Standdart #2

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DIRECTOR Hugo Izarra

SUBDIRECTOR Rodrigo Marchal

DIRECTOR DE ARTE Diego Durán

DIRECTORA DE PUBLICIDAD Esther Hierro

COLABORADORES Alicia López Alonso; Berta Nogueira; Elena González; Frédéric Leboeuf; Iria Medraño; Javi Brasil; Jordi Corominas i Julián; Luis González Vayá; Luis Mey; Luis Montero; Mark Sinclair; Miguel Sanfeliu; Natalia Zarco; Rebeca Yanke; Sal Duluoz; Sonia Antón; Sr. García

FOTOGRAFÍA Dana Ellyn; Diego Durán; Fabiola de Anda; Joan Crisol; Johannes Tuerstig; Jordi Esteva; José Luis López de Zubiría; José Luis López Linares; Laurie Lipton; Louis Mista; Mar Cuervo; Marcos G Punto; Marta Zarco; Mayte Buendía; Melissa Williams; Miguel Núñez; Mona Deguer; Ouka Leele; Pedro Ferreira; Pilar Perea; Ricardo Navarro; Sal Duluoz; Sergio Makaroff; Teresa Isasi; Walrus & Associates

INFOGRAFÍA Diego Durán

INTERNET The Cynical Company

CONTACTO

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General • standdart@standdart.com Publicidad • publicidad@standdart.com

OUKA LEELE [04] JORDI ESTEVA [12] CALIFORNIA GONZO

KIKO ALCÁZAR [48] STAIRWAY TO HEAVEN [55] ILUSTRACU

DANA ELLYN [68] METAGUÍA: NEW YORK [75] MONTXO AR

LENNON'S LOST WEEKEND (l) [103] LAURIE LIPTON PÁGINAS ENCONTRADAS [128] CARTA DE AJUSTE [130]


ENLACES WEB

Taxi a El Cairo. El Minya. Egipto 1981 © Jordi Esteva

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SPECIAL THANKS Agustí Salat • Carlos Sousa Pinto • Dana Ellyn • Daniel Mordzinski • Diego Gómez • Fabiola de Anda • Isabel García • Joan Costell • Johannes Tuerstig • Jorge Armesto • José Luis López de Zubiría • José Luis López Linares • Kike Mora • Luisa Sánchez • Marcela Vilavella • María Verdú • Marta Coca • Matt Sesow • Melissa Williams • Mónica Vila • Paulo Ferreira • Puy Oria • Rafael Gordon • Renata Passolini • Ruth Velasco • Sheridan Gordon • Sonia Antón Ríos, Teresa Isasi • U Minúscula.

(ll) [24] MARiA DE MEDEIROS [30] MONTERO GLEZ [38]

UENTOS [56] ESTALGIA EN BERLíN [57] MIGUEL NÚÑEZ [63]

RMENDÁRIZ [84] JULIÁN RODRÍGUEZ [92] MAR CUERVO [96] [109] SERGIO MAKAROFF [115] ALIVE POP [122]


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Texto: Berta Nogueira ¡ Fotos: Ouka Leele

Artista multidisciplinar, amante de la mĂ­stica y transmisora universal del virus del arte y de la vida, Ouka Leele llega a ser incluso humilde a la hora de valorar su inmenso legado. Protagonista absoluta del Ăşltimo documental de Rafael Gordon, analiza para nosotros su obra y cuanto la rodea.


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u sensibilidad está fuera de toda discusión. Durante las últimas tres décadas, si algo ha demostrado Bárbara Allende Gil de Biedma, Ouka Leele, es que, al igual que la estrella imaginaria de la que tomó su nombre, su frente está tocada por el infrecuente don de la delicadeza. Su autodidactismo relativo, su marca particularísima, su gesto y su pintura son sólo pequeñas pruebas que atestiguan esta verdad casi incuestionable. Premio Nacional de Fotografía por transgredir los límites del lenguaje fotográfico, cada vez huye más de la cámara para refugiarse en el que fue su primer hogar, su génesis como artista: la pintura. Una pintura que, por fortuna, jamás abandonó. Tampoco la poesía. Pero su espíritu renacentista bulle ahora por otras direcciones y amenaza con nuevas obsesiones: de todas, el cine es la más poderosa. Puede que Rafael Gordon haya tenido algo de culpa. Nos lo explica. El origen de tu nombre de guerra, Ouka Lele, se lo debes en gran parte a “El Hortelano”. ¿Podías imaginar, la primera vez que miraste detenidamente su Mapa de Estrellas, que algún día llegarías tan lejos? Quería llegar lejos, pero no sabía cómo. Amaba el arte, siempre me ha emocionado. Hoy, por ejemplo, he visto cuadros de Caravaggio y me han encantado. Se me saltan las lágrimas. Ya soñaba entonces con emocionar a los demás. La sonoridad del nombre es innegable. Al principio, cuando aún no eras conocida, a algunos se les llenaba la boca diciendo que Ouka Lele era un autor japonés…

‘Aguas nutricias’ (1980) Me hacía gracia esto. Siempre quise mantenerme oculta, que nadie supiera quién se escondía detrás de aquel nombre, pero no pude. Al final, por culpa del trabajo, todo el mundo empezó a saber quién era Ouka Lele.

“¡Ouka Lele, por fin en Madrid!”, con ese lema te diste a conocer en tu propia ciudad. ¿Crees que tendemos a valorar más lo que viene de fuera que lo que tenemos aquí? Creo que sí. Y antes, en aquel entonces, más todavía. Pero me quedo, sobre todo,


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‘Beso’ (1980) con el ingenio de haber hecho creer a todo el mundo que se trataba de una exposición que venía de muchos otros sitios y que, además, era de alguien con mucha carrera encima, cuando en realidad era mi primera exposición.

Es frecuente que se te englobe junto a otros artistas completamente distintos bajo el confuso manto de la Movida. ¿Estás cansada de comparaciones y agrupaciones de este estilo? No me importa, estoy en paz con mi pasa-

do. Con algunas cosas más que con otras. De cualquier forma, me interesa el artista como individuo, aunque creo que también fue muy enriquecedor estar en contacto entre nosotros. Nos contagiábamos creatividad a raudales.


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‘Peluquería’ ¿Con qué artistas de aquella época mantienes el contacto? Mantengo contacto con muchos de ellos, pero de vez en cuando. Nos encanta vernos, nos queremos y creo que tenemos un sentimiento muy de familia, como de hermanos. Éramos tan jovencitos cuando nos conocimos… Todavía hoy se sigue hablando de aquella época. Los que aún no habían nacido o eran muy niños, hablan de la “Movida” como algo metafísico, mágico y maravilloso. Tú, que la viviste desde dentro, ¿cómo la recuerdas? ¿Crees que se sobrevalora? Pues sí, maravillosa. Pero, si tengo que decir algo a los jóvenes es que se puede ser muy creativo sin tomar nada, que muchos de aquella época destrozaron sus hígados con el alcohol. Si hay algún superviviente es gracias a un trasplante. Otros se han muerto por la heroína o tienen sida. Me gustaría avisarles, que se queden con lo bueno, pero que nuestra experiencia sirva para no caer en los mismos errores, que la vida, aunque pudiera serlo más, ya es bastante larga y no estamos para sufrir.

“Estoy en paz con mi pasado. Con algunas cosas más que con otras” “Me interesa el artista como individuo, pero creo que la Movida nos enriqueció” “En la cadena del arte todos cobran, menos los artistas, que vivimos del aire”

Lo que es cierto es que España volvía a partir de cero en aquel momento, que existía una gran necesidad de romper con el pasado, de hacer ruido, de crear con estrépito. ¿Crees que la crisis acrecienta el genio? Sí, a mí la ausencia de medios me ha agudizado la creatividad y ahora que tengo más posibilidades, tengo la creatividad muy agudizada. Pero quién sabe, si hubiera tenido en aquellos tiempos alguna herencia, o alguna suerte en la lotería, qué habría hecho. Las producciones fotográficas se pueden hacer con mucho dinero o embaucando a los demás con tu pasión y alegría para hacer fotos. Como verás, mis modelos suelen ser amigos y todos los escenarios son por gentileza de alguien y así todo. Hablando del estrépito: el color en tus obras es deslumbrante, vivísimo y estridente, algo que, inevitablemente, invita a pensar tanto en los popes del Pop Art como en los primeros expresionistas. ¿Fueron ellos quienes más te influyeron? ¿Cuáles son tus referentes artísticos? El Museo del Prado, en primer lugar. Desde luego los expresionistas. Pero también


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‘Sobre la dialéctica pero en verde chillón’ Odilón Redón, William Blake, los simbolistas, los prerrafaelitas… Los pop no me han influido tanto. Más los surrealistas, por ejemplo. Pero, por supuesto, pop es todo: empezando por la propia publicidad, y eso también me ha influido. El anuncio del Cola-Cao, las radionovelas, todo eso forma parte de mi iconografía y está ahí, presente y latente. Muchísimo me influye y me ha influido la literatura. ¿Qué fue exactamente lo que te impulsó a colorear la realidad por primera vez? Mi necesidad de pintar era casi, por no decir del todo, patológica. No podía pasar un día sin pintar. Y así me vi pintando las fotos casi sin darme cuenta. De todas formas, la pintura llegó primero y la fotografía después. Tus fotografías aportan más información que las propias realidades fotografiadas, ¿consideras que esta capacidad de encontrar el sentido oculto de las cosas, de sublimar lo cotidiano, es algo innato? No lo sé. Supongo que sí, que siempre he sido así. Siempre me interesó lo espiritual, lo intangible, y tengo recuerdos de esto

Por amor al aire “En mi caso, he vivido la mayor parte de mi vida en crisis. Siempre con poquísimo dinero. Para que te hagas una idea: en 1987, un año muy grande para mí, -la foto de Cibeles, la Bienal de São Paulo, la retrospectiva en el Museo Español de Arte Contemporáneo…- tenía literalmente 5.000 pesetas en mi cuenta, así que ya me dirás… Es que, en la cadena del arte, todo el mundo cobra, pero los artistas parece que se supone que vivimos del aire”.

siendo una niña de sólo dos años. Así que mi respuesta es sí. Entre el archiconocido “Beso” (1980), donde simbolizas Eros y Thanatos, y “Rita” (1986) se pueden apreciar diferencias abismales. ¿Qué acontecimientos operan en un artista semejante evolución? Por ejemplo una enfermedad con la que piensas que hay la posibilidad de morirte demasiado joven. Pero no te mueres y cada día, desde entonces, lo vives como un regalo. Todos tus retratos cuentan historias pero, tal vez por su abstracción, soportan muchas y muy diferentes lecturas, ¿crees que se tiende a sobreinterpretar tu obra? ¿Te hacen gracia algunas interpretaciones ridículas y rimbombantes de los críticos? Bueno, algunas me gustan. Y, sobre todo, me gusta que se vea como una obra abierta. Yo veo claramente lo que hay en ellas pero me sorprendo cuando otros me cuentan cosas increíbles que yo no sabía. No deja de resultar paradójico que una artista de tu talla, con un Premio Nacional


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‘Herida como la niebla por el sol’ de Fotografía a sus espaldas, entre tantos reconocimientos memorables, tuviese que pasar hambre en sus inicios por culpa de su pasión. ¿Fue ahí cuando comenzaste a forjarte como mística, cuando el aire te mordía las tripas? No justamente ahí. Me encantaba sentir el hambre, me hacía ser más lúcida. Eso lo puede decir una cuando es joven. Ahora no aguanto el hambre, me pasa lo contrario. Se me va la vida cuando tengo hambre. Me creía inmortal y abusaba de mi fuerza y así pasó lo que pasó. La mística me viene de la infancia: de mi madre y del colegio, donde -al menos a mí- me educaban para ser santa… No en vano, amén de otros calificativos, como Maga o reina de la Movida, te has ganado a pulso el apelativo de creadora de la Mística Doméstica. ¿Cómo se traduce tu espiritualidad en tu obra? ¿Crees

que su comprensión está al alcance de todos? Una cosa es que me guste la mística, que quiera llegar a expresar algo, y otra que lo consiga.

Es cierto que hay mucha ironía y crítica en mis comienzos. Pero luego se impone eso de la mística doméstica, porque me gusta sublimar lo mínimo, lo cotidiano.

Al hilo de la magia de la que hablábamos, ¿es verdad que hubo un tiempo en que la capacidad premonitoria de tus composiciones casi te hace renegar de la fotografía? Sí, por supuesto. Llegué a pensar en no volver a sacar nunca más fotos a nadie. Sólo objetos o plantas. Pero ahora veo la foto más como el mero placer de retratar, pura y duramente y me obsesiona Caravaggio.

En alguna ocasión has reconocido también que es tu trabajo más cansado… ¿Te sientes más cómoda pintando que detrás del objetivo? Sí. Pero ahora he descubierto que lo que más me gusta es dirigir y que otro sea el cámara, es menos tenso. Y me está empezando a gustar el cine… Lo que pasa es que me meto en el terreno del cámara y hay que tener paciencia conmigo.

Aunque abanderas esa corriente de la mística doméstica, a primera vista muchas de tus instantáneas -como, por ejemplo, las de la serie “Peluquería”- parecen estar más enfocadas hacia la crítica social. ¿Qué aspecto pesa más en tu obra?

Tu pasión por la belleza, denota una fascinación por las formas que se traduce en una explosión de luces y colores, ¿te consideras dueña de un lenguaje propio? Pues sí. Ya a estas alturas no me voy a andar


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Una película, una novela… Y relajarme viendo el paso de las estaciones en los árboles, por ejemplo, y después pintar esas maravillas que veo o retratar fotográficamente a algunas personas maravillosas, pero no por lo que son, sino porque me enamoro de la belleza de algunas caras. Habéis estado a punto de ganar el Goya al Mejor Documental. Supongo que, con tantos premios en tus vitrinas, hasta sería un alivio para ti no llevarte la estatuilla… No creas, porque se la habría llevado Rafael y se la merecía. Yo habría disfrutado también pero sin tener que llenar mi casa un poco más, que ya no cabe nada en ella. ‘Madrid’ (1984) con remilgos, pero es un lenguaje con muchos idiomas diferentes entremezclados. A la pintura como arte se le presupone, en detrimento de la fotografía, una mayor riqueza expresiva. ¿Consideras que tu técnica de pintado deja atrás esta limitación acortando las distancias entre ambas artes? ¿O simplemente es una extravagante modalidad fotográfica? No, no es extravagante. Es, y nada más. No hay que catalogarla, sólo disfrutarla si te invita a ello. Desde tus orígenes has mostrado una debilidad casi patológica por la pintura, te enganchaste progresivamente a la fotografía, escribes desde muy joven y lees a los místicos. Ahora vienes de protagonizar el último documental de Rafael Gordon, “La Mirada de Ouka Leele”, ¿qué te queda por hacer?

“Siempre me interesó lo espiritual, lo intangible, desde que tenía dos años” “No creo en la formación académica, no sería muy consecuente si lo hiciese” “Mi obra no es extravagante. Es, y nada más. No necesita que se la catalogue”

Eres fundamentalmente autodidacta, no obstante, no dejas de reconocer la importancia de la formación académica. ¿No crees que es un poco contradictorio viniendo de alguien con tu talento y tu originalidad? ¿Crees que eso que tú tienes se puede aprender en alguna parte? No, no se puede aprender en cualquier academia, sino sólo en el mejor de los libros cuyo nombre es VIDA. Tampoco creo en la formación académica, no sería consecuente con mi forma de haber vivido. Sí creo en la formación, en aprender de los maestros. Buscar cursos con ellos, ayudarles para que su polvito mágico se te pegue, estando a su lado, leyendo sus libros y considerando también maestros a los que lo han sido aunque no estén aquí ya con sus cuerpos. Y, desde luego, la técnica sí que hay que aprenderla. Es que es la herramienta para expresar la creatividad.

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Tormenta de arena en el oasis de Dahla. (Egipto, 1985)


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El tiempo es la distancia Texto: Hugo Izarra

· Fotos: Jordi Esteva

Se le recordará por haber sido uno de esos que Bertolt Brecht decía indispensables. Fotógrafo, escritor y periodista, Jordi Esteva es, ante todo, un luchador y un humanista convencido. Lo ha demostrado durante más de cuarenta años y no se cansa de hacerlo. Tras retratar el animismo africano, los oasis de Egipto, las kasbahs del Atlas y las rutas de los árabes del mar, vuelve a la carga con su último proyecto: Socotra, la isla de los genios.


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Jordi Esteva lo descubrí siendo muy joven, leyendo en un periódico prestado una de esas entrevistas que empañan las membranas. En ella, hablaba de Egipto y sus oasis. Sus imágenes y sus palabras se enquistaron en mi cabeza. Encontré a un tipo valiente, obstinado y, por encima de todo, soñador. A aquella edad, a mí también me gustaba soñar. Durante mucho tiempo, él tuvo buena parte de culpa de mi deseo de conocer Egipto, pero me faltaron muchas cosas, especialmente valor. Todo el que a él le sobra. Han pasado muchos años desde entonces, casi quince. Por eso, reencontrarle ahora, fiel a sus ideales y con tantos viajes y experiencias increíbles a sus espaldas, es como reencontrarse con uno mismo, mucho más joven, impetuoso y salvaje. Escucharlo, como leerlo, invita a abandonarlo todo, a ser nómada del tiempo, a luchar por nuestros anhelos más profundos, a reunir el valor suficiente para desenterrar nuestros sueños, para hacer, en definitiva, todo lo que nunca hicimos. Si pretendemos resumir tu aventura vital, lo mejor será que empecemos desde el principio. El germen de todo lo que eres nos conduce directamente hasta tu infancia, una infancia que describes con cariño en tu último libro, «Los Árabes del Mar». El otro día en la estación de tren compré una revista de libros y me topé con una frase de Ana María Matute que decía que la infancia era el período más largo de la vida y me di cuenta de que tenía toda la razón. La infancia es la edad mítica a la que todos queremos regresar. El estado de gracia, el mundo primigenio, el centro y el origen. La

Músicos del oasis de Siwa. (Egipto, 1984) época en que se es uno mismo, antes de que nos añadan capas y capas de “socialización” como si fueran pieles de cebolla. Nací en 1951, “la guerra” y las batallitas que nos contaban quedaban muy lejos, lejísimos, pero, de pronto, en la madurez, me doy cuenta de que no. En realidad, nací en la posguerra, en un país gris, sucio, deprimente, mojigato y hostil. No me gustaban los amigos, no soportaba a mi familia, odiaba a los curas; pero me vengaba en la soledad de mi habitación,

viajando sobre el atlas, haciendo girar la bola del mundo y deteniéndola con un dedo en los lugares más remotos: Tombuctú, Samarcanda, Socotra, Zanzíbar... Una tarde de agosto, aparecieron en el pueblo de veraneo los cíngaros con su cine ambulante. De noche, sobre una sábana, proyectaron “Las aventuras de Simbad”. En aquel momento lo decidí. Un día me embarcaría en uno de esos maravillosos veleros árabes y partiría muy, muy lejos para nunca regresar. Y lo hice, al


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menos de manera simbólica, aunque acabaron por “regresarme” a la fuerza tras encarcelarme en El Cairo acusado de conspiración. Ese episodio merece un receso. ¿Qué hiciste para que te encarcelasen? En 1980 viajé a El Cairo. Quería conocer el corazón del mundo árabe. Una metrópoli mucho más abierta y cosmopolita que la de hoy, en la que aún resonaban no sólo los ecos de la era de Nasser, sino los del rey

Faruk con sus bey y sus pachás. El Cairo era un lugar magnífico con sus cafés con terrazas a la parisina, protegidos del sol por toldos, en los que la tertulia era constante. Para un occidental, se trataba de un lugar suspendido en el tiempo, en el que el ambiente y la urbanidad de nuestros abuelos coexistía con Oriente. Un lugar en el que era posible cambiar de siglo según la línea del autobús. En aquella época sin móviles, internet, ni siquiera fax, los cairotas desconocían a los Beatles o a los Sex

Pistols (estoy hablando de principios de los 80) y en el hueco de la escalera de mi piso se mezclaban maravillosamente Edith Piaf, con la griega Sofia Vempo y la inefable Um Kulthum. El Cairo era también una ciudad difícil e incómoda. Con un ruido ensordecedor y un tráfico de imposible descripción, pero era un lugar arrebatador. Un día, un conductor de tranvía distinguió a un amigo entre la muchedumbre y paró el tranvía para bajar y saludarle, tardó unos minutos y yo me quedé maravillado.


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Imposición de manos entre los dinkas. (Sur de Sudán 1977) Todo fue fácil. Encontré, o mejor dicho me ofrecieron, nada más llegar, trabajos interesantes: de traductor simultáneo para el Ministerio de Agricultura egipcio y de locutor por las noches en castellano para Radio Cairo Internacional. Hice amigos, me esforcé en aprender la lengua y los años fueron pasando. De pronto ya llevaba cinco. Me sentía libre y a menudo pensaba: “Esto no puede continuar” y efectivamente una madrugada cuatro matones de la policía armados con kalashnikovs derribaron la puerta de la pensionucha de Mut, un pueblo del oasis de Dahla y en mi propio coche me condujeron al Ministerio del Interior de El Cairo a más de quinientos kilómetros de distancia. No me decían nada y cuando llegué al Ministerio del

Interior me dejaron en un calabozo casi toda la noche. De allí me condujeron a la prisión de seguridad de Al-Qanater en las afueras de El Cairo y tras exhaustivos cacheos me encerraron con treinta personas más en una celda. Allí estaban, algunos conocidos, intelectuales de izquierda como el escritor Ibrahim Abdel Meguid, pintores, médicos y algunos estudiantes. Todos críticos con el régimen y que yo conocía del Café Riche o de vista de coincidir en exposiciones o en sesiones de cine en lugares tan “sospechosos” como l'Aliance Française o los institutos Dante o Goethe. Al día siguiente me llevaron ante el fiscal general. Me acusaban de mil despropósitos. De enseñar kárate a células comunistas, de ser el enlace de la Internacional

trotskista, de promover disturbios en la feria del libro de El Cairo cuando yo me encontraba a mil kilómetros en el desierto trabajando en mi libro “Los Oasis de Egipto”. Durante quince días compartimos cada camastro tres personas, cocinábamos lo que nos traían las novias de algunos y en aquel frío invierno nos duchábamos con agua calentada con resistencias eléctricas hechas con las espirales metálicas de libretas. Una noche de las galerías superiores llegaba música y ululatos. Se celebraba una boda, a la fuerza, entre un veterano y un pobre chico joven. Otra noche se oyeron silbatos seguidos de disparos. Nunca supimos qué ocurrió. En realidad, aquello no era más que una obra de teatro para “acojonar” a la oposición. Además Mubarak viajaba a Washington y necesitaba presentar a Ronald Reagan un dossier completo de lucha anticomunista (en aquella época los integristas aún no eran la “amenaza global”). Así que se inventaron una patraña y, como vestía mucho la conexión internacional, me colgaron el sambenito. Yo era el europeo raro que prefería perderse por El Cairo de los fatimíes a hacer el gilipollas en el Hilton o en el barrio de Zamalek. El europeo con amistades comprometidas y que de vez en cuando desaparecía en lugares “tan atrasados” como los oasis o en los fumaderos del desaconsejable barrio de Battaniya. Los interrogatorios se eternizaron durante dos semanas y al final la noticia saltó a España. Salió en los medios y no les quedó más remedio que soltarme. Pero me expulsaron de Egipto y estuve en la lista negra durante quince años. Para cuando puede regresar al país que había elegido para vivir, ni Egipto ni yo éramos los mismos.


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Ritual de clausura de la boca. (Costa de Marfil 1997)


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Sobre estas líneas, Abengourou. (Costa de Marfil 2008). A la derecha, Leh, Ladakh. (India 1976) Al hilo de esto, hay una peculiaridad en tu forma de vivir las anécdotas que relatas, una intensidad y oficio literarios, que me lleva a verte más como Truman Capote que como Bruce Chatwin. Bueno, me gusta mucho Capote, su ácido sentido del humor, su sensibilidad primera, de cuando vivía con sus tías en el Sur y tenía aquella amiga con la que soñaba un día huir a Nueva York y triunfar. Los escritos suyos de aquella época son una maravilla; luego hizo la obra maestra “A sangre fría” y se dedicó a frivolizar con la jet de la Costa Este. Al final había quedado atrapado por su personaje, por su lengua mordaz, por el alcohol y los tranquilizantes. Revoloteó tanto alrededor de la lámpara que acabó por quemarse. Chatwin no me gusta. Es un gran

escritor, supongo que debo añadir, pero a mí no me interesa o no me frega un cazzo, como dirían los italianos mal hablados. “Qué hago yo aquí”, me parece muy esnob, me recuerda a algunos británicos que, tomando gin tonics en el hotel Pepone de Lamu, proclaman de viva voz que viven entre París, New York y Kenya y uno se queda con ganas de preguntarles si son azafatos. No leo libros de viaje. Para preparar “Los árabes del mar” no consulté a ningún escritor occidental. Leí en cambio la “Rihla” de Ibn Batuta, traducida maravillosamente al catalán por Manuel Forcano, “El Libro de las Maravillas de la India” de Ibn Buzurg, “El Periplo del mar eritreo”, un anónimo del siglo I, “Las aventuras de Simbad el marino”, claro está, “El Lenguaje

de los pájaros” de Farid Uddin el Attar... Ésas eran mis lecturas. Quería basarme en textos antiguos y árabes, no refreír una y otra vez textos sajones. Al comenzar la escritura del libro, no sólo estaba buscando a los viejos marinos y mercaderes que recorrían el Índico en sus veleros impulsados por los monzones; me buscaba, lo he sabido después, a mí mismo. Dando rodeos, eso sí, como buen cangrejo que soy. No es un libro de viajes al uso, tampoco de historia, aunque hice una investigación de años. Es también una autobiografía y una recopilación de tradiciones y de literatura oral. La búsqueda de la memoria de los antiguos navegantes que aún viven en los puertos del Índico. La recopilación de sus historias maravillosas que nadie quiere escuchar. Pero también es


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un viaje hacia el interior de uno mismo. Es un libro que sigue a ratos la técnica de las cajas chinas, es decir de la historia dentro de la historia, como en “Las mil y una noches”, como lo que Capote, y aquí enlazo con el enunciado de la pregunta, quería hacer en “Plegarias atendidas”, aquel libro tan esperado y que nunca completó porque pasaba más tiempo hablando de él que escribiendo. En “Los árabes del mar” he querido dejar constancia del asombroso mundo de los “djins” o genios, que siguen conviviendo con los humanos por aquellas latitudes. Porque la realidad no es tan sólo la que nosotros creemos percibir: en el Índico existe un mundo paralelo en el que viven los genios y los espíritus. Una vez publicado me dijeron que sí

seguía a Kapuscinski, que si a Thesiger, que si a Henri de Monfreid... Pero “Arenas de Arabia” de Thesiger lo leí después de acabar mi libro, al igual que al gran Monfreid, a pesar de que mi hermana Isabel me insistía desde hacía lustros. “No comprendo como tú no has leído a Monfreid” repetía. Me encantó. Me gusta el libro de François Augieras, “El Viaje de los muertos”. No me canso de releer a mi amigo Mohamed Chukri a quien adoraba aunque no fuera un escritor de viajes. Pero bueno, ¿qué es un escritor de viajes? Además, ya dije antes que no leía literatura de viajes. Disfruté como un loco descubriendo “Enamorado de la osa mayor” de Sergius Piascki. Ahora he acabado la soberbia “Familia Moskhatt” de Isaac Bashevis Singer, otro escritor al que he “devorado” en estos últimos tiem-


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pos. Me fascinó “Muerte en Persia” una maravilla de la enigmática Annemarie Schwarzenbach. Me encantaron las memorias de Blaise Cendrars, un autor inteligente que me remite a la Francia que a mí me gusta; la del sur, la de Jean Gabin, la que habla con el acento del Midi. Un mundo que también adoraba Monfreid que pasaba mucho tiempo en el puertecito de la Cataluña francesa de Colliure. Puede que por miedo a lo desconocido, a lo diferente, es frecuente que el occidental tipo encuentre aberrantes las manifestaciones sociales, culturales y religiosas de la otra cara del mundo. Tú, que también padeciste la España más gris, ¿qué encontraste allí, en todos aquellos destinos, que hizo que tu alma no quisiese regresar jamás? Bueno, yo no padecí la España más gris. Resultaría una frivolidad afirmarlo. En aquella época de penuria y represión, yo no

conocí privacidades. El “no querer regresar jamás” era una actitud. Una huída de las imposiciones y de las convicciones. De pequeño soñaba sobre los libros de “Razas Humanas” del Instituto Gallach, que tenía mi padre y me daba cuenta de que no todo era universal. En Mongolia se vivía al aire libre, recorriendo las interminables estepas a caballo, durmiendo en maravillosas yurtas; en El Ártico se construían casas de hielo, los esquimales serraban círculos en el hielo para pescar y ofrecían sus mujeres al forastero para pasar la noche. En Papua se andaba en cueros cubriéndose el coño las mujeres con una especie de estropajo y los hombres envainando la polla en una caña dejando los huevos sueltos. Así que todos los “eso se hace así porque Dios lo quiere” no iban conmigo porque en otras partes se hacía todo lo contrario y lo que estaba mal visto aquí, como proferir eructos tras la comida, era norma de rigor en el desierto. Todo era relativo.

La primera vez que estuve en Tánger entré en un cafetín. Todo eran caras amenazantes y exóticas porque yo, a mis diecisiete años, viajaba con el casco puesto de los prejuicios de las películas americanas con escenas de disturbios en las kasbahs, persecuciones por el zoco derribando puestos de tomates y de alfarería que se rompían estrepitosamente y la imagen siempre traicionera del árabe. También influenciado, consciente o no, del imaginario de este país sobre lo “moro”. ¡Estoy hablando de hace ya cuarenta años! Así que desconfiaba de todo y aunque Marruecos me atraía poderosamente me sentía intranquilo. Entré en un cafetín. Unos hombres jugaban tranquilamente al dominó, un limpiador de zapatos se afanaba en lustrar el calzado de un cliente importante y el camarero iba y venía con las bandejas de té mientras un gato dormitaba sobre una silla iluminado por un rayo de sol. Presidía la sala una televisión


Lluvia en las montañas. (Isla de Socotra. Yemen, 2007)

Socotra es un sueño. Una isla montañosa perdida en el Índico entre Arabia y África. Una isla temida por los marineros árabes a la deriva porque durante las tormentas no encontraban un solo abrigo natural en el que refugiarse. Una isla envuelta en brumas que surgía de la nada cuando ya era demasiado tarde. Su aislamiento ha permitido que se conserven especies vegetales de otras eras como el árbol del draco o sangre de dragón, cuyos parientes más próximos se encuentran en las islas Canarias, aunque en Socotra se cuentan por millares. Es la isla del incienso y de la mirra, indispensables en épocas antiguas para la momificación, la medicina y los rituales a las deidades paganas. Socotra dio pie a todo tipo de leyendas. Los antiguos situaron en sus cumbres la morada del Ave Fénix que renacía de sus cenizas, de su nido de ramas de mirra. Los árabes creen que es la morada del ankha, el ave monstruosa, o del ave roc de Simbad el marino. Los griegos aseguraban que en la isla Zeus construyó su primer templo y que en sus montañas se encontraba el trono de Urano el dios primordial del cielo. Marco Polo atesti-

guó que sus habitantes eran los “mayores nigromantes” y comandaban los vientos a su antojo, griegos, hindúes, piratas y árabes del sur llegaron en oleadas a la isla y sus habitantes actuales son hijos de ellos y se siguen expresando en socotrí, una lengua emparentada con la del Reino de Saba. Socotra era uno de los lugares a los que viajaba sobre el atlas sin salir de la habitación. El lugar en el que a menudo se detenía mi dedo cuando hacía girar la bola del mundo y la paraba de repente. Socotra es el último de mis proyectos. Es la isla que no existe, un sueño. Mi último sueño. La isla a la que he viajado en tres ocasiones y que he recorrido a pie, durmiendo en cuevas escuchando historias de monstruos, brujas y yins. Quizá no vuelva a escribir después de “Socotra. La isla de los genios”. No lo sé pero lo que puedo asegurar es que cierra una etapa: Todos los antiguos sueños con los que llenaba libretas, en las pensionuchas de África o del mundo árabe, se han ido cumpliendo, y, rememorando a Om Kolsoum en “Fatt el Miyyad”: “¿Qué me queda ahora?”


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En la página de la izquierda, pescadores omaníes.

que a una hora determinada encendió el camarero. ¡Las cruzadas! Pero eran diferentes. Los reyes cristianos eran sucios, traidores, malévolos, mezquinos, feos. En cambio los musulmanes eran bellos, de caras nobles, con las barbas perfectamente recortadas, generosos, bien vestidos, un dechado de virtudes. ¿El mundo al revés? Entonces me di cuenta de que todo era relativo y que lo que quería hacer era conocer aquel mundo por mí mismo, procurando, intentándolo al menos, vaciar mi corazón de ideas preestablecidas. Salí distinto a la calle. Fue un antes y un después. Una revelación. Luego vino la atracción por las culturas africanas y orientales. Los viajes, el descubrimiento del fabuloso Sudán, país de espacios abiertos y las gentes más maravillosas. Vinieron mis años en El Cairo, la búsqueda de los árabes del mar, mis sacerdotisas animistas africanas y “convivir” con sus espíritus, los genios del bosque. No sentí nunca rechazo porque yo creo que generas un poco lo que recibes. De pequeño quería huir para no regresar. El mundo era tan grande y el puerto de mi ciudad me invitaba a subir a un barco y a desaparecer. Y así lo hice aunque me “aparecieron” cuando me expulsaron de Egipto, el país que había elegido para vivir. Ahora, como he entrado en la madurez y aunque me falte aún para los sesenta he adelantado la crisis y ya digo que los tengo; de modo que veo que ya no me hace falta largarme a ningún sitio porque mi casa la llevo conmigo como las tortugas y estoy bien en cualquier sitio porque mi trabajo, la arcilla con la que moldeo mis obras, son la memoria y los sueños. Claro

Baño en el oasis de Jarga. (Egipto 1983) que de vez en cuando desaparezco una buena temporada para convivir con mis sacerdotisas animistas o los pastores de Socotra que siguen hablando una lengua relacionada con la del Reino de Saba. Luego regreso a mi encierro con mis gatos, mi perra y mi pareja y me pongo a amasar lo vivido. Ya no tengo ganas de viajar por viajar. Odio los aeropuertos. Las ciudades cada vez se parecen más. Todo se homogeniza. Pese a internet, los móviles y a la rapidez de las comunicaciones, cada vez tenemos menos curiosidad y creemos que lo sabemos todo del otro. Viajamos para corroborar prejuicios. Antes cuando el tempo era distinto y se viajaba a lugares, digamos,

remotos, uno era el mensajero que traía las noticias del exterior. Los beduinos o los indios de los Andes querían saber como se vivía en la otra parte del mundo. Se interesaban por todo. Ahora ya no porque unos y otros creemos que lo sabemos todo del otro porque lo hemos visto en la televisión. Las comunicaciones han traído la incomunicación. Pero en realidad yo no sé lo que es el otro, no se quién es el otro, aunque antes haya utilizado el palabro. Las preocupaciones existenciales del hombre son las mismas, aquí y en Port Moresby. No sé lo que es el otro. No se quién es el otro. Bueno sí, Aznar y Esperanza Aguirre, por ejemplo.


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Ilustración: Diego Durán

Texto: Sal Duluoz

El “Taste”, aparte de de unas magníficas vistas sobre la bahía, tiene una completa tienda de artículos relacionados con el vino y una extensísima carta de vinos de toda California, especialmente de los del Valle de Carmel, zona cercana y uno de los más bellos parajes del Estado. [Viene del número anterior]

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mpezamos de buena mañana con un par de “Pinot Noir” a balón parado. La camarera nos miró con cara de susto. -Ponnos otro par de “pinots” -le dije-, pero que sean de Santa Barbara. Elige tú. Detengámonos un momento en el “Pinot Noir”, porque aclara muchas cosas sobre el consumidor de vino de Estados Unidos. El “Pinot Noir” es una variedad de uva tinta que produce un vino que es casi un clarete, una uva delicada de manejo que exige climas frescos; es una variedad habitual de algunos vinos del Ródano en Francia y de los champagnes (a pesar de ser una uva tinta), pero residual en nuestro país. Sin embargo, en Estados Unidos se ha producido un “boom” en el consumo de vinos producidos con esta uva a raíz de la película “Sideways” (Entre copas) de Alexander Payne, en la que el protagonista es un enamorado de estos vinos, especialmente de los producidos en el condado de Santa

Barbara. Desde el estreno de esa película el consumo, la importación y también las hectáreas plantadas de “Pinot Noir” en California no han dejado de aumentar. Esto, que parece realmente extraño para un europeo, aclara el tipo de consumidor que es el norteamericano. Sinceramente cuento esto ahora porque a partir de entonces todo me dejó de importar bastante. Como calentamiento había estado bien pero teníamos que seguir nuestro camino. Desde Monterrey nos dirigimos directamente hacia Napa sin pasar por el bidet, adonde llegamos al anochecer. El Valle de Napa está pocas millas al norte de San Francisco, protegido del frío del océano por las montañas que confor-

Más allá de otras peculiaridades, la vitivinicultura ha hecho carísimo este lugar

man el valle y con brisas frías que entran de la bahía por el sur y bla, bla, bla... Más allá de sus peculiaridades geográficas, el éxito de la vitivinicultura ha hecho que este valle se haya convertido en un sitio caro, carísimo, de narices: es una especie de barrio de Salamanca para agricultores. Todo está tan limpio que resulta inquietante, el césped está perfectamente recortado y no hay papeles ni colillas en el suelo: es como una inmensa casita de muñecas para adultos. Los viñedos, en espaldero, son un prodigio de geometría y limpieza; si yo fuera mala hierba (que lo soy, aunque de otro tipo) saldría de aquí por piernas. En fin, que no había bodegas de pueblo en las que tomarse unas tazas de ribeiro casero, que es lo que me pedía el cuerpo. Cenamos en un restaurante recomendado por el hotel (no diré el nombre). La carta de vinos apenas tenía referencias por debajo de 100 dólares la botella, pero tenía muchas por encima de 500. Felipa puso cara de susto; yo puse cara de póquer con el sumiller. Pedimos un “Opus One” de


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Mondavi y Rothschild y de 500 dólares, sólo por demostrarle a Felipa cómo había que tratar a estos pájaros. El sumiller nos trajo la botella; la abrió y la sirvió. -Cambie las copas -le dije. -¿Perdón? -No entendía mi petición el garrulo. -Sí -aclaré-. Estas copas no valen. Las quiero con una boca más grande, que liberen los aromas. El sumiller puso cara de sorpresa. Las copas eran perfectas, con una boca grande. Yo puse cara de estar más que molesto. -Quiero mi vino en otra copa -insistí -. Grande. Más grande. -Pero... Son de Riedel. -Grandes. Más grandes -repetía yo. Era mi mantra. Felipa me observaba con admiración. Aclaré -: Me la sopla Riedel. El sumiller hizo un gesto, un aspaviento. Me trajeron otras copas. Grandes. Muy grandes. La botella completa cabía en cada una de ellas. Sirvió el vino: el color, picota oscuro, brillante, anunciaba la calidad del vino. Le di vueltas, hice extrañas muecas al olerlo. El sumiller estaba inquieto. Lo bebí. Me encantó, increíble, sublime; me costó poner cara de vinagre. El sumiller estaba aterrorizado. -¿Qué tal está? -me preguntó mientras iniciaba el movimiento para servir el vino a mi acompañante. Lo detuve con un gesto. -Llévese el vino -le dije-. Esto es inaceptable. -¿Cómo dice? ¿El vino no está bien? Puse cara de extrema seriedad. -¿Bien, dice usted? Mire, esto es lo que le dan a los presos en la cárcel para que confiesen. El color del rostro del tipo pasó al rojo

oscuro. Nunca se había sentido tan humillado. Sin embargo no acababa de creerme. -¿Me permite que lo pruebe con el catavinos? -me dijo, el muy desconfiado-. Me parece extremadamente inusual. No parecía tener ningún defecto. -Lo que es inusual es su actitud -le dije, levantando claramente la voz. Un par de mesas se giraron para mirarnos-. ¿Cómo se atreve a dudar de mi palabra? Si no lo quiero se lo lleva. ¡Y prontito! -Sí, sí, claro, perdone usted. Me lo llevo. Decidí forzar un poco la mano. -A ver -le dije-. Déjeme darle una última oportunidad. -Cogí la botella de “Opus One” y me serví un buen lingotazo en la copa grande, muy grande, que me bebí de un sorbo. Por Dios, qué delicia.

El éxito de sus vinos en el Juicio de París de 1976 exalta el fervor patriótico yanqui

-No, no vale. Lléveselo. -El sumiller salió de allí cabizbajo. Le grité-: ¡Y tráiganos una botella de “Marqués de Cáceres”! Pijos de mierda, pensé para mí. Miré a Felipa y descubrí que se me estaban multiplicando los problemas: la filipina parecía estar locamente enamorada de mí. A pesar del “Marqués de Cáceres” la cena nos salió por un pico considerable, que no tuve más remedio que cargar a la visa de la revista. Sabía que me la iban a quitar al volver, así que no me importaba mucho. *****

La bodega de Mondavi es un fenómeno turístico más que una instalación industrial


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Al pensar en catadores, uno imagina tipos elegantes, epicúreos, dandis, muy gabachos

La bodega de Mondavi iba a ser nuestra primera parada a la mañana siguiente. Es una bodega impresionante, para enseñar a los amigos, un fenómeno turístico más que una instalación industrial. Los americanos son así. Sobradetes. El señor Robert Mondavi es una especie de leyenda en Napa. En los años 60 el amigo apostó por los vinos de esta zona, por elevar la calidad de la elaboración de los caldos, convencido de que podían elaborar un “cabernet-sauvignon” a la altura de los de Burdeos y, según los norteamericanos (y muchos especialistas) lo consiguió: puso a California, y especialmente al valle de Napa, en el mapa vinícola mundial. Los turistas vienen aquí a que les cuenten la milonga, la historia de siempre, que viven para contar. En 1976 hubo un concurso de vinos, una cata a ciegas en Francia, a la que los gabachos mandaron a sus más sesudos críticos. Allí se presentaron unos

vinos de Napa, elaborados con “cabernet-sauvignon”, la uva posiblemente más prestigiosa y la más extendida por el mundo, a competir con los vinos de Burdeos, en los que esta variedad de uva ha conseguido, durante muchos siglos, su más alta expresión. Allí, en la cata a ciegas, los vinos de Napa salieron triunfadores. Ese éxito, entre franceses y en territorio enemigo, les exalta a los yanquis el fervor patriótico. No sé cuantas veces escuché a lo largo de la semana en California la dichosa historia. Y cada vez mejoraba, diría yo. Mondavi, reconocido en todo el mundo como un gran bodeguero, pasó a mejor vida hace unos años, pero en vida se alió con el Barón de Rothschild (ilustre nombre del viñedo bordelés) para elaborar cerca de su bodega el vino “ultrapremium” Opus One... Sí, ése. Después de la visita turística a la bodega, la parte magra del asunto era una cata de vinos de la casa, acompañados de un sumiller borrachín. Nos sentaron en una sala y nos empezaron a

sacar vinos de todos los pelajes de los que dimos buena cuenta: “cabernet-sauvignon”, “sauvignon-blanc”, “pinot noir” y otros nombres pintorescos. De ahí salimos como pudimos, pero la visita había valido la pena. Nos detuvimos en la autopista 29, a la altura de la localidad de Oakville, a comer algo. A mí se me había metido en la cabeza que tenía que beber un zinfandel decente. La zinfandel es la única uva que se puede considerar autóctona de California. El resto de las variedades están realmente importadas de Francia y, aunque ahora estén de moda los “pinot noir” y, aunque los bodegueros reconozcan que el dinero de verdad está en los “cabernet-sauvignon” -que son los que te pueden obligar a vender los dientes de oro-, la zinfandel tiene un encanto especial. Así que probamos tres o cuatro vinos elaborados con esta uva, mediante la técnica llamada de sorbo o buchito corto. No son los caldos elaborados con esta uva los más finos o complejos del mercado pero son golosos. A partir de ahí, como era de esperar en un caso perdido como el mío, la jornada degeneró de manera exponencial. Si algo bueno tienen estos americanos es que apli-

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A la última llegamos totalmente borrachos, como hijos ilegítimos de Tim Leary y Rasputín can a rajatabla el principio “You pay you plimp”; vamos, que si pagas pimplas. Y pimplas a base de bien. El turismo enológico es turismo de borrachera; se disfraza un poco con alguna charla-seminario en algún caso, pero la mayor parte de las bodegas se limitan a abrir la sala de degustación, ofrecer un programa que incluya beber muchos de sus vinos y un paseo por la tienda. Todo muy yanquinoso. Son unos jodidos adictos. Con esos mimbres mi única opción era autoengañarme y tragar zumo de uva fermentado hasta la extenuación, con un entusiasmo fanático. Por supuesto la consecuencia más inmediata fue sufrir amnesia: después de dieciséis vinos no me acordaba ni de madre, por lo que difícilmente podía aspirar a escribir un artículo con un mínimo de lógica. Una vez aceptado esto lo mejor -o lo menos malo- era tirar hacia adelante, abotargando la vergüenza de cargar todo tipo de extravagancias a la tarjeta visa ™… Mi último capricho del día había sido una limusina, necesaria para pasearse por el valle con un mínimo de estilo, estilo hortera, pero estilo al fin y al cabo. El conductor era un puertorriqueño llamado Juan. Dos chupitos de vodka tuvimos tiempo a tomar en la limo entre la segunda y la tercera bodega de la ruta. O entre la tercera y

la cuarta -no está muy claro-, a la que llegamos como generales de la mente, vástagos ilegítimos de Tim Leary y de Rasputín. En algún momento de la tarde Felipa se chocó con una puerta de cristal y yo me reí. Y me caí al suelo y ella se rebozó conmigo por la hierba. Todo lo vivido durante esas horas es más que confuso. Y que conste que no es que quiera que sirva como excusa para lo que pasó a continuación. ¿Qué pasó? La noche pasó. Nada más que eso. ***** Al despertar al mediodía quería morirme. Durante unos momentos me dije que era el momento de dejar de beber. Tuve una arcada y me giré en la cama: a mi lado, observándome con una sonrisa de conejo estaba la filipina. Cerré los ojos, intentando que desapareciera, pero al abrirlos seguía allí la muy golfa. Tuve otra arcada. Decidí hacer como si no hubiera pasado nada. Me duché y me aseé lo mejor que pude, mientras sentía la mirada de Felipa clavada en mi espalda peluda. -Vámonos -le dije. -Me gustaría… desayunar en la habitación -me pidió. ¡Uy, uy, uy! Esto pintaba fatal. La contemplé y dije: -Tomaremos algo en el Starbucks de enfrente. Tenemos prisa. Había otra visita programada: la bodega Saintsbury. En la puerta del hotel nos esperaba la limusina; el chófer me miraba

con picardía. Con la corbata ladeada y sudando, Juan tenía aspecto de no haber dormido. -¡Campeón! -me gritó-. ¿Cómo le va? “¿Campeón?” me pregunté. “¿Pero qué cojones pasó anoche?” Juan, confiado, me golpeó la calva al pasar y se me removieron las madres; la resaca volvió a aparecer en escena. Quería matar a alguien. Saintsbury era una pequeña bodega, situada en Carneros, la zona más fresca de Napa, que se había especializado en “pinot noir” y diferentes vinos blancos. La encargada nos dijo que esperábamos a un grupo y, mientras tanto, nos fue enseñando las instalaciones: eran bastante modestas para la fama de la bodega, ciertamente prestigiosa en ese segmento de blancos jóvenes y “pinots” cachondos. Estaba empezando a discurrir con algo de sensatez, superados los peores momentos de la resaca, cuando llegó el grupo. -Son profesionales -me dijo la


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Cerraba los ojos y veía hollejos, pulpas, sulfitos, corchos, botellas, levaduras y taninos encargada-. Espero que no os moleste compartir la jornada con ellos. La visita había acabado. Volvíamos al asunto. Nos sentamos alrededor de una mesa, en el edificio administrativo de la bodega. Hacía calor fuera y sentía como algunas gotas de sudor corrían por mi cuero cabelludo. Enfrente tenía al grupo de profesionales: catadores de Iowa. Como suena. Cuando uno piensa en catadores se imagina tipos elegantes, dandis, epicúreos, todo muy estilo gabacho. Allí en Carneros me encontré con un grupo colorista e informal, encabezado por un tipo con perilla, musculoso y tatuado, más cercano a la imagen de un camionero que a la de un catador. No recuerdo su nombre pero, después de cada vino, todos le miraban, esperando su veredicto. Cuando vaya a Iowa, si voy, buscaré publicaciones especializadas, si las hay… Nunca supe quiénes eran ni a quién representaban, pero la actitud reverente de la encargada de Saintsbury me llamó la atención. Bebimos unos diez vinos: Felipa y yo poníamos caras de expertos, con una leve mueca de insatisfacción. Salimos de allí nuevamente borrachos, sin hacer mención a la posibilidad de pagar por la cata. La encargada nos vio alejarnos dando tumbos y

montar en la limusina sin atreverse a pedirnos el dinero: son tan educados estos americanos. Esa tarde tocamos “Domaine Carneros”, del grupo champanero “Taittinger”, y también “Silver Oak”. Ahí, en la preciosa sala de cata, entre turistas y camioneros metidos a enólogos, me colapsé. Mi cuerpo y mi mente dijeron basta. Hasta ahí había llegado mi viaje a Napa. Quería volver a Galicia, a mi taza de Ribeiro, a mi Barrantes que mancha la boca y me convierte en vampiro. Quería olvidarme del vino lujoso pero “casual” de los americanos, de sus variedades peliculeras, de las limusinas entre viñedos. Quería… no sé qué quería. Le pedí al chófer que nos llevara al hotel; me sentía incapaz de hablar; Felipa me observaba con preocupación mientras mi cabeza oscilaba. La filipina me sacó de Napa en el Mustang pero, en el trayecto a San Francisco, cruzamos el valle de Sonoma, la segunda zona vinícola en importancia de California. Fue demasiado para mí. Creí enloquecer; cerraba los ojos y veía hollejos, pulpas, sulfitos, maceraciones y fermentaciones, corchos y botellas, levaduras y taninos, en una suerte de conjuro de queimada vinícola infernal. Cuando cruzamos el Golden Gate le pedí a Felipa que parara el coche. Nos detuvimos en medio de la calzada, mientras otros conductores pitaban y amenazaban al sobrepasar nuestro vehículo detenido. A ninguno de los dos nos importó. Vomité. Eché al mar mis últimas esperanzas, apoyado contra la barandilla del puente. Al fondo se veía la prisión de Alcatraz.

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María de Medeiros

Deriva continental Texto: Alicia López Alonso

· Fotos: Pedro Ferreira, Walrus & Associates

Tiene la aparente fragilidad de una ninfa y la fuerza de una revolución. María de Medeiros es una de esas mujeres rompecabezas compuestas por miles de piezas, cada cual más dispar, pero que, en cierto modo, acaban encajando a la perfección.

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na vez terminado el puzzle, la imagen es la de una niña-mujer: una sonrisa encantadora que no ha perdido un solo grado de frescura desde que hace veinte años desarmara al pendenciero Henry Miller en su papel de Anaïs Nin con esos enormes ojos que siguen proyectando inocencia y sensualidad a partes iguales, como la dulce Fabienne de “Pulp Fiction”, y un cuerpo de quinceañera que sigue exhibiendo la misma lozanía de la

valiente Antónia de “Capitanes de Abril”. Es por estas películas -y por la popular “Airbag”, donde daba vida a una despiadada mafiosa- por lo que más se la conoce. Pero la Medeiros es muchísimo más. Para empezar, la de actriz, aunque la más visible de todas, es sólo una de sus múltiples facetas. Con algunos cortos en su haber desde los veinte años, en “Capitanes de Abril” se dirigió a sí misma, debutando en el mundo del largometraje con una conmovedora

visión de la Revolución de los Claveles. Desde entonces, su trayectoria es impecable. Sabe elegir a la perfección sus proyectos y sus cometidos con la estudiada minuciosidad de quien maneja un plan maestro. Todo encaja siempre, como sus múltiples caras. Desde hace tres años, ha complementado su trabajo de actriz con la de cantante. Sin duda, una evolución natural siendo hija del afamado compositor portugués António Vitorino de Almeida.

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En 2007 se estrenó con “A Little More Blue”, un canto a la resistencia artística brasileña contra los años de la dictadura. Ahora reaparece con su segundo disco: “Penínsulas y Continentes”, un viaje musical donde vuelve a deleitar con su particular voz, llena de matices y sensibilidades, demostrando que no se le resiste nada: ni el jazz, ni la bossa nova, ni la samba, ni siquiera los ritmos africanos. Una pieza más de este puzzle, pero, definitivamente, no la última. Quedan muchos huecos por rellenar.

Hablando de multiculturalidad: naciste en Portugal, luego te trasladaste a Viena y, después, a París. Tu marido es catalán. Tus hijas, ¿son francesas, entonces? Mis hijas son francesas, sí.

En “Henry & June”, tu personaje, Anaïs Nin, le aconsejaba a Henry Miller hacerle a su esposa June, que le miente, “el tipo de preguntas que haría una mujer”. ¿Crees que las mujeres somos más honestas al preguntar que los hombres? Bueno… No exactamente más honestas, pero sí es cierto que las mujeres enfocamos las preguntas desde otro punto de vista.

En una entrevista reciente comentabas que, para fortalecer Europa, los niños deberían aprender tres idiomas… Sí, pienso que deberían aprender tres idiomas antes de los diez años, porque es una cosa muy fácil para ellos. Después de esa edad es mucho más complicado.

Licenciada en filosofía, actriz, cantante, directora de cine… ¿Este tremendo despliegue de creatividad, esta pluralidad, es algo inherente o ha sido la vida quien te ha llevado por estos derroteros? Siempre ha habido mucho interés por la pluralidad cultural en nuestra familia. Ésa es mi cuna. Toda mi vida he vivido esa pluralidad.

¿Y en qué idioma hablan en casa? Van cambiando, porque cada uno de nosotros le habla en su lengua. Yo les hablo en portugués, mi marido en catalán y, entre ellas, tienden a hablar en francés, la lengua de la escuela.

Ésa es una asignatura pendiente que tenemos aquí en España… Sí… [contesta con el aire tímido de quien no quiere criticar demasiado]. Tú ¿cuántos idiomas hablas? Seis… [de nuevo ese aire tímido, esta vez por modestia]. ¡Seis idiomas! Bueno… En realidad, cuatro los aprendí durante la infancia, y, realmente, como ya te he dicho, es más fácil cuando se aprenden entonces. Repasemos tu trayectoria. Como directora de cine, tu obra más conocida es “Capitanes de Abril”, pero anteriormente dirigiste algunos cortos, entre ellos uno sobre piezas teatrales de Fernando Pessoa

‘Riparo’ (“La Muerte del Príncipe”, 1991). Eso pertenece a una época más experimental, previa a “Capitanes de Abril”. Me interesaba mucho el trabajo teatral y filmarlo desde otras perspectivas distintas a las del espectador sentado delante de la obra. Nosotros, los actores, cuando hacemos teatro, tenemos perspectivas muy distintas a la


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“Siempre me ha gustado dirigir, aunque siento que lo he hecho relativamente poco” “De algún modo, ser actriz, ser artista, es intentar reencontrarse con la infancia” “El trabajo del actor consiste en volver a encontrar esa pureza de la primera vez”

‘El contador de historias’ del espectador. Fue precisamente ésta perspectiva lo que intenté filmar cuando hice esa película sobre Pessoa y también otra sobre la obra de Samuel Beckett (“Fragmento II”, 1988). Esto me lleva a pensar que en tu trabajo siempre has mostrado un gran interés por

‘Capitanes de Abril’ la literatura: has interpretado a Anaïs Nin, has dirigido cortos sobre la obra de Pessoa y Samuel Beckett, has cantado las “Nanas de la Cebolla”, de Miguel Hernández… Es verdad que en mi trabajo hay mucha influencia de la literatura. Me encantan las palabras, me encantan los textos. La inter-

pretación, la música, el cine… Todo eso está muy anclado en la literatura. Podría ser algo más a probar. Seguro que tendrías una buena historia que contar. ¡Sin duda! También dirigiste un documental.

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Este documental (“Je t'aime, moi non plus: Artistes et Critiques”, 2004) fue consecuencia de “Capitanes de Abril”, el largometraje. Está hecho para la televisión y, ahora finalmente, se va a publicar en DVD. Es un documental sobre la relación entre artistas y críticos. Esto es interesante, porque la mayoría de la gente aquí en España te conoce principalmente como actriz, y ahora ya como cantante. Muy poca gente conoce tu trayectoria como directora. Siempre me ha gustado dirigir, aunque siento que he dirigido relativamente poco para todo lo que yo hubiera querido, porque para algunas películas sencillamente no tengo tiempo debido a mi trabajo como actriz. Y cantante. He leído una anécdota muy graciosa: la primera vez que tuviste que cantar en público fue en “Airbag”. Bueno, no fue en público, fue en el estudio. Era la primera vez que me pedían que cantara un fado. Y, claro, yo no tenía ni idea de cantar un fado. Así que, seguramente, fueron las personas del cine las que me empezaron a hacer cantar, porque muchas otras veces se me había propuesto cantar en el teatro y en el cine. ¿Fue así cómo te picó el gusanillo de la música? Te cuento una historia: una vez me invitaron a leer un texto en la Cumbre Iberoamericana en Perú, frente a jefes de estado de todos los países iberoamericanos. En esta cumbre también había una parte sobre el papel del cine, y, por lo tanto, había mucha gente del cine de todos los de todos aquellos países. Y era muy

“Para mí, el cine y la música son actividades perfectamente complementarias”

“Cuando nos hacemos mayores perdemos mucha disponibilidad hacia el mundo”

divertido porque, después de las reuniones de trabajo, todo el mundo se ponía a cantar, y cada uno cantaba cosas de su país. Recuerdo que un día canté algo y estaba allí Gerardo Herrero, el director y productor español, y me dijo, “Oye, que tú tienes que cantar”. Tiempo después di un concierto en Madrid, hace un año o dos, y Gerardo vino y le dije: “Gracias, porque, de alguna forma, tú eres el culpable de esto.”

brasileños. El segundo disco es una propuesta distinta.

