Stage Pinarello Burguete 2009

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Col de Ahusky. Foto: A. Epelde

Por Xavier Ensenyat

DesafĂ­o en el P 36 pedalier

S ta g e P I N A R E L L O A


Pirineo Navarro

A U R I T Z / B U R G U ETE

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MILLONES DE BICICLETAS

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n España hay uno 15 millones de familias, de hogares, en todos ellos hay una bicicleta (y si no la hay, ya estamos nosotros, los que “necesitamos” una mtb, una de carretera y otra de “por si acaso” para hacer que la media de una bici por hogar), es decir, más de 15 millones de bicis. 15 millones de hombres, mujeres, niños, corredores y cicloturistas, que por lo menos una vez al año saltan sobre su bici. Para ir al colegio o al trabajo, para ir “a tope” o de paseo, para viajar o para competir. Lo hacen por carretera, vía verde o pista, incluso en el rodillo. La bici no es sólo un medio de transporte, o una manera de explorar, de descubrir. No es una excusa para vencer la resistencia del adversario, la del viento o la de la fuerza de gravedad. Es un movimiento, un estilo de vida, una corriente de pensamiento, una filosofía de supervivencia. Toda la gente que nos juntamos este año en Burguete, más o menos, vemos de esta manera el ciclismo, bueno la de Burguete, la de St Lary, Dolomitas, Grandes Alpes… todo aquel que está dispuesto a invertir parte de sus vacaciones en un stage de cicloturismo a fin de cuentas. Si algo me gusta de los stages es la capacidad homogeneizadora que tie-

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Por Patxi Vila nen. Todo el mundo olvida su vida cotidiana para disfrutar de unos días, kilómetros, horas de carretera juntos. El reto es de cada uno consigo mismo, los puertos están ahí, la carretera es toda tuya, tu decides el ritmo, la implicación, tu decides si quieres viajar o prefieres entrenar, si quieres que la bici sea un medio de transporte o una herramienta para explorar. Personalmente me suele gustar conocer gente. Siempre se aprenden muchas cosas, sobre todo, puntos de vista distintos a la hora de ver la vida, el ciclismo, la realidad. Aprendes que a veces uno puede preferir dejar una brillante carrera de arquitecto y ponerse a trabajar tras la barra de un bar, que a los 28 años se puede descubrir el ciclismo y recuperar la ilusión de un niño. Aprendes que a pesar de pasarse la vida regentando un gimnasio dando miles de horas de spinning, al que le va la marcha le sabe a poco y se va de vacaciones con una de esos 15 millones. Un stage como el de Pinarello Auritz-Burguete, te da posibilidad de estar “juntos pero no revueltos”. Se respira compañerismo por todos lados, siempre encuentras una rueda para llevarte de vuelta pero al fin y al cabo, eres tú el que “te llevas”. Si llevas el disco duro encendido con la web cam


en “on” te llevas, fotos, colores, sonidos, amigos, risas, sudor y algún que otro dolor de patas. Te llevas una carga de energía, de buen rollo, que hará que el resto del año merezca la pena. Y además estarás preparado, preparado para cuando muchas de esos 15 millones de bicis, y otras muchas más tengan que salir a la calle (aunque no quieran), para volver al origen que creo Leonardo, el que nació en Toscana, en Vinci, el de hacer que ir de un sitio a otro de manera más divertida y rápida, respetando el planeta, descubriendo, viajando… Esto es a fin de cuentas lo que hicimos en Burguete, descubrir, viajar, explorar, a ratos solos y otros en compañía, unos kilómetros deprisa y otros despacio, abriéndonos a los demás o dialogando con nosotros mismos. Nos vemos en 2010.

Izquierda arriba: Burdinkurutzeta y sus características curvas de herradura. Derecha arriba: Última parte de Ibañeta, un puerto sin excesivas pendientes pero muy largo. Medio: Camino de Azpegi desde Orgambide con Errozate al fondo. Abajo de izquierda a derecha: Por el embalse de Itoiz. Subiendo Alursaro. En Sorogain. Bilgosa. Ahusky. Después de coronar Ahusky camino de Apanize. Fotos: A. Epelde.

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Por Xavi Ensenat

Primerizo en estadías organizadas, el stage Pinarello-Burguete significó mucho más que un desafío para este humilde servidor que les escribe. La experiencia se saldó con bellos e inéditos paisajes, sudor y lágrimas sobre la bici (el sufrimiento es efímero y la gloria es eterna) y un montón de nuevos amigos.

