hola Este compilado nació como un reto personal y terminó como una lección de vida sobre el uso que le damos a nuestro tiempo. El reto consistió en escribir sobre un disco por día durante un año entero, empezando el 1 de enero del 2017. En un año pasan muchas cosas, en lo personal, en lo social, en lo político y es algo que para bien o para mal se ve reflejado en muchas de estas críticas; funciona como el registro de una etapa irrepetible en la que escuché demasiada música. Nada más que eso, no hay mucha vuelta que dar. Una de las cosas que aprendí haciendo esto es lo volátil que puede ser la opinión de un día para otro. Hay discos que ahora me gustan más y otros menos, comentarios que me gustaría borrar, otros que me gustaría agregar, calificaciones que merecían números más altos, otros más bajos. Pero salvo algunas correcciones de gramática o semántica, las ideas se mantuvieron tal cual como las publiqué en su momento, como un recordatorio para elegir con sabiduría las palabras que uno usa y el poder que tienen las mismas. Le dediqué con gusto algunas de ellas a esta materia intangible llamada música que de manera inconsciente nos cambió la vida, o más bien, la vida nos la fue cambiando a medida que fuimos creciendo, y abrimos nuestros oídos a nuevas experiencias: porque nuestro tiempo acá es demasiado corto como para escuchar siempre lo mismo. He ahí una explicación -por si hacía falta- del nombre de este rejunte de escritos que salieron originalmente en lavidacambiomimusica. blogspot.com. Que les sea grato el relato de lo que fue la banda sonora de mi 2017.
vidal delgado
dedicado a silvita
*pRÓLOGO
stimados amigos, público presente, señor, señora. Lo que vengo a ofrecerles a continuación, es ideal para la cartera de la dama y para el bolsillo del caballero. Un artículo infaltable en su biblioteca personal. Un regalo sorpresivo y a la vez, un documento infalible para educar a los más chicos de la casa. Les hablo de un material de lectura que será utilizado durante siglos y que probablemente en algún momento hasta termine siendo parte de un libelo acusatorio preparado por la decimocuarta generación de abogados Tuma. Señor, permitame tutearlo, (porque es más sencillo escribir así y) porque quiero hablarle directamente, es que vivimos marcados por los números: el teléfono, la fecha, la goleada más abultada que recibió tu equipo, o simplemente tus tres últimos en cualquier sorteo. Por eso es tan especial este libro, porque al autor se le ocurrió que podría interesarnos su vicio particular y personal, es decir recomendarnos un disco, no una canción, no un grupo, no una estrofa, ¡no! Decidió, arriesgar... UN DISCO por día. Señora, en veintiún días el cerebro humano empieza a acostumbrarse a algo para tomarlo como parte de sus tareas diarias, es decir a marcar una especie de hábito. Resulta más difícil borrar un “mal hábito”, eso lleva alrededor de dos meses, según esos estudios científicos de los cuales uno
solamente puede sustentar pequeños bocadillos de aparente inteligencia por parte de locutores de FM entre canción y mención, lo cual es mi caso y por eso también lo marco aquí sin temor al escarnio de quienes integren esta obra a sus estantes. Le digo, aprecidada dama, que al cerebro le cuesta olvidar lo malo, lo ya adquirido. Lo cual explica porqué apenas suena ese hit de ‘Los Del Rio’ uno empieza de manera incontrolable a querer marcar -paradójicamente con las manos- los pasos de la coreografía de ‘Macarena’ (1993). O intenta, casi siempre sin éxito, apenas suena en la radio, seguir a rajatabla la letra de la invariable y monótona melodía de la recordada obra ‘Aserejé’ (2002), de las queridas Ketchup. Es muy probable, estimado caballero que por eso sea tan difícil olvidar que éste país, nuestro país, la República del Paraguay, tiene marcada su historia con 35 años de dictadura y que seguramente hasta la música se escuchaba con las ventanas abiertas. Nada de auriculares, de Spotify, de karaokes. Por eso hoy día todavía hay reminiscencias de pleitesía al General, por parte de quienes también contribuyeron a un estancamiento cultural, los músicos. Muchos de ellos. No todos. Otros la peleaban y ligaban de paso. Pero volvamos a los números, que 35 años no es poco, de hecho, era más de la mitad de la esperanza
de vida de los paraguayos en aquel 1992, uoh oh oh oh oh oh, en el que se empezaba a marcar un nuevo formato de país y nacía el estimado correligionario, compañero de lucha, valiente militante de las letras, Vidal Delgado. Hoy la expectativa de vida es de 72, pero supongo que las motos se van a encargar de ajustar mejor esos números muy próximamente. Otros de esos estudios de Universidades de donde obtienen títulos hijos de pastores para luego acomodarse en puestos de Gobierno y cosas así, dice que una persona normal -es decir no una persona como el escritor de este libro-, pasa 13 años de su vida escuchando música. Es casi un cuarto de nuestras vidas. Son casi 7 millones de minutos, y salvo que uno sea aficionado solamente al punk rock más clásico, estaríamos promediando en 3 minutos por canción, un total de 2.279.014 canciones, ponele. Este prologuista ha malgastado en repeticiones de ‘Stay Together For The Kids’ (blink-182 - 2003) probablemente todo un año. Pero ese es otro tema. Dicho esto, y habiendo evitado hablar por ejemplo de Lugo cantando a coro con Correa, Chávez, y Evo, ‘Hasta siempre, Comandante’ (Carlos Puebla - 1965), o de una burda imitación de los desconocidos gustos musicales de quien en vida fuera el General Lino Oviedo (La Guitarra, Los Auténticos Decadentes 1995) en aquel programa que atentaba a la moral de nuestros jóvenes, el show de VideoMatch, cierro
esta invitación a la lectura; sin hablar de la nostalgia, del por qué un género es mejor que otro, de cómo el hip hop tomó el lugar del rock como protesta, de la manera en que se disfraza como consumo irónico a la cumbia; sino con tres razones para hacerlo. 1. Porque ya escribió nio. Hay que hacerle el favor. Es un ejemplo de tenacidad y probablemente también de castidad o soltería. Es una muestra de autovaloración importante, que insta a los demás a decir “prfff, si ese tipo recomendó música, yo también puedo recomendar arte abstracto”. ME-TE-LE entonces, muñeco tuitero. 2. Porque hay recomendaciones más destacables que promesas de campañas por parte de algunos de los políticos aquí nombrados. Y encima es barato. Debería venir con vaka’i y galleta. 3. Y finalmente, porque como escribió Friedrich Nietzche, y lo copió mi tatuador sobre mi piel: Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum. La vida sin música no tendría sentido. Por los motivos ya expuestos y por que además eso no es todo, con su compra podrá llevarse una lima de uñas y un aceite natural concentrado en formato de gotas utilizable como medicamento fisioterapéutico, esta obra es imprescindible
Mike Silvero
Nine Inch Nails / Not the Actual Events
2016 Luego de casi 3 años dedicándose al curro de ambientar películas junto a su dupla Atticus Ross, el señor Trent Reznor vuelve a darle bola a su proyecto principal, por el cual alcanzó su status de súper estrella y exponente más destacado del rock industrial. Nine Inch Nails está de regreso para darle al 2016 una muerte más que digna con un EP visceral y manchado de rabia. Lo que se debe saber de buenas a primeras de este nuevo material es que tenemos en 5 tracks, un currículum bien apretujado de lo que es Trent Reznor. Al inicio con “Branches / Bones” nos recuerda una faceta que hace rato no escuchábamos de él, gritando y jugando con los canales de audio, como si estuviera entrando a un portal al cuál ingresa por completo en “Dear World,”, un tema que podía haber calzado sin problema en el álbum debut de la otra banda que tiene con su señora, How to Destroy Angels. Acá es donde entramos al terreno ya conocido pero jamás monótono de NIN, donde tenemos una ola de sintetizadores que se entrecruzan con una batería que va marcando el paso hacía un futuro distópico donde la tecnología juega un papel muy importante (nos vendría bien que Trent se ocupe del soundtrack del live-action de Ghost in the Shell, ¿no?). Para la tercera canción, las esperanzas aparentemente se desvanecieron por completo y como si Skynet hubiera ganado (?), “She’s Gone Away” relata la cruda muerte de una mujer y Reznor transmite este trágico hecho repitiendo desganadamente el título del tema, mientras se escucha una lenta marcha de máquinas y su propia voz filtrada a lo lejos emulando a un fantasma que lo persigue. Intenso, pero algo tedioso que podía haber durado menos. Esto da paso al mejor momento del EP, “The Idea of You” que se siente como una descarga por lo que acabó de ocurrir, volviendo al clásico y enojado sonido de NIN, una gran canción que cumple con todo lo que uno espera escuchar siempre de esta banda: explosión, furia y mucho sudor en el pogo; ingredientes ausentes
6
hace un par de discos. Un factor que sumó en este tema fue la presencia de Dave Grohl en la batería. El track final parece que son más las voces que tormentan a Reznor en su cabeza, más que una canción en su formato convencional al menos. “Burning Bright (Field on Fire)” es un suplicio que pinta un mundo en ruinas sin un ápice de luz, te deja cabizbajo, como si acabaste de ver el final de una película en la que todos sus protagonistas mueren. Si toda esta devastación ocurrió en menos de media hora con un EP, no quiero imaginar lo que puede llegar a ocasionar con su próximo álbum… o quizás sí.
7/10. #02 Run the Jewels / Run the Jewels 3
2016 Esta es la historia de dos amigos que no han parado de trabajar incansablemente durante 3 años consecutivos para convertirse en el dúo más interesante y explosivo que ha parido el hip hop en lo que va de la década. Estoy hablando de El-P y Killer Mike que antes de haber formado Run the Jewels no habían saboreado aún las mieles del estrellato mundial con sus respectivas carreras solistas (de las cuales recomiendo con fervor Fantastic Damage del primero y R.A.P. Music del segundo). Con su primer álbum elevaron una vara de calidad en el género que de vez en cuando tiende a repetirse constantemente. Lo cierto y lo concreto es que estos dos muchachos hacen más de lo mismo… pero de una forma diferente. Basta con ponerse a escuchar la versión instrumental de su debut para darse cuenta del ingenioso uso que le dan a sus samples y junto a la increíble química que manejan estos dos, se convirtieron en sus principales armas que los diferencian del resto de la competencia. En RTJ2 elevan todo esto a la máxima potencia, creando un álbum que roza la excelencia, cargado de tracks conocidos como “bangers” que son ni más ni menos que temas que provocan movimientos bruscos a
la hora de escucharlos (?). El hype alcanzó niveles insospechados por parte del público, llegando al punto de crear una bizarra campaña de Kickstarter que consistía en pagar a la banda 40.000U$S para que hagan una reversión de este álbum, dotándose únicamente de sonidos de gatos. Esto fue concretado solamente para hacer de este planeta un lugar mejor. Según los propios miembros de la banda, para el arte de tapa de este nuevo álbum, las vendas y cadenas que sostenían las dos manos en sus dos álbumes anteriores se han ido y se transformaron en oro, simbolizando la idea de que no hay nada que tomar que existe fuera de uno mismo. En palabras menos verseras: sé más original, sé vos mismo. Una filosofía que la llevan a la práctica ahora más que nunca con este trabajo que no deja de armar quilombo, pero baja unos cambios para tocar asuntos importantes que en la era Trump se sienten obligados a comunicar. El track que abre esta nueva página en la historia de Run the Jewels empieza calmado con “Down”, funcionando como una anestesia a lo que se vendrá en “Talk to Me” y no toman respiro alguno en “Legend Has It” con un beat que te agujerea la cabeza, mientras de paso se jactan de estar haciendo un álbum autoproclamado “clásico”. Nadie puede culparlos por eso hasta que se pruebe lo contario. Inmediatamente a eso, llega el mejor momento del álbum para los que estaban en busca de fiesta, “Hey Kids (Bumaye)” con la ayuda de Danny Brown, el MC oriundo de Detroit que hace unos meses lanzó Atrocity Exhibition, uno de los discos mejor pensados de hip hop en años. Esta temática prosigue durante 2 canciones más, hasta que arranca la segunda mitad del disco con una faceta nueva en cuanto a los temas que abordan, hecho que no debería sorprender conociendo el vínculo político de la banda: su presentación en el último Coachella vino incluido con un mensaje introductorio departe del excandidato a la presidencia yanqui, Bernie Sanders; también fue de público conocimiento un mail filtrado por Wikileaks del líder de campaña de la otra excandidata al poder, Hillary Clinton, en donde despotrican contra los ideales de Killer Mike (que aprovechó para hacer merchandising con esto). La revolución arranca con “Thieves (Screamed the Ghost)” con líneas que dibujan la injusticia y violencia cada vez más alevosa de la policía, esta canción es una bomba que explota en la cara de los que se niegan a ver la realidad, para ello trajeron a otro invitado estelar como es Tunde Adebimpe de Tv On The Radio que lanza la pregunta “¿qué han
hecho?”, dirigida muy probablemente a los jueces en Ferguson que dejaron libre a un policía queasesinó a un civil afroamericano y fue la mecha que encendió un gigantesco debate sobre racismo en EE.UU. Va subiendo el tono político de la cuestión con “2100” que fue un tema que lo lanzaron el día después que eligieron a Donald Trump presidente, un single que no tenían en los planes sacar tan temprano pero lo sintieron necesario luego de toda la negatividad que rodeó a su país luego de ese fatídico resultado electoral. Esta calma se contagia por supuesto en “Everybody Stay Calm” donde se relajan las aguas pero no así las punzantes lenguas de El-P y Killer Mike que no paran de escupir verdades y metáforas ingeniosas. Mientras se van retirando lentamente, meten dos feats más para el recuerdo. Primero al maestro saxofonista Kamasi Washington que justifica presencia aportando vientos a la triste despedida que hacen a un amigo que pasó a mejor vida. Esta canción podía haber sido el cierre de telón, pero no sin antes dejarnos un último hombre sorpresa en la lista de invitados. Un hombre que cobró notoriedad después de más de una década gracias a ellos en su último disco, Zach de la Rocha vuelve en “A Report to the Shareholders / Kill Your Masters” y lo primero que hace es tirar una referencia a la película de Cuarón, Children of Men, está difícil no amarlo así. Ojo que El-P le produjo hace unos meses un tema con mucha influencia Death Grips, así que me parece que en cualquier momento se viene la primera travesía discográfica de Zach como solista. En resumen, RTJ3 no es para los que vienen buscando algo directo a los bifes. Si querés tu hipi hopi con buen contenido social, algo un poco más pensado y no la mismo gangsta shit de siempre, estás en el lugar correcto. Este dúo sigue expandiendo sus horizontes, regalando el álbum de rap necesario para este momento crucial de la historia estadounidense, y probablemente de la humanidad.
8/10.
#03 Riel / Sueño Eléctrico
2016 7
La juventud sónica sigue repercutiendo con más fuerza y con más bandas que se atreven a hacer mucho ruido, sin importarles mucho los elementos que posean, con tener una guitarra y una batería ya basta y sobra para hacerle frente a un público cuyo déficit de atención es cada vez mayor. Si a los primeros 30 segundos de tu material en bandcamp no convences, cierran la pestaña y te cambian por el vídeo de un gato haciendo algo simpático. Entre esa oleada de agrupaciones que de seguro nacieron como 5 más en cualquier parte del mundo al momento de escribir este renglón, cuesta elegir una potable que no suene a una copia más de algo que ya venimos escuchando hace dos décadas, o que por lo menos proponga algo nuevo que los caracterice, y si es mucho pedir, que lo perfeccionen hasta adoptarlo como su sonido propio. Como una aguja en un pajar, conocimos a Riel gracias a un par de visitas por nuestro país, cosechando nada más que elogios de los pocos peroselectos asistentes a sus shows. El dúo proveniente de Buenos Aires, Mora Riel y Germán Loretti construyeron un compilado de canciones invencibles con un trato aún más cuidadoso a cada una de las canciones en comparación a sus anteriores trabajos. Acá es donde debemos destacar los admirables cambios de tempo a cargo de Germán que le pega a la bata como un demonio y nos da la impresión de que lo hace sin esfuerzo alguno, a él le complementan los acordes hipnóticos y a la vez pegadizos de Mora. Esta simbiosis se siente desde la “Intro” y va subiendo de intensidad a medida que van pasando las canciones tejiendo paisajes oníricos breves pero gratificantes. En “Nocturno” le hacen justicia a su nombre, contagiando al sueño eléctrico de una atmósfera que en su minuto final se transforma en una pesadilla, es un brillante ejemplo de cómo el garage rock puede ser poseído por el post rock saliendo ileso para la siguiente canción, “Pasajes” de un ritmo más frenético, hasta diría optimista, sensación que no dura mucho tiempo ya que es irrumpido por la disonante guitarra de Mora, despertando a todos con rayos en formato riff… y a partir de allí no nos dejan dormir más (“No Se Puede Morir de Insomnio”). La voz de Mora suena distante en prácticamente todos los temas, como un eco que retumba sin robar protagonismo al apartado instrumental, recordándome en “Nosotros” a los primeros discos de Warpaint, aunque se sabe que este par se asemeja más a sus contemporáneos Thee Oh Sees y Ty Segall; alimentándose saludablemente
8
de Sonic Youth a quienes evocan profunda y respetuosamente en el tramo final del álbum. No se atajan nada, tirando toda la carne al asador en “Vibrando”, pieza principal de esta obra en la que se llega al clímax con previo aviso de Mora (“aquí es cuando todo se desata”), dejándonos como testigos de una compenetración brutal de la batería a su máxima velocidad junto a la espectral guitarra formando una muralla de sonido gigantesca. Lo mismo ocurre con el “Outro”, ahogándonos en 7 minutos de ruido blanco que se va apagando de a poco y nosotros vamos saliendo del trance.
8/10.
#04 Childish Gambino / “Awaken, My Love”
2016 Existen nomás luego los iluminados. Las personas que aunque sea por unas milésimas de segundos hacen dudar a los incrédulos ateos, porque si no existe una fuerza superior que haya elegido por alguna regla del destino a estos seres, no se explica que todo lo que hagan tenga un desempeño sobresaliente para arriba. En esta oportunidad me enfocaré en uno de ellos que hace unas semanas lanzó un álbum ambicioso y sorpresivo, ya que es algo bien diferente a todo lo que venía realizando antes. Donald Glover, guionista devenido a actor devenido a comediante devenido a director devenido a cantante devenido a DJ ocasionalmente, no sé si en ese órden. Con apenas 33 años ya ha obtenido importantes galardones en casi todas las ramas laborales en las que ha puesto sus manos, actualmente no se está calmando con eso de ser nominado a premios por la serie de TV, Atlanta en la que hace de creador/escritor/productor/y probablemente también utilero. Pero acá no venimos a hablar de
Donald, sino de su alter ego, Childish Gambino que amplía sus horizontes musicales en todo sentido, acércandose más en cuanto a producción y onda a To Pimp a Butterfly, obra maestra de Kendrick Lamar. No voy a caer de intelectualoide y antes de seguir avanzando debo admitir que poco o nada había escuchado de Childish Gambino antes de la publicación de “Awaken, My Love”, solo le di una repasada sin mucho detenimiento a sus dos anteriores álbumes oficiales de estudio y su último EP, suficiente como para dar fe del cambio de chip que tuvo Donald con su nuevo trabajo. Pasó de hacer un hip hop súper accesible para las masas (en su último EP tiene una colaboración con Jaden Smith, a ese nivel llegó) a fusionar mucho funk y jazz rap con soul psicodélico, un volantazo algo brusco para alguien que podría hacerle frente a Drake en los charts si sacara otros bombazos como “Bonfire” o “3005”. Awaken… es de esos discos que se disfrutan mejor cuando te dedicás exclusivamente a ellos, principalmente por el nivel de detalle que deja constancia desde el primer segundo de “Me and Your Mama”, no va a ser un álbum más de hip hop como los demás. Las primeras voces que se escuchan son de un coro góspel que hacen un recibimiento angelical a toda una orquesta completa para darle el tono caviar que escucharemos durante el resto de la obra.
“California” vendría a ser el tema desubicado dentro del tracklist. Su vibra súper chill nos rememora a la tropicalia con sus instrumentales caribeños, además de la voz chillona de Gambino que puso todo su empeño para demostrar la versatilidad envidiable que posee. Sin embargo, el terreno donde se roba la mayoría de los aplausos cantando es con “Baby Boy”, la balada que mete casi al cierre, y para la instrumental “The Night Me and Your Mama Met” pide ayuda del guitar hero Gary Clark Jr. Para el gran final, Donald reflexiona un poco sobre el mismo y reitera el coro como un mantra (“keep all your dreams, keep standing tall, if you are strong you cannot fall”) hasta convencerse y adquirirlo como filosofía de vida y hasta nos sirve de respuesta del porqué todo le sale bien.
9/10.
La siguiente canción, “Have Some Love” es puro Funkadelic de pies a cabeza, se asemeja bastante a “Can You Get to That” extraído del célebre Maggot Brain, es más, hasta la tapa de este álbum es muy similar a Awaken… ¿gran homenaje o gran coincidencia? Da igual, el track es genial, relajante y exudando altas dosis de buena onda, hablando del amor entre hermanos. Para “Boogieman”, tanto los golpes de bajo pegajosos, así como la lírica serían como una versión moderna de KC and the Sunshine Band y a esto le agregaríamos un toque de sensualidad para “Zombies”. Las influencias de lujo no paran en ningún momento y notamos a partir de “Riot” a un Childish Gambino que ya se levantó, empezó a arengar y dar unos cuantos gritos, esto sirve nada más como un interludio para la bella “Redbone” donde Childish propone un rango vocal nunca antes escuchado, hasta parece que le metió algún pitch para sonar así como Prince, pero eso lo negó rotundamente en una entrevista para la radio australiana Triple J, “sólo canté diferente” dijo. La presentación que me convenció a escuchar este disco:
9
eeeks / pet city 2017
#05 10
Antes de empezar a hablar sobre este material, abro el paraguas diciendo que esta banda me parece la propuesta más innovadora y atractiva a nivel musical del Paraguay en la actualidad, me considero amigo y fan de ellos, por lo que en las siguientes líneas difícilmente encuentren algo que se parezca a una opinión imparcial, pero hey! ninguna especie de “crítica” lo es, así que ahí vamos como sí no hubiera dicho nada.
El quinteto conformado por Aharon Emery en voz y guitarra, Luca Milessi en guitarra, Joaquín Abente en bajo, Rogelio Sanabria en teclado y Ana Díaz en batería, publicaron al fin su tan esperado debut, luego de un EP homónimo repleto de ritmos lo-fi para surfear en olas psicodélicas. Dos años pasaron de aquel lanzamiento en donde se podía percibir una mutación gradual de la banda entre cada show, iban dejando de lado las camisas hawaianas y se atrevían a sumar nuevos experimentos a sus presentaciones que luego desembocarían en Pet City, una evolución cargada de matices coloridos gracias a una edulcorante dosis de power pop para revisitar una y otra vez. Desde el inicio con “Il Novo 60’s” uno debe olvidarse de casi todo lo que conocía de EEEKS, acá van directo al corazón con una melodía súper pegajosa, unos teclados disparatados y el pesimista pero a la vez glorioso coro (“we’re not gonna make it, we never gonna make it”) abren de la mejor manera este compilado de 9 canciones encapsuladas en media hora y pico. Lo que prosigue es una nueva versión de “Ringo’s Teenage Dreams”, canción que ya habían lanzado previamente hace poco más de un año y aquí nos la presentan con diferentes arreglos, más acordes al mood del resto del álbum y funciona como puente ideal para el próximo track, “Feel Awakens” que por más de que lo nieguen, para mi que Ariel Pink metió mano en la producción, es un circo de art rock perfectamente ensamblado. Luego damos paso a mi favorito personal, “Let Me Be Your Pet” que es una inyección rebosante de los Beatles del Álbum Blanco, ofreciendo además un título de canción tan dedicable que ya puedo imaginarlo
en tatuajes próximamente. Después de se llega a un lugar de contemplación en “Get Sleep” donde escuchamos a Aharon dejar el alma en la voz mientras sus demás compañeros se le van uniendo sin apuro, incrementando la emotividad del tema. En el siguiente movimiento le pasan la posta a Anita que se carga “Holy Warbles” y “Party Motel” en la voz principal. Me pareció agradable la presencia de un piano en ambas canciones que tienen como un dejo de Foxygen y Smith Westerns en cuanto a estructura y hasta en la calidad de cómo fueron grabadas diría. El aire sesentoso no se disipa ni por casualidad en la calmada “Moon Room” que funciona como un último descanso reconfortante para los oídos y de inmediato dejarnos con las ganas de abrazarlos en el track que da nombre al álbum, y que quizás deja una última pista de lo que nos deparan sus futuros proyectos con todos ellos cantando “changing all the time” a lo que siguen unos últimos 30 segundos de psicodelia pura. Pet City es lo que pasa cuando juntás a gente que ya escuchó demasiadas cosas buenas durante toda su vida y tienen la habilidad de plasmarlas en su obra, algo que en esta tierra no pasa muy seguido, por lo que no me quedan dudas que este álbum va a marcar un precedente en cuanto a producciones independientes en este país donde -no me canso de decirlo- abundan los artistas pero no la originalidad o el riesgo de hacer algo diferente.
9/10.
11
#06 Kid Cudi / Passion, Pain, & Demon Slayin' Creo que hay dos tipos de artistas: los que encontraron su fórmula del éxito y a partir de allí cierran el laboratorio y terminan repitiéndose una y otra vez sin tener la imperiosa necesidad de reinventarse, total les funciona bien lo que vienen realizando hace años. Después tenemos el otro extremo, los que ya encontraron la fama pero igualmente están en constante cambio, los que consideran un retroceso tener que repetir algo. Este grupo podemos decir que lo conforman en su gran mayoría unos valientes que se la juegan por sus obras, bancándose o directamente ignorando las pestes que puedan llegar a tirarse a sus experimentos. Uno de ellos es Kid Cudi.
Igualmente mis expectativas no eran muy altas, principalmente al ver que este nuevo álbum consta de 19 tracks, Passion, Pain & Demon Slayin’ dura 1 hora y media, así que olvídate de escucharlo todo de un tirón, la escucha se vuelve soporífera y solo unos cuantos tracks recuerdan al buen Cudi que no sé si ahora lo que quiere es transmitir desgano pero eso es lo que logra cantando muy tranquilo y soft, esa monotonía la corta por primera vez André 3000 de Outkast en “By Design”, de hecho es la primera canción animada que escucho de Cudi en años, así que es un avance. Este tema es casi indivisible entre la cantidad de rellenos que lo rodean, tracks de los que ni te vas a acordar de su nombre de lo poco interesantes que resultan: “Releaser”, un tema con aullidos tenebrosos y un beat misterioso que se repite durante más de 5 minutos mientras Kid susurra meloso incluyendo un verso en francés; “All In” con un beat básico que ya habremos escuchado por lo menos en 4 millones de canciones de rap anteriormente.
El hombre fue apadrinado desde temprano en su carrera por Kanye West quien aparece en su álbum debut Man on the Moon: The End of Day que manejaba un fuerte concepto con canciones que sacaban lo mejor del hip hop comercial hablando de sueños y jodas como en su primer gran hit “Day N’ Nite” y en “Pursuit of Happiness” donde festejábamos ver como colaboradores a las estrellas indie en ascenso de aquel entonces MGMT y a los aún no tan reconocidos Ratatat. Definitivamente era algo distinto que se amplió para su secuela Man On The Moon II: The Legend of Mr. Rager que tenía un sample de “The Strangers” de St.Vincent en uno de sus temas.
Mucho más no hay para decir de la mayoría de los tracks que conforman este disco que bien podía haber sido un buen EP de 5 canciones, en vez de toda esta maratónica seguidilla de composiciones que no están mal pero que me resultan insípidas y sin mucha variación entre una y otra. Alguien tiene que sentarse a hablar con Cudi y decirle que deje de grabar cada capricho que se le ocurre, su creatividad como artista es innegable pero siento que vuela muy alto y pierde dirección. Es que a él le podés decir de todo, menos que no es versátil, hasta armó un intento de banda de rock en el 2012, obteniendo también un dudoso resultado que no vale la pena desempolvar.
A partir de este lanzamiento, Cudi se metió a un espiral descendente hacía lo más oscuro en cuanto a lo que refiere a sus producciones y la temática de sus canciones. En Indicud, a pesar de contar con la presencia de Kendrick Lamar que el año anterior había puesto a toda la crítica y al público de rodillas con good kid, m.A.A.d city, era el primer trabajo que por más veces que lo haya escuchado, hasta ahora me resulta igual de indiferente que los otros dos álbumes que vinieron después. Mucha experimentación que terminó por desencantarme de este artista que en sus inicios lo tenía en lo más alto de mi podio imaginario de raperos. No obstante, seguía escuchando cada cosa que iba tirando en los últimos años, para ver si en algún momento
Los tracks que valen la pena destacar, como si no pertenecieran siquiera a este álbum son “Flight At First Sight/Advanced” y “Surfin”, ambas con la colaboración en voces y producción de Pharrell, hombre que pertenece al primer grupo de artistas que mencioné al inicio. Uno sabe cuando está escuchando un tema de este grone talentoso, tiene un aire más festivo, algo que no cuadra con el resto de la obra de Cudi que insiste con su aura introspectiva pero de la forma más aburrida posible con sonidos sacados de otro planeta que siento que son desaprovechados acá. Pongo acá de ejemplo: “Wounds” y “Distant Fantasies” cuya producción es muy buena pero el autor las vuelve aburridas con su canto siempre en downtempo.
2016
12
volvía a la senda del bien (?), es así que me topo con “Surfin”, uno de los adelantos de su nuevo material que me hacía recuperar un poquito la fe.
La única vez que el concepto de hip hop espacial sale un poco de lo monótono es en “Cosmic Warrior” que suena masivo en comparación a los tranquilos temas anteriores. De todas formas si quieren escuchar un álbum de rap con temática espacial y que posee una mayor cohesión, recomiendo Splendor & Misery de Clipping.Antes de que se apague todo, aparece una vez más André en la también pacífica “The Guide” para aportar unos versos rapidísimos como solo él los sabe hacer. Obvio que no es una buena señal que lo mejor de tu propio álbum hayan sido los feats, pero sigo teniendo esperanzas en volver a escuchar al Cudi que brilla con luz propia (como en "Surfin"), sin tanto divague bajón y solo quiere pasarla bien.
5/10.
The Last Shadow Puppets / The Dream Synopsis EP
2016 El año pasado nos alegrábamos al enterarnos que este dúo volvía al ruedo con nuevo material bajo el brazo porque su primer álbum fue exquisito, esa mixtura de sonidos orquestales con ese talento nato de Alex Turner de convertir poesía moderna en himnos de estadio era lo que el mundo estaba necesitando pero no lo sabía. Fueron los años más jugados del líder de Arctic Monkeys que al año siguiente lanzaba el que hasta ahora es el disco menos digerible de la banda, Humbug. Everything You’ve Come Expect fue esperado durante 8 largos años y cuando finalmente llegó, en mi corazón se ganó un solo espacio: el del álbum que más rápido olvide su existencia en el 2016. Todos los elementos estaban ahí, pero parece que a este nuevo producto no le pusieron la dedicación como para tener canciones que marquen una huella un poco más profunda en nosotros. Y ahora, apenas 8 meses después, como si se hubiesen dado cuenta
que no dieron todo de sí mismos, compensan con un nuevo EP que incluye 4 covers y dos versiones nuevas de canciones de su último disco. Quiero abrir un paréntesis que poco tiene que ver con la música, para decir que aborrezco la nueva pinta de Miles Kane y Alex Turner que vino incluida con esta nueva etapa de la banda: camisas desprendidas pelando pelos en el pecho con cadenas de oro. Aunque ahora que pienso, quizás tenga cierta relación la música que andan componiendo con esa facha que un amigo los definió con precisión quirúrgica: señores valle con plata que farrean en Checho’s. Ahora sí, a lo nuestro. El EP abre con “Aviation”, el mismo track que también arranca su último álbum, aunque particularmente me quedo con esta versión que suena más “en vivo” y orgánica que la versión original. A esto le sigue “Les Cactus”, composición de 1967 que pertenece al francés Jacques Dutronc; pude escuchar la original que es brillante, pero hay que dar mérito a TLSP que le agregaron más color y elegancia al tema, una muy buena elección como single. En “Totally Wired” se devela una nueva cara hasta ahora desconocida de este dúo, enfadados y postpunkies homenajeando a The Fall en esta ocasión. Se siente como Kane hace el esfuerzo para conseguir esa voz que parece que introdujo el micrófono hasta la úvula. Lo mismo pasa con “This Is Your Life” que la hacen sonar grandiosa comparándola a su versión original de un grupo relativamente desconocido, Glaxo Babies; y con grandiosa no estoy diciendo que es mejor, es solo una experiencia diferente donde todo suena más grandilocuente, en especial la instrumentación por supuesto, ya que estos dos le sacan una orquesta de ventaja. Hasta tienen el tupé (?) de versionar una de Leonard Cohen, un artista que claramente influenció bastante a Turner como escritor de letras por sobre todo. Posiblemente mi canción favorita del EP “This Is What You Wanted” en donde se toman el tiempo para juntar todas las piezas que nos enamoraron de esta banda desde un principio. Balada fantástica que nos prepara para el final encantador con “The Dream Synopsis” que me pasa lo mismo que con el primer tema, me suena más cara a cara. Es que el escenario ideal para consumir la música de TLSP sería en vivo desde un teatro y es ese sentimiento el que cala hondo en este EP.
7/10.
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#08 Peter Doherty / Hamburg Demonstrations
2016 Desde que me enteré de la existencia de este hombre, puedo decir que por lo menos el 75% de las noticias que leí sobre el tenían que ver con su adicción a la droguita. Lo cual es una verdadera lástima porque el tipo de verdad tiene un talento para las canciones, con el álbum debut de The Libertines, una nueva esperanza de rock and roll nacía en el Reino Unido que sería hundida en heroína un par de años más tarde. Pocos saben que detrás de este quilombo andante se halla un chico que a los 16 años ganó un concurso de poesía y que su habilidad como un maestro de las letras es más notorio en su repertorio solista, sin Carl Barât y compañía haciendo la ruidosa música de fondo de los jóvenes británicos aburridos de tanta corrección política a principio de los 2000. Este “chico malo” se las da de trovador como Dylan pero más seductor en su puesta poco pretenciosa, sin ganas de inventar algo nuevo más que demostrar que la está pasando bien.
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y aportando su voz libertine más quejosa alargando las últimas palabras de cada verso en “Hell to Pay at the Gates of Heaven”, solo que acá parece que Doherty es el nuevo cantante de The Shins. Tengo mis reservas con respecto a la versión rehab de Pete como músico, pero para alguien como yo que no le presta tanta atención a las letras de las canciones, aprecio plenamente el esfuerzo puesto en cada palabra. Solo que en lo instrumental me deja con el sabor de que pudo haber sido algo más. El álbum que lanzó The Libertines en el 2015, Anthems for Doomed Youth fue un adelanto de la dirección artística que está tomando Doherty, más aferrado a una harmónica que a una guitarra eléctrica, con una cantidad excesiva de baladas para cualquier fan de la banda. Ahora recién podemos llegar a interpretar que Hamburg Demonstrations es la calma después de la tormenta en su vida, y que gracias a estas canciones escritas durante su crisis de mediana edad, pudo seguir conquistando corazones.
6/10. #09 The Rolling Stones / Blue and Lonesome
Este que se convierte en el segundo álbum firmado con su nombre y apellido, presenta canciones agradables que lo dejan como un caniche amaestrado. Evoca mucho al romanticismo con letras astutas haciendo guiños a libros de literatura inglesa, ya desde la apertura con “Kolly Kiber”. Nunca pensé darle un calificativo como alquimista de versos a Doherty, un título meloso pero acorde a lo que no tarda en demostrar en este material al que los sesionistas que lo acompañan le dan un clima barroco especial como bien se escucha en “Down for the Outing” o “Flags from the Old Regime”.
¿Qué te queda por hacer después de más de 5 ( C I N C O ) décadas de carrera con 25 álbumes de estudio, miles de millones de álbumes vendidos, haber batido récords de asistencia, reinventado todo un género musical, ganarte la distinción de la realeza y el respeto en todos los rincones del mundo por sencillamente hacer lo que te gusta? Los Rolling Stones son las únicas personas en este planeta que son capaces de responder esa pregunta y la contestan volviendo a sus raíces.
Encantador es la palabra que puede definir mejor que nada este álbum en su totalidad, y vaya que le suma puntos a Peter la voz rasposa que se manda, intacta a pesar de todo el descontrol de años de exceso, acá lo tenemos en su faceta más sobria, haciendo un lindo dueto con una mujer en “Birdcage”
Luego de 9 años sin sacar más que compilaciones y algún que otro tema suelto, vuelven a lanzar un nuevo disco que rinde tributo a las figuras del blues que marcaron la ruta a seguir de Mick Jagger y sus amigos en la música. De hecho que sus primeros tres álbumes estaban compuestos en su mayoría por versiones
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de rhythm & blues, así que vuelven a las viejas andanzas que estaban haciendo más falta que nunca en los circuitos comerciales de música, abarrotados actualmente por música electrónica descartable. Sé que ni los mismísimos Rolling Stones pueden competir contra esa máquina que está generando cantidades inimaginables de dinero, pero por lo menos saber que un blusacho mantiene más vivos que nunca a estos dinosaurios, reconforta lo suficiente. Si desde ya se te hace difícil de creer que Mick Jagger y Keith Richards sigan vivos y haciendo tours infinitos como si tuvieran 20 años, te va a parecer de lo más absurdo darte cuenta que su primer álbum lanzado en 1964 suena exactamente igual a esta nueva obra del 2016, dejando de lado la calidad en la que fueron grabadas, por supuesto. Habrá músicos de blues mucho mejor capacitados, más técnicos y virtuosos que podrán hacer versiones más “trabajadas” de estas canciones, pero la onda que le impregnan estos señores no lo cambio por nada. No se limitaron a hacer covers fieles a los temas que seleccionaron, sino que los convirtieron en temas nuevos con ese aire a añejo que de por sí tiene el blues, la primera evidencia de ello es “Just Your Fool” cuya versión original es un lamento y con la voz y la harmónica de Jagger, queda más como un rebelde rollinga sin causa, dejando como anillo al dedo el enganche con “Commit a Crime” que pertenece originalmente al mágico Howlin’ Wolf a quien Richards le debe si o si un puñado de técnicas con los dedos. La genética de lo que son hoy en día los Stones se encuentra en estos artistas homenajeados, y podría apostar lo que sea que cualquier oyente casual de este álbum creería que son composiciones nuevas de ellos, me incluyo. El que fue versionado hasta 3 veces acá fue Little Walter, primero con el track homónimo al disco que transfiere un sentimiento de arrepentimiento hasta lo más profundo del ser; luego se pueden divisar los pasitos de baile en pareja dentro de un bar de mala muerte al ritmo de “I Gotta Go” y antes de que los saquen a tiros nos permiten una última pieza en “Hate to See You Go”. Es fuerte decirlo pero hay quienes creerían que el blues está en peligro de extinción. En un mundo donde hacen falta más Jack Whites y The Black Keys que hagan del blues un material que quieran consumir todos, el hecho de que sus majestades satánicas hayan elegido como corte de difusión una reversión de un Delta blues y le pongan a bailar en su vídeo a una de las actrices más cotizadas de la actualidad, creemos que es una victoria cultural y este álbum Dios quiera
que sea la punta de lanza para un nuevo revival que intentará dar equilibrio al Universo... y es probable que no lo logré, pero no importa: tendremos más blues.
8/10. #10 Gone Is Gone / Echolocation
2017 Me acabe de dar cuenta que no puede ser que en pleno 2017 aún no encontramos otra palabra aparte de “supergrupo” para describir a esos nuevos proyectos musicales formados por un rejunte de miembros de otras bandas relativamente famosas. Tendríamos que empezar a ser más exigentes y no andar regalando el calificativo de súper a cualquier grupo solo porque tenga integrantes conocidos o las agrupaciones de las que provienen ya tengan cierto status dentro de la sociedad, habría que cumplir ciertos requisitos de calidad antes de que la prensa “especializada” o el público en general se atreva a llamarlos supergrupos. La primera banda que se me ocurre poner a prueba antes de considerarlo supergrupo es Gone Is Gone, un grupo que en menos de un año de formación ya puso en tela de juicio a un EP y ahora un LP. Los juzgados son Troy Sanders, bajista y voz de Mastodon; Troy Van Leeuwen, uno de los guitarristas de Queens of the Stone Age; Tony Hajjar, batero de At the Drive-In, y completa el team su socio Mike Zarin que es fundador de una productora encargada de hacer soundtracks para películas, publicidad y videojuegos. Uno al leer el nombre de todas esas bandas, conociendo todo lo que aportaron al rock en la última década, no puede estar más que entusiasmado por escuchar cómo sonará todo ese armamento. Pero la verdad es que ellos están siendo acusados de no reflejar en este grupo todo el potencial que sí escuchamos en sus proyectos principales. Con eso no estoy queriendo desmeritar al proyecto entero porque la verdad es que tiene sus luces, como el primer track que compartieron “Violescent” (que
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luego formó parte de su EP homónimo) es toda la gloria de Mastodon caída sobre nosotros en forma de feroces guitarras y Troy gritando hasta que se lo escuche en el Olimpo. El problema es que ese ritmo no es constante en lo que resta del EP y esto se ampliaría en Echolocation. Una teoría que tengo del porqué este grupo carece de algo cautivador quizás sea porque a todos les pesa la ausencia de los demás miembros de sus grupos originales, por los que se apoyan para sacar lo mejor de cada uno, es que seamos sinceros: ninguno de ellos (excepto Troy) son miembros fundamentales de sus respectivas bandas. Su trabajo de larga duración arranca con “Sentient” que retumba por sí sola con un aire cinemático de A Perfect Circle que nos mete de lleno a un mundo caótico, y una vez inmersos en el mismo nos arrojan “Gift”, el track que más se asemeja a QOTSA gracias a los solos que se manda Leeuwen. Alguien que está presente en todo momento firme en su puesto y sin sobresalir es Hajjar que si tiró alguna pista para que reconozcamos que es el baterista de At the Drive-In, nadie se percató. Hasta diría que Zarin aporta lo suyo al teclado en gran parte de la mitad del álbum con los tracks más ambient como “Dublin” y “Slow Awakening”, este último un gran tema que nos deja desolados, sería el equivalente musical a una escena en la se está despedazando en slow motion el piso que nos rodea. Gracias a entrevistas sabemos que todos ellos se juntaron más por diversión, para hacer música sin deadlines, ni muchas presiones. Por eso tenemos como consecuencia un álbum de rock pesado hecho a media máquina y que en sus mejores momentos solo suenan a una copia de sus grupos principales, allí cito a “Ornament” y “Pawns” cuya influencia de los Troys es más que evidente. Lo que me lleva nuevamente a poner en seria duda lo de considerarlos un supergrupo que tendría que ser la suma de todas sus partes.
6/10. #11 Deaf Radio / Alarm 2017 Pensar que no nos va a dar el tiempo de vida para escuchar
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toda la música que nos gusta. Pensar que en algún recóndito sitio del planeta existe una banda que cumple con todas tus expectativas y vos ni te estás enterando de su existencia. Pensar que este tipo de inquietudes existenciales que nos agarran de repente están siendo saciadas cada vez más gracias a Internet. La banda de la que les voy a hablar a continuación, ni siquiera la conocía el año pasado, es más, creo que ni conocía una sola banda de su país. Así que agradecimientos al periodista argentino Diego Mancusi por la recomendación desde su cuenta de Facebook. Deaf Radio es un cuarteto griego que toma inspiración del rock independiente, más que eso no dice en la descripción de la banda y es todo lo que necesitamos saber. En los primeros días de este año lanzaron su primer LP que demuestra una clarísima influencia de Queens of the Stone Age y derivados. Me complace en escuchar que la semilla que plantó Josh Homme, por fin está germinando en distintas partes del mundo: tenemos por ejemplo al tremendo dúo Royal Blood en Inglaterra o sin ir muy lejos, Fuzzkrank en Paraguay se puede percibir que prestaron con respeto ciertos trucos de producción del colorado que popularizó un estilo de nicho como es el stoner. Desde el primer riff de “Aggravation” uno ya sabe exactamente con lo que se va a encontrar: una andanada de canciones con la potencia y velocidad de un tren bala, esta apertura nos trae gratos recuerdos en su sonido a la era Songs for the Deaf de QOTSA. Si de entrada estoy poniendo de ejemplo mi álbum favorito de ellos, pues una chispa al menos tendrán que me hizo caer por completo. Reafirman esto con “Backseats” que si la primera canción fue un tiroteo, en este track tiran una granada sin avisar para que no queden sobrevivientes. A partir de acá es donde me planteo la seria posibilidad de usar una expresión que no uso habitualmente pero aplica perfectamente en este caso: “me voló la peluca”. Para el tercer tema “Vultures & Killers”, la fórmula sigue igual de incendiaria, da como para reflexionar qué tanto mérito tiene una banda que tiene una influencia demasiado marcada, ahí radica la única queja que tendría con respecto a ellos. Más que inspirado, me parece que están basados en un sonido particular, no encuentro algo distintivo que pueda decir “estos son los Deaf Radio”. Me pasa lo mismo con Airbourne que me resultan una copia muy bien lograda de AC/DC y ya llevan 4 discos con la misma receta a su sopa. ¿Esto hace que disfrute menos de lo que hacen? Por supuesto que no, es rock and roll que te hace bombear el corazón a 1000, no le da cabida al cerebro para este tipo de análisis.
Mientras se me vienen esos pensamientos a la cabeza, ellos no se detiene por nada del mundo con “Flowerhead” que tiene una marcha lenta pero con una línea de bajo que pesa una tonelada y un detalle mínimo que me agradó es la máquina que marca el tempo a mitad de camino, a esto le sigue otra enérgica canción que desata el infierno, “Revolving Doors”. El único momento que te deja respirar es cuando ya estás con tanque de oxígeno hacía el final con “Oceanic Feeling” que tampoco es una lenta y lo que le falta de velocidad lo compensa con capas y capas de riffs afilados que sirven de colchón para el último pogo con “… And We Just Pressed the Alarm Button” en donde se sobrepasan la línea e insertan elementos de sludge metal para engrosar aún más lo que estuvimos escuchando durante 40 minutos. Nada mal el debut de los representantes de Zeus en la tierra del rock.
7/10.
#12 David Bowie / No Plan
2017 Bowie fue, es y será un ser de luz irremplazable. No tengo intención de decir en otras palabras lo que ya se ha dicho de él y de su legado, ya sea por artistas o personas a los que les tocó su partida, más que brindarle mis sinceros respetos desde donde esté. Es una de las pocas personas que nunca estuve ni cerca de conocer y puedo decir que de alguna u otra forma, marcó la música que escucho y amo hoy en día. A un año del deceso de una de las personas más influyentes del arte en la historia contemporánea, se acaba de lanzarse su primer material póstumo que sirve como pieza de acompañamiento de su último álbum de estudio, el aclamado Blackstar. Un álbum fúnebre que fue fríamente calculado para cobrar un nuevo significado tras la muerte física de su autor. Porque si, Bowie siempre fue un adelantado, hasta de su propia muerte, y su retirada fue magistral.
Este breve material de 4 canciones en realidad fue creado para el musical de Broadway, Lazarus, cuya canción del mismo nombre ya fue incluida en su último disco y que vuelve a este EP como primer track. Sus arreglos orquestrales de tinte oscuro nos envuelven en su melancolía, aún más si le prestás atención a la premonitoria letra que te pega directo ahí donde salen las lágrimas: “Look up here, I’m in heaven. I’ve got scars that can’t be seen”. Ni hace falta explicarlo, es muy fuerte. La cosa se pone aún más densa en “No Plan” ya que en esta el duque blanco canta personificando a un alma pérdida, probablemente en el purgatorio (“This is no place, but here I am”). Sentir esta canción sabiendo que el no está acá, nos deja con tantas interrogantes, pareciera ser que esto lo escribió como si tuviera conocimiento del más allá, como si supiera algo que nosotros no sabemos. Si estoy hablando más de las letras en esta ocasión, no es porque el sonido que la acompaña no está a la altura, es solo que resulta fascinante escuchar esta obra que posee un contexto único en su género. No todos los días se escucha un álbum post-mortem que habla tan directamente de este tema que para muchos es tabú, más aun viniendo de un maldito genio. ¿Podía haber sido todavía más directo y agresivo? Si, “Killing a Little Time” es la respuesta. Iniciando con un riff violento, saliendo del esquema etéreo sostenido por el jazz principalmente, aquí lo tenemos jugando a un villano que se encuentra pichado por estar muriendo y ya no podrá cantar un puñado de canciones. Esa rabia teatral se conjuga con una exquisita instrumentación que incluye vientos y piano, dando como resultado una épica pieza que sin dudar es el momento cumbre de este EP. Sin embargo, la melodía es un poco más optimista en “When I Met You”, dedicándola a alguien que le hizo mucho bien terrenal. Igual, no deja de ser algo creepy, ya que la perspectiva desde donde la interpreta es la misma que las demás canciones: en un lugar mejor, alejado de nosotros.
8/10.
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#13 The Flaming Lips / Oczy Mlody 2017 El rock psicodélico desde su concepción no paró de hacerle favores a la humanidad, transportándonos a dimensiones desconocidas que la música convencional no se encargó de explorar. El grupo encabezado por Wayne Coyne es uno de los grandes artífices de este subgénero relacionado con justa razón a las drogas duras. Es más, el mismo explica que el título de este que ya es su décimo cuarto álbum de estudio suena parecido a la oxicodona, un analgésico muy potente y adictivo; aunque en realidad lo sacó de un diccionario polaco y significa “ojos del joven” (queremos creer que no estaba bajo el efecto de algún estupefaciente para estar leyendo eso). El sucesor de The Terror del 2013 vino luego de unos cuantos divagues y alianzas de la banda: lanzaron un álbum de 24 horas de duración, grabaron dos álbumes tributo enteritos de The Stone Roses y The Beatles, se hicieron muy amigos de Miley Cyrus, salieron de gira, fumaron porro y produjeron su último álbum, alejándola de los circuitos del pop comercial. Aún no estoy en condiciones de considerarla mala yunta sin tener pruebas, pero coincidentemente desde que están muy pegados a la ex Hanna Montana, siento a Coyne mucho más quemado de lo usual y eso empieza a verse reflejado en su música. Esta nueva aventura de los Lips retoma la senda sonora de su antecesor, sería un vuelo espacial en donde llevaron todo el ácido que pudieron meter en el portaequipaje, donde sobraba lugar metieron sus instrumentos. Siento además que dejaron sus emociones en la casa para servir de lleno como músicos extraterrestres, inundando el estéreo de esa atmósfera única e inimitable que solo ellos saben crear y va creciendo en uno con las continuas repeticiones. Este álbum no deja de ser atrapante por los pequeños grandes detalles que se distinguen con buenos auriculares en temas como “Galaxy I Sink” o “Nidgy Nie (Never No)”. Sin embargo la nave que abordan no va muy lejos, manteniéndose discreto en la estratósfera, con canciones downtempo planas que hablan en su totalidad de cosas sin sentido que son cantadas
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con total seriedad por Coyne y Reggie Watts como si fueran la verdad absoluta del universo, en “The Should Be Unicorns” rodeados de sintetizadores de laboratorio reclaman por unicornios de ojos púrpura. Comparándolo con anteriores álbumes, estoy en condiciones de afirmar que es como un The Soft Bulletin alienígena, teniendo un feeling que no se deja escuchar tan fácilmente, por lo que no es un disco que recomendaría a alguien que quisiera tener un primer contacto con ellos. A pesar de que un "The Castle" o "Listening to the Frogs with Demon Eyes" le pegan a cualquiera con sus efectos somnífero gracias a las caricias que provocan sus suaves bajos y sintes. La única gota de humanidad que percibo en todo Oczy Mlody es en la triste “Sunrise (Eyes of the Young)” que es la reversión de una canción del último álbum de Miley que ella escribió (junto a Wayne) y está dedicada a su perrito Floyd recientemente fallecido. Ella también se encarga de prestar su voz para el cierre con el cursi final de “We a Famly” donde cantamos todos agarrados de la mano hacía un futuro mejor como familia. Este track evidencia a unos Coyne y Cyrus dentro de una burbuja multicolor disfrutando lo que acabaron de hacer, sin pensar mucho en lo que diremos las personas que no estamos en la misma sintonía. Creo que este chiste ya fue demasiado lejos, ellos dos no están entendiendo la diferencia entre divague y mal divague, por lo que estaríamos necesitando un cable a tierra por acá.
7/10.
The xx / I See You 2017 Ya lo dijeron antes: es mejor una nota que te emocione, que un solo virtuoso de 15 minutos que no te produzca nada. Porque la empatía es un elemento clave dentro de la música y esta banda proveniente del suroeste londinense entendió eso mejor que nadie, dirigiendo su arte a un público tímido, de pocas palabras, a los que se sonrojan cuando les dirige la palabra alguien que les gusta, los famosos perdedores del colegio; no existía un grupo indie que hable de las
relaciones interpersonales de una forma tan austera y real como este trío en el 2009 en uno de los mejores álbumes debut que se escucharon en los últimos años. Lo que hacía tan especial al sonido de The xx desde un principio fue la simpleza de sus composiciones, con apenas un bajo, una guitarra y una batería programada, tocaban las notas justas y necesarias para llegar a lo más profundo del alma (es impresionante lo minimalista pero a la vez compleja que suena “Basic Space”). Para su segundo álbum, a los beats le sumó personalidad Jamie xx como miembro oficial de la banda, siendo un productor emergente con muy buenas ideas en el ámbito de la música electrónica, se iba haciendo de nombre con algunos singles y remixes que iba lanzando, y luego desembocarían en su primer trabajo en solitario, In Colour del 2015 que asombró a todos por su exquisita ensalada de melodías que fluían en un campo abierto, elevando a la música dance en un sitial de elegancia entre tanto EDM de estructuras copypasteadas. Por lo que no es de extrañarse que The xx en su versión 2017 esté fuertemente influenciado por los ritmos bailables del hombre que está hacia el fondo en los shows. Deduzco que el título de este álbum tiene que ver con un cambio de actitud de la banda, si sus oyentes introspectivos se sentían tan identificados con la música de Romy y Oliver, es porque ellos también son así y ahora dejan la vergüenza a un lado, siendo capaces de mirarse el uno al otro y dejarse llevar por el baile. Esta desviación artística destella desde el arranque con “Dangerous” que en sus primeros 20 segundos ya deja en claro sus intenciones orientadas a la pista de baile, luego sin miedo encara Oliver con una primera estrofa que pretende dejar las cosas bien en claro: si está equivocado en lo que hace, podes culparlo, pero tenele un poco de fe. Dicho esto, Romy agarra confianza y sus dos voces forman una sola para el coro, la química sigue intacta pero esta vez pensada para algo mucho más grande de lo que podían imaginarse. Que el nombre de la banda ahora figure con letras enormes en los principales festivales alrededor del mundo, no es ninguna coincidencia. Hasta cuando no hay una intención directa de baile en los samples que utiliza Jamie, igual a ellos se los escucha más expansivos, tirando al tacho el aire íntimo que caracterizaban a sus canciones, la primera muestra de ello es “Say Something Loving” que suena fantástico pero tal vez no genere el mismo impacto emotivo que un “Islands”, al menos de buenas a primeras. Todo el espacio negativo que solían dejar para embellecer sin decir tanto, ahora está abarrotado por la producción
de Jamie que por cierto es bien rebuscado, para “Lips” por ejemplo, toma una minúscula parte del soundtrack de la última película de Paolo Sorrentino y lo ensambla con las voces de sus compañeros para hacer la magia que finalmente escuchamos. A pesar de sus obvias intenciones de alcanzar nuevos picos de fama con su nuevo trabajo, Oliver canta sobre las desventajas de tener una vida muy agitada, mientras se escurre un beat grave en “A Violent Noise”, más adelante vuelve la templanza con una tríada conformada por “Perfomance”, “Replica” y “Brave for You”, para recordarnos que la esencia sigue más que presente solo que ahora quieren compartirla con más personas. Allí es donde aparece Jamie nuevamente en “On Hold” para inyectar onda y provocar pasitos cohibidos. El mérito de I See You es lograr la evolución natural de una banda, añadiendo a su configuración las bondades del pop y la eléctronica a sus enternecedoras composiciones. El experimento fue todo un éxito.
8/10. #15 Bonobo / Migration
2017 Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, que hay que respetar la música de todos, pero cuando conozco a personas como el DJ británico Simon Green, me es imposible negar una verdad que es palpable en sus canciones: tiene un mejor gusto musical que el mío y que el ser humano promedio, o por lo menos estuvo en contacto con mucha más variedad musical que cualquiera y supo canalizarlo en una minuciosa selección de sonidos bajo el seudónimo de Bonobo. Para los que no lo registran, él es uno de los grandes valuartes dentro de la oleada del chillwave y el downtempo, subgéneros de la electrónica basados en sonidos relajantes que buscan emular estados de sueño, mediante sintetizadores y efectos de sonido
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procesados por una computadora. En el caso de este artista, el mismo aclara que no hace música por máquinas, sino con máquinas, recopilando melodías acústicas. El álbum que mejor expone todas sus virtudes -a mi parecer- es Black Sands del 2010, hasta la pondría como una ópera prima dentro del estilo. En su sexto álbum oficial, Simon está en su salsa, haciendo difusa la línea que separa lo digital de la instrumentación en vivo, ampliando el reto que se había propuesto en su último álbum The North Borders que incluyó una gira donde recrearon sus canciones con una orquesta completa, cagándose en los que todavía siguen creyendo que los DJs no tienen un empleo honesto. En sus canciones desfilan demasiadas cosas hermosas como para describirlas en palabras, el nivel elevado de fijación por los detalles casi inaudibles es la premisa en casi todas las canciones y la manera en que van fluyendo como agua del río es admirable de principio a fin. La música de Bonobo siempre tuvo desde sus inicios la balanza con mayor carga en el jazz, por lo que el piano liderando desde el principio en “Migration” o la colaboración con los Rhye para “Break Apart” son más que estrategias para sacar lo mejor de dicho género a su favor. También hace lo mismo con el afrobeat en “Bambro Koyo Ganda”, prestando los servicios del colectivo Innov Gnawa para transfomar cánticos marroquíes en una procesión raver. Un trabajo de ingeniería hecho con una paciencia zen envidiable es lo que se escucha fuerte y claro en cada una de las texturas que va añadiendo Green a sus paisajes sonoros que transmiten mucha frescura. Alguien con quien comparte un ADN similar es Nick Murphy, el barbudo antes conocido como Chet Faker implanta su fina voz a “No Reason”, un recorrido de 7 minutos en un camino nuboso pero lleno de luces de discoteca. Cuando llega a “Ontario”, lo confundimos un rato por uno de los Massive Attack, y para su acto final nos hace flotar a todos en “Figures” usando el sample vocal de una voz femenina que nos resuena en la cabeza hasta un buen rato de haber concluido. Si hay algo que reclamar a Simon es que se jugó en este álbum a lo que mejor sabe hacer, nada más que de forma correcta, sin empujar aún más los límites de su creatividad. Eso sí, para ser un álbum 80% instrumental, posee demasiados matices como para ser simplemente background music, esta es una obra que incita a ser captada por la mayor cantidad de sentidos posibles.
8/10. 20
#16 Umbrarum Regni / Gate I 2016 Puede que usted esté incluido en ese numeroso grupo de personas que evitan escuchar cierto tipo de artista por algo que hayan hecho o dicho que va en contra de tus principios, o simplemente no te agrade por las cosas con las que se asocian a dicho músico. Admitámoslo, la apariencia es algo que también viene incluido en el paquete completo de la música que escuchamos y queramos o no, influye en la forma en que la recibimos. Desde siempre me gustaron los artistas que guardan cierto misticismo o se aferran a un concepto que lo llevan a la práctica tanto en su estética como en su música. Tenemos desde actos masivos a nivel mundial como Daft Punk y Sia, los dibujos animados salidos de la cabeza de Damon Albarn, Gorillaz, hasta conjuntos de metal como Ghost y Behemoth que profesan una suerte de satanismo teatral en su música; siguiendo la senda de estos últimos, en Paraguay nace Umbrarum Regni, una nueva agrupación de doom/occult metal cuyo nombre proviene del libro esotérico (ficticio), Las Nueves Puertas del Reino de las Sombras que recopila todos los ritos y hechizos necesarios para convocar a los demonios y someterlos a la voluntad del oficiante. Lectura sana para toda la familia un domingo por la tarde. Esta misteriosa banda incursiona en un subgénero aún pocoexplorado en nuestro país y lo hacen ofrendando un álbum que reverencia a sus raíces con melodías sacadas de lo más profundo de las tinieblas. Desde su introducción a fuego lento con el sonido de lo que sería algo así como un órgano tétrico en “Voussoir”, nos mantiene alertas para los aplastantes riffs que se vienen sin piedad en “As Below So Beyond”, mientras Akvar predica melódicamente sobre las artes pérdidas. Siguiendo la tradición de bandas como Candlemass o Cathedral, prosiguen su sangriento ritual con “Red Mountain”, una Meca tenebrosa a la que vamos avanzando lentamente, abriéndonos paso del abrasivo sonido que proponen. Aunque también hay momentos de meditación como el atmosférico interludio “Impost” o las acústicas “Keystone” y “Gate I” que suman puntos por demostrar versatilidad en un álbum que bien podía atenerse al doom
#17 clásico que nos enseñaron los papás sabbathicos. Poseídos por el mismo Satán, “Anabasis” aparentemente está narrado desde su punto de vista, haciendo alusión a la manzana de la discordia y la promesa de libre albedrío, toda esta proclamación va acompañada de unos lentos pero densos solos de guitarra, sobrecargados de fuzz para infundir el terror deseado. Soberbio trabajo de producción se divisa en los arreglos finales y ciertos detalles agregados en cada uno de los tracks como vocecitas que se escuchan a lo lejos, dando un aura fantasmal a la experiencia.
Conocí a ellos en el 2015 con el lanzamiento de su último material Success que contó con la producción sucia y caótica de Steve Albini, responsable de grabar los álbumes más crudos de los 90s y 2000, trabajando con artistas de la talla de Nirvana, Pixies, PJ Harvey, Mogwai, entre tantos otros. Si tenés una banda de rock o metal y querés sonar más vivo, analógico y distorsionado que nunca, te ahorrás unos cuantos miles de dólares y te vas a grabar con él. Los KEN Mode sabían esto y llevaron su propuesta de sludge metal combinado con noise y post-hardcore a Albini, obteniendo como resultado un impecable caos.
La culminación de esta obra se da con la vibrante “Chant For Her Return” en la cual denotan además de un gran conocimiento sobre mitología, un sonido aún más inmenso, oscuro y explosivo que el resto del álbum, confabulando orquestalmente todo lo bueno que se escuchó hasta acá, potencial que espero puedan ampliar en siguientes trabajos.
En Nerve lo que encontramos son tracks que no pudieron entrar en dicho LP, además de 3 demos que formaron parte de su álbum Entrench del 2013, y de yapa un tema que formó parte de un split que grabaron con el grupo The Atlas Moth. Esta pequeña colección de canciones suena a todo menos a sobras o lados B, empezando con la fulminante “The German Businessman” en la que Shane Matthewson grita como un adolescente que odia su vida sobre un aplastante groove provocado por un bajo punzante.
7/10. #17 KEN Mode / Nerve 2016 Un sabio consejo dice que no hay que realizar nada ni tomar decisiones mientras te encontrás en un estado de rabia que te imposibilita a razonar o hacer juicios con claridad. Están en lo cierto, pero también es cierto que la música es la excepción a la regla, sirviendo como un canal saludable para arremeter toda la ira comprimida en nuestro ser. Grandes bandas nutrieron sus carreras de esta auténtica emoción, exhibiendo el lado más primitivo del ser humano que florece con mayor frecuencia durante la pubertad. En la ciudad de Winnipeg en Canadá se encuentra una de las últimas bandas “pesadas” que me sedujo por completo en los últimos meses, una cuyo nombre lo sacaron de unas siglas inventadas por el ex líder de la icónica banda de hardcore punk Black Flag, Henry Rollins, para describir el estado psicológico en el que se encontraba durante uno de sus tours (“Kill Everybody Now”), e indiscutiblemente la música de ellos responde a esta agresiva premisa.
Exactamente 4 segundos de respiro ofrece la banda antes de masacrar a todos con “Let’s Get Divorced” en donde a Shane la verdad que no se le entiende una sola palabra y lo acompaña en alaridos de igual intensidad a su bajista Skot Hamilton, ambos escupiendo sus tripas en el micrófono, de más está decir que la base instrumental es imponente. Si el mensaje que querían entregar es de destrucción masiva, ya lo enviaron, mataron al mensajero y para “I’m Never Looking For You” están pateando su cadáver, mientras nos advierten que van a pulverizar nuestros sueños. A pesar de estar en una vertiente más hardcore, KEN Mode también desglosa cierta influencia del grunge en “Absolutely Not” que tiene ese sonido tan Albini en los golpes de batería que se popularizaron con In Utero. ¿Alguna baladita para ir aOLVIDATE que hierve la sangre para “Secret Vasectomy” porque siempre se puede ser un poco más sangrientos, la voz de Shane retumba siniestral y si tuviéramos un medidor de furia, es probable que manejen la misma cantidad que un grupo como High On Fire y en “The Terror Pulse” se codean con la agresividad que destilaba Chino Moreno en los años de Around the Fur. Con todas esas referencias a mano, esta banda aplasta cerebros en un EP que tal vez peque de ser demasiado uniforme, pero no defraudará jamás a quien busque algo de violencia fuera de los estándares ya conocidos del noise, el metal y el post-hardcore.
8/10. 21
#18 Omar RodríguezLópez / Roman Lips 2017 En el mundillo de la música están esos luchadores incansables que siempre están lanzando algo nuevo, metidos constantemente en el bello arte de la creación. Para estos individuos, las vacaciones no forman parte de su vocabulario y todo indica que si se detienen, van a morir, así como el personaje de Jason Statham en Crank. Uno que forma parte de este club de los inquietos hace como dos décadas es Omar Rodríguez-López, guitarrista y fundador de fabulosas bandas como At the Drive-In y The Mars Volta, también es miembro fundador de bandas como Antemasque (con su inseparable amigo Cedric Bixler-Zavala y Flea), Bosnian Rainbows y Cristal Fairy, de seguro también lava la ropa, pasea a los perros y te corta el pasto en sus ratos libres. Este puertorriqueño de 41 años cuenta además con una prolífica trayectoria como solista: en 12 años lanzó la nada despreciable cifra de 42 álbumes. Este número incrementó considerablemente el año pasado con una idea que tuvo junto al sello Ipecac (de Mike Patton) de lanzar 12 álbumes suyos, uno cada dos semanas en un período de 6 meses. Según una entrevista a Rodríguez-López, si este proyecto salía bien en materia de logística y tiempos, habría más material… y por lo visto, les salió mejor de lo que esperaban y tiene planeado lanzar otros 10 discos más este año. Lo más impresionante de todo esto es que toda esta música ya la tenía bien guardada Omar en un disco duro desde el 2012 y solamente estaba esperando gente tan loca como el para editar esta voluminosa cantidad de material. Ahora, ¿alguien se tomó la molestia de escuchar todos estos discos? Por más de que respete mucho a Omar por todo lo que aportó con sus dos bandas principales, esta movida creativa me resulta muy empalagosa de digerir, solo escuché el álbum Arañas en la Sombra ya que tenía el gran aditivo de contar con la presencia de todos los miembros fundadores de The Mars Volta, además de la participación de John Frusciante en algunos temas. Es un fantástico disco de prog rock que intensifica nuestras ganas de
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nuevo álbum de The Mars Volta, pero la realidad es que Omar lanzaría luego 9 discos más de su autoría antes del álbum que les hablaré a continuación, del que desafortunadamente no tengo mucho para decir. Puedo decir que todas las veces que escuché Roman Lips, fui distraído por cualquier nimiedad que me obligaba a ponerla en pausa o simplemente a pasarla por alto. Las canciones están bien pero carentes de sustancia o algún componente que las haga interesantes, se pueden notar los riffs que juegan con los cambios de tempo, impredecibles como solo Rodríguez-López lo sabe hacer, pero tal vez por la forma en la que estos tracks fueron mezclados, no resaltan en absoluto. Lo que tenemos son 14 temas planos, sin altos ni bajos que me dan la impresión que son solo esqueletos de canciones más elaboradas. De hecho que unas cuantas canciones que conforman este álbum ya formaron parte de sus anteriores discos, solo que con algún que otro agregado. En “Bitter Tears”, por ejemplo se oye a Omar con un filtro en la voz que le deja un aura medio Marilyn Manson, mientras va lanzando buenos solos que se colocaron sobre un ritmo medio funky con unos samples vocales medio misteriosos. Si, había que repetir la palabra “medio” para dejar en claro que este álbum me parece que se hizo a medias. “Upon Golden Ice” es como algo que grabó con Bosnian Rainbows, pero hasta ahí resalta más el trabajo de Omar y todo suena más apasionante. Si hay algo que consigue Omar es llegar a un sonido más accesible en su intento por hacer pop-rock, pero todo es tan lineal que preferiría a lo sumo, un compilado con todas sus intervenciones guitarrísticas dentro del álbum, ya que vendrían a ser las únicas partes que dan gusto en Roman Lips. ¿Los otros 10 discos que lanzará este año tendrán esta misma calidad? No sé, me voy a quedar sentado acá esperando el nuevo álbum de At the Drive-In.
4/10. #19 Cherry Glazerr / Apocalipstick 2017 La voz de la mujer nunca antes se ha escuchado tan fuerte como hoy en la historia de la humanidad.
Estamos viviendo momentos de cambio e incertidumbre en el mundo, el temor hacía un retroceso de pensamiento se acrecienta en un país que desde hace unos días es oficialmente gobernado por un tipo de pocos modales que exuda racismo y misoginia por los poros. Con todas las fichas en contra, ayer (21 de enero del 2017) se llevó a cabo una multitudinaria marcha a favor de los derechos de las mujeres que evidentemente se ven amenazadas por este hombre de peluquín rubio y sus adeptos. El rock desde sus orígenes significó rebeldía contra un sistema cuadrado y una tarima para protestar contra las injusticias. Mujeres valientes han agarrado guitarras para impresionar al público, abolir paradigmas y sentar firmes posturas. Siguiendo el ejemplo de Patti Smith o más bien unas Sleater-Kinney, tenemos a Clementine Creevy y su reformado trío Cherry Glazerr (se abrieron dos e ingresaron dos) con una fusión de garage rock y fuzz pop (si es que eso existiese) al servicio del entretenimiento, sin preocupaciones para tomar muy en serio. La chispa de su álbum debut Haxel Princess sigue destellando desde el principio, “Told I’d Be With The Guys” es una delicada crítica al machismo que empieza como una brisa veraniega y al último minuto termina siendo un leve huracán. “Trash People” es tal vez una experiencia biográfica de Clem andando por su cabeza, cantando que usa la misma ropa interior hace 3 días y su pieza huele a cenicero, sin duda la nueva canción para los orgullosos de su procrastinación. Encuentro ciertas semejanzas con propuestas de chicas como Ex Hex o Wild Flag que podríamos calificarlas de punks pero con una pizca de azúcar salida de sus bocas al cantar, produciendo nada más que canciones agradables como “Humble Pro”, sin mucho adorno a un tema que simplemente habla de cocinar burritos, siguiendo con la costumbre de dedicarle temas a comidas ricas (ya tenía uno llamado “Grilled Cheese en su anterior álbum) porque la sátira es fundamental dentro de Cherry Glazzer, y eso se ve reflejado hasta en sus vídeos promocionales. En una entrevista para Los Angeles Times, Clem había dicho que vio a muchos cantantes tocar una acústica y cantarle al oceáno, eso le parecía de lo más patético y prefería
cantar sobre cosas que ella pensaba que eran cool. Ella si que tiene bien en claro cuales son las prioridades. Joe Chiccarelli quien ya trabajó para The Strokes, U2, The Killers y hasta Café Tacvba, aporta orden a este trío que pisa por primera vez el acelerador en “Sip O’ Poison” en donde también se entromete un sintetizador en medio del festín de riffs que continúa moderamente en “Nurse Ratched”. Otro inconveniente de millenials que es relatado en primera persona es la falsa aceptación de pertenecer en las redes sociales con “Instagratification” que tiene una base algo simplona pero no deja de ser encantadoramente oscura. Este lado más pesado lo dejan caer por completo en los últimos dos minutos del disco con el instrumental “Apocalipstick”, dejándonos con el final abierto de esta comedia con crítica social apta para todo público.
7/10. #20 Foxygen / Hang 2017 Entonces estaba caminando por la calle para dirigirme al trabajo, hacía el recorrido de siempre después de bajarme del micro recorro unas cinco cuadras a pie, en ese pequeño trayecto paso frente a un teatro abandonado hace quien sabe cuántos años, muchos sospechan que es un nido de “pirañitas”. Lo cierto es que por esas cosas de la vida, ayer salí a las apuradas de casa y se me olvidó traer auriculares, por lo que estaba condenado a oír el cansino ruido de los motores. Les toca juzgar a ustedes si esto fue cosa del destino para lo que iba a presenciar esa mañana. Pasando por el ya mencionado teatro oigo que desde adentro resuena un teclado con una vibra parecida a “Where It’s At” de Beck, ¿voy a ser de esos que creen en fantasmas o cualquier actividad paranormal porque fui testigo de algo parecido? Qué sé yo, en ese momento estaba tratando de concentrarme más en ese sonido que luego le seguirían unos violines y trompetas, segundos después una batería marcaría el inicio de algo nada menos que grandioso. Las puertas del teatro se abrieron mágicamente y entré sin miedo.
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¿Ves así cuando alguien que ni conocés ya te cae bien de entrada solo con intercambiar unas palabras y hasta le prestarías plata porque sabes que te va a devolver? Bueno, algo así me pasó con esta música que solo transmitía felicidad, espero que algún secuestrador no esté leyendo lo fácil que me convencen los extraños. Ingresé al recinto y sin presentación previa, sale del escenario un muchacho con un cartel que dice “YO SOY SAM” y empieza a cantar una declaración de amor a alguien no correspondido, acto seguido empiezan a salir por los costados un grupo de coristas que lo acompañan y que para el coro de su primera canción me doy cuenta que son seguidores de una especie de secta comandada por este tal Sam, el como buen guía espiritual pide repetir dulcemente que sigamos al líder. Acaba esta primera pieza y se enciende un faro que apunta directamente a una pianola tocada por un hombre muy bien vestido que responde al nombre de Jonathan, se enciende una luz más que alumbra a un arpa y entre estos dos instrumentos conspiran para producir bellas melodías que nos conducen a Avalon, una tierra prometida que se vino con musical incluido, me hizo acordar en su mejor momento a “Waterloo” de ABBA; cuando creí que ya había escuchado a la orquesta completa, finalizando esta canción interceptan al coro durante sus “doo-doodoos” una sección de vientos que incluyen saxofones. Eso que no soy muy propenso a los musicales pero esto tenía una mística retro pop irresistible, una obra muy ambiciosa en la que ya divisaba más de 40 músicos trabajando en perfecta armonía, haciendo un pastiche quisquillosamente elaborado con estilos que van del rock psicodélico a la ópera más distinguida. Por un momento perdí noción del espacio y el tiempo, era fácil dejarse llevar por esta melomanía atemporal que no dejaba de sorprender. Antes de que empiece el siguiente número, revise la hora y me di cuenta que iba a llegar 15 minutos tarde a la oficina, aplaudí muy fuerte, agarré mi mochila y me dirigí por la misma puerta que entré. Grande fue muy sorpresa al salir y ver que por la vereda venía corriendo en fila un cuerpo de baile súper colorido que se me estaba acercaba tan rápido que no pude apartarme de su camino, la chica que estaba a la cabeza me agarró del brazo y me metió a la fuerza nuevamente al teatro. Mientras pensaba en una excusa convincente por la cual iba a llegar sobre la hora, escuchaba a Sam hacer su mejor impresión de Tony Bennett, dedicando ambiguamente algunas palabras al país del sueño americano, mientras se iban poniendo en posición las bailarinas y se iban construyendo detrás de él una melodía
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melodramática con trompetas, tambores, entre otros instrumentos que no logro distinguir con claridad. Me siento a observar el espectáculo por un rato más, tornándose aún más bullicioso, ejecutaron una canción en exceso pegadiza y ni ellos pueden creer lo gigante que suena con una letra que no oculta el asombro de su creación (“Well it just gets bigger till you can’t seem to figure out / I walk away but I still can’t seem to figure it out”). Se divisa durante toda la función una clara fascinación por los musicales hollywoodenses en esta ambiciosa obra que conjuga lo mejor de dos mundos opuestos: la inocencia del indie y la pomposidad de las orquestas. Lo único real de este relato fue la música. Eso fue Hang.
9/10. #21 The Men / Devil Music 2016 Que nunca se pierda la bella costumbre que tienen los artistas de hacer lo que les gusta, un aplauso de pie a los que se toman en serio lo de hacer las cosas por amor al arte, sin pretensiones de lo que puedan pensar los críticos o cómo lo recepcionará el público, si estará o no a la altura de sus trabajos anteriores, sin pensar mucho en los canones de la industria. Por bandas como The Men es que podemos afirmar con seguridad que el rock no está muerto, solo está un poco escondido en la oscuridad. Para su quinto álbum, este cuarteto neoyorkino se encerró un fin de semana en su sala de ensayo, con poca o nada de producción se dispusieron a grabar estas 10 pistas con sonido crudo en vivo, un disco para ellos mismos que refleje la auténtica personalidad de la banda. Así nació esta música del diablo, más descriptivo imposible el título de esta obra que es una patada en la cara, un soundtrack para enfrentar demonios, el más contagioso y lo-fi
homenaje al rock pesado, al speed metal, ese estilo y actitud que llevó a Lemmy a recibir un status de semi dios entre los hombres durante décadas. Si bien no soy muy devoto de dicho género, si escuché lo suficiente como para consagrar a este álbum como el más Motörhead post-Motörhead. Empieza con la veloz locomotora que lleva el nombre de “Dreamer”, a sus primeros segundos más de uno se preguntará si sus parlantes o auriculares están funcionando bien, ya que este álbum en su totalidad tiene una calidad de grabación casera, lo que le da ese acabado mugriento y descarnado a cada uno de los tracks, todos directo a los puñetazos y sin mucho preámbulo, ninguno sobrepasa los 5 minutos de duración. La que sigue es “Crime” que suena imparable como su batería, su cantante Mark Perro se lo escucha ronco con una garganta hecha pedazos, en las pausas de sus gritos más graves hasta podemos imaginarnos que escupe un poco de sangre, pero jamás demuestra eso, suena más como a un campeón que recibió muchos golpes pero continúa invencible. Gran mérito para esta banda que hace cuatro discos que hacen “eso que todo el mundo ya hizo, pero distinto”, el premio a ellos no sería por la innovación sino por la creatividad de reciclar ese básico rock and roll y hacerlo algo atractivo y pegadizo para gente que ni de casualidad escucharía Judas Priest, por ejemplo. En “Lion’s Den” podía decirse que The Men vendría a ser como una versión reventada y caótica de Hüsker Dü, unos genios a los que Foo Fighters admite haber extraído inspiración como una mina de oro. La distorsión y la brutalidad con la que llevan a cabo cada canción, va a ahuyentar a mucha gente en especial cuando suene “Violate” en donde la tonalidad de Mark alcanza los niveles de perturbación de un GG Allin, entre tanto la banda suena tan compenetrada en lo suyo a favor de la devastación. Pese a sonar todo súper saturado, todavía le dejan cabida a un instrumento pulcro como un saxofón en “Hit the Ground”, siendo el único tema que podría calificar como un posible single radial gracias a este elemento que ablanda un poco esta pesada masa de energía explosiva. A esto le sigue el track que da nombre a este álbum, siendo sorpresivamente el track más calmado de todos, un corto interludio de punteadas de una guitarra criolla. Todo lo contrario a “Fire”, el épico final que disfrutamos a una distancia moderada para no calcinarnos, es la canción que resume todo el disco: se desatan llamas del infierno a nuestro alrededor y en un acto de desesperación total terminás rogando por Jesucristo.
El infierno recreado por The Men es un lugar de mucho sufrimiento y dolor, pero para el que está dispuesto a bancárselo, la recompensa es bien grata.
8/10 #22 Flo Morrissey & Matthew E. White / Gentlewoman, Ruby Man 2017 ¿Qué hace bueno a un cover? ¿Qué requisitos se deben reunir para que podamos decir que una versión nueva es genial? ¿Cómo suena un tributo que nos hace dudar si es o no mejor que la original? Cada persona manejará sus propios criterios, el mío en particular es que debe sonar a algo completamente nuevo, manteniendo la esencia del original, agregándole la semilla del que la interpreta y lo más importante es que obviamente esté bueno. Para ser algo que muchos considerarían un ejercicio de holgazanería, otros lo ven más como un reto, más aún cuando se exponen a hacer un álbum entero de versiones. Puedo contar con los dedos de una mano quienes lo lograron. El nuevo dúo que aceptó este desafío es el conformado por la cantante británica de 22 años, Flo Morrissey (ninguna relación con Moz, ya les ahorramos la googleada) y Matthew E. White, un cantante y productor norteamericano. La primera es una artista emergente de freak folk con un lindo disco editado en el 2015, su artista favorito es Devendra Banhart y su voz es asombrosa; el otro es un obsesionado por el jazz y la americana, en su currículum tiene un par de álbumes, uno mejor que el otro, y también aparece en los créditos del último fabuloso álbum de Foxygen en donde mete mano en algunos arreglos orquestrales. Esta pareja artística semejante a la Bella y la Bestia encontró un hilo conector entre músicos tan dispares como Leonard Cohen y Bee Gees, exponiéndolo en este compilado agradable e inofensivo, a prueba de todo tipo de oídos.
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El ambiente que ponen a la primera versión, “Look at What the Light Did Now” me hace pensar que salieron directo de la escuela de Jeff Tweedy, aplicando ese truco de volver mundial un estilo tan impregnado en la cultura estadounidense, ese folk medio tirando al country. Cálido inicio, siguiente. Se la juegan a versionar el gran hit del gran álbum debut de Frank Ocean, “Thinkin Bout You” y escuchándolo una y otra vez, solo puedo decir que me hubiese encantado escuchar solamente la voz de Flo en esta canción. La voz sedosa de Matthew no está mal, pero se me hace que no está en la misma sintonía que la viva sección instrumental y los altos de su compañera. En la próxima canción si se complementan mejor estas dos voces en la western “Looking for You” que es la versión que más se asimila a la original del italo-francés Nino Ferrer, jugada inteligente ya que de por sí esta canción tiene la vibración cósmica que estos dos están queriendo comunicar. Para los que no pudieron escuchar antes de este disco a la Morrissey, en “The Colour in Anything” (canción original de James Blake) uno podrá notar que su registro y su onda en líneas generales son parecidas a Lana del Rey, ambas princesas con una afinidad por lo vintage. Además acrecienta las sospechas de que Flo fue traída de los 70s por alguna máquina del tiempo en “Everybody Loves the Sunshine”, la canción más sexy que colma la gota de soul en el álbum. Continúa con la seguidilla de homenajes la canción disco escrita por Barry Gibb de Bee Gees para la película del mismo nombre, “Grease”, en esta Matthew y Flo se toman muy a la ligera esta canción, haciéndola demasiado suave para mi gusto, dietética, casi sin sabor, lo que me pasa cuando escucho cualquier canción versionada en bossa. La parte femenina de este dúo no defrauda en ninguna de sus entradas, sorprende con la brillante rendición que le hace al clásico de clásicos “Sunday Morning” de The Velvet Underground y Matthew no se queda atrás cuando se trata de poner cada pieza en su lugar, haciendo valer sus dotes como productor. Aunque para serles sinceros, ninguno de los covers anteriormente mencionados me llegó tan fuerte como “Govindam”, el mantra hindú que ni más ni menos que George Harrison se encargó de meter en los charts con el coro de una iglesia de adoradores de Krishna en 1970. Este final es sencillamente hipnótico (me recordó al genial proyecto que tuvo la cantante de Bat for Lashes llamado Sexwitch), tiene un crescendo glorioso a través de su repetición, logrando un efecto caleidoscópico con todos los instrumentos y voces que van construyendo este gran muro sonoro.
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Fue un ensayo más que decente, pero al que volvería solo por un par de excepciones y -en especial- por esos últimos 6 minutos.
6/10. #23 Vitalic / Voyager
2017 Remontémonos a esa época de finales de los 90s y principios del 2000, ahí donde la música electrónica era solo una alternativa más y no algo que se imponía en cada esquina, cuando ser raver era algo más under y exclusivo, en ese entonces el house era algo más orientado a las guitarras y el pogo, no existía un sentimiento culposo por parte de un rockero al subirle el volumen a un tema de Fatboy Slim o Chemical Brothers. En Francia, dos tipos con cascos de robot revolucionarían para siempre las pistas de baile y se convertirían en las figuras más influyentes del género. Singles de aquellos años hasta el día de hoy resuenan en las FM de todo el mundo, pasando la prueba contra el tiempo envejeciendo con buena salud un “One More Time” o “Smack My Bitch Up” de los agitadores de The Prodigy. Ahora regresemos al 2017, un futuro cuasi distópico en el que la electrónica se volvió el estilo más popular del planeta, los nuevos rockstars son los DJs, se llevan las letras más grandes en lineups de los festivales más grandes de música. Actualmente el estilo entró a su fase más pop, halló la fórmula del éxito para gustar a la mayor cantidad de gente posible, descartándose cualquier atisbo de experimentación o componente que obstruya el funcionamiento de esta máquina de hacer dinero. Claro que hay excepciones en este sistema, nostálgicos como Vitalic que reviven esos beats dorados de hace más de una década, siendo uno de los últimos guerreros franceses junto con los artistas del sello Ed Banger en mantener encendida la bola nu-disco. Lo que hace Pascal Arbez en pleno auge del EDM es lo que hubiesen hecho los Daft Punk si no les pintaba homenajear a la música disco luego de Human After
All, entregando una racha de tracks retro futuristas que dan la bienvenida con “El Viaje”, un instrumental breve en el cual lo primero que oímos es una vieja confiable guitarra que ya nos dice que este no va a ser un trabajo comparado con algo que estén haciendo Diplo o Chainsmokers. Este es solo un puente para el verdadero inicio del álbum con “Waiting for the Stars”, una canción enérgica que utiliza sus sintetizadores como propulsores para viajar por el espacio, teniendo una onda similar a Goldfrapp o The Presets.
Uno nunca sabe con qué encontrarse cuando artistas que parecen no tener mucho en común, se juntan a grabar cosas. La gente del sello Mexican Summer enviciados por esta premisa, lanzaron el año pasado su serie Mythsque consiste en ese experimento siendo plasmado en EPs. Los primeros conejillos de india fueron Dev Hynes, más conocido como Blood Orange quien se juntó con el neozelandés Connan Mockansin para componer 3 canciones que fusionaron plácidamente la suavidad del soul con el dream pop.
La fiesta espacial ya está repleta para cuando suena “Levitation” que posee unos samples muy Groove Armada, dejándonos en claro lo que hizo Vitalic durante todo este tiempo. Se pasó estudiando cada movimiento de sus contemporáneos, así poder llevarlos a la práctica en su terreno de juego. Este hombre también está asociado con la escena del electroclash cuyo mejor ejemplo que podemos dar para describirlo es darle play a “Never Win” de Fischerspooner; una mujer dentro de este fugaz subgénero fue Miss Kittin que dona su voz para “Hans Is Driving”, una ecléctica canción downtempo, digna de formar parte de un tributo a Kraftwerk, sumando puntos la voz robótica del inicio.
En esta segunda entrega tenemos cara a cara al siempre estrafalario Ariel Pink y a Natalie Mering, la cantante que sacó el año pasado uno de los discos más bellos y renovadores dentro del apartado folk con el alias de Weyes Blood. Ellos son amigos que ya cruzaron sus caminos en un par de ocasiones colaborando para los Mild High Club y juntos en un tema de Mature Themes, ambos ganándose sus merecidos respetos dentro de lo que podríamos considerar el under, descomponiendo las reglas del pop convencional. Basta con escuchar aquel circo desquiciado que armó Pink en el 2014 con su álbum pom pom para entender cómo algo tan (aparentemente) desorganizado pudo resultar tan azucarado y pegajoso.
La pieza central de Voyager es “Use It or Lose It” que es un resumen en clave electropop de todo lo bueno que tiene el house, conteniendo un arranque de psicodelia algo melancólica en el ritmo de su sintetizador, me recordó un poco a “Shooting Stars” de Bag Raiders. “Lightspeed” es un fabuloso sencillo que pudo haber sido uno de los temas del verano del 2005 (año en que lanzó su álbum debut que tenía su punta de lanza al estrellato, la lisérgica “La Rock 01”), “Eternity” es el Daft Punk más calmado de Discovery. Al analizar un poco las buenísimas referencias que usó Pascal para armar este disco, me da la impresión de que les pudo haber sacado mucho más jugo como para superarlas y no quedar solo en un revival. Sacando ese pensamiento de la cabeza, este álbum es una bendición en tiempos de crisis electrónica.
7/10. #24 Ariel Pink & Weyes Blood / Myths 002 2017
Teniendo estos antecedentes a mano, la salida que tomó este impredecible dúo para erigir estas canciones quiero creer que fue la de meter un montón de ideas a un bolillero y sacar cuatro pelotitas. En la primera suenan anticuados pero dulces, “Tears on Fire” cuenta con rajeadas de guitarras acústicas con sintetizadores que aparentan estar bajo el agua; la armonía de las voces de este dueto es innegable, más aún cuando Ariel le da pie a Natalie para llegar a las notas más altas con un vibrato que la coloca como una cantante de ópera haciendo temblar un coliseo. Ella se convierte en la única protagonista de “Daddy, Please Give a Little Time to Me”, dando un toque de elegancia a la relajada producción de Pink, con una voz poderosa en personalidad que narra historias a la mejor manera de una Joni Mitchell o Kate Bush. Si este EP era una competencia entre ellos dos, Weyes Blood sale victoriosa por goleada, opacando a su colorido compañero, aunque sabemos que esta decisión haya sido de mutuo acuerdo. En la tapa misma del EP podemos observar a un rescatado Ariel que firma este proyecto con su apellido verdadero, alejado del personaje bufonesco por el que lo asociábamos y que poco tenía que ver con el trabajo de Natalie quien para la balada soñadora, “Morning After” acapara toda la atención.
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Reaparece al cierre Ariel para “On Another Day” que se oye a algo grabado durante la primera oleada de postpunk, como esos temas góticos que formaron parte de algún álbum de los 80s de The Cure o Echo & The Bunnymen, dándole un cierre contemplativo sin mucha pena ni gloria a este EP inesperadamente tranquilo, pero que me deja con ganas de escuchar hasta donde más puede expandirse el universo de este dueto.
vez una analogía sobre la incapacidad que tienen los artistas de superar a los grandes íconos del pasado cuyas leyendas se van haciendo más grandes con el correr de los años. Más adelante, citan a un amigo que les aconseja a no parar y seguir luchando por sus sueños a quien obedecen en este primer track que tiene todos los ingredientes que se ganaron mi corazón: un coro memorable acompañado de una melodía infecciosa que me hace volver una y otra vez.
7/10.
Lo que ocurre después de esta introducción es lo que suelen llamar maduración, cuando una banda que hace varios discos no se pasó lanzando más que canciones aceleradas, de repente baja unos cuantos cambios y nos entregan una canción como “North East South West” que es una alegre dedicatoria a algunos puntos visitados en Estados Unidos durante la extensa gira de promoción de su último álbum (más de 200 shows), para ello toman elementos de la americana que son notorios por los golpes de batería de Dave Prowse y el cambio de guitarra de King, en un minimalista tanteo por sonar como Bruce Springsteen.
#25 Japandroids / Near to the Wild Heart of Life 2017 “Ya hay suficiente tristeza en el mundo, así que enfoquémonos en la gloria” dijo Brian King, la mitad que se encarga de la guitarra en Japandroids, refiriéndose a la elaboración de su último trabajo discográfico, Celebration Rock que los posicionó rápidamente como uno de los mejores actos del rock contemporáneo. No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación, todas esas canciones llevaban en su ADN un nuevo renacer juvenil, de tomar, coger y festejar como si fuéramos inmortales. Cientas de miles de bandas hablan sobre estos tópicos en sus temas pero siendo sincero, desde aquel álbum del 2012 poquísimas lograron capturar esa esencia vibrante de la vida con coros que solo caben en estadios.
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Las letras continúan siendo tan optimistas como siempre pero el ritmo bajó considerablemente en “True Love and a Free Life of Free Will”, queriendo provocar una sensación de bienestar a velocidad media, hasta me atino a decir que este disco lo hicieron para tener un poco de descanso en sus shows luego de sudar la gota gorda tocando canciones de sus anteriores álbumes. La templanza no se va a ningún lado en los dos minutos de “I’m Sorry (For Not Finding You Sooner)” donde escuchamos la distorsionada voz de King, con un mood parecido al de “Crazy/Forever” pero sin tanta carga instrumental para marcarlo como un punto alto del álbum.
Desde Vancouver este dúo forma parte de una nueva camada de bandas de rock que han sacado los discos más aclamados por la crítica y el público, pero sin embargo no trajeron consigo sus títulos de rockstars o nuevos salvadores del rock and roll como habían sido unos The Vines o The Strokes en su momento, estos muchachos son más bien de perfil bajo y son conscientes que el rock en la actualidad (comercialmente hablando al menos) se encuentra enterapia intensiva.
A esta disminución de decibeles se le suma “Arc of Bar”, la canción más larga de su carrera que presenta un par de innovaciones dentro del proceso de grabación de los Japandroids, por un lado hay un loop de guitarra que se repite durante toda la canción, también se escucha por primera vez el uso de sintetizadores y la adición de voces femeninas en los coros, un tema ambicioso que para ellos es su “Sympathy for the Devil”, se va construyendo ladrillo a ladrillo de una forma distinta a la que nos tienen acostumbrados, haciendo trueque del pogo por la contemplación. Definitivamente este es más un álbum para escuchar que para armar bardo.
“Near to the Wild Heart of Life” inaugura esta nueva andanza con algo que se puede relacionar a la situación que está viviendo el rock en sus letras: “The future’s under fire, the past is gaining ground”, tal
El amor gana en “Midnight to Morning” pero cuando llega su turno dentro del álbum, unos cuantos fanáticos se habrán dispersado a falta de algo que les mueva aparte de sus sentimientos, el tema con esta canción
en particular no es que bajaron de revoluciones sino que tiene una estructura algo predecible. La vitalidad regresa en el último minuto de “No Known Drink or Drug” con sus irresistibles sha-na-na-na-na, venia insertada para cantarla al unísono frente a multitudes. Dejando de lado lo que me hubiese gustado escuchar, refinaron sus dotes de composición en letras y sonido, creando canciones destinadas a un público más amplio, los temas quilomberos siempre van a estar allí cuando los necesitemos, pero como dijo Maynard James Keenan líder de Tool: “Si seguís atado a esa ira juvenil, sin encontrarle un foco y seguís gritando a los 50, tenés problemitas”.
7/10. #26 Cloud Nothings / Life Without Sound 2017 En el 2012 recuerdo que envidiaba de lo lindo a Dylan Baldi, líder de Cloud Nothings. Compartimos la misma edad y en aquel entonces teníamos 19, yo estaba en la facultad escribiendo boludeces en un blog, y el junto a su banda estaban lanzando uno de mis álbumes favoritos de ese año. Aquella bola de furia titulada Attack on Memory se alejaba de las sencillas y refrescantes canciones que compuso Baldi para su álbum debut homónimo, ensamblando su pop punk de verano con la oscuridad y crudeza del post-hardcore. Era un combo tan bueno que resolvieron repetirlo por un álbum más en Here and Nowhere Else, sin el mismo efecto pero con la habilidad integra de hacer estribillos célebres para el mosh pit. Tres años pasaron volando y pasó todo tan rápido para Baldi que en este nuevo trabajo no trajo nada nuevo sobre la mesa, jugándose más a lo seguro que nunca, demasiado para mi gusto. Las canciones siguen estando buenas y van a ser más que efectivas en eventuales presentaciones en vivo que se vienen, pero ya empiezan a tener ese problema de sonar parecidas a otras cosas que ya grabaron anteriormente. Por ejemplo, “Up to the Surface” con
sus notas de piano iniciales, un nudo calmo que se prepara para un desenlace polentoso entre riffs feroces y golpes estruendosos de batería podría ser un “No Future/No Past” a menor escala. En serio es un don para componer canciones pegadizas las que tiene el joven Dylan, el álbum está plagado de momentos que te dejan enganchadísimo a sus melodías, escuchá “Things Are Right With You” con detenimiento, si para el primer minuto no te quedás encantado, hay otro par de cambios de ritmo, riffs y coros que te van a terminar convenciendo tarde o temprano. Antes de entrar a estudio a producir este material, lo último que hizo Baldi fue juntarse con Nathan Williams de Wavves a grabar juntos un LP, lo que hace más lógica la existencia de “Internal World”, track algo empapado de las raíces californianas de su amigo. Si hay algo que esperaba en el tracklist y me sentí un poquito decepcionado al no encontrarlo fue el tema largo y épico que suele acompañar a las demás canciones convencionales, cosa que ya se hizo costumbre en sus dos anteriores discos con “Wasted Days” y “Pattern Walks”, lo más parecido que tenemos a eso se encuentra en su conclusión con “Realize My Fate” que cuenta con un ligero pero desprolijo clímax que no termina de llenar expectativas, hasta parece que lo hicieron a propósito teniendo una letra que dice “I believe in something bigger, but what I can’t articulate”. Donde sí cumplen con lo esperado es con las canciones más exaltadas como “Darkened Rings” y “Modern Act” que tienen ese sonido registrado Cloud Nothings desde el primer acorde. De la última parte de Life Without Sound que podemos rescatar es “Strange Year” que se lleva el premio a la canción con emociones más fuertes, proyectando la frustración de Baldi a los gritos mientras que todo lo que está a su alrededor se va derrumbando mientras la banda pone una agresiva banda sonora de fondo. Nos quedamos con un álbum que tendrá buenas canciones pero al final del día te va a costar acordarte de una, no cuenta con un diferencial muy llamativo aparte de quedar como la versión menos inspirada de sus anteriores discos. Pese a ello, no es que me parezca un paso en falso de Baldi y compañía, es solo que la vara da calidad que ellos mismos se impusieron está muy arriba.
7/10.
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#27 Ty Segall / Ty Segall 2017 Qué loco lindo este que acaba de lanzar un álbum más, uno más en su colección mugrienta pero a la vez impecable. Dentro de su personaje conjugan dos propiedades muy raras de conseguir en un solo artista: calidad y cantidad. Desde hace ya casi una década que Ty lanza más de un material por año, todo lo que hace siempre destaca por alguna u otra forma, es por eso que los medios musicales que lo registran, siguen bien de cerca cada uno de sus movimientos. Suma el hecho de que es uno de los pocos artistas que en pleno siglo XXI cuenta con prácticamente nula presencia en redes sociales, realzando su papel del chico diferente y nuevo héroe del garage rock proveniente de San Francisco junto a otras figuras como John Dwyer de Thee Oh Sees. La discografía de Ty Segall tanto en solitario como con sus otros proyectos (Fuzz, GOGGS, Ty Segall Band) es tan uniforme como consistente. El único defecto que encuentro de que sea tan prolífico es que dentro de sus numerosos discos es posible encontrar muchas similitudes de muchas canciones con otras. Sin embargo nunca pierde el gancho, añadiendo unos cuantos arreglos, saca de la galera una canción más que cualquier banda de garage rock no logra hacer pasando un año entero en estudio. No sería mala idea que se dedique al ghostwriting o directamente done algunos de sus temas a otras bandas para hacerlas más interesantes. Siendo su noveno álbum, ¿podemos esperar un cambio significativo? Para nada. Solo si leés un poco el trasfondo de este que es su segundo álbum homónimo, te vas a dar cuenta las pocas diferencias que tiene con el resto de sus trabajos. Primero, esta vez el álbum está producido por el gran amigo Steve Albini; segundo, fue un álbum grabado en vivo con banda completa, alejándose de ser ese artista aislado que grababa todos sus instrumentos y los mezclaba luego por su cuenta. Sin saber todo eso, es un álbum más de Ty con toda esa pasión, descontrol y distorsión que amaestró en tan poco tiempo.
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Una tormenta titulada “Break the Guitar” fue designada para arrancar esta nueva obra de Segall que no se guarda nada de su arsenal, va de 0 a 100 km/h en segundos con solos incendiarios y un coro que nos mete a todos en su bolsillo de entrada. Encima cuenta entre sus filas a otro grosso como Mikal Cronin con quien tiene cierta afinidad sonora (demostrada en Reverse Shark Attack, álbum que grabaron en conjunto en el 2009) y le aporta cierta tonalidad power pop a la melodía, más notoria en las últimas canciones del álbum y en “Freedom” donde parece que toda la banda está tratando de domar la furia desatada que ellos mismos desataron, 2 minutos en los que Ty se las arregla para aportar una idea nueva a una canción que podía haber quedado como una más del montón. Segall te puede parecer un tipo que toca siempre lo mismo pero en realidad es un maniático por los detalles, por eso la relevancia por sobre las millones de bandas que curten su mismo estilo, además de su personalidad de total freak que deja al descubierto en “Warm Hands (Freedom Returned)”, una descomunal improvisación de 10 minutos en lo que todo sale bien, tenemos al Ty calmado, seductor, nervioso, matemático y al virtuoso, todos reunidos en esta genialidad que solo se va poniendo mejor con el correr de los minutos, no podemos dejar de dar créditos a su fabulosa backing band que lo acompaña muy compacta y con todas las luces prendidas. Luego de semejante demostración, nos sentamos todos un rato, Segall agarra una acústica y se manda un blues de aquellos en “Talkin’”, para que sepamos que es igual de bueno aun cuando el volumen del ampli no está en 11. Para alguien como él que respira más fuzz que oxígeno, nos revela que también puede vivir despegado de su guitarra eléctrica, y hasta se enamora y dedica dulces letras a su novia, la “Orange Color Queen”, balada que sin problema alguno pasa al bando del pop psicodélico que continúa por esa senda en “Papers” y “Take Care (To Comb Your Hair)”, esta última cantada a dúo con Cronin, dejando así un final poptimista que viene de regalo con unas últimas zapadas para llevar. Ni tan directo y psicótico como Slaughterhouse, ni tan sereno como Sleeper, acá tenemos a un Segall que encontró el equilibrio ideal entre sus dos extremos y con la ayuda de sus amigos, los endulzó al punto exacto para convertirlo en algo digerible para todo público.
8/10.
#28 __ Migos / Culture 2017 El hip hop es el movimiento cultural que más creció en los últimos años, su maleabilidad sin límites en cuanto a sonidos que se pueden utilizar dentro del estilo, ha originado a su vez otros subgéneros que gozan de una popularidad exorbitante, principalmente en el público más joven que encontró en el hip hop todo un estilo de vida que adoptaron como suyo. Una de sus ramas es la que actualmente acapara la mayor cantidad de reproducciones y primeros puestos dentro de los charts comerciales, el trap. Si bien su origen data de los 90s, recién pudo trascender en los últimos años gracias a la fuerza de Internet (el “Harlem Shake” de Baauer fue la primera canción en alcanzar el tope de Billboard) y figuras como Drake, A$AP Rocky y Future que se agarraron de esta onda para construir el presente y futuro del rap. No es mi sucursal preferida para visitar dentro de este vasto estilo musical, principalmente por las pocas variaciones que presentan en tempo y temática de sus canciones, algo que lastimosamente no es excepción en Migos, este trío de parientes que vinieron de Georgia para robar un poco de las mieles del éxito con su fórmula predeterminada para encender fiestas. Es que Culture me parece que ya lo escuché mil veces antes en otros raperos, son los mismos beats de siempre que me hacen saltear de un tema a otro, sé que al hacer eso en los primeros tres tracks, no me perdí de nada vanguardista, es solo la misma producción repitiéndose en loop durante 3 a 4 minutos, mientras ellos rapean sobre cuestiones ya gastadas pero que nunca pasan de moda como el amor: drogas, violencia y hábitos chetos; eso sí, con una fluidez y química entre los tres que siento que podrían sacarlas mejor provecho con otros instrumentales y contexto, no bajo este contexto gangsta que desde 50 Cent podría decirse que se vino la debacle creativa.
sobre un beat sencillo, recayendo todo el peso en el rapeo de este trío acompañado de su amigo Lil Uzi Vert, quienes dan todo de sí en este aspecto.
No hay nada más que pueda destacar o siquiera nombrar.
Los beats en algunas canciones se puede decir que tienen cositas interesantes, como “Deadz” que tiene cierta tonalidad maligna, pero como en casi todas las producciones trap, está sobrecargada de autotune, eso que no estoy en contra del uso o abuso de cualquier herramientas de estudio, siempre ycuando se use sabiamente. Ni el feat con Travis Scott (otro referente del estilo que tuvo algunas canciones más que decentes en sus últimos discos) me pudo hacer cambiar un ápice de opinión en cuanto a Culture, es que hay una fina línea entre sonar etéreo y sonar aburrido, creo que si llegaste a leer hasta acá, ya sabes en cuál de los dos grupos coloco a estos amigos. Es todo lo que tengo para decir sobre dicha colaboración. Realmente escuché el álbum con mucha predisposición y traté de buscarle la vuelta, pero así como el reggaeton, lo voy a bailar revoleando la remera en la pista, pero no es algo que escucharía habitualmente, no llego a encontrarle el gusto a algo tan repetitivo y efímero, ya sé que el problema tal vez sea solo yo, al intentar analizar algo que es mejor disfrutarlo.
3/10.
Para el cuarto tema, Offset aparece desde las sombras y lanza un “you know”, suficiente para detonar a las masas, son las primeras palabras pronunciadas del titánico hit “Bad and Boujee” que me parece lo único rescatable de todo el álbum, conteniendo ad-libs (expresiones por lo general monosilábicas) en cada verso y una bolsa llena de referencias culturales
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T2 Trainspo Original Motion Picture Soundtrack 2017
Hay pelĂculas tan buenas que marcan vidas, imponen tendencia, con ellas hay un antes y un despuĂŠs, se vuelven atemporales, se las sube en un pedestal intocable y se las deja descansar ahĂ sin competencia u odiosas comparaciones con otras cintas de la actualidad.
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otting: #29 La película dirigida por Danny Boyle en 1996 que giraba en torno a la desastrosa vida de un grupo de amigos heroinómanos, entraba de fino a ese selecto grupo de culto por su exquisita narrativa, por sus atrapantes actuaciones y por sobre todo, una banda sonora que salió en el lugar y momento justo de la historia, agrupando bandas emergentes del estallido britpop como Blur y Pulp, actos de música electrónica que realzarían el género como Underworld, además de temas clásicos que cobrarían un nuevo significado gracias a su inclusión dentro de las escenas de la película, refiriéndome a “Perfect Day” y “Lust for Life”, por ejemplo. Ese compilado ya funcionaba por sí solo, sin necesidad que haya existido una película que los haya juntado, ¿su secuela le hace justicia? Depende de cómo lo escuches. Al momento de estar escribiendo esto, aún no he visto T2 Trainspotting, no tengo idea del contexto en que estas canciones serán usadas dentro de la película, por lo que mis siguientes comentarios van a ser solamente juzgando a su soundtrack como una obra totalmente independiente. Apelando a la nostalgia pero con toda la onda del universo, el track 1 nos remonta como no podía de ser otra manera, a la escena inicial de la primera película con el monólogo existencial del escuálido Renton interpretado por Ewan McGregor, hablando sobre las decisiones de nuestras miserables vidas a un frenético ritmo gracias al “Lust for Life” de Iggy Pop que esta vez recibe un empastillado tratamiento por parte de The Prodigy, volcándolo para las pistas de baile más violentas con sus hardcore beats tan característicos de ellos. Algo que podía haber sido un sacrilegio, se convirtió en un formidable arranque. En esa misma sintonía le sigue el DJ galés conocido como High Contrast con una pieza de drum and bass que hará temblar paredes por sus chirriantes bajos. A este enérgico inicio está pegado “Silk” de Wolf Alice, una agrupación relativamente nueva que dio mucho de qué hablar en los últimos años con su fina mezcla del folk con rock alternativo, esta canción cuenta una triste historia que nos hace tocar fondo pero no por mucho tiempo porque aparecen los Young Fathers quienes se roban todas las miradas en cada una de sus 3 apariciones dentro del soundtrack, primero con “Get Up” extraído de Dead que los llevó a ganar el Mercury Prize por álbum del año en el 2014.
Este trío proveniente de Edimburgo, la misma ciudad que los protagonistas de Trainspotting, tienen como principal arma un eclecticismo envidiable para hacer del hip hop algo que pocas veces habías escuchado en tu vida, el mejor ejemplo de eso se halla en la canción exclusiva que grabaron para esta cinta, “Only God Knows” que emerge como una combinación magistral de gospel (a cargo del Leith Congregational Choir) y hip hop con rimas contundentes y una batería programada que nos martilla la cabeza. Para el mismísimo Boyle, esta canción es el corazón de su película, así como lo fue “Born Slippy” en la primera, y sin haberla visto le puedo dar la razón, ya es una de mis canciones favoritas de este año. Hablando de Underworld, también repiten su presencia acá ambientando un spoken word a cargo de Ewen Bremner, actor que hace de Spud; y le dan un toque ralentizado a su “Born Slippy” renombrado “Slow Slippy”, fabricando un dub electrónico con propiedades lisérgicas. Otro de los nuevos nombres que se encargan de aportar más sonidos alucinógenos son los Fat White Family y su “Whitest Boy on the Beach”, una cabalgata ascendente hacía la oscuridad, como suelen ser las canciones largas de The Horrors, ahí donde se encuentran el post-punk con el rock psicodélico. De los clásicos agregados al compilado no tengo ninguna objeción, temazos todos, desde el infalible “Radio Ga Ga” de Queen, hasta el erigido himno electropop gay de los 80s, “Relax” de Frankie Goes to Hollywood, pasando por los aportes de The Clash y Blondie, aunque si me tengo que quedar con uno solo sería el hip house de Run-DMC con Jason Nevins, “It’s Like That”, por lejos el tema más bailable de todos. El soundtrack con guiños del pasado pero mirando a futuro, está a la altura del primero, aunque difícilmente consiga un impacto tan fuerte. Danny Boyle como curador musical sigue siendo tan refinado como hace 20 años, pero los tiempos cambiaron y ahora mismo está compitiendo contra miles de playlists de Spotify.
7/10.
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#30 Sampha / Process 2017 Existe una rara ciencia que rodea a la música melancólica que hace tan bien al corazón, escuchar el dolor emocional de un artista es algo que nos alivia, todo nos indica que desahogarnos es la mejor terapia para depurar un corazón roto, vaya a saber por el motivo que sea. En algún momento de nuestras vidas, puede que nos sintamos indefensos, sin hallar sentido a la vida, capaz estemos rodeados de muchas personas pero aun así nos sintamos solos, sin que nadie nos entienda, aterrizamos en que “los verdaderos amigos están en las buenas y en las malas” es solo un slogan que suena muy bien, pero la realidad termina pasando factura. Cuando eso ocurra, la música suele ser el aliciente correcto para rellenar ese espacio vacío, no con respuestas sino con belleza. Alguien que se sintió así alguna vez fue el músico londinense Sampha Sisay, un muchacho tímido que hasta antes de este lanzamiento, era conocido por sus grandes colaboraciones con SBTRKT (se abrió de la universidad para trabajar con él), Drake, Beyoncé y Kanye West, entre otros, nada mal para ser un tipo que ni siquiera había lanzado un disco. Con su piano, sus producciones electrónicas minimalistas y una voz que nos deja atónitos, se ganó de a poco la fama de ser el artista al que llamás para tener una canción poderosamente emocional. El camino que le trajo hasta grabar Process, su flamante álbum debut, está atestado de una serie de eventos no planeados: que haya empezado a cantar nunca fue su intención, se veía más como productor y DJ; odia ser el centro de atención, es alguien muy introvertido que en una entrevista dijo “nunca voy a ser tan famoso”, pero el camino artístico por el que está pasando le va a hacer tragar esas palabras tarde o temprano; este disco fue movido por la aflicción que produjo el cáncer y posterior fallecimiento de su señora madre a quien recuerda en varios pasajes, pero con mucha más fuerza en “(No One Knows Me) Like The Piano”. Para ser un álbum que toca temas sensibles, no podría decir que Process es algo triste ya que está sumiso a hermosos arreglos sintéticos, empezando por “Plastic 100°C” que arranca íntimo y espacial con samples provenientes del Apollo 11 liderado
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por Neil Armstrong. “Blood On Me” es esa canción que le habrá encantado haber escrito a James Blake, resaltado por pianos y beats bien marcados, logran resolver una ecuación en donde la delicadeza pop se multiplica con el R&B dividido por el dolor de su autor. Entre tanto, “Kora Sings” parece una fabulosa mezcla entre música de raíces africanas con Nujabes, el beatmaker japonés que supo ser uno de los amos y señores del jazz electrónico (Q.E.P.D.). Todas las canciones poseen emociones a flor de piel, eso es categórico, aunque a veces podría caer como algo lineal, algunas canciones conllevaron un mayor esfuerzo en cuanto a su creatividad instrumental y cambios de tempo, el mejor ejemplo para ilustrar eso es “Timmy’s Prayer” que empieza bajo un beat monótono y luego se le agrega cierta aura nocturna con sintetizadores y filtros vocales en su última mitad, lo que hace que la espera valga la pena. Los tracks finales bajan las intensidades considerablemente, vendrían a ser como una curita queriendo cubrir una profunda herida. Como método de consuelo, Sampha exhibe su corazón y confiesa sus fallas en “Reverse Faults” sobre unos instrumentales súper FKA twigs, tan reflexivos como glitcheados. Lo que de verdad complementa la producción de este hombre es su fantástica voz, no recuerdo cuando fue la última vez que un artista masculino me haya conmovido con lo que sale de sus cuerdas vocales, es un artista completo sin duda y solo puedo esperar una apuesta más grande para la próxima que oiga algo nuevo de él, añadiendo otro tipo de sentimientos y tonalidades a su inventario.
7/10.
#31 Homeshake / Fresh Air 2017 La soledad suele ser beneficiosa para motivos creativos, viene con un condimento de paz e independencia impagables. Muchos aspiran a lograr eso algún día en distintos
aspectos de la vida, ya sea en lo laboral, en lo familiar y si, también en relaciones amorosas. El tiempo para uno mismo es algo descuidado en estos tiempos de hiperconectividad donde ni siquiera para ir al baño dejamos de interactuar con gente a través de nuestros teléfonos. El espacio de tiempo para hablar con uno mismo y analizar con calma adonde estás parado se convirtió en un lujo extranjero, nos resulta ajeno, lo relacionamos más con alguna actividad de budistas o una rutina de yoga. Peter Sagar es un modelo a seguir de alguien que logró encontrar ese tiempo para emanciparse y trazar su propia ruta musical con el apodo de Homeshake, grabando canciones mientras estaba de gira como guitarrista del vago de Mac Demarco para luego volar por su cuenta desde el 2013. Cinco años, dos mixtapes y dos LPs han pasado antes de que escuchemos Fresh Air, un título acorde para todo lo que compone este adorable sujeto que dice que se le ocurrió el nombre mientras hacía estas canciones, en sus breaks salía a fumar porro en su balcón donde le pegaba una suave brisa. Es un álbum que evoca la sensación de bienestar que provoca estar volado, con sus gentiles punteadas de guitarra dan una cálida bienvenida en “Hello Welcome”, para luego embriagarnos con su atmósfera sensual en “Call Me Up”, dando cátedra de lo que se puede conseguir con una caja de ritmos programada y un teclado. “Not U” es una canción soul a la que parece le redujeron su velocidad por tres, su escucha es placentera como una inyección de anestesia. Cuanto más avanzamos dentro del disco, escuchamos cada vez menos reminiscencias que nos hagan acordar del slacker pop de Demarco, tirando más al R&B como sucede en “Every Single Thing” donde ofrece su mejor perfomance vocal hasta la fecha, con un falsetto que podría llegar a confundir a más de uno si se trata de un hombre o una mujer la que canta. Hay que ponernos en contexto con lo que quiere transmitir Peter en ciertas canciones como “Wrapping Up” o “Timing” en las que podríamos tallarlo de desganado. Hay que desbloquear cierto estado mental para sentirse más que complacido con su música, en ese sentido digan si a las drogas, pero solo por motivos científicos. Como telas de seda que van limpiando nuestros oídos pasan lentamente “Getting Down Pt II (He’s Cooling Down)” y “TV Volume”, canciones inspiradas en D’Angelo o el Stevie Wonder más entrañable, dejando de lado por unos minutos los aparatos electrónicos que predominan durante el resto de la obra.