Hablemos de tus dos discos. El primero, “A Little More Blue”, reúne un elenco de artistas impresionante, además mezclando estilos como bossanova, samba, jazz… Ese disco era un homenaje a los grandes autores brasileños que yo escuchaba de niña, autores que luchaban contra la dictadura militar en Brasil, y cantaban canciones de resistencia. Entonces había mucha censura. Los poemas son fantásticos porque todo se puede decir sin que sea censurado. Es decir, todo se lee entre líneas. Hay un juego ahí, algo muy lírico en esos poemas. Quise homenajear a esos grandes autores

María, durante el concierto en Madrid.

“Penínsulas y Continentes”. Tengo entendido que es un viaje, un viaje musical a dos penínsulas y a tres continentes… Es una exploración de las incidencias mutuas, de los ecos entre las penínsulas latinas de Europa; o sea, la península Ibérica e Italia, que también es una península, y entre el continente americano norte y sur, y África. Hubo mucho intercambio entre, digamos, la latinidad de Europa y las costas del Atlántico. Exportamos muchas cosas y recibimos muchas otras de un nivel artístico y cultural inmenso. Por ejemplo, las canciones de Nino Rota, el compositor de Fellini, en el cine italiano, que compuso algunas de sus melodías más bellas para Hollywood. Pero también está la influencia africana entre Portugal y Brasil y África. África ha tenido una gran influencia en Portugal y Brasil. Este nuevo disco explora estas incidencias recíprocas. ¿Qué te llena más? Creo que ambas cosas son complementarias. Voy a seguir haciendo cine, obviamente. He estado rodando todo el verano una película en Bélgica, que se llama “Hitler en Hollywood” y que saldrá pronto, espero, y he vuelto a rodar en Portugal. Para mí lo ideal es seguir haciéndolo todo, porque no me gusta nada tener que elegir. Ambas cosas están relacionadas,


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Fotografía que sirve de carátula del disco ‘Penínsulas y continentes’

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Medeiros esencial Filmografía Como actriz:

“Prefiero seguir haciendo de todo, porque no me gusta nada tener que elegir”

• Hitler á Hollywood (Frédéric Sojcher, 2010)

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sobre todo a la hora de interpretar en directo… Sí. Puede parecer a veces que son dos disciplinas muy diferentes, pero la verdad es que para mí ambas están muy relacionadas y son muy complementarias. Cantar o actuar es prácticamente lo mismo. Y también en ambos hay bastante relación con la música. Decía Picasso que es necesario vivir muchos años para ser joven. Tú no has vivido muchos años aún, pero ya aparentas los veinte… ¡Muchas gracias! Pablo Picasso tiene algunas de las citas más bonitas que conozco. Esta cita la interpreto comparándola con una cosa que ocurre muchas veces en el teatro: cuando interpretamos algo por primera vez nos sale estupendo, nos sale maravilloso porque lo hacemos con toda la espontaneidad de un niño… Pero, a medida que se va ensayando, eso se pierde, y, a partir de entonces, todo el trabajo del actor consiste en volver a encontrar esa espontaneidad, esa pureza de la sensación que tuvimos la primera vez. De alguna forma, ser actriz, ser artista, es intentar reencontrarse con la infancia.

• O Contador de Histórias (Luiz Villaça, 2009) • Midsummer Madness (Alexander Hahn, 2007) • Riparo (Mario Mazzarotto, 2006) • The Saddest Music In The World (Guy Maddin, 2003) • Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2002) • O Xangô de Baker Street (Miguel Faria Jr, 2001) • Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1997) • Adão e Eva (Joaquim Leitão, 1995) • Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) • El detective y la muerte (Gonzalo Suárez, 1994) • Três Irmãos (Teresa Villaverde, 1994) • Huevos de Oro (Bigas Luna, 1993) • A Divina Comédia (Manoel de Oliveira, 1991)

‘Mi vida sin mí’

• Henry & June (Philip Kaufman, 1990) • Silvestre (João César Monteiro, 1982) Como actriz y directora: • Capitanes de Abril (2000) • A Morte do Príncipe (1991)

Sí, no perder nuestra inocencia. Sí, no perderla y también mantener esa disponibilidad que tiene la gente joven. Cuando nos hacemos mayores perdemos mucha disponibilidad hacia el mundo, vamos preocupados por la vida, y todas estas cosas cada vez nos encierran más. Para mí, ser artista es volver a encontrar esa frescura, esa disponibilidad para con el mundo.

‘Pulp Fiction’

• Fragmento II (1987) Como directora: • Je t'aime… Moi non plus: Artistes et Critiques (2004)

Discografía • Penínsulas & Continentes (2010) • A Little More Blue (2007)

‘Henry and June’




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ARMADO Y PELIGROSO Texto: Hugo Izarra

· Fotos: Miguel Núñez

Llega con “Pistola y cuchillo” bajo el brazo, la novela que hará aún más inmortal el espíritu de Camarón y, en sus propias palabras, la mejor de cuantas ha escrito. Por esa razón, aunque le aburran las entrevistas, accede a dedicarnos unas horas: “La propaganda es algo que nunca rechazo”, dice. “Por eso tú y yo estamos hablando ahora”.


Montero Glez

Literatura

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Y

a conocemos la situación: son tiempos de sequía. Las editoriales, esclavas de la ley de la oferta y la demanda, sólo queman sus naves con fórmulas rentables. Y no vamos a culparlas por ello, que de algo tienen que vivir los ricos, pero no deja de ser lamentable que tipos desbordados de talento, como Montero Glez, se vean relegados a la sombra o al silencio de las librerías, allá donde sólo llegan los que se aventuran. Madrileño, exiliado desde hace 13 años en Chiclana por voluntad propia, amante de la intensidad y del verbo, de la carne y la experiencia, nos recibe en el poblado fantasma de Caño Chanarro, lodazal viejo que muy pronto dejará de ser ruina para ser recuerdo.

Cada vez que te leo, acabo sintiendo inevitablemente la misma sensación, que eres uno de los autores españoles más infravalorados de todos los tiempos. ¿Crees que la literatura está siendo justa contigo? Mira, yo nunca me atreví a soñar que tendría tantos lectores. A mí se me lee. La gente no pilla mis libros para tenerlos de adorno. Mis lectores se rascan el bolsillo, o van al préstamo público, o roban mis libros. Y lo hacen para leerme. Date cuenta de una cosa: si tú y la gente como tú me valoráis, no estoy infravalorado. Otra cosa es que yo siga siendo una china en el zapato de los que pisan los Salones Literarios. Un ruido dentro del Canal Único de Información, que decía Vázquez Montalbán, un nudo de resistencia que llama mi admirado Subcomandante Marcos.

A veces da la impresión de que hace falta morirse para que descubran el genio de uno. No sé si hace falta morirse, cuando me muera lo sabré. De todas las maneras, viendo lo que hay, te diré que siempre es más fácil para la industria del entretenimiento

manejar un cadáver que a un artista vivo. Como ocurre con Bolaño, menospreciado por editoriales y lectores durante gran parte de su vida y subido a los altares tras su muerte. ¿Qué te hace tan diferente de él, a


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tu entender, además de seguir respirando? El que no me guste la literatura de Bolaño no quiere decir que no me apenara su muerte. De la misma manera, celebro su éxito. Celebro la lucecita que le queda a su viuda. Sí, la lucecita de su CPU, que tiembla de pavor cada vez que siente cerca los dedos sedientos del expolio. No me has respondido, ¿qué es lo que no te gusta de Bolaño? A mí me gusta que en una novela los personajes contaminen de vida las páginas del libro. Me gusta que me entretengan y Bolaño no lo consigue. Pero quiero ser respetuoso con él, con los suyos. Como te decía antes, me parece una putada que el chaval no pueda disfrutar de su éxito. Cierto, pero no me negarás que hay mucho fariseísmo tras la desgracia de Bolaño. Piénsalo por un momento, si te fueses a morir ahora, ¿qué cosas que has escrito no querrías que saliesen nunca a la luz? Si esas cosas dan de comer a mi viuda, a mí me da igual. Ya ves tú. Que saquen hasta las cartas encendidas que me escribo con mis lectoras. Hablabas antes de los salones literarios, todavía recuerdo las imágenes del día en que subiste a recoger el Azorín hace dos años, rodeado de tanto fantasma literario, de tanta corbata y tanto Rolex y tanto estómago agradecido. Tú, que emigraste al sur huyendo de estas cosas, ¿no te sentiste un poco marciano en aquel ambiente? No. De todas las maneras esa pregunta se la tendrás que hacer a los que aquella

Levantando de la tumba a Camaron Sé que hay supersticiosos que prefieren no hablar de sus novelas hasta que nacen, pero la tuya ya está en la incubadora. ¿Quieres hablarme un poco de ella? “Pistola y cuchillo” es una novela dura. El tema principal es la amistad, el empeño de la palabra dada que, al perderla, se pierde con ella el honor. Es una novela de sombras, pocos personajes y mucho diálogo. Casi teatral. Corta pero muy intensa. Se ha venido destilando de poco en poco, desde hace dos años. He desescrito mucho más que he escrito. La hice con tiempo, que es como se tienen que hacer estas cosas. Aún estoy con el último borrador pero puedes poner que ya es león muerto. El primer borrador lo escribí del tirón, en la Venta Vargas. Luego, sobre él, he ido sumando borradores. Cuando iba por el cuarto borrador tuve una conversación con Antonio Muñoz Molina, uno de mis maestros, uno de los novelistas que más admiro. Hablé con él, con motivo de una entrevista para su novela, gran

novela, “La noche de los tiempos”. Total que él me explicaba la importancia de la primera persona en su novela y, mientras me contaba esto, yo me daba cuenta de la falta de la primera persona en la mía. Iba por el quinto borrador. Volví otra vez atrás y empecé a buscarme otra vez. Así, con voz propia desde el arranque, empecé de nuevo a sumar borradores hasta llegar al séptimo. Hago siete borradores de un trabajo. Ni uno más, ni uno menos. Luego cuando me vienen las galeradas, pido repasar los juegos tres veces. Pero lo que te quería contar es que la he ido elaborando sin prisas y con mucho gusto, muy sentida. Date cuenta el respeto que tengo yo a un artista como Camarón. Es otro de mis maestros, junto con Francisco de Goya y Lorca. Un quejío cósmico que arrancaba de la tierra con todo su sabor de sangre. Tardará mucho en nacer otro igual de diferente a todos. Cogía de todos y no se parecía a nadie. Un monstruo que hizo del barro materia luminosa.


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noche se sintieron marcianos o marcianas. Yo no me sentí marciano, para nada. Huí de Madrid porque a mí las ciudades no me gustan, excepto Sevilla, claro. Vivo próximo al mar desde hace trece años. La Naturaleza es mi gran maestra. Aquí tengo pocos estímulos, pero muy intensos. En Madrid había muchos, pero poco intensos. Curiosamente, fuiste a ganar el premio con una de tus novelas más controvertidas, “Pólvora negra”. Cuesta creer que otras, como “Sed de champán” o “Cuando la noche obliga” se volviesen a casa sin nada. ¿De cuál de todas ellas te sientes más orgulloso? De la que no está aún publicada, de ésa es de la que estoy más satisfecho, de la que todavía es mía y pronto dejará de serlo para ser vuestra. “Pistola y Cuchillo” se titulará. Y en ella sigo ahora. Hay veces, pocas, en que cometo la imprudencia de leer reseñas literarias. Cuando lo he hecho sobre alguno de tus libros, me he llevado las manos a la cabeza al ver que hay quien te compara con Bukowski. Parece que cuando hablamos de literatura sólo sabemos comparar con lo anterior, y a veces, sólo con lo que conocemos. Bukowski tuvo un maestro: Céline. Céline no está superado y, si lo está, ha sido por obra y gracia de Vallejo, Fernando Vallejo,

el mejor escritor que ha dado la lengua castellana. Esa lengua con la que se escribió el Siglo de Oro y que estaba estancada hasta que llegó él a sodomizarla hasta hacerla gemir de gusto como una perra. A veces me comparan con él y con Paco Umbral, pero eso son palabras mayores. Yo soy un principiante; un aprendiz deslumbrado ante la prosa de sus maestros. ¿Cuál ha sido la comparación más absurda que has tenido que escuchar? El otro día me hizo gracia que me metieran en el mismo saco que a los nocilleros. Hay gente que escucha campanas y se pone a bailar la Jota. Con los nocilleros, tiene delito... Mira, quiero precisar una cosa ya que he sacado el tema: Agustín Fernández Mallo es un tipo cojonudo, buen chaval. Estuve firmando con él en una de las últimas Ferias del libro en Madrid y nos hicimos amigos. Si tengo guasa con él es porque me cae simpático. Es un tío valiente. A veces no sé qué admirar más o la valentía de Agustín por dar a la imprenta sus cagadas o la valentía de sus editores por promocionar tamaña mierda. Mira que después de los autores de la Edad del Pavo y toda aquella porquería teenager que no son más que una mala traducción de Bukowski, después de aquello me dije: No creo que la industria saque una

Siempre es mas facil para la industria manejar a un cadaver que a un artista vivo Creia que despues de los teenager no habria una mierda mas grande


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mierda más grande. Pues sí: Nocilla. ¿Qué será lo próximo? Ahora que mentas a Fernández Mallo, recuerdo que él y su portada mediática tienen gran parte de culpa de que hoy me concedas esta entrevista. ¿Quieres saludar a Toni Iturbe? Toni Iturbe es mi compadre. Soy padrino de su hijo Darío. Espero que Toni no muera nunca, pues si me tengo que hacer cargo de la educación del niño… En fin, creo que aprendería la palabra “joder” muy deprisa. Compadreos aparte... ¿Tendrás que combinar Nocilla con Pistola para que te concedan la repercusión que mereces? Lo de la propaganda es algo que no rechazo. Por lo mismo ahora tú y yo estamos hablando. Pero, ¿sabes?, concedo entrevistas a los medios y luego no salen: el Canal Único de Información censura mi voz. Yo no voy a moderar mi lenguaje, pues sólo tengo uno, sin dobleces. Me comporto igual en la cama, que en la mesa, que delante de una hoja en blanco. Yo al coño llamo coño; nunca vagina. Date cuenta de que la cultura de este país ha sido secuestrada por una pandilla de mojigatos que poco o nada tienen que ver con lo que es la cultura. Gracias a la Internet les quedan los días contados. Antes hablábamos de comparar, a ráfagas me recuerdas a Valle-Inclán, pero también al tío Paco. Creo, de hecho, que eres una versión mejorada y más humana del gran

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Me comporto igual en la cama que en la mesa y que delante de una hoja en blanco

La cultura de este pais ha sido secuestrada por una pandilla de mojigatos

Umbral. Siempre lo he creído. Su punto débil era la novela, el tuyo no. Ramón María del Valle-Inclán era novelista; Paco Umbral no, aunque escribió la mejor biografía novelada de Valle-Inclán, la de los botines blancos de piqué. Unos botines que pisan el empedrado del Madrid de principios del siglo XX y que resuenan en los espejos de ese modernismo que traería Rubén Darío de Latinoamérica, embotellado en París. Es apasionante el estudio de aquella época de la que hay que mamar si uno aspira a convertirse en escritor con voluntad de prosa. Por eso, a Paco Umbral, aunque no fuera novelista, no le pasaba nada. Manejaba el idioma hasta conseguir la electricidad. Porque mamó de ese pezón, el pezón saliente del modernismo.

para ser gay hace falta tener mucho dinero.

Anda que no se las trajo finas con uno de tus grandes amigos y valedor universal, Arturo Pérez Reverte... Cuando murió Paco Umbral escribí un telegrama de pésame a Arturo. En él ponía: “Te acompaño en el sentimiento. Ya no tienes con quién batirte”. No haber entrado en la Real Academia, como sí hizo Reverte, fue una de sus grandes frustraciones. ¿A ti te desvela eso de los sillones o te conformas con una banqueta en la Feria del Libro? Yo soy un hereje. Nunca entraré en esos sitios. Desde que murió don Camilo José Cela la Real Academia es un club gay, y digo gay y no digo de maricones porque

Al hilo de esta observación, creo que nadie, desde Cela y Umbral, ha vuelto a tratar con tanto mimo el lenguaje como tú. Tal vez tu estampa de escritor lumpen te haya ayudado a burlar semejante ratonera. Aún así, tú no estás del todo de acuerdo con esta clasificación... Es que no soy lumpen. El lumpen es una “no clase” ya que no tiene conciencia de clase. Yo sí tengo conciencia de clase. Mi abuelo fue artesano, zapatero remendón del barrio de los Cuatro Caminos. Él y mi abuela, que tiene 95 años y que aún vive, fueron los que me criaron. Yo tengo conciencia de clase, de clase trabajadora. Tengo odio, no tengo rechazo, tengo odio a los burgueses. Si trabajo el lumpen es porque en el lumpen hay más literatura que en la puta burguesía. Pero no soy lumpen. Pero también has vivido el lumpen en tus carnes. No se puede escribir tan bien sobre el lumpen sin haberlo conocido. He vivido todo lo escrito. Incluso para “Pólvora Negra” estuve en contacto con los explosivos y la química. Mira: Mateo Morral tenía orquitis y, para saber el tiempo que tardó en salir de la pensión, una vez arrojada la bomba, y refugiarse en el periódico de José Nakens, para medir el tiempo, me amarré el cordón de mi zapato al escroto; estrangulación se llama. Así conseguí la orquitis de Mateo, inflamación testicular, dolor de riñones y envaramiento de la cintura. Con paso apurado fui el Mateo. Para falsificar la realidad, antes hay que conocerla. Lo mismo con el lumpen. “Sed de cham-



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pán” la arranqué en la Rosilla, un poblado que había a las afueras de Madrid, un mercado de droga. Lo de la orquitis suena terriblemente gonzo. ¿Cómo lo solucionaste? La cosa tuvo a largo plazo efectos secundarios. No es broma, se me enquistaron los testículos que parecían una bomba Orsini y luego me salieron unas manchas rojas en la punta del glande que ríete tú de los dálmatas. El urólogo me dijo que lo de las manchas eran angiomas. Así, a primera vista, se notan, pero cuando empalmo pasan desapercibidas. Lo otro, los quistes eran benignos, me dijo, y que sólo desaparecían eyaculando sin contención. Dejé de practicar tantra y estuve de eyaculador precoz hasta ahora, que ya han desaparecido. Me ha gustado eso de que hay que conocer la realidad antes de falsificarla. ¿Alguna vez, orquitis aparte, pusiste en riesgo tu vida en pos de la novela? ¿Te diste al estraperlo para ambientar “Manteca colorá”? Intento no jugarme lo único que tengo, el único capital del que dispongo, mi vida. Lo que sí es cierto es que la adversidad no es un mérito, es algo secundario. Aquí en el sur, donde vivo, he ejercido en diversas profesiones que llaman liberales. Yo no soy un privilegiado que ha dicho: pues ahora quiero ser escritor, y pumba, me han puesto todo como a otros y a otras, pero, ¿sabes por qué? Pues porque yo soy escritor de raza, de la raza de los acusados y para los que pertenecemos a esa minoría la cosa anda jodida. Daniel Ruiz García es otro escritor de raza y Miguel Baquero y Pedro de Paz y Javier Puebla y pocos más.

Todos nos tenemos que buscar la vida. Faulkner trabajó en la mina, Onetti vendía neumáticos, yo, tabaco de contrabando. En fin. ¿Recuerdas en qué momento se instaló en tu interior el bicho de la literatura? Lo hizo el día que murió mi abuelo Ángel, el que era zapatero. Tendría yo trece años y

Si trabajo el lumpen es porque en el hay mas literatura que en la puta burguesia


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ese día escribí como un loco lo que sentía en aquellos momentos. Fue lo primero que escribí por mi cuenta; sin obligación del profesor cuando te mandaba hacer una redacción sobre la primavera. ¿Sabes? Me sentí nuevo, me sentí poderoso. La pena no se me fue, pero me ayudó a dejarla luminosa y limpia. Mística. Luego, con los años, la combiné con la picaresca para poder vivir de ello. Al principio de esta entrevista mencionabas a Vallejo. Otro maricón ilustre, el gran Reinaldo Arenas, decía siempre que la literatura no era un don, sino una maldición. Y otro más, Truman Capote, que decía que cuando Dios te concede un don te concede un látigo. Bueno, esto es el resultado de la moral judeocristiana que llevamos en la genética. Pero yo no soy autodestructivo y no me gusta flagelarme. Yo, si he venido a esta vida a sufrir, pues que me pongan otra copa. Mira, yo me lo paso bien haciendo lo que hago, sobre todo documentándome. Esa parte la disfruto mucho. Es como el calentón antes del polvo. En el fondo soy como Nacho Vidal, también yo disfruto con mi trabajo.

Yo soy un escritor de la raza de los acusados y para nosotros la cosa esta jodida

¿Es así como te gustaría ser recordado, como un tipo que disfrutó haciendo lo único que sabía hacer? Me da igual eso, lo que no me gustaría es sentirme recordado como un hombre de orden, pues soy todo lo contrario. El orden es peligroso. Pero, ya puestos, me molaría una estatua como la de Victor Noir en el cementerio de Pere Lachaisse en París y que las tías fuesen a desgastarme los morros y la entrepierna hasta hacerme revivir.

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Texto: Mark Sinclair · Imágenes: Kiko Alcázar

La realidad no es lo suyo. Le aburre lo vulgar y lo prosaico, para eso ya están la calle y la vida. Por esa razón, este tarraconense -reconocido y premiado por el mismísimo Tate Modern Museum de Londres- decidió un buen día abandonar la Historia para reinventarla a su manera.

N

o ha abandonado la buena costumbre de viajar. Por eso sigue viviendo en su Tarragona natal, su base de operaciones digital, y se desplaza continuamente a Madrid, Barcelona, Bilbao o donde le reclamen para abrir la puerta de sus geniales composiciones. Primero fotografía, después retoca. La clave es el retoque, claro.

¿No te sientes un poco FrankensteinPitanguy con tanto retoque? Un poco cirujano sí que me siento, -¡y me

encanta!-, pero lo cierto es que, cuando me pongo a retocar a alguien, me siento igual que delante de un lienzo en blanco. Eso sí, he aprendido mucho de anatomía. Tiene gracia que en los tiempos en que el repudio de Photoshop se ha convertido en letanía, tú triunfes manipulando a discreción. ¿El secreto está en hacerlo con tanto descaro? No, yo creo que se repudia el Photoshop cuando se intenta ocultar y engañar a la gente. Yo lo utilizo de forma más artística.

No digo con esto que lo de las revistas no lo sea también, pero, al crear los paisajes, al descontextualizar el personaje, etcétera, es más un proceso de idealización extrema. ¿Cuánto crees que tardará en aceptarse como arte (de verdad) el retoque digital? Creo que se empieza a aceptar. Al principio, estas cosas son más minoritarias, pero, poco a poco, empieza a verse como arte. Ahora estamos en ese proceso de aceptación.


‘Antonio Albella in Pink’


‘Yogurinha (Borova) Cuellojirafa’ Prueba de tu éxito es el reconocimiento de la Tate Gallery de Londres a una de tus obras, “Trapecista con mono”. ¿Creías que era una broma cuando te dijeron que habías ganado? Me sorprendió, porque casi todas las fotografías que se presentaron eran más en plan blanco y negro, foto social y similares, y la mía era una foto super retocada, un pequeño homenaje personal a Frida Kahlo… Y, bueno, me alegró también porque uno de los tres miembros del jurado era uno de mis fotógrafos favoritos, Juergen Teller.

‘Trapecista con mono’ Es innegable que la presencia del mundo gay es una de tus marcas de estilo más características. ¿Es algo deliberado, casual? ¿Intenta ser alguna clase de homenaje? Todos empezamos un poco por donde nos movemos y por donde más cómodos nos sentimos. Las travestis son iconos y entienden muy bien mis fotografías. Me gusta mucho esta nueva generación de travestis -como Yogurinha Borova, Jette Mansfield, La Prohibida, las Fellini, Tormenta García y demás- porque no ponen límites dentro de lo masculino y lo femenino. Son verdaderos

punks de nuestro tiempo. Y si no, id a ver a las Fellini y a Yogurinha. ¿Crees que esta sociedad ha superado ya todos sus prejuicios? ¿Piensas que alguien se puede sentir marginado al ver tu obra? Creo que los prejuicios son más individuales que sociales. Sí que puede haber cierta mayoría con unos prejuicios hacia unos grupos determinados, pero individualmente luego lo aceptan. En lo que a mí respecta, creo que mi obra no margina a nadie. Al revés, son ventanas hacia mundos oníricos y fantásticos y la fantasía no margina a nadie.


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,, Mi obra es una ventana hacia mundos fantasticos y la fantasia no margina ,, a nadie ,, Los travestis de nueva generacion son los,,punks de nuestro tiempo ‘American Boy’ (Eduardo Casanova) Hablando de marginar, ¿te has planteado alguna vez retratar desde tu perspectiva a personajes controvertidos, polémicos o rancios? Algo así como lo que en su momento hizo Warhol con Mao Tse Tung, por ejemplo. ¿Te imaginas a Franco con los collares de Carmencita Polo? Me gustaría retratar a personajes de todo tipo, pero gente que defienda libertades, no que las coarte. La alta sociedad, por ejemplo. Sería divertido. Tal vez la próxima felicitación navideña de la Casa Real.

Eres detractor de la realidad, ¿por eso la distorsionas? ¿Son tus composiciones el reflejo de la imagen de tu mundo ideal? La realidad está sobrevalorada. En serio, vivimos demasiado la realidad y evadirse de ella puede ser divertido. Y más en épocas de vacas flacas. Si una de mis fotos puede hacer que alguien se evada un ratito, es faena conseguida. Mi mundo ideal está en éste, pero necesita un buen lavado de cara y más humanidad. Lo que reflejan mis fotos son mis fantasías y sueños.

Siendo niño empezaste a dibujar. Más tarde, después de algunas lecciones de Historia, llegó la pasión por la fotografía. Y después de esto, el retoque extremo. ¿En qué momento empezaste a ver así? Siempre ha sido así. En mis dibujos infantiles siempre creaba mundos, deformaba muchísimo la realidad. Dibujaba monstruos, paisajes raros… Puede que estudiar Historia diese algo más de perspectiva a mis fantasías. Eso, y que siempre he estado abierto a sorprenderme con pequeñas cosas que me inspiran.


Kiko Alcázar

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‘Sandro’s Rules’ (Sandro Bianchi)

‘Glitter Space’ (Glitter Klinik)

“Yo no copio, yo me inspiro”, según tus propias palabras. ¿Además de Pierre et Pilles, qué artistas te ayudaron a encontrar tu germen creador? La lista sería interminable, porque todos somos el resultado de lo que nos rodea y de quien nos rodea, ya sea el cine, las revistas, la televisión… Todo eso crea nuestro imaginario personal. Después, es nuestra cabeza quien se encarga de triturarlo y nuestro talento de plasmarlo.

el proceso creativo: ¿Ves la composición antes de hacer la foto, mientras la haces o inventas a partir de ella? Depende. Algunas veces ya voy con una idea bastante clara y otras es el propio personaje retratado quien me inspira.

Tus composiciones fluctúan entre lo gótico, lo estético y lo paródico. Me interesa

¿Quién elige a quién? ¿Tus personajes a ti o tú a ellos? ¿Quién decide atrezzo, escenario y demás? Pues vamos un poco al 50%. Unas veces me eligen y otras elijo yo. A los que me gustaría retratar se lo planteo y, si les gusta mi trabajo, acceden. Por lo demás, suelo deci-

dir yo los fondos que quiero poner, pero doy libertad al personaje para que se vista como quiera. ¿Cómo consigues tus elementos? ¿Los fotografías también? Un poco de todo. Piensa que hay elementos que son imposibles de encontrar, pero los que sí se pueden los fotografío yo también, por supuesto. Junto a Pep Sanabra, tu iniciador en estas lides, te embarcaste en la aventura de diseñar portadas de discos, como la última de


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‘Eternamente juntas’ (Dyossa & Malyzzia)

,, Siempre he estado abierto a sorprenderme con las ,, cosas que me inspiran ,, No creo en techos. Ponerse un techo es ,, ponerse una limitacion ‘Santo de mi devoción’ (Louis Mista) Glitter Klinik, por ejemplo. ¿Cambia mucho la cosa cuando se trabaja por encargo? No mucho. Ahora mismo estoy haciendo una portada para un disco de Electronikboy y teníamos una idea de cómo tenía que ser. Ellos me dejan total libertad para llevarla a cabo y estoy muy contento del resultado. Yo entiendo que, para ciertas cosas de promoción, quieran tener un poco de poder de decisión, pues es su imagen artística la que se ha de proyectar. De momento, eres más un icono underground que mainstream. ¿Te da miedo dar

el gran salto? ¿Dónde está tu techo? Para nada me da miedo, lo estoy deseando. Y espero que llegue cuanto antes. Pero no creo en techos. Ponerse un techo es ponerse una limitación. Supongo que tampoco habrás perdido la buena costumbre de no hablar de tus proyectos, pero creo que ahora mismo te traes entre manos algo grandísimo. ¿Me equivoco? Bueno, la verdad es que he tenido muy buenas noticias pero las cosas, hasta que no se pongan en marcha y estén acabadas… ¡ni mú!

