1 minute read
Sencillamente, el mejor del mundo.
No, no es una cuestión de presumir por presumir. Y es que en la pasada edición del World Cheese Awards, el jurado escogió al Le Gruyère AOP Rèserve, que elabora la quesería Vordefultigen como el ganador entre 4.300 participantes.
Sherlock Holmes lo tenía claro cuando Watson le preguntaba qué queso quería que comprara. Más allá de este juego de palabras, es normal enamorarse del Emmentaler AOP, con el sello suizo que garantiza unos estándares de calidad y de procedencia. Pero este no es el único queso con esta etiqueta. Le Gruyère, L’Etivaz, Sbrinz, Tête de Moine o Vacherin Fribourgeois (entre otros) hacen gala de esta singularidad.
Un país de 700 variedades.
Pese a que la mayoría de sus variedades tienen un origen común -la leche fresca proveniente de alegres vacas que pastan en prados clorofílicos-, este país es un microcosmos con hasta 700 diferentes tipologías queseras. Los hay muy intensos como el Le Gruyère AOP o el Sbrinz AOP, muy aromáticos como el Appenzeller® o tiernos a la par que sabrosos como el Vacherin Mont-d’Or AOP. Una amplia gama de referencias que demuestran que sus sabores son tan variados como sus paisajes.
Queserías para todos.
Para trascender a la degustación y comprender mucho mejor el por qué de cada matiz organoléptico de los quesos suizos, lo ideal es conocer sus secretos desde dentro. Es decir, visitar cualquiera de estas ocho queserías que no se conforman solo con elaborar estas delicias, sino que comparten su sabiduría y sus claves con los viajeros más foodies. Repartidos por todo el país, estos lugares, además, ofrecen talleres y organizan fiestas tradicionales llenas de sabor. e quesosdesuiza.es
Como no podía ser de otro modo, las dos recetas cimentadas en el queso derretido más universales tienen su origen en este país. Se tiene constancia de la existencia de la fondue desde hace 200 años, mientras que la Raclette ya se cocinaba en los monasterios medievales en el siglo XIII. Pero, más allá de la historia, ambas tienen en común su origen como un plato contundente de aprovechamiento, una prueba más de que el ingenio en Suiza tiene mucho sabor.
Más allá de la maestría de los queseros, la clave del éxito de estas delicias está en una leche proveniente de unas vacas cuidadas y alimentadas con mucho cuidado. Esto se traduce en quesos excelentes, naturales y con muchos matices y texturas. Y sin gluten, ya que las vacas no ingieren ningún alimento que contenga esta proteína, además de no contener lactosa, lo que los hace más universales… si cabe.