Se logra con creces el objetivo principal de Fresh Air que es alejar a sus oyentes de cualquier tipo de negatividad, el amor está en el aire y ese aire está contaminado de humo como lo indica “Khmlwugh” que por su título creía que era un divague de Peter que tipeó cualquier cosa en su computadora, pero al indagar en su letra veo que son las siglas de kissing, hugging, making love, waking up and getting high; hasta ahora no pude determinar si le metió un pitch a su voz o hace aparición una mujer no acreditada en el puente final de esta canción más relajada imposible. Si su álbum anterior fue un aperitivo para las noches de insomnio (Midnight Snack), acá Sagar y sus aliados obtienen la representación sonora de un día soleado al costado de una piscina con un smoothie en la mano, reafirmando al sintetizador como el principal canal para emitir confort.
7/10. #32 Syd / Fin
2017 Los logros que obtuviste vos solo por tu cuenta siempre van a tener un mejor gusto para el paladar de las exigencias, se festeja más algo que conseguiste sin la ayuda de nadie y una vez que probás los frutos dulces de la maduración, no los cambiás por nada. Es algo que forma parte de nuestra realización como seres humanos, nuestro objetivo tácito es crecer en lo personal sin depender de terceros, Darwin no lo dijo pero alejarnos de nuestra zona de confort quizás sea nuestra nueva evolución como raza, luego de haber desarrollado bien la habilidad de caminar erguido y razonar. No muchos lo logran, no todos se atreven, la selección natural una vez más hace su labor entre los hombres, dejando a los más aptos arriba de la pirámide alimenticia del éxito. Alguien que se encuentra escalando lentamente dicha estructura social es Sydney Bennett, antes conocida como Syd Tha Kid, ahora simplemente Syd, una mujer luchadora que con su talento y agallas se hizo de lugar en Odd Future, uno de los colectivos raperos más importantes del mundo en la última década, siendo la única mujer en dicho grupo. Este iba a ser
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solo el trampolín hacía la libertad, ella también está en la búsqueda de la trascendencia fuera del grupo, compartir ese mismo espacio que sus compañeros Earl Sweatshirt, Tyler The Creator y por supuesto que Frank Ocean, pero antes de eso formó The Internet con otros de sus compañeros, tirando más al neo soul que al rap con sus deliciosas pero poco difundidas producciones.
y sonando aunque sea por unos segundos como Janelle Monáe. El maestro del jazz Robert Glasper se encuentra en el piano haciendo lo que mejor sabe hacer durante toda la canción, pero es Syd la que termina recibiendo los aplausos finales, avanzando cohibida y tambaleante en la pirámide del éxito.
En su primera incursión como solista, Syd se la juega haciendo música más popular que la que hacía con The Internet, metiéndose de lleno al blando R&B con cierta infusión de trap. Lo que arrojó como resultado un álbum decente, para escucharlo como música de ambiente para calmar demonios interiores. A pesar de no hacer mucho esfuerzo, la maravillosa voz de Syd se resalta por sobre cualquier instrumental que se oye acá, lo cual es una pena porque la producción de los beats y efectos no están a la altura, de hecho que ella misma declaró que fue algo a medio terminar, para tener algún que otro tema en la radio y ganar algo de plata.
5/10.
La intención de Syd es mantener todo en calma, para mi gusto, demasiada calma. Escuchando “Smile More” se percibe una buena voz desperdiciada sobre unos beats lentos prestados del cloud rap, cantando que ama a alguien pero no se le cree nada por la poca pasión invertida. Esto ocurre con prácticamente la totalidad de los tracks, podría llegar a ser la nueva Erikah Badu pero esta producción no le favorece mucho, quedando a medio camino de algunas de sus contemporáneas como SZA o Solange que si no contagian más entusiasmo, por lo menos están cantando sobre bases un poco más copadas. Se entiende que Syd quiso apostar a algo minimalista, queriendo quedar como un álbum personal e íntimo, el pop appeal está presente pero siento que faltó un poco más de energía. Se redime con ciertos temas como “Know” y “Dollar Bills” que si hacen mover cabezas con sus loops y una Syd más suelta y animada, y “Over” bajo ningún motivo sería un punto alto dentro de un álbum con mayores emociones, pero acá es la canción diferente con el rapero 6LACK haciendo un feat súper genérico pero que intenta cortar lo predecible que resulta todo. Para que vean lo importante de tener buenos finales, a pesar de que toda la película haya dejado que desear, te deja con una sensación agradable una canción como “Insecurities”, revelador en contenido culpando a su baja autoestima de sonar tan tímida, pidiendo que la ames así, y luego lo más impactante, cantando con mucha más fuerza en tiempo de descuento, tirando su vergüenza al piso
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#33 Priests / Nothing Feels Natural
2017 Solo hay que mirar para atrás y notar que los cambios más significativos de la historia se dieron a través de la confrontación y la violencia, esa que reclamamos siempre dejar a un lado para resolver nuestras diferencias como seres racionales que somos o que fingimos ser, pero no se puede, nuestro instinto animal es más fuerte y tarde o temprano vuelve a ocurrir algo que nos saca de las casillas y terminamos rompiéndolo todo. Es el círculo vicioso de la humanidad que también se ve reflejada en su música, la que incita al sabotaje, a no quedarse callados y no permitir que el sistema se salga con las suyas. No es coincidencia que a días de la asunción al poder de Trump en los Estados Unidos, se hayan disparado las ventas de 1984 de George Orwell, libro que vendría a ser como un manual de instrucciones para sobrevivir ante gobiernos de tendencia opresora. El ojo de la tormenta se encuentra ahora mismo en la oficina oval de la Casa Blanca y este grupo está muy cerca de ese lugar, lanzando bombas molotov en forma de estruendosas canciones desde el 2012, son el último grito de revelación que llegó a nuestros oídos con un mensaje clarísimo y un sonido que te inquieta pero en el mejor de los sentidos. Priests da rienda suelta a su álbum debut con unos impactos secos y acelerados de la batería de Daniele Daniele en “Appropiate”, sin perder mucho tiempo viene corriendo la cantante Katie Alice Greer directo como para dar una patada a la cara al primero que se le cruce, escupiendo intencionalmente la definición
del disco en una sola pregunta: “you want some new brutalism?”. Antes del lanzamiento de este material, a este cuarteto oriundo de Washington DC se le podía poner en el mismo estante que todas las bandas punk, sus canciones siempre directas y sin frenos ya tenían cierto grado de complejidad que rozaba al art punk, pero no cruzaban la línea hasta ahora, añadiendo nuevas armas al servicio de la confrontación y los movimientos epilépticos. En este primer track ya captan toda mi atención con una melodía muy contagiante, densa pero viva a la vez, marcada por la guitarra de GL Jaguar a quien le sigue pegándole fuerte a su bajo, Taylor Mulitz, cualquier banda punk terminaría la canción a los 2 minutos pero a partir de allí que ellos empiezan a hacer las cosas interesantes con golpes de batería aún más fuertes, la aparición de un desquiciado saxofón y Katie diciendo que no va a dar explicación a sus acciones, tomándonos por sorpresa con altos grados de intensidad. Desconcertado por lo que acaba de pasar, inician “JJ” que tiene una onda totalmente distinta, con riffs más surf rock y demostrando otra faceta hasta entonces nunca antes escuchada de la banda, queriendo abarcar nuevos sonidos, hazaña que la logran de taquito y se toman su tiempo para dar a conocer de lo que son capaces. Katie no pierde su esencia alborotadora ni aunque esté cantando de forma más melódica, y no sé cómo hicieron para que el resto de la banda pase al post-punk en tan poco tiempo, pero fue fabuloso. Sonar abrumadores sin importar lo que sea que estén tocando presiento que es el don revelado de los Priests que en “Nicki” pisan un terreno que solo Savages estaba pisando en los últimos años, la comparación está servida teniendo en cuenta que Greer por momentos hace recordar a los años de furia de Kathleen Hanna: Priests vendría a ser la hija que tuvieron Bikini Kill con Savages, encima esta engendra salió fanática de The Slits y The Cramps. Un temazo tras otro, “No Big Bang” es un baile hacía el oscuro donde la única luz que vemos es el bajo de Mulitz que se carga la canción sin problemas mientras tenemos a una compenetrada Greer dejando su declaración sobre lo que piensa del progreso en la sociedad actual. Tal vez lo único que sobre dentro de este álbum sea el track “Interlude”, tema ambiental de un minuto, pero ni tanto ya que nos sirve para secarnos el sudor y poder continuar con la segunda mitad más vibrante. El track homónimo del álbum es donde aplican todo lo aprendido desde que empezaron hasta acá, el
esqueleto de la canción va siendo llenado por arreglos muy bien logrados, Katie sonando subversiva pero suave al mismo tiempo y se dan las condiciones para ese final divino. No dejaron un cabo suelto, las letras también cumplen un rol fundamental en esta banda que odia que la cataloguen de política o de riot grrrl, en “Pink White House” Katie va citando vicios que nos trajo esta era millenial, lo mundano del sueño americano y el consumismo, esta senda lírica continúa en “Puff”, diciéndolo todo de una forma convincente que me deja con cierta culpa. El final es aún más arriesgado pero la victoria está asegurada, es que nadie puede negarse a unos pasos de baile matemáticamente pensados después de todo lo desplegado. “Suck” en clave dance-punk es el cierre que no me esperaba y eso me pone más que contento. Acabo de encontrar a mi nueva banda favorita.
9/10. #34 Allison Crutchfield / Tourist In This Town 2017 La tragedia es inspiración. Separarte de un ser amado puede resultar mucho más complicado de lo que parece, existen un montón de casos como para estar generalizando una situación tan delicada, pero que no deja de ser parte natural de nuestras vidas. Una ruptura duele pero sirve de lección, fortalece a las personas de varias maneras, a algunas les hace menos ingenuos, a otros deja devastados, todo pasa por aprender a dejar ir. Ese paso es clave en nuestra formación como personas, este ha sido la musa inspiradora a discos enteros que hoy los analizamos en retrospectiva, se nos estiran algunos músculos de la cara formando una mueca de sonrisa y decimos para nuestros adentros: “pucha, todo va a estar bien”. Este es otro de esos álbumes, pero con un par de condimentos más conociendo los antecedentes de su autora Allison Crutchfield que no solo viene de cortar relaciones con su novio de más de 5 años, también
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viene de terminar la banda que formó con él (Swearin’), convirtiéndose este en su primer disco como solista. Anteriormente había formado parte de otros proyectos junto a su hermana gemela Katie que ya goza de cierto status dentro del del indie rock underground con su proyecto Waxahatchee que cosechó elogios por todos lados con sus dos últimos álbumes. Desde su prólogo que Allison comete un sincericidio, recitando “when the two of us become one in a completely different way (…) our love is unquestionable, our love is here to die”; para dejar más es clara como el agua sus verdaderas intenciones que nos son reveladas en poco más de media hora de rock alternativo y synth-pop con significado, cada canción encierra una historia autobiográfica narrada con habilidad poética por Crutchfield, cada una es bien llevadera y de fácil procesamiento como “I Don’t Ever Wanna Leave in California” que cuenta lo que sufrió emocionalmente yendo de tour con su ex ya habiendo cortado, hasta queda como una canción súper dulce si no se entiende para donde apunta la trama. Aún más agradable parece la folkie “Charlie”, nombre clave que da a alguien que la lastimó pero ella aún sigue recordando con cariño, Allison nos pinta bastante bien la película de sus canciones que podrán ser algo escuetas pero ganan en trasladarnos esa pasión con la que interpreta. Mi momento favorito instrumentalmente hablando es “Dean’s Room” en donde se despliegan un sintetizador y un bajo encantadores que van exaltando a esta joya con reminiscencias a New Order. Seguido de ese quiebre lumínico, nos vuelve a empujar hacia el abismo de su corazón roto en “Sightseeing”, balada a piano con una grandeza emocional digna de eregir monumentos, recordando ella lugares que le recuerdan al que ya no está. El tono con el que estos temas están dirigidos es prácticamente fúnebre, lo cual tiene sentido, es como que ha muerto esa persona con la que compartía un lazo sentimental, nada vuelve a ser igual. El concepto del álbum se replica en casi todas sus piezas: ella se la pasa de gira de ciudad en ciudad, tratando de olvidar y probarse a sí misma lo segura que es y que puede bancársela sola, para probarlo decide incursionar en estilos que no ha explorado antes. Todas sus bandas anteriores eran más garage rock que otra cosa. Lo que logró fue un capricho ejecutado con precisión, nada muy experimental o chillón, solo buenas canciones en lo suyo como la expansiva “Mile Away” que lleva de paseo al synth-pop hacía rutas sónicas, allí es donde Allison encuentra a su actual novio Sam
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Cook-Parrott con quien canta este dueto bailable de nada más que un minuto de duración, pero más que suficiente para que se revele un cambio de actitud en ella que vuelve a repetir la letra del prólogo (“when the two of us become one in a completely different way”), solo que esta vez el final es feliz: “My love for you is unquestionable, my love is infinite”. Lo que resta del álbum lo escuchamos formando una mueca de sonrisa y decimos para nuestros adentros: “awwww”.
7/10. #35 Snail Mail / Habit 2016 Hablemos un rato de esa dialéctica interna que tenemos cuando nos encontramos con una banda nueva o desconocida que para nosotros está muy bueno lo que hacen, de alguna forma nuestro corazón trata de convencernos subconscientemente de convertirnos en los embajadores de dichos artistas, quiere que compartamos esa alegría con nuestros seres queridos o con quienes simplemente compartimos cierta afinidad musical, en nuestro tiempo eso se materializa en el simple acto de copiar y pegar un link de Youtube o cual fuere la plataforma en la que esté alojada, esa acción que la hacemos en un pestañear tiene implicancias que en ese preciso momento chorreados de altruismo y entusiasmo, no llegamos a dimensionar. Si tan solo nos detuviéramos allí un segundo para analizar lo que estamos a punto de hacer, aparecerá esa otra parte del cuerpo que también se encarga de tomar las importantes decisiones por nosotros. El cerebro empezará a plantearnos preguntas y posibles escenarios en los que nos encontraríamos luego de haber enviado el mensaje, justo antes de que sea demasiado tarde. ¿Esta persona a la que queremos recomendar música, es merecedora de recibir gratuitamente este servicio? ¿Será agradecida y lo escuchará con toda la atención que vos creés que lo amerita? Una vez que lo haya digerido, ¿estarás dispuesto a recibir un simple agradecimiento que sabés que es de pura cortesía o que te digan que no les gustó?, un rechazo de esa naturaleza puede arruinar relaciones o al menos dejar un antecedente negativo. Vayamos al otro extremo,
¿te pondría feliz que le haya gustado tanto esto que le recomendaste que al final esa persona terminó haciéndose “mucho más fan” que vos de la misma?, ¿aguantarías el spam que vos mismo iniciaste?, ¿nos agarrará esa ridícula envidia autoprovocada? Ese ha de ser uno de los estados más raros e incómodos que cualquier ser humano puede llegar a experimentar, no podés reclamar o desahogarte con nadie sin que te tomen de estúpido, es algo que no te queda de otra más que observar y sufrir en silencio para no derramar el vaso de dignidad que sostenemos.
de claustrofobia y ansiedad, es como Best Coast pero sin la dosis de aceleración, el estado anímico que produce guarda más relación con artistas como Broadcast o Galaxie 500, se nota a leguas que estuvo escuchando bastante de eso para reflejarlo en este EP bien consistente. Un remolino que te abraza con nostalgia, apelando a la fragilidad de la juventud.
Imagino al staff del sitio web musical Pitchfork, lidiando con estas cuestiones todos los días, a quienes podríamos criticar por su pretenciosa visión que tienen de la música, pero si hay algo en lo que siguen siendo los pioneros tras años y años de vigencia, son sus recomendaciones. Esos snobs se ganan el cielo por escuchar y filtrar cada marrano con guitarra que les haga llegar su material, se toman la molestia de hacer esa curación de contenido para determinar ciegamente lo que es bueno y lo que no. En un mundo cada vez más superpoblado de música, donde la gente crea mixtapes completos sin salir de su pieza, donde los sellos independientes y grandes compiten contra los mismos artistas que distribuyen su música por sus propios medios, donde cada semana en tu Descubrimiento semanal de Spotify te encontrás con por lo menos 5 nuevas bandas de las que nunca antes supiste de su existencia y te enamoraste a primera escucha de lo que hacían. En tiempos como estos es que ellos son más que indispensables para conocer a bandas como Snail Mail.
8/10.
En Baltimore, Maryland reside Lindsey Jordan, una chica que con sus 17 años cumplidos lanzó este EP con toda la empatía y afecto que solo el indie pop lo-fi puede ofrecer, fue grabado y producido por Jason Sauvage y GL Jaguar a quien ya mencioné por su gran labor como guitarrista en Priests. A esta altura no me sorprende como alguien de tan corta como Lindsey haya compuesto estas canciones tan maduras, haciendo de la amiga que oficia de psicóloga frente a sus amigas, tratando de solucionar sus problemas cuando no puede ni solucionar los suyos, sin dejar esa tonada inocentona pero inquieta, propia de la adolescencia. El primer track es todo lo que está bien en este proyecto, “Thinning” tiene ese aire desolador que tenían las bandas de shoegaze en los 90s, Jordan moldea una hipnótica melodía a través de un riff que provoca piel de gallina, lo único malo de este cántico juvenil sobre no hacer nada es que dura muy poco. Todas las canciones nos proyectan sensaciones
Después de analizarlo por un rato: si, estoy dispuesto a soportar la envidia autoprovocada por Snail Mail.
#36 Kevin Abstract / American Boyfriend: A Suburban Love Story
2016 Los artistas suelen ser personas corrompidas por la vida. No estoy tratando de generalizar, pero si es innegable una gran cantidad de músicos que comparten un patrón de comportamiento, provocado por daño emocional en un pasado no muy agradable. Los consumidores finales por más que investiguemos el trasfondo de sus historias, lo que escuchamos es solo la belleza germinada en una tierra poco fértil. Mejor que acudir a algún profesional, muchos de ellos prefirieron utilizar su arte para sacarse el peso que llevan encima, realizar su arte como el mejor y más productivo método terapéutico. Si es que aún no existe, deberían hacer algún estudio que confirme este karma, ejemplos sobran. Como Frank Ocean y su carta en la que salía del closet, fue algo que inspiró a muchas personas, incluyendo a Ian Simpson, un chico afroamericano de 20 años que en aquel entonces ya venía haciendo música con el alias de Kevin Abstract, pero este hecho histórico dentro de la cultura del hip hop, fue el click artístico que necesitaba para animarse a lanzar un álbum confesional como American Boyfriend. Abstract vendría a hacer acá su propio Channel Orange, hablando abiertamente de su sexualidad y
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de sus relaciones interpersonales pero a diferencia de Frank, menos poético y con un sonido más comercial y “animado”, imprimiéndole de paso su sello de personalidad como para evitar odiosas comparaciones. A pesar de que en este trabajo será difícil escapar de eso por el concepto mismo del álbum y que el productor del mismo también trabajó para Blonde. Si aún no cobró la notoriedad que merecía en los circuitos que determinan el “éxito” de la música en Estados Unidos, quizás sea porque aún no lo han descubierto o tal vez lo estén ignorando por hablar muy directo sobre su homosexualidad. Triste que esté barajando estas posibilidades, pero el conservadurismo aún pisa fuerte en todos los flancos de la sociedad. “Empty” es un hit por donde se lo mire, una canción aferrada al R&B y al pop Top40, de esas que The Weeknd las anda pegando al ángulo últimamente, excepto por sus letras que hablan sin camuflaje sobre su disconformidad por las cosas superfluas que nos definen durante el resto de la vida (“I hate my yearbook photo, I hate my Passport, I hate my last name, I hate everything it stands for”) y sobre su familia homofóbica (“My family’s gone but I don’t care because I love ‘em”), tópicos no muy bien recibidos por el mundo de colores y autotune que abarrotan los charts. Ese abanico de sentimientos se abre un poco más en “Seventeen”, otra canción que se va inflando en lo instrumental como en lo emocional, con versos acelerados nos va contando cómo fue avanzando la relación con su novio y cómo se las ingeniaban para andar juntos sin levantar sospechas de sus amigos cercanos, Kevin es un gran cronista de su propia historia. Entre sus principales influencias figura Paul Thomas Anderson, lo cual explica un poco esa cadencia cinematográfica con la que van fluyendo las breves canciones que conforman este álbum. Diría que Abstract logró hacer un mashup de íconos populares en clave emo, sin sonar deprimido e incluso brinda ciertos momentos de resplandor en el alma, como ocurre en “Yellow” que cuenta con una gigantesca mano instrumental. Las confesiones más crudas vienen en “Miserable America” y “Papercut” que según el propio Kevin le dio un poco de vergüenza cantarlas en el estudio con gente mirándolo, temas demasiado personales que tendrían que ser dolorosas de escuchar, pero la producción las hace más que llevaderas, transformándolos en las piezas fundamentales de este yunque emocional. Por otro lado, si hay algo que bien podrían ser removidos del tracklist son sus viñetas que a mi parecer no aportan nada muy
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significativo entre tema y tema, tal vez solo hayan sido puestas allí para redondear la idea de álbum conceptual de Kevin, pero siento que no guardan relación u orden alguno dentro del álbum. Kevin navega con carisma en un mar profundo de sensibilidad, mostrándonos una faceta del amor que con sangre, sudor y lágrimas está dejando de ser tabú.
8/10. #37 The Crayolas / The Crayolas 2017 El under asunceno está pasando por uno de sus momentos más bellos en cuanto a diversidad musical se refiere. Más que una apertura mental por parte de los músicos para incursionar en nuevos estilos, parecería más bien que los chicos de la generación que ya no escucha radio y se nutre de Internet para construir su gusto musical, finalmente crecieron y aprendieron a ejecutar sus instrumentos. Esta evolución cultural nos sigue proveyendo de los primeros materiales grabados (que tenga conocimiento al menos) en ciertos subgéneros del rock y el metal que existen de hace décadas. Se acaba de lanzar el primer EP de quienes podríamos decir que son los pioneros del dream-pop nacional, The Crayolas. Su material homónimo consta de nada más que 4 canciones distribuidas en 13 minutos más que suficientes para hacer historia en una escena pequeña y con mucho aún por realizarse. Con un sonido fresco, rebosante de reverb y vitalidad, codeándose con sus influencias sin despeinarse. Las narcóticas melodías no se hacen esperar, con unos efectos de pedales, una batería bien marcada y punteadas adictivas de guitarra y bajo, empieza la fantasía llamada “1978” donde se escucha fugazmente bajo un efecto acuático a Walter Riffler filosofando en
inglés sobre algo simple pero a la vez complejo como sus canciones (“everyone seems to change a little bit, but they’re still the same”). Lo limpia que suena esta producción es hasta paradójica que la tildemos de lo-fi, notable como esa aparente simpleza de sus arreglos nos provoca serenidad pura y cristalina. El momento que se pasa al escuchar este EP es ameno, para reírse por cosas intrascendentes, para mirar una puesta de sol tirados en el pasto, “Pool Sk8” es todo eso y más, un instrumental que bien podía haber sido de Real Estate o DIIV, creando un sofá sonoro en el que descansamos plácidamente hasta que suena un interludio quitado de algún tema de Lords of the Underground, trío de hip hop de los 90s. Tenemos a Fernan Villalba más armonioso y relajado de lo que estamos acostumbrados a escucharlo detrás de los parches de Luisonz, trazando el cálido compás de la banda que se ve apresurado por el inicio de “Crayolas”, la porción popizada de este trabajo, una gran canción acompañada de los ecos corales del guitarrista Martín Guerreros, fue la perfecta carta de presentación de esta banda con un potencial que está por encima de ser un revival más de shoegaze y surf rock. El dulce cierre se da con “Limonada”, otro fantástico track instrumental que vendría a ser la pieza más intrincada del EP con una introducción drone-y y Ana Paula Aranguren pasando al frente con sus poderosas líneas de bajo haciendo de puente en los cambios de tempo, cerrando el telón con un diálogo de Kids, la película de culto escrita por Harmony Korine, cuyos desfachatados personajes guardan cierta relación de actitud con The Crayolas. Este EP lo tomás como un trago de deliciosa limonada en un día caluroso, el asunto es que un solo trago no calma la sed, consiguiendo con total éxito que queramos más.
8/10. #38 Meatbodies / Alice 2017 Dejemos de decir que el rock está muerto. Podemos estar de acuerdo que actualmente no es la fuerza superior en el ambiente musical, quedando relegado
a un segundo o tercer plano ante otros géneros que supieron reinventarse constantemente y la aparición de nuevas corrientes que supieron encontrar su nicho ante las nuevas necesidades de las masas. Noto dos factores fundamentales que algo tuvieron que ver para que el rock haya perdido poder de convocatoria. Primero que su sonido está dejando de evolucionar, las pocas bandas de relevancia global se están volviendo viejas y las nuevas son recicladoras de sonidos antiguos, no me estoy poniendo a juzgar la calidad de estos artistas, el talento abunda, pero siento que cada vez se vuelve más complicada la tarea de no sonar a algo muy similar a lo que ya se ha hecho antes. Lo segundo también es una consecuencia del tiempo, el rock no está encontrando figuras de recambio, los últimos verdaderos rockstars podría decir que vinieron en la oleada de bandas indie que nacieron a principios del 2000, no hay un nuevo Jagger, Cobain, ni mucho menos un Mercury, las personas que hacen rock en el 2017 están alejados de lo mediático, no hacen mucho para llamar la atención aparte de la música que hagan. No los culpo, no tendrían por qué preocuparse por algo más, pero las reglas cambiaron y el rock no está adaptándose. Esta circunstancia no nos da la potestad de siquiera amagar con decir que el rock está muerto, ahora solo se ha vuelto menos notorio, encontrar ese grupo que valga la pena y cumpla con tus estándares de calidad que han ido subiendo cuanto más música fuiste escuchando, es una tarea que se ha vuelto de investigador, capaz no los encuentres en una nota de la Rolling Stone, sino más bien navegando entre tags de Bandcamp y Soundcloud o te mudes a California donde hay un enjambre de bandas como Meatbodies, apadrinados por Ty Segall, son uno de esos proyectos ruidosos que sirven como suero cargado de sangre fresca, lista para la diálisis del rock. En su excepcional álbum debut del 2014 parece que exprimieron la discografía de Segall y usaron un colador pop para grabar el jugo que salió de todo eso, obteniendo una amalgama de psych-rock y algo de metal, era un álbum de raíces “básicas” con mucho Sabbath pero apuntando a nuevas fronteras gracias a su infusión de garage rock con sus riffs rompe cuellos correspondientes, un gran trabajo para ponerlo en
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loop hasta que te termines de memorizar cada nota. Ahora, lo que cualquiera esperaría de una buena banda de garage rock es ver cómo tratan de repetir esa fórmula bien lograda la primera vez, con solo igualarlo estaríamos todos felices… pero Chad Ubovich y compañía tenían otros planes en mente. Alice es (según ellos) un álbum conceptual sobre el miedo, la sexualidad, la guerra, la religión, la tecnología, la paz, la filosofía, el hedonismo, la sociología, la evolución y la eclesiástica; si, abarcaron bastante y eso se plasma también en su sonido, esta vez el laberinto en el que nos meten es más difícil de entrar y de salir. De entrar porque no es algo tan directo como su anterior álbum, de salir porque una vez que te metés de lleno a las complejidades de su nueva propuesta, puede llegar a ser algo tan o más adictivo. El inicio instrumental con “The Burning Fields” es un híbrido de doom metal con synth-punk a lo Suicide, “Kings” es una ráfaga de rock progresivo en donde también intervienen teclados, una incorporación más que justa y necesaria para sus ambiciosos objetivos. La continuación con “Alice” es una zapada que va a disfrutar del rockero más conservador hasta el nenito millenial que aprendió a gustar de la buena música sin mirar etiquetas, podés hacer la prueba. Tiene un gusto añejado pero futurista a la vez, ellos mismos definen su actual sonido como “metal en éxtasis” y no podíamos encontrar una mejor definición a algo como “Creature Feature” que retumba en nuestros oídos de manera demencial, vigorosa y oscura. La sección del medio cae un poco porque parece que se enamoran mucho de esta nueva combinación que la repiten con pocas variaciones, igual alabamos los riffs que atropellan a las densas capas de instrumentación formadas en “Disciples”, por ejemplo. Si hay una banda de rock de esas nuevas que cité más arriba que supo ampliar su público mezclando cosas de dos generaciones distintas para crear algo nuevo es Tame Impala quienes me vienen a la memoria en los primeros segundos de “Scavenger” con unos efectos de pedal iniciales idénticos a “Solitude Is Bliss”, aunque luego vuela por sí solo con un motor prog rock que lo consiguieron del taller de Yes. Un álbum que en su corteza es de garage rock pero en su núcleo hay todo un ecosistema de aquel rock en sus tiempos de gloria.
8/10.
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#39 Jesca Hoop / Memories Are Now 2017 Este álbum empieza en una habitación blanca y vacía, a los primeros segundos se van esparciendo las primeras punteadas de guitarra que se repiten sin variación alguna con unos golpes de hi hat, a los que se le sumarían unas voces encantadoras que resuenan como ecos o más bien clones de una misma mujer. La que escuchamos cantando la letra suena cálida, valiente y confidente, las que refuerzan las notas altas y acompañan con susurros a los costados son todo lo contrario, cierta maldad bien disfrazada se filtra en esos aullidos que evocan cierta sensualidad nata en una canción que habla de vivir el ahora, de hacer caso omiso a la negatividad y centrarnos en hacer lo nuestro. Jesca Hoop es la nueva voz revelación en mi corazón, aunque ni tan nueva, este ya es su quinto álbum de estudio pero el primero como solista en Sub Pop, sello discográfico que nunca jamás decepciona con su catálogo de artistas. Si no mencioné más elementos instrumentales dentro del primer tema que da nombre al álbum es porque simplemente no hubo y ni hizo falta, caigo en uno de los cliché más grandes para describir una gran voz dentro del periodismo musical, al decir que es un instrumento en sí dentro del conjunto, el arma nada secreta de esta señora que empezó siendo la niñera de los hijos de Tom Waits, este la impuso al mundillo musical porque por supuesto que se percató del don que tenía su empleadita, el mismo la describe como “una moneda de cuatro caras. En ella hay un alma vieja, una perla negra, una buena bruja y una luna roja. Su música es como nadar en un lago por la noche”. Estelar piropo viniendo de un tipo que no vive del arte, él es arte. Con Memories Are Now, ella ingresa de fino en ese plantel de mujeres que incursionaron con picardía en el folk, adhiriendo nuevas texturas, apropiándose del estilo, ganándose su propio sonido, diferenciándose de las demás, inmortalizándose en su inconfundible voz. Este álbum gira en torno
a generalidades de las que ya podríamos estar saturados como el despecho (“The Lost Sky”) o la falta de comunicación en la era 2.0 (“Animal Kingdom Chaotic”), pero Hoop se las ingenia para darles un giro creativo de composiciones espaciales con una escasez de elementos (recuerda mucho al último álbum de Fiona Apple) y una voz que no solo suena exquisita, sino que es una fuente de emociones. Esta simbiosis es tangible en cada una de las canciones, de eso mucho tuvo que ver la producción acá para que todo suene tan expansivo sin necesidad de requerir servicios orquestales, este disco lo hicieron entre solo 3 personas. La canción que nos hace difícil creer eso último es “Cut Connection”, grandilocuencia pop en su máxima expresión, con una frialdad robótica, Jesca va guiando esta balada hacía un campo espiritual, como lo haría Björk en Vespertine. Lo que me encanta de Jesca es como sintetiza ideas en arreglos tan sencillos pero que suenan a algo totalmente nuevo agregando algún compás impredecible o algunas pequeñas secciones instrumentales que no hacen más que escoltar la corriente de sus preciosas melodías, “Unsaid” es el más bello ejemplo de una artista llegando al punto cumbre de su imaginación.
8/10. #40 Poni Hoax / Tropical Suite 2017 Los franceses fueron enviados a la Tierra para limpiar la grasa que dejo el resto del mundo en las pistas de baile, esa es la conclusión que pude sacar del poco conocimiento que tengo de la música francesa, resumido en un compilado de canciones yé-yé pop de los 60s, algunos referentes principales de su escena electrónica y otro par de bandas inclasificables que gracias al cielo me enteré de su existencia, entre ellos están los Poni Hoax, un quinteto que en resumidas cuentas hace electro rock, su mixtura avant-garde se parece a muchas cosas pero suenan como ninguna.
Si me piden describir el sonido de esta banda antes de este álbum, les puedo decir que son como si Air empezaron a incursionar con el dance-punk, como si Daft Punk colgaron los cascos y se pusieron a hacer indie rock, como si David Byrne haya tenido un nuevo proyecto en el que fusiona funky con un toque de amor francés, como si Franz Ferdinand hicieran un post-punk más oscuro al que están acostumbrados, como si The Human League tuvo un renacimiento creativo. Cada una de esas comparaciones parece que hablan sobre bandas distintas, pero no, la poca constancia es lo único constante en Poni Hoax, cada canción suena diferente a otra pero sin perder su núcleo central basado en la diversión. Al ver el nombre de su nuevo trabajo me generó cierta desconfianza por llevar puesta la palabra “tropical”, algo que por lo general no suelo relacionar con buenas cosas, pero por suerte ese temor fue desapareciendo con el correr de las canciones, no pude escuchar un solo atisbo tropical, ni siquiera en el efímero instrumental llamado “Tropical Suite: São Paulo” que transita más por el space rock, derramando botellas de reverb en slow motion hacía nuestros oídos. El inicio de este álbum fue bastante más lento de lo que esperaba con “All the Girls” que parece una música western del futuro con todos los sintetizadores marcando presencia y haciendo más grande un tema que no termina nunca de despegar, supongo que para dar pie introductorio a la siguiente canción, “The Music Never Dies” cuyo contenido tampoco me termina de convencer, midtempo algo seductor y de salón pero sin mucha emoción. Los Poni Hoax que me convencieron con temas como “Antibodies” recién aparece con “The Wild”, chispeando luces a la pista a través de una lucha por la dominación entre el bajo y dos sintetizadores, sí, es una pelea injusta en la que no hay ganadores porque los terminan separando un movedizo riff de guitarra y un xilófono. El álbum tiene sus momentos pero es una pena que no haya nada que pueda quedarse en tu cabeza aunque lo escuches varias veces, estos chicos entraron a un limbo en el que su música no está mal pero tampoco está muy bien, vas a encontrar canciones estáticas como “The Gun” o “Tropical Suite: Pattaya” que les salieron como covers de Air pero sin mucha garra que digamos. “Lights Out” sería lo más parecido que tuviera a una canción preferida acá gracias a sus coros sacados de la época en la que el new wave explotaba y era la nueva gran cosa, hoy esta canción es una más del montón. A pesar de todo lo dicho, es un buen disco para pasar el rato, no puedo resistirme a “Everything is
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Real” o “I Never Knew You Were You” que nos hacen mover la cabeza con su infusión de synth-pop y un solo espléndido de saxofón a la mitad del último mencionado. Se aprecia el esfuerzo por lograr la convivencia entre varios estilos, pero siento que descuidaron un toque en hacer algo que pegue y perdure. Este no sería el mejor lugar para conocer a estos franchutes, si quieren juzgarlos por un disco que sea por Images of Sibrid en donde el despliegue de todo lo que saben hacer es mucho más satisfactorio.
6/10. #41 Tinariwen / Elwan 2017 Nuestras vidas no son más que un cúmulo de historias. La historia que escribamos con nuestras acciones son las que van a trascender nuestras presencias corpóreas, si sacáramos de nuestro ser todo lo irrelevante, nos quedaríamos con que somos historias con patas. Toda historia merece ser contada, por más insignificante que parezca, solo depende de cómo la cuenten para que sea memorable. Hay personas historias que impactan con luz propia, ahora estando tranquilos frente a la compu o el teléfono leyendo esto, nos cuesta identificarnos o siquiera dimensionar ciertas historias, ya sea por su lejanía, por lo poco en común que tenemos con ellos o por la barrera del idioma incluso. Este último punto es primordial, los encargados de crear este álbum no llegaron al público de Occidente hablando en inglés, hablaron con el verdadero idioma universal: la música. Este colectivo de músicos tiene sus orígenes a finales de los 70s en el sofocante desierto del Sahara al noroeste de Malí, su líder Ibrahim Ag Alhabib a los 4 años fue testigo de la ejecución de su padre, su afición por la música empezó desde temprana edad e hizo su primera guitarra con una lata, un palo y frenos de bicicleta, si, la tuvo que remar bastante en sus primeros años, recién a sus 20 años pudo comprarse una verdadera guitarra acústica. Por ese entonces se unió a otros músicos que al igual que su difunto papá, eran parte de la comunidad rebelde Tuareg (no es la galletita, es el nombre de un pueblo nómada) quienes
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tenían un gusto por el chaabi que era una palabra que abarcaba diferentes géneros musicales árabes, además del pop y el rock occidental (Elvis, Dire Straits, Hendrix, Santana, Marley). Con ellos, Ibrahim Ag Alghabib que a partir de ahora empezaré a llamarlo cariñosamente Ibra, formó su conjunto musical con quienes tocaban en bodas y fiestas, su grupo no tenía nombre pero los lugareños los llamaron “Kel Tinariwen” que en el lenguaje de ellos significa “Los Chicos del Desierto”. En el 98’ finalmente fueron descubiertos por una banda francesa que estuvo invitada a participar de un festival en el que coincidieron, se hicieron de amigos, los de Tinariwen fueron hasta Francia donde recibieron un poco de hype por parte de la prensa y de ahí hasta la fecha no pararon de expandirse presentando al mundo su exótica fusión de ritmos africanos con rock psicodélico y blues (dato aún más loco es que ellos supuestamente no conocían el blues norteamericano hasta que empezaron a recorrer el mundo en el 2001), tocando hasta el Glastonbury, Lollapalooza y el Coachella. De igual manera, por su condición de nómadas Tuareg, iban y venían a su localidad natal en Malí, siempre en constante conflicto por culpa de las interminables guerras armadas y trata de personas. En el 2012 fueron target de un grupo islamita cuyas creencias iban en contra de la música popular que ellos profesaban, fueron perseguidos y en enero del año siguiente uno de ellos fue capturado y liberado semanas después. La historia de los Tinariwen está marcada por sufrimiento y un verídico sentido de rebelión, no la careteada comercial que nos vendieron los medios como las revoluciones que se dieron dentro del rock occidental, sus vidas están como para ser adaptadas a la pantalla grande y ganarse el Oscar a mejor película, esta es solo una parte de su historia que no se puede ignorar para entender la importancia de la hermosa música que interpretan. Su nuevo álbum lo ensamblaron en calidad de exiliados, muy lejos de casa, pero de alguna forma hicieron lo que pudieron para estar en un ambiente familiar a ellos, lo grabaron en el también desértico parque nacional de Joshua Tree y en el suroeste de Marruecos. Estos sonidos hipnóticos lo lograron con ayuda de unos cuantos amigos conocidos por acá, como por ejemplo en el track inicial, “Tiwàyyen” aparece la guitarra del pelilargo folk rockstar Kurt Vile que aporta ese groove virtuoso pero relajado que caracteriza a sus composiciones, escuchar un álbum
#42 entero de estos es ser partícipe de un ritual de protesta pero tambié es una celebración a la vida, un grito de revolución que provoca brincos, espasmos o cualquier tipo de movimiento que nos salga estando fuera de sí, sumergidos por completo al sonido. Porque evidentemente no entendemos ni media sílaba de lo que están cantando con mucho fervor. Confieso que no los había escuchado antes de pensar escribir sobre ellos, pero supongo que sí existe una evolución compositiva por parte de esta banda, mucho habrá pasado por la influencia de la música occidental que han estado consumiendo en sus viajes durante estos años de tour mundial. Estas canciones encuentran su appeal pop sin dejar de sonar únicos en lo que hacen, “Sastanàqqàm” es algo que haría The Black Keys si es que implementan instrumentos inusuales dentro del blues como el laúd, el imzad y la flauta. Uno pasa por una montaña rusa de estados en Elwan, las espirales sónicas de sus guitarras con los instrumentos de percusión forman una sólida unidad de gozo que a veces forman ritmos que nos suenan más conocidas de las que creíamos, escuchen por favor “Ténéré Tàqqàl” y díganme si no es una cumbia peruana cantada por alguien que balbucea palabras inentendibles. Aplaudo las pocas intervenciones de músicos occidentales en este proyecto. Contaron con los servicios de Alain Johannes, multi instrumentista chileno de perfil bajo que participó en proyectos de gran envergadura con Dave Grohl, Josh Homme y Arctic Monkeys, acá acompaña en la contemplativa “Talyat” tocando las cuerdas de su peculiar guitarra en forma de caja de cigarrillos. En otro momento vuelve a aparecer Kurt Vile para “Nànnuflày” pero no vuelve solo, ya que emerge de las sombras el cantante Mark Lanegan con su barítono registro vocal, raspando las primeras y últimas palabras en inglés que se escuchan en todo el disco. Si la idea de esta canción era transmitir paz y nervios al mismo tiempo, lo consiguieron con esta estelar adición en su formación. No tengo más que palabras de profundo respeto a este colectivo africano que con el solo hecho de existir es una de las pruebas de superación más fuertes que existen actualmente en el escenario musical, destruyendo cualquier tipo de barrera cultural para hacer llegar su humilde mensaje con una música que es digna de adoración.
8/10.
#42 Animal Collective / The Painters EP 2017 El espíritu rebelde en la música no solo se manifiesta con letras en contra del sistema de turno o sonar más fuerte y agresivo que los demás, la rebeldía pasa más bien por la acción de destruir esquemas preestablecidos, salir de la zona de confort y no repetir lo que otros vienen haciendo desde tiempos inmemoriales. No estoy diciendo nada del otro mundo y hasta yo mismo estoy cayendo ahora en repetir estas mismas ideas que todos las conocemos muy bien pero no las llevamos a la práctica. Porque es complicado salirse del molde, requiere además de un buen porcentaje de coraje, una mente habilitada para pensar “fuera de la caja”, capaz de desinfectarse de las convenciones que tenemos instaladas en la cabeza y nos hicieron creer por tanto tiempo que son lo correcto. Una banda que desde hace casi 20 años vienen rompiendo una y otra vez cualquier tipo de regla taciturna dentro de la música popular proviene de Baltimore, Maryland que la primera vez que los escuché me parecieron algo horrible, pensaba en aquel entonces ¿cómo alguien hace algo como esto y lo llaman música? Fui escuchándolos más porque algo que si lograban con creces era despertar en mí una curiosidad por comprenderlos, hasta que gradualmente fui pillando la musicalidad en este entrevero de sonidos que venían de otra galaxia. Para ser un divague de drogadictos, estaba demasiado bien pensado, llegue a leer incluso que su álbum Merriweather Post Pavilion del 2009 logró reconfigurar la música pop, así como lo hizo Kid Acon el rock en el 2000. Lo que hacen distinto a los demás es incursionar en varias ramas del pop, el rock y la electrónica pero con un encare lunático: síncopas fuera de lo común, murmullos, estruendos y chirridos inusuales, letras abstractas y vagas, sin sentido aparente; todos estos elementos están envueltos por una capa de cohesión, formando un paisaje
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fantasioso poblado por personajes deformes de los que uno no sabe qué esperar.
Eso es justamente lo que me fascina de ellos, siempre salen con
#43 Flume / Skin Companion EP II 2017
alguna sorpresa y al menos a mí, hasta ahora no me defraudaron.
Este nuevo pero corto viaje interdimensional despega con un propulsor de procedencia hindú, el instrumento que predomina en la espiritual “Kinda Bonkers” es un sintetizador raga en constante loop mientras Avey Tare y Panda Bear entrecruzan sus voces que colisionan en el coro más pegadizo que hayan hecho en mucho tiempo, aludiendo a cánticos primitivos pero dándoles el toque bizarro que solo a ellos les sale tan bien. El tema que le sigue después es en su aura excéntrica e imperturbable, una maravilla. “Peacemaker” como muy pocas veces sucede en canciones de AnCo, su título es bien descriptivo, hay un montón de sonidos que no sé de dónde los sacaron y tampoco quiero saberlo para no arruinar la mística que transmite. Como si nos hubiéramos metido a otro portal, “Goalkeeper” es un giro de 180° a lo que veníamos escuchando, más acelerado y animado es una sobrecarga de sintetizadores, sería como el hermano hiperactivo de su canción de Strawberry Jam, “Peacebone”. La culminación de este EP que vendría a ser la pieza de acompañamiento de su último álbum, Painting With, se da con un cover que tengo entendido lo vienen tocando en su gira actual, se trata del clásico dorado de Motown “Jimmy Mack”, perteneciente a Martha and the Vandellas, grupo de mujeres que fueron muy populares con esta canción en los 60s. Los Animal Collective succionan toda la alegría de la original y la llevan a sus estratos, ya saben, mucha droga que provoca otro tipo de exaltaciones, como por ejemplo que Avey grite en la coda con la piel de gallina, empapado de sudor… así como nosotros. Este EP podría funcionar como un punto a favor de la legalización, claro, si es que nuestros políticos gustan del avant-pop y el art rock psicodélico, entre otras etiquetas similares.
8/10.
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Es gracioso ver los desaciertos que tuvo la humanidad para predecir su futuro. Algunos recordarán cómo estuvo de moda dramatizar con las “predicciones de Nostradamus” en los noticieros de los 90s y principios del 2000, puras generalizaciones que las malinterpretábamos cual iglesia a su biblia, porque amoldar semántica de acuerdo a lo que queremos escuchar es parte inherente de nuestro ser. Las películas de Volver al Futuro son otra muestra de nuestra inocente visión para adivinar aunque sea algún acontecimiento del futuro cercano (sigo esperando las pizzas expandibles, McFly), somos organismos que no tenemos la certeza de lo que nos pueda ocurrir de un día para otro y eso está buenísimo. Si llegáramos a gastar todos los cartuchos de sorpresa, la vida ya ni siquiera valdrá la pena. Si me hubiesen preguntado hace 15 ó 20 años para atrás cómo me imaginaba que iba a ser la música en el 2017, la respuesta se iba a volcar al incremento de instrumentos electrónicos y podía tener una idea vaga de cómo sonaría eso pero por los límites a los que llega la imaginación, me iba a ser imposible describirlo. Nuestro presente está siendo el futuro y Flume es parte del mismo, este joven australiano es alguien que desde su habitación estuvo haciendo lo más parecido que tenía en mi mente cuando pensaba en “la música del futuro”, es la anomalía que hackeó los charts y es una de las pocas propuestas del EDM actual (aunque no se considera parte de eso y no lo culpo) que suena distinta a los moneymakers que andan generando beats con fecha de vencimiento a los 3 meses. Harley Streten podrá ser un chico ingenuo y humilde, pero boludo no es. En su último álbum Skin, hizo el hit para ascender al estrellato (“Never Be Like You”), hizo el feat rapero con elegancia (“Smoke & Retribution”) y volvió a traer esos extraños sonidos de su elemental álbum debut que la prensa tuvo que ponerle algún nombre cool para explicarlo, future bass. Acá me toca sentar postura y decir que me incluyó en el grupo de personas que sintió que “se vendió” por un sonido más comercial (el Grammy que ganó por mejor álbum electrónico lo confirma) pero también admiro cómo
logró posicionar lo suyo, influenciando a productores principiantes y a gente afianzada dentro de la escena. La fama lo ha alcanzado y para la calma de sus fans de la primera época, el solo da más pistas que va a seguir haciendo las cosas a su manera, no quiere apresurarse y está más entusiasmado en hacer cosas a pequeña escala, es por eso que ahora anda lanzando EPs que aparentemente salieron de las mismas sesiones de Skin y que nos trajeron de vuelta al Flume del pueblo (?) obsesionado por J Dilla y Flying Lotus. Alejado de toda pirotecnia predecible que enferma a la música electrónica actual, Flume se centra más en las texturas sonoras que utiliza, produciendo una rica variedad de ruidos metálicos difíciles de sacar de la cabeza por ser únicas en su especie. En “Enough” recluta a Pusha T para rapear sobre una base de trap retorcida con los bajos súper saturados y por supuesto adornado con sonidos sacados de pesadillas, algo que calificaría para entrar por lo menos como b-side de algún tema de Yeezus de Kanye West. Después agarra el micrófono Moses Sumney, voz prometedora que debemos ir acostumbrándonos a escuchar más seguido, para “Weekend” contribuye suavidad a la producción que suena inmensa con sus percusiones digitales acompañadas a un piano. Si Flume fuese uno más de la bolsa EDM, un tema con este título trataría probablemente de reventarse en joda como si fuera el último finde de la vida, pero la verdad es que este track downtempo trata sobre un amor que no fue hecho para durar más que un fin de semana. La experiencia de escuchar a Flume no está completa hasta que lo escuches con unos buenos auriculares y el instrumental “Depth Charge” da fe de su extraordinaria capacidad de ingeniero musical, hay tantos sonidos inentendibles mezclados con una eufonía asombrosa, acopló el chillwave con la música industrial y probablemente ni se dio cuenta. Luego se da un feat que no sabía que era lo que le estaba faltando a mi vida, y tiene total sentido, el último álbum de la agrupación indie pop Glass Animals guarda mucha relación con la música del aussie, su cantante Dave Bayley es el último invitado de este EP que no sólo asiste vocalmente, estoy seguro que también intervino en la elaboración de los ritmos de “Fantastic” que incluyen ruidos 8-bit complementándose con dulzura a los efectos cósmicos del prodigio de la consola. No hay horóscopo o ciencia metafísica que haya podido adivinar estos sonidos del futuro.
8/10.
#44 The Orwells / Terrible Human Beings 2017 La lengua inglesa es tan sintética y a la vez específica para describir ciertas cosas. No encuentro una palabra en español que sea el equivalente a “brat”, la más parecida que me sale en el diccionario es “mocoso”, otra sugerencia que me tira Google es “niño mimado”, pero ambas se quedan cortas para definir lo que esas cuatro letras implican. Muchos sabrán que el nombre del nene amarillo Bart Simpson es un juego de palabras que proviene de brat, palabra que define la actitud de este personaje ícono de más de una generación. Un brat vendría a ser alguien con problemas de conducta, rebelde sin causa que de forma consciente o inconsciente busca llamar la atención de los que le rodean, causando problemas de todo tipo y divirtiéndose de lo lindo en el proceso. Está comprobado que no se trata de un trastorno o problema psicológico, es más bien un estilo de vida. ¿A qué va todo esto? Que en un par de crónicas de shows y reportajes que había leído sobre The Orwells, aparecía esta palabra que a nuestro idioma le está costando traducir, es más, en una nota para Noisey sobre este nuevo álbum, los tildan como una banda de “brat-rock”, un subgénero inventado que les calza como anillo al dedo luego de conocerlos un poco, escuchar el contenido de sus letras y ver el desmadre que ocasionan en sus conciertos, busquen nomás la presentación que dieron para el programa de Letterman, quedó extasiado tras su presentación y les pidió bis, hecho que muy raras veces ocurrió durante sus 22 años de emisión. Desafortunadamente para el viejo y para toda la teleaudiencia, su guitarrista principal Matt O’Keefe tocó con tanta intensidad que rompió casi todas las cuerdas de su viola y no pudieron complacer el pedido. Estos nenes de Chicago no tienen problemas en decir que plagiaron bastante a los Black Lips en cuanto a sonido, lo que escuchamos plasmado en su genial debut Remember When del 2012 que incluía grandes canciones como el single “Mallrats (La La La)” que
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cuenta con una vibra y polenta parecidas a “Fell In Love With a Girl” de The White Stripes, en su siguiente material Disgraceland como que me perdieron un poco por dejar de lado la crudeza de sus grabaciones por un sonido más producido y limpio, pero eso les sirvió para alcanzar nuevas latitudes de éxito, en particular por la pegadiza “Who Needs You” que fue utilizada para unas cuantas publicidades en suelo norteamericano, una canción que dice no a las guerras e incita a quemar la bandera yanqui (“You better burn that flag / Cause it ain’t against the law”). En su tercera entrega, estos muchachos sacaron su licencia de provocadores natos y reconocen que son unos terribles seres humanos que solo quieren pasarla bien. Este nuevo álbum en líneas generales según O’Keefe, se basó en copiar la simplicidad de los Pixies en cuanto a las partes de guitarra y se puede decir que en buenos pasajes lo logran, como en “Fry” y “Buddy” que a su vez serían los tracks más cortos, son los que suenan más feroces y los que más pogos provocarán en sus giras, punk rock para patear cabezas con regocijo y sin culpa, pero en donde mejor les sale la rendición es en “Black Francis” que obviamente va dedicada al gordo precursor del grunge. Jugándose una vez más por una producción más pulida, no noto un cambio considerable a nivel composición de la banda entre este y su última placa discográfica, eso también viene con la falencia de estancarse y no probar nuevas cosas, no hay algo que descoloque o nos sorprenda, son solo buenas canciones que podían haber sido algo más, “M.A.D.” y “Hippie Soldier” son de esas que tienen un ritmo buena onda sin ser ni muy lentas ni muy rabiosas, quedan en un punto medio en el que involuntariamente dejo de prestarles atención por sonar muy “normal”. Que una banda con tanta energía y personalidad caiga en esa laguna creativa tan pronto es algo que puede ajustarse con más empeño del que no sé si están dispuestos a entregar, su vocalista Mario Cuomo había declarado que son la banda más haragana del rock and roll, y aunque se estaba refiriendo a sus pocas ganas de volar hasta Londres para grabar este álbum junto al productor Jim Abbiss (lo hicieron venir hasta Estados Unidos para grabar cerca de su casa), tal vez algo de esa holgazanería se trasladó al estudio. A pesar de ese bache en el medio del álbum que intentan asfaltarlo con un par de canciones poco memorables, hay otro par de momentos destacables como la bien marcada y súper cool “Creatures”, además de la canchera y espacial “Double Feature”
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que nos lleva a una ascendente colina abarrotada de riffs espaciales durante 7 minutos y que en su recta final alcanza lo que tanto anhelaba, legítima emoción por parte de una banda compenetrada dentro de una nube de noise rock. Para la próxima, más de esto y menos de lo otro por favor.
6/10. #45 Electric Guest / Plural 2017 La gente con la que elegimos pasar nuestro tiempo es demasiado importante. La yunta que vamos teniendo en nuestras distintas etapas de la vida son las que al final terminan marcando nuestras vidas, las personas que nos rodean y que vamos conociendo son las que nos van definiendo como personas, fuimos absorbiendo vivencias y relatos de los demás para forjar lo que hoy están leyendo estas palabras. Tomemos de ejemplo al cantante de Electric Guest, Asa Taccone que resultase es el hermano menor de Jorma Taccone, uno de los 3 miembros del grupo musical cómico The Lonely Island, Asa no muy fanático del humor se mudó a Los Angeles, a una casa comunal con otros músicos entre ellos su otro par en el grupo, el baterista Matthew Compton. Uno de los inquilinos también resultó ser uno de mis productores favoritos, el señor Brian “Danger Mouse” Burton, a él le debemos muchas canciones que nos hicieron subir el volumen de la radio en la última década. El escuchó los demos del grupo, le gustó y gracias a alguna entidad superior que guía nuestros destinos, les produjo el primer disco que fue todo un éxito. ¿Vieron cómo cambió la vida de Asa juntándose con la gente correcta? Bueno, han pasado 5 años de aquella seguidilla de casualidades para que se venga la secuela de Mondo. En ese periodo de tiempo uno pasa por muchas cosas y la yunta va rotando, según Asa relata en una entrevista, hace casi 2 años atrás habían hecho un álbum bien oscuro, sombrío y lento, muy diferente a la indietrónica movida por el R&B que ofrecieron en su debut. Aquel disco “denso” que nunca vio la luz,
lo grabaron en un momento en el que ellos se sentían vulnerables, luego las cosas empezaron a cambiar y cuenta Asa en esa misma entrevista que luego se sintieron más felices, le cito: “things changed around in our lives and we got to a happier place, which is what the capitalists want, you know”. Sí, literalmente dijo que el propósito de este nuevo trabajo es facturar como locos, hecho que no está nada mal para los músicos que de algo tienen que comer. El tema es que en esta ocasión no contaron con el respaldo de Danger Mouse en el estudio y decidieron producirse ellos mismos: el desenlace de la historia es predecible. El primer adelanto era todo lo que necesitaba escuchar para entender lo que iba a encontrar en Plural. “Dear to Me” es un tema lúcido que va creciendo de a poco con las reiteraciones, pero eso no le quita lo genérico que suena y no aporta nada más aparte de las Haim como voces de complemento en los coros, a esta le sigue “Oh Devil” que sería una de las canciones más parecidas a algo que hayan hecho en Mondo, un álbum en el que los sintetizadores no acaparaban toda la atención, se sentía que había alguien detrás de los parlantes que tocaba con pasión sus instrumentos. En retrospectiva escucho a ese primer disco de Electric Guest y directamente lo asocio con una banda que hasta ahora no hizo nada malo: Broken Bells, la banda de (mirá vos) Danger Mouse junto a James Mercer, líder de The Shins. No puedo negar que las canciones son alegres, pero en su mayoría no me contagian. Son dulces, pero como chicles que los tiramos una vez que pierden el sabor. Es que cuando la felicidad es artificial o forzada, se nota. Si juzgáramos el álbum por su nombre, uno podría esperar una variedad amplia de estilos, pero eso no pasa, se quedan en la superficie del indie pop azucarado que supieron ejecutar mucho mejor hace unos años los Passion Pit, Dirty Projectors y Friendly Fires, por solo citar algunos. Si hay algo más que pueda salvar de esta obra sería “My Omen” que tiene unas líneas de teclado que me compran sin esfuerzo, ojalá las demás canciones hubiesen tenido este mismo desarrollo orgánico, pero poniéndome en lugar de ellos, creo que no tenían intención alguna de superar lo que habían hecho anteriormente, dudo que cuando hayan terminado de grabar este álbum se hayan mirado todos en el estudio y diciendo con seguridad que acabaron de crear algo mejor. Simplemente se vendieron a un pop más amigable sin dar vueltas, de bases sintéticas, uniformes y sin muchas variantes o huecos para llenar con algún que otro experimento.
Espero que cambien su yunta para la próxima (Danger Mouse volvé).
4/10. #46 Tim Darcy / Saturday Night 2017 Vayamos directo al grano, este muchacho tiene una voz muy parecida a la de David Byrne, es lo primero que me llamó la atención cuando lo escuché por primera vez hace unos años con su banda Ought, una de las mejores bandas de post-punk de la actualidad, sus dos álbumes tendrían que ser obligatorios para cualquier fanático de Television o Velvet Underground, chicos que rompieron el molde en su momento con manifiestos artísticos que respondieron a una disconformidad en su medio ambiente. Digamos que los Ought aún no son demasiado populares y tampoco llevan mucho tiempo en el ruedo musical como para que su cantante ya se mande un álbum solista, pero al escucharlo se entienden un poco sus razones. Darcy es un inquieto, se maneja de lujo en un clima de incomodidad, su voz es un generador de tensiones y en Saturday Night lo aplica también a los instrumentos que lo acompañan. En Ought, su voz nasal un tanto peculiar se robaba el show en múltiples ocasiones, acá el no busca destacar por sobre las tormentosas emociones que logra restregar en gran parte del recorrido. Solo los primeros temas empiezan con todo, “Tall Glass of Water” es un jangle rock para mover el esqueleto, si usé ese dicho del viejazo es porque Darcy parece que vino de la misma promoción de The Feelies con esa guitarra afilada que nos vaticina con sus riffs un falso porvenir que continúa en “Joan Pt 1, 2” pero no por mucho tiempo, a partir de su segundo minuto escuchamos como Tim y sus rajidos eléctricos se van evaporando en reverb, el segundo apartado es una
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oscura marcha que parece cantada desde el cielo con un coro de ángeles que resuenan en ecos hasta el final. Si están esperando epifanías o puntos altos en donde escuchamos a su cantante agitado en emociones (como ocurría en “Today More Than Any Other Day” o “Beautiful Blue Sky” de su proyecto principal), vayan a otro lado que acá nos encontramos con sentimientos menos fuertes pero más sinceros y personales, se nota que se los tenía guardado y que en Ought no se iba a poder descargar como quería. Este es de esos famosos proyectos que a los músicos les encanta decir en las entrevistas que “es música para ellos mismos” y les da igual si el público no lo entendió así. Darcy no trata de empatizar con nadie más que con el mismo, a excepción de la linda “Still Waking Up” en donde imposta su papel de crooner para dedicar esta balada a un amor no correspondido, a partir de acá el álbum se vuelca a la experimentación. Empezando con “First Final Days” que es un lento y pesado instrumental shoegaze que busca redimirse en el lugar más recóndito del alma, la canción que da nombre al disco incluye guitarras estridentes que golpean y molestan, entre tanto Darcy monologa decaído sobre algún tipo de escapatoria mental. Noise rock disonante, lánguido y catártico a lo Bauhaus, deprimente… pero en el buen sentido. “Found My Limit” es una lenta más que no mejora el estado anímico del amigo, para cuando llegue esta parte vas a querer hacerle el favor de pasarle una pistola, Tim canta en su registro más bajo, casi susurrando las palabras al oído como un Nick Drake lo-fi. Diría que “Saint Germain” es la última pista ascendente hacía la salvación en el disco, sus arreglos y destellos finales en la voz cansina de Tim suenan a una victoria momentánea, ya que los tracks finales no son más que drone noise que salen de una mente abstraída de la realidad, nos meten a un lugar abandonado y perturbador, reproducir algo así no fue muy entretenido y nos da un cierre que nos deja con la mente en blanco. Como terapia de descarga, Tim logra un material con un par de buenas ideas que terminan siendo inconsistentes y si, algo creepy, no creo que muchos estén dispuestos a soportar este calvario mental.
6/10. 50
#47 Uniform / Wake in Fright 2017 La humanidad ha cometido un millar de atrocidades imperdonables de las que muchos prefieren ni hablar y no está mal, tal vez de forma inconsciente para mantener la poca cordura o fe que tenemos hacía los demás es que decidimos hacer la vista gorda a crueles realidades que están ocurriendo en este preciso instante frente a nuestras narices. Hay otros que lo ven desde otra perspectiva y van hacía la dirección contraria, como le había aconsejado Carrie Fisher en algún momento de su carrera a Meryl Streep y esta prestó la frase para concluir su poderoso discurso en los últimos Golden Globes: “tomá tu corazón roto y convertilo en arte”. En el caso de los Uniform, se habrán tomado un poco más literal esta frase, ya que su música suena a que salieron de cacería, mutilaron a sus víctimas, arrancaron sus corazones y los juntaron en un sucio balde de metal. El dúo neoyorkino de rock industrial conformado por Ben Greenberg (ex miembro de The Men, banda que también sabe cómo encauzar la agresividad) y Michael Berdan tienen un proyecto tan sobrecargado de energía, violencia y densidad que lo tuve que escuchar con auriculares en casa para evitar una incómoda conversación con mamá en la que deba decir que no me pasa nada raro y de paso negar que estoy armando un tiroteo masivo. Justo es ese el tópico de la que considero la canción más importante del álbum, “The Killing of America” que toma inspiración de los constantes tiroteos que se dan en Estados Unidos, solo en el 2016 se contabilizaron 385 que se llevaron 450 vidas. Ligados muy fuertes al concepto del track, las percusiones están fortalecidas con sonidos de balas siendo disparadas, la voz de Michael se encuentra enterrada en lo profundo de esta oscura mezcla y no puedo dejar de mencionar el tajante solo que se manda Michael al final de la canción. La frustración es la pólvora de estas canciones que urgen a gritos por un cambio, según el mismo Berdan, estas canciones las grabaron en un estado de estancamiento y monotonía, es lo que ocurre cuando las viejas maneras de pensar se encuentran gastadísimas y las formas de hacerle frente son ineficaces. Encontraron una de las formas más sangrientas de musicalizar sensaciones agobiantes,
a pesar de todo el dolor que trasladan a sus receptores, hay ciertas melodías escondidas que producen algo que podríamos describir como una inyección de anestesia en un miembro recién amputado; sacando los gritos desesperantes de Michael y los samples nerviosos en “Habit”, podría jurar que los riffs de Ben fueron sacados de un libro de jugadas de Queens of the Stone Age. En su forma de ser armónicos, “The Lost” sería la canción “bailable” del álbum, igual no deja de sonar más estremecedor que cualquier cosa que haya grabado Trent Reznor en 1990. Como una sierra eléctrica que no para aunque ya haya cercenado en mil pedazos a su objetivo, “Bootlicker” aplasta con sus guitarras y su doble pedal programado, encontrando su lugar en algún punto medio entre Slayer y Black Flag. Entre tanto, los fanáticos del rock industrial encontrarán acá algo de la crudeza y atrocidad que infundaban unos Ministry y Godflesh. Para ovacionar el proceso creativo de estos señores, al percatarnos de un detalle fundamental: casi la totalidad de las percusiones que se oyen en Wake In Fright fueron sacadas de películas de acción, sonidos de bombas hacen de golpes de batería, ciertas distorsiones las lograron mezclándolas con ruidos de choques automovilísticos y una ametralladora nos caga a plomo reemplazando alguna que otra nota. Escuchar este álbum es presenciar el sonido del caos, intimida como una suerte de Frankestein sonoro, los Uniform crearon un monstruo especializado en el fino arte de insertar trauma y horror utilizando la fuerza bruta.
8/10. #48 The Brian Jonestown Massacre / Don't Get Lost 2017 Estamos viviendo la época de los antihéroes. Nos ubicamos en el punto exacto de la historia donde proliferan en demasía los justicieros por mano propia, los que dejaron de tener fe en las reglas porque se les cayó la ficha de que no sirven para nada. Sentimos más simpatía
por ellos y los alentamos en silencio, porque son iguales a nosotros, solo que ellos si se animan a hacer nuestras acciones reprimidas, quizás por cobardía o indiferencia a nuestra realidad o porque pensamos que nuestras voces no sumarán ni restarán. No dimensionamos que la corrupción es un consolador que nos lo meten sin lubricar todos los días, nos damos cuenta de ello pero aun así no hacemos nada para evitar esta violación de ideas. Se creó todo un sistema para ponernos en una situación donde normalizamos los vicios de los de arriba, evitamos protestar porque tememos perder nuestro lugar. Después están los que les chupa tres huevos pertenecer a un engranaje, son antihéroes porque no van a hacer las cosas como nos agraden, porque para generar un cambio hay que salirse del protocolo y traspasar la barrera que nos hace ver políticamente correctos, hay que ser como Anton Newcombe que hasta hoy día sigue siendo el loquito descarriado de la industria musical. Cada uno tendrá en su cabeza distintas definiciones de lo que creemos que es el rock and roll, y en lo que a mí respecta, creo que no hay otra banda vigente que junte mejor todo lo que creo que es el rock and roll como The Brian Jonestown Massacre, un grupo que muere en su ley aunque su propia música se encarga que milagrosamente siga existiendo. Si vieron Dig! sabrán de lo que estoy hablando, si no lo vieron aún, se están perdiendo -sin exagerar- uno de los mejores documentales musicales de todos los tiempos. Allí pudimos observar sin filtros el ascenso y descenso de un grupo de amigos que pudieron tenerlo todo a mediados de los 90s y principios del 2000, pero se mantuvieron firmes a sus principios y (también en ese entonces) a las drogas, construyendo a partir de allí su mitología como la banda (under) más grande del mundo. En el que vendría a ser su décimo sexto álbum de estudio oficial, esta banda no reinventa la rueda aunque tampoco demuestra carencia de ideas, las canciones navegan en un mar de guitarras psicodélicas, “Open Minds Now Close” es un hechizo eléctrico guiado por sus golpes de batería que durante 8 minutos magnetizan al oyente. Para ser alguien que tiene el control absoluto del sonido de su banda, Anton no intenta robar en ningún momento el protagonismo de su música, jamás lo intentó, el solo está a disposición de una gran canción y lo demuestra en reiteradas ocasiones acá, poniendo algún efecto
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retorcido a su voz o directamente brillando por su ausencia en instrumentales de alto vuelo. Algo que caracterizó siempre a Anton es su sentido del humor que lo saca a flote una vez más titulando a un tema “Melodys Actual Echo Chamber” que es posible que se refiera al proyecto de la ex novia del cantante de Tame Impala, Kevin Parker, hombre del que probablemente ha recibido una riada de comparaciones en los últimos años porque en pocas palabras vendría a ser un Anton corporativo que triunfó en la industria musical trayendo de vuelta el rock psicodélico al mainstream. No voy a negar que me hubiese gustado visitar una realidad en la que esta banda obtuvo el reconocimiento que se merecía hace mucho tiempo, aunque por otro lado, también está esa impresión de privilegio que nos da ser parte de una pequeña comunidad de autoconvocados por la neo psicodelia parecida a la que descargaban The Jesus and Mary Chain en canciones como “Groove Is In The Heart” que cuentan con una hipnótica sección de batería y la atractiva voz de una cantante llamada Tess Parks, poniendo una de las notas altas en un disco extenso minado de joyas por ser descubiertas en lo profundo de su superficie. Un álbum con una paleta de colores que va del gris al negro más oscuro como la gótica “Throbbing Gristle” que lleva el mismo nombre de una agrupación industrial que estuvo activa a finales de los 70s, cuyas experimentales y maniáticas canciones combatían el buen gusto y lo que se consideraba comercial por aquellos años, cagándose en cualquier tipo de convención estética y musical. Cualquier parecido con Brian Jonestown es pura coincidencia. Hallo un incremento de ruidos electrónicos que retrotraen a pistas de baile noventosas como la árida “Fact 67” que cuenta con la participación de Tim Burgess, cantante de The Charlatans o la canción más desubicada y bailable del álbum, “Acid 2 Me Is No Worse Than War” que reaviva la llama del Madchester con estroboscópicos beats que pudieron haber sido secuestrados de las sesiones del aclamado Screamadelica. Perdono cualquier tipo de incoherencia que podría encontrar con los saltos de estilos entre tema y tema por hermosuras como “Geldenes Herz Menz”, demostrando Anton lo bien estudiado que tiene al jazz clásico; y la que está destinada a ser un futuro clásico desde la primera vez que lo escuché, la divina “Dropping Bombs on the Sun” en la que
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nos suben a su nave nodriza y dejan que una vez más Tess Parks la conduzca sin rumbo hacia el infinito, un track sublime que hace cosquillas la mente. Me encanta escuchar a Anton recuperar la memoria que tuvo en 1996, talentosos irreverentes como el no necesitan de la industria para seguir superándose artísticamente, la industria los necesita a ellos y por suerte, no lo saben.
9/10.
#49 Dirty Projectors / Dirty Projectors
2017 Uno no llega hasta donde está sin haberse cruzado antes con una infinidad de adversidades, todos aprendemos a cargar con ellas o superarlas. A pesar de haberse descubiertos en estos días a varios exoplanetas que pueden tener organismos vivos, por el momento vamos a seguir siendo la única especie calificada para sacar lo mejor de la decepción. Evolucionamos nuestra inteligencia emocional y mediante el arte conocimos las expresiones más bellas de este progreso como personas, fiel reflejo de la fragilidad e imperfección que llevamos dentro. El proyecto de David Longstreth llamado Dirty Projectors lleva más de una década demostrando ese desarrollo cognitivo, a través de sus incesantes cambios de alineación, disco tras disco, entre las figuras más notables que pasaron por sus filas fueron los que tiempo después formarían Vampire Weekend, Ezra Koenig y Rostam Batmanglij. Lo que si Longstreth es un tipo que se encargó de alimentar muchas fuentes con las que pudo colaborar durante su fructífera carrera: grabó un álbum colaborativo con Björk, escribió canciones para Rihanna y Solange, Kanye West lo llamó para hacer brainstorming que resultarían en canciones de su bien recibido The Life of Pablo. Es curioso que recién su octavo álbum sea homónimo y eso revela que posiblemente sea la primera vez que David está hablando por el mismo sin valerse de
#50 nadie, es un disco que lo compuso en la comodidad de su soledad, no es algo que decidió como truco creativo, coincide con la ruptura con la que fuera por mucho tiempo su pareja dentro y fuera del escenario, Amber Coffman. Los que tienen conocimiento del pop excéntrico de Dirty Projectors saben que acá no se van a encontrar con un álbum que incluya canciones convencionales de ruptura, aunque si, tiene esa brisa agridulce en sus letras como en el track que abre el álbum, “Keep Your Name” donde no da ni media vuelta para decir las cosas como son desde el principio en una balada digital cargada de auto-tune y texturas erizantes: “I don’t know why you abandoned me, you were my soul and my partner”. El álbum es una daga tras otra a su ex, “Death Spiral” es una metáfora que compara su caótica relación con Amber con el choque de un avión. Muchos dirán que es un despechado, pero es cuestión de ponerse un poco en los zapatos del otro, he ahí que es totalmente comprensible que no la pudo superar tan pronto al haber formado parte de su proyecto musical que a su vez es lo que le da significado a su vida. Una década tirada al tacho no es algo que se digiere rápidamente. Sabiendo que David toca un tema tan personal y con mucho peso emocional, este álbum suena hasta si se quiere, optimista y con señales positivas de un futuro renaciente. La cambiante, luminosa y cuasi tropical, “Cool Your Heart” vino con reemplazo de voz femenina y todo, la cantante R&B, D∆WN le pone onda a un track cuya letra habla de no caerse anímicamente. Hay mucho de Bon Iver en este álbum de canciones impecablemente producidas con sentimientos encontrados que encapsulan sonidos analógicos y digitales en una extraña ceremonia que si o si capta la atención de fanáticos y curiosos. En la corteza de estas canciones tenemos canciones pop cortadas por glitches y cambios de tempo sorpresivos como las que se viven en “Ascent Through Clouds” que parece una canción manipulada por fuerzas alienígenas en su segunda mitad. Si hay algún tipo de moraleja que nos desea dejar Longstreth con este álbum, lo deja clarísimo en una línea de la dinámica y excéntrica “Up In Hudson”, recitando con su fina voz: “We’re going our separate ways, but we’re still connected”. Ni siquiera el amor es tan duradero como la música.
8/10.
#50 King Gizzard and the Lizard Wizard / Flying Microtonal Banana 2017 La música que normalmente escuchamos todos los días ha pasado por procesos intermitentes, se crearon y se sigue creando obras a un ritmo vertiginoso, cada vez hay más artistas y un sinfín de lugares donde escucharlos, se le han agregado aderezos de numerosos tamaños y sabores, sentimos y tomamos como nuestras sus respectivas ramificaciones, desde las más ñoñas hasta las más tétricas, las amamos, las odiamos y cuando crecimos, las fuimos respetando a casi todas, y nos acompañaron en todos los aspectos de nuestro caminar diario. Si nos ponemos a pensar por un rato, a pesar de las constantes reinvenciones, las canciones de hoy no son más que transformaciones de cosas que ya se hicieron antes, buscar la originalidad musical en algo del siglo XXI es una tarea que nos va a llevar su tiempo, es por eso que muchos artistas se esfuerzan más en lograr algo diferente en el decorado que rodea a la música que realizan, pasando por sus shows en vivo, videos o maneras de presentar su material. Lo que veo es cómo los artistas más respetados y famosos son los que mejor presentan su producto y la vanguardia musical pasa más por traer de vuelta a un género que en su auge no logró implantarse en los charts por cuestiones globalizadas. Un grupo en Melbourne, Australia anda metiéndose de lleno en lo que respecta a nuevos conceptos, pisoteando lo ortodoxo con su psicodelia frenética y sin dirección aparente. En su antepenúltimo álbum, Paper Mâché Dream Balloon, tiraron todo el fuzz por la borda y demostraron que también se pueden generar efectos alucinógenos utlizando solo instrumentos acústicos. El siguiente material fue llamado Nonagon Infinityporque incluía 9 canciones que fueron fabricadas para escucharse de principio a fin una y otra vez hasta la eternidad, el principio del álbum está concatenado con el final. A esta última la pusieron de nombre Flying Microtonal Banana porque todo el vuelo
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fue grabado en afinación microtonal, conteniendo intervalos más pequeños que un semitono y que no se encuentran en octavas occidentales acostumbradas. O sea, los tipos en esta ocasión corrompieron el sistema musical que todos usan, para brindar una experiencia única. Ahora si estamos hablando de originalidad. ¿Cómo suena algo así? Para alguien que no tiene conocimientos muy teóricos de la música, me cuesta percibir una notoria diferencia con el rock psicodélico “normal”, sé que suena diferente porque usaron versiones modificadas de sus instrumentos y un instrumento de viento turco para lograr esta rareza que nos mantiene inmersos en un constante headbanging. “Rattlesnake” es la suma del krautrock de Can más frecuencias que se van repitiendo continuamente durante casi 8 minutos, según su guitarrista Joe Walker, esto lo hicieron a propósito para que la gente vaya acostumbrando a sus oídos a estar en la misma sintonía microtonal de la banda, algo de lo que pocos se quejarán por ser tan adictivo, y por supuesto que su reiterativo título atropella un callejón salida en nuestros pensamientos. Tengo un fácil apego a canciones como “Melting” que se van perdiendo por la mitad en largas improvisaciones instrumentales y que en su cierre retoma dirección trayendo consigo elementos que fueron añadiendo durante la zapada; no solo puedo rescatar lo instrumental en este track, la letra es un tirón de oreja hacía lo consciente que estamos del calentamiento global pero no hacemos nada para salvarnos. Impresionante cómo amaestraron su conexión como banda, cada nota cumple una función para que otro de ellos tome el liderazgo y así es como cada uno de ellos tiene varios momentos para lucir sus habilidades en “Open Water”, “Sleep Drifter” y la pegajosa “Doom City” que sacaron inspiración de un viaje a la China donde el cielo estaba ennegrecido por el smog urbano, por citar solo ejemplos donde las melodías pasaron al bando del prog rock para desbloquear nuevos sitios a los que podamos huir cuando la realidad nos juega una mala pasada. Canciones sin desperdicio, provocando cuelgue y pogo en cantidades iguales, una tras otra, huyendo de lo común sin perder la armonía, abriendo una puerta musical con infinidad de combinaciones por ser reveladas. Pensar que tienen pensado lanzar otros cuatro álbumes más este año. Si el rock está buscando que lo salven, creo que los Gizzard tienen un par de ideas bajo la manga.
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#51 Thundercat / Drunk 2017 El jazz hizo de este un lugar mejor, nadie puede discutir ese hecho científico. Querer al jazz es quererte a vos mismo, deleitar los oídos al caviar más refinado, apreciar sus altos y bajos como la vida misma que no es más que una alargada improvisación, sentir esa distinción que no te suministra ningún otro estilo musical es algo único. Cuando escucho jazz me imagino estar sucio o no muy bien vestido para disfrutarlo como se debe, porque escuchar jazz es (o debería de ser) todo un evento, uno tendría que prepararse para recibir esa bendición, así como los pasos previos a la eucaristía en una misa. Inconmensurable el respeto que le tengo a personas que hacen jazz y unen sus esfuerzos para que esté más latente que nunca, como los artistas del sello Brainfeeder en donde radica Thundercat, un prodigioso bajista de Los Angeles que está estrenando su cuarto y mejor álbum de su carrera. El jazz para él es más que un género, es un estado de apertura mental permanente que está entretejido con la música, y lo dice un tipo que estuvo en el otro extremo de la fauna musical como miembro de la banda de thrash metal, Suicidal Tendencies. Stephen Bruner es alguien que estuvo en el cielo y en el infierno, y cuando dispara una sentencia como esa, lo hace con conocimiento de la causa y la que mejor comprende es la del jazz, superándose en este álbum a sí mismo en compañía de algunos invitados de lujo. El anfitrión de la velada es el mismo que con una copa en mano en “Rabbot Ho” nos da a todos una cordial bienvenida y nos pide que la pasemos bien, empedándonos hasta fundirnos. A esta le sigue “Captain Stupido” que en la línea de tiempo del álbum se situaría en la mañana posterior a la joda y nuestro actor principal se siente raro y no sabe dónde dejo su billetera, vendría a ser como esas películas en las que su primera escena ya te muestra el desenlace de la trama, luego rodarán los créditos iniciales (mientras se escucha de fondo el virtuoso instrumental “Uh Uh”), y explicarán a lo largo de la cinta cómo se llegó a eso.
Sale a la calle Thundercat y desde el principio de “Bus In These Streets” deja en claro que está dopado pero con una lucidez sobrehumana para tocar y cantar sarcásticos comentarios sobre la tecnología (“Thank God for technology ‘cause where would we be if we couldn’t tweet our thoughts?”). Esa entrañabilidad que tiene en su música es algo que sacó de Flying Lotus y Erikah Badu con quienes colaboró en varias ocasiones, ellos le inculcaron la honestidad en el arte, mostrar lo que siente su corazón, sin tapujos. Digamos que allí está el secreto de su moderado éxito y claro, tener el súper poder de tocar su bajo casi a la velocidad de la luz también le ayudó. Hasta se pone simpático con “A Fan’s Mail (Tron Song Suite II)”, una suave y humeante balada que está dedicada a su gato y lo mucho que le gustaría ser igual a el. Bruner aprendió a reírse para no llorar en las situaciones más apretadas que se escucharán después en “Lava Lamp” y la deliciosa “Jethro”, ambas lidiando con la muerte como tópico central. Si la música de Thundercat adquiere un tono más ópaco tiene una justificación que se halla en su entorno, ve las injusticias que se cometen todos los días, la discriminación que sigue existiendo hacía los negros, y un etcétera sin final que termina colándose en su creación.
ciudad gracias a Dragon Ball Z, este break animado se da continuidad en el puentecito llamado “Jameel’s Space Ride” que sirve de alfombra roja al hit que tendría que estar sonando en todos lados ahora mismo. “Friend Zone” es genial en todo sentido: sus letras son hilarantes con insights que le dan al ojo, referencias sobre Mortal Kombat y “Bitch Don’t Kill My Vibe”, sus acordes vivos y bien funky hacen un contraste fabuloso a la sinceridad de stand-up de nuestro amigo. Sin perder el tiempo proseguimos con una que ya conocíamos de su último EP, “Them Changes” que le añade el groove que estaba faltando a la fiesta, cortesía del bajo de 6 cuerdas, los teclados de FlyLo y un poco de vientos del semidiós saxofonista, Kamasi Washington. Increíble que alguien como Wiz Khalifa sea amigo de alguien aparentemente tan reservado como Thundercat, sin llamar mucho la atención también forma parte de este LP repartiendo unos cuantos versos en la pacífica “Drink Dat” que sigue rememorando lo sucedido en esa noche con mucho alcohol de por medio. El último en caer es Pharrell que cualquiera pensaría que con él se prende todo en un espectáculo de luces y bailes coreográficos, pero no podés esperar algo así de un tema titulado “The Turn Down” que sobre un ritmo a punto de apagarse, hablan sobre el racismo tan latente en el ex país de las oportunidades.
Haciendo un flashback a la noche del evento, el protagonista de la historia invita a subirse al escenario a dos figuras inesperadas de soft rock para cantar juntos “Show You The Way”. Uno de ellos es ni más ni menos que Kenny Loggins, si, el del tema de “Footloose”; la primera pregunta que le hizo a Thundercat cuando se conocieron es si no le estaba jodiendo con eso de que quería trabajar con él, así de impensada esta colaboración. A ellos se les sumó Michael McDonald que también es otro ídolo de Stephen, metiéndose a la ecuación en este track delicado que tiene todas las de pertenecer a un compilado retro de hits ochenteros que bailaban nuestros papás en las pistas lentas de las discotecas. Se bajan los viejos y el siguiente en subirse es el que mueve más fichas del tablero del rap contemporáneo, su gran amigo Kendrick que le devuelve el favor después de haber contribuido con él en su ópera prima, To Pimp a Butterfly, acá lo tenemos en “Walk On By” donde rapea sobre una base calmada e intermitente salida de una caja de ritmos, no hizo falta nada más.
Pissed Jeans / Why Love Now 2017
Cruzando esa etapa del álbum, llegamos a una sección más ajetreada como la capital nipona, en la canción “Tokyo” hay samples de máquinas electrónicas de pachinko y de cómo el autor se enamoró de dicha
Aniquilar estereotipos es el deporte más sano dentro de la música. Los provocadores, los que se animaron a pensar distinto, a hacerle calzón chino a los prejuicios son los que finalmente son
En Drunk, Thundercat se vuelve cada más quisquilloso por los detalles, teniendo un sólido concepto que se sustenta en las verdades que salen a luz después de varias copas de más, y ayudado por unos cuantos estratégicos invitados, tocó la perfección con la yema de los dedos. No podía esperar menos de alguien que nunca hizo nada inferior a excelente.
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recordados en la historia. En Pennsylvania, una banda denominada Pissed Jeans hace poco más de una década que está haciéndose de un pequeño culto de fans con su música atolondrada y poco amigable, parodiando la ideología y postura de macho alfa que tienen la mayoría de las bandas “ruidosas”.
sonarían estos temas en vivo y ya se queda sin aire, leí por ahí que hace tiempo a alguien le sacaron los dientes del frente de un golpazo minutos antes de un show de ellos. Mitos urbanos como esos se hacen totalmente creíbles al conocer los altos niveles de adrenalina que maneja Korvette en el escenario.
Atraídos por el sonido avasallador y repulsivo de The Jesus Lizard y la antigua banda de Nick Cave, The Birthday Party, este grupo encuentra en su música una válvula de escape para incomodar a los más rudos del mosh, con una combinación detonante de noise, post-hardcore, sludge y punk son toda la densidad que podrías esperar. En su quinto álbum se aliaron a dos mujeres que tienen un elemento en común con la banda y es que son tan frontales que lastiman. Una de ellas es Lydia Lunch, leyenda de la escena no wave que metió su oscura mano en la producción y la otra es Lindsay Hunter, escritora que transmite la realidad con crudeza como la música de ellos que comprendieron que para disgustar a una audiencia es más que suficiente con mostrarles algo muy real que nos negamos a mirar.
Estamos hablando de un grupo agitador que encontró el mejor target para pisotear en el 2017, un grupo que en esencia sónica es todo lo mugriento y desagradable que critican, de eso se trata toda esta contradicción con la que se divierte esta banda: generar conciencia con un puñado de canciones inflamables que no desaprovecha una oportunidad para pelar el dedo del medio a normas establecidas dentro del punk. Porque ser punk hoy ya no es hablar desde una posición de “no me calienta lo que pasa a mí alrededor”, sino que es informarse y luchar por causas que necesitan amplificar fuerza y claridad. Pissed Jeans es la banda feminista más improbable con la que te puedas topar, y eso produce una extraña fascinación.
El canto gutural de Matt Korvette es lo primero que se escucha en “Waiting On My Horrible Warning” que está cargado de enojo en una marcha cansina y pesada conducida por un bajo saturado hasta no poder más. Si uno soporta semejante concentración maligna, la recompensa la pasás a buscar en “The Bar Is Low”, monstruosa canción que en pocas palabras, habla sobre cómo todos los hombres somos idiotas, el riff acompañado de los machacantes impactos de batería de este tema son mi momento favorito de todo Why Love Now, un material punzante y difícil de digerir que bajo ninguna circunstancia se debe juzgar por su tapa que repelerá a más de un homofóbico. Inspirados quizás por el cine clase B o un sitio de la deep web, “Ignorecam” con una base destructiva y un Korvette fuera de sí como un GG Allin a punto de autoflagelarse, explora el submundo del negocio de las mujeres que se les paga para hacer cosas indescriptibles frente a una webcam. Para “I’m A Man” liberan a Lindsay que en clave de spoken-word hace una proclamación que hace añicos la idea de virilidad y patriarcado, mientras que le sigue el ritmo una vibrante percusión acorde a los dardos verborrágicos que se van disparando sin cesar. Al grunge que habían impartido unos jóvenes Nirvana en Bleach, ellos enojados le tiran nafta en canciones como “Love Without Emotion” e “It’s Your Knees”, lo encienden en llamas y lo apagan meándose encima. Uno puede hacerse la cabeza de cómo
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7/10. #53 Xiu Xiu / FORGET 2017 Será cierto o no que la oscuridad en teoría no existe, solamente se conoce la ausencia de la luz. Quizás podamos refutar dicho enunciado con la música de Xiu Xiu, proyecto de Jamie Stewart que no solo hacen canciones “anticomerciales” que atentan muchas veces con la definición que la mayoría tenemos de la palabra música, sino que dedican gran parte de su obra a la maldad, desmenuzándola a través de ruidos atonales y distorsivos, poco placenteros para el oyente promedio que busca algún tipo de melodía. En más de 10 álbumes, esta banda ha encontrado siempre la forma de escarbar lo más profundo del psique humano, haciendo énfasis en lo más grotesco, visceral, bizarro, misterioso y algo angustiante que tenemos guardado bajo llave en nuestros pensamientos. Esa racha no parece cortarse en este nuevo material que sería el sucesor del álbum en el que reinterpretaron la banda sonora de una serie de
los 90s que recibió el status de culto porque entre tantas peculiaridades de su producción, también exploraba temas que serían más sencillos hacerles la vista gorda o darles un enfoque más popular para que lo entendamos todos, hablo por supuesto de la obra maestra de David Lynch, Twin Peaks. Stewart una vez más intenta hacer las cosas convencionales de la forma menos convencional posible, si alguien pudo escuchar anteriores discos de Xiu Xiu, se dará cuenta que este es uno de sus álbumes más accesibles, principalmente porque está impulsada por tracks que fueron pensados para ser canciones y no solo un conjunto de sonidos ambientales o experimentos que se rehúsan a seguir una estructura. La apertura con “The Call” nos sitúa en un nuboso lugar del subconsciente con sintetizadores fríamente calculados y la voz de Stewart se nos va apareciendo en distintos canales como si fueran cabezas flotantes amenazándonos con su stacatto particular, el ritmo de esta canción es alienante pero tiene su manera de brillar ante la complejidad que se va acrecentando en “Queen of Losers” con samples retorcidos que dan cuerpo al horror dentro de las composiciones, pero más que nada a la teatralidad del asunto. Si hay una banda a la que me recuerdan por momentos es un poco a Crystal Castles que en su segundo álbum volarían sesos con su noise pop gótico, colocando la saturación y las tensiones en el epicentro de su creatividad, exactamente eso es lo que obtienen en “Wondering”, el tema “pop” con el único beat que podríamos considerar bailable en todo FORGET. Inquietantes canciones como “Hay Choco Bananas” y “At Last, At Last” desarrollan una batalla interna en la que se van cruzando sintetizadores enardecedores, filtros de voces que no son de este planeta y fuertes cargas emotivas que hallan su punto de ebullición en la grandeza de sus finales, causando satisfacción en momentos impensados. Esta vendría a ser la música más agradable que puedas llegar a escuchar en tus peores pesadillas y el tema homónimo al álbum sería la mejor representación de esa idea, es una canción que en su rareza no deja de ser hermosa y perturbadora al mismo tiempo. Se me ocurrió que una buena etiqueta para describir la música de este álbum es creepy pop. Imaginate escuchar la terrorífica y provocativa “Jenny GoGo” mientras caminás por la madrugada en una calle oscura y abandonada, no hay valiente que aguante esos gritos devocionales de Stewart saltándote al paso. A pesar de estar en un laberinto de ondas negativas, también hay lugar para el amor en “Get Up”, aunque uno nunca sospecharía que esta sería una canción adorable
por sus trillados cambios de ritmo, aunque va tomando forma en su puente final gracias a su coro fantasmal y un efímero solo de guitarra que se sintió como haber respirado de vuelta aire puro, porque el resto del disco está contaminado por un smog que solo podrán inhalar sin dificultad los que gustan que su música sea desafiante y su intención número uno sea provocar nerviosismo.
8/10. #54 Ed Sheeran / ÷
2017 En este reto que me autoimpuse de escribir sobre un álbum por día, era consciente que no todos los días me iba a topar con portentosas obras que me hagan sentir una experiencia purificadora que valga la pena gastar tiempo de vida escuchándolas. Si es que me iba a tomar este desafío en serio, tendría que abrir un poco la mente y hacer el máximo esfuerzo por sumirme a la música que invade infecciosamente las radios y plataformas de streaming, hecha por artistas que no niego el talento que cuentan pero lastimosamente se me hace difícil tomarlas en serio por la forma en que la industria se encargó de moldear sus carreras, reduciéndolos a figuras que no cumplen más que la función de representar clichés y actitudes superfluas decoradas por multimillonarias producciones, motorizadas por una gigantesca jugada de marketing y relaciones públicas. Me tuve que bancar escuchar a Ed Sheeran, músico inglés de 26 años que calza en ese estereotipo de muchacho bueno y blanquito que hace sosas canciones de amor con su guitarra y las chulis lo aman por eso. En mi cerebro se encuentra ahí nomás en la misma carpeta que Jack Johnson (ugh), Jason Mraz (¿sigue vivo?) y James Blunt (que al menos es simpático en Twitter), con la diferencia que este colorado actualmente ya es mucho más popular que todos esos oompa loompas juntos. Quise entender a qué se debió esto y la respuesta me la da su breve discografía (me comí el garrón de escuchar sus 2 álbumes anteriores también… a medias… haciendo mucho skip) que sin dejar de sonar “encantador”, jamás estuvo ajeno a la música que estaba rompiéndola en los charts globales. El ejemplo clarísimo: un año
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después del estallido que ocasionó el tema “Blurred Lines” de Robin Thicke con Pharrell, Sheeran lanza x y “Sing”, uno de sus singles fue el primer tema que lo perfiló como popstar con su mezcla de pop Top40 con R&B que contó con la producción de… obviamente, Pharrell. Un letrado de la vida. En su tercer disco, Sheeran sin asco ni vergüenza se mete de lleno con uno de su primeros singles al sonido trendy del momento, y la vieja confiable excusa que usará para esa jugada es demostrar su “versatilidad” como artista… si, a este man le tomó menos tiempo caer en la soretada que ahora andan ofreciendo Coldplay y Linkin Park. “Shape of You” tiene ese ritmo dance hall con pizcas de tropical house que gente como Chainsmokers y Diplo pusieron en el mapa que al principio fueron un lindo cambio de ambiente en el pop, pero ahora es odioso y no hacen más que repetir la misma fórmula pero con letras cambiadas. Si hay algo que puedo admirar de todo esto es cómo supieron hartar en tiempo récord una tendencia. El otro single con el que Sheeran se convirtió en el primer artista en hacer debutar dos canciones en el puesto 1 y 2 de las listas británicas, fue “Castle on the Hill” que suena a cualquier otra de sus canciones folkie pero con mucha más instrumentación y coros que hacen lo que pueden para sonar inmensos pero no son más que una canción de Mumford & Sons, otros santos que tampoco son de mi devoción. Definitivamente hay que estar en un mood en el cual nunca me gustaría estar para apreciar el resto del álbum, una bolsa de presentación colorida cargada de baladas orientadas a ser los temas pop acartonados de los que no nos acordaremos en cinco años. Sin embargo, a pesar de que ya tengo como un prejuicio por este tipo de artistas, hice lo posible para rescatar algo de este blockbuster y encontré a “Barcelona” con una flauta predominante y otros instrumentos de viento que hacen llevadero el dudoso español del pelirrojo hacía el final, a esta le sigue la canción “Bibia Be Ye Ye” que es irónico que signifique “todo va a estar bien” con todo lo anteriormente señalado. Sin dudar es el único momento que me divirtió en todo el trayecto, gracias a sus altas dosis de afro music, contando con el feat del rapero ghanés residente en Londres, Fuse ODG. Entiendo que Sheeran es un producto al que quisieron inyectar un poco más de onda a su
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música, el tema es que nunca fue mi onda y ahora mucho menos... pero que conste, lo intenté.
3/10. #55 Pyramides / Vacios y Variables 2017 Van pasando los años, uno va envejeciendo y va entendiendo cómo funcionan ciertas cosas en el mundo, reglas no escritas que la única vía para ir pillándolos es a través de la experiencia. En lo que a música compete, uno va dándose cuenta que las mejores cosas o las que más nos mueven, se encuentran en esa escena a la que pocos van, por prejuicios tal vez o por falta de difusión. Muchas veces la falta de curiosidad nos priva de la genuina “revolución musical” que la están haciendo los nuevos, los del under, a fin de cuentas todos los hoy consagrados empezaron allí. Argentina, más concretamente Buenos Aires, tiene una escena independiente frondosa y para todos los gustos, entre ese mar de amigos que empezaron tocando en un garage, salen agrupaciones emergentes que desde la primera escucha uno sabe que están para las grandes ligas, bandas como Pyramides que con solo dos materiales le bastan para llevarse al mundo por delante. En su divino álbum debut, Pyramides nos invita a salir a un lugar mejor, nos lleva adonde sea que queramos ir a través de sus oníricos trémolos y sus letras que hablan de todo y de la nada a la vez, la sensación que evoca es un deleite de la soledad redescubriendo nuestra mente en agradables sonidos que van del borroso post punk al triunfante dream pop, nos arropan en días de lluvia con un manto bordado de influencias irresistibles para los que gustan de los estilos recién citados. Esta odisea mental empieza con “Afuera” que destila preciosidad por todos sus ángulos y sacando de lado la maestría con la que congenian sus luces en forma de instrumentales, me impactó desde un primer momento la presencia de su líder y fundador, Facundo Romeo que me atrevo a atinar dos comparaciones que podrán resultar exageradas para muchos, pero no puedo negar que estoy
escuchando a algo parecido a una reencarnación de Luca Prodan, además hay cierto énfasis que podría encajar con el identikit de Cerati en la era Dynamo, y si hay una canción llamada “Caoscalma”, está servido en bandeja de plata para que lo tome como un guiño a “Claroscuro”, en esta canción nos pintan un cuadro de desolación con un acompañamiento de profundos sintetizadores al mejor estiloThe Walkmen. Sacándole el mayor provecho a influencias como Wire (en su EP meten una versión de “French Film Blurred”), estos chicos sacan con los ojos vendados una canción movediza como “Mía” y ni hablar de las nubes que van formando con los reverbs de guitarra en “Sol de Invierno”. La compenetración de la banda para crear estas atmósferas etéreas es algo que no se da muy seguido por este lado de la región, uno de los pocos que lo lograron últimamente fueronlos Riel, cuya cantante y guitarrista, Mora presta su voz en una de las mejores canciones del álbum, “Ecos” que pasa por un paisaje sonoro desértico antes de converger la suma de sus partes en un melodioso final. La resonancia de cada pieza es fundamental para que Pyramides consiga el efecto hipnótico que tiene esa seguidilla de canciones que conforman la segunda parte del disco, entre los que destaco a “Santuario” por la mutación gradual que va teniendo, de pasar a la solemnidad a un par de guitarras siendo ralladas en sacrificio al noise; y “Cuadros en Blanco” que en 3 minutos de hechizo nos mantienen al filo de la oscuridad con sus asombrosos cambios de ritmo y lo adictivo de su riff principal. Para ser un álbum debut, Pyramides probó ser una banda con vasta experiencia en su estilo y esto se escucha más como la conclusión de un laburo que tardó añares en ser realizado.
8/10. #56 Temples / Volcano 2017 No me importa lo que hayan dicho en centenares de entrevistas que han concedido a medios de todo el mundo explicando cómo se formó la banda, no hay forma que puedan sacarme la idea de que los Temples empezaron para subirse al tren del hype de Tame Impala. Las pruebas están a la vista de
todo el mundo: Innerspeakersalió en el 2010 y a más de un aficionado de la música psicodélica le produjo una felicidad indescriptible que un álbum así reviva esos años dorados. Tres años después sale Lonerism, el álbum que lo consolidó a Kevin Parker en la punta de la tabla de posiciones del rock en ese entonces… un mes después se lanza la respuesta británica a ese revival, desde la ciudad de Kettering, los comandados por James Bagshaw estrenan “Shelter Song”, un excelente track beatlesco que servía como una inmejorable carta de presentación. Un año después se vino el primer álbum, Sun Structures y si bien pudo haber cumplido con las expectativas ya tiene muy buenos temas pero a mi parecer, no tan trascendentes o innovadores como para salir de mi cabeza como “el grupo que está bajo la sombra de Tame Impala”. Pasaron otros tres años y el tiempo me da la razón: Kevin Parker es una de esas mentes creativas que ya cambiaron un par de reglas dentro del circuito pop y con su banda encabeza los festivales de música más grandes; en cambio de Temples no se habló más, al menos a nivel global no figuran más que en una pila de playlists con otros artistas revival del rock psicodélico de los 60s, lo cual es una pena porque talento para sobresalir es lo que sobra en este conjunto, solo en la ejecución dejan algo que desear. Bueno, parece que sabiendo bien de su condición, Bagshaw afirmó en una nota que para este segundo álbum querían apartarse de la etiqueta “psicodélica” y dejar de sonar a una época específica de la historia de la música. La pregunta del millón: ¿lo logran? Un poquito. En la fantasiosa “(I Want To Be Your) Mirror” pasan muchos detalles que si bien sigue teniendo huellas del pasado, su producción viene del futuro haciendo que el sonido de la banda se abra a un abanico de posibilidades que aún no lograron asimilar, usándolo para otros fines más previsibles. Le agarraron el gusto a los teclados y no decepcionan haciendo un buen uso de ellos en “Certainty” que suena dulce gracias a un persistente sintetizador que en muchas canciones pasa a tomar la delantera sin perjudicar a la esencia del grupo. Eso puedo decir que es el máximo objetivo cumplido de este álbum, agudizaron su sonido distintivo que acá muchas veces
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está saborizado a synth pop, pero de todas maneras sabés que son temas de Temples, y eso es muy valioso entre tanta competencia en el rubro psicodélico. A mi gusto, un álbum menos inspirado que el anterior que puede llegar a repeler a muchos que la Rickenbacker sea el plato de segunda mesa, pero aún así salvan las papas con “Born Into The Sunset” y “Open Air” que reúnen todas las condiciones para ser éxitos masivos, pero que aún así ninguna llega a ser tan memorable. Para “Oh The Saviour” son como una banda de otro planeta queriendo bajar su sonido a tierra, con resultados que podían ser más interesantes, pero terminan siendo una máquina retro futurística que vuela a media altura por querer agradar a todos. Tengo fe que este álbum solo sirvió para practicar unos cuantos experimentos de estudio y en el siguiente tendremos a Temples en su mejor forma, dominando los trechos alucinógenos que aquí recién empezaron a conocer.
6/10. #57 Clap Your Hands Say Yeah / The Tourist
2017 La subcultura hipster es algo que ya existió con diferentes denominaciones en el pasado, pero esta última “evolución” que se popularizó en Internet, tuvo un feroz peso musical que se originó a mediados del 2000. El crecimiento de blogs independientes hace poco más de una década erigió a sus propios referentes para idolatrar, alejados de sellos importantes o agencias de PR para ser promocionados, dichos artistas propulsaron sus carreras teniendo como única estrategia hacer la música más refrescante y “fuera del tarro” de su tiempo, dejando que el boca en boca haga su trabajo. De allí vimos ascender hasta el infinito a Arcade Fire con su imponente debut en Funeral, y también hubo una banda que por aquel entonces recibió la ovación generalizada desde un principio pero que se fue difuminando de un tiempo a esta parte, los Clap Your Hands Say Yeah.
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Es que su primer disco es todo lo que estuvo bien con el indie rock desde su renacer y eso mismo fue lo que odiaron sus detractores, encajonándolo como “algo que solo los hipsters disfrutarían”: melancólicas canciones sobre historias comunes y corrientes, puestas en marcha a través del freak folk y el dance punk, y la cuestión más polarizante sobre esta banda, la voz nasal y efusiva de su líder Alec Ounsworth. Las semejanzas con las que tuvieron que lidiar partían desde cómo le daban la vuelta de tuerca al country como Wilco, hasta atinarlos a decir que eran unos modernizados Neutral Milk Hotel mezclados con Talking Heads. El voluminoso hype que les dieron fue su cruz y no lo pudieron justificar en sus siguientes álbumes, tampoco querían eso, a Ounsworth nunca le agradó la idea de estar bajo la mirada de todos, mucho menos ser el ídolo de nadie. Cuatro álbumes después de aquella bola de humo de la que no se hicieron cargo, los demás miembros emprendieron vuelo hacía otros proyectos y Alec se quedó solo para concebir un álbum más personal, sin mucha parafernalia y sin llamar la atención se manda un par de buenas canciones en tonalidades indie poperas que pasarían totalmente desapercibidas sin sus característicos aullidos. “Fireproof” sería como un tema que Foals hubiese descartado en sus sesiones de Total Life Forever o por lo menos le hubiesen agregado algún solo o puente más animado, estamos hablando de una canción que habla de fortaleza pero la melodía es su antónimo, hay como cierta inestabilidad que se va desflorando en sus letras. El encare como solista de Ounsworth no fue fácil para él, en todo este tiempo dice que estuvo confundido emocionalmente y conlleva a pequeños estallidos catárticos como “Down (is where I want to be)” que se puede interpretar como un manifiesto de intenciones de Ounsworth que piensa permanecer tranquilo ahí donde pocos miran. Al momento de escribir estas palabras, el vídeo de este single lanzado hace poco más de 2 semanas, cuenta con apenas 4.000 y pico de reproducciones, así que se puede decir que lo está logrando. La balada interrumpida por sintetizadores y efectos de producción, “A Chance to Cure” merece su reconocimiento por el indicio de piel de gallina que provocan sus segundos finales, hay algo de The Ocean Blue en la forma en que fueron conjugados esos arreglos. Desafortunadamente no hay un gancho que nos conecte fuerte o que nos motive a querer repetir este álbum de principio a fin, aunque quisiera enfocarme en los pocos momentos brillantes que se destacan, ahí entran “Better Off” y la más nostálgica
y espléndida, “The Vanity of Trying” que con las multicapas que va agregando Alec a su voz, nos deja con el pecho agrandado de optimismo, algo que me hubiese gustado que pase más seguido, pero sé que estoy pidiendo mucho a alguien que todavía está recuperándose de varias partidas.
6/10. #58 Chicano Batman / Freedom Is Free 2017 Hay un fenómeno que se da en algunos actos artísticos que llegue a conocer durante mi vida y tiene que ver con cierto procedimiento o truco marketinero que utilizan para abarcar un espectro más amplio de audiencia. Quiero graficarlo con un ejemplo: noche del 15 de noviembre del 2011. La agrupación pop Black Eyed Peas daba su primera (y tal vez última) presentación en Paraguay. Uno de los integrantes es un muchacho al que le dicen Taboo es de ascendencia mexicana que durante todo el show fue el que se mostró más abierto al público local entre tema y tema. En un momento dado se dirigió a todos los presentes: “Yo soy como ustedes, mi sangre es latina, yo represento a ustedes”, provocando vitoreo de todos los flancos. Ni me inmuté ante su declaración y me quedé pensando en ese instante que hasta ahora recuerdo muy bien. Su populismo barato de robar aplausos por mérito geográfico que casi ningún presente pudo remediar, funcionó. Si estuvimos presentes en aquel show, uno de los más caros que se llevaron a cabo en la historia de este país, definitivamente no fue porque tenían un miembro latino entre ellos. Su música fue la que nos movió, la que nos trajo recuerdos de lo que bailábamos en el colegio los que nacimos a finales de los 80s, principios de los 90s, y sus hits dance que rompían en ventas. No soy el tipo más patriota del mundo y mucho menos me da sentir orgullo por el continente en el que coincidentemente también vive la mitad de la población mundial más o menos. Contame algo más sobre tus orígenes si querés pero a través de tu música, como los Chicano Batman que empezando
por su brillante nombre, combinan tradición y valentía que la traducen en su música, logrando un sonido único que está ganando cada vez más adeptos manejándose de forma totalmente independiente. Su cantante Bardo Martínez es muy fan de la escena tropicalia brasileña, uno de sus mayores héroes es Caetano Veloso e inspirado por su música quería hacer algo que tenga el soul y el pop de los 60s, con esa idea en la cabeza se junta con otros amigos latinos, todos residentes en Los Angeles para armar una banda con toda la idiosincrasia latina (su vestuario es como la de esas bandas de boleros que abundaban en los 70s) tocando temas que competen al mundo entero y más que nunca en este que viene a ser su tercer álbum de estudio con varias bombas hacia la sociedad. Si bien son una banda que podríamos catalogar de divertida, los tiempos de cambio urgen que se pongan serios por un rato (así como lo hicieron Run The Jewels en RTJ3). Por ejemplo en la canción “La Jura”, el bajista Eduardo Arenas pasa a ser el vocalista interino para cantar en español cómo la policía mató a un amigo suyo hace unos años, la canción tiene un ritmo groovy melancólico apoyado por un sintetizador que se complementa a la impotencia del mensaje; su jazz sincopado lo utilizan como herramienta letal de protesta en “The Taker Story” que toca en el talón de Aquiles de la hipocresía ciudadana y su nulo respeto hacia los pueblos indígenas. Un track que aborda un asunto político complejo sería sinónimo de aburrimiento para alguien que está buscando pasarla bien, pero acá se las arreglan para fluir musicalmente y es uno de mis momentos favoritos de todo el álbum, y es para tomar nota que el mensaje llega más claro que el agua cuando la canción en sí está buena. El álbum completo es grato para escucharlo de un tirón y te pasás chasqueando los dedos y sonriendo mientras van pasando maravillas como “Friendship (Is a Small Boat In a Town)” que restriegan lo mejor que pudieron sus raíces funk de los 70s, o la cambiante y psicodélica “Angel Child” que la mejor forma de describirlo es que me sonó a una improvisación nada improvisada. “Freedom Is Free” amerita a que los compare con unos Earth, Wind & Fire que sufrieron reducción de personal, encima el mensaje que da Bardo en esta canción homónima al álbum, tiene un timing histórico imposible de mejorar por culpa de Trump (“You got your guns up on display, but you can’t control how I feel no way”). Ellos fueron adoptados por LA, pero no se olvidan de donde vienen y se mandan un par de temas en correcto español como la alegre “Flecha Al Sol”. Todo eso sin olvidarse de meter alguna que otra onda afrobeat (escuchese “Run”).
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Si estás buscando una banda apasionada y honesta en su arte, tocando una fusión que podrá no resultar una novedad para gente acostumbrada a escuchar soul y jazz, pero eso no les quita lo fresco que suenan y entretenidos que son, súmale a eso que hablan de temas que de verdad importan y tenés el combo ideal para que sean tu nueva banda favorita.
8/10. #59 Ibibio Sound Machine / Uyai 2017 Hay un mundo aparte del que ni nos estamos enterando, del que solo nos llegan pizcas de su cultura. Vivimos en un momento en el que a través de la tecnología están tratando de unirnos a todos, provocando un efecto inverso hacia los que no son iguales a nosotros, la empatía no debería funcionar así pero está en nuestra naturaleza que debemos ganárnosla. Cada día leemos al menos de pasada que ocurren matanzas y demás ultrajes calamitosos en países lejanos al nuestro que no nos conmueven en absoluto, falta de humanidad dirían algunos pero a cada uno le llega de modo distinto ese “toque de realidad” que nos hace reflexionar sobre nuestros pares que no la están pasando tan bien. Si hubo un momento de revelación como ese en mi vida habrá sido mientras veía la película ردان ییادج ( نیمیس زاesos garabatos significan A Separation en inglés, título con el que se le conoció en gran parte del globo terráqueo), la producción iraní sobre un drama familiar complejo que nos mostraba otro tipo de historia de la que nos lavaron el cerebro las producciones hollywoodenses, estaba perfectamente contado y venía con giros narrativos que me dejaron con la boca abierta. Me enteré de su existencia gracias a que ganó el Oscar como mejor película extranjera en el 2012 y me pareció muy superior a cualquiera de las nominadas a mejor película de aquel año. Ahí dimensioné la terrible condescendencia occidental, el premio consuelo que unos viejitos blancos con traje daban a un país pobre y devastado para sentir que hicieron una buena obra. Una vez más el arte sirvió para simplificar un mensaje que siempre estuvo ahí pero la forma en que la veía antes me costaba
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codificar, es eso lo que justamente logra Eno Williams con el pulso festivo de Ibibio Sound Machine. Extrayendo la presencia escénica y vocal de artistas de dos polos opuestos como James Brown y Celia Cruz que tienen en común más cosas que simplemente el color de piel. La frontwoman de origen británico-nigeriano ofrece al mundo una segunda función de su obra que había empezado en el 2014 con su maravilloso álbum debut que juntó a músicos de África, Centroamérica, Brasil y Australia para grabar unas canciones que unen al lado más bailable de aquel mundo aparte con el nuestro. El 95% de las letras están en lenguaje ibibio que es un idioma ancestral de la región suroeste de Nigeria, además todas sus canciones están basadas en cuentos, creencias o tradiciones africanas, y a pesar de no entender más que alguna que otra frase en inglés, es innegable que su canto está empapado de una convicción desmesurada. Pero lo que hace de Ibibio una escucha obligatoria es su sonido experimental que comprende una gama vintage de afro-funk, soul y electropop británico. Desde el principio nos invita al baile con “Give Me a Reason” cuyos sintetizadores tienen algo de los amigos eléctricos de Gary Numan, y de por sí esta combinación de culturas no es una noticia nueva para alguien que escuchó un poco de la discografía de Talking Heads, con esas referencias el sudor en la pista está garantizado. Aunque esta canción tenga un trasfondo atroz que a lo sumo nos hace reflexionar después: trata sobre el secuestro masivo de cientas de niñas en el 2014 en la localidad de Chibok, Nigeria, esto orquestado por asociaciones islámicas extremistas. El contraste entre una letra tan triste y un ritmo tan contagioso es para darnos cuenta que a pesar de la desgracia, siempre hay algo que puede levantarnos el ánimo. Podría buscar unos términos más “técnicos” o rebuscados para describir la química de estas 8 personas que conforman este gran conjunto, pero no se me viene otra más que decir que tienen toda la onda del mundo, “The Chant (Iquo Isang)” es pura fiesta de teclados, vientos y coros góspel que se entrecruzan en un carnaval del que sí me gustaría formar parte; para el cierre con “Trance Dance” se llega al delirio instrumental con un acelerado paso afrobeat que choca armónicamente con ruiditos 8-bits y una virtuosidad ecléctica de todas sus partes, “The Pot Is On Fire” es esa canción para restregar en la cara a los que pasan quejándose de que no nacieron en la época musical correcta, funk ochentoso de lo más pegajoso que pasó por la prueba de la atemporalidad.
Pensar que el nombre del grupo salió de alguien que mencionó en broma “Ibibio Sound Machine”, en alusión a Miami Sound Machine que era la big band encabezada por Gloria Estefan, quien también resultó de importante influencia para Eno quien tomó bastante en serio esa sugerencia. Un temón como “Conga” es algo que proyecta mejor que nada la visión que tiene Williams con respecto a su música que solo deja de divertir para tomarse una pausa en canciones contemplativas como “Quiet” y “Cry (Eyed)” en donde reina un aura mística y desconocida por muchos. La expansión del universo Ibibio se vino con una secuela que está a la altura de su debut, haciendo malabares para mantener equilibradas dos realidades, valiéndose de músicos increíbles que tienen la misión de animar a este mundo podrido.