Los artistas tradicionales pintaban encima de sus cuadros defectuosos, ¿qué haces tú con los originales que desechas? ¿Se van directos a la papelera de reciclaje o tu romanticismo te impide deshacerte del todo de ellos? Yo tengo el síndrome de Diógenes con mis fotos. Lo guardo absolutamente todo. Pienso que todo forma parte del aprendizaje y cada error me ha enseñado a dar un paso adelante, por eso me gusta tenerlos ahí.




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Ilustracuentos > Luis M ontero y Sr Garcia


Berlín

Escala en el cielo de la

Estalgia Texto: Lautréamont

· Fotos: Johannes Tuerstig

Es una visión mística. Hemos llegado al lugar donde se cruzaron las dos águilas que mandó Zeus, el Ónfalo: el parque tranquilo, alfombrado con hojas caídas; el río fluyendo. En el centro, las figuras silenciosas de los dos dioses caídos miran el horizonte con infinita ternura. Sus rostros de idolillo miran imperturbables, concentrados, el horizonte que nunca cambia, la gran mole de la Torre de Televisión. Noche y día, abandonados a su suerte en este jardín, Marx y Engels ya no tienen otra cosa que hacer que ver crecer la hierba, como jubilados.


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Esta es Berlín, la ciudad sin atributos; la capital espiritual de Europa Aquí todos buscan una fe: la de la esvástica o la de la hoz y el martillo 058

ero no tenemos tiempo de detenernos a su lado: es noviembre y hace frío; anochece pronto. Al aterrizar el avión en la oscuridad, uno siente el vértigo de Deckard acercándose a Los Ángeles en perpetua bruma. Pero esto es Berlín. Aquí todos buscan una fe: la de la esvástica o la de la hoz y el martillo; envueltos en cuero y chapas o a lomos de un deportivo; rescatando ritos paganos en raves o guitarra en mano alrededor de un fuego, floridos amantes de la Madre Tierra. Esta es Berlín, la ciudad sin atributos; la capital espiritual de Europa. Berlín no tiene atributos porque cada uno busca su fe: una devota pareja de amantes árabes conversa sobre el Spree mientras atardece sin que sus manos se crucen; detrás se afanan grupos apresurados, cerveza en mano, camino de una fiesta declarada en cualquier lugar. Uno camina por la calle y encuentra una librería inesperada; tal vez un cine oculto donde proyectan alguna película insospechada; o tal vez llega el potente eco de unas guitarras y uno se descubre en un improvisado concierto callejero, saltando entre la multitud. Todo es posible. Pero la alegría de vivir berlinesa no se explica sin la gran tragedia que late debajo, que todavía aflora en aislados restos: el faraónico monumento soviético de Treptower Park, los desnudos superhombres arios que flanquean la entrada al Olympiastadion, en las afueras. Sin el descomunal fracaso de estos dos grandes ídolos gemelos que ensangrentaron el siglo XX, nazismo y comunismo, no se entiende Berlín. El escritor berlinés Karl-Heinz Mustermann escribió: “Esta ciudad tiene su manera particular de suprimir todo recuer-


La ciudad sin atributos do de un pasado mejor. Todo se vuelve mezquino y gris. Sólo en algunas esquinas brilla unos instantes, por casualidad, el reflejo de recuerdos imposibles, de mitos traídos de generación en generación, que pueden brillar un instante, borrar lo anodino, y lo cotidiano, y hacernos creer que, en el pasado hubo algo diferente, que mereció la pena verse. Lo llaman Estalgia, y también se contagia a aquellos que nunca vivieron aquí”.

La hora de las multitudes Con el gusto por los aniversarios de una época sin épica, hoy, nueve de noviembre, todas las televisiones del mundo apuntan a la joven capital de Alemania para sacar a pasear imágenes de archivo de aquel día en que cayó el Muro y el mundo que conocíamos colapsaba. Sin embargo, en las calles de Berlín resulta difícil percibir esta euforia. La plaza de Brandemburgo está cerrada –los VIPs celebran- a lo largo de Unter den Linden, una multitud fluctuante va y viene desafiando a la lluvia sin mucha convicción. Bajo un soportal un coro canta fragmentos de la novena de Beethoven y un hombre reparte panfletos al público indiferente. Las hojas incitando a una vaga revolución social caen al suelo y, pisoteadas, acaban convertidas en una informe pasta. En suma, la celebración del 20 aniversario de la caída del Muro no podría ser más anticlimática. ¿Qué se hizo de los jóvenes sonrientes, de las multitudes que derribaron la tiranía; el último paseo de las masas por la Historia de Europa? Berlín no celebra, y es que el futuro no es como lo habían pintado. En parte es una buena noticia. La sobriedad con que Berlín recicla su mito

Si algo caracteriza a Berlín es que es imposible de aprehender. Intenta buscar un símbolo que la defina: ¡su monumento más famoso ya ni siquiera existe! Arrasada en la durísima batalla de Berlín, es una ciudad completamente nueva, y sin embargo cada calle está marcada por la Historia. Podríamos seguir enumerando contrastes y paradojas, pero nada como recorrerla: del falso clasicismo grecorromano de la Isla de los Museos al esplendor catedralicio high-tech de Potsdamer Platz, habla por sí sola. ¿Cuál es la naturaleza de esta ciudad sin atributos? ¿Y por qué no concebirla toda ella como una obra de arte? Así la concibió Walter Ruttman en su famosa Sinfonía de la Gran Ciudad (1927): la belleza de lo metálico y lo cotidiano; el milagro de lo anodino sólo con poner nuestra lupa sobre ello, sacándolo de su contexto. Así que, si Berlín es la obra de arte, cada esquina es un templo; en cada lugar puede surgir el milagro; conviene mirar y estar atento, o dejarse llevar. Berlín es “una ciudad para moverse, no para pararse y mirar”, en palabras de Hobsbawm. No es una ciudad de monumentos; las personas son el paisaje. Una ciudad vital, hedonista, que vive de noche; en Tacheles, los okupas de diseño y champán conviven con las prostitutas del Este, que desafían el frío de noviembre.

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habla de madurez, pragmatismo; el desengaño como antídoto contra los fanatismos políticos que permitieron las anteriores dictaduras. Pero en otra parte, son malas noticias. Ostalgie es el nombre alemán de esa Estalgia; es la añoranza de la seguridad de los muros de la prisión; el confort de no tener que decidir; la ilusión de que sacrificando oportunidades evitaremos riesgos. La amnesia histórica respecto de los 40 años de dictadura comunista está sorprendentemente extendida: converso con una chica de unos 27 años, que alcanzó a ir a la escuela en el régimen anterior. Exclama ofendida:

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La alegría de vivir berlinesa no se explica sin la gran tragedia que subyace

—¡Bueno, la RDA no era exactamente una dictadura! No es la postura mayoritaria, pero inquieta en alguien tan joven. Tras la reunificación, el nuevo Estado se dedicó con ahínco a borrar los restos del régimen comunista anterior: el derribo del Palacio de la República se convirtió en el símbolo de este afán enterrador. No se optó por hablar, sino por suprimir el pasado. Y como todo lo que barremos debajo de la alfombra, suele volver para pasar factura. Sólo últimamente, y gracias a películas como “La vida de los otros” -o eventos para turistas como este 20º aniversario- ha vuelto la discusión a la palestra. ¿Volverá


Alemania a dar ejemplo sobre cómo lidiar con un pasado problemático? De momento, el excelente Museo de la RDA de Berlín es un buen comienzo.

te y los paraísos lejanos, Wannsee era el refugio de los que podían veranear: los señoriales caserones, los extintos clubes de caballeros y la ruinosa decadencia que impregna todo son los únicos vestigios de aquellos días. Aunque es otoño, todo habla de sombras de veraneantes, de tardes de pesca, de regatas o paseos en barca –ahora descansan amarradas en el muelle, o cubiertas bajo pesadas lonas para carenar. El lago fue lugar de descanso de artistas como el pintor Max Liebermann o el propio Mustermann. Sin embargo, su banalidad de despreocupado centro de veraneo es engañosa. Es fácil pasar por alto lo que buscamos: a primera vista, parece una más de las villas, indistinguible de todas las demás en el largo paseo que rodea el lago. Am grossen Wannsee, 56: es la dirección. En esta discreta casa, ahora en obras y a la que hay que

Anochecer en Wannsee A orillas del lago, una japonesa descansa sobre la barandilla mirando atardecer. Las hojas amarillas y rojas sobre el suelo destacan como flores lanzadas al paso de una comitiva nupcial sobre el pavimento gris, los árboles desnudos y el cielo encapotado. El lugar: Wannsee. En las afueras de Berlín, este tranquilo lago está cercado por villas burguesas. Antes de la invención de las aerolíneas de bajo cos-

La sobriedad con que Berlín recicla su mito habla de su madurez y pragmatismo 061


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acceder por una puerta secundaria, tuvo lugar en enero de 1942 la Conferencia de Wannsee, en la que se planificó en una noche el asesinato de seis millones de judíos. El edificio está ocupado ahora por un exhaustivo museo que abarca desde las raíces históricas del antisemitismo alemán hasta el Holocausto. Salvo por un grupo de escolares ruidosos y rientes, soy el único visitante. Todo se antoja estremecedoramente absurdo. Grandes imágenes enmarcan los paneles: un sonriente nacionalista húngaro golpea brutalmente a un anciano judío jaleado por la multitud. En una pantalla, Hitler ensaya pasos de baile mientras acaricia a su perro en su idilio bávaro. Resulta cada vez más pesado reflexionar sobre estos hechos, manidos hasta la saciedad, utilizados como arma arrojadiza en la política, banalizados como entretenimiento para todos los públicos. Y sin embargo, el museo de Wannsee, en su desapasionada frialdad, conmueve por encima del griterío y la sensiblería, desasosiega con

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Sorprende lo extendida que está la amnesia histórica de los 40 años de dictadura comunista La Estalgia es la añoranza de la seguridad de los muros de la prisión

el poder de las instantáneas heladas y lo cotidiano. Imposible quedarse impasible al salir paseando por el pequeño jardín del palacete, que llega hasta las orillas del lago. El nazismo, el fetichismo de la acción y la violencia, la religión de las espadas, nació de barrios adocenados como este. Supongo que no hay mejor antídoto contra el milenarismo y los imperios de mil años que meditar un rato en este jardín, entre hojas que caen y una creciente penumbra. Las primeras luces se han encendido sobre la superficie del lago; el último tren Wannsee-Ahrensfelde está a punto de partir. Apoyada en la barandilla, la japonesa solitaria sigue mirando. Pronto Berlín habrá quedado atrás, como un sueño; preparándose para que, la próxima vez que vuelva, no sea capaz de reconocerla.



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‘American Idol (2nd Commandment: Do not worship false idols)’ (40x50 cm)


Dana Ellyn

Divina

reverencia Texto: Hugo Izarra

· Imágenes: Dana Ellyn

Resucitar el espíritu de la Inquisición en los tiempos de la ignominia es, hasta la fecha, uno de los méritos más reseñables de esta artista, convertida por la facción más salvaje del catolicismo en mártir de la blasfemia, quien, con su visión particularísima de las religiones, no ha hecho sino ganarse su propio calvario a base de insultos, maldiciones y amenazas de muerte.

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o debería hacer falta decirlo pero lo decimos de todos modos: esta serie, “Divinely Irreverent”, pretendió ser siempre una sátira más que una ofensa. Aún así, muchos católicos atacaron duramente a su autora después de que participase en el Día de la Blasfemia que se celebró el pasado 30 de septiembre en Washington. A partir de aquel día, su buzón se llenó de amenazas e increpaciones y los medios estatales, cuando no la censuraron, le concedieron un protagonismo agridulce que jamás podría haber imaginado. La autora de todo este revuelo, la magnífica Dana Ellyn, se lo toma con filosofía. Obviando el hecho de que te reconoces no-creyente ni practicante de ninguna religión, siempre has declarado que la intención de esta colección no era la de ofender a nadie, pero muchos se sintieron ultrajados.

En efecto, mi falta de fe me hace formar parte de una minoría aquí, en los Estados Unidos, donde unas tres cuartas partes de la población se reconoce cristiana. Esto quiere decir que, desde el primer momento, sabía que un gran número de personas disentirían de mi punto de vista. Y que, más allá de disentir, muchos de ellos se sentirían completamente ofendidos. Pero no me presento con el propósito de ofender. De hecho, es más bien todo lo contrario. Cuando pienso en qué pintar, procuro que cumpla el objetivo de ser provocador o ingenioso. Pero sucede que lo que a una persona le puede parecer divertido, a otra le resulta ofensivo. Creo mis obras sabiendo que hay un público que comparte mis sensibilidades y que se reirá conmigo y sabrá apreciar el punto de vista que intento expresar con mi pintura. Recuerdo ahora una diatriba sobre tu persona del fundamentalista Jim Bennet, por ejemplo, que sí me pareció ofensiva.

Yo siempre he agradecido que se me pregunte sobre mi obra. Realmente agradezco que alguien se tome la molestia de observar y cuestionar mi trabajo. Pero la religión es un tema muy controvertido y discutir sobre ello con alguien que se siente ofendido puede resultar complicado, doloroso y desesperante. He experimentado diferentes niveles de éxito en este sentido: un par de fracasos estrepitosos y muchas discusiones productivas al respecto. Uno de esos intentos fallidos de razonamiento fue el del reverendo Jim Bennet, el convencimiento personificado de mi error y mi maldad. No hubo forma humana de hacerle entrar en razón. Me escribió con una lista de lo que yo creí preguntas bienintencionadas, me pasé horas haciendo encaje de bolillos para responderlas concienzudamente, pero, antes de que llegase a enviarle mis respuestas, había publicado un artículo sobre mí donde me atacaba sin compasión. Era evidente que no estaba interesado en escuchar lo que tenía que decir.

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‘Superbowl Sunday Praying for a Hail Mary (4th Commandment: Remember the Sabbath)’ (50x40 cm)

‘Take a number (1st Commandment: Thou Shall have no other gods before me)’ (50x40 cm)

En la otra cara de la moneda están todas esas personas religiosas que, habiéndome escuchado y cuestionado, y aún estando en completo desacuerdo conmigo o guardándome cierto rencor, han sido capaces de aceptar que tengo derecho a expresar mi opinión igual que ellos. Esto es fundamental para mí. Yo nunca diría a nadie que se equivoca al creer, por lo mismo que no creo que nadie debería decírmelo a mí por no hacerlo. Toda esta locura colectiva, ¿no te hace sentir un poco víctima de una moderna caza de brujas? Es cierto. Sí que he visualizado mentalmente esa comparación con los juicios de las brujas. Durante los procesos de Salem en 1692, lo que empezó con las acusaciones de un puñado de chicas, acabó convirtiéndose en histeria colectiva. Ahora, en la era de internet, la capacidad de publicar comentarios (especialmente cuando son anónimos) en cualquier espacio hace que sea mucho más fácil propagar las fobias y alimentar la psicosis. Apuesto a que durante estos últimos meses habrás tenido que leer y escuchar todo tipo de acusaciones. ¿Cuál, de todas ellas, te ha parecido más ridícula? He recibido desde amenazas de muerte hasta elogios, con todo lo que hay por medio. Un montón de gente me dijo que estaba rezando por mí. Muchos otros me maldijeron y condenaron al infierno, mientras que algunos me advirtieron de que ya iba por ese camino, aunque aún no era tarde para salvar mi alma. Luego están las amenazas de muerte a cara descubierta. Aparte de encontrar des-

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concertante el hecho de ser amenazada, me parece bastante irónico. Se supone que son personas religiosas, pero no siguen los principios más básicos de su religión: ser buenos con los demás. Y me desean la muerte por no creer en su dios o criticar su religión. El daño físico como castigo por pintar en un lienzo y lo que representa el crimen de conciencia es algo que carece de todo sentido para mí. Tal vez porque no soy religioso soy incapaz de encontrar ofensiva tu obra. Aún así, ¿no te da la sensación de que la reacción del público ha sido exagerada? Como si hubiesen tomado ejemplo del escándalo de las caricaturas de Mahoma, germen de este Día de la Blasfemia.

El número de no-creyentes va en aumento. Parece que, en directa correlación con este dato, la ira de los creyentes crece con fuerza también. En Estados Unidos, son los propios medios quienes avivan esta polarización política, social y religiosa de nuestra población. No existe el término medio. Yo, que procuro estar al día de las noticias de fuera de mi país para adquirir una visión más global del mundo, no dejo de asombrarme al comprobar, al cabo del día, cómo a través de cadenas como la CNN, la FOX, la BBC, Al Jazeera o RT, se pueden recibir versiones tan radicalmente distintas sobre una misma noticia. La idea que subyace detrás de esta colección me parece formidable. Y el efecto que


‘Pope-Nocchio (9th Commandment: Do not bear false witness)’ provoca da que pensar: si respetamos que otros crean, ¿por qué no respetan ellos la existencia de una visión irónica del asunto? ¿Dónde está su sentido del humor? ¡Exactamente! Yo suelo comparar lo que hago con la profesión del monologuista. Mientras actúan sobre un escenario, los cómicos pueden decir cosas que nadie se atrevería a decir en la vida real, en cualquier situación normal, cotidiana. Pero, cuando lo hacen, todos nos reímos. A veces incluso cuando nos atacan a nosotros mismos. Para mí, la pared donde se cuelgan mis cuadros es mi escenario, pero nunca obligaría a nadie a colgarlos en su casa, tatuarse una de mis imágenes en un brazo ni asistir a ninguna de mis exposiciones si sé que eso les disgusta. Si te gustan, diviértete. Si no, sigue buscando. Y, si no estás seguro, pídeme que te cuente más cosas sobre mí y sobre las razones que me llevaron a crear esa pintura, y, a partir de ahí, podrás decidir. En una entrevista, una periodista (de uno de las cadenas más importantes de Estados Unidos) me preguntó si había oído hablar de la Regla de Oro. Equiparó mi falta de fe a la ausencia de valores morales. Se sentía ofendida personalmente por mis cuadros y fue muy poco profesional en sus presunciones sobre mí. En vez de preguntas, disparaba acusaciones. Llegado un momento, me preguntó: “¿Cómo te sentirías si yo criticase algo sagrado para ti?”. Le respondí que nada lo es. Y que todo lo que tuviese que decir sería bien recibido, pero que, por descontado, yo también era muy libre de disentir con ella. Cuando hablamos de la iglesia, lo hacemos de una institución que niega la comunión a los divorciados pero no a los represores, que combate el matrimonio homosexual

,,Sabía que muchos se sentirían completamente ofendidos, pero nunca fue esa mi intención,, ,,Creo mis obras sabiendo

que hay un público que sabrá apreciar lo que intento expresar con mi pintura,,

pero protege a los pederastas con sotana, que se opone a las leyes de salud reproductiva y condena a morir a alrededor de dos mil mujeres al año con abortos clandestinos. ¿No deberían ser estas razones suficientes para ejercer el derecho a crítica? Y esas son sólo algunas de las razones que criticar. Hay muchísimas más. Pienso que el problema radica en que la línea que separa la crítica del ataque se vuelve borrosa. La religión tiene muchos defectos, pero también tiene un valor práctico. Uno de los propósitos principales del Día Internacional de la Blasfemia era “someter a todas las creencias religiosas al mismo nivel de investigación, discusión y crítica, al que otras áreas de interés académico están sujetas”. Muchas de mis pinturas no son ni siquiera críticas, son preguntas honestas y sinceras de una no-creyente que intenta comprender los principios de la religión. Como quiera que empecé a conocer la religión siendo adulta, tenía innumerables preguntas por hacer y nunca supe a quién preguntar. Ahora, me libero de algunas de esas cuestiones devolviéndoselas al mundo a través de mis cuadros. En la actualidad, seis estados norteamericanos (Carolina del Sur, Oklahoma,

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‘Call Me Uncle (10th Commandment: Thou shall no Covet...)’ (50x40 cm)

‘Call Me Uncle (10th Commandment: Thou shall no Covet...)’ (50x40 cm)

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Massachusetts, Michigan, Pensilvania y Wyoming) mantienen leyes que prohíben la blasfemia. Es una suerte que viva en Washington DC. El pasado mes de abril tuve ocasión de formar parte de una muestra aquí, la Artomatic, donde exhibí buena parte de mis cuadros irreverentes. Durante el mes que estuvieron expuestos recibí un feedback positivo de casi el 99%. Me emocionó esta respuesta porque, francamente, no tenía ni idea de cómo iba a ser recibida. Una de las cosas más fascinantes que recuerdo fueron los comentarios que hacía la gente, jaleándome por haber dicho lo que pensaba… Muchos me confesaron que estaban de acuerdo conmigo, pero admitieron también que serían incapaces de reconocerlo en público. También hubo bastante gente que desearía haber comprado un cuadro y no lo hizo porque tenía miedo de colgarlo en cualquier pared de su casa. Así que, volviendo a la analogía del monologuista de antes, puede decirse que se divirtieron con mis bromas, pero nunca se atreverían a reproducirlas por sí mismos. En contrapartida, después de participar en la exposición del Día de la Blasfemia, mi obra se exhibió en todo el país y la respuesta se invirtió completamente. El 99% de los que la vieron aportó una valoración negativa. En ese momento agradecí, más que en cualquier otra ocasión, vivir en una ciudad tan maravillosamente liberal y educada. Cuando me invitaron a tomar parte en el Día de la Blasfemia aún estaba bajando de la nube de adulación que supuso la exposición de abril. Por eso la avalancha de críticas y amenazas que recibí después se convirtió en una experiencia aleccionadora.

,,La mayoría no son ni críticas, sino preguntas sinceras de alguien que intenta entender la religión,, ,,Pintar contra el Islam, el budismo o el hinduismo sería hacer aquello de lo que muchos me acusan,,

Me sigue pareciendo increíble que tantos Estados conserven en su legislación prohibiciones a la blasfemia. Ésa fue una de las muchas razones por las que decidí tomar parte en esta iniciativa. Considero que es importante ejercer y celebrar nuestra libertad de expresión y manifestarnos y tomar conciencia de que todavía queda mucho trabajo que hacer para asegurarnos de que estos derechos no sean vulnerados. Obviando esa falta de fe de la que antes hablábamos, sí es cierto que tu obra siempre ha rondado de alguna forma la provocación. ¿Consideras que se trata de una actitud, más que de una necesidad? Es muy importante para mí que mis cuadros contengan un significado. Cada uno cuenta una historia. A veces, en lugar de una historia, lo que intento transmitir es una opinión, o descargar una frustración o celebrar algo maravilloso. Si echo la mirada atrás hasta mi infancia, me veo creciendo rodeada de rudeza. En casa las voces eran frecuentes y no hacía falta más que un comentario poco oportuno para encender discusiones. Odio discutir y las voces estridentes me estresan. Así que superé mi infancia a base de silencio y aislamiento. Recuerdo mis 20 de forma


Dana Ellyn, en su estudio.

borrosa. Vivía un matrimonio que no me satisfacía (y, de hecho, acabaría abandonando a los 29) por pura inercia, sin demasiadas dosis de estimulación creativa o personal. Cuando finalmente 'desperté' había cumplido los 30. Empecé a entender el mundo de verdad y, por primera vez, experimenté un registro increíble de emociones. Conocer a Matt Sesow en 2001 me cambió la vida. Bueno, el cambio no se produjo de forma inmediata, pero, a lo largo de estos nueve años que llevamos juntos he sido más feliz y crecido más que en cualquier otro periodo de mi vida. He aprendido a sentir y a expresarme a través de mi arte y de mis hechos. Una vez que tomé la decisión de plasmar mi opinión y mis emociones en mi arte, no hubo vuelta atrás. Soy consciente de que algunos de mis cuadros gritan más que hablan, pero estoy convencida de que esto es así porque he tenido que reprimir mis opiniones durante tantos años que ahora necesito recuperar el tiempo perdido. Sé que encontraré el equilibrio a medida que pasen los años: por ahora, sigo curándome. La pintura es mi terapia personal.

‘Abstinence is only 99% effective (7th Commandment: Thou shall no Commit adultery)’ (50x40 cm)

Muchos de los que critican estas mofas sobre Cristo suelen acabar acusando a los artistas de no hacer lo mismo con el Islam, pero tú lo hiciste. Reuniste el coraje suficiente para reflejar tu opinión en tu cuadro “Messiah or Menace?” y nadie dijo una palabra. ¿Sabías que en países como Afganistán o Pakistán la blasfemia es un delito penado de muerte? Muchas veces me han hecho esa pregunta: ¿Por qué pintas solamente sobre iconos de la cristiandad o el judaísmo? Mi respuesta es sencilla: mi trabajo refleja mis sentimientos y reacciones a una educación cristiana y

judía. Los cuadros son, en esencia, personales. Son mi reacción a las religiones que he conocido. Pintar contra el Islam, el budismo, el hinduismo, etc., sería hacer exactamente lo mismo de lo que muchos (injustamente, creo) me acusan: buscar la controversia y la provocación por el mero hecho de hacer ruido. Hace varios años pinté un cuadro al que titulé “Messiah or Menace?”, como parte de mi serie “31 Days in July”, algo que vengo haciendo desde julio de 2003, cuando empecé a crear un cuadro nuevo por día, en función de las noticias de ese día, para

captar una panorámica global del mes a través de 31 cuadros. Puede que te haya dado la impresión de que ese cuadro constituye un ataque contra el Islam, pero no es así. En realidad, esta pintura se inspiró en un artículo publicado por el Washington Post el 25 de Julio de 2005, donde se daban a conocer las opiniones enfrentadas en materia de segregación racial. Tras los atentados del 7 de julio, la policía comenzó a realizar búsquedas indiscriminadas en la red del metro. Las estadísticas reflejaron que los negros eran detenidos ocho veces más que los blancos y los asiáticos, cinco. Mi cuadro

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,,Pintar contra el Islam, el budismo o el hinduismo sería hacer aquello de lo que muchos me acusan,, ,,Así como mi agnosticismo no me define como persona, tampoco define a mi obra,,

retrata a Jesús como un hombre de tez oscura. Por el tiempo y el lugar en que Jesús vivió, lo más probable es que fuese así, y no como se le suele retratar en el arte. ¿Te decepcionó que los medios centrasen su atención en el trasfondo blasfemo de tu obra, más que en tu arte? Los medios se centraron en dos o tres de mis pinturas más controvertidas. Presentando mi trabajo al mundo a través de esos cuadros, el resto de mi obra (que no es, ni de lejos, tan controvertida) adquiere una connotación muy distinta. Por ejemplo, hay un cuadro en esta exposición titulado “Is it Working Yet” donde se puede ver cómo una niña con el agua por los tobillos junta sus manos para rezar. Se trata de otro de mis cuadros de la serie “31 Days in July” del año pasado. Ese día, el Washington Post se hizo eco de una noticia acerca de las inundaciones históricas de Fargo, en Nevada. La reunión de las fuerzas vivas de la ciudad comenzó con una oración, que precedió a la explicación del alcalde: “Debemos hacer uso de toda la ayuda que esté a nuestro alcance”. Así que no puede decirse que esta pintura constituya una crítica a la religión, sino una mera ilustración de una historia real. Pero, si antes has visto “Jesus does his mails” (y has leído el preceptivo artículo donde se habla de lo ofensivo que resulta) esta pintura bienintencionada adquiere una connotación malévola. Lo que me recuerda a una escena de la película 'Frida'. Ella y su novio están discutiendo sobre un libro: Alex: ¡Tú... tú siempre lees las cosas en el orden incorrecto! Frida: Eso es ridículo. ¿Por qué tendría que importar en qué orden las lea?

