hacían


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ustedes con las mujeres de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a ustedes. Pero una mujer de Judá no ha podido soportar la maldad de ustedes. Ahora dime, ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?” Él contestó: “Debajo de una encina”. Replicó Daniel: “También a ti tu mentira te costará la vida. El ángel del Señor aguarda ya con la espada en la mano, para partirte por la mitad. Así acabará con ustedes”. Entonces toda la asamblea levantó la voz y bendijo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos viejos, a quienes, con palabras de ellos mismos, Daniel había convencido de falso testimonio, y les aplicaron la pena que ellos mismos habían maquinado contra su prójimo. Para cumplir con la ley de Moisés, los mataron, y aquel día se salvó una vida inocente. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Nada temo, Señor, porque tú estás conmigo. L El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas /R L Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad /R L Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes /R L Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término /R (Sal 22).

5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 8,12). 6. Evangelio (Jn 8,1-11)

Lectura sal santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a esas mujeres. ¿Tú qué dices?” Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo. Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco


12 de Abril - Martes, Feria, V Semana de Cuaresma

yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Concede, Señor, a tus hijos, reunidos para celebrar esta Eucaristía, ofrecerte como fruto de su penitencia, una conciencia limpia. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue, no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12).

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9. Oración después de la comunión Que la fuerza de tus sacramentos nos libre, Señor, de nuestras malas inclinaciones y nos ayude a seguir a Cristo, para acercarnos cada vez más a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Crees que condenar es el camino mejor, para ayudar al que se equivoca?

Abril - Martes, Feria, V Semana 12 de de Cuaresma Color Litúrgico: Morado Quien miraba a la serpiente de bronce quedaba curado Estamos ante una nueva rebeldía del pueblo contra Dios y contra Moisés, en su largo y duro peregrinar por el desierto. A cada rebeldía, Dios responde con un correctivo. En este caso, una invasión de serpientes venenosas. El relato puede tener su origen en la religiosidad popular. Moisés, que tiene que soportar la rebeldía y las murmuraciones del pueblo, es quien tiene que actuar, una vez más, de mediador ante Dios. El pueblo reconoce su pecado: “Hemos pecado contra el Señor y contra ti” (Núm 21,7). Haciendo gala de su paciencia y de su aguante, Moisés intercede ante Dios, para que ponga remedio a la situación. El instrumento que había elegido para revelar su poder ante el pueblo, lo utiliza a continuación para revelar su misericordia. El signo de la serpiente de bronce, levantada por Moisés en medio del campamento, se convierte en instrumento de sanación. Bastaba con mirar a la serpiente de bronce, para quedar sanado de la mordedura de las serpientes. El evangelio de Juan, recoge este signo de la serpiente, para presentar a Jesús en lo alto del madero, como Salvador de la humanidad (Jn 3,14). Cuando levanten al Hijo del hombre en alto, lo conocerán Jesús viene anunciando a los judíos que está cerca su partida de este mundo. Pero ellos malinterpretan sus palabras. Piensan que les está hablando del propósito de suicidarse. Jesús sí se refiere a su partida de este mundo. No será nada agradable; será violenta. Jesús habla de dos mundos distintos a aquellos que traman su muerte. El mundo de lo alto, que es la esfera en la que se mueve Dios. Jesús, el enviado de Dios, se mueve en ese mundo. Existe otro mundo, el de aquí abajo, el humano


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12 de Abril - Martes, Feria, V Semana de Cuaresma

y terrenal. En este mundo se mueven muchas personas, que luchan contra los designios de Dios y contra sus enviados, como Jesús. En medio del desconcierto que produce su actuación, Jesús hace un anuncio: el Hijo del hombre “será levantado” (Jn 8,28). Será el momento de su plena revelación. Todo el mundo conocerá quién es. Aunque no la nombra, puede referirse muy bien a la serpiente levantada, como en otro lugar de este evangelio: “Moisés levantó en el desierto la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del hombre, para que quien crea en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15). P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Espera en el Señor, sé valiente: ten ánimo, espera en el Señor (Sal 26,14).

2. Oración colecta Concédenos, Señor, la gracia de perseverar en el fiel cumplimiento de tu voluntad, para que tu pueblo santo aumente en número y crezca en santidad. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Núm 21,4-9)

Lectura del libro de los Números En aquellos días, los hebreos salieron del monte Hor en dirección al mar Rojo, para rodear el territorio de Edom; pero por el camino, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo: “¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida”. Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: “Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes”. Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: “Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo. El que haya

sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la levantó en un palo; y si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Señor, escucha mi plegaria. L Señor, escucha mi plegaria; que a tu presencia lleguen mis clamores. El día de la desgracia, Señor, no me abandones. Cuando te invoque, escúchame y en seguida respóndeme /R L Cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso, cuando oiga el clamor del oprimido y no se muestre a sus plegarias sordo, entonces al Señor temerán todos los pueblos y su gloria verán los poderosos /R L Esto se escribirá para el futuro y alabará al Señor el pueblo nuevo, porque el Señor, desde su altura santa, ha mirado a la tierra desde el cielo, para oír los gemidos del cautivo y librar de la muerte al prisionero /R (Sal 101). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


13 de Abril - Miércoles, Feria, V Semana de Cuaresma

6. Evangelio (Jn 8,21-30)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’?” Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”. Los judíos le preguntaron: “Entonces ¿quién eres tú?” Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo le he oído decir a él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre. Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi cuenta; lo que el

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Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en él. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, el sacrificio de reconciliación que vamos a ofrecerte, perdona nuestros pecados y orienta hacia ti nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor (Jn 12, 32). 9. Oración después de la comunión Concédenos, Dios todopoderoso, que la asidua participación en tus sacramentos nos acerque cada vez más a ti, que eres el único bien verdadero. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: El mundo en que te mueves, qué tiene que ver con Dios?

Abril - Miércoles, Feria, V Semana 13 de de Cuaresma Color Litúrgico: Morado Bendito sea Dios, que ha liberado a sus siervos El autor del libro de Daniel nos narra la fortaleza de tres jóvenes, que desafiando las amenazas reales, no se doblegan. Se niegan a adorar a los dioses de Nabucodonosor y a venerar la estatua de oro que había mandado fabricar. El rey había ordenado que, quien no cumpliera su decreto sería arrojado a un horno de fuego.


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13 de Abril - Miércoles, Feria, V Semana de Cuaresma

Los tres jóvenes judíos se negaron a venerar la estatua de oro, y fueron arrojados al horno para ser consumidos por las llamas. Ante la condena, los jóvenes proclaman su fe y confianza en Dios: “El Dios a quien servimos tiene poder para librarnos del horno de fuego ardiente y nos librará” (Dn 3,17). En medio del tormento, cantaban al Señor: “Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y glorificado por siempre” (Dn 3,26). Dios no los abandonó a su suerte. Les envió un mensajero que libró a los jóvenes de las llamas. Ante esta liberación sorprendente, el mismo rey exclamó: “Bendito sea el Dios, que envió su mensajero a librar a sus siervos” (Dn 3,95).. Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres En su enfrentamiento con los judíos, proclama algo importante: Quien se mantiene fiel a su palabra, es verdaderamente su discípulo. Quien es discípulo de Jesús, “conocerá la verdad, y la verdad lo hará libre” (Jn 8,32). En la discusión, los judíos recurren a Abrahán, considerándose descendientes de Isaac, que era hijo de la promesa y no de esclava. La esclavitud a la que se refiere Jesús es ante todo la del pecado: “Quien peca es un esclavo” (Jn 8,34). El esclavo no goza del derecho del hijo de la casa. Los judíos, al rechazar a Jesús y no escuchar su palabra, se están autoexcluyendo de la familia de los hijos de Dios, y carecen de libertad. Ante la acusación de Jesús, heridos en su orgullo se proclaman hijos de Abrahán. Genealógicamente serán hijos de Abrahán, pero sus obras no se corresponden con lo que hacía Abrahán. Quieren matarlo. Esas cosas no las hacía Abrahán. Jesús nos ofrece una doble enseñanza: la libertad es incompatible con el pecado; y no son los títulos ni el árbol genealógico los que revelan la dignidad de la personas. Las obras son las que dan a conocer la verdadera identidad de cada uno. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Tú me libras, Señor, de la ira de mis enemigos, me haces triunfar sobre mis adversarios y me salvas del hombre malvado (Sal 17,48-49). 2. Oración colecta Ilumina, Señor, el corazón de tus hijos, purificado por las penitencias cuaresmales y concédenos manifestar en nuestra vida el deseo de servirte que nos has inspirado. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura

(Dn 3,14-20.49-50.91-92.95)

Lectura del libro del profeta Daniel En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor: “¿Es cierto, Sedrak, Mesak y Abednegó, que no quieren servir a mis dioses, ni adorar la estatua de

oro que he mandado levantar? Pues bien, si no es cierto, estén dispuestos para que, al oír sonar el cuerno, la flauta, la cítara, el salterio, la chirimía y toda clase de instrumentos, se postren y adoren la estatua que he mandado hacer. Pero si no la adoran, serán arrojados inmediatamente a un horno encendido. ¿Y qué dios podrá librarlos entonces de mis manos?” Pero Sedrak, Mesak y Abednegó contestaron al rey Nabucodonosor: “No es necesario responder a tu pregunta, pues el Dios a quien servimos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos; y aunque no lo hiciera, sábete que de ningún modo serviremos a tus dioses, ni adoraremos la estatua de oro, que has mandado levantar”.


13 de Abril - Miércoles, Feria, V Semana de Cuaresma

Entonces Nabucodonosor se enfureció y la expresión de su rostro cambió para Sedrak, Mesak y Abednegó. Mandó encender el horno y aumentar la fuerza del fuego siete veces más de lo acostumbrado. Después ordenó que algunos de los hombres más fuertes de su ejército ataran a Sedrak, Mesak y Abednegó y los arrojaran al horno encendido. Pero el ángel del Señor bajó del cielo, se puso junto a ellos, apartó las llamas y produjo en el horno un frescor como de brisa y de rocío, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó. El rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó precipitadamente y dijo a sus consejeros: “¿Acaso no estaban atados los tres hombres que arrojamos al horno?” Ellos contestaron: “Sí, señor”. El rey replicó: “¿Por qué, entonces, estoy viendo cuatro hombres sueltos, que se pasean entre las llamas, sin quemarse? Y el cuarto, parece un ángel”. Nabucodonosor los hizo salir del horno y exclamó: “Bendito sea el Dios de Sedrak, Mesak y Abednegó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos, que confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida, antes que servir y adorar a un dios extraño”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Bendito seas, Señor, para siempre. L Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea tu nombre santo y glorioso /R L Bendito seas en tu templo santo y glorioso. Bendito seas en el trono de tu reino /R L Bendito eres tú, Señor, que penetras con tu mirada los abismos y

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te sientas en un trono rodeado de querubines. Bendito seas, Señor, en la bóveda del cielo /R (Dn 3). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Lc 8,15). 6. Evangelio (Jn 8,31-42)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Serán libres’?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”. Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondie-


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14 de Abril - Jueves, Feria, V Semana de Cuaresma

ron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”. Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, estos dones que tú has querido que te ofrezcamos para alabanza tuya y salvación nuestra. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios nos ha hecho entrar al Reino

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de su Hijo amado, por cuya sangre recibimos la redención y el perdón de los pecados (Col 1,13-14). 9. Oración después de la comunión Concédenos, Señor, que este sacramento que hemos recibido, nos purifique de todos nuestros vicios y nos confirme para siempre en tu amistad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Cuáles son las esclavitudes que coartan tu libertad?

de Abril - Jueves, Feria, V Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado Camina en mi presencia y sé honrado En la historia de las relaciones de Dios con Abrahán, la alianza constituye uno de los momentos más importantes y de más transcendencia para él y para las futuras generaciones ligadas a su persona. Los términos de la alianza son muy simples: “Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros” (Gén 17,1-2). “Camina en mi presencia y sé honrado” (Gén 17,1). Por su parte, Dios se compromete a multiplicar su descendencia sin medida y a mantener por siempre la alianza. Dios ofrece un signo visible de esta alianza: les da una tierra en posesión para vivir. Por parte del pueblo, el signo será la circuncisión. La práctica de la circuncisión existía también en otras culturas. La novedad que ofrece el texto bíblico es el sentido religioso que le atribuye: “Será un signo de mi alianza con ustedes” (Gén 17,11). Al rito externo, se le añade una intencionalidad más profunda. Con frecuencia la Biblia habla de circuncidar el corazón, sobre todo los profetas. Jeremías con un lenguaje fuerte exhorta al pueblo: “Circuncídense para el Señor, extirpen el prepucio de sus corazones” (Jer 4,4). Pablo escribe a la comunidad de Roma: “La verdadera circuncisión es del corazón, según el Espíritu y no según la ley escrita” (Rom 29). Jesús se escondió y salió del Templo Jesús continúa el enfrentamiento de los judíos antes de abandonar el templo. Hay anuncios de Jesús que desconciertan a los judíos. Aquí hace uno de ellos:


14 de Abril - Jueves, Feria, V Semana de Cuaresma

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“Quien cumpla mis palabras no sufrirá jamás la muerte” (Jn 8,51). La reacción de los judíos no se dejó esperar: “estás endemoniado” (Jn 8,52). La figura de Abrahán vuelve a la palestra. Los judíos acusan a Jesús de creerse superior a Abrahán, que igual que los profetas ha muerto. Jesús no se aleja de la figura de Abrahán. Acude su testimonio: “Abrahán disfrutaba pensando ver su día. Lo contempló y se llenó de gozo” (Jn 8,56). Abrahán sí daría fe a sus palabras. La gloria de Jesús no depende de ninguna persona humana. El Padre, que los judíos llaman nuestro Dios, es quien se ocupa de la glorificación de Jesús. Él existe antes de Abrahán. La acusación de Jesús a los judíos les pareció provocadora. Allí mismo agarraron piedras para apedrearlo. Pero aún no había llegado la “hora” de su glorificación. Con toda libertad, Jesús abandonó el templo y desapareció (Jn 8,59). P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Cristo es el mediador de la nueva alianza, porque mediante su muerte, aquellos que han sido llamados, reciben la herencia eterna que les había sido prometida (Heb 9,15). 2. Oración colecta Asiste y protege siempre, Señor, a esta familia tuya, que ha puesto en ti toda su esperanza, a fin de que purificados de nuestros pecados, permanezcamos fieles a nuestro compromiso bautismal y obtengamos la herencia prometida. Por nuestro Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Gén 17,3-9)

Lectura del libro del Génesis Cuando Dios se le apareció, Abram se postró con el rostro en el suelo y Dios le dijo: “Aquí estoy. Ésta es la alianza que hago contigo: Serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te llamarás Abram, sino Abraham, porque te he constituido como padre de muchas naciones. Te haré fecundo sobremanera; de ti surgirán naciones y de ti nacerán reyes. Contigo y con tus descendientes, de generación en generación, establezco una alianza perpetua

para ser el Dios tuyo y de tus descendientes. A ti y a tus descendientes les daré en posesión perpetua toda la tierra de Canaán, en la que ahora vives como extranjero; y yo seré el Dios de ustedes”. Después le dijo Dios a Abraham: “Cumple, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor nunca olvida sus promesas. L Recurran al Señor y a su poder, búsquenlo sin descanso. Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus portentos y oráculos /R L Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos /R L Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera /R (Sal 104). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Hagámosle caso al Señor, que nos


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14 de Abril - Jueves, Feria, V Semana de Cuaresma

dice: “No endurezcan su corazón”. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Sal 94,8).

6. Evangelio (Jn 8,51-59)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. Los judíos le dijeron: “Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?” Contestó Jesús: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: “Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”. Los judíos le replicaron: “No tienes

ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?” Les respondió Jesús: “Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”. Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Mira, Señor, con agrado el sacrificio que vamos a ofrecerte y concédenos por él la conversión de nuestra vida y la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y con él nos ha dado todos los bienes (Rom 8,32). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento que ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué credibilidad concedes a la palabra de Jesús frente a la de otros personajes?

Cuaresma y Semana Santa Antonio Danoz Se consigue en la red de Librerías San Pablo del país


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de Abril - Viernes, Feria, V Semana de Cuaresma

Color Litúrgico: Morado El Señor libra al pobre del poder de los malvados En el final de sus confesiones, Jeremías recuerda su fidelidad a lo que Dios le fue pidiendo: “Me sedujiste, y me dejé seducir; me forzaste, y me venciste” (Jer 20,7). A pesar de que era motivo de burla todo el día por parte de sus adversarios, se mantuvo fiel a la misión profética a la que Dios lo llamó. Hasta sus amigos esperaban un traspié, pero no llegó. En un momento dado, el profeta sintió la tentación de rebelarse y dejar de proclamar la Palabra de Dios. Pero fue inútil. La sentía como fuego que le penetraba los huesos. No podía dejar de hablar en nombre de Dios. Por encima del cerco de los adversarios que pretenden denunciarlo, y de la tentación de abandonar su misión profética, está Dios que sondea las entrañas y el corazón. Él es su fiador; a él encomienda su causa. Jeremías es un ejemplo vivo de lo difícil que es ser profeta. Por un lado está Dios, que urge el cumplimiento de la misión; por otro, la incomprensión de la gente. Si no me creen a mí, crean a mis obras Con motivo de la fiesta de la Dedicación del templo, Jesús subió de nuevo a Jerusalén. En esta fiesta celebraban los judíos la purificación del templo realizada por Judas Macabeo. La presencia de Jesús fue motivo para un nuevo enfrentamiento con los judíos. Jesús hace una nueva afirmación que provoca su rechazo: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30). Los adversarios la consideran como una blasfemia. Una vez más, toman piedras para apedrearlo (Jn 10,31). Para manifestar su comunión con el Padre y la autenticidad de su misión, Jesús acude a las obras buenas que realiza, de las cuales los mismos adversarios son testigos. Jesús se considera tan seguro de lo que hace y de lo que dice, que se atreve a decirles: “Aunque no me crean a mí, crean a las obras. Así sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,37-38). “Convencidos de que Jesús ha blasfemado al proclamarse Hijo de Dios, toman otra iniciativa: deciden arrestarlo. Pero Jesús pasó al otro lado del Jordán, librándose de sus manos. Allí hubo gente que creyó en él” (Jn 10,39-41). A la hora de dar testimonio presentemos obras, que tienen más fuerza que las palabras. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Ten piedad de mí, Señor, porque estoy en peligro, líbrame de los enemigos que me persiguen; Señor, que no me decepcione yo de haberte invocado (Sal 30,10.16.18). 2. Oración colecta Perdona, Señor, nuestras culpas y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.

3. 1ª Lectura (Jer 20,10-13)

Lectura del libro del profeta Jeremías En aquel tiempo, dijo Jeremías: “Yo oía el cuchicheo de la gente que decía: ‘Denunciemos a Jeremías, denunciemos al profeta del terror’. Todos los que eran mis amigos espiaban mis pasos, esperaban que tropezara y me cayera, diciendo: ‘Si se tropieza y se cae, lo venceremos y podremos vengarnos de él’.


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15 de Abril - Viernes, Feria, V Semana de Cuaresma

Pero el Señor, guerrero poderoso, está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable. Señor de los ejércitos, que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones, haz que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Canten y alaben al Señor, porque él ha salvado la vida de su pobre de la mano de los malvados”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Sálvame, Señor, en el peligro. L Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza, el Dios que me protege y me libera /R L Tú eres mi refugio, mi salvación, mi escudo, mi castillo. Cuando invoqué al Señor de mi esperanza, al punto me libró de mi enemigo /R L Olas mortales me cercaban, torrentes destructores me envolvían; me alcanzaban las redes del abismo y me ataban los lazos de la muerte /R L En el peligro invoqué al Señor, en mi angustia le grité a mi Dios; desde su templo, él escuchó mi voz y mi grito llegó a sus oídos /R (Sal 17). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Tus palabras, Señor, son espíritus y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 6,63.68).

6. Evangelio (Jn 10,31-42)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: “He realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?” Le contestaron los judíos: “No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre, pretendes ser Dios”. Jesús les replicó: “¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque he dicho: ‘Soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las manos. Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: “Juan no hizo ninguna señal prodigiosa; pero todo lo que Juan decía de éste, era verdad”. Y muchos creyeron en él allí. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Que tu ayuda, Padre misericordioso, nos haga dignos de acercarnos a tu altar, a fin de que la asidua participa-


16 de Abril - Sábado, Feria, V Semana de Cuaresma

ción en este sacrificio nos obtenga la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de comunión En su propio Cuerpo, Cristo subió nuestros pecados a la cruz para que, muertos a nuestros pecados, empecemos una vida santa. En esta forma, por medio de sus heridas, hemos sido curados (1Pe 2,24). 9. Oración después de la comunión Que la fuerza de este sacramento

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que nos une a ti, Señor, no nos abandone nunca y aleje siempre de nosotros todo mal. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Con qué obras manifiestas, que eres hijo de Dios?