Las cabras que más tiran al monte

El ‘autobús’ más cómodo

Etapa 1 109 km/2.800 metros de desnivel Inicio ideal para empezar a conocer los caminos de cabras típicos de la zona, es decir carreteras estrechísimas que se empinan mucho. Pero casi peor eran los descensos porque el piso no era precisamente uniforme y había que sortear caballos y vacas. Los que venimos de las grandes urbes (en mi caso Barcelona) no estamos acostumbrados a este traqueteo encima de la bici y tampoco a estar en tensión constante durante los descensos, lo que te machaca especialmente los dedos de las manos (si no estás habituado a coger el manillar por debajo) y el resto del cuerpo en general. Lo que os puedo asegurar es que a base de sufrir cuesta abajo la técnica mejora. Precisamente nuestro compañero Andrés Tijero se llevó un buen susto bajando pese a su gran experiencia: de hecho aún se está preguntando qué le hizo salirse de la carretera y acabar en la cuneta (la bici se cayó por el terraplén y entre diversos ángeles de la guardia de SR, que aparecieron al momento, pudieron rescatarla), aunque por suerte sólo tuvo que lamentar alguna magulladura.

Etapa 2 140 km/3.500 metros de desnivel

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Auténtica etapa de Tour, con dos puertos que han visto pasar la ronda francesa en diversas ediciones: Burdinkurutzeta y Larrau. El primero significó para un servidor los peores momentos del stage. Es más, no me da vergüenza admitirlo: Blanca y yo fuimos empujados durante un tramo (incluso diría que durante unos cuantos kilómetros) por Jon y Gabriel. En Larrau pude recuperarme milagrosamente (quizá fueron los duendes de Irati, los mismos que ayudaron a Indurain a ganar cinco Tours) pese al fuerte viento que soplaba en la parte final. El descenso de este coloso fue un verdadero placer. La carretera era perfecta para coger velocidades de vértigo. ¡Ya tocaba volar sobre la bici!

La crono más igualada Etapa 3 68 km/ 1.450 metros de desnivel

Ezequiel Mosquera pulverizó todos los registros en una cronoescalada de 5,5 kilómetros con la que nos


obsequió la organización. De hecho, el profesional de Xacobeo-Caixa Galicia nos acompañó durante tres días y nos impactó por su sencillez. Nosotros, a cambio, le dimos suerte y todos nos alegramos con su victoria poco después en la etapa reina de la Vuelta a Burgos. Como curiosidad, cabe destacar que Jordi ‘Catxetti’ (compañero de entrenamientos y ‘piques’ ) y un servidor acabamos con el mismo tiempo: 21 minutos 12 segundos. Al llegar a meta nos confesamos mutuamente que lo habíamos dado todo para ganarnos el uno al otro, cosa que al final no ocurrió (empate técnico). Después de la competición y la entrega de premios tocaba reponer fuerzas con una estupenda costillada que supo a gloria. En la vuelta a Burguete, y sin que sirva de precedente, pude meterme en grupo cabecero y atreverme incluso a meterme en el sprint (delante o detrás pequeños piques nunca van a faltar).

Las emboscadas más traicioneras Etapa 4 124 km/ 3.500 metros de desnivel

Jornada llena de sorpresas y puertos trampa. En el descenso de Irei (segunda dificultad montañosa del día), Néstor intentó evitar la caída de Blanca, que ya no tenía fuerzas para frenar, agarrándola por detrás, pero también se fue al suelo y rompió el manillar. De este modo, nuestra fémina fue amortiguada y evitó la caída. A eso se le llama un trabajo de auténtico coequipier. Pero la auténtica trampa se llamaba Beillurti, un puerto cuyo inicio es lo más duro que he visto en mi vida. Tuvimos (más de uno) que poner pie a tierra en una rampa que alcanzaba el 25% (mi 39x27 no daba para más…y mis piernas, tampoco) y Carlos del Estal, alias ‘Búfalo’, rompió la cadena mientras desafiaba este muro para caer al suelo como un saco de patatas. Menos mal que ahí estaba Patxi Vila, perfecto maestro de ceremonias, para subir y bajar el último puerto en diversas

ocasiones con el único objetivo de ayudarnos. Conclusión: mucho cuidado con los desarrollos a los que vengáis el próximo año.