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‘Call Me Uncle (10th Commandment: Thou shall no Covet...)’ (50x40 cm) Alex: Porque si ya has leído a Marx, claro que Hegel te parecerá político. Ya has expuesto en Francia y pronto volverás a Barcelona con Matt Sesow. Después de tu experiencia europea, ¿consideras que aquí somos más abiertos en este sentido? Desde que el pasado diciembre me entrevistó France Press comencé a recibir un montón de mensajes de ánimo y elogio de gente de toda Europa. Algunos de ellos aplaudían mi decisión de enfrentarme a la mayoría religiosa viviendo en los Estados Unidos. Dicho esto, mi experiencia personal me dice que sí, que la visión acerca de la religión en Europa es mucho más abierta. Me llevé algunos de mis cuadros a Albi,

aprovechando que asistía a la inauguración de la exposición de Matt, “Sesow in Albi”. La galería seleccionó unas diez obras que les gustaría exhibir en sus salas de Albi y Barcelona. Eran piezas de mi colección más reciente, que es, en esencia, más íntima. Porque, aunque en esta entrevista nos hayamos centrado en mis pinturas irreverentes y 'blasfemas', debo decir que constituyen sólo una pequeña parte de lo que he creado. Toda la expectación (tanto positiva como negativa) que han generado estos cuadros tan controvertidos ni me persuade ni me disuade de volver a retomar esos temas. Así como mi agnosticismo no me define como persona, tampoco define a mi obra.


Texto: Alicia L贸pez Alonso Fotos: Ricardo Navarro & Fabiola de Anda


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abía llegado a Nueva York con las primeras hojas de otoño, impulsada por uno de esos resortes que surgen de la cabeza cuando la evidencia de lo absurdo de la vida se hace demasiado insoportable y es necesario hacer algo. Cualquier otra se hubiera dado un paseo al cine más próximo o se habría ido a pasar el fin de semana a la playa. Yo no. Yo conté mis ahorros y me saqué un vuelo de cuatro días a Nueva York para el día siguiente Luego llamé a una amiga que vivía en Brooklyn: estaría de viaje hasta dos días después de mi llegada. Así que alargué la espiral de imprevistos apuntándome la A la entrada dirección de un hotelucho céntrico de treinta dólares la noche, lo único que podía rasde Bowery St, car de mi limitado presupuesto: el White Chinatown se House. Ninguna garantía de nada. Sólo una disuelve para dar confirmación vía internet de que “tal vez” paso a las tiendas tuvieran habitaciones libres. de muebles Apenas recordaba las horas anteriores; y cachivaches parecía que todo se había consumido en el de cientos viaje del aeropuerto de Newark a de inmigrantes Manhattan, perdida entre líneas de metro interminables, cruzando la ciudad en dirección oeste, siempre al oeste, los ojos enroabrigo después de volver del frío? pués ya habrá ocurrido cuando se acabe jecidos por la luz artificial de los vagones y Deshacerlo todo y ponerlo boca arriba este viaje. Tan pronto. Y parecerá que ha los sentidos al filo. El olor a cuero viejo de para rehacer el puzzle. Comprender, en la pasado apenas un instante. los asientos, la sonrisa ladeada de algún jungla urbana, cuál es el secreto que hace La huída hacia delante sin saber por pasajero, la indiferencia fingida de todos los que pongas un pie delante de otro todos qué. No sentía la habitual anticipación que demás, el sol del atardecer filtrándose por los días, te levantes y te acuestes respisiempre me acompañaba en cada viaje. los viejos cristales al cruzar el Hudson en la rando rítmicamente a la vez que tu Tampoco cosquilleaban las mariposas de la línea F, el skyline perdiéndose lentamente pequeña tuerca gira en el inmenso aventura, como si el lastre de los últimos en el horizonte, saltando arriba y abajo al engranaje de la sociedad. Comprender. tiempos me anclara a un lugar frío. Como ritmo del traqueteo de los raíles. Y yo No buscar respuestas, sino nuevas pregunsi la maleta cargara con el peso del último pidiendo tiempo, un poco más de tiempo, tas. Es la única forma de comprender. No, no día de lluvia, del último pañuelo humedecidame más tiempo para asumir que estoy era la primera vez que huía hacia adelante, do en nostalgia, de la última mentira, del aquí, quiero seguir en este tren varios días, ni sería la última. último pecado, de la última tragedia. Como sin pensar, sin hacer planes, sin tener ninguY el track-track-track-track de los raíles si buscara, en el caos de esta ciudad, ordena noción del tiempo, simplemente cruzanhundiéndonos en un túnel, la luz parpadenar mi propio caos. do esta inquietante ciudad como si todo se ando sobre nuestras cabezas, el silbido de El hogar, ¿dónde está el hogar? ¿En concentrase en un impasse infinito, en un qué lugar de tu cabeza puedes dejar caer el cada parada. El niño que me miraba en su paréntesis, porque todo lo que ocurra des-


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asiento frente a mí, apenas ocho años y ya había aprendido a ponerse un pendiente. Pero todavía no sabía fingir indiferencia. Mi sonrisa le hizo enrojecer y mirar rápidamente hacia otro lado. Tal vez ya estuviera aprendiendo. Salí del metro y crucé Chinatown en busca del Hotel Más Barato de Greenwich Village. Fue como atravesar dos mundos en una hora. Sólo recordaba Nueva York de un lejanísimo viaje de niña, el cuello izado hacia las vertiginosas cimas de los edificios y 5th Avenue bullendo con businessmen y mujeres con caniches, hippies portando pancartas anti-Nixon y kioscos de perritos calientes en cada acera.

Esta vez, el bullicio de aquella mañana al sur de Manhattan me despertó del viaje con una bofetada multicolor. Allá al fondo se percibía la escalera horizontal de los rascacielos, pero aquí todo eran lámparas rojas, dragones de papel, guirlaches de colores y pollos descabezados colgando tras las ventanas de los restaurantes. Los coches volaban a mi paso ahogando el soniquete de mil cascabeles, la gente se amontonaba en las aceras, olor a arroz frito mezclado con el regusto dulzón del aceite de cacahuete. Cascabeles. Voces babélicas. Camiones llenos de calabazas dulces. Y mi sombra serpenteando, cansina, por las aceras maceradas en salsa de soja.

A la entrada de Bowery Street, China se disolvía para dar paso a las tiendas de muebles y cachivaches de cientos de inmigrantes peruanos, colombianos, mexicanos, que tomaban el sol de la mañana a la puerta de sus locales. “¿Cómo te llamas, mamita?” me preguntaban, interpretando al vuelo mis facciones españolas. Pero podía haber sido cualquiera, como siempre que me marcho a perderme en algún lugar. Puedes ser quien quieras donde nadie te conoce, y a la vez -o precisamente por esoser mucho más que nunca tú misma. Llegué a la puerta del White House jadeando. Las distancias son infinitas cuando no tienes más referencia que un mapa cuya escala ni siquiera parece posible. La


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ventilador de los tiempos de la guerra aplasfachada del hotel era una colección de cristó la almohada. tales de colores imitando cubismo urbano. -Bienvenida a la segunda parada del Un perro se aliviaba en la verja, y un viejo túnel -sonreí. barbudo que fumaba junto a un joven rubio En recepción, el hombre del bigote me siguió con los ojos mi tímida entrada. dijo que no había más habitaciones dispoLa recepción era una salita llena de nibles. A mis espaldas, una voz cansada, mesas y sillas de madera desgastada, un par grave y musical carraspeó y contestó por de máquinas de café y un vetusto PC en mí: una esquina, para el que parecía haber cola -Que se quede esta noche en mi habide aspirantes a usuarios. Pasé a través de las tación. Yo pasaré la noche como siempre, mesas llenas de gente de todos los colores hablando con la luna. y dejé caer los codos como martillos sobre -Tendrá que pagar la sobre-tarifa -conel mostrador de la recepción. testó lacónicamente el de la gorra. -Será mejor que vea antes la habita-No creo que vaya a arruinarse por ello. ción, señorita -me dijo un hombre escondiAsí es como conocí a Marvin. do tras una gorra y un enorme bigote- pero Me di media vuelta y dos canicas azale aseguro que está limpia y se cierra desde bache me miraron a casi dos metros de dentro. altura. Llevaba un traje de tweed deshilaNunca me asustó la sordidez, cuando chado y una boina negra. Había sido guaésta es pasajera y parte de un viaje de la po, y aún pendía de su mirada un cierto conciencia. Mi lado voyeur se alimenta, con devaneo del bohemio afroamericano que se las necesarias reservas, de esquinas oscuras; había atrevido a ser. siempre hay alguna sombra que perfilar en Le dije que no era necesario, que ya la penumbra, y algún mensaje que llevarse me buscaría la vida. Pero me agarró por la a la habitación de la luz. La idea de pasar manga del jersey y me llevó a una mesa. ahí dos noches me producía cierta satisfac-¡Pequeña amiga! -susurró su voz de ción morbosa. Me convertiría en un persosaxofón- Me alegro de verte. ¿Has venido a naje de Salinger, o de Capote, o incluso de visitarme o sólo se da la feliz casualidad de Burroughs. Tenía licencia, tenía derecho a que pasas por mi lado de la acera? No tenviajar por mi túnel. gas miedo del viejo Marvin, aunque ya sé -Me da igual, déme la llave. que no temes a nada. Menudo viaje para Cargué con mis trastos por las escalever al viejo Marvin. Algún día yo también ras, hasta el segundo piso. El pasillo era cogeré un avión y llegaré hasta Europa, a oscuro, infinito, flanqueado por una verte, pequeña amiga. Dicen que es un moqueta raída que hacía flusssh flusssh buen lugar. Un lugar auténtico. Cuando flusssh a mi paso. recupere mi gloria, ya sabes. Seré como la Necesité tres o cuatro minutos para luna llena que dibuja rayas de plata sobre abrir la puerta número doscientos dieciséis los tejados de Bowery Street. ¿Te conté lo y adueñarme de mis cuatro metros cuadrade mi sobrino de Detroit? Vamos a hacer dos compuestos de cuatro paredes que no Las distancias son una maqueta techno de lo mío, sí, ¿te lo llegaban al techo, una cama-litera y un infinitas cuando no hay puedes creer? Y vamos a rapear. Sobre las nicho en la pared con una barra y una permás referencia que un heridas de esta ciudad. Sobre el amor. cha. mapa cuya escala ni Sobre lo que tú me digas, pequeña amiga. Y fue justo al poner la maleta sobre la Dame una idea y lo pondré sobre papel. A cama que algo hizo crack en el techo y un siquiera parece posible

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no ser que vengas a otra cosa. ¿Te atreves ya a conocer al bueno de John Thomas? No te ofendas, pequeña, que no es más que una broma. A este viejo canalla le encanta engatusar a las chicas como tú. Le gusta mucho levantarse a mitad de la noche y montar la tienda de campaña en mi cama, ¿sabes? Y yo me despierto y digo “¡John Gillespie, plagados de cajas misteriosas y Thomas, para abajo!” y John Thomas se polvorientas fotos que libraban a las parevuelve a dormir. Es más fiel que un perro des de la vergüenza de mostrar sus llagas. viejo. Así que no tengas miedo, pero de Ahí estaba, íntegra y legañosa, en la habitodos modos si cambias de idea ya sabes tación de Marvin, con un pie estrellado y un dónde estamos, ¡ja ja ja! single de vinilo de Nina Simone pegado a la Decliné una y otra vez su invitación, piel de mi espalda. deseando la mejor de las suertes a John Me atusé la ropa, sacudiéndome a Thomas. Y Marvin se rió enseñando dientes duras penas el polvo de la cama. Cogí mis blanquísimos, el único vestigio que le quecosas y fui al cuarto de baño comunitario daba de sus tiempos de gloria. de aquella segunda planta que era todo un -Coge mi llave y ciérrate bien por denLa fachada del hotel tro. larguísimo pasillo, decenas de puertas blanera una colección de cas a lo largo del suelo de madera, troc, Un sinfín de posibilidades pasaron por cristales de colores mi cabeza. Jugué a balancear la lógica y al troc, troc, andando con cuidado para no imitando cubismo final la ecuación me llevó a la conclusión de despertar a los estudiantes alemanes, a los mochileros suecos, a los homeless de siete urbano que nada había que perder. dólares la noche que se habían rendido al Le di sus quince dólares de sobre-tarisueño a pesar de vivir en la ciudad que nunfa, más del doble de lo que pagaba él por ca duerme, como cantaba el Tío Frankie. una noche, y cargué mis cosas a la doscienFus, fus, fus, hacían los ventiladores del tos nueve. Olor a polvo rancio y sudor. En la techo, y en alguna de las habitaciones una oscuridad sólo se veían las formas indefinitos, un suspiro, un ronquido, un gemido. das de múltiples objetos que se amontonaEn el baño me hice polvo los ojos al ban alrededor de mis pies. Me encerré con tirar del cordoncito que encendía el neón. la pesada llave, me quité los zapatos y me Me duché a media luz pegando manotazos tumbé en la cama. Y ni siquiera encendí la entre el vapor del agua lacerante y las balluz. dosas rajadas. Cuando salí, tuve que frotar Desperté de un sobresalto. el espejo con la toalla para ver algo. Necesité cinco minutos para orientar-¿Quién anda ahí? -pregunté a mi me. Debían de ser las seis o siete de la reflejo. mañana. Me incorporé, moviendo una pierBusqué al conejo blanco con la mirada na fuera de la cama, y mi pie derecho chomientras me cepillaba el pelo, me lavaba la có estrepitosamente contra la pared. cara, le daba un poco de color a mi sonrisa. Aturdida, me senté mirando a mi alrededor Ahí estaba, al oeste de todo. Ahí estaba frotándome dos dedos doloridos. para prefabricar emociones y darle otro Cuatro escasos metros cuadrados capricho a la mirada infantil que no cesa en repletos de libros mordisqueados y vinilos su empeño de sorprenderse. Habían vuelto de Be-Bop, Motown, Muddy Waters y Dizzy


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re de más abajo de la calle, se sentaba a la las mariposas, y al otro lado del espejo la puerta del hotel sobre el surtidor de agua cara que me observaba era, al menos esa que era su trono y recordaba a cada uno mañana, reconocible. que quisiera escucharle que no pasa nada, -Entrada triunfal en la Gran Manzana, que él está ahí porque quiere, que sus días pequeña -le dije. como cantante y lacónico poeta beat en los Me acabé de lavar el jet-lag y bajé a la antros más chic de la ciudad volverían muy recepción. pronto. Que su sobrino en Detroit le estaba Marvin estaba sorbiendo un café en preparando una maqueta techno de sus vaso de plástico a la puerta y fumando. Con temas. ademanes de gran ceremonia me cedió su -Hay que modernizarse, oye, -les sitio en el surtidor de agua. Compré un café decía- y el Village no es un lugar donde en la máquina y me senté con él a recibir el puedas perder el tiempo pudriéndote con alba. Hacía frío y el café nos protegía con un estilo apolillado. La gente pide cambios, una mampara de vapor. Me contó su vida cambios, muchos cambios, y aquí estoy yo durante tres horas, su larga figura apoyada preparando mi cambio, sister. Mi gran salto sobre la verja de la entrada, con un de nuevo al estrellato. ¿Te acuerdas de la Chesterfield permanentemente colgando Ahí estaba, al oeste luna llena que hubo anoche, la que aparede la boca y los ojos achinados por el humo de todo, para dar otro cía pintando rayas de plata sobre los tejados bajo una boina negra. capricho a la mirada de Bowery Street? Pues así seré yo cuando Marvin, el poeta, la vieja gloria. El caninfantil que no cesa vuelva, sister. Tendrás que volver a Nueva sadísimo hombre que cada mañana, con su York para verme. ¿Sabes? Tú estás de paso café de 80 céntimos de la convenience stode sorprenderse


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y a lo mejor no lo vas a ver, pero yo no, yo me quedo, y te espero. Cualquier día de estos llegará mi maqueta y volverán las musas. Haré un número especial, con nuevos versos y poemas, un rap, ¿qué te parece? Rapearemos sobre la amargura de la vida, sister. Tú y yo. ¿Por qué no, no te apuntas? Te dejaré elegir otro tema, si quieres. Y si es que tienes esperanza, como yo, podremos pensar en algo mejor. Hay esperanza en todo, hasta en las heridas de esta ciudad, sister. No te olvides de mí. tenía derecho a sus 400 dólares mensuaMarvin el vividor. Lo mejor que había les, pero nadie en sus cabales le contratahecho en la vida, contaba, era dejar atrás su ría jamás. Porque si llevas el estigma de la Carolina del Sur y venirse a la City. Atrás calle eso da miedo, mucho miedo en un quedaban sus cuatro hermanas y sus tardes lugar donde el miedo es el fuego que alide sol en los maizales. Atrás quedaban las menta la comida. ¿Qué sería de Nueva miradas de soslayo de los blancos, ese Old York sin los pobres, los bag-people, los World Feeling que te hace recordar que aún hurones urbanos? Hay que mantener el vibran en la memoria los latigazos del amo folclore. Con dinero justo para no poder en los campos de algodón. salir adelante pero no morir de hambre. -No olvides que tu abuelo fue un esclaPara no poder pagarse un médico pero vo, chaval -decían las voces que hacían eco Lo mejor que te puede aún así poder comprar una aspirina en el interior de su maleta aquel ocho de pasar si pierdes tu cuando el hígado diga basta. Para noviembre hacía más de veinte años, aquel gloria es ser un ganarse un bonito nicho en el día que se subió al Greyhound rumbo al homeless en Nueva Cementerio de Pauper's, la Cárcel de Este-. No lo olvides nunca, y no dejes que el York los Muertos. Para expiar los pecados y odio desaparezca del todo. Deja un poco excesos del pasado con los restos de para alimentar tu espíritu. dignidad. El dèja-vú del tiempo. El sol meciéndo-Lo mejor que te puede pasar si Se atusó la boina, ladeándola hacia un lado se en las nubes del atardecer. El cinturón de pierdes tu gloria, pequeña amiga, es en un elegante ángulo que ensombrecía su cuero de su padre, bailando al mismo ritmo ser un homeless en Nueva York. Es lo ojo derecho. de los látigos. Las cicatrices de la espalda peor y también lo mejor, porque ya -Es el look francés, pequeña amiga. todavía se le hinchaban levemente cuando estás en el infierno, con la cabeza en Los beats llevamos boina negra porque llovía, y llovía mucho en Nueva York. Cada las fauces del demonio, y si sales de nuestra meca es la luna sobre París. Algún ocho de noviembre recordaba aquel día de ahí, nada podrá contigo. Por eso, día iré a verla, y te veré a ti, seguro, en esa lluvia que se marchó y aquella picazón en la ahora que sé que van a volver mis vieja Europa tuya. No te preocupes. En espalda. Y la lluvia que bañaba cada calle días de gloria, quiero estar preparacuanto ahorre un poco. Y será fácil, porque donde vivió, en Hell's Kitchen, en East do. Ya no me meto con el demovoy a ser rico de nuevo. Ya lo verás. Harlem, en el más inhóspito cuchitril del nio, ¿sabes? -y su boca se retorcía Siete dólares al día pagaba Marvin graBronx. La lluvia le hacía recordar. Pero hoy levemente hacia la derecha con ese cias a su acreditación de beneficiario del era un día de sol. Marvin estaba de buen mantra, ese susurro, «I ain't fucDHS (Department of Homeless Services). humor; su angulosa cara triste se había llekin' with the devil no mo'». Siete dólares que apenas escarbaba de su nado de curvas apuntando hacia su arruga-No fumo crack. No bebo. No da frente al verme amanecer en recepción. mísera pensión de indigente oficial. Marvin


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¿Qué sería de esto sin los pobres, los bagpeople, los hurones urbanos? Hay que mantener el folclore robo. No duermo en la calle. En la calle me ahorraría siete dólares al día, pero no podría cuidar mi aspecto, ya lo ves, y en Detroit me están preparando esa maqueta. Voy a ser el viejo beat negro más moderno de todo Manhattan. ¡Cómete el corazón, Allen Ginsberg! Mi sobrino tiene buena cabeza para los negocios,

¿sabes? Vamos a crear un nuevo estilo. Tú puedes venirte si quieres. Volveremos al White House, al Sin-e, a las cuevas llenas de humo del Village. Me importa una mierda la prohibición anti-tabaco. Cuando vuelva, todos fumarán y harán círculos en el aire al ritmo de mis palabras. Te lo digo yo. Y entre poema y poema, les tocaré un blues con mi vieja guitarra y llorarán de placer.

Y cuando me había dado media vuelta hacia la escalera para subir al oscuro pasillo y tomar posesión de mi propia habitación, pude ver con el rabillo del ojo cómo sacaba una vieja petaca plateada de un bolsillo y se la acercaba a la boca. No dije nada. Los viejos alcohólicos nunca mueren, como los viejos rockeros. Como los viejos beatniks de Bowery Street.


Cine

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MONTXO ARMENDARIZ

INTIMO

Y HUMANO Texto: Miguel Sanfeliú

Más de un cuarto de siglo después de “Tasio”, Montxo Armendáriz permanece fiel a sus ideales, un ejemplo poco común de integridad y compromiso. A pesar de ser uno de los principales y más respetados directores de nuestro cine, sigue manifestándose como lo que nunca dejó de ser: el mismo niño de Olleta fascinado por la belleza mágica e inexplicable del celuloide.


Armendáriz, durante un rodaje. Fotografía: José Luis López de Zubiría

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Montxo Armendáriz

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H

emos quedado en una cafetería del centro de Madrid. Llego antes que él y decido esperarle en una mesa estratégicamente situada frente a un amplio ventanal por el que le veré llegar de un momento a otro. He pedido un café y encendido un cigarrillo. Sobre la mesa están ahora los folios donde descansan todas mis preguntas. Armendáriz es dueño de un cine intimista, centrado en aquello que engrandece al ser humano. Su mirada analítica se queda con el personaje principal de la historia como si pretendiera meterse en su cabeza. Le interesa el personaje por encima de todo y el resto de la trama sólo tiene significado por el modo en que a éste le afecta. Mientras le espero, reparo en el hecho de que hoy seré yo quien haga ese trabajo, quien ahonde en su forma de ver las cosas. Entonces le veo llegar. Avanza a paso ligero, erguido a pesar del frío que hace que la mayoría de la gente camine un poco encogida. Al entrar, me busca con la mirada. Le hago una seña, sonríe y se acerca a mí con cordialidad.

Me gustaría comenzar esta entrevista pidiéndote que nos contaras algo acerca de tu infancia. ¿Cuándo y cómo se produce tu primer encuentro con el cine? Fue hacia 1953, cuando tenía unos cuatro años. Entonces yo no sabía lo que era el cine. Vivía en Olleta, un pequeño pueblo situado en la zona media de Navarra, y en esos años acababan de instalar la luz eléctrica, no había carreteras, ni coches y mucho menos cine. En el verano solía ir de vacaciones al pueblo de mi madre, Peralta. Allí, un día, un primo me llevó al cine. Recuerdo una sala enorme, repleta de público. Las luces se apagaron y, ante mi asombro, comenzó a

salir gente en una pared que tenía delante. Me quedé paralizado, porque pensaba que aquellas personas me hablaban a mí. Una de ellas, una mujer rubia, cogió una cajita de una cómoda y se la dio a alguien, pero yo interpreté que me la daba a mí y, completamente azorado, extendí la mano para cogerla. Lo que agarré fue el cardado de la señora que tenía delante. Se volvió y comenzó a gritarme. Yo corrí fuera del cine, avergonzado, asustado. Mi primo salió detrás y trató de convencerme para que entrara de nuevo. Pero no lo consiguió. No volví a pisar una sala de cine hasta pasados los 6 años, cuando mi familia se trasladó a vivir a Pamplona. Eres guionista de todos tus films, lo cual da una idea exacta de lo personal de tus proyectos. Todo se inicia con la necesidad de contar una historia. ¿Te considerarías escritor antes que director? ¿Piensas en el público o en aspectos de la filmación mientras escribes o eso te lo planteas después? No, no me considero escritor, porque los escritores utilizan como soporte narrativo la palabra, mientras que los directores utilizamos la imagen. Es cierto que partimos de un guión, de un texto escrito, pero éste no es una obra literaria en sí (aunque hace tiempo que está de moda publicarlos), sino un elemento de trabajo para realizar la película. En un guión no se valora su calidad literaria, sino su efectividad dramática, sus recursos cinematográficos para convertirse en una historia visual. Considero que un director escribe con la cámara. Haciendo un paralelismo, podríamos decir que la cámara es el lápiz, la pluma, mientras que la pantalla sería el folio en blanco. Y aunque el guión es muy importante, es un elemento dinámico, en transformación, que no queda con-

“Uno aprende de todo el cine que ve, incluso del que no le gusta” “No me gusta que las películas aporten soluciones, limitan la participación del espectador”


Fotografía: José Luis López de Zubiría

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cluido hasta que la película está terminada. El mejor guión es aquél que “desaparece” en la película, aquél que no se nota que existe cuando vemos su resultado proyectado en una pantalla. No suelo pensar de forma deliberada en el público o en los aspectos técnicos de la película mientras escribo el guión. Aunque ambos están presentes en el inconsciente y condicionan su escritura. Porque las películas las hago para compartirlas con el público, para que las vea la mayor cantidad de gente posible, lo cual determina también la amortización y rentabilidad del producto. Y esto a veces complica las cosas, al tener que buscar un equilibrio entre lo que uno desea y las exigencias de un mercado cada vez más excluyente con un determinado tipo de cine. Normalmente hay un detalle, tal vez insignificante, que dispara la imaginación del escritor o del cineasta: una frase, una noticia en la prensa, el pasaje de un libro... ¿Qué es aquello que puede hacer que, de

pronto, sientas la necesidad de iniciar un nuevo proyecto? No lo sé. Y prefiero que sea así. Si lo supiera se perdería la magia, el misterio. La mayoría de las veces surge de improviso, sin buscarlo. Por eso uno debe estar siempre atento, abierto a recibir ese leitmotiv que dispara la necesidad de construir una historia a partir de ese detalle. Recuerdo que Las cartas de Alou surgió al ver la imagen de un senegalés en un bar de Pamplona, vendiendo bisutería. Todos los días pasaba con su caja, ofreciendo su mercancía, mientras repetía “bonito, bonito… barato, barato”. La mirada de este africano me atrapó. Y decidí construir una historia desde sus ojos, desde su mirada de inmigrante. En este caso, afortunadamente, se materializó en una película. Pero no siempre ocurre así. Hay veces que empiezas a trabajar en un guión a partir de una idea y, o no encuentras el camino adecuado y lo dejas, o una vez terminado no puedes sacar el proyecto adelante. Tus personajes se caracterizan por mantener una actitud rebelde frente a lo que les

rodea. Tasio elige ser libre y no dejarse explotar. Alou se rebela también ante las injusticias. Carlos, el protagonista de “Historias del Kronen”, mantiene una actitud distante con la realidad, tal vez con la intención de que ésta no le lastime. Javi, el niño de “Secretos del corazón”, está dispuesto a indagar en su entorno pese a las trabas que pueda encontrar en el camino. Lucía, en “Silencio roto”, sobrevive en un entorno hostil... ¿Dirías que eres un humanista? ¿Crees que el ser humano debe tener una actitud de resistencia ante la sociedad? No me gustan las generalizaciones, porque tienden a reducir aquello que se analiza. Un amigo suele decir que no hacemos el cine que nos gustaría hacer, sino el que podemos y sabemos. Y creo que su afirmación encierra una gran verdad. Cada uno somos fruto de una época, de una cultura. Y este bagaje personal marca nuestra forma de entender el cine y de contar historias. Yo crecí disfrutando de los clásicos, y el cine moderno me aportó una visión del mundo donde el ser humano -con sus virtudes, mediocrida-


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des y miserias- era la base de nuestra existencia. Quizá por eso, me atraen las historias que hablan de la condición humana, de las personas, de sus comportamientos, de su lucha por hacer que su vida y la de quienes le rodean sea un poco mejor. Y quizá por eso hago cine, porque quiero que las películas sirvan “para tender un puente entre los humanos”, como decía Jean Renoir. Este es mi entendimiento del cine, pero me gustan y disfruto con películas de otros compañeros cuyo planteamiento nada tiene que ver con el mío. Porque el buen cine es emoción, y no hay reglas para crearla. El final de “Tasio”, con ese brindis entre los dos eternos rivales, pone de manifiesto que hay cosas capaces de unirnos por encima del papel que se nos haya asignado socialmente. ¿Dirías que, desde entonces, lo que intentas en tu cine es definir esos valores que nos hacen humanos? Intento que mis películas muestren el comportamiento de unos personajes en unos momentos y en unas circunstancias determinadas. Y que el espectador saque sus propias conclusiones. No me gusta que las películas aporten soluciones, porque limitan la participación del espectador. Prefiero sugerir que explicitar. En este sentido, yo entiendo el brindis de Tasio como un gesto amistoso hacia el guarda -su rival- en un momento concreto, la boda de su hija. Es un comportamiento que está dentro del carácter del personaje, de su concepción de la vida, de su forma de actuar. Un simple acto del que no vemos sus consecuencias directas (después de esta escena sólo veremos a Tasio en la carbonera), por lo que no sabemos si es determinante o no en la vida del personaje. Y ha habido interpretaciones muy dispares: algu-