8/10. #60 The Shins / Heartworms 2017 El tipo de música que hace The Shins no nos vuela la cabeza, a pesar que hayan hecho muy buenos discos a lo largo de su carrera, no es una banda a la que podemos pedir mucho, pero no me cabe duda de que el solo hecho que exista es muy importante. Las canciones de James Mercer son esas que no le prestamos la debida atención quizás por no tener algo muy llamativo o experimental dentro de su estructura, conociendo cada milímetro de su zona de confort sin la posibilidad de hacer un tema feo, veo imposible que eso vaya a suceder alguna vez. Tras haberse divertido con Danger Mouse, su dupla en Broken Bells, este barbudo hombre nacido en Hawaii no tuvo apuros para meterse de lleno a su proyecto principal, uno de los actos más respetables del indie folk actual. En su quinto álbum como me era de esperar, hace más de lo que venía haciendo y he ahí la única falencia que le encuentro a The Shins que no sé si no quieren arriesgarse a algo más ambicioso como sí lo hicieron algunos de sus contemporáneos, los Fleet Foxes o Sufjan Stevens, o no saben cómo lograr eso. De todas formas, sin aparente esfuerzo
este grupo logra hacer algo con mucho más corazón y autenticidad que cualquier tema de Ed Sheeran. Para los que gustaron de la labor de Mercer en Broken Bells, acá sí se percibe cierta influencia instrumental y es que aprendió a usar elarpeggiator de su sintetizador y las canciones suenan un poco más agrandadas gracias a algún que otro truco de producción que habrá aprendido de Burton, “Dead Alive” y “Mildenhall” expone muy bien este punto. Si no te salen las palabras correctas para darle fuerza a alguien, agarrás cualquier canción de cualquier álbum de The Shins y automáticamente debería estar todo bien, la agradable impresión que te dejan tiene algún efecto sanador, Mercer es de los pocos que sabe dónde está el interruptor de bienestar de cada uno. En materia de letras no hay mucho que pueda decir, no hay nada destacable o algo para acotar, las metáforas que usa Mercer al menos acá no son muy citables, salvo que me llamó un poco la atención que las drogas y el alcohol fueron combustibles inspiradores en un par de temas acá. Líneas como “I take the drugs but the drugs won’t take”, “Then drank enough to make me throw up” o “You kissed me once when we were drunk, my head went rolling on the floor” extraídas de “Half a Million” y “Cherry Hearts” no parecen haber salido de la boca de un tipo prolijo de buen porte como James, aunque me hubiese gustado que esos quilombos los hubiese trasladado en su proceso compositivo y no solo como letras en canciones algo insípidas. Si nos ponemos a analizar sus canciones, nos vamos a dar cuenta que son ordinarias pero no dejan de estar buenas, no sé si es por su carisma o la gracia que le pone, el track que da nombre al disco es algo que ya lo escuché en otras partes, tiene esa onda indie pop de caricaturas sonrientes que no pasa de lo genérico pero tampoco puedo decir que me desagrada. Al principio con “Name For You” y “Painting a Hole” uno ya sabe dónde se está metiendo y si continúa es bajo su propio riesgo de ser bombardeado con melodías dulzonas que dependen de tu estado de ánimo para recibirlas con mucho gusto.
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#61 #61 Ondatrópica / Baile Bucanero 2017 Lo que sí, durante buena parte de mi infancia lo que más se escuchaba en casa era cumbia, vallenato y esas vertientes tropicales que al parecer era lo único que tenían para ofrecer emisoras como 106.1, posiblemente la radio con mayor audiencia del Paraguay justamente por la música popular que transmiten 24 horas al día. Mis papás y hermana eran afines a estos ritmos y yo como que no tenía voz ni voto, no por una cuestión discriminatoria por ser el menor del hogar, sino más bien porque la música no me despertaba interés alguno por esos tiempos. Comía lo que se me ponía al frente. Fui creciendo y teniendo un poco más de criterio hacia lo que ocurría a mí alrededor, esta música que consumía pasivamente fui aborreciendo con el paso de la adolescencia, me parecía algo de rango inferior, incluso lo llegue a considerar un insulto despectivo a la intelectualidad, y me iba cerrando a mi mundo donde solo lo que me gustaba era la verdad. No puedo decir que la persona que soy ahora desconoce a aquel Vidal, ciertos prejuicios parece que me los llevaré al ataúd pero uno hace el esfuerzo por entender mejor las cosas que le rodean, trato de informarme más sobre algo antes de soltar opiniones, hago el intento de no caer en las mismas estupideces que concluyen al no ver un panorama más amplio de las cosas, es muy difícil lograrlo pero uno lucha y el Internet está ahí a dos clicks de salvarte de una pelada atómica. El siguiente nivel de dificultad es abrir la cancha mental hacía cualquier tipo de propuesta musical, si uno llega a eso puedo hasta asegurarles que van a llegar a ser más felices, al comprender el simple hecho de que cuando una canción es buena, no importa el estilo que sea, es algo que se sobrepone ante cualquier barrera cultural. Si sabés distinguir algo que verdaderamente está bien hecho, no veo razón para no darle una oportunidad a lo que están haciendo en Ondatrópica. Dos mentes brillantes se encargan de dirigir este supergrupo cuyos cuarteles generales se encuentran
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en Colombia. Por un lado está el DJ y productor inglés, Will Holland que hace música a través del alias Quantic (chequeén la deliciade álbum, Apricot Morning) que estuvo radicado en el país cafetero durante 7 años, inmerso en un submundo de ritmos desconocidos en las esferas “mainstream”, allí conoció a Mario Galeano, un melómano que está al frente del Frente Cumbiero, uno de los colectivos que gozan de gran reputación en el rejuvenecimiento de la cumbia. Según él, este género fue dejado de lado no por una resistencia estética, sino porque simplemente la gente dejó de escucharlo por actos más modernos. Sabe mejor que nadie que en su país tienen la materia prima, pero hasta que no venga un gringo a decir que eso está bueno, a nadie lellama la atención. Para hacer algo al respecto, convocaron a un dream team de aproximadamente 40 músicos de todas las edades (dicen que uno de los músicos de unos 70 años vino a grabar sus partes luego de haber estado internado 3 días en el hospital) para participar de las sesiones del primer álbum de Ondatrópica, editado en el 2012, del que puedo dar fe que haberlo escuchado me cambió el chip de la tolerancia. Un álbum lleno de vida, colores, pasión e improvisación que promueve la cumbia tradicional colombiana con unos finos retazos de urbanización. Este segundo golpe artístico abarca más sonidos caribeños como el ska, la rumba y el latin jazz teniendo a todo momento como hilo conector a la cumbia, las inspiraciones vinieron de las locaciones de grabación, Bogotá y la Isla de Providencia. Eso no significa que durante la hora que dura el álbum no escucharemos influencias de otros lugares, en “Come Back Again” las percusiones, los vientos y el canto fueron importados de África sin escala. La comunión de los músicos sigue transmitiendo la misma espontaneidad del primer álbum, se nota que la pasaron muy bien grabando esto, el amor hacía lo que están tocando nos salpica a borbotones en estéreo. La ejecución es magistral y la producción es bien pulcra, brindándole la distinción que tal vez nunca tuvo un grupo de cumbia, asociado a lo valle, sucio y barato. No hay un punto bajo en este toque que fluye con simpatía. Canciones como “La Naranja Madura” tiene el componente humorístico, “Campesino” trae la semblanza de sus pueblos en sonidos tradicionales que acá aterrizaron en forma de éxitos de balneario, cortesía de La Sonora Dinamita y similares. Esto es un majestuoso ensayo de un pasado al que se le dio la espalda por no haberse relacionado con fenómenos que representen una realidad
vigente como sí ocurrió en Argentina y su cumbia villera, fiel reflejo de los barrios bajos que lo adoptaron como suyo. Ondatrópica llega de la vieja escuela en un momento en el que la cumbia está empezando a tocar puertas anglosajonas gracias a las innovaciones de actos como Bomba Estéreo, Meridian Brothers o los soundsystems que remixan las raíces del género con ritmos de interés general. Es válido hacer un paralelismo con Buena Vista Social Club que recibió la aclamación mundial al dar a conocer la salsa cubana así como se la escuchaba en las calles de La Habana en la década de los 50s. A pesar que Galeano asegura que esto es algo más amplio, un intercambio musical de por lo menos tres generaciones unidas por la cumbia que no necesita más que fabulosas perfomances irradiando frescura para que todos volteemos nuestras miradas hacía ellos. No podría estar más de acuerdo, pocos álbumes este año contagiaran este espíritu efusivo y bailantero al que insto a escuchar sin escrúpulos.
9/10. #62 Cameron Avery / Ripe Dreams, Pipe Dreams
2017 Este tipo se negó a morir en la intrascendencia. No sé si a ustedes les agarró este tipo de temor sano que obliga a alguien a esforzarse más para destacar y ser “el diferente”, el que no quería verse opacado por ser solo el tipo que forma parte de la banda de tal. Cameron sale de la burbuja psicodélica en la que estuvo metido por casi una década, ese ambiente al que llegó a calificar de “incestuoso” (por cómo compartían miembros entre todas las bandas) tuvo como epicentro la ciudad de Perth en Australia y cuyo Mesías es Kevin Parker, el dueño de Tame Impala. Este se convierte en el primer acto desprendido de Tame Impala que el público no le pondría ni de casualidad la etiqueta de psicodelia, Avery se aleja tanto, no podría decir de “su zona de confort” porque ahora es donde se lo escucha verdaderamente cómodo, reinterpretando el tipo de
baladas sesenteras que lo marcaron. Además que este muchacho aprovecha la ocasión para revelar al mundo un don oculto que no se lo ha mostrado a nadie antes: tiene una voz extraordinaria. Inesperadamente su voz es lo que termina opacando cualquier otro tipo de ornamento que tenga su música, suena nostálgico y luminoso desde el arranque con “A Time and Place” que luego adquiere un tramo trágico-pasional en “Do You Know Me By Heart” que eriza la piel en su clave decaída. ¿A qué nos suena esa orquesta de violines que aumentan aún más los sentimientos? En el vídeo promocional de “Wasted On Fidelity” en Youtube, unos cuantos comentaristas simpáticos coinciden que es una gran canción de The Last Shadow Puppetsy no podemos culparles a que piensen así por dos buenísimas razones: 1. Alex Turner se volvió un gran amigo de Cameron quien estuvo recomendándole unos cuantos letristas para servir de inspiración durante las grabaciones de este álbum. 2. Owen Pallett, frecuente colaborador de Arcade Fire y gran productor, le dio su toque a los arreglos de cuerda de los dos discos de TLSP. Es la primera vez que Avery se preocupó de componer canciones y no solo paisajes sonoros como los que hacía para Pond, Allbrook/Avery o su peculiar incursión incursión al garage rock con The Growl. Copiando a grandes crooners como Frank Sinatra o Nick Cave, este hombre no defrauda y le agrega el ritmo cinemático a sus composiciones, “Disposable” es una película en blanco y negro sobre un tipo perdido que se maldice a sí mismo, sin encontrar rumbo en el amor, un clásico de las carteleras. No se puede omitir el hecho que este álbum peca de ser excesivamente indulgente según su propio autor es “un diario público bastante caro” por lo que la catarsis autobiográfica encogerá los hombros a más de uno al fijarse en las letras. Aunque no todo es tan “serio” o lento en Ripe Dreams…, hay un par de líneas sarcásticas que recordarán las labores de Father John Misty, también se pone animado en “Watch Me Take It Away” llevando su registro barítono hacía una dirección con más movimiento y experimentos. “Whoever Said Gambling’s For Suckers” es una lenta, larga y sexy marcha minimalista como para hacer lapdance, Cameron encaja perfecto en esa misma estantería de disco donde te encontrás a The National y Tom Waits, cantantes malditos con la voz áspera como si estuvieron bebiendo whisky toda la noche… para que vean que sí puede arreglárselas solo.
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#63 Damaged Bug /Bunker Funk 2017 «Che, me cansé de la guitarra, o sea, no es que me cansé, quería hacer algo diferente pero que no se aleje mucho de lo que vengo haciendo, como que ya llegué a mi techo en lo que hago, ya tengo mi nicho de fans por todo el mundo, ya tengo mi propia disquera y todo, ¿qué más lo que podía hacer? Viste cuando McCartney se abrió de Wings en 1980 y dijo “vamos a ver qué onda con los sintetizadores que ahora está tan de moda” y sacó McCartney II uno de sus discos diferentes o más bien indiferentes para la gente. No quiero irme tan de mambo tampoco, pero algo como eso es lo que quiero lograr, probar nuevas cosas y desligarme un toque de la etiqueta de garage rock que me tiene un poco las bolas, aunque tengo que admitir que me lo gané con mis cientos de álbumes que suenan todos igual si no les prestás mucha atención. Recuerdo que en mi infancia se vendía un teclado que me volvía loco, la Realistic MG-1, me traía gratos recuerdos porque un socio la tenía y cuidaba bastante, lo que si la compré y empecé a jugar un poco con ese juguete, la cantidad de sonidos que podés sacar de eso te abre la mente, man. Me la compré hace 3 años y vos sabés que cuando me obsesiona algo no paro más, por supuesto que ya grabé no uno, sino dos discos con esa belleza, a la par que saqué otros cuatro discos con Thee Oh Sees que sigue siendo mi proyecto principal, esto es algo que grabó en mi tiempo libre, algo un poco más chill, para despejarme un poco de tanta distorsión. Ya tengo todo el material como para sacar un tercer disco, va a seguir la misma onda que los anteriores, el primer single se va a llamar “Bog Dash” y de entrada luego toco una perilla del Moog que hace que parezca todo como muy terrorífico mientras acompaño con la batería con un tempo medio lento pero potente, va a ser un caos pero bien ordenado y casi hasta pop diría, en mi manera de hacer pop obviamente con esos mis gritos en falsetto (“OUH!”) que de por sí ya van a espantar a unos cuantos, pero bueno. La experiencia que quiero transferir a los que escuchan es como si los aliens se bajaron a la Tierra pero tienen el poder de alterar el espacio y
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el tiempo, suena a algo muy loco lo que te estoy diciendo pero al escuchar “The Cryptologist” me vas a entender muy bien con esas flautas que metí ahí de repente o más aún en “Slay The Priest” que tiene una base medio dañada que parece si hizo sonidos de rayos láser, el siguiente tema se llama “Ugly Gamma” donde saco todavía más ruidos espaciales así como los últimos discos de Flaming Lips, no sé cómo le hace Wayne para meter tanta lisergia en lo que hace, OK, si sabemos lo que se mete para conseguir eso, pero igual no deja de sorprender. Como te decía, lo que trato de hacer son como crónicas marcianas para mi mismo, pero las bajo a tierra para todos o al menos hago el intento. Tengo esta canción “No One Notice The Fly” por ejemplo, que es un instrumental donde los instrumentos de viento marcan el paso y el sintetizador como que se va colando en la mezcla en lo que sería una cruzada entre space rock y jazz, me atrevería a decirte que es el mejor tema del álbum pero no soy la persona indicada para juzgar. Si me saltéo radicalmente de un estilo al otro, sepan disculpar, este es solo un experimento que descaradamente combina entre tantas cosas el misterio con el funk, algo que podría haberlo hecho Beck y nadie lo miraría raro. Igual para que no me extrañen tanto dejé un tema bien Oh Sees con mi guitarra bien para arriba hacía el final, se llama “Unmanned Scanner” y trata sin ahondar demasiado sobre los males de la blablablá me voy, tengo que grabar otro álbum», fueron las posibles palabras de John Dwyer sobre este nuevo trabajo.
7/10. #64 Laura Marling / Semper Femina 2017 En muchos de mis artistas favoritos está el gen de ser diferentes, bohemios y poco comprendidos por su medio ambiente, lo cual les lleva a tener vidas enquilombadas contrastadas por una carrera abarrotada de elogios. Laura Marling encaja en ese estereotipo, leyendo un poco sobre ella me doy
cuenta que es una mujer tímida, aislada en su mundo, haciendo álbumes geniales desde los 17 años alcanzó la fama y pocas veces ha recibido una crítica negativa. Ella misma admite que tiene el ego elevadísimo a la quinta potencia, explicando así su falta de apego hacía cuestiones sociales como el feminismo, en parte también porque se siente insegura de su sexualidad. Entonces, el reto que se pone Laura en su sexto álbum de estudio es simple y dificultoso a la vez, hacer a un lado su imagen intachable de artista para hablar como ser humano, explorando su identidad como mujer, sumándose así a las voces que abordan el núcleo del feminismo con su arte, aportando sus letras de un background literario profundo como la caracterizó desde siempre, fortaleciéndolas con instrumentales que tocan sensibilidades en distintos niveles. El título del álbum lo tiene tatuado en el muslo hace casi una década y lo sacó de la Eneida, epopeya en latín escrita por Virgilio en el siglo I a.C., viene de la frase “varium et mutabile semper femina” que significa “la mujer es siempre voluble y cambiante”. De por sí el inicio ya es cautivante y exquisito con “Soothing”, una escalerita al cielo hecha con cuerdas de guitarras que tiene un ambivalente significado ligado principalmente a su “abstinencia”. Hay qu tener en cuenta que este álbum lo escribió como si un hombre lo dedicase a una mujer, es su manera de mostrar simpatía hacia las suyas, hermanas y amigas a quienes van dirigidas estas canciones sin ser muy explícita. Para “The Valley” se inspiró en una amiga que estaba de duelo por su padre, succionando la belleza de un acontecer tan fatídico, según ella “es un viaje británico-nostálgico” que con su volátil voz multiplicada en capas que van hacía todas las direcciones es algo que atrapa por su cuidada producción. Ella acredita toda la magnitud orquestral de Semper Femina a su backing band y al productor Blake Mills (que anda de racha produciendo buenísimos discos para cantantes femeninas), el resto es mérito de ella y nadie más que comprometida a mejorar su producto, contó que en los últimos meses estuvo tomando lecciones de guitarra, aprendiendo a dominar la slide y a tocar algo de country. Hay mucho de lo que llaman Americana en este álbum (una versión más copada del country, a mi gusto), los rajidos de guitarra y el paso de la percusión en “Wild Fire” tiene directa relación con lo que viene practicando Neil Young desde siempre. Su voz palpitante y atractiva enriquece el mensaje de cada estrofa, formalizando la relación con su costado emocional en la plácida “Always This Way” se confiesa “25 more, will I never learn from it,
never learn from my mistakes”, y así es como nos damos cuenta que estamos siendo partícipes de su sesión con el psicólogo que se vuelve cada vez más intensa en “Wild Once” revelándose (“but I was wild once and I can’t forget it”) mientras una acústica es manoseada con gracia. Avanzando unos cuantos pasos más adelante que muchas de sus contemporáneas, Laura se encontró a sí misma en este álbum que deja en evidencia su madurez artística y personal.
7/10. #65 Charli XCX / Number 1 Angel 2017 Hemos llegado, damas y caballeros. La nueva generación de princesitas pop ya están entre nosotros y son todo lo que uno podía esperar: millenials que andan de joda en joda y lo transmiten todo a través de sus redes sociales, egocéntricas e inalcanzables, propagando el espíritu fiestero a su música plástica, chiclosa, adictiva y repetitiva en partes iguales. Charli XCX estaba destinada a entrar a ese reino y desde un principio le tuve fe que podía proponer algo nuevo en los charts con ese tema que sampleaba a Gold Panday me puede cada vez que lo escucho. Le seguía cada paso, no tanto como fan sino más como curioso y se fue adaptando a la industria que por supuesto le exigió un sonido más comercial para salir a arrasar, igual siempre intenta ponerle su toque de gracia, y es categórico que le pone su impronta personal a los trabajos en los que su sello discográfico no mete la cuchara. Lo demostró con su EP, Vroom Vroom del año pasado donde trajó a su amigo SOPHIE para producir el material haciéndolo sonar como una falla dentro del sistema del electropop actual, claramente no fue muy bien recibido este álbum pero dejó en claro de que si se lo propone, Charli puede sentar las bases de una nueva forma de hacer pop masivo. En esa misma línea creativa, Charli sigue grabando cosas por su cuenta, su álbum nuevo (el que lo hace
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por contrato) dice que va a salir más adelante este año, pero antes ofrece gratuitamente este mixtape influenciada por el trap y el R&B ensoñador, lo que sonaría a la mañana siguiente de una fiesta tan chic con exceso de champagne (en la línea temporal estamos después de “After the Afterparty”, su último single), con la resaca a flor de piel y los cuerpos de los invitados tirados por todos lados. Igual, eso en términos de Charli solo sería bajar un cambio, ya que un tema como “3AM (Pull Up)” que lo canta junto a su colega nórdica, MØ, no es más que otro hitazo del que no nos vamos a cansar tan rápido. En este mixtape no vamos a encontrarnos con algo muy increíble, Charli lo grabó junto a sus amigas en dos semanas, esa espontaneidad se siente como algo positivo en estas canciones, no hay una sobreproducción saturada, todo fluye cadenciosamente a través de sus beats de cloud-rap en “Blame It On You” o “Drugs” donde colabora con ABRA, la princesita de un nicho aún no tan masivo como es el darkwave, una carátula que le pusieron al R&B que se baila en el oscurito. Este tema es uno de mis preferidos en cuanto a su producción, haciéndole honor a su título hablándole al éxtasis y alucinando con su breakdown glitcheado que reza continuamente: “love of my life, drugs that I like”. No es coincidencia que la parte más memorable de “I Love It” de Icona Pop era la de XCX quien rememora esos inicios con la pesada percusión digital de “ILY2” que vendría a ser el tema más vendible por su estructura misma y porque vas a necesitar una lobotomía para sacarte su coro del cerebro. También le pone el toque de amor francés en “Babygirl” con la ayuda de Uffie, artista del sello Ed Banger (Justice, Mr. Oizo, Busy P) en donde nunca sale nada malo puede salir. Al final se pone a hablar sucio y la que le alienta a hacer esto es la rapera cupcakKe en “Lipgloss” tirando un montón de rimas sexuales sobre lo pegajosas que son las vaginas. No había necesidad pero Charli se puede dar esa licencia de salirse del esquema, es la que quiere continuar bailando por más de que ya prendieron las luces y cortaron la música.
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#66 Rolling Blackouts Coastal Fever / The French Press 2017 ¿Hay algo que todavía no se haya hecho con una guitarra en el rock? Es increíble que la respuesta siga siendo afirmativa después de 60 años de su creación y al momento de escribir estas palabras me toca recibir la noticia de la muerte de uno de sus primeros grandes exponentes, Chuck Berry. Podría decirse que con el se cierra oficialmente el ciclo del rock and roll así como lo conocieron generaciones anteriores a la nuestra. En esta nueva etapa no podría decir que la calidad ha disminuido, cada año hay algún que otro álbum de rock que termina taponando el orto de críticos, salvando siempre del descenso a un estilo que aparentemente ya no tiene nada nuevo que aportar más que nostalgia por un pasado mejor. La ciudad que anda siendo la Meca de los mejores sonidos salidos de seis cuerdas es Melbourne y de allí salen los bulliciosos Rolling Blackouts C.F. proveedores de lo que ellos mismos llaman “tough pop/soft punk”, sumándose al catálogo de sinónimos de jangle pop o twee pop, o sencillamente indie pop con una predominancia de guitarras que tienen la misma fuerza que una brisa de otoño o un café tibio recién servido o un abrazo al ser querido. Este cuarteto cuya particularidad es que todos sus integrantes (excepto el baterista, pobrecito) se intercalen los roles vocales en todas las canciones, conduciendo sus melodías a través de puntillosas líneas de bajo y tomando impulso en riffs que apuntan ahí mismo donde sentimos eso que llamamos amor y que si sobra espacio se lo dejamos a luminosas canciones como la del inicio, “French Press”. En sus casi 6 minutos podemos sentir como sus guitarras van subiendo de tono, se van acercando tanto que terminan besándose, viviendo juntos y formando una familia, adoptando los efectos de pedales como hijos. Precioso. El magnetismo hacia ellos no pierde fuerza en “Julie’s Place”, armando un caos de salón metiendo una torpe inocencia en sus letras, pero los que se llevan el premio mayor no solo en este sino en el resto del EP, son los geniales arreglos de cuerda que intimidan con su amabilidad, al parecer hay una gran
cantidad de discos de rock “alternativo” de principio de los 90s que fueron consumidos para recrear este sonido, podría apostar que algún disco de R.E.M. fue uno de los más reproducidos para esta misión. Los Rolling Blackouts están en un limbo en el cual muchas bandas desearían estar: no suenan tan lentos como para aburrir, ni tan rápido como para aturdir; allí mismo en el midtempo se la juegan con sus canciones sobre amoríos fallidos y chistes internos que pasan desapercibidos como relatos sobre hechos cotidianos. Pongamos en la pizarra a “Dig Up”, empezando por el título, dicen que lo sacaron de alguna frase random de Los Simpsons, su argumento pasa por una pareja que está pasando por un momento complicado y el hombre se pone de rodillas para convencer a su amor de que puede cambiar y que tienen que permanecer juntos, historia más que repetida en la historia de la música pero que nunca falla, y más aún con una melodía desconsolada que transmite aún más emociones que la letra misma. Lo más probable que ocurra cuando le des play a este EP (o al anterior que está un peldaño mejor a mi parecer, Talk Tight) es que te va a resultar muy familiar, te sonará un poco de esto y de lo otro pero no va a importar, la originalidad siempre va a pasar por hacer grandes canciones que a otros no se les ocurrió componer antes y acá hay un par de esas.
7/10. #67 Depeche Mode / Spirit 2017 Dave Gahan dijo que este álbum trata sobre la humanidad y el espacio que la banda ocupa dentro de ella, aunque las primeras palabras que se escuchan salir de su boca en este nuevo material (“We are not there yet, we have not evolved”) podrían referirse también a ellos dentro de la escena musical. Entiendo la colosal tarea que tiene este trío que extendió la bandera del synthpop y el new wave en todo el mundo durante décadas. Componer algo que aún pueda llegar a sorprender luego de haber grabado un centenar
de temas es algo que al parecer ya no les compete, su foco desde hace dos discos atrás viene siendo reciclar ideas viejas para usarlas como aliciente de los tiempos duros que nos toca vivir, y que a ellos también les afecta a pesar de ser rockstars viviendo en mansiones alejadas de la realidad, aunque en esa misma canción que abre Spirit diga todo lo contrario (“We’re going backwards, ignoring the realities”). Allá a lo lejos avistamos esas épocas sagradas de Violator o ese animado inicio que tuvieron con Speak and Spell, la banda formada en Essex de a poco fue abstrayéndose a la realidad y nunca más volvieron a siquiera amagar con algún atisbo de diversión en su música, abrazando los oscuros sintetizadores para no soltarlos nunca más. Esa glaciar emoción repitiéndose sin muchas variantes disco tras disco, tal vez hizo que un nuevo álbum de Depeche Mode en el 2017 no sea la gran noticia entre tantos nuevos artistas que sintieron su influencia para proyectar sonidos más envolventes o llamativos. Comprometidos por crear conciencia de las cosas que andan pasando por Estados Unidos y sus autoridades máximas actualmente. Martin L. Gore, el segundo nombre más importante del grupo en orden de relevancia y la cabeza creativa principal se sintió tentado a hacer un llamado a la acción con “Where’s The Revolution”, dejando de lado las metáforas para lanzar un mensaje conciso al público para despertar y revelarse contra todo tipo de poder, la carga electrónica que suena de fondo pasa a un segundo plano como un tema más de la banda en clave pausada, así como un “Sweetest Perfection” pero adaptado a las exigencias que requiere una canción de fuerte contexto político como este. Si no fuera por las baterías programadas a un ritmo cabalgante y los sintetizadores recargados de “Going Backwards” diría que los primeros 10 minutos del álbum no fueron hechos para impacientes, porque en “The Worst Crime” cada palabra de Gahan pesa y mucho en esta casi estática balada que señala con el dedo a cada uno de nosotros por ser cómplices de nuestro presente (“We are all charged with treason, there is no one left to hiss”). Siento que para este grupo que alguna vez fue tildado de futurista, se casó con un sonido que hoy suena retro. Será la edad o el haber llegado a una zona de confort, no sé, lo que si sé es que se niegan al cambio y le pusieron su sonido registrado a todo lo que hicieron, ese acoplamiento kraftwerkiano con la sensualidad que expide Gahan en su íntegro registro vocal luce bastante tentador, pero su sobreexposición causa un poco de sueño, aunque a veces el sueño es
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fabuloso como en “Cover Me” gracias a la sábana de efectos y texturas siderales que corren a la cuenta de James Ford, miembro de Simian Mobile Disco y productor del álbum cuya presencia tampoco marcó una diferencia notable en el sonido de la banda que dejó las cosas igual a su anterior disco, Delta Machine que para mi al menos, pasó desapercibida. El tema mejor logrado del álbum o para ser más “objetivo”, el tema diferente del álbum considero que es “So Much Love”, por ser la única canción que puede llegar a generar algún tipo de movimiento en su audiencia, acá hay algo de Nine Inch Nails en el uso que se le da a los instrumentos que van adquiriendo energía con el correr de los minutos. En su letra, Dave se jacta de tener mucho amor para dar y eso lo simbolizan con toda esa potencia que le faltó al resto de los temas. A quien gusta de su Depeche Mode a fuego lento y atmosférico, pueden tragarse este disco sin masticarlo; para los que buscan un nuevo Violator o por lo menos algo más vanguardista, se van a sentir algo decepcionados; para los que simplemente buscan buenas canciones, siempre hay cosas que rescatar y Spirit no es la excepción. Lo que sí, con este álbum, Gahan y sus secuaces se afianzan como una de esas bandas a las que seguimos respetando por todo lo que aportaron, pero de las cuales ya no deberíamos seguir esperando por sus discos nuevos, sino giras nuevas para poder experimentar las canciones que nos hicieron llegar a ellos.
acorde podría musicalizar ese estado de dicha plena, los más indicados serían los Real Estate con su propuesta de indie pop ameno y bien pensado. Lo lógico sería pensar que con la salida del guitarrista principal, el sonido de cualquier banda se desmoronaría o tomaría un rumbo bien distinto a lo que venían haciendo, pero para este grupo formado en New Jersey, parecería que la ausencia de Matt Mondanile no les afectó en lo más mínimo, el hombre se despidió de la banda para centrarse en Ducktails, su proyecto de pop psicodélico que tenía en paralelo con Real Estate, y por lo visto le costó llevar esa doble vida artística. Lo reemplazó para este cuarto disco del grupo, Julian Lynch, amigo desde la infancia del frontman Martin Courtney, un arquitecto de canciones delicadas y perfectas. Courtney padece de un síndrome obsesivo compulsivo dentro de su música, “Darling” es solo una de las decenas de bellas pruebas que ya dio en sus tres álbumes anteriores: cada una de las notas ejecutadas tienen tanto orden como amor y pulcritud, la producción de las voces y guitarras están purificadas, sonando tan claras y precisas como si estuvieran frente tuyo (puedo dar fe que esta banda en vivo suena idéntica a sus discos). El nuevo guitarrista no tarda en querer impartir su onda, en “Serve the Song” lanza unos solos distorsionados inspirados en Television, va a ser lo único “fuera de lugar” que escucharás en todo el álbum, pero igual se incrustró en la medida exacta a la melodía, sin quebrantar el aura cordial que rodea a estas melodías.
7/10. Un error que podría cometer cualquiera es clasificar a Real Estate como una
#68 Real Estate / In Mind 2017 Cada uno tendrá su propia idea de lo que es la felicidad, pero al menos podemos llegar a un concenso al afirmar que es un estado de ánimo universal, no importa de donde sos, ni cómo seas, es algo que pasamos buscándola toda la vida, sin juzgar cómo la obtenemos, la sentimos todos por igual, sería nuestro propósito principal como seres vivos. Si hay una banda que con cada
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banda para tener de “música de fondo”
...si bien se presta para eso escuchándolos superficialmente, así uno se está perdiendo de los meticulosos arreglos que incorporaron con la ayuda de su productor Cole M.G.N. a quien dieron total libertad para intervenir en las canciones, cosa que no habían intentado antes por tener clarísimo cómo querían sonar. Courtney llegó a decir que siempre están intentando llegar al nivel de los Beatles que grabaron Abbey Road, a quienes invocan en la canción más prolongada del álbum (y mi favorita) “Two Arrows”, la obra maestra de In Mind es una balada escapista que tiene un outro instrumental inolvidable.
Dentro de las impecables estructuras de sus canciones hechas con la sutileza con la que se pliegan origamis, abundan fragmentos que van aumentando su brillo con las correspondientes reiteraciones, allí están el precioso uso que le dan a la slide guitar en “After Moon” o la folkie “Diamond Eyes” que fue escrita por su bajista y fundador, Alex Bleeker o la introducción a piano que le da Matt Kallman a “Saturday” para luego converger en una clásica canción de Real Estate, esas que se asemejan a un sueño hecho realidad.
8/10. #69 __ Las Piñas / Pista de Fuego 2017 En la ciudad de La Plata, Argentina, se está congregando una escena independiente fabulosa y autoabastecida de su propia cultura. Guiándome solo por comentarios de gente conocida que pasó por allí, me lo imagino como un gran barrio cerrado, bohemio y colorido, poblado de artistas jóvenes que encuentran allí su lugar en el mundo. Sería el sueño mojado de muchos músicos, pero no para Las Piñas que en una entrevista reciente comentaron que dicha ciudad resulta tentadora como para establecerse allí, y esa es una contra para una banda cuyas ambiciones traspasaron fronteras en tiempo récord. En dos años, este dúo conformado por Antonela Périgo y Sofía Cardich se consolidó como una de las bandas más prometedoras de Sudamerica: cómo llegaron hasta alllí y continúan escalando en popularidad no es ningún secreto: tienen buenas canciones y no pararon nunca desde que empezaron. Su carta de presentación, el EP lo-fi y crudo, El Perro Beach nos dejaba sedientos y convertían en necesidad primordial una salida al mar; al año siguiente descartan las desprolijidades, refinan sus puntos fuertes y suenan más decididas a llevarse todo por delante en Espanto Caribe. Su secuela es un EP de 10 minutos que expande aún más su paleta iridiscente de sonidos, cada vez haciendo más borrosa la descripción de estilo que las define, aunque el surf
rock sigue estando allí para atar los cabos, parece que las exigencias de estas dos mujeres las están haciendo cruzar esos límites en Pista de Fuego. No hay nada muy profundo para analizar de estas cuatro divertidas canciones que cambia ligeramente el curso del barco de este dúo hacia tierras rodeadas de indie pop. La sencillez que caracteriza a sus composiciones va siendo adornada por detalles mínimos como las punteadas tarantinescas de la guitarra de Sofía que aparecen a la mitad de “Crucero Caribe”, el single que ya conocimos hace unos meses y que si vivíamos en un mundo justo hubiese sido el tema indiscutido del verano. Lo que prosigue es “Canción de Amor” cuyo riff principal me recuerda vagamente a “Fizz”, una de mis canciones preferidas de Babasónicos, pero este tema tiene un rumbo distinto, acercándose más a sus influencias californianas, ahí se nos hace inevitable esquivar la comparación con Best Coast. De modo adrede, las letras de Anto no pasan de las frivolidades del amor o un día en la playa como se da en “Verano”, jugando a beneficio de sus canciones para lograr estribillos y coros fáciles de retener, aplicando la filosofía del menos es más en donde debe ser. La última parada la hacen en “Nueva Atlantis”, a mi gusto la canción menos “jugada” pero que no deja de entretener en ningún segundo con sus acuáticos acordes, incitando movimiento entre las olas humanas. Me agrada creer en la teoría conspiranoica de que la Atlantis a la que se refieren es un nuevo destino sonoro para Las Piñas quienes con este material dan por concluida su etapa más surfie. Se haga o no realidad este divague, la pequeña conquista obtenida acá les sirve para avanzar al siguiente nivel del juego
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Drake / More Life 2017
El titán número 1, el M.V.P., el hombre de los records, el más popular del hip hop a nivel interplanetario hace un buen rato, está de regreso con un nuevo álbum, redituando su status de inalcanzable en el mercado musical más competitivo de la actualidad, lanzando su tercer álbum consecutivo en 3 años (cuarto si contamos el que sacó en conjunto con Future en el 2015). Podremos decir lo que sea sobre este señor y su música, pero no se puede desmeritar nunca que ese trono que posee se lo ganó sudando, el man no se queda quieto, es un laburante dedicado y cada vez que lanza algo lo anda haciendo en grandes cantidades. If You’re Reading This It’s Too Late, 1 hora y 8 minutos; Views y esta nueva placa, 1 hora y 21 minutos de duración cada uno. O es muy malo filtrándose a sí mismo o son ciertas las acusaciones que apuntan a que usa ghostwriters, nah, lo último deja en claro que no en este nuevo trabajo que lo define como “un playlist con música original”. Comparándolo con Views, esto tuvo muchos más aciertos y diversidad, primando la calidad por sobre la cantidad. Las cosas que están bien en More Life, están demasiado bien y es todo lo que Drizzy necesita para hacernos callar a todos y agrandar la brecha que lo separa de sus colegas gracias a su racha imparable de éxitos. No se puede estar en su contra si el primer sample que utiliza corresponde a un tema de la agrupación de jazz y neo soul, Hiatus Kaiyote; me ofrezco como su guardaespaldas al enterarme que el sample principal de la misma canción viene de un tema viejo de Danny Brown, pero ni le hace falta, este morocho se defiende con los ojos vendados en “Free Smoke”, restregando
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todo lo que consiguió en tan poco tiempo, sepultando rumores sobre su persona y noqueando a un par de raperos con los que tuvo algún encontronazo verbal últimamente. Ahora mismo Drake es una estrella incandescente que viaja a toda velocidad devorando a todos los astros que encuentra en su trayectoria, en este caso serían unos cuantos raperos ingleses como Giggs y Skepta que se lucen en sus feats, sobretodo este segundo que la descoce en “Skepta Interlude”, un track reservado solo para que este descargue toda su artillería grime, estilo del que Drake tomó prestado unos cuantos elementos para mejorar lo que ya tenía. “Passionfruit” sería la canción a la que todos vamos a volver después de haber escuchado el álbum de punta a punta, me gusta mucho más de lo que debería ese inicio errado en el que un DJ irrumpe a los 30 segundos para “arreglar” el sonido de su tocadiscos y dar pie a que Drake rapeé sobre su mala experiencia teniendo amores a larga distancia, el beat sobre el que canta es el principal responsable de que este track sea casi tan adictivo como lo fue “Hotline Bling” en su momento, simple y limpio. Algo que también puedo destacar de Drake y que es mucho más evidente en este álbum es que aprendió a dominar el humilde arte de ceder el rol
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protagónico, así fue como muchos conocimos a Sampha en “Too Much”de Nothing Was the Same, y así es como nos introduce a la cantante británica Jorja Smith de apenas 19 años en “Jorja Interlude” y “Get It Together” que cuenta con un exquisito sample afro-house que no me enojaría si se vuelve el sonido trendy de los próximos meses, así como lo hizo con el dancehall y su “One Dance”. Usá ese súper poder influenciador para el bien, Drake. Además coqueteá con sonidos jamaiquinos en la cálida “Madiba Riddim” que sería un reggaeton camuflado y sedado, lo cual no es sorpresa que su masividad se haya debido a reconfigurar estos sonidos tropicales. El trap tampoco faltó a esta alta joda en temas como “Gyalchester” y “Ice Melts” donde la producción y el flow (juro que no encontré la forma de decir esto en español) entre el canadiense y Young Thug es contagiante, otra de mis grandes sorpresas que fueron ampliamente superadas por Quavo de Migos y Travis Scott en “Portland”, les pongo así: Drake en esta hace del flautista de Hamelín y yo soy una de las ratas que le siguieron. La onda que tiene este track es incontenible. Siendo uno de los trabajos más ambiciosos de la carrera, igual no se salva de algunos momentos
desinflados como “Nothings Into Somethings”, “Since Way Back” y me duele decirlo pero el dueto con Kanye en “Glow” tampoco llenó mis expectativas. Me defrauda que estas dos mentes creativas hayan traído este bajón con un beat inerte en el que no hacen más que medir quién la tiene más larga en cuanto a cosecha de victorias, lo único que salva esta juntada fue el sample de Earth, Wind & Fire que metieron al final. Drake disparó 22 balas y acertó la mayoría, la próxima me encantaría que dispare menos y acierte todas.
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#71 Spoon / Hot Thoughts 2017 No estamos para hacernos de los sabelotodo por acá. Admito que tardo más leyendo que escribiendo sobre los artistas a quienes dedico unas palabras en este humilde espacio virtual, lo mínimo que puedo hacer por ellos es informarme para no escribir la primera sarta de boludeces prejuiciosas que se me viene de cada uno. Pero hoy hago la excepción, no porque no se lo merezcan, siento que la música de esta banda habla por sí sola. De Spoon sé lo básico: todos sus álbumes están tan buenos que fueron premiados como artistas de la década en el sitio web Metacritic, la base de datos de calificaciones más grande de Internet, allí tanto críticos de medios como usuarios de todo el mundo dejan sus puntajes de álbumes y esta página las promedia. Este grupo de Austin, Texas tiene los promedios más altos, por ende, se llevan esta distinción por ser considerados como el grupo con la discografía más consistente de todas. Personalmente, no puedo dar fe de ello porque tampoco voy a mentir acá, a ellos recién empecé a escuchar con su último álbum antes de este, la más que agradable They Want My Soul. No voy a negar que me gustó mucho el álbum pero no me incitó a querer ahondar el resto de sus álbumes anteriores, porque continuando con mi ataque de sinceridad: en lo más profundo de mí ser me sonaban a una banda genérica de rock alternativo por más buenos temas que tengan. Por supuesto que tuve que googlear el nombre de sus dos integrantes principales para mencionarlos acá y decirles a Britt Daniel y Jim Eno que no hicieron nunca nada malo, es más, percibo que dentro de los pasajes seguros entre los que se pasean sus canciones, hay un espíritu aventurero que quiere salirse del libreto, quizás eso también lo haya notado ese puñado de personas que disco tras disco los alaban y los elevaron en el pedestal donde se encuentran Las Bandas Más Respetadas del indie Rock. Esa es otra cuestión, desde el 98’ vienen sacando discazos y eso no les bastó para salir de esa etiqueta, “indie”. ¿Será este el caso de la banda más valorada entre
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las subvaloradas? Al escuchar este que es ya su noveno álbum de estudio, puedo decir que si. Este álbum fluye orgánicamente de principio a fin, no da para saltearse un solo track, “Hot Thoughts” es una barbaridad que juega a lo sensual y a lo pop, su riff acompañado de sintetizadores expresa el balanceo puro entre el pop y el rock, 50 y 50. Comparado con su anterior laburo, en este tenemos un leve incremento de elementos electrónicos, a eso es lo que ya podemos llamar un gran riesgo para el sonido de Spoon que guarda mucha semejanza con Wilco cuando enchufan sus guitarras. Otra canción con un pulso vibrante y que merece un párrafo aparte es “Can I Sit Next to You” que comparte cierto ADN con Tv On The Radio, tiene un groove que nos va hundiendo en su melodía casi orquestal, infectada por una onda cósmica que me recuerda algo a Gorillaz cuando se van por las ramas alucinógenas. Dave Fridmann en la producción es todo lo que cualquier banda que desea potenciar su esencia necesita, lo hizo antes con Flaming Lips, MGMT y Café Tacvba quienes sacaron sus mejores discos gracias a este noble hombre que prácticamente se le pueden escuchar sus pasos en temas como “WhisperI’lllistentohearit” o “Pink Up” donde la banda se escucha agrandada y espacial… no en vano otra de las analogías más frecuentes que se usan para referirse al sonido de Spoon es asociarlos con algo que podía haber hecho Bowie. Con la aún más seductiva “Do I Have to Talk You Into It”, la vigorosa “First Caress” y el electro-rock de “Shotgun”, tenés material de sobra para unos singles sólidos que tendrían posibilidades de pegarla en todos lados si tan solo no estuviéramos a mediados de los 90s y este tipo de rock seguía acaparando los oídos. Algo que no me cierra por completo es su cierre anticlimático con “Us”, una pieza instrumental rara que se alarga más de la cuenta; tampoco suma mucho la lenta que meten en la segunda mitad, “I Ain’t the One” que a mi parecer es un relleno maquillado dentro de un lindo álbum que no va a pasar a la historia, pero servirá de buen ejemplo para los grupos de rock que se compraron sintetizadores y no saben cómo usarlos. Esta es la manera correcta y segura. A veces con sonar bien no basta para un público cada vez más exigente y con el tiempo de atención cada vez más reducido, pero tras casi una decena de discos editados, es claro que ellos no van a apuntar nunca a esa masividad, y eso les hace dignos de admiración.
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#72 Sango / De Mim, Pra Você 2017 Están los que siguen escuchando la radio por su música, de alguna manera u otra aún sigue vigente para marcar tendencia en los gustos de la gente; están los que ya dejaron de escuchar la radio, en la mayoría de los casos porque las propuestas musicales que ofrece este medio de comunicación son limitadas y se dieron cuenta que solo se les cambia el rótulo, inclinándose plenamente a los servicios de streaming más populares como Deezer y Spotify; y por último están los que poco o nada utilizan estas plataformas digitales mainstream, al darse cuenta que los productores emergentes con las ideas más frescas de la escena underground lanzan sus materiales en los pasillos de Soundcloud y Bandcamp. Hoy día uno puede hacerse de nombre sin salir de su pieza y forjar una carrera entera en estos sitios, que te lo diga Sango que se hizo famoso con remixes piratas de artistas que le gustaban como The Weeknd, Nas y The xx. Aunque lo que de verdad le diferenció de cualquier otro productor fue su obsesión con la música brasileña, esperá, no te vayas. Si, es ese tipo de música que nos hace pensar en gente reventando woofers frente a un surtidor con birra de oferta en la mano, pero este tipo (cuyo alias robó de la exterminadora con el boomerang gigante en InuYasha) combinó esta música de origen proletario con la música electrónica, el soul y los beat instrumentales del hip-hop para crear esta delicia que no distingue clases sociales, haciendo bailar desde la disco más populosa de Copacabana hasta el pub más cheto de Londres. Este alquimista sonoro que proviene de Seattle dijo que una de las preguntas que más detesta durante las entrevistas es que le pregunten si es brasileño. En De Mim, Pra Você esas preguntas no van a cesar porque estos 47 minutos están repletos de esa jovialidad que trae consigo el baile funk, está minada de samples cariocas entremezclados con los graves bajos del trap en su presentación más downtempo. Este álbum vendría a ser la versión mejor trabajada de la serie de mixtapes Da Rocinha que había empezado en el 2012 y a la fecha cuenta con 3 entregas.
Es un lujo escuchar cómo el futuro llegó al funk rapai de la mejor forma posible en temas como “Respeita”, y hasta diría que es un lujo que exista un tema como “Conte a Todos” con su base nocturna y los rapeos en portugués de los MCs forman una mezcla homogénea irresistible para cuerpos dispuestos para dejar el alma en la pista de baile. Amo a estos artistas que agarran una cultura ajena y lo transforman en algo suyo, más aún si esa singular creación cuenta tiene algún parentesco con el electrojazz firmado por Flying Lotus. Sango logra que a alguien que odia el carnaval termine bailando samba, claro después de haber sido pasado por un filtro chillwave en “Bem-Estar”, hace que las batucadas sean robotizadas en “Para a Luz” y la etérea “Vista da Gávea” que abre esta obra con algo de future house. Música para bailar con clase y sin despeinarse, tiene una vibra similar a las producciones de Kaytranada, gran amigo de Sango a quien estima como un hermano de otra madre. Gracias a sus mezclas abstractas con la memoria fija en el soul de los 70s y 80s, estas dos mentes están cambiando el panorama de la escena electrónica desde abajo y lo saben. La música de Sango cuenta con una personalidad única que evolucionó todo un género, este álbum transporta en slow motion a un lugar placentero con caipirinha, y es algo tan bueno que es solo cuestión de tiempo para que artistas mejor posicionados empiecen a rapiñar su sonido. Assim são as coisas.
8/10. #73 Soulwax / From Deewee 2017 ¿En serio todavía queda gente que cree que el público rockero no puede juntarse con los fans de la música electrónica en un mismo acto? Por un buen rato nos vendieron el cuento de que el rock era un género intocable e incluso “superior” que otros. Si, hay individuos
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sueltos por ahí que no lo dicen pero en sus mentes están segurísimos que por ser rockeros o metaleros se creen más cultos o con un gusto musical más elevado que el resto. Si vos que estás leyendo esto sos uno de ellos, andá cerrando esta pestaña porque las siguientes palabras son un sacrilegio que van en contra de tus principios o te podés quedar y de por ahí este grupo te hace cambiar de opinión o por lo menos te deja pensando de la diversión que te estás perdiendo. Para los que no saben lo que hacen los hermanos Dewaele, les hago un resumen rápido: a mediados de los 90s, durante el apogeo techno en Bélgica, Stephan y David formaron una banda de rock llamada Soulwax que sin querer contenía mucha influencia de la música electrónica que les rodeaba, para la culminación y gira de su segundo álbum se dieron cuenta que lo suyo no era estar encerrados con sus guitarras en el estudio, se divertían más pasando música en las fiestas que oficiaban después de sus shows y así nace su proyecto paralelo, 2manydjs donde remixan y mezclan artistas actuales del rock, pop y hip hop de varias generaciones con el acid house y el big beat, fueron precursores de algo que luego se conocería como mash-up. Estos dos proyectos convergeron en el último álbum oficial de Soulwax, Nite Versions que consistía en remixes de sus propios temas incluidos en su álbum anterior. Han pasado 12 años de aquella obra ineludible de la música bailable, luego los hermanos como que entraron a la ataraxia en todos estos años girando a nombre de 2manydjs y sacando algún que otro remix de tanto en tanto, hasta que el año pasado por fin regresaron solo para volver a forzar los límites de su propia creatividad. Les encargaron la banda sonora de la película Belgica que trata sobre una suerte de CBGB que hubo en dicho país, ¿y qué hicieron? Estos locos lindos inventaron 15 bandas ficticias de distintos estilos y estéticas para interpretar las canciones que suenan dentro de la cinta. Podría seguir citando más cosas por las cuales soy fanático de lo que sea que vayan a hacer estos dos señores, pero mejor vean su documental Part of the Weekend Never Dies. Entonces, para unos tipos que no tienen intención alguna en repetirse o hacer ese proceso cíclico de pensar-grabar-girar-repetir, tendría que haber una muy buena justificación para que lancen un nuevo álbum de Soulwax: durante los últimos dos años estuvieron armándose su propio bunker de grabación en su ciudad natal, Ghent. Este edificio funciona como su oficina, sello, albergue y estudio fabricado por ellos mismos al que lo bautizaron Deewee, he ahí la excusa y el porqué del nombre de este material que tiene un tratamiento casi de laboratorio.
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Este nuevo set de canciones abre una nueva etapa de Soulwax caracterizada por la audiofilia que llevan en la sangre estos dos, lo cual simbolizan con su arte de tapa que es un micrófono binaural que capta sonidos en tres dimensiones y es el objeto más preciado dentro de su nuevo hogar de grabaciones. Van tomando impulso en “Masterplanned” que nos presenta a una banda mucho más madura que se toma la joda con mucha seriedad, el reverb de sus líneas de bajo alucinantes reciben un acompañamiento de considerable carga que estarán presentes en el resto del álbum: tres baterías tocadas por Victoria Smith, Blake Davies y, mirá quién cayó a la farra, Igor Cavalera, baterista de Sepultura. Esta gigantesca presencia rítmica aparece al inicio de “Missing Wires”, empezando con un redoblante espectacular que va deteniéndose por unos aplausos que nos irán guiando a la melodía principal que tiene todo lo que podemos esperar de un tema de Soulwax con teclados en los momentos exactos para desatar el movimiento pélvico. Sin embargo, no podría catalogar a este como el álbum más bailable de Soulwax por más que cuente con el mejor set de percusiones que posiblemente llegue a escuchar este año, todos los créditos van para las baterías staccato que provocan aún mayor profundidad en cada golpe, “Is It Always Binary” es el track que mejor ejemplifica esa fuerza, sonando tan directo, seco y limpio a la par de esos sintetizadores hipnóticos. La intención más seria de este trabajo que lo grabaron en una sola toma (!) pasa por la experimentación explosiva que se tomaron en el estudio, como por ejemplo los helados efectos programados de “Transient Program for Drums and Machinery” que lo podría haber hecho Gary Numan en su época si contaba con todos estos sofisticados equipos; y decime si “Conditions of a Shared Belief” no es algo que ya hizo Kraftwerk hace 30 años, synth pop para cyborgs. From Deewee fue hecho para ese futuro distópico en el que entramos a un bar y no se escuchan más que los pasos de la gente bailando, todos con sus auriculares disfrutando de la misma música en la mejor calidad posible. Así mismo es como me imagino que se baila un tema como “Do You Want to Get Into Trouble?” o “Here Come The Men In Suits”, poseído por las emociones que pueden provocar las máquinas cuando son manipuladas por los humanos correctos.
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#74 The Jesus and Mary Chain / Damage and Joy 2017 Había un vacío musical importante a ser llenado en los 80s. Hacete de cuenta que estabas allí mismo donde se estaban generando las nuevas tendencias, te gustaban las bandas ruidosas pero si no era lo tuyo el hard rock tradicional con sus poses ridículas, riffs y solos que no te hacían sentir nada, revueltas con altas dosis de machismo en sus presentaciones y letras; sus antagónicos eran los punks con la mugre e irreverencia metida en cada una de sus acciones, mucha hiperactividad que ya molesta, rebeldes que no hacían más que causar problemas. El shoegaze aparece como una respuesta de los introvertidos que también libran su rebelión, quietitos con la mirada perdida hacia el suelo haciendo sonidos abrumadores que desafían la paciencia. De los primeros que se animaron a hacer eso vinieron de Escocia, unos fueron los Cocteau Twins más enfocados al dream pop y los otros que inauguraron prácticamente el noise rock con su álbum Psychocandy, fueron los hermanos Reid con su insurrecta banda, The Jesus and Mary Chain que está de vuelta después de casi dos décadas donde cambiaron todos menos ellos… y eso tiene sus pros y contras. Por lo que representa para la historia de la música, este tendría que ser uno de los regresos más esperados de los últimos tiempos, pero no se da así porque después de tanto tiempo, muchas bandas que se inspiraron en ellos se volvieron mucho más innovadoras y populares, la triste realidad que retratan en “Amputation” es que pocos son los verdaderos interesados en JAMC, esta canción que va escalando en frenetismo era la prueba de vida que necesitábamos para confirmar que este no se trataba de uno de esos regresos que se hacen solo por plata. Para asegurarse de estar a la altura de las circunstancias, la que fuera “la banda más cool del mundo” reclutó por primera vez a un productor para que dé el visto bueno de fan, el parámetro que utilizaron fue simple, sonar a ellos mismos y que cada canción sea reconocible a los 5 segundos.
aparecen una contundente batería y guitarra que barren la densidad, cuando ocurrió eso la primera vez que la escuché, tuve que mirar si pertenecía a la misma canción, fue una grata sorpresa que me hubiese gustado que se alargue un rato más. El sonido clásico de los Mary Chain late con fuerza en “All Things Pass”, va a funcionar para los nostálgicos pero también puede verse como una parodia a ellos mismos, sea lo que fuere sin analizarlo demasiado, es un temón. En serio dejaron todo como estaba en Munki, el último álbum que editaron en el 98’, “Always Sad” parece un tema sacado de dichas sesiones con sus riffs disonantes pero dulces a la vez, esa es una de las genialidades que tienen los Reid, pueden llegar a sonar todo lo oscuros y desaliñados que quieran pero en el fondo siempre están alineados a una estructura pop intrínseca. Acá tenemos a los JAMC en su fase más sobria, alejados casi por completo del noise, solo en “Simian Split” noto que hay algunos pifies “accidentales” saliendo de sus guitarras para descolocar esta rareza post-punkie en la que bromean haber matado a Kurt Cobain. Asimilándose a sus contemporáneos de Ride, “Los Feliz (Blues and Greens)” es una brillante balada eléctrica por la que no deben guiarnos por su suave melodía, solo es una almohada donde reposa una dura crítica a Estados Unidos (“God bless the USA, God lives in America, in the land of the free, wishing they were dead”); también vale la mención al buen desempeño de Sky Ferreira y su dueto con Jim en “Black and Blues”, la cuestión es que cuando llegamos a esta parte del álbum, el interés disminuye por falta de variedad. Un disco más redondo se hubiese conseguido sacando del corte final a un par de canciones que no me desagradaron pero son prescindibles, ahí les llevo al frente a “Mood Rider” y “Facing Up To The Facts”. En conclusión, este retorno según lo escucho de buenas a primeras se da en buena forma, es su trabajo más limpio y ordenado hasta la fecha, lo cual demuestra una maduración que no les sienta muy bien a los que outsiders eternos como ellos.
7/10.
La desértica y pesada “War On Peace” baja de golpe la intensidad del inicio, hasta que al último minuto
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#75 Mount Eerie / A Crow Looked at Me 2017 Sé lo que se siente perder a un ser muy cercano y querido. Se tarda en dimensionar el vacío que dejan las personas en nosotros, ese pesar se vuelve un poco más insoportable con cada palabra que no dijimos, los proyectos inconclusos y las metas que ya no se cumplirán. La muerte nos agarra desprevenidos y todos lidiamos con ella de forma distinta, algunos en silencio, queriendo minimizar los hechos, reprimiendo la tristeza que consume por dentro. Otros abrazan el método del desahogo para superar las tragedias, como si las lágrimas fueran el sudor del alma que desea estar en buena forma otra vez. Phil Elverum decidió optar por esta última opción, canalizando su estado depresivo en uno de los álbumes más tristes que pude haber escuchado. Perdió a su señora esposa, la artista Geneviève Castrée, a mediados del año pasado a causa de un cáncer de páncreas, fue diagnosticada por este mal que se la llevó, poco tiempo después de haber dado luz a la primera hija de la pareja. Así que imagínate el calvario por el que tuvo que pasar Phil y aún así tener la fuerza de voluntad para hacer música tan pronto. Se puso en automático y el motor que utilizó para hacer estas canciones fue el dolor emocional en su condición más agonizante. Lo grabó con la guitarra, el bajo, el acordeón y el ampli de ella en su misma habitación, la totalidad del álbum está dedicado a su memoria, nosotros solo somos espectadores de esta cirugía verbal, a corazón abierto y sin anestesia. En lo que respecta a instrumentación, las canciones son acústicas baladas, sencillas, sin arreglos ni pretensiones más que expresar la devastación en primera persona. Definitivamente no es un disco para escucharlo casualmente sin prestar atención a las letras, las emociones que contienen son de una intensidad desorbitante. “Real Death” es tan directa que lastima, Phil critica que no hay nada poético en la muerte, le parece algo estúpido intentar embellecerlo ya que una vez que lo tenés de frente es otra la historia. Algunos versos no riman y todo está cantado bajo un marco de desgano, pero eso no le quita la belleza que se extrae de un sentimiento tan desconsolado
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como puro. Me rompe el corazón la anécdota sobre un paquete que llega a nombre de su esposa, una semana después de su muerte, y descubre que era un regalo que ella le tenía preparada a su hija de apenas un año: lo que se encontraba dentro era una mochila escuelera, presente simbólico para un futuro en el que ella ya no estará. Un paisaje en óleo nos va pintando Elverum sobre sus momentos íntimos, en “Ravens” rememora una ocasión en la que volaron dos cuervos negros encima de él y todos sabemos lo que eso presagiaba aunque en aquel entonces el no estaba seguro de qué. Vemos cómo trata de convivir con el luto ya sea contando los días que se ha ido, dando la ropa de ella a otros, mudándose de hogar y no da vueltas ni trata de filtrar detalles (“And then our life together was not long, you had cancer and you were killed and I’m left living like this”). Hace aún más descarnado el relato que estas canciones hayan sido compuestas poco tiempo después del suceso fatídico, él todavía con los recuerdos frescos de su amada en la retina hace “Seaweed” que narra el día en el que esparció las cenizas de Geneviève al océano, mientras va despotricando de que ya nada tiene sentido sin ella. Inmiscuyéndonos entre la angustia podemos hallar poderosas reflexiones como en “Swims” y “Toothbrush/Trash” donde Phil sintetiza la realidad de la muerte y las memorias que nos quedan de los que ya se fueron, recuerdos en forma de ecos que van desvaneciéndose lentamente de nuestras cabezas con el correr del tiempo (“colonized by photos narrowed down and told my mind erasing”). El tiempo, nuestro mayor enemigo intagible es el único que nos tiende una mano para superar desgracias. Por más de que le cueste aceptar y lo deja bien en claro en “Emptiness Pt. 2”, una experiencia así de chocante nos termina enseñando algo que no podría haber sido aprendido de otra manera. Aunque eso si, a Phil le gustaría hacer borrón y cuenta nueva de todas las veces que hablo de pérdidas y tragedia en sus canciones, insiste en que no hay nada cool en hablar sobre la muerte y lo que le está tocando vivir es algo mucho peor de lo que pudo llegar a haber escrito en cualquier otra canción antes de este álbum. A propósito de ello, antes de ser Mount Eerie, Phil hacía música bajo el nombre de The Microphones, y ya ironizaba con la muerte en canciones como “I Can’t Believe You Actually Died”, pero esta vez si le pegó y mal. La incomodidad que provoca Phil cuando le toca salir en público es descrita con pesar en “My
Chasm” (“mi abismo”), su voz hace más que palpable la mirada condescendiente de los que le rodean. Este track podría servir como material de análisis psicologico para comprender mejor este estado de vulnerabilidad del ser humano. Lo tenemos a Elverum meditando sobre la soledad emocional que le invade a su ser, su expresión de nada en el rostro solo atestigua que la muerte es algo real y el es una manifestación física de lo que puede llegar a ocasionar. Esa ausencia terrible en su vida le da un nuevo significado hasta a las actividades más cotidianas y simples como tirar la basura en “When I Take Out the Garbage at Night”. Ahonda aún más en lo profundo de sus flashbacks con “Soria Moria” contando cómo conoció a su pareja y en el instante que eso sucede se escucha el primer zumbido de guitarra eléctrica en todo el disco, para añadir un climax a ese momento clave que cambió para siempre su existir. No sé, después de abrirte así conmigo y con otros miles de extraños, solo quiero darte un efusivo abrazo y desearte que estés bien, Phil.
8/10.
#76 Tonstartssbandht / Sorcerer 2017 Hace unos meses tuve la posibilidad de estar en un show de Mac DeMarco y debo decir que fue lo que me esperaba y un poco más, venía siguiéndole hace varios años a este tipo que impregna su peculiar personaje en la música que graba y lo lleva en vivo con tanta naturalidad, se comió el escenario aunque no podría decir que todas las miradas y aplausos fueron para el solo en aquella fecha del Music Wins 2016. Durante la horita que le dieron de tiempo se despachó con los temas que lo consagraron, y entre tema y tema se la pasaba haciendo chistes bizarros (en su mayoría internos) con su guitarrista Andy White que brillaba con luz propia, librando una batalla de carisma con Mac. Resultase que hace poco nada más pillé que el tenía su propia banda junto con su hermano Edwin, a diferencia del jangle pop seductivo que practica con DeMarco, en su proyecto propio da rienda suelta
a su imaginación haciendo de todo un poco, algo descontracturado y por muchas razones es algo más de nicho para los fanáticos del krautrock o el rock psicodélico cuyas improvisaciones parecen no tener final. El nombre que le dan a este hobby que tienen cada vez que pueden juntarse (leí por ahí que a Andy ni le gusta que consideren a este proyecto como una banda per se) es Tonstartssbandht (les reto a que escriban bien el nombre de una, sin corroborarlo) que fue idea de Edwin que estaba haciendo un collage de letras y palabras de revistas, vio que formó esta palabra rara y le gustó cómo sonó… esa misma explicación puede dar para describir su música. Desde el 2008 que vienen sacando cosas estos hermanos que viven en Montreal y Brooklyn, también forman parte de ese sindicato de workaholics musicales que no pueden detenerse un segundo a analizar las cosas. Este que ya es su 17° álbum (!) los tiene a los dos improvisando en 3 fases bien marcadas y extendidas, la primera es “Breathe” que nos lleva de paseo al menos en sus primeros 6 minutos nos remiten al tema del mismo nombre incluido en Dark Side of the Moon, el rock espacial sin ataduras que lo llevan hasta los campos cristalinos del free jazz, aunque claro está, sin tanta virtuosidad y con muchos más efectos de eco en la voz. Sobre ese punto, las voces durante todo el álbum aparecen esporádicamente pero cuando lo hacen, por lo general lo hacen formando múltiples texturas, creando la sensación de que está siendo cantado por un coro pastoral que combina inesperadamente bien con el psychrock desacelerado que proponen. En la segunda fase, “Sorcerer” es donde empiezan a hacer algo un poco más bajado a tierra en sus primeros 4 minutos de mucho sudor y nostalgia por el rock de antaño al que hacen referencia con su sonido, es algo que suena a una de zapada de Led Zeppelin o Deep Purple en vivo, pero con menos fuerza. Algo del Captain Beefheart y su forma de destruir esquemas está plasmado en la tercera y última fase de este ensoñador recorrido, “Opening” es ese final épico que nos mete a todos en sus bolsillos con una mezcla exótica de pop experimental y noise rock grabado en calidad lo-fi, en su climax saturado hay espacio de sobra para la teatralidad, la distorsión y el delay sónico. Les gusta llamar a lo que hacen “psychedelic boogie rock” y sea lo que fuere, es algo a lo que no podés seguirle el paso fácilmente, es
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un autosabotaje melódico pero sin salirse de las ramas, en pocas palabras: un hechizo no tan arriesgado dentro de los estandáres de la psicodelia, pero disfrutable en la medida justa.
7/10. #77 Chaz Bundick Meets The Mattson 2 / Star Stuff 2017 La música es capaz de llevarnos mentalmente donde sea, no solo nos ayuda a escaparnos de nuestra realidad con la gran fuerza de abstracción que tienen ciertas melodías, sino que también tiene beneficios para nuestra salud, nos mejora el humor, nos liberan del stress y hasta puede llegar a disminuir la presión arterial. Le debemos mucho a esta expresión de arte que mejora nuestro andar terrenal, transmitiéndonos múltiples sensaciones. Pero, hay un gran pero en todo esto, nuestros cerebros deben estar dispuestos en un estado receptor para que el sonido llegue a terrenos sensoriales, de alguna manera necesita estar concentrado para interpretar estos sonidos. Ni la mejor composición del mundo puede llegar a ser apreciada o hacernos efecto si no enfocamos al menos una parte de nuestra atención a la misma, si no comprendemos lo que el intérprete de esas notas quiso decir, no hay forma de sentir conexión alguna. A veces no es culpa nuestra, ni del artista, hay momentos de la vida en las que sencillamente nos sobrepasa la realidad que nos toca y por más de que le hayas puesto en replay hace 5 horas a un mismo tema, no nos toca porque estamos en otra. Mientras estoy escribiendo esto, mi mente quiere estar en otro lugar, no tipeando estas palabras, la música que escucho no está entrando ni en el puesto 5 de mis prioridades. El país en el que vivo está pasando por una crisis político-social alevosa y solo quiero estar informado de todo lo que pasa y ayudar en lo que sea posible desde mi posición, a pesar de no ser alguien que se mete
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mucho en estos asuntos, bajo ningún punto de vista puedo ser indiferente a esta situación que solo promete empeorar en los próximos días. Escribí esto, entrando y saliendo de las redes sociales innumerables veces, y quizás las apreciaciones que pueda llegar a hacer sobre este disco sean totalmente distintas en otro contexto. Ese es solo un encanto más que tiene la música, no es algo que pueda llegar a juzgarse desde una sola arista. Aprecio mucho la gran labor cooperativa de un tipo como Chaz Bundick que tiende a trabajar en solitario, talentosísima hombre cuya mente mueve los hilos de Toro y Moi, uno de los proyectos precursores de la movida chillwave que se gestó a principios del 2010. Se juntó con un par de gemelos que hacen jazz bajo el nombre de The Mattson 2 en este álbum colaborativo firmado con su nombre de nacimiento porque según el propio Chaz, este es su verdadero yo, un amante del jazz y del rock psicodélico que en sus anteriores bandas más orientadas al pop no podía abarcar. Los Mattson se encargan de gran parte de lo instrumental y si bien no hay nada para objetar como puntos blandos dentro de sus zapadas, si puedo decir que se quedan a medio camino de ser algo más, el espíritu del jazz se queda a medio vuelo en estas canciones agradables con una impecable post-producción digital de Chaz que después de cuatro álbumes de Toro y Moi ya se volvió un doctor en dicha área del sonido. Vale el destaque a canciones como “JBS” y “Star Stuff” que son de las pocas que cuentan con letras, nos llevan al campo cósmico donde se encuentran la mayoría de las canciones de Toro y Moi con sus efectos cargados de ecos, también mención aparte para la odisea de 8 minutos, “Don’t Blame Yourself” donde la mesmerización llega al pico más elevado, el único tema donde el jazz prevalece por sobre la estructura pop, intentando desligarse para ser algo más que una simple canción de background. Según Chaz, hay un momento intermedio dentro de esta canción que le suena a Radiohead de la primera época; cuando tiene razón, tiene toda la razón. Los demás temas brillan por la química destilada por sus partes, “A Search” por ejemplo podría haber formado parte del último álbum de Childish Gambino, alguien que tomó un riesgo grande y la recompensa fue aún mayor. Espero que si esta alianza vuelve a lanzar algún material, que sea algo más grande, vivo y complejo. De todas maneras, en días turbios como los que estamos viviendo, este álbum nos puede hacer el favor de despejar nuestras mentes.
7/10.
#78 All Them Witches / Sleeping Through the War 2017 Mirá vos, pero qué oportuno el nombre de este álbum para un día como hoy. Ayer nada más el presidente de la república del Paraguay pedía a todos sus ciudadanos que aprovechemos este domingo para reflexionar sobre el valor de la paz y la armonía entre compatriotas, muy lindo pensar en ese utópico escenario, aunque los que tenemos más de dos dedos del frente coincidimos que fue solo un gag que incluyó el redactor del intento de comunicado apacigüador, solo sirvió para la combustión de una democracia en llamas. Escribo esto con cada vez más rabia y temor de lo que está pasando y lo que puede llegar a pasar de ahora en adelante. La música de esta banda proveniente de Nashville va al palo con estas emociones en potencia que voy acumulando, representa sónicamente un estado mental inestable que puede colisionar en cualquier momento y cuando lo hace, es solo para preservar su salud, funcionando como una técnica de liberación. Citando una de esas máximas infumables que se compartieron tantas veces ya que es difícil determinar a quien pertenece: “La locura es solo un placer que solo los locos conocemos”. Los All Them Witches no tienen porqué ocultar en ningún momento las influencias que utilizaron para hacer este álbum, porque son fabulosas y si pueden ensamblarlas en algo coherente y por sobre todas las cosas disfrutable, pues adelante. Vienen de la vieja escuela del rock pero no con un ápice de nostalgia, lo que hacen no suena nada oxidado, su cuarto disco de estudio es de esos que se valen de sonidos no perecederos de hace décadas, los tambores que se escuchan en el apartado rítmico de “Alabaster”, la pieza central del álbum, tiene esa salpicadura mística que ya tenía Santana en Abraxas de 1970, solo que a diferencia del guitar hero latino, el sentimiento acá es mucho más oscuro a través de sus letras revueltas en realismo mágico.
Si no queremos complicarnos en describir lo que hace esta banda, simplemente zafamos diciendo que hacen stoner rock, aunque haciéndoles justicia se quedaría un poco corta la descripción. “Bulls” es el tema que da el golpe inicial al disco con unos riffs muy pesados que se los robaron a Sleep, luego a la mitad del tema cambian de trayectoria, subiendo las revoluciones instrumentales que bien podríamos comparar a una estampida de toros haciendo alusión a su título, añadiendo drama y adrenalina en proporciones XXL. También le deben mucho a Josh Homme para que hayan podido hacer un tema como “Don’t Bring Me Coffee” que es furia muy bien canalizada con toda la distorsión que reparten sin misericordia. El factor blusero que formaba parte del ADN de este cuarteto fue opacado considerablemente para ceder paso a los ruidos desérticos y neuróticos que prevalecen en la mayoría de las canciones, por ejemplo en “3-5-7” condensan todo su poderío aplastante sin necesidad de apresurarse, la amenaza ya está latente en cada golpe de batería, no hace falta agregar nada más. Solo en el último track, “Internet” hay un blues hecho y derecho, es la canción más larga que va siendo conectada a través de pasajes que incluyen harmónicas y solos de guitarra chorreando reverb, no olvidando nunca sus raíces. Tal vez ese respeto muy grande que tienen a sus inspiraciones hizo que no me den ganas de más o de querer darle play de vuelta al álbum, no hay nada que sobresalga del esqueleto de sus sólidas composiciones, nos quedan muy buenas canciones y zapadas caleidoscópicas por parte de ATW, pero al final del año no sé si podré acordarme de una sola.
7/10. #79 Mastodon / Emperor of Sand 2017 Mientras escribo esto, hay un ambiente confuso en mi país. Nos estamos tragando desde hace unos días un cóctel de sentimientos que incluyen la incertidumbre de lo que va a pasar, entremezclada con una corazonada de lo que podría
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ocurrir, muchos escenarios y matices se dan a cada instante, armándonos un rompecabeza con infinitas fichas del que solo los más informados tienen alguna posibilidad de completarlo… pero está difícil, hay un juego de poderes que se esmera a ocultar el meollo de las intenciones. Como frío observador de los acontecimientos y aceitando algunos dotes de ajedrecista amateur (?) intentando visualizar unos cuantos turnos para adelante, me temo coincidir con algunos analistas que esperan lo peor por culpa de una adicción horripilante de poder. Mastodon es una de esas bandas con la música más acorde para poner en este tipo de situaciones, exteriorizando las pulsiones a través de un sonido agresivo y apabullante, sin soltar su lado más melodioso. No en vano se ganaron su lugar como uno de los mejores actos del rock y el metal de los últimos años, sacando un discazo tras otro en los que disparaban ritmos pesados cargadas con el peso de un fuerte concepto, o simplemente una actitud feroz compaginada con canciones apuntadas al mosh, pegadizas, creativas y brutales. Este es el grupo que está ayudando a que el metal siga captando nuevos seguidores que no quieren encerrarse en un solo estilo, por si hay alguna duda de esta afirmación, lo invito a ver cómo se burlan del cliché metalero en su vídeo promocional para “The Motherload”, uno de los temas mejor logrados de su anterior placa, Once More ‘Round the Sun. Eso es algo que por primera vez me temo que les juega un poco en contra a la banda que si bien continúan sonando una bestialidad de principio a fin en este álbum, caen en la misma falencia que en su último álbum aún no era tan evidente, alivianando y desacomplejando un poco las estructuras de sus canciones. El caso que más resuena es “Show Yourself” que no podría decir siquiera que califica como una canción de metal, pero no es eso lo que le resta puntos, sino que no suena a un tema de Mastodon con todo el esfuerzo que eso implica, sino más a algo de la factoría de Queens of the Stone Age quienes en algo habrán influido ya que coincidieron con ellos en el estudio mientras también estaban grabando para su nuevo álbum que más vale se apuren lanzarlo en la brevedad posible. Por suerte esa pérdida de identidad solo es evidente en esa canción. ¿Ves esos álbumes que querías que te gusten más, los escuchás una y otra vez para ver si de por ahí no van creciendo en vos, pero no hay caso? Bueno, este es el mío. De verdad las expectativas están siempre elevadísimas desde que los conocí con The Hunter, sus discos anteriores eran aún más superiores
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e inmensos con esas historias mitológicas y de literatura que se complementaban con su thrash y sludge metal sanguinario, algunos hasta le pondrían el mote de math-metal por los cambios de tempo. Eran lo más parecido a algo como Pantera en relación actitud/música con lo que me podía llegar a encontrar hoy día: la bienvenida te las daban a las patadas. Ahora desde la limpia producción y las melodías más predecibles, como que siento que perdieron el elemento que los hacía únicos, ni mi canción preferida del álbum, “Sultan’s Curse” puedo decir que me llena al 100% como si lo hacían un “Curl of the Burl” o “Blood and Thunder”, trompadas en la caripela sin previo aviso y con un patrón de sonido que no podía ser otro más que el de la banda de Troy Sanders (que malgastó su energía hace unos meses con otros amigos en Gone Is Gone). Hay pasajes instrumentales muy bien trabajados acá, están “Ancient Kingdom” y “Steambreather” allí como trofeos ejemplificando este punto. La cuestión es que en la suma del todo, noto que se pudieron haber agregado más cosas para lograr algo memorable y no solo canciones standard de Mastodon, esto podría haber sido un buen primer o segundo disco de banda prometedora, pero ya conocimos todo el potencial que tienen desde hace 6 discos y sé que podían abrir un nuevo agujero negro si se predisponían a hacerlo, de hecho casi lo logran en la demencial “Andromeda” o en el tormentoso final con “Jaguar God”. Pero la cuestión es que acá siguen rompiendo trastes, eso no lo vamos a negar, pero se nota que también quieren sonar más amigables y eso es algo que todavía no me cuadra, no hay necesidad.
7/10. #80 Vagabon / Infinite Worlds 2017 Cambiar de ambiente le cambia a cualquiera. Resulta muy curioso ese fenómeno social, para alguien que hizo todo el colegio en un solo instituto y tuvo casi siempre los mismos compañeros durante todos esos años, ver que esa etapa se termina diluyendo y donde cada uno tomará
su propio rumbo según sus gustos o necesidades. Del último grupo de apróximadamente 25 personas con quienes compartí tres años de bachillerato técnico en administración, sé que menos de un cuarto de ellos continuó por esa senda profesional (no me incluyo) y de mi círculo más cerrado de amigos de aquel entonces, no puedo decir que sigo hablando con ellos frecuentemente, a pesar de que la tecnología nos facilita todos los medios para no perder la comunicación. La falta de contacto y cómo nuestros pensamientos fueron cambiando después de 8 años, nos distanció y colocó a cada uno en su propio mundo. No hubo peleas, ni discusiones de ningún tipo con nadie, la vida misma nos puso en esta situación en la que si me encuentro a uno de ellos, se va a dar un saludo protocolar y una conversación predeterminada que no pasa del “¿qué se hizo de vos?”. A Laetitia Tamko, su destino la puso en la siguiente posición: nació y se crió en Yaoundé, Camerún, ya tenía una vida allí, concluye la etapa escolar, y a su mamá le sale la posibilidad de estudiar leyes al otro lado del mundo, en New York; inmigra a Harlem a los 13 años y tendrá que empezar todo de cero, se pone a estudiar ingeniería para poner contenta a la familia, aunque sabe que su verdadera vocación va por otro lado… con su seudónimo de Vagabon empieza a hacer canciones para expresar lo que tiene adentro una mujer negra con la cabeza rapada y una actitud monumental para bancarse el bullying por ser la pequeña pez llamativa de la pecera en la que se encuentra, ese panorama es el que relata con desgarro en “The Embers”, canción que abre su álbum debut con delicadeza pero mucha fuerza, una balada con momentos de explosión guitarrera. En menos de media hora, Tamko pasa por diferentes estadios sónicos sin conformarse con alguno en particular, prueba varias cosas y todas les salen bien, está “Mal á L’aise” por ejemplo que son cinco minutos intrumentales hechos con samples y muchos filtros vocales, dejándonos con algo que pasa entre la música de ambiente y el dream pop. Sería “Disconformidad” en francés, la traducción de este tema que busca la meditación y vendría a ser la pieza que parte el álbum por la mitad, después tenemos un tema como “Minneapolis” que exhibe el gusto de la autora por el punk rock, encontrando su afinidad en otras artistas como Hop Along, Speedy Ortiz y Frankie Cosmos, es más, ya compartió escenario con estas dos últimas. Una de las canciones que formaron parte de su primer EP se llamaba “Vermont II” que acá vino renombrado como “Fear & Force”, en la nueva versión de esta balada R&B se la nota mucho más
seguro de sí misma a Laetitia y el tremendo cierre con percusiones expansivas y un riff distorsionado le da ese toque especial a un tema que podría haber zafado como uno más del montón sin ese detalle. Es que este álbum se lleva el visto bueno por eso justamente, por esos mínimos detalles a canciones que nos suenan muy familiares. Hasta se puede oler el moho y la desolación de la habitación descripta en “Cold Apartment”, una de las gemas más preciosas de esta pequeña obra pero de gran corazón, blindada con autenticidad.
7/10. #81 Nelly Furtado / The Ride 2017 Hablemos de reinvenciones. Nelly Furtado recién había cumplido 20 y emergía como una chica hogareña, sin extravagancias ni coreografías para competir contra las princesitas pop inamovibles del 2000, sus canciones superpoderosas que hasta ahora me causan una linda sensación al escucharlas de tanto en tanto, tenían una fabulosa producción que hoy en día sinceramente ya no escucho en el pop, temas como “I’m Like a Bird” o “Turrn Off the Lights” superaron con creces el parámetro de atemporalidad. Seis años después, se rebela y adopta una postura más sexy lanzando el mejor álbum de su carrera, Loose producido por alguien que se encargó de moldear el sonido pop de los 2000, el gran Timbaland puso los beats más pegadizos que se podían escuchar por aquel entonces y ella puso las caderas y la personalidad que me enamoraron a primera escucha (y vista), sin ninguna vergüenza digo que “Promiscuous” fue mi canción favorita por mucho tiempo, fui varias veces a “cyber cafés” para dejarle mi voto en Los 10 + Pedidos de MTV. Sabés que te estás volviendo viejo cuando tenés recuerdos de MTV pasando música. Pasó más de una década de su obra más celebrada, muchos se preguntarán qué se hizo de ella en todo
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este tiempo. El resumen es que lanzó otros dos álbumes más que no repercutieron comercialmente, y para una artista pop eso es todo... excepto para ella. Uno de esos discos fue un álbum de canciones de amor en español, colaborando con Julieta Venegas, entre otros; el álbum que vino después fue el fracaso más grande de su carrera, les juro que antes de escribir esto, ni tenía idea de la existencia de ese disco, leyendo un poco sobre el mismo, me entero que tuvo una paupérrima promoción, escuchando los singles que sacó del mismo también comprendo su estrepitosa caída, se dejó llevar por la tendencia del momento y la producción solo la dejaba como una M.I.A. wannabe, definitivamente la música que hizo en este último periodo no iba con lo que quería proyectar, no está destinada a ser una popstar que deslumbre con parafernalia en el medio tiempo del Super Bowl. Ella mismo lo dijo en una entrevista que dio hace: “El problema cuando se combina arte y comercio es que la expansión artística nunca se nivela con la expansión comercial”. Salió al paso alguien que le salió redondito el negocio del cambio de imagen, su amiga Annie Clark mejor conocida como St. Vincent le aconsejó a Nelly, contactar con el productor John Congleton que le ha producido casi todos sus álbumes, para que se encargue de dar forma a este proyecto más maduro y personal de la cantante portugués-canadiense. La primera evidencia que tuve de este cambio fue ver que su nuevo vídeo “Pipe Dreams” está alojado en el canal de Youtube de Pitchfork, era seguro que al entrar al vídeo me iba a encontrar con una mujer cambiada y así fue, empezando por la calidad del video en VHS y su nuevo look con recorte pixie, lo primero que escucho es su inconfundible voz que arranca a fuego lento con un sintetizador programado que luego desemboca a una instrumentación cargada de soul mientras ella se repite como un mantra “If I can’t really know you, I’d rather walk on”, algo que podríamos interpretar como un sello de autenticidad de su parte. Digo que estamos ante su álbum más personal al tener como track inicial a “Cold Hard Truth” que habla sin muchas vueltas de una ruptura de relaciones con su pareja, pero antes de sacar los trapos sucios se presenta y hace un chequeo de realidad del tiempo que estuvo desconectada del show business (“It’s been a long time coming, coming, coming”), ese aire new wave modernizado que la rodea en este tema en particular tiene mucho de la recién nombrada St. Vincent de Strange Mercy cuando aún no había sido poseída por David Byrne. Es una Nelly que estuvo pasando mucho tiempo en Tumblr estudiando lo que le gustan a las minitahs,
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cosa cuanto menos singular que una mamá que está por cumplir 40 haga su mejor interpretación vocal de Sky Ferreira en un tema como “Flatline” porque en serio si me hubieran puesto para adivinar este tema, nunca se me hubiese ocurrido que era algo de Nelly Furtado. Meterse a un campo en el que no estás acostumbrada te puede costar un poco de esa legitimidad que pregonás en tus letras, en ese ámbito “Sticks and Stones” es uno de los peores errores que pudo haber cometido al sonar tan pero tan genérica y blanda, me temo compararla con cantantes actuales que a mi parecer no aportaron mucho a la escena del pop comercial como Tove Lo o Halsey. A pesar de todo, este rebranding indie pop le sienta bien a Nelly para captar algún que otro fan de la nueva generación, aunque no haya hecho nada transgresor en el mismo. Personalmente creo que no hay un solo momento del álbum en el que ella haya intentado imprimir su sello personal aparte de su gran registro vocal que no luce mucho por acá. Al final del día solo me queda por resaltar la buena labor de Congleton en la producción otorgando a las canciones un carácter que va entre lo futurista y minimalista, haciendo que este viaje sea agradable mientras dure, para luego poner algo que si nos mueva un pelo.
6/10.
#82 The Chainsmokers / Memories... Do Not Open 2017 Paso.
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#83 Jamiroquai / Automaton 2017 Esta es una de esas bandas a las que se les respeta y se las tiene ahí bien arriba porque contagiaron de alguna u otra forma a las nuevas generaciones que hoy no paramos de elogiar, artistas de la talla de Pharrell y Anderson Paak., entre tantos otros le deben mucho a Jay Kay por traer de vuelta la bola disco con la implementación de funk y acid-jazz a las esferas comerciales, alcanzando el punto G del pop sin sonar forzado, para ello cuenta con toda una banda detrás que hace como 30 años vienen haciendo música para gente que viaja en primera clase, pero es para bailarlo con todo el mundo. Nadie se puede negar a un tema de Jamiroquai. Reconozco que no esperaba mucho de este álbum, haber escuchado sus adelantos solo me bajó un poco más las expectativas, no porque me parecían malos, es más, ahora los considero temazos, es solo que en el fondo sabía que no estaban haciendo nada nuevo, me parecía que este nuevo material iba a descansar en los laureles del reconocimiento ya alcanzado, algo clásico de los artistas que ya llevan su tiempo en el ruedo sacando discos de medio pelo que si nos ponemos a analizar solo son excusas para salir de gira más que un verdadero compromiso por mantener el patrimonio cultural que representan. Pero al escuchar el resto del álbum me percato que acá hay algo diferente, me caigo de cuenta que Jamiroquai está envejeciendo con gracia y sin dejar de ponerle un segundo de onda a todo lo que hacen. Cuando se hacen las cosas con amor se nota y acá hay mucho de eso plasmado en el frenesí del track inicial, “Shake It On” que tiene todo lo que nos atrae de esta banda. Si bien hay un aumento de presencia digital, lo analógico y el factor humano siguen predominando en este infeccioso groove nü disco que ellos mismos inauguraron y dominaron a través de los años. Eso es fundamental para entender porqué este álbum “de regreso” tiene más pros que contras, se celebra que hayan agarrado su viejo sonido y le hayan dado una vuelta contemporánea, pero seamos honestos, no son todas estas fusiones y complementos lo que hacen de este un muy buen álbum, sino que tiene indiscutidas grandes canciones. Cualquier grupo del mundo podrá tener la misma producción y los mismos instrumentos que se usaron para hacer este disco, pero solo Jamiroquai le saca este jugo tan provechoso.
Las referencias están a la vista de todos, la canción “Automaton” es la que da la bienvenida a Jamiroquai en esta nueva era tecnológica, sacando inspiración de grupos como Friendly Fires o Cut Copy para adherir el mejor uso de sintetizadores futuristas en la memoria reciente, pero como les decía, la piel entrando en contacto con las cuerdas y botones son la clave acá, escuchen “Superfresh” donde tenemos un ritmo funky imparable que nos remite a CHIC, Jay Kay aclara que las baterías fueron hechas a computadora y luego las embellecieron con percusiones en vivo. El único tema que de buenas a primeras no suena a algo que haya hecho la banda antes es “Nights Out in the Jungle” que sería como un auto-remix hecho a mano, improvisando con capas vocales y efectos de estudio que no solo les salió fascinante y entretenido, sino que podrían considerar seriamente hacer más este tipo de tracks no tan convencionales. Tampoco para agrandar demasiado la cosa diciendo que estamos ante otro The Return of the Space Cowboy, pero no hay casi nada que pueda defraudar en este álbum excepto por algunas canciones un tanto simplonas comparadas a las demás (“Something About You” y “We Can Do It”). La magia sigue intacta, dejándonos además un mensaje clarísimo a través del objeto más simbólico de la banda: el sombrero de Jay Kay que esta vez viene con movimientos robóticos y luces LED. Ojalá muchas bandas “consagradas” puedan seguir este ejemplo, si hay algo que ya les salió de taquito y reventó en todo el mundo, lo que venga después tendría que conservar eso con agregados que suman a una evolución saludable. El conservadurismo musical (?) a veces salva reputaciones, que te lo digan desde el infierno Lemmy y los Ramones. pd.: aparte de todo lo expuesto, no se puede negar la combustión en los pantalones de Jay Kay que a sus 47 años sigue metiendo pasos de baile seductivos a través de genialidades como “Cloud 9” y “Summer Girl”, esta última entra en competencia a ser la “Cosmic Girl” del siglo XXI.
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#84 Future Islands / The Far Field 2017 Hay que saber interpretar la vida para agarrar cada una de las oportunidades que se presentan. El trajín diario, las personas que vamos conociendo y las infinitas situaciones que afrontamos nos terminan enseñando a no desaprovechar ni una sola chance porque puede que sea la única y última. Los treintañeros de Future Islands entendieron eso a la fuerza, trabajando sin parar, sin recibir la ovación ni el público que se merecían aquellos himnos electro-pop bien distribuidos en cuatro dulces álbumes. Hasta que les llegó el ticket dorado tras casi una década de ser un conjunto que toca en bares y pequeños recintos, fueron convocados por la producción del talk show de David Letterman para promocionar su álbum Singles, la canción que interpretaron fue “Seasons (Waiting On You)”, una de las mejores canciones pop de los últimos tiempos. La perfomance de su cantante Samuel T. Herring en aquella noche quedó para la historia, en su momento fue una carnada para los trolls, nos parecía un hombre de edad haciendo un baile totalmente desubicado a la melodiosa música que hacía su banda, era alguien que imploraba por un poco de atención bajo todos los medios que tenía a su alcance, golpeándose el pecho y haciendo exabruptos cambios en su tono de voz, mandándose un par de gritos más acordes a una banda de screamo más que a una de synth-pop. Para los que indagamos un poco más sobre estos señores, nos enteramos que este grupo era mucho más que un excéntrico vocalista y sus pasitos, la música de Future Islands nos trae de vuelta esa nostalgia del new wave británico hacia un firmamento triunfal donde a las derrotas amorosas se las afronta con optimismo. Si “Ran” no te parece una canción que le puede jugar un mano a mano de intensidad a “Seasons” es solo porque aún no lo escuchaste lo suficiente, Herring sufre en carne propia la caída en picada de un intenso enamoramiento que tuvo durante las grabaciones de este nuevo trabajo, teniendo plena convicción de sus palabras, nos transmite su decepción
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en categóricos versos como “What’s a song without you, when every song I write is about you?”, mientras que el resto de la banda toca con todo el fervor posible para salvar a este Titanic del hundimiento melodramático que ya empezó con la canción anterior, “Time On Her Side”, otra de las canciones más destellantes del álbum a nivel instrumental y en la que Sam solo pide que ella lo recuerde tanto como el para que su conciencia descanse en paz. Este es el primer álbum que graban con la presión de que millones de personas los escucharán, lo cual se lo toman con soda porque están bastante confiados de lo que vinieron haciendo desde siempre, es por ello que tomaron la decisión creativa de retomar el sonido de sus primeros discos, esos que casi nadie escuchó porque aún no los conocíamos. Según ellos en Singles sonaron demasiado pulidos y desde el fondo querían traer de vuelta ese sentimiento de cuando no sabían bien lo que estaban haciendo. Uno de los conductores de esa máquina del tiempo fue John Congleton, el productor indie del momento que les dio la idea de incluir a ni más ni menos que Debbie Harry, la cantante de Blondie para el brillante dueto, “Shadows”, el cual surreal por la química entre Sam y Debbie sabiendo que ni siquiera llegaron a verse en persona, solo se enviaron unos mails y listo. Samuel sostiene en la palma de su mano todo el hype que lo inflaron por parte de la prensa y los fans, igualándolo con Morrissey, Henry Rollins y David Byrne, entre tantos otros íconos; el man es el alma de esta banda que de por sí suena excelente y mucho más viva que cualquier banda indie pop que andan surgiendo al 2x3, pero sin su camaleónica voz no hubiesen llegado muy lejos, entregando todo de sí en las buenas (“Aladdin”) y en las malas (“Through the Roses”, una canción que habla del suicidio, misma temática que abordaron en “Light House” de su último disco). A pesar de que a la mitad del álbum se tropiezan con la piedra de hacer un par de temas que suenan bastante similares, este disco lo logra en todo sentido, brindando piel de gallina a través de la fantasia generada por unas entremecedoras puntadas de bajo, un sintetizador caído del cielo y un maestro de ceremonias multifacético, aportando la personalidad que el indie pop pocas veces tuvo.
8/10.
#85 Father John Misty / Pure Comedy 2017 Josh Tillman es como el Luke Skywalker que enviamos a la industria musical para hacerle daño desde adentro, bajo su personaje de Father John Misty mantiene una compostura seria y elegante para despotricar aspectos de la vida en ángulos donde la ridiculez choca contra la realidad. En su último álbum, el aclamado I Love You, Honeybear bajó a tierra la imagen fantasiosa del amor, contrarrestándola con comentarios sobre la sociedad, no es alguien que se concentró en matar al cupido sino en desnudarlo y mostrarlo tal cual es. Por lo que era de esperarse de este hombre que llegó a ser el baterista de Fleet Foxes, no se guarde nada en su nuevo álbum con respecto al nuevo orden mundial que azota a su país y repercute en el resto del mundo, entre tantos otros temas latentes, realizó el álbum más ambicioso y crítico de su carrera cual Bukowski o Camus se tratara si agarraran una guitarra y tuvieran una producción de musical de Broadway para exponer sus más retorcidas ideas sobre la humanidad. La obra maestra “Pure Comedy” que arranca el álbum del mismo título, encapsula el absurdo de las religiones y explaya en detalles certeros sus argumentos, sin perder el tono apasionado en la voz, se le van sumando más vientos y cuerdas a esta oda cuya moraleja ambigua dolerá a algunos y llenará de esperanza a otros: “I hate to say it, but each other’s all we got”. También tiene estrofas enteras para dedicar al uso estúpido que les damos a la tecnología avanzada que disponemos en “Total Entertainment Forever” donde Josh nos esculpe con sus palabras, una imagen bien detallada del instinto animal que llevamos dentro: Taylor Swift en una porno a través de unos lentes de realidad virtual. El título de la canción plantea una filosofía de vida que suena tan distópica, pero resultase que estamos viviendo esa realidad en la que estamos siendo entretenidos todo el tiempo para curarnos de nuestros males como sociedad, por supuesto que esa es una solución a corto plazo que tendrá consecuencias devastadoras pero no importa. Las canciones de Pure Comedy llevan un concepto intrínseco que va siendo explorado en sus 80 minutos y pico, aunque por momentos sucumbe al
desorden y algunas de las canciones de su segunda mitad no cuentan con el mismo nivel de detalle que el principio en donde se destaca por su onda e ingenio como en la canción “Ballad of Dying Man”, una tragicomedia narcisista en la que un hombre que siente pena por el mundo que está dejando sin su importante crítica en las redes sociales. Solo un poeta maldito para los tiempos que corren se puede mandar un verso tan genial que diga “Eventually the dying man takes his final breath, but first checks his news feed to see what he’s ‘bout to miss”. Este no es el álbum con las típicas canciones de contenido crítico social de etiqueta, tenemos a un artista dando una visión inusual de tópicos que vienen siendo puestos en tela de juicio a lo largo de la historia, como el calentamiento global por ejemplo en “Things It Would Have Been Helpful to Know Before the Revolution”, reflexionando sobre las cosas que nos trajeron hacia esta barbarie sin retorno que está derritiendo los casquetes polares y dejando como una última instancia que visionarios emprendedores se encarguen de desarrollar productos para que podamos sobrevivir. “When the God of Love Returns There’ll Be Hell To Pay” es un monólogo que tiene FJM con Dios, aprovechando su supuesta segunda venida para encararle de una y preguntarle si este no es el infierno, ironiza el hecho de que hayamos creado el apocalípsis en la Tierra sabiendo que nos hizo a su imagen y semejanza, y de paso le pide que para la próxima cree algo menos ambicioso que la especie humana. El ingenio de estas letras está a un nivel superlativo te guste o no la perspectiva del que las canta con determinación, complicando la tarea de distinguir entre su ironía y sinceridad. También ofrece liberación a través de “Birdie”, utilizando a un pajarito como referencia, es que no hay ser vivo más libre como aquel que pueda extender sus alas e ir a donde se le plazca sin estar enredado de todas las implicancias sociales. Se hace esperar pero finalmente en “Two Wildly Different Perspectives” toca el lado más sensible de la sociedad norteamericana, más dividida que nunca por culpa de su autoridad de pelo platinado que con cada acto que realiza parece desafiar a la convivencia pacífica, como si el mundo se tratara de un experimento social a gran escala, similar al realizado por Marina Abramovic quien se quedó quieta durante 6 horas y casi fue asesinada. Porque si hay algo
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terrible que llevan en común las personas que piensan distinto, es la violencia, y Josh como buen observador, grafica este comportamiento psicológico cantando con serenidad “One side says Kill ‘em all, the other says Line those killers up against the wall”. Si a alguien todavía le sobra un poco de fe en la humanidad... que invite. FJM sonríe a pesar de la bola de negatividad gigantesca que le toca satirizar en cada tema, a veces abusa a propósito de su propio recurso como en “Leaving in LA”, la monótona y súper personal balada de 13 minutos que gradualmente deja de hablar de Los Angeles para tornarse en un diario donde revela ciertos sucesos que marcaron su vida, como por ejemplo su paso por Fleet Foxes en donde tocaba por plata más que por gusto o un accidente que tuvo de chico y en donde tuvo la primera revelación de que todo esto que nos pasa es una sitcom hecha por Dios. A pesar de todo lo expuesto en este monumento musical sobre nuestra realidad, en la canción final “Twenty Years or So” a Tillman le cae la ficha de que todo va a estar bien y de que no hay de que temer, la comedia pura somos nosotros mismos y solo nos queda reírnos de nuestras desgracias.
8/10. #86 Goldfrapp / Silver Eye 2017 Hasta ahora me suelo decir que a veces escucho música que no se adecua a lo que tengo en mis bolsillos. Parecerá una ridiculez pero no, así como hay música inspirada en barrios marginales, también está el lado opuesto, la música que suena a un lujo que no pueden darse todos, tanto en sonido como en mensaje. Desde la primera vez que escuché “Ooh La La” me dio ese presentimiento este dúo electrónico londinense que con sus máquinas hacían pistas para boliches selectos en los que uno iba con invitación y en la entrada tenía que pronunciar una contraseña, cual Eyes Wide Shut.
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La música de Goldfrapp desde siempre se caracterizó por llevar pensamientos a lugares fríos y oscuros, ya sea por su cuota de electro-house de estírpe alemana (para no decir una vez más Kraftwerk, bue, ya lo volví a decir) que les dejó como uno de los nombres más respetados de la escena con discos como Black Cherry y Supernature, o por la frigidez recóndita de sus baladas que también ocupan una parte importante de su discografía, de hecho se centraron solo en ese aspecto en su álbum del 2014, Tales of Us, un álbum al que le fui indiferente porque para las lentas ya están las demás, en Goldfrapp busco algo más electrizante… y algo de eso encontré en Silver Eye. El primer single y track que abre el álbum es de buen augurio, “Anymore” tiene todas las credenciales para ingresar a la bolsa de grandes singles de la banda junto a “Strict Machine” y “Number 1”, gracias a esos sintetizadores que marcan el ritmo con la fuerza para atraer a todos a la pista mientras las luces de la disco van titilando flashes, esta provocación da lugar al siguiente tema “Systemagic” que se mueve hacia esos mismos rumbos bailables pero tirando más al misticismo y la naturaleza, elementos siempre latentes en la cabeza de Alice y Will. Ese es todo el movimiento “brusco” que tendremos en lo que resta del álbum, para “Tigerman” todo se vuelve más atmosférico y con frecuencias más bajas, a fin de cuentas la música electrónica de Goldfrapp es más contemplativa que otra cosa. Una de mis favoritas de este álbum, “Become the One” podría haber audicionado para formar parte de la obra maestra de The Knife, Shaking the Habitual con esa voz filtrada del más allá y sus fríos sintetizadores que serían los ingredientes perfectos para llevar a cabo una sesión espiritista del futuro, el poder de inmersión de estos sonidos es muy fuerte. La letra de esta canción está inspirada en una nena travesti que protagoniza el documental My Transgender Summer Camp, hay un sentido de aceptación personal en esta canción que retumba en todas sus paredes y lo convierte en un auténtico himno. Los productores John Congleton (está en todos los sintetizadores últimamente este, che) y The Haxan Cloak (trabajó con Björk y HEALTH) aportan nuevas ideas a este grupo que nunca antes dejaron que otros se metan en su proceso creativo, logrando con ello que su propuesta de ya casi 20 años de vigencia estrene una versión renovada de ellos mismos, aunque algunas de las canciones desbordan con su exceso de texturas sintéticas y pueden ocasionar un sueño irremediable por su falta de variables, como ocurre con “Faux Suede Drifter” y “Beast That Never Was”.
Algo que no les saca nadie son sus beats ultra cool que están como para ponerse de soundtrack durante un desfile de alta costura, quién te dice que no lo pensaron exclusivamente para ese tipo de acontecimientos.
7/10. #87 Karriem Riggins / Headnod Suite 2017 En el mundo del rap, los que se llevan todos los elogios generalmente son los MCs, los que dan la cara agarrando el micrófono y rapeando encima de un beat. Pocos son los que se preguntan quién estuvo a cargo de las producciones instrumentales que ensalzan los mejores álbumes de hip hop. Suelen ser personas de perfil bajo, nerds de discotecas siempre escuchando, aprendiendo, creando, mezclando y remixando sonidos antiguos con instrumentales hechos en casa, ajustando pormenores que solo los más obsesivos se percatarán. Todos conocemos e idolatramos a Paul McCartney, Kanye West, Erikah Badu y The Roots; pero, ¿quién le registra a Karriem Riggins? Un baterista de jazz y productor que a sus 42 años está sacando recién su segundo álbum en solitario, pero que se pasó la mayor parte de su carrera musical produciendo los sonidos más frescos del jazz para los recién citados y muchos otros artistas más. Su jugada fue inteligente de este aprendiz de su padre Emmanuel que tocó con luminarias como el guitarrista Grant Green, se pasó absorbiendo como esponja las ideas de las personas con las que le tocó trabajar durante todo este tiempo. Su primer LP, Alone Together del 2012 es una colección de sonidos breves pero sustanciosos que van del soul, funk, hip-hop y (obviamente) jazz, ejerciendo la quisquillosa labor de juntar y editar samples maravillosos con instrumentación en vivo. Lo que consiguió fue algo demasiado delicioso como para no volver a repetirlo, es así que cinco años después aparece de vuelta con Headnod Suite que contiene 29 nuevos tracks en su mayoría instrumentales que a diferencia del primer álbum que estaba siendo canalizado por una batería, acá
lo que nos guían son beats analógicos como “Yes Yes Y’all” que cuenta con la voz de Common pasada por loops y efectos de post-producción y le hace lo mismo a James Brown en “Invasion”, dejándolos como instrumentos más del montón en estas que no podríamos llamar canciones, sino más bien sketches que no necesitan de cantos para sentirse completas. Así como lo hizo J Dilla en su clásico Donuts, logró compilar numerosas ideas en un solo material y los puso sin ningún orden en particular para que la gente tome lo que guste y lleve. Nunca recomendaría escuchar un álbum en aleatorio porque sé que los músicos suelen romperse la cabeza para ordenarlas de modo a mantener cierta coherencia narrativa o corriente sonora, pero siento que este tipo de producciones como la de Riggins, uno puede escucharlo en shuffle y la experiencia no variaría, es como una caja llena de sorpresitas en las que te podría tocar joyas neo-jazz como “Bahia Dreamin’”, “Crystal Stairs”, calibrada con ruidos de 16-bits, o la suave “Other Side of the Track” con un drum break tan adictivo que podríamos escuchar durante 3 horas sin darnos cuenta que está en loop constante. De Detroit con amor llega este álbum que es una delicia para oídos que gusten del hip-hop de la vieja escuela, para hambrientos de sensaciones confortables, para los que tienen ganas de volar sin moverse de sus lugares, aquí tienen una selección de sonidos curados y amoldados con inteligencia que si fueran comida estoy convencido que serían bocaditos dulces.
8/10. #88 Timber Timbre / Sincerely, Future Pollution
2017 Cuando escuché los adelantos de este nuevo álbum, me di cuenta que esta no es la misma banda que me cautivó en el 2014 con Hot Dreams, mi álbum favorito de aquel año por unos cuantos kilómetros de emociones. No quería verter ni un juicio hasta escuchar el álbum completo pero lo que si estas
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nuevas canciones no me llenaban por completo, tanto “Grifting” como “Sewer Blues”. Luego se vino el álbum entero y no me seguía llegando, a la primera escucha si bien no es posible tener un criterio detallado de una obra completa, ya te da una vista panorámica de cómo luce y por lo menos te podés sentar y decir si te convenció o no. Mi respuesta de una fue un no, pero no voy a sentenciar tan rápido a una banda cuya discografía fue en constante ascenso, empezando por hacer vals oscuro, blues espectral en clave lo-fi que fue evolucionando a nivel de producción entre álbum y álbum, hasta que llegaron a Hot Dreams, el álbum que me gusta definir como la mejor banda sonora para una película que jamás existió. Este disco tan bien logrado tuvo un cuidado cinematográfico al nivel de las cintas de David Lynch, cada pieza suena estremecedora, en sus momentos más íntimos juega con tu mente y te conmueve con su fraudulenta seducción (“Hot Dreams”), en las escenas más grandiosas te eriza la piel por el despliegue orquestral (“Run from Me”) que te envuelve en su éxtasis como si estuviera siendo dirigido por el maestro Ennio Morriccone. Buscando alguna explicación a este cambio en su paleta de sonidos, me encuentro con el líder de la banda, Taylor Kirk dando la respuesta que necesitaba leer y que no es muy frecuente que salga de la boca de los artistas, dijo básicamente que con Hot Dreams llegó a su techo en cuanto a ese tipo de música, y que este nuevo trabajo se trata de un reinicio. Eso me puso a pensar lo fácil que juzgamos a la música sin pensar en el contexto de las cosas, la gran mayoría de nuestros favoritos hacen música para ellos mismos y nos es más fácil decir que lo que hacían antes era mejor, no nos ponemos a pensar la cantidad de dinero y horas de laburo que llevaron esas canciones que cada vez más rápido sentenciamos en nuestras redes sociales donde se pierde el sentido del análisis por la espontaneidad. Dicho esto y habiendo escuchado varias veces Sincerely, Future Pollution puedo decir dos cosas: 1. no hay caso, no es mejor que su álbum anterior, pero 2. hay pequeños trances de esta obra que me hacen volver a ella, acá encontraron algo que podríamos calificar como original y que me deja con ansias por escuchar lo que se venga después de esto. ¿Será tal vez esa segunda mitad de “Moment” donde se escuchan golpes secos de batería, mientras que en un segundo plano se oyen unos riffs escalofriantes sumados a un sintetizador con efectos espaciales? ¿Acaso podrá ser esa voz de Taylor que juega a los suspiros con ser Lou Reed o Nick Cave quedando tan bien con arreglos pastorales como los de “Velvet Gloves & Spit” y “Western Questions”?
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Lo que si no se oye nada original pero funciona bien luego de varias repasadas es “Grifting”, la reversión más creepy de una banda de synthpop ochentosa, dejándose llevar por un ritmo que tiene intenciones de hacernos bailar pero es consumido por su criptisismo. Los instrumentales “Skin Tone” y “Bleu Nuit” son los que sentan las bases de esta nueva etapa de Timber Timbre con capas góticas de teclados que siguen pintando para un soundtrack pero esta vez de una película noir, esa donde parece salir la tapa de este disco. Esta banda sigue sonando como pocos en su estilo, llevando el romanticismo a un ambiente extraño cubierto de sombras, por alguna razón “Floating Cathedral” podría ser una canción perfecta de amor con su delicada instrumentación pero en realidad roza la obsesión. Una hermosa obsesión.
8/10. #89 Arca / Arca 2017 Si no nos damos cuenta es porque simplemente no lo queremos ver. A muchos nos agarra una indiferencia inconsciente de lo que está ocurriendo en Venezuela, algo inconcebible ya que si nos ponemos a pensar, ahora mismo al momento de escribir esto, estamos a un paso de que en Paraguay ocurra lo mismo: una guerra civil a causa de la adicción al poder de unos pocos. Pensar que hay un mundo aparte siendo afectado por decisiones que toman otros a miles de kilómetros de distancia, zonas rurales que sacan a flote a todo un país aumentando su producto interno bruto gracias al trabajo incansable de sol a sol que llevan sus obreros. La tonada o joropo llanero es un tipo de música que se originó en esos puntos de producción de Venezuela como algo que dispersaba la mente mientras realizaban su labor los ordeñadores del campo. El cantautor más popular de dicho estilo fue Simón Díaz quien se enteró a mediados de la
década del 50’ que los hacendados iban a reemplazar a sus empleados por máquinas para acelerar los procesos de extracción de leche en aquel entonces. Apoyando a los trabajadores, Díaz empieza a incluir en su repertorio las tonadas, hecho que fue contagiando a otros exponentes de la música de los llanos venezolanos. En el primer disco de Simón se encuentra la composición más famosa de este estilo, “Caballo Viejo” que 53 años después de haber sido editada, un compatriota suyo le rinde homenaje de la forma más retorcida y enigmática posible. Arca es el alias en el que se esconde Alejandro Ghersi, un productor venezolano residente en Londres que a sus 26 años ya puede decir que trabajó con Kanye West, FKA twigs y Björk, inmiscuyéndose no solo en la arquitectura del sonido sino que además ayudó a escribir canciones de estos artistas, contribuyendo en transformar la añoranza en algo absolutamente entrañable. Su tercer álbum oficial aprisiona la melancolía en crujidos, estallidos y ecos que me está costando descifrar de qué constelación las sacó, porque esos ruidos no pertenecen a este planeta. Sus anteriores trabajos ya estaban repletos de estos patrones rítmicos que no pasaban de ser un compilado de sonidos en alta definición que te dejan inmerso entre el drama y su aura zen nunca antes escuchada. A todo ello le sumás letras en español cantadas con una pasión desaforada (según Alejandro, en muchas canciones terminaba llorando durante la grabación) y tenés su álbum homónimo: inclasificable, frágil y sincero. Mucho de lo que escuchamos acá se lo debemos a Björk quien animó a Ale a cantar, si te gusta la música de su amiga, algo de proporciones cosmológicas que no cabe en la convencionalidad de lo que conocemos como canción, acá tenés el que podría ser tu álbum del año. En “Anoche” le canta a un amante imaginario con una pureza escalofriante y en “Piel” hace una metáfora muy intensa sobre cómo cambian las personas, todas estas emociones están tapadas por una cobija taciturna de chirridos electrónicos que parecen trascender del más allá. La verdad es que hay mil formas de describir los sonidos que se pueden percibir en instrumentales como “Saunter” o “Castration”, pero se reduce a la belleza que se halla en lo extraño de estos experimentos y accidentes digitales ocasionados en el estudio. En “Reverie” es donde copypastea un fragmento de la obra de Simón Díaz para fortalecer las densas emociones que expresa, como si acarreara su amor con gran pesar, y ni hablar de un tema como “Desafío” que lleva el track hasta un abismo de
masoquismo morboso con una letra que ordena cual dominatrix “Ámame y átame y dególlame, búscame y penétrame y devórame”. Este álbum hace un pacto con la tristeza para desbloquear una nueva experiencia sensorial y eso es impagable.
9/10. #90 Joey Bada$$ / AllAmerikkkan Bada$$ 2017 No estoy para dármelas de clarividente, sociólogo o analista político por lo que pasó en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos, solo fui alguien que observaba a lo lejos la contienda, sin ver algo más fuera de la superficie o siquiera intentar entender a los que con orgullo flameaban la bandera de Make America Great Again. Así como yo, millones no pudimos de creer como alguien de la calaña de Trump se hizo presidente, todos vimos como los memes fueron haciéndose realidad y los chistes dejaron de tener gracia al notar (una vez más esta frase cliché) que la realidad superaba a la ficción. Después uno abandona el termo cerebral y ve lo que estaba ahí nomás, gran parte de la población con el poder de votar es gente estúpida, misógina, racista, violenta, ignorante, prejuiciosa y egoísta, gente que se sentía plenamente identificada con el multimillonario del peluquín, no son bots, ni gente pagada por el gobierno, de verdad hay muchísimas personas que piensan de esa manera en la tierra de las oportunidades. Imaginate todos los esfuerzos que se hicieron y se siguen haciendo a lo largo de la historia para lograr algo similar a una sociedad justa para todos, y que venga un nene mimado y caprichoso a destrurlo todo. Jo-Vaughn Virginie Scott en su faceta de Joey Bada$$ se sintió obligado a contar lo que está ocurriendo mediante su arte, nos comunica lo que se siente ser un negro en Estados Unidos ahora mismo, se autoconvocó como la voz de los que no tienen voz y la suya no es la
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de cualquiera y los que le vienen siguiendo desde sus incendiarios mixtapes lo saben, tiene un súper poder cuando agarra el micrófono como el que menciona en “For My People”, es un estudioso de lo que está rapeando y lo hace escupiendo fuego con cada rima acertada y los guiños culturales que va desparramando sin esfuerzo aparente en cada segundo. Solo pongamos de muestra el track inaugural, “Good Morning Amerikkka” para asimilar solo un poco de lo que es capaz, en esta intro de minuto y medio resume el contenido del álbum: las tres K del título obviamente hacen referencia al Ku Klux Klan; la ineptitud policial mencionando el caso de Geronimo Pratt, un activista de color a quien encarcelaron erróneamente por un asesinato que no cometió (“Tryna act like, she ain’t gonna do me like Pratt Geronimo, take a leap and lay flat”); difunde amor entre tanto odio, a la vez que brinda sus respetos a colegas a quienes admira como Mick Jenkins quien utiliza “el componente sanador” como un sinónimo de amor (“In search of the healin’ componen, said you would notice”) cierra con un sample de una película afrofuturista de Sun Ra donde se pronuncia un discurso que engloba el pasado, el presente y el futuro de las libertades civiles de los afroamericanos. Joey trae de vuelta el sonido clásico del hip-hop, el boom-bap neoyorkino de los 90s con un contenido atemporal que se mantiene en la fina raya de entretener y concientizar al mismo tiempo, mirá nada más como logra su cometido en “Temptation”, uno de los tracks más pegadizos del álbum que inicia y finaliza con un brutal testimonio en la corte de una nena de 9 años que llorando implora que se los trate por igual a las comunidades afroamericanas, este reclamo venía a consecuencia de unos “agentes de seguridad” que el año pasado acabaron con la vida de un hombre. Redobla su papel de profeta en la canción más crucial del disco, “Land of the Free” en el que Joey exige un cambio de pensamiento, haciendo volar por los cielos su capacidad de síntesis, empezando con un verso tan básico y directo como “Can’t change the world unless we change ourselves”, siente una responsabilidad muy grande por el mensaje que está entregando y por eso tiene un especial cuidado por cada palabra que canta en este manifiesto de ideas sobre un beat de sintetizadores indefensos, sin restar atención a lo que Bada$$ está contando. Es ese justamente el principal problema que le encuentro a este álbum, en B4.DA.$$ tenía samples y beats fantásticos que iban de la mano con la velocidad y el control total del rapeo de Joey, este disco es más calmado, nuboso, con secuelas soul y jazz que dejó
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To Pimp a Butterfly. En este disco, se me hace que por varios momentos el mensaje supera a la música en sí, “Rockaby Baby” tiene el ritmo listo para rankear fuerte en los charts, encima con el feat de ScHoolboy Q es un hit asegurado pero la verdad es que no es de las mejores canciones que hizo Joey en su corta pero fructífera carrera. No hay un banger como “No. 99” o “Escape 120”, probablemente eso tenga que ver con el concepto político que está desmenuzando Joey, aunque eso no debería ser excusa sabiendo lo que hacía N.W.A. o para qué ir muy lejos, Run The Jewels en su último álbum también lidia con estos temas y se las ingeniaron para traer sonidos únicos que complementaron la verba del dúo bicolor. No me malinterpreten, no hay un tema que pueda decir que sobre en este disco, es solo que Joey nos tiene acostumbrado a entregar el combo completo, y justo en el álbum más importante de su carrera ajustó al máximo sus habilidades como escritor de letras, convocó a productores talentosos para que se encarguen de los beats pero aún así no todos los tracks llegan a la altura como “Legendary” por ejemplo. Ovación de pie para la creación de Statik Selektah por la que rapean encima Joey y J. Cole sobre la espiritualidad e influencia que ejercen las voces en el rap a través del tiempo. Joey es una estrella prematura que solo le queda seguir ascendiendo y refinando lo suyo, envidio que apenas a sus 22 años se mande un álbum con este concepto tan poderoso pero necesario para estos días de furia. Tal vez le haya quedado un poco grande lo que realizó acá pero se entiende, no es un álbum de él solo, es de todos nosotros.
