Año XLVIII - Domingo V de Pascua /A - 18 de Mayo de 2014
QUIEN ME HA VISTO A MÍ, HA VISTO AL PADRE
Remesa IV - Nº 25
N
adie ha visto jamás a Dios. El Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. Cuando Jesús dice a sus apóstoles que va a prepararles un sitio en la casa de su Padre, Tomás le pregunta por el camino. Y Jesús responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Nosotros tenemos nuestras ideas sobre Dios, de cómo es Dios. Esas ideas las tenemos que corregir viendo a Jesús y lo que Él nos revela. Jesús es la verdad. Hay muchas cosas opuestas a la verdad. La mentira, la calumnia, el insulto, la manipulación. En los regímenes totalitarios, como los nazis en tiempos de Hitler, todas esas cosas podían preparar la muerte. Por eso la verdad es la vida. Y Jesús se presenta como el camino, la verdad y la vida. Y quiere que sus seguidores también En verdad les digo: “El que crea en mí hará las mismas obras que yo hago” lo seamos. La solidaridad comunitaria (Jn 14,12). amenazaba con hacer que los apóstoles descuidaran la Palabra de Dios. Por eso eligieron siete personas llenas de espíritu de sabiduría, para que se encargaran del servicio a las viudas de los helenistas, los cristianos que no eran de Palestina. Y la primera carta de San Pedro presenta a Jesús como piedra viva sobre la que asentar el Templo de Dios que es la comunidad. Y a todos nosotros como piedras vivas. ¿Somos esas piedras vivas del templo de la comunidad? Y si nos parece que la tarea supera nuestras fuerzas, recordemos la frase de Jesús: “El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores”. El día 13 recordábamos la Virgen de Fátima, que se apareció a los pastorcitos portugueses, los más pobres de Europa. Que por su intercesión seamos esas piedras vivas del templo de la comunidad. Por la que nos acerquemos a ese Jesús que es para nosotros camino, verdad y vida. P. Jean Pierre Wyssenbach, S.J.
El Señor cuida de aquellos que lo temen. Aleluya (Sal 32)