Corredor de fondo Su carrera en el cine comienza a principios de los ochenta: realiza algunos cortos y en 1984 rueda su primera película, “Tasio”, producida por Elías Querejeta, por la que recibe importantes premios. A ésa suceden “27 Horas”, “Las cartas de Alou” e “Historias del Kronen”, ésta última basada en la novela de José Ángel Mañas: la historia de unos jóvenes desencantados, erráticos, sin valores y viviendo al límite, árido retrato de una parte de la juventud de los noventa que supone un importante éxito de público. En 1997 dirige “Secretos del corazón”, indiscutible obra maestra que recibe el premio Ángel Azul en el Festival de Berlín, obtiene cuatro Goyas e incluso es nominada al Oscar a la Mejor Película Extranjera. Después ha estrenado “Silencio roto”, “Escenario móvil” y el que es, hasta el momento, su último film, “Obaba”, basado en el libro de Bernardo Atxaga. Actualmente trabaja en su próximo proyecto, “No tengas miedo”, donde describe la lucha de una mujer que intenta superar las secuelas de los abusos sexuales que sufrió en la infancia.

nos lo han visto como un gesto hacia la reconciliación, hacia el entendimiento de dos mundos enfrentados; otros como una claudicación de Tasio, que brinda con “la ley y el orden” y lanza el lazo al aire, como si ya no quisiera seguir cazando furtivamente. Ambas interpretaciones son posibles y pertenece a cada espectador sacar la suya. Para rodar “Las cartas de Alou” estuviste tres meses conviviendo con inmigrantes y teniendo conocimiento de primera mano sobre sus condiciones de vida y problemas, ¿cómo recuerdas esa experiencia? ¿Dirías que esta película ha ganado vigencia con el tiempo? En aquellos momentos -año 1989sabíamos muy poco


de los inmigrantes que empezaban a llegar a nuestro país. Casi todos vivían de forma ilegal y en unas condiciones inhumanas. Convivir con ellos y conocer sus vidas, sus ilusiones, sus frustraciones y penurias fue muy gratificante. Descubrí la generosidad de personas que apenas poseían nada y te ofrecían lo poco que tenían. Habían venido buscando una vida más digna y, cuando encontraban trabajo, la mayoría de las veces se los trataba como animales. Un letrero a la entrada de una discoteca -en una zona donde había un colectivo grande de inmigrantes-, decía textualmente: “Prohibida la entrada a negros y perros”. Quise denunciarlo, pero ellos me pidieron que no lo hiciera porque se quedarían sin trabajo. Fue una experiencia muy enriquecedora. Yo quería que la película reflejara esta realidad, que alertara del problema y se buscaran soluciones. Pero hubo gente, incluso periodistas, que dijeron que la realidad que mostraba la película era falsa, que en España no existía el racismo. A los pocos años, la avalancha de pateras y cayucos hizo que el fenómeno migratorio se agravase y, por desgracia, todavía seguimos sin solucionar el problema. Dos de tus películas, “Historias del Kronen” y “Obaba”, son adaptaciones directas de los libros de José Ángel Mañas y Bernardo Atxaga respectivamente. ¿Cómo fue la relación con ellos en el proceso de adaptación de sus obras? En los dos casos la relación fue estupenda, aunque diferente. José Ángel participó en la escritura del guión de “Historias del Kronen” y realizamos un trabajo conjunto. Su aportación fue muy valiosa. Conocía perfectamente los ambientes donde se mueven los jóvenes de la historia y, además, tenía un

Armendáriz, en el rodaje de ‘Secretos del corazón’. Fotografía: Teresa Isasi

Con Elías Querejeta, productor de ‘Tasio’. Fotografía: José Luis López Linares

“Lo peor que uno puede hacer es resistirse a los cambios, permanecer en el inmovilismo” “El mejor guión es aquél que ‘desaparece’ en la película, aquél que no se nota que existe”

oído y una facilidad asombrosa para reproducir las conversaciones que mantenían este tipo de jóvenes. Nos veíamos casi a diario. Por lo general, yo trazaba la estructura argumental de la película y él iba escribiendo los diálogos. Después revisábamos todo. Fue un trabajo rápido y efectivo. No tuvimos mucho tiempo para escribir el guión, porque estábamos en el mes de abril y queríamos rodar en verano. Guardo un recuerdo muy entrañable de aquellos días. Con Bernardo el proceso fue distinto. Ya nos conocíamos y habíamos hablado en diversas ocasiones de la posibilidad de adaptar Obabakoak. El libro me gustaba mucho, pero no encontraba la forma de trasladarlo a la pantalla. Sabía que para mantener el “espíritu” de Obabakoak (un texto postmoderno, de gran belleza literaria), debía buscar su equivalente visual. Y no me resultó fácil. Quería

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mantener ese hilo conductor, invisible, que une a los diferentes relatos en su intertextualidad: la soledad, el misterio de lo desconocido, la marginación… En la primavera de 2003, después de una comida con Bernardo, se me ocurrió un posible nexo de unión a través de un personaje que no aparece en los relatos -la joven estudiante de cine-, y que, en el fondo, es una síntesis del tío de Montevideo y de otros personajes que aparecen en el bloque de relatos “En busca de la última palabra”. Escribí un tratamiento argumental y se lo envié a Bernardo. Su respuesta fue de lo más generosa: junto a algunas palabras de elogio, me decía que él ya había escrito el libro y que la adaptación a otro lenguaje como el cine era algo que me pertenecía a mí y que lo dejaba en mis manos. ¿Cuáles son los cineastas que más admiras, aquellos a los que siempre tienes presente a la hora de realizar tu trabajo? Uno aprende de todo el cine que ve, incluso del que no le gusta. En este sentido, me considero deudor de todas las películas que he visto. De una forma u otra, supongo que han influido en mi entendimiento del cine y en la forma en que trato de realizarlo. No obstante, sí que hay directores cuyo trabajo me ha marcado de forma especial, como Rossellini, John Ford, Jean Renoir, Bergman, Truffaut o Mizoguchi. Y otros muchos que, como he dicho antes, me han hecho -y hacen- disfrutar con el buen cine: Fritz Lang, Murnau, Howard Hawks, Hitchcock, Berlanga, Orson Welles, Fellini, Erice, Tarkovsky, Jim Jarmusch, David Lynch, Kieslovski, Wong Kar-wai, Hnos. Dardenne, Haneke, Aki Kaurismaki, etc… Eres un cineasta clásico en el sentido de que tus rodajes tienen una factura artesa-

“Negar la utilidad de las nuevas tecnologías es negar la evidencia histórica” “Si no adaptamos nuestras historias a los nuevos formatos se extinguirá nuestra voz y, con ella, nuestra cultura

nal, un planteamiento meticuloso y alejado de efectismos. ¿Qué opinas de las nuevas tecnologías adaptadas al cine, del proceso de digitalización utilizado, por ejemplo, en un film como “Avatar”? ¿Crees que el cine está evolucionando de manera positiva? Negar la utilidad de las nuevas tecnologías es negar la evidencia histórica. Y despreciar su validez, es desaprovechar su capacidad creativa. Creo que los procesos de digitalización y las nuevas tecnologías deben estar al servicio de la creación audiovisual en su conjunto, tanto de quienes creamos los productos, como de quienes los distribuyen o consumen. Por desgracia podemos constatar que, en bastantes casos, los avances tecnológicos


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Con Javier Aguirresarobe, habitual colaborador del director. Fotografía: José Luis López de Zubiría

se convierten en un lastre que crea dependencia y sometimiento, en vez de servir para desarrollar nuestra capacidad creativa y abrir nuevos caminos de expresión audiovisual. Y en otros casos todavía es peor, porque se utilizan para manipular y controlar la propia creación audiovisual y sus mercados de distribución y exhibición. ¿Cuál es la última película española que has visto y te ha entusiasmado? Del último año me han gustado mucho “Los condenados” de Isaki Lacuesta y “Tres días con la familia” de Mar Coll. Y hace unos días tuve oportunidad de volver a ver “Arrebato” de Iván Zulueta, una de las películas españolas que más me fascina.

En tus películas, sueles adoptar la posición de un personaje y seguirlo durante toda su peripecia. Sin embargo, en “Obaba”, la última, esa mirada se bifurca, se fija en varios personajes, lo cual parece significar un cambio en tu planteamiento como realizador, ¿estás de acuerdo con esto? ¿Cómo ha cambiado el director Montxo Armendáriz desde “Tasio” a “Obaba”? El cine, como la sociedad, está en permanente evolución. Y lo peor que uno puede hacer es resistirse a los cambios, permanecer en el inmovilismo. En el año 84, cuando realizamos “Tasio”, la expansión tecnológica estaba comenzando y el postmodernismo acababa de iniciar sus pasos. En nuestros días, la globalización y

la tecnología digital están modificando a pasos agigantados nuestras vidas. Y el postmodernismo ha roto todos los moldes narrativos. Estos cambios, han abierto nuevas formas de producir y consumir las imágenes: videojuegos, móviles, internet, TV vía satélite, reproductores portátiles… Creo que éste es el gran reto de nuestro tiempo para quienes nos dedicamos al cine: adaptar nuestras historias a los nuevos formatos audiovisuales, generar ideas para los nuevos mercados. Porque si no lo hacemos se irá extinguiendo nuestra voz y, con ella, nuestra cultura.


, , Un tipo con antecedentes

, , Julian Rodriguez

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Texto: Natalia Zarco

• Fotos: Marta Zarco

A Julián Rodríguez se le relaciona con diversas actividades de agitación cultural como las de editor y escritor, campos en que ha perpetrado sus crímenes con éxito. Sobre estos y otros asuntos intentaremos esclarecer algo más en el transcurso de nuestra investigación.

C

omo escritor, es responsable de varios libros de narrativa, además de otros títulos como ‘Cultivos’ o ‘Unas vacaciones en la miseria de los demás’, que se agrupan en las llamadas ‘Piezas de resistencia’, a medio camino entre la ficción y el ensayo e incluso las memorias. El último, ‘Antecedentes’, se acaba de publicar en Mondadori. Como editor, dirige el sello independiente Periférica, con varios años de presencia en el tumultuoso mercado editorial. Al margen de la excelente crítica que han recibido tus textos, me gustaría saber cómo defiendes tus escritos, es decir, por sumarse a la moda de los neologismos, cómo defines tu literatura: ¿Narrador de la experiencia? ¿Literatura confesional? ¿Metaliteratura? ¿Es realmente posible la trasgresión hoy en día? Todo lo que he escrito hasta ahora, sí, nacía de mis propias experiencias, pero, como todo texto, transformadas hasta llegar al punto de la ficción. Es decir, para ser leídas como ficciones, para que el personaje Autor se disolviera en un yo más bien plural, a ratos, incluso generacional o de clase. En lo que escribo han influido tanto Agustín de Hipona como Marguerite Duras, las canciones de The Smiths como las “recercadas” para viola de Diego Ortiz. Imagino que como antaño sucedió a muchos otros aspirantes a escritores, de todos los tiempos. Las etiquetas, siempre, o se quedan cortas o se pasan, por decirlo coloquialmente. ¿El libro más triste que has leído?

Y el mejor, quizá: “El primer hombre”, de Albert Camus. ¿El más erótico? La idea de lo erótico va cambiando con los años. De adolescentes nos excita lo que luego nos parece o cursi o burdo, depende. Ahora mismo el más erótico me parece aquel cuya edición, más que su contenido, tiene que ver con el placer del tacto, de la vista, etcétera. Hay libros de poemas franceses o italianos o alemanes que te producen una verdadera sensación física de sensualidad -perdón por lo rimbombante de la expresión- al tenerlos en las manos. ¿El libro que menos te ha gustado? Muchos. ¿A qué escritora invitarías a cenar? Tengo varias amigas escritoras: a alguna de ellas. Si no, a Wislawa Szymborska. ¿Y escritor? Tengo también muchos amigos escritores que serían buena compañía para una cena. Pero por buscar más lejos: Terry Eagleton. ¿Quiénes son tus compañeros de viaje? Por intimidad, mi compañero de viaje desde niño ha sido mi hermano, el poeta Javier Rodríguez Marcos. Me siento afortunado por ello: crecer con él ha sido el mejor regalo que me han hecho... Creo, además, que compartimos una visión de la literatura similar. Y si he de citar los nombres de algunos narradores, nombraré sólo dos para que la lista no sea inacabable, dos escritores nacidos el mismo año que yo, 1968: Félix Romeo

e Ismael Grasa, a los que además quiero mucho también... Pero hay muchos otros, algunos de ellos publican ya en Periférica, otros traducen para nosotros, o colaboran, con algunos me encuentro a menudo... ¿Qué te hubiera gustado escribir y escribió otro autor? Muchísimos libros, pero por muchas razones “El primer hombre”. ¿Una editorial propia tal y como está el patio? ¿Cómo se te ocurrió montar Periférica? Lo decidí junto a mi socia, Paca Flores. Queríamos convertirnos en "lectores" que intervienen en todo el proceso que se desarrolla desde la escritura hasta la lectura. Creíamos, además que había muchos textos de interés, buena parte de ellos procedentes de América Latina y de otras lenguas, que no tenían edición aquí... Publicamos tanto autores clásicos como contemporáneos ya "contrastados" y jóvenes valores internacionales, con un interés especial por la literatura latinoamericana de calidad, y queríamos una puesta en escena, en papel, que señalara a los lectores que también los autores del presente que hemos seleccionado merecen un tratamiento a la altura de los clásicos. ¿Cómo lucha David contra Goliat? O mejor dicho, ¿realmente lucha David contra Goliat o cada uno va a lo suyo? A pesar de algunas visiones agoreras, nosotros nacemos en una época donde podemos ser editores sin ser ricos. Esto puede parecer una tontería o una simpleza, pero no lo es. Basta reflexionar un poco en ello o

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Julián Rodríguez

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mirar hacia atrás… Por otra parte, hemos llegado a un momento de aparente saturación pero también de normalización respecto a modelos editoriales vecinos; es decir, existen gigantescos grupos editoriales por una parte, grandes y medianas editoriales independientes, y, por último, pequeñas editoriales. Este sector es el que antes no existía, o apenas existía. Los tres sectores mantienen a la vez líneas, digamos, de consumo y líneas literarias. Todos publican buenos, regulares y malos libros. Pero, curiosamente, son las pequeñas editoriales las que menos libros malos publican. ¿Por qué? Porque su programación es tan corta que pueden elegir sólo lo mejor, lo más interesante, y porque su prestigio, aún en vías de consolidación, se fundamenta en la calidad constante. Todo el mundo sabe que una editorial es el peor de los negocios, pero uno de los más apasionantes. Los márgenes de ganancia son ridículos comparados con otro tipo de empresas. Dicho esto, Periférica, que nació hace ahora casi cuatro años, se autofinancia desde hace uno. ¿Se puede editar desde la periferia o hay que estar en la capital por fuerza? Lo elegimos desde nuestro lugar de trabajo, Cáceres, desde esa periferia, pero también teniendo en cuenta el tipo de libros que queríamos publicar: alejados del mainstream. La idea de periferia o periférico está ligada también a lo excéntrico, es decir, a lo que está fuera del centro y, jugando con su otro sentido, puede ser, incluso, raro para algunos. Sciascia reflexionó alguna vez a propósito de Sicilia sobre esto: periférico como autónomo, es decir, como dueño de su propio destino, “sea grandeza o miseria”, pues no necesita “pasar por el centro, sino que se lo inventa”.

,, Las etiquetas, siempre, o se quedan cortas o se pasan, por decirlo ,, coloquialmente ,, El erotismo va cambiando. Al principio nos excita lo que luego nos parece ,, o cursi o burdo Él pensaba en la historia, pero también en algunos autores sicilianos, autores que, precisamente, nos interesan mucho en Periférica. Alguien nos dijo recientemente que la palabra, el nombre de la editorial, Periférica, le sugería otra palabra: independencia. Quizá sí. Aunque, ¿independencia de qué? Conocemos buenos sellos editoriales que pertenecen a grandes grupos, y que publican excelente literatura, o literatura a secas, sin pensar en la cuenta de resultados. Al menos sus directores literarios. En realidad, todos, de un modo u otro, dependemos de alguien: de nuestros banqueros, lectores, distribuidores, libreros, críticos… La única independencia está en tratar de elegir siempre qué vas a editar sin pensar en ellos. La independencia, como decía Giulio Einaudi hace décadas en aquellas magníficas conversaciones publicadas, está en no hablar del mercado, en no pensar en él cuando se traza la programación de cada curso. ¿Hay algo que te hubiese gustado editar pero otro lo hizo antes que tú? La poesía de Juan Antonio González Iglesias o José Luis Piquero, por citar ahora a dos poetas españoles, todavía jóvenes, que me interesan mucho.

Se te relaciona con otra banda muy implicada en asuntos culturales y editoriales: Contexto. ¿Hay que aliarse para vencer? ¿O para hacerse ver? Contexto nació de la iniciativa de siete jóvenes editoriales que cuidan sus catálogos y todo el proceso de edición de sus títulos: Libros del Asteroide, Barataria, Global Rhythm, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso, con el objetivo de promover conjuntamente nuestros catálogos y desarrollar, a través de muy diversas iniciativas, otros proyectos relacionados con el mundo editorial. Por suerte, esta unión enseguida dio muy buenos frutos, ratificados con la concesión a todas ellas, por el proyecto conjunto y por su tarea a título individual, del Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial 2008. O, por decirlo con palabras del jurado del premio, “por su irrupción innovadora en el panorama editorial, que desde la iniciativa individual y desde distintos puntos de España ha sabido vincular edición, distribución y librería en torno al proyecto Contexto”. La pretensión es funcionar como un grupo editorial, es decir, con planteamientos editoriales diferentes, pero con muchas acciones en común: eso nos permite ahorrar por un lado, y, por otro, ser más fuertes a la


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hora de proyectar en común, de negociar, de promocionar, de defendernos, en fin, contra las sucesivas crisis, como la actual. Además, esta asociación se ha revelado como una buena idea de cara a la difusión en el mercado exterior, lo que complementa el esfuerzo en el mercado interior.

,, ,, Este libro fue un laboratorio “Antecedentes” ya estaba escrito, hace diez años... Pero un libro también es el prólogo y la nota del autor: todo tiene la misma importancia, la misma relevancia al fin, no cabe duda. Escribí el prólogo sabiendo que el libro saldría en enero de 2010. El acuerdo lo había cerrado Claudio López de Lamadrid dos años antes cuando firmamos el contrato de “Cultivos”: ya entonces tenía yo la idea de recuperar, como uno solo, como siempre pensé, aquellos dos libros primeros: “Mujeres, manzanas” y “Nevada”. Algunos meses después escribí el prólogo por esa frase: “Este libro fue un laboratorio”. Quería decir con ella que todo era entonces (en realidad como ahora) ensayar, probar, tratar de combinar la memoria y la ficción, la realidad y lo intuido, buscando una fórmula nueva, quizá con cierta ambición, aunque también con humildad. Buscando una fórmula nueva quiere decir “una fórmula mía”, para mí, que permitiera que mi voz literaria -perdón por lo grandilocuente-

sonara a voz real y no impostada; que el narrador o la narradora o los narradores construyeran sus relatos sobre una piedra angular llamada verdad y asentada en la verdad, entendiendo esta palabra en todos sus significados. “Este libro fue un laboratorio” quiere decir que era el tiempo del aprendizaje, de los primeros pasos, de salir de casa y comenzar a andar solo. Ya no era un jovencito: tenía treinta años, aquellos textos los había escrito entre 1997 y 2000, no tenía la excusa de la tardo-adolescencia, de la primera juventud. Como habría dicho Camus: ya tenía que saber perdonarme mis propios errores, después de aprender de ellos. No sé si aprendí lo suficiente, pero ahora que se cumplen diez años puedo decir que he sido afortunado al tener los editores que he tenido, los lectores que he tenido, los críticos que he tenido, los libreros que he tenido, los amigos que he conocido a partir de la publicación de mis libros. Qué más podría pedir.

Hablemos del futuro, ¿crees que seguirán existiendo editores independientes con el libro electrónico? Creemos que la librería es el espacio de intermediación ideal entre el editor y el lector. Somos fans totales de las librerías: tanto en Periférica como en Contexto. Y muchos de nuestros mejores amigos son libreros... Hemos aprendido a amar los libros en las librerías y bibliotecas... Y amamos también, cómo no, el libro en papel, aunque también sabemos (como reza el “Manifiesto de Contexto”) que los libros ya no son sólo papel, cola, hilo… Que los libros viven más allá de su formato. Incluso en los nuevos medios, en las nuevas tecnologías, en las nuevas redes sociales. Y no podemos, ni queremos, ignorar todo eso: son una herramienta más en la difusión de nuestros libros, de nuestras propuestas. ¿Tus próximas apuestas editoriales? Un nuevo libro de Elizabeth Smart, una nueva edición de “Los pichiciegos” de Fogwill, y tres sorpresas de alta calidad: un joven autor boliviano, un joven autor italiano y la recuperación de una autora alemana impresionante, realmente impresionante, nunca antes traducida al español. Este año es muy importante para Periférica. Cumplimos cuatro y estamos preparándonos ya para celebrar el quinto, que es, claro, muy simbólico.

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Texto: Hugo Izarra

• Fotos: Mar Cuervo

Su obra se ha expuesto en Seúl, Las Vegas, San Francisco, Nueva York, Nottingham o Cardiff. Ha trabajado con artistas de la talla de Peter Beard, Phil Poynter o Miguel Oriola, para las Galerías Martin Lawrence de San Francisco, para la BBC en Londres, y también en distintas ciudades de Estados Unidos, México y el Sur de Italia. Ahora vive en Madrid, quién sabe dónde estará mañana


Mar Cuervo

Fotografía

os conocimos siendo adolescentes. Crecimos en una ciudad gris, en un colegio aún más gris, donde todo atisbo de genio, unicidad o talento era sacrificado, censurado y enterrado en pos de las grandes virtudes católicas universales: disciplina, sacrificio y mansedumbre. Por fortuna, el barro impermeable del que está hecha esta coruñesa de 29 años pudo resistir las embestidas del gremio clerical y, con el tiempo, logró mucho más de lo que nunca podría haber soñado: ser una fotógrafa de prestigio internacional. Cuando echas la vista atrás, ¿no te dan ganas de volver al colegio y reírte de todas las personas que no supieron apreciar tu talento cuando eras joven? No volvería allí ni con ganas de tomarme la revancha. No volvería al colegio por nada del mundo. Ya perdí bastante tiempo en aquel lugar.

Conservo algunos recuerdos de aquella etapa. De las clases de griego clásico, por ejemplo, en las que teníamos que sufrir humillaciones diarias. Si en aquel momento te hubiesen dicho que llegarías tan lejos, ¿te lo habrías creído? No creo haber llegado lejos. Recuerdo las humillaciones, pero, a pesar de todo lo que nos hacían pensar, creo que me ayudó saber con total certeza que eran unos completos subnormales y que mi vida, aunque llegase a ser como ellos predecían, siempre sería mejor que la suya. Cuéntame, ¿qué hiciste cuando saliste de allí? Básicamente, empecé a ser yo misma. Sólo recuerdo mi primer año de carrera, fue el primer verano desde los 12 años en que aprobé todas y pude ir a la playa y a Londres. Con eso te digo casi todo. Desde entonces he hecho casi de todo: pegar berridos en un escenario, hacerme abste-

mia, dejarlo, viajar, currar en un bar en el SoHo donde la única blanca era yo, agujerearme la napia en el cuarto de baño de mis padres, no salir de casa en mil días, descongelar sangre para que pintase Peter Beard, pasarme horas delante del ordenador, acosar a Mike Patton por las calles de San Francisco, ver a Josh Homme en la puerta de mi trabajo, conocer a Wanda Jackson… Lo que se dice una vida de lo más normal. Y ahora vives en Madrid. ¿Vigo se te hace pequeño para crear? Así es, me volví hace unos meses de Francia. Adoro Vigo… -Vigo rocks!- pero llevo tanto tiempo fuera que no sé cómo sería volver a vivir allí. Con tu fotografía has logrado crear un lenguaje muy particular, ¿quién dirías que te ha influido más a la hora de crear? Siempre mis amigas y amigos. He aprendido mucho de distintas personas. Durante


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un tiempo, Miguel Oriola, porque tuve la suerte de tenerlo cerca. También Peter Beard, por haber trabajado con él. Otras veces ayudó pensar en un diario. Me influyen las historias que cuentan diversos artistas más que su estética. Nan Goldin, Louise Bourgeois, Richard Kern, Wolfgang Tillmans, Bill Viola…

Acabas de empezar, como quien dice, y ya llevas a tus espaldas un buen número de exposiciones internacionales, becas y distinciones. ¿Cuál es tu secreto? No tengo secreto. No hay suerte tampoco. Soy muy pesada y muy cabezota… Me gusta simplemente hacer que las cosas sucedan. Creo que, si hay una técnica, ésa es la mía.

¿Qué buscas en tus composiciones? “Build your present”, por ejemplo, es una serie eminentemente geométrica, donde color y forma acaparan todo el protagonismo, pero tu imaginario no se queda ahí. Siempre que cojo la cámara lo hago buscando diversión o consuelo. La mayor parte de las veces se da esta dualidad. En esta serie en concreto me invadía un espíritu de silencio y reflexión bastante introspectivo, muy diferente del de mis otras fotos, en las que, por lo general, las mujeres son las protagonistas. Ese vacío humano en las fotos es lo que las guía.

También has trabajado con grandes nombres de la fotografía, ¿no consideras eso una suerte? Ya te digo que no hay suerte que valga. Soy más pesada que una vaca en brazos. Dedico muchas horas a intentar que pasen las cosas y a estar en positivo para que cuando lleguen haya energía dentro para saber aprovecharlas. También, una vez más, debo dar gracias a mis amigos porque son los que me hacen creer y estar fuerte. ¿Hay algo de lo que te sientas especialmente orgullosa?


Sí, de haber podido llevar a cabo proyectos y de no haber hecho caso a las monjas que me decían a golpe de octubre que mejor que me fuese a casa y pensase en repetir el curso… ¡En octubre! Todavía conservo sus anotaciones en aquellos boletines de notas que nos daban. Esa sí que es la clave de un éxito, ¡no lo consiguieron! Puede que sea pronto para decirlo, pero dime, ¿hacia dónde se dirige tu obra ahora? ¿Eres consciente de tu propia evolución? No soy consciente de ninguna evolución, tan solo de la recesión. Pero si para algún

lado voy, definitivamente, será por el mismo camino por el que fue Hugh Hefner: quisiera rodearme el resto de mi vida de mujeres y que ellas fuesen siempre las protagonistas de mi obra. Ellas son las que controlan mi mundo, plásticamente hablando. ¿Qué será lo siguiente que hagas? ¿Qué te traes entre manos ahora mismo? Tengo unos cuantos proyectos que quisiera llevar a cabo. Ahora mismo estoy con una serie de retratos de las familias que están iniciando mis amigas. Nos hacemos mayores… ¡Hacemos hijos! Creo que es parte de

la evolución de las fotos que llevo haciendo de ellas desde hace años. También pienso mucho en los denominados Flyover Status, esos estados de paso, olvidados entre las dos costas de Norteamérica. Quiero fotografiar ese modo de vida. Viví un tiempo en California y Nueva York, pero cuando estuve en Tennesee se me abrieron los ojos como platos [Allí viví la muerte de Jacko, por cierto. En la Greyhound Station de Memphis, nada menos] Ahora que lo mencionas, en tu última exposición hasta la fecha, “Al lado del olvido”,


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fruto de tu experiencia en México y el sur de los EEUU hace dos años, prima ante todo el contraste entre los rostros que retratas y el color tan vivo de sus naturalezas. ¿Nunca has probado a buscar la intensidad en el blanco y negro, como Robert Frank? Nunca podría ser tan buena como Robert Frank. Recuerdo la expo que se hizo en el centro Conde Duque. No, definitivamente si lo intentase serían una caca. Creo que cada uno tiene que darle duro a aquello en lo que tiene mano y olvidarse de querer parecerse a otros, si no acaba todo siendo un igual.

De toda tu experiencia internacional, ¿con qué recuerdo te quedarías? Con una noche en la azotea de un hostal perdido en el desierto de México. ¿Qué hace especial aquella noche, aparte de lo evidente? Pues litros de mezcal, un extra de películas de Los Angeles, mi amigo, el escritor Joel Laarman, perros aullando en la terraza de al lado y las estrellas más cerca que nunca.



Texto: Jordi Corominas i Juli谩n

En 1980, John Lennon muri贸 asesinado y ascendi贸 a los altares de la santidad. Sus pecados anteriores quedaron enterrados con su cuerpo. Se le recuerda como defensor de la paz y genio musical. Los estereotipos siempre ocultan tormentos y partes oscuras que conviene estudiar si queremos ser justos con la verdad.