7/10. #91 Little Dragon / Season High 2017 Que nunca nos falte la música de lugares nórdicos. Me encanta como en países como Suecia siguen haciendo melodías como si no hubieran recibido un ápice de influencia de lo que se hace
en el Reino Unido o Estados Unidos, los mercados musicales que prácticamente marcan la agenda de lo que se escucha en el resto del mundo. Es más, ese país en particular se encarga de proveer hace décadas del mejor pop, ¿te suenan ABBA, Robyn y The Knife? Estos artistas en generaciones distintas trajeron la vanguardia musical y estética, amoldando lo que hoy hacen las popstars más convocantes. De aquel frío país también sale este grupito que no es casualidad la cantidad de colaboraciones de primer nivel que han tenido desde que Damon Albarn los convocó para un par de temas de Plastic Beach. Y digo “los” porque firman sus feats los firman con el nombre de la banda, pero en realidad todos están locos por su cantante, la descendiente japonesa Yukimi Nagano que tiene una voz exótica que hace trenzas de su elegancia e inocencia, este vital diferencial lo juntás con la indietrónica de sus compañeros que recorren los surcos del trip-hop, el dream-pop y el R&B, entre otros amigables estilos para las FMs, y obtenés a Little Dragon, una propuesta refrescante que en su quinto álbum de estudio vuelve a ponerle onda a su vida luego de Nabuma Rubberband, un álbum que bajó demasiadas revoluciones, casi cayendo al ambient, y si bien seguían sonando muy lindo, también aburrían de lo lindo.
acorde por su alto contenido azucarado y bolichero, metiendo ruiditos de videojuegos 8-bits que de una me recordaron al último álbum de Glass Animals. Hay espacio además para la cepa oriental de Yukimi en los sintetizadores de “Should I”, decime si al escuchar ese teclado no te hace imaginar que estás en medio de Tokio; también incluyeron samples de alguien hablando en japonés para “Push”, un tema cuyos beats están bañados en purpurina y es lo último emocionante del álbum, ya que el track final “Gravity” no me transmite mucho y considero innecesariamente largo, me pareció una oportunidad desaprovechada para una canción que tiene una letra que habla sobre aliens y galaxias. Sacando un par de excepciones, estamos ante el álbum más incitador al dance de Little Dragon, basta con eso para ser feliz.
7/10.
Pero acá volvió la alegría vieja, que el primer track tenga como nombre “Celebrate” es un buen indicador, encima con su ritmo retrofuturista y un sorpresivo solo de guitarra hacía el final como salido de una banda de glam metal, era todo lo que necesitaba escuchar para querer continuar con lo que venía después. La voz aérea de Yukimi domina la siguiente canción, “High”, un cautivante y apaciguado R&B de medio vuelo en donde Nagano llega a un registro vocal que me hace pensar que lo canta una morocha, pueden hacer la prueba en sus casas (?). Para el tercer track volvemos de vuelta a la joda y eso me hace concluir algo que se va repitiendo en el resto del álbum, los dos grandes contrastes que ofrece Little Dragon acá es llevarte a la farra o dejarte la mente como un lienzo en blanco como lo hacen en “Butterflies” y “Don’t Cry”, en este último las notas altas de Yukimi llegan a una considerable altura mientras canta sobre asuntos esotéricas, y cuando eso ocurre es una divinidad. Volviendo al tercer tema del tracklist, “Pop Life” es lo más bailable que sacaron como grupo, se dejaron llevar por el frenetismo electro-pop y salen ganando. Me atrevo a apostar que si llegan a elegir esta canción como single, les llevará al tan anhelado mainstream que siguen buscando a su manera con “Sweet” de título más que
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Kendrick Lamar / DAMN. 2017
Kendrick no sabe lo que es hacer las cosas a medias, hasta ahora no recuerdo nada menor a excelente que haya salido de sus discos (no digo toda su música en general porque eso sería incluir algunos feats que anduvo realizando de los que no podemos rescatar nada más que los versos de Lamar). En good kid, m.A.A.d city trajó de vuelta el gangsta rap solo para reinventarlo y conquistarlo con una historia de violencia y drogas desde el corazón de su querido Compton; con To Pimp a Butterfly homenajea al jazz-rap, el soul y el funk con la participación de algunos de sus artífices y deja sentada una fuerte postura hacía el empoderamiento afroamericano, a primera escucha sabía que estaba ante un clásico instantáneo al que volvería por siempre. Poco más de cinco años tardó en afianzarse como el rapero más talentoso de nuestra generación, para la polémica y las ventas tenemos a otros, pero cuando se trata de lo que verdaderamente importa y termina trascendiendo, no hay otro como este ícono que en DAMN. prueba que aún le queda mucha pólvora y exorbitante creatividad para realizar otra obra de arte perfecta. Como un álbum que ponés solo para escuchar desde la superficie, funciona por los ricos sonidos que tiene cada track, la producción se hizo al servicio del entretenimiento de todos y el gozo de los más puristas; como un álbum que ponés para analizar detenidamente qué significa cada enunciado,
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funciona por estar englobado en un concepto armónico que va brotando secretos y verdades sin cesar, Kendrick se coloca la corona como el mejor guionista de su propio cuento con giros narrativos, personajes y subtramas que van desde relatos personales hasta ideas universales como los que representan los títulos de cada canción del álbum. Ya desde los primeros segundos de “BLOOD.” se presentan las dos fuerzas principales que harán su aparición en múltiples metáforas durante todo el álbum, la maldad y la debilidad que toman forma corpórea en este breve relato donde Kendrick intenta ayudar a una mujer ciega tirada en la vereda que nos deja atónitos a todos, metiéndonos de lleno en el contexto con el disparo de una pistola. La transición al siguiente tema incluye el extracto de una bochornosa malinterpretación por parte de unos periodistas de FOX News, uno de ellos atinando a decir que la cultura del rap ha hecho más daño que el racismo en los últimos años, los segundos que se oyen estas declaraciones son suficientes como para enervar la sangre y llenar la barrita de energía
#92 para desatar el infierno con “DNA.”, un tema que trata sobre los principios y ciertos códigos que tiene Kendrick impregnados en su personalidad y que fue desarrollando a través de su vivencia en pandillas, todo esto encima de unos beats monstruosos e incitador de revueltas y se pone aún mejor en su segunda mitad con unos golpes de bajo mega saturados y un sample desesperante de Rick James repitiendo “gimme some ganja!”, a la par que Kung Fu Kenny (su marcante en este disco) va rapeando cada vez más enfurecido. Que Lamar sea un hombre de fe en la religión ya no debería ser sorpresa para los que escucharon sus anteriores materiales, acá más que nunca abraza su espiritualidad y cita versículos de la Biblia para reforzar sus proclamaciones en los tracks más melosos del álbum como “YAH.” y “PRIDE.”, este último contando con un estribillo memorable sobre unas rajeadas de guitarra jangle pop que no hacen más que sacarnos lágrimas de felicidad. En “ELEMENT.” se jacta de ser el mejor del juego en la actualidad, entre tanta verborragia egomaniaca escupida en este track producido por James Blake, dice que ocupa los cinco puestos del Top 5 de mejores raperos y no le queda nada más que fingir su propia muerte e ir a vivir a Cuba, haciendo alusión a un mito urbano sobre 2pac, uno de sus raperos favoritos de toda la vida. Nos deja en trance una canción como “FEEL.” con su base trip-hopera que está al tono de la desolación de Kendrick que en un momento dado cambia su rango vocal en modo agresivo cuando la intensidad de su discurso va subiendo. Hay de todo y para todos en DAMN., trajo a Rihanna para hacer un dueto juntos por primera vez en “LOYALTY.”, por supuesto que es la canción más dulce y pop del álbum que se deleita en la química de los dos que hablan de la lealtad en las relaciones. Lo tacaño que es Kendrick con las colaboraciones acá no es más que una estrategia para que se luzcan todos como ocurre con Bono en “XXX”, sin duda el track más temido en la previa por la nula correlación entre U2 y el hip-hop, pero sale ileso durante su fugaz presencia en esta canción donde Kendrick no deja de ser el centro de atención para tocar la llaga de EE.UU. y su divisiva ley sobre portación de armas, de paso tocándole la oreja a Trump mientras se escucha una sirena intermitente de fondo, acomplejando la estructura de la canción en un acto de 3 partes. Es una rareza extrañamente adictiva.
Kendrick no deja un cabo suelto y no olvida que su propósito principal aparte de crear conciencia sobre asuntos urgentes de la sociedad, es la de entretener, es un animador nato y ahí es donde entra “HUMBLE.”, el contundente banger ensamblado por Mike Will Made It que redime el supuesto ego que exudaba K-Dot en “ELEMENT.”, su coro un slogan dirigido a toda la competencia, aplicando un bragadoccio de salón, una filosofía de vida con tanto poder de convicción como el de “Alright” para satisfacer a quien busca contenido de calidad en su rap o al que simplemente quiera pasarlo bien. Arremete contra uno de los pecados capitales tan frecuentes en el mundillo del rap con “LUST.”, dando una visión muy diferente a la que tenemos acostumbrada del rapero promedio hablando de joyas y autos deportivos. Punto aparte para los créditos completos de este track que solo evidencian el demencial trabajo de producción que tuvo, desde samples del grupo neo-jazz BADBADNOTGOOD al músico de indie rock británico Rat Boy y una ayuda titánica en las cuerdas proveídas por el genio de Kamasi Washington, y parte de la letra cantada por Kaytranada. Todo el lujo fue a parar a ese dream team. Eso que ni hable aún del exquisito viaje de 7 minutos y pico en “FEAR.”, la canción que más recuerda a la instrumentación en vivo de TPAB, también guarda relación a “Swimming Pools (Drank)” hablando del mood que transmite, y cómo saltear “DUCKWORTH.”, tema que lleva el segundo apellido de Kendrick y cuya letra está basada en una anécdota real que implica a su papá y al hombre que le abrió las puertas a Kendrick en su sello discográfico, es un relato increíble que si aún no le prestaron la atención suficiente o no la escucharon, no voy a decir nada más porque sería caer en el spoiler inmenso de una película asombrosa por donde se la escuche. Siguiendo con la analogía de cine, por el final cíclico que tiene el álbum a lo Memento, da como para analizarlo minuciosamente o mejor aplaudir de pie cuando van pasando los créditos, por lo que acabamos de escuchar, y por coincidir en la misma época del que quizás sea el mejor rapper de la historia.
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#93 Wire / Silver/ Lead 2017 No todos los músicos tienen las mismas pretensiones con respecto al arte que realizan. La cima, el éxito y la fama no fueron nunca las prioridades de los miembros de Wire quienes gustan definirse a sí mismos como “la banda más famosa de la que nunca escuchaste”. Yo mismo en este lugar los cité en un par de ocasionespero, ¿quiénes realmente escucharon algo de ellos? Nacieron casi al mismo tiempo que bandas mucho más conocidas como Sex Pistols, Ramones y The Clash, curtiendo una nueva forma de hacer punk con una trilogía de discos infravalorada en términos comerciales que años más tarde encontrará su lugar en los corazones de las fuerzas creativas más influyentes del post-punk, el hardcore punk y el indie rock en general; Minor Threat, The Cure, Blur y Franz Ferdinand son solo un puñado de grupos que fueron tocados por la disrupción de lo habitual, planteado por estas leyendas londinenses de perfil bajo. Para conmemorar el aniversario número 40 de la primera vez que tocaron juntos, este grupo que conserva aún a 3 de sus 4 miembros fundadores no tiene intención alguna de apelar a la nostalgia, uno de los motivos principales por los que se quedaron con los pocos fans que tenían, odian tocar sus primeros álbumes (Pink Flag, Chairs Missing y 154) en vivo, tanto así que en una gira tenían de teloneros a una banda tributo a ellos mismos que tocaban todo el material viejo, mientras que ellos se enfocaban a lo nuevo en donde negaban su pasado punk desenfrenado por su amor a los sintetizadores, reformándose como una banda new wave más del montón que sacó en todo este tiempo una decena más de discos con varias canciones rescatables en cada una, pero nada que los vaya a sacar del pozo denominado “irrelevancia histórica” en el que se estancaron con estas grabaciones. Me temo que este nuevo álbum también caerá abruptamente en dicho cráter por no tener nada, pero ni una pizca de lo que hizo a esta una banda de culto en primer lugar. No sé si durante todos estos años aún no se han dado cuenta de eso o Colin Newman, Graham Lewis y Robert Grey sencillamente están cómodos en esta posición de hacer rock alternativo en este pobre revival post-punk como el que abre el álbum, “Playing Harp for the Fishes” y que se
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replica con ligeras variables en los demás tracks, hay un muy buen laburo de guitarras que tratan de crear atmósferas sónicas que en pleno 2017 vienen en el starter pack de cualquier banda shoegaze. Tampoco les estoy pidiendo que inventen un portal musical con nuevas notas en el pentagrama, pero al menos traigan algo que no se pierda en el mar de miles de banditas de garage que suenan todas igual, no hay forma que pueda adivinar que estos temas pertenecen a Wire si no le echo una mirada al reproductor. No hay emoción alguna en la lineal voz de Colin que además está grabada de forma demasiado pulcra y sobreproducida, le hubiesen dado un toque diferente algo de lo-fi en ese aspecto, pero igual la diferencia no iba a ser mucha, ya que cuando está animados como en “Short Elevated Period” o “Forever & a Day”, solo llegan a sonar regulares, el reverb de sus guitarras terminan siendo lo más interesante y lo que salvan las papas en todos los temas, en especial en los bellos arreglos de “Sleep on the Wing” y “Sonic Lens”. Me hacen recordar a los últimos discos de Dinosaur Jr. y Descendents que estuvieron decentes pero solo son mantenidos por lo que alguna vez fueron estos grupos, no hay un verdadero interés de superación. Wire con sus guitarras sucias y afiladas, tenían canciones que desafiaban la paciencia de la audiencia punker con sus estructuras impredecibles, aún así tan pegadizas y quilomberas, fueron una banda que consolidó su propio sonido ya con su primer álbum, algo totalmente insólito y admirable que a muchas les cuesta varios discos y otras ni lo logran, no entiendo cómo llegan a un acuerdo para hacer estas canciones ordinarias.
5/10. #94 Talaboman / The Night Land 2017 Creo que no hay otra etiqueta musical con nombre más presumido que el IDM que serían las siglas de Intelligent Dance Music que fue creado como una propuesta alternativa a los ritmos bailables creados con instrumentos digitales. Casi dos décadas después de esta cultura originada en el Reino Unido, está dejando de ser algo under y festivales como el Sónar son la evidencia clara de que este manjar de sonidos
experimentales va ganando su espacio en los oídos finos. De la ciudad origen de dicho festival sale John Talabot, un entusiasta de los ritmos oscuros del house que se juntó con el sueco Axel Boman que en su pila de sonidos favoritos está una deliciosa carga de instrumentales soul distendidos. Ambos son relativamente nuevos con un álbum cada una bajo el brazo, se admiran mutuamente, y el resto no se diga más, juntaron sus apellidos para hacer lo que más les sale bien, compilar sonidos en una presentación coherente que ni nos imaginamos, logrando sacar melodías del flujo del subconciente, música serena para soñar despiertos queriendo encender la esperanza y empujar la imaginación. Parece que me estoy divagando cosas intangibles para tratar de explicar lo que hacen, pero al escucharles, se comprender mejor para donde viene la mano en este LP que el mismo dúo recomienda escuchar con los ojos cerrados y la mente abierta. Tenés al principio un tema como “Midnattsol”, un vocablo noruego que significa sol de medianoche, el fenómeno natural que se puede observar desde el país de Boman que consiste en que el Sol se encuentra visible las 24 horas del día; el track sería como una hipnosis colectiva hecha por una tribu ancestral que fue proveída con equipos de alta tecnología para maximizar el ritmo de su ritual hacía el dios del Sol, casi podés sentirte parte de esa ceremonia de iluminación con percusiones y vientos que van confabulando por todos los canales de audio en los que fueron grabados. Tampoco todo es muy abstracto en este campo de tejidos electrónicos, hay tracks que se hicieron con el crudo propósito de bailar poseídos bajo una fuerte influencia de deep house como los casi 11 minutos de lisergia en “Samsa” donde los sintetizadores toman la posta generando un mantra al que se le van sumando otros sonidos que solo incrementan las emociones a algo que parecía tan frío en esencia como la música generada por máquinas. En otra órbita tenemos tracks como “Brutal Chugga-Chugga” que te lleva adonde vos quieras ir a una velocidad muy lenta, de manera a que puedas observar detalladamente el reflejo del paisaje mental, sensaciones aprendidas de la escuela misma de Four Tet y Caribou, artistas que para mi gusto, son más magos que DJs.
Si hay algo que podría descontar puntos a esta obra es lo predecible y por algunos tramos innecesariamente alargada sin agregar demasiado a los tracks, como por ejemplo en “The Ghost Hood” que sería el otro tema bailable del álbum con sus campanadas y sintes expandiéndose naturalmente, pero que podría haberse reducido a la mitad de su duración. Este álbum se me hace que podría desafiar la paciencia de cualquier persona, toma su tiempo en escarvar sus capas sonoras para finalmente hallar su divinidad en la introspección oscura que transmite.
7/10. #95 Los Punsetes / ¡Viva! 2017 Siempre hubo tiempos terribles, no importa cuando estés leyendo esto, si nos ponemos a pensar siempre hay una crisis de algún tipo que nos termina afectando en mayor o menor medida. La paz te diría que es solo una ilusión momentánea que nos hacemos para no aceptar lo que sucede a nuestro alrededor, hace añares que se canta por la paz, careteadas como las que imaginaba Lennon están lindas para citar como máximas en las pizarras de las escuelas, pero una vez que vas conociendo lo que de verdad está pasando en el mundo, te das cuenta que son solo delirios y que los humanos no vamos a llegar a eso jamás, y voy a usar un término que les encanta a los conservadores: es antinatural. Así que lo que nos queda por hacer tal vez sea intentar por nuestra parte hacer lo que creemos que está bien, para que por lo menos en nuestro pequeño entorno exista algo de armonía, o caso contrario te aferrás bien a la resignación y lo que te sobra es aunque sea ponerle un poco de humor a la situación como es el caso de Los Punsetes, banda pop punk madrileña que entre sus canciones más afamadas se encuentran ironías puras y duras a la sociedad, basta con leer algunos de sus títulos para darte cuenta que lo suyo causa una polaridad
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interesante en la comunidad musical española, siendo de esas bandas que odiás si te tomás por aludido o amás si entendés bien sus intenciones pasivo-agresivas. Uno de sus nuevos himnos extraídos de su quinto álbum se llama “Tu Puto Grupo” y fomenta el odio sano a los grupos que no bancamos, tratado con una letra bien generalizada como para no saber de quién están hablando, pero a la vez ingeniosamente específica para referirse a los grupos que surgen del amiguismo con una estrofa que sentencia “Un desafío a la coherencia y a lo ético, respaldado por estupendos músicos”. Por supuesto que no están exentos de las injusticias sociales, el track que da nombre al álbum es la gota amarga que colma este vaso cargado de sátira y la música más pop que hicieron hasta la fecha, prueba de ello es que con este disco llegaron por primera vez a la emisora hitera de Los 40 en su país. Para llegar al cetro del mainstream contaron con la ayuda de Pablo Díaz-Reixa en la producción, mejor conocido como El Guincho, su compatriota que en su obra juntó ritmos tropicales con el indie pop más experimental (escuchen Pop Negro, su obra cumbre) pero como director de sonidos que poco o nada tienen que ver con su música, hace un excelente papel aportando al grupo de nuevas ideas para salir de lo cuadrado que muchas veces suena el punk, de allí salen las pequeñas distorsiones que irrumpen en “Miedo” o el crescendo que finaliza el álbum con “Estrella Distante” que romantiza con el fin del mundo, para ello se compenetran en un apartado instrumental que los lleva a mutarse en una banda shoegaze por unos cuantos minutos de pura pasión. De pasada hacen guños a su exquisito gusto por el cine, titulando canciones como “Alphaville” en referencia al clásico de Jean Luc Godard, y “Mabuse” en relación a Doctor Mabuse, película de colección dirigida por Fritz Lang en 1922. Ojalá ese mismo gusto se traslade en mayor medida a la música que realizan que según ellos mismos, van siempre por el mismo camino ya que es lo que les sale, aunque en esa sencillez radica el atractivo de Los Punsetes que en este material potencian con un sonido más directo y que no va a fallar a la hora de ser presentado a las masas.
7/10.
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#96 The Black Angels / Death Song
2017 Es curiosa la relación que existe entre el desierto y las drogas alucinógenas que inspiraron géneros enteros como el psych-rock y el stoner rock, del apareamiento de dichos estilos nace The Black Angels en el seno de Austin, Texas, lugar que acogió a The 13th Floor Elevators, pioneros de dichos sonidos ácidos que los Angels mantienen más que vigentes hace más de una década; aunque resulta aún más curioso que su nombre es en homenaje a una canción de The Velvet Underground y con el título que le dieron a este álbum, cierran un círculo (“The Black Angel’s Death Song”) marcado por la electricidad de sus guitarras y un espeso campo de humo. Esta banda continúa impulsando los límites de hasta donde pueden llegar a transportarnos algunos riffs pesados a velocidad glacial con unos estruendosos solos y explosiones de batería, aunque en este álbum no encontremos nada muy demoledor que no hayamos escuchado antes, es admirable que sus canciones nunca dejan de pegar, a pesar de su corteza de sonidos oscuros, The Black Angels hace muy buenos intentos para popizar su sonido sin perder una pizca del groove o la personalidad mística que imponen en cada nota, no hay que tener un conocimiento muy vasto para disfrutar lo que hacen. A pesar de que en la alarmante “Currency” tienen una letra que talla contra el consumismo, no podría decir que la música de estos muchachos se preocupa mucho por la situación actual del mundo, el rock psicodélico por definición es música escapista de la realidad y en este mundo en el que se basa Death Song, las cosas están menos jodidas aunque un poco difusas y por momentos no entendés bien lo que está sucediendo, solo sentís que todo se derrumba con las relampagueantes distorsiones del heavy blues casi sludge de temas como “I’d Kill For Her”. Mis momentos favoritos de este disco radican en los detalles que son los que al final del día te hacen recordar una canción, por ejemplo en “I Dreamt” que sería una canción oscura de amor cuyo elemento característico que se te queda perforada en la memoria es su riff de sintetizador chirriante
que reluce por su omnipresencia, o qué tal la pisada de acelerador a lo Black Rebel Motorcycle Club en el camino de “Medicine”, con la diferencia de que acá tenés a varios fantasmas que te persiguen en la carretera con sus coros espectrales. La voz de Alex Maas trae la carga de drama que también juega un papel crucial en la música de este grupo que de tanto en tanto se manda canciones cocinadas a fuego lento como “Half Believing” que se van construyendo con desesperanza y una oleada de fuzz, también en ese mismo costado sentimental tenés un desgarrador tema como “Life Song” que sería un tributo directo a sus raíces en lo que se refiere a la estructura de la canción, con guiños a Quicksilver Messenger Service, simple pero con propiedades curativas para quienes puedan apreciarla, un santificado cierre para un viaje que va mejorando con cada ida y vuelta.
7/10.
#97 Charly Bliss / Guppy 2017 La originalidad es algo tan subjetivo en la música. En el sentido más estricto, ya no hay nada original hace varios años, y aquí inserto el argumento preferido de los que juran haber nacido en la época musical equivocada: la mejor música ya fue inventada en décadas pasadas, ahora solo nos quedaron sus replicas con distintas envolturas. Tienen su punto y no estoy como para hacerles cambiar de opinión, más que recordarles que los artistas que ellos tanto adoran tampoco salieron de la nada y también fueron influenciados por ancestros, que ese proceso evolutivo de la música continúa sucediendo y no es que la música de hoy sea “peor”, solo que ya tienen instalado el preconcepto de la música “insuperable” y parece que no hay nada que pueda venir después que les venga a calzar. En pocas palabras, el problema no es la música, son ustedes.
Que no quieras reconocer la vitalidad que te pueda ofrecer la música de Charly Bliss porque no hacen más que seguir paso a paso un tutorial de cómo hacer canciones post-grunge noventosas con una onda garage pop tirando a Weezer (si, es un libro bien específico), es tu problema; pero cómo sea, bandas con el sonido que propone este grupo neoyorkino en su debut hay cientas de miles, pero las que puedan imprimir en su material la esencia misma del poderío adolescente, canciones que de verdad te hagan sentir vivo no lo hace cualquiera, y acá sale a borbotones ese elixir de juventud eterna emanado por Eva Hendricks y compañía. Vale señalar el origen de esta banda que explica todo lo que necesitamos saber sobre el espíritu explosivo que transmite con singular elocuencia: todo empezó cuando Eva y el guitarrista, Spencer Fox tenían 15 y se conocieron en un show del grupo indie rock, Tokyo Police Club, decidieron armar una banda con algunas canciones que Eva había escrito y tenía vergüenza de mostrárselas al mundo, para armar el resto del equipo, Eva se valió de su hermano baterista, Sam Hendricks, y Spencer había conocido a un bajista en un campamento de verano, Dan Shure quien por esas vueltas que da la vida, había sido el novio de Eva en el colegio… así es, está en la misma banda que su ex. Todos ellos están profundamente arraigados en la vida del otro. Hay que ubicarse en el contexto de estas canciones para sentirse identificado, ponerse en la piel de alguien que todavía sigue superando la pubertad y no tiene miedo de divertirse, estar confundido (“There’s always something new to buy, I cry all the time, I think that it’s cool”) y cometer cagadas en el trayecto, si no les convence el primer tema del álbum, “Percolator”, les insto a ir a otra cosa, porque no van a encontrar más que eso enfilado por una guitarra, un bajo y una batería con un objetivo fijado en cada una de estas 10 canciones: divertirse sin dejar de lado la angustia, la ansiedad, las broncas familiares y el dilema interno que llevamos dentro. No reniegan su lado más pop en canciones como “Glitter” que tiene el contraste más fabuloso que tiene esta banda, al tener un tema tan pegadizo que inicialmente estaba planeado ser una canción de ruptura pero terminó siendo un himno al odio propio que nos carcome por la forma en que nos comportamos como imbéciles en nuestras relaciones, ¿alguien pidió un himno actualizado sobre el amor en pleno 2017? Pues ahí lo tienen. Me gusta el hecho de que cada uno de estos tracks puede ser un potencial single (de hecho mientras escribo esto
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ya lanzaron 4 singles) por su gran appeal hacía un sonido que se puede digerir sin masticar y sigue sonando bien ruidoso como L7 o Sleater-Kinney. Tenés además canciones como “Ruby” que sería como una carta de agradecimiento de Eva a su terapista que le ayudó a superar sus miedos, “Scare U” que no escatima en celos en esta vibrante demostración power pop en tiempos millenials de trastornos autoadjudicados, y en “Gatorade” nada de las entusiastas melodías que se oyen son lo que parecen, ya que hay una sensación depresiva que se esconde entrelíneas, para ser música adolescente, tiene letras más bien pensadas de las que creemos. Los ganchos guitarreros condensados en esta exaltación DIY suman a una banda más a tener en cuenta a la hora de querer ser feliz con tan poco.
8/10. #98 Pharmakon / Contact 2017 ¿Ves así cuando algo no es nomás para vos? Bueno, exactamente eso es este álbum para mí. Ya me tocó escuchar en estos meses, música que no es la más amigable del mundo, artistas que para los estándares convencionales son anomalías incomprensivas por la mayoría, pese a ello, se le puede encontrar musicalidad a los géneros repulsivos por excelencia... pero tengo mis límites, y no es que me esté cerrando a ciertas expresiones artísticas, no voy a dar más vueltas, es solo que no las entiendo, no les hallo la justificación, me es difícil conectar con cierto tipo de música que ni sé si llamar música a las cosas que salen del drone metal o del power electronics, por ejemplo, estilos caracterizados por su carencia de ritmos. Sé que para sentir (ojo, ni siquiera digo “disfrutar”) mejor la música que hace Margaret Chardiet en Pharmakon, hay que estar en un estado anímico de trance, quizás mezclado con una rabia incontenible. Hay que ser bien boludo para no darse cuenta de que la mina está dejando el alma en su arte, en cada aullido y gemido exasperante que se puede
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oir desde el primer track, “Nakedness of Need” que son 6 minutos donde literalmente escuchamos a una chica siendo torturada, mientras hay una percusión lenta y expansiva que se va repitiendo como si se acercara un gigante de 50 metros para aplastar un ciudad, pero hay más, lo que de verdad me da escalofríos es el sintetizador chillón de alta frecuencia que da la impresión que va rostizando a Chardiet. No hay remate, no hay placer. Este es el tercer disco de Margaret como Pharmakon y según su declaración con respecto a este álbum, por supuesto que dice cosas que no logro percibir en absoluto. Como por ejemplo que en sus anteriores trabajos se centró más en brindar una experiencia física con su música y en Contact lo que quiere lograr es trascender y lograr contactar con alguna fuerza externa, dice además que decidió estructurar las composiciones de este álbum en las cuatro etapas del trance: preparación, inicio, clímax y resolución. Este tipo de verso ya me lo comí antes de una banda de black metal llamada Liturgy, cuyo líder afirma haber inventado el “metal trascendental” con su grupo, de hecho tiene toda una filosofía que sustenta a su arte, solo que el si tiene un mayor sentido rítmico y es una de las cosas más retorcidas pero geniales que pude haber escuchado dentro de los estilos más extremos que me tocan escuchar. No podría decir lo mismo de lo que hace Pharmakon que ya supera ampliamente los niveles de atonalidad que me recetó el médico (?), un experimento que no cala en mi ser por sus reiteraciones que no me llevan a ningún lado, son sonidos teatrales sumamente intensos que servirían para graficar la escena más macabra que pueda llegar a cruzarte por la cabeza. “No Natural Order”, la canción que finaliza este suplicio me hace imaginar a un decepticon en un túnel oscuro violando a una mujer endemoniada que grita hasta que se le van desgarrando sus cuerdas vocales, nadie la escucha y mucho menos ayuda. Necesito encontrar a alguien que le encuentra la belleza a esta obra y que por favor me explique lo que le encuentra de satisfactorio, yo por de pronto me voy a poner a escuchar el pop más gay y colorido que exista, aunque sé muy bien que la impresión que me dejó Pharmakon no se me va a quitar tan fácil.
3/10.
#99 Sacred Paws / Strike a Match 2017 Música como la que hacen estas dos mujeres se hicieron para días en los que uno solo quiere pasar un buen rato, sin complicaciones, tu cerebro estuvo acumulando toneladas de stress por motivos varios y solo te pide una salida, algo para estar en armonía, no muy elaborado pero tampoco quiere que le trates de estúpido. Le proponés entonces el famoso “pop para divertirse” pero con un toque de afrobeat y dance-punk hecho por mujeres que tienen la cabeza con 1001 ideas para sacarte una sonrisa mediante sus melodías encantadoras. En este álbum debut del dúo conformado por Rachel Aggs en guitarra y Eilidh Rodgers en batería, impresiona por la pureza de la felicidad que transmiten en cada nota, de alguna forma pudieron ingresar a una burbuja y dejar toda la mierda del mundo afuera de estas grabaciones que son un resplandor de luz que todos necesitamos de vez en cuando, por nuestra salud mental. La bienvenida que nos dan con “Nothing” es más que cálida con esas punteadas de Rachel marcadas por la pegada delicada de Eilidh que dan aire para que vayan sumándose trompetas a esta fiesta de muchos colores, como un aire a tUnE-yArDs pero apto para todo tipo de público, más directo, simple y sin bizarradas de por medio.
el resultado de este lindo híbrido está compendiado en tracks como “Everyday” que no da más de adictivo con ese ritmo jangle pop revuelto entre palmas y una letra genérica de amor que la dejamos pasar por alto por su alto componente festivo. Aúllan coros post-punk en “Ride” que se torna bailable al segundo con sus contagiosos riffs y la cadencia de la percusión, nada es una coincidencia, la onda acá pasó por agarrar las partes que más pegaron de B-52’s y The Raincoats, las adaptaron al indie pop actual, aparentando hacerlo sin esfuerzo alguno, pero a mi no me joden, para hacer canciones así de placenteras y sencillas habrán descartado una pila de canciones y quedarse con nada más que 10 que si me voy a poner a sobreanalizar, diría que todas suenan muy similares unas de otras en cómo van desarrollándose, cada una promediando los 3 minutos sin mucha sorpresa o algún crescendo que dé un poco más de distinción a estas composiciones poco pretenciosas. Pero, ¿saben qué? Estoy 100% de acuerdo que no le hayan agregado nada más, la vibra que transfieren al oyente en “Strike a Match”, tema que da nombre al material, no necesita nada más para ser el soundtrack ideal de un atardecer en el que nada puede salir mal.
7/10.
Para ser un hobby que hicieron para sacarse el gusto, estas dos amigas se tomaron esta joda bien en serio.
Empezando por el hecho de que les separan 6 horas de viaje, una vive en Londres y la otra en Glasgow, ya llegaron a tocar juntas en otra banda anteriormente pero ellas tenían una química aparte y continuaron tocando juntas. Lo grabaron en los estudios de Mogwai y masterizaron en Abbey Road,
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Gorillaz / Humanz 2017 Quiero que Damon Albarn sea mi mejor amigo, quisiera poder alardear mi vínculo con una de las personas más creativas de la música contemporánea, uno de los protagonistas de la rivalidad más interesante que tuvo el Reino Unido jamás, en resumen: es el creador de la banda que todos queremos, Gorillaz.
Albarn se saca el gusto de hacer un proyecto inclinado al hip hop, pero inventa toda una banda virtual para satisfacer ese y más caprichos musicales, sacándose de paso la presión de tener que estar dando la cara. Un puto genio que hace las de titiritero de su titánico proyecto por quinta vez, y como ya nos tiene acostumbrado, se supera a sí mismo en múltiples aspectos. Inspirado en un futuro que luego se volvió realidad, la consigna que tuvo Damon para este nuevo material consistía en hacer un álbum re loco imaginándose que Trump haya sido electo presidente, este álbum se grabó meses antes que eso ocurra y queda más como una anécdota más que nada porque en el álbum no hay nada que haga referencia al señor ese, no es ni de cerca un álbum que quiera sentar algún mensaje político, pese a que la primera canción que escuchamos
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de Humanz fue “Hallelujah Money” que no fue ninguna coincidencia que lo hayan lanzado el día anterior a la asunción del hombre del peluquín platinado, es una balada interpretada por el cantante británico Benjamin Clementine que cuenta de backup un coro gospel y un sintetizador a medio andar, como primer avance me dejó algo decepcionado porque no sonaba a algo que relacionaba directamente con Gorillaz, ni en su mensaje crítico, ni en su sonido… aunque en el contexto del álbum ponele que me gustó un poco más. Aparte del talento indiscutido de Albarn y la proyección que tiene para 2-D, Murdoc, Russel y Noodle (se asoció a una compañía tecnológica para promocionar este disco, sacando una app exclusiva de la banda y lo más llamativo de todo, la primera entrevista en vivo de estos muñecos), complementa con una juntada insuperable de súper estrellas que sacan lo mejor de sí en sus pequeñas pero significantes colaboraciones. El rapero californiano Vince Staples es el primero en derrochar genialidad con sus fraseos que atropellan a 100 kilómetros por hora tratando sobre la desigualdad entre razas, el track es un hit nato para saltar como un resorte y no podía haber sido un mejor inicio.
#100 Una de las tantas cosas que me gusta de Gorillaz es que no hacen distinción de géneros musicales para hacer sus canciones, son como versiones extraterrestres de cosas que siempre venimos escuchando, prácticamente podría poner de ejemplo cualquiera de sus temas, pero me atengo a las canciones que siguen. “Strobelite” tiene una vibra medio funky espacial que podría decir que se parece a algo que hizo Jamiroquai antes, pero no, no se parece en nada, esto suena a Gorillaz en cada milímetro de su extensión, pongan al cantante que pongan; hacen lo mismo con el dancehall en “Saturn Barz”, es más, acá le hacen cantar a Popcaan, exponente terrícola de dicho estilo, pero esto no suena a nada que haya hecho antes, es un viaje oscuro hacía el infinito; ¿y cómo se supone que puedo describir a “Momentz”? los cambios de ritmo de esta canción no sé de dónde salieron pero por algún motivo funcionan tan bien transmitiendo una enrarecida felicidad, esta canción marca la tercera alianza entre estos dibujitos con los maravillosos De La Soul quienes previamente unieron fuerzas para el temón de temones, “Feel Good Inc” y “Superfast Jellyfish”. Los colores más vivos están distribuidos con inteligencia en la primera parte de este álbum de 20 tracks (26 si incluímos los bonus tracks de la edición deluxe) que prosigue con las actuaciones estelares de Kelela y Danny Brown en “Submission” que es de esos dúos impensados que solo en la cabeza de Albarn tienen sentido hasta que finalmente suceden y no nos queda de otra que agradecer por tener esa visión única. Esos agradecimientos se transforman en alabanzas con “Charger” al tener a una de las inventoras del art pop, Grace Jones que inyecta el soul a uno de los tracks más retorcidos y cool del álbum, gracias en parte al espiral caleidoscópico en el que nos van sumergiendo los sintetizadores que van apareciendo en estos 3 minutos y pico de abducción extraterrestre que tiene su continuación en la electro freak, “Andromeda” craneado como un baile espacial luminoso con la participación opacada de D.R.A.M. a quien podían haberle sacado más provecho.
La lenta “Busted and Blue” nos tiene a un 2-D con una crisis existencial en tiempos de Internet e inaugura la segunda mitad del álbum que canjea la fiesta por la reflexión, aunque todavía tiene cabida para algunos momentos divertidos como “Let Me Out” que aunque no lo quieran admitir, es una neo-cumbia ingeniosamente compuesta con Pusha T y la leyenda del gospel, Mavis Staples; pero en líneas generales esta parte de Humanzsufre un leve déficit de calidad y los elementos pegajosos van desapareciendo, esta notoria diferencia se escucha en el cierre con “We Got the Power” en el que ocurre el milagro de unir a Noel Gallagher con Damon en un mismo track, y aunque me hubiese gustado que la canción sea algo más trascendental, me fascina que Jehnny Beth de Savages tome las riendas acá. Nos queda un álbum divertido que carece de una cohesión narrativa como si la tenía su anterior Plastic Beach, por ejemplo, tenemos acá varios temas del año sin fecha de vencimiento como sus primeros dos discos, funcionan individualmente pero no como una obra completa, pero la realidad es que hasta en sus momentos más bajos, Humanz sigue siendo más que disfrutable.
8/10.
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#101 Tuxedo / Tuxedo II 2017 Es una lástima que estemos en pleno 2017, mencione a Mayer Mahwthorne y casi nadie sepa quién es por estos lares. Hace como 8 años con su álbum debut, A Strange Arrangement que volvió a poner en el mapa de la música estadounidense al sonido Motown del cual se desprendió Michael Jackson como su carita más conocida, desde allí que el man no paró de hacer discos con el más profundo respeto a sus raíces bailables. Tuvieron que venir varios años después, figuras masivas como Bruno Mars y Daft Punk para que el funk ochentoso vuelva a atestar las emisoras y farras alrededor del mundo. Solo Mayer, su dupla Jake One en Tuxedo y sus allegados sabían que ellos habían llegado primero a este revival, pero tuvieron que esperar otro buen rato para salir de modo a que el público no piense que se están queriendo aprovechar de la situación, subiéndose al tren del hype generado por “Get Lucky” y derivados. Los años pasaron y la fiebre retro aún no se ha calmado ni un poquito para nuestra suerte, por lo que un proyecto como Tuxedo nunca va a caer mal, eso lo sabe muy bien Jake One, productor de hip hop con un currículum rico en celebridades que van desde Drake a 50 Cent, pasando por The Weeknd, Kendrick Lamar a MF DOOM; nada de la música que hizo anteriormente tiene mucho que ver con lo que hace en este grupo, ni siquiera la vestimenta (pero por supuesto que usan solamente smokings cuando tocan en vivo), pero fue su principal ideólogo al ser el primero en mandar un mixtape lleno de boogie hecho por el mismo a Mayer, este cantó encima de uno de los tracks y así arrancó este bromance cuya secuela es mejor que la original. No hay mucha vuelta que darle, Tuxedo II es un álbum desvergonzadamente bailable de principio a fin, la temática es hacernos creer durante poco más de media hora que estamos en los 80s en una pista de baile con pisos hechos de luces que van cambiando de color, y todo está absolutamente bien mientras bailamos la coreo de “Fux with the Tux” y se nos suma un Snoop Dogg mucho más animado que de costumbre tirando unos cuantos versos hacía la mitad. El track que le sigue se pone aún mejor, estoy segurísimo que “2nd Time Around” es un tema que podría poner en la Goldie
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Oldie (una fiesta retro que hago con un amigo mío) y nadie se daría cuenta que fue lanzado hace apenas unas semanas, y claro que nadie dejaría de bailar si lo engancho junto a Chic o Kool and the Gang. Muchos podrán criticar que hacer revivals es solo un paso a hacer covers, pero les reto a todos los que dicen eso a intentar componer algo de lo que hacen estos dos. Ya lo habrán dicho un millón de veces, pero las canciones más difíciles de hacer son las que gustan a todos (a no confundir con canciones “comerciales”) y creo que temas como “Take a Picture” las puedo meter en esa bolsa, ¿qué tan amargo/a tenés que ser para no aguantar algo así o al menos reconocer que está buenísimo? Se apropiaron del P-funk (ese que hacían George Clinton y compañía) con esos bajos groovy, los vientos y sintetizadores que transmiten alegría en su máximo esplendor, complementando con unos coros que están para ser coreados por todos, fijate “Back In Town” o seguí con chasquidos de los dedos al ritmo de “Special” y te transportás directamente a un mundo mejor. A diferencia de otros artistas que también se tomaron un atajo hacía el pasado como Chromeo o Breakbot que tienen su sustento en la música dance, lo que hacen en Tuxedo es algo que ellos mismos llaman “elegant funk” y suena mucho más orgánico, sin ganas de mirar hacía el futuro porque Mayer y Jake son conscientes que a este tipo de música no le hace falta nuevos agregados para cautivar nuevas audiencias.
8/10. #102 Cashmere Cat / 9 2017 ¿Qué lo que sigue siendo mainstream y under en tiempos de streaming? Antes podíamos decir que si llegabas a la radio o vendías cierta cantidad de discos te consagrabas, pero hoy sabemos que las emisoras se volvieron irrelevantes para los jóvenes y están en peligro de extinción los que siguen comprando discos. La línea se está difuminando
tanto de géneros como de popularidad, y las reglas cambiaron considerablemente, cada vez emergen a rauda velocidad las nuevas estrellas pop que se hacen famosas por razones tan millenials como que una canción suya fue incluida en el meme de la semana o que una Kardashian haya hecho un snap bailando tu tema. Estamos viviendo un magnífico momento en el que la maqueta que hiciste boludeando en tu compu está más cerca que nunca de tener un feat con The Weeknd, que te lo diga Magnus August Høiberg, un muchacho noruego que le bastó que una sola persona (el productor con el que vive actualmente, Benny Blanco) haya escuchado sus maniáticos tracks para que su vida cambie por completo. El álbum debut de Høiberg bajo su apodo de Cashmere Cat es la obra que mejor explica con canciones lo que menciono en el párrafo anterior, este pelilargo que hasta hace poco se negaba a mostrar la cara, sale a la luz y hace colisionar dos mundos que están cada vez más cerca de lo que creíamos. Los artistas “de entre casa” que tiraban sus mezclas raras a SoundCloud, hoy son los productores del futuro que ya estamos viviendo, y este es uno de ellos quien ya pasó varias horas en el estudio con Kanye West y Charli XCX, entre tantos. En palabras del propio Høiberg: «El pop no es interesante si no tiene una parte donde vos estás como “¿qué carajos fue ese sonido?”», acá tenemos el resultado de un X con buenas ideas que no tiene nada qué perder y tiene a su disposición a los artistas “clase A” del momento para materializar una nueva forma de hacer pop. Esta es la introducción ideal para alguien que desea abrirse de los límites que imponen las canciones que abarrotan el Top40, sin alejarse mucho de ese molde. Magnus se vale de Kehlani para hacer como una suerte de prueba de sonido para lo que vendrá después, tenemos su voz pasada por Prismizer, un software que le hizo conocer el cantante de Francis and the Lights (quien también aparece más adelante) y es básicamente algo que consigue el efecto vocal que tiene Bon Iver en la mayoría de sus temas, mientras que van pasando todo tipo de sonidos orquestales e intergalácticos sin un orden en particular, esta serie de ruidos son infectados en la siguiente canción, “Europa Pools” que nos va incitando a un deforme baile a través de sus poco ortodoxos sonidos en la línea de Porter Robinson o Ryan Hemsworth, otros artistas que comparten similar trayectoria que Cashmere. La mejor parte de todo el álbum se encuentra dentro de “9 (After Coachella)” que está inspirado en un enamoramiento que tuvo Høiberg en el festival que se realiza cada año en Indio, California, cantado
por la danesa MØ, esta canción que de buenas a primeras parece una inocente canción pop de amor, pero que llegando a su primer minuto se convierte en una monstruosidad con bass drop caóticos, percusiones metálicas y glitches cortesía del productor escocés, SOPHIE quien entre tantos archivos de sonido que licua en este tema, dicen que uno de los golpes de batería utilizados acá corresponde a la mutación del ladrido de un perrito. Luego llegan The Weeknd y Francis and the Lights con sus falsettos autotuneados en “Wild Love”, una balada salida de la Matrix con sintetizadores que se asemejan a disparos de jueguitos 8-bit. En el tema final con Jhené Aiko, “Plz Don’t Go” es otro de esos hits convencionales que fueron llevados al universo de Cashmere Cat en donde todo suena lo más raro posible con una variedad de ruidos plásticos irreconocibles que por más extraños que parezcan, no dejan la fiesta a un lado. Sin embargo, no todo suena de otro planeta en 9, para eso están Ariana Grande, Selena Gomez y la ex Fifth Harmony, Camila Cabello para traer algo de esa edulcorada fórmula que nunca falla, los samples y beats que se escuchan en sus respectivas canciones te sonarán bastante familiares y para eso Magnus también fue clarísimo y declaró que “las cosas raras no son tan emocionantes si no están contrastadas por algo realmente pop”. Así es, juega a dos puntas y como primer intento es algo bastante llevadero, aunque solo en un par de temas noto como esta dialéctica del mainstream con el under se complementan a la perfección, todavía siento que su mejor laburo está por llegar.
7/10. #103 BNQT / Volume 1 2017 Entonces tenía este amigo que tenía una banda de indie folk con la que venía girando hace más de 15 años y al menos por acá nadie ni los registra, Eric Pulido de Midlake… ¿sabés quién es? No importa, yo tampoco. Bueno, lo que si que este sujeto es amigo de otros agradables sujetos y les fue encarando de a uno para
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hacer un “súpergrupo” entre todos, le contó a Jason Lytle de Grandaddy y se prendió de una, lo mismo con Fran Healy, el cantante de Travis, de igual manera lo hizo con el vocalista de Band of Horses, Ben Bridwell, y también con Alex Kapranos de Franz Ferdinand quien ya tiene un poco de experiencia con esta clase de proyectos, en el 2015 había fusionado su grupo con los veteranos Sparks y digamos que eso salió más o menos bien, lindito pero hasta ahí, no me vengan con un segundo disco que no creo que nadie les haya pedido. Digamos las cosas con la crudeza que corresponde: el verdadero interesado en BNQT (se pronuncia “Banquet”) es Eric, el menos conocido de todos ellos, el mismo dice que está cansado de la rutina que tiene con su banda de “escribir-grabar-salir de gira-repetir”, ponele que está hablando en serio, le damos la presunción de inocencia, aunque para mi es solo un eufemismo de que quiere surgir a costilla de sus colegas un poco más famosos. El tipo echó estudio y backing band (los demás miembros de Midlake), lo único que tenían que hacer los demás es componer 2 canciones cada uno y el se encargaba del resto. Fran y Jason cayeron hasta el estudio, mientras que Ben y Alex mandaron por mail sus partes, y así sin mucha parafernalia nació este humilde experimento que reúne a líderes del indie rock que siguen laburando en lo suyo, pero que ya no desatan las mismas emociones que hace una década. El álbum más que buscar el sonido de cada una de las bandas de las que forman parte, hacen guiños a bandas clásicas de rock de los 70s y 80s con una vuelta actual, como “Restart” que parece un tributo a T-Rex hecho por Kasabian del 2006. Hay algo de Electric Light Orchestra en “Unlike Force” con el tratamiento instrumental que le dieron, “L.A. On My Mind”, uno de los tracks que le tocó componer al cantante de Travis se la jugó por algo bien rollinga para arengar multitudes, y en “Real Love”, el único tema donde cantan los cinco, Eric se encargó de que se parezca lo más que pueda a un tema de The Band con la cruzada de voces y solos con slide guitar, es un grupo al que le tiene un cariño especial y que fue una de sus principales influencias para armar este proyecto junto con Wings y The Traveling Wilburys (el grupazo que armaron en los 80s Bob Dylan, George Harrison, Tom Petty, Roy Orbison y Jeff Lynne). Kapranos saca su costado más melódico en sus dos incursiones durante el álbum en “Hey Banana” y “Fighting the World”, en tanto Lytle se destaca en la bellísima “Failing at Feeling” que es una balada invencible, convirtiéndose en uno de los pocos momentos donde este álbum se codea con sus musas
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inspiradoras. Aunque gran parte de este álbum lo considero a lo sumo un buen compilado de dad rock hecho por gente que iba en contra de esa corriente en sus mejores tiempos, no hay nada de malo en Volume 1 pero tampoco algo muy destacable, no suma mucho al ecosistema musical 2017, malgastando el factor nostalgia en algo que no plasma la suma de sus partes.
6/10. #104 Feist / Pleasure
2017 Quiero vivir en las canciones de este nuevo álbum de Feist, pero no me decido en cual. Cada una tiene lo suyo y ya me dan ganas de desempacar mis cosas en el primer track homónimo, una poderosa balada que va alcanzando picos de emotividad blusera mientras que Feist va preparando el clímax después de haber estado desaparecida durante 6 años, este es un gran regreso al pop orquestralmente luminoso que había amaestrado en The Reminder, pero con una madurez que recuerda un poco a la PJ Harvey de Let the England Shake. En este tema en particular Leslie habla del placer en el sentido amplio de la palabra, aunque en su canto se perciba lo opuesto, como si tuviera que exprimir sufrimiento para que salga el disfrute, más que nunca en Pleasure busca las formas menos obvias para satisfacer oídos. Salgo de allí y paso al siguiente condominio, “I Wish I Didn’t Miss You” donde se escucha claramente que esta es una grabación lo-fi con las primeras rajeadas de su acústica, dando un toque hogareño y más íntimo a una canción que merecía ese trato para impactar con su metafórica descripción sobre una ruptura, valiéndose de la naturaleza en sus letras (“You sent in spiders to fight for you,I was so disappointed I didn’t know what to do”), uno de sus trucos predilectos para tener un panorama detallado de las emociones que expresa la cantante de 41 años, miembro del colectivo Broken Social Scene. Cuando voy a “Get Not High, Get Not Low” se me presenta una Feist yéndose hacía los extremos, según ella misma declara en una entrevista, son
instrucciones directas para una Leslie entrada a la tercera edad, es una canción para una versión de ella misma que aspira a convertirse. Me fascinan las múltiples capas de voces y la percusión que utiliza esta mujer en los coros para dar fuerza a sus ideas, algo similar ocurre en “Lost Dreams” con un break instrumental que corta el tema por la mitad con una distorsión de reverb en la que te perdés fácilmente. Me gusta la elegancia impoluta que despide “A Man Is Not His Song” que va develando con delicadeza lo que implica una canción que trasciende a las personas que las componen, vamos escalando su cúspide donde nos espera un coro de iglesia, el verso “more than a melody’s needed” que se va reiterando la cantidad de veces necesarias como para que se te quede sellada en lo más profundo de tu ser, y por último unos cuantos segundos de “High Road” de Mastodon con quienes ella se había juntado en el pasado para ese muy buen divague llamado Feistodon. Para las siguientes dos canciones, Feist oficia de anfitriona recibiendo al extraordinario saxofonista Colin Stetson que preparó un distinguido apartado en “The Wind”, si, justo en la canción llamada “el viento” trae a un experto en instrumentos de viento… las metáforas ingeniosas no paran; aún más ingenioso es el invitado para “Century”, el líder de Pulp, Jarvis Cocker entrega en inusual registro barítono un monólogo sobre la eternidad de algunas noches, una vez que se desvaneciendo la canción tiene un corte abrupto que cualquiera pensará que se trata de un error, pero no, es solo Leslie y su manera de dejar finales abiertos en su música. La versatilidad de Feist ha alcalzado una nueva altura, aprendió que su espectacular voz llena de vulnerabilidad y pasión da para romper paradigmas en el clásico pop barroco, cada canción tiene su propio ambiente y un encanto indudable.
8/10. #105 Mac DeMarco / This Old Dog 2017 Pero qué personaje más picarón el que tenemos por acá. Estamos ante
el último héroe que parió el indie rock, el canadiense que mejor supo llegar a toda una nueva generación de jóvenes proyectando una desfachatada imagen (que a su vez lo posicionó como una de las figuras más endiosadas por las minitahs en los últimos 5 años) afianzada con canciones mundanas pero tan fáciles de digerir. Acabó de lanzar un disco que si bien conserva su sonido ya característico, aborda con una sólida madurez, temas que lo tocan muy de cerca. No sé cómo le hace Mac para que 5 discos después, su sonido no haya variado casi nada y siga afinando cada vez más la puntería de su cancionero. Tal vez sus canciones empiezan a parecerse a otras que haya hecho antes, pero este muchacho se las arregla para que sus nuevas creaciones brillen por luz propia a través de su narrativa y algún que otro truco nuevo en la producción y lo instrumental. En This Old Dog, Mac va contando dos historias en paralelo, por un lado habla por primera vez de la conflictiva relación que tenía con su padre, y en el nudo nos presenta los diferentes estadíos por los que uno pasa antes, durante y después de una ruptura. Empieza su recorrido con la caja de ritmos que se desprende de “My Old Man” en donde Mac nos presenta tácitamente a su papá y se lamenta al ver cómo va creciendo y se va pareciendo más y más a el, acá es donde debo mencionar que su papá fue un alcohólico que lo abandonó a su mamá y a el cuando tenía 5 años, así que imagínate lo mierda que se siente nuestro amigo. Este álbum trata sobre crecer y todo lo que eso implica, ir entendiendo cosas por el camino, vivir y dejar de vivir, dejar que las cosas sigan su curso natural, en el tema que da nombre al disco, “This Old Dog” es sobre alguien que no cambia su parecer a pesar del paso del tiempo, pero en este caso es algo bueno ya que ese hábito que mantiene es el amor que tiene hacía su pareja a quien ama como un perro fiel que no olvida nunca quien fue su dueño a pesar que este lo haya abandonado. A partir de este punto es que se activa una subtrama que continúa con “Baby You’re Out”, una canción para dar ánimos que mira hacía un futuro porvenir y es un fuerte contraste al tema que le sigue, la “For The First Time” donde Mac admite no poder superar una ruptura, solo al recordarla se le hace a la memoria como si fuera la primer vez que la vio, el momento más lacrimógeno
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del álbum guiado por un teclado narcótico que nos demuestra que hasta el tipo (aparentemente) más feliz y alborotador es vulnerable a estas cuestiones, eso me puso a pensar por un instante, ¿será que Mac es así tan adorable, simpático y buena onda como un mecanismo de autodefensa? Probablemente. “One Another” sería la continuación, un aliciente para superar rupturas que con la mente positiva Mac cita un par de buenas razones para no sufrir por amores, y el relato sigue un orden ya que en “Still Beating” estaríamos entrando a la fase de post-ruptura, en esta ocasión el intérprete de la canción se encuentra con su ex y se invierten los roles, ella es la que sigue llorando por el mientras que este trata de consolarla, el sigue queriéndola pero ya no de la misma manera. Porque para canciones de amor están los otros, Mac observó acá una situación común que suele darse en ciertas relaciones pero que por algún motivo otros cantantes no le vieron el potencial musical. Luego tenemos una tríada de experimentos seguros, cosas que nunca antes hemos escuchado en la música de Mac pero que tampoco son componentes muy arriesgados, como por ejemplo en “Dreams from Yesterday” le salió un bossa nova psicodélico que de por sí ya es mejor que cualquiera de esas bandas que les encanta poner en los restaurantes, mejor aún se pone “A Wolf Who Wears Sheep Clothes”, un precioso blues de antaño combinado con el jizz jazz que sería la etiqueta más recurrente para definir la melodía alegre y vintage que saca DeMarco con las cuerdas, en esta con la participación especial de una harmónica. Retomando la pequeña historia de amor que se va contando durante el álbum, “One More Love Song” sería la canción para volver a empezar, el intento para iniciar una nueva relación pero no con el giro esperado ya que se centra en ese proceso cíclico que nos toca pasar, el de creer que una ruptura hace más fuerte a uno hasta que le toca pasar por esa sensación de vuelta y la intensidad del impacto es siempre la misma. Es la visión pesimista (y muchas veces realista) de que un nuevo amor no es más que una potencial rotura de corazón. El desenlace del disco es una presilladora que trata de sellar la herida emocional que dejó su padre, para ello se pone en su lugar y canta desde la perspectiva del viejo en “On The Level” que según su propio autor, es la canción hermana de “Chamber of Reflection” incluida en Salad Days, al escuchar ese sintetizador es más que evidente porqué. A esto le pega “Moonlight on the River” que no me quedan dudas que se trata de una de las mejores canciones
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que ha escrito Mac en su vida, belleza pura y cristalina en esta balada también dedicada al papá que detalla poéticamente la incomodidad que sienten Mac y su progenitor al estar juntos, ya que aprendieron a vivir sin la compañía del uno para el otro (“It ain’t like, I ain’t used, to going on without you”), luego de esta sobreexposición Mac nos ahoga con el reverb de sus pedales durante 2 minutos de deleite. Antes de apagar las luces, se despide de su viejo en la conmovedora “Watching Him Fade Away”, sin filtros ni efectos lo-fi que alteren la voz de Mac, como si todo este tiempo desde que lo conocimos estuviera haciendo de un personaje y recién en esta última canción revela su verdadera identidad en esta agridulce canción que llora por la partida de alguien pero que no reúne los méritos para extrañarlo. El álbum más personal de este muchacho es un orgullo.
9/10. #106 Black Lips / Satan’s Graffiti or God’s Art? 2017 Creo que al estilo que más factura se le pasa a través de los años es al punk, más que un género sabemos que es un estilo de vida que muchos respiran día a día. Los punks tienen que se conscientes que quieran o no, tarde o temprano terminarán chutando ciertos ideales como método de supervivencia a una sociedad que podés sacarle el dedo del medio y todo lo que quieras, pero hay fuerzas mucho más grandes por las que no se pueden luchar. Uno aprende a adaptarse a su medio y ya queda a cargo de cada uno las batallas que desea perder contra el sistema, no hay nada de malo en pinchar ese globo contestatario. Si de pura casualidad se topó con este escrito alguien entrando a la pubertad que le gusta mucho el punk y estar en contra de todo porque sí sin analizar más allá de sus creencias, que trate de no ver esto como un sermón, sino más como una predicción pelotuda que tal vez le pueda salvar de realizar metidas de pata que muchos
otros que pensaban igual que el/ella ya cometieron en el pasado, y hoy quizás lo recuerden como su pasado oscuro que desean sepultar a toda costa. Todo eso iba a que me di cuenta que hasta una de las bandas punk más divertidas de los últimos años empezó a tambalear en sus últimos dos discos, sufriendo serios cambios de integrantes y decayendo un poco la intensidad y velocidad de sus canciones en favor a lo que consideran como maduración. Hay grupos que me encantaría que le pongan punto final a sus carreras antes que confundan crecimiento con tocar más lento y creo que Black Lips ahora mismo encabeza esa lista en mi cabeza. De entrada ya me parecía de mal augurio fijarme en la duración de los temas y ver que ahora el promedio de sus canciones son de 3 a 4 minutos, si tu grupo punk de preferencia está alargando sus temas, tené mucho miedo. Me encantan los Black Lips, pero también entiendo sus limitaciones y sé que te sacan de la galera una buenísima idea para una canción, pero no son muy buenos sosteniéndola por más de dos minutos, ninguno de mis temas favoritos de ellos sobrepasan esa línea (“Modern Art”, “Bad Kids”, “I’ve Got a Knife”, un largo etcétera). Claro que les caché la onda a querer hacer algo conceptual, implementando por primera vez viñetas que sirven como overture, interludes y finale; pero la verdad es que tampoco demuestran ser especialistas en seguir un orden o coherencia que se requiere para hacer algo así, para colmo la persona que tendría que ser responsable de dar algún tipo de dirección a este proyecto es Sean Lennon que si bien ya tiene cierta experiencia como productor, su mayor logro es haber sido el hijo de John. Ahora vayamos a lo bueno, festejando que los gritos de Yoko Ono no hayan arruinado la electrizante marcha, “Occidental Front”, es más, complementó al caos que también aportó Saul Adamczewski, líder de Fat White Family, un grupo que tiene mucho en común con Black Lips, en especial la locura que desatan en sus shows en vivo. “Can’t Hold On” me recuerda que esta banda no es estrictamente punk, aflorando más que nunca su faceta psicodélica y sucia, como diría Jared Swilley, bajista y voz de BLips: “son muy hippies para ser punks y muy punks para ser hippies”. La madurez no cayó nada mal si juzgamos algunas canciones una por una, “The Last Cul De Sac” es asombrosa a su manera, recreando a los 60s sin sonar a viejo; también tenemos genialidades como “Crystal Night” que es una lenta construida con instrumentos que no son muy afínes a la banda y
que narra una triste historia de amor en tiempos donde los nazis dominaron Alemania; entretanto “Rebel Intuition” me da buenas señales que la insurrección de esta banda es inquebrantable, fusionando un rock and roll que te tocaba Chuck Berry para bailar sobre la mesa en los 50s con la distorsión e imperfecciones propias del garage rock, mi momento preferido del álbum sin dudar. La evolución que tuvieron como banda musicalmente se puede apreciar al incorporar a un saxofonista como miembro estable, hay una intención de hacer las cosas un poco más complejas y espaciosas para bongos por ejemplo, como bien les sale en “Wayne”; pero siento que no hubo un filtro y se colaron algunas cosas que no suman para nada en la segunda mitad del álbum (“We Know” pega pero también es algo que ya hicieron, solo que lo extendieron como chicle). Podían haber hecho este papo mucho más corto, pero creo que estuvieron muy colgados para darse cuenta de ello, espero que también maduren ese aspecto para la próxima. En serio aprecio lo que intentaron hacer, no se vayan todo nomás.
7/10. #107 Juana Molina / Halo 2017 El tiempo de vida que Juana Molina lleva ganándose la vida con la música ya superó ampliamente a la vida que tenía siendo actriz de comedia de la TV argentina en los 90s, pasaron más de 20 años y las personas que nos toca escribir sobre el maravilloso arte que realiza esta señora disco tras disco, nos resulta casi irresistible seguir mencionando ese dato de su carrera artística, hablo por mi al decir que lo continúo haciendo para resaltar su sorprendente reinvención a lo que es hoy en día, una figura trascendental de la escena indie a nivel mundial, una de las pocas cantantes sudamericanas a quienes pelotea la prensa internacional, colmando teatros en Europa y formando parte de los festivales de música más importantes.
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A sus 55 años, Juana expande el cosmos en el que flotan sus místicas composiciones, aplicando de vuelta grandes cantidades de loops digitales y un gran sentido de abstracción que había domado en Wed 21, su excelente álbum del 2013 que de paso le sirvió de excusa para que lo viniera a presentar a Paraguay, país que en cierta medida parece haberla inspirado a escribir la canción que inaugura su nuevo material, el embrujo titulado “Paraguaya” que nos envuelve con sus finas texturas de sintetizadores, voces fantasmagóricas y un espléndido apartado de violín que solo aumenta la ansiedad. Juana se sigue superando a sí misma a la hora de recrear ritos espirituales con un notable oído para los movimientos espamódicos que empiezan a acrecentarse con los tambores que asaltan toda nuestra atención en la segunda mitad de “Sin Dones”. Desde que me escuché la música de Molina por primera vez que lo vengo diciendo y sostengo aún más fuerte este enunciado luego de haberle repasado varias escuchas a Halo: Juana Molina es lo más parecido que tenemos actualmente a Radiohead (su compatriota Lisandro Aristimuño también comparte algunos de esos genes avant-garde). Intentando llegar a nuevas fronteras sónicas conflagrando lo tecnológico con lo rústico en elegantes e hipnóticas presentaciones como “In The Lassa” y “Cosoco” es algo que no se escucha mucho en artistas de este lado de la región o al menos que hayan alcanzado la relevancia de Juana, una bruja pero de las buenas como ella misma gusta describirse. Si te parece inconcebible que exista una etiqueta llamada folktrónica es porque aún no te topaste con una canción como “Cara de Espejo” que en un colchón de sintetizadores y compases programados, reposa una guitarra acústica que arrulla a las almas que se sienten atraídas por esta experiencia sonora que amerita su estudio metafísico. Si la magia existe y pudiera ser representada con sonidos, cualquiera de los tracks que conforman este álbum serviría, “Estalacticas” es una canción de ruptura a lo Portishead que salió de otra galaxia en donde la melancolía se volvió algo amorfo pero aún lo seguimos sintiendo de la misma manera, mientras que “A00 B01” es un ensayo de lo que puede hacer Juana valiéndose de su boca para tararear algunos sonidos, unas máquinas y un octapad para generar empatía extraterrestre. Gran parte de la obra de esta mujer nos lo deja a nuestra imaginación para inventar constelaciones enteras por las cuales pasan estos multiprocesados ritmos que solamente encuentran sus límites en sus
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letras que nos sirven para ubicarnos en un escenario o situación vagamente trazado por Molina. Sentir este álbum como corresponde implica abrir en la mente, un portal fantástico de tenebroso retorno.
8/10.
#108 At the DriveIn / in•ter a•li•a 2017 Saquemos los trapos sucios desde el principio. En el 2012 esta banda ya había vuelto al ruedo para tocar en algunos festivales y su guitarrista principal, el prolífico Omar RodríguezLópez fue bien claro que se reunieron para currar de lo lindo, aprovechándose de la nostalgia que genera tocar canciones que hacía con sus amigos cuando tenían 20 años. Como pocos, este caballero se sacaba la careta y por más bronca que me causó en su momento dicha declaración, hoy aprecio la sinceridad y en el fondo temía que esa actitud se filtre en el nuevo álbum de los principales precursores del post-hardcore moderno. Ese miedo solo incrementó al saber que Omar aparte de tocar, por primera vez se iba a encargar de la producción de un disco de ATDI... es que reconozco lo grosso que es este señor, pero sus últimos esfuerzos en solitario me tienen sin cuidado. Es que es bien sabido que si las cosas no se hacen con voluntad, se reducen bastante las posibilidades de que se fabrique algo cuanto menos decente, y Omar no parece ser el tipo de persona que va a estar fingiendo que todo está bien cuando un barco se está hundiendo, tienen que ver lo inerte que se veía este hijo de su madre tocando en los shows de regreso hace 5 años, le puso menos onda que pelo de coreano. De algún modo, su actitud cambió de un tiempo a esta parte y para entrar al personaje que interpretaba hace casi dos décadas, hizo el ejercicio de volver a darle play a la música que escuchaba, a releer los libros que leía y las películas que ya vió en esos días de furia, le dijo a sus demás compañeros que hagan lo mismo para recrear el espíritu que hizo grande a esta banda, y
esto fue lo que salió, un disco explosivo que cumple con el objetivo más importante de todos: contentar a los fans, no esperen ni más ni menos que eso.
tras 17 años de ausencia con un álbum que conserva su esencia detonante. Está para sufrirlo en el pogo.
La ira y todo el poderío estaban de vuelta, excepto por su guitarrista fundador Jim Ward quien se bajó de esta tercera venida, siendo reemplazado por su amigo Keeley Davis con quien ya compartió en Sparta. En una de las tantas sesiones de este nuevo trabajo, el co-productor Rich Costley dicen que preguntó seriamente a los chicos porqué seguían tan enojados después de tanto tiempo, una buenísima señal que la vivimos en carne propia con el fulminante arranque de nervios titulado “No Wolf Like The Present”, Cedric hasta parece que volvió a consumir las mismas sustancias que lo aceleraban tanto para grabar las voces de “Continuum” donde toda la banda se siente súper compenetrada, entre los que sobresale detrás de los parches un Tony Hajjar arremetiendo fuerte en cada golpe, como si le hubieran dado luz verde para destruir un drumkit por cada tema.
7/10.
Bixler-Zavala invoca la rabia del pasado para hacerle frente al presente en sus subliminales letras, siendo inculcado por la literatura sci-fi de Phillip K. Dick para traer a la luz temas como la tiranía y represión en la exorbitante “Governed by Contagions”, y metiendo aún más profundo el dedo en la llaga, hablan sobre el abuso sexual en “Incurably Innocent”, canción cubierta de riffs que apenas dejan tiempo para recuperar el aliento. En la voz en punto de ebullición que se encuentra Cedric en casi todas las canciones, escucho un alter ego de Zack de la Rocha que si pudo reformar la banda que le dio todo, haciendo funcionar esta locomotora demencial que solo se toma un descanso en “Ghost-Tape No. 9”, una canción que en melodía y estructura tiene algo de A Perfect Circle. Mi único dilema con este regreso es que la mecha de At the Drive-In está encendida pero la bomba explota en múltiples direcciones, cosa que es fabulosa para sus míticas presentaciones en vivo donde Cedric a la mitad del primer tema ya se tira sin previo aviso al mar de fans. Noto que faltó un poco más de dirección para hacer temas mucho más recordables como los hacían en el pasado, podría escuchar cientas de veces canciones como “Pendulum In a Peasant Dress” o “Tilting at the Univendor” y sigo sin encontrarles el atractivo o diferencial aparte de las espectaculares perfomances que se mandan cada una de las partes, pero a veces eso no basta para volver a ellos. En el balance final, festejo que una de mis bandas favoritas encontró el camino para revitalizarse
#109 Kasabian / For Crying Out Loud
2017 Los habitantes de Leicester tienen un par de motivos para sentirse orgullosos. De allí salieron los campeones más improbables de la última temporada de la Premier League y de dicha localidad también provienen los sobrevivientes de la ola indie rock gestada a mediados del 2000. Solo ellos y Arctic Monkeys siguieron avanzando (según su propio vocalista, Tom Meighan con el que coincido plenamente) y haciéndose cada vez más masivos sin desvirtuarse, The Strokes van a seguir llenando lugar donde se presenten por lo que fueron y no por lo que son, Kings of Leon hace hace un par de discos que encontraron la fórmula para hacer el rock blando y genérico que rotará por siempre en las radios, Franz Ferdinand y The Libertines no podría decir que corrieron la misma suerte, mientras Kaiser Chiefs entraron a una fase EDM irreconocible, por citar solo algunos ejemplos de bandas que empezaron por la misma época a hacer la música con la que me sentí identificado por primera vez. Para su sexto álbum, el único compositor de todo lo que hizo Kasabian hasta la fecha, su guitarrista Serge Pizzorno, todavía está lleno de ideas tomando como cimiento al rock clásico, puro y duro, sin nada de loops o dispositivos electrónicos para hacer la obra más festiva de la banda, una celebración que admito me tomó un par de reiteraciones estar en la misma sintonía. “You’re In Love with a Psycho” fue el primer adelanto que a primera escucha me pareció descartable, pero fue creciendo en mi ese coro infalible y ese feeling irresistible que solo tienen sus temas más famosos, además de sumar puntos con la referencia a Bukowski que se mandan en una parte de la letra. Todo el escepticismo que pude haber tenido con los singles que fueron lanzando, fueron despejados
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ya con el primer track, “Ill Ray (The King)” que tiene todas las de ser un enorme hit, su creador lo define mejor que nadie comparándolo como si los Daft Punk estuvieran en Nirvana, sonará como muy inflado pero no, tenemos una banda desafiante (“Well, what’s your band called, mate? I’m sorry, oh I’m sorry but it’s far too late”)y divertida a la vez. Después se me presenta algo como “Twentyfourseven” y ahí está, a eso es lo que me refiero cuando digo que está todo bien con utilizar cosas que ya usaste antes con tal de que hagas algo totalmente nuevo y que por sobre todo, pegue y fuerte. Este cuarteto no olvida nunca que son una maldita banda de rock and roll, descargando chirridos de guitarras y alaridos que me hacen recordar a la ferocidad de un “Club Foot”. Si querés un álbum que exude buena onda sin mucho esfuerzo, perdete en estas canciones que plasma el gran momento que está pasando Kasabian, ¿escuchás esas trompetas que suenan al inicio de “Comeback Kid”? Son el anuncio de una banda que nunca perdió la fe en hacerte bailar con rock, consolidando esa postura con “Are You Looking For Action?”, dance-punk electrizante que se me hace imposible relacionar con los geniales The Rapture y por más de que me guste bastante el tema, no tiene una progresión muy significativa que justifique sus más de 8 minutos de duración, podían haberlo recortado por la mitad y se entendía igual. Solo hay dos canciones que cortan el mambo de la fiesta, “The Party Never Ends” y la acústica “All Through The Night”, ambas bien ubicadas en el tracklist como para dar un respiro entre tanta euforia, aparte decir que no están nada mal y aportan cierta personalidad al álbum. Retomando el barullo en la última parte tenemos a “Sixteen Blocks” que con su ritmo midtempo parece que lo diseñaron exclusivamente para que sea coreado en estadios, obviamente lo van a conseguir. “Bless This Acid House” ahonda más que ningún otro tema del álbum las raíces britpop que tiene la banda, sería algo que hubiesen hecho los Oasis en un día que se levantaron de muy buen humor, no voy a negar que es un temazo pero no más que el track que se encarga de acabar la función. “Put Your Life On It”, la primera canción de amor de la banda va dedicada a la esposa de Pizzorno y nos lleva a un climax de coros a lo “Hey Jude”. Nada más que gratitud al escuchar y sentir que una banda la esté pasando así bien.
8/10. 112
#110 Café Tacvba / Jei Beibi
2017 Muchas veces la reinvención consiste solo en dar media vuelta para atrás. Que te lo digan Emmanuel del Real, José y Enrique Rangel, y Rubén Albarrán que más de la mitad de sus vidas gastaron juntos como banda, experimentando con un montón de estilos y personalidades. Están promediando los 50 años y ya todos tienen sus familias formadas, creo que podemos darles la potestad de volver a sus raíces, saber que la vara que ellos mismos se impusieron ya no necesita ser superada, estamos todos contentos si hacen lo que mejor les salió hasta ahora en sus anteriores 7 discos, eso si, adecuando sus letras a la jodida situación actual y supervisados como siempre por su amigo de toda la vida, el maestro Gustavo Santaolalla. Si se consideran fans de la música de estos mexicanotes, les propongo un juego para beber mientras escuchan el disco: un shot de tequila por cada canción que te haga recordar a otra que hayan hecho antes. En “1-2-3” retoman el recorrido synthpopero que habían abandonado en El Objeto Antes Llamado Disco, traen de vuelta los coros chiclosos que ni necesitan mucha explicación porque dudo que haya un trasfondo sesudo detrás de “Un, dos tres, cuéntalos bien, y si sigues tal vez llegues a cuarenta y tres. No te pierdas, te quiero besar”, una canción de amor para bailarla con quien sea, pero tengan cuidado que es muy contagiosa. Caminando por esa misma senda de mariposas en el estómago tenemos el enternecedor bolero, “Enamorada” que cuenta con el sello Santaolalla en su atmósfera, ese mismo con el que ganó premios Oscar. Pero no todo el álbum es así de fácil, la canción que le sigue, “Matando” es la cara opuesta, siendo una intensa balada con ecos del pasado cuya letra nos deja a Albarrán escondiéndose sin éxito de algo que le está afectando mucho, el tiempo. Ese tópico cobra fuerza en “Futuro”, tema más tacvbo imposible con sus raíces folclóricas impregnadas en la oscuridad, por su ritmo marchante se me hace que intentaron hacer una canción que emule a los desfiles que se realizan por el Día de los Muertos, más aún cuando te fijás en la realidad que describe, un mundo en el que estamos llenos de vida pero rodeados de mucha muerte.
La sección intermedia del álbum con “Resolana de Luna”, “El Mundo En Que Nací” y “Me Gusta Tu Manera” es la que considero la más floja y unidimensional, creo que la banda no llega al 100% de sus capacidades con esos temas que vienen al hilo y son la principal causa por la cual me costaba llegar hasta el final del álbum, terminaba siendo desconcentrado por cualquier cosa en esa parte. Lo bueno es que nos espera recompensa en cada una de las canciones que culminan esta obra. Por ejemplo, en “Vaivén” vamos sintiendo cómo un ente poderoso va despertándose gracias a un ejercito armado de marimbas, piano y guitarras acústicas que cumplen el propósito de tensionar el ambiente hasta que finalmente se encuentran con un aluvión de sintetizadores y reverb. Sin embargo, mis dos momentos favoritos del álbum se encuentran primero en ese fantástico monumento hacía las relaciones tóxicas de “Que No”, fue amor a primera escucha, no me voy a cansar nunca de ella, soy totalmente consciente que estamos frente a un futuro clásico del rock en español, sin exagerar, la banda tomó cosas del rock psicodélico de los 70s para construir esta canción en la que cobra un importante protagonismo la Hammond de Meme; y segundo en ese sublime final post-punk de “Disolviéndonos”, nos van llevando a un viaje onírico donde todo literalmente va desapareciendo, dejando que unas filosas guitarras vayan carcomiendo lo que encuentren a su paso. A Café Tacvba los tenemos ahí bien arriba por lo eclécticos y dinámicos que suenan, sin traicionar nunca a su esencia, es por eso que pueden mandarse unas clases de new wave como si fueran OMD con excesos de elementos electrónicos y ruiditos 8-bit en “Automático”, o si traen un coro de niños en la carnavelesca “Celebración” de yapa con abundantes vientos que dan punto final al disco. No importa el condimento que les pongas, ellos saben cómo hacerlo suyo.
7/10. #111 Thurston Moore / Rock N Roll Consciousness 2017 Sonic Youth está muerto. Pero hay vida después de Sonic Youth, su cantante, guitarrista y compositor
principal, uno de los hombres más influyentes de la historia reciente del rock está por cumplir 59 años y para fortuna de nostálgicos y personas asiduas al noise rock, este hombre continúa más que activo, y se acabó de dar cuenta hace poco que su conciencia misma es el rock and roll. No está loco para decir algo como eso o tal vez siempre lo estuvo, no nos queda de otra que agradecer que haya sido así. Este álbum lo firma el pero lo ensamblaron más personas que también impactaron fuerte en aquel rock para las minorías que fue aflorando en los 90s. La banda de Thurston la conforma Steve Shelley en batería, su eterno compañero desde Sonic Youth; Debbie Googe, histórica bajista de la banda más influyente de shoegaze, My Bloody Valentine; y John Sedwards, un maniático de la guitarra a quien el mítico presentador John Peel se refería a el como “la primera persona que no es un futbolista de quien estoy celoso”. Entre todos estos grossos que rompieron esquemas lo que menos se puede esperar es un trabajo que encaje en la definición de normal, y sabés que es así cuando ves que la canción más corta del álbum dura 6 minutos. Thurston y su pandilla toman elementos del post-rock para ensalzarse con toneladas de tormentosos riffs y solos durante todo el álbum, cada uno tiene varios minutos para lucirse en las diferentes etapas por las que vamos pasando. La primera de todas es “Exalted” que en sus casi 12 minutos se van construyendo murallas de sonido densas que no escuchaba desde el último álbum de Swans, los paulatinos cambios de ritmo que se van dando le podrá recordar a más de uno a algunas canciones de Daydream Nation, aunque en realidad acá la intención esté más dirigida hacía el drone metal, para ello Moore contó con la ayuda en la producción de Randall Dunn, admirado por su laburo en bandas como Earth y Sunn O))). La canción más soberbia para mi gusto se titula “Cusp”, ese nombre lo dice todo, cúspide en inglés. Me encanta la progresión de esta canción en la que Shelley tuvo la iniciativa de pegarle a ese ritmo tan vertiginoso a la bata, de repente se lo escucha a Thurston intentando robar la atención con su guitarra que se la oye como si tirara rayos, se escucha como una danza armónica entre sus instrumentos, aunque
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en realidad es una disputa que jamás deja de sonar agresiva. Otro de los productores del material se encargó de pulir estas batallas para que se escuchen lo más pulcras posibles, algo que en Sonic Youth jamás ocurriría es fichar a Paul Epworth quien se ganó la fama de ser el productor ganador de un Grammy por el último álbum de Adele. Alto fichaje. Todo suena tan a punto y ajustado que es notorio el cuelgue que ocasionan en varios tramos del recorrido, incluyendo la pavementiana (?) “Smoke of Dreams” que sería el único track que se mantiene al filo de lo convencional, y atendé lo que es “Turn On”, una excitante acumulación de terror a través del virtuosismo, me recordó a algo que hubiese hecho Godspeed You! Black Emperor, y si estoy haciendo esta comparación es porque algo de fascinante hay por acá. Si le voy a buscar la quinta pata al gallo, pienso que esta zapada tal vez podría tener un desarrollo menos predecible, ese puente de tranquilidad que luego explota en distorsiones es algo medio gastado entre las bandas de post-rock… pero vaya que funciona. Si estuviste escuchando estos 42 minutos a un volumen considerablemente alto, ¿podés escuchar esos pajaritos que cantan? No vienen de ningún lado, es solo el hermoso tinnitus que te dejó.
7/10. #112 Slowdive / Slowdive 2017 Slowdive nunca la pegó, en los años que estuvieron activos siempre hubo algo que acaparaba toda la atención: cuando lanzaron Just for a Day, su álbum debut, la gente estaba obsesionada por el grunge; cuando lanzaron el que hasta ahora se considera su mejor álbum y uno de los esenciales del shoegaze, Souvlaki, el britpop estallaba; la última estaca en su ataúd fue el incomprensivo Pygmalion, un álbum comprendido en su mayoría por tracks de corte ambiental pese a la sugerencia de su sello Criterion para que intenten hacer algo más pop, un par de semanas después de ese fracaso comercial
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fueron expulsados del sello y se disolvieron. Sumale a eso que la crítica nunca estuvo de su lado, hay que entender que en aquel entonces lo que podían decir medios como la New Musical Express tenía mucho más peso que hoy, elevando o lapidando a las bandas (británicas principalmente) con una sola reseña. Lo que solo el tiempo podía haber predecido es que de los géneros citados en el párrafo anterior, solo uno se añejaría mejor y seguiría creciendo más de 20 años después. “La escena que se celebra a sí misma” sigue engendrando más y más bandas para las nuevas generaciones que se sintieron inmersas en esas guitarras resonantes de sentimientos reprimidos que no se encuentran en las corrientes musicales trendy. Slowdive con su simple ausencia todo este tiempo, fueron alimentando su leyenda y eligieron el momento histórico ideal para reclamar lo que desde un primer momento les perteneció. La segunda venida de nuestros señores Slowdive es una bendición caída del cielo. Pocas veces una banda aparece después de tanto tiempo con el que podría ser su mejor disco o al menos el que le pisa los talones a Souvlaki. Las emociones están a flor de piel desde que empieza hasta que termina con una producción excelente que te sumerge en su sonido como nada en este mundo, “Slomo” te agarra delicadamente de la mano y te lleva de paseo hacia lo más profundo de tus adentros con esas dulces y melodiosas guitarras que nos hacen beber de su manantial de riffs, mientras que Neil Halstead y Rachel Goswell unifican sus murmullos inentendibles pero son lo suficientemente claros para identificarlos como ángeles. Reafirman con “Star Roving” que volvieron para quedarse, lo suyo va en serio con esas caóticas olas de instrumentación que nos van salpicando con absoluta gracia, algo poco frecuente en sus anteriores producciones más tiradas a la melancolía, pero es comprensible que en su regreso triunfal vengan con una canción de estas características. En el centro de la tempestad se ubica “Sugar for the Pill”, el tema que late con toda la pureza de un himno dream pop oscuro, sin nada que estorbe la claridad de las voces, parecería que se tratase de un tema inédito de la primera época de The Ocean Blue. Hay una belleza innegable en “Everyone Knows” donde Rachel se apodera de nuestros corazones, teniendo en su haber la dulzura encarnada en su boca y un cóctel de guitarras acogedoras que escuchándolas en las condiciones adecuadas puede tener efectos terapéuticos, podés sentir que literalmente estás siendo sanado espiritualmente a través de esta
catarsis melodiosa. Hace poco afirmó su bajista, Nick Chaplin que “el shoegaze es el rock progresivo para personas con capacidades musicales limitadas”, y la verdad que nunca lo había visto de esa manera pero si, hay algo en común con dicho estilo y las canciones de Slowdive que intentan a como dé lugar desprenderse de lo tradicional, no solo para sonar diferentes sino para sonar lo mejor posible, la evidencia es desgarradora al escuchar esos duros golpes de batería de “Don’t Know Why” cuyo pulso va derritiéndose en favor a la luminosidad de las guitarras.
En el 2003, Pedro Winter, ni más ni menos que el manager de aquellos dos robots, funda un sello discográfico en Francia que trajo consigo el house que habían perfeccionado Thomas Bangalter y Guy Manuel de Homem-Christo, creando así el hogar donde todavía pueden editar su música los DJs que nunca perdieron el toque francés. Para celebrar el lanzamiento número 100 de la disquera, cada artista de la misma donó un tema para este compilado de entretenimiento elegante y retro futurista que te hará crecer gafas oscuras en la disco.
El sueño llega a altura estratosféricas con “Go Get It” en la que Halstead y Goswell intercambian las líneas “I want to see it, I want to feel it” en esta composición space rock por demás apasionada e inalcanzable a nivel emocional. Se puede palpar una finísima fragilidad en el piano intermitente de “Falling Ashes” que da un cierre distinguido y cabizbajo a este álbum ambicioso pero hecho desde la humildad por una banda acostumbrada a perder, pero que siempre confió en lo que hacía y eso tarde o temprano da sus frutos, en este caso más tarde que nunca.
No hay mucho por explicar de estas canciones mega bolicheras (creo que ha de ser la primera vez que uso este adjetivo sin sonar despectivo), empezando por el propio Pedro que bajo su seudónimo de Busy P fabricó “Genie” la que fácilmente sería la mejor canción del álbum, contrató a mi amigo Mayer Hawthorne para que cante sobre unos sintes robóticos que te dejan instantáneamente enganchado, antes de ellos Mr. Oizo hace un track introductorio donde se van nombrando a todos los personajes que forman parte de este compilado, enlazado a esto hace aparición Sebastian con un track irónicamente sexy llamado “So Huge” en la que se repite numerosas veces “huge vagina”, eso es por lo visto algo en común que tienen casi todos los artistas de este sello, no se toman las cosas muy en serio.
8/10. #113 Ed Rec 100
2017 Desde que Daft Punk dejó de hacer música electrónica, hubo un bache muy grande que nunca pudo ser llenado en la escena. Ya saben lo que vino después, el EDM americano se masificó con bangers que terminaban de gastarse a los 3 meses, música divertida pero insustanciosa, prefabricada y genérica, nada pudo haber sido peor que escuchar varias canciones de corrido con la mismísima estructura, nada más aburrido que saber el momento preciso en el que ocurre el bass drop. Pero si hasta se creó toda una cultura detrás del DJ ídolo que lo único que hace en sus presentaciones en vivo es darle play y ponerse a arengar al público que termina pagando mucho dinero para esos espectáculos que concentran todo su potencial en las cosas que rodean a la música, desde pintura hasta fuegos pirotécnicos y escenarios monstruosos.
Se puede apreciar también una nueva canción de uno de los principales baluartes de Ed Banger, Breakbot quien parece haber tomado las líneas de bajo de Justice para hacer este electro-funk titulado “Mystery” que también tiene todas las ganas en el circuito comercial, y hablando de Justice, por supuesto que no quedaron fuera de esta fiesta, dejando su canción “Randy” en manos de Boys Noize que lo volvió una criatura completamente nueva, dándole oscuridad y esa acidez que solo el house le puede dar. De los artistas que no tenía ni idea de su existencia hasta antes de escuchar este disco, me quedo con Boston Bun que está como para poner de moda de vuelta el techno con “About It”, Riton y su versión de “Temporary Secretary” de Paul McCartney que envía este experimento sintético del beatle directo a una fiesta al atardecer en la playa de Ibiza, y los más sorprendentes de todos fueron los 10LEC6 (se lee “dislexics”), una banda que destruye los límites entre el acid house y la música africana en “What Daz Azz Do”, sería como Ibibio Sound Machine pero estirando más al electro. Entre los ya conocidos que nunca defraudan son de la partida los Cassius con su ensoñador “Fame” y una
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vez más Mr. Oizo reluce surrealismo en su pistera y decadente “All Dry”. Gracias Ed Banger por los pasos de baile recibidos y perdón por tan poco.
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#114 Pond / The Weather 2017 Cuando pensás en Australia, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza? Probablemente canguros, koalas o tal vez AC/ DC. En la última década, un grupo de amigos está trabajando arduamente para que la nueva ola psicodélica que se está generando allí ocupe ese primer puesto en tus pensamientos. Todos ellos estuvieron en diferentes bandas, juntos y por separado, en distintas presentaciones y sabores, para disfrutarlos cuando quieras. Si fueran gaseosas, Tame Impala posiblemente será la Coca-Cola, amados por muchos, acumulando casuales haters por el camino pero que también los disfrutan, Kevin Parker cuenta con la fórmula secreta para tener el producto más delicioso del mercado alucinógeno musical. Por otro lado, la banda de Nick Albrook, Pond sería como la Pepsi, por siempre considerado como el proyecto segundón de Tame Impala (hasta ahora Jay Watson está jugando a dos puntas), y aunque también es muy rico lo que proponen, no la llegaron a envocar tanto con el público, creo yo por tener un sonido más sucio y colgado, sin el interés popizado de “la competencia”. En su cuarto álbum, refinan su capacidad para producir empatía, Nick apela a Ziggy Stardust en su cantar, dándole además un mayor énfasis a las letras que se alejan de los divagues para hablar de algunos asuntos importantes a nivel global. En la funky futurista “Colder Than Ice” le cantan a la metanfetamina, si, la misma que produce Walter White en Breaking Bad, está siendo la sustancia de moda que está afectando a varias comunidades de la aparentemente pacífica Australia. A la canción no le puedo pedir nada más, con su toque cinemático y el gancho del coro, “c-c-c-colder” es una droga.
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El disco no nos deja con muchas esperanzas sobre la humanidad, en la dramática y tensa “30.000 Megatons”, Nick en tonalidad teatral se resigna y cree que es mejor que nos destruya una bomba nuclear para acabar con este mundo donde Trump es presidente de Estados Unidos (la estrenaron como single justo el día que empezó su mandato). Leí por ahí en un comentario más que acertado que este álbum vendría a ser el Currents de Pond. Se nota la mano de Parker en la producción, pero cuando se mete lo hace en favor a la nueva personalidad que presenta la banda acá, etéreos y más concentrados que nunca en hacer canciones memorables como “Paint Me Silver” que está como para jugarle Encuenta las 7 Diferencias junto a “Cause I’m a Man”. Esas secciones progresiva de las dos partes de “Edge of the World” elevan aún más el compromiso de la banda por trascender fuera de las esferas psicodélicas, logrando en pequeña escala las óperas de space rock que tanto caracterizaron a bandas como Rush, sonando los Pond mucho más expansivos que virtuosos, obviamente. Pond con este álbum de dimensiones sonoras gigantescas está tirando la indirecta de que ya están para las grandes ligas... y Bowie guiña desde arriba.
8/10. #115 Idles / Brutalism
2017 La escena es la siguiente: te despertás todo adolorido en la banquina de una ruta, ves que estás lleno de moretones, sentís el sabor metálico de la sangre en tu boca y la ausencia de al menos dos dientes frontales, tenés un inaguantable olor a meada y vómito, al lado tuyo se encuentra una copia de este álbum en el piso. Al toque entendiste lo que sucedió. El episodio es confuso, pero creo que todo empezó cuando a empecé a escuchar esta nueva banda inglesa de punk/post-punk/noise/hardcore/nervios de la que vi solo alabanzas sobre su álbum debut, todos apuntando
a que le hacía total honor a su título. Y mirá que para ponerle semejante nombre a tu primer disco es porque estás bastante seguro de lo que estás haciendo. Empieza con “Heel / Heal” y ya lo primero que se escucha es la voz lejana y desahuciada de una mujer que grita “NO SURRENDER!!!” como si hubiesen sido sus últimas palabras ya que de inmediato ingresa la aplastante batería que se dispara como una metralleta de municiones ilimitadas, es solo el instrumental de inicio para el cantante Joe Talbot que viene caminando lentamente y mete intimidación, cuando llega al primer coro, frunce el ceño, exclama que hasta acá llegó y viene corriendo directamente para taclearte y meterte directo a un pogo de gente que te odia (“I’m not saying that I’m not like you, I’m just saying that I don’t like you”) y te empuja con violencia en la licuadora humana que se forma con esta brutal y retorcida canción. Pensar que esta solo fue la presentación. Los que gustan de encarnizadas propuestas como Lightning Bolt o Iceage definitivamente van a encontrar acá a su nueva banda favorita y tendrán a Talbot como su nuevo héroe personal que deja la vida en esa mugrienta voz que rememora a Johnny Rotten. Al man parece que no le calienta desgarrarse las cuerdas vocales para aumentar el nerviosismo en la frenética “Mother” que en su crudeza extrema lanza la última estrofa que incomodará a más de un conservador, es la canción que los guerreros de la justicia social estaban buscando en su música para hablar del feminismo sin sonar forzado. En “Faith the City” hay una sobredosis de sarcasmo cuestionando la fe de los religiosos, poniendo de ejemplo a un tío que supuestamente tiene cáncer cerebral y pulmonar pero para su fortuna tiene a Jesús en su corazón, es un cago de risa, claro, si tenés el humor más negro del sistema solar. Talbot no se calma nunca y eso solo me acelera más y llega un punto que te contagia su enojo y querés acompañarlo a quemar patrulleros con bombas molotov. En “Well Done” se pone todavía más provocativo, cuestionándonos porqué aún no trabajamos o nos recibimos de la universidad, o porqué no nos gusta el reggae y el fútbol, mientras el bajo y la batería van conduciendo el tema hacia la perdición que a pesar de no escatimar en agresividad, nunca dejan de tener ese aditivo pegadizo que hacen que vuelvas a sus canciones una y otra vez, “Date Night” es un puñetazo directo a la cara sin avisar con esas gruesas líneas de bajo y ese coro dedicado a todos los losers que Talbot lo canta con una aspereza bárbarica. La verdad que casi cada canción de este álbum se siente como un round de boxeo contra las minorías enriquecidas por el poder (“Divide & Conquer” y
“White Privilege”) y contra los snobs del arte a quienes se les viene encima con todo el poder de su furia en “Stendhal Syndrome” que por cierto, aprendí que esa enfermedad existe y consiste en el aumento del ritmo cardiaco, palpitaciones o alucinaciones cuando se está expuesto a obras de arte particularmente bellas. El final calmado con piano en “Slow Savage” es la redención después de la masacre, da la impresión que durante todo Brutalism estuvo poseído por la cocaína y el alcohol, cuando finalmente le pasó el efecto se da cuenta que es una mierda de persona y pide perdón a la novia. Tanta salvajada aplacada por la caída a la realidad, díganme si no es una genialidad. Así es como se debe hacer punk en estos tiempos desesperanzadores, sin contención alguna en lo instrumental y verbal, agregándole un sentido del humor inherente, te da como resultado la obra con mayor cantidad de adrenalina en lo que va del 2017.
9/10. #116 Perfume Genius / No Shape 2017 Personas como Mike Hadreas no necesitan inventar historias en sus canciones. Vidas como las de el ya son lo suficientemente interesantes, o más bien traumáticas como para que toda o gran parte de su obra se base en experiencias propias. Por un lado lidia con la enfermedad de Crohn, una dolencia crónica que afecta al tracto gastrointestinal de una punta hasta la otra, el tipo odia su cuerpo y su malestar se va agravando con la edad, a eso súmale que tiene un problema de identidad de género, no se decide entre ser hombre y mujer, no se siente atractivo. Por el otro lado, es gay por lo que todos los días debe lidiar con sus demonios internos y los estigmas sociales que eso implica. Mike es un luchador que empezó haciendo canciones íntimas a piano y que disco tras disco fue agrandando su voz y el armamento musical que trae consigo, su último álbum, Too Bright es uno de los mejores álbumes en la reciente memoria que realzan con osadía los derechos de la comunidad LGBT, poniéndose a
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él mismo como ejemplo de las injusticias sociales que vive en carne propia. Ahora en No Shape siente una confidencia todavía más grande y lo lleva todo al campo personal donde las emociones están a flor de piel, Mike se abre como un diario y nos cuenta cómo se siente espiritualmente, que está enamorado y que las drogas a veces no son tan malas. La intro la hace con “Otherside” que empieza con austeridad solo con Mike y su piano hasta que una bomba instrumental explota y nos llena los oídos de una producción soberbia que nos acompañará por el resto del álbum, la canción trata sobre la relación del intérprete con la idea de Dios que tiene en su cabeza, sabiendo que toda la vida le dijeron que va a ir al infierno por ser gay. Así como en Too Bright, acá también lo instrumental cumple una función vital para que todo lo que Hadreas cante sean himnos trascendentales del pop con emociones puras, como ocurre en “Slip Away” donde habla de amores no correspondidos y en su caso en particular se refiere a la homofobia que padece gran parte de la población, pero no lo hace desde una perspectiva en la que sintamos pena por el, sino desde un pedestal, se la banca rompiendo el molde de las viejas costumbres. Una de las canciones más encantadoras que encontramos acá es “Just Like Love” con un andamiaje orquestal digna de una canción de Sigur Rós, celebra la inocencia de la niñez que todavía no lleva los prejuicios de la sociedad. La canción está inspirada en un video que vio Mike de un niño que baila mientras lleva puesto un vestido y su mamá lo aplaude, es de esos momentos que a Mike le hubiese gustado vivir por siempre, sin tener que crecer y empezar a avergonzarse por lo que puedan decir de él en la calle. Pero como ya dije anteriormente, en este disco deja de ser sumiso y encuentra el valor para responder a las críticas en “Go Ahead” con versos desafiantes que ameritan ser imitados (“What you think? I don’t remember asking”).
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Mering, mejor conocida como Weyes Blood quien aporta su mística en “Sides”, lo interesante de esta canción es que Mike se mete en la piel de su novio en la letra y Natalie hace de Mike, llegando a la conclusión de lo difícil que es amar. Otro punto en el que la producción se destaca con creces es en la seductora “Run Me Through”, una especie de jazz interdimensional en la que Hadreas admite su debilidad por los hombres tóxicos, a pesar de que los odia siente atracción por ellos, desencadenando una batalla interna que es simbolizada por sonidos extravagantes. La última canción es una de amor y lleva el nombre de su pareja, “Alan”, no se puede pedir algo más íntimo que esto. Es un mensaje no solo para su comunidad, sino para todo el mundo, de que el amor es lo más lindo que hay y tendría que dar vergüenza a quienes la quieren limitar a cuatro paredes.
8/10. #117 Linkin Park / One More Light 2017
Mike dedica “Valley” a una amiga que conoció durante su rehabilitación a las drogas, a la vez que se pregunta a el mismo qué tan cerca está de caer de vuelta en el vicio; si no te enganchás por la inmaculada producción de cada track, te quedás embobado por la narrativa que propone en sus letras. Otro de mis momentos favoritos del álbum es el ascenso coral de “Wreath” que incluye alusión a Kate Bush tanto en el sonido como en la letra, ese último minuto es para dejar atónito a cualquiera, y en “Choir” se asemeja a algo sacado del último disco de Arca.
Voy a tratar de ser lo más respetuoso posible, ¿qué puta le pasó a Linkin Park? Mirá, ya sé que están podridos de leer comentarios de desconocidos en Internet expresando su sincera decepción y enojo por lo que vienen realizando hace un buen rato. Comprendo que estén aún más pichados cuando les dicen que vuelvan a hacer lo que hacían antes, entiendo que se sienta como una bofetada que menosprecien el trabajo que vienen haciendo. Tratando de ponerme en su lugar veo que ha de ser difícil cambiar esa imagen de banda más representativa del nü metal, entre sus colegas de la misma vertiente, posiblemente fallaron todos menos Deftones a la hora de mantener la calidad de sus composiciones. Pero ustedes quisieron probar cosas nuevas y no los culpo para nada, al final de cuentas los mejores artistas son los más versátiles, los que aprenden a evolucionar sumando nuevos sonidos a su artillería.
Entre tantos aciertos dentro de esta obra se encuentra la primera y única colaboración vocal, la de Natalie
Como mucha gente que amo sus primeros dos discos e incluso algunas canciones del tercero, me fui alejando
de ustedes y de a poco dejé de escucharles, pero tengo que confesarles que son una de las bandas por las que más pensé y cada vez que un artista tiene un cambio brusco de sonido, ustedes son los primeros que se me vienen a la mente. Hasta tengo una teoría de lo que pudo haber pasado para que hoy sean una boyband que reniega de su pasado con el pop más lineal de la industria: sintieron que estaban dejando de pegar con el rock, casi nadie escuchó su último álbum que sacaron hace 3 años, se sintieron irrelevantes en una industria que premia lo plástico y la electrónica básica sobreproducida, dimensionaron que se están volviendo viejos, empezaron a debatir seriamente entre ustedes si esa era la única vía para volver a surgir y si valía la pena cambiar el target. La idea fue aprobada y el cambio se dio de la forma más brusca posible, el volantazo más fuerte de los últimos años. No les pido que vuelvan a lo que hacían en Hybrid Theory porque ese sonido ya quedó desfazado, fue el reflejo de una linda época, ya fue. Ni siquiera estoy en contra de que hagan algo más pop, está más que demostrado que hasta en el pop más mainstream hay muy buenas cosas. Pero por lo que más quieran, al menos le hubiesen puesto un poco más de huevo a su música, no puede ser que se hayan sodomizado para terminar haciendo el EDM más blandengue que exista actualmente, ya con los adelantos que tiraron sabía que pasaron por completo al lado oscuro, aunque todavía pensaba ciegamente que en el álbum podía encontrar algo para resaltar porque bueno. Extirparon la esencia de la banda, la pisotearon y escupieron, reemplazándola por canciones simplonas pseudoemotivas que cumplen a rajatabla con todos los clichés necesarios para pegarla en los charts, lo único que faltó es alguna que pegue como para que puedan cumplir su objetivo, digamos que estuvieron cerca con el dueto que hicieron con la cantante Kiiara en “Heavy”, llegando al puesto 51 del ránking Billboard. La hecatombe de los nuevos Maroon 5 empieza con “Nobody Can Save Me”, de título premonitorio esta balada electrónica les hace merecedores de estar en la pestaña de Artistas similares de The Chainsmokers en tu plataforma de streaming de preferencia; le sigue “Good Goodbye” que llena un nuevo casillero en la discografía de la banda, la de Canción Pop + Rapper, si te gusta Twenty One Pilots o Imagine Dragons, seguro algo vas a encontrar de agradable por acá, mientras yo sigo me pregunto cuánto le habrán pagado a Pusha T para colaborar en esta desgracia. La primera guitarra que se escucha en el disco hace su mediocre aparición en “Talking to Myself”, otra balada más que va a parar al tacho de basura
por insustanciosa y probar que pueden funcionar como backing band de Ed Sheeran. Si hay algo que puedo rescatar de todo este desparpajo es la producción detrás de canciones como “Sorry for Now” con cierta influencia de Flume posiblemente, y de “Invisible” que si no tuviera una estructura tan predecible con un tono tan meloso, hubiese considerado como una buena canción. Tal vez estén cantando de corazón, pero no les creo nada al estar bajo este marco de pop desechable. Y por si fuera poco, “Sharp Edges”, el último track del álbum es un robo descarado al “Stolen Dance” de Milky Chance, dejémonos de joder. No es que no tenían otra vía para surgir, solo querían apurar los trámites, por lo que tuvieron que ser exonerados de su dignidad y creatividad.
2/10. #118 Harry Styles / Harry Styles 2017 Creo que ni hace falta aclarar que no soy fan de One Direction, nunca escuché nada de lo que hicieron y el interés que tengo en ahondar la obra de esta boyband es tan grande como una cianobacteria. Ahora están en ese proceso en el que se tomaron un break y sus miembros empezaron a desprenderse, facturando por su cuenta. Zayn Malik y Niall Horan fueron los primeros en lanzarse solitos haciendo pop bien cercano a su zona de confort, nada que me quite el sueño, por lo que el anuncio de un nuevo One D estrenándose como solista seguía no siendo de mi incumbencia, hasta que finalmente pude escuchar “Sign of the Times” y una nueva esperanza florecía en mi corazón (?). La canción es una ruptura de lo que venía haciendo con su banda, una grandiosa declaración pop-rock que llegó en el momento justo y estoy seguro que el momento justo para este tipo de canciones es siempre, tiempos difíciles vienen y van, e himnos como estos son los que quedan. Uno de los temas de año conteniendo reminiscencias emocionales a David Bowie y orquestales a lo Queen, al principio esas
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comparaciones me parecieron un poco exageradas para impulsar la carrera del carilindo, pero no, la canción es así de poderosa y va creciendo en uno con las reiteradas escuchas. Ahora, mantener esa calidad compositiva en las otras canciones de su álbum es como pedirle mucho al chico, ¿no? Sin embargo lo logra con un debut más que decente en el que muestra su verdadero yo con sus letras y gustos musicales, probando algo un poco más rockero pero sin arriesgarse demasiado en algunas canciones. Tenemos el tema que da inicio a esta nueva aventura de Harry, “Meet Me In The Hallway”, balada con un chispazo de pop psicodélico en su voz llena de eco y un diminuto solo de guitarra hacia el final; encontramos más adelante a “Carolina” para proveer un poco de diversión con alguito de vibras funk, pero como les decía, no apuesta todo y Styles junto con sus productores adaptan todas sus propuestas a un formato adorable y bien comercial, como para que los fans de One Direction no se sientan amenazados en ningún momento del álbum. Eso puede ser bueno o malo, depende de cómo lo veas, lo que nos queda es un disco ameno que por momentos se vuelve empalagoso como en “Sweet Creature” donde no demuestra un diferencial con respectos a otros cantantes de folkie pop como James Bay o Ed Sheeran (en serio el colorado es el estandarte actual de las baladas genéricas, así que le pondré de ejemplo todas las veces que sea necesario cada vez que me refiera a este estilo). Uno de los temas que más disfruto del álbum es “Only Angel” que bebe muy bien del glam rock de los 70s pero modernizado, Harry pela un rango vocal que lo coloca como un candidato serio para reemplazar a Steven Tyler en Aerosmith, pero el track donde el rock pisa con todo es en “Kiwi”, entre tanta sucesión de baladas, este empuje de energía quedó más que bien para ser algo que Styles empezó como una jodita en el estudio, es la canción para que las minitas hagan cuernitos durante sus shows. Se me complica la tarea de encontrar cosas resaltantes en las canciones finales pero de que las hay las hay, excepto en “Ever Since New York” que es una balada más del montón; “Woman” sería supuestamente la canción seductora del álbum, ¿verdad? una lástima que el “uh” que se escucha durante toda la canción corte el mambo porque se asemeja demasiado al sonido de UN FUCKING PATO. Y por último, “From the Dining Table” tiene algo de Bon Iver en esa transmisión de tristeza valiéndose solo de una acústica y su frágil voz, le da un toque sútil al disco.
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Harry tiene el talento y el buen gusto, estuvo tan cerca de lograr algo tan grande con todo eso pero quedó por el camino, no porque no pudo, porque no quiso y le entiendo porqué.
6/10. #119 El Cuarteto de Nos / Apocalipsis Zombi 2017 Una de las bandas de rock más cómicas y verborrágicas de este lado del mundo es la comandada por Roberto Musso que a pesar de las décadas encima que lleva arriba de los escenarios junto a sus amigos, se niega a ser encasillado en un solo estilo, esa constante búsqueda por reinventarse dentro de su universo le valieron más victorias que derrotas para su público que siguió haciéndose cada vez más grande. Esta nueva dirección de la banda, si bien para el que escribe estas líneas aún le cuesta acostumbrarse, continúa siendo un paso firme de cómo seguir abarcando a las nuevas masas con toda la onda que desde siempre les caracterizó. Para ser un álbum con gigantes proporciones de pop tropical divertido, Roberto le puso el mismo esmero de siempre a sus letras, ilustrando con personajes y situaciones artificiales, la realidad de una sociedad corrompida entre tantas cosas, por el híper consumo como lo señalan en el track cuasi reggaetonero que abre y da nombre al disco. Quizás estemos siendo testigos de la mejor jugada estratégica de Cuarteto en toda su carrera, usando sonidos más populares para golpear a su audiencia con mensajes más incisivos que de costumbre (“Zombi filmando su propia sombra, zombi aplaudiendo al zombi de moda”). Tampoco es un cambio abismal en el repertorio de la banda como para que sus seguidores se sientan traicionados o algo por el estilo, los sintetizadores algo cumbieriles que decoran “Invisible” se complementan al entretenido y ya conocido ritmo del grupo. Varios seres fantasiosos se pasean durante el trayecto,
primero nos topamos con “El Innombrable”, la nueva canción para dedicar al que siempre trae mufa consigo; después tenemos otro potencial hit de los creadores de “Miguel Gritar” se vino “Calma Vladimir” que es una brillante fusión de chacarera con el rock para restregar a los que andan por ahí con actitud de leche hervida; y si el otro fue un potencial hit, el que continúa ya es uno consumado, el enérgico y pegadizo “Gaucho Power”, el nuevo superhéroe del pueblo que pelea por lo que ama. En la producción del renombrado Cachorro López, los uruguayos más detallistas encontraron alguien que se mueve en su misma sintonía para resaltar ciertos instrumentos que de por ahí no brillaban tanto en anteriores materiales del Cuarteto como el bajo (escuchá esos graves en “Mirada de Nylon”) y la batería, además de encajar justito las piezas en nuevos experimentos espaciales como “Hola Karma” con una sobresaliente letra, a la altura de una canción superior que cuenta con una variedad de sonidos de la India que a primera escucha son imperceptibles para cualquiera. Si hay algo que pueda llegar a objetar de Apocalipsis Zombi es que cuando no están sacando algo nuevo de la galera, se me hace que van al otro extremo, bien seguro en algunos pasajes como en “La Bestia” o “Nombres” donde parece que ya tenían hechas la canciones en un template y solo les agregaron letra y retocaron o añadieron algunas cositas, lo cual no desmerita el laburo, solo que me da por decir “pará, esto ya lo escuché antes”. Para ser el disco más jugado de la banda, se siente como algo que estuvieron haciendo desde siempre, y eso desde ya amplía el marcador de victorias de Roberto y sus secuaces.
7/10. #120 Las Robertas / Waves of the New 2017 Que te hagan escuchar Las Robertas por primera vez, sin que sepas absolutamente nada de ellas, te dan 10 oportunidades para que intentes adivinar de qué país vienen. En caso de que aceptes el reto, te traigo noticias del futuro: no vas a acertar. Este trío
proveniente de Costa Rica que coquetea con el noise pop y el punk, entre otras vertientes alternativas, me hace reflexionar la inmensa cantidad de música que se crea en el mundo todos los días y solo llegamos a escuchar un fragmento minúsculo de todo, imaginate la cantidad de bandas como esta en otros lugares más que improbables de las que nos estamos perdiendo. Que estemos hablando de ellas no es casualidad, andan causando estragos en varios blogs de música especializados que las pillaron, afiliadas en cierta manera con Burger Records, tocaron en el SXSW, festivales de renombre como el Primavera Sound, en pocas palabras ya están consolidadas en su nicho internacional, y dejan más que vigente el dicho de que “nadie es profeta en su tierra” con un tercer álbum de estudio que se casa con sus influencias principales en un trago de lo-fi guitarrero breve pero exaltado. No hay nada que no hayamos escuchado antes dentro del estilo en el que se manejan Meche Oller, Fabro Durán y la recién ingresada Sonya Carmona, pero eso no le quita un gramo de diversión o de placer a estas canciones que podrían sonar nostálgicas pero son todas más que positivas, empezando por “Dream” que a pesar de su pesadez atmosférica, se las arregla para dar una cordial bienvenida a esta nueva etapa de la agrupación que marca su primera vez grabando en suelo californiano junto con el productor Jon Greene quien falleció poco tiempo después de estas sesiones, por supuesto que el álbum está dedicado a el y al magnífico trabajo que tuvo en esta obra antes de partir. Si te copa la distorsión y el fuzz (¿a quién no?) con un bajo marcando el paso con firmeza, tenés a “Not Enough”; si siempre disfrutaste de las películas tipo spaghtti western o simplemente te da fisura de meterte a un lindo pogo, “Alto Astral” va más adelante; pero guarda tus energías para “Sun Haze” que trae consigo lo que hizo inolvidable al rock de los 90s, canciones como estas son las que nos hacen sentir vivos, y Las Robertas en este álbum se toman en serio el compromiso de replicar este sentir en cada nota. Lo que tienen ellas (y el) es que suenan naturalmente cool, siguiendo el camino de bandas como Beat Happening o The Vaselines, y eso se filtra en la melodía de “California Feeling”, inspirados obviamente en la locación donde grabaron el disco, les salió el anti hit más dulce del verano. Aunque si hablamos de influencias, el mayor destaque se lo debe llevar el excepcional final “I Wanna Be Like You,
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Lou”, ofrenda al líder de The Velvet Underground que articula una zapada con muchos juegos de pedales y la desprolijidad que caracterizó a la banda más íconica del art rock. Necesitamos más Robertas en este mundo o de seguro ya las hay y solo hay que encontrarlas.
7/10. #121 Wavves / You’re Welcome
2017 Desde que los conocí, Wavves ha sido esa banda de punk que podría estar en contra del sistema pero prefirió rascarse las pelotas, pasarla jodiendo y fumarse un petardo de considerable grosor. Han pasado 7 años desde que Nathan Williams se proclamó el rey de la playa que le importaba una mierda todo, desde ese entonces sacó 2 discos más con su banda principal, armó otros 2 proyectos paralelos (Sweet Valley y Spirit Club), un álbum en conjunto con otra banda amiga (Cloud Nothings), se independizó y creó su propio sello. Este mismo tipo que en el 2009 subió al escenario del Primavera Sound totalmente drogado haciendo el ridículo al punto que ahí mismo renunció su baterista, ese mismo man ha madurado y tiene un nuevo álbum para demostrarlo. Después de un acelerado pero poco memorable último disco, vuelve un poco al sonido que la gente busca en Wavves, agregando nuevos matices a sus pegajosos ritmos. Bueno, nuevos para la banda en realidad, “Come to the Valley” es lo que pasaría si los Beach Boys se hubiesen animado a usar un poco de distorsión en sus guitarras y voces, sin dudas es una de las mejores jugadas que se le pudo ocurrir a Nathan que hizo horarios de oficina para encargarse de absolutamente todo lo que pasa en este álbum, lo grabó junto al productor Dennis Herring quien ya le había pasado la mano en King of the Beach. Una de las mayores inspiraciones que tuvo Nathan para componer este disco dice que fue la música psicodélica sudamericana de los 70s y eso está claramente expuesto en el riff principal de la genial “Daisy” que no duda en hacernos pasar bien desde el primer momento
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que le damos play a este álbum. Williams dominó el fino arte de crear pogos fácilmente y lo demuestra en canciones como “No Shade” y “Exercise” pero acá son solo dos islas en un océano de melodías un poco más intricadas que exhibe con orgullo en “Stupid In Love” que incluye un coro femenino de fondo inspirado en el doo-wop de los 50s, un estilo que poco o nada tiene que ver con Wavves pero que le encontraron el giro inesperado para que quede tan bien. Esa actitud aparentemente desinteresada que proyecta Nathan en su voz a veces termina afectando a su música para bien o para mal en tracks como “You’re Welcome” que ya cuenta con el sonido patentado de la banda con la adición de un amigable teclado. Aunque por otro lado, nunca antes escuchaste un Wavves tan ordenado y prolijo como en “Million Enemies”, para cuando llegás a esta parte del álbum sabes que Nathan está bien sobrio y eso tampoco sé si es bueno o malo, digamos que son las consecuencias de madurar, aunque muchos vinimos a Wavves para el despelote que nos urge la necesidad fisiológica de quitarnos la remera y revolearla apenas iniciadas sus canciones. Supongo que para eso seguimos teniendo a FIDLAR. No digo que el grupo de Nathan tuvo una transformación irreconocible en este disco, todavía podemos iniciar una revuelta mientras suena de fondo “Animal” o “Hollowed Out”, es solo que desde el disco anterior le está costando seguir sosteniendo el mismo nivel de interés e intensidad que tenían sus primeros discos que eran como recibir un bombazo tras otro. Aplaudo que el espíritu carismático del punk se haya amigado con samples y sintetizadores como bien lo logra en “Dreams of Grandeur”, creo que por ahí viene la mano Nathan, seguí así por favor te lo pido.
