Año XLVII - Domingo XXVII del Tiempo Ordinario /C - 6 de Octubre de 2013
Remesa VI - Nº 47
L
¡SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE!
a fe humana y espiritual ilumina la vida de toda persona. Sin fe humana no se puede vivir. Y sin fe divina estamos al borde del abismo oscuro. La fe crea cercanía, confianza, seguridad. La fe no busca recompensa, ni salario. La fe es entrega en quien se tiene fe. En la vida de fe, el creyente busca en Dios respuestas interiores, claras y precisas. Pero no siempre sucede así. Con frecuencia Los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5). el paso de Dios es silencioso y su voz apenas si tiene roce de brisa. Cuando resulta difícil percibir a Dios en la oscuridad, la fe se desnuda de emoción; la mente entra en noche oscura; sangra el corazón y llora la vida. No es fácil asumir que “el Justo vive de la fe”. Sin embargo, la fe del que confía inquebrantablemente en el Señor, da fuerza para remar mar adentro, para robustecer el corazón en las pruebas, para avivar la gracia en el fuego del dolor y recrear, en la noche, la expectativa del paso de Dios. Así es la fe del siervo que se abandona en manos del Señor. Si afirmamos que la fe es un tesoro y un don, igualmente podemos afirmar que la fe es tarea personal de conversión, de adhesión y de abandono total en manos del Señor. La fe es compromiso bautismal y decisión de vivir en Dios. Qué bien dice Pablo: “Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo que te habita”. ¿Cómo es tu fe? ¿Compromete tu vida al servicio del prójimo? ¿Qué puedes hacer para aumentar la fe? Todos tenemos experiencias de jardines y de desiertos en la fe. Por eso con humildad nos toca gritar: ¡Señor, auméntanos la fe! Lo demás está en manos de Dios P. Antonio Gracia, pasionista Señor, que no seamos sordos a tu voz (Sal 94)