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DIRECTOR Hugo Izarra

SUBDIRECTOR Rodrigo Marchal

DIRECTOR DE ARTE Diego Durán

DIRECTORA DE PUBLICIDAD Esther Hierro

COLABORADORES Alicia López Alonso; Andrea Stefanoni; Berta Nogueira; Calamarín; Elena González; Esther Hierro; Frédéric Leboeuf; Iria Medraño; Jordi Corominas i Julián; Luis González Vayá; Luis Mey; Luis Montero; Mark Sinclair; Miguel Núñez; Neill Higgins; Miguel Sanfeliu; Sal Duluoz; Sonia Antón; Sr. García.

FOTOGRAFÍA Columbia; Daniel Mordzinski; Diego Durán; F. Luckenbach; Florian Wieser; Gene Laverne; Geoff Cordner; Greg Gold; Joan Sebastià Vivo; John Jay; Jordi Corominas; Les Films du Losange; LIFE; Lisbeth Salas; Lorca Cohen; Lori Stoll; Luciana Gutiérrez; Marcia Resnick; Mark Berry; Marta Puig; Matt Sesow; Melanie Manneville; Miguel Núñez; Mona Deguer; Rome Paris Films; Russ Meyer; Sal Duluoz; Walter Schenk; Ximena Bares.

INFOGRAFÍA Diego Durán; James Brunner; Luis Felipe Comendador ; Pep Sanabra ; Sr. García.

INTERNET Raúl Magdalena; The Cynical Company

CONTACTO

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GEOFF CORDNER [4] ERIC ROHMER [14] CALIFORNIA GONZO by LYONA [42] KIKO AMAT [52] MATT SESOW [56] C BELUSHI [65] LE GRANT [68] MIGUEL NÚÑEZ [73] I

LaVey [91] LUIS FELIPE COMENDADOR [97] SO LONG, 2

FERNANDO VALLEJO [119] SARAH KANE [125] PÁGINAS E


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© Geoff Cordner

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O [20] SHARON ROBINSON [26] TURA SATANA [35] london

RIATURAS DE LA NOCHE [63] ilustracuentos [64] JOHN WANNA BE DIRTY [80] METAGUÍA: ROMA [83] Anton

2009 [103] ANTONIO DYAZ [106] GLITTER KLINIK [112]

ENCONTRADAS [130] carta de ajuste [133]


FotografĂ­a

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GEOFF CORDNER, LA MIRADA SERENA

DE SALTON SEA Fotos: Geoff Cordner · Texto: Hugo Izarra

Los Angeles es un lugar extraño.

A pocos kilómetros del centro de la ciudad se encuentra este resquicio de calma llamado Echo Park, un barrio poblado de tiendas de ropa, galerías de arte y cafeterías donde los modernos han aprendido a convivir con las pandillas. En lo alto de las colinas que lo gobiernan se fue instalando, entre principios y mediados del siglo pasado, el núcleo bohemio, artístico y espiritual de la ciudad. Es aquí, en mitad de este laberinto verde de carreteras serpenteantes y árboles que se mecen, donde me he citado con el fotógrafo Geoff Cordner, un hombre grande y tranquilo, de mirada azul y gustos convencionales.

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u obra es extensa e internacionalmente reconocida. Pero hemos venido hasta aquí para hablar de uno de sus trabajos más impactantes y conmovedores: la tragedia de Salton Sea, un paraíso artificial que no duró demasiado. ¿No es así? Como se puede apreciar en las imágenes, así es. Era algo antinatural; un mar accidental en pleno desierto. En los 70 se vino abajo. Debido a la polución y a la salinidad, colonias enteras de peces se extinguieron. Y las bacterias de sus cadáveres provocaron, a su vez, la muerte de un montón de aves. Las inundaciones destruyeron los pueblos construidos con pocos recursos. Fue casi una epopeya bíblica la forma en que la catástrofe azotó aquel lugar, una y otra vez. Igual que una plaga. Así operan naturaleza y realidad. Por lo general, el hombre no suele llevarse

demasiado bien con ninguna de las dos. Se cree amo y señor del universo y no acepta que la naturaleza le gane la partida. De repente, los barrios del futuro se convirtieron en furiosos pueblos fantasma. Aquello destrozó los sueños de mucha gente que, antes de abandonar el lugar, descargó su irá sobre él creyendo, tal vez, que si ellos no podían tenerlo, nadie más podría. O quizá fue un último intento desesperado de ejercer cierto control sobre la situación destrozando cosas, tan sólo para demostrarse a sí mismos que seguían al mando de aquello. Algo similar a la política de retirada del ejército sobre la tierra desolada. ¿Nadie luchó por quedarse? Sólo un puñado de locos obstinados. Unos, convencidos de que algún día volvería a reconstruirse. Otros, demasiado pobres o demasiado orgullosos para abandonar. Cada verano hay muertes masivas de peces. Y las playas, que un día fueron de arena, se

Un lugar llamado Salton Sea “Hará cosa de un siglo alguien la cagó con una presa, inundó un trozo de desierto no muy apartado del Valle de la Muerte y, sin querer, creó un mar artificial en mitad del desierto de California. Llamaron a aquello Salton Sea y pronto se convirtió en un gran centro turístico. En los años 60, los pequeños pueblos que florecían a sus orillas se anunciaban como las comunidades del futuro: una suerte de barrios residenciales de gama alta que la gente importante aseguraba marcarían la pauta universal. Era algo alegre y optimista, empapado de ese fantástico sueño de prosperidad y bonanza”. (G.Cordner)


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“De repente, los barrios del futuro se convirtieron en furiosos pueblos fantasma” ven hoy reducidas a cementerios de espinas que crujen al caminar sobre ellas. El calor del verano se hace aún más insoportable y propaga el hedor de los peces muertos flotando en el mar. Algo habrá que hacer con esto porque, cuando se seque, dejará tras de sí un buen puñado de polvo tóxico que los vientos del desierto llevarán consigo hasta Palm Springs. Por no hablar de las más que previsibles extinciones de aves. Este lago se había convertido en parte vital del ecosistema, pero recuperarlo requiere dinero -que no hay-, agua -que se suministra en cantidades escasas y hace más falta en ciudades como San Diego o Tecate-, y, lo más importante, supondría mirar durante mucho tiempo algo que todo el mundo prefiere ignorar. Algo que tú no hiciste, ignorar la tragedia. ¿Fue esa necesidad quien te arrastró allí? Más allá de Salton Sea, lo único que persigo y me retiene es la belleza. Puede que sea una belleza violenta y desolada, pero es

belleza. Lo que busco es eso. Quiero cerrar los ojos y espantarme al volver a abrirlos de lo cruda y brutal que es. Lo que sucede con la belleza, como con la vida, es que no sólo es poética y hermosa cuando miramos en una dirección o cruda y brutal cuando miramos en otra. La vida funde las dos perspectivas al mismo tiempo. Ésa es la naturaleza de la realidad. Esto se puede ver bien en Salton Sea, donde no hay distracciones. En la ciudad, -donde la distracción se eleva a la categoría de arte, donde el objetivo no es experimentar la realidad sino comprar una fantasía y lo material revolotea a tu alrededor bombardeando tus sentidos-, encontrarla requiere un gran esfuerzo de concentración. En Salton Sea, la realidad es lo único que hay. Después, está también la historia de sus orígenes: una garrafal metedura de pata seguida de la típica arrogancia desmedida de los americanos; una arrogancia que les hace proclamar (entre otras cosas) que el hombre puede dominar la naturaleza,

algo que la naturaleza se ha encargado de rebatir una y otra vez (pero por alguna razón no se acaban de creer) seguido del inevitable fracaso de una actuación improvisada, del consecuente abandono (en vez de intentar enmendarlo) y la posterior negación -por parte de todos- a asumir responsabilidades o siquiera admitir la posibilidad del error. Bajo este sistema de la noincumbencia, el lugar debe olvidarse lo antes posible, porque si se olvida, se oculta o se pierde de vista, los errores se esfuman con él. El fracaso desaparece y todo vuelve a ser precioso, como si nunca hubiese pasado nada. Es la historia del ego humano. Historias como ésta son tan antiguas como la humanidad, pero seguimos empeñados en no aprender nada de ellas. Aquí la realidad se manifestó de forma violenta e inexorable antes de que pudiese echar raíces, así que se aprecia con mayor contundencia. El fracaso no es un escenario en la historia de Salton Sea. Es la propia historia.


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Aún así, Salton Sea no es un caso aislado. En más de una ocasión has demostrado tu fascinación por lugares abandonados y manifestado cierta inclinación hacia el encanto de lo decadente. ¿Puede decirse que has encontrado en la ruina el paroxismo de la belleza? Cuando era más joven e intentaba que mi voz sonase lo más alto posible, sí, supongo que encontraba en ello una especie de terapia del primer llanto, sí. Una terapia con testigos y dirigida a una audiencia. Buscaba provocar, remover a la gente. Esas son dos piezas clave del punk hasta donde yo sé: una

especie de terapia del primer llanto con que vomitar el dolor reprimido y un enfrentamiento agresivo contra la sociedad, a quien uno culpa de sus problemas. Pero ahora es distinto: no creo realmente en la belleza de la ruina. Creo en la belleza y creo en la ruina. A veces, las dos son la misma cosa. Hay una frase de un Maestro Zen llamado Shunryu Suzuki que dice: «He descubierto que es necesario, absolutamente necesario, creer en nada. Ésa es la clave. Tenemos que creer en algo que no tenga forma ni color. Algo que existía ya antes de que las formas y los colores apareciesen». Supongo

que para mí, ruinas como la de Salton Sea conforman ese lugar que existe después de que formas y colores empezasen a desaparecer, en lo que está al comienzo del regreso a la nada. Y, ¿no es posible que traslades esto también a los personajes que retratas, cuando dejas al descubierto sus inseguridades, su fealdad o su desgracia? He presenciado muchas catástrofes desde niño. Brutalidad, dolor, pérdida y violencia fueron algunas de las primeras cosas que aprendí. Porque no había demasiada a mi


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“Sólo un puñado de locos, demasiado pobres o demasiado

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orgullosos, se quedó allí”

alcance, la seguridad era una de las pocas metas a las que me aferraba entonces. Sin embargo, hay algo positivo en toda ruina al menos en el sentido de Salton Sea- y es que sólo llega después de la catástrofe. Lo malo ya ha pasado y estás del otro lado, donde se está seguro. Puede ser jodido y doloroso, pero la brutalidad, la violencia y la pérdida se conjugan en tiempo pasado. Hay seguridad tras la desgracia. Cuando fotografío a personas y muestro sus inseguridades, su alienación... sólo muestro a las personas con las que me relaciono. Esto es así porque intento explorar

mi relación con ellos, ver qué puede decir eso sobre mí, porque sigo intentando conformarme con lo que supone ser humano, y, en concreto, ser este humano. Parece que no soy capaz de prosperar en ello. La razón por la que tomo fotografías de todos esos freaks y los retrato no como freaks, sino como personas normales viviendo vidas normales, es porque encuentro que somos normales, o, mejor dicho, nada me gustaría más que lo fuésemos. Todos esos condicionantes, sumados a la perspectiva punk de la que hablábamos,

te han convertido, en cierto modo, en un narrador de ruinas. Después de estos años, ¿no sientes que, de alguna manera, has marcado un estilo? ¿Si soy consciente de haber sido parte de la consolidación del estilo punk? Si pienso en ello, sí, pero no suelo hacerlo a menudo. Encontré mi voz en esa escena y, al mismo tiempo, mi voz fue una de las muchas que la tallaron. Ahora sé que mi voz estaba formada desde mucho antes de entonces, pero la escena punk que creamos entre 1978 y 1983 ayudó sensiblemente. Un narrador de ruinas. Nunca lo he vis-


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to desde ese ángulo. Narro lo que es mi historia, fundamentalmente. Y mi propia historia está llena de ruinas, como lo están muchas de las vidas de quienes sobrevivieron a los días del punk. Ése era nuestro vínculo. Eso es lo que alimentaba al arte, a la música y a la cultura: el consumo de drogas. Es también la razón por la que llegamos a esta alta tasa de desgaste. En cuanto a la perspectiva punk de la vida, no estoy seguro de saber muy bien qué es. Siempre lo he relacionado con la vieja idea del «Sin futuro». Muchas veces me sorprendo al darme cuenta de que sigo aquí. Nunca creí que fuese a vivir más allá de los treinta. Mi vida no estaba llamada a durar mucho más que eso. Ahora que rozo los 50, la perspectiva debe cambiar necesariamente. El «Sin futuro» se convierte a estas alturas en un punto de vista muy limitado. Alguien te ha descrito como un «artista censurable y socialmente parasitario». ¿Lo tomas como un cumplido? El cumplido no está en lo que se dice, sino en el hecho de haber generado una sensación tan fuerte como para que alguien reaccione empleando semejantes adjetivos. Alguien me dijo una vez que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. Clasificarme como «artista censurable y socialmente parasitario» denota cualquier cosa menos indiferencia. Y, si he conseguido provocar esa respuesta en alguien, quiere decir que mi trabajo le ha hablado. No le gustó mucho lo que le dijo, pero ahí estamos. Por lo general, el modo en que observamos suele coincidir con el modo en que fotografiamos. En tu caso, ¿es también el modo en que vives? Quiero decir, ¿tiendes

a confundir la fotografía con la vida? Básicamente exploro mi propia vida, mis miedos e inseguridades. Trato de entenderlo todo. Por separado, las imágenes no son más que documentos puntuales de cada tema. En conjunto, son el testimonio de mi

propia exploración. Hay mucho en ellas de autobiografía. De niño viví episodios trágicos. Vi cosas que nadie debería ver, especialmente a esa edad. Desde entonces, he intentado comprender el sentido de esto, entender por qué razón la gente hace lo


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“Recuperar esto supondría mirar durante mucho tiempo algo que todos prefieren olvidar” “No creo en la belleza de la ruina. Creo en la belleza y creo en la ruina” que hace a otra gente, adentrarme en el miedo, la rabia y la desesperación que nos domina a la mayoría. Por lo general, cuando son pequeños, los niños miran a su alrededor y observan lo que hacen los demás y deducen que ésa es la forma en que han de vivir y comportarse. Quienes me rodeaban la cagaron pero bien y yo fui consciente de ello en la medida en que un niño de tres años puede darse cuenta de que algo va mal. Lo complicado a aquella edad no era saber lo que estaba mal, sino saber qué estaba bien. Así que, desde entonces, he estado buscando eso a mi alrededor. Me he encontrado con gente herida, gente marginal y alienada, que ha creado sus propias subculturas y, a través de ellos, he intentado entender su forma de lidiar con la vida y con sus preocupaciones, sólo por ver si así consigo hacer lo mismo con las mías. Supongo que mi estilo de vida me concede muchos puntos de ventaja a la hora de ser fotógrafo. «In The American West» de Richard Avedon es un trabajo de alguien que

no mantiene ninguna relación personal con sus personajes. Su visión es casi antagónica. Aversión. La fuerza de esas fotos procede de la insalvable distancia que separa a fotógrafo de fotografiado. En el otro extremo se encuentra Nan Goldin, que prefiere identificarse con sus personajes. Su obra más clásica, «The Ballad Of Sexual Dependency», está plagada de autorretratos. Es evidente que ella es parte de esas personas a las que fotografía. Y justo en el centro están los fotógrafos callejeros como Danny Lyons, por ejemplo, o Helen Leavitt. Trabajos brillantes pero en los que no encuentro una relación de cercanía o distancia hacia lo retratado. A la altura de Goldin se encuentra Diane Arbus. Se identifica con lo que hace más que con la forma en que lo hace. Existe una distancia entre ella y sus personajes y un deseo poderoso de reducirla. En términos de posicionamiento ante mis personajes, me encuentro más cerca de Nan Goldin o Larry Clark que de Diane Arbus. La mayoría de ellos son amigos.

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La experiencia española Viví allí entre 1989 y 1994. La mayor parte del tiempo en Barcelona. En aquella época, España era en muchos sentidos una democracia relativamente nueva, lo que la convertía en un país antiquísimo y lleno de historia pero con ese afán por conquistar la libertad sexual y cultural que suele caracterizar a los nuevos países. Con esto no quiero decir que otros países de Europa no tengan estas libertades, que las tienen: lo que ocurre es que no sienten esa urgencia por celebrarlo porque hace tanto tiempo que las han alcanzado que la novedad se ha desvanecido. El país entero me recordó a un chico que alcanza la mayoría de edad y empieza a romper el cascarón. Existía esa especie de entusiasmo, esa libertad que mostraban las películas de Almodóvar, pero reflejada a pie de calle. No se trataba de un movimiento clandestino ni tampoco artístico, era una emoción generalizada. Podía sentirse en todas partes. En el caso concreto de Barcelona, también empezaba a resurgir con fuerza la cultura catalana. Ese renacer se palpaba en las cosas más simples, como en el cambio de los nombres de las calles. El cambio y la libertad lo impregnaban todo.


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Algunos son (o han sido) amantes. Así que sí, es mi vida, y se trata de las vidas que me rodean. Pero estas fotografías se han tomado a lo largo de un gran periodo de tiempo y las vidas cambian. Tengo fotos de gente inyectándose heroína. Eso no quiere decir que viva rodeado de yonquis o que yo sea uno de ellos. Es parte de mi historia y es parte de la historia de mis seres cercanos. Esas imágenes reflejan muchos momentos, pero no encadenados. Todo ese material formó parte alguna vez de una realidad amplísima, pero no invadió la mía de golpe. ¿Cuándo decidiste que querías ser fotógrafo? Mi familia se derrumbó antes de que yo cumpliese tres años, cuando murió mi padre. Tenía un hermanastro y una hermanastra heredados de su primer matrimonio, un abuelo y todos los sinsabores de una vida corriente, y todo lo que queda de aquello son fotos antiguas. Era demasiado joven para recordar algo más que pequeños trozos. Esas

“Mi propia historia está llena de ruinas, como la de muchos supervivientes de la era punk” “No estoy casado con la fotografía como medio, pero la fotografía es el centro de todo”

viejas fotos sustituyeron a aquellos recuerdos. Se convirtieron en algo realmente importante para mí. Fueron, probablemente, la razón por la que me hice fotógrafo. A pesar de ello, no fue así como empecé. Lo primero que hice fue dibujo y pintura. En los días del punk hacía octavillas y, más tarde, pósters para cine. Mis primeras fotos, de hecho, las hice porque necesitaba material para los pósters y para algunos fanzines que hacíamos entonces. Descubrí que amaba la fotografía. Podía tomar cosas reales, cercanas, junto a las que pasaba cada día, y fotografiarlas, analizarlas, verlas en nuevos contextos. Comprobé que cada vez que cambiaba mi forma de mirar algo conseguía desvelar algún secreto al respecto. Mi familia era pródiga en secretos, así que empecé a tratar los secretos como moneda. Estaba convencido de que todo era una fachada detrás de la que se escondía alguna verdad secreta. Al principio estaba obsesionado con todo lo concerniente a la Gran Depresión


y era un gran admirador de Walker Evans y otros fotógrafos de la FSA. Veía el mundo a través de ese filtro. Supongo que influyó la forma en que descubrí América siendo niño, en las tierras áridas de Dakota del Norte. Y aquello fue cuanto conocí hasta que regresé, en 1978, para la universidad. ¿Qué fotógrafos te han influenciado más? Robert Frank. No sólo «The Americans», también el resto de su obra, incluido el cine. Me pasé treinta años detrás de una copia de su película sobre los Stones, «Cocksucker Blues». Alguien comparó una vez mi trabajo con el de Larry Clark. Recuerdo haber visto «Tulsa» cuando asistía a clases de Historia del Arte en la universidad. El libro estaba agotado y no volví a ver aquellas imágenes en veinticinco años. Cuando lo hice, lo entendí perfectamente. Era obvio que me habían impactado de tal forma que se habían incrustado en mi cabeza. No dolió el hecho de haber vivido una vida no muy dis-

tinta de la que reflejaban aquellas fotos. Es evidente que me influyeron. También Lee Friedlander, Bruce Davidson, Danny Lyons y, por supuesto, Diane Arbus. ¿Puedes imaginarte haciendo otra cosa? He hecho algunos trabajos en cine. También he escrito y publicado algunos relatos cortos. No estoy casado con la fotografía como medio -a veces otros medios se adaptan mejor a lo que quiera que intente expresar en ese momento-, pero la fotografía es el centro de todo. ¿Qué será lo siguiente? Rara vez me embarco en proyectos. Sólo hay un par de trabajos, como las series de «Body of Evidence» que son distintas y completamente diferenciadas -o, al menos, tangenciales- del resto del conjunto. Incluso si se trata de cine o textos, para mí todo forma parte del mismo gran proyecto, un enorme y desbordante trabajo sobre la vida. Y, al igual que sucede en la vida,

algunas cosas no cambian en absoluto y otras cambian de forma radical. Creo que hay temas que están latentes en mi trabajo desde el principio, desde las fotos punk de comienzos de los 80. He refinado el enfoque y el mensaje, pero en el fondo sigue siendo lo mismo. Lo más reciente que he hecho tiene mucho que ver con las ausencias. Pero no reflejadas en el carácter de las personas, sino en esos lugares donde su vacío es claramente visible. Se puede apreciar que han estado ahí, puede que hace cinco minutos o hace cinco años, tal vez en la soledad de la ciudad por la mañana o en las ruinas de un pueblo abandonado. Pero todo gira en torno a esa gente que no está. Todavía no soy capaz de decidir si estas imágenes hablan de soledad o si, por el contrario, transmiten cierto alivio y seguridad. Probablemente exista en ellas un poco de todo eso al mismo tiempo.


Cine

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ERIC ROHMER

Estética estática

Texto: Lautréamont

· Fotos: Les Films du Losange / Columbia / Rome Paris Films


Eric Rohmer

Cine

El amor a mediodía (1972)

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s fácil odiar el cine europeo. No por el cine en sí, sino por la pose que suelen adoptar popes y defensores. Una pose de injustificada superioridad, de cerrada defensa de lo nuestro ante la vulgaridad imperante, el mal gusto yanqui y la incomprensión del ignorante populacho. La pose de eternas víctimas, reclamando su excepción cultural y arrimándose al ascua que haga falta para mamar de la colosal teta del Estado. Es fácil despreciar el endiosamiento de personajes como Godard y Von Trier; son cineastas interesantes y atípicos, cierto, pero el halo de veneración que rodea todas sus acciones y gilipolleces irremediablemente encandila o predispone en su contra: un desgraciado efecto psicológico que tan bien sirve para atraer mariposillas incautas como para repeler a viejos misántropos como el que escribe. Sin embargo, vamos a romper una lanza. No por el cine europeo, sino por el cine a secas. Y la vamos a romper por el más francés, por el más europeo de los directores europeos: Eric Rohmer. Con casi 90 años, más de 60 de ellos en activo, Rohmer ha sabido crear una obra con una impronta personal cuyas señas de identidad más marcadas son, simultáneamente, la conversación y el paisaje. Combina un apasionado placer por la observación con la abstracción de sus diálogos, literarios e inverosímiles, pero, al mismo tiempo, perfectamente creíbles. En su vida real, Rohmer es la antítesis del genio exhibicionista; y, aún así, uno se puede formar una clara idea de su personalidad a través de sus películas; se puede reconocer una serie de temas e imágenes recurrentes en su obra; se aprende a adver-

tir en qué personajes se refleja el demiurgo plenamente y en cuáles sólo de costado. Se le suele criticar por pretencioso y por aburrido, y no tengo reparos en admitir ambas críticas: no es un director que recomiende, pero sí es un director que me fascina. Me fascina de manera personal porque comparto sus postulados estéticos; porque de poder, haría películas como las suyas. Hacer un tipo de cine humano: mirar con lupa, no con cinemascope. Como el Yuri Zhivago de Pasternak, o como cualquier poeta que se precie, es un arte contemplativo donde, estrictamente hablando, pasan pocas cosas, irrelevantes: mínimas. Un hombre maduro que desea tocar la rodilla de una adolescente; un encuentro de verano entre dos desconocidos en la costa bretona. Es un cine burgués, formalista, nada comprometido, excepto consigo mismo. Y es un compromiso cien veces más auténtico y menos estridente que el maoísmo godardiano: de ahí la acusación de aburrimiento, de pesadez. Un continuo mirarse el ombligo, hora y media para arrellanarse en

una butaca y ver la vida pasar. No la vida como es —no es ese tipo de realismo—, pero sí una vida más real que muchas de las que vivimos. Vi su «Conte d’eté» con 15 años y no la he olvidado. Mala edad para verla, porque uno puede creer que los personajes de Rohmer se dan en la vida real para luego descubrir decepcionados que no, que sólo es una ficción muy bien hilada. Rohmer concibe su obra como un todo único y de ahí la recurrencia de los ciclos programáticos: los «Cuentos de las estaciones», las «Comedias y proverbios». Pero si alguna vez estuvo en estado de gracia, fue en cuatro de sus seis «Cuentos Morales»: Los «Cuentos Morales» tienen poco de morales, pero toma prestado el nombre de las obras medievales por su carácter ejemplarizante. Son seis historias unidas por un mismo esquema narrativo, de manera que ya sabemos de antemano cómo terminan: un hombre comprometido conoce a una mujer, se siente atraído por ella, pero finalmente, por una razón u otra, vuelve al compromiso.


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La coleccionista

Mi noche con Maud

Con casi 90 años, Rohmer ha sabido crear una impronta basada en la conversación y el paisaje. Mi noche con Maud (Ma nuit chez Maud, 1969) Tiene lugar en un frío invierno en la ciudad de Clermont-Ferrand. Un ingeniero, recién llegado, se siente atraído por una mujer a la que ve recurrentemente en misa y espera el momento de entrar en contacto con ella. Un día se encuentra con un viejo amigo, profesor de filosofía, quién le invita a su velada con una amiga, Maud. Entre ellos dos parece surgir una contradictoria relación, y pronto los abandona, dejándolos inesperadamente solos. La velada sirve a Rohmer para elaborar su propia visión del cristianismo, la moral y la vida en torno a la Apuesta de Pascal y la utilidad de la probabilidad como motor de nuestra vida. El ingeniero pasa la noche con Maud que le da título, pero pronto los acontecimientos se precipitan. Toma su destino en su mano y opta por él de manera contundente, consciente, al mismo tiempo, de la puerta que está cerrando, pero no parece dudar. Pasan los años. El ingeniero está casado, tiene un hijo. Mientras veranean en una playa, de pronto, reaparece Maud. Unos segundos bastan para comprender lo que han cambiado. Maud desaparece, definitivamente, y en las miradas del ingeniero y su mujer se aclara uno de los cables sueltos que se ha venido arrastrando desde la película. Y termina con un final abierto, como si Rohmer dijese: hasta aquí la disección. «Ma nuit chez Maud» se diferencia de las otras películas de la serie por estar grabada en blanco y negro y por

utilizar a un actor profesional: Jean Louis Trintignant. Es considerada por algunos su mejor película y fue nominada a un Oscar por la mejor película extranjera.

La coleccionista (La collectioneuse, 1967) Anterior en el tiempo, pero posterior en la ordenación que le dio Rohmer dentro de los Cuentos Morales, La coleccionista es una película irregular que juega sus dos bazas principales en la impresionante fotografía de Néstor Almendros — sobresale en todas las películas, pero especialmente en ésta— y en la labor de los actores.

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Eric Rohmer

Cine

Mi noche con Maud

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Adrien, un engreído marchante de arte, decide tomarse sus primeras vacaciones en varios años y, mientras su mujer está en Londres, se instala en la villa de un amigo en algún lugar de la costa mediterránea. Su propósito: no hacer nada. En su tarea le ayudará David, un artista con pretensiones de excentricidad. Pero su plan de vida contemplativa se ve truncado cuando Haydée, una adolescente amiga del dueño, aparece en su mundo. Haydée es la coleccionista del título; como puede deducirse, colecciona amantes. Adrien y David la tratan con un desdén paternalista, no exento de envidia. Encerrados en el gran caserío, las relaciones entre los tres se mueven con irritante dificultad; probablemente sea la obra de Rohmer en la que se echa más en falta la ausencia de un verdadero conflicto.