7/10. #122 (Sandy) Alex G / Rocket 2017 ¿Estás buscando un disco de indie rock que en pleno 2017 siga sorprendiendo o que por lo menos tenga varias canciones lindas que te den ganas de volver a ellas a través de sus zigzagueantes melodías salidas principalmente de la guitarra de un muchacho denominado Alexander Giannascoli, un compulsivo songwriter que se hizo conocido a fuerza de su persistencia sacando varios discos caseros en
Bandcamp hasta que llegaron a los oídos de algún cazatalentos del sello Domino que no dudaron en contratarlo por su excentricismo y timidez canalizados en su música como bien lo hizo en Beach Music, su álbum anterior donde predominaba su puntillez para generar ritmos memorables acompañándolo con su sello de calidad lo-fi que deja un poco de lado en esta nueva producción que engaña a los oídos con canciones aparentemente cálidas y accesibles pero que en el fondo cuentan con quiebre de esquemas y anormalidades algunas más vistosas (como “Witch” que podría tratarse de un tema compuesto por Avey Tare de Animal Collective) que otras (como “Brick” que nos deja a todos en offside esa guitarra eléctrica rajeada rápidamente como alguna de Sonic Youth hasta que cae un explosivo bass drop y la canción muta a un tema lleno de saturación y agresividad tanto en los beats como en la voz de Alex que grita como si MC Ride de Death Grips haya poseído su cuerpo durante 2 minutos) destruyendo varias etiquetas a su paso tomando como base el freak folk para cantar con vocoder “Sportscar”, un tema R&B que a más de uno le sonó al “Nikes” de Frank Ocean (con quien colaboró para sus últimos dos discos del año pasado), aunque en realidad a quien más se le asemeja es al entrañable Elliot Smith en el fulgor de temas como “Bobby” donde Alex despelleja a su orgullo, dispuesto a hacer lo que sea para que su pareja lo perdone, pero no lo hace solo ya que a todo momento canta al unísono con Emily Yacina. Me encanta la cantidad de cosas que se escuchan en todo este disco, mucho más rico y atrevido que muchos álbumes de Americana de los últimos años, entendés eso perfectamente cuando le das play a “Horse” que literalmente su percusión principal son los pasos de un caballo que va galopando mientras le van siguiendo un enjambre de instrumentos exóticos de viento, te digo que el único tema que podríamos decir que se adecua a las convenciones es “Proud”, una brillante canción que se agiganta en su minimalismo folk. Alex se mueve meticulosamente dentro de su área de estudio (repertorio tranqui, ponele), incorporando mucha más instrumentación que en sus anteriores álbumes, para comprobarlo está “Powerful Man” que no tiene nada que envidiar a una de The Magnetic Fields de la época de 69 Love Songs, o ese final caviar que se da en “Guilty” con refuerzos del jazz como toque de distinción. Difícilmente se pueda apreciar todo lo que
este disco tiene para ofrecer en una, dos o solo tres escuchas, pero cuando le comprendas, capaz que se quede a vivir contigo y sean felices para siempre? Entonces Rocket es para vos.
8/10. #123 !!! / Shake the Shudder
2017 Acá está, este es, no hay nada que discutir, ya está cerradísimo y si ya lo escucharon, deberían de estar de acuerdo conmigo, puedo equivocarme en muchas cosas cuando trato de describir un material tan intangible y subjetivo como es la música, pero en esta estoy convencido, todavía no llegamos ni a la mitad del año pero pongo mi mano en el fuego por esto, es que tengo una fuerte debilidad por este subgénero así que capaz esté exagerando un poco, pero ni tanto, lo que importa es el presente, porque el pasado ya no se puede remediar y el futuro no se puede predecir, y el presente es ese momento en el voy capturando esta obra a través del tipeo de algunas palabras que al unirlas intentan formar alguna idea coherente cuya idea central es expresar nada más que Shake the Shudder va a ser el disco con más onda que vas a escuchar en este 2017. Es probable que ya escuchaste o vayas a escuchar álbumes que consideres mejores en lo que resta del año, ya sea por los criterios que vos consideres que una obra sea superior a otra, pero lo que llegan a conseguir acá estos locos es “hallarme” durante todo lo que dura el disco, es la infusión de alegría que le mejora el día a cualquiera. De la marea de bandas dance-punk que surgieron a mediados del 2000, !!! (grupo con nombre jodido si los hay, se pronuncia “chk chk chk”) se mantuvo como la más activa y con la discografía más consistente de todas. A las puertas de sus dos décadas de actividad, impresiona cómo siguen sonando tan frescos sin la necesidad de haber variado mucho su despliegue de indie disco con dosis precisas de humor en sus letras.
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La música techno tuvo una de sus mejores reencarnaciones en mucho tiempo con varias canciones de este disco que abre con “The One 2” liderada por una voz femenina para el warm-up porque el disco arranca oficialmente con la maravillosamente titulada “Dancing Is The Best Revenge” que aporta todos los beneficios del funk a una pista de baile sedienta de sudor en este track que es muy cool como para que te sientes con el. Su cantante Nic Offer es una bola disco humana y no me refiero a su molde, sino a que la fiesta literalmente lo sigue adonde vaya en cada uno de estos tracks, no hay un solo tema lento o que no incite a descaderarte en sus llanuras desmoronadas por bajos penetrantes, teclados y coros tan vivos que le dan ese clima retro-house que no deja indiferente a nadie. Preparate para la lenta pero emocionante progresión de “Throttle Service” que cuando llega a su climax te sacude al tener cada pieza en su lugar agregando a la ecuación algunas cuantas coristas y saxófones para uno de los tracks más ambiciosos de este compilado fiestero que fue hecho para ser tocado de noche, no te conformes con menos. Acá en serio tenés mínimo tres hits que en un mundo ideal sonarían en el punto más caliente de cualquier fiesta del mundo en este mismo momento, una de ellas es “Our Love (U Can Get)” que en su estructura esconde algo que hizo grande al french touch, serán esos beats o esos sintetizadores robóticos o tal vez el conjunto de todo eso junto a sus estribillos imborrables. La única recomendación que les puedo dar a la hora de escuchar este álbum es que lo pongan muy fuerte, porque tracks tan aclaratorios como “Things Get Hard” -que cuentan con una producción que te golpea el pecho con sus graves- no funcionan de otra manera, sería una falta de respeto escucharlo de otra manera.
8/10. #124 The Magnetic Fields / 50 Song Memoir 2017 Considerado uno de los mejores compositores pop contemporáneos, Stephin Merritt no podría considerarse un agradable sujeto fuera de lo que es su música, un hombre cuyo estilo de vida es comparable al de un ermitaño, bohemio como muchos pero auténtico como pocos, un erudito que
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tiene más libros que discos en su casa (imperdible el documental Strange Powers que está centrada en su enigmática persona) tiene en su haber la creación de una de las obras más extensas y ambiciosas dentro del cancionero indie, la obra maestra 69 Love Songs que aborda las cuestiones del amor de una manera como nunca antes nadie lo había hecho. Entre las tantas cualidades de Stephin, ser un gran contador de historias es una de ellas pero no precisamente sobre el mismo, pero esta vez hizo una excepción: por su cumpleaños número 50 se alistó para una nueva aventura de similares dimensiones épicas, se propuso realizar unas memorias musicales que incluyan una canción por cada año de su vida, inspirándose en autores de poesía norteamericana, Stephin cantó en todas las canciones y toca más de 100 instrumentos en una maratónica sesión de 2 horas y media. En una época donde la gente le dedica apenas medio segundo a una foto que le gusta en Instagram, Merritt desempolva sus viejas costumbres bastante alejadas de las formas que hoy la mayoría acostumbra a consumir cultura, es de esos señores que se toman su tiempo en disfrutar las cosas que le gustan. Esta proeza empieza con Merritt y un ukelele para la canción que va dedicada a su año de nacimiento, “’66: Wonder Where I’m From” que le rinde honores a su lugar de origen y personajes como los beatniks que tan latentes estaban por aquel entonces. Tampoco hace una cronología exacta de sus vivencias durante todo el álbum, no hay una linealidad concreta en su relato, Stephin nos va esbozando detalles que el cree importante, es como que nos va leyendo su biografía y de repente se le da por saltear algunas páginas o inventar hechos que no precisamente pudieron haberle ocurrido. Por su longitud es evidente que no nos vaya a gustar todo el álbum, de hecho que ni al propio Stephin le gusta todo, dando a entender que esta obra es un fiel reflejo de su vida, con sus imperfecciones incluidas. En mi experiencia personal con el álbum, tengo varias canciones para destacar como la conga agrandada de “’67: Come Back as a Cockroach” que Stephin canta desde la perspectiva de su yo de 2 años, en lo instrumental ya se pueden oir una importante cantidad de elementos al fondo que ornamentan las preciosas melodías; hay que tener en cuenta además que Stephin aparte de ser un estudioso de la música, es capaz de alcanzar con su voz los rangos más graves con su voz de bajo que no duda en usarlo en una
cantidad importante de canciones acá, como en la importante baroque pop “’69: Judy Garland” y digo importante por la significancia histórica de Judy, una de las primeras actrices de la industria en declararse abiertamente homosexual y cuya muerte desencadenó el inicio de los movimientos de liberación gay. Trata de no olvidarse de algunos hechos importantes que marcaron de alguna forma su vida como en “’70: They’re Killing Children Over There” que narra cómo a los cinco años Stephin se dio cuenta de la existencia de las guerras a través de un concierto de Grace Slick y pensó que las matanzas estaban ocurriendo allí a la vuelta, pero no solo eso, en este sombrío track conducido por un monótono sintetizador, Merritt no duda en hacer una analogía con el presente bélico tirando esta estrofa con finura de poeta: “Now that everyone is fat and complacent I haven’t heard a protest in years, we just keep paying our taxes, the taxes keep turning the gears”. No se olvida de su mamá que en “’74: No” se burla de ella y sus creencias religiosas, tampoco de la aquella primera vez que intentó formar una banda en “’78: Blizzard of 78” o de la hilarante manera que recuerda la época dorada de la música disco en “’76: Hustle 76”, logra con total éxito fusionar los tecladitos característicos del estilo con su pop bohemio de salón, jamás me hubiese imaginado que funcione tan bien una combinación como esta, mientras que en “’79: Rock’n’Roll Will Ruin Your Life” habla crudamente de los excesos que implicaba ser un verdadero rockstar en aquellos años, casi parodiando el sonido de las bandas de hard rock a las que se refería pero en formato acústico. Recuerda con cariño esa vez que descubrió el poder de los sintetizadores en la new wave “’81: How to Play a Synthesizer” cuya letra literalmente trata de cómo tocar dicho instrumento, Stephin guarda un sentido del humor que puede resultar extraño para muchos pero cuando le pillás la onda te parece adorable. Otra canción que exuda superioridad compositiva es la que Stephin le dedica a un club al que acudía cuando era joven en “’84: Danceteria!” donde parece rendir tributo a las bandas de dance rock que solían ir a tocar allí como las ESG o DEVO, y brinda mayores detalles personales de aquellas noches de movida nocturna en “’87: At the Pyramid” donde detalla cuando conoció a un chico con el que sintió atracción instantánea, la canción va tomando pulso mediante los numerosos instrumentos hindú que van haciendo gala de su presencia, y considero uno de los números más satisfactorios de este prolongado viaje que Stephin lucha para que no sea una obra egocéntrica.
Creo que cualquiera se volvería un poco loco al intentar hacer un disco tan extenso como este y la verdad que un poco de esa locura es la que Merritt filtra en “’91: The Day I Finally…” que está grabado de una forma bien casera que su autor se vale de sus propios aplausos y lo que parecen ser utensilios de cocina o algo así junto a los platillos de su batería para hacer las percusiones mientras el canta de forma desinteresada sobre cómo se originó su primer cuadro depresivo. Sin duda esta sería la seguidilla de canciones que tocan los temas más fuertes de su vida, la siguiente “’92: Weird Diseases” Merritt cuenta que desde chico tuvo ataques de epilepsia, también tuvo complicaciones renales y aquel año empezó a padecer hiperacusia que es la intolerancia a ciertas frecuencias, lo cual explica un poco su exilio de la vida normal y del porqué no toca muy seguido en vivo y casi no utiliza batería en sus canciones: para escapar del ruido. Este es un álbum que tiene tantos pros que los contras quedan reducidos a añicos, es para escucharlo de a poco y a cuotas, ir analizándolo paso a paso y agradecer que un genio muchas veces incomprendido como Merritt haga estos sacrificios artísticos, puedo seguir hablando de gemas individuales que se hallan acá como “’08: Surfin’” que es una mixtura de surf con post-punk y noise rock como si les hayan pedido The Cramps para que bajen 3 cambios, o qué decir de la parafernalia orquestal de “’02: Be True to Your Bar” que suena grandioso, un himno a uno de sus bares favoritos, el Dick’s Bar, lugar donde escribió la mayoría de las canciones de su ópera prima. Si querés escuchar algo que tardó más de 50 años de experiencias propias en realizarse de la mano de un intelectual que inspiró directa o indirectamente a varios de nuestros cantautores indie favoritos de la actualidad, tomate el tiempo de escuchar esto.
8/10. #125 Los Teleprompters / Los Teleprompters 2017 Si hay algo para agradecer por estar viviendo en un país como Paraguay es que somos una aldea grande en donde siempre ocurre algo insólito que desafía todos los días a nuestras expectativas de indignación y asombro con personajes pintorescos que se pelean por
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captar la atención de la mayor cantidad de gente posible, somos un nido de memes humanos que se ganan méritos para tener canciones propias. Pocas son las bandas de rock que se ríen de ellas mismas y sacan inspiración en la comedia de calidad que se cosecha en este azotado país, algunas propuestas que llevaron dicho cetro con orgullo fueron por ejemplo los hardcore de Orquesta Juvenil Los Modernos que entre su repertorio figuran temas como “Cartes me mandó a la comisaría a dormir” o “Vos también veías El Conejo”; y los indie rockers de The Bacalaos que prácticamente no existirían si no fuera por la idiosincrasia local que llevan dentro en casi la totalidad de su obra, hablando de ellos, su flamante última incorporación en la batería, Sergio López Mussi acaba de lanzar de forma independiente su primer material en solitario que tampoco escapa del ethos paraguayo en este corrosivo y divertido material. Grabado de la forma más DIY disponible en su ático, Sergio toca y canta todo lo que escuchamos acá: teclado, bajo, batería, guitarra y su voz puesta todo el tiempo con un filtro que lo satura y le da esa onda lo-fi que tanto acostumbramos a escuchar en las primeras grabaciones de nuestras bandas garage rock de preferencia. Sergio toma los elementos necesarios del sonido que logra emular y los trae a nuestra realidad que nos hace un zumbido al oído ya con lo primero que se escucha al inicio de “Cliché Guevara”, el canto de unas cigarras infaltables del verano subtropical que ceden la posta a un teclado espacial que arma el preludio de lo que está por ocurrir, Sergio prepara el terreno para los dinamitantes riffs de guitarra mientras apunta con su letra a la careta de que el rock siempre es una revolución, es la canción anti contra los anti. A personajes como al que va dedicado el segundo track es lo que me refería al principio, un hombre en la ciudad capital se gana la vida como alguien que mejora el flujo del tráfico vehicular de una forma muy peculiar, dudo que exista otra persona así en el planeta, “Las Aventuras del Hombre Baliza” ensalza la figura de este heróico sujeto suburbano en cuyos frenéticos ritmos se desata el descontrol. Entre los puntos más altos a nivel composición y letra está en el primer puesto “Clon Tras Clon” que escupe tantas verdades sobre la ignorancia supina que sufren muchos de nuestros habitantes que insultan al artista diferente pero cuando este destaca es venerado, formamos parte de la sociedad más crítica de todo menos de nosotros mismos y que se niega a los cambios de
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pensamiento, fácilmente una de las mejores canciones nacionales de este año con el coro (“Fui lo mejor de vooooos”) que pide ser gritado por multitudes. Sergio balancea el uso de todo su equipamiento mandándose su parte como gran tecladista en las psych poperas “Muerte en la Terraza” y “En la esquina de la escuela venden caramelo con droga” que en su última mitad me sonó a una reversión de ese tipo de música que suele estar de background en las escenas de ferias estatales con parques de diversiones, un clásico en series o películas bien yanquis. Me gusta la emoción nostálgica que transmite la letra y el sintetizador en “1997” que evoca a un episodio pasado del que no tenemos muchos detalles. Luego se viene el contraste con la canción más graciosa y la que más movimiento puede llegar a generar en caso de que este material salga del ático para ser presentado en vivo, “Tinelli me cagó Twist and Shout” es algo que muchos de la generación Z latinoamericana tuvimos en la cabeza por tanto tiempo pero nunca nadie lo expresó en una canción: el conductor argentino Marcelo Tinelli utilizó la afamada canción de los Beatles para abrir desde hace más de 20 años su programa VideoMatch (luego ShowMatch), por lo que se nos hace imposible escuchar el tema sin recordar a su programa que antes era cheveré. La canción tiene todos los ingredientes para ser un himno, eso es innegable. Todavía tengo algunas reservas con respecto a la forma de cantar de Sergio en ciertas canciones como no entrando en el contexto de lo que va contando, pero lo compensa con actitud que es al final de cuentas lo que le hace ganar el partido por goleada en este proyecto que se va despidiendo con grandeza y mucha más saturación en “Canción de adiós onda Billy Idol” donde Sergio personifica al rockstar en su tonada de voz. La última carta que juega es “41 Grados” que hace alusión al insostenible calor que nos toca vivir la mayor parte del año en esta tierra de contradicciones. El álbum termina con el audio extraído de un video que muestra la violencia con la que actuaron policías que irrumpieron la sede del Partido Liberal en la noche del 31 de marzo, asesinando cobardemente al joven Rodrigo Quintana de un balazo en la cabeza, como haciendo una analogía de las cosas que suceden en un ambiente tan acalorado como el nuestro. Era lo que nos estaba faltando y no lo sabíamos, una tesis de garage rock que recorre con ironía algunas aristas de nuestra realidad.
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#126 Pallbearer / Heartless 2017 El metal por siempre será el género outsider dentro de los círculos sociales, así que es todo un acontecimiento cuando una banda que practica este estilo empieza a gustar fuera de aquel público caricaturizado con tachas, tatuajes y mucho pelaje. Le pasó en la última década a Mastodon y Ghost, incluso a proyectos de black metal como Deafheaven o de death metal como Gojira, y es lo que está pasando con los Pallbearer trayendo su doom metal melódico directo de Arkansas. Todas estas bandas tienen algo en común y es que tomaron algo que ya funcionaba dentro del mainstream y lo añadieron a sus respectivas fórmulas para crear algo nuevo de paquete, en el caso de esta banda de la que hablo a continuación, sus referencias van del hard rock al prog rock bien clásico y eso ya les mete en el bolsillo a una considerable cantidad de personas que gustan de ese tipo de música, después están los que se hartaron un poco de esos estilos y desean algo un poco más rebuscado en su metal. De alguna manera, Pallbearer logra congregar a estos dos tipos de metalheads y a curiosos que admiran la reinvención de un género tan estático y repetitivo como es el doom. En su tercer álbum se vuelven más atmosféricos dejando suficiente espacio para la tristeza, utilizando estratégicamente sus secciones pesadas para provocar sofocación, lo que provoca efectos más devastadores que una banda que no para nunca de atacar con poderosos riffs y solos. Gran demostración de su caudal de fuerza emotiva puede percibirse en “Lie of Survival” donde distribuyen lenta y progresivamente todo lo que tienen para ofrecer en sus extensos 8 minutos de arpegios armoniosos que van de la mano con la ecléctiva voz de Brett Campbell que en el calmado y paciente final con “A Plea for Understanding” llega a tonos altos que lo dejan tan respetable como un Bruce Dickinson, y no podría decir que eso fue lo único que me recordó a Iron Maiden dentro de este material que tiene pasta para clásico de no ser que algunos pasajes dentro de sus
canciones no son muy memorables que digamos, ya que en su intento por sonar muy técnicos creo que se van un poco por la tangente y la sucesión de notas que van tocando, carecen de momentos interesantes. La pieza central, “Dancing In Madness” es la canción más elaborada del álbum exhibiendo esa dualidad del bien y el mal con una primera parte donde hacen gala de solos austeros, especialidad del mago Gilmour en Pink Floyd; en la fase intermedia, todo se vuelve más tormentoso y la voz de Brett se torna gutural y oscura; y hacia el cierre, estas dos oposiciones hacen las paces para el bien común de la canción en un dramático final. Otra cruzada de igual magnitud se da en la canción que da nombre al álbum que en su letra carga el desconsuelo que va siendo derramado por la brutalidad su apartado instrumental, de lo más heavy en todo el disco con sus palpitantes cambios de tempo y la sobrecarga de distorsión. Impresionante, ¿no?
7/10. #127 Sólstafir / Berdreyminn 2017 Hay bandas tan fantásticas en este mundo que aparecen muy de vez en cuando para demostrarnos que la música todavía tiene cosas nuevas e interesantes que ofrecer tras miles de años de creación. Uno de los grandes logros de la humanidad en la historia del universo es su capacidad inagotable para crear composiciones placenteras para los sentidos con apenas 7 notas musicales, las combinaciones son infinitas y el trabajo de algunos músicos hoy en día es casi de rigor científico cuando se trata del hallazgo de melodías que no guardan mucha similitud con algo que ya se ha creado anteriormente. En esa categoría entran los barbudos islandeses de Sólstafir porque antes que ellos no conocía otra banda que combine la aplastante fuerza del sludge metal con la atmósfera pacífica del post rock, además de agarrarse de otras vertientes como el shoegaze y la psicodelia, a esta conjunción ellos mismos la bautizaron como viking post rock y es
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una de las propuestas más innovadoras no solo del metal sino de la música contemporánea en general. Con su último álbum, Ótta pudieron recibir la aclamación mundial que merecían de un principio con un trabajo que propone un viaje por los paisajes helados de Islandia, logrando penetrar con sonidos tan vivos que se convierte en un álbum audiovisual cuando lo escuchás con la concentración suficiente, es que de verdad tiene un poder cinemático bastante fuerte con características inconfundibles. Esta nueva travesía sonora cuyo título en español sería algo así como “El soñador de eventos futuros” es la calma después de la tormenta, ganando la contemplación por sobre la agresividad en gran parte del álbum donde inauguran batero tras la abrupta salida de “Gummi”, miembro fundador con el que compartieron más de 20 años. Con Sólstafir lo que tenés por garantizado es que te va a transportar a un lugar helado, a un santuario de dioses donde triunfa la estridencia viniendo de los aullidos de su cantante Aðalbjörn Tryggvason que posee una de las mejores voces del metal en la actualidad, sonando potente pero melódico al mismo tiempo, a estas cuerdas vocales bendecidas las complementan el supremo dominio de guitarra de Sæþor Marius Sæþorsson y el sólido acompañamiento en bajo y batería de Svavar Austmann y Hallgrímur Jón Hallgrímsson, además de los refuerzos de cuerdas y piano en ciertos tracks para aportar aún más profundidad a la experiencia. La gracia de este titánico armazón abre con “SilfurRefur” que con cautela se va desarrollando y presentando de a poco todos sus integrantes que se encuentran eclipsados por la mística que que logran hacer juntos, si tu banda de metal quiere sonar grandiosa no hace falta que suene extremadamente fuerte ni rápida y este es el mejor ejemplo que te pueden dar al respecto. Otra de las cosas que hacen de Sólstafir una banda única es que no importa de donde saquen inspiración para hacer sus canciones, siempre logran adaptarlo a su universo como pasa con “Ísafold” que si te ponés a analizar es rock clásico de los 70s con esos riffs vibrantes pero bien pulidos que sabrán apreciar los fanáticos de bandas del mismo palo de Fleetwood Mac. Otro de los puntos que amo de esta banda y que en este y todos sus discos le sacan el mayor provecho posible es a Tryggvason que no hace falta entenderle media palabra para que te contagie la melancolía de su ser. Al tratarse este de un álbum menos intenso a nivel instrumental, su voz cobra mayor relevancia acá en temas como “Hula”, una balada
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psicodélica que parece haber sido grabada en una iglesia con su staff del coro incluido, es precioso como para sacarte una lágrima de lo lindo. La cosa se vuelve frágil en “Hvít Sæng” que está basado en una avalancha que en 1995 acabó con la vida de muchas personas en una villa pesquera, esta canción encuentra su fortaleza en donde todos ven tragedia y se va fundiendo en los contundentes solos de Pjúddi a la segunda mitad. Estos cuatro señores tienen a sus pies el caos y la calma para abusar de ellos a placer cuando lo necesiten, para “Dýrafjörður” traen a un delicado piano para que vaya entibiando el ambiente en contrapartida al crescendo de guitarras glaciales que van acaparando la melodía principal, por este tipo de canciones es que sin titubeos podemos decir que los Sólstafir serían como sus compatriotas los Sigur Rós pero del metal, elevando las emociones al máximo como muy pocos en el planeta Tierra. Y eso que la mejor parte recién llega con los dos tracks finales, primero “Ambátt” que seduce en la oscuridad con la ternura del piano que una vez más sirve como el despegue de algo más grande, la canción va adquiriendo potencia con el correr de los minutos con su progresión magnífica, pero la que está para ser encuadrada de principio a fin es “Bláfjall” que es como el momento que todos estábamos esperando, los tracks anteriores como odiseas repletas de imponentes texturas son la antesala que desembocan a este epítome desenlace cargado de una tristeza hermosa, Addi entrega su mejor perfomance vocal, mientras que un órgano al fondo va duplicando los sentimientos que son interceptados por afiladas guitarras que sin piedad provocan un último holocausto antes de que podamos decir chau.
9/10. #128 Sylvan Esso / What Now 2017 Sylvan Esso es una más de esas bandas indie pop que gozan de una moderada popularidad (“Coffee” de su álbum debut está por alcanzar las 50 millones de reproducciones en Spotify, supongo que a eso le
llamamos ser famoso ahora) porque bueno, suenan a otras bandas que si nos gustan como CHVRCHES o Dirty Projectors y les habremos escuchado accidentalmente gracias a esos algoritmos que andan dictando en cierta parte nuestros gustos musicales. Este dúo conformado por Nick Sanborn y Amelia Meath son buena gente haciendo música que -a mi gusto al menos- no superaba el estándar de bueno a muy bueno, ocupando un espacio dentro de los playlists para pasarla bien y no molestan, pero tampoco aportan mucho dentro del mundillo synthpopero como para decir “BO-LU-DO, esto tenés que escuchar urgente”. En esta segunda bandeja de canciones que llega 3 años después de su debut, tratan de levantar los ánimos pero antes se mandan una intro a capella de Amelia al unísono con un sintetizador descompuesto, queriendo hacer una referencia en “Sound” a que este nuevo álbum lo hicieron con mucho cariño entre humanos y aparatos electrónicos, me parece que acá ya hay un tropiezo al arrancar muy bajón los primeros 2 minutos del álbum, pero lo recuperan en “The Glow” que vaya sorpresa, había sido hace referencia al álbum más conocido de la banda de Phil Elverum, The Microphones y que en su elaborada producción trata de imitar ciertos elementos de aquel gran álbum que experimenta con gracia los sonidos del folk y el ambient. Ese mismo mood de electro-pop agradable pero que nunca termina de explotar o ser algo más continúa en el single principal del álbum, “Die Young” que no me hace mucho efecto a pesar del esfuerzo de Sanborn por incluir sonidos llamativos que tienen alguito del house y el UK garage onda Disclosure, esa inspiración es más que notoria en los tracks más animados del álbum, “Radio” y mi favorito personal, “Kick Jump Twist” que se lleva la mención de honor al incluir con éxito sonidos 8-bits (amo los ruiditos que usan acá para hacerme cosquillas en el cerebro) para encender al menos por un rato la pista de baile, después olvídate que no salen casi nunca de su zona de confort: Meath con su bonita voz parece que tiene prohibido salir de su estado de serenidad plena, digamos que cumple con su laburo pero la mayor parte recae en lo que Nick tiene para ofrecer en materia de archivos de audio copados. El último baile ocurre con la Robynesca (?) “Just Dancing” que es una formidable canción electropop hecha y derecha con una letra que retrata cómo se dan las relaciones de hoy en día gracias a (o por culpa de) Tinder, tenemos
un potencial hit por acá que tampoco es nada del otro mundo, pero que puede funcionar para posicionarlos mejor porque se te pega como chicle. El cierre con “Rewind” es una plácida balada con samples que recordarán un poco al álbum Metals de Feist(coincidentemente Amelia formó parte del crew de cantantes durante la gira de este álbum), poniéndole un moñito de distinción a un disco que en definitiva te podrá llamar la atención con algunos sonidos folktrónicos que salen de tracks como “Song” o “Signal” pero la estructura en la que están predispuestas contradicen a las ganas que tienen de hacer algo diferente, lo que nos arroja un álbum que está súper OK y nada más. Tiene el gusto de que es solo la previa de algo mejor, es música para estar bien un rato pero una vez que termina, también me olvido de ellos, tal como indica el título del álbum les pregunto: ¿y ahora qué?
6/10. #129 alt-J / Relaxer
2017 Es cuanto menos fascinante cómo una banda que desde un principio la pegó con un sonido diferente, se reinventa para cumplir con las expectativas de personas que ni conocen. Ponete en la piel de los alt-J que con su primer disco ya se ganaron uno de los premios musicales más importantes del Reino Unido, unos cuantos hasta llegaron tan lejos con las comparaciones, llegando a decir que serían como los nuevos Radiohead, imaginate la olla a presión en la que se meten cada vez que sacan un material nuevo. Justamente hacen referencia al último disco de la banda de Thom y Jonny en “Hit Me Like That Snare”, la única canción relativamente impetuosa dentro de este último disco de alt-J que según su propio cantante Joe Newman, se parece un toque a “Decks Dark” en su riff, así que ya para este tercer álbum se puede decir que si, se ponen a la altura del hype. Para esta nueva placa discográfica, el trío de Leeds entrega su álbum más calmado, elaborado, breve pero intenso. Eso si, este nuevo material tendría que
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venir con una advertencia previa que debe obligar a cualquiera que lo escuche a no emitir veredicto alguno sobre el mismo en su primera reproducción, porque es sin dudas es disco más lento y menos digerible de todos, hay que tenerle una paciencia y tiempo que no muchos estén dispuestos a gastar. A pesar de que siempre fueron una banda que suena rara de buenas a primeras, ahora llevan esa virtud bajada a 3 cambios y eso que el álbum anterior ya era lento, pero la diferencia entre este álbum y This Is All Yours es que acá hay una mejoría en las composiciones, a eso sumarle una vital adición en materia instrumental con toda una orquesta de vientos y cuerdas en algunos de los tracks como “In Cold Blood” que ya gusta de un principio por parecer a algo que tan bien les salió en el primer disco. El disco abre con una íntima caja de ritmos en “3WW” que va revelando sin apuros los matices de su melodía, el título del tema serían las siglas de “3 worn words” que a su vez es una referencia tácita a “I love you”, y pues como son una banda cuyo nombre es un triangulito pues hacen alusiones a sus tres lados, siendo esta una canción cantada por tres personas, Joe, Gus el tecladista y Ellie Rowsell, cantante de la banda Wolf Alice. Es sencillamente uno de los temas con más pasión que pudieron haber escrito en sus carreras, incluyendo el verso tan citable de querer amarse en su propio idioma. Más adelante tenemos una reversión de “The House of the Rising Sun” que sería una reversión del clásico tema de The Animals, solamente no califica como cover porque le cambiaron el coro y los versos finales, y por más de que sea una decente balada folk, no deja de ser un relleno de 5 minutos. Para ir cerrando los contras de este trabajo que tiene más pros, está “Deadcrush” que es el tema que menos me conmueve dentro del tracklist a pesar de que su origen es interesante, resultase que es un término que ellos mismos inventaron para describir a personas por las que se sienten atraídas pero que ya perecieron. La inflexión tan peculiar en la voz de Joe está presente así como los componentes que usualmente tiene una canción de alt-J, pero tocados de una forma que me suena tan básica viniendo de ellos. Cuando mencioné más arriba que estamos ante el disco más elaborado de la banda, me refería a las tranquilas pero a su vez grandiosas canciones que se mandan para el final, primero con “Adeline” que había sido es una adaptación que realizaron de un soundtrack del maestro compositor Hans Zimmer, cómo va evolucionando este tema de una balada a una emotiva redención coral de película, también
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me rindo ante la delicada y depresiva “Last Year” que es como una metacanción en la que Joe cuenta en primera persona las vivencias de alguien que se suicidó tirándose al río Mississipi, y en la siguiente estrofa le da paso a la cantante Marika Hackman que ejerza el papel de su viuda que canta esta canción en su funeral. Con esa meticulosidad para crear letras como que no parece una balada más, ¿no? El cierre es la bienvenida al edén, “Pleader” es casi una canción religiosa con esos ecos y toda esa orquestación, de hecho que fue luego grabada en la catedral donde Gus era corista, esta es la pieza más intricada de todo el LP sin dudas, quitando directa influencia de la música clásica, llevando así la ambición del grupo a una nueva escala en donde el cielo es el límite. Tendrá sus fallos Relaxer pero los hago pasar por alto gracias a sus estelares momentos.
8/10. #130 Major Lazer / Know No Better 2017 Bueno, primero que nada hay que saber diferenciar la música que escuchamos y la que bailamos. Cuando tuve la primera degustación de Major Lazer allá por el 2010 venía con todos los estigmas del prejuicio que me impedían disfrutar ciertos géneros musicales, lo que hacían Diplo y compañía me parecía el intento burdo por llevar el sonido tropical a los charts, era lo más grasa que podía tener en la compu, pero lo tuve y por ende lo seguí escuchando y me iba gustando cada vez más, para no pisar tanto mis palabras empecé a decir que hacían grasa trans, algo supuestamente menos nocivo para mi salud. Luego naturalmente me fui ablandando y fui cayendo al baile con las reiteraciones de Free the Universe, compendio que estableció al dancehall y al tropical house como estilos a los que debían aferrarse los artistas pop del momento para seguir en la cima.
Y luego lo que siempre termina pasando cuando la industria musical se mete en el asunto, una cosa llevó a la otra, salió “Lean On” que lo amé hasta la repetición número 729 pero a la 730 ya saturaron y con ella vinieron otras cientras de copias no tan buenas de la misma, la decadencia del grupo -a mi gusto personal- empezó con el lanzamiento de Peace Is The Mission que ya no contaba con la creatividad de producciones anteriores pero si mantenía la innegable actitud fiestera, por lo que el “Peace” del título lo leía como un sinónimo de “Sell”, logrando así que mi interés por ellos sea inversamente proporcional a la cantidad de guita que estaban haciendo con todos los tracks que fueron sacando después, todos muy similares unos de otros. Así es como volvés genérico algo que vos mismo hiciste que sea único… ahí es cuando terminé por mudar a Major Lazer del estante de música que escucho a la música que bailo, al menos hasta nuevo aviso.
Adonde si se van todo con ser una parodia de ellos mismos es con “Particula” y “Front of the Line” que los habrán compuesto en 5 minutos cada uno, no hay mucho que decir de las mismas, son temas que tienen su sello pero que no les echaron muchas ganas para que sean un poco más explosivas. Pero en serio, ahora Major Lazer es solo un engranaje más del sistema, tampoco estoy haciendo una afirmación que nadie sabía, solo que me quedó más que claro con el tema “Sua Cara” que cuenta con la participación de una cantante brasileña llamada Annita, quien hace una semana nada más me salió un feroz banner con su cara en Spotify para escuchar un playlist armado por la propia compañía de streaming… una semana después sale este EP y mirá qué sorpresa encontrarla colaborando por acá, el tema es un reggaeton en portugués con el tratamiento diploense en la producción, algo que en un país como Paraguay van a amar donde siempre es bien recibido un tema bailable rapai, la calidad es lo de menos.
Así que a este nuevo EP lo debo juzgar como tal, al carajo con encontrarte algo nuevo o sorprendente por acá donde la lista de invitados pasa a ser más importante que la música misma, tenés el primer track cuyo sonido principal se asemeja bastante a “Let Me Love You” de DJ Snake y vaya que ese tema ya era choto, comparten micrófono el trap rapper Travis Scott, la ex Fifth Harmony que todavía busca nuevo lugar en el espacio Camila Cabello, y Quavo de Migos con su autotune odioso. Acá permítanme hacer un descargo y decir BASTA DE MIGOS en la música pop por lo que más quieran, no entiendo el atractivo de meter a estos persons en todos los temas nuevos, solo la pegaron con “Bad and Boujee”, muchas gracias por ese tema, pero acabemos con la mentira de estos tres pelagatos, paremos de darle pan a quienes no tienen dientes. Ya está, sigamos.
El único tema que cumple de verdad con armar caos cuando llegue a sonar en sus frenéticas presentaciones en vivo es “Jump” con esos prominentes bassdrops que tenía un “Watch Out For This (Bumaye)” pero con mucha azúcar en la sangre. La grasa que hacen ahora está mega procesada e industrializada, hacerle la contra a eso está difícil, es lo que consume la mayoría... y lo que todos vamos a terminar bailando si se da la oportunidad.
Al leer nomás los nombres involucrados en el segundo track ya ni hace estresarme por lo que voy a escuchar, tenemos en las vocales a Sean Paul (con quien ya trabajaron antes para uno de los temas del EP, Apocalypse Soon) y la nueva estrella del reggaeton a nivel mundial, J Balvin. El track es tan básico si, pero sacando eso que ya es prácticamente una obviedad, me gusta el beat con flautas y voces pasadas por vaya a saber cuántos filtros de postproducción, te lo bailo sin culpa alguna como los temas que sacaba Sean Paul a mediados del 2000. A diferencia de sus colegas de The Chainsmokers, este trío conformado por Walshy Fire, Jillionaire y Diplo todavía pueden hacer que su mierda suene interesante, sin apelar al sentimentalismo barato.
4/10. #131 Beach Fossils / Somersault
2017 Dustin Payseur admite ser un tipo terco con respecto a las decisiones artísticas de su banda por la que se desveló varias jornadas para tener este disco así como lo escuchamos ahora. A pesar que cedió mayor participación de sus otros compañeros Jack Smith y Tommy Davidson, se sabe que Dustin lo calculó todo, metiendo también en su bolsa a unos cuantos músicos profesionales para hacer arreglos en varios pasajes del disco, así como también la participación de otras voces, cosa que no había pasado antes.
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Se ablandó el Dustin y para bien, tenemos el trabajo con sonidos más variados de su carrera, superando después de dos discos y un EP, la etapa meramente shoegaze lo-fi de la banda, también se abrió a su manera y afirma que este disco es sobre el mismo y su vida personal con sus errores y aciertos, en lo que respecta a su música creo que son nada más que aciertos para demostrarnos cómo puede madurar un grupo que hasta en su disco pasado sonaba a la más under de New York. Ya en el arranque con “This Year” se puede escuchar que la calidad de grabación esta vez es clara como el agua y no les arruina para nada, porque conservan esa calidez en sus composiciones que se sienten como abrazos en invierno, Dustin y los demás se dieron cuenta que la esencia de la banda no era cómo sonaban, sino cómo tocaban y eso es más que obvio en esta autocrítica mejorada con unos cuantos violines. Tal vez el inicio pudo sonar a algo diferente, pero el clásico Beach Fossils dream popero sigue ahí en “Tangerine” donde se dan el lujo de traer a Rachel Goswell para hacer un dueto que era de esperarse que iba a calzar perfecto en este exuberante track, es que ni hace falta aclarar que una de las principales influencias de la banda es Slowdive, pero bueno, ya lo dije. Otras de las novedades en el repertorio de los neoyorkinos es la complementación que hacen con el baroque pop en temas como “Saint Ivy” en su exótico solo de flauta y la convergencia de cuerdas armónicas en la última mitad, e incluso llegan a pisar el territorio del trip-hop en “Social Jetlag” que hipnotiza con ese combo breaker que se da entre la voz resonante de Dustin, el piano y la caja de ritmos programada en un loop anestésico que puede durar 10 minutos más y no nos daríamos cuenta. Lo más extraño de todo fue el tema “Rise” que actúa como un suave intermedio cantado solo por el rapero Cities Aviv mientras tiene de fondo un saxo tocado con pasión, parecería una canción de Homeshake si le quitás la voz. Pero a pesar de todos los cambios que mencioné, todavía queda esa banda que nos hace soñar despiertos, solo que esta vez el sueño es más real y grande que nunca, lo dejan en evidencia con “Down the Line” que mira a la depresión cara a cara con el sonido ya característico de los fósiles, y más aún en el éxtasis de “Be Nothing” que se arrima a la inmersión introspectiva durante sus 3 últimos finales de pura gloria instrumental, un alto vuelo que solo pueden ofrecer las mejores canciones del dream pop con esos solos espirales y zapadas caóticamente limpias. Si tuviera alguna objeción con respecto a este nuevo álbum es que algunas canciones como “May 1st” o “Closer Everywhere” salieron como copias
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de algo que ya hicieron en su primer álbum y acá quedaron como las menos interesantes entre las cosas frescas que se pueden oir acá. En resumen: hagan más espacio que quiero que entren más músicos a Beach Fossils que ahí está el futuro del shoegaze, así que a despegar la mirada del suelo.
7/10. #132 tricot / 3 2017 Ser fanático de algo en cierta forma te condiciona a querer de la misma manera a otras cosas. El único auténtico beneficio que le encontré al fanatismo en el tiempo que vengo usando un poco la cabeza es que las emociones son mucho más intensas en lo que respecta a tu ídolo o lo que sea que hayas estado adorando. Si bien sentir esas emociones únicas, muchos no las cambiaría por nada, tienen que saber de igual manera que hay una cantidad infinita de opciones fuera de las que se están encasillando, y me refiero concretamente a la música, porque en el fútbol es ley morirte con el club que decidiste ser. Explíquenme lo atractivo de escuchar solo un género musical o voy aún más lejos, ¿qué les pasa para formar parte de un fans club y escuchar a solo un artista por más genial que sea? No voy a estar juzgándole el gusto a nadie pero creo que si puedo decir que no hay cosa más detestable que alguien que se cierra a escuchar nuevas cosas, es como que le sacás adrede el elemento sorpresa a tu vida, nada te puede asombrar en algo que ya conocés muy bien, y odiaría mucho que alguna vez me llegue a pasar eso, pero hoy no es ese día, hoy le hice caso a un par de nerds que tiraron flores por la boca cuando hablaron de estas chicas japonesas que acabaron de lanzar su cerebral tercer álbum de estudio. Agradezco que todavía me levanto por la mañana sin tener idea de que antes de volver a la cama me iba a encantar tanto una banda de math rock que viene de Kyoto y está conformado por tres chicas superpoderosas que hacen una mezcla prodigiosa
#133 de jazz, pop, j-rock, prog y punk con una precisión que sorprende no solo por sus conocimientos técnicos, sino que además de todo, lo que hacen tienen corazón y te moviliza en cuerpo y alma. Al principio, por la barrera de la lengua las relacione como una banda que hacía openings para animes pero con el paso de los temas es clarísimo que son mucho más que eso, esa seguidilla inicial con “Tokyo Vampire Hotel”, “Wabi-Sabi” y “Yosoiki” te dan a entender que sus habilidades no son de humanas jóvenes comunes y corrientes: Motoko “Motifour” Kida es una heroína de la guitarra que destroza y vuelve a armar la estructura de una canción cuantas veces se le da la gana con sus staccatos, no sé cómo le hace Hiromi “Hirohiro” Sagane para seguirle el paso con sus líneas de bajo imposibles, y sin palabras lo que hace Ikkyu Nakajima que aparte de operar otra guitarra más, le impregna una dulzura aniñada a su canto, aligerando estas canciones que si fueran solo instrumentales, los pondríamos al lado de otras bandas representativas del math rock como Drive Like Jehu o Dismemberment Plan y nos costaría diferenciar quién es quién. Según ellas, casi no escuchan jazz y que solo es una coincidencia que un track como “DeDeDe” tenga tantas influencias de allí, me temo que les creo y que realmente son unas malditas genias que ni se dan cuenta de lo que están haciendo. Los raudos cambios de ritmo hacen que cada una de sus canciones en este álbum tengan giros por demás interesantes, no hay manera que te puedan aburrir porque no sabés para donde pueden ir, tomo de ejemplo a “Sukima” que se agarra del soft rock ochentero pero que eso no las impide llenar la melodía de solos y riffs intricados, alguien por allí vi que comparó este tema con algo que haría Toto, otros acérrimos del jazz fusion. Acá las tricot pueden marcar un hito en la historia del género, un estilo que por su complejidad estuvo siempre relegado para una minoría, googleá nomás bandas de math rock y vas a ver cómo ellas desentonan de esa postura seria en escala de grises, sonando lo más pop posible con cánticos universales que nunca fallan, con melodías que en teoría tendrían que caer pesadas y desafiantes, pero están cargada de diversión y un carisma desbordante que puede notarse con todo su resplandor en “18, 19” y “Namu”, por nombrar solo un par de mis tracks favoritos. Si no saben lo que es el math rock, creo que este es el mejor lugar para empezar.
8/10.
#133 Omar Souleyman / To Syria, With Love 2017 Mucho ojo o más bien, mucho oído a este fichaje que puede ser la estrategia más loca de la movida electrónica de este año: el sello discográfico EDM de Diplo, Mad Decent acaba de sumar a sus filas a este personaje del Oriente próximo que tiene una carrera digna de documentar. Es que hasta el 2004, Omar era un obrero sirio que pintaba casas y labraba tierra, hasta que dijo basta, lo suyo era ser un cantante y animador de casamientos a tiempo completo, profesión que ya venía ejerciendo a hace por lo menos dos décadas. En su país, sus shows ya eran un furor hace bastante tiempo, la gente los grababan por su cuenta y lo subían a YouTube, así se fue haciendo de fama internacional hasta que un sello yanqui le dio la chance de editar unos compilados de esas presentaciones en vivo en el 2006. Fue haciéndose conocido cada vez más, llegando a los oídos de Björk que le copó tanto la onda que le encargó hacer 3 remixes de canciones incluidas en su álbum Biophilia del 2011, el bigotón de túnica estaba ganando terreno en la cancha y dos años después le sale la oferta para grabar por primera vez un álbum de estudio, esa propuesta llegó de la mano del genio Kieran Hebden que se esconde detrás de su alias de DJ, Four Tet quien a su vez le produjo el disco que se llamó Wenu Wenu. Su siguiente disco del 2015 lo edita en el sello de otros electrocapos, los alemanes IDM de Modeselektor… pero este 2017 parece ser el año en el que finalmente consagremos a Omar en las esferas del mainstream y lo muy loco es que lo va a lograr sin tener que haber cedido un ápice a los estandáres de la cultura occidental, el tipo mantiene postura seria durante sus shows, cantando en su idioma la música tradicional de las fiestas de su zona geográfica, el shaabi y el dabke. ¿Qué le vieron todos estos productores y los de Mad Decent a la música de Omar? Simple: es extremadamente adictiva y divertida, y creo que lo más importante es que consigue esa efervescencia a
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través de sonidos que de este lado del planeta nos suena a algo relativamente nuevo, desconocido, creo que la que más cerca estuvo de lograr posicionar la música de esos lares fue M.I.A. pero hasta ella adecuó su onda a las audiencias anglosajonas, en cambio en Souleyman tenemos a alguien auténtico de pies a cabeza con unos ritmos delirantes salidos en su mayoría de un teclado Yamaha. To Syria, With Love por supuesto que va dedicado a su tierra querida de la que tuvo que exiliarse debido al conflicto bélico, las canciones contienen mensajes de resistencia y amor para sus compatriotas que van siendo cantados de forma escueta por Omar que de tanto en tanto lanza algunos gritos de arengada, como si lo estuviera interpretando para una multitud. Los tracks son extensos y repetitivos que nos van induciendo a través de mantras que a pesar de sonar intrínsecamente arábico, sus ritmos tienen patrones que se asemejan a la música tropical de la que bien estamos acostumbrados por acá, así que veo totalmente factible la posibilidad de que en los próximos meses pueda escuchar “Ya Bnayya” un viernes de noche, fuertísimo frente a una estación de servicio. Lo que tiene de bailable, lo tiene de hipnótico, “Aenta Lhabbeytak” me la imagino como música para domar serpientes en una disco popular, el punch que tienen todas estas canciones es muy fuerte y constante con sus beats estridentes, excepto por “Mawal” que es una especie de balada mística en la que Omar baja los cambios y casi se pueden sentir las lágrimas que corren por su rostro al preguntar si sus seres queridos aún se encuentran con vida. Lo mejor lo deja para el final con “Chobbi”, un espectáculo repleto de psicodelia con un sinfín instrumentos del Medio Oriente. El mensaje es claro, en los pueblos sufridos saben cómo pasarla bien, y en Paraguay lo sabemos, ya está arraigado a nuestra cultura de que cada vez que nos preguntan “¿qué tal?”, siempre respondemos positivamente por más de que nuestro mundo se esté derrumbando. Muchas veces basta una sonrisa para hacerle frente a nuestros problemas, este álbum es para ponerlo en esos momentos.
7/10.
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#134 Dan Auerbach / Waiting on a Song 2017 Tenemos que aprender a aceptarlo, hay mucha gente que simplemente no va a cambiar. Voy a tratar de generalizar lo más que pueda con esta afirmación y decirles que con el paso cada vez más acelerado de la tecnología, se notó más que nunca esa brecha que divide a una generación de la otra. Es posible que nunca antes haya sido tan grande la brecha que divide a los que abrazaron a la tecnología de los que la reniegan y se aferran a sus viejas costumbres. Es más que probable que el cantante y guitarrista de The Black Keys se encuentre en este segundo grupo de nostálgicos sin remedio, ya que sin duda con su arte nos da a entender que el pasado fue siempre mejor y lo sabe replicar de 1000 formas distintas para probarlo. Hecha la aclaración es fácil concluir que su segundo intento solista es más de lo mismo que viene haciendo y no se equivocan, lo único que cambiaron fueron las fichas del juego ya que esta vez Dan se mudó a Nashville para estar más cerca que nunca de los músicos que más admira y quienes sacaron la mayoría de sus discos favoritos, incluso tiene el tupé de hacer que algunos de ellos toquen en su disco como cesionistas, entre ellos Duane Eddy, considerado rey del rock instrumental, además de John Prine, Gene Chrisman y Bobby Wood, leyendas de perfil bajo del circuito blusero; aunque el invitado más llamativo de todos sea Mark Knopfler, si, el líder de Dire Straits aportó su magia guitarrera en la canción más pegadiza del álbum, la estúpidamente alegre “Shine On Me”. Lo que diferencia el trabajo en solitario de Dan de lo que hace con su proyecto principal es que cuando está solo se vuelve un señor más tradicional que de costumbre, ese que no se despega ni un poco de sus discos de Sam Cooke, The Allman Brothers y Otis Redding, hasta en la manera de componer letras parecen hasta anticuadas si querés, esa es la primera impresión que me causa la más que cálida canción que da nombre al álbum. Eso sin dudas tiene sus pros y contras, la ventaja es que sabés que todos van a ser temones porque ya siguen una fórmula que funciona muy bien, el lado negativo de eso es que empieza a notarse un estancamiento creativo de Dan, hay una línea difusa que separa a los puristas de los
aburridos y me temo que hay algunos momentos en los que este hombre es las dos cosas a la vez. A pesar de su coservadurismo, Dan hace que este disco sea una brisa sureña que te mejora el ánimo instantáneamente, a lo mejor solo quería eso al componer canciones sencillas como “Livin’ In Sin” y “Cherrybomb” que te hacen zapatear sin que te des cuenta, ahí te das cuenta quien es el que lleva los pantalones en Black Keys a la hora de componer hits como “Lonely Boy”. Auerbach tiene esa sensibilidad pop que hace que sus canciones hayan parecido tan fáciles de componer, hasta esas que emplean todo un cuerpor de coristas como “Malibu Man” y aquella balada que tambalea entre el gospel y el western, “King of a One Horse Town” que brilla por sí sola como uno de los mejores momentos del álbum. En lo personal, ya sé que escuchar algo que haya hecho Dan me va a resultar familiar, pero siento que con su álbum debut Keep It Hid me llevé una escucha más provechosa debido a su toque sucio y quejoso, en cambio en Waiting on a Song está todo pulcro y en su lugar, un homenaje demasiado respetuoso a los orígenes del rock and roll que muchos sabrán valorar, pero para los que buscan algo innovador se quedará corto y demasiado seguro.
7/10. #135 Katy Perry / Witness 2017 No ha de ser fácil lidiar con toda la presión que implica hacer rodar una inmensa maquinaria de dinero de la que depende mucha más gente de la que parece. Yéndonos al plano psicológico, veo como algo casi hasta insalubre ser un popstar si te ponés a pensar, y más aún con esto de las redes sociales en el que la poca intimidad que les quedaba termina por ser una jugadita más dentro del combo marketinero, ese que les impide salirse del personaje porque todos con nuestros teléfonos nos convertimos en potenciales paparazzis. Muchas no resisten el jueguito mediático, que te lo diga Britney. Cuando hablamos de popstars de la talla de Katy Perry, sería un error
quedarnos solo con la música que ofrecen, sabiendo que el paquete completo está en la temática que utiliza para promocionar su nuevo laburo, el look que se manda y la estética en sus videos no son solo un complemento, son algo determinante para el éxito de su nuevo producto. Por eso resultó agónico leer cómo destrozaban a la pobre mina en su intento por seguir siendo relevante con cada nuevo adelanto que iba lanzando de Witness, pero es que en serio les salió algo forzado querer formar parte de la conversación, y hablo en plural porque sé que hay varias personas involucradas en esto y Katy solo es la caripela pública. Creo que no faltó nada del manual trendy: tenemos el cambio radical de look para simbolizar una nueva faceta de la cantante (hola Joanne), contamos con el single principal que habla de la ya gastada alienación tecnológica (ya sabemos que somos todos boludos que miramos más una pantallita), en el siguiente single tuvimos el infaltable feat de Migos sumado a un vídeo ligeramente polémico, ¿de qué me olvido? Ah si, un tema contra su rival para la comidilla de los chismenteros (aunque fue mi favorito entre todos sus sencillos así que zafa). A pesar de las malas referencias y haciendo lo posible para dejar ese boludeo a un costado, puedo decir que Witness no será el mejor álbum de Katy pero tampoco es tan malo como quieren pintarlo. Cada uno de sus singles me fue gustando, uno más que otro, pero hay que ser claros en decir que ninguno de ellos está a la altura de sus anteriores números 1 (“I Kissed a Girl”, “Firework”, “California Gurls”, un largo etcétera), al menos en materia comercial el que rankeó más arriba fue “Chained to the Rhythm”, el tema coloreado de consciencia social escrito por Sia que se te pega después de haber sido expuesto al mismo después de un periodo considerable de tiempo, pero ese principio se aplica hasta a canciones tan simplonas como “Work” de Rihanna. A lo que voy nomás es que no tiene ese appeal que suelen tener los temas más bailables de Katy, pero digamos que estuvo bueno el mensaje político que dejó, por más que me haya parecido de lo más común, debo recordar que ella hace música para un público masivo, por lo que se entiende la simplificación. Y fijate que voy a continuar siendo lo más “objetivo” posible y decir que “Bon Appétit” me gustó todavía un poquito más, incluso la parte de los Migos que la pudo haber hecho otro rapero cualquiera, pero bueno, parece que la lógica de la industria indica que
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si no están ellos, la onda no funciona. El track está cargado de metáforas sexuales hechas con comida que van subiendo de temperatura hasta alcanzar su máximo esplendor disco-pop. Pero el que me compró de una fue “Swish Swish” es que de un principio tuvo toda mi atención que hayan usado el sample de “Star 69” de Fatboy Slim, el tema en cuestión tiene esos aires techno noventosos que disfruto sin culpa y la colaboración de Nicki Minaj está a punto, que el tema sea un ataque a Taylor Swift no me concierne en absoluto, es un indiscutible banger. Lo que resta del álbum son otras 12 canciones que a mi gusto, están a un nivel inferior de regocijo y de las que puedo rescatar sus producciones, pero no son canciones que me den muchas ganas de volver. Solo para ser cortés, quiero decir que si quiero ponerme sentimental, no voy a buscar una canción lenta de Katy Perry para ese propósito, ahí entran los etéreos y reflexivos sonidos que preparó Corin Roddick de Purity Ring en “Mind Maze”, “Miss You More” y “Bigger Than Me”, si quiero esa clase de pop ya tengo mejores opciones, por Katy vengo para divertirme sin pensar demasiado. La falta de coherencia es el problema acá, Perry quiere sonar más honesta, así como Lady Gaga en su último disco tal vez, pero tampoco quiso soltar la joda y así como que ni una de las dos partes terminan comprándola. Otro problema más previsible es que cuando intenta volver a prender la pista de baile, lo hace en piloto automático entregando una canción genérica tras otra, en esa bolsa metemos a “Hey Hey Hey” (la otra canción escrita por Sia), “Roulette” y “Déjà Vu”. Las que se salvan por sus más que interesantes arreglos en estudio están “Power”, producida por Jack Garratt que le da un aura bien nocturna y algo trip-hopera a la canción, “Tsunami” que sería lo más parecido que llegaremos a tener de un tema chillwave de Katy Perry con todos esos sintetizadores brillosos adornando la melodía, otro buen momento se pasa cuando llega “Pendulum” que sería como una canción de iglesia del futuro. Por último, me sorprendió que Hot Chip esté acreditado en la única balada que tiene mis fichas, “Into Me You See” donde la voz de Katy y un piano llegan a calar hondo en el corazón, de hecho que Alexis Taylor tiene sobrada experiencia con dicho instrumento (sacó hace un poco un álbum solista titulado Listen With Piano así que…) y aunque sea le da un lindo cierre a este desorden que sufre de una ligera crisis de identidad.
4/10.
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#136 Phoenix / Ti Amo 2017 Ya vamos tirando flores desde el comienzo pero, qué buena banda es Phoenix. No hay banda de pop-rock que supo manejar tan bien la consistencia de sus discos sin necesidad de forzar su fórmula, tienen el talento nato de hacer canciones que peguen y que no suenen a nada de lo que vienen haciendo sus contemporáneos. Es probable que algún día descubramos que Thomas Mars y compañía tienen una máquina que hace vintage automáticamente todo lo que tocan, pero hasta que eso no ocurra, alabaremos la destreza que tienen para sacarle el jugo al new wave ochentero e implementarlo a su ecuación disco funky pop actualizada a los tiempos que corren. El romanticismo es el factor detonante de casi todas estas canciones inspiradas en Italia y el verano, como bien lo aclara el guitarrista Laurent Brancovitz. Entonces lo que tenemos acá son unos franchutes cantando en inglés queriendo sonar italianos, parece absurdo pero la versatilidad del grupo hace que lleven a cabo esta proeza sin problemas, aunque esta vez sin muchas sorpresas, ni buenas ni malas, solo son canciones de Phoenix sin el espíritu por intentar cosas nuevas o al menos salir un poco de ese midtempo tan suave que después de varias canciones seguidas es fácil perderles el interés. Insisto en que son muy buenos compositores, hasta diría que este disco no tiene un solo tema que pueda considerar siquiera regular, pero si algunos que se quedan cortos para los estandáres de calidad de la banda. Pero primero vayamos por lo lindo: sus singles principales “J-Boy” y “Ti Amo” tienen eso que les distingue de los demás, el primero un track electropop con estribillos que ya de memoria los sacan para sonar gigantes, el segundo aún más pegadizo guiado por sintetizadores y guitarras en partes iguales mientras Mars le canta al amor poco recíproco en varios idiomas y no hay que ser un genio para predecir que tiene todas las de ser un hit mundial por su tópico universal y el corito imposible de resistir (“Don’t tell me, don’t tell me no”). Otro momento destacable es la enternecedora “Fior di Latte” que está como para sacar el encendedor y agitarlo cuando la toquen en sus shows, el deseo
carnal se traslada perfectamente a esta balada con la sofisticación otorgada por el synthpop, y si hablamos de ese estilo, mi momento favorito del álbum por varias leguas se esconde en ese teclado mágico que suena en “Lovelife”, alimentado por la añoranza de unos Orchestral Manoeuvres in the Dark. Entre mis favoritos también se encuentra “Goodbye Soleil” en la que se Mars se lleva todos los aplausos por una fabulosa interpretación bilingüe, y por último destaco a “Fleur De Lys” que todavía trato de determinar si se trata de un tema inédito de su disco anterior o de Rio de Duran Duran, fuera del chiste, la canción está muy buena con esa dominación sintética. No doy más vueltas, el final con “Role Model”, “Via Veneto” y “Telefono” me pareció de lo más flojo que hizo la banda en mucho tiempo, se me hace que no le metieron la garra necesaria y quedaron en ese amargo punto medio donde creo que podían haber sido algo más, me parecieron normales. ¿Ves así cuando escuchás con todas las ganas un álbum y no es que te termina defraudando pero tampoco te sale decir que estuvo genial? Bueno así.
6/10. #137 Ulrika Spacek / Modern English Decoration 2017 Mientras me ponía a buscar información sobre el fantástico nuevo álbum de Slowdive, me fije que había una banda de la que nunca antes había escuchado que los teloneaba en algunas fechas de sus shows en Londres. Se trataba de una banda nueva que no tenía ni 3 años de antigüedad, pero algo tenían definitivamente al estar abriendo para semejante pioneros del shoegaze, en una rápida googleada veo que acabaron de sacar ya su segundo álbum de estudio, me puse a escucharlo y una cosa llevó a la otra y hoy me tienen hablando sobre ellos, tratando de explicar ese algo que muy probablemente les hará llegar bien lejos en un futuro cercano.
El grupo se formó en una noche de Berlín donde se conocieron los tocayos Rhys Edwards y Rhys Williams, se mudaron a una casa compartida en Reading, Inglaterra junto a otros 3 músicos, se convirtió en sus cuarteles generales donde grabaron su álbum debut, The Album Paranoia y les salió redondito por lo que repitieron la idea para esta nueva expedición de guitarras que traspasan las fronteras del alma a través de sus helados riffs que se van intensificando con el poder de las reiteraciones y los ecos expansivos que salen del micrófono de Edwards, logrando un efecto introspectivo que nos suena familiar y acogedor. Ninguna de sus canciones te sonarán extrañas o algo muy innovador dentro del estilo que realizan pero la clave de ellos está en la manera que tienen de llegar con sus composiciones, llegando a alcanzar cumbres de conmoción en varios tramos como la bellísima “Full of Men” con sus tres guitarras en acción que van entrecruzándose sónicamente como trenzas. Otro punto a favor de los Ulrika Spacek es que beben muy bien de sus influencias, aunque me gustaría que se desprendan un poco de las mismas, queda como una ineludible introducción a la banda decir que son como hijos de Television y hermanos menores de Deerhunter, para comprobar esta afirmación por tu propia cuenta basta con escuchar “Silvertonic” o “Ziggy” donde van pintando con distorsión divina, un muro de oscuridad y ansiedad que solo pudo haber salido de alguien que estudió muy bien a Bradford Cox. Ese sonido impoluto que consiguierin sin reverb fue puesto a propósito para que no haya distracciones o ruidos que estén de más dentro de sus canciones, también para ir de la mano con el concepto mismo de álbum inspirado en la sala de la casa donde compusieron este nuevo material, con decorados mínimos que trasladados en formato canción nos deja una joya cristalina como “Mimi Pretend” que nos incita a perdernos en sus frondosas capas de riffs persistentes, sin perder el pulso con el bajo y la batería que no se entrometen en la experiencia pero tampoco pasan desapercibidas. En “Saw a Habit Forming” exhiben su lado más accesible con la voz de Rhys pasada por un filtro similar al que utiliza Connan Mockasin que parece como si estuviera cantando frente a un ventilador (no se me pudo ocurrir una manera más “poética” para describirlo) y con esas percusiones metálicas de fondo nos remiten a nada más que desolación, también celebro los ruidos cacofónicos salidos de las guitarras en “Victorian Acid” y confirma que estuvieron escuchando mucho a Women (los que luego formaron Viet Cong y que más tarde se
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cambiaron el nombre a Preoccupations) durante las sesiones. Ruidos como estos que hagan cosquillas al corazón siempre serán bien recibidos.
7/10. #138 Fleet Foxes / Crack-Up 2017 La belleza está en los detalles y eso es algo que Robin Pecknold y sus compañeros de banda no solo llevan en cuenta a la hora de componer cada nota que interpretan con Fleet Foxes, sino que llevaron este simple dicho a nuevas escalas de grandeza que sobrepasan los límites verbales. En palabras más, palabras menos, en lo personal se me dificulta la tarea de describir lo que realmente provoca su música que tiene como uno de sus principales aliados a la fuerza de la naturaleza y creo que todos sabemos muy bien lo hermosa, impredecible y devastadora que puede llegar a ser. Es inusual que una banda activa se tarde 6 años en sacar un nuevo álbum, pero fue el tiempo que necesito Pecknold para encontrarse a sí mismo (empezó una carrera en solitario) y volver a reencauzar las relaciones que tuvo dentro y fuera del grupo desde la última vez que sacaron algo, la perfecta Helplessness Blues. Para muchas bandas, un disco tan bueno como ese es lo máximo a lo que pueden aspirar creativamente y todo lo que vendrá después será indefectiblemente de menor calidad, pero demos gracias al señor que este no es el caso, ya que con Crack-Up le dan continuidad a esa épica narrativa e instrumental, dándole un broche de oro a este ciclo de Fleet Foxes que nos legó una buena cantidad de canciones insuperables. El bucolismo (término que me lo acabé de aprender) que se desprende de la matriz de estas canciones son las que nos mantienen conmovidos por completo mientras los vamos procesando lentamente, porque tanta preciosidad podrá resultar hasta empalagosa y desbordante para muchos, “I Am
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All That I Need / Arroyo Seco / Thumbprint Scar” otorgan el saludo fraternal con murmullos que son atropellados por una andanada de instrumentos que parecen salidos de montañas o campos abiertos, tenemos desde castañuelas, campanas, hasta un ejército de cuerdas y teclados, hay una importante suma de dedicación en esta intro que infecta al resto del álbum de su incansable ambición. Tenemos alusiones a textos antiguos dentro de sus canciones, como “Cassius, -” que se refiere a Cayo Casio Longino, el senador romano que estuvo implicado en el asesinato del emperador Julio César, aunque en otro momento del álbum nos restregan una ambigüedad más contemporánea, dándonos a entender que también se estáaban refiriendo a Cassius Clay, alias con el que se conoció a la leyenda del boxeo, Muhammad Ali. En la siguiente canción nombran a ninfas acuáticas de la mitología griega, “- Naiads, Cassadies” y “Mearcstapa” es una referencia a un personaje de Beowulf, poema de la literatura inglesa escrita en el siglo X. De algún modo, esta banda traslada la mitología de diversas culturas a sus oscuras melodías folk con supina sabiduría logran crear en nuestro imaginario, un paisaje rústico de colores sepia. La canción “Third of May / Ōdaigahara” nos sitúa en la relación que tiene Robin con su compañero Skyler Skjelset, su distanciamiento desde la última gira en la que estuvieron juntos, los cabos sueltos que continúan teniendo y las consecuencias psicológicas que acarrean. Esta pieza es un ida y vuelta de crescendos, introspección y destellos de felicidad, es una celebración a la vida y como tal es una montaña rusa dibujada con sus asimetrías incluidas. Tantas cosas ocurren en esos casi 9 minutos puntillosos para el deleite de los oyentes más pacientes. En la corteza de este disco se puede avistar un sentido de pérdida, comparado a su álbum anterior, este tiene un aire más reservado, Pecknold con sus letras se mantiene enfocado en metáforas románticas y espirituales, incluso políticas aunque le cueste admitir, “If You Need To, Keep Time On Me” podría tratarse de un comentario sobre la era Trump, donde insta a la unión a pesar de que estemos en la debacle. Hasta en canciones tan aparentemente simples como “Fool’s Errand” o “I Should See Memphis” me hacen pensar que esta banda está conquistando reinos emocionales que influencias como Neil Young y Crosby, Still & Nash apenas pudieron asomarse en su momento, con esos acordes ceremoniosos que van brotando como manantiales de sus guitarras acústicas.
Este disco tiene un valor tan grande que me enseñó que detrás de toda adversidad que pueda presentarse, no hay triunfo que pueda sonar mejor como el que acabó de concebir Fleet Foxes.
7/10. #140 The Drums / Abysmal Thoughts
2017 Siento que guardo un vínculo especial con esta banda, es uno de esos grupos por los que sentía una emoción real al escuchar sus canciones, hasta ahora su álbum homónimo se encuentra ubicado en un pedestal especial en mi corazón al que visito de tanto en tanto y se mantiene tan fresco como la primera vez que lo escuché. Su segundo álbum, Portamento, entintado en sombras de sintetizadores también cuenta con varios momentos célebres que lastimosamente no se mudaron a la composición de Encyclopedia del 2014, parecía que habían perdido el interés y se ahogaron por completo en un mar de teclados apagados. Años después descubrí lo que había ocurrido: en aquel disco olvidable para mi gusto, Jonny Pierce cedió gran parte del poder creativo al otro miembro fundador de la banda, Jacob Graham quien quería dejar sus huellas en el sonido de la banda, hizo su gusto y se abrió, así como el resto del grupo en los últimos 5 años fueron abandonando el barco, dejando así a The Drums como el proyecto solista del rubio. La primera vez que escuché este nuevo álbum no tenía idea de este dato, y menos mal porque automáticamente iba a cargar con el prejuicio que me enseñaron las buenas bandas que se separaron y nunca llegaron a ser tan geniales como la suma de sus partes. Pero otra info esencial que pocos sabían hasta antes de la promoción de Abysmal Thoughts es que había sido Jonny se encargaba del 95% de toda la parte musical de la banda, el en su pieza escribió todas las canciones y grabó prácticamente todos los instrumentos y voces que escuchamos en sus anteriores trabajos, fue como una revelación saber que todo este tiempo fue solo su banda y de nadie más, por más de que se mantenía reservado durante entrevistas para que sus compañeros hablen cuando se les pregunta sobre los procesos de grabación de
los discos y demás. Pierce estaba viviendo una mentira que tuvo patas cortas y ahora que ya no tiene porqué fingir nada, preparó el reinicio que su banda merecía. Lo que tenemos aquí es el disco de The Drums más centrado en las canciones que en los sonidos, parecería que el segundo y tercer disco nunca hubieran existido, este es el sucesor directo de su álbum debut. Ya desde el principio con “Mirror” Jonny nos regala su indie-pop agridulce con la cuota suficiente como para volver a compararlo con algo de la discografía de The Smiths, ya nos tenía acostumbrado a bailar con densidades mientras cantaba sobre su amigo muerto en “Best Friend”, acá lo vuelve a hacer en “Blood Under My Belt” que con una melodía por demás contagiosa marcada por su clásico bajo post-punkie, Pierce le cuenta a su ex de que ya está teniendo relaciones con otro, alterando el refrán incriminatorio de tener las manos manchadas de sangre por… bueno, ya saben. Admirable la forma en que Pierce canalizó el tumulto emocional que lo aquejaba en canciones que están lejos de sonar despechadas o tristes, como un gran compositor, sacó provecho de la negatividad y la transformó en los tracks más pegadizos que compuso desde “Money”, ahí me toca citar a “Heart Basel” inspirada en un novio que utilizó a Jonny para su beneficio, el tema combina muy bien los sintetizadores con las guitarras y no niego que mi parte favorita son los “uh-uh-uh-uh-uuuuh!” que acompañan al corito. En un ámbito más vulnerable pero no así menos infeccioso está “Head of the Horse” que trata sobre la cruda relación con su padre luego de que Jonny le haya confesado su homosexualidad, un momento fuerte que lo moldea con una producción que resalta la emoción de la escena y nos deja moviendo las cabezas. Otros temas bailables como “I’ll Fight For Your Life” y “Under the Ice” nos podrán sonar muy familiares pero están bañados en pureza pop que no importa mucho, Jonny se deja llevar por su autenticidad sin limitarse nada, ni siquiera con el (horrible) arte de tapa que es una fotografía de su actual novio oliendo sus championes y tocándose las bolas, esa imagen es su declaración visual de las libertades que se toma en este álbum, incluyendo hasta diminutos bosquejos de drum and bass y sensuales secciones de viento en “Your Tenderness”, por ejemplo. Podrás ser un pedante que te atreves a decir que tu mayor inspiración para componer este álbum fuiste vos mismo, pero si esa inflación de ego te hace sacar más discos como Abysmal Thoughts, te banco Jonny.
7/10. 139
Lorde / Melodrama 2017
Hola, les saluda un ex hater de Lorde. Hace 5 años creía que la prensa especializada y el público de Internet había inflado hasta más no poder la figura de una nueva artista joven que había salido de la nada con una canción por demás minimalista pero pegadiza como fue “Royals”. No me tragaba los cuentos mediáticos de una adolescente prodigio de 16 años que cada vez que abría la boca era noticia, resaltando su supuesta madurez adelantada, muchos colaboraron a erigir la figura que orgullosos estuvieron de llamar el futuro de la música. Me pareció que su álbum debut estuvo bien pero no demasiado como para ubicarlo en los primeros puestos de aquel año, tal vez mi pichadez me encegueció impidiéndome ver el talento que había en esta chica oriunda de Nueva Zelanda, aunque de a poco me fui ablandando y entendiendo que sin importar la exageración del hype, lo que estaba haciendo era algo cuanto menos diferente al pop de las mujeres ya asentadas en los charts que le duplicaban de edad. Si eso no significaba ser el futuro de la música, por lo menos tuvo la bendición de David Bowie a quien rindió homenaje póstumo, además de ayudar a llenar el vacio de Kurt Cobain en la inducción de Nirvana al Rock & Roll Hall of Fame. Parecería mucha presión para alguien que intenta equilibrar su fama prematura con la transición a la adultez, mientras sobrelleva relaciones pasadas y sale de joda con sus amigas, todos estos finalmente se convertirían en los ejes centrales de su próximo movimiento. Lo primero que escuchamos de Lorde en mucho tiempo es “Green Light” que al principio me parecía una canción pop con una estructura predecible que
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iba a pegar bastante por el gancho coreable que se mandaba, pero resultó ser mucho más que eso y esa sería la última vez que subestimaría a esta chica de nombre original Ella Yelich-O’Connor. Junto al guitarrista de fun. y líder de Bleachers, Jack Antonoff en la producción de este y todos los tracks del disco, Lorde acaba de meter su canción más icónica y bailable hasta la fecha, admito que este tema de superación a su ex es la que más creció en mi en lo que va del año, el piano que antecede al coro es casi tan importante como su clímax imborrable que dan ganas de gritar a los cuatro vientos “I’M WAITING FOR IT, THAT GREEN LIGHT, I WANT IT”. El álbum gira en torno a fiestas pero no es precisamente para ponerlo en una, su tono es más personal que Pure Heroine, pero en lo que termina superando Melodrama por varios kilómetros a su precuela es que “íntimo” no lo utiliza como sinónimo de “pequeño”, acá las canciones suenan inmensas y enriquecidas de sonidos placenteros. “Sober” funciona como un brillante ejemplo, teniendo unos beats envolventes sobre un canto sincopado de Lorde que nos demuestran su evolución llevando su calmada voz a nuevos lugares, y en esa misma senda ubico a la impresionante “The Louvre”, una balada que intercala sonidos de nuestro espacio y tiempo con un coro que nos traga como un portal a una dimensión desconocida iluminada por luces de neón, algo como eso me imagino que logra la maravillosa producción acreditada entre otros a Flume, y eso lo explica todo.
Lorde logra capturar como pocas la esencia de la juventud millenial, los encuentros en la vida nocturna y la emoción que la música de una fiesta puede provocar es a lo que se refiere en la cadenciosa “Homemade Dynamite”, otro momentos de baile risueño que concibe esta mujer es en “Supercut” donde habla de rescatar solo los mejores momentos de su última relación, el poptimismo tiene un nuevo himno en esta canción que se va agrandando de componentes con el correr de los segundos. Sus puntos más bajos también son los puntos más altos de Lorde que se la escucha más humana y vulnerable que nunca en las pasionales “Liability” y “Writer In the Dark” que justifican el nombre del álbum con los excesos de dramatismo en su voz (“Baby really hurt me, crying in the taxi. He don’t wanna know me” y “I’ll love you ‘til you call the cops on me” son versos que sobrecalentaron mi barrita indicadora de drama queens) guiada únicamente por un piano, toca fondo de su corazón y de allí extrae el oro que esparce por estas baladas. El secreto de Melodrama y su pop appeal podría radicar en el hecho de que su creadora es una omnívora musical que no se cierra a una sola idea dentro de sus canciones, caso contrario no hubiese existido “Hard Feelings/Loveless” que es la canción más larga y probablemente la más trabajada en composición, así como lo hizo Grimes en Art Angels, dentro de los parámetros que permite el pop experimenta con varias cosas que terminan siendo todas compatibles
entre sí, incluyendo un sample de Paul Simon quien con su álbum Gracelandde 1986 figura como la principal fuente de inspiración de esta obra. Finalmente con el hitero “Perfect Places”, Lorde da un resumen directo de lo que trató el disco en cuestión: el trajín de una mujer por paliar el dolor la lleva a descontrolarse de fiesta en fiesta, algo que resulta tentador pero brinda destrucción por el camino, hacia donde vamos para escaparnos de la realidad es a lo que llamamos lugar perfecto, un sitio que este álbum conoce muy bien adonde queda.
8/10.
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#141 Royal Blood / How Did We Get So Dark? 2017 Con su primer disco estaban destinados a llevarse el mundo por delante estos dos muchachos de Brighton, Inglaterra a los que la prensa británica insiste en llamarlos los nuevos salvadores del rock. Siguieron al pie de la letra lo que tenían que hacer para aprovechar dicha situación que se presenta solo una vez en la vida y para cientas de miles de bandas de rock, nunca en la vida. Giraron tanto por todos lados hasta el punto de ser hospitalizados dos veces, se hicieron amigos de gente muy famosa (ni en sus mejores sueños se pudo haber imaginado el baterista Ben Thatcher que en su cumple iba a caer Jimmy Page), en resumen, se rompieron el lomo siendo una de las bandas con el ascenso más acelerado que pudo haberse visto en los últimos tiempos. Hace poco más de cinco años ni siquiera existían y ahora se están preparando para presentar su nuevo álbum en el escenario principal del Glastonbury. Este segundo álbum actúa en consecuencia a las exigencias que su popularidad demanda, pero por desgracia eso implicó hacer canciones mucho más accesibles de las que ya hicieron en su debut, agregando nuevos elementos a la mezcla pero en lo que respecta a composición, están libres de esas explosiones instrumentales que me habían conquistado de ellos, obteniendo un álbum que juega a lo seguro, para ser tocado en vivo, porque después de un extenuante tour, vieron frente a sus propias narices las partes que funcionaron y las intentaron replicar de vuelta. En teoría está todo, la percusión sigue sonando titánica y los riffs del bajo customizado de Mike Kerr continúan provocando ese empuje al pogo, sólo que esta vez de la forma más predecible posible, cosa que percibí en el single principal, “Lights Out”, una de las salvedades del álbum que suenan como extensión al disco anterior. De allí mi queja principal con esta secuela, sus mejores momentos solo suenan a algo que ya hicieron anteriormente, eso que tampoco
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estaban haciendo algo muy revolucionario pero al menos eran muy buenas canciones y te dabas cuenta al instante de ello, con ninguna de las canciones de How Did We Get So Dark? me pasó eso. Por supuesto que acá hubo un presupuesto mayor para que este dúo suene mucho más agrandado, en el track homónimo que abre el álbum tenemos a un coro femenino que acompaña a la banda en su arranque de furia alcanzando un diferente tipo de climax, más limpio y ordenado. En lo que respecta a las letras, Mike le da un enfoque al desamor, como indica el título de “I Only Lie When I Love You”, un track con swing y cowbell incluido que a pesar de sonar algo pesado, está para ser bailado a paso lento, y el que le sigue también va por ese lado, “She’s Creeping” es la versión más sexy de este dúo que se empecina a sonar como Queens of the Stone Age, en este tema en específico por su onda funky y la manera en la que está “calibrada” la bass guitar me hace recordar bastante a “Smooth Sailing”. Otra de las novedades que trajeron consigo es la adición de teclado que consigue su mayor participación en “Hole In Your Heart”, otra de las canciones mejor logradas de este material junto a “Hook, Line & Sinker”, por lejos el track más endiablado de esta nueva tanda con sus masivos riffs y golpes de batería que podrán recordar al Matt Helders de los primeros dos álbumes de Arctic Monkeys, como ya dije anteriormente, no tiene nada de sorpresivo pero nadie le quita lo rompetrastes que suena. No me quedan dudas de que este álbum hará aún más populares a los Royal Blood, festejo que lo hagan con el tipo de rock que es de mi agrado, pero no puedo ignorar el hecho de que se cayeron de efectistas.
6/10. #142 Brockhampton / Saturation 2017 Nunca entendí muy bien porqué y no sé de donde salió que a los raperos les gusta siempre estar entre muchos, por lo general tienen montón de colaboraciones en sus discos y suelen empezar sus carreras en grupos bien numerosos. Teníamos en los 90s a los Wu-Tang Clan, en los 2000 ponele que los pseudo pandilleros comandados
por 50 Cent, G-Unit habrán sido los más relevantes; y en esta última década los que gozaron de éxito aclamado y sirvieron de trampolín para las carreras solistas de sus membros están ASAP Mob y Odd Future, estos últimos fueron la inspiración de este colectivo cuyo segundo mixtape contiene el material necesario para arrasar con el mundo y ponerlos en boca de todos los amantes del hip-hop. Pensar que el grupo se originó gracias a un concurso de boybands que ganaron en el 2015 Matt Champion, JOBA, Ameer Vann, Rodney Tenor y Kevin Abstract (de quien ya hablé anteriormente) quien se erigió como el líder de la manada. La competencia les hizo acreedores de una oportunidad para grabar material más un video, pero no se quedaron solo con el premio, tiempo después se mudaron a una casa de fraternidad en Texas junto a otros amigos que también se unirían a la onda y juntos serían 12 ñatos en total que se autoproclamaron como una “all-american boyband” que representa en cada uno de sus miembros, una faceta distinta del ciudadano norteamericano moderno: hay blancos, negros, nativos, inmigrantes, heterosexuales y gays. Dejando sus diferencias a un lado, el grupo condensa las personalidades bien marcadas de sus integrantes en estos 14 tracks (sin contar los separadores) que son una bomba creativa tras otra, un despliegue de habilidades en producción, velocidad y manejo de fraseos, sumada a una absurda cantidad de química entre sus partes que ya se palpa en “Heat”, el incendiario comienzo que es un ataque de nervios contra la policía que llega a su punto de ebullición cuando le llega el micrófono a Joba que grita como si fuera el frontman de una banda hardcore “Fuck you! I’ll break your neck so you can watch your back!”, qué tierno. Algo a lo que le pusieron mucho énfasis estos chicos es que cada canción si o si tenga algo distintivo, algún elemento que te haga recordarlos, y lo que tiene “Gold” es el estribillo de Abstract que se va repitiendo a lo largo del track y es como la declaración de principios de Brockhampton que se muestra confiado que acá tienen algo muy bien hecho que se merece el respeto de todos (“Keep a gold chain on my neck, fly as jet, boy better treat me with respect”), y la verdad que equivocados no están, mientras van rapeando sobre un beat hipnótico que resultará agradable para cualquiera, como si Pharrell estuviese supervisando en el estudio. En el caso de “Star”, Dom McLennon, Ameer Vann y nuevamente Kevin
suben la apuesta creativa en el campo de las letras, tomándose el reto de mencionar actores y referencias de películas en cada verso de la canción y lo logran como unos campeones. Van de lo personal a lo crítico con una fluidez armoniosa. En “2Pac”, Ameer relata un poco de lo enquilombada que fue su vida antes de dedicarse a Brockhampton, y luego de una viñeta pasan a “Fake” donde lanzan una daga a los ejecutivos de sellos discográficos, citando los peros que van poniendo al contenido de la música que terminan cortando las alas a sus artistas. Momentos para disfrutar sin necesidad de prestarle atención a lo que dicen también hay a patadas, mención especial para “Bank” con su extraño pero ingenioso uso de samples y obviamente “Bump” que es dinamita pura con ese bass drop impetuoso diseñado para la violencia y el headbanging, solamente interrumpido por un Abstract que con solemnidad nos recuerda que tal vez el gran momento por el que estemos pasando se pueda acabar en cualquier momento. Hay para todos los gustos en Saturation, R&B del bueno en “Swim” y “Milk”, si extrañás al gangsta rap de los 2000, “Cash” ironiza el sonido y las temáticas codiciosas que abordaban en dicha vertiente, y para el final se ponen elegantes y románticos en “Face” y “Waste”, ambas con una producción que podían haber sido parte del Blonde de Frank Ocean. En fin, puedo continuar con los buenos adjetivos calificativos pero creo que ya se entendió.
8/10.
#143 Cigarettes After Sex / Cigarettes After Sex
2017 Voy directo al quid de la cuestión porque para el juego previo ya está Cigarettes After Sex, el proyecto de Greg Gonzalez que empezó a ganar
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notoriedad en el ambiente musical gracias a la ayudita de los algoritmos de Youtube, ni el propio Greg entiende cómo fue que ocurrió que desde que lanzó en el 2012 su primer single, “Nothing’s Gonna Gurt You Baby” literalmente le aparecía a todo el mundo como video recomendado, la tapa en blanco y negro de un torso desnudo incitaba a ver de qué se trataba, muchos entraron por eso y se quedaron por su música cautivante, sencilla y con un apego terrible al romanticismo. Aunque sea difícil de creer porque es el tópico más utilizado en la historia de la música, Greg notó que existen pocos álbumes que traten exclusivamente sobre el amor, dice que muchas se fueron por las ramas y a la hora de componer este álbum se dio cuenta lo fácil de que eso ocurra, pero se mantuvo fijo en su meta y lo consiguió, un disco que profundiza al amor con canciones calmadas que evocan a baladas de los 80s, al slowcore de los 90s de grupos como Low y Mazzy Star, y viniendo un poco más hacia el presente, encontramos más que una semejanza con el dream pop de Beach House o Rhye en ese fino arte de fabricar soundtracks para sueños vivos. Se entiende el impacto emocional que provoca Cigarettes After Sex, la voz de Greg es una pomada para el alma, te puede afectar muy mal en un día que te agarre vulnerable emocionalmente, el inicio con “K.” es más o menos lo que uno puede esperar en distintos matices a lo largo del álbum, utilizando la nostalgia para imprimir recuerdos de Greg quien se expresa con claridad frente a unos instrumentales y arreglos que hacen eco a encuentros puntuales del autor, algunos más detallados que otros como “Sunsetz” que rememora una vez en la que salía de la casa de una pareja suya y la veía desde su espejo retrovisor cómo ella se despedía de el, una escena que podría pasar desapercibida para muchos, Gonzalez la carga de una emotividad inmensa. Yo que no soy alguien que se considera ni remotamente romántico, no pude eludir el sentimiento que sale de un tema como “Each Time You Fall In Love” que va descascarando gradualmente la belleza que esconde detrás de una letra que relata esa inolvidable primera vez que se enamoró y cómo nunca le llenaron tanto sus anteriores relaciones, la melodía va ganando fuerza con un sintetizador persistente de fondo que da un aura etérea a la pieza. Entre mis canciones preferidas se encuentran “Apocalypse” y “Sweet” que en la poesía ensoñadora de Greg y su guitarra de sonidos conmovedores, nos agarra de la mano y nos lleva adonde sea que querramos ir con los ojos cerrados, al borde de las lágrimas de felicidad.
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Otro hincapié que da Cigarettes After Sex en su íntimo álbum homónimo es que todas las canciones son relativamente positivas como para que puedan servir de escape a la triste realidad, Greg confiesa que la parte instrumental le salió rápido y sin mucho esfuerzo, he allí el punto en contra ya que las variaciones entre un tema y otro son mínimas, así que es comprensible que actúe como un potente somnífero para muchos. En resumen, este álbum es la prueba de que el amor es lo más lindo pero te lo quiere demostrar en sueños.
8/10. #144 El Mató a un Policía Motorizado / La Síntesis O’Konor 2017 Siento orgullo por este nuevo álbum de El Mató, ellos no saben ni quien soy pero su música me hizo sentir desde el principio que eran mis amigos, ese amor que sentí por ellos se hizo aún más grande cuando los pude ver en vivo esa primera vez en el Casino de Asunción en el 2011, los pocos asistentes de aquella vez fuimos testigos de un sonido nunca antes escuchado por estos lados, era evidente que ese recinto les quedó chico para lo que vinieron a ofrecer, lo que si esa ensordecedora e íntima experiencia hasta hoy la tengo bien arriba entre mis recuerdos mejor guardados. Conforme iban pasando los años, la banda fue haciendo muy bien sus deberes afianzándose como la última gran banda independiente no solo del vecino país, sino de Sudamérica, el boca a boca ayudó a que su público vaya agrandándose cada vez más en ocasiones posteriores que volví a verlos, todas esas veces su cantante conservó la pinta de entre casa con short de fútbol y zapatillas, era la manera de decirnos que era uno más de entre los perros, derrumbando la desfazada pose de artista extranjero que se cree rockstar. Santi y
sus amigos en su marco de humildad hicieron que festejemos sus victorias, llegando hasta la tapa de la RollingStone, tocando en el SXSW, el Primavera Sound y festival importante habido y por haber de Argentina, fueron subiendo de caché porque bueno, hay que adecuarse al éxito y de algo hay que vivir. Tras más de 15 años de luchas en el under porteño, con este disco les toca despedirse del lo-fi y las paredes de distorsión revocadas con sus guitarras chirriantes para abrir paso a una nueva etapa que ya venían testeando desde La Dinastía Scorpio, involucrando a los demás instrumentos en función de canciones más amigables y directas que nunca en lírica y sonido. Para cumplir este propósito acudieron a su productor de confianza, Eduardo Bergallo con quien se dirigieron a los estudios Sonic Ranch en El Paso, Texas para grabar el paso más importante de sus carreras que empieza con “El Tesoro”, un deleite de texturas en una canción donde resaltan todas sus partes, incluyendo una coda hecha con marimba y un Santi en su faceta más romántica, esa misma que ya mostró al componer “Chica de Oro”. Esto fue lo primero que escuchamos de este nuevo material que ya fue publicado en su EP del mismo nombre unos meses atrás, encarando una madurez musical por parte del quinteto oriundo de La Plata que en su afán de expandir los límites de su esencia, hallaron la forma de sonar más pop que nunca, y sabes que lo lograron cuando ves que este single ya superó en cantidad de reproducciones a varias de sus canciones emblema que llevan más de una década de existencia. Tampoco es que abandonaron por completo sus raíces punk y por si haya alguna duda al respecto, aparece “Ahora Imagino Cosas” que con su riff principal parecería que se tratase de una versión alternativa de “Mujeres Bellas y Fuertes”, sería quizás la única canción del disco que aún ejecuta su vieja confiable fórmula de hacer canciones. Algo que nunca pueden faltar son los versos imborrables de Santi que tiene el súperpoder de simplificar ideas en frases tan sencillas como “dame algo esta noche, esta noche es especial, voy a recorrer tu casa en la oscuridad”, perteneciente a “La Noche Eterna” a la que le ganas cariño fácilmente, tanto por su estructura como la producción retumbante de las percusiones, es lo más cerca que estaremos de que El Mató haga una power ballad de los 80s. En el tracklist encuentro 3 viñetas camuflayadas de canciones, dos de ellas son las baladas chiquitas pero dolorosas, “Alguien Que Lo Merece” y “Excalibur” en las cuales Santiago en primera persona nos dibuja bocetos mínimos de sus derrotas amorosas, allí aflora otro aspecto que forma parte de esta
evolución de la banda: su voz suena más nítida que nunca, por lo que tuvo que tomar clases de canto para ponerse a la altura de las exigencias. El otro “separador” es un instrumental encargado a Niño Elefante que está en ese punto medio que divide al rock progresivo del new wave, una extrañeza conducida por sintetizadores con aroma a The Cure. Si hay canciones en las que puedo decir con total convicción que las nuevas adiciones creativas del grupo fueron un total éxito es en “Las Luces” que suena inmenso con ese estallido de ecos en las vocales y la batería machacante, adquieriendo el aspecto de un sueño lúcido; también en “Destrucción” al que le juego todas mis fichas para convertirse en el nuevo gran himno de las masas, conjugando todo lo que estuvo bien de esta banda en su pasado, presente y futuro con ganchos ineludibles en la letra, y en lo que respecta a lo instrumental, la marimba hace de las suyas acompañado de aplausos, guiados mano a mano por unos celestiales riffs de teclado y guitarra, por lejos lo más elaborado que hicieron jamás. Por lo visto dejaron para el final a aquellas canciones que son para cantarlas con el corazón en la mano, en primera instancia tenemos a “El Mundo Extraño” que narra el juego de seducción de Santi para conquistar a una chica con novio. Por último contamos con “Fuego”, una balada sintética que si no estoy equivocado, sería la primera canción de El Mató en la que se esfumaron por completo las guitarras, solo para comprobar que el núcleo de la banda no radica en las cuerdas, alcanzando el éxtasis de una forma a la que no nos tenían acostumbrados. Con tal de que sigan provocando este tipo de exaltaciones, me podría importar menos las herramientas que dejen o vayan a utilizar para lograrlo, saben muy bien lo que están haciendo.
8/10. #145 Portugal. The Man / Woodstock
2017 En el indie así como en todas las escenas musicales, existen artistas que pareciera que lo único que hacen es ocupar un lugar en el espacio, por su perseverancia
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(del 2006 al 2011 sacaron un disco por año) y calidad decente de canciones, Portugal. The Man no está en el grupito de losers que uno ignoraría, pero tampoco es uno que se destacó demasiado como para ofrecerles un lugar privilegiado en festivales de grueso calibre. La ocasión que los pude ver fue en el Lollapalooza Argentina del 2014 donde tocaron pasada las 2 de la tarde, poco más de media hora en un set acortado debido a fallas técnicas. Siendo sinceros, es la banda que se respeta más por trayectoria que por hits conseguidos… hasta que apareció este nuevo material después de 4 años de ausencia y se vino con su canción más exitosa hasta la fecha. En lo personal, admito que recién me enganché con la banda tras la salida de Evil Friends, el cual me enteré que estuvo producido por alguien que banco en todas, el productor y mitad de Gnarls Barkley y Broken Bells, el señor Brian “Danger Mouse” Burton, así que fue una obligación escucharlo y como era de esperarse, no me arrepiento de ello. Fue la mejor introducción posible para conocer a esta banda que experimentaba con diversos estilos orientados al pop, la voz de su cantante John Baldwin Gourley se mandaba un falsetto dulce, difícil de confundir, sumado a varias canciones sólidas que pedían replay instantáneo, entre ellas “Creep In A T-Shirt”, “Hip Hop Kids” y la mejor de todas, “Purple Yellow Red and Blue”. Con esos antecedentes y sabiendo que Burton estará nuevamente en las perillas del estudio, encima entre tantos otros como Mike D de Beastie Boys, no tendría porqué temer al resultado de la nueva producción de esta banda que viene de Alaska para hacer un pastiche de todas las cosas que le gustan. Pequeño error mío al no prever una carencia de buenas canciones que se aparten de lo genérico, la banda en canciones como “Rich Friends” o “Live In The Moment” no hacen más que imitar a su manera, hits predecibles salvados apenas por la onda inherente que tienen. El álbum en sí me parece un chiste interno de ellos y les prometo que no lo digo en forma despectiva, de verdad creo eso con algunas pistas que dan desde el título, inspirado en el mítico y revolucionario festival del 69’, su arte de tapa que denota algún tipo de protesta con el coche en llamas, y hasta en la promoción del disco que acordaron con algunos youtubers que hacen reviews de discos para que hablen mal a propósito del álbum, además le sumo el dato de que en su merch actual agregaron una remera que dice “I liked Portugal. The Man before they sold out”. Están conscientes que grabaron su álbum más “comercial” y se burlan de ello, los felicito por esa
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creatividad utilizada en la estrategia de marketing, aunque me hubiese gustado que la utilicen un poco más en la música que proponen acá que no está tan mal pero se vio infectada por la apatía genérica del último álbum de Electric Guest, lo cual no es coincidencia ya que su líder Asa Taccone también actuó de productor en algunos temas. Sin embargo, el punto más bajo lo encuentro en “Tidal Wave” que es algo que podría esperar de Twenty One Pilots, pop-rock de alto presupuesto pero con la personalidad perdida. Pensar que en una nota concedida hace unos días, Gourley manifiesta su deseo para que Woodstock suene a sonido Motown con Missy Elliot, más Blur y Queens of the Stone Age; la pifiaste un chiqui, hermano querido. Hay otros momentos decentes como el inicio agrandado de “Number One” con instrumentos hindúes y sample de Richie Havens, el cantante folk que abrió el festival Woodstock, también tenemos por allí la groovy “Keep On” que aborda la idolización de las celebridades en una enérgica redención, otra que adhiero a la lista de favoritas es “Noise Pollution”, la colorida canción repleta de beats programados a la par que John rapea sobre nuestro mundo globalizado. Y dejé para el final a “Feel It Still”, sin duda alguna el mejor track de este compilado y uno de los himnos pop de este 2017, es la canción por la que vale comprar el disco, no da más de contagiosa por donde se la escuche, la línea de bajo está para seguirla con palmas, el beat al entrar el coro te hace bailar involuntariamente y ya está, no podés pedirle más a una canción condenada a hartar en FM. Si tan solo hubiésemos tenido un poco más de esto en el resto del álbum...
6/10.
#146 Vince Staples / Big Fish Theory 2017 Cuando salió My Beautiful Dark Twisted Fantasy de Kanye West tenía el presentimiento de que en esas canciones dinámicas y algo surrealistas se encontraba “el futuro
del rap”, el uso que le da Kanye a sus samples en ese álbum es algo que hasta ahora no superé y tampoco pudieron superar sus contemporáneos, y a mi parecer, ni el propio Kanye en materiales posteriores, era algo que mantenía una considerable distancia de cualquier álbum de hip-hop con temática gangster de infancia con familia corrompida por la droga o cualquiera del palo trap bolichero. Fue de los últimos experimentos exitosos que escuché en el género por tener una producción que se negaba a tener los clásicos beats que uno puede esperar en el disco de cualquier rapero. En cierta forma, fue un álbum cuya ambición central fue la de adherir nuevos sonidos y le valió a Kanye su status de semi-Dios creativo que 7 años después se las arregla para mantener. En su segundo LP, Vince Staples, la joven promesa del West Coast se siente confiado de su talento como para incursionar en esa clase de experimentos desde la producción de su música que al principio podrán sonar extraño comparado a lo que venía haciendo, pero es innegable el desborde de creatividad que tenemos acá, está enfocado en armar un nuevo tipo de baile dentro del hip-hop. Esta es la excepcional manera que tiene Vince de decir adiós a esa etapa oscura que marcó su aclamado Summertime ’06, el álbum doble que retrató su conflictuada vida de niño, escupiendo rimas astutas de la forma más cool posible, fue un álbum parecido al good kid m.A.A.d city de Kendrick en cuanto a narrativa, solo que Vince no tuvo intenciones de mostrarse simpático o dar alguna gota de optimismo. No diría que Big Fish Theory es totalmente lo opuesto, pero si hay una notoria diferencia de ánimos provenientes del campo electrónico. Vince está al tope de su juego, disparando rápidamente en “Crabs In A Bucket” con metáforas que son imposibles de descifrar sin tener la letra a mano, seguirle el paso y comprender la variedad de indirectas que va tirando rima tras rima se logra con las reiteraciones. La canción se suaviza con la presencia de Kilo Kish que se canta la última parte de este track que induce al movimiento y cuya producción corrió a cargo de Justin Vernon de Bon Iver, marcando desde un principio la nueva dirección sonora de este álbum que se arriesga y sale ganando en varias instancias como ocurre en “Love Can Be…” donde Vince comparte el protagónico nuevamente con Kilo, el rapper Ray J y como devolviéndole el favor por haber aparecido en el último álbum de Gorillaz, Damon Albarn suma fuerza en los coros de este electro banger con todas las de la ley.
En “Big Fish”, Vince navega por aguas más calmas a la par que va contando anécdotas de su relación con la fama, algo que básicamente le tiene las bolas por el piso, por otro lado, no vas a tardar mucho en corear la parte de Juicy J que se la pasa repitiendo “I was up late night ballin’, counting hundreds by the thousand”, es inevitable, ni intentes resistirte. ¿También hay lugar para homenajes? Siempre. “Alyssa Interlude” empieza con el audio de una entrevista que muestra el lado más frágil y humano de Amy Winehouse a quien Vince aprecia mucho, tanto que le sirvió de musa inspiradora para su último EP, Prima Donna, y no puedo olvidar de resaltar el sample de The Temptations que puso al final, un minúsculo pero valioso detalle. Otro tributo sería “745” con una base bien g-funk, guiño al hip-hop que consumía cuando era chico con el infaltable estereotipo de una vida de lujo como la que nos vendían los raperos de la época. Creo que actualmente a nivel de producción, no hay nombres que me suenen más a futuro que SOPHIE y Flume que se encargaron del track impresionante en varios niveles, “Yeah Right”. Primero porque es el tema “raro” del disco con esos ruidos atronadores y metálicos hacen algo tan pegadizo que no es de este planeta, pero lo más sorprendente acá es el inesperado cameo no acreditado de Kendrick Lamar, el hombre más importante de Compton incineró la pista de baile con un verso de no creer que terminó opacando a todos incluso al propio Staples que en cierto punto ya se vuelve monótono con su “boy yeah right yeah yeah right”. De los momentos que más se disfrutan de este disco es cuando Vince ironiza con ser un tipo canchero que sale a farrear y a jactarse de su vida nocturna como pasa en “Homage” y “Party People” con una producción de beats electro bien para arriba cortesía del productor Zack Sekoff. Tras haber hecho todos sus trucos nuevos, Vince dice hasta pronto con “Rain Come Down”, una sedante colaboración con Ty Dolla $ign en la que Vince reflexiona entre otras cosas sobre la inutilidad policiaca y su ajetreada vida en tour, resulta un poco anticlimático pero después del descontrol creo que era necesario bajar un cambio. Desde el punto de vista lírico, ya sabíamos que Vince es un campeón, pero sabemos que se necesita algo más que eso para trascender y para eso necesitó hacer este álbum que con una producción jugada demuestra que ya está para jugar con los más grandes.
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#147 Algiers / The Underside of Power 2017 Cuando creíste que ya habías escuchado todo, que ya nada podría sorprenderte en materia de originalidad del rock hecho con guitarras, cuando ya te autoimpusiste el chip de que las cosas podrían llegar a sonar muy bien pero indefectiblemente te iban a sonar a algo que ya escuchaste antes, aparece esta banda formada en Atlanta por cuatro tipos que se consideran súper nerds y que rechazan cualquier etiqueta que vayan a poner a su música, aunque uno pueda sentir la predominancia del góspel y el post-punk a simple escucha. Algiers hace dos años debutó con un sendo discazo el cual espero que en algún momento reciba la atención que merezca por su fresco sonido que fusiona lo mejor de dos mundillos prácticamente opuestos en un mashup manual que es pura energía, oscuridad y contenido social. En esta nueva entrega continúan derechito por ese camino pero con mayor seguridad para ensayar nuevas maneras de entregar su mensaje porque la verdad de la milanesa es que su líder Franklin Fisher desea que su banda sea un vehículo de verdadero cambio en el pensamiento de la comunidad que los escucha. Eso si, para llamar la atención está rodeado de músicos compenetrados en hacer algo único, entre ellos sumaron a Matt Tong, batero original de Bloc Party que incorpora elementos de math rock en su pegada. Las mayores diferencias con respecto a su álbum homónimo es que acá se animan a probar más cosas en lo musical, exhibiendo una versatilidad en la que su único hilo conductor sería la voz potente y efusiva de Franklin que esta vez duplica sus emociones a la vez que refuerza su artillería política. Bajo unos rígidas beats, en “Walk Like Panther” Franklin recuerda a Fred Hampton, un líder revolucionario del Partido Pantera Negra que estuvo activo desde los 60s luchando por los derechos de las personas de color, a Fisher le está por salir el alma en esta canción como buen predicador convincente que es, en serio tiene una voz hecha para el góspel y toma ventaja de esa potencia. Ese ritmo frenético va subiendo el pulso cardiaco en “Cry of the Martyrs” que lo compararía como una colaboración impensada entre la espiritualidad de Nina Simone y el costado más gótico de Swans, en su letra esta canción está inspirada en los últimos
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días del Che Guevara, aguardando su ejecución con la conciencia tranquila de un revolucionario que nunca renunció a sus ideales. Si, una banda más progre que Algiers no se me ocurre ahora mismo. El imperdible de este álbum es el mismo que le da nombre, una canción que resume la esencia política y musical de la banda, dirigiéndose de igual a igual a las clases más afectadas por nuestro injusto sistema, diciéndoles que hay un halo de esperanza al final del túnel (“It’s just a game that can’t go on, it could break down any hour. I’ve seen their faces and I’ve known them all”). Si bien indicaron que esta canción salió queriendo imitar una de The Clash, a mi me suena más a una de Suicide junto a un coro de iglesia afroamericana, leyéndolo así parece la combinación más rara que pueda existir, pero increíblemente funciona y es una entidad luminosa. Al principio es un disco poco amigable y es más que probable que requieras más que una o dos escuchas para entender de qué va la mano, esto pasa cuando tenés tantas referencias buenísimas, querés meterlas todas en tu arte y todo cuadra a la perfección, ahí tenés a “Death March”, un track basado en películas exploitation de zombies que suena a Public Image Ltd en lo que respecta a sus solos sintéticos, mientras que en el momento más importante de “Cleveland” metieron llantos inconsolables de personas para representar el dolor de familiares de victimas de la violencia de la policía, de hecho que la canción se titula así por ser el nombre de la ciudad donde un policía asesinó a un nene afroamericano de 12 años. El álbum llena la barrita de intimidación en la rauda “Animals” que sin asco admiten que es un ataque directo a Trump y todo lo que representa ese hombre que está haciendo realidad la distopia orwelliana, ese sentimiento de rabia es transmitido con claridad a través de unas guitarras filosas y una batería programada que atraviesa todo el trayecto del tema como un tren. Hay demasiados lugares que admirar en este impecable álbum que se va refinando hacia el final con la jazzera “Hymn for an Average Man” y el final perfecto con “The Cycle / The Spiral: Time To Go Down Slowly” que en un lienzo de melodías impredecibles se presentan como una versión más grandiosa y vibrante de “Black Eunuch” de su anterior LP, cuando llega esta canción prepárate para un viaje
mental impagable a través de pianos y un remolino de riffs rechinantes. En un mundo cada vez más dividido por ideologías, Algiers llama a la integración y se pone a sí mismo de ejemplo de cosas que ni creímos que estaban destinadas a estar juntas.
9/10. #148 B Boys / Dada 2017 Soy un hombre simple, veo una notificación del canal de Youtube de Captured Tracks en el celular, yo entro. No siempre hay historias fabulosas detrás de cómo conocimos a tal o cual artista, no hace falta endulzar siempre las cosas. Ahora con esto de Internet recibís una noticia fuerte tras otra y ni te da el tiempo de recuperarte o darle el espacio temporal a algún nuevo hallazgo para apreciarlo con el detenimiento que creés que se merezca. Eso es lo que me pasó con B Boys que aún no caigo en el espectacular álbum debut que se mandaron, este trío neoyorkino formado por Andrew Kerr, Britton Walker y Brendon Avalos me agarró en mis puntos débiles fusionando post-punk con art-rock, mandándose sus partes con actitud desacatada y una absurda cantidad de energía que administran en 13 breves y adictivas canciones. Por la impostación de voz psicótica que van alternando Britton y Brendon, además de la manera en que están construidos temas como “B Boy Anthem” y “Discipline”, está más que claro que estos muchachos son recién egresados de la escuelita de Talking Heads y Devo. Por supuesto que no encontramos nada nuevo por acá, ya que triunfan en la manera en cómo ejecutan sus influencias que incluso son más cercanas y nuevas de las recién citadas, en “Psycho (Still)” y “1 2 Reminder” suenan innegablemente a Parquet Courts de no solo en lo musical sino también en las letras, tienen ese encare de hacerse los vagos y de no tomarse nada en serio, aunque esa conexión de batería a 100 kilómetros por hora con los riffs y las líneas de bajo muy bien calculadas en “I” y más aún en la cacofónica “Energy” los delatan: no son ni unos boludos y que sean las nuevas incorporaciones de un sello que alberga a
otra gente que anda haciendo muy bien las cosas (Mac Demarco, Wild Nothing, Beach Fossils, etc.) es todo lo que necesitaba saber sobre ellos. Tambien saben cómo mantener nuestra atención en sus momentos más lentos, como ocurre en “Fade” donde le hace compañía un sintetizador al imponente bajo, pasa algo similar en “Time”, un instrumental calmado que nos mantiene en vilo a pesar de su corta duración. La verdad es que todas las facetas que mostraron tienen algo de rescatable, hasta cuando se ponen existencialistas y melódicos en “Walking” o en ese tema “Fear It” que les picó un bicho punk londinense y empezaron a tocar como si estuvieran en 1979. Qué manera de hacernos creer que esta compactada media hora de música palpitante y divertida la hicieron sin nada de esfuerzo.
8/10. #149 Calvin Harris / Funk Wav Bounces Vol. I 2017 La vida da revancha y nos suele regalar de vez en cuando esa falsa percepción de que la justicia existe. Tal vez lo esté tomándo muy personal y exagerado al decir que este nuevo álbum de Calvin Harris es un símbolo de justicia, pero para alguien que lo siguió desde hace casi una década, vio lo que era y en lo que se transformó, lo siento como una reivindicación que no la veía venir y eso me hizo aún más feliz, casi como una carta abierta a sus seguidores de la primera época que dice simplemente “todavía estoy acá”. En la relación amor-odio que tengo con este ser humano que ni conozco personalmente, al menos por ahora ganó el amor, ese mismo que perdona las decepciones y fallas que tuvo el otro. Amé mucho sus primeros dos álbumes, posicionó otro tipo de música electrónica en la rotación global, haciendo mucho hincapié en el nüdisco, lograba música que sonaba tan cool como pegadiza y más que nada fresca en
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su uso de sintetizadores, súmale a eso que sus shows los hacía con una banda de músicos que recreaban sus tracks, dándoles más vitalidad que sus versiones en estudio, era el combo perfecto para decirle a tus amigos conservadores que los DJs también hacen “música de verdad”. En los siguientes dos álbumes algo pasó, vio el negocio y lo monetizó mejor que nadie con su electro house apuntado a las masas y con eso me refiero a que se fue al otro extremo, haciendo EDM súper genérico, seguro y predecible. Hoy viendo en perspectiva esa etapa que no creo que la haya dejado, solo la puso en pausa, admito que es un capo para haberle caído bien a dos tipos de públicos bien distintos, ha de ser la meta de cualquier artista y el lo logró, guste o no. En su quinto álbum de estudio, intenta combinar ambos targets como un maestro que cuenta con toda una orquesta de raperos y popstars 5 estrellas a su disposición. La primera pista que tiró Harris de volver a sus raíces podía escucharlas ya en el single aislado, “My Way” lanzado el año pasado que si bien conservaba algunos modismos que lo hicieron un hit mundial, podía notar que tenía ciertos detalles en el teclado que recordaban a su era en Ready for the Weekend. Se notaba que quería volver a ser el tipo que hacía las cosas diferentes en la electrónica, pero ahora con su status de súper estrella, tenía que buscarle la vuelta para no defraudar a los que de un tiempo a esta parte se convirtieron en su público principal. La teoría se iba confirmando lentamente una vez que vio la luz “Slide”, el track que lo juntó con Frank Ocean, alguien que de lo poco que sabemos es que cuida bastante cada aparición pública que realice, por lo que un tema con este señor que venía de hacer un tema tan tóxico como “Summer”, no lo podía creer y aún menos cuando una vez que lo escuché, me gustó. Definitivamente es una de las canciones pop del año que se va haciendo mejor con los inevitables replays, con esa vibra funky lista para ambientar un verano californiano que hasta incluye a Migos y les hace sonar con clase, alejados de las bases traperas a las que están acostumbrados a tirar sus ad libs. Siguiendo en esa misma sintonía están ScHoolboy Q, PARTYNEXTDOOR y D.R.A.M. que le dan voz a “Cash Out”, un tema que se las ingenia para popizar al rap como lo haría el buen Pharrell productor quien justamente aparece en el siguiente track, “Heatstroke” que te saca a bailar de una como si se tratara de una modernización de Kool & The Gang, tiene una onda desbordante y sorprende un poco que invitados tan disímiles como Young Thug y Ariana Grande hagan buen equipo vocal. Hasta el cuarto tema “Rollin’” con Future y Khalid, diría que es un sólido arranque y por si
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vale la pena aclararlo, allí ya estaba la misión cumplida, fue lo mejor que grabó Harris en los últimos 5 años. Luego como que las cosas se mantienen en la misma onda suave y por demás agradable de su propuesta electro funk pero se desinfla un toque para sorprenderme con algo memorable, por la mitad con “Prayers Up”, “Holiday” y “Skrt On Me” se quedó muy apegado al pop efectivo para charts. Recién con “Feels” vuelve a tener mi atención con una gratificante colaboración de Katy Perry, y la mano que mete Pharrell en la producción acá es clarísima para hacerlo todo más groovy, mientras que Calvin va insertando espamódicos slaps a su bajo. Casi llegando al final también vemos la concepción de otro team colaborativo que viendo los nombres estaban destinados a colisionar entre si, hablo de una de las voces del futuro del R&B, Kehlani junto al disparatado de Lil Yachty en “Faking It”, la mina canta sobre la relación desinteresada que tiene con su pareja con seriedad y luego llega el verso de Yachty que bien a su estilo corta el mambo de raíz con su cuota de humor absurdo en líneas desopilantes como “Remember that time I put those pepperonis on your face? Made you a creature, now I think about you every single time I eat pizza”. Para que quede claro, hay una ausencia total de bangers y bass drops en este álbum, no hay nada que vaya a volver loco a alguien cuando empiece a sonar en los festivales EDM que acostumbra a encabezar Calvin, acá está haciendo algo que de verdad le llena como músico. Después de haber llenado un Scania de dinero, llegó la hora que se dé el gusto con buenos amigos como estos.
7/10. #150 Jlin / Black Origami 2017 Si realmente estás abierto/a a escuchar algo que se sale del molde, creaciones propias que desafían los conceptos básicos de lo que se conoce popularmente como música, algo que no suene a nada de lo que se esté haciendo en el
ámbito electrónico, sonidos abstractos enfundados en caramelo para los oídos que se agarraron de un subgénero de por sí ya poco difundido, creo que deberías darle una oportunidad a Black Origami, un álbum instrumental que premia a sus oyentes con una composición única de ritmos africanos y progresiones percusivas imposibles. Jerrilynn Patton bajo el seudónimo de Jlin es una mujer oriunda de la localidad de Gary, Indiana que se luce con su segundo álbum de estudio, desparramando talento único en la artesanía de tracks que surgen de la evolución del house conocida como footwork, un estilo que popularizó el productor DJ Rashad que perdió la vida en el 2014. A fuerza de creatividad pura que sobrepasa las fronteras del footwork, Jlin se está convirtiendo en su sucesora y este nuevo material se ubica automáticamente entre los mejores del género. Creado desde el encanto de la oscuridad, Patton esculpe complejas progresiones como la misma “Black Origami” que tiene un aura mística proveniente de la India, lugar donde fue en búsqueda de inspiración y lo que encontró fue el concepto mismo del álbum, expandiendo su campo imaginativo hasta el más allá, loopeando samples vocales como si estuviéramos encadenados a un ritual de glitches como pasa en “Enigma” y “Kyanite”, son celebraciones arrítmicas a las que no podés dejar de prestar atención, y lo mejor de todo es que tiene un empuje que incita al baile pero por su anormalidad se complica visualizarle una coreografía. A toda costa, Jlin huye del tradicional modo de hacer las cosas, en uno de los mejores momentos del disco llamado “Nyakinyua Rise”, reemplaza la pegada de batería por el djembe, un instrumento de percusión africano, mientras intercala lo que pareciera ser un grito de guerra nativo y el rugir de un elefante que pasa por un tratamiento cargado de ecos y efectos exuberantes. Esta chica exhibe una obra que fue alimentada con influencias exóticas que muchas ni siquiera tienen que ver con lo musical como es el caso de “Hatshepsut” que lleva ese nombre por una ancestral reina de Egipto que gobernó 1500 años a.C., después está “Carbon 7 (161)” que está inspirado en los movimientos de danza de Avril Unger, una bailarina hindú que colaboró con ella en algunas presentaciones en vivo. Cada tema cuenta con una forma diferente de efervescencia, combinando beats callejeros relacionados con el footwork, Jlin va un paso para adelante con sonidos increíbles puestos de manera totalmente descontracturada, mejores ejemplos que “1%” y “Never Created, Never Destroyed” no
encuentro. Esta mujer que renunció a su vida de estudiante en ingeniería arquitectónica para dedicarse a la música, merece un reconocimiento por su actitud poco conformista y su curiosidad inacabable que la llevaron a hacer este templo de atractivos ruidos.
9/10. #151 Washed Out / Mister Mellow 2017 Uno viene a un nuevo álbum de Washed Out esperando pegarse un alto viaje hacia ningún lugar de la mano de uno de los pioneros de un subgénero que no sé si continúa latente, casi todas las caras más conocidas del chillwave supieron acomodarse en nuevas aventuras sonoras, incluyendo a Ernest Greene, figura nueva de Stones Throw, sello que le queda como anillo al dedo a este señor que en su nuevo álbum tiene un tema llamado “I’ve Been Daydreaming My Entire Life” que funciona como la definición de su carrera musical, la composición está hecha con cuerdas, arreglos de sintetizadores, samples y voces que parecen pasadas por agua de un manantial que va fluyendo hasta llegar a ese punto en el que tu cerebro recibe señales de placer. Ya en su último álbum del 2013, Ernest empezaba a despriorizar la ambientación ensoñadora para dar espacio a su lado más bailable y orgánico que finalmente obtuvo su forma definitiva en la nü-disco “Get Lost” que con sus oscilantes pianos, sirenas y hi-hats forman una masa groovera que se va agrandando cada vez más durante el trascurso del track hasta que te agarra y te posee en la pista. Como siempre, aunque no lo parezca, Washed Out tiene letras en sus canciones solo que Greene no les da mucha importancia, formando solo parte del paisaje que en Within and Without era un sueños, en Paracosm era una jungla, y en esta nueva lo sitúa en la zona urbana con una producción deliciosa de beats que lo caracterizaron siempre y
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que hace gala en “Hard to Say Goodbye”, un tema de estirpe latino listo para bailarlo con ligereza. El trance está asegurado durante media hora y pico, es solo que esta vez Ernest trata de dar más tangibilidad a sus melodías, para alguien que durante años se lo relacionó con un estilo que tiene la palabra chill, creo que está dando los nuevos pasos correctos, como esa infusión de movimiento carioca que se oye en “Floating By” o ese minuto plunderphonico en “Zonked” que se queda muy corto y me recordó al último de The Avalanches. A Mister Mellow lo vendieron como un álbum visual ya que viene con unos videos alucinantes que sin duda complementan la experiencia tripera, al juzgarlo solo por el audio es una más que decente maqueta de nuevos sonidos con un par de momentos gozosos.
7/10. #152 Jay-Z / 4:44 2017 No podés estar contra todo el mundo en esta Jay-Z, no sé hasta cuando vas a seguir con la joda de TIDAL, tu plataforma de streaming que tal vez sí sea más redituable para los artistas, pero los métodos que estas usando para que la gente se suscriba al servicio va de lo elitista hasta casi rozando lo dictatorial si se quiere. Por supuesto que una actitud así te terminó encajonando como uno de los hazmerreír de todo Internet, y no me parece justo que el respeto que te mereces como artista ya se esté empezando a manchar por culpa de tus malas decisiones como hombre negocios, pero esa es la realidad reflejada en este nuevo álbum que por supuesto lo descargué, algo que cada vez estoy menos acostumbrado a hacer gracias a… adivinaron: no TIDAL. Estamos alcanzo la primera década desde que el hombre nacido como Shawn Carter represente un nombre de peso en el ruedo del rap cada vez más competitivo. De su último álbum, Magna Carta Holy Grail ya pasaron 4 años, pero parece como
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que nunca hubiese existido de tan poca relevancia que tuvo en el juego. Recuerdo que cuando salió lo escuché muchas veces pero no hubo caso, aparte de “Tom Ford” no hubo mucho para rescatar de dicho material. Comparado con dicho álbum, 4:44 es un regreso a las buenas épocas, con más intimidades que entusiasmo y con eso me refiero a que este disco está para escucharlo con las letras a mano porque en lo musical no es que haya algo demasiado revelador. Ya en la apertura con “Kill Jay Z” se asincera a sí mismo porque si estuvieron siguiendo su novela, el último episodio que escuchamos sobre su vida privada fueron las troces de su esposa Beyoncé que lo mandó al frente por infiel en su álbum Lemonade, acá el asiente y se disculpa con ella a su manera con el flow calmado que admiraron siempre sus contemporáneos, también lanza cizaña a su compadre Kanye West tratándolo de vendido por haber firmado con Apple, teniendo en cuenta que era uno de los principales accionistas de Tidal, acá se huele a traición mientras va sonando una base similar a las que solía usar J Dilla. Todo el álbum tiene esa onda de jazz-rap somnoliento que en sus mejores momentos se encuentra “The Story of OJ” en el que Hov utiliza como metáfora el famoso caso judicial del ex jugador de fútbol OJ Simpson para sentar su opinión de las desigualdades raciales, y de paso servir como motivador a alcanzar el éxito, ¿quién mejor que Jay-Z para que haga eso, verdad? (“I turned that 2 to a 4, 4 to an 8. I turned my life into a nice first week release date”). Luego le toca a mi favorito personal, “Caught Their Eyes” con el que tuve amor a primera escucha, al ver la lista de créditos del track entiendo que no fue ni una coincidencia, está co-escrita y cantada en dupla con Frank Ocean, el chicloso sample que repiquetea durante todo el tramo, corresponde a un tema de Nina Simone; en lo que respecta a la letra, Jay se ensaña al abogado de los herederos de Prince quienes rescindieron el contrato con Tidal y liberar toda la música del príncipe púrpura a los demás servicios de streaming. Me acabo de dar cuenta que la egolatría de este hombre ya me hizo mencionar el nombre de su compañía más veces de las que querría. [acá-tendría-que-haber-ido-un-video-o-algunamuestra-de-este-álbum-pero-todo-está-enTidal-y-tenés-que-suscribirte-para-verlocompleto-así-que-va-un-compilado-de-cabrasque-se-desmayan-sin-motivo-aparente] La reconciliación de una de las parejas más poderosas del mundo se consuma en “Family Feud” donde Beyoncé acompaña con alaridos más que versos a
nuestro protagonista que rapea desde un pedestal pidiendo que se paren las peleas entre viejas y nuevas generaciones de raperos, la canción sinceramente es de las más flojas del disco. Aparte, ese discurso de unificación a la par de estar presumiendo sobre tu fortuna en el mismo track, dejá nomás amigo. Otra canción para el olvido es “Bam” que ahuyenta de entrada ver el feat de Damian Marley quien hace su mejor esfuerzo para hacer de este un pop-rap más del montón y lo logra con creces obviamente, como casi todo lo que toca. Los temas que aborda en el trío final están por demás llamativos pero la manera en que las ejecuta es tan predecible que pierden su potencial. Es brillante la idea de una canción que hable sobre la polémica última ceremonia de los premios Oscar en donde la pifiaron horrible en el momento de anunciar la mejor película, “Moonlight” tiene un verso fabuloso que con diplomacia denuncia entre líneas a nuestra cultura racista (“We stuck in La La Land even if we win, we gonna lose”) pero no va más allá de eso en cuanto a su monotonía rítmica. Por último, firma un testamento verbal en “Legacy” donde habla un poco de sus ancestros familiares y va haciendo de guía a su hija sobre una producción nivel caviar de No I.D. que inserta vientos jazzeros en los lugares precisos. Aprecio que Jay-Z se haya abierto como nunca antes, destapando algunos detalles muy íntimos de su vida privada, como la homosexualidad y los problemas con las drogas que tuvo su madre son uno de los ejes en “Smile”. Pero por más de que lo intente, no logro conectar con el y me temo que esta vez no soy yo, sos vos.
6/10. #153 King Gizzard and the Lizard Wizard / Murder of the Universe 2017 Parece que no hay nada que pueda parar a esta banda de concretar todos los divagues que se les ocurran, pero hay que admitirlo que son divagues tomados muy en serio y cada vez que se lo proponen son ejecutados excepcionalmente. Los empecé a seguir desde Quarters! y desde esa vez editaron 4 discos más en solo 2 años (y planean lanzar otros 3 más antes de fin de año), unos muchachos prolíficos que a pesar de estar centrados en el rock psicodélico, se las
ingeniaron de alguna manera para que cada uno de esos álbumes suene bien diferente uno de otro, en lo instrumental y más aún en lo conceptual. Esta nueva aventura discográfica es una épica narrativa que está partida en 3 capítulos. La primera titulada The Tale of the Altered Beast está basado en un jueguito de Sega que se llamaba justamente Altered Beast que consistía en un man que tenía como misión encontrar bestias de toda índole, y acá es cuando cualquiera se preguntaría qué se fuman estos australianos, llevando quizás demasiado lejos un chiste interno que abarca los primeros 9 tracks de este álbum, casi la totalidad de las canciones de este primer apartado no difieren mucho unas de otras en estructura y letras, atadas por una misma sucesión de notas que van apareciendo en forma de tumultuosos riffs que aparecen de tanto en tanto, alcanzando su mejor momento en “Altered Beast II” que detalla las andanzas del protagonista, al acecho de una nueva víctima mientras que la sección instrumental alimenta ese estado de absoluta insanidad cantada por Stu Mackenzie. La cosa se va poniendo más interesante en The Lord of the Lightning vs. Balrog que nos sitúa en un combate entre una deidad y un ser que defiende el mundo alterado que fue presentado en el capítulo anterior, ambos representan la lucha entre la luz y la oscuridad en un acto de 6 tracks, uno más grandioso que otro hasta desembocar en la confrontación final que los Gizzard recrean con virtuosismo en “The Floating Fire”. Este capítulo en su musicalidad le debe mucho al Master of Reality de Sabbath, en especial “The Lord of Lightning”, una epopeya construida con la explosiva suma de sus partes, incluyendo mención a su propio álbum del año pasado, “el álbum sin final” Nonagon Infinity. Y por último está la historia de Han-Tyumi, el último humano vivo sobre la Tierra que fue convertido en un cyborg desdichado en un futuro horripilante, oscuro y digital. La verdad que la trama de esta historia es tan exagerada e imaginaria que sin ánimos de ofender pudo haber sido escrita por un nene de 7 años o pudo ser el guión de una película de clase Z, con eso no estoy desmeritando la parte musical, pero es algo que no podía dejarlo pasar. Pasa que este cyborg tiene solo dos deseos, uno es morirse y el otro es vomitar, lo que si este inventa a una criatura que tiene
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esta última “habilidad” y se fusiona con ella, cuando eso ocurre se pierde toda noción de la realidad, Han empieza a vomitar y expandirse en el espacio hasta el infinito, llegando al punto de asesinar al universo. Nada de eso tiene mucho sentido, pero la música que hacen para ambientar esta distopía va de la mano con improvisaciones que aceleran el ritmo cardiaco y que son bien densas gracias al exceso de fuzz. No creo que el universo yéndose a la mierda suene así de bien.
7/10. #154 Big Boi / Boomiverse 2017 RAZONES PARA ESCUCHAR ESTE ÁLBUM: • Es el nuevo esfuerzo de la otra mitad de Outkast y de ese mini-proyecto que realizó junto al dúo electro dream pop Phantogram en el 2015 al cual denominaron Big Grams. • Como solista, Big Boi tiene una racha respetable de dos lindos discos editados, aunque no muy difundidos. El primero seguía una senda bien a la tradición de Outkast, mientras que el segundo del 2012 tuvo un acercamiento a la esfera indie con invitados que iban desde Little Dragon, Kid Cudi, hasta los recién citados Phantogram y aún más sorprendente, la inclusión de Wavves. • Este álbum es a primera escucha, mucho más divertido que los dos anteriores. Boi le encontró la manera de sonar bien pop, pero sin perder el respeto de los más puristas del rap. • Para los amantes del J-Pop, les agradará saber que su máxima exponente virtual, Hatsume Miku está sampleada al inicio de “Kill Jill”. • Para los amantes del cine, ya habrán pillado que el título de dicha canción es un guiño a la afamada película de Tarantino. • Para los amantes de Run the Jewels, les informo que Killer Mike colabora en esta y otras 2 canciones, y en cada una de estas apariciones la rompe como era de esperarse. Como acotación personal, debo agregar que a nivel de producción, este álbum tiene un uso de beats electrónicos similar a los primeros dos discos de RTJ. • Big Boi hace que la presencia de Adam Levine no estorbe en “Mic Jack”, es más,
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suma con un coro que nos hace bailar a todos en este track de raíces funk ochentosas. • Si extrañás a Outkast que hace más de una década que no saca nada nuevo, “In the South” es lo más parecido que vas a tener a esas buenas épocas. Te digo más, uno de los invitados dentro de este tema es un rapero de alias Pimp C y en algunas líneas mastica las palabras casi con el mismo tono que André 3000. • “All Night”, el track más inclinado a reventar en los Top40s figura en los créditos de Boomiverse que lo escribieron entre 7 ñatos, pero solo identifico a dos autores principales, el primero por supuesto que es Boi y el segundo Dr. Luke, galardonado productor que tiene vasta experiencia en meter hits globales de Katy Perry, Rihanna y Miley Cyrus, entre otras. La canción mete todos los clichés posibles como si fuera un tema de Flo Rida, pero eso no le quita la buena onda que transmite, poniéndole en contienda a ser el próximo tema del verano. • Si hablamos de clichés que pegan, nunca viene mal un feat de Snoop Dogg sobre un beat ensamblado en la costa oeste. • Para reventar estéreos tenemos a “Chocolate” con la base prestada de un DJ de música house llamado Troze que sacó un track del mismo nombre el año pasado, Big Boi lo encontró y le rapea encima con resultados más que satisfactorios para la pista de baile. • Si querés armar una fiesta con gente que le gusta el pop bien comercial, un poco de electrónica y más vale que el hip hop, este álbum no va a fallar.
7/10. #155 Haim / Something To Tell You 2017 Las hermanas Haim fueron demostrando en los últimos años que reúnen las 4 P del éxito (popularidad, perspicacia, personalidad y… son preciosas. Muy forzado, ¿verdad? lo acabé de inventar, perdón). Nombrame otra banda de mujeres en la actualidad con el enorme potencial que tiene
este trío, voy a esperar (sin hacer mención de los predeterminados grupos que vende la industria del pop cada cierto tiempo como Little Mix o Fifth Harmony). La cosa no pasa porque Este, Danielle y Alana tocan sus propios instrumentos (aunque suma puntos en el acumulativo) o porque se presentan así como son dentro y fuera del escenario, sino que se concentran en la materia prima logrando nada más que muy buenas canciones, esas que perduran en el tiempo y no solo por unas semanas en los charts. Para su segundo álbum de estudio, sin tirar nada por la borda de lo que ya consiguieron hasta la fecha, yendo por la vía fácil implementando nuevas ideas, realizando así una extensión del sonido obtenido en Days Are Gone del 2013. Tenemos 11 nuevas dosis de melodías placenteras que ponen de moda al soft-rock de los 80s que hacían íconos como George Michael y Fleetwood Mac. El triunfal regreso se da con “Want You Back” que empieza chiquita con Danielle y su acústica, y termina en una coreografía de voces entre las tres, incluyendo baterías retumbantes, aplausos, concisos slap bass y un sintetizador programado para brindar “modernidad” a la composición; la primera vez que la escuché me pareció más de lo mismo (porque siendo realmente “críticos lo es) y no le presté mucha atención, luego apareció su video y ya empecé a imitar sus bailecitos en mi lugar, para la vigésimo sexta escucha, toqué fondo al estar coreándola en la calle. Así es cuando te das cuenta que realmente son buenas y que todavía tienen mucho jugo por extraer de su fórmula retropop, pero no lo hicieron solas, repite en la producción el señor Ariel Rechtshaid quien ya se sentó en esa silla en el primer EP y álbum debut de las chicas, también se repartieron labores de producción y co-autoría Rostam Batmanglij (ex Vampire Weekend), Dev Hynes (mejor conocido como Blood Orange) y Twin Shadow. En canciones que de una ya parecen clásicas como “Nothing’s Wrong” es donde se lucen las sumas de sus partes: la minuciosa atención por la percusión de Danielle, la multifuncionalidad de Alana para intercalarse entre teclados, guitarra y voz, y las sobresalientes líneas de Este (si nunca la vieron ejecutar su instrumento aún, se están perdiendo de todo un show de expresiones faciales). Pero la principal virtud que tienen todas ellas en común es que saben hacer algo que suena tan familiar pero que nunca antes habíamos escuchado. En ellas uno puede escuchar a un grupo que sabe utilizar sus influencias para el bien, sin abusar de las mismas, fijate nomás en “Little Of Your Love” que según Danielle querían hacer su versión 2017 de un doo-wop de los 50s.
Con todo lo anteriormente dicho, no hay ni porqué dudar de que el experimento les salió de maravillas. Se amigan con su lado más electrónico en la sintética “Ready for You” y “Walking Away” que tira más hacia el R&B, en una mixtura que las coloca entre la pasionalidad de Mariah Carey y lo digital de FKA twigs. De las nuevas adiciones en su ADN musical, la ayudita de Dev Hynes en “You Never Knew” sirvió bastante para acercarles a la perfección pop de Prince, dando una dirección luminosa de sintetizadores que conviven en armonía con sus guitarras y delicadas voces; por otro lado “Found It In Silence” las ubica a las tres en medio de una tormenta de cuerdas que van ensanchando las emociones que uno va teniendo tras haber terminado una relación. Ponete a pensar lo difícil que de por sí suele ser llevarte bien con tus hermanas, imaginate ponerte de acuerdo con tres y que encima te salgan todas prodigiosas, tengan química entre ellas al tocar, saquen un brillante álbum debut y un más que decente segundo álbum. Salud por esta unión de sangre y talento.
8/10. #156 DJ Shadow / The Mountain Has Fallen
2017 A Josh Davis le bastó con sacar un disco para entrar a un sitial de respeto automático hacia su obra y su persona en el mundillo de la músical ambiental y el hip hop, pero qué laburito aquel. Año 1996, Endtroducing… era lanzado, considerado por muchos como el primer y el mejor álbum hecho exclusivamente con samples que DJ Shadow había recolectado de su extensa discoteca de vinilos, le tomó 2 años armar esa meticulosa selección de beats copypasteados que respetaban una línea trip hopera de subidas y bajadas impredecibles pero con un encanto único, producto del buen gusto de su creador. Dos décadas después viviendo inevitablemente tras la sombra de ese estelar trabajo a pesar de haber hecho
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otras cosas interesantes, Davis pisa tierra opinando que el arte del sampleo ya perdió toda su novedad en estos tiempos donde germinan aficionados de los plunderphonics al 2x3 en plataformas como Soundcloud, estrenándose con composiciones propias (y algún sample infiltrado por allí, para no perder la costumbre) desde el año pasado con su LP, The Mountain Will Fall que tiene más que un par de joyitas para admirar, entre ellas una tremenda colaboración con Run the Jewels. Su nuevo EP prosigue en ese mismo camino que ha decidido tomar el beatmaker californiano, sirviendo como una breve muestra gratis de lo que es capaz de hacer sin ayuda de nadie, por si había algún escéptico por allí que creía que su habilidad residía solo en los samples. Para asegurar el partido, en 15 minutos trae a 2 MCs que jamás defraudan y a un compositor de soundtracks ganador del Oscar. El primero en tomar por asalto el micrófono es la leyenda viviente Nas en “Systematic” (¿guiño a su Illmatic?) soltando versos de acero con una fluidez que poseen solo los bendecidos, originalmente la canción fue estrenada para la serie Silicon Valley, así que se entiende que rapeé sobre startups y sus ambiciones cuando arrancó su carrera en este boom bap minado de scratching old school por parte de Shadow. El siguiente en pasar es el demente de Danny Brown con su “Horror Show”, un track que saca su lado más salvaje sobre un beat detonante, sucio y violento, adornado por lo que parecería ser el soundtrack de una película clásica que no logro identificar, Shadow hace gala de lo claro que tiene el panorama como productor, haciendo su mejor versión de un tema que pudo haber entrado en el corte final del Atrocity Exhibition de Danny. En la segunda mitad entrega un instrumental propio que recuerda a su ópera prima en la selección de percusiones que utiliza, “Good News” es una improvisación desordenada de elementos electrónicos que sin dudas captan toda nuestra atención, aunque me pareciera que solo se grabó mientras estaba probando sus nuevos juguetes. Por último comparte consola con Steven Price en “Corridors”, el compositor británico que se encargó de la música en Gravity propone junto a Josh una evolución ecléctica del dubstep y el trip hop, suministrando al patrón rítmico una escala de ciencia ficción a través de instrumentos que solo suelen escucharse en las escenas más dramáticas de las súper producciones hollywoodenses. Eso si que es pasar al siguiente nivel.
7/10.
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#157 Power Trip / Nightmare Logic 2017 Es interesante cómo un subgénero musical deja de ser relevante por sus propias limitaciones, hay estilos a los que simplemente no podés sumar mucho o ya corrés el riesgo de estar haciendo otra cosa. Eso pasa en el metal más que en ningún otro género donde las divisiones son la moneda diaria desde hace décadas. Lo más penoso de esta comunidad es que la ramificación más insípida y la que más discusiones conlleva al hablar de metal, ni siquiera tenga que ver con la música en sí, sino por una suerte de posicionamiento que se impusieron los propios aficionados para dividirse de acuerdo a sus gustos. Claro que estoy hablando de los trüs y posers, los primeros autoconsiderados dueños de la verdad absoluta de lo que sigue siendo “el verdadero metal” y los segundos vendrían a ser los oyentes casuales, metaleros que no poseen los conocimientos suficientes del estilo o simplemente escuchan subgéneros que no llevan el visto bueno de los trüs. En un sector de trüs más acérrimos, están los que piensan que el thrash metal está muerto desde hace años, la cual no es una afirmación tan disparatada teniendo en cuenta lo que dije al principio, es un estilo al que si le sumás otra cosa ya pasan a llamarlo crossover thrash metal y es en esa sección donde ubicamos a los que quizás sean el mejor revival de este subgénero, el quinteto tejano denominado Power Trip que en su segundo álbum de estudio no le rinden cuentas a nadie más que a ellos mismos con riffs y una fuerza demoniaca que remiten a los discos insignia del thrash metal circa 1986. Bastan poco más de 30 segundos de sonidos atmosféricos al principio de “Soul Sacrifice” para acomodarte en tu lugar hasta que empezás a recibir leves estocadas en forma de unos tremolos de guitarra, casi llegando al minuto 2, un grito gutural del cantante Riley Gale da la señal de que allí empieza todo, el baterista Chris Ulsh da un respiro hondo y arranca el incesante redoble mientras que los riffs a tracción de sangre bombean a una velocidad absurda.
#158 Nightmare Logic no da tregua, es un disco breve, redondito y sin errores, un modelo a seguir de cómo armar mosh pits gigantescos, tanto el guitarrista Blake Ibanez como el ya mencionado Ulsh vienen de una formación musical que ha escuchado mucho hardcore y eso mezclado con algo que pudo haber hecho Slayer en su mejor momento es una trompada, el combo breaker se arma en la habilidad inherente de la banda en hacer canciones memorables como “Executioner’s Tax (Swing if the Axe)”, Blake mismo afirma que minimiza la cantidad de riffs lo más que se pueda, prefiriendo siempre la calidad por sobre la cantidad, rompiendo así una regla nunca dicha del thrash de antaño que se mofaba de hacer cuantiosos solos. Para ser una banda que reencarna una de las ramificaciones más “auténticas” del metal, saben manejar el balance ideal de atenerse al libreto a la par de incluir cuestiones bien pop, obteniendo una mixtura que debería gustar y en el mejor de los casos, impresionar a los amantes de la música agresiva en general. Todas las canciones acá tienen la misma base, “Firing Squad”, “Nightmare Logic” y “If Not Us Then Who”, por citar tres ejemplos, son composiciones que beben de la misma fuente de inspiración, canalizando tanta brutalidad en sanguinarios solos y una propulsión rítmica de batería y bajo que nos deja pensando cómo lo hacen, esa coordinación manejando a través de las notas a 200 kilómetros por hora es una locura. En cuanto a la temática de las letras, tampoco hay algo que se salga mucho del paradigma, “Crucificixion” es una tallada a la religión, “Waiting Around to Die” se descarga contra la industria farmacéutica y el resto de los tracks se reparten en criticar las maneras en cómo funciona el poder, algo que nunca viene mal conociendo el escenario sociopolítico que esta viviendo Estados Unidos con Trump, eso sí, Gale expulsa sus tripas de la boca y las deja colgadas en el pedestal del micrófono con la potencia y crudeza de sus rugidos, solo espero que esas cuerdas vocales lleguen en condiciones para el siguiente álbum. ¿El thrash metal sigue siendo algo en el 2017? Este álbum tiene la mejor respuesta.
8/10.
Lucy Rose / Something’s Changing 2017 Esta es la pequeña historia de una cantante británica que se dio cuenta que tenía una importante cantidad de seguidores en territorio sudamericano, ella retribuyó ese aprecio viniendo el año pasado por estos lares, la condición que puso a sus fans era que le organicen los toques en sus respectivos países y que ellos mismos sean sus anfitriones y guías turísticos. Parte de su experiencia incluyó venir a Paraguaydonde me tocó presenciar uno de sus shows, la velada fue íntima, presentando canciones de sus primeros dos álbumes en clave acústica, bastó su luminosa voz y una guitarra para transmitir sentimiento a flor de piel. Evidenciando un gran porcentaje de humildad en su ser, luego de la presentación accedió amablemente a un meet and greet con todos los que estuvieran interesados en conocerla, por supuesto que estaba entre ellos. Fui con las intenciones de hacerle una pequeña nota para mi programa de radio que fue truncada por el cansancio de Rose, comprensible ya que venía de un exhaustivo recorrido por otros países, pero el poco tiempo que pude compartir con ella fueron suficientes para ser salpicado por esa misma calidez que posee su música, sin decorados que distraigan el amor que transmite. Lo que hace la amiga y colaboradora frecuente de Bombay Bicycle Club son baladas que brillan por su sencillez y en su tercer álbum es donde afina más que nunca su puntería de compositora, logrando un trabajo redondito que sigue la línea de sus antecesores, pero esta vez se vino con toda una orquesta de cuerdas que calzan perfecto a las intenciones de Lucy en “Is This Called Home” donde añaden un halo de esperanza a un relato de guerra amorosa. Causan aún mayor impacto en el enorme final con “I Can’t Change It All”, acompañando a Lucy en su efusiva demostración de afecto en un vals que quedará para el recuerdo de quienes la escuchen. El resto del álbum pasa más por su repertorio de indefensas baladas que a muchos podrán sonar a más de lo mismo y tendrán razón, a veces la sencillez pasa al campo de la simpleza en cuanto a la estructura de algunas canciones, pero eso es compensado cuando logra pegarle con algunas gemas como “Strangest Ways” y “Second Chance”, entre la fineza y una empatía nata para humanizar cada nota.
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Con artistas como Lucy te das cuenta que la evolución musical no siempre pasa por hacer algo nuevo o de romper el molde de lo que venías haciendo, si no sentís algún tipo de conexión con la música, eso no sirve para nada. Temas como “Love Song” no son algo fuera de este mundo pero tienen ese algo que los hace sumamente entrañables y es en ese aspecto donde a Rose le sobra algo que muchos ni tienen.
7/10. #159 Toro y Moi / Boo Boo 2017 El hasta hace poco conocido como Chaz Bundick, actual Chaz Bear es un compositor inquieto con muchas ideas en la cabeza, se hizo de nombre con su proyecto Toro y Moi, flameando la bandera del chillwave, la tendencia musical cuyo apogeo data del 2008 en adelante que consistía en un renacimiento del retro pop a través de sintetizadores hipnóticos, recreando el equivalente musical a los sueños lúcidos. Sus primeros álbumes, Causers of This y Underneath the Pine ya podrían llegar a ser considerados como clásicos dentro del estilo, estableciendo las reglas del juego dentro de este pequeño nuevo dominio del pop con fecha de caducación. Existió un conocido slogan de una emisora de radio local que tomaba como una verdad absoluta que no tenía porqué discutir y rezaba: “Los años pasan, la música queda”. No podría llegar a ser aplicable al caso del chillwave que no aguantó ni una década para que sus principales exponentes pasaran a otras cosas, incluyendo a Chaz que desde su anterior trabajo What For? viene disipando el humo ensoñador de sus creaciones por melodías con menos reverb y efectos, tirando más al folk; acá vale mencionar su proyecto como DJ denominado Les Sins que ya lleva sus años, también hace unos meses Chaz se mandó un álbum colaborativo de jazz y psych rock con el dúo The Mattson 2, y ahora revela una arista más de su imaginario musical con su disco más personal hasta la fecha donde se escucha su voz más clara y honesta.
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Tras varias escuchas también debo agregar que es el bocado más complicado de ingerir dentro de la discografía de Toro y Moi, y no es porqué haya algo muy complejo o experimental en el sino que todo lo contrario, Chaz simplificó sus elementos al mínimo, solo su compu, un micrófono y el, siguiendo con su indagación hacia los 80s pero esta vez mucho más aéreo que nunca y no en el mejor de los sentidos, temas como “Don’t Try” o “W.I.W.W.T.W.” no parecen sacados de un sueño sino que directamente dan sueño y no creo que esa precisamente haya sido la misión de este álbum catártico por parte de Chaz que habla sobre relaciones y las personas que vienen y van a nuestras vidas. Me cuesta bastante prestarle atención al disco en su totalidad por la vaguedad de sus melodías que están apiladas de la forma menos llamativa posible, al nivel de música de fondo que se mantiene en una misma línea sónica todo el tiempo, exceptuando un par de canciones como “Girl Like You” que captura el encanto que popularizó a la caja de ritmos 808, Chaz se pone meloso al cantar sobre una chica de la que se gusta que probablemente caiga rendido a sus pies cuando llegue la parte del solo de piano. Otros temas con aura similar y que funcionan con la ambientación calmada a la luz de la vela son “You and I” y “Labyrinth” que están para ser bailadas en la pista de lentas en un lugar donde todavía existiesen. La única canción que resalta con sus prominentes bajos es “Inside My Head”, aportando la cuota funky que despertará a muchos del letargo que naturalmente provocan las canciones anteriores. Bear solo quería hacer un disco para escuchar relajado mientras camina por las calles y a la vez mostrar su lado más humano, ahora que ya probó su punto espero que vuelva a hacer algo un poco más atrapante.
6/10. #160 Burger Records Latam, Vol. I 2017 Desde hace tiempo cuando recién conocía a bandas como Astro y Dënver, sabía que Chile era nuestra Meca regional de música independiente. Lo sostengo, en ese lugar es donde está ocurriendo la verdadera movida que envidiamos de las escenas estadounidenses y
británicas. Por suerte Sean Bohrman, el cofundador del sello californiano Burger Records junto con el chileno Álvaro Gomez están trabajando para que dejemos de mirar tan lejos, abriendo en Santiago la filial latinoamericana del sello especializado en música que va del garage rock pasando por el power pop, el punk, el shoegaze y otras ramas bien ruidosas del rock que no reciben la bendición del mainstream. La introducción a esta nueva vidriera de oportunidades la hacen con el lanzamiento de este compilado que engloba a bandas nuevas y no tan nuevas de 8 países, conformada por 15 canciones clasificadas tras un riguroso filtro ya que según cuenta Gomez quien sirvió de curador, recibieron más de 450 postulantes. Para los que siempre andan en búsqueda de la novedad, de acá si o si se llevan varias sorpresas para la casa, empezando por el intenso frenesí de guitarras ofrecidas por Adelaida, un cuarteto que proviene de Valparaiso que se manda su parte en “Efervescencia”, título que lo toman bastante literal ya que describe el instante en el que las burbujas de las bebidas saltan hacia afuera y te mojan la cara, cargándose riffs como lo hacían los Ride a principio de los 90s. Mi momento favorito del álbum se da en la seguidilla de temones que empieza con “Velódromo” de los santiagueños Vuelveteloca que en su paso dan rienda suelta a todo lo aprendido en la escena rave del Madchester, confabulado con unas guitarras espaciales que dejan el campo mental despejado para rellenarlo con galaxias multicolores; continúa el grupo rosarino Prepizza y su “Temporada de Pantalones Cortos” que proponen la grabación con peor calidad de todo el compilado, lo cual no desmerita un pelo la dichosa vibra surf que recuerda al primer álbum de The Drums; y hablando de surf, las siguientes en aparecer son Las Piñas devenidas de La Plata trayendo olas del lejano Oeste con “Velero” en colaboración con Aharon Emery, el cantante y guitarrista de nuestros queridos EEEKS quienes son los siguientes en derrochar talento con “I’ll Be Crying”, una balada lo-fi melancólica que sugiere pistas de la nueva dirección que podrían tomar en su próximo álbum. Los más veteranos de todo el material probablemente sean los rapais de Autoramas que andan dando vueltas desde 1997 por los circuitos del indie rock,
surf y rockabilly de Rio de Janeiro, interpretando un genial cover bien garage de un tema bubblegum pop que lo traducen como “Meu Broto Aprendeu Karate”, consiguiendo un ying yang entre lo oriental y brasileño que se cae de entretenido. El premio a banda que más se parece a algo que haría Ty Segall se lo llevan los mexicanos The Froys y el apabullante “From The Void” que no se guarda un poco de adrenalina en esta canción inspirada en un mal viaje con drogas que tuvo su cantante Dylan Franco. Por último, me gustaría destacar el rincón dream popero que reservaron para los también santiagueños Isla del Sol que en su track “Derbys” se halla una niebla perfumada de sintetizadores que lanzan melodías introspectivas, quizás la canción más emocional entre tanto barullo y movimiento. Me encanta descubrir que en países andinos como Perú y Ecuador de los que no sé nada de la música que hacen allí, también tengan bandas buenísimas como Almirante Ackbar y Porno. que la están remando con sus guitarras en lugares donde no ha de ser nada fácil sobresalir. Qué coincidencia, ese es exactamente el espíritu de Burger Records.
8/10. #161 Mura Masa / Mura Masa 2017 Así como somos la generación que verá morir a sus rockstars favoritos, también somos la generación que verá nacer a los DJs exitosos más jóvenes de la historia. Las condiciones están dadas para que los prodigios musicales demuestren todo lo que son capaces de lograr, no hubo otro periodo de tiempo tan asombroso como este en el que toda la música del mundo sea tan fácil de conseguir. Mura Masa es un producto ejemplar de estos tiempos, entrando al palo de la electrónica a los 17 años al ver lo que hacían Hudson Mohawke, James Blake y Cashmere Cat, entre otros artistas que se estaban consolidando con sus producciones electrónicas poco convencionales.
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Absorbiendo influencias de lugares inhóspitos para crear algo que suena auténtico y refrescante en lo suyo, este chico cuyo nombre real es Alex Crossan, tiene el talento pero posiblemente no esté hablando de el ahora si es que no lo escuchaba la gente adecuada. Su single “Lotus Eater” gustó por unanimidad a casi todos los conductores de la BBC Radio 1 cuando lo subió a Soundcloud en el 2014, todos ellos le dieron rotación en sus espacios y su música fue posicionándose a la velocidad de la luz en los playlists de talentos emergentes. Tres años le llevó a Crossan pasar de su habitación a fabricar los beats de su primer mixtape a grabar su álbum debut en los míticos estudios de Abbey Road, cuenta que cuando llegó la hora de trabajar allí, no sabía que hacer con tantos botones, perillas y un ingeniero de sonido encima ya que hasta ese entonces solo necesitó de su compu para hacer su laburo. Para los que gustaron el año pasado de 99.9% de Kaytranada, este álbum es un infaltable abarcando tantos estilos pero siguiendo una coherencia de sonidos que lo hace distintivo a los demás, al ir avanzando uno va pillando por su cuenta los elementos recurrentes dentro de la obra de Mura Masa como por ejemplo ciertos instrumentos orientales como el shakuhachi o algunas melodías calypso, género tradicional de Trinidad y Tobago. Ya los primeros cuatro temas de este trabajo homónimo convencen a cualquiera por la habilidad camaleónica de Mura para adaptarse a cada uno de sus invitados, inicia el solo en “Messy Love” con sus bass drops que acarician la pista acompañando con su falsetto tuneado por el autotune para luego pasar a ser el anfitrión de la joda en “Nuggets” con la joven irlandesa Bonzai al micrófono acá tenemos la mejor reinvención de dancehall que escuché en el año, la onda que tiene esta canción solo es superada por lo cool que se escucha a A$AP Rocky rapeando en “Love$ick” sobre una base tropical house pasada al vapor que ya había construido Alex para su EP Someday Somewhere del 2015, Flacko eleva a las estrellas estos instrumentales que de por sí ya suenan fantásticos. Si me tengo que quedar con una sola canción es con el feat de Charli XCX en “1 Night”, si hay algo que le falta al pop Top40 y no puedo explicarlo, solo le doy play a esta canción para que se explique sola, no sé si son las arpas que utiliza o la contagiante voz de excesos proveída por Charli o saber el momento exacto para soltar la bomba, lo que si sé es que esta es una fiesta de pop perfecta como pocas. Pero no todo puede ser tan perfecto porque acto seguido aparece el rapero Desiigner encargado de las voces en “All Around the World” que no es más que un
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tema trap genérico que ni la producción nocturna de Mura Masa lo salva, esta canción sirvió para bajar unos cambios, para no decir que fue el equivalente musical a agarrar un cartón de leche de la heladera, darle un sorbo y comprobar que está cortada. Ojo, no fue tan malo, pero después de ese sensacional arranque la vara quedó demasiado arriba y no hay nada que esté a la misma altura más adelante. En “What If I Go?” de vuelta con la participación de Bonzai retomamos el camino al baile con una producción zigzagueante que es inevitable entrar al campo de las comparaciones y no mencionar a Flume como una inspiración clave. Que nunca se pierda esa curiosidad de Crossan por romper todo tipo de barreras en cuanto a estilos, gracias a eso tenemos canciones R&B marcianas como “Firefly” que sus fans más acérrimos ya registraban de su anterior EP, luego está “NOTHING ELSE!” que responde la pregunta de qué pasaría si enganchamos al Motown con el house. Nada de estos experimentos suenan forzados, el muchacho detrás de estos beats tiene la película bien clara de lo que está buscando, solo un disco para divertirse. En una entrevista para Beats 1, Alex definió a este álbum como una colección de momentos culturales, algo que guarda mucha relación con la diversidad londinense y la variedad de músicos que colaboran en su proyecto que es surreal hasta para el mismo quien aún no le cae la ficha que colaboró con su ídolo de toda la vida, Damon Albarn que ofrece su calidez vocal en “Blu”, el reflexivo cierre de uno de los mejores álbumes de música electrónica de este año, a pesar de no mantener el mismo entusiasmo durante todo el camino.
7/10.
#162 Coldplay / Kaleidoscope EP 2017 A este nuevo trabajo de Coldplay ni siquiera llegué a decir mentalmente que no le iba a dar bola, mi inconsciente aceptó que existía este EP pero lo bloqueó de mi atención sin siquiera consultarme, y no podía culparle, hace rato que dejé de ser el público al que van dirigidas las canciones de la banda de Chris Martin. Pensar que hace poco más de una
década fue mi banda de cabecera, cuando eso ni siquiera escuchaba discos completos para llegar a ese tipo de juicios, todo era más fácil guiándome solo por sus vídeos que aparecían en MTV. Desde que recién empezaban, muchos vieron en ellos a “la banda sucesora de U2” en cuanto a su sonido y poder de convocatoria, ellos entendieron muy bien que para llegar a eso tendrían que ir mutando su sonido a algo más pop y universal, ese cambio lo vinieron haciendo disco tras disco, dejando gradualmente a un lado las baladas melancólicas con ciertos chispazos shoegaze por canciones poptimistas que iban de la mano con la tendencia EDM. Así me fui desencantando de este grupo que perdía un fan pero ganaba cientos de miles en el proceso de transición.
Solo por mera curiosidad, hace unos días abrí una pestaña con el video de “All I Can Think About Is You” y no podía creer lo que escuchaba...
¿recuperaron la memoria de repente? Porque en serio pensé que el grupo había perdido la habilidad de hacer este tipo de canciones, a mi parecer su mejor tema desde el álbum Viva La Vida, empezando calmada con un Chris proyectando ecos en voz baja sobre una instrumentación acogedora que nos prepara para un final de alto vuelo con una producción grandiosa que me recordó a “Clocks” y su esa manera de poner al piano como el eje de todo lo demás. Después de este impresionante inicio, suena “Miracles (Someone Special)” que sí tiene un sonido más parecido a lo que venían haciendo en sus últimos álbumes y le suman a la ecuación a Big Sean, porque si algo le faltaba a Coldplay para afianzarse como la “banda comercial” por excelencia, era cuestión de tiempo para que esto ocurra. Pero no quiero darle foco a eso en esta canción que me gustará o no como suene, trae un mensaje universal que solo una banda masiva como ellos pueden ofrecer, enalteciendo a figuras que hicieron historia superándose cada uno en sus respectivas disciplinas, nombrando a Muhammad Ali, Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, entre otros como ejemplo de que todos tenemos ese algo especial dentro nuestro.
Otro punto alto dentro de este poco consistente EP es “A L I E N S” que tiene el importante aditivo de haber sido co-escrito y producido por su amigo Brian Eno, ex miembro de Roxy Music, devenido a eminencia de la música ambiental con quien ya habían trabajado anteriormente logrando asombrosos resultados que ya todos conocemos. La canción no solo es una vuelta de forma al mejor uso que le dieron a los beats en su carrera, sino que también carga con un fuerte peso en la lírica, ya que Chris Martin encuentra en los extraterrestres, una metáfora ingeniosa para meter concientización sobre los refugiados de guerra. Tanto mundo recorrido, les ayudó a poseer una cosmovisión arraigada a los que no tienen voz. Lo que sigue después es el innecesario tema que grabaron para el último álbum de The Chainsmokers en una versión en vivo desde Tokio. No sé en qué pensaron para incluir esto acá, queda en offside al resto de los tracks del EP, la emoción de miles de fanáticos asiáticos podrá resultar un poco contagiante para algunos, pero eso no hace que el tema mejore en lo más mínimo. Pianito de preludio, letras genéricas de amor y el bass drop colocado siempre en el mismo momento, fórmula harto conocida que se encargaron de agotar estos dos sujetos de Chainsmokers. Al cierre llega “Hypnotised” que vuelve a la calma, también podría decir que estuvo buena si no fuera porque superó los niveles de azúcar que recomiendan los doctores, es otra más de esas canciones con mucha instrumentación con cautivantes arreglos de cuerdas y teclados acumulando emotividad en el trayecto. Lo que no me convence de la canción es su estructura de más predecible y la letra es muy vaga como para que me genere algo como si lo logró el primer track de este EP, hasta te diría que me hubiese pegado más si dejaran solo el instrumental. Con Kaleidoscope se me hace que Coldplay quiso unificar su fanbase ofreciendo cosas muy distintas en el mismo, para ejemplificar el caso, sería como ir a una juguetería y encontrar muñecas inflables y sonajeros en el mismo estante con un cartel que diga “Para chicos y grandes”. Si van a hacer guiños a un pasado al que difícilmente volverán, al menos no lo pongan al lado del tema más plástico que compusieron.
6/10.
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#163 Kevin Morby / City Music
2017 Una obra más que se mete directo y sin escala entre los álbumes esenciales del palo singer-songwriter de este año. Honestamente, antes de este álbum no lo registraba a Kevin Morby que con una simple googleada veo que fue miembro de Woods y The Babies, y que este ya es su cuarto esfuerzo como solitario, un álbum donde canaliza influencias con total audacia compositiva, es un tipo que nos recuerda a muchos pero no se parece a nadie más que a el mismo. Kevin genera desde el principio un ambiente devocional en “Come To Me Now” con un órgano que añade oscuridad al romance urbano que va pintando sin ningún apuro, después tenés canciones como “Crybaby” que son como liberadoras a su manera, Morby consuela y dice que está todo bien que no te sientas a gusto con lo que sos, descargate y llorá como un bebé, en esta canción y en especial en “Tin Can” es donde hallan fuertes semejanzas con el country alternativo de Wilco. Se las ingenia para adaptar al punk su sonido en “1234” que es un clarísimo homenaje a los Ramones ya desde el título haciendo referencia al conteo que siempre hacían al inicio de sus canciones, y la coda repitiendo en numerosas ocasiones los nombres de Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy. El poder de hacer grandes canciones que tiene Kevin es lo que nos mantiene expectantes en todo el tiempo que dura este álbum, ya sea interpretando una oda para todos los que consideró amigos alguna vez (“Aboard My Train”), las personas que vinieron y se fueron en su vida, rescatando los momentos positivos que tuvo con cada uno de ellos, o cuando se pone sentimental y encarna en su voz a ese Lou Reed que nos invitaba a pasear hacia el lado salvaje, cantándonos suavemente a un lado de nuestros oídos (“Dry Your Eyes”). La pieza central del álbum es la misma que le da nombre, de acuerdo a Morby, con esta canción quiso representar la sensación de caminar solo por una parte linda de la ciudad, perdido en tu mundo mientras estás rodeado por muchos. Lo que realmente atrapa de este tema es el crescendo
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que van teniendo las guitarras con armonías cuyos cimientos se originan en Marquee Moon de Television, teniendo eso como referencia no hay manera que no estemos ante un temazo con todas las letras. Algo más que quisiera dar destaque de esta maravilla es el cover en clave folkie que se las trae de Germs, banda de culto del hardcore punk neoyorkino (tenía como miembro al ex Nirvana y actual Foo Fighters, Pat Smear) que tenía una canción llamada “Caught In My Eye” y resultaba ser la canción favorita de un amigo de Kevin que siempre deseó que alguien haga una versión de la misma que resalte la belleza de su letra y eso fue exactamente lo que hizo el buen Morby que se las sabe todas, aprendió de los grandes.
8/10.
#164 Lana del Rey / Lust for Life 2017 Ayayay Lana, bueno, al menos tengo que darte el crédito por mantenerte fiel a tu estilo, es obvio que ya te hiciste de un público devoto haciendo este tipo de música atmósferica, melancólica y con una pose cool bien definida. Aún está fresca en mi memoria el boom mundial que causó con “Video Games”, era todo un misterio el paradero de esta chica que desde un principio nos ahogó en sus pesares y lo disfrutábamos, era una voz que venía de otra era en la música popular, autonominándose “la Nancy Sinatra gangster”, con un mixtape firmado con su nombre original (Lizzy Grant) y un debut más que prometedor, reunía todos los requisitos para hacerme fan de ella. Lo que no preví es que en posteriores álbumes, sería consumida por la monotonía y una manera desapasionada de cantar que se dificulta su consumo si no estás en su misma sintonía. A menos que me obliguen, no hay forma que pueda volver a escuchar en su totalidad los dos últimos álbumes de Lana. Ultraviolence y Honeymoon, excepto por algunos tracks aislados, me provocan bostezos como pocos álbumes de los últimos años, no solo por lo lineal que suenan sino también por la duración de las mismas, más de una hora cada una,
y eso como que ya es abusivo para obras con tan pocas variaciones de ritmo. Así que antes de empezar a escuchar su nuevo laburo, vine mentalizado para lo peor solo al notar que este es su disco más largo hasta la fecha, una hora y doce minutos. Todo un reto que viene con una noticia buena y una mala.
es aún más evidente con “Summer Bummer” que cuenta con la participación de A$AP Rocky y Playboi Carti. La única justificación que le veo a esto es que quiere apelar a lo trendy para incrementar seguidores, supongo que es un buen canje el de manchar un poco tu identidad a cambio de llegar a más gente.
La buena es que Lust for Life me pareció su producción más interesante desde Born to Die. La mala es que la mayor parte del mismo, continúa con sus vicios de siempre y agrega uno más por si ya no hubiese suficiente trap en este mundo. Pero primero vayamos por lo positivo: la mejor parte del álbum está al principio, en “Love” es donde encuentro una genuina evolución del sonido que ella adoptó como suyo, la nostalgia adaptada a tiempos de empoderamiento y en donde uno debe afrontar grandes adversidades, el amor al que ella se refiere en este tema va más allá del romanticismo, siendo el combustible que da fuerzas a las nuevas generaciones, en el más puro estilo de Lana con instrumentación grandiosa y noctámbula nos sumerge en su mundo de fantasía a través de filtros de Instagram que hacen que todo lo que veamos a nuestro alrededor parezca vintage.
Antes de eso está uno de los mejorcitos de esta maratón somnífera, “White Mustang” que trata un tópico ya recurrente del repertorio de Lana, su debilidad por otros músicos, el tema tiene una vibra más que agradable y también sumó un par de puntos el agregado de los silbidos que se oyen al final. Y porque parece que no le bastó solo esta canción para expresar esa idea, luego tenemos a “Groupie Love” que desde su evidente título me hace creer en una teoría conspiranoica que esta chica falleció mientras grababa este álbum y este tema le dejaron que haga un software generador de canciones de Lana del Rey, tomando elementos de sus canciones anteriores, porque tiene todito: letra que habla sobre su crush que resultó ser una vez más un músico, check; coro monótono y repetitivo, check; beats downtempo que dan la impresión que toda la escena ocurre en slow motion, check; feat de rapero que da igual si se haya incluido o no su parte, check.
Después viene el tema que da nombre al clásico álbum y canción de Iggy Pop, Lana elige a The Weeknd como compañero de lujuria haciendo un buen dueto, los dos tienen voces finas que inevitablemente suenan a un cortejo mutuo, esta composición seductora tiene además pequeñas referencias que enriquecen su letra, como la mención tácita al suicidio de una actriz frustrada que se tiró desde la H del famoso cartel que dice Hollywood, también guiños a letras de Billy Joel y al grupo femenino de los 60s que popularizó el tema “My Boyfriend’s Back”. Lana maneja de taquito el background de la cultura pop estadounidense y esta canción es prueba suficiente de ello. Después está “13 Beaches” que está basada en una vivencia real que protagonizó la cantante, y es que la mina literalmente recorrió 13 playas, hasta que finalmente encontró una en la que no habían paparazzis. Este tipo de anécdotas son tan Lana del Rey que hasta ya parecen una parodia de sí misma pero no, eso vendrá más adelante. En cuanto a lo músical, admito que la producción de este track está bien logrado y se complementa muy bien con esa voz humeante. En “Cherry” siento que se da el primero de la serie de tropiezos por culpa de esa percusión trap que hasta cae en contradicción con los principios de Lana de sonar siempre como alguien del pasado, no estoy diciendo que Lana tendría que quedarse siempre haciendo lo mismo, pero creo que esta manera de innovar no es la que mejor le va, esto
Lo que se viene después es todo tan atmosférico que no deberías sentirte mal si te pasa desapercibido, “In My Feelings” es un gran meh nuboso que describe un poco la vida que llevaba Lana con su ex y lo canta de manera desanimada a propósito como si eso fuera cool, al menos ese es el mensaje que me transmite al escucharla. Otro bodrío de similares proporciones es “Coachella – Woodstock In My Mind” que trata de comunicar el espíritu de libertad que se vive en esos multitudinarios festivales de música, hasta le mete referencia a Led Zeppelin para de alguna forma contrastar con lo jodida que está la situación en el mundo, capaz tuvo buenas intenciones pero a nivel musical se me hace infumable y su interpretación carente de empatía. De los 7 temas que cierran este álbum, ponele que dos por ahí captan mi atención y de buenas a primeras no son las mismas baladas etéreas de siempre, una es “God Bless America – And All The Beautiful Women In It” con un mensaje feminista bien puntual y oportuno brilla por luz propia con una producción a cargo de Metro Boomin que fluye sobre una base oscura y balazos que a más de uno recordará a “Paper Planes”. La otra es “When The World Was At War We Kept Dancing” que me atrevo a afirmar que es uno de los pocos tracks que en los que la característica frigidez de Lana calza perfecto al mood de su
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música, presentando un pronóstico desolador en la era Trump. Ahora más que nunca Lana no podía ser indiferente a estos asuntos que incumben a todos. Ni la colaboración de grueso calibre a cargo de la cantante de Fleetwood Mac, la icónica Stevie Nicks en “Beautiful People Beautiful Problems” no salva a Lanita de la debacle en esta parte del álbum, es solo una decente balada, nada muy elaborado. Lo mismo digo de “Tomorrow Never Came” en la que Sean Lennon se hace cargo de todos los instrumentos y acompaña en voces, lo que rescato acá es lo parecida que tiene la voz al padre. “Heroin” me tiene casi dormitando con lo larga y lineal que es, cuando llegamos a esta parte se vuelve todo aún más lento y soporífero, y mirá que me gustan las lentas pero a nivel musical acá no hay nada que me emocione o me conmueva. En tiempo de descuento aparece “Get Free”, siendo un poco más animada que el resto del álbum, Lana da algo de esperanza de que por fin va a dejarse de las canciones tristonas pero es obvio que ya no puedo confiar en ella.
5/10. #165 Tyler, The Creator / Flower Boy 2017 Es parte del ciclo de vida, a todos los músicos les llega en algún momento y es aún más notorio en aquellos que siempre se presentaron frontales y bien mediáticos, algunos se niegan a aceptarlo y por lo general terminan estancados, y después están otros como Tyler que hacen maravillas con ella y sorprenden de muy gratas maneras, utilizándola como un recurso más de su arte, solo un cabo más dentro de la narrativa que va construyendo de su carrera. La madurez. El (¿ex?) líder del colectivo Odd Future, el siempre mediático e hiperactivo Tyler, The Creator nos complace con su álbum más dulce y revelador que haya hecho jamás. Los chistes negros, groserías y comentarios explícitos que suelen ser moneda común en sus discos, acá fueron dejados a un lado para dar paso a letras que el propio Tyler considera ridículamente importantes y la verdad que sí lo son. Este álbum se siente como un borrón y cuenta nueva
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de Tyler después del explosivo y zigzagueante Cherry Bomb del 2015, porque los cambios que le bajó para este nuevo álbum lo hacen (¿casi?) irreconocible al man que deseaba apuñalarle sin parar en el esófago a Bruno Mars hasta que aparezca la policía. La intro con “Foreword” ya da indicios del ambiente soulero y chill que tendremos en gran parte de Flower Boy, en la canción Tyler dibuja el trágico escenario de una posible muerte suya y se pregunta si será recordado por ello, pensar que esta es nada más que una introducción a las cuestiones personales que irá revelando implícita y explícitamente a lo largo de la obra. Si hablamos de canciones con letras importantes, la siguiente “Where This Flower Blooms” es clave para entender de qué va esta renovación de Tyler que junto con su gran amigo Frank Ocean rapean sobre progresar como personas y que nadie les dicte lo que pueden hacer (“Tell these black kids they could be who they are. Dye your hair blue, shit, I’ll do it too”), a nivel de producción el track se mantiene en su bella simpleza con sintes relajados para que no haya nada que opaque el mensaje. Las sorpresas que da la vida hoy me llevan a decir que en este álbum, Tyler creó un par de las mejores canciones de amor que escuché en mucho tiempo, una de ellas es “See You Again” que la hace en dúo con Kali Uchis que le da la pasión que merecía a esta fantasía cargada de soul e instrumentación dream pop. La otra y mi favorita del álbum, ni siquiera sé si considerarla una de amor, sería más como un llamado de auxilio, el excelente track partido en dos “911 / Mr. Lonely”, la primera parte es un suavizante trip funk que cuenta en coros con la participación de Steve Lacy y Anna of the North, y de yapa un verso más de Frank; su segunda parte un poco más acelerada y eléctrica cuenta con la participación de A$AP Rocky y ScHoolboy Q que ayudan al puente de un verso muy deprimente de Tyler contando lo solitario que se encuentra. En otro orden de cosas, el único tema del álbum que está en modo de ataque como nos tiene acostumbrados este muchacho es “Who Dat Boy” que una vez más lo tiene compartiendo micrófono con A$AP Rocky para escupir braggadocio del bueno al 2x3 para luego volver a los finos beats de “Pothole” que lo tienen colaborando con Jaden Smith, el hijo de Will Smith que recién al leer los créditos me percaté que era el, eso en otras palabras quise decir nada más que estuvo a la altura de las circunstancias. Pasado eso llega uno de los momentos que fueron la comidilla de los que viven pendientes de la vida privada de los demás y es que Tyler aparentemente en “Garden Shed” da a entender que sale del closet
señalando con fraseos rápidos que ya no tiene porqué seguir fingiendo y que todos los sentimientos que llevaba guardado le pesaban en la mente. Digamos que si allí no fue lo suficientemente claro, luego llega la excéntrica “I Ain’t Got Time!” donde es un poco más directo declarando que desde el 2004 que se viene chapando con nenes blancos. Sea o no verdad todo esto, ¿importa? Quiero creer que todos los que llegaron a leer hasta acá tienen la suficiente apertura mental como para tildar de irrelevante lo que sea que hagan sus artistas favoritos en la intimidad. Tyler a nivel lírico pasa a un siguiente nivel en este álbum, sus elaboradas rimas llegan al climax de “Boredom” abordando con singular astucia así como en “Mr. Lonely”, el tema de la soledad y lo que pasa por la cabeza de uno cuando se pasa mucho tiempo así. Esta pieza tiene una calidad superlativa al resto de las baladas que pudo haber hecho Tyler en anteriores álbumes, sumando instrumentales que no se les puede negar el encanto que poseen. Otro punto alto de este álbum lleno de aciertos es “November” que evoca a tiempos mejores con versos que flotan a través de percusiones frágiles. Tyler, sos un tiernazo y te quiero mucho.
8/10. #166 Nine Inch Nails / Add Violence
2017 El día en que todo estará perdido va a ser el día en que Trent Reznor se calme. En esta segunda entrega de su trilogía de EPs distópicos no tan alejados de nuestra realidad, trajo la nostalgia de su mejor época y con ella la dosis justa de violencia industrial que todos venimos a buscar en cualquier trabajo de NIN que ahora ya cuenta como miembro oficial a Atticus Ross, el compañero de equipo de Reznor con quien ya viene elaborando hace unos años, la banda sonora de varias películas, hasta llegaron a ganar el Oscar y todo por su impecable labor en The Social Network del 2010. Reznor cumple con sus palabras diciendo que para este EP quería hacer música que sonara desagradable y poco amigable, las 5 canciones que la conforman
siguen el mismo tramo de Not The Actual Events, aunque quizás con un poco más de predominancia por parte de los sintetizadores, probablemente esta sea consecuencia directa de la adición de Atticus, para demostrarnos esto nos reciben con “Less Than” que va a los bifes con potencia sintética y oscura por partes iguales. No solo nos remite al sonido que tenía la banda en célebres trabajos como With Teeth, sino que también nos devuelven a una faceta que se extrañaba de Trent, la de rudo contestario de las autoridades. En esta canción, el buen hombre putea contra los imbéciles que llevaron a Trump a la presidencia con sus votos y la impotencia que causa que al final todos tengamos que pagar por la tremenda cagada que se mandaron (“And look what you gone done / Come on welcome oblivion / Did it fix what was wrong inside?”). Otra arista querida dentro de la carrera de Reznor que reaparece acá es aquel álbum instrumental Ghosts I – IV. Tanto “The Lovers” como “This Isn’t The Place” tienen esa calma que antecede a la tormenta. En el primero la voz de Trent se siente como una brisa tan ligera, esos murmullos apenas inteligibles que ni te percatás de su existencia si es que no te concentrás en ellas; la otra es una atmósfera estática de melancolía que recién a su segundo minuto empieza a brotar vida, en esos primeros versos donde a Reznor parece que se le quiebra la voz al recordar a alguien que ya no está más, algunos dicen que está dedicada a Bowie, gran amigo de Trent que el año pasado lanzaba sin mucha difusión de por medio, un material inédito de 1995 con un montón de reversiones de la obra del Duque Blanco. La ruptura de tanta calma se da con la desesperante “Not Anymore” que está hecha con rabia descargada en poderosos beats y riffazos maquinarios que se toman un momento para aparecer y cuando finalmente llegan, ya no hay escapatoria. Vendría a ser el equivalente a lo que fue “The Idea of You” en el anterior EP, en lo que respecta a fuerza bruta comparada al resto de los tracks. El último tema tal vez sea un hincapié a lo que nos espera en el cierre de esta trilogía, “The Background World” es como la puerta de ingreso a la Matrix, nos transporta a un glitcheado mundo que se va volviendo cada vez más difuso mientras van transcurriendo los minutos. 8 de los casi 12 minutos de esta canción consisten es un loop de sintetizadores que se van saturando más y más, parece como si el tema nos estuviera devorando lentamente y nos vamos perdiendo en la misma hasta que desaparezca cualquier tipo de señal de nosotros. Si estás buscando un final feliz, andá a otro lado.
7/10. 165
arcade fire / Everything Now 2017
No ha de ser nada fácil mantener una racha perfecta, muchas cosas van pasando por el camino y uno hace lo que se puede para estar siempre a la altura de las expectativas. Arcade Fire ya hace más de una década que va siendo la vara más lata a lo que puede aspirar una banda indie contemporánea en ese equilibrio que pocas veces se da entre calidad y éxito. El haber ganado el premio Grammy al Álbum del Año con The Suburbs en el 2011 fue la condecoración que los catapultaba a las grandes ligas, pasaron de ser el secreto mejor guardado de los pretenciosos a ser la banda favorita de todo el mundo. Las expectativas que todos teníamos sobre estos canadienses se iba haciendo cada vez más grande y la respuesta a todo ello fue Reflektor, un álbum doble que resultó ser una verdadera fiesta de ritmos bailables producidos por la mente maestra de LCD Soundsystem, James Murphy y cuya canción homónima al disco contó con la sagrada colaboración de David Bowie que les apoyó desde un principio de forma incondicional.
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Para su siguiente truco de magia, Arcade Fire se promociona como el producto de una compañía ficticia de entretenimiento que vendría a ser una burla al consumismo en el que estamos inmersos todos los días, como campaña de marketing y cuidado de su nueva imagen fue una jugada campeona, aunque con un poco de pesar me toca afirmar que esa misma creatividad no fue aplicada en la totalidad de este nuevo álbum. Me temo que después de cuatro álbumes que si no alcanzaban la perfección, estaban bien cerquita, la banda de Win Butler comete su primer desliz en materia musical, pero la caída no se siente como una derrota gracias a unos cuantos himnos imbatibles.
#167 El primero de ellos es el estelar y erizante single que da nombre al álbum que es un conglomerado de alegría colectiva encapsulada en notas musicales pasadas por un piano infeccioso, coros diseñados para resquebrajar estadios que ya les podrían estar quedando chicos y optimismo a flor de piel. Los Arcade Fire con esta canción se proclamaban como nuestros nuevos ABBA y la verdad que no podría estar más de acuerdo con eso, es un puesto hasta ahora vacante en el ecosistema musical. Para seguir con esta aventura dance, hicieron sentar en la silla de productor a Thomas Bangalter, uno de los Daft Punk y al bajista de Pulp, Steve Mackey que hacen notar su presencia en la siguiente oda disco futurista, “Signs of Life” que tiene un groove que se te pega gracias a ese bajo que lidera la marcha y cómo los demás instrumentos van adhiriéndose a esa irresistible melodía funk es algo que solo ellos podrían haber hecho. Cerrando este primer tercio más que disfrutable está el tema producido por Geoff Barrow de Portishead, “Creature Comfort” que es mucho más oscura de lo que se presenta de buenas a primeras con esas candentes secuencias de acordes producidos por sus sintetizadores, en realidad el título hace alusión al suicidio como una manera de liberarte de las presiones culturales, en las letras incluyen guiños a su álbum debut Funeral que así como esta canción, mantenía un júbilo permanente en el sonido a pesar de estar lidiando con la muerte misma. Por este tipo de ironías fundamentadas en arreglos orquestales únicos es que se ganaron status de culto con sus primeros trabajos discográficos, y esta sería una evolución saludable a ese sonido. Luego de golpe entramos a un agujero que empieza con “Peter Pan”, acá es donde noto que falta algo clave y es que no suena a un tema de Arcade Fire, una canción compuesta por seis o más personas. Tenemos un beat programado en loop mientras que se le van añadiendo elementos pero no de una forma muy gratificante a como nos tienen acostumbrados, no llegan a unificar sus partes y el track termina siendo lineal e intrascendente. Y si hablamos de temas que no se parecen a algo que haya hecho la banda antes, el que sigue es peor, “Chemistry” tiene un sonido cirquero que no va con nada de lo que veníamos escuchando antes, es como algo que metieron allí sin un buen porqué, hasta la letra se cae de repetitiva y hasta básica te diría porque la trama de la misma es ni más ni menos que un man diciéndole a una chica que tienen química y que por eso tendrían que estar juntos. No digo que Arcade Fire no pueda hacer canciones sencillas de vez en cuando pero a esta la siento casi
hasta como una parodia a las canciones de amor, y si es ese el caso, les juro que no se entiende. Continuando con la especie de concepto que tiene el álbum como crítica al consumismo está “Infinite Content” en dos versiones, una bien punk con detalles en violín y la segunda con una instrumentación más acorde al sonido característico de la banda, una balada country bella que en sus últimos segundos se escuchan sonidos de supermercado. Ahora, ¿era necesario meter dos canciones iguales pero en distintos estilos una detrás de otra? El mensaje ya se entendió con una sola de ellas e insisto, si fue otro recurso de comedia utilizado por la banda para criticar a la sociedad de consumo, le terminó dañando al producto final. Luego de ese flojo segundo tercio, volvemos a colgar la bola disco en la pista para la magnífica “Electric Blue” que considero como la hermana menor de “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)”, Régine Chassagne se apodera del micrófono con su voz chillona en esta maravilla que encandila con su ritmo luminoso que tiene una onda ochentosa impregnada a los teclados que se hace imposible de resistir. Luego está “Good God Damn”, un tema midtempo cargado de buenas intenciones pero que también sufre de la reiteración que no nos lleva a ningún lado, quedando en el “pudo haber sido algo más”. Afortunadamente el LP cierra de muy buena manera con “Put Your Money On Me” que también guarda cierta reminiscencia al cuarteto sueco anteriormente mencionado, metiendo en plena canción de amor a una metáfora sobre ese mal necesario que es el dinero. La fantasía se apaga en este edén llamado “We Don’t Deserve Love”, esta canción es irónicamente, amor puro, la divinidad de esta canción la coloca entre mis favoritas no solo de este álbum sino de su discografía, una obra maestra que redime los pecados que pudieron haberse escuchado antes. Es cierto que nos ponemos más exigentes al hablar de esta banda que siempre se mantuvo a la vanguardia y que este álbum por primera vez suenan a algo que ya habíamos escuchando, pero aún así sigue siendo mejor que muchas cosas hechas por sus contemporáneos.
7/10.
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#168 Waxahatchee / Out In The Storm 2017 Un álbum más de indie rock que parece de 1994, un álbum más de angustia juvenil, un álbum más grabado con brutal honestidad gracias a su sonido en directo y letras descarnadas. A pesar de que no haya absolutamente nada nuevo en este nuevo trabajo de Waxahatchee, este álbum más del montón tiene enormes canciones hechas con una filosa guitarra oficiando de catalizadora en esta tormenta de revelaciones personales que Katie Crutchfield comparte con nosotros. Su estilo es el de siempre, desde que la conocí con Cerulean Salt pude sentir una conexión fuerte con la música de esta mujer que está entre la casualidad de un Stephen Malkmus y el linaje punk de una Patti Smith. Este vendría a ser el cuarto álbum oficial de Katie pero sería el primero que lo graba en un estudio pro, abandonando al lo-fi acompañada de su hermana gemela Allison quien también sacó un lindo disco solista este año, acá da una mano en teclados y percusión, mientras que la producción corrió a cargo de John Agnello, reconocido por su labor en esa misma posición con Dinosaur Jr., Sonic Youth y Kurt Vile.
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big scene”) o qué tal “Recite Remorse” en el cual canta sobre un encuentro cercano a la mortalidad guiada por un sintetizador jubiloso que está encastrado con excelencia a esa lúgubre letra. De las acústicas me quedo con “Sparks Fly” por su sencillez y cómo en solo 3 minutos a esta canción le bastó para llevarme de paseo a varios momentos claves de la vida de su autora. Todas estas canciones escritas en primera persona nos involucran emocionalmente por esas inquietudes universales que todos tendremos alguna vez en la vida y nos terminan movilizando físicamente por esos ritmos que desde la concepción del grunge nos resultan tentadores.
7/10. #169 Foster the People / Sacred Hearts Club 2017
Una vez más, Katie hace desfilar su acérrima habilidad como compositora sin importar el mood en el que esté. En “Never Been Wrong” desata agresividad medida de manera milimétrica mientras expone a grandes rasgos sobre esa lucha inacabable de quién tiene la razón en las relaciones, casi lo mismo pero aún más pegadizo es “Silver” donde se hunde introspectivamente a través de una melodía que pudo haber sido un hit de The Breeders, y también está “No Question” donde la distorsión de su guitarra lo dice todo poniéndonos en su piel para recrear la liberadora experiencia de terminar una relación tóxica.
En serio no hace falta que escuches por completo este nuevo álbum de Foster the People. Hasta el cuarto tema ya se puede tener bien claro el panorama de lo que se traen en manos Mark Foster y sus amigos. Lo que viene después es más o menos lo mismo de siempre y eso que los cuatro primeros temas ya es algo que suena a lo mismo que vienen haciendo siempre. Su primer álbum, Torches envejeció muy bien con los años, sus singles (en especial “Pumped Up Kicks”) quedaron como los nuevos clásicos del indie pop, haciendo una versión más amigable de lo que trajo MGMT un par de años atrás, y por ende mucho más masivo. El sucesor, Supermodel vino a ampliar ese mundo animado que habían creado y lo llevaron un poquito hacia el lado psicodélico de la fuerza pero sin perder ese gancho que lo desarrolló Mark como buen compositor de jingles que era antes de volverse famoso.
Cuando se encuentra calmada, Katie desenchufa la viola, pero lo hace solo para intensificar sus cuentos íntimos como en “8 Ball” donde detalla sus debilidades y episodios de los que tal vez no esté muy orgullosa (“I’ll drink too much, I’ll cause a
Entrando al campo de las suposiciones, pienso que las ventas de ese segundo álbum no fueron como esperaban, y este tercer trabajo viene a ser un reflejo de ese deseo por captar nuevas audiencias cayendo en hacer las canciones más seguras,
plásticas y predecibles de su aún breve carrera. “Doing It For The Money” tiene un beat persistente tan característico del EDM, es gracioso como su título y letra vienen a ser un doble sentido sobre la música que hacen, diciendo que ellos no lo hacen por la plata, sin embargo lo que se escucha indica todo lo contrario. Esa contradicción es inaudita pero eso no la va a detener a ser un hit global, desde la primera vez que la escuchás sabes que va a ser un éxito, lastimosamente no de la calidad de su debut. Este álbum tiene un enfoque mucho más positivo que los anteriores y no es que tenga algo en contra de eso pero no tarda mucho en empalagar y la banda no varía mucho su paleta de sonidos sintéticos de un track a otro. La diabetes auditiva se alcanza en la primera mitad del álbum con el track “I Love My Friends” que siguiendo con el bloque de Hablemos Sin Saber, me lo imagino a Foster pensando como publicista al idear la canción para etiquetar a todos los amigos en el próximo Día de la Amistad, es que no puedo con lo blandengue y descartable que se escucha todo en esta canción, desde las voces hasta los instrumentos. Las únicas canciones que zafan son “SHC” con una progresión de riffs que me recuerdan un poco a Ratatat y “Lotus Eater” con una guitarra salvadora que aporta un poco de rock and roll y baile al combo, al menos por unos esporádicos segundos. Pero después se viene lo peor con “Loyal Like Sid & Nancy” que sería la conversión completa de Foster al pop electrónico, por si se pregunten: no, no hay nada de Sid Vicious en la genética del tema, salvo una mención, te vas a encontrar más bien con percusiones trap que encima logran hacer puente hasta la siguiente canción, “Harden the Paint”, todavía más olvidable desafortunadamente. Sé que a Mark le da la cabeza para hacer algo más que estos temas radio-friendly de menor calidad que las cosas que ya hizo antes, pero se vio tentado a usar la vieja confiable.
4/10. #170 Ride / Weather Diaries 2017 En el año que las bandas insignia del shoegaze decidieron regresar con materiales nuevos, Slowdive se vino con un soberbio material como si hubieran estado todo este tiempo congelados en una cámara
criogénica, The Jesus and Mary Chain demostró que su mecha creativa aún no está mojada y también reapareció Ride, un nombre que rankea más abajo en la escala de popularidad pero que nadie le quita el prestigio conseguido gracias a su álbum debut Nowhere que quedará para siempre en los anales del shoegaze como uno de sus pilares esenciales junto con Loveless, Souvlaki y Psychocandy. Para ser una banda de shoegaze, estos señores provenientes de Oxford centraban sus esfuerzos en el esqueleto mismo de sus canciones más que en destacarse por el sonido que sacaban de sus rechinadas guitarras, a mi parecer siempre estuvieron un poco más cerca del britpop que de esta escena a la que siempre se los vinculó. Prueba de ello es que luego del quiebre que tuvieron en el 96’, uno de sus fundadores, Andy Bell fue solicitado para tocar el bajo en Oasis con quienes estuvo hasta su disolución en el 2009. Toda una vida entera de 21 años tuvo que pasar para que Andy volviera a su primer amor y se juntara una vez más con Mark Gardener, Laurence Colbert y Steve Queralt para grabar este álbum que no se acerca a sus años dorados pero que tampoco llega a defraudar, manteniéndose entre lo decente con instantes de magia noise. En lo que respecta a la producción de estas canciones, suenan muy limpias perdiendo así el efecto ensoñador que desean obtener con “Lannoy Point” por ejemplo, es un buen tema pero que pudo haberse escuchado más intenso, tal vez con más distorsiones. El track mejor logrado en ese sentido es el siguiente, “Charm Assault” aunque también tengo un problemita con la claridad de las voces de Andy y Mark en los coros, pasan inadvertidos por la sucesión de riffs y golpes de batería que logran en el solo final, igual de disfrutable es “All I Want” donde precisan la ayuda de un sintetizador para llegar al tan esperado paraíso instrumental en el que nos sumergen. El track homónimo al disco es además el tema más largo y es el que más fuerte te patea a un túnel emocional en el que tardás como unos 3 minutos en tocar el fondo por obra y gracia de unos pedales y mucho ruido blanco que purifica tus oídos. Por otro lado, se pudo haber hecho un par de recortes hacia la mitad del LP como “Lateral Alice” que corta un poco
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la onda introspectiva que venían construyendo con algo un poco más potente pero nada muy innovador, también da para saltear “Integration Tape” que no es más que sonido ambiental sin rumbo alguno.
tracks conducidos por altas dosis de improvisación, no en vano anteriormente formaron parte de Tzadik Records, el sello cuyo dueño es el compositor John Zorn, amo y señor del avant-garde contemporáneo.
Después está el caso de canciones como “Rocket Silver Symphony” y “Cali” que por la duración de ambas uno podría esperar un despliegue de reverb de otro planeta pero me temo que la producción es la que termina arruinando la experiencia, hay algo en esa pulcritud pop que termina aguando la experiencia. Ojo, siguen siendo temas muy buenos juzgándolos por su composición, pero estoy convencido que sus versiones de estudio no les hacen justicia. A Ride tenés que sentirlo y Weather Diaries no se siente tanto.
Pero este álbum es diferente, a pesar de conservar ciertos rastros de experimentación que forman parte de la identidad de Guerilla Toss, la estructura de sus canciones en esta ocasión es un poquito más convencional y la voz de su cantante Kassie Carlson por primera vez se escucha bien al frente y sin efectos raros, a excepción de algún que otro autotune. El inicio es fulminante con “Betty Dreams of Green Men” que parte de una secuencia de percusiones de diversos tamaños y colores para encontrarse con sintetizadores prestados del pop ochentoso, mientras que Kassie repite el coro sin parar y sin respirar hasta que tarde o temprano lo termines tarareando. Si esta canción te sonó familiar por alguna razón, tal vez quieras escuchar los primeros dos álbumes de The B-52’s para corroborarlo.
7/10. #171 Guerilla Toss / GT Ultra 2017 Uno de mis sellos favoritos de siempre, DFA Records incorporó a unos locos de atar en lo que compete al bullicio de su propuesta musical. Los Guerilla Toss hace como 5 años que vienen lanzando EPs y álbumes que desafían las leyes del art rock donde lo impredecible y lo caótico se encuentran para formar algo extravagantemente pegadizo. Se ganaron su fama por los shows que daban en casas particulares dentro de la comunidad DIY de Boston, inyectados de frenesí y en donde no sabés lo que pueda pasar al siguiente minuto. Si bien este ya es el quinto álbum de la banda, se siente como el primero en el que mantienen el foco de sus acciones hacia un objetivo fijo: provocar una fiesta como ninguna otra. Si de por ahí tuvieron la oportunidad de escuchar sus anteriores materiales, se darán cuenta a los pocos minutos que se trata de una ensalada de estilos que van del jazz al funk, pasando por el punk y el no wave sin ningún tipo de advertencia previa, lo que se escuchaban eras
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El resto del álbum suena igual de entretenido y con mucha azúcar de por medio. Bue, pongámosle azúcar si ignoramos el hecho de que la tapa misma del disco es un papel secante de LSD y que su título hace referencia al programa MK ULTRA de la CIA que consistía en experimentar los efectos de las drogas psicotrópicas en personas, pues si, posiblemente esto se trate de un experimento futurista de las mismas características. “Can I Get Usually The Real Stuff” tiene el mismo pulso acelerado que su antecesora pero con un aura más espacial proporcionada por los teclados agudos. Si hablamos de contenido lírico acá, todo es un gran sinsentido y creo que no vale la pena tratar de analizarlas, “TV Do Tell” podría tratarse de una canción más que critica a la caja boba pero no, son solo frases sueltas que conforman unos versos sobre una base rítmica bien power pop. En sus momentos más rarófilos se encuentra “The String Game”, un tema lento con una variedad de sonidos que se van inmiscuyendo a bajas revoluciones, y en el final con “Dose Rate” lo que escuchamos se vuelve aún más difuso con un reverb agregado a la batería y una progresión de sintetizadores que vienen de un pasado mejor, ese fragmento de la historia donde las ESG y The Raincoats gozaban de popularidad con su proto dance punk.
8/10.
#172 Broken Social Scene / Hug of Thunder 2017 Hubo un colectivo de músicos en Toronto, Canadá que siempre estuvo allí haciendo discos importantes en la década del 2000, pero que por alguna razón -posiblemente la falta de algún hit- nunca se nos va a pasar por la cabeza si nos toca nombrar a 10 bandas esenciales del indie rock. Tal vez se los conozca incluso más por ser “el grupo donde cantan Feist y la cantante de Metric, Emily Haines”, pese a tener una discografía repleta de momentos célebres hechos con laberintos barrocos de instrumentación dulce y grandiosa, son poco más de una decena de músicos encontrando el punto G del pop con melodías que van de lo eléctrico a lo acústico sin distinción. Esta máquina creativa se vuelve a juntar 7 años después de su último trabajo y trae a todos sus miembros de la primera época a colaborar en esta obra de arte intrincada y a la vez, la más fácil de digerir de toda su trayectoria. Limpiaron el campo de experimentos en cuanto a la estructura de sus canciones, simplificándolas lo más que pudieron y se pusieron a trabajar en hacer canciones bien redondas con algún que otro acorde extraño escurriéndose en la composición. El dúo fundador y mentor de este gran conjunto, los señores Kevin Drew y Brendan Canning meten al menos 10 lindos goles para escucharlos una y otra vez, recordando a sus primeros álbumes pero sin superarlos (no pueden morir sin escuchar You Forgot It In Peopleal menos una vez, su excelente segundo álbum). Algo curioso que me pasó con este álbum es que lo escuché un par de veces sin prestarle la debida atención y me pareció algo decente, nada sin mucho que destacar, hasta que me propuse a escucharlos de vuelta centrándome un poco más en sus sonidos y es ahí donde salís satifecho con la propuesta de Broken Social Scene que en “Halfway Home” reúne a sus más de 15 músicos que incuyen a 3 vocalistas, una sección de vientos y cuerdas de diversos ramos, pero uno no nota eso al escuchar esta pieza, todo se encuentra tan bien orquestado a merced de una sólida canción. Las emociones van picada hacia arriba con “Skyline”, lo que podría haber sido una canción folky más a lo Mumford & Sons, ellos le agregan
una inmersión fabulosa con teclados y armonías que saben muy bien a qué parte del inconsciente llegar para que la nostalgia nos resulte sanadora. Que no te queden dudas que este es el tipo de álbumes que cada vez que lo escuches de vuelta vas a notar algún sonido o peculiaridad nueva, a canciones como “Stay Happy” le hacen grandes esos tipos de detalles minuciosos y complicados de describir con palabras, en una escala aún mayor le sigue “Vanity Pail Kids” que empieza con una decisiva secuencia de golpes percusivos que abren paso a todo un elenco de instrumentos milimétricamente bien ubicados en este baile. Leslie Feist quien volvió con todo este año con un exquisito álbum en brazos, adopta postura zen para la canción importante de este disco, el mismo que le da su nombre. El tema en cuestión empieza como una caminata acústica a la que se le van metiendo ecos y sonidos sintéticos de ambiente que aportan aires de grandeza más que nada, su título describe con exactitud la psicodelia que nos toca presenciar acá. Otras canciones que buscan incrustrarse en tu cabeza por la fundamental y sencilla razón que están muy bien hechas bajo todo punto de vista son “Towers and Masons” con sus preciosas punteadas de bajo nos dirigen a un escape de tonalidades post-punk y “Gonna Get Better”, una canción pop que roza la perfección y cuyo medio de transporte es un sintetizador llevándonos a un viaje sin retorno a un lugar mejor. Hug of Thunder va a parar a esa impecable discografía de la banda yaciendo entre el poptimismo y una manera refinada de hacer canciones simples con la complejidad suficiente para conservar a sus fieles.
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Shabazz Palaces / Quazarz vs. The Jealous Machines / Quazarz: Born on a Gangster Star 2017
Gangster Star con ritmos mucho más llamativos y vivos, pasando por el afrofuturismo de “When The Cats Claw” a las bases metálicas de “Shine a Light” que tienen tanto de ciencia ficción como de una pesadilla en la que nos vamos cayendo a un abismo sin fondo y vemos pasar nuestra vida durante la caída.
Para los que no saben de qué va esto, lo quiero dejar claro ya en estas primeras líneas: Shabazz Palaces es la agrupación de hip hop experimental más extraña y psicodélica que puedas llegar a escuchar. Si lo que buscás en tu rap tiene que ver con algo bien directo para divertirte que se te pegue de una sin esfuerzo, creo que podés ir cerrando esta pestaña que no hay mucho que Palaceer Lazaro y Tendai Maraire tengan para ofrecerte.
Tenés para el deleite un track instrumental como “Dèesse Du Sang”, construida sobre percusiones dub y sintetizadores que emulan sueños oníricos, escuchar un álbum de Shabazz Palaces definitivamente es perderte en un nuevo lugar y una vez más lograron ir a una locación a la que nunca habíamos visitado antes en nuestros inconscientes, el viaje es introspectivo y cuando Lazaro irrumpe con su voz está poseído por un efecto que lo deja como un ente desconocido, en “That’s How City Life Goes” hace una observación sobre nuestra dependencia hacia los smartphones y asume que así es como funcionan las cosas por acá. Algo curioso que note en este álbum es que “Moon Whip Quäz” tiene una secuencia de beats con sintetizadores que es idéntico al de “Das Model” de Kraftwerk, no hay manera que pueda pensar en otra cosa ya que se va repitiendo durante todo el tema por más bueno que esté.
Con su primer LP denominado Black Up, prácticamente inauguraron algo que no existía en el mundillo del hip hop con una producción enigmática de beats oscuros, samples atmosféricos que no parecen de este mundo pero que se pueden unir ciertos puntos con el jazz rap, herencia de Palaceer cuyo nombre verdadero es Ishmael Butler, ex miembro de Digable Planets, grupo que gozaba cierta reputación dentro del circuito rapper en Brooklyn. Para el segundo disco, Lese Majesty ampliaron su poco común propuesta con más sonidos desafiantes para el oyente casual de hip hop, acá vale la mención que están en las filas de Sub Pop, un sello que siempre estuvo más familiarizado con el indie rock, pero que estén allí no es ni una casualidad porque lo que hacen estos dos definitivamente rompe la barrera de cualquier etiqueta que puedas ponerles, solo una fracción de su espectáculo resulta ser que rapean sobre las bases estrambóticas downtempo de elaboración propia. Lo nuevo que se traen en manos son dos álbumes distintos lanzados el mismo día pero ambos bajo un mismo concepto que es seguir las aventuras del nuevo seudónimo de Palaceer quien esta vez reencarna en Quazarz, un alien que es enviado a “Amurderca” para servir de cronista y emisario musical, este ser comenta sobre los efectos de la tecnología, la brutalidad, la manipulación de los medios por parte de autoridades gubernamentales (los famosos “alternative facts”) y otros males cotidianos que abundan en la vida de los humanos. Pero por supuesto que todo se trata de una parodia bizarra a nuestra realidad, expresada desde un punto de vista único e indulgente. El lado A de esta historia sería el disco Quazarz: Born on a
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La continuación de este álbum doble conceptual es Quazarz vs. The Jealous Machines que tiene toda una trama de fondo basada en el personaje principal de esta obra que da inicio con “Welcome to Quazarz”, canción en donde toca el talón de Aquiles de la sociedad norteamericana, su tan polémica ley contra el uso de armas, y lo hace sobre una base pausada y nocturna con una producción que recomiendo escuchar fuerte y con unos buenos auriculares porque hay ciertos sonidos que definitivamente no son captados a simple escucha, no solo hablo de este track sino de todo lo que pueda llegar a hacer este dúo. “Julian’s Dream (ode to a bad)” lleva ese título por un encuentro que tuvieron con el cantante de The Strokes, Julian Casablancas que en una de esas les dijo que les gustaría que alguna vez cantaran sobre una creación suya y bueno, sus deseos fueron órdenes en esta pieza onírica que va dedicada a una mujer. Esta es la experiencia sensorial más elaborada de Shabazz Palaces hasta la fecha, dentro de su rareza de otro planeta, encuentra la manera de tener sus
momentos pegadizos a través de una diversa variedad de ritmos que se adaptan a sus mensajes. Otro golpe bajo que hace Palaceer en cuanto a su lírica es “30 Clip Extension” que a diferencia de los versos incomprensibles a los que nos tiene acostumbrado, acá lo tenemos tirando referencias bien claras sobre Drake y su soledad en la cima del juego del rap (esas segundas voces repitiendo “ghostwriters” es hilarante sabiendo que hasta hace poco se lo acusaba al rapero canadiense de utilizarlos para hacer sus canciones). Con “Love in the Time of Kanye” podemos apreciar su intento por hacer R&B convencional, obviamente de la forma menos convencional que sepan, mientras que en la siguiente canción “Sabonim in the Saab on ‘Em” conjugaron percusiones africana con sus ondas espaciales, lo que nos queda es una vez más algo único y que no se deja consumir de buenas a primeras, requiere primero que nada entender lo que quieren hacer estos señores oriundos de Seattle y luego de eso la cuestión pasa por ponerse en su misma sintonía, una vez que eso ocurra, la recompensa es enorme.
8/10. #175 Bomba Estéreo / Ayo 2017 Latinos are the new shit. La globalización por fin le está jugando a favor de la música autóctona de los pueblos latinos, pero esto por supuesto que este fenómeno no se dio de la noche a la mañana, ya que grupos como Bomba Estéreo devenidos de Colombia hace varios discos que vienen causando estragos y vienen penetrando de a poco en varios flancos del mercado internacional con su cóctel irresistible de cumbia, rap, reggae, electrónica y otros cuantos sonidos tropicales más que se mezclan de manera homogénea en sus festivas composiciones. La dupla del multi-instrumentista Simón Mejía y la cantante Li Saumet es una de las manifestaciones más populares de la esfera musical en la actualidad, no hay otra banda de América del Sur que esté girando por todos los festivales que de verdad importan así como lo está haciendo Bomba Estéreo que al momento
de escribir estas líneas, viene de agotar entradas desde París hasta Nueva York y estará abriendo shows para Arcade Fire en los meses finales del año, su último álbum Amanecer fue un éxito de ventas siendo certificado como álbum de oro por la RIAA, y la racha impresionante solo parece continuar con este nuevo álbum que se encara aún más universal que sus trabajos anteriores, desde su título mismo que no tiene un significado en concreto, según la propia Li, querían ponerle un nombre al disco que no tuviera límites así mismo como su música. Este es el álbum que necesitaba lanzar Bomba Estéreo en este preciso momento de su carrera, no podía haber llegado en un mejor momento, funciona como una explicación y homenaje a sus orígenes como así también la necesidad de apuntar cada vez más alto, este disco empieza con “Siembra” que en palabras de Mejía, tiene todo que ver con uno de sus primeros recuerdos musicales que fue haber escuchado el álbum colaborativo del mismo nombre creado por el maestro panameño, Rubén Blades y el trombonista neoyorkino de sangre boricua, Willie Colón. La primera canción incluida en este material titulada “Plástico”, fue la introducción que tuvo Simón de esa mezcla entre lo anglosajón y lo caribeño que décadas más tarde imitaría a placer con su propio proyecto y en esta canción les rinde tributo con una guitarra criolla punteando una hermosa melodía acompañada por percusiones digitales y tradicionales, coro de niños y efectos vocales, ese conjunto de elementos no hacen más que renovar la música que escucharon sus ancestros y con la que se criaron. La siguiente canción, la del mismo nombre del álbum, grita por ser un himno universal a la vida, no solo tiene un ritmo harto pegadizo con una base pop capaz de purificar la monotonía del Top40, sino que además cuenta con un mensaje positivo que suena auténtico, es una cachetada bailable que te dice obliga a disfrutar del ahora y hacer lo que te gusta antes que sea demasiado tarde, no puede haber un mejor consejo que ese por más falso que pueda llegar a sonar. Estos chicos van directo al meollo un tema tras otro en este material sin rellenos, “Química (Dance With Me)” es ni más ni menos que un reggaeton con un poco más de cerebro invertido en lo que respecta a su producción, combinando instrumentos del Medio Oriente y vientos caribeños sobre un beat electro tropical exuberante que promueve el perreo intenso. Incluso cuando tratan el desamor, es inevitable que te contagien con su júbilo como pasa en “Duele” que emplea como melodía principal a una flauta de millo, instrumento tradicional de la cumbia colombiana
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que encuentra su lugar en esta hipnosis de pop magistralmente ejecutada. Ya con su álbum anterior se consolidaron como una máquina de hacer hits de escala mundial, si hasta hicieron que Will Smith vuelva a rapear después de años para un remix de “Fiesta”, ahora parece que sin esfuerzo te sacan temas de la misma envergadura de colores, pimponeando entre el español y el inglés en bangers garantizados como “Money Money Money…”, “Flower Power” e “Internacionales”, en este último se coronan como ciudadanos del mundo, declarando que se comunican en un idioma que conocemos todos: la fiesta. Por si hacía falta explicar el porqué de su ascendente popularidad y de paso, la dominación de “Despacito” en todos los estratos sociales. La joda se la tomaron bien en serio con una evolución de estilos que llevan por lo menos 100 años historia, en “Vuelve” se escuchan de vuelta algunos vestigios del primer track del álbum pero con la adición de una banda de instrumentos indígenas, dando un cierre maximalista a esta celebración de los pueblos.
8/10. #176 Somi / Petite Afrique 2017 La música siempre se nutrió de buenas historias para fortalecer los vínculos que sentimos al escucharla, muchas veces usamos a la música como un método de escape de la realidad, pero existen otros que casi por necesidad nos empapan con sus vivencias, encuentran en el arte la mejor manera de llegar a oídos que de otra forma jamás podrían llegar a enterarse siquiera de la existencia de la calle West 116th, bautizada como Little Africa, ubicada en el barrio de Harlem, allí se aglutina una numerosa comunidad de inmigrantes africanos con historias interesantes que merecen nuestra atención. Somi, la cantante y antropóloga nacida en Illinois de padres africanos y criada en Zambia durante su infancia, recopiló varios de estos relatos y le disparó la idea para varias letras de su nuevo álbum que lleva el nombre de esta localidad pero traducida en
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el idioma del amor. Es que no hay amor más grande que el demostrado en Petite Afrique, una muestra de exquisitez en la que conviven en armonía plena los dos mundos con los que lidió Somi durante toda su vida: por un lado el jazz, música que simboliza tantos años de opresión hacia la comunidad negra; y por el otro lado la música oriunda del este africano, Somi encuentra inspiración en tres tipos distintos de etnias que son los Fula, Wolof y Bambara. A estos ingredientes sumale su increíble voz que muchos sin dudar la consideran la nueva Nina Simone, y la verdad que no suena nada disparatada la comparación al oir las notas altas y sostenidas que es capaz de alcanzar en temas como “The Gentry” y “Kadiatou The Beautiful”. Si bien esta clase de fusiones no son nada nuevas, no puedo más que elogiar cada aspecto de este álbum, desde el punto de vista de las letras, pasando por una vivaz producción, se nota que fue grabado en directo con varios músicos en el estudio, se percibe la conexión que se da en los solos y puentes de las canciones, se palpa el talento de cada una de sus partes, nadie resaltando más que el resto, estirando el carro todos juntos a favor de las canciones como en la excepcional balada R&B, “Holy Room” o en la meditativa “Alien” que describe el sentimiento de desazón de vivir como africana en New York. Los pasajes de spoken-word de algunos ciudadanos de la comunidad van añadiendo esa identidad innegable a este trabajo que festeja por las diferencias en “Black Enough” con una sección sublime de trompetas y coros que siguen los pasos de la percusión que cumple un papel vital en este disco, sonando bien arriba en la mezcla en especial en tracks donde predominan los tambores y otros elementos de madera como ocurre en la eufórica “The Wild One” y en “Let Me”, esta con intenciones bien dirigidas al movimiento de caderas colectivo. Si me quedo con un momento mágico de todo el álbum sería la segunda mitad de “They’re Like Ghosts” que incluye toda una orquesta de cuerdas que agranda su climax a niveles inimaginables, la canción habla de amores pasados que en el contexto sónico del tema me gusta creer que son representados a través de esos violines, recreando un ambiente espectral. Petite Afrique sobrepasa las expectativas que puedas tener sobre un álbum de jazz fusion, enseñando un poco de historia, rindiendo respeto a sus orígenes con excelsos momentos de música y por sobre todo, cargado de una empatía tremenda hacia los suyos, siendo este un tributo por ellos y no para ellos.
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#177 Dizzee Rascal / Raskit 2017 Este es el curioso caso de un rapero inglés que vino a reclamar lo que le pertenecía. Para quienes no estén familiarizados con Dizzee Rascal, estarían necesitando escuchar su seminal álbum Boy In Da Corner que compuso y grabó teniendo apenas 18 años, no solo es un excepcional disco de rap considerado uno de los mejores de la década pasada, sino que además fue la piedra angular del subgénero conocido como grime que actualmente está explotando en muchas partes del mundo siendo sus figuras principales, los compatriotas de Rascal, Stormzy y Skepta. Este estilo tardó más de una década en llegar al mainstream, es comprensible que Dizzee no haya esperado todo ese tiempo y en sus últimos materiales se volvió un sirviente del pop, basta con mirar los feats de su último trabajo para ver que se volvió uno más del sistema (Will.I.Am., Robbie Williams, Jessie J). Con este nuevo material, endereza nuevamente el camino hacia su primer amor, y a pesar de estar algo quemado para la crítica y parte de su fanbase por culpa de su último álbum, su regreso se da en calidad de leyenda del grime, como tal se ajusta los pantalones y se pone a repartir golpazos en forma de versos incendiarios, uno tras otro con una velocidad envidiable durante casi una hora. Dizzee retoma el camino del bien con una producción vibrante que recuerda a sus primeros álbumes, beats computarizados y bassdrop que golpea casi tanto como sus letras. Si, sus canciones pueden llegar a ser muy confrontativas pero lo que tienen que saber es que el mayor enemigo de Rascal es el mismo a quien se autodedica “Wot U Gonna Do?”, una pregunta que se hace en el caso hipotético de que nunca haya alcanzado la fama y las implicancias del caso que se dan con un tono rabioso sobre un beat candente que guarda sus semejanzas con el trap, pero con mucho más peso en la producción añadiendo varias capas de sonidos distorsionados para que este track sea todo menos monótono. Pudo haber existido raperos que se apropiaron de los terrenos de fans que podían haber pertenecido a Dizzee desde que el grime empezó a ganar una enorme cantidad de adeptos, pero nadie le va a poder desbancar de su trono tan fácilmente, teniendo dos
armas poderosas inimitables. Uno es su rápido flow a la hora de rimar, alucinante el manejo de palabras de este muchacho que se enoja de lo lindo con la gente que lo talló de vendido en “Sick A Dis”, este track o cualquiera de sus anteriores discos es suficiente para verificar esto; lo otro es el pulso creativo que tiene para generar beats, la originalidad en este aspecto no le gana nadie del grime, teniendo en su haber temas “Space” que se meten de lleno en la temática espacial o en “Ghost” que cuenta con una base de vientos magnética para los oídos. Cuando no le está metiendo al grime, deja reposar un poco la lengua con ayuda del g-funk en las seductoras “She Knows What She Wants” y “Man of the Hour”, tracks que reflejan las influencias de alguien que vivió a pleno el rap de los 90s con Notorious B.I.G. y 2Pac, pero estas son solo excepciones en un álbum que le sobra vitalidad. Dizzee reinicia su carrera y esta vez no va en busca del hit, sino en busca de esa identidad que perdió por el camino.
7/10. #178 Big Thief / Capacity 2017 Existe un hecho irrefutable del universo por el que todos los días debemos estar agradecidos o por lo menos sentir consuelo: siempre hay alguien que la está pasando peor que vos. Ese alguien pudo haber sido Adrianne Lenker, la cantante y compositora principal de la banda neoyorkina, Big Thief. Ella afirma que no le sale escribir canciones ficticias, todas sus letras están basadas en vivencias propias que cobran fuerza a través de las metáforas y una voz que suspira añoranza con una intimidad acobijante. Las cosas que va relatando en Capacity no son las más lindas, pero si las más reales que se escucharon en mucho tiempo en un género como el folk rock que
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a veces parece estancarse por tener demasiados artistas haciendo lo mismo, incluso en una escuchada sin prestarle mucha atención a este álbum, podríamos decir que lo de Adrianne también forma parte del montón, pero esa bajada a tierra tan bien narrada y sus historias de vida inusuales rodeadas de preciosas melodías extraídas de guitarras acústicas, hacen de este álbum, un encuentro cercano de primer tipo con los traumas familiares de su narradora. La tapa, esa foto vieja de un tío suyo cuando tenía 14 años con un bebé en brazos ya es una invitación a traspasar esa barrera de intimidad que suelen imponer los artistas para con su público. En la corteza, estas canciones suenan cálidas y llenas de ternura, pero la verdad de esta milanesa es que los temas más tranquilos acá están inspirados en hechos horrendos que rodean la vida familiar de Lenker. La lenta lo-fi titulada “Coma” es una plegaria para que la madre de Adrianne se despierte del estado vegetativo en la que supuestamente se encuentra, el single principal del álbum “Mythological Beauty” en líneas generales trata sobre los sacrificios que realizan los padres precoces, pero Lenker va un poco más allá y revisita un momento traumático en el que casi pierde la vida cuando era pequeña, se pone en la piel de su mamá y recuerda que rezaba para que Adrianne no muera. La canción tiene una ambivalencia impresionante entre su melodía suave contrastada con una escena que muchos preferirán olvidar, pero esta chica si que le sabe sacar provecho a la vulnerabilidad y gracias a eso pudo componer una de las mejores baladas de este año. Musicalmente, este álbum utiliza la menor cantidad de recursos posibles para apelar a las emociones, en “Haley” se asemeja un toque a Beach House con la pequeña intervención de unos sintetizadores y durante “Shark Smile” una disonancia toma forma de solo y cabalga la canción sin que nos percatemos, es que son esos detalles casi indivisibles los que al final hacen que terminemos volviendo a este disco, aunque si que suma bastante el contexto de sus letras. Por cierto, esta última canción está ambientada en un choque automovilístico protagonizado por una pareja, uno de ellos muere y la otra se salva… por si faltara aún más drama. Adrianne nos recuerda que la realidad es mucho más fuerte que la ficción con este álbum que guarda confort en la tragedia, es esa brisa de aire fresco que recibís cuando no la estás pasando muy bien, es de esos álbumes tristes que producen alivio en el alma y que si fuera una persona te daría un
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abrazo en el momento que más te esté haciendo falta. Decime si no es eso lo más lindo que tiene la música.
8/10. #179 King Gizzard and the Lizard Wizard / Sketches Of Brunswick East 2017 Y yo que me creía ambicioso por querer escribir sobre un álbum por día durante un año entero, me estaba olvidando que existe gente tan loca como los australianos de King Gizzard que prometieron 5 álbumes para antes de culminar el 2017, y por el momento lo están cumpliendo a rajatabla, ahora vamos por el tercero. Lo más sencillo de suponer es que están priorizando la cantidad antes que la calidad, pero no, cada álbum lanzado este año tiene lo suyo, se nota la dedicación que le ponen a cada pieza y hay un pienso importante detrás, complementado por un masterado en improvisación y química entre sus miembros. En los primeros dos lanzamientos, desafiaron algunas leyes musicales y se mandaron una interesante obra conceptual, en esta ocasión decidieron agregar un componente más a su ecuación y se cambiaron de estilo como una muestra más de lo buenos músicos que son, por si aún hacia falta demostrarlo. El agregado es la participación de Alex Brettin, compatriota de ellos que maneja las cuerdas del proyecto jangle pop psicodélico conocido como Mild High Club, no en uno ni dos temas sino en la totalidad del álbum, su presencia es clave en el marco sonoro que presentan acá, siendo un álbum de jazz sedoso y espacial, a Stu y compañía se los oye relajados pero no así menos compenetrados con lo que están haciendo, trasladándonos con elegancia a los suburbios de Brunswick East, una pequeña localidad ubicada a pocos kilómetros de Melbourne. A juzgar por el género que realizan en este disco, es medio obvio que su título haga referencia al clásico de 1960, el álbum Sketches of Spain de Miles Davis.
Se deja querer con facilidad esta nueva labor de los Gizzard que empieza seductivo con “Countdown”, el tecladista del conjunto no tarda nada en robarse el protagonismo con un imponente solo en la coda, seguido por “D-Day” que rememora un riff similar al que se repetía en varios senderos de Flying Microtonal Banana y en la siguiente, “Tezeta” reaparece HanTyumi, el protagonista del último acto de Murder of the Universe, uniendo así los microuniversos creados por ellos mismos. Un poco más adelante, los sonidos de la naturaleza se apoderan de “The Spider and Me” que recordó un poco al sonido pacífico que propuso la banda en su álbum Paper Mâché Dream Balloon, grabado solo con instrumentos acustizados, uno de los tantos aciertos que tuvieron en su prolífica trayectoria. En donde más se nota que Brettin metió mano fue en los tracks meramente instrumentales como el interludio de tres minutos que lleva el nombre del álbum, “A Journey to (S)Hell” y “Rolling Stoned”, sonando tan vintage como esos discos que les sirvieron de inspiración, sumado a ese dopaje intrínseco que se halla en el ritmo. Dentro de la cohesión fluida que se da, ocurren un par de curiosidades entre las que resalta “Dusk To Dawn On Lygon Street” que está cantada por Cook Craig, el guitarrista rítmico del grupo. Si venís solo por la crème de la crème, andá hasta “The Book”, un track que pone a la Biblia en su centro y en lo musical es de las que mejor combina esta faceta jazzera con la psicodelia que nos tienen acostumbrados; otro de los bocados más exquisitos lo ofrecen hacia el final en “You Can Be Your Silhouette”, adhiriendo una espumante dosis de lo que pareciera ser bossanova. No quedan dudas de que lo volvieron a hacer, serán unos desfachatados pero son de los que estudian para exámenes como estos.
8/10. #180 Alice Glass / Alice Glass 2017 Uno de los actos más llamativos e innovadores de los últimos años en el mundillo electrónico fue Crystal Castles. Tres discos en cinco años fue lo que necesitaron Ethan Kath y Alice Glass para liderar un
nuevo movimiento musical y estético, basado en sintetizadores fríos y violentos con letras sombrías complementadas por una puesta en escena que adquiere un carácter casi de ritual. Una desgracia que esté hablando en pasado porque esta dupla se separó ya hace 3 años por causas irreconciliables. Ethan se llevó la marca Crystal Castles con el y como si la figura de Alice no fuera indispensable, la reemplazó por una chica que prácticamente hace un cosplay de Glass, tanto en su manera de vestir como de cantar, lanzaron un disco olvidable y no lo volvería a escuchar salvo un par de excepciones. Dato no menor es que cuando Ethan lanzó “Frail”, el primer tema sin Alice, vino acompañado de un comunicado cizañero en el que de manera pasivoagresiva le deseaba lo mejor a su ex compañera y le acusó de llevarse el crédito por algunas letras que el supuestamente había compuesto. Todo ese tiempo, Glass permaneció fuera del radar hasta el lanzamiento del tema “Stillbirth” que tiraba dardos a Kath sobre las difamaciones que hizo hacia su persona. Mientras el fandom se dividía por esta pelea, la calidad musical de ambos bandos dejaba un poco qué desear, ofreciendo poco elaboradas parodias de ellos mismos. El primer track del EP solista de Glass lastimosamente continúa tirando los trapos sucios hacia su ex partner, “Without Love” conserva un aura helada proveniente de sus sintetizadores, pero esta vez Alice tiene un acercamiento hacia el pop para interpretar este tema que trata sobre una relación enfermiza que no son más que indirectas hacia Ethan. Alice se la juega a algo aún más punchy con “Forgiveness” y al hacer esto se dieron las inminentes comparaciones con Grimes y Purity Ring. Me gustaría salir en defensa de Alice en esta, pero la realidad es que resulta un poco triste que se haya dado vuelta la historia: Grimes estuvo muy influenciada por Crystal Castles para hacer su música y desarrolló su propio sonido en base a ello, Alice en casi la totalidad de este EP se mete a ese lugar que esta chica canadiense reclamó como suyo en Visions y lo conquistó con Art Angels. La clásica situación de discípulo supera al maestro. Creo que la única sorpresa que ofrece este EP pasa por el lado de que la voz de Alice por primera vez se escucha con claridad, reduciendo los filtros electrónicos que tapaban su angelical voz, aunque también guarda un demonio adentro y a ambos los saca a pasear en “Natural Selection”, track comandado por un pesadísimo bajo industrial que va de la mano con los reiterados “get the fuck off of me” de Glass en el coro, esa dualidad es su arma
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principal que lo usa y abusa en “White Lies”, al punto que parece un dúo de dos cantantes diferentes. La nueva incursión musical de esta mujer está producida por Jupiter Keyes, ex miembro de HEALTH, otra banda que supo llegar a su audiencia con electrizante experimentación, y también aporta su granito de arena el nuevo Nine Inch Nails, Atticus Ross en “Forgiveness”, ellos se encargan de poner a Alice en su zona de confort pero lo que ella estaría necesitando para volver a ser relevante es salirse de allí cuanto antes. Solo un tema cumple con poner en equilibrio todas las virtudes de Alice en la balanza y es “Blood Oath” que descarga toda su violencia en la voz y sus letras sanguinarias, además de lograr asociarse al baile con unos beats tenebrosos, pero solo con esto no le alcanza a Glass para afirmar que ella se llevó la mejor parte de Crystal Castles. Por lo que demostraron hasta ahora Ethan y Alice, mi teoría es que esa mejor parte se encuentra única y exclusivamente en su reencuentro.
6/10. #181 Everything Everything / A Fever Dream 2017 Si hay una banda que hace rato está haciendo bien las cosas y deberíamos de prestar más atención es a los Everything Everything, el cuarteto de Manchester que desde su debut en el 2010 vienen deconstruyendo todo lo que conocíamos del pop, mutándolo de excentricidad con letras que están lejos de las fórmulas conocidas por el mainstream y ritmos que juegan a dos puntas con el math rock más complejo al electropop más carismático. Para hacerte una idea de cómo suenan, imagínate si metés en una olla a Muse, Alt-J y Foals… cómo es que no están siendo una de las bandas más populares de la actualidad es todavía un misterio sin resolver. Esta anomalía del indie rock británico va por su cuarto disco, el más pop y centrado de su discografía, y eso que vienen de sacar Get To Heaven hace solo
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2 años y admito que recién con ese lanzamiento empecé a darles bola, más vale tarde que nunca para disfrutar de esa genialidad de álbum lleno de ganchos que se te cuelgan al oído. Esta nueva expedición de sonidos se sitúa en el ahora, en este momento de la historia en el que hay tanto odio y confrontamiento, empieza con “Night of the Long Knives” que ya en su título compara la actualidad con un evento fatídico del régimen nazi en el que Hitler mandó matar a todos sus adversarios políticos. Un potente inicio donde los EE se lucen con un juego de voces en falsetto que se mandan el cantante principal Jonathan Higgs y sus demás compañeros que adoptan un personalidad casi teatral a la banda. A esto le viene pegado un tema que se originó de un bloqueo de escritor por parte de Higgs, es muy loco saber que ese coro infeccioso de “Can’t Do” no es más que un plagueo del cantante por no estar inspirado, si hasta en un día malo te sacan un tema así es porque tienen algo. En lo que respecta a lo instrumental, está guiado por un riff melódico que bien podría calzar en una versión mucho más pop de Foals. Con esa misma fuerza, “Desire” habla sobre los deseos cada vez más impulsivos y efímeros que tenemos en estos tiempos que corren, el estar queriendo siempre algo, lo obtenés y al final del día terminás sintiéndote vacío. Me encanta que un tema con tanto pop appeal en su composición toque estos temas de una manera que no suene forzada, parte del combo incluye esa percusión tomando el timón de la sección rítmica que se apodera de unas inevitables ganas de movernos a su antojo. Bajamos las revoluciones en “Big Game” en el que sería el primer momento reflexivo del álbum tras un inicio sólido conformado por un trío de potenciales hits globales, este track hace alusión a Trump y sus pequeñas manos que así como sus constantes declaraciones fuera de lugar y el peluquín que lleva en la cabeza, son la comidilla diaria de sus detractores, en especial en Internet. Hablando de eso, hay otra canción del álbum llamado “Ivory Tower” que va dedicado a los famosos “guerreros del teclado” que se la pasan haciendo comentarios hirientes desde la anonimidad de sitios como Reddit, imaginándose en un pedestal de superioridad intelectual (“Let me see you with the CAPS LOCK on”). En esta Higgs se encuentra totalmente extasiado cuando llega el coro, repitiéndolo como un experto en el menospreciado arte de recitar trabalenguas, antecediendo a un solo radiante de guitarra que finaliza el tema bien para arriba y nos deja con ganas de más. Lo que consiguió esta banda acá es hablar sobre política sin perder el glamour y vaya que ha de
ser complicado lograr eso, en “Run The Numbers” dan su punto de vista irónico sobre las noticias falsas que los políticos toman como verdad para su beneficio por el mero hecho de conservar su mugrienta reputación. La canción resulta ser una de las más contagiantes del álbum y no se guarda ningún riff para más tarde, después está “Put Me Together” que es una emotiva balada digital que se toma sus minutos para tocar una realidad social que afecta a la comunidad inglesa, el tan polémico Brexit y la división causada por el mismo. Detrás de toda esa coraza de rarezas, los Everything Everything esconden más de una cosa importante en sus letras. Acercándonos hacia el final, el álbum cambia de tonalidades y se agranda. Primero con “A Fever Dream” que le hace honor a su nombre, provocando la sensación de estar flotando en sueños, la progresión del tema es fantástico, pasando de forma gradual de ser una canción de cuna a una ebullición de sintetizadores multicolores. Como se va cerrando el telón es más que acorde a todo lo que vinieron desplegando durante el trayecto, el penúltimo track es el más corto de todos que nos ubica a un día gris en el que Higgs se pregunta si es cierto todo lo que ve en las noticias, esa reacción se volvió cotidiana para todos y con solo dos versos nos pintan todo un paisaje decorado con meláncolicos arreglos. Esto va precedido de “White Whale”, un espectacular final que tiene algo de “How To Disappear Completely” en la orquestación de la segunda mitad, esta canción toma de ejemplo a la novela de Moby Dick para ilustrar su afecto hacia alguien a pesar de los peligros que tenemos que afrontar cada día, al final el amor es lo que nos mantendrá a flote. Conclusión cliché pero necesaria ante tanta negatividad que nos rodea. Si estás buscando algo nuevo que te dé esperanzas de que el pop aún puede seguir renovándose con inteligencia y mucho excentricismo, te presento a tus nuevos superhéroes.
8/10. #182 Japanese Breakfast / Soft Sounds from Another Planet 2017 Lo que tenemos aquí es un álbum hecho con resiliencia y un talento nato para transformar una
pérdida tan grande en canciones que no se limitan a caber en la llana tristeza. El segundo disco de estudio del proyecto de la descendiente coreana Michelle Zauner viene un año después de su aclamado debut Psychopomp, ese sí podríamos considerarlo su álbum fúnebre, el que empezó a componerlo antes, durante y después de la muerte de su madre, un trabajo que se centra en la fuerza para sobrellevar el mal rato con porciones justas de euforia. En Soft Sounds… la encontramos a Michelle en la última etapa del duelo, continúa sobrecargando de aflicción en algunas canciones como “Till Death” que es una clara referencia a su mamá y todas las cosas que le pasaron por la cabeza a Zauner tras este fatídico evento, esta balada es brillante y va ganando potencia con las réplicas de su voz y los vientos de fondo en una producción que ella misma califica como bien al estilo Phil Spector, así también con la misma amplitud sentimental se abre en canciones como “This Body Is a Blade” y “This House”, esta última cantada con acústica en mano nos pone en esa situación que solo los músicos que están de gira alejados de sus seres queridos por prolongados periodos de tiempo sabrán más que bien, ese momento en el que volvés a tu hogar y te sentís extraño, te das cuenta que ni ellos ni vos son las mismas personas desde que te fuiste. Aunque mis momentos preferidos de este álbum están al principio con la ascendente “Diving Woman” que logra una inmersión completa de nuestras mentes a través de ese riff caleidoscópico que abarca más de la mitad de la canción, según Michelle esta canción quiso lograr el mismo efecto hipnótico que consigue el tema “Desire Lines” de Deerhunter que por cierto es mi canción favorita de la banda de Bradford Cox, y debo admitir que pasa la prueba, este arranque es toda una experiencia sensorial. A esto le sigue “Road Head” que mete sintetizadores en una plácida armonía que esta mujer complementa de lujo con su fino canto que en ocasiones alcanza la categoría de aullido. Más que acertada la implementación de sintetizadores al arsenal sónico de Japanese Breakfast que también está conformado por Craig Hendrix quien junto a ella comparten créditos de producción y de casi todos los instrumentos que se escuchan acá, a excepción del sublime solo de saxo que culmina “Machinist”, el track más pistero de todos que incluye autotune robótico y un inconfundible toque francés en su ritmo, es el tema que más se aleja a todo lo que hicieron
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antes y quedó demasiado bien. Este álbum escapa de los surcos del lo-fi que propuso la banda en su debut, para ir varios pasos más adelante en favor de las exaltaciones del corazón provocadas por una apuesta mayor en la instrumentación y letras tan dedicables.