La motivación más misericordiosa Etapa 5 73 km/ 1.600 metros de desnivel

Como me van los esfuerzos cortos e intensos (hago triatlones de distancia sprint y olímpica), sabía que podía despedirme del stage con buen sabor de boca. Fran me animó a subir Sorogain (la gran dificultad de la jornada, con una rampa del 22% en el tramo final) a tope, porque insistía en mis condiciones f ísicas (“tienes cuerpo de escalador total”), pese a que se me habían atragantado casi todas las cotas de la estadía pirenaica y me había arrastrado durante muchos kilómetros. Le hice caso y disfruté con la ascensión, creciéndome en cada pedalada. Incluso me animé a poner la marcheta de los ‘capos’ camino del hotel, hasta que finalizó mi trabajo y me abrí para que me pasaran todos los gallos. Ayudar a los demás fue una bonita despedida después de la paciencia que mostraban diariamente al esperarme junto al equipo organizador en la cima de los puertos. Era lo mínimo que podía hacer. ¿O no? Izquierda arriba: Una vez que pasamos el albergue de Orisson, Elursaro nos muestra su cara más amable. Derecha arriba: Estamos en la muga y pasamos junto al cromlech que representa la unión entre los pueblos de los valles de Aezkoa y Cizé. Abajo de izquierda a derecha: Larrau. Iosu Totorikaguena vencedor de la crono a Aitza. Llegando a Abaurrea Alta. Viendo el Tour en el salón del Hotel Loizu. Azpegi. Bilgosa. Fotos: A. Epelde

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LA C-15 y los PERROS pastores irlandeses

Por Jonb

“La rampa era terrible, pero gracias a mi 34 x 29 la iba superando. Llegaba a una curva de herradura y sabía que después suavizaba. De repente, por el centro de la carretera apareció ella…una trabajada y veterana C-15 blanca que se desplazaba lentamente sintiéndose dueña y señora de la calzada. Al mando un buen hombre con su curtida txapela bien calada que al cruzarse me saluda con un ligero movimiento de cabeza. Pocos metros por detrás le seguía un perro pastor irlandés. Negro y blanco, peludo, muy inquieto cosa que impone respeto. Me mira, amaga un acercamiento pero finalmente sigue su camino. Para ellos finalizaba la tarea, las ovejas habían quedado en el monte, junto a la pequeña borda en la que habían estado elaborando muchos de los mejores quesos de la zona.”

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e gusta fijarme en cosas diferentes, pequeños detalles que juguetean a pasar desapercibidos pero que están ahí. Veo la pendiente, los caprichos de las curvas, las exigencias de la pendiente y siento como sufren mis piernas, como se entrecorta mi respiración cuando intento hablar. Pero a la vez disfruto, y mucho, haciendo lo que me gusta. No quie-

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ro perder detalle de todo lo que me rodea. Al hablar de los puertos de toda esta zona lo primero que se nos viene a la cabeza son sus porcentajes o sus estrechas y caprichosas carreteras. Es cierto, pero, ¿por qué están ahí?, ¿a quién debemos el honor de que todos estos caminos de montaña estén asfaltados y sean transitables para nues-


tras bicicletas de carretera? Puestos a buscar explicaciones, llegamos a una historia que habla de pastores, bordas, queso, vacas, ovejas, caballos, naturaleza… Si, hablamos de gente, de tradición, de historia, y de la manera de ganarse la vida de muchas de las personas de estos pueblos. Podían haber estado dejados de la mano de Dios, olvidados, pero no, su realidad es otra. El trabajo es duro, solitario, y facilitar el acceso al puesto de trabajo es calidad de vida, toda una necesidad a la que deben tener derecho. Muchos pensaréis que con un camino de “todo uno” o una simple pista sería suficiente, que asfaltando lo que se hace es abrir la puerta a muchos coches, a otro perfil de visitante y de esta manera contribuir a amenazar la estabilidad ecológica de una zona privilegiada. Siento no estar de acuerdo, soy de los que piensan que es lo mismo una pista de tres metros de anchura que una carretera hormigonada o asfaltada de esa misma anchura. El problema no debería estar en el tipo de firme, el problema de base serían las razones de que exista o no ese camino, porque una vez que existe, ¿qué mas da de que sea? Pensareis que hablo cargado del egoísmo, como un cicloturista al que le gusta conocer nuevos puertos y llegar a los lugares más recónditos de la forma más cómoda posible. Puede haber algo de cierto, pero también tengo claro que si se controla el acceso a lugares con una valor natural especial con un horario o cobrando como se hace en otros muchos lugares de Pirineos (Pont d’Espagne, Gavarnie, Lac d’Aumar, Lac d’Estaing…) saldríamos ganando todos y estas zonas encontrarían un valor añadido para su turismo.