Sin embargo, el punto fuerte de esta película es la imagen. La palabra belleza, que tan poco usamos en el lenguaje cotidiano, viene a la mente automáticamente al contemplar estas imágenes. No hay otra palabra tan concisa, tan adecuada: belleza de los cuerpos, de la luz y del paisaje mediterráneo. Rohmer busca —y encuentra— los planos adecuados: olas bailando, pinos a la luz de la tarde, y las concurridas calles de una ciudad meridional. Por eso «La coleccionista» es, ante todo, una experiencia estética que cuenta una historia fallida en comparación. Puede parecer simple, banal y aburrido, y no descarto que lo sea. Pero no puedo dejar de admirar la capacidad de Rohmer de capturar instantes de vida con tanta precisión y poesía.

La rodilla de Clara (Le genou de Claire, 1970) En la preciosa ciudad de Annecy, junto al lago y al pie de los Alpes, un diplomático a punto de casarse vuelve al lugar de su infancia para liquidar su propiedad y pasar unas semanas de soledad antes de empezar su nueva vida. Se encuentra con una vieja amiga, escritora, que veranea con una familia de acogida en otra villa junto al lago. La madre, una mujer divorciada, tiene dos hijas: Laura, quinceañera, y Clara, universitaria, ausente. El diplomático empieza, instigado por su amiga, un divertido juego de amor/burla/seducción con la quinceañera, donde no queda bien claro quién toma el pelo a quién. Finalmente, cuando aparece Clara, aparece en el diplomático un incomprensible deseo de tocar su rodilla. Entre conversación y conversación, se van suce-


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La rodilla de Clara

Sus Cuentos Morales tienen poco de morales, toman su nombre de las obras medievales La pornografía es un arte y, sin erotismo, poco vale

diendo lances en pos de tan loable meta, hasta que al final... «La rodilla de Clara» es mi preferida del ciclo porque combina lo mejor de las dos películas anteriores. Imagen, trama y espíritu se confunden a la perfección; es una historia ligera, divertida, pero que desprende una indescriptible alegría de vivir, alegría por el mero hecho de estar vivo. No la falsa felicidad con las sonrisas que da el Botox, sino otra, más intangible y fugaz, pero más real, de nuevo.

El amor a mediodía (L’amour l’áprès-midi, 1972) A estas alturas usted ya estará cansado de leerme, y yo ciertamente de escribir. Resumiremos, pues, diciendo que es la historia de un Jedermann, un cualquiera, un pequeño-burgués. Nada más ¡y nada

El amor a mediodía

menos! La moraleja de Rohmer, si es que la hay, es que no hay nada más difícil que ser normal. Un hombre recién casado se reencuentra con una vieja amiga. Él ha encauzado su vida: tiene un trabajo estable, va a tener un hijo. Ella sigue sin rumbo, nunca lo ha tenido, no quiere tenerlo. Se envidian y se desean mutuamente, y se va tejiendo entre ambos una relación imposible que en ningún momento pierde su ambigüedad; cada mediodía, al salir ambos del trabajo, se citan en un café y están juntos, aunque no sepan muy bien para qué. Rohmer se muestra al mismo tiempo, como buen voyeur anónimo, atento observador de multitudes y cronista de las pequeñas historias de una gran ciudad. Es una película muy física, con unas texturas muy cuidadas. Colores, sonidos banales que acentúan el silencio: todo encaja. Los desnudos aquí son plenamente necesarios y muchos directores de cine españoles podrían aprender con esto que la pornografía es un arte y, sin erotismo, poco vale; Rohmer no es un pornógrafo pero si lo deseara, con chasquear los dedos, podría entrar en ese luminoso Panteón, porque parece conocer los resortes del deseo y la vista. Así que concluyamos recordando que esto es un homenaje, no una recomendación. Si ha visto una película de Rohmer y no le ha gustado, no siga: no tiene sentido. Este tipo de cine no es el suyo, y ya está; usted no es ni más válido ni menos por ello. Si por el contrario le ha gustado, entonces: un entusiasta adelante, porque aunque pueda parecer que siempre ofrece el mismo menú, cada vez aporta algo nuevo.

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© Diego Durán


Texto: Sal Duluoz

En la bodega Silver Oak, rodeado de turistas degenerados, el olor a uva fermentada de la sala invade mis fosas nasales, me retrotrae a una vida de banquetes y vomitorios que nunca he vivido, pero no a los aromas de casís o a reminiscencias de hierba recién cortada que, según mi guía de hoy, debería recordarme. Miro a mi alrededor, intentando fijar la vista en algo que mi cerebro no relacione con el vino, en algo que no me obligue a enloquecer.

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esearía no haber venido nunca al maldito valle de Napa. Pero esto no empezó así. No. Volvamos unos días atrás. Fue a principios del mes de agosto cuando, después de una semana sin beber bajo amenaza de excomunión, le planteé a la revista elaborar un reportaje en profundidad acerca de los vinos californianos, sobre el fenómeno enoturístico del valle de Napa. El artículo versaría acerca de la calidad de los tintos californianos y su evolución en los últimos veinte años; sin embargo lo que subyacía era confirmarle a los incautos lectores si los norteamericanos seguían siendo unos bárbaros, unos analfabetos gastronómicos o, por el contrario, era esta percepción española un error de apreciación, percepción originada por la influencia pérfida de nuestros queridos vecinos, gabachos y pijos a partes iguales. Por supuesto, mi idea era bastante más prosaica: agarrarme un buen pedo a costa de la

visa de la revista. En estos convulsos tiempos de complejas tarifas aéreas y dólar pesificado viajar a Los Ángeles resulta más barato que a Matalascañas, así que mi tacaño editor, al que de entrada le gustaba la idea, no puso demasiados reparos al proyecto. A mediados de septiembre, en busca del tiempo perdido, me embarqué rumbo a California en una aeronave de Iberia. ***** Nunca nadie ha sido capaz de explicarme por qué los vuelos transoceánicos tienen una escogida tripulación de azafatas reprimidas, viejas y asqueadas de la vida. Nadie. Y no es que me queje, de hecho, las veo remolonear dentro de su faja y su bigote incipiente, su aliento a anís del mono y, después de diez horas de vuelo, hasta me empiezan a hacer tilín. Para el miedo a volar, o tal vez sólo porque sí, cuando vuelo acostumbro a tomarme una benzodiacepina (pequeñita,

pequeñita...) con un algo de vino. Te pone fino. Ésa es la verdad; intuyo, además, que es lo más cerca que nunca llegaré a estar de Dios. Tengo que reconocer que en esta ocasión con la benzo me había venido un poco arriba y, después de la quinta copita de vino -me decía a mí mismo que eran las últimas muestras de uva tempranillo que iba a poder degustar en las próximas semanas- vi que era el momento de tirarle los tejos a alguna. Justo cuando, después de contemplar las miraditas de deseo que me echaba la azafata más veterana, iba a hacerle una propuesta indecorosa para desestabilizar la carga de la bodega, el insensible comandante encendió la señal de abrocharse los cinturones y comenzamos al descenso; la azafata se alejó por el pasillo deslizándose como la niña del exorcista y me quedé con ganas de saber si se estaba insinuando o simplemente era bizca. Tomamos tierra.


Por qué los vuelos transoceánicos tienen una escogida tripulación de azafatas viejas y reprimidas?

¡Ah, Los Ángeles! La ciudad de la lujuria, de los dientes blanqueados; la ciudad que acabó con John Belushi y la urbe que aprovecha la polución para tener los atardeceres más bellos del mundo... ¿Qué decir de ella? Es una ciudad vacía e irrelevante que cree ser el centro del mundo. Igual que el menda, ni más ni menos. Yo de periodismo sé más bien poco: la ortodoxia no es lo mío. Mi formación se reduce a creer en el periodismo gonzo y a ponerle velitas con filtro a Hunter S. Thompson, que no es poco. Por lo tanto, al llegar a LA tenía que hacerme con el equipo básico para un aprendiz de doctor gonzo: un descapotable, un arsenal de drogas variadas y un abogado samoano. El descapotable no fue problema; alquilé un Ford Mustang con cargo a la revista sin

ningún cargo de conciencia: es un coche bastante malo y baratete pero da el pego. Y en esta ciudad dar el pego es lo importante. No, corrijo: dar el pego es lo único. Buscar un abogado samoano que me acompañase en mis correrías iba a ser imposible, así que había buscado un sustituto; a través de los foros dedicados al cultivo casero de la amapola afgana había contactado con una filipina que vivía en Los Ángeles; aseguraba ser abogada y llamarse Felipa. Nunca te puedes fiar mucho de los filipinos, y menos de sus títulos académicos pero, en fin, es lo mejor que encontré. Cuando llegué a la terminal me estaba esperando en cuclillas una enanita achinada y oscurita que no pronunciaba las efes. Debía de ser ella. Había encontrado a Felipa. -Hola Sal, soy “Pelipa” -me dijo enseñándome más dientes de los necesarios. Sí, no me había equivocado. Nunca

fallo localizando a los más freakies del lugar, soy un especialista, un zahorí de lo grotesco. -Hola “Pelipa” -dije, dándole las llaves del coche-. Conduce tú, que a mí me da la risa con los cruces a la izquierda. Arrancamos. No me gusta abusar de las citas de Belushi, sin embargo tuve que decirle a Felipa que estábamos bastante lejos de Napa, teníamos el depósito lleno, estaba oscuro y llevábamos gafas de sol. Ella me miró con expresión seria. -Dale -dijo. Sólo me faltaban las drogas. Estábamos en la ciudad del vicio. No podía ser tan difícil, me decía a mí mismo. Le pedí a Felipa que me llevara a Sunset Boulevard en West Hollywood. En todas las películas las putas, chaperos y camellos están aquí. Busqué al primer negro sospechoso y, para demostrar que estaba en el mundillo le dije: -¡Eh, negrata! ¿Tienes algo por ahí? dije, gesticulando mucho con las manos. Algo debí de hacer mal porque el moreno comenzó a gritarnos y se lanzó hacia nosotros mientras llamaba a un par de “hermanos” que había en la esquina. La filipina se puso nerviosa y arrancó, dejando medio neumático en el intento. Casi salgo despedido del asiento. -¡Ey Pelipa! -le grité-. ¿Se puede saber qué estás haciendo? -Y al ver que no me hacía caso- ¡Que pares, coñe! El brusco frenazo me empotró contra el plástico de todo a cien que conforma el salpicadero de los Mustangs modernos. Estábamos en la esquina de Sunset con Doheny Drive y, con el susto y el cabreo, experimenté una epifanía: rotulado en las


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últimas diez plantas de un edificio de oficinas vi el rostro de Dios, de Ozzy Osbourne. Ozzy era cabeza de cartel junto a Korn de la primera edición del Sunset Strip Music Festival que se celebraba al día siguiente. Ya no tenía por qué buscar más. Las drogas estarían aquí. Todas estarían aquí. Apenas dormí esa noche, no sé si debido a la botella de licor de amalula que nos tomamos para cenar Felipa y yo o a la simple emoción de poder ver al antiguo “Black Sabbath”. Era una tarde soleada de septiembre cuando llegamos a Sunset; se había cerrado al tráfico parte del boulevard: en la calzada se celebraban conciertos, actrices porno firmaban consoladores enfrente de la tienda de Hustler; pelos de colores, y piercings variados discurrían por la calle bebiendo coca-colas… ¿¡Cómo!? Pues sí, cocacolas; estamos en la California moderna: no se bebe en las calles, no se fuma en los locales y éstos cierran a las dos de la mañana. Así es... ¡a tomar por saco el espíritu de Haight-Ashbury! Como ya me estaba calentando viendo el percal me dirigí a algo llamado el “Jardín de la Cerveza” en el que, rodeados por vallas metálicas, podíamos degustar cervezas americanas en vaso de plástico, mientras el público alrededor nos observaba como si estuviéramos en el zoo, lo que no dejaba de tener algo de cierto. Después de conseguir meterme entre pecho y espalda un par de birritas comencé una rutita inocente -acompañado de mi fiel Felipa- por los míticos locales de Sunset, abiertos esa tarde al público que asistía al festival: Whisky a go-go, Roxy, clubes que vieron tocar a The Doors, a Hendrix, a los Zeppelin. Allí bebimos copas de “Grey

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Goose” en vasos de plástico; disfrutamos de un ambiente libre de humo dentro de garitos inmundos, lo que es una contradicción en sí mismo. Son estos locales una especie de agrupación de bares viejos de Malasaña pero con el glamour que da la historia. Una decepción. Volvimos al exterior, al sol del sur de California, para encontrarnos, en el escenario sur, a Kottonmouth Kings. Para los que no lo conozcan, Kottonmouth es lo que se llama un grupo fiel a sus principios: todo lo que hacen suena siempre igual y tiene la misma temática. Como Offspring, vamos. Lo interesante de los amigos de Kottonmouth es que todas sus letras giran alrededor de la hierba: son grandes valedores (si este término se puede aplicar a estos desarrapados) de la legalización de la marihuana. Había encontrado un buen lugar. Kottonmouth Kings es como una tro-

Los Angeles, la urbe que aprovecha la polución para tener los atardeceres más bellos del mundo

pa de amigos borrachines que montan un grupo -algo así como los Inhumanos pero sin ser de Valencia-; un par de ellos cantan, otros sólo bailan, alguno sólo grita colocadísimo y hay uno -mi favorito- que se pasea por el escenario con la cara vendada para evitar ser reconocido mientras se lía incontables porros y enseña carteles con mensajes que piden la legalización total (recuerden que ya es legal con fines ‘terapéuticos’ en el Estado). Yo me estaba deslizando entre los fans saltarines del grupo buscando algo que fumar. No había manera: todos me torcían la jeta y me miraban de soslayo, amenazadores. En ese momento arrancó una canción llamada “¿Dónde está la hierba?” -ya digo que son bastante monotemáticos- y la gente enloqueció. Empecé a sufrir empujones que me lanzaban de lado a lado, el vodka se mezclaba con la cerveza de pis en el interior de mi cuerpo cañí y empecé a sentirme mareado; sin embargo, cuando estaba a punto de perder la conciencia vi como uno de los miembros de Kottonmouth salía al escenario con una enorme planta de marihuana; me recompuse como pude y, cuando la arrojó al público me hice con ella, ni recuerdo cómo, mordiendo y golpeando al vacío. Salí de la turba agarrado a mi planta, enamorado de ella. En la esquina de la tienda Hustler, ele-


California Gonzo

Metaguía

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Cannery Row: el espíritu combativo de Steinbeck convertido en otro parque temático para turistas vada, angelical, se encontraba Felipa. Me reuní con ella y me dispuse a mordisquear la planta. Ella me detuvo con un gesto. -Como abogado tuyo, te recomiendo que no hagas eso -me dijo. Y casi lloré de emoción al descubrir con esas palabras que había leído “Miedo y Asco en Las Vegas”, que es lo que habría que leer en las escuelas españolas, y no el jodido “Tiempo de silencio”. En cualquier caso, aunque admirando a Felipa, no le hice el menor caso y le arreé un chante enérgico a las hojas de la planta, buscando -casi oliendo- los alcaloides que tuvieran las hojas. Ya lo dice la sabiduría popular: a falta de cogollos, buenas son hojas. A día de hoy todavía recuerdo la cara de anormal que se me quedó al notar que la planta era de plástico. Me ruboricé como no hacía desde la lejana adolescencia y rehuí la mirada avergonzada de Felipa, escupí las hojas y dije: -Salgamos de aquí. Felipa, obediente, me acompañó hacia el extremo norte del recinto, en el cual se encontraba el escenario principal del festival. Allí finalizaba la actuación de Korn, grupo ruidoso y cuyo cantante no utiliza un micrófono sino que le grita obscenidades a un grifo de cerveza lo cual, no por original, le hace más interesante. Pero, por esas casualidades del destino, en mi vergonzante recorrido de salida, encontramos la salida de Korn y la entrada de Ozzy. Las luces de la ciudad se atenuaron para honrar la entrada de un músico legendario, pero que en los últimos años mantiene su popularidad a base de un “reality show” en la MTV: “Los Osbournes”, lo que no merece mucho más comentario.

Sin embargo, pensé, ya no puedo caer más bajo. He venido a por drogas para mi experiencia gonzo y no puedo irme de vacío; éste es el lugar: no hay tipo más yonqui que Ozzy. Así que, haciendo de tripas corazón, me metí con Felipa en el tumulto mientras Ozzy era aclamado por los jovencitos, que no habían nacido cuando el tipo les arrancaba la cabeza a los pollos en el escenario de un mordisco. Le observé: delgado, blanquito, viejito de verdad, más cerca de Charlie Watts que de Springsteen. ¿Estaría a la altura? Comencé a emocionarme de nuevo; tanteé a algunos a mi alrededor buscando psicotropismos varios pero nadie parecía entenderme. Ozzy nos llamó hijosdeputa a todos los presentes: era un buen comienzo. A mi izquierda una chica rapada y con varios anillos en la nariz bailaba con los ojos cerrados; le rocé la piel y se estremeció. Aquí estaba. Abrió los ojos y me contempló: vio a un español vestido de español, con pantalones de pinzas y camisa de cuadros de manga larga en un mundo extraterrestre... y se apiadó de mí: en la palma de su mano apareció una cápsula rosa y blanca. La engullí sin pensar demasiado. Pensar no es mi fuerte. A partir de ahí la tarde noche se difumina. Olvidé mi objetivo de pertrecharme de material para la semana en Napa. Salté al son de las canciones de Mr. Osbourne,

sin recordar ninguna de ellas. Me abracé a lesbianas y tíos peludos, a mi filipina y a todo el que se dejaba. Y lo hacía por dos razones: porque los amaba como nunca había querido a nadie y para no caerme al suelo. En algún momento de la noche Ozzy sacó una manguera a presión y comenzó a empaparnos mientras nos insultaba. Era feliz. ***** La mañana siguiente aparece borrosa en mi mente. Siento un clavo en la cabeza. Felipa me despierta; como sigo vestido es fácil sacarme de la habitación, me arrastro por el pasillo mientras ella gruñe, dice que tenemos que ir a Napa, que tengo que escribir un artículo y yo, entre fogonazos lúcidos me pregunto qué mierda le dará a ella el artículo. Me mete en el asiento del conductor y arranca el Mustang. El coche descapotable no es ninguna bendición, el sol de una mañana reluciente me asegura la condenación eterna mientras nos sumergimos en el tráfico que sale de la ciudad por la I-5 hacia el norte. Felipa grita admoniciones en tagalo. ¿Qué demonios me metí ayer? El horror vuelve a mi mente.


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Las cadenas de Fast Food son las putas de la restauración: pervierten el amor por la comida pero son necesarias

Thompson veía murciélagos, yo no llego a tanto. Estoy sudando. Me quito el cinturón de seguridad y me pongo en posición fetal. Duermo. Sueño con líquido amniótico o algo así. Felipa me levanta al llegar a Monterrey. Esa noche dormimos en el pueblo de Steinbeck. Intento contener las lágrimas mientras cruzamos una calle llena de almacenes reconvertidos en hoteles y tiendas de recuerdos. -Esto es Cannery Row -me dice. A mi alrededor apestosos turistas buscan sitios en los que comprar. El espíritu combativo de Steinbeck convertido en otro parque temático. Odio a los turistas. Los odio. Me odio a mí mismo. Nos cruzamos con un coche de policía y me pregunto: “¿Me detendrán?” Me siento sucio y colocado, me imagino la mirada del policía siguiéndome, oliendo mi colocón como un perro.

Me doy cuenta de que lo he conseguido. Puede parecer extraño pero he llegado al último estadio del periodismo gonzo, después de ser protagonista, de ser instigador de la acción, sólo quedaba un paso: la paranoia. Y aquí está, la siento rondar por mi cabeza. Me persiguen. Voy a volverme loco. Sí. Sin embargo, no estoy orgulloso de mí. Es un simple problema de educación, supongo. ***** Me desperté horas después: a pesar de la boca pastosa y el cerebro enmohecido volvía a ser algo remotamente humano. Desde la ventana del hotel contemplé cómo la fresca neblina envolvía la bahía de Monterrey. A mi lado la filipina roncaba ruidosamente. -“Pelipa” -le dije-. Arriba. Me miró sin comprender, con una babilla rebelde en la comisura de los labios. -Tenemos trabajo que hacer -aclaré. Una buena resaca nunca es completa

sin someterse al clásico rito de purificación (no budista) de Sal Duluoz: la hamburguesa con champiñones de Denny's. Es ésta la cadena de restaurantes abiertos 24 horas al día y que se extienden por todo el territorio americano como putas en el barrio chino. NOTA PARA ARTÍCULO: Las cadenas de comida rápida son las putas de la restauración, pervierten el amor por la comida pero, a la vez, son necesarias y cumplen una labor social. FIN DE LA NOTA-. Cuando el cuerpo está malo malo y no se tiene la posibilidad de cambiarse la sangre como un Rolling Stone más, el remedio es la hamburguesa grasienta y refrita de Denny´s: mano de santo, oiga, sobre todo si se combina con un par de tazas de café americano (también llamado miserable). Es entrar por el aparato digestivo esa obra de arte y la purificación es inmediata, por lo que es más que recomendable estar cerca de un aseo. Los efectos “detox” son más que evidentes; uno sale del “tualete” como nuevo, o casi. Felipa parecía fascinada mientras realizaba el ritual, como si yo fuera un lama pendenciero eliminando malas vibraciones y no un viciosillo pasado de vueltas. Suelo provocar ese efecto. -Ya estoy mucho mejor -reconocí cuando todo había acabado. -Me congratulo profundamente -me dijo-. ¿Qué hacemos ahora? Habíamos venido a escribir un artículo sobre vino, así que dije: -En la ciudad hay un “tasting room” (o sala de degustación) muy completo: “Taste of Monterrey”. Podemos empezar por ahí. Felipa asintió. Me encantan estos asiáticos, dan poquísimos problemas. [Continua en el próximo número]

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Música

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© Lorca Cohen

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LA VOZ

A COHEN DEBIDA Texto: Hugo Izarra

· Fotos: Lorca Cohen, Greg Gold & Lori Stoll

Hace tres décadas conoció a Leonard Cohen y le conquistó con su voz. Le acompañó en una de sus giras más notables, Field Commander Cohen, coescribió con él las diez canciones que lo relanzaron en su vuelta a la música y ahora le ha dado la réplica en su más que necesario -para él y para nosotros- regreso a los escenarios. Es Sharon Robinson, el puntal más notable de la factoría de talentos del canadiense.


Sharon Robinson

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H

abla suave y despacio, como si temiese que no fuesen a entenderla. Tampoco arruga su frente cuando intenta comprender mi inglés más que oxidado. No titubea, no desvía la mirada de mis ojos cuando me contesta y lo hace con una humildad impropia en quien ha conseguido llegar tan lejos. Es una rara avis, no cabe la menor duda. Ganadora de un Grammy junto a Patti LaBelle, ha compuesto canciones para Diana Ross, Roberta Flack, Aaron Neville, Ute Lemper, las Pointer Sisters o los Temptations, entre otros muchos. Ha colaborado varias veces con Leonard Cohen, pero le sigue tratando con el mismo respeto que el primer día que cantaron juntos, allá por 1979. Ha llovido algo desde entonces. En su casa de Los Angeles, de vuelta de su última y exitosa gira, responde tranquilamente a nuestras preguntas. La influencia que Cohen ha ejercido sobre tu obra ha sido sustancial, pero no es menos cierto que también él se ha impregnado de tu estilo, especialmente en sus dos últimos trabajos en estudio. Cuando escuché tu disco por primera vez tuve la sensación de que podría ser perfectamente la respuesta de la otra parte a ‘Ten New Songs’. ¿Fue algo deliberado? Grabar ‘Ten New Songs’ con Leonard Cohen fue una experiencia única en mi vida. Su autenticidad e integridad artísticas sirvieron de telón de fondo a su empeño intacto y esa actitud he querido utilizarla como guía. Nos sumergimos en un mundo de contemplación, buscando el equilibrio entre corazón, mente y oficio. Poder encarar esa montaña de trabajo a la que todo

artista se enfrenta, hacerlo a su lado, fue algo fascinante y maravilloso. Conforme el proyecto avanzaba, se iba haciendo cada vez más evidente que nuestra colaboración no se ceñiría simplemente a la unión de letras con melodía y música, sino que se estaba llamada a ser una auténtica fusión de estilo y estética. En todo momento mostró un gran interés por ver qué saldría de aquella mezcla de estilos. La naturaleza personal de sus palabras, nacida de años de contemplación y estudio, fue el núcleo alrededor del cual giró todo lo demás. A la hora de crear mi propio álbum, hice lo posible por trasladar aquella experiencia. Quería enfocarlo desde la misma perspectiva. También había descubierto, durante la grabación de aquel disco, un sonido vocal que quería explorar en profundidad. Así que supongo que sí puede decirse que, a través de alguna clase de ósmosis creativa, mi participación en la creación de ‘Ten New Songs’ supuso una poderosa influencia en ‘Everybody knows’. Te decía esto porque el disco, que hereda el tempo sensual y grave de ‘Ten New Songs’, incluye varios guiños a aquel trabajo. Desde tu versión de ‘Alexandra Leaving’ a canciones increíbles como ‘Forever in a Kiss’ o ‘Invisible Tattoo’, donde perdura aún toda aquella poesía.

GrABAr TEN NEw SONGS CON LEONArD COHEN fuE uNA ExpErIENCIA uNICA EN mI VIDA

uN DEBuT DEmOrADO TrES DECADAS Hay algo que no me explico: con una carrera tan extensa y brillante a tus espaldas como compositora, cantante y productora, ¿cómo es posible que se haya demorado tanto la publicación de este álbum de debut? Pues porque la vida no siempre resulta como esperamos, a veces resulta incluso mejor. Tuve oportunidades en el pasado para hacerlo, pude haber grabado mi primer disco, pero, por alguna razón que desconozco, no llegó a suceder. Sin embargo, me gusta cómo se están dando las cosas ahora: el lanzamiento de ‘Everybody Knows’ coincidió con el arranque de la última gira con Leonard Cohen, una circunstancia que no se podría haber dado ni en mis mejores sueños. Es fantástico que las cosas hayan tomado este rumbo ascendente en este momento de mi vida, porque la tendencia actual del negocio nos confiere una cierta libertad, permite que cada artista pueda llegar a su público de forma autónoma. Es algo extraño y emocionante al mismo tiempo.


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© Greg Gold

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Te agradezco esta opinión, me siento muy halagada con esa comparación tan positiva. No obstante, si me permites una observación, creo que el disco habría rozado la perfección si hubieses incluido tu versión de ‘Boogie Street’, que consigue ser aún más cautivadora que la original. ¿Habrá suerte y estará en tu próximo álbum?

NO SABIA COmO IBAN A rECIBIr ESTE DISCO E INTENTE NO pENSAr EN ELLO mIENTrAS LO HACIA

Reconozco que ha sido divertido interpretar ‘Boogie Street’ como solista en los conciertos e interpretar esas palabras, ese aspecto de la travesía. Estaría muy bien hacer una versión en estudio. Ya veremos cómo se dan las cosas. Lo cierto es que desde que he regresado a casa he tenido que cambiarme de estudio y no dejo de ir de arriba para abajo, pero pronto empezaré a mezclar una versión en directo de la canción para un single en edición especial que saldrá este mes. En los Estados Unidos, ‘Everybody knows’ obtuvo críticas excelentes de forma casi unánime. ¿Esperabas una acogida tan positiva por parte del público y los medios?