7/10. #183 Grizzly Bear / Painted Ruins 2017 Cualquiera se queda corto al tratar de encasillar por géneros a Grizzly Bear, el proyecto de Ed Droste devenido a cuarteto desarrolló disco tras disco su propio camino dentro del vasto universo del indie rock. Bebe del rock psicodélico, pero no podría decir que son una banda de ese estilo ya que los viajes sónicos que proponen van por otro lado, agarran instrumentos y algunos cuantos arreglos del folk más ambicioso, pero sería un error compararles con bandas de la talla de Fleet Foxes o The Tallest Man on Earth porque en sus complejidades también hay espacio para otros estilos más eléctricos. Se fabricaron un género para ellos solitos, Grizzly Bear siendo Grizzly Bear, punto. El proceso evolutivo de esta banda cuyos cuarteles generales se encuentran en Brooklyn, es la de ir moviendo sus piezas y ajustarlas a sus ambiciones. En Yellow House del 2006 predominó la obsesión por los detalles instrumentales, para el siguiente Veckatimest dieron rienda suelta a su versión más pop, en tanto que su último esfuerzo, Shields los puso en una posición más meditativa y en donde la musicalidad del grupo alcanzó una considerable madurez. Ahora reaparecen cinco años después con un nuevo lote de canciones que se alinean a esa consistencia imperdurable que los caracteriza, la misma que llamó la atención de Jonny Greenwood quien había declarado en el 2008 que eran su banda favorita. Aunque al inicio tenemos con “Wasted Acres” y “Mourning Sound” todos los elementos instrumentales que suelen contener las canciones de Grizzly Bear, este sería el comienzo más flojo que escuché en cualquiera de sus discos, la primera siendo una
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introducción intrascendente y la segunda un tema que pudo haber sido hecha por cualquier banda con tintes barrocos, suena bello y como siempre la mezcla está a punto pero es con su composición que tengo todavía mis reservas, encima fue el primer single del álbum por lo que mi primera impresión hacia este nuevo álbum no fue de la mejor. Por suerte esto va mejorando con el correr de los temas, siendo “Four Cypresses” la primera que me sacude mentalmente con sus armonías, porque yendo al quid de la cuestión eso es lo más vital que tienen ellos, rotándose el control de canto entre todos, encuentran siempre la forma de complementarlo con sus asombrosas habilidades multiinstrumentales. Como cualquier disco de ellos, no es algo que se pueda amar por completo a primera escucha debido a todos los ingredientes que colocan, se complica captar todo lo que ocurre a nivel compositivo de una sola pasada. Una vez más impecable la labor creativa de la dupla Ed Droste y Daniel Rossen que se reparten los créditos como compositores principales de todas estas canciones. Este álbum es un poco más animado que el anterior pero al menos para mi gusto no cuenta con tantos momentos memorables y con memorables me refiero a los clímax únicos que solo ellos saben hacer, combinando la lucidez acústica con el desparrame de sonidos sintéticos. En ese lugar reservado para el orgasmo auditivo a los que todos quieren llegar pero pocos pueden por no saber estimular correctamente (?), tenemos a ese jazz enrarecido que llamaron “Three Rings” que en su culminación nos abruman con un baile de punteadas de cuerdas, un sintetizador dando profundidad interdimensional y sus voces agudas que van cruzándose para formar trenzas de armonía; allí también incluyo la totalidad de “Glass Hillside” y “Neighbors” que amplifican todo lo que conocíamos de ellos, esa elegancia con la que nos tiran a un abismo de melodías placenteras. Painted Ruins es un muy buen álbum es solo que mirando en retrospectiva, noto que sumaron más cosas a su parafernalia sonora, siendo este su trabajo más ambicioso en ese sentido, pero creo que no hubo una superación de lo que venían realizando anteriormente en lo compositivo, algo que me atraiga a querer escucharlo de vuelta de principio a fin.
7/10.
#184 Bleachers / Gone Now 2017 La importancia de no dejarse llevar por los prejuicios me llevó a escuchar este último álbum del proyecto personal de Jack Antonoff, guitarrista de fun., una banda que aprendí a odiar hace unos años por su sencillo “We Are Young”, tema que quiso ser durante un par de temporadas, el himno de las nuevas generaciones, pero su composición me parecía tan básica y sus intenciones tan forzadas que eran un blanco fácil de faltar el respeto, a pesar que tenían otras canciones un poco más decentes y lo que hace Jack desde el estudio que tiene en su casa es cuanto menos interesante. Para su segundo álbum, se remonta una vez más a los queridos años 80s para realizar el pop nostálgico mejor producido en mucho tiempo. Si puedo darle crédito a fun. en algo y es que sabían cómo hacer sonar enormes a sus temas, por suerte eso es todo lo que Antonoff traslada a sus composiciones repletas de confesiones personales que van del luto a los problemas que se presentan en las parejas, son canciones con las que podés sentir una conexión rápidamente ya sea por sus letras o porque nos hacen recordar a otros temazos del pasado, bien a la tradición de M83 pero tirando más a los charts. La primera mitad del disco es un hit glamoroso tras otro empezando con “Dreams of Mickey Mantle” que evoca con gracia esa época de la infancia de Antonoff donde estaban de moda las luces de neón y andar en patines, en “I Miss Those Days” es aún más evidente que daría todo por regresar a ese tiempo, es que en este tema con la onda más pop de Bruce Springsteen, Jack recuerda a una de sus hermanas que falleció de cáncer cuando el tenía 18. Ese hecho le cambió la perspectiva que tenía sobre la vida y en este álbum hace terapia recordándola en más de un tema, entre ellos mi favorito de todos, “Everybody Lost Somebody”
que cuenta con una línea de saxofón y de una máquina de ritmos 808 que suenan mágicamente, formando parte de esta celebración que organizó Antonoff a los que tanto quisimosy que ya no se encuentran con nosotros, es una manera hermosa de recordarlos. Jack no está inventando nada nuevo acá, pero los revivals que metió están buenísimos. En “Goodmorning” saca su beatle interior con unos arreglos de vientos que bien podrían tratarse de un “Eleanor Rigby” actualizado; “Nothing Is U” posee una caja de ritmos tan característica de los inicios del new wave que empezó con grupos como The Human League, Orchestral Manoeuvres in the Dark, Soft Cell, etc.; con “Don’t Take The Money” el propio Jack admite que tiene una vibra bien “Radio Gaga” en la producción, pero no está ni cerca de tildarlo como plagio, el man se las arregla para armar una nueva bestia pop que habla sobre lo jodido que suele ser estar emparejado. Otra cosa que Jack usa a su favor en este disco es su buena yunta, esta última la escribió junto a Lorde, aprovechando esa amistad que empezó al producir Melodrama; “Dream Of Mickey Mantle” la co-escribió con Tom Krell, a quien conocerán mejor como How To Dress Well; en “Hate That You Know Me” la compuso en conjunto con la cantante Julia Michaels y de yapa, en los coros le acompaña Carly Rae Jepsen; mientras que en la poderosa “Let’s Get Married”, la acompaña su novia Lena Dunham quien no aportará tanto en lo musical como si en lo sentimental para hacer de este uno de los tracks más significativos del álbum. Gone Now se hace querer con una mirada al futuro gracias al pop del pasado y una obsesión por querer pegarla siempre por parte de su creador.
7/10.
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Queens of the Stone Age / Villains 2017
Hay discos que fueron pensados para ser escuchados en auriculares, ya sea por sus particularidades mínimas metidas en la producción o porque fueron hechas para el disfrute personal, proporcionando esa cercanía especial que suele solidificar la relación entre los artistas y sus oyentes. Después están los discos que fueron diseñados para reventar parlantes, cuyas producciones fueron enfocadas a sonar titánicas, para esta clase de materiales la diversión se multiplica siempre y cuando sea compartida, la experiencia individual que uno pueda tener al escucharlas podrá ser satisfactoria pero jamás igualada a presenciarla en vivo. El séptimo álbum de estudio de la banda de Josh Homme, por obvias razones pertenece a este segundo grupo, tirando por la borda las cada vez más recurrentes afirmaciones de que el rock está muerto, si te atreves a decir eso frente al colorado, mereces que te escupa sin previo aviso.
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Mirando el panorama musical actualmente, vemos que los actos más convocantes guardan mucha relación con las pistas de baile, el mundo es una olla a presión y la mayoría de los que habitan en ella solo quieren olvidarse de ello con música que los entretenga. No sé cómo ni porqué pero el rock fue alejándose de donde estaba ocurriendo la diversión, pero por suerte todavía existen los Queens of the Stone Age para intentar enderezar este género que supo ser durante varias décadas el estilo contracultural por excelencia, para este propósito acudieron junto a uno de los productores más influyentes de nuestra
era, Mark Ronson que viene de trabajar con Lady Gaga, Adele y Bruno Mars. Es que podían hacer otro Songs for the Deaf si querían, pero para generar algo un poco más revolucionario, era necesario que estas fuerzas opuestas se encuentren. Esa secuencia inicial de dos minutos en “Feet Don’t Fail Me” que empieza tranquila y enigmática, va acumulando energías para la llamarada de riffs y golpes metálicos que se lo tenían bien guardado para la alegría generalizada, la canción surgió en una de las sesiones del álbum Post Pop Depression que Josh grabó con uno de sus ídolos personales, Iggy Pop, es más, el mismo le puso este título al tema que fue elaborado con claras intenciones de ser bailado a todo volumen. Este y el track que le sigue, “The Way I Used To Do”, logran las paces entre el rock y el dance que por mucho tiempo nos quisieron convencer que era una herejía tenerlas juntas, haciendo un poco de historia, eso no pudo haber estado más lejos de la realidad. “The Way…” fue el primer adelanto que tuvimos de Villains y desde la primera vez que lo escuché, me devolvió la fe en el sagrado rock and roll con su swing robotizado y su compás siendo contado por palmas, reduciendo sus recursos al mínimo para lograr este inolvidable remake del rockabilly de la primera época. Continúan simplificando las cosas en “Domesticated Animals”, allí se siente la manipulación de ecualizadores de Ronson en la forma que se escuchan los instrumentos de estos villanos, sabe muy bien que para lograr ese efecto cadencioso que desean, hay que escuchar a la batería de Jon Theodore bien para adelante, sin que las guitarras de Homme, Dean Fertita y Troy Van Leeuwen le saquen un gramo de protagonismo. La pieza empieza con un sencillo riff que termina siendo el eje por el que los demás instrumentos van girando hasta el estallido que tiene esa oscuridad que de a poco va acaparando al resto del álbum, pero antes damos paso a su primera balada, “Fortress” que está escrita con el corazón en la mano por Homme, tanto esta como el cierre “Villains of Circumstance” tienen una calmada progresión así como algunas lentas incluidas en …Like Clockwork, y ambas son canciones de amor que dedica Josh a sus hijos. Los signos de madurez más notorios de Homme se dan siempre en sus letras, se la pasa haciendo juegos de palabras ingeniosos durante todo el disco, se muestra auténtico a sí mismo, dice que el atentado en el Bataclan de París donde en un show de su
banda paralela los Eagles of Death Metal abrieron fuego contra los asistentes, le cambió su manera de pensar, se volvió en alguien que vive el ahora y sabe que en cualquier momento se puede ir, ya no es ese tipo que le canta a sus drogas favoritas, sino alguien que sentó cabeza y sabe que son unos idiotas los que creen en la falsa inmortalidad que producen, lo deja claro en “Un-Reborn Again” que tiene como plus una maravillosa orquestación de violines en su outro mientras el pelirrojo los escolta con tarareos. Por si alguien pidió un poco más de fuerza, “Head Like a Haunted House” va a saciar esas ganas con veloz tempo conducido por un bajo corpulento y un teremín haciendo esporádicas apariciones durante los versos, siendo el lado aterrador que hace referencia a su título. En este verdadero agitador de multitudes, Homme hace un tartamudeo adrede bien a lo Roger Daltrey en “My Generation”, creyéndose un personaje que está fuera de sí. El único tema que no le encontré lo llamativo es “Hideaway”, pero aún así no deja de ser un buen tema que incita a la sensualidad con sus sintetizadores. Ahora, podemos sentarnos a hablar durante un buen rato la ferocidad de “The Evil Has Landed”, mi tema favorito de rock en lo que va del año resume todo lo que me gusta de esta banda que hace todo menos decepcionar. Esos riffs y solos bien a lo Led Zeppelin que van brotando a lo largo y ancho de la canción, no son más que provocaciones para arder en la sección más divertida del infierno, al que entramos atropellando en ese asesino desenlace que eleva la furia a la máxima potencia, en ese minuto y medio pogueamos en esa autopista en llamas como si no hubiera mañana, y más vale que nadie se atreva a decirnos algo por eso (“Get outta’ the way. Matters not, what the people say”). Este álbum aplica lo mejor de la vieja guardia, sumale a eso la creatividad inherente de Joshua y sus secuaces, más el tacto de un productor visionario que tiene la receta perfecta para que tu música marque la tendencia de lo que vendrá. Así es como se debe hacer rock and roll en pleno 2017, tomen nota.
9/10.
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#186 Brockhampton / Saturation II 2017 Este grupo de amigos tienen todo lo que se necesita para ser tus nuevos raperos favoritos y la verdad que es impresionante cómo no están perdiendo el tiempo para demostrarlo. Apenas dos meses después del lanzamiento del grandioso Saturation, llega su secuela de similares rasgos de calidad y entretenimiento, ganando en personalidad para conocer mejor a los protagonistas de esta saga que ya promete una tercera parte próximamente. No recuerdo otro proyecto de hip-hop en la reciente memoria que haya publicado tantos bangers excelsos en un periodo tan corto, estamos siendo testigos de una racha inusual de la autoproclamada boyband que en tiempo récord se convirtió en la revelación del año. Como el que no quiere la cosa, tenemos por acá 16 nuevos tracks que escupen verdades por parte de los weirdos más talentosos del condado de San Diego, Texas que vamos conociendo mejor en este nuevo álbum, de a poco nos familiarizamos con sus historias y vamos eligiendo a nuestros favoritos. En total son más de 10 ñatos los Brockhampton, pero los que llevan la batuta del micrófono son principalmente seis: Kevin Abstract, el líder encargado de los estribillos más pegadizos como el de “Junky” que sin tapujos habla abiertamente sobre su homosexualidad, rompiendo arquetipos del mundillo del rap (“I do the most for the culture, nigga, by just existing”), además de ser el director de todos sus videos; Ameer Vann, el del pasado oscuro, el que aporta el fraseo espaciado y la sabiduría de la calle cada vez que abre la boca, entre sus highlights está parte de su verso en “Fight” donde toma conciencia de la realidad de los negros en Estados Unidos (“All them boys they killed, they looked just like me. Not like Brandon or Chandler, but Malik and Kareem”); Merlyn Wood que tiene la expresividad más característica entre todos debido a su nacionalidad ghanesa, es el tipo que va a ir vestido de payaso a una reunión de ejecutivos, el animador de los breaks; Dom McLennon
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el encargado de llenar versos con las referencias más copadas; Matt Champion que no puede dejar de sonar cool en cada rima, el hombre parece no hacer esfuerzo alguno en su braggadocio, para ejemplificar eso vayamos a “Swamp” donde se caga en sus haters haciendo como que no los escucha (“They been talkin’ down on me, (huh) what ya say?”); y por último, Joba que en este nuevo material se convierte en mi preferido del grupo por la manera caricaturesca que tiene de interpretar personajes, es el arma secreta del grupo que las pocas veces que aparece no sabés con qué te puede salir, en “Sweet” le salió de la nada parodiar a una vieja haciendo un sermón de cómo triunfar en la vida a la antigua (“You better get them grades up if you wanna finish high school. And after high school, you better get a degree”). Dichas habilidades individuales bien diferentes unas de otras, no sé cómo lo hacen pero se complementan tan bien en todas las canciones que no estaría hablando maravillas de las mismas si no tuvieran como cimiento una producción que remite a algo de la factoría del Timbaland de mediados del 2000 en los beats de “Gamba” y “Gummy”. La creatividad de estos chicos va un poco más allá de los samples y el contenido de sus letras, sino el contexto y cómo llevan a cabo lo que hacen, prueba de ello es el track “Jello” que hace alusión al rap de la vieja escuela de Slick Rick con sus la-di-da-di-da-di-da y las voces de todos emulan haber succionado helio de un globo, no caben dudas que con estos minuciosos detalles, destilan una onda que no es de este planeta. Si hay un tema que le haría escuchar a cualquiera para que se sumen al hype train de Brockhampton es “Sweet”, esta canción es oro puro desde la manera en la que fue concebido el beat principal con ese sample de gaita en loop que está cosido por un bajo ultra funky, el coro memorable y rebelde en cantidades exactamente iguales y cada uno haciendo lo suyo en sus versos, incluyendo referencias culturales hilarantes como Ameer comparando su reputación con Godzilla o Joba teniendo un flashback de cuando escuchaba NSYNC y quería teñirse como Justin Timberlake. Si siguen así con todas las luces prendidas, no es disparatado pensar que es cuestión de tiempo para que sean uno de los actos más convocantes del hiphop contemporáneo, sus adeptos somos cada vez más.
8/10.
#187 Liars / TFCF 2017 Liars es esa banda de la que siempre es bueno escuchar que están tramando algo nuevo, una banda que como se puede apreciar a lo largo y ancho de su discografía, no le tienen miedo a nada cuando se trata de experimentar con cosas nuevas, nadie sabe cómo pueden llegar a sonar de un álbum a otro, siempre y cuando manteniendo un dejo de oscuridad avant-garde que de por sí ahuyentará a los no habitues de lo poco convencional. Sus dos últimos lanzamientos los encontraron en su mejor momento a la dupla de Angus Andrew y Aaron Hemphill, amigándose con las texturas electrónicas para ir de la profunda tristeza a la rave más extravagante. Lo que tenían WIXIW y Mess es que ambas eran como planetas bien distintos dentro del universo Liars, nunca fallaban para abstraerme de la realidad con sus magnéticas canciones que no tenían punto en comparación con nada de lo que se venía haciendo en la blogósfera indie. Tres años después volvió solo Angus con el proyecto y lo hace con un disco que está centrado en transmitir el deterioro de esa relación creativa que tuvo durante casi dos décadas con Aaron. Hasta allí todo bien, ahora el nombre del track con el que empieza el álbum es tomado muy literal por Andrew, porque “The Grand Delusional” es una premonición de lo que viene luego: a primera escucha ponele que le di el beneficio de la duda y dije que tal vez solo no le presté mucha atención, pero después de varias escuchas mi primera impresión solo fue creciendo más y más, ahora con mucho pesar me temo en afirmar que este álbum me fue totalmente indiferente. La canción recién mencionada, así como “No Help Pamphlet” son baladas acústicas algo extrañas para los parámetros de Liars, de estructura plana y de interpretación desganada, y lo peor de todo es que la mayor parte de las canciones que conforman TFCF tienen estas mismas características, una pena siendo que es un álbum relativamente de apenas 37 minutos. Hay otras canciones como “Cliché Suite” que solo parecen de Liars en la superficie por la voz de Angus y la implementación de algunos sonidos de ambiente algo rarófilos, pero de composición es algo pobre y encima redundante, el que le sigue es “Staring At
Zero” que cuenta con un loop de sintetizador triphopero que suena interesante, pero a los dos minutos de estar repitiéndose una y otra vez es imposible que no le hayan sacado la poca onda que tenía. Aparentemente Andrew solo puede hilar una buena idea por canción por lo que estos temas carecen de alguna progresión atrayente, exceptuando dos. Una es “Cred Woes” que parece salida de las sesiones de Mess con un beat de porte fúnebre pero bailable a la vez, una auténtica rareza del dance punk; la otra es “Coins In My Caged Fist” que tiene el único momento realmente animado del álbum gracias a sus secuencias de percusión intensas, combinado a los patrones electrónicos que van apareciendo, es el único tema que no me hace temer por el futuro artístico de esta banda que se encuentra sufriendo por la ruptura de un matrimonio creativo (si, de allí el origen de su tapa de porquería).
4/10. #188 Oh Sees / Orc 2017 Me lo imagino a John Dwyer levantándose por las mañanas bien temprano, se prepara un café más negro que el corazón de mi ex, se lo bebe de un sorbo y sin perder el tiempo entra al estudio y se dispone a laburar por un nuevo álbum de su querido proyecto Thee Oh Sees, ahora acortado a Oh Sees. Entonces prende la compu que va conectada a la consola y se puede leer que ya tenía programada una plantilla de tracks que están nombrados ordenadamente como “Temazo 1”, “Temazo 2”, “Temazo 3”, y así sucesivamente hasta el 10, cantidad de canciones que comprenden el 19° álbum de una de las agrupaciones más prolíficas e influyentes del garage rock en la actualidad. Dwyer y los que le acompañan se las ingenian para seguir rompiéndola después de tanto material grabado. Al mejor estilo de los Ramones, Mötorhead o AC/ DC, no modifican un ápice del núcleo central de la banda, a la ferocidad y amenazante rapidez que desde siempre tuvieron, le agregaron un baterista más, un poco más de sintetizadores (quizás consecuencia de
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las sesiones del último álbum del otro proyecto de John, Damaged Bug) y un excedente importante de riffs malvados que actúan como garfios para los oídos, empezando luego por la formidable “The Static God” que es una sucesión de momentos explosivos sin tregua, el raudo redoble de bata haciendo juego con esa metralleta de solos de Dwyer y sus aullidos amplificados con una pizca de reverb son todas las cosas que uno viene a buscar de esta banda que desde su primera nota sabés que le sobran agallas. Impostando un registro más macabra en “Animated Violence”, Dwyer estuvo rozando al stoner rock con gruesos riffs irrumpidos por solos que tiraban más al prog, sin dudar el tema más elaborado de esta nueva tanda que también cuenta con locuras como “Jettisoned” cuya melodía principal se sube a una montaña rusa regulada por secciones de free jazz relajado y densos riffs psicodélicos, haciendo una representación gráfica sería como recibir una trompada de knock out y antes de que te recompongas te vuelven a pegar de vuelta. En los teclados, Oh Sees encontró una nueva aliada para que sus viajes tomen otros rumbos sónicos en “Nite Expo”, “Cadaver Dog” y principalmente en “Paranoise” donde sus improvisaciones alcanzan latitudes floydianas. Las baterías de Paul Quattrone y Dan Rincon están dispersas revocando cada espacio vacío dentro del álbum, pero recién en “Raw Optics”, la canción del cierre es donde se nos lanzan encima con todo su virtuosismo y una sincronización admirable en este prolongado solo que se candidata a ser el “Moby Dick”2.0. No sé cuantas veces más necesita demostrar este ícono incansable de la cultura DIY que no puede hacer nada mal, poniendo a otro workaholic como Ty Segall en la producción, logró sacar otro monumental álbum que bombea vitalidad por todos sus costados.
8/10. #189 Widowspeak / Expect the Best 2017 Pocas son las bandas que nos llegan realmente a acariciar esa parte del corazón en la que muchos
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quieren llegar y no pueden por motivos que sobran. Este dúo de Brooklyn devenido a cuarteto para este álbum, alcanza ese punto G sentimental a través de su cantante y compositora principal Molly Hamilton, esta mujer posiblemente fue tocada por el espíritu santo o bendecida por algún ente celestial para lograr tener esa voz suspirante que no pertenece a estos tiempos, adecuándose a la perfección con los impulsos musicales de su grupo, yendo por los pasillos luminosos del dream pop y lo que se conoce como Americana, se van más hacia el fondo donde no se entienden las diferencias entre el shoegaze y el slowcore. Si el amor existe, está esparcido por todo este disco que desde el inicio te invita a cerrar los ojos y vivir estas canciones como una experiencia íntima, ya de entrada nos ponen un tema como “The Dream” que chorrea belleza inmensurable en esos rajidos de guitarra a los que se le van añadiendo unos sintetizadores espaciales que emulan al título de la canción con gracia, y en días de vulnerabilidad emocional, estoy seguro que tendrá efectos lacrimógenos para quien la oiga. Widowspeak en este álbum maneja a placer al bien y el mal en canciones que toman como punto de referencia a la melancolía, en comparación a su predecesor,All Yours del 2015 que tenía un carácter un poco más alegre. Otro punto a favor de este nuevo material es el sonido en vivo que lograron, ganando dinamismo y una mayor profundidad instrumental, para probarlo vayan a “Dog” y escuchen esa reducida pero concisa orquestación que lograron con tan poco, en lo lírico Molly tampoco requiere de muchos versos para describirnos la situación que está viviendo en sus adentros, el temor de no pertenecer. Es un álbum cuya fortaleza reside en sus momentos más bajones, utilizando correctamente a la nostalgia como arma de catarsis para calmar la ansiedad provocada en la era del social media, asunto que es tratado en la oscuridad de “Expect the Best”. Capturando instantáneas de la psicodelia sesentosa, la banda sorprende con piezas de la talla de “When I Tried” que sobresale por su uso de slide guitar a lo George Harrison, aunque si voy a tratar de relacionarlos con alguien, lo que no se me sale de la cabeza cada vez que los escucho es el parentesco que guardan con Mazzy Star desde la onda que realizan hasta la voz de Hamilton que es idéntica a la de Hope Sandoval. Para bajar unos cuantos cambios
y contemplar nuestra existencia, pocas cosas tan efectivas como los mimos melódicos de este álbum.
8/10. #190 The War On Drugs / A Deeper Understanding 2017 ¿Vos te das cuenta lo que acabas de hacer Adam Granduciel? Alguien sería tan amable en hacerle llegar estas palabras de felicitación y agradecimiento por tanto. Yo estaba convencido que nada podía volverse mejor que Lost In The Dream, su precioso álbum del 2014 que volvía a poner de moda al heartland rock que habían popularizado Springsteen, Seger, Petty y compañía hace varias décadas atrás. Los War on Drugs con ese disco soltaban la tan pesada cruz que llevaron de ser “la banda donde antes estaba Kurt Vile” y pasó a ser uno de los actos imperdibles del indie rock a nivel global, a fuerza de temones construidos con bases ensoñadoras y un cúmulo importante de exaltaciones. No sé cómo lo hiciste Adam, pero te superaste una vez más con otro álbum excelente de apasionada Americana para perderse en sus (cada vez más) frondosos climaxes y no querer salir de ellos nunca más. Mi único inconveniente con su álbum anterior eran los silencios rellenados por sintetizadores drone que servían a su concepto de narcosis pero no tanto al disfrute, acá esos momentos fueron desplazados por una mayor concentración en las melodías, las canciones llevan un promedio de 6 minutos de duración pero se sienten livianas y cada una con sus correspondientes giros rítmicos que en cualquier momento sabés que todo se puede tornar épico como en “Strangest Thing”, uno de los tantos puntos altos del disco que empieza como una balada serena como un amanecer en la playa hasta que vamos alcanzando el tercer
minuto del tema y se manifiesta un melotrón para sumergirnos de lleno a esa masa etérea que formó en pocos segundos, sumado a un distendido solo de guitarra esto se transforma en un roadtrip al cielo. Esto es lo que pasa cuando le aumentás el presupuesto a una banda que de por sí ya sonaba grandiosa, es la primera vez que laburan para un sello grande como Atlantic que les dio la posibilidad de grabar en los mejores estudios del mundo, Granduciel es un quisquilloso nerd del rock clásico pero lo que le diferencia de cualquier otro músico de su estilo es que el está completamente abierto a usar la tecnología a su favor, dando un refrescante toque a su música que en su coraza podría considerarse tradicional para el pueblo estadounidense. Gracias a esta mentalidad salieron cosas como el bienaventurado inicio de nombre “Up All Night” que se refugia en una caja de ritmos, mientras va escalando sin apuros a una montaña de ritmos luminosos. Todo lo bueno que llegaron a hacer en sus discos anteriores se encuentra acá en un formato agrandado y más digerible que nunca para los oídos, todo suena tan masivo que no es extraño que se escuchen por ahí algunas comparaciones con el krautrock de Neu! por ejemplo, más aún teniendo una voluminosa composición del tamaño de “Thinking of a Place” que ni le hacía falta una letra para entender que se trata de un viaje nostálgico a un lugar oscuro pero en el que nos podemos sentir seguros, es de esas canciones que relatan una vida entera en sus diferentes etapas, con sus subidas y caídas. Sin perder jamás la intensidad melódica, se le acoplan una armónica, un piano y una viola descargando fuzz en porciones pequeñas pero exactas a lo que requería esta pieza. Pero siempre debe haber un single que sobresalga por los demás como “el tema que le va a gustar a todo el mundo”, así como en su momento lo fue “Red Eyes”, acá tenemos a “Holding On” donde Adam llega a notas nasales que lo dejan de igual a igual con Dylan, en lo instrumental no hay nada más que elogios para esta delicadeza que rememora al Springsteen de “Dancing In The Dark”. Otra canción que amo con todo mi ser es “Nothing to Find” con una armónica que derrite y una melodía inagotable salida de los sintetizadores que confabulan con las cuerdas para tocar la fibra emotiva de cualquier ser vivo. Con una identidad bien definida que fue construyendo de un disco para otro, Adam finalmente logró hacer su propio clásico queriendo parecerse a otros clásicos.
9/10. 187
#191 Mogwai / Every Country’s Sun 2017 Son pocos, con los dedos puedo contabilizar la cantidad de conciertos a los que asistí y pueda decir que más que personas reinterpretando la música de sus discos, eran seres humanos causando un verdadero impacto emocional entre los presentes. Creo que hasta el día que muera, cada vez que alguien me haga la pregunta de cuáles fueron mis shows preferidos de la vida, si o si voy a estar mencionando el que dio esta banda escocesa en el marco del Music Wins Festival del 2014. Los músicos no hicieron más que ejecutar sus instrumentos y agradecer entre tema y tema con una seriedad propicia a los sonidos que estaban expidiendo, no hubo nada muy especial arriba del escenario a nivel visual que pudiese considerar memorable, fue su música misma la que tomó por asalto la atención de un público sugestionado por la placidez y sus arranques de distorsión. Lo que no se me olvida jamás es algo que no llegué a ver en ningún otro concierto hasta ahora: me encontraba en primera fila y en un momento de silencio sepulcral volteo mi mirada hacia los que me rodeaban y veo que casi en su totalidad tenían los ojos cerrados, un amigo mío con el que estuvimos allí, describió mejor que nadie dicha escena: la gente estaba siendo consumida por la música. Es que así es la cosa con Mogwai, un grupo que desde hace dos décadas vienen forjando los límites del post-rock, y que en los últimos años volcó sus esfuerzos en la fabricación de soundtracks para películas y series, ahora luego de tres años de su último álbum de estudio vuelven para ofrecer más de lo mismo, en pocas palabras es un disco al que estaba dispuesto a que me lleve de paseo mental adonde sea, pero lastimosamente todos estos lugares ya me los hicieron conocer en sus trabajos anteriores. Puede que este sea un buen álbum para iniciados al género en sí con un inicio tibio de la mano de (la ironía una vez más) “Coolverine”, un track que se va cocinando con paciencia mediante un predominio de arpegios sintéticos a los que se le van encimando unas diminutas explosiones de batería. A esta le sigue la inusual “Party In The Dark” por la implementación de voces filtradas por ecos, fue el intento de la banda de hacer algo convencional y les salió algo
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bien shoegaze cargado de reverb que podría zafar en los nuevos álbumes de Slowdive o Ride. No caben dudas que son unos maniáticos del sonido estos señores por la manera cristalina en que se escuchan cada una de sus partes, encima vuelven a laburar con el capo de Dave Fridmann por primera vez después de Rock Action, uno de sus discos esenciales y el nombre de su propio sello con el que editan sus materiales. Ahora, creo que soy yo el del problema al decir que no siento un apego emocional por algunas de estas nuevas composiciones. Recién a partir de las crujidos de guitarras en “Crossing the Road Material” puedo afirmar que me generaron algo. Tracks como “aka 47” y “1000 Foot Face” fueron los tramos más inapetecibles de este recorrido por ser tan estáticos, largos y tranquilos, si lográs atravesar por esas dos somníferas pruebas, los temas con los que finaliza Every Country’s Sun hacen que todo valiera la pena. Como siempre, expertos en el uso de pedales para provocar monolitos de resonancia como lo dan a entender en “20 Size” y en la segunda mitad de “Don’t Believe The Fife”, de hecho que a partir de allí el álbum hace uso de la energía cinética que se ha estado acumulando desde entonces con una descarga fulminante de riffs malignos que no se escuchaban desde apogeos de canciones como “Batcat” o “Glasgow Mega-Snake”, por sobretodo en “Old Poisons” que suena como un apocalipsis anunciado donde la desesperación colectiva nos hace correr hacia cualquier dirección. Posterior a la apoteosis suena el tema final que da nombre al disco que lo interpreto como salir por la puerta grande con ese chirrido intermitente sonando a lo lejos con unos sintes radiantes dando paso a una culminación divina. Si me daban a elegir, hubiese preferido un EP con estas últimas cuatro canciones antes que el álbum completo.
7/10. #192 XXXTentacion / 17 2017 Cada persona tiene sus límites e interpreta la realidad que ve de acuerdo a su conveniencia o experiencia personal, cada uno en su conciencia tiene su propia
versión de lo que es correcto o no y eso termina repercutiendo hasta en la música que escuchamos. Para muchos resulta complicado separar al artista de la persona y más aún cuando se trata de gente que hacen algo que nos gusta, pero sabemos que son personas horribles. En mi caso, las vivencias propias e historias de atrocidades hechas por músicos hicieron que en mis debates internos de moralidad haya resuelto repeler a algunos, más que por una cuestión de lo que es políticamente correcto para la sociedad, fue más bien por ideales personales. Cada uno decide legitimar y dar fama a alguien que no se merece como sucede por ejemplo con Chris Brown quien no puedo creer cómo la industria musical sigue dando lugar a este sujeto que golpeó brutalmente en el 2009 a Rihanna, en ese entonces su novia, y lo que es peor, reiteró esa conducta violenta hacia otras mujeres en años posteriores. Similar debate de ética nos pone en la mesa, la gente que volvió famoso a un personaje como XXXTentacion, un muchacho de 19 años quien solo el año pasado fue arrestado 3 veces por enfrentar cargos de violencia contra una mujer embarazada, el mismo admitió haber garroteado al extremo de fracturar la nariz, quijada y dejarle ciega en el ojo izquierdo a su ahora exnovia por meterle los cuernos. Este controversial hombre que nació con el nombre de Jahseh Dwayne Onfroy es considerado el rapero más exitoso en toda la historia de la plataforma de Soundcloud con canciones trap que tenían como principal característica una fuerte saturación en los beats, dando la sensación de que nuestros parlantes han sido destruidos. Quizás como una jugada para limpiar su nombre ante la opinión pública, ahora lanza su álbum debut que es una declaración íntima detrás de su persona, deja a un lado la distorsión por canciones que hablan sobre sus pesadillas y las cosas densas que pasan por su cabeza, se pone vulnerable en canciones R&B terriblemente depresivas. En el primer track “The Explanation”, X da un conciso resumen de lo que trata este álbum de apenas 22 minutos con canciones que no sobrepasan los 2 minutos de duración, abarca varios asuntos importantes de los que se deben hablar más seguido en los circuitos mainstream: “Jocelyn Flores”, una taciturna pieza que lleva el nombre de una amiga suya que se suicidó hace unos meses, X rapea sobre la impotencia que siente al no poder ayudar a una persona que está pasando por una situación así, “Depression & Obsession” es un poco más
obvio de lo que trata, en esta balada hecha nada más con guitarra acústica y la voz de Onfroy, este se refiere a su ex, Geneva Ayala como una comida envenenada que le causó los desordenes mentales que lo aquejan, le dedica además el minimalista final “Ayala (Outro)” que también va por ese lado de culparle a dicha mujer por “todo el sufrimiento que tuvo en su vida”. El álbum es una exhibición de sentimientos crudos por parte de un tipo que aparenta estar dañado por dentro, en “Everybody Dies In Their Nightmares” hace una descripción de lo que pasa por una mente de tendencias suicidas, repitiendo el ciclo de negatividad que conforma su pegadizo coro (“Tired of feeling like my life is a damn game, nigga really wanna die in the night time”), es el mejor momento de esta obra que apela a las personas que buscan refugio para calmar el tormento mental por el que están pasando. Canciones apagadas como “Save Me” que hablan de la soledad que siente uno al estar rodeado de amistades falsas, tienen mucho en común con cualquier cosa que haya hecho Kid Cudi anteriormente, uno de los principales referentes de lo que muchos llaman “emo-rap”. El único momento de distensión es cuando metieron un poco de trap en 17 (edad que contaba Onfroy cuando sucedieron estos episodios que según el, cambiaron su vida para siempre) con “Fuck Love” que posiblemente también haga referencia a la ex del man, y para mi infortunio, las letras son de lo más comunes y sin esa saturación que lo caracteriza, este tema es uno más del montón dentro del vasto catálogo trap que se va agrandando cada día. Haciendo lo imposible por ignorar los antecedentes de X, puedo decir que se mandó un álbum decente con alguna que otra canción resaltante por su contenido más que por su musicalidad, pero nada fuera de lo común como para estar halagándolo y decir que es el futuro del rap. Aprecio el hecho de por poner estos temas en la mesa, aunque su discurso no lo puedo tragar por completo, sigo descifrando si es un corrompido de la vida o solo un imbécil que quiere llamar la atención.
5/10.
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LCD Soundsystem / American Dream 2017
Antes de empezar a juzgar a este álbum por su tapa, quiero citar algunas palabras dichas por James Murphy en una entrevista que dio en el 2010 cuando dio por acabada a la banda de su vida, meses antes de despedirse a lo grande con un histórico show de más de 3 horas en el Madison Square Garden: “Cuando tenía 30, me hice una promesa de retirarme a los 40 y ahora tengo 40, un poco más de esto y voy a empezar a sentirme como un profesional. Muchas de las canciones que escribí fueron tan buenas como podía llegar a hacerlas, no me gusta repetirme. Entonces, ¿cuál sería la siguiente meta? ¿Ser más grande? Lo siguiente es hacer más plata, no es algo tan interesante”. Partamos por ese lado, además en posteriores entrevistas para promocionar este álbum, James no hizo más que reforzar esa afirmación, a muchos podrá ofender este hecho pero estamos hablando de un tipo que nunca dio la imagen de ser una estrellita, dando siempre la impresión de ser un hombre común y desaliñado, pero con una discoteca inmensa que la tiene bien estudiada. Vio el negocio y lo tomó, los LCD volvieron por muchísima plata y un puesto asegurado como cabeza de cartel de varios festivales alrededor del mundo, al combo solo le faltaba algo para oficializar el retorno: un nuevo álbum. Murphy se mantiene fiel a esas declaraciones dadas 7 años atrás, volvió pero esta vez como un profesional por más de que lo niegue, no le gusta repetirse pero lo hizo de todas formas, se siente viejo para seguir estando en la banda pero es lo que le mantiene vivo, y antes de que alguien se burle de alguna de estas contradicciones, el se los adelanta y hace canciones al respecto en este álbum que se va haciendo mucho mejor con cada reiteración, estamos hablando de una banda que podrá estar haciendo simple música bailable pero detrás de cada patrón rítmico que realizan, existe una justificación o referencia rebuscada de la historia de la música dance y el rock, eso es lo que siempre marcó la diferencia de LCD Soundsystem que los llevó a tener una discografía perfecta.
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En este álbum “de regreso”, James y compañía se apegan fuerte a una fórmula que ellos mismos fabricaron, no hay algo nuevo que solía caracterizar a sus producciones anteriores, dentro del universo LCD estas nuevas canciones carecen de un elemento sorpresa, pero no me tomen a mal, no por eso deja de ser un genial disco con sus momentos de gracia en esos prolongados puentes que desencadenan a estallidos de fervor en la pista, sus rendiciones a un pasado mejor y ese anti-carisma que lo hace a James uno más de nosotros. El comienzo es como ningún otro disco anterior de la banda, “Oh Baby” es lenta y expansiva con un teclado al que le gotean lágrimas por las suplicas de rodillas que hace Murphy a un amor que ya se fue, no se puede negar el impacto que tuvo el tema “Dream Baby Dream” en la onda de esta canción, más aún conociendo a James que es un fan declarado de Suicide (banda synthpunk de culto que hace mención en “Losing My Edge”) y quizás esta sea de paso su manera de decir adiós a su cantante Alan Vega quien nos dejó el año pasado, uno de los dos tributos evidentes que se encuentran en American Dream. La parafernalia dance arranca con el segundo track, “Other Voices” que de entrada sabés que tiene un groove asombroso del que no vas a poder huir, una canción infecciosa que vive en un limbo entre el funk y la electrónica, haciendo una actualización 2017 de Talking Heads. Su letra va dirigida a los que recién están empezando en eso de hacer música, destacando el apartado de la tecladista Nancy Whang y el último verso pronunciado por James que es un consejo clave que le dio David Bowie para que vuelva a juntar a la banda, “you should be uncomfortable”. Lo que sigue es “I Used To” que es otro de esos tracks inmersos en una fantasía, del mismo de “Someone Great”, poblado por una llanura de sintetizadores siendo talados por una batería de marcha continua. Todas las preguntas que uno pueda tener sobre lo que pasó por la cabeza de James después de haberle
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puesto punto final a su banda y volverla a juntar mucho más rápido de lo que cualquiera pudiese esperar, son respondidas en “Change Yr Mind” con un tono de voz serio como el que utiliza en “Sound of Silver”. Durante este track autorreferencial ajustado al post-punk de la escuela de A Certain Ratio, James se refiere a su depresión (“I ain’t seen anyone for days. I still have yet to leave the bed”) y a sus fans enojados por haberse sentido engañados por su falsa-no-tanfalsa ruptura, a quienes pagaría para que se guarden sus comentarios (“I have a penny for your thoughts, if you could keep them to yourself”). Classic James Murphy. El eje central del álbum es “How Do You Sleep?” que en sus primeros 5 de 9 minutos van desarrollando una melodía -si se quiere- gótica a lo Bauhaus con sonidos digitales que elevan el misticismo a una nueva dimensión, llegando a esa cumbre sónica en su desenlace, tenemos el mejor momento del disco por muy lejos con sintetizadores que van construyendo una oda espacial donde la bola disco tiene el tamaño de la Estrella de la Muerte. Este track tan enorme en realidad es una crítica cuyo trasfondo involucra al co-fundador de la banda y del sello DFA, Tim Goldsworthy a quien James y otro dueño del sello han demandado por enriquecimiento ilícito, odiaría ser el en este momento con semejante venganza llevada al estudio. Lo que aprendí con LCD es que nadie debería criticarlos tan pronto y es que un tema como “Tonite” me parecía la cosa más genérica que hayan compuesto sabiendo sus altos estándares, pero fueron creciendo en mí esos beats pegajosos y es el momento del disco donde se lo escucha a James más desinhibido que nunca con observaciones de la sociedad y de la vida, tal como lo haría el standupero más experimentado en esta pieza incandescendente
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de electrodisco. A continuación aparece “Called The Police” que nos mantiene a todos en vilo de la lisergia a la par de restregar unas líneas de bajo prominentes que traerán gratos recuerdos de New Order a más de uno, y luego llega la calma una vez más con la enternecedora “American Dream” que también me costó querer al principio, pero era cuestión de tiempo caer en el encanto de sus sintetizadores y el pesar que carga Murphy en la voz comunicando que el sueño americano no es lo que uno creía. James y sus amigos ofrecen una última muestra de sus conocimientos enciclopédicos sobre el art rock y todas esas bandas cool de los 80s con “Emotional Haircut”, el track que va a desatar el descontrol de los que no vinieron tanto por el baile sino para el pogo, esta es la faceta de LCD que más extrañé. El otro tributo evidente se da en el extenso y reflexivo cierre con “Black Screen”, James relata los últimos intercambios que tuvo con Bowie a través del mail, lo mucho que lo quería como amigo y como padre, esta sentida dedicatoria al duque blanco hace referencia a una pantalla negra que sería una metáfora al firmamento donde viven las estrellas. Ahora tratá de no llorar al escucharla. Los LCD Soundsystem regresaron para ser la excepción a la regla de que los álbumes de regreso nunca son tan buenos, regresaron porque en todo este tiempo que estuvieron ausentes no hubo otro acto en el mundillo del indie rock que supo configurar tan bien los gustos bailables de la gente, aunque realmente solo regresaron para ganar más plata, pero la tienen bien merecida.
8/10. 191
#194 The Pains of Being Pure at Heart / The Echo of Pleasure 2017 Diez años después de las ceremoniosas y chirriantes guitarras de un álbum debut que recordaba con cariño más que nostalgia a las guitarras de Kevin Shields a finales de los 80s, The Pains of Being Pure at Heart se erigieron como uno de los mejores revivalistas del shoegaze, etiqueta de la que fueron despegándose de a poco, intercambiando la distorsión de las cuerdas por la claridad de los sintetizadores, constituyéndose en una decente banda de indie pop que en los últimos tiempos no vio crecer mucho a su fanbase como lo hicieron otras bandas de su misma índole (Real Estate, Beach Fossils, DIIV). En donde Kip Berman aún no encuentran su techo es en calidad compositiva, ya que va creciendo al mismo ritmo como persona, siendo este su álbum más maduro, escrito durante la dulce espera de su primer hijo con una afinidad en letras y ganchos pop afectivos. Es un álbum hecho con pequeñas erupciones de cariño como se da desde el principio con “My Only” guiada por una lluvia de sintetizadores y un coro entonando armoniosamente el estribillo en esta bendita pieza dedicada a su esposa, siendo esto lo más cercano que estuvieron en mucho tiempo a parecerse a Jesus and Mary Chain circa Psychocandy. A esta le sigue la electrizante y coreable “Anymore” y me hizo pensar que para ser una banda neoyorkina, Pains suena bastante londinense en cuanto a influencias se refiera, este tema y otros cuantos más parecen haber sido editados durante ese auge brit en el cual surgieron bandas como The Smiths, el reiterado coro “I wanted to die with you” podría tratarse de un verso alternativo que descartó Morrissey para finalmente quedarse con “to die by your side is such a heavenly way to die”. Tal vez no tenga tantas canciones a las que querramos volver más adelante como en su disco anterior Days of Abandon del 2014, pero igual siempre hacen lugar para al menos uno o dos himnos por álbum, ese espacio lo llenan “The Garret” con sus chispeantes guitarras, los coros a dos voces y esos
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teclados que nos hunden en túneles acolchados de sonido traslúcido, también allí hay un lugar especial para “So True” que cuenta con la voz de Jen Goma de A Sunny Day In Glasgow, de hecho que esta canción parece más de la autoría de esa banda que de TPOBPAH (qué chorizo de siglas) con ese aura vintage metida en la caja de ritmos, pero en donde se van todo con los arreglos sintéticos es con “When I Dance With You”, una canción fabricada a destiempo porque en los 80s esto era un éxito asegurado, acá queda como una inocente celebración de amor de una banda que batalla por sonar lo más pop posible sin perder su esencia. La buena noticia es que lo logran, la mala es que no logran apelar a algo más que al revival, faltando en estas buenas canciones un sonido más distintivo de ellos. Es que con darte una vuelta por Bandcamp podés escuchar a cien mil bandas que suenen así, y si para tu cuarto disco en 10 años seguís pasando por esto es porque hay un problemita. Ignorando eso, esta banda continúa alumbrando con positivismo a situaciones pesadas de la vida, cumpliendo a rajatabla con su nombre y solo espero que lo sigan haciendo.
7/10. #195 Alvvays / Antisocialites 2017 ¿Cómo es el sonido de un verano sin final en la playa? En Toronto nació una banda de indie pop que tiene la respuesta con canciones que se encuentran encerradas en un bucle temporal durante la estación más calurosa del año. Su álbum debut del 2014 estuvo rellenado de intensa nostalgia bien distribuida en frescas canciones que no podías sacar de la cabeza, entre ellas uno de los últimos grandes hits de la escena independiente, “Archie, Marry Me” (si la conocés, existen 95% de posibilidades que lo hayas leído cantando). En su segundo álbum no tienen intención alguna de modificar esta esencia que los popularizó, siguiendo con el lo-fi adrede, coros felices y empalagosos con letras que son el antónimo a todo eso, esta vez enfocándose en las rupturas y sus
distintas fases, lo cual no signifique que Antisocialites sea más oscuro que su predecesor, solo un poco más calmada y con las ideas mejor ordenadas. En el arranque con “In Undertow”, la cantante y principal compositora, Molly Rankin utiliza las olas del mar como un recurso para explicar una metida de pata irreversible dentro de una relación que tiene las horas contadas por ello. La melodía principal como se podía esperar, apela a la melancolía en su particular noise pop a velocidad midtempo, bebiendo de la influencia de Cocteau Twins. La siguiente, “Dreams Tonite” ahonda un poco más en el tema de la separación desde la posición de alguien que sigue queriendo al otro hasta en sueños, aunque sabe que la conexión se ha desmoronado. Más que un álbum conceptual, este es un collage de emociones y otras viñetas como “Plimsoll Punks” que no precisamente tengan que ver con algo de lo expuesto anteriormente, refiriéndose más a una pose punk que se determina por un tipo específico de champión que usan, la canción responde más bien a la estética de la banda con una melodía cremosa de letras amigables. Para la mitad del álbum te pueden pasar dos cosas: 1. Que te parezca admirable cómo saben reinventar su fórmula una y otra vez o 2. Que te harten por apegarse demasiado a un molde predeterminado de hacer canciones (me resulta cansino y como algo que ya escuché 1001 veces “Not My Baby” y “Already Gone”, por ejemplo). No importa cuál de las opciones elijas, algo que no podés desmeritar de esta banda es que saben cómo hacer canciones que se te quedan en la cabeza como “Your Type” que expresa ese sentimiento tan millenial y autodestructivo de estar “muertos” por dentro por no encontrar al candidato sentimental correcto. Tienen el talento para sobresalir en el competitivo mundo del pop, pero limitándose a conquistar una audiencia que tal vez se quede pequeña a sus pretensiones. Una de mis favoritas por la historia que tiene detrás es “Lollipop (Ode To Jim)” que va dedicada a Jim Reid, cantante de The Jesus and Mary Chain. Molly recuerda la vez que se toparon en backstage con el ícono del shoegaze quien más adelante la invitaría a ella a compartir escenario en una gira. El homenaje no solo se da en letra sino también en la proyección sónica del tema con unos ligeros agregados disonantes durante los coros, algo un tanto extraño para la prolijidad de Alvvays pero que quedó bastante bien, algo similar ocurre durante el climax de “Saved By A Waif”, al menos durante unos cuantos segundos se desprenden de la melodía principal para dar rienda suelta a la distorsión.
Tenemos un digno sucesor de un gran álbum debut, pero al que va a costar un poco más tomarle cariño por no contener demasiada dulzura. Para los que vinieron a este disco para encontrar algo tan memorable como “Archy, Marry Me”, me temo que tendrán que seguir buscando otro lado.
7/10.
#196 Beth Ditto / Fake Fire
2017 Con la salida de este disco solista de Beth me enteré de la disolución de su ahora exbanda, Gossip. Al escucharlo, confirmé lo obvio: ella era Gossip y los otros dos que la acompañaban podrán ser todo lo talentosos que quieran, pero la presencia de ella en todo sentido, era algo que iba a ser muy complicado de opacar. Esta voluminosa cantante ya se estaba preparando para volar por sí sola en el 2011 con el lanzamiento de un EP homónimo que era como una extensión más de su obra en Gossip, dance-pop a merced de las pistas de baile de colores luminosos, producida por los electroamigos de Simian Mobile Disco. Pasaron más de 5 años de la última vez que escuchamos algo nuevo de Ditto y es porque le pasaron unas cuantas cosas que le cambian la vida a cualquiera: se casó, se murió su papá, dio por terminada la banda de su vida. Uno podría esperar que todo eso termine por llevarla a una dirección artística completamente diferente a la que haya incursionado antes, pero no, si me hacen escuchar este álbum y no me dicen de quien es, para mi sigue siendo de Gossip. Los únicos ingredientes nuevos que coloca Beth a su salsa de dance-pop efectiva es una infusión de sus raíces sureñas y un poco de drama en las letras. Este es el típico álbum indie buena onda que podés escuchar a cualquier hora y te va a parecer agradable de principio a fin, pero en ningún momento vas a parar la oreja para decir “uuuh, ¿y este cómo se llama?”. Aunque si te concentrás un poco más, existe un alto porcentaje de probabilidad que “Fire” y “Savoir Faire” te parezcan temones, la primera es un hit
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impregnado de sensualidad donde se alterna el nü disco con la voz soulera de Beth que hace una entrega total cada vez que pronuncia el título de la canción, la segunda bien al estilo de los últimos álbumes de Gossip y su inherente dance-punk, en ambas un bajo firme que marca el ritmo de nuestros pasos de baile. Aparte de estas canciones, solo podría rescatar momentos aislados dentro de las demás canciones del tracklist como el empoderado coro de “We Could Run” donde las cuerdas vocales de Beth casi se desgarran en sus altos, también me gustó la onda con la que interpreta “Oo La La” (Goldfrapptriggered) que se asemeja a las de X-Ray Spex. Las canciones lentas del álbum “Love In Real Life” y “Clouds (Song for John)” son las que muestran una faceta más sobria de Beth que le nació amplificar algunos sentimientos que llevaba adentro, pero la instrumentación que la acompaña no está a la altura de las circunstancias, por lo que al menos a mi, me parecen de lo más olvidables. Aunque eso si, esta pequeña muestra sirvió para que pueda visualizar un futuro próspero de Beth si es que llega a inclinarse por las baladas.
6/10. #197 The National / Sleep Well Beast 2017 Madurar es que The National te deje de parecer aburrido porque aprendiste a escucharlos más y más, hasta que te diste cuenta que sus temas te hablaban directamente a vos. Así defino mi relación con la banda de Matt Berninger que en los últimos 10 años no hicieron más que sacar un mejor álbum tras otro, apaciguando las tragedias e intensificando las superaciones personales en letras confesatorias de carácter cinemático, embellecidos por una sinergia musical a cargo de la dupla en partida doble de hermanos Scott y Bryan Devendorf en bajo y batería, y los gemelos Aaron y Bryce Dessner en guitarras y composición respectivamente. Juntos fueron los responsables de crear canciones que dejaron su huella en el cancionero del indie rock, pero no precisamente por su inmediatez, lo que hace The National es
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algo que merece su tiempo de procesamiento y te llega a su debido momento, así que no te culpes si es que sus álbumes anteriores no hayan llenado tus expectativas, podrías empezar con este. Resulta algo curioso que recién en su séptimo álbum de estudio, una banda de ganada reputación con lo suyo, se abra a probar nuevas cosas como en este caso es el incremento de suplementos electrónicos, pero a lo contrario de lo que se podría pensar, lo hacen para oscurecer aún más los matices sombríos de sus canciones como sucede con “Walk It Back”, “I’ll Still Destroy You” y “Empire Line”, principalmente. Estos tipos aprendieron a dominar el fino arte de recrear escenas con sus canciones, ya sea a través de sus plácidas melodías o las historias que va declamando Matt con esa voz gruesa y señorial que lo caracteriza y la utiliza como un instrumento más a favor de lo que requieran las canciones. En “Nobody Else Will Be There” nos va describiendo la incomodidad de interactuar en fiestas con esa tonada barítona que pasa en el medio de la monotonía y la elegancia, nada más propicio para enriquecer esta canción. Una vez más nos ofrecen una cantidad importante de canciones que importan como la triunfal “Day I Die” en la que Matt se lamenta sobre una relación que no llegó a buen puerto. Desde la primera vez que la escuché me cautivó con su celestial riff principal de guitarra que me recordó bastante al de “The Bucket” de Kings of Leon. “The System Only Dreams in Total Darkness” es otra majestuosa prueba de lo armoniosa que puede llegar a sonar esta banda reinventándose una vez más pero sonando siempre distinto, no podría decir que a pesar del énfasis en los sintetizadores, este sea el disco “diferente” de The National, va muy de la mano con todo lo que venían realizando anteriormente, incluyendo EL VY, el proyecto paralelo que tuvo Matt en el 2015. De las canciones que van creciendo más rápido con las reiteraciones es “Guilty Party”, también es una de las más fuertes por su contenido en el que Berninger y su esposa Carin (la escribieron juntos) se imaginan cómo sería su relación si se llegaran a separar. Una de las mejores exhibiciones de lo elaborados que pueden llegar a sonar si se lo proponen, empezando por un piano y una caja de ritmos presentándose amablemente, hasta que llegando un momento dado se oye a una orquesta de vientos soplando a lo lejos sin interferir en la melodía principal. El invicto de la calma se acaba con “Turtleneck” que es lo más rock and roll que vas a llegar a escuchar a The National, Matt rompe el personaje del hombre que no se inmuta ante nada en esta canción que
el mismo describió como una reacción física a la elección de Donald Trump como presidente electo de los Estados Unidos. Tres minutos de sendos solos de guitarra por parte de los Dessner y Bryan destartalando su batería como pocas veces. Por el realismo que siempre brindaron en sus canciones, a esta banda le es imposible hacer caso omiso a los tiempos extraños que vivimos, donde muchos se van resignando y solo esperan como última esperanza a que la juventud se despierte, a eso hace referencia el título del álbum y a su vez el track final donde se explica esto, dominado por una instrumentación emulando máquinas, Matt en clave spoken-word prácticamente nos deja con un último plot twist antes de despedirse: “I’ll still destroy you someday, sleep well, beast”. Porque hasta los momentos de mayor belleza están sutilmente manchados de una horrible realidad, pero por suerte nos queda The National, especialistas en hacernos lidiar con nuestra realidad.
8/10.
#198 Death from Above / Outrage! Is Now 2017 Ya lo dijeron en uno de los temas de su álbum regreso del 2014: “It’s the same old song, just a different tune”. Este dúo cuyo álbum debut, You’re a Woman, I’m a Machine generó un boom importante entre los chicos cool que querían escuchar cosas pesadas con una inusual ferocidad de garage rock, mucho noise, y el elemento clave que los diferenciaba de todas las otras bandas ruidas, una porción importante de colorido dance punk; están de vuelta con más canciones que no pierden el tiempo para ir al grano, vale la pena celebrar que Jesse Keeler y Sebastien Grainger después de tanto se sigan sintiendo a gusto armando quilombo como unos pendejos que acabaron de terminar el colegio. Esta banda que desde su concepción misma cuenta con solo lo básico para generar todo lo que hacen, siguen desligándose de cosas que no son necesarias
en su propuesta, como por ejemplo que esta vez le quitaron el numerito (1979) que venía atado al nombre de la banda pero que en realidad nadie mencionaba, en The Physical World abandonaron la brutalidad y se pusieron a hacer canciones un poco más trabajadas en cuanto a estructuras, pero era solo un calentamiento tras 10 años de inactividad, ahora bien aceitados y en forma los ponen frente al álbum con el que se sienten más a gusto, siendo más exactos, es la primera vez que el batero Jesse compuso sin imaginarse a cómo reaccionaría un público multitudinario frente a el. Si es que alguien ya no se lo dijo, y si es que llega a leer esto con Google Translator, le informo al señor Keeler que los resultados que conseguirá con este nuevo álbum serán los mismos de siempre: la revuelta misma dentro del pogo, aunque esta vez a menos revoluciones por segundo. El trinomio inicial es un potente shoot de adrenalina, en especial “Caught Up” que te agarra desprevenido con un midtempo acompañado por palmas y unos sexy riffs de Sebastien que funcionarían bien para un lapdance hasta que en su segunda mitad hacen trabajar de golpe al torrente sanguíneo con unos enfurecidos riffs bien al estilo que los caracterizaba en sus inicios. Si ya conocés a DFA, este álbum no tiene nada nuevo para vos, pero no podés quejarte de lo que te están ofreciendo, son 36 minutos de rock para divertirse y ejercitar el cuello de tanto headbanging, con algunos momentos más memorables que otros como “Moonlight” que tiene una línea de guitarra que podía haber sido de ese otro dúo de locos alborotadores conocidos como Lightning Bolt, claro, si es que estos alguna vez se deciden a grabar algo relativamente calmado. Este es uno de esos extraños casos en los que la banda lograr popizar su sonido sin sacrificar la esencia explosiva que los llevó adonde están ahora, dale play a “All I C Is U & Me” que cuenta con una base alt rock medianamente tradicional, pero por los salvajes riffs de Sebastien es imposible confundirlos con nadie. El final con “Holy Books” es cuanto menos impactante con una influencia casi hasta de thrash metal si se quiere, arremeten una declaración que va en contra de las creencias religiosas con riffs más pesados que nunca y un Keeler que revienta su batería a una velocidad tal que probablemente haya requerido de doble bombo y unos cuantos palillos destrozados. pd.: toda banda que se burle del utópico amor hippie de Lennon en la tapa de su disco, tiene mi bendición.
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#199 Mount Kimbie / Love What Survives
2017 Hijos mansos del house y el trip hop, el electro dúo británico conformado por Kai Ocampos y Dominic Maker están haciendo el tipo de música electrónica que no vino para causar espasmos dentro de los festivales, ellos están acá para conseguir una experiencia que resulta más satisfactoria en la mente que en el cuerpo. Con su primer álbum del 2010, el imperdible Crooks & Lovers, se dieron a conocer como las grandes promesas de esa otra parte de la cultura electrónica que tildan como IDM mediante una cruzada suavizante de arreglos acústicos con beats minimalistas; para el segundo álbum del 2013, Cold Spring Fault Less Youth le otorgaron voz y un cuerpo más tonificado a sus instrumentales letárgicos, y ahora volvieron tras 5 años de espera, sumándole más corazón a todo lo que venían haciendo más que bien, su título lo dice todo. ¿Cómo no quedar maravillado con cada una de las fases que vamos recorriendo en esta mini travesía llamada “Blue Train Lines”? Esa premonición inicial con el repiqueteo del platillo que va inflando la atmósfera que va creando junto con los sintetizadores sostenidos y el joven talentoso King Krule que repite el feat con los Kimbie, actualmente con mucha más cancha se lo nota inquieto bajo esa voz rasposa que no coincide con su figura y totalmente impredecible con sus rapeos pasando de una emoción a otra en cuestión de segundos, se toman dos minutos para generar tensión y en el momento oportuno lanzan su metralla de baterías, los sintetizadores estallan por nuestras narices y lo que sostiene a este pedazo de composición es un bajo pulsante. Cuando pilles que la canción en realidad hace referencia al sistema circulatorio, vas a entenderlo todo, el ritmo del track se maneja a la velocidad que bombearía la sangre dentro de un cuerpo en estado de agitación y eso lo hace a mi gusto, no solo el mejor tema de este álbum, sino mi favorito de toda su discografía. Después tenés otros tracks como “Marilyn” que con la ayuda vocal de Micachu, van tejiendo una melodía tan relajante como escuchar el fluir del agua en una fuente, posee además algunas incorporaciones
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instrumentales como xilófonos que se complementan apacibles a la mezcla. Otro de los puntos altísimos del tracklist es “You Look Certain (I’m Not Sure)” en donde se toman la molestia de atravesar hacia el umbral dreampop junto a la cantante francesa Andrea Balency que pone su cuota de seducción a esta joya que me recordó en el mejor de los sentidos a Stereolab. Las apariciones del genial James Blake también fueron hechas a medida del sonido de los Kimbie, mi favorito del par, “How We Got By” es una balada cabizbaja poco convencional que curte del jazz en su apartado instrumental en vivo, ensamblada a unos sintes y reverb brumosos, más la puesta emotiva de Blake semejante a algo de la cosecha de Sampha, hacen de este un final a la altura de lo acontecido, con clase. Aunque la mayor parte del tracklist sea instrumental, Mount Kimbie trajo consigo una evolución un poco más animada y llena de vigor, quedando cada vez más lejos de ese grupo que se podía poner para música de fondo de algún ascensor. Tomo como ejemplo a “Audition” en el que Maker y Ocampos mantienen intacta la esencia de su propuesta digital cercana a Four Tet o Boards of Canada, pero con cada vez más presencia humana cuya representación corpórea acá es ese bajo que parece haber sido afinado y ejecutado por Peter Hook. Ese fantástico momento en el que la electrónica dejó de ser tan electrónica.
8/10. #200 Ariel Pink / Dedicated to Bobby Jameson 2017 Al señor Ariel Rosenberg le pegó mal la muerte de un músico que ni conocía hace poco más de 2 años, se trató de un hombre llamado Bob Jameson que obtuvo mediano éxito a principio de los 60s y que luego de ello su vida cayó en picada abajo, sumido en las drogas y el alcohol, engañado por compañías que se quedaron con las regalías de sus canciones, llegó a vivir como un vago por las calles,
un tipo problemático que generaba noticia por sus ingresos a la cárcel y sus intentos de suicidio más que por su música, en 1985 desapareció de la opinión pública y en más de un par de ocasiones lo dieron por muerto, hasta que aparece de la nada más de 20 años después para contar su versión de los hechos en una serie de posts autobiográficos en un blog donde publicaba periódicamente hasta su deceso en el 2015. Bobby vivió lo suficiente para demostrar cómo la búsqueda de la fama es tan letal como cualquier narcótico que haya utilizado (según sus propias palabras en el encabezado de su blog), este triunfo sin final feliz del que pocos conocen lo sintió tanto Pink que se vio en la necesidad de homenajear a esta figura errante, ni más ni menos que en el título mismo de su nuevo álbum de estudio, el 11° de su carrera, a punto de cumplir 40 se siente reflejado con varias cosas que vivió en carne propia Jameson. Después de haber grabado en estudios de lujo, tres álbumes editados bajo el sello 4AD Records y alcanzado en ese interín el status del rarito con el que todos quieren laburar (estuvo metido en los últimos materiales de Miley Cyrus, The Avalanches, Mild High Club, grabó un EP colaborativo con Weyes Blood, entre otras cosas), firmó esta vez para una compañía discográfica más pequeña (Mexican Summer) y como en los viejos tiempos, volvió a grabar desde la comodidad de su hogar sin presión alguna, lo que si cuando le das toda la libertad creativa a un hombre tan impredecible como este, tené por garantizado que te va a sorprender, para bien o para mal. No hay punto medio con la música de Ariel Pink, o lo odiás por su absurdismo y excentricidad rozando límites inaguantables o lo amás por su valentía e inacabables esfuerzos por colisionar múltiples estilos en un collage lo-fi estupedamente planteado. Las palabras que estás leyendo fueron tipeadas por alguien que pertenece al segundo grupo. Después de esa muestra extensa de versatilidad multicolor y sabiduría pop que fue pom pom, Pink se vino bajo el brazo otro excelso trabajo contenido en 14 tracks de diferentes sabores que lo prueban como un adelantado del pop psicodélico, experimentando como pocos artistas de la actualidad, nuevas maneras de formular instantes pegadizos en la música, recurriendo a patrones rítmicos atípicos, reformulando subgéneros ya conocidos por todos o camuflayando su voz en personajes de lo más llamativos. Una marchante percusión de sintetizadores abre el álbum con “Time To Meet Your God” que la interpreto como una sátira a esa cultura extremista de la yihad que consiste en morir para “estar más cerca de Alá”, el guiño clarísimo es el “Allahu akbar!” que exclama
Pink seguido de explosiones de batería emulando a los hombre-bomba que dicen dicha frase antes de detonarse. A continuación (quizás continuando con el chiste negro de la canción anterior) llega el tema titulado “Feels Like Heaven” cambiando el chip a una balada shoegaze melosa que dan ganas de cantar a los cuatro vientos, un track al que le es imposible negar los rastros de The Cure una vez que los notes. Para tan solo aproximarnos a describir algunas canciones que hace Ariel, creo necesario el invento de algunos términos como lounge-disco por ejemplo, ¿de qué otra manera podría explicar esa ocurrencia que es “Death Patrol”? La tonada que pone acá Pink nunca antes la había hecho, acercándose a la voz soulera de un Bobby Womack en esta placentera pieza funky colmada de relax. Un poco más adelante está la canción dedicada a Jameson que es alegría purificada en lo que sería un remake perfecto del psych-pop sesentoso, nadie podía haberlo hecho mejor y lo digo con total convicción. La extravagancia alcanza a “Time To Live” que en su disonancia esconde inocencia pop en ese mantra optimista que se va repitiendo durante toda la canción. Si hay un momento de cordura en todo este circo, ocurre durante “Another Weekend”, creo que sería la única canción que cumple con la estructura clásica de verso-coro-verso. Ariel evidencia que no solo está para ser un freak, también puede conmocionarnos si se lo propone con esta preciosidad introspectiva en la que su autor se lamenta por el tiempo desperdiciado en excesos, como consecuencia terminaron arruinando su relación (“Every day, about five in the evening I think of all that went wrong, we were once so happy together but not for long”). No tarda en pegar otro volantazo con “Bubblegum Dreams”, tirándose a algo similar a una deformación noise-pop de The Vaselines para que inmediatamente en la siguiente, “Dreamdate Narcissist” acelere el baile con lo que pareciera ser una onda western impulsada por los efectos de la merca. Cuando dicha sensación se disipa, Ariel abre la puerta a la única colaboración en todo el álbum, Dâm-Funk que en “Acting” llena de humareda el ambiente con refinados vientos y un cuidadoso énfasis en la instrumentación que hacen honor al nombre artístico del colaborador. ¿Cómo carajos hacés para que todo lo citado suene coherente dentro de un álbum? Preguntale a Ariel Pink, un científico loco de la música que solo sabe pensar fuera de la caja.
9/10.
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#201 Marcelo Soler / Para Ernesto 2017 Uno de los bateristas más respetados de la escena del rock nacional paraguayo se despega por primera vez de sus tantos proyectos (en su currículum figura haber sido el batero de grupos tan disimiles como Ripe Banana Skins, Kita Pena, Dokma, Pipa Para Tabaco, además de ser productor y sesionista de otro sinfín de bandas) para lanzar un EP que funciona como un homenaje póstumo a su padre Ernesto de quien heredó su gusto por la percusión. En esta media hora de material escuchamos a Marcelo en una nueva arista de su carrera como un ser autónomo que se bate entre el chill out y el smooth jazz, ejercitando no tanto su labor como hombre detrás del bombo como si del hombre frente a la consola del estudio. Desde la introducción espacial con la trompeta y los beats relajantes de “Sábado”, uno ya puede intuir que esto no se parecerá en nada de lo que haya hecho antes Soler, brindando un ambiente de contemplación, en especial durante los tracks meramente instrumentales como el par de interludios y “México” que respira frescura a través de esa producción que guarda ciertos rasgos de Washed Out o sin ir tan lejos, algo de la fábrica del beatmaker local, Mr. Keibel. Además se trajo invitados para dotar de voces a algunas de sus creaciones, el más recurrente de todos es el cantante del grupo fusión Purahéi Soul, Miguel Narváez que aparece en 3 canciones, resaltando “With You” por la suavidad soul otorgada por las voces de Marielis Montañez y Narváez, incluyendo un break con rapeos de Andrés Valdovinos. La versión retrabajada de esta canción a cargo del DJ y productor P. López es la que finaliza este breve pero agradable álbum, poniendo en loop el título del track y adhiriendo una capa más digital de sintetizadores chillwave. La cuota de emotividad lírica cae en el track homónimo donde Narváez sirve de portavoz al mensaje que tiene Soler para su papá, transmitiendo la necesidad de seguir teniéndolo cerca, por cierto, lindo e importante detalle ese fugaz solo de tambores en el medio de la canción, tributo más que evidente a don Ernesto.
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El feat internacional viene de Brasil con el MC Ze Viagem quien ya había colaborado anteriormente con Marcelo en el EP colaborativo Guaraní Rap Samba, el rapai le da cuerpo ragga a “Jupiter Song” sobre una base sideral. Marcelo Soler nos invita a su primer vuelo como piloto de su propia nave que por más personal que sea, posee un sonido universal.
7/10. #202 Foo Fighters / Concrete and Gold 2017 Le quiero mucho a Dave Grohl, un tipo bendecido por el talento y la proactividad que con carisma supo ganarse el trono del rockstar número uno del planeta actualmente, le pique a quien le pique no hay otro showman del mundillo rockeril que esté a su altura y pueda dominar tan bien a las masas como el. Desde Nirvana hasta acá fue acumulando una racha de casi tres décadas de decisiones acertadas en su trayectoria como músico, pero últimamente la materia prima anda flojeando y esto puede deberse más que nada a la grandilocuencia de la banda. Yendo directo al grano, en Concrete and Gold los Foo Fighters fabricaron un álbum de rock que sería el equivalente a un blockbuster de Michael Bay, todo suena con esteroides así como las últimas Tortugas Ninjas, explosiones de aquí para allá con una súper producción que no tarda mucho en aturdir. Dave acudió a Greg Kurstin, un productor nominado decenas de veces a los Grammys por su labor con artistas como Adele, Sia, Ellie Goulding, Lily Allen, Pink, entre otros actos pop. Por lo que veo, el rock vio una oportunidad de volver a cobrar relevancia en productores que nunca antes trataron con algo tan pesado, y eso está más que comprobado que funciona si les sacan provecho, así como fue el reciente caso de Josh Homme quien contrató los servicios de Mark Ronson. Pero lo que diferencia al último de Queens of the Stone Age con esto es
#203 que ellos si se esforzaron en hacer cosas que nunca antes habían hecho, en cambio los Foo suenan como siempre solo que alguien les subió el volumen para que suenen más colosales, a nivel compositivo siento más que nunca una falta de ideas o simple haraganería por parte de Grohl y compañía.
Prophets of Rage / Prophets of Rage 2017
Particularmente me encanta cuando Dave realiza sus gritos monstruosos casi de black metal como los viene haciendo desde “Weenie Beenie”, pero en “La Dee Da” no hace más que saturar toda la mezcla, cosa que no resulta muy gratificante en su descargo como si pasaba en “White Limo”, por ejemplo. “The Sky Is a Neighbourhood” es el pobre intento por hacer un nuevo himno de estadio, un tema que dura 4 minutos pero por la monotonía de su coro parece durar mucho más; en el otro extremo cuando no suenan explosivos se mandan un par de lentas como “Happy Ever After (Zero Hour)” y “Concrete and Gold” pero que tampoco me llegan a provocar algo por lo simples que suenan, parece que todo lo que tenía que haber escuchado en materia de canciones acústicas de Foo Fighters ya las escuché en el segundo disco de In Your Honor, a partir de allí creo que no avanzaron mucho en ese aspecto.
Entre mis tantas metas de vida es meterme a un pogo de Rage Against the Machine, pero lo veo algo distante por ahora con este nuevo proyecto de sus integrantes que continúan su propio camino sin Zach De La Rocha, y se andan juntando con amigos de otras bandas con los que comparten ideales políticos y musicales como lo son Public Enemy y Cypress Hill. La combinación es por demás bombástica en una fusión de rap rock con letras subversivas, ideales para hacer alboroto en tiempos prácticamente distópicos en donde el odio es respaldado por el silencio del mismo presidente de los Estados Unidos ante el reflote de neonazis que ahora llevan la etiqueta un poco más políticamente correcta de supremacistas blancos.
Pensar que hubo unas cuantas colaboraciones interesantes dentro del álbum pero que ni llegan a notarse: Alison Mosshart de The Kills acompaña en “La Dee Da” y “The Sky is a Neighborhood”, sorprendentemente Justin Timberlake hace un par de lalalalas en la heavy blusera “Make It Right”, y hasta Paul McCartney aparece tocando la bata y como segunda voz en “Sunday Rain” donde el baterista Taylor Hawkins toma el liderazgo en el micrófono y no lo hace tan mal.
Este rejunte de músicos es lo más cercano que voy a tener este año de un regreso de RATM y como tal tendría que estar satisfecho, teniendo a Tom Morello tirando sus mejores solos y riffs desde el último de Audioslave que ya datan más de 11 años. Realmente la química entre B-Real y Chuck D es contagiante en casi todo el álbum. Las canciones si bien cumplirán su propósito de movilizar y generar turbas enfurecidas contra el sistema por la forma misma en la que fueron compuestas las canciones, allí es donde radica la única pero fundamental inquietud que tengo con el debut de este supergrupo. Parece que de manera totalmente consciente, usaron de plantilla las canciones de RATM para hacer estos nuevos tracks y lo que terminamos teniendo es un feroz refrito de algo que sonó mucho mejor hace 20 años, desde la manera en que fueron grabadas hasta la interpretación.
De hecho que no todo está tan mal, se salvan de este incendio el poderoso single “Run” que es particularmente el único momento donde la banda suena inmensa con unos versos que te van cargando de adrenalina hasta que terminás estallando en sus coros infernales gritados por Dave que va acompañado de riffs igual de agresivos. Otro par de tracks que van creciendo en cada uno son “Dirty Water” y “Arrows”, canciones que tienen el clásico sello de garantía de la banda, el dominio estupendo de ir de menor a mayor intensidad como en la mayoría de sus más grandes éxitos (“The Pretender”, “All My Life”, “Walk”, larguísimo etcétera). Sonar más fuerte no siempre significa sonar mejor, querido Dave.
5/10.
No voy a negar que el álbum es bien entretenido y me tiene al filo del headbanging en gran parte del mismo, pero no puedo dejar pasar el hecho de que pasó tanto tiempo del último laburo relevante de todos estos artistas juntos y este es el porqué, vienen haciendo lo mismo desde hace años con muy pocas variantes, al punto (como ya lo señalan otros reviews) que ya suenan vencidos. Si este álbum salía a principio del 2000 ya los veía ganándose varios premios MTV con sus temas bien populistas como “Legalize Me” que ni hace falta señalar de qué trata o “Unfuck The World” que es un pedido a unificar
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fuerzas para combatir injusticias, una suerte de “Killing In the Name” 2.0 pero sin la ferocidad de un De La Rocha que tenía la habilidad de traspasarte lo que sentía por las escorias que están en el poder. Al parecer también tenían un listado de problemas que afectan a la sociedad norteamericana y le dedican una canción a cada una: en el funk rock de “Take Me Higher” hablan de los drones espías que pone el gobierno para vigilar a los ciudadanos, laburar como un esclavito del sistema todo el día y que aún así no te alcance para nada es un sentimiento tratado en “Strenght the Numbers”, la brecha gigantesca entre ricos y pobres es abordado en la dinamitante “Living On The 110”, las mentiras de los políticos como pan de cada día dan el batacazo final en “Smashit”, y así entre otras visiones de la realidad, bien disfrazadas de canciones de rock. Si es que voy a centrarme en el mensaje que quisieron dar con estas canciones, porque desde el punto de vista musical, por más divertido que haya sido, no deja de ser un producto carente de originalidad; para ser un álbum de protesta, creo que podrían haber sido un poco más radicales en cuanto al contenido, metiendo bien el dedo en la llaga y no solo quedándose en la superficie de los reclamos (escúchese el álbum de Idles), pero bueno, cada uno con su forma de manifestarse.
6/10. #204 Meridian Brothers / ¿Dónde Estás María?
2017 La cumbia continúa conquistando territorio en todo el mundo mediante el método de la reinvención y este álbum da una idea de hasta qué tan lejos puede llegar un estilo que por casi un siglo estuvo bien arraigado a los del escalafón más bajo de la sociedad, siendo la expresión artística más honesta de los pueblos y a la vez cargada de preconceptos que muchos tragamos como verdades absolutas, en un esfuerzo hipócrita por mostrar superioridad intelectual ante quienes consumen estos ritmos autóctonos de la región.
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Proyectos cafeteros como el súpergrupo Ondatrópica de Mario Galeano, el giro de tuerca pop de los Bomba Estéreo y este unipersonal del extraordinario multiinstrumentista Eblis Alvarez, están posicionando a la cumbia en el primer mundo, reconfigurando paradigmas sociales con un talento inconmensurable. Alvarez, luego de haberse graduado como guitarrista clásico y de jazz en la academia de música de Copenhague, abordó sus conocimientos musicales a un contexto tropical y así nació Meridian Brothers, un proyecto flexible que muta en cada nuevo material, presentando las infinitas maneras que existen de reinterpretar ritmos repetidos de generación en generación que tuvieron como consecuencia, la pérdida de una parte importante del interés de las nuevas audiencias. Para su séptimo álbum de estudio, Alvarez tiene como leitmotiv el uso de un chelo, instrumento que tocó durante toda su vida pero que nunca antes fue utilizada en una producción de Meridian, contribuyendo junto a otros instrumentos una mixtura barroca única. No tengo mucha cumbia encima como para lanzar la siguiente sentencia, pero dudo que exista otro álbum de cumbia como este, de hecho que sería un error calificarlo solo como cumbia, ya que la mayoría de los recursos utilizados en ¿Dónde Está María? pertenecen más al huayno, un género musical de las regiones andinas. Todas estas canciones rompen los esquemas de la música popular de su país pero sin faltar el respeto en ninguna nota, dejando el núcleo del ritmo bien presente y arriba en la mezcla, lo mismo puedo decir del contenido de las letras que en el track homónimo sería como una alabanza a la virgen María que va tornándose cada vez más oscura en el canturreo excéntrico de Alvarez, pero así también a medida que va avanzando la canción, va adquiriendo una fuerza hipnótica notable. De alguna forma u otra, estas canciones suenan alienígenas pero con un feeling bailantero fríamente calculado, no es coincidencia que “Canto Me Levantó” suene a una colaboración entre Café Tacvba y Björk, trayendo la vanguardia a la sensibilidad criolla. El propulsor psicodélico de este exótico material, resplandece en “Estaré Alegre, No Estaré Triste” con unos teclados alucinantes que contagian a los demás elementos orquestales de su rareza melódica, y en mi favorita “Yo Soy Tu Padre, Yo Te Fabriqué”, Eblis encarna a una especie de Victor Frankestein dando vida a un ser femenino al que va narrando retazos indirectos de la historia de la música colombiana, como tributo a dichos orígenes, en un momento dado ocurre un luminoso cambio de ritmo en el que se
desprenden de sus vestiduras avant-garde para unos dos minutos finales de cumbia colombiana pura y dura. El tropicalismo futurista que plantea Meridian Brothers en este álbum es una delicia para los oídos, la cumbia es solo una plataforma que utiliza Alvarez para llevar a cabo sus experimentos de psicodelia pop y quien sabe cuantos otros estilos más que ya no se logran distinguir, siendo una versión postmodernista de leyendas como Gilberto Gil o los Os Mutantes que retorcieron a su antojo las reglas de sus tradiciones para crear algo nuevo y completamente original. Independientemente a que te guste o no la onda, considero que este disco es de obligatoria escucha para cualquiera que guste de algo bien hecho y que no le tema a los cambios. Tranquilo, se llama evolución.
9/10. #205 Princess Nokia / 1992 Deluxe 2017 Lo único que tiene de artificial Destiny Frasqueri es su alias artístico, porque esta chica neoyorkina de descendencia africana y puertorriqueña es lo más auténtico que vas a escuchar en la abarrotada escena del rap, un estilo que se masificó más que nunca en los últimos meses y con tantas propuestas dando vuelta por allí, se puede llegar a complicar la tarea de encontrar talentos que de verdad la estén rompiendo y no sean solo inventos de la industria empujados por ingeniosos juegos marketineros. Si llegaste a Princess Nokia, puedo asegurar que no fue por su figura o por alguna polémica o un hit estúpidamente viral, sino por sus ideales y sus canciones fiestera que abarca lo mejor de la vieja y la nueva escuela del hip hop. El primer álbum de Nokia, una expansión del EP 1992 lanzado el año pasado que ya incluía la mitad de este tracklist es un laburo hecho por amor a sus bases. Así como M.I.A. sacude el piso adhiriendo cultura hindú y protesta interracial al rap y al pop, esta chica hace lo suyo en un mix de comunidades latinas como el taíno y el boricua, hasta el barrio de Harlem caracterizado desde siempre por ser un punto central para los afroamericanos. No solo eso, sino que
también estrecha un fuerte vínculo con la colectividad queer quien la crió desde que tiene 11 y la educaron a ser la mujer que es hoy, sin desinhibiciones de tener ciertos rasgos marimachos como bien los retrata en su pequeño hit incendiario, “Tomboy” donde escupe verdades sobre estereotipos de belleza femenina sobre unos beats funcionando con chasquidos de dedos, motores de vehículos y sirenas noctámbulas. En el manual de procedimientos de cómo inducir al mundo a ser un poco más feminista, sin dudas debe incluir un paso que invite a la apropiación de un pedazo de algo bien arraigado por los hombres como es el Mortal Kombat; Nokia titula una de sus canciones “Kitana”, como una de los personajes del videojuego para simbolizar el empoderamiento de las mujeres, y que son libres de hacer lo que se les dé la gana sin que nadie les diga nada, para este track se valió del grime británico para los instrumentales y posiblemente contenga el coro más pegadizo de todo el material; después tenés otro track como “Brujas” en el que Destiny abraza su diverso linaje tirando referencias de sus ancestros indígenas, los Arawak, además de invocar a la deidad Orisha, porque si hay algo que juega un papel clave en la vida de esta chica ruda es su espiritualidad. Se nota que esta chica estuvo toda su vida alimentándose de toda clase de hip hop y ahora finalmente cuenta con las herramientas para aplicar todo lo escuchado. Así es como se origina del corazón de Brooklyn, canciones como “ABCs of New York” que van dibujando escenas en vivo de las calles de la gran ciudad, tomando prestado samples de colectivos raperos under de los 90s como The Pharcyde o Black Moon, mientras que en “Goth Kid” parece usar una producción de Madlib mientras ella va fraseando lo emo que se siente al acto de no pertenecer, y cómo olvidarse de “Saggy Denim”, un tributo a la relación entre la moda y el hip hop. También se amolda a sonidos más contemporáneos y populares como el trap en “Mine” y “Excellent”, ingeniándose para no ser una más del montón, principalmente con sus fraseos y ad-libs que ya de por sí arman bardo sin necesidad de unos beats reventando en el fondo. Princess Nokia se instala en la conversación con un astuto debut desde donde lo oigas. Quizás muchas la vean como un modelo a seguir y no las culpo, pero creo que el verdadero mensaje que quiere dar ella acá es la de ser vos mismo, sin que te importe un carajo lo demás.
8/10. 201
#208 Godspeed You! Black Emperor / Luciferian Towers 2017 Hablemos de lo avasalladora que puede ser la experiencia de simplemente escuchar música. No solo en la música, sino en el arte mismo, son pocos los exponentes que podemos afirmar que su arte nos estremece a un nivel tan superlativo, al punto que tu vocabulario no le hará justicia, no habrá manera en que puedas describir todo lo que ese despliegue de inspiración te hace sentir. Esta banda de post-rock canadiense volvió a hacer uno de esos discos que te dejan sin aliento y te sobrepasan anímicamente, así como ya lo hicieron en el 2000 con esa hecatombe llamada Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven y sus gratificantes sucesiones del 2012 y 2015. Si es que aún no tenés conocimiento de esta banda y su obra, te estás perdiendo de experiencias que traspasan los límites de la razón, llevando la música a un campo si se quiere hasta teológico. Pues claro, toda cosa que no seamos capaces de explicar, será relacionada tarde o temprano con alguna entidad superior, por más de que no creas en una. Así es como tenemos 4 nuevas piezas instrumentales divididas en 8 tracks por parte de esta imponente agrupación de 9 integrantes más un par de invitados que suman vientos de superioridad al primer acto denominado “Undoing Luciferian Towers”, un track que muy lentamente nos va introduciendo a algo sin precedentes en tamaño y fuerza, a través de una marcha de redobles de batería, violínes y trompetas, GY!BE consigue mantenernos al vilo de la tensión y la conmoción con una melodía en ascenso perseverante, como si fuera la bienvenida pomposa de un dios todopoderoso. En un tono más desolador está “Bosses Hang” que nos recuerda lo conectada que está la banda de su realidad, sin necesidad de mediar palabras teniendo un cantante, ya que según su explicativo, estos 3 tracks están basados en la opresión laboral a la que nos somete un sistema en el que muchos viven precariamente de lo que son buenos a cambio de una paga misera; en la tercera etapa de esta composición hacen un llamado de acción con impetuosas olas de riffs, una más pesada que la otra, golpeándonos
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sin cesar junto a un galopante desplazamiento de los bateristas Aidan Girt y Timothy Herzog. Por su cantidad misma de miembros, parece que esta banda solo le salen hacer las cosas a gran escala, durante el inicio de la segunda mitad “Fam/Famine” logran arremeter con un sonido drone que vendría a representar a los males de este mundo, principalmente el hambre por el título que lleva la canción, y lo que tiene de asombroso este momento es que literalmente da la sensación que algo espantosamente grande nos está tragando a todos, no en vano uno de los calificativos más utilizados para describir a este grupo es apocalíptico. Justamente “Anthem for No State” que es el segmento final de este LP, trata sobre la destrucción de nuestro planeta por desastres naturales provocados por los que la habitan, los primeros dos tracks de este acto en su serenidad son solo el preludio del fin con el que nos amasan en su enardecido final de 8 minutos que empieza con tambores rituales que son silenciados por todo su arsenal de guitarras eléctricas aglutinando todo en una vorágine dantesca, pero que culmina con gracia mediante un acuerdo con los violines y el contrabajo. Como era de esperarse, otro épico viaje sin regreso.
8/10. #207 The Horrors / V 2017 Si hay una banda en el mundo que triunfó por no tenerle miedo a los cambios y poseer la convicción necesaria de cada decisión creativa que hayan tomado son los oscuros provenientes de Essex, The Horrors que en su quinto álbum de estudio hacen otro giro más a su propuesta sonora, abrazando más fuerte que nunca a sus luminosos sintetizadores, trayendo un poco de sus primeros años en los que eran solo unos chicos que querían hacer el mayor ruido posible a través de la distorsión de sus instrumentos. Como ya nos tienen acostumbrados los liderados por Faris Badwan, nos presentan una nueva decena de canciones que salen de lo más oscuro del inconsciente de la forma más deslumbrante posible,
algo así como una fusión entre Strange House y Primary Colours pero en un ámbito más optimista. Apelando a un sonido más retrofuturista que nos recordará a ciertas bandas new wave de finales de los 80s, como bien se nota al principio con “Hologram” en esos helados y contundentes golpes que vamos recibiendo a través de una batería programada, hay una imponente labor de producción para que este track nos haga un transbordo inmediato a un futuro donde la tecnología nos superó y nos hace perder la noción de nuestra existencia. Un track en el que esta distopia es aún más palpable es en “Machine” que con sus violentos beats de carácter industrial nos arrastran a un nuevo universo sónico que podríamos esperar de alguien como Marilyn Manson. En una nota más calmada y dispersa encontramos a “Ghost” que empieza con unos acordes mínimos que terminan derivando en un estruendo digital que se cae de cautivante a la mitad del tema. Algo que The Horrors nunca pierde la oportunidad de hacer es la de generar grandes atmósferas de oscuridad y es algo que se puede sentir en carne propia durante el cierre de “Point of No Reply”, aunque claramente este es otro tipo de oscuridad, tirando más para el synth-pop; y en “Gathering” que sería quizás lo más parecido que hayan tenido de una balada acústica, es interceptada por un inesperado solo de guitarra floydiano, todo esto en lugar de optar por su ya conocida zona de confort en el post-punk. Así como en su álbum anterior, también sentí que habían tracks que sobraban, acá noté que se caía la obra durante “Weighed Down”, “World Below” y “It’s a Good Life”, en el caso de la primera no justificaba su duración de casi 7 minutos, se perdió esa certeza absoluta de que iban a ser temazos monumentales los que sobrepasen la barrera de los 6 minutos con este track que no hace un viaje muy trascendental; mientras que con los otros dos sentía que ya estaban repitiendo recursos mejor utilizados en canciones que vinieron antes. Para fortuna de todos, el álbum culmina de la mejor manera con “Something To Remember By”, abriendo una puerta que ya amagaron abrir en varias ocasiones, un epítome de finura electropop contemporánea que logra erizarnos la piel mientras bailamos poseídos con las luces apagadas. En V, The Horrors rematan las últimas ropas negras que les quedan para comprar más sintetizadores vintage, un cambio que solo a ellos les podía salir bien.
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#208 Moses Sumney / Aromanticism 2017 Tenemos acá otro de esos casos en los que a primera escucha se puede vaticinar claramente el futuro provechoso de un artista nuevo. Las primeras composiciones folkie de Moses, un muchacho de Los Angeles que vivió parte de su infancia en Ghana, llegaron a los oídos de Dave Sitek de Tv On The Radio quien le obsequió un grabador de cuatro canales para que pueda concretar su primer EP, poco después fue contactado por la art-y hermana de Beyoncé, Solange Knowles que se enamoró de la voz de Sumney y lo invitó a cantar en su magnífico álbum, A Seat at the Table, y así de la nada fue ganando más cancha hasta llegar a telonear a artistas de la altura de Sufjan Stevens y James Blake, suficiente currículum como para lanzar finalmente este precioso y recóndito álbum debut, ideado para paliar la soledad de su autor y sus oyentes. El concepto de Aromanticism nace de una noche de desvelo googleando este término que no existe en los diccionarios pero que define la situación sentimental por la que se encontró Moses al momento de componer estas canciones: la incapacidad de experimentar amor romántico. Así que no esperes el típico álbum de canciones lentas que hablan sobre parejas o todo ese encanto del amor más que gastado pero inagotable, este muchacho de voz prodigiosa enfrenta a sus demonios internos como un recordatorio de que estar solo puede ser una experiencia terapéutica para el alma. Teniendo un mood similar al debut de Sampha, Sumney se encuentra inmerso entre el soul, el gospel, el R&B y la electrónica, pero con un trato mucho más refinado que cualquier otro proyecto que se haya escuchado de esa índole este año, tomo de ejemplo a “Plastic” en el que Moses con una interpretación teatral cautivante, va desmenuzando su falsetto en ese mantra que reza “my wings are made of plastic”, entretanto va ingresando una ligera ventisca orquestal que eleva las emociones hasta el cielo. Sumney tiene la voz de un clásico cantautor de vasta experiencia y
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lo que es capaz de transmitir resulta algo insólito para ser su primer disco, siendo su rango de entonación comparable a una Nina Simone o Ella Fitzgerald. Porque una cosa es tener una voz increíble y otra es saber cómo usarla, y es en “Lonely World” donde hace su mejor uso a través de efectos que clonan su canto como si le acompañara un coro completo de iglesia. No caben dudas de que la voz de Moses será lo más elogiado de este álbum, pero tampoco se puede desacreditar el hecho de que no hubiese sido tan atrapante si no estuviera escoltado por una cósmica instrumentación que intercala secciones acústicas y electrónicas a placer, sonando inmensa hasta en los momentos más frágiles como esos sintetizadores astrales que se escuchan en “Doomed”, esa clase de maestría jazz en el piano que finaliza “Quarrel” o la reluciente flauta que forma parte de “Make Out In My Car” donde le bastan dos hilarantes líneas que se van repitiendo a lo largo del track, para resumir el desapego que le tiene Moses al concepto barato del amor (“I’m not tryna go to bed with you, I just wanna make out in my car”). Desafiando con sutileza un preconcepto que se tiene de que la música de carácter romántico solo va dirigido a las parejas, Moses no intenta simpatizar con nadie más que con el mismo, y no por ello podríamos decir que estamos ante un álbum de anti-amor ya que se respira una fragancia amorosa en todo el recorrido, es solo que se trata de amor propio, algo poco común en el ecosistema pop, por fin una novedad entre tanto plástico.
8/10. #209 Morbo & Mambo / Muta 2017 Residentes del bohemio barrio de San Telmo en Argentina, este talentoso grupo humano concentró la fuerza creativa de sus primeros dos álbumes para erigirse casi sin querer queriendo como uno de los principales referentes del afrobeat en la región, pero desde el vamos fueron más que claros que lo que les movía era la experimentación y la intuición, así es como llegamos a Muta, su trabajo más elaborado hasta la fecha y en el que por primera
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vez se desvían de la ruta marcada por la música negra que los caracterizó por casi una década. Mauro Alberelli, Ignacio De Andrés, Maxi Russo, Andrés Ravioli, Mateo y Manu Aguilar amplían sus perspectivas psicodélicas con una fuerte presencia de sintetizadores y la inclusión por vez primera de voces. Este agregado tan especial a su música estuvo a cargo de 3 invitados internacionales de lujo, impensados y tan disimiles entre sí, fluyendo en esta alquimia como una textura más, no como un medio para transmitir un mensaje como bien me lo habían dicho en una nota que les había hecho en el 2012. El primero de ellos es Andrés Nusser, mejor conocido como el que fuera líder y cantante de la ahora extinta sensación del electropop chileno, Astro, quien le toca romper el hielo con “Plan de Vuelo”, el primer track que de entrada parece que Nusser impuso su sonido a los M&M o fue la banda quien se acomodó al cantante prácticamente replicando la onda de su ex proyecto, impulsando frescura dance a través de teclados ochentosos y un Nusser que parafrasea a su poeta compatriota Vicente Huidobro en la letra. El segundo invitado al micrófono es el australiano Nick Allbrook de Pond a quien posiblemente habrán conocido en persona cuando compartieron cartel con su banda en el Music Wins Festival del 2014. Su aparición en forma de ecos espaciales durante “Portal” desbloquea un nuevo nivel de alucinación en el catálogo de los argentos, y pegado a este llega el último invitado en ponerle letra a sus canciones, Santiago Barrionuevo de los cada vez más consagrados, El Mató a un Policía Motorizado llega con su poesía onírica y fantasiosa en “Pomán” que sin problemas podría tratarse de un lado B de La Síntesis O’Konor por ese apego pop que late en sus acordes. A pesar de agradarme estos nuevos feats, el poderío de esta agrupación radica en sus tracks meramente instrumentales que actúan como escapes exóticos de la urbanidad, “Panama” es un excelente ejemplo de cómo enfrentar su nueva cara electrónica con su encanto dub de siempre, aunque es evidente que lo que menos desean acá es repetirse a ellos mismos, probando varios trucos nuevos como darle más preponderancia al bajo en la especie de rendición new wave que es “BS80”, una de sus más sólidas composiciones; o cayendo de pleno a la agitación indie pop en “Jungla” con un apartado de vientos que me hace recordar vagamente a Capital Cities y lo estoy diciendo en el mejor de los sentidos. La ebullición de sintetizadores y su inherente funk llegan al tope en el agrandado track final “XXY” que
en 8 minutos de elegancia pistera, revelan su evolución más grande hasta la fecha con cambios constantes de ritmo encima de un groove fenomenal y la certeza de un futuro próspero mediante la versatilidad. A esta fiesta no vas a querer faltar, la tenida es con camisas floreadas y un casco de astronauta.
8/10. #210 Metz / Strange Peace 2017 Los noisemakers de Toronto regresaron con un tercer álbum bajo la manga aplicando una vez más todos los trucos aprendidos de las bandas que formaron parte del catálogo de Sub Pop Records a principio de los 90s, sonando a Nirvana en un universo paralelo en el que nunca pudieron superar a Bleach. Por lo que me parece la más lógica decisión contratar los servicios de Steve Albini para la producción de su despiadada y tormentosa exhibición de brutalidad post-hardcore/punk. El recibimiento ya es una andanada de riffs maquinarios del guitarrista Alex Edkins que en “Mess of Wires” (como en la totalidad de los tracks de este álbum) sería muy sútil decir que viene acompañado, más bien va siendo perseguido a toda velocidad por la aplastante batería de Hayden Menzies, reforzada por el gravitante bajo de Chris Slorach. A pesar de la corrosión metálica que expiden en canciones distorsionadas como “Cellophane”, uno no tarda en percatarse de cierta armonía escondida que las hace tan pegadizas, no es algo ejecutado solo por el placer de hacer ruido. Si hay algo para reclamar a los Metz esta vez es su nulo avance hacia algo más, siendo su primer álbum lo mejor que hayan hecho, replicado con menor efectividad en el segundo y similar consistencia y fórmula ya conocida de memoria, ofrecen esta tercera con la misma urgencia de Edkins en su voz, siempre grabado en formato lo-fi para mantener el espíritu DIY, ponele, arrojándonos versos de puro enojo contra el mundo, teniendo a la destructiva
“Common Trash” como mejor ejemplo para graficar esta idea fatalista de que ya no queda nada por amar y solo nos queda esperar por la muerte. Cuando uno cree que no podían estar más acelerados, llega “Dig a Hole” que en un minuto despedaza toda posibilidad de encontrar sobrevivientes en el sanguinario mosh, es que todas estas canciones parecerían como si los Metz tuvieran que sacarse toda la mierda que llevan encima lo más pronto que puedan, cada track es como una granada defectuosa que explota por tu cara apenas le sacás el seguro. Hostilidad intensa en un álbum que exige enfrentamiento de cuerpo a cuerpo.
7/10. #211 Rostam / Half-Light
2017 Tal vez sea Ezra Koenig el primer nombre que se te venga a la cabeza cuando te pidan para agradecer a una sola persona por lo que representó Vampire Weekend para el indie rock, si ese es tu caso es porque aún no conocés bien a Rostam Batmaglij que en sus tres álbumes ofició como el arquitecto principal de sus canciones, sin los cimientos de este hombre de descendencia iraní, las composiciones de Ezra quizás no hubieran pasado a segunda base siquiera. Para desmitificar dicha afirmación, seguimos aguardando el nuevo álbum de los VW que sería el primero sin Rostam quien se abrió del grupo para cumplir sus propias metas artísticas como la de grabar este anhelado disco debut en solitario. Aunque Batmanglij ya demostró ser un capo fuera de su proyecto principal, ya sea produciendo para artistas pop (como Solange, Carly Rae Jepsen, Charli XCX, HAIM e incluso Frank Ocean) o grabando álbumes colaborativos con otros músicos (en el 2009 grababa LP de su proyecto electropop Discovery con el cantante de Ra Ra Riot, y el año pasado nomás le bajó una mescolanza doo-wop, soul y country con su amigo Hamilton Leithauser que fue el cantante de The Walkmen), todavía le faltaba mostrarse capaz de bancar un proyecto por su cuenta, no es que le
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faltaba valor a este tipo que salió del closet cuando tenía 26 en un reportaje para la Rolling Stone, de hecho que hace 6 años que anda tirando teasers de este material que refleja la identidad cultural y el puntillismo de una de las mentes que bajo las sombras andan amoldando el pop del siglo XXI. Teniendo como base el sample de un coro clásico de la Inglaterra del siglo XIII, Rostam utiliza su primer cartucho con “Sumer” que empieza casi como un villancico y que en su segunda mitad encuentra la luz con una instrumentación que pareciera una autoreferencia al sonido que tuvo Vampire Weekend en su disco homónimo, para ser más específicos al tema “M79” que cuenta con esos arreglos baroque pop inconfundibles de este grupo. Si lo que más te atraía de VW era su cruzada de afropop con indie rock más marcado en sus primeros dos álbumes, Half-Light es de obligatoria escucha por la magia que recorre por las venas de al menos la mitad del tracklist, siendo las más satisfactorias de la colección: “Bike Dream” por su letra inspirada en un romance jodido, además de sus animados violonchelos siendo opacados por una percusión expansiva, similar a la empleada en “Giving Up The Gun” del álbum Contra, como diciéndonos indirectamente que el estuvo a cargo de las mejores canciones de su ahora ex banda; las otras son “Wood” y “Don’t Let It Get To You”, teniendo la particularidad de ambas que ya fueron estrenadas hace varios años y que cuentan con instrumentos de la India como sus corazones, de la primera un sitar y de la segunda un conjunto de tambores carnavalescos que traen consigo el momento más célebre de todo el álbum. Y cómo olvidarme de “Rudy” que es como si se tratara de un ska interestelar con esa producción que sublima las guitarras y batería programada que van haciendo tiempo hasta que aparecen los maravillosos vientos, convirtiendo esta pieza en un Mardi Gras como ningún otro. El empeño que le pone el todólogo de Rostam a estas canciones se admira con todas sus luces en la oda personal de nombre “Gwan” donde nuestro protagonista va relatando bosquejos de sus experiencias con el amor en la Gran Manzana, pero no está solo, le acompaña un cuarteto de cuerdas que se apodera del estrecho puente final que podía haberse extendido 10 veces más y nadie se hubiese quejado. La conclusión a la que llego después de escuchar este derroche de intelecto musical es que me entró un poco de miedo a cómo pueda sonar el próximo álbum de Vampire Weekend sin el.
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#212 Four Tet / New Energy
2017 Kieran Hebden es uno de los principales responsables de esta era en generar esos preciados momentos en los que la música electrónica se desprende de su función elemental de generar movimiento físico para convertirse en una guía espiritual hacia nuestros adentros. Sus ya casi 20 años de trayectoria bajo el seudónimo de Four Tet le ha llevado a ser considerado como un veterano del IDM y remix tras remix, disco tras disco fue alimentando su renombre como uno de los mejores en esta selecta escena que premia a los sonidos que sepan encontrar el mejor balance entre la empatía y los ritmos más ajenos a este globo terráqueo. Como bien lo indica el título de su noveno álbum de estudio, Kieran renueva energías en cuanto a producción se refiere, abordando una mezcla más viva y vasta de los elementos que vamos escuchando en su hora de duración, aunque esta vez lo haga con un set que no nos resultará ajeno a lo que ya realizó anteriormente, puede notarse una optimización del factor emotivo que traerá gratos recuerdos de su There Is Love In You del 2010 y para complacer a la audiencia house también cuenta con un par de infalibles que podrían haberse filtrado de las sesiones de Pink del 2012. El track que sucede al interludio inicial, “Two Thousand and Seventeen” es un poco de ambos o viéndolo como un vaso medio vacío, no es ni uno de los dos, manipulando arpas electrónicas en esta composición que incita al cuelgue con una base trip hopera lineal, se sabe que Hebden es un avezado de los beats pero cuando trata de ir hacia el ambient puede resultar algo rutinario. Por supuesto que hay excepciones como “You Are Loved” que tiene como principal pieza un drum break loopeado que se va empalmando con una secuencia de xilófonos y efectos varios de máquinas analógicas. Electroacústica en su forma definitiva. Pocos tipos como el te pueden desarmar un tema house como “SW9 9SL” que suene así de pegadizo y profundo al mismo tiempo, como si en el medio de la disco lograras decodificar el significado de la vida a través de unos pases de baile. En un plano
más astral se encuentra el resplandeciente final con “Planet”, haciendo referencia a cualquier planeta menos a este con sus enigmáticos arpegios, gemidos femeninos en reiteración tenaz y sintetizadores lustrosos que tienen como finalidad última la oscilación de caderas. Lo único que quitaría de raíz a New Energy por carecer de algún tipo relevancia son los tracks de un minuto que sirven como interludio, pero que no son más que pausas sin conexión a los tracks a los que vienen pegados. Buen amigo de la psicodelia, Kieran juega con sintetizadores, trompeta y saxofón en uno de los tracks con mayor cantidad de capas sonoras, “Scientists”, y en el otro extremo está “Daughter” cuyo único diferencial es la voz suave de una mujer en constante loop, mientras que el DJ se encarga de aterrizarla sobre un colchón de teclados en el que sería el track más enternecedor de la obra. Sea donde fuere que esté ambientado el universo de este álbum, allí también tienen los mismos sentimientos que nosotros.
7/10. #213 The Killers / Wonderful Wonderful
2017 A mi me gustaría saber lo que pasó por la cabeza de los miembros de The Killers cuando terminaron de grabar este álbum, pasaron por todo un proceso de post-producción, mezcla, masterización y quien sabe qué cosa más, lo escucharon y se tuvieron que convencer entre ellos para decir que es lo más parecido que hicieron a Sam’s Town, el último disco que me gustó de este cuarteto oriundo de Las Vegas que reaparecen luego de 5 años de Battle Born, un álbum del que ni ellos estuvieron conformes con su resultado final. Como podría esperarse de una banda de pop-rock que ya alcanzó el status más alto al que puede aspirar uno, encabezando todo festival en el que hagan presencia y un lleno garantizado adonde sea que vayan a tocar; su nuevo álbum cuenta con una producción que los hace sonar enormes, pero sin material alguno que esté a la altura de sus clásicos, bueno, tal vez un par si, uno de
ellos es “Run for Cover” y no es coincidencia que este sea el mejor tema del álbum ya que fue compuesto en un tiempo en el que la vida de Brandon, Ronnie, Mark y Dave estaba centrada solo para la banda, antes de formar sus familias, mudarse, crecer y esas cosas que implican madurar como personas, la canción es un triunfo a ese olfato que tienen de identificar himnos de estadio. La tenían bien guardada desde hace casi una década y la terminaron con la ayuda de Alex Cameron, un excéntrico compositor australiano que promete dar mucho de qué hablar en un futuro cercano. La otra canción por la que me juego es “Tyson vs. Douglas” que así como todo el álbum ya parece una copia de todo lo que hicieron anteriormente, al menos tiene un background que la hace más que interesante a esta linda pieza power-dreampop por ponerle una etiqueta acorde: Flowers hace analogía a una pelea de boxeo que ocurrió en 1990 en la que un invencible Mike Tyson pierde, Brandon ve morder el polvo a un ídolo de la infancia y teme que alguna vez su familia lo vea así, derrotado. Aparte de esto, tenemos canciones con buenas intenciones y personas expertas ayudándolos a que sus creaciones vuelen alto, como un ninja Mark Knopfler regalando un solo en el poco inspirado track final “Have All The Songs Been Written” que irónicamente hace referencia al bloqueo de escritor que tuvo Brandon durante las sesiones de este álbum; “Some Kind of Love” fue producida por Brian Eno y me van a disculpar pero qué manera de desperdiciarlo, si bien es un tema dedicado a Tana, la esposa de Brandon que sufre de estrés post-traumático, cae en todos los clichés posibles de canción romántica, cayendo melosa en su monotonía. Lo más parecido que encontré a algo nuevo en la fórmula de The Killers fue su single principal “The Man”, haciendo una incursión a la música disco con sample de Kool & The Gang incluido, pero por más de que ame este estilo, no podría decir que les sentó muy bien a estos señores que no lo están logrando. Buscando algo más decente en esta hilera de temas que no pasan del OK, podría destacar la letra de “Out of My Mind” en la que Flowers trata de impresionar a su señora con la ayuda de Springsteen y McCartney, la canción también es agradable pero nada que capte nuestra atención por mucho tiempo. Hay que saber lo que uno puede exigir a una banda, a esta le pido hits y me dejó con las ganas.
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#214 Alex Cameron / Forced Witness 2017 Mirá lo que tenemos por acá, un ingenioso, transgresor, retorcidamente dulce y por sobre todas las cosas, hilarante álbum que lo único que tiene de tradicional es el formato y las estructuras de sus canciones, usando como base el pop rock de los 80s. El responsable de esta obra es un tal Alex Cameron, músico australiano al que Brandon Flowers pidió ayuda para componer algunas canciones del último álbum de The Killers, de hecho que comparten afinidad en la música que realizan ambos proyectos. Es más, a modo de ilustrar rápidamente a qué suena este álbum, les diría que es como uno de los primeros discos de la banda de Las Vegas, pero con un sentido del humor políticamente incorrecto. Solamente juzgándolo por su sonido y enriquecida producción a cargo de Jonathan Rado de Foxygen (que sacaron un disco imperdible a principio de año), Forced Witness ya es un precioso álbum, aunque es en sus letras y el carácter de sus canciones donde superó cualquier expectativa que tenía. Así como Father John Misty, el señor Cameron en complicidad con el saxofonista Roy Molloy hacen canciones que de buenas a primeras parecen inocentes, pero basta con entender sus intenciones de dejar en ridículo a ciertos tipos de personajes que habitan entre nosotros, especialmente en Internet para saber que esto es algo más de lo esperado. Entre estas 10 canciones hallamos canciones tan perturbadoras, graciosas y excelentes como “Studmuffin96” que cuenta en primera persona las fantasías de un tipo que espera a que llegue su amante, hasta allí todo bien, el plot twist llega en el coro donde finalmente se revela que el hombre en realidad está esperando que la chica cumpla la mayoría de edad. El título no se menciona en la canción, pero podemos deducir que hace referencia a un nickname falso que utiliza Alex en un chat, haciéndose pasar por alguien más joven. De los tantos puntos altos que tenemos para resaltar de esta parodia poética, hay uno en el que me es imposible dejar de reír cada vez que la escucho y ocurre en “True Lies” que se centra en las infidelidades en tiempos de Internet y el fenómeno del catfish. Va por el lado de que el protagonista de la canción confiesa que le está corneando a su pareja actual por una mujer que le envía fotos de sus ojos hermosos a través de un chat, lo que
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el man no sabe es que la persona con la que está charlando podría ser cualquiera menos la que dice ser, y es en el verso final donde estallo de risa cuando admite que le chupa un huevo, incluso puede ser un nigeriano (“Even if she’s some Nigerian guy, yeah well you should read the poetry he speaks to me”), haciendo referencia al famoso spam en forma de cadena de mails que solíamos recibir por Hotmail de un africano que supuestamente necesitaba nuestra ayuda y nos pedía para girarle dinero. No está de más decir que es un temazo desde el enfoque musical, aportando emotividad a pesar de tratarse de una joda descomunal. Somos testigos forzados del comportamiento enfermo de los personajes que encarna Alex en este álbum, el primero de todos es un boludo enamorado de una mujer de nombre “Candy May” a pesar que lo maltrata. Amo cómo el chiste pasa por ser una canción de amor súper endulzada, siendo plenamente consciente el que la canta de que está metido en una relación abusiva. Aprecio mucho que le hayan dedicado canciones buenísimas a situaciones de pareja que fuera del chiste son más que reales como “Stranger’s Kiss” en el que Alex y Algen Olsen son un dueto de exs en el que se tiran los trapos sucios sarcásticamente, mientras Roy se manda la parte con su saxo en este agridulce y grandioso tema. Quizás la única canción “seria” sea a la vez la mejor del álbum, “Runnin’ Outta Luck” (escrita en conjunto con Flowers) contiene un coro que mejora el día a cualquiera, teniendo una vibra romántica a lo Daryl Hall & John Oates. Divina comedia aplicada con justicia en grandes canciones vintage es es todo lo que no sabía que le hacia falta a este 2017.
9/10. #215 Kamasi Washington / Harmony of Difference EP 2017 El supremo amo y señor de los vientos, Kamasi Washington ha regresado con otra fascinante aventura de confabulación musica, haciéndonos pasar por todas las emociones posibles, comprometidos a brindar
placer en cada movimiento y variación armónica que va brotando con absoluta fluidez en esta sólida media hora. No tengo más que elogios para este hombre que hace años viene haciendo el trabajo de hormiga para otros músicos, empezando a ganar notoriedad desde su participación en el álbum You’re Dead! de Flying Lotus, al poco tiempo se afilia a su sello Brainfeeder donde le toca colaborar con otro grosso como es Thundercat, su gran salto se dio cuando participó en To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar y unos meses después entrega al mundo uno de los mejores álbumes de jazz de la década, The Epic, un álbum con 3 horas de sobrehumano virtuosismo, un bocado gigantesco pero fácil de tragar por ser extremadamente delicioso para los oídos, haciéndole honor a su nombre. Lo que nos plantea en esta ocasión Kamasi junto a su plantel de sesionistas es un EP de progresión cíclica que termina donde empieza con el mismo patrón rítmico, acortando sus improvisaciones pero con la misma intensa pasión y elegancia que supieron transmitir en The Epic. La primera muestra de cariño es “Desire” que va tomando un impulso de suaves notas de bajo y una tranquilidad ceremoniosa de Washington con su querido saxofón tenor en los primeros dos minutos, construyendo los cimientos de las complejidades que aparecerán en breve, acelerando el ritmo hasta ebullir en la dichosa “Humility” donde la suma de sus partes hacen el amor sin desenfrenos, como si ese fuera el primer break que podía tomarse la banda completa para volverse desquiciados para luego recomponer la compostura de discretos músicos de jazz en “Knowledge”, abarrotado de afrodisiacos solos y avasallantes cambios de ritmo. Otro vital punto a favor que ensalza este nuevo material de Washington es su búsqueda inagotable por alcanzar el punto G con cada una de sus composiciones, sin importar que se aleje de las ramas del jazz como ocurre en “Integrity” que sería su primera incursión hacia la tropicalia y la verdad que no podría quedar más conforme con esta fusión. Porque esa es otra virtud que lo mete en la élite de los mejores de su estilo, sabe a la perfección cómo desarmar la configuración de sus canciones con el poder de las improvisaciones, lo que nos lleva al sublime final de 13 minutos con “Truth” que sería una versión agrandada en todo sentido del track inicial con un coro góspel en
su primera mitad y varios arranques de furia bendita en la percusión, en los teclados, en la orquesta de violines y obviamente en el instrumento de metal de Kamasi al que le exprime el alma y lo deja plasmado en esa sección que va del minuto 5 al 8, allí mismo si le prestamos la debida atención vamos a poder escuchar a alguien que toca el cielo con sus manos, sacándose un ticket anticipado para sentarse al lado de Coltrane, Parker, Kirk, entre otras leyendas inmortales del jazz.
