Año XLV - Domingo XVIII del Tiempo Ordinario /B - 5 de Agosto de 2012
¡SEÑOR, DAME DE TU PAN!
Remesa V - Nº 40
¡E
l pan! Las personas llevamos una necesidad dentro, exigente y natural: El pan de cada día. Sin el pan no se puede vivir. Pero, ¿basta sólo con el pan que alimenta el cuerpo o es necesario otra clase de pan para vivir con plenitud de vida? Yo sé que sin el pan diario, no podemos ser lo que somos, ni trabajar lo que trabajamos. Pero también me pregunto: ¿qué sabor tiene el pan si no está amasado con harina de amor y con agua de cariño? ¿Qué sabor puede tener, si en el pan no está el corazón del que lo sirve? A Israel le resulta imposible el camino de la libertad sin pan y sin agua. Sus pies se destrozan sobre la arena y su cabeza explota bajo el sol. Pero Moisés ora por su pueblo y Dios envía el maná del cielo: rocío sorprendente y milagroso. Ahora de repente Jesús afirma: No basta el maná para el camino. Se requiere otro pan. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Algunos, al escucharlo, se van escandalizados; otros, muy pocos, descubren el sentido de su palabra y gritan maravillados: “Señor, Trabajen, no por el alimento de danos de ese pan”. ¿Qué intuyeron cuando un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna gritaron así? (Jn 6,27). El Dios hecho hombre, revelado en Jesús, se ha convertido en Pan de Dios para la mesa del hombre. Expresión difícil de entender, pero profundamente indicativa de su presencia sacramental. “El que viene a mí, y come de ese pan, no pasará hambre; y el que cree en mí no pasará nunca sed”. El Pan de Cristo crea y recrea la familia en la mesa del amor. ¿Cómo vives la Eucaristía? ¿Qué importancia le das a tu alimento espiritual? Ponte en camino y grítale a Jesús: “Señor, dame de tu pan”, porque yo quiero, al comer el pan que tú me das, ser como tú, pan de vida a mi alrededor. Antonio Gracia, pasionista El Señor les dio pan del cielo (Sal 77)