La verdad es que me sorprendió gratamente el recibimiento del disco por parte de críticos y seguidores. Ni que decir tiene que no sabía cómo iban a recibirlo e intenté no pensar en ello mientras lo hacía. La lección más importante que aprendí fue a ser fiel a mis principios, con el convencimiento de que si realmente me hace vibrar a mí, también hará vibrar a los demás. Aunque intuyo que no te gusta demasiado que te comparen con otros, es difícil de evitar. Por lo general, suelen hacerlo con voces sensuales como Sade, Roberta Flack o incluso Joni Mitchell. Si tuvieses que destacar algunas de tus influencias musicales, ¿con cuáles te quedarías? He escuchado muchísimo a Joni, y muchísi-


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mo también a Roberta y Sade, por lo que ser comparada con cualquiera de ellas me hace sentir completamente halagada. A medida que he ido creciendo he escuchado un poco de todo. Tenía una tía que siempre me traía sus discos de 45 revoluciones de artistas como Otis Redding, Bobby Bland, Sam Cooke o Curtis Mayfield. Todo de la Motown. He escuchado grandes voces como Dusty Springfield, Chaka Kahn o Karen Carpenter. Por supuesto, también los clásicos: Billie [Holiday], Ella [Fitzgerald], Aretha [Franklin], Stevie [Wonder] o Dionne Warwick. De joven, crecí tocando piano clásico y cantando música coral. Recuerdo haber pasado noches delante de los altavoces ensimismada con la música de Stan Getz y Astrud Gilberto. O la de Ray Charles o la de Marvin Gaye. Elton John y Simon and Garfunkel también formaban parte de mis rotaciones habituales. Volvamos a tu disco, contiene tres canciones especiales, tres temas que compusiste con Leonard Cohen: el que da título al álbum, ‘Alexandra Leaving’ y la fantástica ‘Summertime’. ¿Podemos considerar este trabajo como un homenaje, alguna clase de reconocimiento a su influencia? Yo diría más bien que el uso de esas canciones en concreto responde a un deseo de cohesión, buscaba que el álbum tuviese un tono acorde y coherente. Por supuesto, quise incluir en él alguna de nuestras colaboraciones como gesto de gratitud y también como reclamo, para llamar la atención sobre el proyecto. Pero, principalmente, porque creo que esas canciones se encuentran entre las mejores que he hecho y además encajan a la perfección con el tono contemplativo que pretendía dar a este disco.

Su presencia no se ciñe sólo a la música. La portada del disco también es obra suya. Hay muchos símbolos en él que para muchos resultarán desconocidos y otros vagamente familiares. ¿Qué significa cada uno? El símbolo de la esquina superior izquierda es el Corazón Unificado. Es la versión de Leonard de un viejo símbolo judío, la Estrella de David. Justo debajo está su costilla, el sello Zen de su nombre budista. El

HE ESCuCHADO DE TODO. TENIA uNA TIA quE SIEmprE TrAIA SuS DISCOS DE 45 DE LA mOTOwN


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LEONArD TIENE ALGO quE HACE quE quIENES LE rODEAN SAquEN LO mEjOr DE SI mISmOS

de la derecha es mi logo, que él mismo diseñó después de que hiciésemos ‘Ten New Songs’: la taza de café y el colibrí, que es una imagen recurrente en su obra.

cuántos conciertos ofrecisteis en estos dos últimos años? Creo que hemos dado alrededor de 190. Ha sido un verdadero viaje…

Después de un largo periodo de silencio, esta última gira supuso para Leonard el regreso a los escenarios. Para su legión de admiradores fue todo un privilegio poder volver a verlo actuando en directo. Sólo por curiosidad, ¿se te ha ocurrido contar

Y, de todas las ciudades que habéis visitado, ¿hay alguna de la que conservéis un recuerdo especial? Me emocionó la belleza de la mayor parte de los lugares donde hemos estado. Uno de esos lugares fue España, por supuesto.


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032 ‘Ten New Songs’ (2001)

Cuando estuvimos en Bilbao, tenía el Guggenheim justo frente a mi ventana y no pude dejar de hacerle fotos. Me impactó la belleza de la ciudad y la expresión del arte, omnipresente. Las ciudades más pequeñas, como Granada, Girona o Palma me parecieron increíblemente encantadoras. Por no hablar de lo bien que nos lo pasamos en Zaragoza, con Javier [Mas], conociendo a su familia y amigos y yendo a lugares donde conocía a gente y había tocado antes. Todo el mundo allí era tan encantador… Por desgracia, en Barcelona fui víctima del virus intestinal que nos afectó a muchos de la banda y no pude conocer gran cosa de la ciudad. Me fascina la arquitectura, pero allí sólo fui capaz de moverme por las inmediaciones del hotel, que estaba a orillas de la playa. La belleza física es una cosa pero, en muchos lugares, y especialmente en España, fue la belleza de espíritu de la gente lo que encontré más memorable. ¿Qué sensaciones os lleváis de la experiencia española? En todos los conciertos que dimos en España sentimos una calidez tremenda por parte del público. Era muy curioso, algo que comenzaba con una conexión total y silenciosa, como si todos estuviesen concentrados en la música y en las letras, y luego, hacia el final de cada canción, se acababa convirtiendo siempre en una respuesta explosiva.

‘Dear Heather’ (2004)

Supongo que sería aún más especial para Javier Mas, vuestro guitarrista en esta gira. Por supuesto que sí. Él, como no podía ser de otra manera, estaba feliz y dichoso por tener la oportunidad de tocar ante sus paisanos. Y lo hizo de un modo sorprendente. Fue algo grande, muy grande de presenciar. Tú, el propio Javier y la banda al completo, las hermanas Webb, Anjani Thomas, Adam Cohen, Perla Batalla… Da la impresión de que todo el mundo que se acerca a Leonard acaba triunfando, como si fuese una especie de Rey Midas. ¿Cuál es el secreto? Leonard tiene algo que hace que quienes le rodean saquen lo mejor de sí mismos. La revista Rolling Stone acaba de incluir el disco ‘Ten New Songs’ entre los cien mejores de la última década. Yo aún diría más, creo que podría estar entre los diez primeros. En su momento, supuso el regreso de Leonard al estudio después de casi diez años de silencio. ¿No sientes cierto orgullo por haberlo recuperado para la causa? Muchas gracias por el cumplido, pero, en lo que concierne al regreso de Leonard, no puedo atribuirme ese mérito porque sólo le corresponde a él. Sintió que el momento había llegado y que estaba preparado para volver a la calle del ritmo. De lo que sí me siento orgullosa es de haber sido la persona que escogió para ayudarle a llevar a cabo esas canciones y ese disco y de haber

‘Everybody knows’ (2008)

sido capaz de contribuir con algo que espero fuese digno de la ocasión. Por más que amenace con desaparecer, el público siempre espera de Leonard Cohen un nuevo renuncio, otra sorpresa. ¿Habrá suerte en este sentido? ¿Se vislumbra alguna posibilidad en el horizonte, algún nuevo proyecto en estudio? Esta última gira nos ha tenido ocupadísimos y ninguno de nosotros es una de esas personas afortunadas capaces de escribir una canción en una hora. Pero claro que estamos pensando en nuevos proyectos. Qué forma tendrán o cuándo saldrán a la luz esos proyectos es algo que ahora mismo no podría decirte. Tendremos que esperar a lo que venga.

EL mErITO DEL rEGrESO DE LEONArD ES SOLO DE EL. SINTIO quE HABIA LLEGADO EL mOmENTO NO SOmOS uNO DE ESOS AfOrTuNADOS CApACES DE ESCrIBIr uNA CANCION EN uNA HOrA


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TURA SATANA

LA MUJER QUE PUDO

REINAR Texto: Calamarín

· Fotos: Russ Meyer / Walter Schenk / Gene Laverne

Parece que el tiempo también teme a Satana. A punto de cumplir los 75, Tura Luna Pascual Yamaguchi, apura sus días plácidamente al sur de Utah, en Cedar City, una vasta llanura rodeada de gigantescas montañas ocres, verdes y amarillas, donde ha tenido que mudarse después de que un árbol kamikaze se atreviese a hacer trizas el tejado de su casa de Reno.


Tura Satana

Cine

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Filmografía The Haunted World of El Superbeasto (2009), Sugar Boxx (2009), The Doll Squad (1973), The Astro-Zombies (1968), Our Man Flint (1966), Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965), Who's Been Sleeping in My Bed? (1963), Irma la Douce (1963)

s

u vida no ha sido fácil, pero no se lamenta. Hija de padre japonés y madre cheyenne, desde que nació fue víctima de la segregación racial. Siendo niña, la Segunda Guerra Mundial dio con su familia en el campo de concentración de Manzanar, en Lone Pinar (California). A los diez años fue violada por una pandilla de blancos en su barrio de Chicago, donde creció, y con trece empezó a bailar en clubs de strip tease, aunque ella no reconozca ahora haberlo hecho hasta los quince. Así conoció a Elvis, en Biloxi, antes de que nadie -ni siquiera ella- supiese quién era y hasta se permitió el lujo de rechazarlo pensando más en el futuro de él que en el suyo propio. Billy Wilder se cruzó en su camino en 1963, pero fue Russ Meyer quien la encumbró a la categoría de diosa del cine de serie B con su producción más reconocida: Faster, Pussycat! Kill! Kill! Hoy nos recibe en su casa, rodeada de sus cuatro perros, afable y sonriente, despojada de vicios, pero incapaz de derribar el mito de femme fatale que la envuelve.

Ahora que ya es un secreto a voces que Quentin prepara el remake de «Faster, Pussycat! Kill! Kill!», ¿te parece la persona más adecuada para semejante proyecto? Francamente, dudo que Quentin Tarantino acabe haciendo ningún remake de la película. Ha comentado en más de una ocasión que no se puede mejorar la perfección. Pienso que es un fantástico director y que seguirá creando muchísimas películas de su factura que podrán llegar a ser tan memorables como «Faster, Pussycat! Kill! Kill!».

En alguna ocasión has reconocido no ser muy partidaria del cine contemporáneo, sin embargo, también he leído que te encanta el estilo de Quentin Tarantino… Sí, claro que me gusta. Me recuerda mucho al estilo de Russ (Meyer). Y también es cierto que no me suelen gustar las películas actuales, creo que hay demasiados efectos especiales y muy poca interpretación a nivel actoral. Además, tengo la sensación de que los actores de ahora no se respetan a sí mismos, ésa es la razón por la que el público pierde el interés en ellos tan rápidamente.

Volvamos a 1965, ¿qué significó para ti trabajar a las órdenes de Russ Meyer, un tipo maldito para muchos y genial para otros? Lo cierto es que trabajar con Russ era muy fácil. Me consta que en más de una ocasión, al ser entrevistado, reconoció que el éxito de «Faster, Pussycat! Kill! Kill!» se debía a los dos. Era un tipo fácil de tratar, dialogante, pero cuando se trataba de su Porsche se convertía en un verdadero fanático. Tuve que romperme una mano contra unas traviesas de tren para convencerle de que podría preparar su coche de forma que

Aún así, si esto llegase a confirmarse y te diesen la oportunidad de hacerlo, ¿a qué actriz elegirías para reinterpretar el papel de Varla? Estoy intentando pensar en algunas de las actrices orientales de hoy en día. Sé bien que Lucy Liu podría hacerlo perfectamente, aunque tendría que usar bastante relleno. La otra persona que me viene a la cabeza es Lucy Lawless, que interpretó a la princesa Xena en televisión. Ella lo haría muy bien también, estoy convencida.


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no se dañase en la escena en que empotramos a Vegetal en la pared. Una vez rota mi mano, se convenció de que sabía de lo que estaba hablando. ¿Sientes que, de algún modo, tu contribución al cine trascendió más allá de lo meramente artísti-

“Dudo que Tarantino se atreva con el remake de ‘Faster, Pussycat! Kill! Kill!. En más de una ocasión ha comentado que no se puede mejorar la perfección”

co? Con esos papeles de mujer guerrera y despiadada, tan alejados del estereotipo de los primeros 60, ¿no crees que contribuiste a cambiar un poco el rol tradicional de la mujer en aquella época? Sí, claro. Conmigo arranca una tendencia dentro de la industria del cine que empujó a las mujeres a mostrar en público aquello de lo que eran capaces. También demostré que las mujeres del cine pueden ser sensuales y aguerridas al mismo tiempo. Fui la primera mujer que mató en el cine- a un hombre con sus propias manos. Aquello los dejó conmocionados a todos. En algunas biografías publicadas sobre tu vida se dice que, siendo muy joven, mantuviste un romance con Elvis Presley. Esas mismas biografías dicen que huiste en cuanto te pidió matrimonio. ¿No es descabellado, entonces, decir que fuiste la mujer que plantó a Elvis? Sí, no es ninguna mentira. Conocí a Elvis entre mediados y finales de los cincuenta, paseando por la playa de Biloxi, en Mississippi. Yo tenía 17 años entonces, trabajaba en un club de strip tease. -Ni que decir tiene que ninguno de los clubes para los que trabajé en aquella época llegó a saber nunca mi verdadera edad; empecé a hacerlo a los quince-. Solía salir después de cada espectáculo a pasear por allí, entre las 2 y las 3 de la madrugada.

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© James Brunner

Tura Satana

Cine

-Y allí estaba él… Así es. Yo estaba allí tan tranquila hasta que, de pronto, apareció aquel muchacho estupendo, de enorme cabellera negra y con los ojos azules más bonitos que había visto en toda mi vida, caminando hacia mí. Yo vestía una especie de camisoncito negro porque aún conservaba la temperatura corporal después de haber estado bailando. Me sonrió y me dijo que me iba a agarrar un catarro de muerte. Le contesté que nunca enfermaba, pero él se sacó su chaqueta y la puso sobre mis hombros. Intenté devolvérsela pero me dijo que no, porque me iba a congelar en cuanto me estuviese parada. Tenía razón. Nos sentamos en la playa y hablamos hasta el amanecer. Al final, me dijo que tenía que irse y que intentaría volver otra noche si podía. Le pedí disculpas por haber sido tan maleducada y le dije que me llamaba Tura. El me dijo que su nombre era Elvis. Por aquel entonces, yo no tenía ni idea de quién era Elvis. Sólo cinco meses después volvimos a coincidir, fue entre bastidores en el Follies Theater de la calle State, en Chicago. Él estaba tocando en el Chicago Theater, muy cerca de allí. Fue en aquel momento cuando me pidió que me casase con él. Le respondí que NO, ¿puedes llegar a imaginar qué habría sido de su carrera si se hubiese casado con una stripper? Conservamos nuestra amistad intermitentemente durante años. Cada vez que tenía un problema, siempre supo cómo y dónde encontrarme. ¿Qué puedes decirnos sobre él que nunca se haya dicho? Recuerdo que no besaba nada bien cuando nos conocimos. Le tuve que enseñar a besar

“Tuve que romperme una mano para demostrar a Russ Meyer que su coche no sufriri´ a ningu´n daño. Con la mano rota, le convencí”

con sentimiento y no haciendo morritos de pez. Una vez que acabé de instruirle, me consta que en más de una ocasión recibió un montón de piropos por sus besos. Eso siempre me ha hecho sentir orgullosa. Me imagino que conservarás un montón de recuerdos de tu etapa en el 'Pink Pussy Cat'. Cuéntanos alguno extraño o sorprendente. Bueno, el 'Pink Pussy Cat' fue el lugar donde conseguí los papeles para «Irma La Douce» y «Faster, Pussycat! Kill! Kill!». Trabajaba allí cuando Billy Wilder y el guionista I.A.L. Diamond entraron con sus respectivas mujeres. Llevaban allí sentados


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más de 20 minutos y lo cierto es que no se estaban riendo demasiado con el cómico. Creo que estaban a punto de marcharse cuando anunciaron mi actuación. Tan pronto salí al escenario enfundada en mi bata japonesa, la mujer de Wilder dijo: «¡Ahí tienes a tu Suzette Wong!». Pero Billy no las tenía todas consigo en lo tocante a mis posibilidades interpretativas, así que me dejó su tarjeta con una fecha escrita al dorso para que acudiese a una audición. Se la di al cómico y le dije que se la devolviese, que yo ya tenía un trabajo. Él me respondió que no lo había entendido, que la audición era para un papel en una película. Me reí en su cara. Me dijo: «¡No, no! ¡Esto es de verdad!» Así que me convenció. Fui a la prueba y conseguí el papel. Debió de ser toda una experiencia participar en «Irma La Dulce». ¿Qué recuerdos conservas de Shirley MacLaine, Jack Lemmon y del gran Billy Wilder? Realmente disfruté de aquel rodaje. Me lo pasé divinamente con las chicas del

“A Elvis le enseñé a besar con sentimiento, y no haciendo morritos de pez. En más de una ocasión recibió piropos por sus besos, y me siento orgullosa”

reparto, porque éramos todas bailarinas y cantantes. Entre tomas, Jack Lemmon solía tocar el piano y nosotras cantábamos y bailábamos con los miembros del equipo. Me encantó Shirley por su sencillez, se comportaba como si fuera una chica más. Aunque era daltónica… ¡Menos mal que había ayudantes de camerino! Fue maravilloso trabajar con ella, y lo mismo con Jack, Lou Jacobi, Hershel Bernardi y todos los actores de la película. La gente que asistía al rodaje era espectacular también. Recuerdo que llegó a visitarnos Maurice Chevalier. Y Robert Mitchum, que entonces salía con Shirley, solía pasarse a menudo por allí. De todos tus trabajos cinematográficos, ¿con cuál te quedarías? Creo que con el que más disfruté fue con «Who's Been Sleeping in My Bed?». Había tantísimo talento a mi alrededor… Y no pude parar de reírme durante todo el tiempo que trabajé en la película. Recuerdo el día en que hice mi strip tease: se supone que debíamos

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Cine

“A Liz Taylor? Yo crei´ a que era a mi´ a quien Divine queri´ a parecerse” 040

tener un plató cerrado, pero había más de mil espectadores allí. Luego tuve que preparar la coreografía para que Carol Burnett me siguiese en la escena del baile. ¿Hay algún personaje que no querrías volver a interpretar? Diría que ya he cubierto mi cupo de Satana. Para alguien que se supone muerta, me parece que se pasea demasiado. Recomiendo que se eche un vistazo a mis escenas en la nueva secuela de Astro Zombies, «M3-Cloned». Te aseguro que merecen mucho la pena. Tu propia vida parece sacada de una de tus películas. ¿Te la imaginas llevada al cine? Sí, claro que puedo. Por ahora lo que se está haciendo es un documental sobre mi vida. Creo que gustará a quienes me siguen habitualmente. Y estoy convencida de que, cuando salga, muchas mujeres podrán aprender algo de él. Será bastante exhaustivo, hasta cierto punto. Regresaste al cine hace tres años, participando en la película “Sugar

Boxx”, donde volviste a coincidir con Kitten Natividad. ¿Cómo te sentiste en esta experiencia? Fue un poco extraño volver a grabar después de tanto tiempo, pero, de repente se me juntaron tres películas al mismo tiempo: «Sugar Boxx», donde interpreté a la Juez, «The Haunted World of El Superbeasto», la película de animación de Rob Zombie en que recuperamos a Varla y la secuela de Astro Zombies, «M3 Cloned», donde vuelvo a interpretar a Satana. “Tura! El Documental” es una realidad cada vez más consistente. Hasta donde se sabe, su estreno está previsto para finales de este año. ¿Podrías adelantarnos algo al respecto? Como te comentaba antes, el documental analizará fundamentalmente una parte bastante concreta de mi vida. Habrá momentos que te sacudan y otros que te hagan reír o llorar, o incluso desear romperle la cara a alguien, pero yo creo que a mis seguidores les va a encantar. El proyecto será el primero que corra a cargo de mi productora, Varla Films, que coordino junto a Siouxzan Perry y Ben Cord. Cuando hayamos acabado con esto, seguiremos buscando guiones interesantes y gente con talento para embarcarnos en nuevas aventuras, algunas conmigo en primera línea y otras ayudando en la retaguardia. Para mucha gente, has sido y serás siempre una sex symbol inolvidable. A día de hoy, ¿quién dirías que puede ocupar ese lugar? ¿Quiénes son para ti las mujeres más sexys del momento? Gracias por el cumplido. No tengo muy claro quiénes podrían ser consideradas así en


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la actualidad. Imagino que serían, posiblemente, Lucy Lawless, Angelina Jolie, Lucy Liu, Meg Ryan, Sandra Bullock, Haji y Lori Williams. Ahora mismo soy incapaz de pensar en otras a quien pueda referirme como sex symbols. En cierta ocasión, Divine dijo: «Siempre quise parecer a Elizabeth Taylor, ahora es Liz la que se parece a mí». ¿Consideras que se abusa de la cirugía en los tiempos que corren? ¡Eh, yo siempre había pensado que era a mí a quien Divine quería parecerse! Al menos, eso fue lo que ella me dijo un día. Y también lo sé porque John Waters ha comentado en más de una entrevista que Divine era devota de «Faster, Pussycat! Kill! Kill!» y de la mayoría de los papeles que interpreté. En cuanto a la cirugía, sí. Creo que se abusa. Muchísimas mujeres están aumentando tantas partes de su cuerpo que una ya no sabe distinguir qué es real y qué no lo es, salvo en esos casos en que lo postizo salta claramente a la vista. ¿Qué opinas del culto al cuerpo y de esa búsqueda perenne de la eterna juventud? ¿Te parece sano? Pienso que es totalmente injusto. El público americano tiene la mala costumbre de creer que todos debemos mantenernos igual que cuando éramos jóvenes, por muchos años que pasen. El público europeo es mucho más realista en cuanto a su estimación acerca de nuestra apariencia. Me encanta cuando me dicen que apenas he envejecido. Consigo ahogar una risita y les doy las gracias. He tenido mucha suerte, he sido bendecida con una piel y

“Por supuesto que le dije que no a Elvis. Imagina que´ habri´ a sido de su carrera si se hubiese casado con una stripper!”

una estructura ósea formidables. Doy gracias a Dios por ello todos los días. Es hora de dar de comer a los cachorros, nos advierte incorporándose en su sillón de mimbre. Y, después de regalarnos una última sonrisa, nos deja la dirección de su club de fans escrita en rojo en el reverso de una de sus fotos: Tura Satana Fan Club, POB 2966, Cedar City, / UT 84721 / USA. Tomamos buena nota.



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AMAT por KIKO AMAT

Texto: Jordi Corominas

· Fotos: Lisbeth Salas

Es miércoles por la mañana, tengo resaca y he quedado con Kiko Amat. Los dos somos graciencos de adopción y nos citamos en sus dominios cercanos a la Plaça del Nord, la más olvidada del barrio pero no por ello la más fea.



Kiko Amat

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os sentamos en una mesa de un bar con solera del que es parroquiano, enciendo la grabadora y hablamos durante una hora donde saltamos de tema cada cinco segundos con los justos enlaces de coherencia que produjeron el siguiente resultado.

Escribir Soy autodidacta, no vocacionalmente sino porque es lo que hay; dejé los estudios y no me apunté a ningún taller de literatura, en España son sospechosos, no como en USA, donde puedes aprender del profesor porque te enseña cosas que sabe. Ahora recuerdo que en octavo de EGB gané un concurso de narrativa patrocinado por Coca-Cola, me regalaron una tele en blanco y negro. Los avatares de la existencia y mi procedencia social me obligaron a ganarme la vida y olvidé que era bueno en esto hasta que más tarde entré a colaborar en fanzines y afiné mis herramientas escribiendo de discos, teorías, etc. Formación previa a la novela: Nunca he escrito cuentos o relatos, no creo en la necesidad de escribir cuentos para llegar a la novela, son dinámicas diferentes y creo que me salen bastante mal, no volveré a intentarlo, no me gustan. De lo que se come se cría y cómo me gusta la novela escribo novelas.

De lo que se come se cría. Por eso como novelas “Cansa escribir de adolescentes. Al fin y al cabo me rodeo de cuarentones protosuicidas” “Tenía ‘Rompepistas’ en la cabeza, pero no sabía cómo transformarla en ficción” más en la moderna narrativa americana, lo que también es mentira porque terminas haciendo algo diferente. Creas desde tu forma mediante la sencillez, sinceridad, economía de recursos y ser comprensible. No me gusta la verborrea, prefiero las canciones de tres minutos.

Ritmo y estilo Una literatura rítmica, pasapaginera, onomatopéyica, con inmediatez, me gusta que pasen muchas cosas. Quería ser comprendido, y como dice Manolo de los Astrud quien quiere serlo lo es y quien no, pues no. Quizá erré el tiro en ‘Cosas que hacen BUM’ por excesos referenciales. El ideal es ‘Rompepistas’, una novela emocional, pura, sincera, con sentido del humor, sin sospechas de autorreferencialidad, no me gustan las novelas tapadera, quiero explicar historias. Provengo de una tradición oral y obrera, prefiero textos que expliquen cosas, odio lo rimbombante y lo posmoderno, quiero novelas enraizadas al lugar, que empiecen y terminen.

Etiqueta pop/Novela pop Idea de novela Tenía claro lo de poseer un estilo a partir de los artículos, en parte confesionales, lo que implica narratividad. Quise hacer un libro como los que me gustan, como los grupos punk...una obra que me guste mucho y sea replicable. Me gusta mucho Moby Dick, pero no aspiraba a eso, sino que me inspiré

No entiendo cómo pueden etiquetarme en la misma categoría de Julián Rodríguez o Agustín Fernández Mallo, puede que algún desinformado lo piense por las referencias situacionistas en ‘Cosas que hacen BUM’!, pero ‘Rompepistas’ muestra que estamos en polos opuestos; en lo que se denomina novela pop hay el curioso tic de justificar las

“Con la música se crea una diferencia estética que se está perdiendo” “Los personajes son personas que conocí o viví, lo cual no implica que las coja directamente de la realidad” referencias pop con menciones a la alta cultura, como si estuviesen acomplejados y pensasen que los verán cómo “ese tío tonto al que le gusta el pop”. La alta cultura funciona independientemente del mundo que me formó; no tengo contacto con ella, no me interesa, no tengo que impresionar a nadie y no escribo para que me reseñen en Babelia o en ambientes académicos. Me parece una chorrada lo de la literatura pop, si funcionara de manera adecuada se diferenciaría de cosas muy serias y ampulosas y se parecería más, por ejemplo, a la literatura de detectives de los años 70.

Tipología de sus personajes Mis personajes son gente que conocí o viví, sin que ello implique que los coja directamente de la realidad, pues ello te limita como narrador. Si creas, explicas y defines bien un personaje el lector sabrá que sólo puede coger el camino C, no el A o el B, si lo generas a partir de un ser real ya te condenas porque sabes cómo es. Mis personajes son ellos mismos pese a tener guiños y características de gente que conozco. Carnaval puede parecer real, pero es 100% ficticio.

Discurso de clase en España / novelas periféricas El discurso de clase y analizar las cosas desde ese componente, como se hace en Inglaterra....aún sin ser marxistas debemos admitir la influencia de la clase en nuestro crecimiento. En España y Cataluña ha que-


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versales, la adolescencia una época de vivencia y unión, lo de los punks y los skins está al servicio de la amistad, los años teen son cruciales, una especie de herencia de la que no puedes desprenderte. Ojalá haya logrado con ‘Rompepistas’ la novela completa sobre la adolescencia en los ochenta, sino esa historia se hubiese perdido.

Proyectos futuros

dado eliminada del discurso cotidiano y de los Media, se emplean eufemismos; en cambio en el Reino Unido se sabe y hablan de ello, lo que aquí no ocurre ni por asomo. Los medios de comunicación son clasistas cuando visitan la periferia.

Música / su yo en las novelas Conviene hablar más del tiempo presente, a partir de la música se crea una diferencia estética que se está perdiendo. En cierto sentido uno de los problemas es que el establishment quiere referentes que pueda entender, porque sino violas su regia malla al no hablar su lenguaje. Mis referencia son mods, skinheads, la literatura americana del siglo XX, el extrarradio... y no lo intento sobreactualizar, no hablo de Deleuze, hablo de mí que somos nosotros, pues soy una persona normal de la calle, mis amigos son currantes, lo que me ocurre es lo mismo que a vosotros, es un yo comunitario, bebe

comunidad y forma parte de la misma.