Abril - Sábado, Feria, V Semana 16 de de Cuaresma Color Litúrgico: Morado Los haré un solo pueblo en un solo país Después de la visión de los huesos revivificados, que representa la resurrección del pueblo, Ezequiel presenta otro símbolo: las dos varas con los nombres de Judá y José. Dios junta las dos varas, de modo que formen una sola vara. Con esta acción simbólica, anuncia la reunificación de las doce tribus de Israel. En adelante serán un solo pueblo, habitarán un mismo país, y un solo rey reinará sobre ellos. A la unidad sigue una purificación de orden moral: “Los libraré de sus pecados y apostasías; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ez 37,23). La alianza que Dios establece con ellos es una alianza de paz. Otro signo de la unidad del pueblo será el nuevo santuario. El santuario es el símbolo visible de la presencia de Dios, que establecerá su morada junto a ellos. Por medio de esta presencia, el pueblo quedará consagrado al Señor. A partir de aquel día decidieron darle muerte El signo más espectacular del evangelio de Juan es la vuelta de Lázaro a la vida, después de llevar “cuatro días en el sepulcro” (Jn 11,39). Este hecho colmó la paciencia de los sumos sacerdotes y de los fariseos, y decidieron actuar. Caifás, que era el sumo sacerdote de turno, en una sesión especial del Sanedrín, sentencia: “Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que muera toda la nación” (Jn 11,50). El evangelista toma las palabras de Caifás como una profecía. Jesús no sólo morirá por toda la nación. Morirá para “reunir en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52). La sentencia de Caifás adquirió especial importancia en los círculos cristianos primitivos, por afirmar el carácter salvífico de la muerte de Jesús. La muerte de Jesús, trasciende el enfrentamiento religioso y político, y se convierte en un acontecimiento de salvación de dimensiones universales. La decisión de darle muerte ya estaba tomada. Sólo falta buscar el momento oportuno para ejecutar lo decidido. P. Antonio Danoz, redentorista


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16 de Abril - Sábado, Feria, V Semana de Cuaresma

1. Antífona de entrada Señor, no te quedes lejos; tú, que eres mi fuerza, ven aprisa en mi ayuda porque ya no soy un hombre, sino un gusano, despreciado por la gente y rechazado por el pueblo (Sal 21,20.7).

2. Oración colecta Señor, tú que nunca dejas de procurar nuestra salvación y en estos días de Cuaresma nos otorgas gracias más abundantes, mira con amor a esta familia tuya y concede tu auxilio protector a quienes se preparan para el bautismo y a quienes hemos renacido ya a una vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Ez 37,21-28)

Lectura del libro del profeta Ezequiel Esto dice el Señor Dios: “Voy a recoger de las naciones a donde emigraron, a todos los israelitas; de todas partes los congregaré para llevarlos a su tierra. Haré de ellos un solo pueblo en mi tierra, en los montes de Israel; habrá un solo rey para todos ellos y nunca más volverán a ser dos naciones, ni a dividirse en dos reinos. Ya no volverán a mancharse con sus ídolos, sus abominaciones y con todas sus iniquidades; yo los salvaré de las infidelidades que cometieron y los purificaré; ellos van a ser mi pueblo y yo voy a ser su Dios. Mi siervo David será su rey y todos ellos no tendrán más que un pastor; cumplirán mis mandamientos y pondrán por obra mis preceptos. Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob y en la que habitaron los padres de ustedes, y ahí vivirán para siempre ellos, sus hijos y sus nietos; mi siervo David será su rey para siempre.

Voy a hacer con ellos una alianza eterna de paz. Los asentaré, los haré crecer y pondré mi santuario entre ellos para siempre. En medio de ellos estará mi templo: yo voy a ser su Dios y ellos van a ser mi pueblo. Las naciones sabrán que yo soy el Señor que santifica a Israel, cuando vean mi santuario en medio de ellos para siempre”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor cuidará a su pueblo como un pastor a su rebaño. L Escuchen, pueblos, la palabra del Señor, anúncienla aun en las islas más remotas: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo cuidará como el pastor a su rebaño” /R L Porque el Señor redimió a Jacob y lo rescató de las manos del poderoso. Ellos vendrán para aclamarlo al monte Sión y vendrán a gozar de los bienes del Señor /R L Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando; se sentirán felices jóvenes y viejos, porque yo convertiré su tristeza en alegría, los llenaré de gozo y aliviaré sus penas /R (Jer 31). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Ez 18,31). 6. Evangelio (Jn 11,45-56)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver que Jesús había


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Semana Santa y Cincuentena Pascual

resucitado a Lázaro, creyeron en él. Pero algunos de entre ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y decían: “¿Qué será bueno hacer? Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación”. Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Ustedes no saben nada. No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca”. Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Por lo tanto, desde aquel día tomaron la decisión de matarlo. Por esta razón, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la ciudad de Efraín, en la región contigua al desierto y allí se quedó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos y muchos de las regiones circunvecinas llegaron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Busca-

ban a Jesús en el templo y se decían unos a otros: “¿Qué pasará? ¿No irá a venir para la fiesta?” Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Dios eterno y todopoderoso, que por medio del sacramento del bautismo haces renacer a quienes confiesan tu nombre, acepta nuestros dones y plegarias para que, cuantos en ti esperan, puedan ver realizados sus deseos y perdonadas sus culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Cristo fue entregado a la muerte para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos (Jn 11,52).

9. Oración después de la comunión Señor, tú que nos has hecho partícipes del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, concédenos participar también de su vida divina. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Cuál es tu disposición para celebrar la muerte y resurrección de Jesús?

SEMANA SANTA Y CINCUENTENA PASCUAL LA MÁS SANTA DE LAS SEMANAS La “gran semana” de los cristianos “Durante la Semana Santa la Iglesia celebra los misterios de la salvación vividos por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén” (DPPL 138). Para los discípulos de Jesús, ésta es la “gran semana”. La única semana del año en la que damos el apelativo de “santo” a cada uno de sus días.


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Semana Santa y Cincuentena Pascual

Jesús, que vivió los acontecimientos decisivos de su pasión, muerte y resurrección en estos días, es quien les comunica la santidad. Santo es el que los vivió el primero, y santos hemos de ser los que los revivimos en las diversas celebraciones. La pasión, la muerte y la resurrección de Jesús nos convocan en esta semana. No podemos fallar. Convocados a celebrar los grandes misterios de la salvación Como discípulos de Jesús y como comunidad, el Miércoles de Ceniza nos pusimos en camino hacia la Pascua. Cada día de Cuaresma fue un paso hacia adelante, siguiendo las huellas de Jesús, que es quien marca el camino. A partir del Domingo de Ramos, estamos todos convocados a vivir la última etapa del camino pascual, con renovada intensidad. Los que han hecho todo el recorrido, y los que por pereza o negligencia, ni siquiera lo han comenzado. No nos dejemos engañar por las propuestas, que en estos días abundan, de emprender otras rutas que no son el “Vía-Crucis”, el Camino de la cruz; y el “Vía-lucis”, el Camino de la luz, que es el camino de gloria, que Jesús hizo antes que nosotros. El Domingo de Ramos anticipa los principales acontecimientos, que celebraremos con gran solemnidad al final. La procesión con los Ramos en la que Jesús es aclamado como Rey victorioso, nos invita a encontrarnos con él en la Vigilia pascual, para celebrar su victoria sobre el pecado, sobre la violencia y sobre la muerte. La primera cita importante después del Domingo de Ramos, tiene lugar el Jueves Santo. Hacemos memoria de tres hechos importantes: el lavatorio de los pies a los discípulos; el mandato del amor, como signo de identidad de los discípulos de Jesús; la institución de la eucaristía: memorial de su muerte y resurrección. El siguiente paso es la celebración de la pasión y muerte de Jesús. Tiene lugar el Viernes Santo. Ante nuestros ojos tenemos la inhumanidad de los seres humanos, que dimos muerte violenta al Cordero de Dios, que entregó su vida por amor para salvarnos. En este día, más que mirar a la cruz, hay que mirar “al que traspasaron”, que grita su amor a la humanidad desde lo alto de un madero. El camino pascual culmina en la Vigilia pascual y en el Domingo de Pascua. Tenemos que estar presentes y vivir con todos los creyentes en Cristo el gozo de la resurrección, para poder ser testigos del Resucitado. La falta de testigos, cuestiona nuestra celebración de la resurrección de Jesús. Si estamos ausentes de la celebración, de qué vamos a dar testimonio. Las celebraciones litúrgicas y la piedad popular A las celebraciones litúrgicas las acompañan esta semana diversos actos de la piedad popular. La prioridad la tienen las celebraciones litúrgicas de la comunidad. “Es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como sucede en las celebraciones litúrgicas” (DPPL 143). Las manifestaciones de la piedad popular han de ayudar a los fieles a vivir mejor los misterios de la muerte y resurrección de Jesús, que celebramos en la liturgia durante la Semana Santa. Un llamado importante a los responsables de las comunidades y a todos los fieles: La Semana Santa no concluye el Viernes santo con la muerte de Jesús en la cruz y con su sepultura. La Semana Santa culmina el domingo de resurrección, y se prolonga durante la cincuentena pascual, que es como un domingo de Pascua continuado”.


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LA CINCUENTENA PASCUAL Desde el principio de la Cuaresma hemos hecho el camino con Jesús, que se dirigía a Jerusalén, donde tendrían lugar los grandes acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección. Este camino concluyó con la celebración de la Vigilia pascual y el Domingo de Resurrección. Para la inmensa mayoría de los cristianos, todo termina con la Vigilia pascual. Desconocen que existe un “Camino pascual”, que parte de la misma celebración de la vigilia. Emprendemos un camino nuevo con Jesús, como los dos discípulos que se dirigían a Emaús. Ellos caminaron teniendo a Jesús como compañero sin saberlo. Nosotros sabemos perfectamente con quién hacemos el camino pascual: con Jesús resucitado. La duración del camino es de cincuenta días. Se llama: Cincuentena pascual. “Los cincuenta días que median entre el Domingo de Resurrección, hasta el Domingo de Pentecostés, se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo” (Normas sobre el calendario). En el relato de los dos discípulos que se dirigen a Emaús, Lucas nos señala dos elementos fundamentales a tener en cuenta para hacer el camino. Como “libro de ruta”: las Escrituras; especialmente el libro de los Hechos de los Apóstoles y el evangelio de san Juan. Como alimento: “La fracción del pan” (la eucaristía). Hay que añadir la experiencia pascual compartida en comunidad y testimoniada en la vida. P. Antonio Danoz, redentorista

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Liturgia de las Horas: Propia - Color Litúrgico: Rojo TENGAN LOS MISMOS SENTIMIENTOS DE CRISTO JESÚS Inauguramos la celebración de la muerte y resurrección del Señor La semana que empezamos es la más “santa de todas las semanas”. En ella celebramos los dos acontecimientos centrales de la vida de Jesús y del misterio de salvación: la muerte y resurrección de Jesús. Es una semana de “pasión y de muerte”; también es de “resurrección y de gloria”. Nos movemos entre la tristeza de haber dado muerte a Jesús, que amó hasta entregar la vida; y el gozo desbordado, por saber que Dios lo resucitó y está vivo entre nosotros. Estos dos sentimientos aparecen en este Domingo de Ramos. Empezamos con una fiesta, lo mismo que concluiremos. Nos reunimos para aclamar llenos de gozo a Jesús, que inaugura su itinerario de pasión y de gloria con la entrada triunfal en Jerusalén, que será testigo de su humillación y de su triunfo. La proclamación de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, nos traslada a otro escenario totalmente diferente. Se nos habla de traición por dinero, de juicios amañados, de sentencias injustas, de la ejecución de Jesús en la cruz, de la huida en desbandada de los que eran amigos de Jesús. Todo esto es lo que vamos a recordar, celebrar, revivir, contemplar durante estos días, para que la


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muerte dolorosa y la vida gloriosa de Jesús resucitado se manifiesten en nuestra condición de discípulos de Jesús. Que no nos suceda lo mismo que a los discípulos: después de haber conseguido el ramo bendecido, desaparecemos hasta el próximo año por estas fechas. Tengamos los sentimientos de Cristo Jesús Pablo, en su carta a la comunidad de Filipos nos indica el espíritu con que hemos de celebrar y vivir la Semana Santa. “Tengan los mismo sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5). Para presentar estos sentimientos, se sirve de un himno, quizá retocado, con que las comunidades celebraban los misterios centrales de la vida de Jesús. El himno pregona de forma admirable los principales misterios que celebramos en esta semana. Se sirve de un esquema de gran resonancia bíblica: “humillación/ exaltación”; “descenso/elevación”; “obediencia/glorificación”. En muchos de los aspectos coincide con los cánticos del “siervo de Yahvé” del profeta Isaías. En la recta final de su camino, Jesús no Al entrar el Señor en la ciudad santa, reivindicó la gloria y los privilegios que los hijos de Israel, …con palmas en le correspondían como Hijo de Dios. Se las manos, clamaban; Hosanna en el sometió a la humillación, “ofreciendo la cielo (MR 107). espalda a los que lo apaleaban”; asumió la muerte vergonzosa reservada a bandidos; llevó su obediencia al Padre hasta la muerte en la cruz. De esta dimensión del misterio de Pascua, hacemos memoria desde la noche del jueves hasta la noche del sábado. A Jesús, que los poderes de este mundo humillaron, Dios lo exaltó. El himno concentra esta exaltación en un título: ”Señor”. El mismo que la Biblia reserva para Dios. En la Vigilia pascual y en el Domingo de Pascua, hacemos memoria de la dimensión victoriosa de la Pascua de Jesús. Pasión de Jesús y pasión de seres humanos En la eucaristía, proclamamos la Buena Noticia de la Pasión y muerte de Jesús. Aunque suene a paradoja, la Pasión y la muerte de Jesús es una Buena Noticia. No es buena noticia la condena injusta, la muerte violenta. Tampoco los actores de semejante atropello inhumano. Sí es Buena Noticia es Jesús, que pasó la vida haciendo el bien, que colmó todas los retos del amor, dando la vida por la salvación de todos. La proclamación de la Pasión y muerte de Jesús en este día, nos convoca a hacer el mismo camino: el “Vía-Crucis”: el camino de la cruz, que tendrá su final feliz. Jesús sigue haciendo su “camino de cruz” en las personas vendidas y traicionadas, humilladas y maltratadas, asesinadas o ultimadas por el hambre y la carencia de remedios para sus males. Para que todas estas personas disfruten de la alegría de resucitar de su pro-


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funda humillación en la mañana de Pascua, pongámonos al lado de Jesús, para cargar con la cruz de su liberación. No hay liberación, sin dolor; no hay feliz Pascua de Resurrección, sin amor generoso hasta dar la vida, por la redención de aquellos que sufren cualquier forma de esclavitud. Desde que Jesús ha muerto en la cruz, todos los caminos de los verdaderos discípulos pasan por el Calvario, y tienen su meta en la resurrección. No lleguemos solos. Amanezcamos de la mano de todos los humillados, maltratados, asesinados, por los poderes de este mundo injusto e inhumano. Alzamos hoy el ramo como signo de victoria El signo que identifica este domingo es el ramo de palma, de olivo, de cualquier otro árbol. Lo que verdaderamente importa es el simbolismo de los discípulos marchando al paso de Jesús. Es la primera etapa de una marcha victoriosa hacia la Pascua. Cualquier otro sentido que quiera dársele, la vacía de su verdadero valor cristiano. Esta fiesta tiene en nuestras tierras una gran fuerza de convocatoria. Todos queremos hacernos con nuestro ramo bendecido. Diríase que serán multitud los que participen en las grandes celebraciones litúrgicas, del Jueves santo, Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Pascua. Y no es así. Son multitud los que no van más allá del primer paso. Ayudemos a nuestro pueblo a recuperar el sentido profundo de este día, de la procesión, de la significación del ramo. El ramo que levantamos hoy con el compromiso de acompañar a Jesús esta semana, levantémoslo de nuevo con gozo en la Vigilia pascual y en el Domingo de Pascua, como signo de que hemos estado durante todo el camino a su lado. P. Antonio Danoz, redentorista

Domingo de Ramos “De la Pasión del Señor” 1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo nuestro Señor en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por lo tanto, en todas las misas se conmemora esta entrada del Señor por medio de una procesión (I) o de una entrada solemne (II), antes de la misa principal, y por medio de una entrada sencilla (III), antes de las demás misas. Pero puede repetirse la entrada solemne (no la procesión), antes de algunas otras misas que se celebra con gran asistencia del pueblo.

Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén Primera forma: Procesión 2. A la hora señalada, los fieles se reúnen en una iglesia menor o en algún otro lugar adecuado, fuera del templo hacia el cual va a dirigirse la procesión. Los fieles llevan ramos en la mano. 3. El sacerdote y los ministros, revestidos

con los ornamentos rojos requeridos para la misa, se acercan al lugar donde el pueblo está congregado. El sacerdote, en lugar de casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará después de la procesión. 4. Entretanto se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado:

Antífona Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo! (Mt 21,9).

5. Enseguida el sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada y hace una breve exhortación para invitar a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con éstas o semejantes palabras.

Queridos hermanos: Después de habernos preparado desde el principio de la Cuaresma


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con nuestra penitencia y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar, unidos con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con la entrada de Jesús en Jerusalén. Acompañemos con fe y devoción a nuestro Salvador en su entrada triunfal a la ciudad santa, para que, participando ahora de su cruz, podamos participar un día, de su gloriosa resurrección y de su vida. 6. Después de esta exhortación, el sacerdote, teniendo juntas las manos, dice la siguiente oración:

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir estos ramos y concede a cuantos acompañamos ahora jubilosos a Cristo, nuestro rey y Señor, reunirnos con él en la Jerusalén del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita. 7. Enseguida se dice el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, según alguno de los cuatro evangelistas, como se indica en el Leccionario. Lo lee el diácono, o, en su defecto, el sacerdote, de la manera acostumbrada.

Evangelio (Mt 21,1-11)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Cuando se aproximaban ya a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien

les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”. Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en un burrito, hijo de animal de yugo. Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!” Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?” Y la gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 8. Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. Al iniciar la procesión, el celebrante u otro ministro idóneo puede hacer una exhortación con estas palabras y otras parecidas:

Queridos hermanos: Como la muchedumbre que aclamaba a Jesús, acompañemos también nosotros, con júbilo, al Señor. 9. Y se inicia la procesión hacia el templo donde va a celebrarse la misa. Si se usa el incienso, el turiferario va adelante con el incensario, en el cual habrá puesto incienso previamente; enseguida, un ministro con la cruz adornada y, a su lado, dos acólitos con velas encendidas. Sigue luego el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fie-


17 de Abril - Domingo de Ramos de la Pasión del Señor /A les con ramos en las manos. Al avanzar la procesión, el coro y el pueblo entonan los siguientes cánticos u otros apropiados.

Antífona I Los hijos de Israel, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, clamando: “Hosanna en el cielo”. Si se cree conveniente, puede alternarse esta antífona con los versículos del salmo 23.

Salmo (23) Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos. ¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. Ése obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Ésta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. ¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! Y ¿quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor, poderoso en la batalla. ¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria. 10. Al entrar la procesión en la Iglesia, se canta el siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada del Señor en Jerusalén:

Responsorio R Al entrar el Señor en la ciudad santa, los hijos de Israel, anticipándose a la resurrección del Señor de

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la vida, con palmas en las manos, clamaban: Hosanna en el cielo. S Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén, el pueblo salió a su encuentro con palmas en las manos, clamando: Hosanna en el cielo. 11. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Luego se dirige a la sede (se quita la capa pluvial, si la usó, y se pone la casulla) y, omitida toda otra ceremonia, da fin a la procesión diciendo la oración colecta y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

Segunda forma: Entrada solemne 12. Donde no se pueda hacer la procesión fuera de la Iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo por medio de una entrada solemne, antes de la misa principal. 13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo, o bien, dentro del mismo templo, llevando los ramos en la mano. El sacerdote, los ministros y algunos de los fieles, van a algún sitio adecuado del templo, fuera del presbiterio, en donde pueda ser vista fácilmente la ceremonia, al menos por la mayor parte de la asamblea. 14. Mientras el sacerdote se dirige al sitio indicado, se canta la antífona Hosanna al Hijo de David (n. 4), o algún otro cántico adecuado. Después se bendicen los ramos y se lee el Evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se indicó en los nn. 5-7. Después del Evangelio, el sacerdote va solemnemente hacia el presbiterio a través del templo, acompañado por los ministros y por algunos fieles, mientras se canta el responsorio. Al entrar el Señor (n. 10), u otro cántico apropiado. 15. Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia. Enseguida va a la sede y, omitida toda otra ceremonia, dice la colecta de la misa, que prosigue luego de la manera acostumbrada.

Tercera forma: Entrada sencilla 16. En todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una entrada sencilla.


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17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su salmo (n. 18), u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al llegar al altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al pueblo. Luego sigue la misa de la manera acostumbrada. En las misas sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la antífona de entrada, el sacerdote, después de llegar al altar y de haber hecho la debida reverencia, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.

18. Antífona de entrada Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y gritando: Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia. Puertas, abríos de par en par; agrandaos, portones eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El señor de los ejércitos es el Rey de la gloria. Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia (Sal 23,9-10). 19. Cuando no se puede hacer ni la procesión, ni la entrada solemne, es conveniente hacer una celebración de la palabra de Dios, acerca de la entrada mesiánica y de la Pasión del Señor, ya sea el sábado en la tarde, o bien el domingo, a la hora más oportuna.

La Misa 20. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.

21. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que has querido entregarnos como ejemplo de humildad a Cristo, nuestro salvador, hecho hombre y clavado en una cruz, concédenos vivir según las enseñanzas de su

pasión, para participar con él, un día, de su gloriosa resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. 22. No se llevan velas ni incienso para la lectura de la Pasión del Señor, ni se hace al principio el saludo, ni se signa el libro. La lectura la hace un diácono o, en su defecto, el sacerdote. Puede también ser hecha por lectores, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes del canto de la Pasión, como se hace antes del Evangelio. 23. Después de la lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve homilía. Se dice Credo La Misa de hoy tiene tres lecturas, y es muy recomendable leerlas todas, a no ser que alguna razón pastoral aconseje lo contrario. Dada la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en las Misas con el pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de cada asamblea, puede omitir una de las dos primeras lecturas, o ambas, y leer sólo la Pasión del Señor, aun en su forma breve.

