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6 experiencias «Made in» Ginebra.
El icónico Jet d’Eau.
Cuando, en 1886, la ciudad instaló una válvula de seguridad para poder regular la presión hidráulica nadie pensó que llegaría a convertirse en un emblema. Cinco años más tarde, la fama de esta fuente insospechada obligó al gobierno local a instalarla en medio del lago y multiplicar su potencia. Hoy en día, esa atracción es capaz de propulsar 500 litros de agua por segundo a una velocidad de 200 km/h, llegando a alcanzar los 140 metros de alto. Impresionante.
Un chocopaseo.
El único pasaporte que se ‘necesita’ para conocer mejor esta ciudad es el Choco Pass, un forfait que, por solo CHF 30, incluye una degustación en algunas de las mejores chocolaterías de la ciudad. Una excusa para pasear Ginebra por libre y caer en la tentación de estos dulces objetos de deseo. Además, es una experiencia ideal para ir con niños ya que estos cuentan con un pass especial (CHF 6). ¿Lo más difícil? Elegir cuál es el mejor bocado.

¡Vaya, vaya! Aquí sí hay playa.
Ubicada en la ribera sur del lago y con unas vistas inmejorables del Jet d’Eau, la playa de Eaux-Vives se ha convertido en el ‘place to be’ del verano -e, incluso, el invierno- ginebrino. Y no solo porque sea una de las grandes novedades de la ciudad, sino porque sintetiza en un solo lugar el amor por los baños de agua dulce y el ‘farniente’ lacustre de los habitantes y visitantes de esta urbe.

Entre copas y pedaladas.
Sí, Ginebra tiene viñedos, muchos viñedos. De hecho, es el tercer cantón con mayor producción vitivinícola del país, de ahí que adentrarse en este enorme jardín de viñedos sea un placer irresistible. Para ello, nada como disfrutar de una visita en bicicleta eléctrica que parte del hotel y que poco a poco va dejando atrás el asfalto para llegar a una de las decenas de bodegas que rodean la ciudad para degustar sus caldos y, también, su historia.

El barrio más internacional.
Ginebra es sinónimo de diplomacia y de relaciones entre naciones. No en vano, acoge una de las sedes más importantes de la ONU además de ser la cuna y sede de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Todo ello se disfruta paseando por el Distrito Internacional, visitando el Palacio de Naciones y el museo de la Cruz Roja y descubriendo decenas de monumentos que ejemplifican su papel en la geopolítica.

¡Rafting sin salir de la ciudad!
La conexión entre naturaleza y civilización difumina del todo sus fronteras cuando, ataviado con un chaleco salvavidas, el viajero domestica los rápidos del río Arve sobre una canoa-kayak de rafting a su paso por la ciudad. Esta escena, que podría sonar surrealista, se hace realidad gracias a esta actividad en la que la adrenalina y la emoción se aderezan con unas vistas del centro de la ciudad absolutamente insospechadas.