‘Rompepistas’ Era una historia que tenía en la cabeza desde hacía mucho tiempo, mencionaba ideas en los artículos, pero no sabía cómo transformarlas en ficción. He ido aprendiendo las herramientas de mi oficio, y ‘Rompepistas’ se acerca a lo que quiero, desde el momento en que me puse con ella tenía clarísimo su espíritu, en las otras novelas hay fragmentos buenos. Una novela tiene que poder resumirse en tres frases, sino algo va mal. Es una novela de iniciación, el formato es clásico. Trata del final de la adolescencia, cuando entramos en un territorio desconocido, por eso están los flashback, para saltar del presente al pasado, si en una película hay flashback y voz en off me engancha, porque esa es la estética que me gusta. En ‘Rompepistas’ estamos en unas coordenadas subculturales, pero los sentimientos que expreso son uni-

Ahora comento con mis amigos que creo que seré recordado por ser el tío que escribió ‘Rompepistas’, cómo si sólo pudiese empeorar, pero eso es imposible; estoy muy contento por el recibimiento que le han dado. Siempre tengo una novela en proceso. Hablé con Jorge Herralde y le presenté dos ideas y decidimos cerrar la trilogía, cansa escribir siempre de adolescentes. La próxima será una novela de cuarentones, de sus catástrofes y catástrofes. Tú tienes 30 tacos y aún no sabes cómo se acelera el tiempo y surgen preguntas. ¿Cómo he llegado aquí si quería ser otra cosa? Despiertas y es patético. Tengo notas, sé qué pasa, cómo irá la acción y también los personajes; al fin y al cabo me rodeo de cuarentones protosuicidas. Sí, con música, aunque evitando que se coma lo demás. Sólo me falta encontrar la voz. Seguimos hablando un rato más entre risas y cervezas de la ocasión pérdida, de la música de baile y del Dj como retorno a las raíces en un sentido hedonístico y lúdico de participación. Pagamos, me regala un ejemplar de su fanzine ‘La escuela moderna’, descubrimos nuestra mutua fascinación por Jack el destripador y nos despedimos. Toca comer. Bon profit.

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‘Ambitious Lad’ (15x20” / 38x50cm)

MATT

SESOW UN AMERICANO

CON UN BRAZO Texto: Hugo Izarra

· Fotos: Matt Sesow

Los libros de arte nunca hablarán de tipos como Sesow. Pero a Sesow los libros de arte le importan más bien poco. Digamos nada. Es pragmático y sabe que el arte es sólo una forma de vida. Pero, más allá de las consabidas consideraciones prácticas, maneja otra certeza poderosa: el arte es el refugio donde mejor se liberan los fantasmas, que en su caso son muchos y terribles. Y ninguno de ellos injustificado.

E

s un superviviente y se congratula de ello. Vive de ello. Admite sin rubor que debe a su desgracia infantil lo que hoy es y eso le dignifica, porque es infrecuente toparse con tipos honestos en el arte. No hace lecturas complejas de su obra, no hace sentir inútiles a quienes observan sus cuadros. Es un outsider, o al menos esa es la etiqueta que le han colgado. Él no discute nunca acerca de sus etiquetas.

Un día descubrió que era pintor, dejándose llevar en parte por el amor pero también por una broma colectiva, y ahora ha llegado hasta aquí. Sus cuadros son obras cotizadas y su nombre empieza a colarse en prestigiosas galerías de arte de todo el mundo, algo que jamás habría podido imaginar cuando tenía que fichar cada mañana en la IBM. Ahora que ya tiene claro lo que es y lo que nunca volverá a ser, vive cómodamente de su

arte en Washington D.C., donde tiene su estudio. Empecemos por los orígenes: Lincoln, Nebraska. Allí naciste, creciste y perdiste parte de tu brazo izquierdo siendo niño. ¿Cómo sucedió? Fue en el verano del 75, tenía ocho años me ocurrió aquel accidente monstruoso. Mi casa estaba situada junto a una pista de hierba donde solían despegar y aterrizar

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Matt Sesow

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Adicto al disparador automático, en su estudio

pequeñas avionetas. Una tarde de junio de aquel año, un grupo de chicos -entre los que me encontraba- decidimos jugar al juego de la patata. [Para quien no lo conozca, el juego de la patata consiste en lanzar una pelota al aire y decir en alto un número que ha sido asignado previamente a otro de los niños. Cuando esto sucede, cuando el lanzador pronuncia ese número, todos los demás se detienen y él debe intentar dar con su bola a la persona que lo lleva. Aunque pueda sonar algo confuso, es muy sencillo] Cuando llegó mi turno de lanzar, pensé para mí: ¿Qué pasaría si pronunciase mi propio número? Y eso hice. Todos echaron a correr, yo empecé a correr… y me desperté en el hospital, después de haber sido golpeado por la hélice de una avioneta que aterrizaba. No exagero si digo que esa experiencia, el hecho de haber perdido mi mano izquierda, ha sido el acontecimiento más importante de mi vida. Me acuerdo bien del día del accidente, pero el recuerdo del impacto de la avioneta es algo que sólo vuelve a mí en pesadillas. Siento que algo me embiste con contundencia, en un momento de oscuridad, y siempre acabo despertándome aterrado y envuelto en sudor. Estuviste a punto de morir entonces, pero tu suerte empezó a cambiar en el hospital. Así es. Luego supe que el cirujano que me operó era un veterano de la Guerra de Vietnam y allí había recompuesto ya los pedazos de muchos soldados. Tuve que someterme a muchas operaciones quirúrgicas después de aquélla durante mi infancia. Es obvio que este accidente te marcó y esto

es algo que sacas a relucir en tu pintura, no sólo en cuanto a la temática recurrente y al tratamiento de la realidad, sino en un rasgo muy característico en tus obras: la cicatriz que las adorna, tu marca personal. Cierto, utilizo con frecuencia ese icono al que llamo 'trauma scar'. A menudo lo hago aparecer en un brazo, pero también en diversos objetos para ayudarme a comunicar a mis seguidores cuál es el verdadero significado de esa pintura. Represento esta cicatriz con una línea atravesada por tres guiones. La vengo usando desde que empecé a pintar en 1994. Es idéntica a la que me quedó tras una de mis cirugías más dolorosas. A pesar de la adversidad, lograste salir adelante. En 1980 participaste en los Juegos Paralímpicos de Newcastle, más tarde recibiste la beca de la Sociedad Mensa en Oklahoma y llegaste a licenciar-

te en ingeniería informática. ¿No suena todo eso demasiado formal y domesticado para alguien considerado marginal y salvaje? Bueno, esa imagen de artista marginal, tosco y salvaje, es una etiqueta que me han impuesto. No suelo discutir acerca de las etiquetas que me cuelgan, pero coincido contigo en que la educación que recibí no siempre se vincula con la formación de un artista outsider. Tampoco encaja, a decir verdad, con la tradicional de cualquier artista. Supongo que el hecho de ser autodidacta y mi discapacidad me hacen acreedor de ese sambenito de marginal. Suelo asociar esa idea a mi tendencia de trabajar al margen del sistema acostumbrado en cuanto a galerías y sistema de fijación de precios, tratando de seguir siendo independiente para que mi arte sea asequible. Comencé a exhibir y vender mi obra en Internet en 1996, decididamente al margen del sistema gale-


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‘Something to Crow About’

‘Voices in the head’ (30x40” / 77x102cm)

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rístico convencional. ¿Por qué empezaste a pintar? ¿Cómo ocurrió? Comencé a pintar de broma. Quería impresionar a una chica que me gustaba en 1994. Entonces, trabajaba en la IBM como ingeniero de software. Recuerdo que en nuestra primera cita, los compañeros de piso de mi novia me pidieron que pintase. Les había mentido diciéndoles que había pintado en infinidad de ocasiones. Descubrí mi estilo y mi técnica en el acto. Desde aquel momento, he seguido pintado todos los días que he podido.

En Washington, donde te instalas a principios de los noventa, empiezas tu carrera como director de cortometrajes. 'Seize the day', in 1993, fue el primero de ellos. ¿Qué representa para ti el lenguaje fílmico? ¿Te sientes igual de cómodo detrás de la cámara que de los pinceles? Recuerdo que acabé 'Seize the day' en un día. Le había pedido prestada una cámara doméstica a un amigo para el fin de semana. El sábado por la mañana me levanté, escribí el guión, rodé la película haciendo yo mismo de actor, luego lo edité y acabé la película el mismo día, antes de la mañana del domingo. El corto hablaba de mi forma de lidiar

PERdER MI MANO IZqUIERdA hA SIdO El ACONTECIMIENTO MAS IMPORTANTE dE MI vIdAll ll

con la pérdida de mi mano. Lo creé antes de empezar a pintar. Para mí, resultó muy satisfactorio, e incluso llegó a ganar algún premio. En cualquier caso, era un trabajo muy difícil y absorbente. Creo que la pintura me proporciona recompensas mucho más rápidas y ricas. Me divierte utilizar el cine para comunicar, pero creo que no es tan expresivo como la pintura. Supongo que con sólo 15 cuadros podría contar la misma historia que con un cortometraje. No obstante, sueño con volver a hacer cortos algún día. Creo que hice alrededor de quince en la década de los noventa, pero ahora mismo, por razones de creación y popularidad me debo a la pintura. El año 1995 supone para ti un punto de inflexión: por primera vez, consigues vender 14 cuadros en una tarde. Eso sucedió en Georgetown. Allí mismo firmaste tu


Matt Sesow

Pintura

‘Tiger’ (30x40” / 77x102cm)

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primer contrato, que te vinculó en exclusividad durante cinco años a un marchante de arte. ¿Te arrepentiste en algún momento de haber sido tan impulsivo? Reconozco que aquel día de ventas en la calle me sentí sorprendido por primera vez, desde el momento en que alguien -para quien yo era un perfecto desconocido-, mi agente, me demostró ser un experto en autodidactismo y arte cicatricial. No sólo comprendió mi lenguaje, también me explicó qué intentaban comunicar mi técnica, mi color, mis líneas… No me arrepiento en absoluto. Aquel mismo año fuiste arrestado en Kansas. ¿Qué hiciste para acabar en la cárcel? Mi novia de entonces -aquella a la que intentaba impresionar con mis pinturas- y yo decidimos que sería una buena idea viajar desde Washington D.C. hasta Panamá aprovechando nuestras vacaciones en IBM. Salimos desde el trabajo, a bordo de mi viejo Oldsmobile del 81, y enfilamos hacia el sur. En Kansas, bebíamos Martini mientras conducíamos. Nos cazaron y tuvimos que pasarnos cinco días allí. Al final, Belice fue lo más lejos que llegamos en aquel viaje. Pinté muchísimo, eso sí. Allí creé uno de mis cuadros favoritos, 'Vacaciones en Kansas', mientras estaba en el hotel esperando a que mi novia saliese de la cárcel. Ya que hablamos de viajes, hay que reconocer que eres un auténtico trotamundos. No sólo te recorriste los Estados Unidos de punta a punta, también has conquistado Asia, Europa y Centroamérica. Parece una perspectiva bastante abrumadora para un chico de pueblo. ¿Qué has sacado

en limpio de todas estas experiencias? La mayor enseñanza que extraigo de todo ello es haber aprendido a pensar en mí mismo más como un 'ciudadano del mundo' que como un 'ciudadano americano'. Para mí es muy sano recordar la forma en que la gente con menos posesiones consigue ser casi siempre bastante más feliz que los americanos más poderosos. He aprendido a contentarme viviendo y trabajando en un sitio pequeño, sin coche ni casa propia, sin aspirar a la riqueza obscena ni al exceso de pertenencias. Hace poco, el Washington Post publicaba una historia sobre mí acerca de lo extraño que les resultaba que pudiera ser feliz viviendo y trabajando así, en un

espacio tan reducido. Sin embargo, yo lo encuentro mucho más amplio que todas esas grandes casas que visité o en las que tuve que vivir durante mis viajes. Otra valiosa lección de esas experiencias es el saberme capaz de pintar en cualquier parte. Puedo encontrar materiales, espacio e inspiración, sin importar dónde me encuentre. Soy de la opinión de que no sólo es importante que los artistas reflejemos o documentemos la época en que hemos vivido, sino también los lugares en los que hemos estado. Hace relativamente poco desde que empezaste a vivir del arte a tiempo com-

ESA IMAgEN dE ARTISTA MARgINAl,TOSCO y SAlvAjE, ES UNA ETIqUETA qUE ME hAN IMPUESTOll ll


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‘Role Model’ (30x40” / 77x102cm)

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pleto. Me imagino que sería duro al principio, -pero, sobre todo, temerario-, ser capaz de reunir el arrojo suficiente para empezar a hacer lo que realmente te llenaba y esperar que te pagasen por ello. Lo mejor es que lo conseguiste. ¿Cómo? Ayuda vivir en un piso pequeño y barato, prescindir de un coche, evitar lujos excesivos como la televisión por cable o la telefonía móvil. También ayuda mucho no tener una familia a la que mantener. Me paso los días y las noches a solas, pintando. Comencé a hacerlo por diversión. Fui a la universidad y encontré un trabajo bien remunerado que no tenía nada que ver con el arte o la pintura. Aún así, trabajaba duro

y aprovechaba mi tiempo libre para pintar. Pero llegó un momento en que un puñado importante de personas comenzó a seguir mi obra mientras mantenía mi empleo. Abandoné aquel trabajo y su jugosa nómina y mi renta experimentó una merma considerable después de trabajar como pintor aficionado durante unos siete años. Vivo exclusivamente de mis cuadros desde el año 2001. Trabajo igual de duro, si no más, siendo pintor que cuando trabajaba como profesional de la informática. Gano mucho menos dinero ahora, pero soy más feliz. Haber aprendido en el mundo de los negocios a gestionar agendas, fechas de entrega, presupuestos, prioridades y adap-

lA PINTURA ME PROPORCIONA RECOMPENSAS MUChO MAS RAPIdAS y RICAS qUE El CORTOll ll

tación al cambio me ha resultado de gran ayuda en el terreno del arte, pero también en el personal. Hablemos de tu obra: hay en ella reminiscencias notables de autores como Basquiat, De Kooning o Picasso, ¿en qué medida te han influido otros artistas a la hora de crear? Aprendí a pintar por mi cuenta, visitando un montón de museos gratuitos en Washington. Solía ir allí a mirar aquellos cuadros y me gustaba deconstruir las técnicas de los pintores. Diría que De Kooning, Basquiat, Bacon, Picasso, Lautrec y los viejos estigmas de Jesús fueron los que más me influyeron. La verdad es que no me gusta demasiado la pintura, por lo menos la de ningún autor vivo. No sigo la obra de nadie ahora mismo. Prefiero concentrarme en la música recargada de los años ochenta, en películas grotescas y otras excentricidades.


Matt Sesow

Pintura

hE APRENdIdO A PENSAR MAS COMO CIUdAdANO dEl MUNdO qUE COMO CIUdAdANO AMERICANOll

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'Dream Team' (30x40” / 77x102cm)

062 'Till Death Do Us Apart' (30x40” / 77x102cm)

¿Alguna vez has sentido que tu arte se malinterpretaba? Quiero decir, esa atmósfera de pesadilla que ambientas a base de colores primarios, puede ser considerado por algunos más una parodia que una exaltación de la crueldad y la crudeza. ¿Todavía empleas la pintura para exorcizar tus fantasmas o has empezado a tomártelo menos en serio? Ahora es cuando más en serio me lo estoy tomando. La pintura lo es todo para mí. La forma en que el público perciba mi pintura es algo que no puedo controlar. Si la gente hace una lectura negativa de mis cuadros, suelo estar de acuerdo. Odio la mayor parte de las cosas que creo. La cuestión es que seguiré pintando, sin importarme para nada lo que suceda. Es la cosa más importante que hago. Has estado recientemente en España y volverás a finales de este año. ¿Qué opinión te merece el público español? ¿Crees que comprende tu obra? Mi estancia en Barcelona, que coincidió con

mi exposición en la galería Antevistas, fue perfecta. Me trataron estupendamente e hicieron un verdadero esfuerzo para promocionar mi trabajo en Europa. Creo que mi éxito reciente en España y Francia es algo maravilloso. Muy pronto, en marzo, expondré en Albi, al sur de Francia, y en diciembre volveré a Barcelona. Quiero aprender más de los lugares que pinto, así que confío en ampliar mi experiencias en España (y Francia) para poder hacerlo con toda la intensidad posible. En España se me ha tratado justamente, no quiero que nadie se sienta decepcionado.

ja, la artista Dana Ellyn, con quien formas un extraordinario tandem creativo. ¿En qué consiste exactamente vuestra idea? Nos casaremos en la recepción inaugural de nuestra muestra a dos titulada 'Hasta que la muerte nos separe' que tendrá lugar el 5 de febrero, aquí, en Washington. Debería ser divertido. La muestra incluirá distintas perspectivas sobre el concepto del matrimonio. Pero lo único que queremos hacer es casarnos. No pedimos regalos, ni dinero ni nada por el estilo. Todos aquellos que quieran venir están invitados. Necesito prepararme para la muestra de Albi tras la boda.

¿Qué proyectos te ocupan ahora mismo? Una muestra benéfica aquí en el D.C. que se celebra este mes y debería tener bastante cobertura mediática, la muestra de la boda del mes que viene y cualquier cosa que estalle dentro de mi cabeza.

Por último, ¿te has preguntado alguna vez qué habría sido de tu vida si aquella avioneta no se hubiese cruzado en tu camino? Claro que sí. Mi vida no habría sido ni la mitad de interesante de lo que es ahora y lo más seguro es que nunca hubieseis oído hablar de mí.

Cuando hablas de la muestra de la boda, te refieres a tu inminente enlace con tu pare-


© Miguel Núñez


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Texto: Esther Hierro · Fotos: Marcia Resnick (arr. Diego Durán)

«No te vayas». Las últimas palabras de John Belushi, muerto de sobredosis a los treinta y tres años, se convierten en el resumen perfecto de los últimos años de vida de uno de los mejores humoristas de todos los tiempos. Esos años en los que, para satisfacer a su juez más implacable -él mismo-, bien valía meterse lo que fuera necesario, enfrentarse a sus seres queridos y defraudar a sus amigos y compañeros de profesión. Todo en una trágica búsqueda para dar lo mejor de sí mismo. Para mostrar todo su talento. Para ser reconocido en el sentido más legítimo de la palabra. Para, en definitiva, no quedarse solo.

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A John lo mataron sus amigos. traté de alejarlo de las drogas. Habría sido fácil para ellos decirle que no, pero no lo hicieron”. Bill Wallace Te odiaran si mueres durmiendo en tu cama. eso vende mal. William Holden

E

l 5 de marzo de 1982, el cuerpo frío y sin vida de John Belushi fue encontrado por Bill Wallace, su guardaespaldas, en la cama del bungalow 3 del Chateau Marmont, en el Sunset Boulevard de Los Ángeles. Sus últimas horas las pasó inyectándose una mezcla de heroína y cocaína con la prostituta y camella Cathy Smith. Pero el gran interrogante -o la gran certeza- que planea sobre las 509 páginas de esta biografía que Papel de Liar recupera más de un cuarto de siglo después de su muerte es… ¿realmente llegó Belushi solo a este punto? Smith fue interrogada por la policía pero no fue la única persona que ayudó a tejer una red -tan protectora como devastadora- alrededor de uno de los mayores talentos cómicos del siglo XX. Otros muchos, empezando por su propia viuda, Judy Belushi-Pisano, y siguiendo por su mejor amigo, Dan Aykroyd, y varios compañeros del mundo del celuloide, como Steven Spielberg, John Landis, Carrie Fisher, Robin Williams, Robert De Niro o Chevy Chase, entre cientos de personajes, reconocidos y desconocidos, fueron sus cómplices también. Esta tragedia coral que fue la vida de Belushi es lo que dibuja magistralmente Bob Woodward, brillante periodista de investigación y excelente relator, en Como una moto. La vida galopante de John Belushi. Woodward nos habla de un mundo de éxito y fracaso. De muertos y supervivientes. De talento y mediocridad. De velocidad sin control. De apoyo y de rechazo. De justificación injustificable. El mundo

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Trabajas como una bestia al principio... luchas de verdad. Tiras sin nada. Entonces llega el momento en que lo consigues: eres una estrella. De pronto todo el mundo se encarga de ti. Te dirigen. La gente se ocupa de todo. Y de pronto soy millonario. La vida dura, lo de tiras sin nada se acabó. Y aparecen todos esos amigos, todas esas fiestas (...) Lo que pasa es que te ves atrapado en este negocio y las drogas son inevitables. Estaban aquí antes que yo y seguirán aquí después. Voy a quedarme solo. vivo inquieto. Tengo un miedo interior. John Belushi

que rodeó a esta criatura de la noche que fue John Belushi en su carrera desbocada hacia una muerte anunciada. Y lo hace con la minuciosidad que cabe esperar de un auténtico sabueso de la información ganador de un premio Pulitzer: fechas, ingresos, gastos y… alrededor de 250 testimonios que reconstruyen exhaustivamente la vida de este genial actor hasta sus últimos minutos. Porque Bob Woodward ni tan siquiera conoció a Belushi y, por lo tanto, tuvo que reconstruir su vida a través de la mirada de los que convivieron, trabajaron y tocaron la gloria abisal de las drogas con él. Ése es uno de los secretos de este libro y lo que lo convierte en una lectura apasionante. El retrato de una persona, su entorno, su mundo, su momento. Una biografía coral como pocas. Un libro que contesta algunas preguntas pero, sobre todo, plantea otras. Los mayores éxitos de John Belushi se ciñen al televisivo Saturday Night Live, que lo encumbró al éxito, y a dos de sus incursiones en el cine: Desmadre a la americana y Granujas a todo ritmo. Sin embargo, el resto de sus películas no fueron especialmente relevantes a nivel de taquilla. Ni de crítica. Aún así, se creó una leyenda. ¿Qué intereses había en ello? ¿Realmente se reconocía el talento de Belushi? ¿Valía la pena crear también un monstruo? Y, cuando el espejo en el que mirarse ya no devolvía el reflejo del éxito soñado, ¿quién contribuyó a que el refugio fueran los estupefacientes? ¿Quién permitió con su silencio, aprobación, o simplemente dejando hacer, que pasara noches en vela envuelto de alcohol


y drogas? Obviamente es imposible no responsabilizar de su propia vida, en primera instancia, al propio Belushi, en su búsqueda implacable de una sensación ficticia de control, pero, ¿y las actitudes de su entorno? ¿Existía a su alrededor un instinto de protección malentendido? ¿O acaso había más interés en el show business que en la persona? ¿O simplemente cobardía? Las justificaciones son inevitables. Y se suceden en el libro. Empezando por el propio Belushi. «Todo es la falsa presión: la que te impones tú, la de las cadenas, las discográficas, las productoras, y luego tú la duplicas para empeorarlo porque el trabajo ya no supone un reto. Dices: “bueno, lo arruino todo y entonces las cosas volverán a ser un desafío”. Tan idiota. Me pregunto a menudo por qué lo hacemos así. Eres más feliz si lo evitas, pero supongo que la felicidad no es el estado en que quieres hallarte todo el tiempo». Pero no es el único. Woodward refleja las opiniones, perspectivas y disertaciones en un estilo de narración casi fílmico, de aquellas personas que, de una u otra forma, cargaron la jeringuilla que lo mató. Porque, de algún modo, de eso es de lo que nos habla este libro. De si el éxito podría haber sido algo distinto al fracaso. De cómo todos nuestros actos crean consecuencias. De que, o somos parte de la solución, o somos parte del problema. De que no podemos quedarnos mirando a otro lado. O sí, pero entonces, quizás, y sólo quizás, no podamos volver a dormir el resto de nuestras vidas.

Hollywood es muy plácido... ¿Qué hacen las estrellas? Lo que han estado haciendo durante décadas: beber, follar y drogarse”. Bernie Brillstein Si no cuentas con personas que te bajen a la tierra, empiezas a dar vueltas. Hay gente en Hollywood que puede confeccionarte el estado de ánimo que desees”. Robin Williams

Filmografía Desmadre a la americana (Animal House) (1978), The Rutles: All You Need Is Cash (1978), Camino del sur (Goin' South) (1978), Old Boyfriends (1979), 1941 (1979), Granujas a todo ritmo (The Blues Brothers) (1980), Continental Divide (1981) y Mis locos vecinos (Neighbors) (1981).

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e s e d e h c o n La

Texto: Neill Higgins · Fotos: Melanie Manneville

Por su sonido, bien podrían confundirse con cualquiera de las mejores bandas de la new wave británica. Tal vez por eso intentamos recrear una de esas escenas typically British para nuestro encuentro con Le Grant, una de las mayores apuestas del pop barcelonés de los últimos años. El Rouge Bar de Poble Sec, a medio camino entre el ornato de aristocracia inglesa del XVIII y el encanto londinense del East End, sirvió de escenario para nuestro encuentro.

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“V iv im os en un a so ci ed ad ab

so rb id a po r la pu bl ic id ad . No

N

o acaban de aterrizar en este mundillo, pero su nombre empezará a hacer ruido de verdad dentro de muy poco. El cuarteto catalán presenta en sociedad una propuesta fresca y contundente avalada por el veredicto casi unánime del concurso Levis 501 Unbuttoned, que, desde verano de 2008, les ha abierto de par en par las puertas de la escena musical española. Con un futuro deslumbrante ante sus ojos, este año 2010 marcará, a buen seguro, el punto de inflexión de esta banda que componen Manel (voz), José (guitarra), Adam (bajo) y David (batería). ¿Cómo y por qué nace este proyecto? Nace de la necesidad de hacer música. A partir de ahí, cada uno ha aportado sus influencias personales. Ésas son las raíces de las que ha nacido este proyecto. Desde el principio y hasta ahora, existe en nosotros una constante inquietud y muchas ganas de hacer música, con lo cual, a veces nos llegamos a saturar a nosotros mismos. Y vuestra música, ¿cómo la definiríais? No consideramos que nuestro sonido sea único, pero sí nos sentimos orgullosos de la magia que tiene nuestra música. Quien vie-

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s di ce n qu é es cu ch ar, có m o

ne a nuestros conciertos podrá tacharnos de más o menos comerciales, podrán decir que no les gusta nuestro estilo, pero nadie dirá que no está trabajado. En cada tema creamos un ambiente, y pienso que es ahí donde radica esa magia. Ahora mismo atravesamos una fase de inquietudes, buscamos la forma de llenar más el escenario con nuestra música y explorar más variedad de electrónica. En cierto sentido, el proceso creativo es como un juego que se va complicando cada vez más. Conforme empiezas a crecer, vas introduciendo los ingredientes que tienes a tu alcance en cada momento, y, poco a poco, se va intentando que las cosas sean cada vez más complejas y compactas. Casi siempre ayuda tomárselo como un juego; como un desafío en que, a cada paso, nos elevamos el listón un poco más. ¿Es difícil ser músico en los tiempos que corren? David - Hoy en día hay mucha gente que está muy preparada para hacer música, pero sólo unos 35 grupos en toda España pueden vivir de ello. Sobrevivir en este mundo es un auténtico milagro. Manel - Creo que la situación no ha cambiado tanto con respecto a otras épocas, lo

y dó nd e”

que ha cambiado es la manera de hacer que tu música llegue a la gente. La distribución electrónica de la música ha cambiado el panorama radicalmente. Existen muchísimos medios al alcance de todos para poder difundir cada producto. Lo que ocurre es que hay menos pastel que repartir. ¿En qué momento notáis ese cambio en la industria musical en España? El año 2000 fue clave, primero con el fenómeno festival, y, a partir de entonces, con la difusión de la música en formato mp3 a través de Internet. En este país siempre hemos vivido a rebufo de modas foráneas, y los festivales musicales han introducido un cambio importante, tanto a nivel de grupos como a nivel de cultura musical. También hay que decir que la publicidad marca mucho más las tendencias en la música que antes. Vivimos en una sociedad bastante absorbida por la publicidad, una publicidad que te dice la música que tienes que escuchar y cómo y dónde tienes que escucharla. ¿Qué supuso para vosotros ganar el concurso nacional de bandas emergentes Levis 501 Unbuttoned, después de dejar en la cuneta a más de 1.400 grupos?