24. 1ª Lectura (Is 50,4-7)

Lectura del libro del profeta Isaías En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.


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25. Salmo responsorial R Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? L Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: “Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre” /R L Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos /R L Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado /R L Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel /R (Sal 21). 26. 2ª Lectura (Fil 2,6-11)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.

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27. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Fil 2,8-9). 28. Evangelio

(Mt 26,14—27,66)

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo C. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: S. “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” C. Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: S. “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” C. Él respondió: †“Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. C. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban les dijo: †“Yo les aseguro que uno de ustedes, va a entregarme”. C. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: S. “¿Acaso soy yo, Señor?” C. Él respondió: †“El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va


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a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S. “¿Acaso soy yo, Maestro?” C. Jesús le respondió: †“Tú lo has dicho”. C. Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: †“Tomen y coman. Esto es mi Cuerpo”. C. Luego tomó en sus manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus discípulos, diciendo: †“Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre”. C. Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: †“Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea”. C. Entonces Pedro le replicó: S. “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. C. Jesús le dijo: †“Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. C. Pedro le replicó: S. “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. C. Y lo mismo dijeron todos los discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: †“Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá”. C. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Enton-

ces les dijo: †“Mi alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo”. C. Avanzó unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: †“Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres tú”. C. Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: †“¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. C. Y alejándose de nuevo, se puso a orar, diciendo: †“Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”. C. Después volvió y encontró a sus discípulos otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió a donde estaban los discípulos y les dijo; †“Duerman ya y descansen. He aquí que llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar”. C. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: S. “Aquel a quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo”. C. Al instante se acercó a Jesús y le dijo: S. “¡Buenas noches, Maestro!” C. Y lo besó. Jesús le dijo: †“Amigo, ¿es esto a lo que has venido?” C. Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.


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Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús: †“Vuelve la espada a su lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe suceder?” C. Enseguida dijo Jesús a aquella chusma: †“¿Han salido ustedes a apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba, sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las predicciones de los profetas. C. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron: S. “Éste dijo: ‘Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días’”. C. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le dijo: S. “¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en contra tuya?” C. Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: S. “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. C. Jesús le respondió: †“Tú lo has dicho. Además, yo les declaro

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que pronto verán al Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo”. C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: S. “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?” C. Ellos respondieron: S. “Es reo de muerte”. C. Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo: S. “Adivina quién es el que te ha pegado”. C. Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le dijo: S. “Tú también estabas con Jesús, el galileo”. C. Pero él lo negó ante todos, diciendo: S. “No sé de qué me estás hablando”. C. Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: S. “También ése andaba con Jesús, el nazareno”. C. Él de nuevo lo negó con juramento: S. “No conozco a ese hombre”. C. Poco después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron: S. “No cabe duda de que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata”. C. Entonces él comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces’. Y saliendo de ahí se soltó a llorar amargamente. Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado a muerte, devolvió


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arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: S. “Pequé, entregando la sangre de un inocente”. C. Ellos dijeron: S. “¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú”. C. Entonces Judas arrojó las monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: S. “No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre”. C. Después de deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy “Campo de sangre”. Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: “Tomaron las treinta monedas de plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor”. Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” C. Jesús respondió: †“Tú lo has dicho”. C. Pero nada respondió a las acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo Pilato: S. “¿No oyes todo lo que dicen contra ti?” C. Pero él nada respondió, hasta el punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a los ahí reunidos: S. “¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús, que se dice el Mesías?” C. Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia. Estando él sentado en el tribunal,

su mujer mandó decirle: S. “No te metas con ese hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”. C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así, cuando el procurador les preguntó: S. “¿A cuál de los dos quieren que les suelte?”, C. Ellos respondieron; S. “A Barrabás”. C. Pilato les dijo: S. “¿Y qué voy a hacer con Jesús, que se dice el Mesías?” C. Respondieron todos: S. “Crucifícalo” C. Pilato preguntó: S. “Pero, ¿qué mal ha hecho?” C. Más ellos seguían gritando cada vez con más fuerza: S. “¡Crucifícalo!” C. Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto, pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: S. “Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes”. C. Todo el pueblo respondió: S. “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” C. Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: S. “¡Viva el rey de los judíos!”, C. y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre


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de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, le dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber. Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: ¡Éste es Jesús, el rey de los judíos! Juntamente con él, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole: S. “Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. C. También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, diciendo: S. “Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha dicho; ‘Soy el Hijo de Dios’”. C. Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo injuriaban. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: †“Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?”, C. Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los presentes, al oírlo, decían: S. “Está llamando a Elías”. C. Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: S. “Déjalo. Vamos a ver si viene Elías a salvarlo”. C.

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Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se llenaron de un gran temor y dijeron: S. “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. C. Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: S. “Señor, nos hemos acordado de que ese impostor, estando aún en vida, dijo; ‘A los tres días resucitaré’. Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben


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y digan luego al pueblo: ‘Resucitó de entre los muertos’, porque esta última impostura sería peor que la primera”. C. Pilato les dijo: S. “Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran”. C. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 29. Oración de los fieles S Oremos en este día al Padre, que amó tanto al mundo que entregó a su Hijo a la muerte para salvarlo, y lo resucitó para darnos vida nueva. A Concédenos acompañarte, Señor, en tu muerte y resurrección. L En la persona de Jesús se reencuentran las personas que sufren la injusticia, la violencia y la muerte. Para que colaboremos en eliminar del mundo todo signo de violencia y de muerte: Roguemos al Señor. A Concédenos acompañarte, Señor, en tu muerte y resurrección. L A Jesús lo condenaron a morir las instituciones políticas y religiosa de su tiempo. Para que no se siga condenando inocentes, torturando indefensos con su complicidad: Roguemos al Señor. A Concédenos acompañarte, Señor, en tu muerte y resurrección. L Siendo inocente, Jesús murió por los culpables. Para que luchemos contra la injusticia y ayudemos a llevar la cruz a los enfermos, excluidos, presos y abandonados: Roguemos al Señor. A Concédenos acompañarte, Señor, en tu muerte y resurrección. (Intenciones libres)

S Concede, Padre, que la pasión de tu Hijo alivie el sufrimiento de los inocentes condenados, de los torturados y maltratados, y nos conceda fuerza para socorrerlos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 30. Oración sobre las ofrendas Que la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrificio que vamos a ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no podemos merecer por nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor. 31. Prefacio: La pasión del Señor. S El Señor esté con ustedes. R Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. R Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual siendo inocente, se dignó padecer por los pecadores y fue injustamente condenado por salvar a los culpables; con su muerte borró nuestros delitos y, resucitando, conquistó nuestra justificación. Por eso, te alabamos con todos los ángeles y te aclamamos con voces de júbilo, diciendo: Santo, Santo, Santo… 32. Antífona de la comunión Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad (Mt 26,42). 33. Oración después de la comunión Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la espe-


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ranza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Trabajas al servicio de Jesús y de sus intereses en el amor y la justicia?

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Color Litúrgico: Morado Sobre él he puesto mi Espíritu Leemos hoy el primero de los cánticos de un personaje sin identificar, que se ha llamado: “Siervo del Señor”. Este personaje, que recibe el nombre de “siervo”, ha sido elegido por Dios, ha sido “sostenido” por él, y ha derramado sobre él el don de su Espíritu (Is 42,1). Dios lo elige para una misión: ser “alianza de un pueblo y luz de las naciones” (Is 42,6). Su tarea es arriesgada y difícil: promover el derecho en las naciones; eliminar toda clase de opresión: abrir los ojos a los ciegos, liberar cautivos de su prisión, disipar las tinieblas de los que marchan por sombras de muerte (Is 42,7). El siervo realizará su misión, sin signo alguno de violencia: no voceará por las calles, no romperá la caña quebrada (Is 42,2). Las primeras generaciones cristianas utilizaron estos textos, para presentar la persona y la obra salvadora de Jesús. Como el Siervo, Jesús recibe el don del Espíritu; libera a ciegos, tullidos y personas oprimidas por el mal; se convierte en luz de quienes habitan en tinieblas. Se vio sometido al sufrimiento y a una muerte injusta para cumplir su misión. Un perfume para la sepultura La escena que describe Juan en Betania es rica en gestos simbólicos. Empecemos por la fecha. El evangelista la sitúa seis días antes de la Pascua. Desde esta perspectiva hay que comprender los gestos y actuaciones de los personajes. Primera escena: María, la hermana de Lázaro y Marta, unge los pies a Jesús con una libra de perfume, puro y costoso. Se los seca con la cabellera. Recuerda rasgos de la escena de la pecadora, narrada por Lucas (Lc 7,36-50). El evangelista pone el acento en el amor y en la generosidad de la mujer, expresada en tres signos: la cantidad del perfume, la calidad del mismo, y el precio. Con la generosidad de María de Betania, contrasta la actitud ruin de Judas. Dos son los motivos aducidos por los evangelios. Primero: Judas actúa movido por el príncipe del mal: Satanás entró en Judas (Jn 13,2.27). Segundo: Judas traiciona a Jesús por codicia. Sin ningún reparo, Juan dice que era un ladrón. Hay que añadir, además, la manipulación que hace de los pobres. La lectura que hace el evangelista de la actuación de María, la pone en boca de Jesús. La unción que realiza es un anticipo de la unción que realizarán al cuerpo de Jesús después de su muerte. Jesús asegura: “En cualquier parte del mundo donde se proclame esta Buena Noticia, se mencionará lo que ella ha hecho” (Mt 26,15). P. Antonio Danoz, redentorista


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1. Antífona de entrada Combate, Señor, a los que me combaten, ataca a los que me atacan; ponte la armadura, toma el escudo y ven en mi ayuda. Tú eres mi fortaleza y mi salvación (Sal 34,1-2; Sal 139,8).

2. Oración colecta Concédenos, Señor, nueva fuerza para no sucumbir a nuestras humanas debilidades, por los méritos de la pasión de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. 3. 1ª Lectura (Is 42,1-7)

Lectura del libro del profeta Isaías Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Esto dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en ella: “Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos

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de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R El Señor es mi luz y mi salvación. L El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? /R L Cuando me asaltan los malvados para devorarme, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen /R L Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor /R L La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía /R (Sal 26).

5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 6. Evangelio (Jn 12,1-11)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su


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cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: “¿Por que no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella. Entonces dijo Jesús: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán”. Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

7. Oración sobre las ofrendas Mira, Señor, con bondad, este sacrificio que tú instituiste misericordiosamente para reparar el daño de nuestros pecados, y hazlo producir en nosotros abundantes frutos de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión No te me ocultes, Señor, el día de mi desgracia. Escúchame con bondad, y, siempre que te invoque, respóndeme enseguida (Sal 101,3). 9. Oración después de la comunión Quédate, Señor, con nosotros y protege con tu amor infatigable nuestros corazones santificados por esta Eucaristía, para que podamos conservar siempre las gracias que hemos recibido de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Has utilizado a los pobres en beneficio propio?

19 de Abril - Martes Santo Color Litúrgico: Morado Te hago luz, para salvación de los pueblos Éste segundo cántico del “Siervo del Señor” empieza por su auto-presentación. Es muy semejante a la descripción de la vocación de varios profetas: Recibe el llamado ya desde el seno materno: “Ya en el vientre me formó siervo suyo” (Is 49,5). El Señor, que lo llama, le señala la misión. En primer lugar, se dirige al pueblo de Israel. Tendrá que reunir a un pueblo disperso; hacer que se convierta y vuelva a su Dios, del cual se ha alejado por sus muchas infidelidades. La segunda misión: Ser luz de las naciones, a fin de que la salvación llegue hasta los confines de la tierra y todos puedan beneficiarse de sus frutos. El profeta revela que la misión del siervo es universal. No se la puede encerrar en un pueblo, en una etnia, en una determinada clase de personas o grupos sociales.


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La misión tiene también un aspecto doloroso. Le exige al siervo un esfuerzo. El autor alude al cansancio, a un desgaste de energías. Este lado doloroso de la misión del siervo, los autores del nuevo testamento lo han hecho notar sobre todo en la pasión. Todos somos “siervos”; todos estamos llamados a la misma misión de Jesús; hemos de estar preparados para soportar el dolor y el esfuerzo que nos exige. Dios glorificará pronto al Hijo del hombre Al gesto de lavar los pies sigue en la cena el anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro. La etapa definitiva de la “glorificación del Hijo del hombre” se ha puesto ya en marcha. Jesús se lo hace saber a los discípulos: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre” (Jn 13,31). El Padre es quien lo glorificará (Jn 13,32). Jesús pronuncia estas palabras, cuando Judas ha abandonado el cenáculo y ha entrado en la “noche” tenebrosa de la traición. Jesús considera la salida de Judas, como el inicio del proceso de su glorificación. En este momento es cuando Jesús habla a los discípulos sobre el amor: “Ámense como yo los he amado” (Jn 13,34). El listón lo coloca muy alto, porque “nadie tiene amor más grande que el que entrega la vida” (Jn 15,13). Eso es lo que hará él dentro de unas horas. Un pecado contra el amor es la traición, que es lo que hace Judas. Otro pecado contra el amor es la negación, que es lo que hará Pedro aquella misma noche. Pedro habla de entregar la vida (Jn 13,37), que es el signo supremo del amor y del verdadero seguimiento. Pero se quedó sólo en palabras. Tuvo la oportunidad de hacerlo, y se echó para atrás. El reto que Jesús nos lanza a sus discípulos sigue vivo. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada No me entregues, Señor, al odio de mis enemigos, pues han surgido contra mí testigos falsos, que respiran violencia (Sal 26,12). 2. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a celebrar los misterios de la pasión del Señor con tal fe y arrepentimiento, que podamos merecer tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Is 49,1-6)

Lectura del libro del profeta Isaías Escúchenme, islas; pueblos lejanos, atiéndanme. El Señor me llamó desde el vientre de mi madre; cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada filosa,

me escondió en la sombra de su mano, me hizo flecha puntiaguda, me guardó en su aljaba y me dijo: “Tú eres mi siervo, Israel; en ti manifestaré mi gloria”. Entonces yo pensé: “En vano me he cansado, inútilmente he gastado mis fuerzas; en realidad mi causa estaba en manos del Señor, mi recompensa la tenía mi Dios”. Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno, para que fuera su servidor, para hacer que Jacob volviera a él y congregar a Israel en torno suyo -tanto así me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Ahora, pues, dice el Señor: “Es poco que seas mi siervo sólo para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel; te voy a convertir en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los últimos rincones de la tierra”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.


19 de Abril - Martes Santo

4. Salmo responsorial R En ti, Señor, he puesto mi esperanza. L Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú, que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo /R L Sé para mí un refugio, ciudad fortificada en que me salves. Y pues eres mi auxilio y mi defensa, líbrame, Señor, de los malvados /R L Señor, tú eres mi esperanza; desde mi juventud en ti confío. Desde que estaba en el seno de mi madre, yo me apoyaba en ti y tú me sostenías /R L Yo proclamaré siempre tu justicia y a todas horas, tu misericordia. Me enseñaste a alabarte desde niño y seguir alabándote es mi orgullo /R (Sal 70).

5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 6. Evangelio

(Jn 13,21-33.36-38)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién

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lo dice?” Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?” Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dijo entonces a Judas: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche. Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde”. Pedro replicó: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes que me hayas negado tres veces”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, con bondad este pan y este vino que te presentamos, y concede a cuantos quieres hacernos partícipes del Cuerpo y la


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Sangre de tu Hijo, llegar a poseerlo plenamente en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, y con él nos ha dado todos los bienes (Rom 8,32). 9. Oración después de la comunión Por medio de este sacramento, que

ya desde ahora nos comunica tu fuerza, concédenos, Padre misericordioso, participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: Hazte la pregunta de Pedro: ¿Por qué no puedo seguirte ahora?

20 de Abril - Miércoles Santo Color Litúrgico: Morado - Conmemoración del Nazareno Cerca de mí tengo a mi defensor El “siervo de Yahvé” se presenta en este tercer cántico, como un discípulo. Cada mañana, afina el oído al despertar, para escuchar lo que le dice el Señor. Necesita escuchar, para poder cumplir con su misión: decir al abatido una palabra de aliento. También ha de iluminar a los que caminan en tinieblas, sin un rayo de luz. Las dificultades para realizar la misión se acentúan en este tercer cántico. El sufrimiento llega hasta la agresión física y humillante: palos en la espalda, salivazos en el rostro, mesarle la barba. A ninguna de estas agresiones responde el siervo con violencia. Sufre en silencio; no se lamenta ni se rebela contra sus perseguidores; no pide castigo como Jeremías (Jer 11,20;15,15). La fortaleza del siervo está en el Señor. Sabe que lo tiene cerca y no quedará defraudado. Por eso, no se acobarda ante aquellos que quieren pleitear contra él; endurece el rostro como piedra, para resistir a los golpes de sus adversarios. Todos estamos llamados a ser “siervos del Señor”. Nuestra misión consiste en llevar una palabra de aliento al abatido; iluminar con la palabra y con las obras el camino a los que carecen de claridad. Para cumplir como buenos, sin acobardarnos, es necesario tener el oído atento desde la mañana a la Palabra de Dios y contar con su apoyo. Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar El evangelio de Mateo reseña la negociación de Judas con los sumos sacerdotes, para negociar la entrega de Jesús. Esta reunión en la que se pacta el precio, la coloca el evangelio inmediatamente antes de reunirse Jesús con los discípulos, para celebrar la cena pascual. Mateo empieza el relato de la cena con una revelación de Jesús, que cogió por sorpresa a los discípulos: “Les aseguro que uno de ustedes me va entregar”.


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Inmediatamente, los discípulos tratan de identificar al culpable en un diálogo nervioso con Jesús: “¿Soy yo, maestro?” (Mt 26,22). Las palabras de Jesús se hacen más apremiantes: “El Hijo del hombre se va, como está escrito de él”. Las Escrituras están a punto de cumplirse. Así entendieron los primeros discípulos la muerte de Jesús. La sentencia que sigue es más escalofriante: “¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido” (Mt 26,24) Jesús ofrece una pista para identificar al traidor: “El que se ha servido de la misma fuente que yo, ése me entregará” (Mt 26,23). En el transfondo del relato se adivinan las palabras del salmo: “Incluso mi amigo, en quien confiaba, y que compartía mi pan, me pone zancadillas” (Sal 41,10). P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Que al nombre de Jesús, todo ser viviente, en el cielo, en la tierra y en el abismo, caiga de rodillas, porque el Señor aceptó por obediencia hasta la misma muerte, y una muerte de cruz. Por esto confesamos, para gloria de Dios Padre, que Jesucristo es el Señor (Fil 2,10.8.11). 2. Oración colecta Padre misericordioso que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (Is 50,4-9)

Lectura del libro del profeta Isaías En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me ha echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me

tiraban de la barba. No aparté mi rostro a los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?” Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Por tu bondad, Señor, socórreme. L Por ti he sufrido injurias y la vergüenza cubre mi semblante. Extraño soy y advenedizo, aun para aquellos de mi propia sangre; pues me devora el celo de tu casa, el odio del que te odia, en mí recae /R L La afrenta me destroza el corazón y desfallezco. Espero compasión y no la hallo; consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre /R L En mi cantar exaltaré tu nombre, proclamaré tu gloria, agradecido. Se alegrarán al verlo los que sufren, quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás


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desoye al pobre, ni olvida al que se encuentra encadenado /R (Sal 68). 5. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Señor Jesús, rey nuestro, para obedecer al Padre, quisiste ser llevado a la cruz como manso cordero al sacrificio. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. 6. Evangelio (Mt 26,14-25)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?” Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo. El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” Él respondió: “Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’”. Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme”. Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” Él respondió: “El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de

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aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido”. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: “¿Acaso soy yo, Maestro?” Jesús le respondió: “Tú lo has dicho”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos la gracia de traducir en una vida de amor y de obediencia a tu voluntad, el misterio de la pasión de tu Hijo, que estamos celebrando. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida para redención de todos (Mt 20,28).

9. Oración después de la comunión Concédenos, Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte de tu Hijo, padecida en el Calvario y anunciada en cada Eucaristía, tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti unas preguntas: ¿Traicionarás tú, como Judas? ¿Negarás, como Pedro?


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Color Litúrgico: Blanco El santo triduo de la Pasión y Resurrección del Señor El Triduo santo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor, comienza con la eucaristía vespertina de la Cena del Señor. La celebración de este Triduo santo es el punto culminante de todo el año litúrgico. En él celebramos la memoria de Jesús, que con su muerte destruyó nuestra muerte y, resucitando restauró la vida (ICró 18-19). Todas las celebraciones de estos días tienen un carácter pascual. Por el marco histórico-pascual en que acontecen; por la forma pascual de celebrarlo; por la significación pascual de la muerte y resurrección de Jesús. La lectura del Éxodo nos remite a la forma de celebrar el pueblo de Israel el “paso” liberador de Dios (primera Pascua). Las familias se reunían para Yo les he dado ejemplo, y ustedes de- comer el cordero pascual, porque es ben hacer como he hecho yo (Jn 13,15) la “Pascua, el paso del Señor”. Era un “día memorable”, del que todo israelita debía “hacer memoria” cada año. En el contexto pascual de la celebración judía, Jesús celebra la cena de despedida con los discípulos. Estamos ante un nuevo “paso” liberador de Dios. Acontece en la muerte y resurrección de Jesús, que “pasa” de los lazos de la muerte a la vida de gloria al lado de Dios. De este “paso” pascual, Jesús también mandó a los discípulos que hiciéramos memoria. Él mismo nos señaló la forma de hacerlo la noche en que cenó por última vez con los discípulos, instituyendo la eucaristía o “Cena del Señor”. Yo, que soy Maestro y Señor, les he lavado los pies En el evangelio de Juan, que no narra la institución de la eucaristía, el gesto central de la cena es el lavatorio de los pies. Jesús se despoja del manto, y lava los pies a los discípulos. En el gesto de lavar los pies, Jesús adopta la actitud del “siervo”. En él, interpreta toda su vida como un acto de servicio. El acto más significativo fue la entrega de su vida en la cruz. Jesús lo había proclamado: “El Hijo del hombre no vino a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,45). Con estas palabras, Jesús había revelado el sentido de su existencia. Al hacerlo en vivo en la celebración de la cena de la Pascua, cuando había llegado “la hora de pasar del mundo al Padre” (Jn 13,1), estas palabras revelan el profundo sentido pascual del lavatorio de los pies. El signo del lavatorio, se identifica con el signo de la cruz, en la cual Jesús manifestó que amó a los suyos hasta el extremo.