Bueno, que se me ve el plumero, que quiero que me asfalten un montón de caminos que conozco y que abrirían la puerta a nuevos y espectaculares puertos. Por pedir que no quede y cada vez que sucede esto en algún lugar que conozco, mi alegría es inmensa y las rutas crecen. Por todos esto, tengo que dar gracias a `pastores, ganado o economía de algunos valles, por poder conocer muchos puertos. Por todo esto, cada vez que asciendo uno de esos puertos y me cruzo con la típica Citroen C-15, me altero ante los ladridos y proximidad de algún perro pastor irlandés, o tengo que poner pie a tierra por alguna vaca, oveja o caballo, recuerdo que les tengo que estar agradecidos ya que una buena parte de que yo pueda disfrutar por estas carreteras (territorio comanche como lo definió Ezequiel Mosquera cuando nos visitó) se lo debo a ellos.

Izquierda arriba: Elursaro, un puerto realmente espectacular. Derceha arriba: Parte final de Elursaro. Su ascensión es el inicio del Camino de Santiago por lo que veremos a más de un peregrino. Abajo de izquierda a derecha: Ahusky. Bajando Ahusky hacia Mendive. Junto a la Colegiata de Roncesvalles. Coronando Ibañeta. Burdinkurutzeta. Ezequiel Mosquera y Patxi Vila “escapados” en Burdinkurutzeta. Fotos: A. Epelde

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SALSA Y CARACOLES “Tanto monta, monta tanto…” Solos producen cierta indiferencia, juntos la bordan. Y es que hay cosas que deben ir unidas ya que si no, no serían lo mismo. Un stage de montaña tiene que tener puertos y contra más nombre tengan y más desafiantes se nos muestren, su poder de atracción va a ser mayor. Todos tenemos un disco duro imaginario en el que guardamos como tesoros las cimas conquistadas, y contra mayores sean los atributos del puerto (pendiente, dureza, longitud…) y más intensa sea la experiencia vivida, más espacio del disco ocuparán. Tenemos tendencia a afirmar que las cosas las hacemos por nosotros mismos, por satisfacción personal, sin embargo, la inmensa mayoría de ellas acaban siendo contadas y noveladas. No sería lo mismo si vivimos mil y una batallas y nadie se entera. Estos retos o desafíos personales son parte de nuestra historia, recuerdos que no se olvidan. Todos esperábamos puertos como Burdinkurutzeta, Ahusky, Larrau o Sorogain con cierto miedo. Todos tenemos grabado el primer kilómetro de Beillurti, los repechos de Bilgosa o la zona de Honto subiendo Elursaro. Pero regresando a nuestra metáfora culinaria, no podemos olvidar que hablamos de los caracoles, y si la materia prima falla, el resultado final será difícil que sea bueno. Por tanto, que los

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Por Jonb

puertos sea puertos con mayúsculas, así no los olvidaremos. Pero además existen otro tipo de recuerdos que perduran con la misma intensidad. Momentos que no suponen retos, y es que el camino hacia la cima normalmente se vive en sufrido silencio y la satisfacción que produce coronar es la que lleva más carga personal. Ahora vamos a hablar de la salsa, de esos añadidos que consiguen que el balance final sea positivo y que influyen mucho más de lo que se pueda pensar. Son experiencias que vivimos mientras se espera en la cima al resto del grupo, son comentarios en las bajadas o amenas charlas en los kilómetros de transición entre puertos. Un día cunde mucho y cada momento se vive con plena intensidad. Por ejemplo en Burguete todos sufrimos en Irei o Beillurti, pero nos relajamos en la cima de Arnostegy (tanto que hubo casi empujar a la gente para volver a coger la bici y es que el día era de miedo, la tarea dura estaba hecha, había comida, bebida…). Así me vienen a la memoria la tranquilidad en el llaneo por el valle de Arce, la parrillada en Orbara después de la crono, el regreso desde la fábrica de Orbaizeta a “trote cochiquero”, los acercamientos cada mañana hasta el primer puerto, aquel zorro que nos miró, aquel viento que tanto sopló o la paradita en Orbaizeta, cerveza incluida, para ver ganar a Gárate en el Ventoux. Y es que además, cuando uno llega al hotel, toda-