© Joan Sebastià Vivo

“N ue st ro es til o se rá m ás

de ci r qu e no es té e ed pu e di na ro pe , al ci er m o m en os co

Pues por la pasta, genial (risas). Tuvimos el valor de ir a la Sala Razzmatazz y tocar con Manel afónico, y, aún así, hacer un directo muy bueno. Eso es algo de lo que siempre nos sentiremos orgullosos. ¿Ha cambiado en algo para vosotros ganar este premio? Sí, claro que han cambiado muchas cosas. De pronto han ido apareciendo promotores que nos empiezan a abrir puertas, no de manera directa, pero sí con la promesa de que alguien nos las acabe de abrir definitivamente muy pronto. Antes del concurso, había mucha gente en Barcelona que no nos conocía. En este sentido, nos ha abierto las puertas a un promotor, y lo siguiente es una serie de conciertos para promocionar la banda que se traducirá en la grabación del correspondiente disco que presentaremos a las discográficas. ¿Sois conscientes del boom de los concursos musicales para bandas emergentes? Adam - Yo soy un poco crítico con todos estos concursos. De repente, hay muchas marcas que no asociamos con la música. Nacen más para promocionar la marca que para expandir la cultura musical. Por otro

lado, para muchas bandas supone una motivación y está bien mientras dura. Depende mucho de la gente que gestiona el concurso. Hay muchos que lo hacen simplemente por puro marketing, y otros como IndiePendent o la Fiesta Demoscópica de Mondo Sonoro que son iniciativas para apoyar la cultura musical. ¿Y cuál es vuestro diagnóstico de la escena musical actual en nuestro país? Aquí en Barcelona es difícil tocar. Hay 4 o 5 salas, lo que en una ciudad de casi 2 millo-

tr ab aj ad o”

nes de habitantes es muy triste. Algunos de nosotros vivimos fuera de Barcelona, y ahí no hay ningún sitio dónde tocar. Nada, ni una sala, ni una programación. Sólo la fiesta mayor y la programación de bandas es vergonzosa (risas). Lo único decente son los festivales más alternativos, pero tampoco reflejan en términos reales lo que es el panorama nacional. Los cabezas de cartel en estos festivales son grupos anglosajones. Y, muchas veces, a los grupos de aquí ni les pagan, hay grupos españoles que pagan por tocar en grandes festivales. En líneas generales, seguimos igual de mal que hace 10-15 años. Hemos avanzado en cuanto a Internet, que ha permitido que los grupos acerquen su música con mucha más facilidad a la gente. En definitiva, el panorama está bien para poder acceder a más gente, pero a la hora de tocar hay una escasez tremenda de locales. Hablemos ahora de vuestros directos… Creo que todos estamos de acuerdo en que la mejor experiencia fue nuestro concierto dentro del Tremendo Pop Festival, en 2008. Era la primera vez que salíamos fuera a

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“I nt er ne

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re es qu e hay me no s ur oc e qu lo a, sic mú la dir un dif a t co nt rib uy e

“A los grup os de aqu í ni les pag an: los hay que tien en que

tocar, nadie sabía quién o qué era Le Grant. Teloneábamos a un grupo llamado Dorian. El simple hecho de salir a tocar y ver cómo reaccionaba la gente, la buena acogida que recibimos del público a pesar de los cuatro conciertos que llevábamos, nos subió la adrenalina increíblemente. Hay que decir también que hicimos la prueba de sonido en 20 minutos porque los chicos de Dorian se pasaron dos horas probando (risas). ¿Os seguís poniendo nerviosos antes de subir al escenario? Cuando ya has hecho la primera canción y ha salido redonda, te tranquilizas. A menos que salgas con la cámara de fotos colgando del cuello, como le ocurrió a José en la final del IndiePendent. Estábamos en la introducción de Eyes y le digo: «José, ¿qué haces?» Y él me contesta, presa del pánico y los nervios: «¿¡Qué hago, qué hago!?» (risas). También estuvo bien aquella vez que Adam perdió la correa del bajo antes de subir al

pag ar por toca r en fest ival es”

escenario en el Tremendo Pop. Habíamos salido del camerino y en las escaleras de acceso al escenario, me dice: «Creo que me he dejado la correa en el hotel, tío» (risas), y empieza a tocarse la barbilla. Adam - Y le digo al técnico: «Me he dejado la correa en el hotel», y él me responde: «¿Estás de coña, no?». Lo mejor es que ya empezaban a sonar las guitarras de la introducción, y ahí nos tienes a todos, buscando frenéticamente una correa suplente. David - Yo me pongo más nervioso durante la prueba de sonido, porque si no suena bien... ya está (risas). ¿Hay algún sitio especial dónde os gustaría tocar? Claro, en el mítico Hacienda Club de Manchester. ¿Y qué pensáis de la fama? A nivel de grupo sería interesante. Pero sería contraproducente a nivel individual.

http://www.myspace.com/legranttheband

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pa st el qu e re pa rti r”

De esa forma, nos arriesgaríamos a perder todo aquello que, a base de discusiones constructivas, hemos conseguido. Más que nada porque nos ha costado mucho llegar hasta aquí. En este grupo, cada uno es un mundo y somos conscientes de que, con que uno sólo se quedase fuera, ya no existiría Le Grant. ¿Cómo y dónde os imagináis dentro de un año? Esperamos, al menos, haber acabado nuestro disco. Y estar tocando en un festival. ¿Y dentro de cinco? Seguir los cuatro como grupo. Con esto, pedimos otro cóctel y nos preparamos para enfilar la noche. Le Grant vive el presente con emoción. Su mini-gira nacional comienza el mes que viene y, a continuación, retomarán la grabación del que será su primer álbum. Os los recomiendo encarecidamente:



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Texto: Frédéric Leboeuf · Fotos: John Jay

Amor de laboratorio, incesto, delincuencia juvenil, tráfico de órganos, travestismo, transexualidad y poligamia fueron sólo algunos de los dardos envenenados que el musical más transgresor de todos los tiempos lanzó contra la sociedad hipócrita de los 70, que primero lo censuró con el castigo de su indiferencia para acabar enalteciéndolo años más tarde.

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xisten pocas verdades inopinables. Que Rocky Horror sacudió los cimientos de la historia de los musicales es una de ellas. Y no hay un ápice de desmesura ni encomio en esta aseveración: la verdad está ahí, presente en cada uno de los cientos de miles de fanáticos acérrimos y perpetuos que un musical aparentemente subversivo y radical ha conseguido ir congregando a través de generaciones y generaciones. Si, casi cuarenta años después de su estreno en Londres, sigue dando que hablar y que cantar, será por algo. Razonemos este panegírico más detenidamente. Obviemos los más de 140 millones de dólares de recaudación que la película ha obtenido desde su estreno. Pensemos, por ejemplo, en su antecedente cinematográfico más inmediato: Phantom of Paradise, del celebrado Brian De Palma. ¿Alguien se acuerda? Probablemente muy pocos. Y eso que la fórmula -una reinterpretación del mito de Fausto y el Fantasma de la Ópera aderezada con filtros de voz, atentados contra la propiedad intelectual, drogas, asesinatos y sexo por poder- incluía grandes apuestas, como la presencia del siempre eficaz Paul Williams o la de una jovencísima Jessica Harper. Pero ni siquiera con esas. El engendro de De Palma fracasó estrepitosamente. Al igual que fracasó el intento de llevar al cine esta idea que había triunfado en el teatro. Londres, Broadway y Los Angeles avalaban la creación de un joven


actor en paro, Richard O'Brien, y su amigo, el guionista y director Jim Sharman: una historia delirante que hablaba del despertar sexual (accidental) de una pareja de jóvenes timoratos, de la locura megalómana de un científico travestido y de la festiva existencia de una congregación de criaturas de la

Alguien se acuerda de Phantom of Paradise de Brian De Palma? La productora preferia rostros conocidos como Jagger o Steve Martin noche, encabezada por un mayordomo jorobado que practicaba el siempre mal considerado deporte del incesto con su hermana, la sirvienta. De poco pareció servir que Rocky Horror Picture Show mantuviese casi intacto su elenco original (contra el deseo de la productora, que prefería un casting repleto de cantantes y rostros conocidos, como Mick Jagger o Steve Martin) pues, al poco de estrenarse, la película fue abandonando progresivamente las carteleras vespertinas hasta casi desaparecer por completo.

La singular leyenda que acompaña a esta película comienza en una sesión nocturna, varios años después de su estreno en los cines, en una sala recóndita de Nueva York. El lugar comenzó a llenarse de seres extraños, ataviados con los estrafalarios disfraces de los personajes principales de la película, se sabían los diálogos de memoria e incluso una mujer se permitió increpar a Susan Sarandon en la escena del aguacero por no usar paraguas en lugar de cubrirse la cabeza con un periódico. A partir de ese momento, una película injustamente tratada por la crítica y el público comenzó a ganarse, gracias a la perseverancia de sus múltiples adeptos, la consideración de clásico de culto. ¿Cuáles fueron las claves de su éxito tardío? Varias. En primer lugar, un hilarante guión plagado de referencias al tan agradecido cine de ciencia ficción. Un repaso detallado y minucioso de cada escenario da buena cuenta de los múltiples guiños que Sharman y O'Brien introdujeron en Rocky Horror: desde actores clásicos del género (Michael Rennie, Claude Rains, Fay Wray, Anne Francis, Leo G. Carroll, Janette Scott, Dana Andrews o George Pal) pasando por títulos memorables (Flash Gordon, King Kong, Tarántula o El día de los Trífidos, entre otros) hasta llegar a las compañías de

cine (Warner Bros, Republic, RKO, Columbia, Hammer, MGM, Rank Film Corporation y Universal) Si a esto sumamos el componente transgresor de la trama y lo aplicamos a una sociedad sumergida y pujante que demandaba recuperar su propia identidad y su liberación sexual, es normal que una película como ésta colmase todos sus deseos: su apología de la libertad era manifiesta, -tal vez por eso se censuró en tantos países donde el progreso y la tolerancia caminaban con paso de caracol- y su mensaje, más allá de los chascarrillos fáciles dirigidos a los fácilmente escandalizables, no hablaba más que de hacer los sueños realidad, sin pararse a pensar demasiado en sus consecuencias. Sin olvidar lo más importante, la calidad incontestable de todas y cada una de las canciones que conforman su repertorio. Ni una sola de ellas ha envejecido mal. Muy por el contrario, parece que no dejan de mejorar con el paso del tiempo. Algo que no puede decirse de la película que intentó sucederla, Shock Treatment: una mala adulteración del mito de Brad y Janet, a manos de sus propios creadores, cuando el fenómeno Rocky había empezado a consolidarse.

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el prodigio que respira Texto y Fotos: Jordi Corominas i JuliĂĄn


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ntre el 28 de septiembre de 1999 y el 28 de abril de 2008 Roma fue lo más importante de mi vida. La consideraba una musa que deseaba convertir en mujer para alcanzar la perfección. La victoria de la derecha anuló ese entusiasmo. Comprobé que sus alegres ciudadanos eran unos cínicos. El tópico se cumplió. La herencia de la época imperial sigue vigente, el bagaje cultural que respira el paseante que camina por la Ciudad eterna es inconmensurable, no es que cada piedra evoque Historia: el aire la contiene y la transmite mediante metáforas arquitectónicas. Mi primera residencia en la Urbe fue un no man's land durante siglos. Viale Marconi es el todo en la nada. Pizzerías, supermercados y quioscos con novelas del Oeste. Salía de casa y esperaba al 170, maravilloso autobús que en un momento de su singladura pasaba por unos de los puentes más desconocidos de la capital italiana, el Ponte Testaccio, famoso en mi memoria sentimental por la visión del gasómetro y la escena final de ‘Accattone’, debut cinematográfico de Pier Paolo Pasolini, obra cumbre por su reinvención del séptimo arte desde los ojos de un poeta maldito que para concluir su osada aventura eligió parajes periféricos para ilustrar, mientras suena la ‘Pasión según San Mateo’ de Bach, nuevas sacralidades contemporáneas alejadas del clásico tono vaticano.

La última victoria de la derecha demuestra que la herencia de la época imperial sigue vigente


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‘Vacaciones en Roma’

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Parte de culpa en ese proceso la tuvo el neorrealismo con su obsesión de posguerra por retratar la cotidianidad popular. Desciendo del 170, callejeo durante pocos minutos y topo con un desvencijado arco. Es la entrada del Porta Portese, el rastro romano donde se ambientaron varias escenas fundamentales para entender la importancia del cine del siglo pasado. En Ladri di biciclette padre e hijo ven impotentes al maldito ladrón que les aboca a la miseria; en ‘I soliti ignoti’, Mastroianni y sus secuaces aplican su ciencia ladrona para robar una cámara de fotos. El lugar es el preludio al centro, donde el bullicio cree desaparecer y sólo se metamorfosea en intensidad turística, flirteo crónico y ajetreo laboral. El romanticismo americano dará como referencia a esta ruta Vacanze romane, postal filmada para encumbrar a Audrey Hepburn en su pedestal de reina anoréxica. La mejor combinación es olvidar la comida impuesta y degustar una parte insólita del Tíber avanzando por el Porto di Ripa Grande y sus edificios de extraña nobleza. Veremos parejas ocultándose, borrachos durmiendo y podremos rememorar el final de ‘Polvere di stelle’, peliculita en que Totò y Anna Magnani brindan al espectador un absoluto disparate cómico que no empaña su recuerdo a lo largo y ancho de Roma. Él engañando a norteamericanos en el foro y en la Fontana di Trevi, ella erigiéndose en símbolo de la generación de la Resistencia al morir en las estribaciones de Porta Maggiore en ‘Roma città aperta’. Cuando abandonamos esa parte medio ignorada, tenemos varias posibilidades a nuestro alcance. La más lógica seria adentrarnos en Trastevere, falso residuo de

auténtica romanidad que vive una silenciosa invasión de jóvenes aspirantes a crear un Greenwich Village que siempre se queda en agua de borrajas. La iglesia de Santa Maria fue mi epicentro festivo, caudal de charlas con todo tipo de personajes sin hallar en

La entrada de Porta Portese es el preludio del centro donde el bullicio cree desaparecer


‘Ladrón de bicicletas’

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‘Accatone’

ningún momento la magia de los hippies fellinianos de Roma o la belleza exultante de Carmen di Trastevere, mujer romana de pies a cabeza interpretada por Giovanna Ralli en 1962, año en que la antigua pureza cedió su trono al traje corbata que llevan

la mayor parte de hombres presentes en ‘L'eclisse’ de Michelangelo Antonioni, seres humanos que han trasladado sus reuniones de la fuente a la bolsa, de lo rústico a lo capitalista, sistema que permite la supervivencia de reductos maquillados de tradi-

ción, decorados temáticos de profundo provecho económico. Pese a ello, no quiero que el lector se deje llevar por la apariencia de una crítica salvaje. No es mi intención. Si en algún momento percibís rabia es por desazón y amor roba-


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do. No se puede liquidar un tercio de existencia con rencor y en Trastevere esa palabra es inexistente bajo el influjo de canciones populares basadas en composiciones líricas de poetas dialectales como Giuseppe Gioachino Belli o Carlo Trilussa, ambos homenajeados con sendas estatuas en puntos fronterizos del barrio. Trilussa al lado del más hermoso puente de la ciudad, el Ponte Sisto, Belli cerca de Ponte Garibaldi, preludio de la Isla Tiberina que da acceso al ghetto más antiguo de Europa con su larga historia de odio y persecución al judío. El cine y la literatura no han permanecido ajenos al fenómeno genocida en la ciudad fundada por los gemelos amamantados por la loba. En ‘Amén’ Costa Gavras destroza el silencio vaticano y su tolerancia con el envío de hebreos romanos a los campos polacos, tema que enfocaron desde la novela y el relato histórico dos ilustres de las letras italianas, Elsa Morante en su sobrevalorada ‘La

En Trastevere el influjo de las canciones populares anula cualquier resquicio de rencor storia’ y Giacomo Debenedetti en ‘16 ottobre 1943’, escalofriante crónica de la deportación, acto histórico enterrado si no fuera por una placa conmemorativa, resquicio del drama que no anula la belleza que supone contemplar la naturalidad de las personas que hoy en día habitan sus angostas avenidas, personas que el 9 de mayo de 1978 debieron recibir con estremecimiento la noticia de la muerte de Aldo Moro, asesinado por las Brigadas Rojas, quienes abandonaron el cadáver en un Renault 4 en Via Caetani, a pocos metros del ghetto. Eligieron ese lugar al estar ubicado entre las dos sedes de los principales partidos políti-

Marcelo Mastroianni

cos de la República, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, incapaces de evitar el sacrificio del estadista.


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‘Polvere di stelle’

Alberto Moravia intuyó el desastre en ‘La vita interiore’, libro entrevista a una rica romana que rompe con su familia y

emprende la vía terrorista, que en relación al caso Moro ha sido ampliamente tratada por la producción fílmica italiana con pelí-

culas de calidad entre las que cabe mencionar ‘Buongiorno, notte’ o la más reciente ‘Romanzo Criminale’, el mejor noir europeo de la década. Siempre guardé una especial relación con Via Caetani intentando imaginar los sobresaltos de esa jornada. En mis últimos años romanos vivía a doscientos metros de la misma y repetía diariamente una especie de procesión por su pavimento para intentar comprender el hecho treinta años después. Ese paseo tenia la doble utilidad de no desviarme del pasado y permitirme la construcción de un itinerario de predilección que a veces circulaba por Campo de'Fiori, la estatua de Giordano Bruno y la librería Fahrenheit 451, templo bibliófilo donde me iniciaron, entre otros, a mi amado Elio Vittorini y al poeta Sandro Penna, amigo de Pasolini y cantor de las noches romanas del suburbio con toda su amplia nostalgia de la imposibilidad y la diametral diferencia de clases que traslucía a


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mediados de los años cincuenta en Piazza Navona. Por aquel entonces, como bien reflejó Dino Risi en su trilogía de ‘Poveri ma…’, la plaza de los helados y los pintores era la cuna de lo popular que se americanizaba, jóvenes con tupe y tejanos, adolescentes más desinhibidas, falsos lujos para impresionar y a las diez en casa. El paisaje ha variado, lo espontáneo es quimera y sólo queda mirar arriba, advertiros de la omnipresencia de madonnelle, imágenes de la virgen, en nuestro espectro visual y despedirnos desde las alturas. Nada de siete colinas. En el Coliseo no morían cristianos como predicaba la legendaria ‘Quo Vadis’. Vayamos a Villa Borghese, pensemos en ‘Gli indifferenti’ y su burguesía del

El individuo que pasea por Roma lo hace feliz al mentirse diciendo que no vota a Berlusconi

aburrimiento, la morbosidad de la clase alta en su espléndida degradación, como ocurre en Il conformista, novela trasladada al cine por un joven Bernardo Bertolucci que interpretó el texto desde su radicalismo de los setenta. Un hombre camina por un puente mientras el pueblo celebra la caída de Mussolini, es cómplice desde su servilismo al viento que más fuerte sopla. El individuo que pasea por la Roma de 2009 lo hace contento por su mentira al decir que no vota a Berlusconi, como si así se eximiera de una culpa colectiva que avergüenza. Hay que inventar para poder despertar de la pesadilla y quizá mi rincón favorito de toda la Urbe tenga la solución. El clivo di Scauro es

una callecita mística por los arbotantes que iluminan sus dominios, estructuras del siglo IV que entre su vestigio de lucha entre paganismo y cristianismo merecen ser plasmadas en futuras creaciones que den a Roma la posibilidad de reinventarse desde sus cimientos.


Anton

LaVey

El demonio en el cine Texto: Alicia López Alonso

· Fotos: LIFE, Mark Berry, Florian Wieser

En EEUU siempre ha existido y existirá un Enemigo con mayúsculas, el malo de la película. En las décadas de los 40 y 50 éste fue encarnado por la gran amenaza roja del Comunismo. Pasados unos años, se han ido sucediendo distintos villanos y terribles amenazas a la seguridad nacional capaces de provocar la histeria colectiva, como las de la guerra nuclear y la invasión alienígena. O un tipo oscuro llamado Anton Lavey.


Cine

Anton LaVey

Aleister Crowley.

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oy en día el país sigue sufriendo el azote de diferentes encarnaciones del Mal en varios personajes de la política y la sociedad así como colectivos étnicos o religiosos. Pero ninguno de ellos; ni los marxistas, ni los temibles japoneses, ni los hombrecillos verdes, ni los talibanes, han combinado el terror con el erotismo y la psicología social tan inteligente y rentablemente como Anton Szandor LaVey. Howard Stanton Levey, que así era su verdadero nombre, fue un fascinante artista del engaño y la fabulación, un carismático embaucador que fabricó y engordó la mayor parte de los mitos que circulan sobre él: que se escapó de su Chicago natal para trabajar como domador de circo, que su abuela era una poderosa bruja de Transilvania, que había sido visitado en sueños por varios ángeles de Satanás, que rescató a Marilyn Monroe de una sórdida vida como stripper para, tras un intenso affaire, lanzarla a la fama.

Lo realmente cierto es que el alto y corpulento LaVey supo percibir y aprovechar el enorme tirón de la fascinación del reprimido norteamericano medio por los tabús y lo prohibido, y le faltó tiempo para raparse la cabeza, dejarse crecer perilla y, con una negra túnica satinada que incluía una capucha con cuernos, autoerigirse como el máximo representante de Lucifer en la tierra – el Black Pope, o Papa Negro. Un negocio muy lucrativo, durante un tiempo. Sobre todo para el Star System, siempre tan voluble y superficial. El ocultismo, hasta entonces, había sido patrimonio de la alta sociedad y los salones privados donde se realizaban sèances y experiencias grupales de mesmerismo según diversas escuelas de magia y espiritismo. Uno de los más influyentes personajes en esta primera estela de fascinación social por lo diabólico fue Aleister Crowley, un aristócrata británico que, influenciado por las doctrinas místicas del antiguo Egipto, fundó la Iglesia de Thelema, una filosofía de vida que sigue el “camino de la izquierda” (lo que en términos comunes se conoce como magia negra) y que comulga no sólo de la mística politeísta egipcia sino también de distintas vertientes religiosas orientales, y cuyo lema principal se resume en “La totalidad de la ley será: ‘haz tu voluntad’ ”. Crowley aseguró haber escrito la biblia thelemita, ‘Liber Al Vel Legis’, o ‘El

Libro de la Ley’ mediante escritura automática en el transcurso de tres días, dictado por una entidad llamada Aiwass — que decía ser mensajero del dios Horus. El libro tuvo un grandísimo impacto sobre la sociedad acomodada decimonónica. El enigmático Crowley, que se hacía llamar The Great Beast (La Gran Bestia), fue tan temido como amado, y de él han trascendido leyendas de vampirismo, canibalismo y resurrección de los muertos. Mitos aparte, lo cierto es que era un personaje envuelto en un misterio que él mismo sabía orquestar, proclamando ideas avanzadas de liberación sexual y social que provocaban en las damas y algún que otro caballero de la época una perfecta mezcla de fascinación y repulsa. Su elenco de amistades influyentes, entre las que se incluía el poeta W.B. Yeats, y su inmensa creatividad a la hora de generar controversia le convirtieron en uno de los profetas del siglo, un auténtico gurú mediático. No es de extrañar que LaVey se fijara en Crowley como modelo a seguir. La Iglesia de Satán, la secta que fundó la noche de Halloween de 1966, era una amalgama de las doctrinas de Crowley, la filosofía de Nietszche, la psicología aplicada y el culto al hedonismo. Una fórmula perfecta para convertirse en objeto de consumo para la sociedad más permisiva de entonces, una organización en apariencia peligrosa, que rozaba la incorrección políti-


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Charles Manson. © Life

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ca pero a la vez estaba exenta de actividades o ideologías criminales – al menos de puertas afuera. La Iglesia de Satán convirtió San Francisco en el epicentro del cool, celebrando misas negras a las que asistían celebridades como Sammy Davis Jr. o Jane Mansfield, bodas negras como la que ofició para el periodista radical John Raymond, o bautizos paganos como el de su propia hija, Zeena.

No tardó en aparecer también la Biblia Satánica. LaVey, por supuesto, también juraba haberla escrito en un trance, bajo la influencia de ángeles luciferinos. Lo cierto es que Avon Books se olió un filón altamente lucrativo y encargó el libro a un entusiasta LaVey. A día de hoy, la Biblia Satánica continúa siendo un éxito de ventas. Le siguieron varias publicaciones más, a menudo en colaboración con su socio principal

en la Iglesia, el inquietante oficial de la marina Michael Aquino, experto en inteligencia militar. Años después, Aquino abandonaría la Iglesia de Satán para retomar los orígenes egipcios del misticismo culto de Crowley, fundando el Templo de Set – aunque manteniendo una postura luciferina, pues Set es el dios rojo, eterno rival de Horus. El caso es que, a finales de los años 60, el culto al diablo se puso de moda de nuevo.

Demonologia, cine y asesinatos rituales

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os principios del cine ya habían vivido importantes incursiones de la demonología y la magia negra, siendo algunas de las más famosas ‘El Gabinete del Dr. Caligari’, de Robert Wiene (1919), o ‘Nosferatu el Vampiro’ de F.W. Murnau (1922). Pero en los sesenta, gracias a la influencia de LaVey, esta temática cobró especial protagonismo. Otro gran gurú mediático, Roman Polanski, estrenó ‘La Semilla del Diablo’ en 1968. Los tristemente famosos asesinatos cometidos por Charlie Manson y su cuadrilla, en que la esposa del director y el hijo que esperaba murieron acuchillados, no hicieron sino espolear el mito de que algo extraño palpitaba detrás de todo esto. Para más inri, Manson había confesado numerosas veces ser seguidor de Crowley y de Anton LaVey. En cuanto tuvo ocasión, LaVey aseguró haber ejercido de colaborador en la película, e incluso hay quien afirma que hizo un cameo encarnando a Satán en la escena de la inseminación de Rosemary. Otra tragedia de la industria del cine fue la violenta muerte por decapitación en un accidente de coche de Jayne Mansfield, famosa amante de LaVey. Se dice que

éste habría realizado un hechizo contra Sam Brody, el posesivo novio de la actriz. En un alarde de dramatismo, LaVey aseguró que en el momento en que la coronilla de la actriz fue limpiamente cercenada, él estaba recortando una foto en el periódico en la que ella aparecía, con tan mala suerte que se le fue la mano y le cortó la parte superior de la cabeza. Esto daba a entender que la muerte de Brody habría sido menos accidental. También, el hecho de que los cuatro niños que viajaban en la parte de atrás del coche (todos hijos de la actriz) sobrevivieran sin apenas un rasguño, engorda la leyenda: LaVey era un brujo con malas artes, pero con su corazoncito. Y además cometía errores, que sabía admitir.


Anton LaVey

Cine

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Y como todas las modas de éxito, se trasladó automáticamente a la gran pantalla. El mito había nacido. En 1970 el director Ray Laurent rodó ‘Satanis’, un interesante documental sobre LaVey y su entorno, en el que se muestra el interior de su infame ‘Casa Negra’ en San Francisco: una edificación de tres plantas totalmente pintada de negro por dentro y por fuera. El documental comienza con una misa negra oficiada por Anton LaVey y sus acólitos, con el famoso altar formado por una mujer desnuda, y en la que participan algunos de los miembros más notables de la Iglesia de Satán; le suceden una serie de entrevistas con personajes tanto a favor como en contra de la organización. Los testimonios de los primeros –la esposa de LaVey, y ciertos personajes muy chic de la cultura y la intelectualidad del momento– son inteligentes a la par que apasionados. El mismo LaVey se muestra como un elocuente comunicador con las ideas claras y gran facilidad de verbo. Por el contrario, los detractores –un sacerdote católico, dos jóvenes cristianos y una mujer conservadora– aportan poco más que animosidad y clichés ultracristianos, contribuyendo casi sin percibirlo al atractivo del producto satánico. La popularidad de la Iglesia de Satán subió como la espuma. Su mensaje –indulgencia en lugar de abstinencia– caló hondo en una sociedad cansada de la presión por mantener unos estándares morales que ahogaban el ego. Algunas caras conocidas del estrellato, como el actor Sammy Davis, Jr., empezaron a mostrarse en público portando el medallón característico de la Iglesia de Satán: un pentagrama rodeando al Baphomet, el ídolo cornudo y hermafrodita de las logias paganas medievales.

