Año XLVI - Domingo XX del Tiempo Ordinario /B - 19 de Agosto de 2012
Remesa VI - Nº 42
E
YO SOY EL PAN VIVO
l Pan de Dios da vida. El Pan de Dios debe comerse con hambre. Comer el pan de Dios por comerlo, es comerlo sin gusto, sin paladar interior, sin el sabor que da la fe. Jesús no es pan muerto, sino Pan vivo que engendra vida eterna. Recuerdo que una vez escribí: La fe es don de Dios. La sabiduría un don del Espíritu. No son los científicos quienes disfrutan mejor de Dios, sino los sencillos, los limpios de corazón, los que gustan el Pan con el conocimiento que da el Espíritu. Saborear a Cristo en el Pan de la Eucaristía, no es regalo de la fantasía, sino don del Espíritu. Y recuerdo que ahí mismo apostillé: Si el banquete es símbolo de los bienes mesiánicos, el sabio vive el banquete de la Eucaristía como un anticipo de la gloria: se siente comensal en la mesa de la Palabra, del Pan y del Vino. ¿Mis frases te suenan atrevidas? ¿Sí? ¡A mí también! Pero me siento en el suelo, inclino la cabeza en meditación y, aún sin entender, “Mi carne es verdadera comida y escucho al Maestro que dice en voz alta: mi sangre es verdadera bebida” (Jn 6,55). “Yo soy el pan vivo bajado del cielo… El pan que yo daré es mi carne… El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. En el no entender comienzo a disfrutar desde la fe del Pan Vivo, sacramento del Cristo Pascual y entro en oración de alabanza, de alegría y de agradecimiento. Y permite que te pregunte: ¿Comulgas con frecuencia? ¿Vives a Cristo al comulgar? ¿Sientes la vida de Dios en ti? Sumérgete en el misterio del amor. Busca el pan. Cómelo. Disfrútalo y tendrás vida de Dios en ti. En definitiva es el mismo Jesús quien afirma: ¡Yo soy el Pan vivo! Antonio Gracia, pasionista Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor (Sal 33)