vía queda mucho por hacer. Duchita, hacer la colada, merienda con amena charla y primera sesión de batallas. Asistencia a las charlas de las jornadas cicloturistas o siesta. Poteo, más batallas y cena. Partidita de cartas, vuelta por el pueblo, con batallas o sin ellas, o temprano a sobar. El ritmo se lo marca cada uno. Sin apenas darnos cuenta, las conversaciones monotemáticas del primer día, siempre entorno a andanzas ciclistas, van evolucionando, se abre la temática. Poco a poco además del compañero ciclista empezamos a conocer al compañero persona. Puedes conectar más o menos, tú decides. Así es la vida en un stage. Evitar andar de hotel en hotel día a día hace que la tranquilidad sea mayor, parece como si el tiempo pasara más despacio y los días dieran más de si. La montaña es la base, los caracoles, pero las charlas, llaneos, esperas, meriendas, poteos, risas… son la salsa, juntos son la combinación perfecta.

Izquierda arriba: Rodando con tranquilidad por el Valle de Arce Derecha arriba: El terrible último kilómetro de Sorogain. Medio: Hacia Organbide Abajo de izquierda a derecha: Camino de los chalets de Irati. Larrau. Blanca Trenes ganadora de la crono femenina. Primeras rampas de Irei. Descenso de Urkiaga hacia Urepel. Tan cerca y tan lejos... Xavi Ensenat y el último kilómetro de Sorogain. Fotos: A. Epelde

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Si los puertos surgieran de las entrañas de la tierra, no hay duda de que una de las cuencas mineras más importantes se hallaría en el Pirineo navarro. Y si en cuestión de metales preciosos el oro siempre ha sido de los más apreciados, el col de Beillurti que ahora os presentamos es, como suele decirse, auténtico “oro molido”. El Diccionario de la RAE define esta expresión como “cosa excelente en su línea” y ciertamente lo es. ¿Quién puede rechazar pegarse el gustazo de lucir semejante joya en su colección?

BEILLURTI Oro molido Ficha y altimetría: Ander Guaza/Juanto Uribarri/APM . Fotos: A. Epelde Localización: Desde el puente internacional de Arnegi en la frontera francesa, nos dirigiremos hacia el centro de esta localidad, para tomar una pista asfaltada que se inicia junto al frontón y la iglesia, dejando a la derecha la que se dirige a Ondarolle. Seguro que adivinamos el “buen” camino: la primera rampa que vemos frente a nosotros se sitúa de inmediato en el 20%. No hay duda. Especificaciones: Típica carretera de Iparralde (País Vasco francés) de unos 3,5 m de anchura, con asfalto rugoso y gravilla en el tramo final, pero en general en aceptable estado. Sombra tupida en los primeros kilómetros y praderas en la parte final. Tráfico exclusivo de pastores de la zona. Fuentes: Desconocidas. Por si acaso, nos aprovisionaremos en Arnegi. Descripción: El col de Arnostegi es el lugar de encuentro de una gran cantidad de pistas pastoriles que parten de diversas poblaciones en la zona de St.JeanPied-de-Port. Todas ellas acaban juntándose en algún punto para coronar en las inmediaciones de la fortaleza romana de Urkulu, lugar de atracción de muchos montañeros que hasta aquí se acercan los fines de semana. La que lo hace rodeando el Pico Beillurti es indudablemente la más exigente de dichas carreteras, aunque todas ellas superen los 250 puntos de coeficiente de dificultad. Nada más iniciarse la ascensión, afrontaremos un kilómetro terrorífico con una pendiente media de casi el 17% y continuas rampas por encima del 20%. En muy poco recorrido veremos Arnegi y Luzaide (Valcarlos) en el fondo del estrecho valle, mientras intentamos descubrir con la mirada cualquier atisbo de descanso que nos permita recuperar el aliento. Podremos respirar durante 300 m en el Km 1,4, donde hay un pequeño “llano” entre el 6% y el 8%. Un número considerable de herraduras nos hacen ganar altura a marchas forzadas y, en el momento en que veamos que ya llevamos mil eternos metros de pedaleo, ya podemos empezar a pensar en que el éxito aún es posible. El arbolado y algún que otro caserío, cuyos vecinos nos miran entre atónitos y compasivos, van quedando atrás para dar paso a praderas de alta montaña.