El mismo Sammy Davis protagonizó una curiosa teleserie frustrada, ‘Poor Devil’ (Robert Scheerer, 1973), descerebrada comedia kitsch en la que daba vida a un mensajero inepto de Lucifer, interpretado por el gran Christopher Lee. Ambientada en el San Francisco de la época, hay escenas delirantes en las que su personaje (casualmente también llamado Sammy) intenta contactar por teléfono con la Iglesia de Satán para pedirles que le echen una mano ya que no ha conseguido reclutar ningún alma en más de 400 años. Lamentablemente, la serie nunca prosperó. Pero la semilla del diablo estaba plantada. De hecho, desde la aparición de la Iglesia de Satán, el Maligno comenzó a cobrar mayor protagonismo en la gran pantalla. Richard Burton dirigió, produjo y protagonizó su propia versión del Dr. Faustus de Goethe en 1967, un delirio visual acrecentado por la presencia de una repintadísima Elizabeth Taylor en el doble papel de Helena de Troya / diablesa tentadora.

La productora de terror Hammer aprovechó el filón para devolver a Christopher Lee al camino del Averno en ‘Taste the Blood of Dracula’ (Peter Sasdy, 1970). Lee, sobre el cual también se decía que era miembro de la secta Laveyana (recordemos su colaboración con el satánico Sammy Davis), da vida por última vez a Drácula en esta película sobre tres caballeros que intentan invocar a Lucifer. La erótica del satanismo había alcanzado al personaje del Príncipe de los Vampiros La película está plagada de referencias a la Iglesia de Satán: un altar negro en el que aparecen todas las herramientas ritualistas que se citan en la Biblia Satánica; un bautismo satánico siguiendo las pautas de los celebrados por la secta de LaVey; una cámara ritual mostrando Baphomet y el pentagrama… Como era de esperar, LaVey volvió a saltar a la palestra para asegurar que había asesorado al director. Un rumor que, al igual que ocurriera con Polanski en ‘La Semilla del Diablo’, nunca fue desmentido. Pronto, la fiebre satánico-erótica traspasó fronteras. Desde el exilio, el español Jesús Franco estrenó en 1968 ‘Necronomicon Geträumte Sünden’, también conocida como ‘Succubus’, un viaje onírico y sensual a la década de los sesenta,


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‘Nosferatu’, de Murnau; ‘El gabinete del Doctor Caligari’, de Fritz Lang; Sammy Davis Jr. en ‘Poor Devil’; ‘Satanis’, de Ray Laurent; ‘Taste the blood of Dracula’, protagonizada por Christopher Lee; ‘La profecía’, uno de los grandes episodios del género de terror, de Richard Donner; ‘Lucifer Rising’, de Anger; y ‘Succubus’, de Jesús (Jess) Franco.

incluyendo todo tipo de rituales satánicos y sadomasoquistas ‘endulzados’ por la candorosa mirada de Janine Reynaud. Pero nadie fue tan lejos, ni se mostró tan descaradamente audaz y descarnado como el director de culto Kenneth Anger. Este abanderado de la liberación sexual, satánico confeso y amigo íntimo de LaVey, se declaró miembro de la Iglesia de Satán y devoto de Aleister Crowley. Anger también pertenece a la Ordo Templi Orientis (La Orden de los Templarios de Oriente), una organización fraterno-religiosa creada por Crowley relacionada con la masonería y la ley Thelemita. Kenneth Anger, autor de las famosas novelas ‘Hollywood Babilonia’ I y II, también escribió el prólogo de El Cuaderno de Notas del Diablo (‘The Devil’s Notebook’), de Anton LaVey. Su obra cinematográfica siempre ha estado marcada por dramatismo ritualista y escenas cruentas que a menudo incluían

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alto contenido homoerótico y alusiones a tradiciones secretistas del ocultismo. ‘Invocation of my Demon Brother’ (1969) es una inquietante obra de diez minutos de duración compuesta por trepidantes escenas superpuestas y breves de rituales, misas negras, conciertos y personajes atípicos, donde aparecen de forma clara y también subliminal una serie de alusiones a secretos mucho más terroríficos de lo que se sugiere. La banda sonora, una extraña composición de sintetizador, estaba a cargo de Mick Jagger, de quien se dice que ha sido –y sigue siendo– miembro honorífico de la Iglesia de Satán. Su Satánica Majestad nunca lo desmintió. El papel del Maligno corre a cargo, por supuesto, de Anton LaVey. Tres años más tarde, Anger estrenó ‘Lucifer Rising’, otro corto en el que, en una amalgama psicodélica, resucitan dioses primordiales como Isis y Osiris, o la vampira Lilith (interpretada por una jovencísima Marianne Faithful), escenificando una pro-

fecía Thelemita: el Dorado Amanecer de los Dioses (de la que tomó nombre The Society of the Golden Dawn, otra orden secreta de la que Crowley era miembro). Jimmy Page, otro amigo ilustre de Anger, aparece en un breve papel como portador de ciertos amuletos y objetos ocultistas. Al igual que ‘Invocation’, esta pequeña obra se ha convertido en un controvertido objeto de culto. Con la llegada de los años setenta, el mundo del cine underground comenzó a fijarse mucho más en la demonología y el satanismo como argumento principal de sus películas. En ‘The Devil’s Rain’ (Robert Fuest, 1975) Anton LaVey trabajó como asesor y también interpretando al Sumo Sacerdote de esta historia sobre un grupo de satánicos en la América rural que tienen la maligna capacidad de fundir a sus víctimas. La película es pintoresca, no sólo por su escenografía sino también por el curioso elenco de actores: Ernest Borgnine, William Shatner y un joven John Travolta.


Anton LaVey

‘El exorcista’, de William Friedkin.

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La muerte de un mito

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Otra obra de la época, más cercana a la Serie B, fue ‘Satan’s Black Wedding’ (Nick Millard, 1975), en la que un hombre viaja a California para rescatar a su hermana de las garras de una secta satánica. Esta vez, el Sumo Sacerdote es un cruce algo ridículo entre Anton LaVey y Drácula. El lugar de encuentro de las criaturas malignas es, por supuesto, una casa pintada de negro. Pero volviendo a la erótica del satanismo, quien mejor la reflejó, haciendo las delicias de los incondicionales de Jess Franco y la Hammer, fue el mexicano Gilberto Martínez Soares con ‘Satánico Pandemonium’ (1975), la historia de una monja que sucumbe ante la tentación de oscuras fantasías sexuales y acaba entregándose a Satanás. Esta película marcó el comienzo de todo un género nuevo, el del Nunsploitation o monja-explotación. La lista de alusiones al satanismo y a la erótica del Maligno en el cine de los setenta, bajo el reinado de LaVey y sus acólitos, llegó a ser extensa e interminable. Pero por lo general siempre tuvo un público minoritario, consumidores de historias extremas y a menudo fetichistas del terror-kitsch. No obstante, era inevitable que el eco llegara hasta las grandes productoras. Fue William Friedkin quien, en 1973, consiguió alcanzar al público generalista y darle un susto de muerte del que aún no se

ha recuperado del todo, con esa gran obra maestra del terror: ‘El Exorcista’. Esta película marcó un antes y un después en el cine de terror popular, al darle protagonismo absoluto al mismísimo Lucifer. Poco después, en 1976, Richard Donner convertía al Anticristo en otro gran éxito de taquilla con ‘La Profecía’. Mientras tanto, Anton LaVey había pasado a ser una referencia en cualquier charla sobre satanismo. Durante los ochenta, con la llegada del Satanic Panic (una psicosis social provocada por la aparición de varios libros y testimonios sensacionalistas desvelando la supuesta práctica de abusos rituales a niños y adolescentes en los años 60 y 70) abandonó la vida pública para centrarse en los pequeños conciábulos. Su fama dio el salto generacional cuando nombró reverendo de la Iglesia de Satán a Marilyn Manson, uno de sus más fervientes admiradores, pero su incursión en el cine se limitó a diversas colaboraciones como asesor para algunas películas de bajo presupuesto: ‘The Car’ (Elliot Silverstein, 1977), ‘Doctor Dracula’ (Paul Aratow, 1978), o ‘Charles Manson Superstar’ (de su yerno Nikolas Shreck, 1989).

u muerte estuvo marcada por la misma mezcla de realidad y mito que siempre le caracterizó: murió en 1997 víctima de un edema pulmonar a la edad de 67 años. Por motivos no especificados la fecha de su muerte se registró de forma incorrecta: el 31 de octubre, Halloween (dos días más tarde). Su hija Zeena Shreck, que había roto relaciones con él y muy ceremoniosamente le había declarado su unfather o “no-padre”, asumió responsabilidad por su muerte al asegurar que había vertido una terrible maldición sobre él. LaVey murió arruinado, pero sus herederos se repartieron sus cenizas. Muchos consideraban esto una gran fortuna, pues se dice que, utilizadas en ciertos rituales, pueden conceder enormes poderes. Suena a final abierto para una secuela, ¿verdad?

Zeena Shreck, hija de LaVey.


Luis Felipe

Comendador

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Imágenes: Luis Felipe Comendador · Texto: Mark Sinclair

El artista que humildemente culpa a otros de su genio —a Hanna Höch, sin ir más lejos— hace balance de su inconstancia, de sus estantes, de la soledad creativa y la solidaridad no confesional, de sus múltiples vidas, del sentido de la suya, y, más específicamente, de su colección de collages «Poema y yo», que, asegura satisfecho, no piensa acabar jamás.


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s lo que es, pero le cuesta admitirlo. Algo más que renacentista, un creador insaciable. Él se define a sí mismo como el último resto del mandril con un asomo de membranas interdigitales en los dedos, como el silencio entero entre las madreselvas o la escoria de las calles oscuras por la noche. Es, en todo caso, —y esto también lo admite, haciendo bueno a Ferenc Herczeg— el húsar de cada una de sus reinas. Bejarano acérrimo, se reconoce esclavo de la literatura en todas sus formas. Sus laureles como escritor son graves y extensos —Gabriel Celaya, Tardor, Rafael Morales,

“Soy un pintor frustrado, un músico frustrado, un novelista frustrado. Únicamente me reconozco un poco en la poesía” Rafael Alberti, Ciudad de Mérida y finalista del Nacional de Poesía 2003 junto a Joan Margarit—. No obstante, mantiene que de la poesía no ha sacado más que «nervios y poemas mediocres que no soportarían ni el paso de un par de horas». Pero insiste, por fortuna. Además de escritor, editor e impresor, Luis Felipe Comendador ha sido, también en esta vida, gestor cultural y, desde hace años, agente solidario por su cuenta —tiene y mantiene una organización no gubernamental y no confesional que crea escuelas en Gambia, Senegal y Perú, algo que le hizo merecedor del Premio Libertad—, resu-


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citador de libretas y libros ilegibles con apuntes gráficos y, en sus propias palabras, «un inquieto constante sin voluntad alguna que corta y pega, descontextualiza, caotiza, busca sin encontrar y sigue en Béjar haciendo con que piensa en esto y esto y esto, como los demás hombres». ¿Por qué estamos aquí, Luis? Hace ya algunos años descubrí, de repente, que el hombre es tan sólo su tiempo utilizado, así que me encerré en mi estudio para hacer sin descanso lo que me pedía el cuer-

po: escribir cada día más de dos o tres horas, dibujar en mis cuadernos lo que caiga, hacer collages locos y hablar apenas conmigo mismo, y nunca en serio.

“Poema y yo nace como una pequeña factoría de miembros artificiales que sumar a mis poemas para intentar completarlos”

Yo he llegado aquí siguiendo los rastros de tus correrías. ¿Cómo llegó Poema a tu cabeza? Soy un pintor frustrado, un músico frustrado, un novelista frustrado y únicamente me reconozco un poco en la poesía, pues en ella me expreso con más fidelidad a lo pensado y con más enfoque sobre lo que quie-


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ro decir, pero el poema se me queda corto siempre, me lo encuentro tullido cuando vuelvo a él, hasta que me encuentro de golpe una noche con la obra de Hanna Höch y quedo absolutamente hechizado por sus trabajos, a la vez que encuentro en su forma de hacer un complemento magnífico para acompañar a mis poemas, para hacerlos plásticos y visuales. Así nace la idea de Poema y Yo, como una pequeña factoría de miembros artificiales que sumar a mis poemas para intentar completarlos. Cada uno desempeña un rol muy concreto. Es cierto. Poema siempre es un adulto y Yo es un niño, y ambos caminan unidos por los


paisajes de mis miedos y mis fobias, de mis ambiciones y mis necesidades, de mis sueños y de mis imposibilidades. Precisamente, este viaje que emprenden juntos parte de la imperiosa necesidad de un acompañante en mi soledad creativa. En un momento no muy concreto, decido que necesito no estar solo en mi soledad autoimpuesta, por lo que me invento la personalización del poema que siempre me persigue. Algo así como darle forma a ese amigo invisible que es fruto de mi imaginación para que pase a

“Creo que nunca he terminado nada, y eso, en el fondo, me parece una forma magnífica de sentirme vivo”

ser también parte de mi imaginario. Una suerte de personaje real con el que compartir y con el que pasearme por mis mundos inventados, y no sé cuándo comenzó el viaje, pero sí puedo decir que está siendo largo y muy divertido. Cuando empezaste esta serie prometías 50 collages. ¿Piensas acabarla alguna vez? No. Soy un tipo inconstante y nunca acabo nada, le tengo auténtico pavor a las cosas completas y acabadas. Siempre me


Luis Felipe Comendador

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impongo una medida en cada proyecto que acometo y lo hago siempre con la convicción de que nunca llegaré hasta mis presupuestos. Cuando, por ejemplo, trabajo en el tuneo de un libro viejo y noto que se me acaban las páginas, inmediatamente comienzo con otro y aparto en los estantes el ejemplar inacabado con el que estaba trabajando. Creo que nunca he terminado nada, y eso, en el fondo, me parece una forma magnífica de sentirme vivo, pues dejo tantas cosas pendientes de acabar que tengo la necesidad de seguir respirando para acometer algún día el intento de dejar algo terminado. Me encantan las páginas en blanco, los asuntos pendientes, los proyectos a medias.

De haber acabado, ¿cuáles habrían sido los siguientes destinos de Poema y yo? Sinceramente, no lo sé. Todo vibra alrededor de mi variable necesidad de decir y de la caprichosa forma de hacerlo en cada momento, aunque sí puedo apuntar que tengo unas ganas grandes de caminar con “Poema” por el gatinino mundo de la muerte. Llevo ya unos meses pensando en visitar distintas formas de desaparecer del mundo con voluntad propia, intentando engañarme con la idea de engañar al destino. “Poema” viajará en un féretro que yo iré arrastrando por los barrios de cada final que se me ocurra, pero a lo mejor sale otra cosa, que es lo que sucede casi siempre. Así es.

“Tengo unas ganas grandes de caminar con ‘Poema’ por el gatinino mundo de la muerte”

Obra publicada: Dientes de leche • No pasa nada si a mí no me pasa nada • Esa intensa luz que no se ve • El gato sólo quería a Harry • Tour de France • Aráñame • Fadueña [Historia de una posibilidad] • Con la muerte en los talones • Formol con Havana 7 • El amante discreto de Lauren Bacall • Reflexión personal, invitación al bushicidio y exaltación de la revolución pendiente • Vuelta a la nada. Poesía reunida • Travelling • Paraísos del suicida • El tipo de las cuatro • Bear(d) between thighs • Nos vemos en el Cielo • Angelitos negros • Banda sonora • Sesión continua • Un suicidio menor • Sentado en un bar • En fin... ya veis, amigos • Notario de las horas • Versos giróvagos


Los 10 mejores discos del año Según Calamarín


So long, 2009

Música

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MODERAT 01(MODERAT) El más reciente proyecto firmado por el gran Apparat, autor en 2007 de otro álbum magnífico: «Walls». En Moderat, se ha vuelto a reunir con Modeselektor, con quien empezó en esto de la música hará siete años. Siempre he dicho que los alemanes tienen un don especial para la electrónica más genuina: Moderat lo demuestra con un sonido muy especial, denso, apocalíptico, tal vez oscuro y radical. Se les ha comparado, de forma injusta, con Massive Attack. Nada que ver. Están mucho más cerca del misterioso Burial.

2 (AIR) 02LOVE Lo último de Air comienza con una pieza extraña titulada «Do The Joy», donde la voz de un robot anuncia que el mundo está al borde de la extinción. Este tema, junto a «Eat my Beat» y «Be A Bee» son, en mi opinión, los menos afortunados de este disco, que, por lo demás, es un auténtico prodigio. «Missing The Light Of The Day», «Heaven's Light» o «African Velvet», entre otras, son claro ejemplo del lujo y el talento que derrocha lo nuevo de los franceses.

RAY (FEVER RAY) 03FEVER Ya conocía a Karin Dreijer. Lo hice gracias a sus colaboraciones con Röyksopp. Más tarde descubrí que, junto a su hermano Olof, forma parte, desde 2001, del dúo The Knife. Ahora, esta sueca de mente y voz inquietante acaba de publicar su primer álbum en solitario bajo el nombre de Fever Ray. Una auténtica maravilla. Sobrecogedor. No existe en el diccionario mejor calificativo para describir este debut.

CIAO! 05(TIGA) Estoy realmente sorprendido con este álbum. Cuando lo escuché por primera vez, nada más editarse, me dejó bastante indiferente. No obstante, lo rescaté en verano y comprendí el encanto extraño de esta obra. Cierto que un par de temas resultan algo pesados, pero contiene canciones realmente magníficas como «Luxury», «Sex O'clock» o «Beep Beep Beep». El sonido y la producción son absolutamente brillantes.

OF REFUSAL (MORRISEY) 04YEARS Aunque su último trabajo contiene temas sobresalientes, en general, y tratando de ser lo más justo e imparcial posible, el resultado deja algunos flecos que no acaban de convencerme. A pesar de ello, Morrissey es mucho más que un cantante, es una filosofía de vida, una actitud ante el mundo y esto no admite demasiada discusión. «Sorry Doesn't Help» o «All You Need Is Me» enganchan desde la primera escucha, al igual que sucede con «I'm Throwing My Arms Around Paris». Sorprende «When Last I Spoke To Carol», un homenaje al spaghetti western que podría perfectamente ambientar cualquier clásico de Sergio Leone. La balada «You Were Good In Your Time» es una de las canciones más emocionantes de cuantas ha escrito. Una joya.


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(LA BIEN QUERIDA) 06ROMACERO Viendo cómo cojea el panorama nacional últimamente, se puede considerar toda una suerte, que, de vez en cuando, surjan pequeños rayos de esperanza como éste. Hablamos de La Bien Querida, nombre de guerra de Ana Fernández-Villaverde, autora de uno de los discos más importantes del año que dejamos atrás. Temas como «Corpus christi», «De momento abril», «Santa fe», «El zoo absoluto», «Bendita» o «7 medidas de seguridad» sellan la consolidación de esta promesa ilusionante.

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FOR MEN (GOSSIP) 07MUSIC

OF THE UNIVERSE (DEPECHE MODE) 08SOUNDS

Desde el primer momento en que escuché «Heavy Cross» algo me hizo presagiar que el cuarto álbum de Gossip sería más que interesante. No me equivocaba. La mezcla de sonidos, tan especial, junto con la arrolladora voz de Beth Ditto -mi gordita favorita, con permiso de Divine- hacen de este «Music For Men» un trabajo absolutamente impecable e imprescindible. Hay canciones que deben ser escuchadas necesariamente a todo volumen: «Love and Let Love», «Vertical Rhythm», «Love Long Distance», o la extraordinaria «Four Letter».

Si hacemos balance global, el sonido del álbum es mucho más electrónico, hay más teclados y programaciones que guitarras. No es un disco tan oscuro como su anterior trabajo, «Playing The Angel», y contiene menos baladas densas. Mejor dicho, ninguna. «In Sympathy», «Fragile Tension» y «Miles Away», son tres temas redondos que reflejan la brillante energía que todavía irradian los ingleses, después de casi tres décadas de vuelo. Produce, igual que en la última ocasión, Ben Hillier.

D’OR (VIVE LA FETE) 09DISQUE

«Je Ne Pourrais Pas», «Baiser Canon», «Amour Physique», o la deliciosa «Mira» son sólo una pequeña muestra del potencial de Vive La Fête. Independientemente de eso, las letras en francés siempre han sido una de mis debilidades, y los dúos chico-chica también. El final del álbum incluye un extraño corte de más de 39 minutos, con paradas de silencio y cambio de registro, que, aunque habrá quien lo considere una joya, a mí personalmente -salvando los 3 primeros minutos- me parece un poco coñazo. En líneas generales, estamos ante un disco magistral, cargado de buen rollo y magníficas melodías.

IT FIRE? (JESSIE EVANS) 10IS

Resulta reconfortante tropezarse a estas alturas del guión con chicas de la talla de Jessie Evans, una californiana de sangre caliente abducida y seducida por los ritmos latinos y la electrónica. Desde el año 2000 su música y ella misma están atravesando una etapa de lo más díscola que se traduce en proyectos como éste. Después de algún que otro experimento, actualmente reside en Berlín y comparte tablas con Toby Dammit, un batería de amplia y consolidada experiencia. Juntos han grabado «Is It Fire?» un curioso disco, lleno de ritmos calientes, mezclado en Tijuana por Pepe Mogt de Nortec Collective.


Espectáculos

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ANTONIO DYAZ

ESCANDALO VERSION 6.0 Texto: Alicia López Alonso

· Fotos: Ximena Bares

Es la hora de comer y es domingo; cualquier artista ácrata de la capital que se precie me habría citado para un desayuno tardío y ojeroso a la salida del último after. Antonio, sin embargo, me ha invitado a comer paella en la terraza de su casa en Arturo Soria, uno de los barrios más burgueses de Madrid.


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ntonio Dyaz (Madrid, 1968) va de Enfant Terrible por la vida, pero no se lo crean mucho, es todo fachada. Me recibe a la puerta con vaqueros, camiseta blanca y delantal verde de Starbucks (robado, según aclara). El olor procedente de la cocina pone en marcha mis glándulas salivares. Subimos a la terraza y nos sentamos. Hay sangría fresca. La pequeña Olivia, recién cumplido un añito, arrastra el babero por el suelo entre gorjeos. Su madre, la bella austriaca Stefanie, entra corriendo y la sienta en una trona, amonestándola suavemente. Antonio se ríe. “Si no te importa, voy a darle primero de comer a la niña”. Dicho esto, se endereza perezoso en su tumbona y le da la papilla pacientemente. Bebo sangría y me relajo. Sonrío. A los que hemos tenido un pasado difícilmente clasificable y repentinamente truncado por la llegada de un hijo, este tipo de situaciones nos hace sonreír por motivos muy distintos de los que tendría un parroquiano bienhechor y bienpensante. Conocí a Antonio en 1991. Ya entonces era un tipo raro. A sus 22 años había montado varias empresas, entre ellas una consultoría informática y un sello musical (Hyades Arts, con el que produjo los inquietantes álbumes de su grupo de música experimental electrodark El Sueño de Hyparco). También había ejercido múltiples oficios, como por ejemplo administrativo en una agencia de detectives privados. Y además estu-

diaba biología. Fue la época del despertar de nuevas tecnologías y expresiones artísticas en Madrid. Cuando aún daban los últimos coletazos los legados culturales de la Movida, surgían los referentes de la revolución digital, la era de la información. Una

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Antonio Dyaz

Espectáculos

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revolución había comenzado. En esos años nacieron los festivales de celebración de la electrónica, como el Sónar o Art Futura. Se respiraba un ambiente de inquietudes artísticas muy intenso, aunque había que saber dónde buscarlo. Coincidíamos a menudo Antonio y yo en el Espacio P, punto de encuentro de artistas y demás fauna bizarra de Madrid a cargo del desaparecido Pedro Garhel, donde se realizaban periódicamente inquietantes performances o conciertos. También en algunas de las salas madrileñas donde más se movía el cotarro de la vanguardia, como el Gris, la Fontanería, El Sol o el Templo del Gato. Era la época en la que comenzaban a extenderse tecnologías entonces casi inalcanzables y que ahora son indispensables y accesibles, como Internet o el teléfono móvil, que han cambiado para siempre la forma en que entendemos la comunicación. La infografía también estaba comenzando a cambiar las maneras de configurar el arte, y la electrónica aplicada a la música hacía poco que estaba generando toda una nueva ola. Por entonces colaboramos en varios proyectos, incluyendo delirantes entrevistas, como por ejemplo a Ralf Hütter (Kraftwerk) o Klaus Schulze de Tangerine Dream. Grandes nombres, grandes esperanzas. Casi veinte años después, él es el entrevistado. Quién lo iba a decir. Y en este marco tan idealizado, tan aceptable por cualquier facción del Foro de la Familia. La mesa está servida, sólo falta que Olivia termine de comer. La niña abre la boca todo lo que ésta da de sí y se abalanza sobre la última cuchara llena, salivando y


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gorjeando. Al finalizar, y tras mostrar una gran sonrisa rebosante de comida y babas, se echa atrás sobre su trona, adormecida. Stefanie la coge en brazos y la baja a la cuna, en el piso inferior. Antonio se limpia las babas de la mano con una servilleta y se levanta para servir la paella. Está buenísima. ¿Dónde aprendiste a cocinar así? He vivido muchos años solo, y además, me gusta seducir a la gente con los fogones. ¿Y funciona? Es muy agradable crear una atmósfera y comenzar por el paladar. Los mejores negocios se cierran en restaurantes… como el famoso Brunch!!!! que montamos en la

Obregón! Te olvidas mi época de proxeneta y la de paseador de mascotas en Nueva York. En general, he intentado hacer de la necesidad virtud. ¿Hay algún otro oficio que pienses emprender? Me gustaría ser concejal de urbanismo de algún pueblo pequeño, y garantizar así mi jubilación. En la época de Hyades Arts (sello musical que fundó y dirigió durante varios años) ya eras bastante rarito. Te hacías llamar Klaus Böhlman (así, con diéresis y todo) y te entrevistabas a ti mismo para revistas como “Keyboard”. ¿Qué fue de aquel

Hyparco. Una auténtica maravilla, si se me permite. Se te permite. Es, junto a la banda sonora de la película “Off”, mi disco favorito. Gran parte está grabado en directo en Vigo, durante un concierto que dimos para inaugurar una galería. Y luego hay dos o tres temas de estudio, grabados en Moratalaz… Erais unos auténticos pioneros en el terreno musical. Electrodark . Corrígeme si me equivoco, pero la escena era más bien pequeña: estabais vosotros, estaban Suso Sáiz, Iury Lech, Esplendor Geométrico… y para de contar. ¿Crees que ahora tenemos el mismo nivel de originalidad musical en este terreno o está ya todo reinventado y refrito?

Me gustaria ser concejal de urbanismo de algun pueblo y garantizarme la jubilacion terraza de casa todos los domingos. Fue un éxito culinario y profesional. Ah, los Brunchstorming al sol en casa de los Dyaz. Ahí se fraguaron muchos planes y estratagemas, ninguna conciliable con la conciencia de los bienpensantes. Los que acudíamos aún nos chupamos los dedos pensando en esas brochetas, ese salmorejo, ese… Pero bueno, ¿esto que es, una entrevista a Antonio Dyaz o un catálogo de platos de cocina? Vayamos al grano. Músico, productor, escritor, director de cine, empresario, editor… ¿me dejo algo? Ah, sí: informático y empleado de empresa de detectives. Claro, yo conozco tu oscuro pasado… ¡Y biólogo, como Ana

Klaus? Klaus se ahogó en el río Hudson. Intentó cruzarlo a nado, desde Manhattan a Nueva Jersey, y fracasó. Esto sucedió en octubre de 1998. Stefanie se acerca y dice algo a Olivia en dialecto alemán-transalpino. Suena musical, pero da un poco de miedo. Hagamos un repaso de tu trayectoria. Eres un hombre renacentista y hay mucho donde elegir. Lo que haré será mencionar algunas de las obras tuyas que más me han gustado y me dices qué han significado para ti. Para los que quieran saberlo todo, que te busquen en Google. Por ejemplo, el CD «IF» de El Sueño de

Toda aquella actividad se dividió en dos grandes corrientes: la música new age, que no me interesa nada (Kitaro, Suzanne Cianni (X), etc) y la música bailable, que a menudo procedía de añadir un “beat” a las bases planeadoras y sintéticas del Dark Electronic. Nosotros estábamos en un punto intermedio. Música que no se puede bailar y que no se puede silbar. Algunos la llamaban “Suicide Music”, pero a mí me pone de buen humor. Otra obra, esta cinematográfica: «SeX»: Una reconstrucción futurista del Decamerón de Boccacio. Si fuera hoy, ¿la volverías a dirigir tal cual o cambiarías algo?

