Año XLV - Domingo XXVI del Tiempo Ordinario /A - 25 de Septiembre de 2011
Remesa VI Nº 43
E
EL SÍ DE LA VIDA
l sí de la boca, debe corresponder al sí del corazón, tanto en la vida familiar y social, como en la espiritual. Cuando el sí de los labios es falaz y pasajero, no brota de adentro, de lo íntimo del ser. La sinceridad es el camino comprometido de la honradez. Ni en la vida social, ni en la vida espiritual se puede jugar al sí como no. Y conectamos con el evangelio. Jesús es radical en su llamada. Toda invitación suya es clara y decisiva. Por eso no admite componendas ambiguas. Cuando uno, en sinceridad consigo mismo, se da cuenta de que la respuesta a Dios es mezquina o mentirosa, o cambia el no en sí o deja de seguir a Cristo hasta las últimas consecuencias. La fidelidad es fundamental en el camino del Señor. Insisto. El sí de la vida, pronunciado en el Espíritu, debe convertirse en gracia divina, en justicia y santidad. Y en ese camino, no vale el pasado. El pasado es historia muerta. Vale el sí de ahora, el presente. En la fe no se vive de recuerdos, sino de conversión actual y valiente. Por eso, mucho Dijo Jesús: “Yo les aseguro que los cuidado. No sea que “los publicanos y las publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del prostitutas” nos precedan en el Reino”. Reino de Dios” (Mt 21,31). Discierne en serio qué respuesta decides dar para no caer en la mediocridad y el fracaso. Vivir el sí del corazón es una responsabilidad seria y personal. ¿Cómo es el sí de tu vida a Jesús? ¿Compromete tu vida? ¿O buscas excusas para quedarte en el placer de no hacer nada? El Señor te enseña sus caminos y te anima a vivir con lealtad. Ya sabes. Ante Cristo Jesús no caben la mentira, ni la palabra doble; sólo cabe el sí de la vida firmado en fidelidad de amor oblativo y total Antonio Gracia, pasionista Colecta de la catequesis