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La segunda parte de la ascensión mantiene una pendiente mucho más constante, siempre cercana al 11%, y en ese tramo ninguna rampa supera ya el 15%, salvo una al 17% poco antes de coronar. Nos hallamos a escasos metros del pico Beillurti (1.114 m) que dejamos a nuestra derecha y que brilla sobre nuestras cabezas plano, herboso, discreto. Como también nosotros, con discreción, sin que nadie nos vea, seremos los únicos testigos de la gesta que supone subir el puerto más duro de todo el Pirineo. ¡Menos mal que apenas han sido poco más de siete kilómetros de sufrimiento! Y ahora sí, pletóricos y emocionados, podemos recrearnos con algún dato histórico que nos haga saborear aún más la hazaña conseguida. Recordamos que la cumbre de Beillurti se ubica en el largo cordal que desde St.JeanPied-de-Port (Donibane Garazi en euskera) se dirige hacia el norte, para entroncar con la divisoria pirenaica en el collado de Arnostegi, al pie de la cumbre de Urkulu (1.419 m). Por este cordal se desarrolla un camino mítico, que permitía enlazar la capital de la Baja Navarra (Benafarroa) con Roncesvalles (Orreaga), caminando siempre por encima del valle de Luzaide que se antojaba más inseguro para los miles de peregrinos jacobeos. Fueron las tropas de Carlomagno las que fueron derrotadas aquí por los vascones cuando en el 778 atravesaron estos parajes. Allí murió Roldán, el heroico personaje de tantas leyendas del Pirineo. El camino de Santiago (G.R.-65) sigue esta misma ruta de los puertos de Cize (Garazi) hasta el paso de Bentarte (1.350 m), lugar en el que atraviesa la frontera (muga) y rodea la cima de Astobizkar o Altobizkar (1.520 m) para descender al alto de Ibañeta (1.057 m), emplazamiento elegido para conmemorar la legendaria batalla de Roncesvalles. Pues bien, con todos estos datos culturales en la cabeza ya podemos continuar hacia el collado de Arnostegi (1.236 m), hasta cuyo punto más alto sólo nos quedan 4 km, pero de un nivel totalmente distinto. Para ello, tras un breve descenso, enlazaremos en el col de Heganzo (1065 m) con la carretera que proviene también desde Arnegi por Ondarolle y se dirige hacia el entorno de Urkulu, superando antes el col de Elhursaro (1.152 m). El verde praderío y las cercanas cumbres que nos dominan nos brindan un magnífico espectáculo que se añade al enorme placer de haber vencido a semejante coloso.


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De todos los gigantes del folklore de Euskal Herria, Basajaun es sin duda el más importante. Es el señor del bosque, de apariencia humana, revestido de larga pelambrera hasta las rodillas y poseedor de una talla y fuerzas prodigiosas que utiliza para proteger a rebaños y cosechas. Uno de sus pies tiene planta circular, pareciéndose a la pezuña de una ternera. Cuando las ovejas hacen sonar al unísono sus cencerros, anunciando su cercana presencia, los pastores pueden echarse a dormir tranquilos, pues no hay peligro alguno que les aceche. Ahora bien, lo que vale para las ovejas no es seguro que pueda servir a los intrépidos ciclistas que se atrevan a buscar sus huellas en las rampas de este pequeño gran monstruo pirenaico.