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Antonio Dyaz

Espectáculos

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Al director (risas). En serio, dirigir y producir un largometraje es muy complicado, sobre todo con un presupuesto ínfimo y con todas las dificultades que rodearon a «SeX». Es como mi obra maldita; mi vida comenzó a desmoronarse mientras la ponía en pie. Es un túmulo funerario erigido a la memoria de mis padres muertos. Mi próxima película no tiene nada que ver con aquella etapa, de la que estoy muy orgulloso pero que he agotado. Por cierto, su título es «The Lobito», y es una comedia en 3D. Las urnas con las cenizas de tus difuntos padres estaban en el marco de una puerta en la habitación de Olivia en tu antigua casa, y ahora en un jardincito que tienes en el piso de abajo. Siempre han ocupado

Ahora, un libro. Bueno, mejor dos. Empecemos con uno de autoayuda: “Cómo hacer cine independiente”. Este te salió bordado. Destila sinceridad y practicidad por todos lados, y encima es útil y divertido de leer. Eres el abanderado del cine digital y de la autoproducción, autodirección y autocreación. Lo que soy es pobre. Por eso me veo obligado a implicarme en todas las fases de creación de un largometraje, que son muchas, y no todas divertidas, la verdad. Ese libro me ha abierto muchas puertas, con un éxito fulminante. Acabo de regresar de Cuba, de impartir un curso de producción en la escuela de San Antonio de los Baños, precisamente porque la directora leyó mi libro y le encantó. Espero hacer reediciones cada

tagonista, Tatí - un hombre que se reinventa a sí mismo en una historia de múltiples niveles sensoriales: ‘Vivía en un ático agradable, sugerente, sembrado con el quejido que las maderas de las vigas producían durante la noche al cambiar la temperatura. Como un ser vivo. Desde la amplia claraboya central se filtraba un fragmento del cielo de Madrid (…)’ Dime, ¿cuánto de Tatí hay en ti? Tatí es el protagonista de «Unicornio», y además uno de mis

Muy pronto los cines solo proyectaran ficheros y llevaremos unas gafas polarizadas en el bolso un lugar especial en tu casa. ¿Qué harás ahora? Por favor, dime que no vas a emular a Keith Richards… Sí, ahora tengo un pequeño jardín funerario, muy bonito. Mis padres (sus restos) han sufrido ya varias mudanzas, pero siempre intento colocar las urnas en lugares especiales. Y lo de Keith Richards tiene mucho de bulo. Mira, todos aquellos que hemos intentado esnifar las cenizas de nuestros seres queridos sabemos que son pequeñas esquirlas de hueso, y que además no son psicoactivas de ningún modo. Keith necesitaba un titular después de caerse de un cocotero. Todo fue idea de su agente. Los Rolling deberían retirarse, o acabarán esnifándose unos a otros. Charlie Watts será el último.

año con las novedades. Ahora te haré una pregunta “estándar”. ¿El cine digital es el futuro? El cine digital ya es casi el pasado. Al espectador le da igual que la película se haya rodado con una cámara así o asá, el foco de atención ahora se ha desplazado al 3D estereoscópico. Toda la industria que gira en torno a los 35 mm se está reconvirtiendo, y muy pronto los cines solo proyectarán ficheros, en vez de bobinas, y llevaremos unas gafas polarizadas en el bolso. Abro su última novela, una pequeña joya de ciencia ficción llamada «Unicornio», y leo el primer párrafo, en boca de su pro-


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cineastas favoritos, sin que quede claro si ambos son la misma persona… El libro comienza con una profunda identificación ente el personaje y yo, que compartimos un escenario real del pasado, pero el resto es una Carta a los Reyes Magos, un desideratum que no está exento de temor. Ya sabes, ten cuidado con lo que deseas… ¿Has conseguido ya lo que deseabas? El problema de los deseos es que cambian con el tiempo, y sincronizar los logros con las emociones que esperas que te produzcan es la base de la felicidad. Por tanto, mi respuesta es no. Tal vez esa sea la clave: desear siempre algo que encaje con cada momento de la vida. Buscar en el lugar que nos corresponde en cada etapa de nuestro trayecto. Pero no es tan fácil, ¿verdad? Algunos, como Antonio Dyaz, siempre mirarán más allá de sus límites. Y eso, en sí, aunque conlleve dificultad, aunque parezcan quimeras y aunque dé la impresión de que la vida es mucho más difícil de vivir, será suficiente para que los límites desaparezcan. Estos son a la vez el premio y el castigo de los valientes.

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MĂşsica

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Texto: Hugo Izarra

· Fotos: F. Luckenbach

Son los reyes del Kreuzberg. Desde que cambiaron Madrid por Berlín -hace casi diez años-, Luis Miguélez y Juan Tormento han sabido integrarse en la escena musical de la ciudad con un descaro importante. Su aventura junto a Grace Ryan -Glitter Klinik, heredera de otro proyecto que ahora resucita, Glamour To Kill-, les ha reportado grandes éxitos en el sector independiente a escala internacional. Viajamos hasta su estudio de grabación para comprobar en vivo cómo se gesta el sonido que los hace inconfundibles.


Glitter Klinik

Música

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ara variar, llego tarde. Vuelven a sangrarme las encías. Lo sé porque conozco el sabor de la sangre y porque acabo de ver mis dientes enrojecidos en una tienda de espejos de Viktoria-Luise-Platz. En cualquier caso, el dentista tendrá que esperar. He quedado hace veinte minutos con los Glitter Klinik en su estudio de grabación, en el número 11 de la Welser Strasse, en el corazón de Schöneberg. Juan Tormento, vestido de negro como la noche, me recibe en la puerta. Sonríe y me señala la habitación del fondo. No es grande, pero está decorada con gusto: muebles rojos, con alfombras y cortinas a juego y algunos cuadros pintados por el propio Luis Miguélez, una afición discreta y casi secreta, como él mismo confiesa. Precisamente Luis, quien dice sentirse en este ambiente acogedor e intimista «como una rata encerrada en su agujero», está al mando de la mesa de mezclas junto a Grace Ryan. Al verme, abre los ojos, frunce el ceño y me hace un gesto con la mano: levanta su dedo índice, pidiéndome un minuto. -Siento ser el último en llegar -le digo sonrojado a Juan mientras esperamos. -Tranquilo -contesta-, nosotros somos puntuales porque nos apasiona nuestro trabajo: todo el tiempo que podamos invertir en él es como un regalo. -Entiendo. A mí también me apasiona lo que hago -miento. Ha pasado un minuto. Luis se cuelga los auriculares al cuello y Grace se levanta de su silla y me guiña un ojo antes de dejarnos solos. Juan me conduce hasta la mesa donde se gesta todo. El sonido Glitter Klinik nace aquí.

-Parece una nave espacial -es cuanto acierto a decir, haciendo alarde de un entusiasmo provinciano. -Es una mesa de mezclas normal explica Luis-. Trabajo con ordenadores Mac y el programa Logic; con esto lo tengo todo: infinidad de efectos y sintetizadores virtuales. Esto, mis auriculares y mis oídos es todo cuanto necesito. Juan Tormento, el hombre de negro, asiente mientras le escucha hablar: -Precisamente nos coges acabando el tema «Cerca de ti». Está a punto de caramelo. -Por mí no os cortéis -les digo-, no haré ruido. Seguid. Luis sonríe y sacude la cabeza diciendo que no. Supongo que desean que esto acabe cuanto antes. Es normal, yo estoy nervioso y ellos impacientes. No lo demoramos: Empecemos por el proceso creativo, ¿qué papel desempeña cada uno? Luis: Por lo general, la música la compongo

yo y las letras las escribimos juntos, aunque también hay letras mías y canciones de Juan. Juan: Luis está al mando. Él sabe sacar de mí lo que el grupo necesita. Cuando se me ocurre algo no dudo en hacérselo saber, luego lo estudiamos y comprobamos si funciona o no. No obstante, mucho trabajo se hace en el escenario, improvisando. Más de una canción empezó a gestarse así, primero en directo y luego en el estudio. Habéis conseguido un sonido fácilmente reconocible. ¿Cómo trenzáis esas texturas? ¿Qué viene primero? ¿La voz, la guitarra, los sonidos pregrabados? ¿Nacen las letras una vez que están las melodías o son las letras lo que condiciona todo? J: No hay un proceso definido. Todo puede empezar a partir de la inspiración de una guitarra de Luis o desde la secuencia de un teclado. Desde ese punto comienzan a componerse unos arreglos y unas melodías para completarlas con su letra. Otras veces,


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sin embargo, todo comienza porque hay una historia que contar y se le hace una música a medida. Un trajecito, vaya, sastrería fina. Hace un montón de tiempo que trabajáis juntos. Si mis cálculos no fallan, desde los tiempos de Fanny y los +, 1986. ¿Es el respeto la clave del éxito de este binomio? L: El respeto existe, pero también es muy fácil perderlo y discutir. En cualquier caso, lo que importa es que nos conocemos bien el uno al otro y eso hace que la convivencia, tanto en las giras como en el estudio, sea muy fácil. J: Si hemos estado en tantos proyectos juntos es porque existe un entendimiento. Cada uno cumple con su cometido y lo disfruta. Es importante disfrutar. A veces podemos hablar simplemente con la mirada y eso es genial. ¡Conexxxión! Y desde entonces habéis vuelto a coincidir en Metálicos, McNamara, Glamour To

Kill, Luis Miguélez & The Glitters y ahora Glitter Klinik. Y siempre habéis hecho algo nuevo, distinto, provocador y que difícilmente puede pasar inadvertido. J: He tenido la gran suerte de trabajar junto a Luis desde que era adolescente. Además de ser un amigo es uno de los más grandes músicos que conozco. Él me enseño que hay que renovarse cada día, tal vez por eso nuestros proyectos están en continuo movimiento. Lo que me lleva a hacer una reflexión: el concepto de artista de los 80, últimos 70, era mucho más global, más complejo que el actual. Ahora se llama artista a cualquier interpretador de canciones. ¿Qué opináis de la música que se hace hoy en España? ¿No os produce cierta urticaria la nueva tendencia fábrica-de-talentosmediáticos? L: Sinceramente, ésa no es mi guerra. Trato de expresarme como artista, continúo en la búsqueda de mi personalidad y procuro


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hacer lo que me sale de la pepitilla aún sabiendo el riesgo que conlleva. J: En España hay grupos muy buenos. También hay otros que se creen que con la computadora está todo hecho y no es así, una computadora necesita que alguien la programe. Pero esto no es nuevo, siempre ha sido así. La diferencia es que antes no había computadoras, antes había grupos divinos y otros que no salían del chin-pum. ¿Fue ésa una de las razones por las que decidisteis huir a Berlín, la mediocridad? L: Personalmente no tengo nada contra España. Pienso que hay artistas con mucho talento. Venir a Berlín fue una cuestión de evolución personal. Aquí me encuentro muy a gusto. J: También nos movió a venirnos aquí la posibilidad de alcanzar un público más amplio, de poder llegar con nuestra música a más lugares y gentes, y parece que la jugada salió bien, porque, en los últimos años, nos hemos recorrido el planeta: de Japón a México, pasando por Rusia, Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, Bielorrusia... Esa globalización se deja notar en vuestra música, pero, tal vez donde más, en vuestros títulos. Por ejemplo, en este último. ¿Cómo surge la idea de llamarlo así, «Wasabi Disco Movie»? L: Muy sencillo. En Japón me enganché al Wasabi, en la Disco me volví loco y, por alguna extraña razón, todos los directores de cine se acuerdan de nosotros. De ahí que los homenajeemos con el Movie. [Durante el work-in-progress estaba previsto que se titulase Wasabi Disco Phone] J: Wasabi Disco Movie será muy picante. A más de uno le picará seguro.

¿A quién? J: Bueno, a los primeros a quienes tiene que picar es a los que nos siguen. Quiero decir que, cuando lo que haces llega a su objetivo, es inevitable que algo se remueva en su interior. Pero no serán los únicos. Habrá muchos a quienes les pique también y no por el mismo motivo, porque siempre ha sido así con nuestros proyectos. Bueno, qué quieres que te diga… Quién se pica, ajos mastica. ¿Y qué nos espera en este nuevo trabajo? L: El disco es una mezcla de todo lo acostumbrado en nosotros, guitarras rock, punk, glam, canciones con melodías pop en español, ritmos fréneticos, estribillos rotundos y mucho killerío en inglés, es un nuevo sonido de Glitter Klinik, picante como el wasabi. ¿Habrá alguna sorpresa en este nuevo disco? ¿Alguna colaboración de lujo? L: Después de colaborar con Fabio (McNamara) en el último, pensamos que Glitter Klinik ahora necesita tener un disco propio. Tampoco queremos volvernos locos llenando el CD y vamos a incluir unos diez

u once temas, entre ellos, la canción «Somos el siglo 21», dedicada al programa de Tomás F. Flores en Radio 3, que ya se puede escuchar en nuestro MySpace. Las colaboraciones las dejaremos para los remixes. Juan y Luis se quedan un momento en silencio, los dos se miran y Luis asiente, sonríe, se inclina sobre la mesa y me dice: -Ahora vas a escuchar un adelanto. La demo de «Cerca de mí». En primicia. El tema comienza a sonar en el estudio. Vibran el suelo y las paredes. Es formidable. Distinto de todo lo que han hecho, pero con rasgos muy reconocibles. La marca Glitter tiene un futuro tan deslumbrante como su propio nombre. Aún así, les pregunto: ¿Supone este disco la consolidación definitiva del proyecto Glitter Klinik? L: Ya he dicho en otras ocasiones que Glitter Klinik es una clínica brillante en cons-


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tario. Resulta, cuando menos, sorprendente… J: Es que lo que se ha hecho, hecho está. Cuando tienes una mente inquieta que te obliga a explorar otros senderos, no te permite estancarte en un estilo. Por encima de todo, creo que hay que ser fiel a uno mismo, no a un estilo. El estilo es continuamente cambiante. Eso es la creación, arriesgarse, atreverse.

tante evolución y cada día que pase estará más consolidada. Todavía nos queda mucho por decir y por hacer. Aquí me siento a gusto cantando y tocando la guitarra y haciendo algo distinto de lo que he hecho durante toda mi carrera. Creo que éste es el momento de hacerlo y por ahora es difícil que cambie. Puede haber colaboraciones con otros artistas, -ahí está el regreso de Glamour To Kill-, o retomar algo como hice con Fabio en el último disco, pero Glitter Klinik nunca desaparecerá. Ése es nuestro sello y Records To Kill nuestra disquera. J: Glitter Klinik es un proyecto quinqui, pero consolidado. Como te decía antes, con este proyecto hemos recorrido el mundo. Creo que Wasabi, más que la consolidación, representará el nuevo rumbo del grupo. Luis y yo estamos unidos y tenemos muy claro lo que queremos. Ésa es la base y lo que hace que sea un proyecto sólido. En ese sentido, Glitter Klinik depende única y exclusivamente de nosotros, aunque cola-

boraciones tampoco han de faltar en el futuro. ¿Seguiréis con vuestros proyectos en solitario? L: Por supuesto, siempre tiene que existir una cierta libertad para respirar. Cada uno es libre de hacer lo que quiera y de colaborar con quien quiera. J: Claro, una cosa no quita la otra. En mis trabajos en solitario viajo a mi interior de manera autónoma. Casi siempre compongo canciones que voy acumulando y, cuando llega el momento, lo grabo y se edita. Mi último trabajo se publicó en 2000 y no sé cuando llegará el próximo, pero llegará. Si retrocedemos diez años llegamos a «Rockstation», el disco que os encumbró junto a Fanny. A pesar de que obtuvo una acogida fantástica, no habéis vuelto a transitar por esa senda, digamos fácil, para conquistar a un público más mayori-

Otra cosa que me sorprende de vosotros es vuestra serenidad. Se corresponde poco con vuestra estampa, con la fama que os precede y la actitud que mostráis en los conciertos. Por lo general, los rockeros son tipos inaccesibles, irascibles e impresentables. ¿Será verdad que el rock es sólo una pose? L: La época guarrindonga ya se acabó y el yonquerío también ha quedado atrás, pero la actitud y la personalidad del artista son dos rasgos que siempre permanecen. Ser artista no significa ser inaccesible, por mucho dinero que tengas, y ser elegante para mí es algo natural. Se nos ha hecho tarde. Luis mira su reloj, levanta la vista y sugiere: -¿Qué tal si nos vamos a comer a un japonés y nos ponemos finos de wasabi? -Yo me apunto, -les digo- pero que sepáis que me he vuelto a dejar la cartera en el hotel. -Tranquilo, -dice Juan, riéndose- que hoy paga la discográfica… Llamamos a Grace y dejamos la música para después. Mis encías sangran pero qué más da.

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Texto: Andrea Stefanoni Fotos: Daniel Mordzinski, Luciana Gutiérrez

Hace dos años, en la presentación de su libro «La puta de Babilonia», Fernando

Vallejo

acudió

a

la

Universidad Autónoma de México acompañado de 14 perros. Y, ante algunas protestas por los ladridos molestos de los canes, respondió: «Déjenlos que ladren, que aquí estuvo Vicente Fox rebuznando seis años y nadie lo calló». Ninguno de los presentes se atrevió a contradecirle.


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ás tarde aclararía que no había ido allí a presentar su libro sino a defender una causa, la de los animales, por los que muestra, de lejos, más aprecio que por los humanos: los perros de la calle fueron los destinatarios de los 100.000 dólares del premio Rómulo Gallegos que obtuvo por su novela «El desbarrancadero». Y esa cruzada casi obsesiva tiene en su punto de mira a la Iglesia, frente a la que no ahorra improperios. Provocador y polémico, Fernando Vallejo nació en Medellín en 1942 y vive en México desde 1971. «Cuando reeligieron a Álvaro Uribe, descubrí que Colombia es un país imbécil», declaró al renunciar a la nacionalidad colombiana para adoptar a México como su nueva patria. Y agregó que el mandatario colombiano -embarcado en un escándalo por sus vínculos con grupos paramilitares- «es un histérico, gritón y llorón, que no puede ni con su alma». Vallejo acudió a Buenos Aires para presentar su novela, y, sin duda, para defender su causa con su tradicional estilo, ácido y perturbador. Esta entrevista, realizada en un elegante hotel frente al cementerio de la Recoleta, no es la excepción. Con todo, Vallejo arroja sus misiles siempre con un tono amable, casi tierno.

que ha tenido la Iglesia, el cristianismo entero, por los animales. Ésa es mi causa, que voy a defender mientras viva. La Iglesia es la culpable de este desprecio por los animales de todo Occidente, la considero mi enemiga. Cristo nunca vio a los animales como sus prójimos, porque a Cristo -que para empezar no existió, el Cristo de los Evangelios, el de la Iglesia- no le dio su almita pequeñita para ver que los animales eran nuestros prójimos. Entonces llegué a la conclusión de que mi causa en defensa de los animales tenía que ir ligada a la denuncia de esta empresa criminal que es el cristianismo, y, en concreto, la Iglesia Católica que es una de las grandes

¿Qué cuentas pendientes se quiso cobrar con «La puta de Babilonia»? Escribí un libro para decir que iba a cobrar unas cuentas pendientes y nunca dije cuáles. Son de dos tipos: una es personal, que me dañasen la infancia hasta donde pudieron con la amenaza del infierno y de la condenación eterna. Esas son cuentas personales, pequeñas, que ya olvidé. La cuenta grande conmigo es el desprecio

¿Entonces tenía razón Voltaire cuando dijo que la Iglesia Católica no ha hecho más que daño a la humanidad? Sí, Voltaire era un magnífico escritor y un magnífico prosista, un hombre lúcido, pero que curiosamente no era ateo. Sostenía que el universo lo había creado una entidad superior que llamamos Dios. Es decir, no había dado el paso siguiente a prescindir de esa identidad inútil, innecesaria. Fue educa-

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plagas que tenemos que padecer en América Latina.

do por los jesuitas, una de las sectas más viles de la Iglesia Católica junto a los dominicos, que fueron los más asesinos, los que dirigieron la Inquisición, esa institución monstruosa, torturadora, perseguidora y asesina, al servicio del Papa, siempre, como unos arrodillados del autócrata de Roma. Es una de las sectas más viles, ahora reemplazada por el Opus Dei, la secta de Escrivá de Balaguer, aún más vil: cazadores de herencias, estafadores de viudas, cartujos, los cartujos del Opus Dei. ¿Qué opina de la postura del Papa acerca de «la vuelta al continente de ideologías que parecían superadas» y su defensa de

la evangelización en Latinoamérica? Es una burda mentira que le quieren hacer tragar a todo un continente. Los conquistadores españoles y portugueses vinieron aquí a imponer la religión de Cristo por la sangre y por la espada y a arrasar con todas las civilizaciones de los indígenas. Y ahora, este travestido tiene el descaro de venir a decirnos que estaban esperando a Cristo, ¡qué iban a estar esperando a Cristo! Con el mismo descaro estuvo hablando la Iglesia durante siglos de la esclavitud voluntaria, pero ¿quién se puede declarar esclavo de


© Daniel Mordzinski

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otro voluntariamente? El Papa es un hombre absolutamente desvergonzado que puede mentir a la diabla como si lo que tuviera enfrente fuera un rebaño imbécil, como ese rebaño imbécil que siempre ha pastoreado y cree que seguirá pastoreando. Pero la Iglesia Católica está perdiendo fuerza... Está perdiendo fuerza frente a las sectas protestantes que son iguales que ellos, unos limosneros hipócritas, entonces estamos saliendo de Guatemala para caer en Guatepeor. No tiene ningún sentido que dejemos una institución monstruosa como la Iglesia Católica para caer en otras instituciones monstruosas como las sectas protestantes. Limosneros todos ellos, parásitos de la sociedad que hay que proscribir. ¿Por qué escribe, además de para molestar a los hipócritas? Bueno, escribo para molestar a los hipócritas, ésa ha sido la razón mía hasta este último libro. Éste es distinto, lo escribí porque la defensa de mi causa animal está ligada a la denuncia del cristianismo en concreto y, más en general, de las religiones semíticas, del judaísmo y el mahometismo. Como no las pude separar, tuve que enfrentar la pelea contra la Iglesia Católica y denunciar su pasado criminal. La católica, en especial, porque es una de las tres variedades del cristianismo que nos tocó por mala suerte a nosotros en América Latina. Ha reconocido que, hoy por hoy, «no lee una novela ni loco», y que la mayoría de los escritores, como Mario Vargas Llosa, no saben escribir. ¿Por qué cree que lo deberían leer a usted?

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Lo de Vargas Llosa lo podríamos aclarar así: si vamos al asunto técnico del escritor, comparado con los grandes prosistas de la historia, como Manuel Mújica Laínez, Vargas Llosa es un prosista menor, un novelista de tercera persona, que es el camino más trillado de la literatura, el que se recorrió todo el siglo XIX y que no tiene, a mi modo de ver, ningún sentido. Un novelista en tercera persona omnisciente y, para colmo, le ha dado últimamente por novelar personajes de la vida real, como el dictador Trujillo en «La fiesta del chivo». Yo he escrito dos biografías de poetas colombianos. La biografía es un género menor de la literatura, pero la biografía novelada es un género miserable, insignificante. Trujillo es un gran personaje para escribir su biografía, es un monstruo. Pero su biografía estricta, no su biografía novelada. La biografía nunca será un gran género. Y la novela yo la entiendo en primera persona, nunca en tercera. Pero a mí no tienen la obligación de leerme, y tampoco le recomiendo a nadie mis libros. Ha manifestado en más de una ocasión que «no vinimos a este mundo a quedarnos, vinimos a pasar como el viento y a morir», ¿no es justamente eso lo interesante, que en algún momento se acabe? Sí, evidentemente, lo interesante es que se acabe, pero vivir es muy difícil y morirse también. Ninguna de las dos cosas es fácil. La vida es una desgracia y la muerte es otra. Una desgracia cura la otra, pero así es. Y del suicidio, ¿qué piensa?, si la vida es una desgracia... Ocurre que existen muchas formas de suicidio. Uno se puede suicidar pegándose un

tiro, tomándose un veneno o cortándose las venas, o insultando a Mahoma y Alá... Una de las grandes razones que tiene la gente que pertenece al catolicismo es pensar que está cumpliendo con el plan creador de Dios. Así todo tiene sentido dentro de ese planteamiento: si vivimos para cumplir ese plan de Dios podemos tener hijos para que vivan para lo mismo. Pero Dios no existe, ¿dónde está?, ¿qué es eso que llaman

Dios? Es una palabra muy vaga, un conjunto de vaguedades pantanosas. ¿Cómo puede ser bondadoso quien nos impone el dolor de la vida, la enfermedad, la muerte, pudiéndonos dar la felicidad? Como explicación del universo es una palabra que no explica nada puesto que no lo entendemos. Y como tesis moral, es inmoral, porque no es bueno quien impone la muerte, la enfermedad, el que impone que unos animales


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se coman a otros, el que impone la guerra de la naturaleza, el que nos llena de inundaciones, de maremotos, de hambrunas, de terremotos, de la granujería de los políticos. No tiene ningún sentido, entonces la humanidad se hace ilusiones de que aferrándose a la palabra de Dios le da sentido a lo que no lo tiene, y cree que por eso ya tiene el derecho a disponer de la vida de los demás. Nadie tiene derecho a imponerle la existencia a los otros, el que está en la paz de la nada, déjenlo ahí, que total allá vamos a volver todos, ¿para qué este paso inútil por la vida que es doloroso, terrible y degradante?.

mentirosa en su favor que no le llega ya a nadie. Pero, por fortuna, ya estoy en edad de retirarme, y ahora que le declaré la guerra no sólo a la Iglesia sino también a los musulmanes, que son la horda asesina de Mahoma, pues me sacarán rapidito del planeta.

do. Que el cardenal Bergoglio acepte debatir sobre estos temas conmigo en público, lo he invitado en todos los medios a que se presente, si acepta, lo haremos en un seminario con un público favorable a él.

Hace un tiempo declaró a los medios que se retiraba de la literatura, pero parece estar lejos de ese momento.