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De regreso de la India, borracho, Lennon confesó a Cinthya todas sus infidelidades

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a historia canónica del chico de Woolton cita dos años de locura durante el primer lustro de los setenta, bienio conocido como The Lost Weekend por borracheras, desmanes y una falsa desmotivación que no fue tal. Hubo tiempos peores. La ruptura de The Beatles en la historiografía dedicada al cuarteto de Liverpool está mal estudiada y aún falta un texto que enmarque los hechos con precisión científica. A lo largo de estas páginas intentaremos entender cómo su primer líder se hundió entre 1968 y 1970. Precipitó los acontecimientos acompañado de una famosa japonesa. ¿La culpa es de Yoko Ono? La artista nipona activó resortes, pero los adultos somos responsables de nuestros actos.

Sexy sadie, what have you done: un hombre a la deriva El 12 de abril de 1968 John Lennon regresó a Londres acompañado de su mujer Cynthia, George Harrison, Pattie Boyd y el chiflado griego Alex Mardas, quien les convenció de que el Maharishi utilizaba su posición en el ashram de Rishikesh, donde llevaban dos meses en un curso de meditación trascendental, para obtener favores sexuales de las alumnas. El colapso de la paz afectó a Lennon. Durante el viaje se emborrachó y confesó a su esposa todas sus infidelidades. La rubia sumisa respiró aliviada y dejó pasar la tormenta creyendo que la retahíla de nombres era un retorno a la antigua confianza. Se equivocaba. El principio del fin asomaba por la ventanilla del avión. Las cosas se calmaron durante un mes en la casa de Kenwood. John se drogaba como siempre y consumía televisión, atontado. Faltaba poco para un viaje a Nueva York

Foto realizada durante la sesión para la portada del LP Abbey Road, 8 de agosto de 1969. con Paul para promocionar Apple, el sello multidisciplinar de The Beatles con el que pretendían fundar una especie de Comunismo occidental: cualquier persona con inquietudes tendría la posibilidad de publicar sus creaciones. La visita estadounidense fue como la seda. Ambos socios se compenetraron a las mil maravillas. La única diferencia entre ambos fue el naciente amor que el bajista sentía por la fotógrafa Linda Eastman. Lennon observó, camino del aeropuerto, como su compañero cogía la mano de la estadounidense. Se alegraba y padecía porque su existencia iba por otros derroteros.

Su ardor compositivo había cedido y, a diferencia de los inicios, ya no llevaba con firmeza el timón de la nave Fab Four. Paul era adicto al trabajo y se organizaba mejor: tenía siempre las ideas claras. Sin embargo, quedaban dos consuelos: Sus cócteles de pastillas y Yoko Ono, quien le mandaba cada dos por tres misteriosas notas que acrecentaban su curiosidad y le empujaban, sin saberlo, hacia un renacimiento cargado de dolor. El dúo estelar de la música pop aterrizó en Heathrow el 16 de mayo. Dos días después Lennon convocó al grupo en la sede de Apple. Les iba a anunciar un mensaje de


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Justo antes de empezar a grabar de Abbey Road, John tuvo un accidente en Escocia suma importancia: era Jesucristo. Los demás, hastiados por sus excentricidades, escucharon y callaron. No podían intuir que esa reunión era la última que iban a tener como verdadera unidad. El 19 de mayo, John estaba solo en su mansión. Había mandado a Cynthia de vacaciones y se aburría como una ostra. Llamó a la japonesa, le pagó el taxi y la invitó a entrar. Le enseño varias cintas con sus grabaciones y decidieron registrar una que fuera sólo suya, publicada posteriormente bajo el título, menos famoso que la portada, “Two Virgins”. Transcurrió la noche, hicieron el amor al amanecer y al día siguiente Cynthia llegó y se encontró a su marido y a la extraña inquilina enfundados en sendas batas blancas. Love is free, free is love. Se inauguraba una historia de amor que liberaría a Lennon de muchas trabas y le sumiría en peligrosas adicciones con las que intentó superar la agonía de estar más que nunca ante los focos de la opinión pública mientras sonaban campanas de boda y su vieja banda se disolvía en pleno esplendor creativo.

The White Album y la anulación del individuo: John Lennon se transforma en John and Yoko, y viceversa El 30 de mayo la rutina volvió a Abbey Road con el inicio de las sesiones de grabación del álbum blanco, doble LP para el que Lennon llegaba preparado con más de quince nuevas composiciones y otro hallazgo más anómalo. El estudio 2 ya no era el dominio infranqueable de cuatro hombres y su productor George Martin. Yoko irrumpió para quedarse. Los chicos se consternaron. Paul intentó ser diplomático, pero George y Ringo

Diciembre de 1969, John Lennon y Yoko Ono activistas contra la guerra.

se lo tomaron mucho peor, sobre todo cuando entendieron que la pareja de su compañero emitía opiniones sobre cómo tocaban los temas arguyendo que al conocer bien la música clásica tenía mayor capacidad auditiva para entender cuando un instrumento sonaba mal. Es increíble pensar lo fuerte que era la unión de The Beatles. Aguantaron eso y hasta dejaron que la japonesa participara en tres temas: “Revolution 9”, “The continuing story of Bungalow Bill” y “Birthday”. Asimismo, Paul fue generoso y les dio todo su apoyo, dejando que vivieran en su casa de Cavendish Avenue hasta que se colapsó viendo la pasividad de los enamorados, quienes devoraban televisión y se drogaban a mansalva. Aún así, estuvo con ellos la noche del 18 de junio, cuando todo el conjunto asistió a la representación teatral de los antiguos libros humorísticos de John en el Old Vic Theatre. La prensa obtuvo la carnaza deseada. Por aquel entonces, los prejuicios racistas eran numerosos en el Reino Unido. La bomba estalló y fue incontrolable. Las fans se volvieron histéricas. Los rotativos se frotaron las manos. El infierno puede que sea eso y la heroína. Las tensiones entre los integrantes del cuarteto se incrementaron de la noche a la mañana. El trabajo se volvió un suplicio, con continuos enfrentamientos causados por el inusual comportamiento de John, celoso por otro éxito de Paul con “Hey Jude”, que relegó a “Revolution” a la cara B del primer single del sello Apple, y la independencia que mostraba su principal partenaire artístico, obstinado en dirigir a sus

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amigos para salvar lo que George Martin, frase que sólo podía emitir un antiguo teniente de la RAF, definió como “excesiva indisciplina mental”. Ringo abandonó el grupo el 20 de agosto tras una estúpida discusión por el relleno de un tom-tom. A su regreso halló su batería ornada con flores. Las aguas se calmaron hasta el 9 de octubre, vigésimo octavo cumpleaños de Lennon, cuando la atmósfera se hizo irrespirable al grabar McCartney el tema “Why Don’t We Do It In The Road” sólo con la ayuda de Starr. Era una composición muy del gusto de John y ello provocó su ira, como si su otrora hermano lo hubiese dejado de lado. En realidad no hacía nada de eso. Había un plazo de entrega para el disco y tocaba meter toda la carne en el asador para completar la épica compilación de treinta canciones en las que, si se analiza la labor de cada Beatle, John fue avaro para con los demás al no tocar en varios temas de George Harrison y desdeñar algunos esfuerzos de McCartney, como sucedió con la controvertida, porque para gustos los colores, “Ob-la di, ob-la da”, donde no obstante contribuyó con el alegre piano de apertura.

Drogas, divorcios, peleas y descomposición. La armonía retornó durante veinticuatro heroicas horas entre el 15 y el 16 de octubre, cuando, junto a Paul y George Martin, montó las cuatro caras del álbum blanco. Dos jornadas más tarde fue detenido junto a Yoko Ono en Montagu Square, calle en la que Ringo les dejó una casa para que convivieran. La intervención policial, de la que habían sido advertidos con anterioridad, precipitó el aborto de Yoko y la obtención de la custodia de Julian Lennon por parte de Cynthia, pues

Yoko, fiel a su hábito, asistió a las sesiones en una cama que trajeron desde Harrod’s

Toda ruptura tiene un preludio. En el caso de los Beatles fue la muerte de Brian Epstein

John admitió el adulterio. El juicio por posesión ilícita de resina de cannabis se saldó con una multa de 150 libras y el pago de 20 guineas por las costas del juicio. Mencionamos la sentencia porque será decisiva en el futuro norteamericano de Lennon, dado que el gobierno Nixon se basó en ella para negarle la carta verde de residente en Estados Unidos. Como pueden entender, las condiciones no eran las más propicias para emprender un nuevo proyecto Beatle. El álbum blanco se vendía como rosquillas, las críticas eran excelentes y había margen para descansar. El cúmulo de circunstancias era demasiado fuerte. A todas las ya mencionadas desgraciadas se unió, por conservadurismo e hipocresía de aquel tiempo histórico, la campaña de destrucción causada por la portada de “Two Virgins” con la inseparable pareja fotografiada tal como vino al mundo. Les llovieron los reproches y ellos, inasequibles al desaliento, siguieron consumiendo heroína. El 18 de diciembre aparecieron en el Royal Albert Hall, que seguía sin sus cuatro mil agujeros vaticinados en “A Day In The Life”, dentro de un gran saco blanco, acto inaugu-

ral de sus locuras que revolucionaron el planeta por su vanguardista actitud para pedir la paz, actividades que tuvieron su apogeo entre 1969 y 1970 con el bed-in, la canción “Give Peace A Chance” y el famoso cartel “War Is Over If You Want”.

Paul McCartney era incapaz de entender la palabra reposo Su vida eran The Beatles. Creía en el grupo y desde hacía un tiempo rabiaba por volver a pisar un escenario y demostrar al mundo que el cuarteto seguía siendo todo un espectáculo en directo. Algunos historiadores opinan que el gran error de los de Liverpool fue no anunciar el fin de las giras cuando dieron su último concierto el 29 de agosto de 1966 en el Candlestick Park de San Francisco porque mantuvieron la expectación de un retorno al estrés viajero, algo que el bajista aprovechó para convencer a sus amigos de volver a los orígenes, prescindir de arreglos de producción, apostar por la simplicidad y grabar un único concierto como colofón a un documental que se completaría con los ensayos previos al show. Ese proyecto, supuesta ruina de desentendimiento, se título “Get Back” y fue dirigido por Michael LindsayHogg, quien poco podía suponer que estaba asistiendo al desmoronamiento de uno de los mayores mitos del siglo XX. Del vuelve se pasó al déjalo estar. “Let it be”. Fueron sesiones muy productivas que dieron para un LP, publicado en 1970, y un sinfín de canciones que servirían tanto para Abbey Road como para los primeros trabajos en solitario de los integrantes de la banda. Las sesiones comenzaron el 2 de enero de 1969 en condiciones más bien poco agradecidas. The Beatles estaban acostum-


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And in the end the love you take is equal to the love you make?: Beatledammerung

John Lennon y Yoko Ono en Gibraltar, lugar en el que se casaron. brados a trabajar en horarios nocturnos y adaptarse a los madrugones y a las luces psicodélicas instaladas para el rodaje en Twickenham fue un íncubo incrementado por el comportamiento de John, acompañado de Yoko hasta para ir al baño. Varias fueron las gotas que colmaron el vaso. El 8 de enero George, crecido por un reciente viaje a EE.UU donde pasó varias semanas con Bob Dylan, y su antiguo ídolo de adolescencia llegaron a las manos; el 10, el guitarrista dejó el grupo víctima de la tensión, rematada por la actitud marimandona de McCartney, quien le decía cómo debía tocar su instrumento. El desbarajuste alcanzó cotas surrealistas cuando, el 13, John decidió que Yoko seria su portavoz. Al día

siguiente lo entrevistó la televisión canadiense y apenas podía balbucear por el efecto de la heroína. Palidez mortal, habla atropellada, pensamiento confuso. ¿Quieren más? El 18, Lennon declaró que Apple estaba a punto de quebrar. Paul pudo arreglarlo, pero el daño estaba hecho. Quedaba la música, donde Lennon apenas contribuyó con “Don’t Let me down”, obras menores como “I dig a pony” y viejas canciones de 1968 como “Across the Universe”, aunque el esfuerzo de ese turbulento enero dio sus frutos con la génesis de una de las composiciones más importantes e hipnóticas de la historia del grupo: “I want you”, completada meses más tarde durante las sesiones de Abbey Road.

Toda ruptura tiene un preludio. En el caso de The Beatles la muerte de Brian Epstein, acaecida el 27 de agosto de 1967, fue la mecha que prendió el fuego. Tras el éxito del Pepper los chicos se sentían los dioses de la contemporaneidad. Jugaron todo al rojo y creyeron que podían autogestionarse. Apple resultó ser una interesante iniciativa que descubrió artistas de relumbrón, pero se les fue de las manos, y su generosidad tuvo mucho que ver en el asunto. Sus amigos de toda la vida tomaron la sede de Savile Row n3 como una Babilonia en miniatura. Se acumularon facturas astronómicas hasta que entendieron que necesitaban un coordinador que pusiera orden. John eligió a Allen Klein, de quien Mick Jagger comentó que estaba bien si les gustaban ese tipo de cosas. El ex-manager de The Rolling Stones era un tipo rudo y hábil en los negocios que contrastaba con la opción elegida por Paul McCartney: Lee Eastman, padre de su novia Linda y futuro pilar de la fortuna económica que el compositor de Eleanor Rigby cimentaría a lo largo de las siguientes décadas. Lennon y Yoko se aliaron con el burdo norteamericano hasta desquiciar a Eastman en una reunión en el Hotel Claridge. Ringo y George estaban presentes y aceptaron a Klein, lo que no estaba dispuesto a hacer Paul. Aguantó hasta el 9 de mayo, día en que tuvo lugar una acalorada discusión, McCartney quería que el nuevo manager se llevara un porcentaje menor de representación, cerró la puerta al acuerdo colectivo. Esos no fueron los únicos problemas económicos. La actitud irreverente de John hizo que las acciones de Northern Songs se

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Una vez, persiguió a Paul hasta su casa y allí rompió uno de sus cuadros favoritos tambalearan en el parqué de la bolsa londinense. Sin avisar a nadie, Dick James vendió el 23% de sus acciones a Lew Grade, que, con éstas, sumaba el 35% del total, pues su conglomerado televisivo ya poseía un 12%. El magnate hizo una oferta para comprar el resto de la sociedad. The Beatles, esta vez bajo la dirección conjunta de Allen Klein, decidieron ir a por la mayoría de acciones. John y Paul tenían un 15% cada uno y los otros dos componentes del grupo tenían un 16%. Faltaba poco para obtener la mayoría de capital y casi alcanzaron un acuerdo con los representantes de un consorcio de la City que tenían en su haber el 14% de las acciones. En una de las reuniones Lennon perdió los nervios y gritó que estaba harto de que siempre le anduvieran jodiendo los mismos tíos de corbata sin mover el culo de sus poltronas. Esos señores cambiaron de bando y todo se fue al garete, desde un acuerdo para prolongar su compromiso creativo con Paul más allá de 1973 hasta la propiedad de Northern Songs y sus perlas en forma de canciones. La desbandada general podía salvarse. McCartney llamó a George Martin para pedirle si quería

producir con ellos un disco como los de antes, es decir, con una producción correcta y colaboración en equipo. Todos estaban de acuerdo y esa aventura terminó llamándose “Abbey Road”, LP donde se trabajó en buena sintonía salvo en determinados momentos. Justo antes de empezar las sesiones, John, que tenía el carné pero apenas sabía conducir, tuvo un accidente el primero de julio de 1969 mientras circulaba por Golspie, en el norte de Escocia. Se recuperó antes que Yoko, quien fiel a su hábito asistió a las horas de estudio sentada en una cama que hicieron transportar desde Harrod’s. Las crónicas dicen que ese verano fue tranquilo. Otros, entre ellos Geoff Emerick, dicen que The Beatles se comportaban con muchas ínfulas. ¿Qué grupo es capaz de realizar tres excelsas piezas de arte durante un año de crisis? Saben la respuesta, pero si “Abbey Road” es tan soberbio se debe en parte a su montaje, casi estropeado por el egocentrismo de Lennon. Algunos de sus ataques anti-McCartney incluían dividir las dos caras del LP para que no coincidieran sus canciones con las de su antiguo socio, líder del cuarteto e impulsor, junto a George Martin, de la espléndida cara B, suite sinfónica en la que nuestro protagonista participó

Renunció a Baronet por las guerras y por la bajada en las listas de “Cold Turkey” con una canción nueva, “Sun King”, y dos trozos recuperados del viaje a la India: “Mean Mister Mustard” y “Polythene Pam”. Tan grande era la tensión —recoge Ian MacDonald en su espléndido “Revolution in the head”— que, en una ocasión, Lennon persiguió a McCartney hasta su casa y rompió uno de sus cuadros favoritos que él mismo le había regalado. Las fotos del 23 de agosto de 1969, tres días después de terminar su colaboración, hablan por sí mismas. Las sonrisas escasean y todos evitan mirarse, lo que se traduciría en la ruptura definitiva del 20 de septiembre de 1969, cuando, tras actuar en Toronto con la Plastic Ono Band, John pidió el divorcio a Paul, mantenido en secreto hasta el diez de abril de 1970, cuando McCartney, harto del desdén de sus compañeros y del deliberado sabotaje por parte de Phil Spector en la producción de “The Long And Winding Road”, publicó su primer trabajo en solitario, que contenía en su interior una entrevista dirigida donde se anunciaba el fin de la mítica colaboración que transformó la historia de la cultura popular del siglo XX. Durante ese período, Lennon prosigue con su crisis, disimulada por su activismo y un mínimo brillo musical. Renunció a su título de Baronet del Imperio Británico por las guerras de Biafra, Nigeria y Vietnam y porque “Cold Turkey” había bajado en las listas, se cortó el pelo, fue elegido hombre de la década y personaje ridículo de 1969 y, finalmente, saldó su combate con la adicción y la inseguridad a través de un libro que le dio luz y le llevó a la terapia primal de Janov, elemento imprescindible para entender una obra tan sincera y carente de artificio como su John Lennon-Plastic Ono Band. The dream is over.


Laurie Lipton

Vislumbres

exquisitas Texto: Rebeca Yanke • Fotos: Melissa Williams

“En nuestra sociedad se habla tanto de la muerte como se hablaba de sexo en la época victoriana”. Tal vez por esta razón Laurie Lipton es dibujante y no poeta. Decir que en su obra la muerte está presente es poner de manifiesto la ausencia. Traducir esto en palabras no es sencillo. Verbalizar, en Laurie Lipton, es su regalo más fino; un acto de entrega.

‘Closed Circuit’. Lápiz y carboncillo sobre papel. 170 x 130 cm


Laurie Lipton

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‘Weapons of mass delusions’. Lápiz y carboncillo sobre papel. 130 x 86,5 cm

E

scribir sobre Laurie Lipton es en sí una paradoja, porque la artista piensa en imágenes; así sabe expresarse. Lo que provoca oscila entre el deseo y el pudor. Lipton no se contradice, pero sí genera contradicciones en quien observa sus obras. Hacerlo es como mirarse al espejo. Hasta Narciso, o sobre todo él, sabe que esto puede devolvernos horror. La aportación de Lipton es poderosa porque hay una rendija por la que se escapa cualquier temor, una ternura exquisita mano a mano con un jocoso sentido del humor.

Su cosmovisión tiene raíces en la subconsciencia. Allí donde la muerte sobrevuela. Del a posteriori que incumbe a todos, y de la que nada sabemos; ése es el espectro y el escenario liptoniano. Ella crea la muerte para nosotros. A veces parece más simpática de lo que uno se imagina. Otras veces se ríe de forma histérica. Así también se siente el espectador. En la era de las imágenes, en la palestra sobremoderna, esta dibujante de origen neoyorquino viene en blanco y negro, a lápiz y, cuando se le inquiere por sus maestros, nombra a Durero. Dice que comenzó a pintar a los cuatro años. Hace mucho que

‘Watching (with doors open)’ A la derecha, detalle. Lápi

“En la universidad aparqué algunas clases para aprender a dibujar por mi cuenta”


iz y carboncillo sobre papel. 133 x 204 cm

El voyeurismo de lo terrible

”En los años se-senta, una mujer llamada Kitty Genovese fue apuñalada hasta la muerte cerca de su apartamento en Nueva York por un hombre que la había seguido a casa. La historia se publicó en el New York Times y se convirtió en una parábola sobre la apatía de la América urbana. El titular del periódico era contundente: «Treinta y ocho testigos de asesinato no avisan a la policía». Más adelante se supo que los vecinos del bloque de apartamentos que vieron lo que estaba pasando no

llamaron a la policía ni interfirieron porque ninguno quería verse envuelto. Un hombre reconoció que tuvo que subir el volumen de su radio para no oír los gritos de la mujer. Aunque la historia me atormentaba, tardé décadas en ser capaz de reflejarla. La pieza la componen cinco dibujos, dispuestos de tal forma que al abrir el montaje se despliega un tríptico. Tiene puertas con bisagras. Quise que los bloques de viviendas rodeasen el suceso que

tiene lugar en el centro del panel. Si uno observa con atención, podrá explorar el espacio vital de todas esas personas: sus muebles e incluso el papel de sus paredes. Introduje una televisión sin emisión en cada habitación, porque la televisión requiere una contemplación pasiva. Nos ha condicionado, en cierta manera, a convertirnos en voyeurs aquiescentes de sucesos terribles”.


Laurie Lipton

Dibujo

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Voluntad de distanciarse Laurie Lipton vive en la civilización creadora y portadora de imágenes por antonomasia. La nuestra. Donde es tal la profusión que a veces puede dar la sensación de pérdida. Tanta imagen, sí, ¿pero dónde queda la imaginación? Walter Benjamin recogió en su libro “La obra de arte en la era de la reproducción mecánica” una cita del autor francés George Duhamel, que detestaba las películas, y dijo algo como lo que sigue: “Ya no puedo pensar lo que quiero pensar. Las imágenes movedizas han reemplazado a mis pensamientos”. Lipton es la esperanza de la imagen en el Tercer Milenio. Alguien que no se deja influir más que por lo que le apetece, alguien que es capaz de alejarse, ahora que todo el mundo quiere estar cerca de los demás, aunque sea virtualmente. “Yo pienso en imágenes. Por ejemplo, si leo un libro puedo verlo realmente, igual que una película, en mi cabeza. Cuando escucho música también veo imágenes. Cada sensación, cada pensamiento, se traduce en dibujos. Sabe Dios por qué sucede así. Creía que se trataba de algo normal hasta que mi madre me dijo que la mayoría de la gente piensa en palabras. Ésta es la razón por la que nunca he tenido que buscar ideas para mis dibujos. En cualquier caso, lo que tengo son demasiadas ideas y nunca el tiempo suficiente para poder entregarme a todas”.

‘Monday Morning (with doors open)’. Lápiz y carboncillo sobre papel. 133 x 204 cm

‘Monday Morning (doors closed)’. Lápiz y carboncillo sobre papel. 68,5 x 97 cm

vive en Londres pero no tiene ninguna explicación para ello excepto: ¿Por qué no? ¿Cómo fue tu paso por la Universidad, fue tu origen como artista? Fui a la Universidad de Carnegie-Mellon en la década de los setenta, en los días en que el arte conceptual causaba furor. Tuve que aparcar algunas clases para aprender a dibujar por mi cuenta. Solía sentarme en la biblioteca con los auriculares puestos, y copiaba las obras de Durero y Vesalius para averiguar los matices de la forma y las figuras. Fui la primera persona que se graduó con honores en Dibujo en esta universidad. ¿Por qué siempre blanco y negro? ¿Crees que el color puede distraer? He probado a pintar al óleo y con témperas de huevo, pero ninguna de las dos técnicas

Laurie Lipton, en su es

El blanco y negro es el color de la memoria, los fantasmas, las viejas fotos familiares Huimos a gritos de la muerte, la combatimos con religiones, dietas y cremas anti-edad


‘Mirror, mirror’. Lápiz y carboncillo sobre papel. 69,5 x 50,2 cm

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studio, delante de una de sus obras.

despertó mi imaginación. El blanco y negro es el color de la memoria, de los fantasmas, de las viejas fotos familiares. Es el color de la nostalgia, de la añoranza. También es evocador y, sobre todo, es la mejor elección para el tipo de trabajo que llevo a cabo. ¿Qué más necesitas para trabajar? Uso lápiz y papel y, a veces, carboncillo. Lo único que necesito para poder trabajar como a mí me gusta es paz y tranquilidad, algo que he encontrado donde vivo, en el último piso de una iglesia restaurada. ¿Cuáles son tus referencias o los artistas que más disfruta? Jan Van Eyck, Memling, Bosch, Rembrandt... La muerte que encuentro en tus obras me recuerda al modo, muy libre, en que se

vive la muerte en México. Siempre he admirado la celebración mexicana del Día de los Muertos y pienso que es una gran actitud tener presente algo que es inevitable. En Occidente, huimos a gritos de la muerte, y la combatimos a base de dinero, religiones, cremas anti-edad y dietas con la esperanza de que desaparezca de nuestra vista. ¿En qué estás ocupada ahora? Ahora mismo estoy trabajando en un espectáculo que se titula “Weapons of mass delusión”, y que se puede ver en el Grand Central Art Center de California desde principios de mayo. También estoy concentrada en otro trabajo titulado “Machine Punk”, que estará en Los Ángeles en Noviembre, en la Billy Shire Fine Art.

Espejito, espejito Un culo femenino todavía hermoso, el de una mujer mirándose en el espejo de un baño en el que se refleja otro espejo que continúa hasta el exceso es una de sus últimas obras, expuesta en Alemania el año pasado. Si pudiera hablar con alguna de las imágenes de Lipton elegiría ésta. Refleja bien la sensación: distancia, preguntas sin respuesta e inquietud. De sus recovecos a veces la hilarante aceptación de un yo. Otras, un atisbo de amor, pero siempre condicionado. Blanco y negro, niños, calaveras, repeticiones histéricas, dobles fondos, pliegues y brechas. Esqueletos. Imágenes e imaginación. Sus pensamientos han sido sustituidos por imágenes.



Texto: Javi Brasil

• Fotos: Pilar Perea y Mayte Buendía

Sergio Gregorio Makaroff Levín. Detrás de tan eufónico nombre respira este músico y compositor argentino con distinguido porte de noble británico que, a pesar de llevar más de treinta años afincado en Barcelona, sigue seduciendo aún con su inevitable encanto porteño. Divertido, tierno, irónico, lúcido, brillante... A punto de estrenar disco, afila su ingenio para deslumbrarnos.

os griots surgieron en los reinos mandingas del África Occidental, en lo que hoy son países como Senegal o Mali. Acompañándose de la kora, una pequeña arpa de veintiuna cuerdas, en sus canciones transmitían oralmente sucesos tribales, tradiciones ceremo-

niales, mitos, cuentos, batallas, poemas... En definitiva, su función era la de preservar la historia de su pueblo. Es posible que esta definición de griot sea algo seria y grave para nuestro hombre, Sergio Makaroff. A él me lo imagino más como un pregonero moderno, como un juglar urbano,

cambiando la kora por su guitarra, y cantando algunas de sus canciones que hablan de pequeñas historias, en un parque de Barcelona, rodeado por un grupo de vecinos y por dos o tres turistas japoneses que se despistaron buscando una ruta inédita de Gaudí.


Sergio Makaroff

Música

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Después de leer alguno de los artículos que escribiste para distintas publicaciones, dudo si comenzar la entrevista hablando de música, de sinagogas, de árboles, del cosmos o de zapatos de ante. ¿Alguna sugerencia? Empecemos hablando de política. El PP le lleva más de 11 puntos de ventaja al PSOE en intención de voto. ¿Qué tiene la gente en la cabeza? ¿Prefieren que nos gobiernen personajes siniestros y berlusconianamente impresentables como Camps y Aguirre? Flipo, macroflipo y ultraflipo. ¿Tan oscuro ves el futuro? Si gana el PP a pesar de ser como son, me sentiré confundido, desubicado. Y Argentina, ¿cómo la ves en la distancia bajo el Imperio de los Kirchner? Casi igual de mal que siempre. De todos modos, llevo demasiados años -31- fuera como para opinar con propiedad. ¿Regresas con frecuencia a Buenos Aires, a Argentina? Sí, casi todos los años, para ver a mis padres. ¿Y cómo combates la nostalgia, además de con dulce de leche y alfajores? Sufro poca nostalgia, por suerte. Además hay tantos argentinos por todos lados que no alcanzo a extrañar. Seis discos en treinta años. No puede decirse que sea una producción vertiginosa. ¿Lento pero seguro? He ido al remolque de los avatares del negocio; si no lancé más discos fue por fuerza mayor. Podría haber hecho uno cada

dos años, porque siempre estoy componiendo. Depende de cómo brille el sol ese día, me ocurre que una misma canción tuya puede parecerme tierna o desoladora. ¿Son ternura y amargura las dos caras de una misma moneda, extremos que se tocan? Tal vez... No veo demasiada desolación en mis canciones. No me da la gana volcar amargura en ellas; la vida es demasiado dura ya de por sí. Tampoco quiero pintar cuadritos asépticos de colorines, pero prefiero apostar por el lado positivo cuando compongo. Siguiendo con tu discografía: “Tengo una idea”, “La buena vida”, “Un hombre feo”, “Rico y famoso”, “Makaroff” y “Número 1”. ¿Feo y vanidoso? ¿Feo y hedonista? ¿Simplemente feo? No lo pillo. ¿Me podrías repetir la pregunta? Es una pequeña broma, un guiño a los títulos de tus discos. Entre tanto optimismo e irónica vanidad surge “Un hombre feo”, con una portada donde apareces en una foto desenfocada sobre un fondo negro, una imagen un tanto inquietante para un disco que, sin embargo es bastante luminoso y vital en mi opinión. Sí, bueno, yo no hago las portadas... La evolución en ellas es notable, has pasado de una primera y asombrosa portada de inspiración cubista, muy al estilo de los bodegones de Juan Gris, a la elegantísima portada de tu último disco, “Número 1”, donde apareces en un dibujo conduciendo un Fórmula 1 de los años cuarenta o cincuenta.