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Después de ofrecer a los discípulos una catequesis dinámica y en vivo, Jesús les ordena: “Como yo, el Maestro y Señor, les he lavado los pies, lávenselos ustedes unos a otros” (Jn 13,14). Lo que es lo mismo: si el Hijo del hombre sirvió hasta entregar la vida, hagan ustedes lo mismo. Partan el pan y beban el cáliz en memoria mía El relato de la cena que ofrece Pablo es el más antiguo. Lo recibió de la comunidad de Antioquía entre los años 33-37 y lo transmitió con fidelidad. La celebración de la cena del Señor, la ubica en el contexto de la vida y celebración de la memoria de la muerte y resurrección de Jesús en la comunidad de Corinto. Es una pena que no se lea la primera parte del texto. La celebración de la cena del Señor y vivencia del amor en la comunidad, están íntimamente relacionados. La fractura de esta unión es la que provoca la intervención de Pablo. En una comunidad donde no existe compartir, donde unos se emborrachan y otros pasan hambre, la celebración de la eucaristía está vacía de sentido. Esa no es la cena del Señor. Jesús tomó pan y dijo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes” (1Co 11,24). Tomó la copa y dijo: “Esta copa es la nueva alianza sellada en mi sangre”. El “cuerpo que se entrega“, la “sangre que se derrama” (1Co 11,25), es el mismo Jesús, que en un gesto supremo de amor, murió en la cruz para la salvación de todos. Segundo mandato de Jesús en esta tarde: “Háganlo en memoria mía” (1Co 11,25). Celebrar la memoria de Jesús en la cena del Señor, significa entrar en comunión con él en el acto supremo de su amor. De Jesús hacemos memoria al celebrar la eucaristía; y hacemos memoria, amando a los hermanos hasta dar la vida. Si lo segundo no acontece en nuestras comunidades, nuestra eucaristía no es la cena del Señor. Ámense como yo los he amado En el contexto de la última cena, Juan sitúa un tercer mandato de Jesús: “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn 13,34). Los dos gestos más importantes que Jesús realiza en la cena, tienen como centro el amor: el amor como servicio, el amor como entrega hasta dar la vida. Del gesto y la palabra, hay que pasar a los hechos. Celebrar “la cena del Señor”, significa sentar a la mesa de la prosperidad y del bienestar a los que no están; a los que no disponen ni de mesa, porque no tienen nada que poner encima. Significa recrear un mundo, en el que se comparta la vida, el bienestar, la felicidad. Que nadie se atreva a apoderarse de este pan, que Jesús partió para todos Lavar los pies, significa procurar agua potable a los que no la tienen; sanar las heridas de quienes carecen de remedios; crear espacios dignos a quienes pisan barro o malviven en un rancho. A esto ha de conducirnos la celebración en la eucaristía de la memoria de Jesús, que amó hasta dar la vida. Éste es nuestro signo de identidad como discípulos, de Jesús de la cena, de la cruz y de la Pascua: “En el amor que se tengan unos a otros, conocerán que son mis discípulos” (Jn 15,35). P. Antonio Danoz, redentorista

Jueves de la Semana Santa Misa vespertina de la Cena del Señor Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día se prohiben todas las misas sin asistencia del pueblo.

En la tarde, a la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros. Los sacerdotes que hayan celebrado ya en la misa del Santo Crisma o por alguna razón pastoral, pueden concelebrar en la misa ves-


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21 de Abril - Jueves Santo pertina. Donde lo pida el bien de la comunidad, el Ordinario del lugar puede permitir que se celebre otra misa en la tarde en templos u oratorios públicos o semipúblicos; y en caso de verdadera necesidad, aun en la mañana, pero solamente en favor de los fieles que de ninguna manera pueden asistir a la misa de la tarde. Téngase cuidado, sin embargo, de que estas celebraciones no se hagan en provecho de personas particulares y de que no sean en perjuicio de la asistencia a la misa vespertina principal. La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día. Los fieles que hayan comulgado en la mañana en la misa del Santo Crisma, pueden comulgar de nuevo en la misa de la tarde.

Ritos iniciales y liturgia de la palabra 1. El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrense en esta misa suficientes hostias, de modo que alcancen para la comunión del clero y del pueblo, hoy y mañana.

2. Antífona de entrada Que nuestro único orgullo sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque en él tenemos la salvación, la vida y la resurrección, y por él hemos sido salvados y redimidos (Gál 6,14). 3. Se dice Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual, a no ser que la Conferencia Episcopal o el Ordinario dispongan otra cosa.

4. Oración colecta Dios nuestro, que nos has reunido para celebrar aquella Cena en la cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor, concédenos alcanzar por la participación en este sacramento, la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

5. 1ª Lectura

(Éx 12,1-8.11-14)

Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta fes-


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tividad, como institución perpetua’”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Salmo responsorial R Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava. L ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor /R L A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava /R L Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo /R (Sal 115). 7. 2ª Lectura (1Co 11,23-26)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él”. Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 8. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Les doy un mandamiento nuevo,

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dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Jn 13,34).

9. Evangelio (Jn 13,1-15)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”.


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Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

–Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?… V Lo que yo estoy haciendo, tú no lo entiendes ahora; lo entederás más tarde. –Señor, ¿pretendes tú lavarme los pies?… (Jn 13,6.7.8).

10. En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta misa, es decir la institución de la Sagrada Eucaristía y el Orden Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Después de la homilía, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.

Al comienzo de la Liturgia Eucarística, puede organizarse una procesión de los fieles, en la que se lleven dones para los pobres. Mientras tanto, se canta el Ubi cáritas est vera (A Dios siempre lo encontramos donde hay amor) u otro cántico apropiado.

Lavatorio de los pies 11. Los varones designados para el rito van, acompañados por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible. El celebrante, quitada la casulla si es necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca. 12. Mientras tanto, se canta alguna de las siguientes antífonas o algún canto apropiado.

Antífona primera El señor se levantó de la mesa, echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo (Jn 13,4.5.15). Antífona segunda Señor, ¿pretendes tú lavarme a mí los pies? Jesús le respondió: Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo. V Fue Jesús hacia Simó Pedro y éste le dijo:

13. Inmediatamente después del lavatorio de los pies o, si éste no tuvo lugar, después de la homilía, se hace la Oración universal. No se dice Credo.

Liturgia Eucarística

14. Oración de los fieles S Oremos, para que cumplamos con fidelidad el mandato de Jesús: de celebrar la eucaristía, servir a los hermanos, y amarnos como él nos amó. A Celebramos, Señor, la memoria de tu amor y de tu cena. L Llegada su hora, Jesús celebró la cena pascual con sus discípulos, y ordenó repetirla en su memoria. Para cumplir con fidelidad su mandato: Oremos al Señor. A Celebramos, Señor, la memoria de tu amor y de tu cena. L Sabiendo que había salido de Dios y a él volvía, Jesús lavó los pies a los discípulos. Para cumplir su mandato de lavar los pies a los hermanos, como signo de amor y de servicio: Roguemos al Señor. A Celebramos, Señor, la memoria de tu amor y de tu cena. L Jesús nos ordenó: Ámense como yo los he amado”. Para que el mundo nos reconozca como discípulos de Jesús, por el amor que tenemos


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a todo ser humano: Roguemos al Señor. A Celebramos, Señor, la memoria de tu amor y de tu cena. L Para que como comunidad de discípulos de Jesús, nos reunamos con frecuencia para celebrar la eucaristía, cumpliendo cada cual con el servicio encomendado: Roguemos al Señor. A Celebramos, Señor, la memoria de tu amor y de tu cena. (Intenciones libres) S Concédenos, Señor, mantener vivo en tu Iglesia: el amor generoso, el espíritu de servicio y la “fracción del pan”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 15. Oración sobre las ofrendas Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. 16. Prefacio: De la santísima Eucaristía S El Señor esté con ustedes. R Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. R Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. El cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacrificio perdurable, se ofreció a ti como víctima salvadora, y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo. En efecto, cuando comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando

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bebemos su Sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo… 17. Antífona de la comunión Éste es mi Cuerpo, que se da por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza establecida por mi Sangre; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria mía, dice el Señor (1Co 11,24.25).

18. Oración después de la comunión Señor, tú que nos permites disfrutar en esta vida de la Cena instituida por tu Hijo, concédenos participar también del banquete celestial en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Traslación del Santísimo Sacramento 19. Dicha la oración después de la Comunión, el sacerdote, de pie ante el altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado, inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño. 20. Se forma entonces la procesión para llevar al Santísimo Sacramento a través del templo, hasta el sitio donde se le va a guardar. Va adelante un acólito, con la cruz alta; otros acólitos acompañan al Santísimo Sacramento con ciriales e incienso. El lugar de depósito debe estar preparado en alguna capilla convenientemente adornada. Durante la procesión, se canta el himno Pange lingua (excepto las dos últimas estrofas) o algún otro canto eucarístico. 21. Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el sacerdote deposita el copón y, poniendo de nuevo incienso en el incensiario, lo inciensa


22 de Abril - Viernes Santo de la Pasión del Señor arrodillado, mientras se canta la parte final del himno Tantum ergo. Enseguida se cierra el tabernáculo o la urna del depósito. 22. Después de unos momentos de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía. 23. Enseguida se desnuda el altar y, si es posible, se quitan del templo las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo.

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25. Exhórtese a los fieles, según las circunstancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la media noche, hágase sin solemnidad.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Sales en ayuda del hermano que te necesita?

24. Quienes asistieron a la misa vespertina no están obligados a rezar Vísperas.

Abril - Viernes Santo de la Pasión 22 de del Señor Color Litúrgico: Rojo 1-. Proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva Refiriéndose a la eucaristía, Pablo escribe: “Siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que vuelva” (1Co 11,26). Siguiendo una larga tradición, hoy no se celebra la eucaristía, aunque sí participaremos en ella por la comunión. Sería bueno que, en este día en que conmemoramos la muerte de Jesús, lo hiciéramos de la mejor manera de proclamar su muerte: celebrando la eucaristía. Devolveríamos la comunión de su contexto natural: la celebración. Aunque no hay celebración de la eucaristía, en la litúrgica de hoy proclamamos la muerte del Señor. Celebramos su muerte salvadora. Por medio de su sangre y su resurrección, Jesús instituyó la Pascua. Las dos unidas forman la Pascua de Jesús: su “paso” de este mundo al Padre. Los discípulos lo celebramos en dos tiempos. Hoy, Viernes Santo, el acento lo ponemos en la memoria de su muerte; en la Vigilia pascual, lo pondremos en la resurrección. En ambas celebraciones estamos reviviendo la Pascua de Jesús: Su paso doloroso que, al mismo tiempo, es su paso glorioso. 2.- Anunciamos la muerte del Siervo y su camino de gloria Nuestra celebración de la muerte del Señor tiene tres momentos relevantes. El primero: la proclamación de la Palabra de Dios. En ella, “revivimos” a través de los textos de la Escritura la muerte de Jesús y su fuerza salvadora. El segundo: La exaltación del crucificado elevado en la cruz. Recordamos la palabra de Jesús: “Cuando sea elevado en alto todo lo atraeré hacia mí” (Jn 12,32). El tercero: La comunión con Jesús, que amó tanto hasta entregar la vida. a.- El “Siervo” soportó el sufrimiento por la salvación de todos Al cuarto cántico del “siervo de Yahvé” se lo ha llamado “Pasión según Isaías”. El profeta presenta una imagen del siervo nada triunfalista. Describe con gran realismo el sufrimiento, que forma parte de la misión del siervo, que se


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siente abrumado por el dolor. El autor lo describe con expresiones fuertes: “Arrancado de la tierra de los vivos” (Is 53,8), “triturado por nuestros crímenes” (Is 53,8), no tenía aspecto de hombre, herido de Dios. Parece que todos, incluido el mismo Dios, se enfrentaron con el siervo, para someterlo a la máxima humillación. Los sufrimientos no desviaron al siervo de su misión. Aguanta como “cordero llevado al matadero” (Is 53,7), sin protestar. En medio de la humillación manifiesta su solidaridad con la humanidad. Seguro de su inocencia, carga con los crímenes de quienes erraban descarriados. Este sufrimiento no fue en vano: Por sus sufrimientos justificó a muchos; “Con sus cicatrices hemos sido sanados” (Is 53,5). Dios, que no abandona al justo y al inocente, tampoco abandonó a su siervo. Lo hizo brillar como una luz ante todos los pueblos; le concede un puesto entre los grandes, porque no dudó en entregarse a la muerte y” ser contado entre los malhechores” (Is 53,12). b.- Su seguimiento es camino de muerte y de gloria El relato de la pasión, muerte y sepultura de Jesús pertenece al llamado libro de la gloria. El Hijo que ha descendido del cielo, es quien regresa de nuevo junto al Padre, después de bajar a lo más profundo, que fue la muerte en la cruz. En la lectura contemplativa de la pasión, fijamos la atención en tres momentos: el prendimiento en el huerto; la comparecencia ante Pilato; la escena del calvario. En cada uno aparece el hijo del hombre humillado, y el Hijo de Dios en toda su gloria. En la escena del huerto, Jesús pasa por la humillación de ser arrestado como un bandido y un malhechor. Al pronunciar Jesús el “Yo soy”, todos retrocedieron y cayeron por tierra. Aquí Jesús se presenta como aquél a quien se ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Con Jesús ante Pilato, se encuentran, frente a frente, el poderoso que juzga y condena, y el servidor de un reino que dignifica y libera: reino que no es de este mundo. Pilato hace la gran proclamación: Aquí tienen al hombre. Humillado como rey de comedia; y aclamado en el Apocalipsis: “Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, el saber, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Ap 5,12). Antes de llegar al Calvario, Jesús había revelado el significado de su muerte: Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. El evangelista añade: “Lo decía indicando de qué muerte iba a morir” (Jn 12,32-33). El gesto de elevarlo en la cruz para sufrir muerte violenta, era el signo de su glorificación. 3.- Miraron al que crucificaron En el centro de la celebración está la aclamación y la exaltación del Crucifica-


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do: “Mirad el árbol de la cruz, donde está clavado el Salvador del mundo”. La aclamación es una confesión de fe. A la confesión sigue la adoración, que es el signo visible de la confesión. Con la palabra y con el gesto, estamos celebrando el amor supremo de Jesús, que entregó la vida; y la fuerza salvadora de su muerte. Los cristianos no exaltamos un madero, signo maldito de tortura. Celebramos a Jesús, que en un madero mostró su amor hasta el extremo. El sentido de este momento lo recoge uno de los textos de hoy: “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del árbol de la cruz ha brotado la alegría al mundo entero” (Antífona 1). Comunión con Jesús, que por su muerte nos salvó Aunque no haya celebración de la eucaristía, recibir al Señor que ha muerto, significa comulgar con el acto supremo de su amor, que lo llevó hasta dar la vida por salvarnos. Comulgamos con el Crucificado. Para el autor de la primera carta de Pedro, aguantar el sufrimiento es una gracia de Dios. Pertenece a la vocación del discípulo de Jesús. Hemos de tener los ojos fijos en Jesús, que “padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para seguir sus huellas… Cargando nuestros pecados sobre su cuerpo, los llevó sobre la cruz, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia” (1Pe 2,20-24). La celebración de la muerte de Jesús, tiene que producir en nosotros un doble fruto: una muerte: la muerte al pecado; una vida: la de Jesús que amó hasta entregar la suya por la salvación de todos. Hacer de la propia vida un camino de cruz y de gloria. En él ha de brillar la cruz, como signo de entrega a los maltratados por la violencia y la injusticia, para liberarlos; un sufrimiento redentor de oprimidos y humillados, para que en sus rostros desaparezcan los signos que degradan, y brille la gloria de Jesús resucitado. El gozo de la resurrección está presente en nuestra celebración de hoy, pues, sabemos que Dios no abandona a Jesús al poder de la muerte. Como proclama Jesús resucitado: “El Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria” (Lc 24,26). P. Antonio Danoz, redentorista

Viernes Santo de la Pasión del Señor 1. El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia omite por completo la celebración del sacrificio eucarístico. 2. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. 3. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, a no ser que por razón pastoral se elija una hora más avanzada, se celebra la Pasión del Señor, que consta de tres partes: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Sagrada Comunión. En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; pero a los enfermos que no puedan tomar parte en esta celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día. 4. El sacerdote y el diácono, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar, y hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo. 5. Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pue-


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blo, con las manos juntas, dice la siguiente oración: (No se dice “Oremos”)

ORACIÓN Padre nuestro misericordioso, santifica y protege siempre a esta familia tuya, por cuya salvación derramó su Sangre y resucitó glorioso Jesucristo, tu Hijo. El cual vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. Primera Parte Liturgia de la Palabra 6. Luego todos se sientan y se hace la primera lectura, tomada del profeta Isaías (52,13–53,12), con su salmo.

7. 1ª Lectura

(Is 52,13–53,12)

Lectura del libro del profeta Isaías He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba tan desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado. ¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por

Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados. Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores. Palabra de Dios. A Te alabamos Señor. 8. Salmo responsorial R Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. L A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado. En tus


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manos encomiendo mi espíritu y tú, mi Dios leal, me librarás /R L Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y parientes de mí se espantan, los que me ven pasar huyen de mí. Estoy en el olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura /R L Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los enemigos que me persiguen /R L Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame, por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que esperan en el Señor /R (Sal 30).

para todos los que lo obedecen. Palabra de Dios. A Te alabamos Señor.

9. A continuación se hace la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos (4,1416;5,7-9), con el canto antes del Evangelio.

13. Evangelio

10. 2ª Lectura

(Heb 4,14-16; 5,7-9)

Lectura de la carta a los hebreos Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno. Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna

11. Aclamación antes del Evangelio R Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R Honor y gloria a ti, Señor Jesús (Fil 2,8-9). 12. Finalmente se lee la Pasión del Señor según san Juan, del mismo modo que el domingo precedente (18,1–19,42).

(Jn 18,1–19,42)

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan C. En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: †“¿A quién buscan?” C. Le contestaron: S. “A Jesús, el nazareno”. C. Les dijo Jesús: †“Yo soy”. C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: †“¿A quién buscan?” C. Ellos dijeron: S. “A Jesús, el nazareno”. C. Jesús contestó: †“Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. C. Así se cumplió lo que Jesús había


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dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: †“Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”. C. El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’. Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro S. “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” C. Él dijo: S. “No lo soy”. C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: †“Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: S. “¿Así contestas al sumo sacerdote?” C. Jesús le respondió: †“Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: S. “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” C. Él lo negó diciendo: S. “No lo soy”. C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: S. “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?” C. Pedro volvió a negarlo y en seguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: S. “¿De qué acusan a este hombre?” C. Le contestaron: S. “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”. C. Pilato les dijo: S. “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”. C. Los judíos le respondieron: S. “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”. C. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. “¿Eres tú el rey de los judíos?” C. Jesús le contestó: †“¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” C. Pilato le respondió: S. “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” C. Jesús le contestó: †“Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de


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este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí. C. Pilato le dijo: S. “¿Conque tú eres rey?” C. Jesús le contestó: †“Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. C. Pilato le dijo: S. “¿Y qué es la verdad?”. C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: S. “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” C. Pero todos ellos gritaron: S. “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!” C. (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: S. “¡Viva el rey de los judíos!”, C. y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”. C. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. “Aquí está el hombre”. C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: S. “¡Crucifícalo, crucifícalo!” C. Pilato les dijo: S. “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”. C. Los judíos le contestaron: S. “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”. C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

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S. “¿De dónde eres tú?” C. Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: S. “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?” C. Jesús le contestó: †“No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”. C. Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!” C. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. “Aquí tienen a su rey”. C. Ellos gritaron: S. “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!” C. Pilato les dijo: S. “¿A su rey voy a crucificar?” C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. “No tenemos más rey que el César”. C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado “La Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: S. “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Soy rey de los judíos’”. C. Pilato les contestó: S. “Lo escrito, escrito está”. C. Cuando crucificaron a Jesús, los


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soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron: S. “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”. C. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: †“Mujer, ahí está tu hijo”. C. Luego dijo al discípulo: †“Ahí está tu madre”. C. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: †“Tengo sed”. C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: †“Todo está cumplido”, C. e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa).

C. Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con

una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto, por miedo de los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. Oración universal 14. La Liturgia de la Palabra se termina con la Oración Universal, que se hace de esta manera: el diácono, junto al ambón, dice el invitatorio, en el cual se expresa la intención. Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo y luego el sacerdote, de pie junto a la sede o ante el altar, dice la oración con las manos extendidas. Los fieles pueden permanecer arrodillados o de pie durante todo el tiempo de las oraciones. 15. Las Conferencias Episcopales pueden aprobar algunas aclamaciones del pueblo antes de cada oración del sacerdote o disponer que se conserve la invitación tradicional del


22 de Abril - Viernes Santo de la Pasión del Señor diácono: Arrodillémonos, Levantémonos y la costumbre de que los fieles se arrodillen en silencio durante la oración. 16. Cuando hay una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial. 17. De las oraciones que se presentan en el Misal, el sacerdote puede escoger las que sean más apropiadas para las circunstancias del lugar, cuidando, sin embargo, de que se conserve la serie de intenciones establecidas para la Oración Universal.

I. Por la santa Iglesia Oremos, hermanos, por la santa Iglesia de Dios, para que el Señor le conceda la paz y la unidad, la proteja en todo el mundo y nos conceda una vida serena, para alabar a Dios Padre todopoderoso. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, conserva la obra de tu amor, para que tu Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. II. Por el Papa Oremos también por nuestro santo Padre el Papa Benedicto XVI, para que Dios nuestro Señor, que lo eligió entre los obispos, lo asista y proteja para bien de su Iglesia, como guía y pastor del pueblo santo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, cuya providencia gobierna todas las cosas, atiende a nuestras súplicas y protege con tu amor al Papa que nos has elegido, para que el pueblo cristiano, confiado por ti a su guía pastoral, progrese siempre en la

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fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. III. Por el pueblo de Dios y sus ministros Oremos también por nuestro obispo N., por todos los obispos, presbíteros, diáconos, por todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia y por todo el pueblo de Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santificas y gobiernas a toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia, para que todos, según nuestra vocación, podamos servirte con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. IV. Por los catecúmenos Oremos también por los (nuestros) catecúmenos, para que Dios nuestro Señor los ilumine interiormente y les comunique su amor; y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus pecados y queden incorporados a Cristo nuestro Señor. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes nuevos hijos a tu Iglesia, aumenta en los (nuestros) catecúmenos el conocimiento de su fe, para que puedan renacer por el bautismo a la vida nueva de tus hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. V. Por la unidad de los cristianos Oremos también por todos los hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor les conceda vivir sinceramente lo que profesan y se digne reunirlos para siempre


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en un solo rebaño, bajo un solo pastor. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, tú que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira con amor a todos los cristianos, a fin de que, cuantos están consagrados por un solo bautismo, formen una sola familia, unida por el amor y la integridad de la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VI. Por los judíos Oremos también por el pueblo judío, al que Dios se dignó hablar por medio de los profetas, para que el Señor le conceda progresar continuamente en el amor a su nombre y en la fidelidad a su alianza. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que prometiste llenar de bendiciones a Abraham y a su descendencia, escucha las súplicas de tu Iglesia, y concede al pueblo de la primitiva alianza alcanzar la plenitud de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VII. Por los que no creen en Cristo Oremos también por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan encontrar el camino de la salvación. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo buscar sinceramente agradarte, para que encuentren la verdad; y a nosotros tus fieles, concédenos progresar en el amor fraterno y en

el deseo de conocerte más, para dar al mundo un testimonio creíble de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. VIII. Por los que no creen en Dios Oremos también por los que no conocen a Dios, para que obren siempre con bondad y rectitud y puedan llegar así a conocer a Dios. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, que has hecho a los hombres en tal forma que en todo, aun sin saberlo, te busquen y sólo al encontrarte hallen descanso, concédenos que, en medio de las adversidades de este mundo, todos reconozcan las señales de tu amor y, estimulados por el testimonio de nuestra vida, tengan por fin la alegría de creer en ti, único Dios verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. IX. Por los gobernantes Oremos también por los jefes de Estado y todos los responsables de los asuntos públicos, para que Dios nuestro Señor les inspire decisiones que promuevan el bien común, en un ambiente de paz y libertad. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, en cuya mano está mover el corazón de los hombres y defender los derechos de los pueblos, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, promuevan una paz duradera, un auténtico progreso social y una verdadera libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.


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X. Por los que se encuentran en alguna tribulación Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todas sus miserias, dé salud a los enfermos y pan a los que tienen hambre, libere a los encarcelados y haga justicia a los oprimidos, conceda seguridad a los que viajan, un pronto retorno a los que se encuentran lejos del hogar y la vida eterna a los moribundos. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:

Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de los que sufren, escucha a los que te invocan en su tribulación, para que experimenten todos la alegría de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.

Segunda parte Adoración de la Santa Cruz 18. Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la santa Cruz. De las dos formas que se proponen a continuación para el descubrimiento de la cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada pastoralmente, de acuerdo con las circunstancias.

Primera forma de mostrar la santa Cruz 19. Se lleva al altar la cruz, cubierta con un velo y acompañada por dos acólitos con velas encendidas. El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la cruz, descubre un poco su extremo superior, la eleva y comienza a cantar el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, cuyo canto prosigue juntamente con los ministros sagrados, o, si es necesario, con el coro. Todos responden: Venid y adoremos. Terminado el canto, todos se arrodillan y adoran en silencio, durante algunos instantes, la cruz que el sacerdote, de pie, mantiene en alto. Enseguida el sacerdote descubre el brazo derecho de la cruz y, elevándola de nuevo,

comienza a cantar (en el mismo tono que antes) el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, y se prosigue como la primera vez. Finalmente descubre por completo la cruz y, volviéndola a elevar, comienza por tercera vez el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz, etc., como la primera vez. 20. Enseguida, acompañado por dos acólitos con velas encendidas, el sacerdote lleva la cruz a la entrada del presbiterio o a otro sitio adecuado y la coloca ahí, o la entrega a los ministros o acólitos para que la sostengan, y se colocan las dos velas encendidas a los lados de la cruz. Se hace luego la adoración de la santa Cruz como se indica más abajo, en el número 22.

Segunda forma de mostrar la santa Cruz 21. El sacerdote, el diácono y otro ministro idóneo, va a la puerta del templo juntamente con los acólitos. Ahí recibe la cruz ya descubierta. Los acólitos toman los ciriales encendidos, y todos avanzan en forma de procesión hacia el presbiterio a través del templo. Cerca de la puerta del templo, el que lleva la cruz la levanta y canta el invitatorio Mirad el árbol de la Cruz. Todos responden Venid y adoremos y se arrodillan después de la respuesta, adorando un momento en silencio. Esto mismo se repite a la mitad de la iglesia y a la entrada del presbiterio (El invitatorio se canta las tres veces en el mismo tono). Enseguida se coloca la cruz a la entrada del presbiterio y se ponen a sus lados los ciriales, como se indica en el número 20.

Invitatorio al presentar la santa Cruz Adoración de la santa Cruz

V. Mi-rad el ár-bol de la Cruz don-de es-tu-vo cla-vael Sal-va-dor

do Cris-to,

del mun-do.

R. Ve-nid y a-do-re-mos.


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22. El sacerdote, el clero y los fieles se acercan procesionalmente y adoran la cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro signo de veneración (como el de besarla), según la costumbre de la región. Mientras tanto, se canta la antífona Tu Cruz adoramos, los Improperios, u otros cánticos apropiados. Todos, conforme van terminando de adorar la cruz, regresan a su lugar y se sientan. 23. Expóngase solamente una cruz a la adoración de los fieles. Si por el gran número de asistentes no todos pudieren acercarse, el sacerdote, después de que una parte de los fieles haya hecho la adoración, toma la cruz y, de pie ante el altar, invita a todo el pueblo, con breves palabras, a adorar la santa Cruz. Luego la levanta en alto por un momento, para que los fieles la adoren en silencio. 24. Terminada la adoración, la cruz es llevada al altar y puesta en su lugar. Los ciriales encendidos son colocados a los lados del saltar o junto a la cruz.

Cantos para la adoración de la santa Cruz Las partes que corresponden al primer coro, se indican con el número 1; las que corresponden al segundo, con el número 2; las que deben cantarse juntamente por los dos coros, con los números 1 y 2.

1. y 2. Antífona Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero. 1. Salmo 66,2 Que el Señor se apiade de nosotros y nos bendiga, que nos muestre su rostro radiante y misericordioso. 1. y 2. Antífona Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero.

Improperios I 1. y 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Porque yo te saqué de Egipto, ¿tú le has preparado una cruz a tu Salvador? 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Hágios o Theós. 2. Santo Dios. 1. Hágios Ischyrós. 2. Santo, fuerte. 1. Hágios Athánatos, eleison himás. 2. Santo inmortal, ten piedad de nosotros. 1. y 2. Porque yo te guié cuarenta años por el desierto, te alimenté con el maná y te introduje en una tierra fértil, ¿tú le preparaste una cruz a tu Salvador? Hágios o Theós. 1. y 2. ¿Qué más pude hacer, o qué dejé sin hacer por ti? Yo mismo te elegí y te planté, hermosa viña mía, pero tú te has vuelto áspera y amarga conmigo, porque en mi sed me diste de beber vinagre y has plantado una lanza en el costado a tu Salvador. Hágios o Theós.

Improperios II 1. Por ti yo azoté a Egipto y a sus primogénitos y tú me has entregado para que me azoten. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te saqué de Egipto y te libré del faraón en el Mar Rojo, y tú me has entregado a los sumos sacerdotes.


22 de Abril - Viernes Santo de la Pasión del Señor

2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te abrí camino por el mar y tú me has abierto el costado con tu lanza. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

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1. Yo te exalté con mi omnipotencia y tú me has hecho subir a la deshonra de la Cruz. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. Yo te serví de guía con una columna de nubes y tú me has conducido al pretorio de Pilato. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme. 1. Yo te di de comer maná en el desierto y tú me has dado de bofetadas y de azotes. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

HIMNO 1. y 2. Antífona Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. Dulce leño, dulces clavos. Dulce el fruto que nos dio. 1. Himno Canta, oh lengua jubilosa, el combate singular en que el Salvador del mundo, inmolado en una cruz, con su sangre redentora a los hombres rescató. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

1. Yo te di a beber el agua salvadora que brotó de la peña y tú me has dado a beber hiel y vinagre. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. Cuando Adán, movido a engaño comió el fruto del Edén, el Creador, compadecido, desde entonces decretó que un árbol nos devolviera lo que un árbol nos quitó. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio.

1. Por ti yo herí a los reyes cananeos y tú, con una caña, me has herido en la cabeza. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. Quiso, con sus propias armas, vencer Dios al seductor, la sabiduría a la astucia fiero duelo le aceptó, para hacer surgir la vida donde la muerte brotó. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

1. Yo puse en tus manos un cetro real y tú me has puesto en la cabeza una corona de espinas. 2. Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.

1. Cuando el tiempo hubo llegado, el Eterno nos envió a su Hijo desde el cielo, Dios eterno como él, que en el seno de una Virgen carne humana revistió.


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2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Hecho un niño está llorando, de un pesebre en la estrechez. En Belén, la Virgen madre en pañales lo envolvió. He allí al Dios potente, pobre, débil, párvulo. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Cuando el cuerpo del Dios-Hombre alcanzó su plenitud, al tormento, libremente, cual cordero, se entregó, pues a ello vino al mundo a morir en una cruz. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Ya se enfrenta a las injurias, a los golpes y al rencor, ya la sangre está brotando de la fuente de salud. En qué río tan divino se ha lavado la creación. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor. 1. Árbol santo, cruz excelsa, tu dureza ablanda ya, que tus ramas se dobleguen al morir el Redentor y en tu tronco suavizado, lo sostengas con piedad. 2. Dulce leño, dulces clavos, dulce el fruto que nos dio. 1. Feliz puerto preparaste para el mundo náufrago y el rescate presentaste para nuestra redención, pues la Sangre del Cordero en tus brazos se ofrendó. 2. Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor.

Conclusión que nunca debe omitirse:

1. y 2. Elevemos jubilosos a la augusta Trinidad nuestra gratitud inmensa por su amor y redención, al eterno Padre, al Hijo, y al Espíritu de amor. Amén.

Tercera Parte Sagrada comunión 25. Se extiende un mantel sobre el altar y se pone sobre él un corporal y el libro. Enseguida el díácono o, en su defecto, el mismo sacerdote, trae el Santísimo Sacramento del lugar del depósito directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. Dos acólitos, con candelabros encendidos, acompañan al Santísimo Sacramento y depositan luego los candelabros a los lados del altar o sobre él. 26. Después de que el diácono ha despositado el Santísimo Sacramento sobre el altar y ha descubierto el copón, se acerca el sacerdote y, previa genuflexión, sube al altar. Ahí, teniendo las manos juntas, dice con voz clara:

Fieles a la recomendación del Salvador, y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: El sacerdote, con las manos extendidas, dice junto con el pueblo:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. El sacerdote sigue con las oraciones:

Líbranos de todos los males… El pueblo concluye la oración, aclamando:

Tuyo es el reino, … Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. 27. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:


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22 de Abril - Viernes de la Pasión del Señor

Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.

gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo, por medio de nuestra participación en este sacramento prosigue en nosotros la obra de tu amor y ayúdanos a vivir entregados siempre a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén.

28. Seguidamente hace genuflexión, toma una partícula, la mantiene un poco elevada sobre el pixis y dice en voz alta, de cara al pueblo:

33. Como despedida, el sacerdote, de pie y vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos sobre él, dice la siguiente oración:

Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena de Señor. Y, juntamente con el pueblo, añade una sola vez:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Luego, comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo. 29. Después distribuye la comunión a los fieles. Durante la comunión se pueden entonar cantos apropiados. 30. Acabada la comunión, un ministro idóneo lleva el pixis a algún lugar especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las circunstancias, lo reserva en el sagrario. 31. Después el sacerdote, guardado si lo cree oportuno un breve silencio, dice la siguiente oración:

32. Oración después de la comunión Oremos. Dios todopoderoso y eterno, que nos has redimido con la 70 Preguntas acerca de la Santa Biblia P. Eliécer Sálesman

34. Oración sobre el pueblo Envía, Señor, tu bendición sobre estos fieles tuyos que han conmemorado la muerte de tu Hijo y esperan resucitar con él; concédeles tu perdón y tu consuelo, fortalece su fe y condúcelos a su eterna salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. Y todos se retiran en silencio. A su debido tiempo se desnuda el altar. 35. Los que asistieron a esta solemne acción litúrgica de la tarde, no están obligados a rezar Vísperas.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Entregas todos tus sufrimientos a Jesús?

Catecismo Eucarístico Comunidad Carismática Los Samaritanos

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23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual

Color Litúrgico: Blanco La luz de Cristo, que resucita glorioso La Vigilia con que inauguramos las “fiestas pascuales”, se inicia con la procesión de la luz. Después de haber bendecido el fuego, con el que se prende el cirio pascual. El cirio encendido es el primero de los signos de Jesús resucitado. Lo proclama el portador del cirio en la procesión: “Luz de Cristo”. Cristo resucitado y glorioso es la Luz que disipa las tinieblas del corazón. En el himno con que abre el evangelio, Juan proclama: En la Palabra “estaba la vida, y la vida era luz de los hombres; la luz brilló en las tinieblas” (Jn 1,4-5). En la celebración de la noche pascual hay una luz que todo lo ilumina desde el principio: Jesús resucitado. Él hace que esta noche sea “clara como el día”. La comunidad de los discípulos y la tierra entera se ve inundada de tanta claridad. Cada momento de la celebración, está penetrada por la luz que mana del cirio pascual. Jesús resucitado arroja su luz sobre la Palabra de Dios que se pregona en esta noche; sobre los bautizados, que reciben el bautismo o lo renuevan; sobre el banquete de Pascua en el Jesús resucitado es quien parte el pan. De él hablaron Moisés y los profetas En la muerte y resurrección de Jesús llegó a su pleno cumplimiento. En su manifestación a los discípulos después de resucitar, Jesús dice a los discípulos: “Tenía que cumplirse en mí, todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc 24,44). Con estas palabras Lucas designa toda la Biblia. El segundo signo pascual de esta noche que nos habla de Jesús resucitado es la Palabra de Dios. La liturgia nos invita a hacer un recorrido por toda la historia de la salvación, partiendo del hecho de la creación. Las lecturas culminan con la proclamación del Evangelio, que narra el hecho de la resurrección de Jesús. Se trata de una lectura dinámica de esta historia. Cada lectura significa un nuevo paso hacia el pleno cumplimiento. Se trata de una “lectura orante”, en la que alterna la proclamación de la Palabra, el canto y la oración. En el evangelio escuchamos la gran noticia: “Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado” (Mt 28,5-6). Hoy tiene que resonar con más fuerza que nunca la proclamación de fe: “Al tercer día resucitó de entre los muertos” (Credo). Si morimos con Cristo, seguro que viviremos con él Cada bautizado es un signo viviente de la resurrección de Jesús. La noche pascual ha sido desde antiguo una noche bautismal. Los catecúmenos que se


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habían preparado durante la Cuaresma, eran bautizados en la celebración de la Vigilia pascual. Los ya bautizados revivían su bautismo y sus compromisos bautismales. La lectura de la carta de Pablo a la comunidad de Roma, nos revela el profundo sentido pascual del bautismo. En cada bautizado se revive el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Hemos sido sepultados con él, cuando fuimos sumergidos en el agua al ser bautizados; y hemos nacido a la vida de resucitados con Cristo, al salir del agua. Por el bautismo, cada uno de nosotros somos un icono vivo de Jesús resucitado. Muertos al pecado, vivimos para Dios. Llevamos en nosotros los signos de muerte: nuestra condición de pecadores ha muerto; y somos signos de Jesús resucitado, viviendo para Dios. La espiritualidad pascual, es la auténtica espiritualidad de todo bautizado. El pan que partimos es comunión con Cristo resucitado El signo más fuerte de Jesús resucitado es la eucaristía, que celebramos en esta noche pascual. Cristo Jesús, el que murió y resucitó, es quien se hace presente en los signos de pan y vino. Con él comulgamos, para llevar en nuestro cuerpo su entrega de amor hasta dar la vida; y para ser semilla de resurrección, para quienes sufren la humillación de muerte en todas sus formas, como la padeció Jesús: injusticia, pobreza, marginación, violencia. El Jesús de nuestra eucaristía pascual, es el Jesús triunfador de todo lo que degrada a la persona: padeció muerte, y muerte de cruz. Aunque en su manifestación a los discípulos se presentó con los signos de su muerte, en pies, manos y costado, él será para siempre el Resucitado. Los discípulos, “llevaremos en nuestro cuerpo las marcas de Jesús” (Gál 6,17), que nos identifican con su pasión y su muerte. Pero llevamos también la fuerza transformadora de su resurrección, que nos hace semejantes a su cuerpo glorioso (Fil 3,21). P. Antonio Danoz, redentorista

Sábado Santo Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando en su pasión y muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la misa (por lo que conserva el altar enteramente desnudo) hasta que, después de la Vigilia solemne o espera nocturna de la resurrección, se desborda la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días subsiguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que a modo de viático.

Vigilia Pascual 1. Según una tradición muy antigua, ésta es una noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, llevando en la mano –según la exhortación evangélica (Lc 12,35 ss)- lámparas encendidas, se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando él vuelva, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa. 2. La celebración de la Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después de la breve liturgia de la luz o “lucernario” (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, llena de fe en las palabras y promesas del Señor, medita los portentos que él obró desde el principio a favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la palabra) y cuando el día de la resurrección está por llegar, encontrándose ya acompañada de sus nuevos hijos, renacidos en el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo, por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte).


104 3. Toda la celebración de la Vigilia pascual se hace en la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche del sábado, ni terminar después del alba del domingo. 4. La misa de la Vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de la Vigilia pueden comulgar también en la misa diurna de la Pascua. 5. El sacerdote que celebra o concelebra la misa de la Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de la Pascua. 6. El sacerdote y los ministros se revisten desde el principio con los ornamentos blancos de la misa. Prepárense suficientes velas para todos los fieles que participen en la Vigilia.

Primera Parte: Lucernario o solemne comienzo de la Vigilia Bendición del fuego 7. Se apagan todas las luces de la Iglesia. En un lugar adecuado, fuera de la Iglesia, se enciende el fuego. Congregado allí el pueblo, llega el sacerdote con los ministros. Uno de los ministros lleva el cirio pascual. Si las circunstancias no permiten encender el fuego fuera de la Iglesia, todo este rito se desarrolla como se indica en el número 13 pág. 65. 8. El sacerdote saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:

Hermanos: En esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Conmemoremos, pues, juntos, la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, con la esperanza cierta de participar también en su triunfo sobre la muerte y de vivir con él para siempre en Dios.

23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual 9. Enseguida bendice el fuego.

Oremos Dios nuestro, que por medio de tu Hijo nos has comunicado el fuego de tu vida divina, bendice + este fuego nuevo y haz que estas fiestas pascuales enciendan en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con un espíritu renovado a la fiesta gloriosa de tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. Con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual. 10. Si, por razones pastorales, parece oportuno hacer resaltar con algunos símbolos la dignidad y la significación del cirio pascual, puede hacerse de este modo: una vez bendecido el fuego nuevo, un acólito o uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante. Éste, con un punzón, graba una cruz en el cirio. Después, traza sobre él la letra griega Alfa y, debajo, la letra Omega; entre los brazos de la cruz traza los cuatro números del año en curso, mientras dice:

1. Cristo ayer y hoy,

A

traza la línea vertical;

2. Principio y fin,

traza la línea horizontal;

3. Alfa

traza la letra Alfa, arriba de la línea vertical;

4. y Omega.

traza la letra Omega, abajo de la línea vertical;

2 1

5. Suyo es el tiempo.

traza el primer número del año en curso, en el ángulo superior izquierdo de la cruz;

0 1 Ω

6. y la eternidad.

traza el segundo número del año, en el ángulo superior derecho;

7. A él la gloria y el poder,

traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo;

8. Por los siglos de los siglos. Amén. traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.


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23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual 11. Después de haber trazado la cruz y los demás signos, el sacerdote puede incrustar en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, diciendo al mismo tiempo.