IREI … no volveré Ficha y altimetría: Ander Guaza/Juanto Uribarri/APM. Fotos: A. Epelde Localización: En Donibane Garazi (St. Jean Pied de Port) tomaremos la D301 en dirección a Esterenzubi. En esta localidad bajonavarra, nada más pasar el frontón, atravesaremos un puente a mano derecha que nos lleva a la margen izquierda de la Nive (Errobi en euskera). Junto al restaurante Larramendy iniciamos en fuerte rampa la carretera que nos conduce hacia Irei, para 100 m más tarde trazar una herradura izquierda que nos deja, ya sin solución, en la ruta hacia la morada del Señor del Bosque. Especificaciones: Como todas las carreteras del Pirineo navarro, el asfalto se halla en regular estado y con algo de gravilla en algún tramo, sobre todo al final. Las abundantes sombras desaparecen a partir del Km 2, para dar paso a las praderas de montaña. Nosotros solamente nos encontramos con un grupo de quads que alteraron brevemente la soledad del recorrido. Fuentes: Un par de ellas, ambas a la derecha, a lo largo del segundo kilómetro de ascensión. Es mejor detenerse en la primera de ellas, pues se ubica en un tramo sin especial dureza. La segunda ya es otra cosa… Descripción: La presencia de Basajaun (el señor del bosque) infundía mucho respeto, pero nada más, ya que no parece que fuera agresivo. Al contrario, prevenía a los pastores dando silbidos cuando se acercaba una tormenta y de igual modo impedía que el lobo atacase a las ovejas: los pastores podían dormir tranquilos. Claro que por tales servicios, el gigante peludo se cobraba algún tributo. Da cuenta de ello una leyenda de Esterenzubi, según la cual los vaqueros le dejaban un trozo de pan, que Basajaun acostumbraba a recoger cuando todos estaban dormidos. Pero una noche se olvidaron de dejar el pan, haciéndolo solo uno de ellos, el más joven. A la mañana siguiente descubrirían que el señor del bosque les había robado la ropa a todos menos al que no olvidó la ofrenda. Los pastores del pueblo ofrecieron entonces una ternera al chico si iba a la caverna donde habitaba Basajaun y recuperaba la ropa. El chaval aceptó y se presentó ante el genio. Y no sólo recuperó la ropa, sino que recibió una extraña recomendación del gigante: “A la ternera que te han regalado dale ciento un palos”. Así lo hizo y prodigiosamente aquella ternera le dio… ciento un ternerillos.

Hasta aquí la leyenda de la escondida localidad de Benafarroa. Basajaun fue generoso con el valiente, pero ¿lo será también con nosotros? De entrada, el simple hecho de intentar dar con él en estas perdidas montañas del Pirineo Navarro ya es una aventura de órdago. ¿Y si el gigante nos encuentra empujando la bici, pie a tierra, derrotados por esos apenas 4,5 km de, eso sí, escalofriante pendiente media? ¿No se ofenderá y nos dará algún susto por osar acercarnos, sin suficiente merecimiento, a su escondida caverna? Este collado de Irei une el pueblo de Esterenzubi y el de St. Michel, ambos en el valle del río Nive, a través de la cresta que desciende desde el pico Hastategi. Para que nadie se sienta engañado, la subida se manifiesta desde su mismo inicio en toda su crudeza, con una rampa inicial al 20%. Si conseguimos llegar a un cruce 100 m más arriba, trazaremos una herradura izquierda y daremos vista al valle desde la ruta que se ha convertido en espléndido mirador: otra cosa será que podamos entretenernos en la contemplación, por cuanto las rampas no bajan prácticamente del 10% en ningún momento hasta el alto. Si ese kilómetro inicial ya es terrorífico, el segundo nos sirve casi de descanso con una única rampa al 16%: nada, y como además todo discurre entre sombras, apenas podemos adivinar lo que nos aguarda. El tercero de sus tramos kilométricos es el verdadero calvario, con nuevas rampas al 20% y un primer par de herraduras, mientras el suelo se deteriora un poco. A su finalización ya daremos vista a la Z final, que nos advierte de que, si llegamos allí arriba, el puerto estará vencido. Pero ese kilómetro, el cuarto, mantiene una pendiente todavía monstruosa, con varios tramos por encima del 15%. Solamente al trazar una herradura derecha veremos cómo la dureza disminuye y ya nos sentiremos capaces de llegar al collado. De la cima parte una carretera a la izquierda cuyo asfaltado acaba pronto y se dirige hacia la Virgen de Orisson, enlazando con la D428 que desde Donibane Garazi accede al col de Arnostegi, siendo otra variante del camino de Santiago. ¡Como para pensar en continuar ahora la ruta jacobea! Y si encima se nos aparece Basajaun en este momento no nos quedarán fuerzas ni siquiera para huir: confiemos en hallarlo de buen humor. Seguro que a más de uno le vendrá a la cabeza el chiste fácil: “ir, Ire…i no volveré”

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