Año XLVI - Domingo IV de Adviento / C - 23 de Diciembre de 2012
Remesa I - Nº 4
E
¡PREPÁRATE! ¡YA LLEGA EL SEÑOR!
l que se despoja de categoría divina y se presenta como uno de tantos, escoge como madre a una mujer humilde. Dios se asoma al mundo desde los brazos de una doncella que se proclama esclava del Señor y se llama, María. Increíble, pero real. Llegada la plenitud del tiempo nace de mujer, nace bajo la ley, para hacernos a todos los esclavos de la ley, hijos libres de Dios. Esta “mujer” silenciosa, prototipo del resto de Israel, es la tienda cubierta por la nube de Dios. En la fe de María, la escogida, se cumplen todas las promesas. Así lo proclama Isabel, esposa del sacerdote Zacarías: “Bendita tú, María, porque has creído”. Dios no busca figuras llamativas para hacerse presente. Dios no se apoya en cátedras de saber para revelar el Reino. Dios no necesita guerreros para instaurar su reino. Dios se manifiesta en corazones humildes, en personas sencillas, en testigos de obediencia silenciosa, en pequeños mesías que revelen paz, justicia, amor, transparencia de vida. Vamos llegando a la cumbre del encuentro. Estamos en el Cuarto Domingo de Adviento. No nos enredemos en atuendos aparatosos “Dichosa tú por haber creído que se cumplirán las promesas del que enmascaren la fiesta de la Navidad. Señor” (Lc 1,45). Pidamos a María y José que nos presten su albergue, para que Aquel que viene, encuentre, en nuestro hogar, un espacio de acogida cariñosa. ¿Qué piensas? ¿Cómo preparas la llegada del Señor? ¿Cómo está tu casa interior? ¿Cuáles son los detalles que busca el Señor en tu hogar: parrillas de carne a la brasa o abrazos de paz y amor? Isabel dijo a María: ¡Dichosa tú que has creído! Que tu fe haga posible que se cumplan en ti las promesas del Señor. ¡Prepárate! ¡Ya llega del Señor! Antonio Gracia, pasionista Señor, muéstranos tu favor y sálvanos (Sal 79)