1

1. Por sus santas llagas 2. gloriosas, 4 2 3. nos proteja 4. y nos guarde 3 5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.

5

12. El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:

Todos entran en la Iglesia, precedidos por el diácono (o el sacerdote) que lleva el cirio pascual. Si se emplea el incienso, el turiferario precederá al diácono. 15. En la puerta de la Iglesia, el diácono se detiene y elevando el cirio, canta por segunda vez:

S Cristo, luz del mundo. Y todos responden:

A Demos gracias a Dios.

En este momento todos encienden sus velas en la llama del cirio y avanzan de nuevo.

Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu.

16. Al llegar ante el altar, el diácono, vuelto hacia el pueblo, canta por tercera vez:

Lo indicado en los nn. 10-12 puede realizarse total o parcialmente, según las circunstancias pastorales del ambiente y del lugar. Las Conferencias Episcopales pueden establecer también otros ritos más acomodados a la idiosincrasia de cada pueblo en concreto.

A Demos gracias a Dios.

13. Cuando por alguna razón no se puede encender el fuego fuera de la Iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias. Reunido, como de costumbre, el pueblo en la Iglesia, el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual, se dirige a la puerta de la Iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. A la puerta de la Iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. Se hace el saludo y la exhortación como se indicó en el n. 8; después se bendice el fuego (n. 9) y, si se quiere, se prepara y enciende el cirio, como se indica en los nn. 10-12.

Procesión 14. A continuación el diácono o, en su defecto, el sacerdote, toma el cirio pascual y, manteniéndolo elevado, canta él solo:

V. Cris-to, luz del mun-do.

R. De-mos gra-cias a Dios.

S Cristo, luz del mundo. Y todos responden:

Entonces se encienden las luces del templo.

Pregón Pascual

17. El sacerdote se dirige a la sede. El diácono pone el cirio pascual en el candelabro, que está preparado en medio del presbiterio o junto al ambón. Después de poner incienso en el incensario, si éste se ha utilizado, el diácono pide y recibe, como lo hace en la misa antes del Evangelio, la bendición del sacerdote, el cual dice en voz baja:

S El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que proclames dignamente su pregón pascual; en el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo. A Amén. Esta bendición se omite si el pregón pascual es proclamado por otro que no sea el diácono. Si se usa el incienso, el diácono o, en su defecto, el sacerdote, inciensa el libro y el cirio. Luego proclama el pregón pascual desde el ambón o desde el púlpito. Todos permanecen de pie, teniendo en sus manos las velas encendidas. El pregón pascual puede ser proclamado, en caso de necesidad, por un cantor que no sea diácono. En este caso, el cantor omite desde las palabras. Por eso, queridos hermanos,


106 hasta el final del invitatorio. El resplandor de su luz, así como el saludo. El Señor esté con vosotros. El pregón puede cantarse también en su forma breve. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar el pregón intercalando en él alguna aclamación del pueblo.

18. Forma Larga del Pregón Pascual Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo y, por la victoria de rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo. (Por eso, queridos hermanos, que asisten a la admirable claridad de esta luz santa, invoquen conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que aquel que, sin mérito mío, me agregó al número de los diáconos, complete mi alabanza a este cirio, infundiendo el resplandor de su luz). S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual

Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado, con su sangre inmaculada, la condena del antiguo pecado. Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Ésta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo. Ésta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Ésta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Ésta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó del abismo. Esta es la noche de la que estaba escrito: “Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo”. Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los potentes. En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas.


23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual

Sabemos ya que lo que anuncia esta columna de fuego, que arde en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! Te rogamos, Señor, que este cirio consagrado a tu nombre para destruir la oscuridad de esta noche, arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, Jesucristo, tu Hijo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. 19. Forma breve del pregón Pascual Alégrense, por fin, los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y por la victoria de rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad y que, radiante con el fulgor del rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero. Alégrense también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo. S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

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A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón, a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado con su sangre inmaculada, la condena del antiguo pecado. Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra, los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¿Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes. ¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino


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de alabanza que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre para destruir la oscuridad de esta noche, arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso, Jesucristo, tu Hijo, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. Segunda parte Liturgia de la Palabra 20. En esta vigilia, “madre de todas las vigilias” (San Agustín, Serm 219), se proponen nueve lecturas, siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (la Epístola y el Evangelio). 21. Si las circunstancias pastorales lo piden, puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la Palabra de Dios es parte fundamental de esta Vigilia de Pascua. Debe leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento y, en casos muy urgentes, por lo menos dos. Pero nunca se omita la tercera lectura, tomada del capítulo 14 del Éxodo. 22. Terminado el pregón, todos apagan sus velas y se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el sacerdote exhorta a la asamblea con estas palabras u otras semejantes.

S Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos con recogimiento la Palabra de Dios. Meditemos cómo, en la Antigua Alianza, Dios salvó a su pueblo y, en la plenitud de los tiempos, envió al mundo a su Hijo para que nos redimiera.

Oremos para que Dios, nuestro Padre, conduzca a su plenitud esta obra de salvación, iniciada con la muerte y resurrección de Jesucristo. 23. Siguen luego las lecturas. Un lector va al ambón y lee la primera lectura. Después el salmista o cantor dice el salmo, alternando con las respuestas del pueblo. Enseguida todos se levantan, el sacerdote dice Oremos y después de que todos han orado en silencio durante unos momentos, dice la oración colecta. Lo mismo se hace en cada lectura. En lugar de decir el salmo responsorial, se puede guardar un breve espacio de silencio para hacer oración. En este caso, se omite la pausa después del Oremos.

24. 1ª Lectura (Gén 1,1—2,2)

Lectura del libro del Génesis En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: “Que exista la luz”, y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz “día” y a las tinieblas, “noche”. Fue la tarde y la mañana del primer día. Dijo Dios: “Que haya una bóveda entre las aguas, que separe unas aguas de otras”. E hizo Dios una bóveda y separó con ella las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda “cielo”. Fue la tarde y la mañana del segundo día. Dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo seco”. Y así fue. Llamó Dios “tierra” al suelo seco y “mar” a la masa de las aguas. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su


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especie, sobre la tierra”. Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde, que producía semilla, según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer día. Dijo Dios: “Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche, señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo para iluminar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del cuarto día. Dijo Dios: “Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo”. Creó Dios los grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la pueblan, según su especie. Creó también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra”. Fue la tarde y la mañana del quinto día. Dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes, según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras, según sus especies”. Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales do-

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mésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” Y dijo Dios: “He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos los árboles que producen frutos y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas”. Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día. Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 25. Salmo responsorial R Bendice al Señor, alma mía. L Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto /R L Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un vestido de mares la cubriste y las aguas en los montes concentraste /R L En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto al arroyo vienen a vivir las aves, que cantan entre las ramas /R L Desde tu cielo riegas los montes


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y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba para los ganados y pasto para los que sirven al hombre /R L ¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría! La tierra está llena de tus creaturas. Bendice al Señor, alma mía /R (Sal 103). 26. Después de la primera lectura: creación del mundo (Gén 1,1–2,2) o creación del hombre (1,1.26-31ª)

Oración Oremos. Dios todopoderoso y eterno, que en todas las obras de tu amor te muestras admirable, concédenos comprender que la redención realizada por Cristo, nuestra Pascua, es una obra más maravillosa todavía que la misma creación del universo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 27. 2ª Lectura (Gén 22,1-18)

Lectura del libro del Génesis En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”. Abraham madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus criados: “Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a Dios y después regresaremos”. Abraham tomó la leña para el sacri-

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ficio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abraham: “¡Padre!” Él respondió: “¿Qué quieres, hijo?” El muchacho contestó: “Ya tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?” Abraham le contestó: “Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único”. Abraham levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio “el Señor provee”, por lo que aun el día de hoy se dice: “el monte donde el Señor provee”. El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.


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28. Salmo responsorial R Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. L El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré /R L Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción /R L Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti /R (Sal 15).

29. Después de la segunda lectura: sacrificio de Abraham (Gén 22,1-18; o 1-2.9ª.1013.15-18).

Oración Oremos. Señor Dios, Padre de los creyentes, que por medio del sacramento pascual del bautismo sigues cumpliendo la promesa hecha a Abraham de multiplicar su descendencia por toda la tierra y de hacerlo el padre de todas las naciones, concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamado. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 30. 3ª Lectura (Éx 14,15–15,1)

Lectura del libro del Éxodo En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de

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sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor”. El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche. Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los Israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar. Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios: “Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto”. Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes”. Y extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron a su sitio, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a


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los jinetes y a todo el ejército del faraón, que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 31. Salmo responsorial R Alabemos al Señor por su victoria. L Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi salvación; él es mi Dios, y yo lo alabaré, es el Dios de mis padres, y yo le cantaré /R L El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes /R L Las olas los cubrieron, cayeron hasta el fondo, como piedras. Señor, tu diestra brilla por su fuerza, tu diestra, Señor, tritura al enemigo /R L Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en herencia, en el lugar que convertiste en tu morada, en el santuario que construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre /R (Sal Éx 15).

32. Después de la tercera lectura: paso del mar Rojo (Ex 14,15-15,1)

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Oración Oremos. Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos, pues lo que tu poder hizo con las aguas para librar a un solo pueblo de la esclavitud del faraón, lo repites ahora, por medio del agua del bautismo, para salvar a todas las naciones. Concede a todos los hombres del mundo entero contarse entre los hijos de Abraham y participar de la dignidad del pueblo elegido. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 33. 4ª Lectura (Is 54,5-14)

Lectura del libro del profeta Isaías “El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es ‘Señor de los ejércitos’. Tu redentor es el Santo de Israel; será llamado ‘Dios de toda la tierra’. Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor. ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu Dios. Por un instante te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar. En un arrebato de ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor. Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre. Lo dice el Señor, el que se apiada de ti. Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo coloco tus piedras


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sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras preciosas. Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 34. Salmo responsorial R Te alabaré, Señor, eternamente. L Te alabaré, Señor, eternamente, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste /R L Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo /R L Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente /R (Sal 29). 35. Después de la cuarta lectura: la nueva Jerusalén (Is 54,5-14)

Oración Oremos. Señor Dios, siempre fiel a tus promesas, aumenta, por medio del bautismo, el número de tus hijos y multiplica la descendencia prometida a la fe de los patriarcas, para que tu Iglesia vea que se va cumpliendo tu voluntad de salvar a todos los hombres, como los patriarcas lo creyeron y esperaron. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. La oración anterior puede substituirse por alguna de las que siguen, cuando sus lecturas correspondientes vayan a omitirse.

36. 5ª Lectura (Is 55,1-11)

Lectura del libro del profeta Isaías Esto dice el Señor: “Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo no alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a él lo puse por testigo ante los pueblos, como príncipe y soberano de las naciones, así tú reunirás a un pueblo desconocido, y las naciones que no te conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te ha honrado. Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos. Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.


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37. Salmo responsorial R El Señor es mi Dios y salvador. L El Señor es mi Dios y salvador: con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación /R L Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime /R L Alaben, al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes /R (Is 12). 38. Después de la quinta lectura: la salvación que se ofrece gratuitamente a todos (Is 55,1-11).

Oración Oremos. Dios todopoderoso y eterno, única esperanza del mundo, tú que anunciaste por la voz de tus profetas los misterios que estamos celebrando esta noche, infunde en nuestros corazones la gracia de tu Espíritu, para que podamos vivir una vida digna de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 39. 6ª Lectura

(Ba 3,9-15.32—4,4)

Lectura del libro del profeta Baruc Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el trato con los muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo? Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los

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senderos de Dios, habitarías en paz eternamente. Aprende dónde están la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida, y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que halló el lugar de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la ha escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la llama, y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus puestos de guardia, y ellos le responden: “Aquí estamos”, y refulgen gozosos para aquel que los hizo. El es nuestro Dios y no hay otro como él; él ha escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel, su predilecto. Después de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hombres. La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna; los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán. Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventurados nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido revelado. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 40. Salmo responsorial R Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna. L La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor, y hacen sabio al sencillo /R L En los mandamientos del Señor hay rectitud y alegría para el cora-


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zón; son luz los preceptos del Señor para alumbrar el camino /R L La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandatos del Señor son verdaderos y enteramente justos /R L Más deseables que el oro y las piedras preciosas las normas del Señor, y más dulces que la miel de un panal que gotea /R (Sal 18). 41. Después de la sexta lectura: la fuente de la sabiduría (Ba 3,9-15.32–4,4). Oración

Oremos Dios nuestro, que haces crecer continuamente a tu Iglesia con hijos llamados de todos los pueblos, dígnate proteger siempre con tu gracia a quienes has hecho renacer en el bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 42. 7ª Lectura (Ez 36,16-28)

Lectura del libro del profeta Ezequiel En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos: “Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la mancharon con su conducta y con sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a las que se fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: ‘Este es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra’. Pero, por mi santo nombre, que la

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casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel: “Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad. Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 43. Salmo responsorial R Estoy sediento del Dios que da la vida. L Como el venado busca el agua de los ríos, así, cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío /R L Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo? /R L Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios /R L Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas /R L Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara /R (Sal 41 y 42).


116 O bien cuando hay bautizos:

R El Señor es mi Dios y salvador. L El Señor es mi Dios y salvador, con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación /R L Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime /R L Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes /R (Is 12). O bien:

R Crea en mí, Señor, un corazón puro. L Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu /R L Devuélveme tu salvación, que regocija, y mantén en mí un al-ma generosa. Enseñaré a los descarriados tus caminos y volverán a ti los pecadores /R L Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y un corazón contrito, tú nunca lo desprecias /R (Sal 50).

44. Después de la séptima lectura: el corazón nuevo y el espíritu nuevo (Ez 36,16-28).

Oración Oremos. Señor Dios nuestro, poder inmutable y luz sin ocaso, prosigue bondadoso a través de tu Iglesia, sacramento de salvación, la obra que tu amor dispuso desde la eternidad; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se

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renueva lo que había envejecido y que todo se integra en aquel que es el principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. R Amén. 45. Terminada la oración de la última lectura del Antiguo Testamento, con el responsorio y la oración correspondiente, se encienden las velas del altar. El sacerdote entona solamente el Gloria, que todos prosiguen. Se tocan las campanas, de acuerdo con las costumbres de cada lugar. 46. Después del Gloria, el sacerdote dice la Oración COLECTA, como de ordinario.

47. Oración colecta Oremos. Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo. 48. Enseguida un lector lee la epístola de san Pablo.

49. Epístola (Rom 6,3-11)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara des-


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truido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado. Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 50. Terminada la epístola todos se ponen de pie y el sacerdote entona solemnemente el Aleluya, que todos repiten. Luego un salmista o un cantor dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya. Si hace falta, el mismo salmista canta el Aleluya.

51. Salmo responsorial R Aleluya, aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna” /R L La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo, para contar lo que el Señor ha hecho /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente /R (Sal 117).

52. Evangelio (Mt 28,1-10)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María

Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: “‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea, allá lo verán’. Eso es todo”. Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”.Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. Tercera Parte: Liturgia Bautismal 53. El sacerdote con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Si hay catecúmenos adultos, son llamados por su nombre y presentados por los padrinos o, si son niños, llevados por los padres y padrinos frente a toda la asamblea. 54. Después, el sacerdote exhorta a los


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S Hermanos, pidamos a Dios todopoderoso que con su poder santifique esta fuente bautismal, para que cuantos en el bautismo van a ser regenerados en Cristo, sean acogidos en la familia de Dios. 55. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden estando en pie (por razón del tiempo pascual). Si la procesión hasta el bautisterio es larga, se cantan las letanías durante la procesión; en este caso se llama a los catecúmenos, antes de comenzar la procesión. Abre la procesión el diácono, con el cirio pascual; siguen los catecúmenos, con los padrinos; después, el sacerdote con los ministros. En este caso, la exhortación precedente se hace antes de la bendición del agua. 56. Si no hay bautizos ni bendición de la fuente, omitidas las letanías, se procede inmediatamente a la bendición del agua (número 60).

Letanías de los Santos 57. En las letanías se pueden añadir algunos nombres de santos, espe-cialmente el del titular de la iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautizados.

Señor, ten piedad de nosotros A Señor, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros A Cristo, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros A Señor, ten piedad de nosotros

rueguen por nosotros

Si se bendice la fuente, pero no va a haber bautizos:

Muéstrate propicio De todo mal De todo pecado De la muerte eterna Por tu encarnación Por tu muerte y resurrección Por el don del Espíritu Santo Nosotros, que somos pecadores

líbranos, Señor

S Hermanos, acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una nueva vida en la fuente del bautismo, para que Dios, nuestro Padre, les otorgue su protección y su amor.

Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros San Miguel ruega por nosotros Santos ángeles de Dios rueguen por nosotros San Juan Bautista San José Santos Pedro y Pablo San Andrés San Juan Santa María Magdalena San Esteban San Ignacio de Antioquía San Lorenzo Santas Perpetua y Felícitas Santa Inés San Gregorio San Agustín San Atanasio San Basilio San Martín San Benito Santos Francisco y Domingo San Francisco Javier San Juan María Vianney Santa Catalina de Siena Santa Teresa de Jesús Santos y santas de Dios

Si hay bautizos

S Para que te dignes comunicar tu propia vida a quienes has llamado al bautismo Si no hay bautizos

te rogamos, óyenos

presentes, con estas u otras palabras semejantes. Si están presentes los que se van a bautizar:

S Para que santifiques esta agua por la que renacerán tus nuevos hijos, Jesús, Hijo de Dios vivo


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23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual

Si hay bautizos, el sacerdote con las manos juntas, dice la siguiente oración:

S Derrama, Señor, tu infinita bondad en este sacramento del bautismo y envía tu Santo Espíritu, para que haga renacer de la fuente bautismal a estos nuevos hijos tuyos, que van a ser santificados por tu gracia, mediante la colaboración de nuestro ministerio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición del agua bautismal 58. Enseguida el sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo con las manos juntas, la siguiente oración:

S Dios nuestro, que con tu poder invisible realizas obras admirables por medio de los signos de los sacramentos y has hecho que tu creatura, el agua, signifique de muchas maneras la gracia del bautismo. Dios nuestro, cuyo Espíritu aleteaba sobre la superficie de las aguas en los mismos principios del mundo, para que ya desde entonces el agua recibiera el poder de dar la vida. Dios nuestro, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nuevo nacimiento de los hombres, al hacer que de una manera misteriosa, un mismo elemento diera fin al pecado y origen a la virtud. Dios nuestro, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, a fin de que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón, prefigurara al pueblo de los bautizados. Dios nuestro, cuyo Hijo, al ser bautizado por el precursor en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; suspendido en la cruz, quiso que brotaran de su costado sangre y agua; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: “Vayan y

enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del bautismo. Que por la obra del Espíritu Santo esta agua adquiera la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen, limpio de su antiguo pecado por el sacramento del bautismo, renazca a la vida nueva por el agua y el Espíritu Santo. Si lo cree oportuno, introduce el cirio pascual en el agua una o tres veces, diciendo:

Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente, Manteniendo el cirio dentro del agua, prosigue:

para que todos los que en ella reciban el bautismo, sepultados con Cristo en su muerte, resuciten también con él a la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. R Amén. 59. Enseguida saca el cirio del agua y el pueblo dice la siguiente aclamación o alguna otra adecuada:

Fuentes del Señor, bendigan al Señor, alábenlo y glorifíquenlo por los siglos. 60. Cada catecúmeno hace la renuncia a Satanás y la profesión de fe, y recibe el bautismo. Si está presente el obispo, los catecúmenos adultos reciben inmediatamente la confirmación; en caso contrario, el presbítero que ha administrado el bautismo puede también confirmar a los catecúmenos adultos (Cfr Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, nn. 228 y 362).

