3 minute read

LOS CUIDADORES

Los cuidadores son las personas que se hacen cargo de quienes tienen algún nivel de dependencia o discapacidad permanente.

En un 80% son mujeres.

Entre un 5 y un 10% de los mayores de 65 años tienen limitaciones de autocuidado y movilidad.

Cuidar implica mucho más que ocupar un espacio junto a otra persona, cuidar es acompañar, guiar y apapachar; cuidar también consiste en alimentar, asear, vestir, peinar; cuidar es dar medicamentos, cambiar sondas, cambiar pañales, cargar y cuidar también es entretener, platicar y escuchar.

Los cuidadores realizan un gran esfuerzo y en algunos casos tienen mucha presión, su trabajo no siempre es valorado, algunos trabajan 24 horas continuas.

Pienso que no todos los cuidadores reciben un buen trato, en algunos casos nadie se interesa en preguntarles si han comido o dormido, mucho menos se interesan en saber cómo se encuentran.

Ser cuidador es un trabajo muy demandante, la peor dificultad, coinciden varios de ellos, es estar todo el tiempo “cerca” (a veces muy cerca) de la persona a quien cuidan. Es difícil tanto para ellos como para la persona dependiente de sus cuidados.

El estado de salud física y mental del cuidador principal influye directamente en la atención que está prestando, por eso es necesario estar atento a sus propios cuidados.

El cuidador pasa por sentimientos de impotencia y frustración debido a que no siempre el esmero que pone en el cuidado y la atención tienen como respuesta una mejora o un gesto de agradecimiento por parte del entorno y del familiar dependiente.

Por lo anterior el cuidador debe tener presente: Los momentos de ocio y expansión.

Relacionarse con amigos y familia.

Pedir ayuda siempre que la necesite.

El entorno también existe y quiere saber de él.

No aislarse.

Medir sus fuerzas, saber hasta dónde puede dar.

Poner límites.

La primera presentación que tuve con el grupo Betas fue en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en ese recinto cultural nos presentaríamos muchas veces. El lugar es una casa antigua ubicada en la colonia Hipódromo Condesa, en la Ciudad de México.

Entre todos escribimos el guion, fue muy divertido. Cada uno habló de sí mismo, en mi caso tenía que explicar el síndrome que tengo y en una parte de la plática decía cómo podían ayudarme y los problemas a los que me enfrentaba por tener una discapacidad intelectual.

Yo no hablaba de la discapacidad motriz, no tengo ningún problema en ese sentido, me muevo solo, no dependo de ayuda, sólo que mis movimientos son un poco más lentos que los de la normalidad de la gente.

La parte que correspondía a la discapacidad motriz, la explicaba muy bien uno de mis compañeros que estaba en silla de ruedas y tenía cuidador de forma permanente.

El hablaba de porqué estaba en esa condición, contaba sobre su accidente y las secuelas que tenía por haber permanecido en estado de coma.

Aquella fue la primera vez que hablé ante un público sobre mi síndrome, me gustó hacerlo, me puse muy nervioso a pesar de haber ensayado tantas veces.

De hecho, todos estábamos nerviosos y nuestras intervenciones salieron diferentes a como las habíamos practicado.

Yo llevaba mis apuntes para usarlos como apoyo, siempre hacía eso, además, como intercalábamos los diálogos, era necesario tener una guía para saber después de quien íbamos.

Repetir tantas veces lo mismo me parecía un fastidio, sin embargo, me di cuenta de que esa era la manera de decirlo bien.

La siguiente ocasión en que expuse públicamente fue muy emocionante. La presentación fue en un colegio, el auditorio estaba conformado por alumnos de 6º de primaria y de secundaria, también había padres de familia.

Cada plática la adecuábamos al público que nos escuchaba. Eso era lo que más me gustaba de las presentaciones: siempre eran diferentes.

Creí que la segunda vez sería muy fácil exponer ya que según yo teníamos experiencia, pero no fue así. A pesar de haber practicado miles de veces, me volví a poner nervioso y necesité mis hojas para leer, me sentía inseguro y aún no podía memorizar mi participación.

Ahora me doy cuenta que esos nervios son parte de hablar en público y no me disgustan, el chiste es controlarlos y como nos decía Claudia, cada uno tenía que fluir con su propio estilo.

Cuando empecé a decir lo que me correspondía siendo yo en todo momento, me sentí mucho más seguro.

Cada presentación que hacíamos era muy distinta a las anteriores, siempre surgía algo a última hora y teníamos que improvisar, esto me ha servido para no dar nada por hecho.

Con las lecturas y las presentaciones mi vocabulario fue ampliándose, lo que más me costaba trabajo era redactar.

Todo ese trabajo en equipo me sirvió mucho en todos aspectos.

This article is from: