Año XLVI - Domingo XIV del Tiempo Ordinario /A - 3 de Julio de 2011
GRACIAS, PADRE
Remesa IV Nº 31
C
omienzo con una plegaria: ¡Te doy gracias, Padre, porque en Jesús he encontrado tu rostro de amor, de paz y de perdón! Jesús es la Palabra del Padre. Sólo Él puede revelar a Aquel de quien procede. Él es su imagen, su rostro, su encarnación. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Para entrar en el camino del conocimiento, hay que sentarse a sus pies en actitud de escucha contemplativa. Y es que de verdad sólo los que aceptan esa actitud alcanzan la revelación de los misterios de Dios. Los engreídos y los soberbios, creen tanto en sí mismos que no necesitan de revelación. Es significativo que Jesús diga “aprendan de mí”. Para vivir el amor y la misericordia del Padre, la bondad y la ternura del Padre, la paz y la bendición del Padre, hay que entrar en Jesús, descansar en él, confiar y abandonarse en su corazón. Y no es Vengan a mí los que van cansaque Jesús nos aleje del compromiso, ni mu- dos, llevando pesadas cargas, y cho menos. Es sencillamente que en Él se yo los aliviaré (Cfr. Mt 11,28) hace la carga ligera y el yugo llevadero. Toda esta revelación del Padre y de Jesús, la realiza el Espíritu. “El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo”. El nos resucita, nos vivifica, nos transforma en Jesús. Por algo el mismo Jesús nos lo regala como primicia de su resurrección. ¡Qué bonito el proceso: al Padre por Cristo en el Espíritu! Esa es la gran novedad del evangelio de Jesús. ¡En el Espíritu de Cristo somos rostro de nuestro Padre Dios! ¿Cómo sientes al Padre en tu vida? ¿Qué significa Jesús para ti? ¿Te dejas conducir por el Espíritu? Jesús es el camino, la verdad y la vida. ¡Gracias Padre! Antonio Gracia, pasionista Acuérdate, Señor, de tu misericordia (Sal 144).