Bendición del agua 61. Si no hay bautizos ni bendición de la fuente bautismal, el sacerdote invita al pueblo a orar, diciendo:


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Pidamos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, que bendiga esta agua, con la cual seremos rociados en memoria de nuestro bautismo, y que nos renueve interiormente, para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido. Y después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos juntas:

Señor, Dios nuestro, mira con bondad a este pueblo tuyo, que vela en oración en esta noche santísima, recordando la obra admirable de nuestra creación y la obra, más admirable todavía, de nuestra redención. Dígnate bendecir + esta agua, que tú creaste para dar fertilidad a la tierra, frescura y limpieza a nuestros cuerpos. Tú, además, has convertido el agua en un instrumento de tu misericordia: a través de las aguas del mar Rojo liberaste a tu pueblo de la esclavitud; en el desierto hiciste brotar un manantial para saciar su sed; con la imagen del agua viva los profetas anunciaron la Nueva Alianza que deseabas establecer con los hombres; finalmente, en el agua del Jordán, santificada por Cristo, inauguraste el sacramento de una vida nueva, que nos libra de la corrupción del pecado. Que esta agua nos recuerde ahora nuestro bautismo y nos haga participar en la alegría de nuestros hermanos, que han sido bautizados en esta Pascua del Señor, el cual vive y reina por los siglos de los siglos. R Amén. Renovación de las promesas del bautismo 62. Terminada la ceremonia del bautismo (y de la confirmación) o, si no hubo bautizos,

23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas hacen la renovación de las promesas del bautismo. El sacerdote se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:

S Hermanos, por medio del bautismo, hemos sido hechos partícipes del misterio pascual de Cristo; es decir, por medio del bautismo, hemos sido sepultados con él en su muerte para resucitar con él a una vida nueva. Por eso, después de haber terminado el tiempo de Cuaresma, que nos preparó a la Pascua, es muy conveniente que renovemos las promesas de nuestro bautismo, con las cuales un día renunciamos a Satanás y a sus obras y nos comprometimos a servir a Dios, en la santa Iglesia católica. Para hacer la renuncia, se toma la siguiente fórmula que se propone a continuación:

Sacerdote: S ¿Renuncian ustedes a Satanás? Todos:

A Sí, renuncio. Sacerdote: S ¿Renuncian a todas sus obras? Todos:

A Sí, renuncio. Sacerdote: S ¿Renuncian a todas sus seducciones? Todos:

A Sí, renuncio. Prosigue el sacerdote: S ¿Creen ustedes en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra? Todos:

A Sí, creo. Sacerdote: S ¿Creen en Jesucristo, su Hijo úni-


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co y Señor nuestro, que nació de la Virgen María, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre? Todos:

A Sí, creo. S ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? Todos:

A Sí, creo. Y el sacerdote concluye:

S Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo nuestro Señor, hasta la vida eterna. Todos:

A Amén. 63. El sacerdote rocía al pueblo con el agua bendita mientras todos cantan la siguiente antífona o algún otro canto bautismal:

Vi brotar agua del lado derecho del templo, aleluya. Vi que en todos aquellos que recibían el agua, surgía una vida nueva y cantaban con gozo: Aleluya, aleluya. 64. Mientras tanto los neófitos son conducidos a su lugar entre los fieles. Si la bendición del agua bautismal se hizo en el presbiterio, los ministros llevan a la fuente, con toda reverencia, el recipiente del agua. Si no hubo bendición de la fuente, el agua bendita se coloca en su lugar apropiado. 65. Hecha la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, en donde dirige la Oración Universal, en la cual toman parte los neófitos por primera vez.

No se dice Credo.

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66. Oración de los fieles S Inundados por la claridad de la Pascua, oremos al Señor resucitado, para que el gozo pascual permanezca vivo en su Iglesia. A Llénanos, Señor, del gozo de la Pascua. L Hemos oído la noticia: “No está aquí. Ha resucitado”. Para que esta celebración de la resurrección nos haga personas nuevas, a imagen de Jesús resucitado: Roguemos al Señor. A Llénanos, Señor, del gozo de la Pascua. L Por el bautismo hemos muerto y resucitado con Cristo. Para que nuestra vida de discípulos de Jesús, sea un testimonio vivo de que vive y ha resucitado: Roguemos al Señor. A Llénanos, Señor, del gozo de la Pascua. L Muchos yacen en sepulcros de muerte por su pecado; otros, son asesinados, otros, yacen heridos de muerte por la pobreza. Para que experimenten la fuerza regeneradora de la resurrección: Roguemos al Señor. A Llénanos, Señor, del gozo de la Pascua. L Para que proclamemos por todo el mundo la Buena Noticia de la Pascua: Jesús ha resucitado: Roguemos al Señor. A Llénanos, Señor, del gozo de la Pascua. (Intenciones libres) S Concédenos, Señor, a los que celebramos con gozo la resurrección de Jesús, ser sus testigos ante los hombres y mujeres del mundo.


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23 de Abril - Sábado Vigilia Pascual

Por Jesús resucitado, nuestro Señor. Amén. Cuarta Parte Liturgia Eucarística

67. El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística, en la forma acostumbrada. 68. Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.

69. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos obtenga la fuerza para llegar a la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 70. Prefacio S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en esta noche en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado. Porque él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo:

muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo. 71. Antífona de comunión Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado. Celebremos, pues, la Pascua, con una vida de rectitud y santidad. Aleluya (1Co 5,7-8). 72. Oración después de la comunión Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. 73. Para la despedida, el diácono o el mismo sacerdote dice:

Pueden ir en paz, aleluya, aleluya. R Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Vives en gracia o por el contrario yaces por tu pecado en un sepulcro de muerte?

Iniciación a la Fe

II etapa del itinerario de iniciación cristiana

Catequista y Catequizando Comunidad Marista de Apure Preparación al Sacramento de la Primera Comunión Se consiguen en la red de Librerías SAN PABLO del país.


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de Abril - Domingo de la Resurrección del Señor, S

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Liturgia de las Horas: Propias - Color litúrgico: Blanco RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS Al que mataron, Dios lo resucitó al tercer día

“…No habían entendido la Escritura: ¡él “debía” resucitar de entre los muertos! (Jn 20,9)

Los discípulos de Jesús amanecemos con una buena noticia. Nos la ofrece Lucas en el libro de los Hechos: “Le dieron muerte colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día” (He 10,39-40). Éste era el mensaje que empezaron a pregonar los discípulos, inmediatamente después de tener la experiencia de que Jesús había resucitado. Primero lo hicieron en Jerusalén, después lo

hicieron oír por todo el imperio romano. Éste fue el pilar sólido e inconmovible sobre el que cimentaron los primeros evangelizadores sus comunidades. Aquellos que acogían el anuncio, se adherían a Jesús por la fe, y se incorporaban al grupo de los discípulos. No dudaron un instante, en empezar por lo más duro y lo más impactante del mensaje: La muerte y resurrección de Jesús. Pablo dice a la comunidad de Corinto después de recordarles el anuncio: “Esto es lo que hemos proclamado y esto es lo que ustedes han creído” (1Co 15,11). Hoy pareciera que nos asusta empezar por anunciar a los hombres de hoy esta Buena Noticia, aunque parezca que “es duro este lenguaje”. Es que la conversión auténtica exige un viraje radical en la vida. Y esto no se hace, si no es ante una propuesta que impacte a la persona, y la encare con el reto de seguir a un hombre, - proclamado Hijo de Dios -, que no dudó en arriesgar la vida por la salvación de la humanidad. El discípulo que más amaba, llegó el primero En el evangelio de Juan aparece un discípulo, al que no se da nombre, que encarna el modelo de discípulo de Jesús, que el autor tiene en la cabeza. Aunque no da nombre, sí revela su identidad: “Aquel que amaba Jesús” o aquel que “era muy amigo de Jesús”. Aquí se le designa como “el otro discípulo”. En un caso o en otro, el amor era el signo de identidad. Sobre esta base construye el evangelista el relato de resurrección, que leemos hoy. Los relatos de la resurrección de Jesús están construídos en torno a dos acontecimientos: la manifestación de Jesús resucitado, y el sepulcro en el que fue


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24 de Abril - Domingo de la Resurrección del Señor , S

sepultado. Éste se presenta “vacío”. El relato de hoy pertenece a este segundo grupo. Con la perspectiva de que se trata del discípulo que se distinguía por su amor a Jesús, hay que entender los detalles de relato: él es el que camina más de prisa; el que llega primero al sepulcro. Aunque no entra el primero, es el que “vio y creyó”. No es el sepulcro vacío el soporte fundamental de la fe de los discípulos en Jesús resucitado. La experiencia del encuentro personal con él y el estudio de las Escrituras son el verdadero fundamento de la fe pascual de los discípulos y de las comunidades. El evangelista lo señala al final del relato: “Todavía no habían entendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9). La lectura y profundización en las Escrituras, y el encuentro con Jesús en la “fracción de pan”, son los dos lugares más seguros, para encontrarse con el Resucitado. La vida pascual de los discípulos de Jesús Jesús muerto y resucitado es sacramento del amor de Dios a la humanidad. La comunión con él ha de convertirnos a nosotros, sus discípulos, en su sacramento ante el mundo. El rostro de Dios, que se refleja sobra la faz de Jesús resucitado, ha de reflejarse sobre el rostro y la vida de cada uno de sus discípulos. Es sumamente importante, no alejar de la realidad la figura humana de Jesús y su actuación en el mundo, por una exaltación inadecuada de su figura de resucitado. Jesús resucitado está metido en nuestro mundo, camina con nosotros haciendo la nueva historia, que partió de su resurrección. Los signos de la presencia de Jesús resucitado y de su acción liberadora somos hoy sus discípulos, que hemos compartido su muerte y asumimos en la resurrección su victoria sobre la injusticia, el odio y la violencia, como una tarea indeclinable. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios El autor de la carta a la Comunidad de Colosas hace una primera proclamación pascual: “Ustedes han muerto y su vida está escondida en Dios”, como la vida de Jesús resucitado. La segunda proclamación: “Han resucitado con Cristo. A la aclamación hay que responder con una confesión: “Creo en la resurrección”. En la de Jesús y en la todos los discípulos que han sido bautizados. Esta confesión no nos puede dejar indiferentes: Tenemos que actuar en la vida real como resucitados y resucitadores. La tarea que nos confía Jesús es sanar enfermos, liberar oprimidos de toda clase de opresión. En el enfermo que sana, en el oprimido que es liberado, acontece una verdadera resurrección. Por medio de nuestra acción resucitadora, Jesús da a sus fieles parte en su victoria santa. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada He resucitado y viviré siempre contigo: has puesto tu mano sobre mí, tu sabiduría ha sido maravillosa. Aleluya (Sal 138,18.5-6). 2. Oración colecta Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por nuestro Señor Jesucristo.


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3. 1ª Lectura

(He 10,34.37-43)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna” /R L La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra

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angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente /R (Sal 117). 5. 2ª Lectura (Col 3,1-4)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 6. Secuencia Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta. “¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mí Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Vengan a Galilea, allí el Señor aguarda; allí verán los suyos la gloria de la Pascua”. Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.


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7. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua. R Aleluya (1Co 5,7-8). 8. Evangelio (Jn 20,1-9)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 9. Oración de los fieles S Oremos a Dios Padre, que alegró al mundo con la resurrección de su

Hijo, y pidámosle que mantenga viva en nosotros, sus discípulos, la vida nacida de la Pascua. A Haznos testigos, Señor, de Jesús resucitado. L Los discípulos de Jesús tenemos una Buena Noticia que anunciar al mundo: Dios lo ha resucitado. Para que el mundo crea y se salve: Roguemos al Señor. A Haznos testigos, Señor, de Jesús resucitado L Todos los días nos llegan noticias de personas asesinadas, de actos de violencia. Para que los discípulos de Jesús pongamos vida, donde otros siembran dolor y muerte: Roguemos al Señor. A Haznos testigos, Señor, de Jesús resucitado. L Por los responsables de las instituciones políticas y sociales, para que restituyan en su dignidad a las personas maltratadas y desfiguradas por la miseria y la pobreza: Roguemos al Señor A Haznos testigos, Señor, de Jesús resucitado. L Las fiestas pascuales se prolongan durante cincuenta días. Para que la memoria de Jesús resucitado nos mantenga activos y vigilantes en el amor y en el servicio a los hermanos: Roguemos al Señor. A Haznos testigos, Señor, de Jesús resucitado. (Intenciones libres) S Concédenos, Señor, a los que hemos nacido de la pascua, comunicar el gozo de la salvación a aquellos que desconocen a Jesús, que murió y resucitó para salvarnos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 10 Oración sobre las ofrendas Regocijados con la alegría de la Pascua, te ofrecemos, Señor, esta Eucaristía, mediante la cual tu


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25 de Abril - Lunes de la Octava de Pascua

Iglesia se renueva y alimenta de un modo admirable. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ángeles y los arcángeles. Cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo…

11. Prefacio S El Señor esté con ustedes. A Y con tu espíritu. S Levantemos el corazón. A Lo tenemos levantado hacia el Señor. S Demos gracias al Señor, nuestro Dios. A Es justo y necesario. S En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este día, en que Cristo nuestra Pascua, fue inmolado. Porque Él es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los

12. Antífona de la comunión Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado: celebremos, pues, la Pascua con una vida de rectitud y santidad. Aleluya (1Co 5,7-8).

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13. Oración después de la comunión Señor, protege siempre a tu Iglesia con amor paterno, para que, renovada ya por los sacramentos de Pascua, pueda llegar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Respetas la dignidad de las personas?

de Abril - Lunes de la Octava de Pascua

Liturgia de las Horas: del Lunes de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco - Durante la Octava de Pascua la Secuencia es opcional. Ustedes le dieron muerte, pero Dios lo resucitó En el primer discurso que Lucas pone en boca de Pedro, nos ofrece el mensaje fundamental de la predicación de los apóstoles después de Pascua. El pueblo ha sido testigo de unos hechos: la condena y la muerte de Jesús de Nazaret. Era un hombre “acreditado por Dios ante ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio” (He 2,22). Sin miedo ni complejos, Pedro formula una denuncia: “Ustedes lo crucificaron y le dieron muerte por medio de gente sin ley” (He 2,23). Pero Dios no lo abandonó al poder de la muerte. En este momento proclama la gran noticia: “Dios, librándolo de los rigores de la muerte, lo resucitó” (He 2,32). Lucas nos ha transmitido el núcleo central de nuestra confesión de fe cristiana. Sobre él han de construir sus discípulos toda su existencia. No se trata sólo de una confesión de fe teórica, que hay que admitir. Se trata de un estilo de vida que hay que asumir: el de Jesús, hombre acreditado por Dios, que fue condenado y murió con una muerte injusta; que Dios resucitó, señalándonos el camino a seguir. Sobre este anuncio ha de fundamentarse toda conversión.


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25 de Abril - Lunes de la Octava de Pascua

No teman; avisen a mis hermanos Mateo recoge dos de los sentimientos que aparecen en los relatos de la resurrección de Jesús: temor y alegría. La impresión primera de las mujeres ante la manifestación del mensajero fue de temor. El primer mensaje fue: “Ustedes no teman” (Mt 28,5). El segundo sentimiento, superado el temor, es la alegría. La noticia, y sobre todo el encuentro personal con el Resucitado, producen una gran alegría. La primera palabra de Jesús a las mujeres: ¡Alégrense!. La reacción de las mujeres no es de temor o de duda; se postraron ante Jesús y le abrazaron los pies. Ambos gestos revelan una afirmación de fe en Jesús y un acto de adoración. Como acontece en otros relatos de resurrección, el encuentro concluye en misión. Jesús las envía a los discípulos, para darles la noticia de que está vivo y resucitado. Los convoca a un encuentro con él en Galilea. En Galilea fue el primer encuentro con Jesús (Mt 4,18); y en Galilea se producirá el primer encuentro con él después de resucitar. Mateo, que menciona la presencia de la guardia para vigilar el sepulcro de Jesús, los hace testigos de lo sucedido. El intento de callarlos por dinero, lo presenta como un rumor que se corría por la ciudad. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Que la alabanza del Señor esté siempre en nuestros labios, porque el Señor nos ha introducido en la tierra prometida, tierra que mana leche y miel. Aleluya (Ex 13,5.9). Se dice Gloria

2. Oración colecta Dios nuestro, que por medio del bautismo das nuevos hijos a tu Iglesia y la haces crecer continuamente, concédenos vivir siempre de acuerdo con la fe que recibimos en el bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura

(He 2,14.22-33)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles El día de Pentecostés, se presentó Pedro, junto con los Once, ante la multitud, y levantando la voz, dijo: “Israelitas, escúchenme. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y señales que

Dios realizó por medio de él y que ustedes bien conocen. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, Jesús fue entregado, y ustedes utilizaron a los paganos para clavarlo en la cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio. En efecto, David dice, refiriéndose a él: Yo veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que él está a mi lado para que yo no tropiece. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua se alboroza; por eso también mi cuerpo vivirá en la esperanza, porque tú, Señor, no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que tu santo sufra la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida y me saciarás de gozo en tu presencia. Hermanos, que me sea permitido hablarles con toda claridad; el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento


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25 de Abril - Lunes de la Octava de Pascua

que un descendiente suyo ocuparía su trono, con visión profética habló de la resurrección de Cristo, el cual no fue abandonado a la muerte ni sufrió la corrupción. Pues bien, a este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido a él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Protege, Señor, a los que esperamos en ti, Aleluya. L Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio. Yo siempre he dicho que tú eres mi Señor. El Señor es la parte que me ha tocado en herencia; mi vida está en sus manos /R L Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré /R L Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte ni dejarás que sufra yo la corrupción /R L Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti /R (Sal 15).

5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24).

6. Evangelio (Mt 28,8-15)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo A Gloria a ti, Señor Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”. Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: “Digan: ‘Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo’. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación”. Ellos tomaron el dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, con bondad, nuestras ofrendas, y tú, que nos llamaste a la fe y nos has hecho renacer por el bautismo, guíanos a la felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro, Señor. 8. Antífona de la comunión Cristo resucitado, ya no puede mo-


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rir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Aleluya (Rom 6,9). 9. Oración de la comunión Que la gracia de este sacramento, memorial de la Pascua de tu Hijo, fructifique, Señor, en nuestros corazones para que podamos corresponder a los dones de tu amor, que

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nos abrió el camino de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué significa en tu vida confesar tu fe en la resurrección de Jesús?

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Liturgia de las Horas: del Martes de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco Arrepiéntanse, y háganse bautizar en nombre de Jesús El primer discurso de los discípulos después de la resurrección de Jesús, termina con tres conclusiones importantes. La primera: “A este Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías” (He 2,36). Segunda conclusión: Invitación a adherirse a Jesús mediante un reconocimiento que conduce a la fe. Tercera conclusión: Un llamado a convertirse y hacerse bautizar en nombre de Jesús (He 2,36-38). En la confesión de fe se presentan dos títulos que la comunidad dio a Jesús desde el principio. El título de Señor, que revelaba su identidad de resucitado. El título de “Mesías”, que recogía la rica tradición del antiguo testamento en torno a esta figura. Lucas lo resume en su evangelio: “Así está escrito: El Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día” (Lc 24,46). La base de toda conversión es la fe en Jesús muerto y resucitado. La conversión lleva consigo el perdón de los pecados y la donación del Espíritu Santo. El signo visible es el bautismo. La Palabra de Dios proclamada por los testigos misioneros y el Espíritu Santo, serán los grandes protagonistas del libro de los Hechos, y el alma de la comunidad de discípulos que está naciendo. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi padre y al de ustedes Leyendo el relato de Juan, fácilmente vienen a la memoria los cánticos del Cantar de los cantares. La amada que busca apasionadamente al amado de su alma. La manifestación de Jesús resucitado a María Magdalena es como un premio a la constancia. Todos se habían ido. Sólo María queda allí junto al sepulcro. Aquí se cumple la palabra de Jesús: El que busca encuentra. María buscó al amado de su alma, y él vino a su encuentro. El relato de Juan tiene un cierto parecido al de los discípulos de Emaús, que nos ofrece Lucas (Lc 24,13-35). Los discípulos de Emaús caminaron un gran trecho con Jesús y no lo reconocieron. María se encontró con él y pensó que era el hortelano. Los discípulos de Emaús conocieron a Jesús al partir el pan. María Magdalena lo conoce por la palabra: cuando pronuncia su nombre. La palabra y la eucaristía se convierten en signos reveladores, para reconocer a Jesús resucitado. El relato de Juan nos hace una revelación importante: El Dios de Jesús es


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también nuestro Dios; y el Padre de Jesús es también nuestro Padre. Él va a encontrase con el Padre. María se dirige presurosa a llevar la noticia a sus hermanos. Quien se encuentra con el Resucitado, no puede resistir callado. Una fuerza interior lo empuja a llevar la noticia a los demás. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada El Señor les dará a beber el agua de la sabiduría; se apoyarán en él y no vacilarán. Él los llenará de gloria eternamente. Aleluya (Si 15,3-4). Se dice Gloria

2. Oración colecta Señor, tú que nos has librado del pecado por medio de la muerte y resurrección de tu Hijo, prosigue en nosotros la obra liberadora de tu gracia y concédenos el gozo de celebrar la Pascua eterna, que ya desde ahora nos llena de esperanza y alegría. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 2,36-41)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles El día de Pentecostés, dijo Pedro a los judíos: “Sepa todo Israel, con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien ustedes han crucificado”. Estas palabras les llegaron al corazón y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les contestó: “Arrepiéntanse y bautícense en el nombre de Jesucristo, para el perdón de sus pecados y recibirán el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para ustedes y para sus hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos”. Con éstas y otras muchas razones

los instaba y exhortaba, diciéndoles: “Pónganse a salvo de este mundo corrompido”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unas tres mil personas. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R En el Señor está nuestra esperanza. Aleluya. L Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades /R L Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida /R L En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado /R (Sal 32). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Jn 20,11-18)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor El día de la resurrección, María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había


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estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”. Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’”. María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús. 7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, en tu bondad, los

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dones que te presentamos, y concédenos tu protección para conservar tu gracia y conseguir la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aficiónense a los bienes del cielo, no a los de la tierra. Aleluya (Col 3,1-2). 9. Oración después de la comunión Tú que nos has concedido la gracia inmerecida del bautismo, purifica, Señor, y fortalece nuestros corazones, para que podamos alcanzar un día la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué haces tú, para que otros encuentren a Jesús resucitado?

