Año XLVI - Domingo - La Epifanía del Señor, S - 6 de Enero de 2013
EPIFANÍA DEL SEÑOR
Remesa I - Nº 8
E
l pueblo está hastiado de palabras, harto de discursos y sermones. El pueblo lo que necesita son testigos de la verdad, ráfagas de fe; signos creíbles que manifiesten el rostro del Señor en el pueblo. ¡En el corazón de nuestro pueblo! Ciertamente Dios suscita, en la historia de los pueblos, signos naturales y humanos que revelan su presencia, la huella de su paso salvador. Será la zarza ardiente, la nube, el arco iris, la estrella. Serán los profetas, los jueces, los sabios, los mártires. Dios enciende reflejos de su presencia en todo tiempo y lugar. Mateo con el relato de las Magos nos revela el evangelio de la salvación de Dios: El Verbo encarnado es Dios de todos; de judíos y de gentiles. Más aún. En la docilidad de los Magos, Mateo nos indica cómo mirar al cielo y cómo aceptar las revelaciones de Dios. Ellos, venidos de oriente, buscan al Escondido a través de la palabra encendida de Unos Magos que venían de Oriente una estrella fugaz. Un mínimo fulgor com- llegaron a Jerusalén preguntando: promete su camino hacia el encuentro de “¿Dónde está el rey de los judíos recién nacidos?” (Mt 2,1-2). Alguien, desconocido, pero anunciado con palabra de luz celestial. ¿Tu vida es signo revelador del Señor? ¿Qué personas te han ayudado a descubrir a Dios? ¿Cómo convertir tu presencia en estrella del Señor? Ciertamente tú y yo podemos hacernos el indiferente ante un doble compromiso de fe. Primero, no asumiendo nuestra responsabilidad de ser estrellas de Dios; segundo, cerrando los ojos ante la luz, por cobardía en el camino de la conversión. ¡Cuántas veces preferimos ser velas apagadas, que antorchas del Señor! Sea cual sea nuestra postura, Dios nos llama a ser su estrella; a encender nuestra vida en el fuego de la fe y convertirla en Epifanía del Señor. Antonio Gracia, pasionista Que te adoren, Señor, todos los pueblos (Sal 71)