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Las portadas no son mías, aunque a veces opino. La primera es diseño de Juan Gatti y foto de Javier Vallhonrat. La segunda, foto y diseño de Lydia Delgado. La tercera, foto de César Lucadamo y diseño del departamento gráfico de DRO. La cuarta, foto de Andrea Pérez-Hita y diseño de DRO. La quinta, foto familiar de mi cuñada Ana Delclaux retocada por Sebastián Puiggrós y diseño de él mismo. La sexta, diseño de Sebastián Puiggrós, que seguramente hará la próxima. Entiendo, pues, que ya está muy avanzado la elaboración del nuevo disco, “El inventor del rompehielos”. ¿En qué fase se encuentra exactamente? Adelántanos algo de ese inventor y demás compañeros de viaje. Las bases y las voces ya están grabadas. Ahora mismo lo está terminando José Nortes, el productor, con ayuda de Ariel

Rot, que es el director musical, Andy Chango y otros amigos. Supongo que en abril podrá salir a la venta. No hay ninguna novedad sustancial: es una docena de canciones compuestas por mí y grabadas con Ariel, Daniel Griffin y Candy Caramelo en el estudio de José Nortes, exactamente el mismo equipo que el álbum anterior. Y espero que del próximo. La sonoridad de tus discos también ha evolucionado bastante desde unos primeros sonidos con riffs de guitarras más roqueras, sobre todo en tus dos primeros trabajos, al uso de medios tiempos y de ritmos latinos. Tienes alguna bossanova deliciosa. Al principio me gustaba sólo el rock, pero con los años he ido ampliando el espectro y ahora escucho samba brasilera, bluegrass, rap, tango, electrónica... Casi de todo.

Tu respuesta ha despertado mi morbo, siempre aletargado, y más que interesarme los tipos de música que oyes, me interesan los que no oyes, lo excluyente, ese “casi” que no escuchas. No escucho reggaetón, heavy metal, ópera, Celine Dion y Mariah Carey. “Piensa, no te dolerá”, dices en una de tus canciones ¿Te atreverías, con la mano sobre la Tora, o en su defecto, sobre algún libro de Quino, a asegurar esa afirmación? Es un chistecito dirigido a los que no acostumbran pensar nada. Claro que si le das a la sesera también te topas con el dolor, pero es de otro tipo. Buenos Aires, Nueva York, Madrid y, finalmente Barcelona. Entiendo que es difícil no enamorarse de Barcelona, pero ¿qué fue lo que te convenció para echar anclas justo allí?


Sergio Makaroff

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Me enamoré de un par de chicas y también de los edificios y el clima húmedo, parecido al de Buenos Aires. Eso fue en 1978 y desde entonces Barcelona me ha ido enganchando más y más. Seamos críticos. Dime algunas de las cosas que no soportas de Barcelona. No hay nada tan grave. Tiene algunos de los problemas típicos de las ciudades, también sufre un exceso de turismo, pero no encuentro grandes motivos de queja. Leyendo tus crónicas, he encontrado en ellas una de las guías mas elegantes, sentidas y hermosas sobre la ciudad de Barcelona. Creo que el Ayuntamiento debería ponerte una calle o al menos, que alguna de las avenidas de uno de sus parques llevase tu nombre: Alameda Makaroff. A lo sumo algún callejón con jeringuillas... Exageras, pero muchas gracias por el cumplido. Lo cotidiano es, por encima de todas las cosas, asombroso, ¿no crees? Sólo hace falta saber mirarlo. La realidad es mágica y maravillosa, no hace falta ir más allá porque todo está aquí, siempre. Makaroff Levín, emparentado con una de las doce tribus de Israel. Leyendo una de tus columnas, me pareció entender que entre un amigo y tú habíais comprado la Sinagoga Mayor de Barcelona ¿Es correcto? ¿Qué vinculación tienes con ella? ¿Eres, como decía Benedetti en uno de sus libros, un creyente freelance? Escribí una vez sobre esa sinagoga, pero no

la poseo. El que habla en la crónica -por eso está entrecomillado- es el dueño. Yo era el periodista que había escuchado y reproducía su historia. Si pudiera comprar una sinagoga en el casco antiguo de Barcelona antes me compraría una masía en el Ampurdán... Dios y la Virgen María mediante. Mi religión son los zapatos de ante. Los adoro en un altar. Después me los pongo y me voy a pasear. Si en el altar mayor tienes los zapatos de ante, qué o a quién tienes en esas capillitas que hay en la nave y detrás del ábside de tu particular iglesia. En casa tengo un auténtico altar dedicado a Ray Davies. Músicas, chicas y moda. ¿En ese orden? He dudado muchas veces si debería cambiar ese trozo de mi biografía, porque podría pintarme como un tipo frívolo, superficial. Al final lo dejé, porque prefiero eso y no la pretensión de intelectual y poeta de tres pares de cojones con la que se presentan demasiados cantautores... En una entrevista de hace ya algunos años, Caetano Veloso manifestaba que la única forma de estar a la moda era no


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seguirla. Para alguien como yo, a quien la moda le parece un mundo ignoto y esotérico, ¿cómo le transmitirías y explicarías tu pasión por ella? No se puede salir desnudo a la calle. Dado que es casi obligado vestirse prefiero hacerlo con cierta deliberación. Hace años que no sigo la moda. Pero no me importa que ella me siga a mí. Mi excusa es que soy cantante, pero en realidad salgo a mi viejo, que es ingeniero industrial y un notorio dandy comunista. Le enseñé unas fotos tuyas a mi chica y me dijo que tu calva le producía ternura, al mismo tiempo que le parecía muy erótica. ¿Debo preocuparme? Todo argentino puede robarte la novia, es un hecho. No lo hacemos por maldad... Es una especie de condicionamiento biológico. Eres un argentino al que no le vuelve loco el fútbol, y así no hay manera de dejarse caer en los cálidos brazos de los tópicos. ¿No crees que cuando llegue el Apocalipsis, el Fútbol, en mayúsculas, quedará como la única Verdad Suprema, a la que tendremos que rendir obediencia, diezmos y, tal vez, sexo?

No puedo resistirme a saber tu opinión sobre las descargas de canciones en Internet, legales, alegales o ilegales, la gestión de los derechos de autor por parte de la SGAE, la música en las peluquerías... Se roba la música pero no la pintura. ¿Por qué? Porque si entras a una galería, a un museo o al taller de un pintor, coges un lienzo y sales corriendo es probable que acabes en la cárcel. Y si el pintor te alcanza y tiene un poco de mala leche puedes terminar con un pincel bien gordo clavado en el culo. La gente roba todo lo que se puede robar impunemente por Internet. Las cañas de pescar, las lombrices, las entradas para el Cirque du Soleil, las esculturas de madera, las botas de goma y los raviolis con salsa de tomate los pagan como siempre. Todo lo demás es palabrería. Puedo llegar a resignarme a que me roben el fruto de mi trabajo, pero, ¡por favor!, no intenten justificarlo con teorías absurdas.


Sergio Makaroff

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Me gusta ver un poco de fútbol de vez en cuando, aunque rara vez aguanto un partido entero. Le tengo cariño a Messi, por ejemplo, por ser tan genial y tan humilde. Lo que no soporto es todo lo que rodea al fútbol como fenómeno de masas. ¡Y vivo a 30 metros del Camp Nou! Donde juega el Barcelona y a veces hay atronadores conciertos de U2. Dos fenómenos bastante parecidos, aunque el fútbol es más respetuoso con el barrio y hace menos ruido. En tiempos de Internet, tienes dos mil amigos en ese invento llamado Facebook. Aun así, confío en que sigas siendo el penúltimo mohicano de la era postal. La verdad es que escribo muchas menos cartas de papel desde que existen los emails. Lo que hago -por nostalgia- es personalizar los correos electrónicos con letras de colores, fondos especiales e imágenes adjuntas. Tanto MySpace como Facebook son, en principio, herramientas para difundir mis canciones. También me hice amigos y conocí gente interesante, por qué negarlo. Actualmente no tiene sentido quedarse fuera de la red, a menos que realmente quieras ser un ermitaño. Volviendo a la música, leí hace poco que Pat Metheny ha grabado un disco donde todos los instrumentos salvo su guitarra son ejecutados por robots. Produce un poco de vértigo, ¿no crees? No hay que tomarlo a la tremenda. Muchos músicos de carne y hueso tocan como funcionarios, pensando en otra cosa. Lo que importa es el resultado. Sean unos aboríge-

nes con tambores o Kraftwerk... Si suena bien, mola. Quiero terminar esta entrevista de forma parecida a como la comenzamos. Responde a esa pregunta inteligente que siempre quisiste contestar y que ningún torpe entrevistador tuvo la habilidad, el instinto, el ingenio o el atrevimiento de hacértela. “Dime, Sergio: ¿te sientes realizado como ser humano?” Sí.



Fotografía: Marcos G Punto

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Alive H

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Manual de

super vivencia Texto: Fredéric Leboeuf • Fotos: Louis Mista, Marcos G Punto

Desde Vitoria a Barcelona hay un camino más largo de lo que parece. Ellos lo saben mejor que nadie. Uno de los dúos más prometedores de la escena actual, este que conforman Marta Coca y Diego Gómez, ha sabido sobreponerse a las dificultades de este mundo hostil a base de ilusión, cordura y electrónica. Todo lo demás es historia.

emos quedado para desayunar en el castizo y remozado mercado de San Miguel, en Madrid, muy cerca de la Plaza Mayor. Mientras repasa la carta de bollería, Marta me explica que lo reformaron hace un año. Les ha quedado bien, me digo a mí mismo mientras observo de reojo sus leggings blancos. Diego y ella han llegado puntuales. Son tipos serios, no como yo, especialista en llegar siempre tarde a mis citas. Parapetados tras sus gafas de sol, atentísimos y familiares, son como el día y la noche: Marta viste de claro, Diego de oscuro. Ying y Yang. Incluso a la hora de responderme se complementan.

Todos pedimos croissant con diferentes tipos de café (Diego con leche, Marta solo y yo manchado) y ellos, que no padecen úlcera de estómago, se lanzan al zumo de naranja. Diego también pide un vaso de agua. Son gente sana estos Alive. Ahora que os nombro me doy cuenta de que Alive es un nombre bien escogido. ¿A qué habéis sobrevivido vosotros? A muchas cosas. Empezando por nosotros mismos. Somos dos personas que han tenido que luchar contra sus propios miedos en muchos aspectos para que esto siguiese adelante. Somos bastante tímidos y discretos, o, lo que es lo mismo, todo lo contrario de lo que se supone que has de ser. Pero

en ese sentido no vamos a cambiar. Hemos trabajado muchos años solos y esto tiene su lado positivo y negativo. Por otra parte hemos sobrevivido al entierro prematuro del pop electrónico en un país en el que nunca ha estado bien visto, y en el que ha habido muy poquita cultura en ese sentido. No hay grupos de pop electrónico de primer nivel que hayan surgido en los últimos 10 años. Ahí están Fangoria y OBK, con sus más y sus menos, pero llevan ahí toda la vida. También a varios estigmas que nos persiguen: somos demasiado mainstream para el público indie, e independientes para el mundo mainstream. Y hay que reconocer que ninguno de los dos mundos hace nada

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para ayudarte. En este sentido somos el grupo más punk que conocemos si nos atenemos al 'hazlo tú mismo'. Componemos todos y cada uno de nuestros temas, tenemos nuestro propio sello, producimos nuestros videoclips... Aún así, estamos seguros de que somos un grupo único y que sobrevivir está en nuestros genes. O nos quieres o nos odias. Eso está claro. ¿Y cómo lleváis la supervivencia en la era de las descargas ilegales? ¿Os pusisteis un nombre tan difícil de buscar en eMule deliberadamente o ha sido casualidad? No vemos mucha supervivencia en la era de las descargas ilegales. Quizás una multinacional pueda mantenerse durante algún tiempo, pero sellos como el nuestro están condenados a no poder hacer grandes cosas ya que no siempre hay retorno posible de la inversión. No se puede dar algo de calidad a cambio de nada. Si la gente no está dispuesta a pagarlo no lo tendrá, sólo habrá producciones mediocres a la larga. Nunca pensamos que 'alive' fuese fácil o difícil de buscar, sólo que significase algo para nosotros. Quizás en la siguiente vida lo gestionamos mejor [risas]. En este caso, ¿creéis que Internet puede ser un buen soporte de difusión de vuestra obra o pensáis que vulnera vuestros derechos como autores? Internet es un canal impresionante para darse a conocer, pero siempre que se cumplan unas reglas básicas. La música ha perdido valor y nadie volverá a comprar música. Es lógico que alguien que ha aprendido a no pagar por una cosa cuando le digas que ahora por lo mismo tiene que pagar no

A lo haga. Es un camino sin retorno. No sabemos lo que nos ha dado Internet y lo que nos ha quitado, pero desde luego que no imaginábamos que nuestro disco se podría descargar desde tantos enlaces ilegales. Nos ha sorprendido. En cuanto a derechos de autor, mejor no hablamos. Es curioso cómo nos comportamos los humanos: solo nos preocupamos de algo cuando nos lo quitan a nosotros. Mientras seamos nosotros los que se lo quitamos a los demás ponemos todas las excusas posibles para auto-engañarnos y decir que eso no es robo y que los artistas lo sacarán de otros sitios. Un poco de vergüenza ajena sí que da.

Retomando lo que decíamos al principio, es cierto que España no ha dado grandes señales de vida en cuanto a pop electrónico durante la última década. Sin embargo, parece que últimamente la situación se va revirtiendo. Vosotros sois prueba de ello. ¿Puede significar esto una revalorización del género?

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Estamos condenados a

haber nacido en el sitio incorrecto musicalmente hablando Siempre hemos tenido muy claro que queremos ser como somos. No

tiene sentido vender algo que no eres

Se agradece mucho el comentario. No, no creemos que haya una revalorización, al contrario. El pop electrónico solamente se mantiene en el underground porque ahora todo el mundo tiene la posibilidad de hacer música en su cuarto. Esto es una gran noticia porque muchos jóvenes están haciendo cosas muy interesantes, pero lo malo es que también hay que hacer mucha criba y eso es lo que condena al pop electrónico. La cultura de este país en ese sentido es nula y estamos condenados a haber nacido en el sitio incorrecto musicalmente hablando. En cuanto la gente escucha las primeras notas de un tema de pop electrónico solamente te comparan con dos nombres: OBK o Camela. Es muy triste.

No vivís exclusivamente para la música, ni respondéis tampoco al patrón extendido del típico artista: sois tímidos, educados y discretos. ¿Creéis que este exceso de cordura puede llegar a perjudicaros más que beneficiaros? Siempre hemos tenido muy claro que queremos ser como somos. No tiene sentido vender algo que no eres, el tiempo deja a cada uno en su lugar. Por un lado es verdad que solamente hay noticia si te sales de la norma, pero justamente nosotros nos salimos de ella. Creemos que en algunas ocasiones no se nos ha comprendido bien, y que al no meter mucho ruido parece que no nos lo trabajamos. Tiempo al tiempo. Vuestro éxito entre el lobby gay es descomunal. ¿A qué responde esta devoción tan aplastante que se os profesa desde la escena homosexual? Es posible que sea así porque el estilo de música nace en el disco dance, y justamen-

Fotografía: Marcos G Punto

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,, Si no estamos dispuestos a pagar por la calidad, solo

habra producciones mediocres a la larga 126

te es un estilo muy adoptado en la escena gay. También los referentes son importantes, ya que artistas que nos han gustado desde siempre pertenecen a la misma escena. No hay que olvidar que es donde nos dieron las primeras oportunidades. Otra de las razones es la que comentábamos antes. Como no hay cultura en este país sobre el pop electrónico es muy difícil ser mainstream y vamos poco a poco saliendo de los estereotipos. Pero quien te ha querido te seguirá queriendo. Nuestra imagen también es importante, aunque ninguno de los dos somos top-models. La imagen de Marta tan frágil o de Diego tan fría tiene una simbología muy importante que lleva a que nos adopten muy fácilmente. Desde fuera se puede apreciar una proyección increíble, una madurez excepcional que habéis refrendado con vuestro último álbum. También vuestros vídeos son cada vez mejores. ¿Cómo os veis vosotros desde dentro? ¿Sois conscientes de este cambio a mejor desde 'Existe un lugar'? Muchas veces hemos hablado de ello. Desde dentro se ven las cosas de manera diferente: siempre quieres más y no te das cuenta de lo que has conseguido. De vez en cuando merece la pena parar, revisar el pasado y asimilarlo. Llevamos dos años sin parar y se ha hecho duro por el hecho de siempre estar pen-

Nuestra imagen arrastra

una simbologia que hace que los gays se identifiquen con nosotros

sando en la siguiente producción, que tiene que ser mejor, o el siguiente videoclip, que siempre tiene que ser más espectacular que el anterior. Hubo un momento en el que decidimos 'profesionalizarnos', no ser 'amateurs' y no ser 'indies' en el sentido que tiene ahora ser 'indie'. Nuestro objetivo siempre ha sido sonar cada vez en más sitios, ser conocidos y tener un éxito lo más global posible, para ello teníamos que avanzar a marchas forzadas. Y ahora, ¿qué vendrá? ¿Lo sabéis ya? Después de todo el esfuerzo que hemos realizado en todos este tiempo hemos aprendido una cosa muy importante: tenemos que disfrutar de la vida minuto a minuto. Ha habido momentos en el que el objetivo nos ha cegado y hemos dado mucho más de lo que debíamos olvidándonos de nosotros como personas. Así que vendrá lo que tenga que venir, pero siempre haciendo canciones que es lo que sabemos hacer. Tenemos planes, pero no se pueden contar. Siempre con secretos, como dice un amigo nuestro.

Fotografía: Louis Mista



A

yer tendí en el salón, en un intento por evitar la ciclogénesis que supuestamente asolaría mi tendedero favorito. Finalmente no hubo tormenta, pero mi ropa interior -predestinada a ser tendida en el interiorpropició una no-conversación clarificadora con el único especímen masculino de los cuatro con que comparto piso. Colgando yo mis bragas [que no braguitas, pido disculpas por mi culo] encontré invariancias preocupantes. Los estampados naif convivían con las puntillas y la blonda. Sin ser yo consciente de haber adquirido estampados de colores por propia voluntad, caí en la clarividencia de que todo ellos procedían de esa tienda de nombre fabuloso y palíndromo. Soy mujer sugestionable, sucumbo ante un logo bien diseñado y compro lo que no necesito. Esta revelación fue un mazazo para mi autoestima y busqué el modo inmediato de construir un contexto lógico para esta tara. “Edu, a los hombres os gustan más las bragas con puntillas o los estampados infantiles?”. “Mira nena, me da igual. Los dos molestan de igual modo.” No puede ser tan simple. Si el desencuentro se eliminara a golpe de encaje, lo más seguro es que ahora llevara puesta una maravillosa combinación de seda de una muy elitista marca que distraídamente llegué a acariciar hace un par de días, y que solté de forma fulminante cuando pensé en lo dura que se me pondría la cuaresma si acometía tal pecado. Y sólo pensé en la dureza de la cuaresma, así que, definitivamente, no puede ser tan simple. Es curioso, parece que las mujeres intentamos siempre achacar nuestros fracasos a algo que no somos nosotras, pero que

podríamos llegar a controlar, a cambiar, a disimular. No solemos echar la culpa al propio hombre, ni siquiera tópicamente como especie, siempre es algo que si no fuera de tal forma o quizás si lo fuera, hubiera desencadenado el cuento de hadas que llevamos escrito en la genética de nuestra educación. Y como no hay nada como predicar con el ejemplo, para muestra servidora. Una vez tras una noche maravillosa - y una mañana y una noche maravillosa - repleta de susurros cómplices y sudor compartido, el hombre se desvaneció de mi vida tal como había entrado, nocturnamente y con alevosía. Ante mi más absoluta incomprensión del hecho, dadas sus apasionadas afirmaciones de que sólo salía de mi cama para volver a entrar más pronto aún, acabé por achacar su desaparición al libro que tenía en aquel momento en la mesilla, uno de poesía de amor, des-

que esconder? ¿mostrar? En la duda nos quedamos y escondemos lo que somos cuando nos miramos a través de los supuestos ojos de un candidato a sobrepasar el estatus de compañero de cama. Y la duda, querida niña, genera conflicto. Buen tema el epigenético. Nuestros genes piden paz y nuestra educación es guerrera. Estamos en un punto sin retorno, a veces pienso que destinadas a los hombres exfoliantes y el sexo hueco. Vacío bien re-llenado, eso sí. Sustituimos la falta de entendimiento por la sublimación sensorial. Y, entre tanta saturación, nos falta recuperar en el paladar las cosas que saben a poco. Yo sólo sé cuánto me gusta un hombre por lo que duran sus mensajes en mi móvil. Ellos te hablarían de cosas bien distintas, sospecho, y no sólo por su atención a otros asun-

So y m u je r su g e stio n ab le , su c u m b o an te u n lo g o b ie n d ise ñ ad o

Existe u n a d u alid ad c o n fu sa e n tre lo q u e so m o s y lo q u e q u e re m o s o ír

afortunadamente ilustrado con corazones y colores del género cursi. Me pregunté seriamente si ese pequeño volumen habría podido excitar el miedo al compromiso que toda mujer cree firmemente que anida en todo hombre más de lo que el recuerdo de mi cuerpo podría incitarle a volver. Y tan seriamente me lo pregunté, que me convencí.

tos, sino porque ya no me prodigo como antes. Con los años me he vuelto pudorosa de mi propia información. Lo que antes exhibía con orgullo como síntoma de madurez, ahora ha pasado al terreno de las vergüenzas por plena conciencia de la inmadurez-contramolde. Si sumerges una rana en agua fría y la llevas a ebullición, la rana muere dormida. Si echas una rana en una olla hirviendo, salta y sobrevive. Es sencillo detectar cambios en el mercado cuando una se ha mantenido alejada del circuito durante años, y a esto se debe que yo sea menos prolija en la actuali-

Un libro, unas bragas, poco femenina, muy sentimental, demasiado agresiva, perturbadoramente familiar. ¿Son cosas


Ilustración: Diego Durán

Po r:

Ele n a Go n zále z e Ir ia Me d rañ o

dad. Antes tener un encuentro ocasional era parecido a escoger partida de dardos una noche. A día de hoy resulta bastante difícil no verse envuelta en el encuentro homotecia. Después de uno, viene otro. Idéntico al anterior, sin avance en la implicación emocional. Creo que la mujer está mucho menos preparada para esto que el hombre. Hemos aprendido a ser amazonas, pero lo justo. Reír con un hombre en la cama y no sentirse unido más allá de lo sexual resulta difícil.

al cruzarse con humanos. En la actualidad sólo me interesan los hombres que no me interesan en absoluto. Llevo años abandonando toda estancia humana o física. Lo hago con toda la cercanía de cordón umbilical que me precede, en un intento por compensar ciertos alardes de folclore emocional. Hallando la media de mis actos excesivos, aspiro a morir a cero.

Lo cierto es que existe una dualidad confusa entre lo que somos y lo que queremos oír. A estas alturas del milenio en el que las ovejas droides soñarían con salarios remunerados equiparables al valor de la lana de un carnero, si un hombre ocurre en decirte “no hay ninguna mujer comparable a ti” provocaría un instantáneo desencaje de ojo en su interlocutora. Y es que las mujeres desencajamos hoy día el ojo mucho mejor de lo que encajamos un halago. Será por la cantidad de rimmel que usamos para ser competitivas. Acabamos por ser princesas que se suben en sus zapatos de tacón, sólo para recordar que somos princesas que se suben en sus zapatos de tacón.

Y en mi cabeza sólo se repite la canción: Loving you is so easy…

El enamoramiento se construye en nuestras cabezas, ni siquiera en el espacio común entre ellas. Carmen Martín Gaite decía que "Querer a una persona es ponerse a quererla, empezar a contarse ese cuento con más cuidado que otros, con más convicción. Y esta elección es fulminante, se hace desde el principio, sin más apoyos que los de la propia intuición." Sin llegar a tanto, cada día me descubro en el perro que cruje sus párpados


Ilustraci贸n: Diego Dur谩n


apá nos juntó a mí y a mi hermano. Iban a sacarnos la casa. Yo tenía doce años. Tenía que ser jugador profesional. O cualquier cosa que me hiciera millonario. Y lo único que conocía que te hiciera millonario era el fútbol. Pero estábamos perdiendo la casa. Y papá se sirvió un vaso y le dio hasta el fondo. El olor a vino y a cigarrillo. Papá. -Siéntense -nos dijo. -¿Para qué? -preguntó Mariano. -¿Cómo? ¡Nada de para qué! ¡Sentate y se acabó, carajo! Mariano empezó a caminar en dirección contraria. Papá salió tras él. Me quedé sentado con las manos ajustadas entre las rodillas. Las cejas cansadas. Siempre lo mismo. ¿Bajo qué puente pelearíamos? Pensé. Escuché un portazo. Mariano había salido corriendo. Papá no logró atraparlo. Volvió mascullando. -Ese hijo de puta… tu madre… es culpa de ella… acá no hay autoridad. Ya lo voy a agarrar. Mi viejo me hubiera… Siempre mascullaba lo mismo. Las pequeñas innovaciones te hacían temblar el culo. Ahí entendí que la originalidad era eso: pequeñas innovaciones a lo ya existente. -Luis… -empezó. -¿Sí? -¿Sí, qué? -preguntó, enfureciéndose. -Sí, papá. ¿Qué pasa? -Vamos a perder la casa. Se sirvió otro vino. Encendió otro cigarrillo. Era tarde. Sabía que ya tenía que estar en mi cama. -¿Cuándo? -pregunté después de un rato en silencio. Le di pie para hablar. Luis, es decir yo: un imbécil. -¿Cuándo? Mañana, hoy a la noche, en un mes. Cuando quieran. Perdí un juicio… -Ya sé. -No me interrumpas. Escuchá a tu padre. ¿Es mucho pedir en esta casa que se lo escuche al padre? Siguió hablando de lo que era ser padre en esa casa. Escuché que llegaba mamá de trabajar. Lo hizo en silencio. Al parecer, papá ya

debía estar borracho porque no la escuchó. Por eso me hablaba a mí: porque no estaba ella para pelear. -Aquí se pierde el hogar. El hogar que les hice para crecer. El hogar que inspiró DIOS para todos ustedes, que son hijos de DIOS, aunque no lo crean. -Sí, papá. -Y DIOS decidió que no somos dignos para crecer acá… ¡Y SE LA VA A LLEVAR CUALQUIER HIJO DE PUTA! Pero… Pero… nosotros no los vamos a dejar. Si es necesario, por Perón, juro -gritó-, le prendemos fuego. ¡Que se prenda hasta el último ladrillo! ¡Que parezca el infierno! ¡Que no quede nada! Pero, Luis, de acá no nos movemos. -¿Cuándo le vamos a prender fuego a la casa? Esa no se la esperaba. Titubeó. Esperaba mis lágrimas. Pero me vio comprometido con sus palabras. En general, yo sabía, él no creía que los demás se comprometieran con sus palabras. Así que lo hice y se fundió en pánico. El borracho. -¿Querés que le prendamos fuego ahora? -le pregunté. No se la esperaba. Agarró el encendedor. Estaba aterrorizado. Me veía como quien ve a un desquiciado. Yo sólo tenía doce años. -Puedo conseguir nafta. Es fácil. Prendemos todo hoy… Y hasta se puede encender la casa del vecino. Y la del otro vecino. ¿Pa? ¿Estás bien? -Tenemos que esperar un poco. Ni bien vengan a quitárnosla, se la quemamos. Y agarró el paquete de cigarrillos y se arrastró a su habitación. Se peleó un poco con mi madre y mi madre vino a mí. -¿Qué te dijo? -preguntó ella. -Que nos van a quitar la casa y que hay que prenderle fuego. -No, Luis. Nadie nos va a quitar la casa. Yo la puse a bien de familia. Es nuestra hasta cuando queramos. -Yo le dije que no tenía problemas con los incendios. -No le llenes la cabeza a tu padre… Me quedé con esa última frase. Así estaban las cosas. Se sirvió un vaso de vino y se arrastró con sus hojotas hasta su cuarto. Me fui a dormir y falté al colegio.

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