Cada vez aprovecha para pegarle a la Iglesia… Sí, porque mi causa en defensa de los animales me llevó a desenmascarar a esta institución monstruosa que pretende ser la defensora de la moral de nuestras sociedades en América Latina, pero si hay algo que no tienen es moral, con un pasado manchado de sangre, una institución de parásitos que están viviendo de limosnas y que va a seguir viviendo de esto, para que este

¿Es consciente de que está defendiendo la causa animal en el país de la carne? Evidentemente criar a una vaca para comérsela es una monstruosidad, porque la vaca es un mamífero que está muy cerca de nosotros, es un animal que tiene un sistema nervioso muy complejo, que siente terror cuando la van a acuchillar. El crimen contra las vacas en Argentina es menos grave que en Europa y que en Estados Unidos porque aquí por lo menos están libres en el terreno inmenso que tiene este país para criarlas. En Europa las tienen

Sí, dije que no iba a escribir más, pero después de eso escribí un libro que tenía pendiente que es «Mi hermano el alcalde», una novela como las mías, que no se sabe si son verdad o son invento, y después este ensayo sobre la Iglesia, mejor dicho contra la Iglesia. En realidad, acá sobre y contra valen lo mismo, porque un libro sobre la Iglesia forzosamente tiene que ser contra la Iglesia, salvo que se esté haciendo propaganda

homofóbico de Roma -y a lo mejor homosexual, todo indica que es homosexual, estamos teniendo una racha de Papas homosexuales que nunca se había dado en la Iglesia, antes eran todos mujeriegos- esté viajando en jet privados ¿Por qué? ¿Por qué viaja en jet privado? Si la inmensa mayoría de la humanidad no puede ni tomar un camión o viaja a pie, ¡que camine! Si va a recorrer el mundo que lo recorra caminan-

enjauladas, como a los pollos, que nacen, viven y mueren en unas jaulas miserables sin ver la luz del sol; su vida es un infierno. Son las terribles fábricas de carne en las que hemos caído, en las que caerá la Argentina y todo el mundo, pero ¿qué podemos esperar de un país educado por la Iglesia Católica, con una venda moral que no se le cae de los ojos? Toma mucho tiempo quitarse esta venda. La inmensa

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mayoría de la gente no se la quita nunca, con ella nace y con ella muere. A veces se la ponen desde que nacen, desde que los bautizan. Yo me la quité después de buena parte de mi vida, no puedo pretender que los demás se la quiten de un momento a otro. Para mí, criar una vaca para acuchillarla en un matadero es un crimen monstruoso, como un homicidio, no hago diferencia. ¿Qué le respondió a la gente que lo criticó por haber donado los 100.000 dólares del premio Rómulo Gallegos a los perros de la calle y no a los pobres? Que yo con mi plata hago lo que quiero. ¿Para los niños pobres? Para eso está el Papa Benedicto, para proteger a los pobres. Cuántos millones y millones de niños nacieron que se podrían haber evitado, ¿cuántos nacieron con SIDA en África, donde tanto predicaron en contra de los preservativos? Yo les dejo a ellos todos los niños abandonados. Donar para los pobres es una alcahuetería. El ser

humano tiene la inteligencia para saber que no se tiene que reproducir y, si no tiene dinero, con mayor razón. Si está desempleado y no tiene dinero, ¿para qué va a traer niños a este mundo? Los animales se reproducen porque no pueden disociar, lo hacen mecánicamente. ¿Por qué estos reprimidos sexuales hipócritas les quieren imponer su represión a los demás? Si la vida ya es bien miserable de por sí. No hay que seguir engrosando el rebaño carnívoro. La pobreza suele ir acompañada de falta de educación... La pobreza va acompañada de falta de educación pero también los ricos se reproducen igual. Mi prédica va contra ambos, pobres y ricos. Lo mismo da traer a un niño rico o a un pobre a un planeta superpoblado, atestado de gente, traerlo para que se coman los animales, no puede ser, es una inmoralidad. A los pobres habría que educarlos en la responsabilidad. En ciudad de México se

peleó contra viento y marea por la ley de interrupción del embarazo antes de los tres meses, es una gran bofetada que se le dio a la Iglesia, que por supuesto se opuso. Hablando de muertos y violencia, ¿el conflicto se resuelve con el diálogo o con la fuerza? La única solución que tiene Colombia es que desaparezcan los 44 millones de colombianos. La violencia no tiene solución. Hay problemas insolubles. El problema de Israel con los palestinos es un problema insoluble, el de la sobrepoblación de la Tierra también lo es. Estamos llenos de problemas insolubles que venimos arrastrando. Una buena parte de la población está desempleada y se siguen reproduciendo como animales, destruyendo la naturaleza, atropellando a los animales. En Europa, en Estados Unidos, en el primer mundo, en el segundo, en el tercero… Es un problema planetario, ya no hay lugar, no hay posible solución.


Sarah Kane

Un escupitajo al mundo

Texto: Miguel Sanfeliu

Sarah Kane eligió la representación porque creyó que si mostraba el infierno evitaría que la humanidad terminara dirigiéndose hacia él.


Sarah Kane

Teatro

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L

os últimos murmullos se extinguen cuando se apaga la luz y el telón comienza a abrirse. Todo el mundo parece contener la respiración. En el escenario, un cuarto de hotel en Leeds, ocupado por Ian -un periodista malhumorado al que le queda poco tiempo de vida- y Cate, una mujer de apariencia ingenua con la que mantiene una relación de amor-odio. Es el principio. La obra se titula «Blasted». Ian viola a Cate y ella huye. Entonces en la habitación irrumpe un soldado y estalla una bomba y de pronto se encuentran en mitad de una guerra. Es un drama de opresores y oprimidos. Hay escenas de violación, penetración anal, lluvia dorada, canibalismo… sexo extremo y violencia, lenguaje crudo e incómodo. Algunas personas se levantan y abandonan la sala. Pasos apresurados hacia la salida. Gente que ha ido al teatro para sentirse insultada por una obra escrita por una niñata de apenas 24 años llamada Sarah Kane. Al día siguiente, la prensa escrita la crucifica. Definen la obra como un gigantesco pedazo de mierda. No ven reflexión en el texto, tan solo provocación gratuita y vacía. El crítico Jack Tinker se muestra especialmente duro y desagradable; llega a decir que el dinero del montaje habría estado mejor gastado si se hubiera destinado a pagarle a la autora una cura de desintoxicación. Sarah se vengará de él bautizando con el mismo nombre a un odioso personaje en otra de sus obras. El mundo parece caerle encima. Todo se tambalea. Ha irrumpido en la escena inglesa con fuerza, arrasándolo todo. Ha cogido al público por los huevos y les ha dicho: esto os va a doler. Y así ha sido.

‘Sick’

Al dia siguiente del estreno de Blasted la prensa escrita califica su obra como un gigantesco pedazo de mierda Sin embargo, todo cambia cuando el dramaturgo Harold Pinter apoya a Kane y la define como la más importante autora de su generación. También Edward Bond, cuyo nombre sale a colación por ser el autor de una obra titulada «Saved» en la que un bebé muere lapidado, afirma que «Blasted» es la obra más importante que se puede ver en los escenarios en ese momento, extremadamente humana pese a su violencia, y destaca la madurez de su autora. Alabanzas que constituyen un espaldarazo definitivo y

convierten a Sarah Kane en una autora de moda. L'enfant terrible del teatro inglés. Su obra «Sick» fue, en cierto modo, la responsable de que hubiera llegado hasta ahí. «Sick» estaba compuesta por tres monólogos en los que aparecía la sexualidad como expresión del dolor, la violación, la bulimia… Se representó en el festival de Edimburgo y hubo quien comprendió que estaba ante algo inusual, algo impactante que había que alentar. Y ahora era una autora de moda. No es de extrañar que


‘Blasted’

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El critico Jack Tinker escribio que el dinero del montaje debia haberse invertido en una cura de desintoxicacion escribiera un guión para la televisión. Se tituló «Skin». Un corto de once minutos que se retransmitió por el Canal 4 y cuyo protagonista era un joven neonazi que termina convirtiéndose en el esclavo de una sadomasoquista caribeña. De nuevo los extremos, el viaje al otro lado de nuestra realidad, viaje doloroso y violento. Su sensibilidad es tal que se horroriza ante el mundo porque ve la podredumbre que lo inunda. No entiende nuestra indiferencia ante lo que nos rodea, ante el dolor,

ante la violencia, ante la banalización de la realidad llevada a cabo por los medios de comunicación. Así que lo que hace es mostrárnoslo con toda su crudeza, de un modo explícito, como si nos gritara: ¿Lo veis ahora o seguís ciegos? De ahí que el crítico Aleks Sierz denominara a este movimiento dramático -que tal vez se inicia con Sarah Kane, pero que incluye a autores como Rebecca Prichard, Mark Ravenhill o Nic Grosso- «In-your-face Theatre», es decir, teatro en tus morros, en tu cara o en tus

narices, como prefieran traducirlo. Sarah Kane eligió la representación porque creyó que si mostraba el infierno evitaría que la humanidad terminara dirigiéndose hacia él. «El amor de Fedra» fue una personal adaptación de la obra de Séneca cuyo resultado poco tiene que ver con aquella. De nuevo la miseria humana diseccionada. Esta vez, ubicada en un marco análogo al de la familia real inglesa. La realeza colocada al nivel de las más bajas pasiones humanas. En la dirección de Sarah Kane se coloca al público en el suelo y los actores pasean entre ellos. “Todo buen arte es subversivo, ya sea en forma o contenido. Y el mejor arte es subversivo en forma y contenido”, así piensa ella.


Sarah Kane

Teatro

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Todo buen arte es subversivo ya sea en forma o contenido. Y el mejor arte es subversivo en forma y contenido. Sarah Kane

Luego viene «Cleansed», dedicado a los pacientes y al personal del hospital psiquiátrico en el que ya ha sido internada en varias ocasiones. En esta obra aparece el monstruoso doctor Tinker, sádico y torturador, representante de esa minoría que abusa de una mayoría que se encuentra en inferioridad de condiciones. Y luego estrena «Crave». La firma con el pseudónimo de Maria Kelveldon, con el fin de desligarla de la opinión previa que el público pudiera tener sobre la autora. «Crave» presenta a cuatro personajes identificados por una letra, A, B, C y D, que cruzan líneas de diálogo, aparentemente sin conexión, que van conformando diferentes historias, definiendo las relaciones entre ellos. El sexo de los personajes puede variar de una representación a otra en virtud de la interpretación que hagan del texto los diferentes directores. Para ella ésta es su obra más desesperada. En todo este tiempo ha estado entrando y saliendo de hospitales psiquiátricos, asediada por una depresión que resulta cada vez más inaguantable, más dolorosa. En este estado escribe «4:48 Psicosis». Su texto más personal y más enigmático a la vez. Un largo monólogo. Un escupitajo al

mundo. Un grito de desesperación, desgarrado, hiriente. 4:48 es la hora en la que se producen más suicidios de enfermos de depresión. “Es el miedo lo que me mantiene lejos de las vías del tren. Sólo espero por Dios que la muerte sea el puto final. Me siento como si tuviera ochenta años. Estoy cansada de la vida y mi mente quiere morir”. Ciento cincuenta pastillas antidepresivas y cincuenta somníferos, pero la encuentran a tiempo y la llevan al hospital. Al tercer día de su internamiento consigue por fin poner el punto final ahorcándose. Es el veinte de febrero de mil novecientos noventa y nueve. Tiene en ese momento veintiocho años.

‘4:48 Psycho’



o soy sin la referencia escrita. Necesito soledad de cuaderno para ser comunicable en parte. Traducir de imágenes a palabras es una tarea difícil que conocemos bien los osos de peluche y yo. Leo muy rápido, tengo ese fallo de fábrica. Mi lectura es inmediata, visual, globalizadora. Capto el aire que envuelve a las palabras. Nunca las palabras. Zas. A cambio, escribo muy despacio, se me hace trabajoso traducir.

Escribir es hacer de un grrmpf algo entendible. Y no es metáfora. Desmonto hipótesis: ejercicio de disección.

Tomar un jpg evocador y renombrarlo con la extensíón txt. [Al cambiar la extensión de un archivo, éste puede quedar inutilizable. Y que lo digas. Acepto el juego.] Es cierto, hay estructuras que definen esta cabeza. Castillo de cuento. Íntima amalgama. Inevitablemente distraída. En los demás encuentro almas habitables y en ellas corro hasta sofás y miradores. Recurro al otro buscando descansar. Me persigue la ansiedad de saberme mal turista de mi propio espacio. Mis pensamientos no pueden ser lineales como no es lineal un verdadero hogar. En las reglas de la casa insertaron mutaciones, asoman periódicas con el cierre de rotativos. Mi día de la marmota consiste en entenderme progresivamente, conseguirlo cada noche, y desentenderme de mi misma

Mi pensamiento soy yo en un tránsito sugerido por la incitación.

cada mañana. Por eso no desconecto, por eso cuesta acostarme. Subir áticos y bajar sótanos puede sonar entretenido. 'Suele serlo' incluye que no siempre lo es. [“La verdad no está confiada a la memoria de los hombres, hay que encontrarla en un libro.” Lo escribió alguien y por tanto me pertenece.] No es fácil diseccionar una cabeza. Antes hay que estudiar modelos parecidos. Voy a un bar buscando comer de las conversaciones ajenas. Ésas que cualquier otro día

que se piensa, no es inventar. Imaginar es espacializar lo que ya sabemos. Hablan de cine. Ellos. Y su material viene en raw sin necesidad de procesar. He visto una película en la que nadie tiene relevancia. El espacio y las sensaciones pueden más.

serían la distracción más indeseable de cuantas puedo imaginar. No lo hago sólo con inquietud científica, también resulta más sencillo que quedar con un amigo. Hablar con alguien cara a cara implica una correspondencia que nos aleja de la verdadera comprensión. Siempre se me dio mejor comprender a extraños, también me siento mejor entre ellos. Escuchar implica despojarse de uno mismo. Hay interlocutores que no te dejan despojarte de nada y se sienten incómodos ante tu desnudo. En la falta de pudor, en ser un perfecto sinvergüenza, sólo puede educarse uno mismo. Poco se puede hacer. Encuentro extraños. Escondida tras unas gafas de sol puedo escuchar a los otros como no imaginan. Imaginarlos de cero. Imaginar, en contra de lo

entre el juguetito kitsch y el objeto de idolatración. Me parecen dos osos de peluche abandonados en la M30. De un lado ellos y del otro yo. Llevo lentillas, no soy francesa y, por lo demás, idéntica. Estoy a punto de tirar el café y sentarme a su lado. Pero estar desnuda me salva de temeridades. Epílogo o el jardín de atrás. A menudo se acerca alguien y me pregunta qué hice el fin de semana. Debe estar escrito en el libro de comentarios que crean lazos. Ni lo sé ni me importa, me gustaría decir. Respuesta confrontativa, les parece. Sólo queda entrar en el juego e inventar que comiste alcachofas. Cualquier cosa que sustituya a unos recuerdos inexistentes. En cuanto a las palabras y los hechos, me puedo dejar seducir temporalmente pero sin sentimiento de perte-

Los actores son excusas para hablar de un ambiente, para narrar aquello que no puede ser dicho con palabras.- dice

gafapasta hombre. -Mi vida es una vida llena de encuadres- responde Amèlie. Me duele compararme con ellos, tan a mitad de camino

Escuchar implica despojarse de uno mismo.


A veces estoy tan aburrida que querría matar pero lo haría con desgana. En esos casos, me dejo guiar

por los espacios ajenos, algo que me despoja de toda responsabilidad. Así empezó este texto. En el otro. Lo demás, excusas. Cosas que van por ahí. Anuncio integrado de fondo. Dudoso por cutre: Se busca deambulante. Razón aquí. Emoción también. En ningún contexto hay nada que explicar, esto es un viaje que llena una vida.

n el principio de los tiempos, mi cerebro era un caos. Montañas de recuerdos apilados cerca del cerebelo, un duende de algún oscuro libro de cuentos infantiles alborotando las conexiones sinápticas frontales, el reloj de la Puerta del Sol dando las doce campanadas a la vez que el Big Ben de Londres marca impertérrito, como buen inglés, una hora al azar que siempre será la hora del té, juntos en algún punto espacio-temporal que acaba combinándose, todo plasticidad neuronal él, con un anuncio de biodramina del año pasado. Aturullamiento en estado puro, vamos... Así que que se me había cruzado unos años antes al hacer una mudanza y que estaba cogiendo polvo tras mi nervio óptico izquierdo. Qué paz, qué tranquilidad, pasillo blanco y todas las imágenes reales, soñadas o inventadas cada una en su sitio. Me las prometía muy felices mientras empujaba a una visión de mí felicitándose a sí misma con unas calurosas palmaditas en la espalda detrás de la puerta morada autocomplaciente del fondo. .. Las figuras y las formas quedaban inmediatamente clasificadas y archivadas, todo lo que se ve o se puede ver colocado en su sitio, las puertas cerradas. ¿Cerradas? Las palabras se escapaban por debajo de la mejor puerta blindada que fui capaz de imaginar, resonaban a sus anchas en el inmacula-

En mi vida un buen día decidí ordenarlo todo tras cotidiana los personajes son irrelevantes, pro- una imagen de un pasillo de puertas de colores cesos despojados de objetivo. No puedo hablar

de mis acciones porque sencillamente no me interesan.” Ahora sí, me cito a ciegas. Huyo de las presiones que me dicen que sólo sé mirar. Valorar si encaja: Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. Nada es más doloroso y más angustioso que un pensamiento que huye de sí mismo, de ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, listas ya para el olvido o precipitadas en otras ideas que no podemos dominar. Son infinitas variaciones cuya aparición y desaparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa recorrida por seres sin naturaleza ni pensamiento."

do espacio libre de cuerpos en el que ser atrapadas que había creado. Chocaban unas con otras, se enlazaban para formar palabras nuevas, discutían entre sí con la virulencia propia del lenguaje arrabalero tan pronto como se revestían de amabilidad para cederse el mejor sitio desde donde atisbar el exterior.

Pronto, aprendieron a constituirse en frases, a ordenarse en diálogos. A surtirse de

guiones, interrogantes y puntos suspensivos. A intercalar silencios y a embrollarse unas sobre otras. Aprendieron a ser párrafos, monólogos, diatribas. Y ahora me encuentro caminando por una ciudad que no puedo ver, absorta en el empeño de quién o qué ha susurrado en el pasillo, que los cuentos duermen en la memoria de los peces. Buscando en las caras que me cruzo y tras las puertas de colores, al dueño de la palabra misericordia, a alguien capaz de arrodillarse en los bancos de la iglesia de mi infancia, si es que en algún lugar, en algún tiempo, en alguna parte de mi mente, existe todavía alguien capaz de arrodillarse por algo.

Dentro de mi cabeza, las palabras ya nunca dejan de girar, esperando que les ponga un ros-

tro en un mundo, que las inserte en el tiempo, y de esta forma, poder dejar sitio a otras combinaciones, otras letras, que tendrán otros nombres y vivirán otras vidas, cuando yo consiga finalmente escribir su historia.

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nencia. Es un extranjerismo de Camus, un extrañamiento de Ortega. Lo es tanto, que para explicarme uso las palabras de otros. Recorrer cansa. Traducir reactiva.



o no tenía que ocuparme de nada. Mis hermanas y mi madre podían con todo. Ensaladas, mesas, limpieza. Lo del viejo era el asado. Podía pasar toda la tarde en la parrilla siempre que le mantuvieran el vaso lleno de vino. Se turnaban, para eso, mis hermanas. Mi hermano, como yo, desaparecía. Algunas veces nos cruzábamos porque, por ser casi Nochebuena, ninguno de nuestros amigos trabajaba. Así que, siempre que tuviéramos cuidado con los asesinatos y las drogas de mi barrio, podíamos andar por ahí sin obligaciones de ningún tipo. Fue mi mejor época. Me la pasaba observando. Papá todavía nos ahogaba con su locura, pero yo ya había aprendido a respirar por los ojos. Tenía dieciocho años. Todos los trabajos que conseguía eran una mierda. O me echaban o los negocios cerraban. El producto que vendía no valía mi tiempo o mi tiempo no les daba esperanzas de remontar el producto. A veces, sencillamente, no me contrataban para nada. Y yo pensaba en ello mientras otros conocidos -casi amigos, raíces de los añosni siquiera habían tenido que trabajar en su vida. Todos hacíamos una cosa o la otra. Nos rompíamos la espalda o llorábamos la falta. Yo quería ser escritor, pero nada a mi alrededor tenía que ver con la escritura. Lo mejor que había hecho hasta entonces había sido un cuento basado en la poesía de un amigo, un poema desastroso que, de todos modos, le había robado. Y cuando intentaba conquistar a alguna chica, le mostraba ese poema. Por supuesto, nunca había funcionado, pero no era culpa del poema. Era de todo lo que se refería a mí. Del poema a mis uñas. Todo mi grupo estaba en eso. Ninguno sabía por dónde empezar a solucionar el desastre. Papá era el único que tenía una profesión clara: periodista. Si eso que hacía él era escritura, yo pensaba en que bien podía empezar a

pegarme tiros por el cuerpo hasta llegar a la cabeza. El borracho escribía en máquina de escribir. Le pegaba fuerte a las teclas. En general, parecía querer que se enteraran de que estaba escribiendo. Yo, por el momento y siempre, esperaba pasar todo lo desapercibido posible. Periodista o lo que fuese, esa Navidad, la del noventa y nueve, contábamos catorce navidades sin verlo trabajar. Pero mamá rascaba billetes de un lado y del otro. La plata, siempre, la administraba el viejo. Quizá por eso nunca llegábamos a fin de mes. Yo tenía una novia. Como otras anteriores y como otras posteriores. Se llamaba Fiona. Yo me llamo Juan. Un nombre de mierda. Ya su nombre me decía que abandonaría, en algún momento, mi nombre, mi persona, todo yo. De Juan a Juan. Así que visité a Pablo. Vivía en una casa de ladrillos y techo de chapa. Tenía un perro. Nunca supe si su familia festejaba Navidad. Parecían vivir el mismo infierno todos los días, así que recordar fechas no era lo suyo. -Pablo. -Lucho. -¿Tu hermana? -No jodas. Lo abracé, le dije que si quería pasar a la noche por casa estaba bien, y me fui. Después, camino a lo de José, me crucé a otro Pablo, un hijo de puta. Caminaba por la vereda de enfrente. Yo lo vi y él me vio, pero no cruzamos miradas. Encendí un cigarrillo con todo el tiempo del mundo. Cuando terminé, ya había pasado. Una suerte. Toqué el timbre de José. -Puto. -¿Qué onda?

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Y


Ilustración: Diego Durán

-Te estabas… -Sí. -Aguantá un poco… -Voy por la tercera. -Que a la noche vienen las amigas de mi hermana. -Joya. Lo saludé con las cejas y me fui a casa. En el camino me encontré a mi hermano. Estaba puesto. Así como en otros barrios los chicos se cruzaban entre sí llegando y yendo a clases de inglés o de ajedrez o de chino -la última moda- o de rugby o de computación o de tenis o de catequesis, en el mío, lo único viable era juntarse en la esquina a fumar un porro. Sin importar edades ni apellidos. Porque en mi barrio no importaban para nada los apellidos. -Rodri. -¿Qué onda? -Nada. -Bueno… Nos vemos después. Mierda que hacía calor. Acercándome a casa sentí el asado del viejo empezando a quemar sangre. Pensé que para el momento de la carne ya estaría pasado de vino. Y no era un borracho jovial. Se le daba por el existencialismo y los nudillos y los platos rotos. Lo prefería rompiendo cosas que hablando de Perón. Mamá también chupaba. Cuando mis hermanas recargaban el vaso de papá, ella se clavaba un toque desde la misma damajuana. Lo hacía rápido y creía que nadie se daba cuenta. Directo del tremendo botellón, alzándolo con su poca fuerza y volcándose un chorro en la remera tan pasada de moda que ya era una pieza histórica. No había plata para ropa en casa. Sólo para los vinos y algún asado como excusa. Así llegó la noche. Comimos. Rezamos. Mis hermanas hablaban de sus proyectos mientras todos perseguían la hora. Nombraban a sus

profesores de antaño y se entendían entre ellas, y cada tanto dejaban de entenderse, pero seguían hablando. Las admiraba por seguir adelante. Se reían cuando había que reírse. No se escondían en las fechas, aunque las fechas nos avisaban, año tras año, que no había esperanzas. Eran estoicas. Maravillosas. Después se hicieron las doce y brindamos como si no hubiera un pasado. Doce y diez ya empezó a caer la gente. Cayó Pablo, pajeadísimo. Nadie lo saludó. Nadie lo quería en mi casa ni en la suya. Todos se creían mejor que el resto. Como si pudieran ser vistos desde la luna. Después cayó José. Y su hermano. Ambos bien vestidos. Los dos con el buzo sobre los hombros. Mamá los saludó y les dijo que los quería como a sus propios hijos. Ellos esperaban, desde el fondo de su corazón, que sólo fuera figurativo. Ya tenían a sus padres que los querían como a hijos queridos. Y ellos y sus padres sabían cómo los nuestros nos querían a nosotros. Doce y media llegó Fiona. Mi viejo le decía Ciana. Fiona y Ciana no son parecidos. Pero mi viejo estaba convencido. Ella me saludó y me deseó felicidades y me dijo que me amaba. Yo ya sabía que no me amaba, pero me alcanzaba con que me deseara felicidades. Yo también se las deseaba. Sonaron los tiros en la villa y se camuflaron con los petardos. Fiona no sabía que yo había pasado un par de navidades en la villa, con amigos, en una casa de un metro de alto, tomando cerveza, agachados sobre la tierra, o a veces sobre el colchón podrido. Y un tipo, el dueño de casa, explicándonos a mí y a mis amigos cómo era la vida y por qué estábamos hasta las manos. A no ser qué, decía. Mi vieja hablaba en inglés con Fiona o Ciana. Mi vieja: eso lo hacía bien. El inglés. Y se sentía una mierda al lado de Fiona o Ciana. Por eso le hablaba en inglés, para dejarle en claro que, si bien era una


-¿Vos sos el escritor? -me preguntó un borracho. Me iluminó la noche. Mi hermana, en algún momento, algún día de esta concatenación de horas muertas, le había contado a alguien, borracho o asesino, que su hermano escribía. Yo había creído que nadie en el mundo lo sabía. Y yo, que pedía deseos en Navidad, Año Nuevo y cumpleaños, me sentía como si me hubieran cumplido uno. Así que tomé como papá para no caer en las redes de la esperanza. Qué pelotudo. Por una cosa y por la otra. Por todo. ¿Dónde estaba Fiona? Anduve buscándola. Y la encontré. En la pieza de mi hermana, donde mamá estaba tendida, inconsciente de tan borracha. Y ahí estaba Fiona, contra la pared. Y papá colándole los dedos. Nada más tuve que seguir el olor a asado. Toda su ropa estaba impregnada. Pobre papá, pensé: capaz que le cola los dedos porque la panza de vino le impide llegar más allá con la poronga. Entonces vi luz en el baño y entré. Ya habían pasado unas horas de empezada la fiesta. Una hermana de una amiga de mi hermana vomitaba en el baño. Yo, Juan, la ayudé a vomitar. Le puse los dedos en al garganta y me cayó su vómito a lo largo del brazo. Después la besé así. Nos besamos frenéticamente hasta que volvió a vomitar y no tuve otra opción que separarme. Le toqué las tetas, pero tenía muy pocas. Mi hermano estaba pegando un faso en la puerta. Estaba con el otro Pablo, el hijo de puta. José y su hermano se habían ido. Después me miré al espejo de ese intento de living. Parecía un tipo normal. Una remera limpia. Un pantalón. Zapatillas limpias. No olía tan mal. Así que cuando pensé en salir a la villa a charlar con el tipo de la casita entendí que ya no sería bienvenido. Él había dicho lo que tenía que decir y si lo tomé bien y si no…

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porquería social, no lo era tanto. Fiona estaba cansada, tanto de ella como de mí. Después llegó el grupo. Amigos y amigas de mi hermana. Saludaron, guardaron las sidras y las cervezas en la heladera. Siempre había espacio en mi heladera. Una sola vez había visto una heladera llena y casi me muero de envidia. Dos de estos amigos, al rato, tiraron a mi vieja en el colchón de una habitación: había brindado demasiado. Sus padres habían muerto de jovencita. Y los recordaba, decía, y le hacían chuparse todo. Después lo perdimos a papá. Se fue a dar vueltas por la calle y después por la casa y después por la calle y después por la casa. Había empezado la fiesta y corrió el chuperío como nunca y se olió algún faso que, por no saber de dónde venía, me supuse: debe venir de un par de lados. Mis suposiciones padecían obnubilación. Pero la fiesta… Un par de tipos grandes, amigos de mi hermana, se dieron masa hasta que las mujeres los pararon a escupitajos. Después se arreglaron y lloraron. Parecían hermanos, pero nunca lo supe a ciencia cierta. Pablo anduvo con cuidado toda la noche. Se había robado las nueces y las tenía en el bolsillo. Creía que, si se hacía notar, se harían notar también las nueces. Y prefería las nueces que entrar en la fiesta. Pero que chupó, chupó. En las sombras. Yo empecé a tocarme la poronga por el bolsillo del pantalón, que tenía un agujero. ¿Alguna vez me hicieron creer en Santa Claus? Quizá sí, pero me leían las noticias ni bien se pegaba el chifle con sus renos: “Saldo trágico: la pirotecnia hace perder mano y ojo a niño de nueve años”. Y los heridos por balas perdidas a la vuelta, en la villa. Y las peleas familiares en plena celebración. Y los embarazos perdidos. Y los embarazos ganados. Y la gente sola. Los suicidios.



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