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Liturgia de las Horas: del Miércoles de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco En nombre de Jesús, levántate y camina Lucas presentó a Pedro proclamando la resurrección de Jesús en el primer discurso de los Hechos. Allí proclamó ante todo el pueblo: “Todo el pueblo reconozca que este Jesús crucificado por ustedes, Dios lo ha nombrado Señor y Mesías” (He 2,36), al resucitarlo de entre los muertos. Ahora, el anuncio lo hace ante todo el pueblo, sirviéndose de un hecho maravilloso: la curación de un paralítico, que vivía de limosna. El hecho acontece en uno de los lugares más significativos del pueblo judío: la puerta Hermosa del templo. Jesús Nazareno, al que ellos dieron muerte y Dios resucitó, es quien devolvió la vida a los miembros paralizados de aquel hombre. La escena nos recuerda la curación del paralítico realizada por Jesús en su vida mortal. Allí, Jesús dice


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al paralítico: “Levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa” (Lc 5,24). En esta ocasión, quien da la orden: “Levántate y anda” (He 3,6-7) es Pedro, pero quien cura es Jesús resucitado. Además de la Palabra y de la eucaristía, Lucas nos da a conocer hoy otro signo para anunciar que Jesús ha resucitado: las obras hechas en su nombre. Nosotros somos ahora los encargados, de realizar todas estas obras en nombre de Jesús resucitado. Al partirles el pan lo reconocieron Lucas nos ha dejado una de las catequesis más hermosas sobre la resurrección de Jesús, en el relato de los dos discípulos que iban camino de Emaús. Para anunciarnos una noticia: “Jesús ha resucitado”, construye un hermoso relato, ejemplo de catequesis narrativa. Recrea la escena que viven los discípulos después de que dieron muerte a Jesús: desolación, desencanto, miedo, sensación de fracaso: “nosotros creíamos que sería el liberador de Israel”; y después de tres días, nada de nada. Sólo el testimonio de unas visionarias que dicen que Jesús está vivo. Segundo paso: Jesús los lleva a leer las Escrituras. Comenzó por los primeros libros, que los judíos atribuyen a Moisés; sigue por los profetas; y recorre toda la Escritura que habla de él. La enseñanza de las escrituras la resume en una frase: “El Mesías tenía que padecer para entrar en su gloria” (Lc 24,26). Tercer paso: Recurre a un signo revelador que les entra por los ojos, del cual no pueden dudar: el banquete, que las primeras comunidades llamaron: “Fracción del pan”. Al partirles el pan, como lo había hecho en la cena pascual, la catequesis alcanzó su objetivo: “se les abrieron los ojos y lo reconocieron”. El impacto fue tan fuerte, que se volvieron sobre sus pasos, para llevar la noticia a sus compañeros. Cuando hayamos conseguido este último paso, nuestras catequesis serán perfectas. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Aleluya (Mt 25,34). Se dice Gloria

2. Oración colecta Dios nuestro, que en la li turgia pascual nos concedes cada año la alegría de revivir la resurrección del Señor, haz que el júbilo de estos días alcance su plenitud en la Pascua del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

3. 1ª Lectura (He 3,1-10)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquel tiempo, Pedro y Juan subieron al templo para la oración vespertina, a eso de las tres de la tarde. Había allí un hombre lisiado de nacimiento, a quien diariamente llevaban y ponían ante la puerta llamada la “Hermosa”, para que pidiera limosna a los que entraban en el templo. Aquel hombre, al ver a Pedro y a Juan cuando iban a entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan fijaron en él los ojos, y Pedro le dijo: “Míranos”. El hombre se quedó mirándolos en espera de que le dieran algo. Entonces Pedro le dijo: “No tengo ni oro ni


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plata, pero te voy a dar lo que tengo: En el nombre de Jesucristo nazareno, levántate y camina”. Y, tomándolo de la mano, lo incorporó. Al instante sus pies y sus tobillos adquirieron firmeza. De un salto se puso de pie, empezó a andar y entró con ellos al templo caminando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios, y al darse cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado junto a la puerta “Hermosa” del templo, quedaron llenos de miedo y no salían de su asombro por lo que había sucedido. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R Cantemos al Señor con alegría. Aleluya. L Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos /R L Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan /R L Descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto, escuchen: el Señor es nuestro Dios y gobiernan la tierra sus decretos /R L Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día le hiciera /R (Sal 104). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24).

6. Evangelio (Lc 24,13-35)

Lectura del santo evangelio según san Lucas A Gloria a ti, Señor El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: “¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?” Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?” Él les preguntó: “¿Qué cosa?” Ellos le respondieron: “Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron”. Entonces Jesús les dijo: “¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso


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no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo; “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer”. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!” Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: “De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón”. Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

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7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, este sacrificio con el que has redimido a todos los hombres, y concédenos, por medio de él, la salvación del cuerpo y del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Al atardecer del día de la resurrección, los discípulos reconocieron al Señor cuando partió el pan. Aleluya (Lc 24,35).

9. Oración después de la comunión Te rogamos, Señor, que, purificados ya de nuestras pasadas culpas, la participación en este sacramento de tu Hijo nos transforme en hombres nuevos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Es en la eucaristía y en las Escrituras, donde encuentras al Resucitado?

de Abril - Jueves de la Octava de Pascua

Liturgia de las Horas: del Jueves de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco Todos somos testigos del Jesús resucitado En el primer discurso que Lucas pone en boca de Pedro, éste proclama: “A este Jesús Dios lo resucitó y todos nosotros somos testigos” (He 2,32). En el discurso el autor menciona tres testigos. El primero es Dios, que “cumplió lo que había anunciado por los profetas: que el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día”. La palabra de Dios nos ofrece un testimonio digno de fe. Contemplemos esta Palabra, creámosla y démosla a conocer. El segundo testigo son los discípulos. Ellos, que convivieron con Jesús, que


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fueron testigos de su entrega hasta la muerte, ahora son también testigos de que Dios lo resucitó. Compartieron la mesa con Jesús después de su resurrección, y se convirtieron ante el mundo en anunciadores de esta Buena Noticia para la humanidad. El tercer testigo es el paralítico que ha sido sanado. La fe en Jesús resucitado, “es la que ha robustecido los miembros de este hombre”. Allí está ante los ojos de todos, como un testigo visible del poder salvador de Jesús. Les abrió la inteligencia para comprender las Escrituras En el relato de la resurrección que ofrece Lucas, Jesús había “abierto los ojos a los dos discípulos que iban camino de Emaús. Así, lo reconocieron al “partir el pan”. En este primer encuentro de Jesús resucitado con todos los discípulos, Lucas informa que “les abrió la inteligencia para comprender las Escrituras”. El autor insiste varias veces en la importancia de recurrir a las Escrituras, para comprender que “el Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día de entre los muertos” (Lc 24,46). En estos días, tenemos que volver, una y otra vez, a las Escrituras. A las antiguas y, sobre todo a las nuevas, que nos hablan directamente de Jesús. Su lectura y contemplación tiene que dar solidez a nuestra fe en Jesús resucitado, y convertirnos en sus testigos ante la humanidad entera. Los discípulos de hoy somos los testigos del Resucitado, para los hombres y mujeres de nuestro mundo. A nosotros se nos confía la misión de anunciar a “todas las naciones”, que en Jesús muerto y resucitado está la salvación, el perdón de los pecados, la esperanza de participar en su victoria sobre el pecado del mundo y sobre la muerte. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada Todos alabamos, Señor, tu poder y tu sabiduría, porque has abierto la boca de los mudos y has hecho elocuentes las lenguas de los niños. Aleluya (Sab 10,20-21). Se dice Gloria

2. Oración colecta Dios nuestro, que has reunido pueblos de toda la tierra para alabar tu nombre, concede a todos tus hijos, nacidos a una vida nueva por medio del bautismo, tener una misma fe y manifestarla en la vida con un mismo amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

3. 1ª Lectura (He 3,11-26)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles Como el paralítico curado por Pedro y Juan no se les despegaba, todo el pueblo, asombrado, corrió hacia ellos al pórtico de Salomón. Al ver a la muchedumbre, Pedro les dirigió la palabra: “Israelitas: ¿Por qué les causa admiración esto y por qué nos miran de ese modo, como si por nuestro poder o nuestra virtud hubiéramos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad.


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Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos. El nombre de Jesús y la fe en él es lo que ha robustecido los miembros de este hombre al que están viendo y todos conocen. Esta fe es la que le ha restituido completamente la salud, como pueden observar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que se les perdonen sus pecados y el Señor les mande el tiempo de la consolación y les envíe de nuevo a Jesús, el Mesías que les estaba destinado; aunque él tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal, de la que habló Dios por boca de su profeta desde muy antiguo. En efecto, Moisés dijo: El Señor Dios hará surgir de entre sus hermanos un profeta como yo. Escuchen todo cuanto les diga; quien no escuche al profeta, será expulsado del pueblo. Y todos los profetas, a partir de Samuel, anunciaron igualmente estos días. Ustedes son herederos de los profetas y beneficiarios de la alianza que Dios hizo con sus padres, cuando le dijo a Abraham: Tu descendencia será fuente de bendición para toda la humanidad. Para ustedes, en primer lugar, ha resucitado Dios a su siervo y lo ha enviado para bendecirlos y ayudarlos a que cada uno se aparte de sus iniquidades”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor.

4. Salmo responsorial R ¡Qué admirable, Señor, es tu poder! Aleluya. L ¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? /R L Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste bajo sus pies /R L Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas /R (Sal 8). 5. Aclamación antes del evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Lc 24,35-48)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas A Gloria a ti, Señor Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo; “La paz esté con ustedes”. Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo”. Y les


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mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos. Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos”. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

sacrificio que vamos a ofrecerte, para darte gracias por los nuevos bautizados y pedirte para ellos tu constante ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Nosotros somos el pueblo redimido por Dios; anunciemos las maravillas del Señor, que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Aleluya (1Pe 2,9).

9. Oración después de la comunión Que el cuerpo y la Sangre de tu Hijo, precio de nuestra redención, nos ayuden, Señor, a cumplir tus mandamientos y a obtener, así, nuestra felicidad eterna. Por Jesu-cristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado y tiene para ti una pregunta: ¿Cuál es el testimonio que das tú entre tus familiares y amigos de Jesús resucitado?

7. Oración sobre las ofrendas Recibe, Señor, con bondad, el

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Liturgia de las Horas: del Martes de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco Jesús Nazareno, que ustedes mataron, Dios lo resucitó Jesús había dicho a los discípulos: “Recibirán el Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta el confín del mundo” (He 1,8). El reto que tenían por delante no era fácil. Muy pronto experimentaron en carne propia los riesgos que conllevaba la misión. Los representantes del templo y los saduceos, que negaban la resurrección, enseguida les salieron al paso. Por anunciar por la ciudad la resurrección de Jesús, dieron con los huesos en prisión. Su anuncio estaba provocando en Jerusalén una verdadera revolución.


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La situación se agravaba: “Muchos abrazaron la fe” en Jesús, cuya resurrección anunciaban los discípulos. La cosa se puso tan seria, que convocaron todo el consejo. Allí estaba la plana mayor, que había condenado a muerte a Jesús. Entre ellos Anás, el sumo sacerdote, y Caifás. Ahora son los discípulos los que estaban sentados en el banquillo de los acusados. Su defensa consistió en proclamar ante el consejo el mensaje que anunciaban al pueblo: “”Jesús Nazareno al que ustedes mataron, Dios lo resucitó”. La prueba visible que sustentaba sus palabras era el paralítico que había sido sanado. El mismo pregón que anunciaban los discípulos, tenemos que anunciarlo nosotros ahora con la palabra, y ha de ser confirmado con los hechos. Hagamos el bien en nombre de Jesús resucitado a todos, sin discriminar a nadie. Todos sabían que era el Señor El evangelio de Juan nos informa, que ésta era la tercera vez que Jesús resucitado se había manifestado a los discípulos. Menciona siete de ellos. Todo empieza por una faena rutinaria, que muchos de ellos, que eran pescadores, realizaban a diario: se fueron a pescar. Como les había sucedido en otras ocasiones, pasaron la noche sin pescar nada. Un desconocido, que aparece por la playa, les da la orden de echar las redes. La pesca fue tan numerosa, que no podían arrastrar las redes a la orilla. Para el evangelista, el signo era evidente. Pero ellos estaban tan obcecados que no lo vieron. Como en el caso de María Magdalena, el descubrimiento de que era el “Señor”, fue lento y progresivo. El llamado en este evangelio “discípulo amado” de Jesús, fue quien se dio cuenta que era él. El amor es el camino más seguro para reconocer y para encontrase con Jesús resucitado. Este discípulo es también el primer anunciador: “Es el Señor”. El mismo que en otra ocasión hizo que tuvieran una pesca exitosa (Lc 5,4-10). A semejanza de Lucas, el evangelio de Juan presenta la comida compartida con el Resucitado, como signo de que Jesús estaba vivo y había resucitado. Este signo sigue teniendo plena vigencia. Jesús nos ordenó repetirlo, para mantener viva la memoria de su muerte y resurrección. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de esperanza, y a sus enemigos los sumergió en el mar. Aleluya (Sal 77,53). Se dice Gloria

2. Oración colecta Dios todopoderoso y eterno, que en el sacramento de la muerte y resurrección de tu Hijo ofreces a los hombres el pacto de la reconciliación y de la paz, concédenos realizar en nuestra vida este misterio que proclamamos con la fe. Por nuestro Señor Jesucristo. 3. 1ª Lectura (He 4,1-12)

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos,


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indignados porque los apóstoles enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Los aprehendieron, y como ya era tarde, los encerraron en la cárcel hasta el día siguiente. Pero ya muchos de los que habían escuchado sus palabras, unos cinco mil hombres, habían abrazado la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y cuantos pertenecían a las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer ante ellos a Pedro y a Juan y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho todo esto?” Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido salvador nuestro”. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel:

“Su misericordia es eterna.” Digan los que temen al Señor: “Su misericordia es eterna” /R L La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo /R L Libéranos, Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor. Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine /R (Sal 117). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Jn 21,1-14)

Lectura del santo Evangelio según san Juan A Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No.” Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y


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encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.

7. Oración sobre las ofrendas Acepta, Señor, estos dones que te presentamos, para que nos los conviertas en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo resucitado, y transfórmanos a nosotros, para que, de las alegrías y trabajos de la tierra, podamos elevarnos al deseo de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Dijo Jesús a sus discípulos: Vengan y coman. Y tomó un pan y lo repartió entre ellos. Aleluya (Jn 21.12-13). 9. Oración después de la comunión Señor, que tu amor paterno proteja siempre a quienes has salvado por medio de la pasión de tu Hijo, y que Cristo resucitado sea la fuente de todas nuestras alegrías. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué haces en este tiempo de Pascua, para encontrarte con Jesús resucitado?

Abril - Sábado de la Octava 30 de de Pascua Liturgia de las Horas: del Martes de la Octava de Pascua - Color Litúrgico: Blanco No podemos callar lo que hemos visto y oído La respuesta de Pedro y de Juan a la prohibición de “hablar y enseñar en nombre de Jesús”, fue contundente: “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído” (He 4,20). Los discípulos llegan a esta convicción después de un arduo proceso. Ante el proceso que llevó a la muerte en cruz a Jesús, la postura de los discípulos fue de cobardía. Apenas se menciona a uno al pie de la cruz.


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Los encuentros con Jesús resucitado produjeron un cambio radical en su actitud. La “conversión” fue espectacular. Los que al principio huyeron, ahora dan la cara. Los que negaron, ahora no hay quien los pueda callar al anunciar la resurrección de Jesús con una “seguridad” sorprendente: “Al ver la seguridad de Pedro y Juan, hombres simples y sin instrucción, se admiraban” (He 4,13). Ante la sanación realizada en el paralítico, los acusadores se quedaron sin palabra. Este texto de Lucas nos invita a hacer una profunda reflexión. Cuestionan la autenticidad de nuestra conversión, los procesos de iniciación de nuestras comunidades. Nadie nos calla, porque no anunciamos con audacia la muerte y resurrección de Jesús. Nadie queda sorprendido por lo que hacemos, porque nuestras obras no son signo de que somos testigos del Resucitado. Nos falta algo radicalmente fundamental: un encuentro en profundidad con Jesús muerto y resucitado. Los que al principio se resistieron a creer Como en el primer día de la creación, el “primer día de la semana” que menciona Marcos, la resurrección de Jesús es el comienzo de una nueva creación. María Magdalena, después de encontrarse con Jesús resucitado, entró en ese mundo nuevo por medio de su fe en él. Ya no dudó que Jesús había resucitado. A los discípulos les costó entrar en este mundo nuevo sólidamente enraizado en la resurrección de Jesús. Ellos estaban todavía “llorando y haciendo duelo”. Esta actitud los incapacitó, para acoger con gozo incontenible la gran noticia que les traía María: “No le creyeron”. En este momento fueron incapaces de dar el salto que exige la fe, de pasar del Jesús que murió en la cruz, al Jesús resucitado, victorioso del odio, de la violencia y de la muerte. Según la versión de Marcos, tampoco creyeron a los discípulos que reconocieron a Jesús, al compartir con ellos la mesa, y “partir el pan” ante sus ojos. Los discípulos que visita María Magdalena, todavía no habían vivido la experiencia del encuentro personal con Jesús resucitado, y tampoco habían compartido la mesa con él. La resistencia a creer sólo se vence, buscando un encuentro personal y profundo con Jesús resucitado, en los sitios y formas que él mismo nos ha revelado. Hoy se menciona una muy importante: El testimonio de quienes han vivido de forma profunda la experiencia de dicho encuentro. Seguimos teniendo una gran carencia de testigos creíbles del Resucitado. P. Antonio Danoz, redentorista

1. Antífona de entrada El Señor liberó a su pueblo y lo llenó de alegría; al pueblo elegido lo colmó de júbilo. Aleluya (Sal 104,43).

del bautismo y concédeles alcanzar la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo.

Se dice Gloria

(He 4,13-21)

2. Oración colecta Dios nuestro, que en tu bondad sin límites aumentas cada día el número de los que creen en ti, mira con amor a tus elegidos, que han nacido a una nueva vida por medio

3. 1ª Lectura Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles En aquellos días, los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas, se quedaron sorprendidos al ver el aplomo con que Pedro y Juan hablaban, pues sabían que eran hombres


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del pueblo sin ninguna instrucción. Ya los habían reconocido como pertenecientes al grupo que andaba con Jesús, pero no se atrevían a refutarlos, porque ahí estaba de pie, entre ellos, el hombre paralítico que había sido curado. Por consiguiente, les mandaron que salieran del sanedrín, y ellos comenzaron a deliberar entre sí: “¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Han hecho un milagro evidente, que todo Jerusalén conoce y que no podemos negar; pero a fin de que todo esto no se divulgue más entre el pueblo, hay que prohibirles con amenazas hablar en nombre de Jesús”. Entonces mandaron llamar a Pedro, y a Juan y les ordenaron que por ningún motivo hablaran ni enseñaran en nombre de Jesús. Ellos replicaron: “Digan ustedes mismos si es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos dejar de contar lo que hemos visto y oído”. Los miembros del sanedrín repitieron las amenazas y los soltaron, porque no encontraron la manera de castigarlos, ya que el pueblo entero glorificaba a Dios por lo sucedido. Palabra de Dios. A Te alabamos, Señor. 4. Salmo responsorial R La diestra del Señor ha hecho maravillas. Aleluya. L Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. El Señor es mi fuerza y mi alegría; en el Señor está mi salvación. Escuchemos el canto de victoria que sale de la casa de los justos /R L “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo”. No moriré, continuaré vi-

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viendo para contar lo que el Señor ha hecho. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me abandonó a la muerte /R L Ábranme las puertas del templo, que quiero entrar a dar gracias a Dios. Ésta es la puerta del Señor y por ella entrarán los que le viven fieles. Te doy gracias, Señor, pues me escuchaste y fuiste para mí la salvación /R (Sal 117). 5. Aclamación antes del Evangelio R Aleluya, aleluya. Éste es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R Aleluya (Sal 117,24). 6. Evangelio (Mc 16,9-15)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos A Gloria a ti, Señor Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo entonces: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”. Palabra del Señor. A Gloria a ti, Señor Jesús.


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7. Oración sobre las ofrendas Concédenos, Señor, que este sacrificio pascual que vamos a ofrecerte, nos llene siempre de alegría, prosiga en nosotros tu obra redentora y nos obtenga de ti la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. 8. Antífona de la comunión Todos ustedes al ser bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Aleluya (Gál 3,27).

medio de los sacramentos, y condúcelos al gozo eterno de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Dios te ha hablado, y tiene para ti una pregunta: ¿Qué te falta, para ser testigo creíble de Jesús resucitado?

9. Oración después de la comunión Mira, Señor, con bondad, a estos hijos tuyos que has renovado por

Mi Hojita del Domingo Orientada a incorporar activamente a los niños en las celebraciones Eucarísticas dominicales Contiene: Todos los textos de la misa dominical. Un complemento de catequesis que educa en los valores cristianos. Pídela para tu escuela y parroquia y llévala a tu casa. Se consiguen en la red de Librerías SAN PABLO Caracas: Telfs.: (0212) 572.36.97 / 27.36 / 08.91, Fax: (0212) 573.75.42 - El Hatillo: Telf.: (0212) 963.23.42, Fax: (0212) 963.68.52 - Maracaibo: Telf.: (0261) 791.65.83, Fax: (0261) 791.68.06 - Maracay: Telf.: (0243) 247.04.21, Fax: (0243) 247.16.21 Mérida: Telf.: (0274) 252.92.18, Fax: (0274) 252.86.86 - Porlamar: Telf.: (0295) 267.45.73, Fax: (0295) 267.46.63 - Pto. La Cruz: Telf.: (0281) 265.78.07, Fax: (0281) 265.67.06 - San Cristóbal: Telf.: (0276) 344.29.67, Fax: (0276) 343.30.08 Maturín: Telf.: (0291) 641.01.72, Fax: (0291) (0291) 642.17.67 Para pedidos al mayor: San Pablo Distribución: El Hatillo (Estado Miranda). Telf.: (0212) 963.68.81 / 65.19 - Fax: 963.6852 E-mail: distribuidora@sanpablo.org.ve - suscripciones@sanpablo.org.ve


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