9/10. #216 Protomartyr / Relatives In Descent 2017 Son pocos los que continúan elevando la vara del post-punk en la actualidad, un subgénero opacado por sus antecesores en el que parece que todo ya fue inventado y que en el mejor de los casos, la prensa terminará por tildarte como los nuevos Joy Division. Los últimos en caer en esta comparación vienen de Detroit, una ciudad bastante alejada de la Gran Manchester donde se movían Ian Curtis y otras bandas como The Fall y Wire que son inspiración directa de los Protomartyr que -como leí por ahísuenan como a muchos grandes grupos, pero más que nada, suenan como a ellos mismos y este nuevo álbum es la evidencia que estaban necesitando para ponerse un escalón arriba de sus contemporáneos, luego de 3 álbumes más que brillantes es con Relatives In Descent que se animaron a canalizar sus fuerzas oscuras de una manera menos directa. El track inicial es un buen indicativo a lo que estaremos sometidos durante el resto del álbum, “A Private Understanding” arranca pasivo pero con un repiqueteo seco de batería que nos obliga a meternos en el tenebroso mundo en el que están ubicadas estas canciones, nuestro propio mundo. Las letras del álbum pintan realidad y desconcierto a pesar de no hacer referencias explícitas al actual
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presidente de Estados Unidos, se pueden hacer libres interpretaciones que apuntan a ese detestable ser como la línea que reza “the scholar will be forever poor, gross gold runs headlong to boor” que compara lo invertido en educación con los edificios dorados que erigió el imperio Trump. Lo que realmente distingue a Protomartyr es su curioso cantante Joe Casey que sobrepasa como 10 años de edad al resto de la banda (existe una página de Tumblr dedicada a recopilar las apreciaciones que hace la prensa con respecto a su descolocada imagen y peculiar presencia escénica en los shows), sabe poco o nada de música porque nunca estuvo en otra banda antes, lo que me hace sospechar que quizás esa falta de experiencia de cómo ser un frontman le aporta un carácter especial a estas canciones. Resguardado por una maquinaria instrumental bastante confiable y creativa conformada por el guitarrista y compositor principal Greg Ahee, el bajista Scott Davidson y Alex Leonard en la batería; Casey tiene una libertad total para dar rienda suelta a su poesía en tonada nasal en soberbios temas como “My Children” en el que me da la apariencia de que está dando un discurso motivacional más que cantar, aún más sorprendente es su intervención en “Up The Tower”, la canción es un llamado a derrocar a un rey que fomenta el odio (la referencia es obvia) al que Joe le da un énfasis volcánico cuando repite como un condenado “throw him out”mientras que sus compañeros van destrozando todo a su alrededor con sus impetuosos riffs y aplastantes impactos contra la bata. Esta vez los Protomartyr sacrificaron velocidad por peso, sonando más cargados y densos que nunca, pero también más poéticos y refinados como bien se puede apreciar en “The Chuckler” donde se escuchan unos arreglos de violínes en la mezcla y un Casey que realiza su mejor impresión de Morrissey. En el costado más punk rock del álbum, “Don’t Go To Anacita”, el cantante inventa una ciudad con demasiados policías solo para despotricarlos y advertir que nadie vaya allí. El mejor uso de realismo mágico que se podía dar a un álbum cuyos creadores niegan que sea de tinte político, aunque los tiempos nefastos en los que vivimos nos imposibilita a pensar en otra cosa.
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#217 Liam Gallagher / As You Were 2017 Estas palabras salen luego de saber que Paraguay quedó oficialmente fuera del próximo Mundial, así que muchas ganas de hacer algo más aparte de llorar en posición fetal no hay, además que este álbum no inspira a decir mucho a pesar de alcanzar casi la una hora de duración y luego de reiteradas escuchas a cuotas (porque escucharlo de un solo tirón es toda una proeza), estoy en condiciones de concluir que As You Werees el esfuerzo más Oasis de un Gallagher desde la conclusión de la banda en el 2009. ¿Eso lo hace mejor? Mmm, no precisamente. Están algunas que otras buenas canciones como la enérgica “Wall of Glass” que empieza el LP con el pie derecho, lastimosamente también es lo mejor que tiene para ofrecer sin repetirse una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez en las demás canciones con alguna que otra variación siempre con la pasta a Lennon que lo caracterizó desde sus inicios, más que presente en las lentas. Hay que admitirlo que lo hace bien, aunque sin tomarse un solo riesgo como lo hacía con Beady Eye, no hace más que quedarse en alguien que no quiere ni sabe cómo superar lo que logró en el pasado, cree que no lo necesita y sus fanáticos más leales lo asienten. Una vez más se pone en evidencia lo mucho que le hace falta su hermano que le servía la pelota en arco libre con su genio compositivo para que Liam se luciera con su excelente e intacto registro vocal. Lo bueno es que admite no ser muy compositor y se vino con el productor Greg Kurstin (también produjo el último de Foo Fighters) y Andrew Wyatt que figuran como co-autores en la mayoría de las canciones del álbum, pero solo llenan los zapatos de Noel en un par como la enorme “Come Back to Me” que ya la veo coreada por miles de almas, aunque no me termine de cerrar como una canción genérica que intenta replicar la magia de su banda anterior. Uno de los más alevosos ejemplos de este punto es “Chinatown” que por ciertos fraseos similares no se me sale de la cabeza que se trata de un “Champagne Supernova” acustizado, solo que sin la emotividad impregnada al hit de (What’s The Story) Morning Glory?, o sea, le falta lo más importante.
Comprendo las intenciones de Liam de mantenerse cuadradote en lo que sabe hacer, pero si espera llegar a la cima de las grandes canciones del rock and roll que cita en “You’d Better Run”, creo que tendría que hacer algo distinto, justamente el rock se está quedando en el pasado por gente como él que no prueba cosas nuevas. El tipo va a morir en la suya, como un agrandado diciendo en cada entrevista que después de Oasis no hubo otra banda tan importante, capaz tenga razón hasta cierto punto pero los tiempos cambian y exigen cambios. Animate, incluso hasta en lo más clásico y tradicional podés seguir innovando.
5/10. #218 The World Is A Beautiful Place and I Am No Longer Afraid to Die / Always Foreign 2017 Por ser la primera vez que hablo por acá de una banda a la que muchos consideran emo, vale hacer un par de aclaraciones antes de empezar. Primero que nada, esto no suena a nada de lo que hizo My Chemical Romance o Panic! At the Disco hace una década atrás, esa fue la etapa donde el término fue acuñado por el mainstream pero los rasgos que compartían con los orígenes del género empezaban y terminaban en sus letras. Los pilares de esta banda que lidera la denominada cuarta oleada emo son grupos como American Football, Cap’n Jazz, Modest Mouse en sus inicios y la grandilocuencia sónica del post-rock en sus canciones más extensas y penetrantes. Acá no hay tipos con maquillaje gótico, ni rímel, ciertamente los tópicos de las canciones suelen ser bien tristes, pero tampoco hay nadie que quiera cortarse las venas, solo personas comunes y corrientes dejando un poco de sus vidas en cada canción. Siendo su álbum debut del 2013, Whenever, If Ever uno de los mejores álbumes de este nuevo revival, seguido de un dinámico y expansivo Harmlessness del 2015, este grupo humano no se ahorra nada en su tercer trabajo discográfico, ajustando todo lo que
desplegaron hasta acá con una armonía grandiosa entre sus 7 miembros (sin incluir a los extras que sumaron con trombones, trompetas y violines), este álbum suena a una consagración de años de trabajo donde finalmente afianzaron su sonido, en sus altos y bajos. Es su álbum más pop punk gracias a piezas como “The Future” y “Dillon and Her Son”, vigorosas composiciones que le irían tan bien a unos reformados Sunny Day Real Estate o incluso a unos Blink-182. Es su álbum más emotivo al tener en el tracklist una lacrimógena pieza acústica como “For Robin”, canción enlutada por la pérdida de un amigo muy querido del cantante David Bello, también por “Gram” que aborda lo podrido que está el sistema judicial estadounidense dentro de una bellísima canción en su ley con una sección de vientos ingresando al último minuto. Es su álbum más ambicioso por leguas ya que es la primera vez que se hacen notar como una banda numerosa, fíjense en “Marine Tigers” e “Infinite Steve” y acomódense para disfrutar del verdadero espectáculo que implica el desarrollo de ambas canciones que a su vez son las más prolongadas del álbum, una convulsión de regocijo entre todas sus partes. Quizás se podrían sacar algunas canciones solo para alcanzar el rango de perfección, pero este álbum fue diseñado para escucharse así con sus defectos y todo de pies a cabeza, lo demuestran con los enganches que hay entre un track y otro. Introduciendo elementos clásicos del indie rock al emo, TWIABP se logran superar a ellos mismos una vez más y presiento que lo mejor aún está por llegar.
8/10. #219 Ibeyi / Ash
2017 Llevamos no sé cuántos años de música en la humanidad pero aún así la evolución se sigue dando, naciendo desde el corazón mismo de los pueblos, allí donde sus tradiciones pudieron amigarse con las nuevas tendencias. Las que tienen todo un mundo para cambiar son las hermanas gemelas Naomi Díaz y Lisa Kaindé que arrastran un legado
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procedente de varios lugares al ser descendientes de la cantante Maya Dagnino, su madre francovenezolana y de un padre cubano de raíces africanas que en vida fue uno de los mejores congueros que vio nacer este mundo, Miguel “Angá” Díaz, miembro de Buena Vista Social Club. Ese bagaje histórico de peso pesado salpicado por el soul, el hip hop y la electrónica hacen de Ibeyi (que significa gemelas en dialecto yoruba) una atracción ineludible para los sentidos que en su segundo álbum refuerzan su identidad con la ayuda de muy buena gente. Su primer álbum fue la presentación de todo lo mencionado anteriormente, a eso hay que sumarle la introversión de las hermanas al ser un trabajo dedicado a su papá y a su hermana mayor Yanira que falleció en el 2013. Fue un disco que a pesar de su aura fúnebre, deslumbraba esperanza que finalmente fue materializada en Ash. Empezando por “I Carried This For Years”, el breve preludio hecho con capas y capas de sus voces, el sample de un coro búlgaro por el que estuvieron obsesionadas al momento de componerla y percusiones tribales que se irán alternando en armonía con las máquinas de ritmos que desfilarán más adelante en “Away Away” que sería la esencia misma de las Ibeyi, resumida en una sola canción al incluir empoderamiento en sus letras, una producción envolvente a cargo del productor Richard Russell y un homenaje al dios del volcán, parte de la mitología Yoruba a la que son devotas. Algo que supieron darle a este nuevo disco es sofisticación, cada nuevo elemento que van incorporando a su ADN se siente como una caricia. En “Deathless”, el saxofón de Kamasi Washington las invita al mundillo del jazz en esta canción que nos hace sentir invencibles en su misticismo. La tercera integrante tácita del conjunto es la energía espiritual que sobrevuela en todo lo que escuchamos, “Transmission/Michaelion” es una de las tantas pruebas de este hecho al ser inspirada por Frida Kahlo, encarnada por la madre de ellas quien recita en el intermedio el poema “Pies, para qué los tengo si tengo alas para volar”, a este ritual también se la oye a una de las impulsoras del neo soul en el bajo, Meshell Ndegeocello, y por si eso fuera suficiente, cumplen su sueño de dirigir un coro góspel, intensificando la experiencia. Me gusta que decidieron probar todo lo que iba con ellas y entre eso incluyó hacer un tema 100% en español junto a la rapera Mala Rodríguez, seduciendo con actitud y autotune en “Me Voy”. La tapa del disco no pudo haber estado más acorde a las canciones que la contienen, Naomi y Lisa van formando su sonido
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urbano con retazos del pasado, cerrando ese círculo con “Ash”, el track final que a su vez utiliza la letra de una canción con la que se finalizan las ceremonias Yoruba, por supuesto que con una mirada hacia el futuro en el trato de la voz y los sintetizadores. A partir de acá empiezan a escribir el legado que dejarán.
8/10. #220 Beck / Colors 2017 Si te venden el nuevo álbum de Beck como su obra más animada desde Güero está más que claro que las expectativas crecen automáticamente, a pesar que algunos de sus singles indiquen lo contrario. Los fans de toda la vida de Beck deben estar preparados para escuchar al rubio en su faceta más feliz, blanda y segura haciendo la música más fácil de digerir en toda su carrera, fast food pop rock que se regocija de su simpleza. Después de tantos años de ser el abanderado de los experimentos mejor logrados de la industria, no puedo culparle a uno de mis ídolos de querer divertirse un poco a sus 47 años. En la primera escucha de Colors me pareció lo más horrible que hizo Hansen jamás, ¿en serio este era el mismo loco que hizo Odelay, ese brillante compositor meditativo que aparece con sombrero en la tapa de Morning Phase? A la segunda, un poco más calmado puedo rescatar un par de tracks que aparentemente suenan a más de lo mismo que abunda en los Top 40, pero con detalles que a nadie más que a el se le ocurrirían. A la tercera trate de pensar que no era un álbum de Beck y así fue como pude disfrutar de casi todo el disco, no había que pensar nada, era directa, normal y llana diversión para chicos y grandes. En esencia es un álbum genérico en contenido y ritmos, ya desde el principio con el track que da nombre al álbum te vas a dar cuenta de lo básico de su estructura, no hay nada característico de Beck ni siquiera en las letras, si no fuera porque su voz estuviera allí, este tema podía haber sido uno de
Fall Out Boy o Bastille o alguno de esos grupos que no se los califica como boybands porque los vemos tocando sus instrumentos. Cuando mete guitarras lo hace de la forma más inofensiva posible como en “I’m So Free”, un tema de casi 4 minutos en el que se va repitiendo una sola idea hasta el hartazgo. Beck, creo que a las primeras 700 veces ya entendimos que acá sos un tipo libre y por eso estás haciendo lo que se te canta sin presión alguna. Si hay algo que me está empezando a llamar la atención es que hay un nombre recurrente en los últimos discos de artistas renombrados que parece estar ejerciendo cierta influencia para estandarizar al pop y al rock desde su rol como productor. No quisiera declararlo culpable de esta nueva dirección que tomó Beck, pero sin duda tuvo su importante aporte a la elaboración de la mayoría de las canciones de Colors, me refiero al galardonado Greg Kurstin que ni me acerco a decir que hace mal su trabajo porque gusta a la mayoría por lo visto, por eso anda muy solicitado, por la manera que tiene de simplificar a los artistas con los que trabaja, consiguiendo que tengan un sonido potable para todo tipo de público aunque con ello deban despojarse de sus atributos únicos que tenían… o tal vez solo sea mi imaginación. De los mejorcitos están al frente “No Distraction” y la ya conocida “Dreams” que tiene una casi imperceptible modificación en su mezcla, ambas se destacan por un groove bien funky futurista a los que no podés negarle un pasito y a la segunda sumale que cuenta con un quiebre psicodélico a cargo de una guitarra y sus pedales, logrando algo similar a lo último de Tame Impala. Un solo atisbo del Beck del pasado se divisa en el horizonte y es en “Wow” donde se lo siente raro rapeando como en sus primeros discos sobre una base trap enrarecida, entre otros aderezos de producción que pudieron haber sido fabricados por unos Animal Collective no acreditados. Esa descripción resulta llamativa pero en la práctica no muy cautivante que digamos. Si lo mirás como un vaso medio lleno te resultará entretenido y aplaudirás que Beck nunca se repite a sí mismo; si lo mirás como un vaso medio vacío te resultará fácilmente su peor álbum y abuchearás que este artista en su afán de no repetirse a sí mismo, terminó sonando igual a los demás.
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#221 A. Savage / Thawing Dawn 2017 Por acá tenemos a un hombre simple y tranquilo, de perfil bajo que en el medio del apogeo es el jugador que menos resaltaría en una habitación llena de rockstars, aunque en realidad se tratase de una de las mentes brillantes que todavía nos hacen tener fe en la música hecha con guitarras, Andrew Savage se mantiene en lo suyo desde hace tiempo, iniciando con sus Teenage Cool Kids allá por el 2006 cuando estaba en la facultad, en el medio se divierte formando el dúo Fergus & Geronimo, y más adelante alcanzaría notoriedad internacional al mando de los neoyorkinos desaliñados llamados Parquet Courts con quienes ya lleva editados 4 espléndidos álbumes ruidosos tomando de base el art-rock, la escena no wave, el post-punk con una pizca del lejano Oeste y chistes internos que los dejan como unos idiotas incomprendidos. Entre las andanzas creativas de Andrew y compañía se encuentra el disco Content Nausea del 2014 que lo grabaron como Parkay Quarts, una banda paralela pero con sus mismos integrantes haciendo una tanda de canciones que servirían más como lados B del proyecto original. El tema que cerraba dicho material fue “Uncast Shadow of a Southern Myth”, una pieza de 6 minutos lentos de dulce Americana que mostraban una faceta pocas veces escuchada de Savage como un gran crooner y compositor que podía ofrecer algo más que pogos. Por esa misma senda artística se mueve su primer álbum solista Thawing Dawn, presentando madurez y el foco central hacia sus palabras más que a los sonidos que pueda llegar a sacarle a su guitarra. Como cantautor, a Savage se lo nota como todo un experimentado, hasta parecería que estaba esperando este momento hace bastante tiempo, sacando algún que otro truco del manual de Leonard Cohen en la paciente “Ladies from Houston” o en “Wild, Wild, Wild Horses” que nos invita a bajar todos los cambios posibles con su tempo glacial marcado apenas por lo que parecería una
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manecilla de reloj, nunca lo escuchamos tan relajado y enamorado como acá. Grabado con miembros de bandas amigas como Woods, EZTV y Psychic TV, este hombre admite querer emular el sonido de una comunidad con un toque campestre en las cuerdas de ciertas canciones como “Indian Style” y aún más evidente en “Winter In The South” donde sus acordes nos llevan a cabalgar como cowboys. No voy a negar que mis momentos favoritos del álbum están bien relacionados a las fenomenales distorsiones características de Parquet Courts, como la que penetra sin advertencia en la marcha de “What Do I Do”, esos ruidos purificadores contagian drama a la voz de Andrew que va acompañado por una miniorquesta de vientos disipada por el caos. Llegando la hora del cierre nos topamos con el track homónimo que resulta ser una canción partida en tres momentos bien distintos, primero como una balada, entrelazada por un apartado country hasta que en el último minuto, un teclado de impronta a lo The Doors se manda una alegre melodía pop, todo este popurrí es solo una muestra más de la destreza compositiva que aún no hemos escuchado por completo de un artista reservado que esta vez se abrió más que nunca.
7/10. #222 Cut Copy / Haiku from Zero 2017 Absorbiendo la efervescencia tropical por completo en su quinto álbum de estudio, los experimentados del dance rock provenientes de Melbourne se niegan a bajar la intensidad de la fiesta que ellos mismos empezaron hace más de una década, ofreciendo una amplia gama de beats electropop con el impulso humano de toda una banda y las emociones reales que no te puede ofrecer ningún DJ con laptop. Los Cut Copy son los grandes sobrevivientes de esa oleada de grupos
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dance rock que nos azotó con gusto a finales del ‘00s (The Rapture y Klaxons ya fueron, LCD Soundsystem se fue y volvió) y este álbum explica cómo lo hicieron: reinventándose una vez más, tomando extractos de lo que está pegando para adherirlo a su composición única de ritmos que van del new wave al house, esta vez centrados a evocar frescura. “Standing in the Middle of the Field” con su percusión intermitente de xilófonos y drum pads son la cálida bienvenida a un track que se va expandiendo plácidamente hacia locaciones épicas con vista al mar; hasta las letras de Dan Whitford se meten en el contexto cantando en una parte “Find love, lying on the shore. Drifting out to sea, lost forever more”. Aún con más alegría y movimiento cae más adelante “Airborne”, el principal single de este álbum que empieza con una onda súper cool de disco-pop que tiene la fuerza imparable de un hit que se convence a sí mismo en los coros repitiendo “That don’t stop me!”. Algo que aprendieron muy bien estos aussies en todo el tiempo que llevan juntos es cómo mantener las cosas interesantes durantes sus discos, tal vez hayan varios tracks que no ofrezcan nada nuevo en el horizonte, pero por lo menos traen consigo diversión que jamás defrauda como es el caso de “Counting Down” o “Living Upside Down” por ejemplo, donde se hacen presentes batería, bajo y guitarra grabadas en directo, conjugándose con unos luminosos sintetizadores, obteniendo un sonido imposible de confundir con otra banda afín a sus intenciones. No será el mejor álbum de Cut Copy, pero es probable que si sea el más bailable y eso es todo lo que necesitás saber para disfrutarlo y seguir teniéndolos como abanderados de playlist fiestero habido y por haber.
7/10. #223 King Krule / The Ooz 2017 Esta es la voz de la maduración, el trabajo de alguien que ni necesita demostrar que su excelente primer álbum, 6 Feet Beneath the Moon no fue solo la casualidad de un nene de 19 que le gustaba el jazz, la música de un tipo que parece tener la voz y las habilidades de un genio veterano que tardó años en perfeccionar su estilo. El nacido con el nombre de
Archy Marshall es un pelirrojo londinense que ya en su segundo disco se destaca como uno de los mejores compositores de su generación, una afirmación muy fuerte de realizar pero de la que me hago cargo, solo hace falta hacer una pasada rápida a su catálogo para llegar a la misma conclusión: King Krule es un bendecido y lo mejor es que aún no sabemos hasta donde es capaz de llegar. The Ooz es una extendida ponencia de originalidad en canciones que intercalan la suciedad y oscuridad del rockabilly en canciones magistralmente ejecutadas como “Dum Surfer”, “Vidual” y “Half Man Half Shark” donde Archy toma prestada la personalidad ecléctica de Alan Vega, el ambiente zombie de The Cramps y la monotonía lo-fi de su amigo Alex Zhang de Dirty Beaches. Ojo, esta ha de ser la primera vez que no utilizo la palabra “monotonía” como un despectivo, ya que Krule -como pocos- sabe jugar con los loops que le puede llegar a ofrecer una máquina de ritmos.
confesión donde se lo oye claramente quebrado. Si hay algo que puedo objetar de este álbum es más que nada su duración y que no todas las canciones mantienen el mismo nivel de atracción, sin duda un álbum que requiere estar en un mood específico para apreciar cada una de sus esquinas, y por más de que lo hayas escuchado un montón de veces, es probable que le sigas encontrando cosas nuevas para admirar. Al preciso instante de redactar esto, recién noto la enorme fuerza emotiva que carga la voz de Marshall en el track homónimo, por ejemplo. King Krule nos invita en The Ooz a ingresar a una odisea nostálgica como si fuera una película noir, manteniendo una pureza e impresionismo que lo hacen único en su especie. Sinceramente, este man no tiene competencia.
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Ocurren muchas cosas durante estos 19 tracks distribuidos en poco más de una hora, es un bocado al que debes darle tiempo para procesarlo, como si se tratase de tu comida favorita y la degustás lentamente porque no querés que se acabe. Krule impresiona por la manera en que sus influencias terminan apareciendo en la música que hace, uno escucha la trip-hopera canción con la que abre el álbum, “Biscuit Town” y se te puede venir un Tom Waits como su principal inspiración, pero ni se te va a pasar por la cabeza decir que lo está copiando, más bien adapta a las necesidades que requiere Krule para interpretarse a sí mismo. Cuando reina la calma, el mago de Ooz nos lleva de la mano a la densidad de su subconsciente y su obsesión por la luna y la soledad en una noche lluviosa como se da en “Sublunary”, el exquisito cierre con “La Lune” y la apasionante “Lonely Blue” que me lo puedo imaginar a Krule tocándola solo en un bar vacío y mugriento, solo una estela de luz saliendo de la ventana lo acompaña en esta íntima
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St. Vincen MASSEDUCTIO En su nueva aventura discográfica, la señorita Annie Clark continúa su transformación como una de las extraterrestres más talentosas de la industria musical, pero al mismo tiempo mostrando una sorpresiva empatía que caracterizaba a sus primeros trabajos. Si querés escuchar un álbum pop aventurado, colorido y con sentimiento que no se parezca a nada de lo que pudiste haber escuchado últimamente, contá siempre con St. Vincent que disco tras disco va alejándose cada vez más de los convencionalismos del pop y del rock, afinando su talento como compositora y guitarrista, las etiquetas le van quedando cada vez más cortas. Si en su último álbum, el homónimo del 2015 fue la líder de un culto del futuro, esta vez es -según sus propias palabras- una dominatrix en un manicomio, destacando su sensualidad de la forma más surreal que se le ocurra, así la escuchamos en los coros de “Masseduction” que suena a un “Vogue” de Madonna, viniendo de un futuro distópico en el que Annie se convirtió en un androide programado para la lascivia colectiva. La producción futurística de Jack Antonoff en los beats le dan el ritmo mecánico a esta canción hecha para bailarla con el pasito de robot, una onda que prosperará en la mitad del álbum. Su as bajo la manga, su “Cruel” y “Digital Witness” de este álbum vendría a ser a mi parecer, “Pills” que nació de un breve periodo oscuro en la vida de Clark
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en el que necesitaba tomar pastillas para dormir. La canción en una primera instancia parece recrear una fantasía hecha jingle de farmacia con potentes sintetizadores y sus veloces riffs de guitarra que nos desembocan al climax de la canción en el coro ubicado a la mitad del trayecto y en el que recibe ayuda de las voces de su ex Cara Delevigne (a la que tira varias indirectas a lo largo del álbum) y de Jenny Lewis; llegando a la segunda parte, el track baja de revoluciones y en esa cae Kamasi Washington con un pequeño solo de saxo casi imperceptible entre tantos efectos especiales. Otro de los aciertos de esta nueva producción de la discípula favorita de David Byrne es la agitadora de masas, “Sugarboy” con un ritmo que me animo a titularlo como pop industrial inspirado en los 80s. Cuando me refería más arriba a si querían escuchar algo diferente, me refería específicamente a esta canción que le sobra extravagancia y un don para componer los versos más inesperadamente pegadizos de nuestra era. En esa misma racha de salvajismo con glamour, prosigue “Los Ageless” donde encuentra una vía para descargar su enojo por la pérdida de un ser querido en un banger fabricado a media máquina.
nt / ASSEDUCTION
2017
Sin embargo, ocurre algo en la segunda mitad del álbum que hasta el momento en que escribo estas palabras, no lo está logrando conmigo desafortunadamente. Es como que a partir de allí, las ganas por hacer algo diferente se disiparon en Annie, como si hubiera perdido las esperanzas y trata de buscar consuelo, retomando su lado más empático como en el single “New York” y también en “Slow Disco”, ambas preciosas baladas de contenido lacrimógeno con arreglos de violines y coros que complementan la experiencia cinemática. Pero en el resto de las canciones no mencionadas, hay una ligera falta de innovación y corazón, consiguiendo que un par de tracks suenen insípidos por más que sigan la narrativa sonora del álbum. A pesar de cualquier desliz de Annie, este álbum se deja querer por sus características únicas y alimenta la identidad de una genia del art pop.
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#225 Daphni / Joli Mai 2017 Antes de hacerse famoso en los circuitos de música independiente con su proyecto de electro psicodélico conocido como Caribou, el señor Dan Snaith acostumbraba a pasar sus propios mixes en clubes nocturnos, una vida que dejó de lado para girar con su banda por todo el mundo. La añoranza por esos tiempos nunca se fue, y para ello tiene su alias de Daphni en el que es feliz mezclando samples y beats enfocados en hacer una alta joda sin muchas complejidades, inspirado en el techno y el house que la rompía en los 90s, época en la que Dan todavía tenía la misma edad que los asistentes de fiestas electrónica, ahora se ve como el tío con más onda del boliche. De hecho que este segundo material de estudio que saca bajo el nombre Daphni, salió de mezclar en vivo una noche, la mayor parte de lo que se escucha en Joli Mai es la improvisación in situ de Dan pasando sus propias creaciones para la serie de compilados Fabriclive, una iniciativa del club nocturno Fabric que convoca mensualmente a DJs para hacer mixes propios que luego son editados para su compra. Dan no se tomó este laburo a la ligera y armó toda una nueva colección de tracks para esta serie, por lo que terminó siendo un nuevo álbum más que un simple DJ mix. Por su naturaleza de recrear un set en vivo, este nuevo material es mucho más inmediato que Jiaolong, el primer y único álbum que había hecho de Daphni en el 2012, y eso por supuesto que acarrea sus pros y contras. Vamos por lo malo para luego terminar pum para arriba (?): sonará de lo más ridículo querer criticar a la música electrónica por ser muy repetitiva siendo que es su columna cerebral, pero lo que pasa con una cantidad importante de tracks acá como “Vikram” o “Face to Face” es que su extensión no justifica su progresión y llega a ser demasiado tedioso escuchar el loop de una simple idea durante más de 5 minutos, no hay un bassdrop o algo que quiebre la linealidad de estas composiciones. Después está el factor de relevancia que carece este material porque relativamente suena a algo que ya pasó de moda
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hace mucho tiempo, no digo que eso le quita lo disfrutable, pero me resulta algo flojo creativamente querer hacer techno de los 90s sin darle una vuelta un poco más actual o al menos darle un sabor diferente. Ahora, lo que tiene de bueno Joli Mai es que transmite la euforia y los trances de un set en vivo, con especial énfasis en este tridente consecutivo conformado por “Hey Drum”, “Medellin” y “Joli Mai” al que se le van añadiendo más y más capas de samples hasta convertirse en bolas de lisergia ácida listas para hacernos sudar, canalizando a una Crystal Waters cuando se empiezan a filtrar vocales femeninas. No es un álbum que da para analizarlo demasiado sabiendo la función que debe cumplir, como dicen los Chemical Brothers: “don’t think, just let it go”.
6/10. #226 Courtney Barnett & Kurt Vile / Lotta Sea Lice 2017 Esta es una de esas lindas coincidencias que nos da la vida de vez en cuando. Dos artistas que querés mucho, también se quieren entre ellos, se conocen, se llevan bien, congenian y crean algo nuevo, juntos. Las posibilidades para que todo eso pase han de ser de 1 en 1000.000.000 apróximadamente, y aunque todo eso llegue a pasar, no podremos saber con certeza si valdrá realmente la pena hasta que escuchemos el resultado final. Allí, en esa minúscula vitrina invisible reservada para todos los que logran reunir esos requisitos acaban de ingresar la australiana maravilla, Courtney Barnett y el extraño de pelo largo, Kurt Vile. Este álbum lo venían armando hace unos años mientras giraban por el mundo, un proyecto nacido del aprecio mutuo entre dos figuras esenciales del indie rock actual que surge de forma natural, nada muy intricado pero tampoco muy simple, son solo ellos pasándola bien haciendo lo que más les gusta, rescatando canciones propias que quedaron estancadas en el pasado,
#227 reversionándose mutuamente, en pose de relajados aunque siendo conscientes que este nuevo bebé llevará sus nombres en la tapa y que cada uno tiene reputaciones discográficas que cuidar. Cualquier duda de lo que podía llegar a salir de este dueto se disipa ya desde el principio con la sensacional “Over Everything” que empieza como una mundana canción folk que habla sobre las cosas buenas que nos rodean y más adelante va adquiriendo musculatura instrumental, intercalándose llanuras estrechas de riffs y solos, dejando en claro que la química entre ellos está presente en todas las partes de su composición y que la visión que comparten es bastante similar. Eso plasmado en la música que realizan, no son más que emociones garantizadas. La balanza de personalidades está en perfecto equilibrio, ambos se turnan los roles en cantidades exactas, lo cual hace misión imposible determinar donde empieza y termina el trabajo de cada uno, aunque eso si, la totalidad de las melodías nos remiten al country, al folk y la americana, estilos más asociados con Kurt, aunque Courtney tampoco está muy alejada de la onda y se puede notar en “Fear Is Like a Forest” donde le mete electricidad a la interpretación. A Kurt le deja que se encargue de la calma haciendo su versión de un tema incluido en uno de los primeros EPs de Courtney, mientras que ella hace lo mismo sacando su lado más Crazy Horse con “Peepin’ Tom”, una canción que vino en el discazo Smoke Ring for My Halo de Kurt; ambos covers no se alejan mucho de las originales que de por sí están buenas, pero en donde se lucen como equipo es en las canciones creadas exclusivamente para Lotta Sea Lice como la reposada folkie “Continental Breakfast” donde le cantan a las amistades que hicieron alrededor del mundo, y otra favorita de la partida es “Blue Cheese” en la que Kurt se cuelga un banjo personalizado y una armónica para la canción más ridículamente feliz del álbum. Entre tanta mierda que andamos presenciando todos los días, el dueto de Courtney y Kurt es como un oasis en el desierto, allí nos ofrecen la depuración de nuestras almas, valiéndose de sus guitarras amistosas y letras repletas de buenas vibraciones. Es algo muy tentador.
7/10.
William Patrick Corgan / Ogilala 2017 Mientras venía componiendo el nuevo álbum de los Smashing Pumpkins, el enigmático pelado Billy Corgan se cansa de lo que estaba haciendo allí y le pone pausa para embarcarse en un álbum que firmará con su nombre, resulta algo irónico decir que es un álbum solista, sabiendo que su proyecto principal es básicamente otro emprendimiento solista de él desde hace varios años, quedando como el único miembro original de la banda desde hace casi dos décadas. Pero esta vez es diferente, a sus 50 años renace artísticamente con el nombre que le vio nacer y lo hace con un álbum sencillo, nada de baterías, solo el, un piano, un juego de guitarras criollas y un conjunto de sesionistas que aportan las propiedades orquestales. Los únicos que tuvieron permitida la entrada a su nueva creación fueron el productor Rick Rubin y su viejo amigo y fundador de los Smashing, el guitarrista James Iha con quien hizo las paces después de tanto tiempo de tirarse pestes. Es como medio extraño escucharlo a Bil… digo, William haciendo este tipo de canciones, pero tampoco sorprende. El álbum es decente pero sin nada que pueda destacarse demasiado y decir que estamos ante una eminencia de las baladas que por fin la pegó después de tantos intentos fallidos. Hay mucho carácter y un exceso de melodrama en todos los frentes como en “Zowie”, un tributo indirecto a Bowie, además de “The Spaniards” que es algo demasiado simple viniendo de Corgan, solo la producción y los arreglos vienen a salvarlo en la mayoría de los temas que están a un paso del tedio. La única canción que me conmovió fue “Processional”, coincidencia o no fue la única en la que participa Iha con su guitarra a un Corgan cuya voz es consumida por su poesía, a la par de un piano que va tintineando en cada verso. También tenemos otras sobresalientes como “Half-Life of an Autodidact” que tiene una de las intervenciones más interesantes de la orquesta de cuerdas que lo acompañan. Ahora, las demás canciones me sonaron muy lineales unas de otras, están bien realizadas y no podría decir
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que haya algo malo entre ellas aparte de sonar súper convencionales, sin ganas de salirse del promedio, llegando a ser canciones emocionales que no causan emoción alguna en su mayoría. Corgan, sé que sos un autoproclamado tipo raro y que los genios como vos a veces tienen este tipo de salidas, pero amigo, date cuenta que nos estás aburriendo un poco.
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#228 Rapsody / Laila’s Dream 2017 Este si que es un álbum importante y viene por cortesía de una artista que hasta antes de este material, no me había llamado la atención en absoluto solo por formar parte de algún que otro feat con Kendrick Lamar y Anderson .Paak, craso error el que solemos tener de ignorar a alguien solo por no tener un nombre bien colocado en la industria. Rapsody firma una obra imperdible de góspel y jazz rap en tiempos donde duele creer que los supremacistas blancos siguen ganando adeptos en países civilizados como Estados Unidos; simpatizando por la misma línea ideológica y musical de grandes álbumes clave del empoderamiento afroamericano como lo fueron Things Fall Apart de The Roots o los más recientes, To Pimp a Butterfly de Kendrick y Lemonade de Beyoncé. Marlanna Evans se enfunda en la piel de Rapsody para hacer esta obra maestra que va dedicada a su abuela Laila quien siempre le dijo que le lleve flores adonde vaya, una metáfora de sabiduría que se refería a esparcir el amor por doquier, y la mejor manera que encontró Rapsody de hacerlo es a través de su música. Pude hacer una pasada rápida por una parte de sus anteriores trabajos y si bien hay mucho para resaltar de lo que ya hizo, es clarísimo que nada le llega al nivel de ambición que tiene en Laila’s Dream desde la producción (a cargo de 9th Wonder que se lució con cada track) hasta su concepto mismo, abordando temas que la tocan muy
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de cerca como mujer en una escena tan misógina e hiriente como puede llegar a ser el hip-hop, como en “Black & Ugly” por ejemplo en la cual se la banca que la digan fea y va un poco más hacia el tema de fondo, cuestionándose lo que entendemos por belleza, algo ya instalado en nuestra sociedad superficial. Los fraseos de Rapsody durante todo el álbum son apabullantes, te dejan sin respiro y con mucho para procesar gracias a sus ingeniosos juegos de palabras, comparaciones y más que nada, llegando a un siguiente nivel en la escala de MCs por la velocidad en la que pronuncia sus rimas, en “You Should Know” llega a instancias en las que es muy difícil seguirle el paso. Desde la intro con el track homónimo se muestra confiada en sus habilidades, comparada al resto de la competencia (“You gon be the difference between McDonald’s, Burger King and Whole Foods”) y que no necesita atención mediática para llegar a ser tan grande como lo fue en su momento Jay-Z, el hombre que la contactó para editar este álbum en su sello Roc Nation (“Do your thang and slip thru em they ain’t gon have no clue. You won’t need no toll booths, they’ll pay attention, Hov do”). Algo que suma a la excelencia de este álbum es que todos los invitados que aparecen en el, nos dejan con la mejor impresión posible de cada uno, quizás contagiados por el empeño puesto por Rapsody para hacer algo realmente significativo. El primero en esa lista es Kendrick que jamás defrauda y menos aún cuando se trata de rapear sobre el poder y todo lo que esa palabra engloba, en “Power”, K-Dot se encuentra en su salsa criticando una problemática social desde todas las aristas que le tocó vivir, ya sea en las pandillas de su querida Compton como codeándose con celebridades en la alfombra roja de premiaciones. BJ The Chicago Kid y Anderson .Paak colaboran en un par de temas cada uno, dando la cuota de soul satisfactorio en sus voces, y en el caso del último merece una mención especial por la repartición de onda en “OooWee”, expandiendo el universo que presentó en su disco Malibu. Otro monstruo que intenta robarse el protagonismo de Rapsody al menos por unos segundos es Busta Rhymes en la ya mencionada “You Should Know” que en sus últimos versos aparece parodiando el tono de voz de Barry White, hilarante y muy listo. Todo salió bien en este álbum que se deja disfrutar por su versatilidad. Tenemos temas que parecen haber sido trabajados por J Dilla (“Chrome (Like Ooh)”), algunos que emulan el sonido sureño semejante a lo que hacían Outkast y Missy Elliot a finales de los 90s (“Pay Up” y “Ridin’”), y otros de estírpe bien jazzera que dan para compararlas sanamente con
TPAB de Kendrick, ya sea por ser canciones donde se recrean escenas y las transiciones van tejiendo bosquejos de una historia mucho más amplia como pasa en “U Used 2 Love Me” y pegado a este llega la exquisita “Knock On My Door”. Encima se despide de nosotros con un final muy fuerte como lo es “Jesus Coming”, el tema del que canta no es nada nuevo, cómo los jóvenes de las comunidades negras se matan entre ellos por boludeces, pero las palabras de Rapsody duelen por exponer la cruda realidad como si exprimiera limón por una herida abierta. La hace aún más emotiva la voz de un cantante de góspel no muy conocido en los 70s, Otis G. Johnson que nos repite a cada rato “it’s time to go”, y que va cobrando más fuerza con cada verso de la MC, revelándose de a poco como un homenaje a todos los que no pudieron volver a sus hogares por culpa de la violencia injustificada. Desde ya me vuelvo soldado de Rapsody y espero que pueda alcanzar a un público masivo con este fantástico álbum, y más importante aún para la humanidad, que sus mensajes lleguen a las personas indicadas.
9/10.
#229 Marilyn Manson / Heaven Upside Down 2017 El incitador por excelencia llegó a su álbum número 10 en una época muy extraña en la que la realidad supera a cualquier ficción que pueda llegar a narrar este astuto sujeto que continúa tan frontal y visceral como en sus inicios, pero ya sin el impacto sociocultural que lo convirtió en el enemigo número 1 de las sociedades conservadoras. Para los que aún le siguen los pasos del reverendo, sabrán que su calidad como músico sigue intachable, a pesar que no varió demasiado en todo este tiempo, supo madurar su fórmula contestataria, llevándola a nuevas latitudes mucho más personales y políticas, acercándonos más que nunca a Brian Warner,
la persona que está detrás de ese personaje que lo devoró por completo hace más de 20 años. Las mejores canciones de este álbum, indefectiblemente son las más brutales y a la vez las más pegadizas, increíblemente Manson sigue sacándole el jugo al rock industrial que el mismo perfeccionó y llevó hasta el mainstream a finales de los 90s con álbumes del calibre de Antichrist Superstar y Mechanical Animals, hasta diría que “Revelation #12”, así como “We Know Where You Fucking Live” y “SAY10” parecen grabaciones de esas mismas épocas de odio, primero que nada gracias a la producción e instrumentación a cargo de Tyler Bates que se lleva la mitad del crédito y la otra mitad la pone esa personalidad maligna de Manson, un diablo en traje que urge pintar de rojo la ciudad con la sangre de turistas en el track que abre la función y luego se pone glamoroso en “Tattooed In Reverse”, pisando beats maquinales mientras pela el dedo del medio a su blanco favorito, los religiosos que justifican su odio interpretando la Biblia a su manera (“So fuck your bible and your Babel, I made this psalm into my dirty bomb”). En “We Know Where You Fucking Live”, Manson está demencial como nos encanta, destripándose en los coros de una canción que nos pinta la realidad distópica que se vive en los Estados Unidos de Trump, un lugar de tinieblas en el que podés morir en cualquier momento por culpa de un maniático con armas. La ira de la canción le hace justicia al tema que trata. Luego está mi canción preferida, “SAY10” en la que el controversial cantante maneja con total dominio la calma y la tensión, logrando de paso su coro más adictivo en años (el último habrá sido “Heart-Shaped Glasses” del que ya datan 10 años) con la complicidad de Satán. A partir de allí como que se van ablandando un poco las cosas, empezando con “KILL4ME” que es una pieza de buen pop rock liderado por sintetizadores amenazantes, luego llega el tema de mayor escala, “Saturnalia” que cuesta creer que dura 8 minutos por el dinamismo desparramado en toda su extensión. El propio Manson afirma que este álbum tiene una narrativa de película, por lo que se entiende que su desenlace esté conformado por canciones más contemplativas, de esas que se pasan en los créditos de un blockbuster que no tuvo precisamente un final feliz. Así es como la música de Manson pasó de ser un escape a la realidad, a ser la realidad misma. Qué miedo, ¿verdad?
7/10. 221
#230 Chelsea Wolfe / Hiss Spun 2017 Hundida por completo en el abismo, Chelsea Wolfe combate a sus demonios internos en las canciones más pesadas que haya compuesto jamás, abandonando su esencia folk para transformarse en una sacerdotisa del doom metal, una criatura salida de las tinieblas como la que personifica en la tapa de este álbum que te arrastra sin compasión a un mar de penas. Chelsea se trajo consigo, una serie de riffs bestiales que causan pavor en la manera más gráfica que puede ofrecer una canción como “Spun” que lleva la marcha pausada de una batería que cada golpe es como el desplome de un yunque, esa pesadez va siendo llevada por guitarras que parecen funcionar a vapor y una Chelsea melódica como un ángel, intensa como un demonio a lo PJ Harvey. Ese balance cada vez más fuerte que hace entre el bien y el mal, llega a su cumbre con “Vex”, una canción que podría formar parte del catálogo de bandas como Deafheaven o Liturgy que unifican las atmósferas del post-rock con los guturales del black metal, para esa parte de la misión, Chelsea contó con la colaboración de Aaron Turner, líder de la banda Isis. Lo que logran es una sobrecarga de energía por demás satisfactoria hasta para los que no son muy habitués de estas densidades. Esta inclemencia gótica plasmada en riffs y retumbantes solos no hubiese tenido la misma potencia de no haber contado con la presencia del guitarrista de Queens of the Stone Age, Troy Van Leuween en unos cuantos tracks, figurando “16 Psyche” como su principal aporte con una aplanadora sección rítmica que recuerda su paso por A Perfect Circle. El doloroso canto de Wolfe en esta canción nace de su incapacidad por llevar una relación duradera, exclamando en sus coros “I can’t, she said, I’d save you, but I can’t love”. En otra instancia del álbum donde los instrumentos de seis cuerdas se llevan todas las alabanzas es en “Twin Fawn” en el que su autora empieza con susurros delicados y termina en los coros, navegando en un maremoto hecho con seis capas de guitarras retorcidas. En materia instrumental, nada se pone mejor que ese último en el que confluyen de manera enfermiza cada una de sus partes.
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A pesar de ser el álbum más salvaje de Chelsea, igualmente requiere de un volumen importante de serenidad para alcanzar el climax que construye en cada canción. Entre mis favoritas se encuentra la abrumadora “The Culling” que cuando logra estallar tras 2 minutos de neblina generada por sintetizadores, lo hace con teremín incluido, brindando una fantasmagórica tensión en el ambiente solo apta para los oídos más valientes. Chelsea nos invita a su inquietante mundo donde recrea sus memorias más oscuras, pero antes de ingresar, apagá la luz.
8/10. #231 Rina Sawayama / Rina 2017 A pesar de los esfuerzos que se hayan hecho para generar nuevos productos, hits y divas, creo que muchos 90s kids estarán de acuerdo cuando alguien sale a decir que la época dorada del pop ocurrió hace más de una década, ese momento de la historia que se puede resumir con el beso que se dieron Madonna y Britney Spears durante su presentación en los VMAs del 2003 es algo que parece irrepetible en estos tiempos digitales donde una tendencia se esfuma a la velocidad de un tuit. Por suerte, siempre podemos contar con los nostálgicos como la modelo devenida a cantante, Rina Sawayama que se vino con el throwback más interesante del pop en los últimos tiempos. Y si, antes “los últimos tiempos” podrían referirse a los últimos 5 años, ahora digamos que ese nivel de atención se redujo a 5 meses. Escuchar este mini álbum de la japonesa residente en Londres, sería como recordar a mi infancia pero con un giro de producción cristalina e impredecible, propiedad del productor británico Clarence Clarity que con su proyecto personal se está consolidando como una de las propuestas más bizarras y refrescantes del pop. “Take Me As I Am” tiene esos elementos coloridos del R&B de finales de los 90s y principio del 2000 que ha caracterizado a las producciones de Timbaland que colmaban los charts. Rina, nacida en 1990 es la indicada para recrear con conocimiento de causa esta época que vivió a pleno, aunque a
veces va un poco más atrás como en “10-20-40” más arrimado al pop de los 80s donde los solos de guitarras aún eran tomados en cuenta para el combo. Los factores que hacen de este proyecto algo más que una simple revisión de un pasado cercano es en primer lugar la producción glaseada y cubierta de purpurina de Clarence que le da una vuelta glitcheada a sus beats, entre lo industrial y lo luminoso como se oye con claridad en los beats de “Alterlife”. Lo segundo (y principal) es que Rina canta sobre insights puros de millenials, como en la electro balada “Tunnel Vision” que hace en dueto con Shamir, otro ilustre representante de los gustos color pastel de esta generación que en esta canción le cantan a un amor que miden según la cantidad de notificaciones que reciben en sus redes sociales. Yendo aún más profundo en este tema está “Cyber Stockholm Syndrome” que es la que despide este sorpresivo debut de una potencial súper estrella que trae todo lo bueno que hicieron sus antecesoras, desde las Destiny’s Child hasta Gwen Stefani, con una letra que reivindica las interacciones online, indicando que pueden ser tanto o más poderosas como las que llevamos en “la vida real”. Les recomiendo que vayan haciendo lugar en sus playlists hechas en aplicaciones de streaming para esta nueva diva virtual.
7/10. #232 Fever Ray / Plunge 2017 Si en el upside down escucharan pop, creo que la Lady Gaga de ese universo paralelo sería Karin Dreijer, la mujer sueca que junto a su hermano Olof formaron uno de los actos más sorprendentes y reformadores del electropop de las últimas dos décadas. En el intermedio de su álbum más exitoso (Silent Shout) y su álbum más titánico y experimental (Shaking the Habitual), Karin se desprendía de su hermano y se encontraba a sí misma para lanzar un álbum solista bajo el seudónimo de Fever Ray en el 2009 que marcó otro hito más en el plano del pop esotérico, siendo un material de aguas calmadas que conservaba el enigma y las atmósferas cautivantes de
The Knife, sumada a la voz de Dreijer que la manipulaba a su antojo haciéndola sonar como a nada de este mundo. El regreso de este emprendimiento personal tras 9 años se trajo consigo a una Karin mucho más directa y en minucioso control de su descontrol con beats mucho más explosivos desde la bienvenida con “Wanna Sip”, siguiendo el paso de unos sintetizadores en estado de emergencia para sentar las bases del caos polirrítmico. Karin nos pone a prueba con sonidos demasiado llamativos en su producción, cuando finalmente tiene toda nuestra atención, las melodías que consigue formular no están fabricadas para ser descifradas de inmediato, requiere cierto esfuerzo por parte del oyente para caer por completo en la experiencia mística de este álbum, la mejor prueba se encuentra en el track que lleva el mismo nombre del disco, una composición meramente instrumental construida por texturas y estridencias de carácter analógico que envidiaría Aphex Twin. La riqueza de los sonidos que se plantean en Plunge, poseen una fuerte y bien arraigada carga visual que va de la mano con la andrógina y fría voz de Karin que en la bizarrez animada de “To The Moon and Back” se muestra explícita con sus deseos lujuriosos, como si estuviera en busca de sexo desenfrenado Karin hace el que quizás sea su comentario más político de su carrera en “This Country” donde en pocas palabras, se plaguea que los problemas de un país (desde el aborto hasta las armas nucleares) hacen que sea difícil coger en paz. Lo más espectacular que encontramos acá es esa celebración de comparsa en ácido que es “IDK About You” que cuenta con los característicos sonidos sintéticos de Karin pero con percusiones alocadas de tribus que tiene sus parentescos con el carnavalito que dieron los Animal Collective en “Brothersport”. Por más que sea música hecha 100% con máquinas, se puede notar la calidez humana y orgánica que tienen estas canciones que encuentran su refugio en la rareza y el amor como bien se puede encapsular en una parte de la letra de “Red Trails” que dice “Blood was our favourite paint, you were my favourite pain”, mientras su compatriota Sara Parkman realiza una monumental entrega de sus habilidades con el violín, en lo que me imagino como una especie de ceremonia de iniciación de una orgía a lo Eyes Wide Shut. Porque si hay algo que le sobra a este álbum es una incómoda dosis de tensión sexual, así que no te preocupes si tu morbo te impide apartar los oídos de esta exuberante obra salida del imaginario de una mujer fantástica.
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#233 Destroyer / ken 2017 Guiándonos por la música que realiza, Dan Bejar le puso hace más de 20 años, el nombre más incoherente a su proyecto personal que ya lleva bajo el brazo una decena y pico de discos hechos para el confort y música para volar, rememorando al Bowie más cancionero, el que tenía los pies bien puestos sobre la tierra, a agrupaciones de los 80s como Talk Talk o A Flock of Seagulls que tenían baladas mucho más recordables que sus propios autores. Bejar erigió su imperio en el circuito independiente, trayendo de vuelta ese pop cursi que llamó la atención de la prensa especializada con sus dos últimos lanzamientos, Kaputt y Poison Season del 2011 y 2015 respectivamente, puliendo sus dramas existenciales camuflayados de canciones de amor con fastuosa instrumentación. En ken, Dan trata de ser un poco más directo y simple, como solía ser en los 90s. Y si bien no está nada mal, es más, tenemos por acá un par de temones como “Sky’s Grey” que ni se discute que estará en la lista de mejores lentas del año, tomando carrera con parsimonia en el piano, para luego llenarnos de placeres melódicos en su segunda mitad. El problema vendrá más adelante, al no ser capaz de entusiasmar de la misma manera con las otras 10 canciones que completan el álbum. Una de las grandes inspiraciones de Bejar y su baterista Josh Wells para este nuevo álbum es el ambiente gótico de The Cure en la era Disintegration, algo que se percibe con claridad en los sintetizadores de “In The Morning” y las líneas de bajo que se mandan en “Tinseltown Swimming Blood”, una de esas canciones que de buenas a primeras decís que están bien y para la décima repetición ya te parece un clásico desubicado en su tiempo, siendo algo que podía entrar en Kaputt con ese saxo entrando por la puerta trasera hacia el final. Al menos hasta la acustizada “Saw You at the Hospital”, inspirada en una experiencia reciente de Bejar internado en un centro de salud suizo, el álbum no cuenta con deslices. Para la siguiente, “A Light
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Travels Down the Catwalk” es donde se va perdiendo el foco de la atención con una composición inerte de sintetizadores que no va a parar a ningún lado, comparado a las emociones previas. De acá en adelante, el álbum pasa por una seguidilla de tracks no tan inspiradores como Dan nos tiene acostumbrado, ya de por sí la música de Destroyer puede tener el prejuicio de ser muy suave, pero siempre son salvadas por instrumentales etéreos de vientos y la voz rasposa de Dan cantando ingeniosos divagues poéticos; pero en esta oportunidad hay temas como “Ivory Coast” y “Stay Lost” que terminan provocando algunos bostezos, esta predominancia de sintetizadores analógicos le da un nuevo matiz a las canciones de esta banda, pero también le saca como cierta naturalidad. Pero en el balance general, este álbum golea en cantidad de aciertos como “Rome” que no sabés ni por donde empezar a describirla, tal vez desde esos golpes de batería triunfales bien a lo Springsteen o arrancás por ese final seductivo que se va agrandando en la mezcla. “Cover from the Sun” es otra que no puede quedar sin ser mencionada al ser una canción atípica dentro de la discografía reciente de la banda, por su alegre ritmo jangle pop que tiene algo del “There She Goes” de The La’s, y el plus de contener referencias a Shakespeare y The Smiths. Destroyer sigue recolectando rubíes del pasado para crear los nuevos himnos de las minorías.
7/10. #234 Emily Haines & The Soft Skeleton / Choir of the Mind 2017 Emily solo quiso abrirse al mundo, dar un mensaje de fortaleza femenina mediante canciones que recorren por la débil vulnerabilidad del ser y sus combates internos desde una posición esperanzadora. El coro que se encuentra en la mente de la líder de Metric (y miembro de Broken Social Scene) es uno que canta sobre cosas fáciles de empatizar: un pasado memorable como el que describe con calma en “Minefield of Memory” y
“Wounded”, la baja autoestima que le agarra en la melancólica bossa nova “Statuette” o la soledad en la sentida balada a piano “Nihilistic Abyss”. El problema no está en lo que canta, la poesía de Emily sobresale fuera de lo musical y no se pone bajo tela de juicio su capacidad como letrista, la cuestión pasa porque no lo cantan fuerte. El mood de la mayor porción de este álbum te tira para atrás, optando por instrumentación que carece de fuerza o no refuerza las emociones expuestas por Haines que a veces le va mejor a capella como en “Strangle All Romance”. Es obvio que fue completamente premeditado que el álbum tenga este tono simple en primera persona, íntimo y reflexivo, solo con algunos mínimos detalles de producción como los ecos vocales presentes por doquier y alguna que otra intervención de beats y loops programados como en “Irish Exit”, pero se cae de lineal y llega un punto en el que solo querés que se acabe el álbum que por cierto dura una hora que resulta ser eterna. Por suerte hay un par de excepciones al inicio como “Planets”, haciéndonos una cálida introducción a su desamparado mundo con un luminoso acompañamiento coral que hace el puente a “Fatal Gift”, quizás el único tema que de verdad me provoca algún tipo de exaltación en todo el tracklist con un vibrante cruce de voces y progresión rítmica a cargo de un piano y batería que incrementan la intensidad del mantra anti consumista “The things you own, they own you”. Aparte de esto, no hay más por decir de Choir of the Mind, un compendio de canciones tibias con buenas intenciones, pero que le faltan un toque más para alcanzar el atractivo de sus proyectos principales.
6/10. #235 Bestia Bebé / Las Pruebas Destructivas 2017 En el año 2002, un periodista de Crónica TV se le acerca a un joven Andrés Calamaro que se encontraba da(n)do vuelta en una plaza donde conmemoraban un acto por el golpe de Estado del 76’ ocurrido en la Argentina. En esa ocasión, el reportero de exteriores le pregunta en vivo al Salmón qué le
parece el fuerte dispositivo de seguridad con policías y vallas de seguridad que han implementado para ese evento pacífico. La respuesta que da el bohemio cantante quedó para la posteridad por lo hilarante que resultó ser que esté tan desviada de la pregunta original, sirviendo como slogan de rock barrial, y a la vez sería una de las mejores definiciones de esta banda proveniente del barrio Boedo: “Situación de estupefacientes, de rock, fútbol, sala de ensayo”. Siguiendo la racha de álbumes colmados de hits venerando al fútbol, al cine de acción, a los amigos y al amor sin retoques que lo hagan ver más romántico; el líder y voz, Tom Quintans no tuvo mejor idea que regrabar con Chicho, Polaco y Topo, aquellas canciones que ya había compuesto en el pasado, en su mayoría cuando su proyecto era solo el grabándose en calidad lo-fi bajo el nombre de Tom y la Bestia Bebé. El chispazo de guitarras rasgadas se enciende ya con “Otro Villano Más” que califica a ser el himno de los malos de película con esa irresistible línea retuiteable “Muere siendo un héroe o vives lo suficiente, para ser otro villano más”, al enganche ingresa machacante “El Monje” con una letra por demás ocurrente -bien a la tradición de la banda- dedicada a uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos, Zinedine Zidane, haciendo un flashback de cómo literalmente usó su cabeza para ganar el Mundial del 98’ y la volvió a usar en la final del 2006 en aquel infame cabezazo que le aventó a Materazzi. En esa misma venia futbolera nos ensartan “Yo Me La Aguanto” que tiene todo el potencial para ser un nuevo cántico de hinchada, teniendo como ingredientes detonantes al aguante y la figura del “fanático verdadero” con una letra convincente que lo único que hace es repetirse una y otra vez “yo me la aguanto, vos abandonas. Porque yo lo siento de verdad”. Después está el track final que titula al disco en el que se despliega un cariño inmenso y prácticamente religioso por el deporte rey con ese primer verso pronunciado por Tom que pide “ya no me hables de dios porque no te voy a creer, pero no creo que hables de él si no juega al fútbol”, y todo esto mientras una guitarra va arremetiendo distorsión y la otra realiza melodías amistosas en una conjunción shoegaze que nos deja con ganas de más. Cuando bajan las revoluciones, los Bestia también se mandan la parte. En otro momento de gloria
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dentro de este breve álbum es la espléndida versión del “True Love Will Find You in the End” de Daniel Johnston, doblada al español como “El Amor Ya Va a Llegar” y al que los Bestia le proporcionan un cuerpo más esbelto a este clásico del indie folk underground, en gran medida gracias a una slide guitar que acaricia nuestro lado más sensible. También contamos con el unplugged “Todo Mejorará”, la reversión de un tema que grabaron en el 2010 con Niño Elefante, uno de los guitarristas de El Mató. Hablando de ellos, en este tema se hace notable el parecido que tiene Tom con Santi Motorizado en su manera de pintar un panorama bien detallado con la menor cantidad de palabras posibles. Los puntos altos se ubican por la mitad, teniendo al cuarteto en su salsa de garage rock, tan sónicos y acelerados como siempre en las “Sombras del Mal” y mi favorito personal, “Fin de Semana de Muertes” que son dos minutos de riffs afilados que se suceden uno tras otro a una velocidad asombrosa, una composición que promete asfixiar a todo aquel que desee meterse en su pogo. Como dato curioso, su melodía me recordó un poco al famoso tema de Los Campesinos!, “You! Me! Dancing!”, pero claro, con mucha más testosterona, tirando más hacia un tema de No Age. Al ser una colección de canciones viejas, este nuevo álbum tiene ciertas aptitudes que dan pie a calificarla como un compilado de lados B, por lo que no hay de qué preocuparse si tardás un poco más en digerirla que su álbum homónimo o Jungla de Metal 2. Ante cualquier duda, acudir al virtual replay.
7/10. #236 Weezer / Pacific Daydream 2017 La banda de Rivers Cuomo perfiló para las nuevas generaciones cómo debía sonar el power pop y el pop punk del siglo XXI. Bastó con sus primeros dos álbumes para dejar un legado imborrable en el
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par de generaciones de bandas que cayeron después al baile, pero siguieron sacaron discos luego de Pinkerton, probando nuevas cosas que no terminaron nunca cuadrando en la esencia del grupo. Se convirtieron en una banda de singles buenísimos dentro de álbumes que no lograban pasar el test del tiempo, pero que al menos mantenían la esencia de la banda… hasta ahora. El undécimo laburo discográfico de los californianos salió de la mente de un Cuomo que dijo haber estudiado la playlist Today’s Top Hits de Spotify durante el proceso de composición de esta criatura que le hará dudar hasta al fan más trü de Weezer. En este nuevo álbum eliminan casi por completo de la narrativa a los clásicos arreglos de guitarra de la banda y lo sobrecargan de producción azucarada como si se tratara del nuevo disco de OneRepublic. Creo que los únicos temas que zafan son “Mexican Fender” y “Weekend Woman”, y atendé la coincidencia: justo son dos outtakes de álbumes anteriores, el primero de su anterior producción, el divertido White Album y el otro de su álbum del 2014, Everything Will Be Alright in the End que tampoco estuvo tan mal comparado a lo que tenemos acá. Cuando no están haciendo su canción cool genérica como en “Beach Boys” donde Rivers homenajea a sus héroes musicales, se mandan abominaciones como “Happy Hour” y “Feels Like Summer”, tan malos que parece salido del último de Linkin Park (la muerte de Chester no me hizo cambiar la opinión que tenía sobre la calidad de lo último que grabó en vida, lo siento) con algún que otro detalle EDM filtrado por allí. Aplaudo siempre que una banda no quiera quedarse haciendo lo mismo siempre, pero esto ya es el otro extremo al que no deben llegar. Increíble como ni siquiera una referencia ultra nerd de Star Wars en la letra (“out on the ice fields of Hoth”) le haya podido salvar a un tema tan ordinario para los estándares de Weezer como lo es “QB Blitz”. Después siguen como cuatro canciones más que tienen casi las mismas propiedades, si no te gustó nada de lo que hubo al principio, tu opinión no va a variar un milímetro en lo que resta del trayecto… o viceversa, si te agradó lo que escuchaste al inicio, continuá que todo sigue más o menos igual. Yo personalmente, solo quería que se acabe para proseguir a escuchar otra cosa.
4/10.
#237 Capitán Kafka / Las Siderales Resacas del Capitán Kafka y los Increíbles Jaijuelets 2017 Para su primer LP, los máximos exponentes del pop punk del barrio Villa Virginia mutan a cuarteto con la incorporación de una guitarra más a sus filas, en otra buena serie de canciones que prometen ser emblemáticas si alcanzan su merecida masividad. Eso si, en la búsqueda de la banda por desprenderse de sus obvias influencias, sacrificaron un toque de su habilidad para hacer hits instantáneos, para ganar en espontaneidad y originalidad. En teoría, el álbum sigue una línea narrativa que podemos seguir a través del comic que viene como soporte visual en su versión física, allí en su introducción señalan que Capitán Kafka es un robot del futuro que reclutará a los integrantes de la banda Marce Rodríguez, Moncho Petrovich, Waldo Sebastián y Najib Brozzón para acabar con el nuevo régimen stronista a través de mensajes subliminales dentro de sus temas. Creo que la palabra subliminal es clave para entender un par de canciones dentro de estas siderales resacas, como el track que lo inaugura, “La Filosofía del Viaje en el Tiempo” que puede interpretarse como una reflexión hacia la depresión y el suicidio a pesar de su ritmo lleno de vitalidad, este va ligado al siguiente tema, “Clonazepunk” que desde el título mismo hace referencia a una droga antidepresiva y en la letra se refuerza la idea con su protagonista lidiando con sus demonios del pasado a ser enterrados, acudiendo al psiquiatra el primer lunes de cada mes. Después viene “Hit Pop”, quizás el tema que más conflictos internos me causó desde que salió como uno de los singles, pero que al final se me terminó pegando a causa de las reiteraciones. Marce se destaca con una letra que en su mismísimo coro hace guiño a otros hits nacionales de reciente data como lo fueron “Los Ojos Rojos” de Kchiporros y “Solito” de Salamandra, burlándose de que el contenido de este tipo de canciones es inversamente proporcional a las ganas de recaudar
de quienes las componen. La parodia al servicio del punk rock es siempre bien recibida y quienes mejor que los Kafka para aplicar este recurso, conociendo el historial de cirqueros que tienen. Mi tripleta favorita arranca con la demoledora “Quiero Empalar a Mi Jefe” que es un desquite en clave hardcore contra todo lo que represente algún tipo de autoridad en el minuto y medio más frenético de todo el álbum. Esta despotricada es contagiada a “Poema Para Un Parásito”, dirigida a los haters de teclado, los miserables que proliferan en las redes dando su opinión sobre todo y tirando mierda cada vez que se da la oportunidad. La intensidad de este tema, sumado al “añarakopeguare” con el que cierran cada verso, le garantiza el raudo movimiento y el éxtasis que requiere cualquier buen pogo. De inmediato continúa “Pecas Peligrosas” que me gusta escucharlo como un homenaje tácito a su banda de cabecera, Green Day, en especial con esas líneas de bajo y golpeteos de bata tan característicos de Mike Dirnt y Tré Cool, con el agregado de un incitante solo de saxo hacia el final. Otra agrupación a la que le deben gran parte de lo que son hoy día es Descendents que aparece como fuerza dominante en la galopante melodía de “Kickflip”, canción veloz en la que Marce exclama su afición por el skate. Para la última página de este discomic tenemos al “Manual de Instrucciones” que es todo lo que representa Capitán Kafka en una sola canción: diversión por y para los perros, ruidos para molestar y coros que se te quedan instantáneamente. De eso se trata.
7/10. #238 Yaeji / EP2
2017 Si, creo que en esta fase del torneo, todos ya sabemos el poder que tiene Internet de volver popular a cualquier artista que la pegue con una canción. A nadie le importa si lo grabó con su iPhone mientras estaba sentado en el inodoro o lo hizo en los lujosos estudios de Abbey Road, cuando tenés el hit, la gente lo huele y va tras el sin calentar quien lo hizo. Kathy Yaeji Lee es una chica nacida en New York que
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se pasó su infancia y adolescencia yendo y viniendo de Corea del Sur a Estados Unidos hasta que se asentó finalmente en América para estudiar pintura y arte conceptual en la universidad, allí arrancó a trabajar como diseñadora gráfica de día y se iba a los boliches de noche, le pintó curiosidad por la escena under del techno y el house que se vivía por allí. De un día para otro se dio cuenta que su vocación iba por ese lado y probó qué tal. Así salió su EP homónimo en marzo de este año que reunía las condiciones para ser aclamado por ciertos críticos y las personas correctas que fueron difundiendo su arte, entre ellas las del sello independiente 88rising que tiene entre sus filas a otros artistas prometedores de rasgos asiáticos como Rich Chigga y Joji (este último mejor conocido como el youtuber, Filthy Frank). Apenas 8 meses después, Yaeji se las trae de vuelta con un nuevo EP que va definiendo su personalidad artística como ferviente consumidora del cloud rap, el R&B siguiendo su tendencia más avant-garde y una producción finísima de música house que no se escuchaba desde Settle de Disclosure. Lo que mencionaba de Internet al principio tiene que ver con su ascenso meteórico: hace apenas un mes que dejó su otro laburo para dedicarse enteramente a la música, coincide con el lanzamiento de su single más popular hasta la fecha, “Drink I’m Sippin On”, el track que combina trap beats con la suavidad vocal en la que va rapeando sus versos bilingües. Mientras tipeo estas palabras, su video va alcanzando las 3 millones de reproducciones en Youtube y este material de 5 canciones se posiciona en el puesto número 1 en ventas de Amazon en la sección electrónica, y los logros irán sumándose gracias a su lectura de las tendencias del hip hop y el pop 2017, combustionada por su obsesión y respeto hacia la música dance de los 90s. “Feelings Change” sirve como una nubosa introducción en la que Yaeji se prueba más como cantante que como DJ, marcando desde el principio una diferencia con su EP debut, registrando una tranquilidad que guarda sus semejanzas con FKA twigs, pero esa comparación se corta de golpe al primer segundo de “Raingurl” que enciende la pista con un adictivo gancho reiterativo haciendo referencia a ahogar las penas con vodka en mano por los boliches (“Mother Rusia in my cup”), un track que remite a encontrarse a sí mismo a través del baile. Con un avance melódico que demora un poco más para llegar a su estallido, “After That” es
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otra gema del house que los amantes del género sabrán apreciar, pero el que impresionará a todos es su revisión de “Passionfruit”, hit desprendido del último de Drake al que esta mujer la deconstruye en múltiples atmósferas como si fuera un remix de Jamie xx, quitándole el componente bailable del original a cambio de una experiencia hipnotizante mucho más ligada al placer auditivo. Si con menos de un año de experiencia Yaeji se pudo mandar algo así, imaginate lo que viene después.
7/10.
#239 Bully / Losing 2017 Si, otro álbum más que tiene mujeres al poder tratando de emular el eterno grunge de los 90s. ¿Algún problema con eso? Ninguno muy grave aparte de sonar a más de lo mismo, bueno, tal vez si sea algo grave si es que no te subís al tren de la nostalgia. De igual manera, la banda de Alicia Bognanno hace un muy buen trabajo con canciones que hablan de todos esos temas que ya hemos escuchado antes como la ansiedad, la depresión, problemas mentales en general y la fuerza para superar adversidades con un enfoque catártico. Es algo que les funcionó en su debut, Feels Like, pero esta vez falla en incluir más melodías pegajosas, quedándose como un álbum en el que hacen más ruido y pocas nueces en el que la mayoría de sus tracks no varían mucho uno de otro. Dicho eso, no hay nada más que puedas reclamar al debut de Bully en el sello Sub Pop. Alicia aplica sus conocimientos adquiridos trabajando como pasante en el estudio de Steve Albini para capturar la crudeza compacta de sus grabaciones analógicas, consiguiendo un sonido que suena como si lo hubieran grabado todo en una sola toma en vivo, nada de Pro Tools o algún tipo de postproducción. Por supuesto que hay excepciones en el tracklist que mantienen las cosas interesantes, impulsando diversión en el medio del tornado de rabia saliendo del crujir de sus guitarras y los aullidos de Alicia en “Kills to be Resistant” y la angustiosa “Feel the Same” que patea la negatividad
en el arranque mismo del álbum como lo hacía Courtney Love en sus años dorados con Hole. El único track que trata de salirse del molde es “Focused”, la más larga de Losing con sus 4 minutos y medio ya es toda una épica que en la oscuridad nos va preparando lentamente para lo inminente: el rugir de las cuerdas electrificadas mientras Bognanno desborda una crisis nerviosa con su griterío. El resto del álbum no decae nunca en cuanto a energía respecta es un material que patea traseros y no decepciona en transmitir el júbilo y el sudor de sus shows, así como lo hicieron riot grrrls como L7 y Babes in Toyland en el pasado, y así es como vuelvo al problema: Bully es un revival con todas las letras, espero que en futuros lanzamientos, Alicia y los demás encuentren su propio sonido porque las ganas ya demostraron que les sobran.
7/10.
#240 Converge / The Dusk In Us 2017 Tengo que admitir que el metal extremo o cualquier subgénero que finalice en “core” no es algo que suelo consumir muy habitualmente, no porque no me agraden sino porque suelo preferir música que me despeje y no me haga sentir que estoy en medio de una guerra o ardiendo en las llamas del infierno. Pero cuando estoy en el mood, son álbumes como los de Converge la mejor válvula de descarga contra toda la mierda que nos rodea día a día. Escuchar a su cantante Jacob Bannon deshilando sus cuerdas vocales frente a la brutalidad instrumental de Kurt Ballou, Nate Newton y Ben Koller debería considerarse algo que está al mismo nivel terapéutico que disparar armas de grueso calibre en una sala de tiro. Llevando casi 30 años de trayectoria, los Converge devenidos de Massachusetts se afianzaron sin querer como una de las bandas pioneras de lo que muchos consideran metalcore y mathcore, algo de lo que ellos no están muy de acuerdo debido
a que no son muy fans de las etiquetas, pero es la mejor forma que encontraron los críticos para encasillarlos, y me temo que debo coincidir. En este que vendría a ser su noveno álbum de estudio se esfuerzan al máximo con canciones amenazantes que nos pulverizan el cráneo sin compasión, sienten que su mejor trabajo aún está por venir a pesar de ya haber tenido un par de esos en su carrera como Jane Doe del 2001 que es considerado de culto en estas instancias, así como el aclamado All We Love We Leave Behind del 2012 que además es su álbum más exitoso en lo que a ventas respecta. Si bien estos temas tienen letras, no hace falta entender una palabra de los guturales de Jacob, basta con apreciarlo como un instrumento más de agonía y destrucción dentro de las complejas composiciones de la banda como la desgarradora “Eye of the Quarrel” donde el doble bombo y los impresionantes cambios de ritmo prometen dejar con severos moretones a los asistentes de sus shows. No solo hacen ruido por el placer de liberar cualquier tensión, lo hacen con una habilidad técnica asombrosa que puede apreciarse desde la velocidad absurda con la que interpretan sus partes hasta la precisión con la que incorporan varios estilos en su repertorio con absoluta naturalidad. Así como en “Arkhipov Calm” tienen ciertos elementos de math rock incrustrados en sus devastadores e impredecibles impactos de batería, en “Under Duress” y “Reptilian” podríamos compararlos con los Mastodon de Leviathan, claro, si es que implementaban voces de black metal. Estoy seguro que no hay un solo tema en este álbum que no pueda ser tildado como épico, aunque si hay uno que haga más méritos por su duración es el track homónimo que en 7 minutos se toman muy en serio el juego de ser una banda de stoner con unos riffs tenebrosos que nos embisten con una fuerza feroz. Desolación y claustrofobia son algunas de las sensaciones que pasan por mi cabeza con otros tracks como “Murk & Marrow”, plagado de salvajismo acongojante o la apabullante “Trigger” donde el rechinar de unas guitarras salen arrastradas al compás de un portentoso bajo. Hasta ahí llego con las descripciones que pueden ir más lejos, pero creo que eso ya implicaría embarrarme de sangre las manos para explicar con mayor detalle la violencia del que posiblemente termine convirtiéndose en mi álbum de metal favorito del año.
8/10.
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#241 Angel Olsen / Phases 2017 Desde su definición misma, los álbumes que nos venden bajo el rótulo de lados B y rarezas están condenados a no ser tomados tan en serio como los álbumes oficiales y no pueden culparnos por pensar así, si es que estos temas no los pusieron entre los titulares es porque muy convencidos de los mismos no estaban. Aunque la historia también nos cuenta que los artistas no suelen ser muy buenos descifrando los gustos del público, lo que para ellos sería una toma descartada, para los oídos de la mayoría podría tratarse del próximo hit de la temporada. Existen artistas que resultan ser tan excepcionales que tienen álbumes enteros de canciones inéditas que se ponen mano a mano con sus mejores lanzamientos, sin ellos hoy no tendríamos un Hatful of Hollow de The Smiths, la reedición de OK Computer lanzada este año que incluyó 11 canciones que prueban ser clásicos a los que les fueron negadas las chances de triunfar o el Incesticide de Nirvana que para mi no tiene nada que le ponga en un escalón menos a los otros tres álbumes de estudio. De ese mismo modo podemos catalogar al Phases de Angel Olsen, una figura en ascenso dentro del circuito cancionero del indie rock que en menos de una década presentó signos de maduración notables de un álbum a otro, siendo el más reciente, My Woman, uno de los más aclamados del año pasado, infaltable de las listas de lo mejor del 2016 para la prensa especializada. Esta nueva expansión de su carrera es una caja de recuerdos suyos que repasa de manera concisa sus orígenes, influencias y lo que pasa por la cabeza de una artista que se enamora de sus canciones, aunque estas terminen fuera de sus discos por razones que escapan de su poder de decisión. El álbum empieza como un deja vu de tonalidad oscura con “Fly On Your Wall” y “Special”, cargadas de emotividad pura en la voz de Angel que llega a estremecer por momentos, en la última se sienten los discos de Velvet Underground que Angel lleva escuchados con esos solos rechinados aprendidos de John Cale para brindar un aura nebulosa a la que parecía ser una balada más. Angel parece llevar con ella la voz de la experiencia, la voz de un
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pasado hermoso como el que muestra en el bonus track de su álbum Burn Your Fire for No Witness, “Only With You” como si hubiese sido grabado en 1969, no solo por la calidad del audio sino por su sentimiento agridulce, producto de una época en la que el concepto del amor era distinto. El espacio que Olsen intenta ocupar en el panorama musical es uno que hace décadas se encuentra vacante. Es que el mundo ya no tuvo otra Dolly Parton o Loretta Lynn que nos atrayeran al country, algo que se escucha con claridad en la personalidad escénica que posee durante los últimos versos de “California”. La imagen viva de una lágrima corriéndose por su cara es más que evidente al escuchar como estira las palabras, dando el permiso para que le rompan el corazón. Se podrán dar cuenta por sus letras y su manera de interpretarlas que Angel es un alma en pena que bebe de varias raíces del rock clásico, agarrando una de Springsteen (“Tougher than the Rest”) y una de Roky Erickson (“For You”) para transformarlas en cataclismos de desahogo lo-fi y en “Sweet Dreams” lleva su poesía y sus riffs hacia el terreno de Patti Smith. Teniendo a su disposición nada más que las sobras de sus álbumes anteriores, Angel Olsen consigue armar un precioso compilado de melancolía folk que enternece hasta al corazón más frío.
7/10.
#242 Iglooghost / Neo Wax Bloom 2017 Meses atrás les había comentado un poco acerca del nuevo álbum de Jlin que me pareció una de las cosas más raras, originales y deslumbrantes que había escuchado este año, esta chica había tomado las bases de un subgénero llamado footwork y lo combinó con patrones de percusión inspirados en la música africana, pero que resultaban casi imposibles de seguir el ritmo. Bueno, a pesar de todo lo bizarro que pueda llegar a tener ese álbum, todavía parecía el producto de una terrícola en su exploración por sonar diferente a todo lo demás; lo que hace Iglooghost
perdió todo contacto con la humanidad, a pesar que resulta ser una mescolanza de un montón de estilos conocidos, el producto final no suena a nada de eso. Cuando hablo de innovación musical, me imagino a algo tan surreal como lo que hizo el joven productor irlandés Seamus Malliagh en su álbum debut para Brainfeeder, el sello de Flying Lotus que alberga la crème de la crème de la nueva oleada de artistas neo-jazz y electrónicos. Te puedo asegurar que este año no hubo nada ni remotamente parecido a lo que se puede escuchar en este álbum, el tipo creó un mundo nuevo que no existía antes, atestado de personajes gelatinosos y coloridos, como una especie de Adventure Time 3D en ácido. No sé ni cómo empezar a describir los sonidos que se plasman en cada track, creo que cada persona tendrá una distinta imagen mental de cada pasaje melódico que vamos pasando, “Pale Eyes” por ejemplo, para mi es como si una anguila eléctrica nos succionara a un túnel cuyas paredes son saxofones que se activan con sensores de movimiento, mirá, nada de esto tiene sentido pero en serio le reto a alguien intentar adivinar cada componente que se va adhiriendo asombrosamente a esta mezcla. Esto es lo que llamo hacer música pensada “fuera de la caja”, no sé si algún teórico de la música te va a poder componer algo así de anormal y agitado, porque esto ciertamente salió de la mente de alguien que no sabía un pedo de teoría musical pero si domina todo lo que implica una melodía y cómo llegar hasta ella de la forma más insólita posible. En “White Gum” y “Peanut Choker” se escuchan bosquejos de hip hop con voces que terminan sonando a criaturas y seres robóticos rapeando sobre samples que van del footwork al wonky y IDM, teniendo cierta semejanza con la labor de SOPHIE en cuanto a producción, pero mucho más caricaturesco y enfermizo. La escucha de este álbum es intensa y por sobre todo muy gratificante para los oídos, los ruidos provocados por estos gusanos abstractos en temas como “Bug Thief” o “Teal Yomi / Olivine” son un frenesí imparable que te van a hacer volar la cabeza si dejás que se penetren a través de auriculares o un buen equipo de sonido. Si estás cansado/a de escuchar siempre lo mismo, te invito cordialmente a ingresar a este mundo fantástico nunca antes escuchado.
9/10.
#243 Taylor Swift / Reputation
2017 Convengamos que esto es un bodrio muy caro que pretende parecerse a varias cosas que están de moda ahora mismo en el ruedo comercial, pero solo termina siendo un chorizo de copias no tan buenas de las mismas. Sus fans pueden estar tranquilos que Taylor cumple con el cometido de meter algunos hits por default como amerita una popstar de su altura, aunque ninguno con la calidad de los singles de 1989, álbum con el que culminó su transición de cantante country a diva conquistadora del mundo. Trepándose del trap por si ya no tuviéramos suficiente, Taylor destapa una poco emocionante nueva faceta de su carrera en donde canta temas como “I Did Something Bad” o “Don’t Blame Me” que parecen haber sido producidos por un poco inspirado Flume, tuve que mirar los créditos para corroborarlo y en cierta manera, me agrada saber que no estuvo involucrado en esto. Después tenés el robo a “I’m Too Sexy”, el cheesy one-hit-wonder de los 90s de Right Said Fred en el coro de “Look What You Made Me Do” que funcionó como el primer single y adelanto del bochorno al que se presta Taylor al darle tanta bola a su supuesta rivalidad mediática con Kanye West, no solo llegando tarde con su respuesta sino que lo hace a través de versos patéticos que si fuera Kanye, me estaría cagando de la risa. Ese es el tema con la mayor parte del contenido de este álbum, cuando no está haciendo pop genérico buena onda con beats explosivos como en “Getaway Car” o “Dancing With Our Hands Tied”, ella utiliza su música para “pudrir” a sus haters/enemigos/exs/los que hablan mal de ella, y lo hace de una forma muy forzada que no te dan ganas de ponerte de su lado o de al menos entender su versión de los hechos, sino que alimenta ese personaje de víbora cizañera que se ganó en los últimos meses y por si fuera poco, lo utilizó para el marketing de este nuevo lanzamiento. Creo que Taylor perdió una gran oportunidad para redimirse ante el mundo, prefiere quedar como una mina despechada tirando indirectas en “End Game” donde mete feats de Future y otro gran valor, Ed Sheeran. Boluda, ya sabemos que estás actuando de
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la chica mala acá, ¿hacía falta caer en la redundancia de llamar a un tema “I Did Something Bad”? Dios, bueno, por lo menos en su defensa puedo decir que es uno de los temas que zafan y me lo imagino como futuro éxito global, a pesar que no sea nada del otro mundo es lo que encaja en los charts. En “King of My Heart” no puedo evitar sentir que está copiando a la Lorde de Melodrama, desde su manera de cantar hasta la producción cargada de percusiones pulsantes, pero claro, sin la inyección de personalidad que tiene un “Gorgeous” por ejemplo que a los 30 segundos sabés que se trata de ella. Ya sé que no soy el público al que va dirigida su música, pero el buen pop creo que no debería hacer distinción y debería poder ser disfrutado por todos. En Reputation, Swift se queda a medio camino de hacer algo interesante con su música, a lo mejor con este “contraataque” solo está jugando a quién es la villana más infumable, y supongo que está ganando.
3/10. #244 Sam Smith / The Thrill of It All 2017 Antes de escuchar este disco, estaba convencido que esta reseña la iba a escribir en piloto automático, pensé que tenía las palabras exactas para describir un nuevo álbum de baladas popizadas, un género que ya tiene su lugar asegurado en la rotación de radios, playlists y corazones de millones de personas alrededor del mundo. Pero las cosas se dieron de otra manera, ya que mientras iba escuchando The Thrill of It All, mis prejuicios una vez se fueron tropezando uno por uno. El segundo álbum del cantante británico Sam Smith es una agradable sorpresa que a pesar de estar minado de clichés, también tiene sus instantes de auténtica pasión que lo hacen superior y más maduro a su exitoso debut, In the Lonely Hour. Antes de escuchar este disco, no lo bancaba a Sam Smith, de hecho no sé si hasta ahora lo banco, pero debo admitir que su voz está bendecida y su música esta vez si logró conectar conmigo, y eso creo que
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trasciende a la persona que la realiza. Después de un comienzo frágil pero paliado con una perfomance vocal monumental en “Too Good at Goodbyes” y “Say It First”, Sam ilumina la habitación en la que deja el alma, gracias a la infusión de coros góspel otorgada por The Dap-Kings Horns en “One Last Song” y otro par de canciones más, rememorando el conmovedor blue-eyed soul de una de sus musas, Amy Winehouse. Todo iba bien hasta que aparece “Midnight Train” y de golpe recuerdo porqué Smith no es muy de mi devoción: la canción es parecidísima en acordes y progresión a “Creep” de Radiohead, una banda que hasta hace poco supuestamente desconocía, algo que me parece inaudito de creer sabiendo que es inglés y la banda de Thom Yorke, una de las más importantes de su país. Exceptuando ese detalle del tamaño de un estadio, la canción de Smith es buena y tiene su propia vibra que la diferencia de su plagio, digo, ¿inspiración…? Bueno, me calmo. Antes de escuchar este disco, ya tenía el cierre de lo que iba a ser esta crítica: “Sam Smith debería dedicarse solamente a cantar con instrumentales de Disclosure de fondo”, pero al escuchar su tonada barítona con tanta devoción en “Baby, You Make Me Crazy” reclamándole a su ex o en “Pray” que nos endulza los oídos con una producción a cargo de Timbaland, dándole inmensidad al coro de iglesia sobre un sample de hip hop que gira a lo largo del track que se proclama como un acto de fe por parte de Sam, a pesar de no ser un fiel seguidor de Dios (“I’ve never believed in you, no, but I’m gonna pray”). El góspel no es nada nuevo en el repertorio del cantante, pero es evidente que recién acá aprendió a sacarle el provecho emocional. Antes de escuchar este disco, me pichaba leer que lo comparen con Adele, pero es en los temas más bajones y personales como el tema homónimo al álbum y “Burning”, donde me temo darles la razón. Aunque tampoco la pavada, el último puñado de baladas que cierran el disco solo con Smith y criolla en mano, decaen los fuertes sentimientos replegados anteriormente, entregando un final demasiado simple y convencional que así como su primer álbum, repelen mi atención. A pesar de eso, el balance es positivo para Sam Smith que le pone garra para ser el diferente del montón, va por buen camino.
6/10.
#245 King Gizzard and the Lizard Wizard / Polygondwanaland 2017 Acercándose cada vez más a la meta de sacar cinco álbumes antes que termine este 2017, los King Gizzard realizan su movida marketinera más curiosa hasta la fecha: decidieron que este cuarto álbum del año sería una retribución al mundo, dándolo completamente gratis a través de su página web y Bandcamp. Pero no se quedan allí, según ellos, este álbum no les pertenece, sino al público al que dan la posibilidad de que hagan de el lo que quieran, incluso comercializarlo, facilitando incluso los archivos masterizados para ser grabados hasta en vinilo, convirtiéndose así en los mejores ciudadanos australianos de la actualidad por este acto de sincero altruismo hacia sus fans. La música tampoco se queda atrás, de hecho, siempre es lo más importante cuando hablamos de ellos que poseen una máquina inagotable de ideas conceptuales para sus álbumes. Lo que tienen para ofrecer en esta ocasión puede entenderse como una mística visión de un pasado prehistórico que nunca ocurrió, el título del álbum es un juego de palabras entre “polygon” y “Gondwana”, esto último sería uno de los dos supercontinentes que conformaron Pangea hace millones de años y lo de polígono hace referencia a otro álbum de ellos que nombran figuras geométricas de por medio, Nonagon Infinity. La relación va más allá del título, sino en el sonido mismo del álbum que es el más parecido a esa monstruosidad literalmente inacabable que lanzaron el año pasado. El primer indicio es “Crumbling Castle”, una grandiosa introducción de 10 minutos de acción pura y desenfrenada, dividida en varios movimientos melódicos combinando el rock progresivo con la psicodelia y una dosis de devastación stoner en sus minutos finales. Tras esa amplia demostración de lo que son capaces de lograr, llega el primer respiro con el track que da nombre al material, añadiendo vientos así
como en “Deserted Dunes Welcome Weary Feet” donde también se marca una fuerte presencia de sintetizadores, sonando a una reinterpretación moderna del calibre virtuoso de unos Yes o Jethro Tull. Si se presta la debida atención, en “The Castle in the Air” se pueden escuchar destellos de blues a través de una armónica y una breve secuencia de notas inmiscuidas en la sección intermedia, como si hacía falta comprobar su versatilidad. Aparte del tema inicial, otro que causa una fuerte impresión de buenas a primeras es “Inner Cell” que te va atrapando, te inquieta hasta que termina devorándote con su mágica melodía, siendo uno de los momentos estelares del álbum y en el que se revela un fragmento de la simbología oculta en el arte de tapa, gracias a la letra en primera persona del personaje en cautiverio que se encuentra en la esquina inferior izquierda. La segunda mitad gira en torno a una nueva forma de ver la realidad, empezando por “Loyalty” en el que rebobinan el concepto de Murder of the Universe, en el cual los Gizzard juegan a ser dioses encarnados en un intensivo fulgor de riffs que suenan punzantes y milenarios, Stu Mackenzie alude al menos indirectamente en punteos y polirritmos a la labor de John McLaughlin, pero con un tinte hasta ocultista si se quiere en tracks como “Horology” y “The Fourth Colour”, esta siendo la canción que culmina el disco con toda la parafernalia, amaga con terminar tras una pausa larga de minuto y medio, para luego retornar cual pista oculta en un CD, solo para ofrecernos un último minuto de hecatombe instrumental y dejarnos sedientos para el acto final que se estima su llegada antes de las bombas de la medianoche del 31 de diciembre.
8/10. #246 Jaden Smith / SYRE 2017 Hicimos todo lo que pudimos pero fue difícil de evitarlo. Esta es la prueba viviente de que cuando uno se propone con todas sus fuerzas a lograr algo, lo consigue a pesar de que todo el mundo esté en tu contra. Y bueno, acá está, ya es un hecho, me toca hoy dar esta noticia: salió el primer
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álbum oficial de Jaden Smith. “¿Y qué podía hacer? Quería ser rapero también el nene” es algo que me imagino a su padre Will diciéndole a su mujer luego de que ambos hayan escuchado SYRE de un tirón. El nene demuestra tener talento para las rimas, vamos a darle ese crédito a Jaden, hay numerosos momentos durante el álbum que se manda unos fraseos veloces y algo ingeniosos, pero la forma en la que está encarado este proyecto, no me dan ganas pero ni cagando de escucharlo más de 2 veces, a excepción de un par de tracks de los que podía haber hecho un buen EP a lo sumo. Jaden intenta hacer algo grande acá, quiere dejar una gran primera impresión con un laburo de 1 hora y 10 minutos que se hacen difíciles de tragar por varias razones, nah, en realidad hay una sola que sobresale por todas y es su imperdonable inconsistencia. Los primeros 4 ya son un bajón que te consumen 15 minutos de vida con ideas tristes que giran alrededor de la cabeza de Jaden acompañado por su hermana Willow y ¿Teo? (si, ese es su nombre artístico… no preguntes), ya sé que quiere demostrar que no es el típico raperito que te habla de cosas superficiales, pero este ya fue a la otra punta dando un poco de vergüencita ajena tratando de sonar súper reflexivo sobre bases trap, encima tiene el descaro de compararse a Martin Luther King. Estos 4 tracks titulados con una letra cada una para formar la palabra BLUE (¿existe algo más person que esto?), tratan de ser algo así como una mini ópera rap para millenials disconformes con la vida. Admito que la idea está buenísima y hasta me llegó el intenso homenaje a Jimi Hendrix en “U”, algo desubicado que no tenía nada que ver con el concepto que quería transmitir pero homenaje en fin, es obvio que cualquiera lo hubiese ejecutado mejor. Cuanto más lo escucho, más me doy cuenta que le hizo falta alguien que dirija todo lo que está pasando en este álbum, parece que no hubo nadie que le pare el carro y le diga “che, hasta acá nomás pega man”. Así es como tenemos temas que se alargan más de la cuenta o que podían ser dos tracks distintos como es el caso de “Breakfast” que tiene una primera parte bien old school y segunda instancia le bajan al drum’n’bass. Acá figura A$AP Rocky en los créditos pero lo único que se escucha de el es esa voz siniestra que en sus temas suele ser la voz de sus pensamientos, ni siquiera se mandó unos versos como para que amerite su nombre en el feat, pero claro, hay que vender. Cuando llega “Hope” vas entendiendo porqué este álbum dura demasiado y es que a Jaden le encanta
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estirar una sola idea buena hasta que ya deja de ser divertido, el tema está bueno y su mensaje de esperanza y bla-bla-bla también pero no valen sus 6 minutos de duración en el que poco o nada varía musicalmente. Otra forma que tiene Jaden de irse todo es cuando tiene demasiadas ideas y las junta todas en un solo tema como sucede en “Ninety” que empieza bien en sus primeros 3 de casi 8 minutos, pero luego cambia el mood de la canción como si estuviera haciendo zapping y vaya manera de cagar un buen tema, ya que no es nada bueno haciendo este tipo de transiciones. Después llegan otros insufribles 9 minutos y medio con “Lost Boy”, un track sedante y anticlimático en el que se nota la influencia de su amigo Kid Cudi en esta perorata emo rap. Aunque los momentos en los que SYRE decae son mayores, también tiene sus instancias de celebración como lo son “Falcon”, “Batman” que se pone a la altura de los mejores trap bangers a lo Rae Sremmurd, también está “Watch Me” que vendría a ser un versión menos saturada y violenta del “Black Skinhead” de Kanye y solo por recordarme a eso ya es mi preferido de todo el álbum. Tampoco te digo que solo me quedo con la parte fiestera de este muchachito, pero creo que solo en “Fallen” le noto auténtico y suelto a Jaden demostrando amor, recibiendo ayuda de Kevin Abstract de Brockhampton que provee una nueva dimensión de voces en el fondo de este track que se mueve lento pero seductor con un groove cadencioso. El tipo tiene talento y planea sacarnos la imagen que tenemos de que se lo ganó todo por nacer en cuna de oro, por si te faltan más pruebas, escuchá lo encendido que está en las rimas que escupe durante “George Jeff” en el cual le encuentra un parentesco con el “flow” de Joey Bada$$, y eso es decir mucho. Hay mucho por mejorar, pero increíblemente le deposito un poco de fe a este chico.
5/10. #247 Mexican Institute of Sound / Disco Popular 2017 Desde hace años que el DJ y productor Camilo Lara se encuentra en el limbo de la industria musical mexicana. Primero, por llevar una doble vida como uno de los directivos del sello EMI y a la vez como músico
independiente, pero es por la música que realiza lo que genera más roncha entre el público, agarrándose de ritmos populares y electrónicos en partes iguales pero sin casarse con ninguno, un legítimo outsider en tiempos de mentes y oídos más abiertos que nunca. Han pasado 5 años de la última vez que Lara sacó un álbum bajo la denominación del Instituto Mexicano del Sonido, tiempo suficiente para que el sonido latino se expandiera por el mundo de una manera vertiginosa como nunca antes, dejando el campo fértil y un timing inmejorable para que Disco Popular se convierta en el LP que lo convierta en un fenómeno mundial. Este álbum es demasiado divertido y tan bien hecho que deberías prohibir el ingreso a cualquier tipo de prejuicio negativo que puedas tener de la música de las vecindades. Lara se encarga de modernizar todo lo que toca y lo hace sonar muy cool desde el principio con la “Cumbia Bomba” cargada de reverb y sintetizadores chillones, dando el efecto pistero a una cumbia tradicional. Luego le llega el turno a “Mi T-Shirt de la NASA” que vengo escuchando hace días sin parar y creo que puedo seguir durante otros cuantos días más, este tema de letra boba no viene con la advertencia de que es un virus infeccioso de danzón electropop que a más de uno le traerá recuerdos a la onda que le ponían los Plastilina Mosh, de hecho cuenta la leyenda que en el 99’, Camilo le compró a Jonás su computadora para grabar las primeras maquetas que tenía de IMS. El conocimiento y respeto que le tiene Camilo a los ritmos más profundos de nuestro continente, le llevaron a hacer un tour que incluyó grabar en Arizona con los Calexico para lo que terminó convirtiéndose en “Temblando” que junto a “Menea Tu Cuerpo”, le dan un giro festivo a la cumbia, como bien lo harían los Bomba Estéreo o Major Lazer en sus inicios. Se pegó un viajecito a Jamaica donde conoció al cantante de Toots and the Maytals quien colabora en el reggae psicotrópico, “Rebel”; bajando un poco más hacia el sur, también cayó por Panamá para meter un feat sorpresivo de Lorna en el reggaeton gozador “Pa’ La Calle”, tal vez su nombre no te suene, pero seguro la ubicas si te digo que es la que canta aquel hitazo del 2002 llamado “Papi Chulo”.
La chicha y el dancehall encuentran un punto medio en la hipnótica y bailantera “Dame Un Besito” en donde ubicamos a Camilo en su salsa, lanzando referencias a “Tu Pum Pum” de El General en las letras de este tema fortalecido en lo vintage. Por lejos el componente más atractivo que tiene el proyecto de Lara es la dualidad que presenta en canciones como “Not a Rebel (Margaret Thatcher)” donde sus mexicanismos luchan contra con su costado más anglosajón, alternando letras en español e inglés, además de agregar ruiditos de videojuegos 8-bits a una tonada mariachi. La clave para que este discazo suene tan exquisito en su totalidad es cómo Camilo manipula los sonidos urbanos ya conocidos por todos y los transforma en algo totalmente nuevo, dándoles una identidad única sin desvirtuar su esencia. A la originalidad de su propuesta, sumale que el hombre estudió muy bien lo que pega en este lado del mundo y lo aplica con exactitud en cada tema, sin forzar nada.
8/10. #248 OCS / Memory Of A Cut Off Head 2017 Estoy empezando a sospechar que John Dwyer, el núcleo central de Oh Sees no duerme nunca. En el tercer álbum que lanza en lo que va del año, reactiva después de más de una década su proyecto folkie experimental llamado simplemente OCS en el que Dwyer delata su lado más sensible, distante de toda señal de agresividad y distorsión por la que ya lo asociamos directamente cada vez que pensamos en el. Habitués del freak folk inaugurado por monstruos como los Grateful Dead tienen mucho para indagar por acá en temas como el que abre este repertorio cancionero, “Memory of a Cut Off Head” que cuenta con una dulce orquesta de cuerdas y el plus de Dwyer de tener de vuelta a su compañera Brigid Dawson para este dueto acogedor como una brisa de viento fresco en pleno verano, pero que Dwyer se las arregla para transformarla en una ráfaga con los acelerados cambios de tempo que se producen en un par de
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ocasiones, rompiendo con la estructura clásica de lo que uno podría esperar de este tipo de canciones. El álbum transcurre con una calma y armonía inusual tratándose de Dwyer que evoca a la primera época de Bowie en “The Chopping Block”, un track acústico adornado con violines que carga una fuerza interpretativa brutal por parte de Jon, mientras que Brigid acentúa la emotividad de los versos en este y otros como “Neighbor to None” o “The Fool” donde toma el control total del micrófono, asemejando la melancolía de su labor con la de Victoria Legrand de Beach House. Lo más parecido que tendremos a un tema de Thee Oh Sees acá es “On and On Corridor” que podría haberse incluido en el álbum An Odd Entrances del año pasado que tenía un apego por las melodías delicadas pero con el giro maléfico que le aporta Jon, ya sea simulando una tonada de voz desquiciada o detonando pequeñas explosiones instrumentales que irrumpen la sensación de calma en el ambiente. Dwyer y Dawson ofician de villanos carismáticos en un género donde abundan los buenos, rompiendo con sólidas composiciones, el estereotipo de que son todos unos blandos los que hacen temas lentos.
7/10. #249 The Limiñanas / Istanbul Is Sleepy EP 2017 Esta es una de esas bandas que no hubiese podido conocer si no hubiera iniciado este reto de escribir una reseña por día durante todo un año, este desafío agotador tanto físico como mental me llevó a conocer mucha más música, y a comprender como nunca antes a las personas que componen una pedazo de arte y lo sueltan al mundo. Esta experiencia gratificante me llevó a descubir a los franceses The Limiñanas mientras escribía sobre el último álbum de The Brian Jonestown Massacre, entre videos y artículos tratando de entender el contexto y las influencias de Don’t Get Lost, veo a Anton Newcombe recomendando este dúo que los estaría teloneando
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durante su paso por Francia. Si mal no recuerdo, el mismo los escogió y al dar play a cualquiera de sus canciones, a uno le queda en claro su sabia decisión. Se deduce que en esas fechas donde compartieron escenario, estos dos grupos se hicieron amigos, una cosa llevó a la otra y así es como ahora me tienen hablando de su colaboración en uno de los 4 temas que componen este pequeño pero conciso EP. “Istanbul Is Sleepy” es la canción en cuestión y es como estar escuchando un nuevo tema del grupo de Anton, según el mismo afirma que estaba tratando de hacer una impresión de Iggy Pop imitando a David Bowie en la voz, en cuanto a lo instrumental, Lio y Marie retrotraen el garage rock y la psicodelia de los 60s con un enfoque tipo western en la percusión y los arreglos. En la siguiente, “Nuit Fantôme”, Lio presta el estilo vocal de la leyenda de su país, Serge Gainsbourg, cantando casi de manera hablada en su idioma original, manteniendo el filo de la seducción por encima de una melodía tan atrayente como noctámbula. Jugando a dos puntas entre el psych-pop y el shoegaze, los Limiñanas te sacan de la nada algo como “Shadow People” que cuenta con la participación especial de la actriz y cantante Emmanuelle Seigner, mudándonos en un universo paralelo donde The Jesus and Mary Chain empiezan a hacer música yé-yé. “Angels and Demons” quizás sea la más floja de la tanda pero aún así suma a la idea de revisitar sonidos del pasado pero con ese toque de elegancia francesa que no conseguís en ningún otro lugar. The Limiñanas sería como esa banda cool pero incomprendida de los 60s que recién ahora estamos empezando a prestar atención (¿alguien dijo Velvet Underground?).
7/10. #250 Shamir / Revelations
2017 Con unos amigos nos pusimos la misión a finales del 2014 de hacer un programa de radio en el que intentamos siempre de priorizar la escena indie, algo inusual para las FMs más conocidas de este país. Ese primer ciclo
del show de los sábados de tarde que teníamos por la Rock & Pop estuvo repleta de momentos imborrables, al menos para los que estuvimos involucrados en el proyecto, entre las tantas anécdotas que surgían en la espontaneidad que solo un medio como la radio podía ofrecer, recuerdo una en particular que fue la vez que recomendé a varios artistas “nuevos” en aquel entonces. Sé que mencioné a 3 ó 4 pero solo uno de ellos quedó como el más memorable de la tanda por su particular registro vocal que se prestaba para no ser tomado muy en serio por Luis y Diego con quienes compartía la conducción del programa, ese fue Shamir. Apenas unas semanas de haber lanzado su más que entretenido álbum debut Ratchet, este chico oriundo de Las Vegas se perfilaba como la nueva promesa del electropop con una producción colorida y letras que describían el sentir millenial de los introvertidos y marginados por la sociedad, cantadas por una voz contratenor a la que es imposible serle indiferente. Es que basta con remitirse a varios comentarios de Youtube que lo describen mejor que nadie como la voz de Mickey Mouse y le sacó provecho a ello para brindar un producto único. Ahí mismo empieza la problemática que desencadenó el cambio artístico radical que sufre la música de Shamir apenas 2 años después: el no se veía como un producto, la sobreexposición y la fama repentina que fue ganando en tan poco tiempo, le empezó a afectar mentalmente y decidió parar el tren cortando relaciones con el sello XL Recordings para dedicarse a hacer música que reflejaban su verdadero yo. En abril de este año, sin aviso alguno ni sello que lo edite, Shamir sube a su Soundcloud, Hope, una nueva colección de canciones que no tienen nada que ver con su primer disco, eran temas lentos, grabados de forma casera y con más sentimiento que belleza, de hecho que el mismo aclaró en la descripción que es un álbum difícil de escuchar (yo aguanté hasta la mitad), pero que fue aún más difícil para el compartirlo. Era su manera de combinar la música pop que hacía con el lo-fi, y no puedo decir que le salió muy bien. Siete meses después, se trae Revelations que sigue esa misma faceta frágil en la que su voz cobra mayor protagonismo, pero se encuentra muy lejos de sonar a algo remotamente interesante. El giro de 180° que tomó la carrera de Shamir lo tiene haciendo música solo para el con fines terapéuticos más que de entretenimiento. Su caso no es una joda, hace poco llegó a ser diagnosticado con trastorno bipolar e incluso llegó a internarse una semana en el manicomio, lo felicito que haya priorizado su salud antes que alimentar a un sistema que lo quería
convertir en alguien que no era, por más de que llegué a el por temas tan chillones como “On the Regular” y me hubiese gustado que siga por ese lado, pero lo prefiero vivo y que haga lo que le guste sin importar lo que pueda llegar a gustarle a un total desconocido. Y lo que a el le gusta hacer son canciones sencillas, la mayoría de las canciones lo tenemos solo a el rajeando una guitarra con alguna que otra mínima percusión de fondo, mientras canta sobre la ansiedad en tiempos de memes en “90s Kids”, sobre esta nueva etapa de su vida en la que está tratando de sanar en “Games” y “Cloudy”, por ejemplo. La que más me llegó por su mensaje fue “Straight Boy” donde Shamir señala las contradicciones en las que caen muchos heterosexuales que dicen estar a favor de los gays pero no lo demuestran con sus actos, un tema tan latente en la actualidad y pocas veces abordado en la música de esta manera tan sincera que ya duele. Personalmente, considero a “Blooming” y “Astral Plane” las más resaltantes musicalmente, pero aún así el mensaje es más fuerte en Revelations y creo que puede llegar a conectar fuerte con personas que estén pasando por los mismos mambos que el. Así es como Shamir le dice adiós a su futuro como popstar, a cambio de -quizássalvar algunas vidas por el camino, incluyendo la suya.
4/10. #251 Electric Wizard / Wizard Bloody Wizard 2017 Creo que si sos una persona que hizo bien las cosas en su vida (?), la primera imagen mental que se te tendría que venir a la cabeza al pensar en doom metal es la humeante y siniestra tapa de Dopethrone. Probablemente la banda más representativa del estilo, está de regreso para hacer valer este título y demostrar su vigencia con un portentoso nuevo álbum en el que ya no se sienten obligados a demostrar nada, si conocés a Electric Wizard, ya sabés bien lo que podés esperar. A Jus Oborn y Liz Buckingham se les sumaron para las grabaciones de esta nueva placa, dos nuevos compañeros, Clayton Burgess y Simon Poole en el
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bajo y la batería respectivamente, sangre nueva en el reinicio de esta banda con más de dos décadas de trayectoria sembrando el terror a través de riffs y solos de descomunal espesor. Después de varios discos de notable densidad y lentitud, esta vez optaron por volver a las raíces del rock ruidoso con seis despiadadas canciones que hablan de muerte (“The Reaper”), drogas (“Hear the Sirens Scream”), sexo (“Wicked Caresses”) y mucha violencia, pero sonando mucho más melódicos que de costumbre, los instrumentales no se hunden en la mezcla con sostenidas notas de sonido drone y la voz de Oborn se escucha sorpresivamente con claridad. Por el título mismo del álbum, es imposible al menos no hacer un paralelismo con Black Sabbath que tiene un disco de nombre similar y que esa misma obra en particular también posee similares características en lo que a composición se refiere. En un álbum de Electric Wizard, uno puede darse cuenta como gradualmente se está yendo todo al carajo y esta no es la excepción. Empezando por “See You In Hell” bien a su ley stoner con una melodía que se va agrandando como una bola de energía inmensa a través de olas y olas de riffs que impactan contra nuestros oídos, mientras Oborn realiza proclamas de un apocalípsis inminente. En una suerte de homenaje a guitarristas clásicos del rock como Jimmy Page y Jimi Hendrix, “Necromania” y “Hear The Sirens Scream” enmascaran sus claras influencias bluseras en solos asombrosos teñidos de negro. La cabalgata de la parca continúa con “The Reaper” donde un órgano sepulcral toma posesión del ritmo, irradiando escalofríos con esa pequeña adición. Al final con los dos últimos tracks, el grupo retoma su lado más tradicional y con ello me refiero a hacer prolongadas y pesadas composiciones que literalmente te talan la cabeza con sus muros de sonido monolítico causados por el unísono de los bombazos en la base rítmica. Para comprobarlo, anímate a atravesar por esa épica devastación titulada “Mourning of the Magicians” que finaliza el álbum en su punto más alto, aunque sin muchas variaciones que ameriten sus 11 minutos de duración. Wizard Bloody Wizard se posiciona como uno de los álbumes más resaltantes que grabaron en los últimos años, pero aún así guarda cierta distancia de sonar tan intimidantes como en épocas de Come My Fanatics, hasta atinaría a decir que este álbum fue grabado en su zona de confort, se pone a la altura del legado y no le pidas más que eso.
#252 SZA / Ctrl
2017 Con su primeros mixtapes, la cantante de New Jersey nacida como Solána Imani Rowe, llamaba la atención por su mixtura de R&B minimalista, una voz neo soul bien distinguida y colaboraciones clase A, pero nada de eso nos preparaba para lo que iba a ser su álbum debut oficial, inspirado en su propia vida amorosa y la relevancia del control en la misma. SZA plasma su obra conceptual cantando reflexiones a corazón abierto en hits instantáneos como “Love Galore” y “Drew Barrymore”, su perfomance vocal se roba toda nuestra atención sin mucho esfuerzo, realzada además por una producción caracterizada por mucha instrumentación en vivo que maximiza cada una de las emociones que vamos experimentando. Todo el álbum es una caricia para los oídos con melodías cristalinas que acolchonan las crudas realidades que va presentando SZA en sus letras y la terminan por coronar como una reina del feminismo mucho más bajada a tierra que la mayoría de sus contemporáneas. Los feats de Travis Scott, Kendrick Lamar e Isaiah Rashad no hacen más que sumarle puntos a lo que la cantante consigue acá con una fluidez extraordinaria: una historia de amor que no escatima en belleza mediante beats y fraseos azucarados. Bajo un manto de pop sagrado, esta mujer agarró varios estilos de la música negra para mostrarse vulnerable ante el mundo y armar una consistente obra, manteniendo todo bajo control.
8/10. #253 Johnny Jewel / Windswept
2017 6/10.
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Este es el año en el que la serie de culto por excelencia dirigida por David Lynch, Twin Peaks regresó para una
tercera temporada después de 26 años, un hecho histórico para la historia de la televisión por todo lo que significó este show en el pasado, forjando nuevos límites hacia donde podía ir el enigma en la narrativa de una historia, marcando un antes y un después en la carrera del cineasta surrealista más popular de los últimos tiempos. La música de la serie original a cargo del compositor Angelo Badalamenti fue uno de los factores esenciales que dieron a este pueblo un aura de misterio pocas veces experimentado por las audiencias. Fue algo único para su tiempo. Para este regreso, Angelo retoma su puesto en la serie pero no lo hace solo, otra de las personas encargadas de la banda sonora de esta nueva temporada fue Johnny Jewel, productor conocido por utilizar solamente instrumentos analógicos, dueño del sello synthpopero Italians Do It Better y fundador de varios proyectos fantásticos como Chromatics y Glass Candy. Jewel le hace honor a Badalamenti con instrumentales exuberantes cargados de mucho suspenso expedido por los vientos y los sintes en “Windswept”. Claro que Jewel le pone su propia fragancia a estas piezas musicales, tirando a veces al dreampop parsimonioso de Cocteau Twins en tracks como “Saturday” en el que recibe asistencia vocal de Megan Louise, su compañera en Desire; o al glamoroso smooth jazz con luces de neón proveído por Glass Candy en “Motel”. Si las canciones de Windswept te recuerdan a otra gran banda sonora como fue la de la película Driveprotagonizada por Ryan Gosling, es porque el mismo Jewel también fue contratado para ambientarla. Conteniendo un tema como “Blue Moon” (la versión de Elvis Presley) que califica casi como canción de cuna con un etéreo acompañamiento de sintetizadores, un triángulo, delicados golpes percusivos y susurros de Ruth Radelet de Chromatics, el halo de intriga maquinal de este proyecto llega a mantenerte al vilo de un sueño inquietante.
7/10. #254 Wu-Tang Clan / The Saga Continues 2017
más importantes de la historia? Lo que no avisaron es que ni siquiera venían completos, es más, solo surgió como una idea de RZA y Mathematics de realizar un álbum completo con cierto tipo de teclado incluyendo feats de algunos miembros de Wu-Tang, entre otros MCs invitados. No es un proyecto que amerita siquiera que tenga la nomenclatura del grupo, pero bueno, supongo que lo hacen como una movida comercial. En un año donde el trap basura estuvo por todos lados, hubiese sido un lindo gesto que así como lo hicieron los A Tribe Called Quest el año pasado con su We Got It from Here... Thank You 4 Your Service, un grupo de la trayectoria de Wu-Tang se mande un laburo que se pueda eregir como salvador de las viejas maneras de hacer hip hop, pero lo que tenemos por acá es un intento genérico y pobre de ideas queriendo alcanzar aquellos tiempos dorados en los que aún eran relevantes para el mainstream. Escribo esto ya pasado casi 2 meses de su lanzamiento y la sensación que dejó es lo peor que le puede pasar a un proyecto musical, ni siquiera hablaron mal de el, sencillamente le fue indiferente a una gran mayoría. 18 tracks (incluyendo separadores) que no le hacen justicia a la leyenda, estas canciones están relativamente buenas pero parecen incompletas comparando con cualquier cosa que hayan hecho antes. “Fast and Furious”, “If Time Is Money”, “Pearl Harbor” y “Why Why Why” son algunas de las que sobresalen un poco del promedio con esa cuota infalible de jazz rap en los samples, añadiendo algunos versos de Method Man, Ghostface Killah y Raekwon que ponen las cosas en su lugar, nutriendo loops que llegan a cansar con su linealidad. Esto es Wu-Tang en modo fácil, remitiéndose a hacer solo música de background, una buena práctica en el manejo de producción para Mathematics, pero no algo a lo que se le puede prestar demasiada atención.
6/10.
Estaba algo emocionado por un nuevo álbum de los legendarios Wu-Tang Clan, ¿cómo no emocionarme ante el regreso de uno de los colectivos de rap
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Noel Gallagher’s High Flying Birds / Who Built The Moon? 2017
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#255 Oasis ya fue, amigos. Está bien, después de tanto hacerse rogar lo más seguro es que se reúnan en algún momento, pero volverán como una banda que vive del pasado y lo harán para complacer a la nostalgia de unos años que dudo vuelvan a replicarse, no porque ponga en duda la capacidad de los Gallagher, sino porque los tiempos cambiaron y el rock ya no es lo que era desde esa pelea en el backstage de un festival parisino que sentenció la existencia de una de las bandas más importantes de la historia del rock británico. Lo último en lo que piensa Noel es en volver a reunir a los muchachos. Su tercer álbum de estudio es la obra más alejada de lo que alguna vez fue su banda, tras 25 años haciendo siempre lo mismo en el estudio para obtener diferentes resultados, Noel cambia por completo su manera de componer y grabar, en gran parte gracias a su productor David Holmes que lo instó a pensar más en las melodías que en las canciones, le enseñó a darle un buen uso a los samples y a trabajar con músicos que ni conocía a través de videollamadas, así es como por ejemplo, dio con la chica devenida a meme que toca las tijeras en “It’s a Beautiful World” que resultó ser Charlotte Marionneau de Le Volume Courbe, un proyecto de pop psicodélico enchapado a la francesa que contó con las benditas apariciones de Kevin Shields de My Bloody Valentine y Hope Sandoval de Mazzy Star en su álbum debut del 2005. La primera impresión en la apertura con “Fort Knox” puede llegar a ser chocante para los fans más conservadores de Oasis, se trata de un instrumental electrizante con reminiscencias a la electrónica de los 90s abanderada por los Chemical Brothers (con quienes yatrabajó anteriormente) y la psicodelia del Madchester, suena como si estuviéramos ingresando a un umbral hacia lo desconocido, y lo mejor de todo es que es verdad. Esta intro que nos recuerda al de Standing On the Shoulder of Giants con su “Fuckin’ In The Bushes” funciona como advertencia de lo que está por venir. Le sigue “Holy Mountain” que se mueve en el campo más rápido y alegre del repertorio de Noel con sus secciones de viento que siguen una sintonía similar a la de “Ça Plane Pour Moi” de Plastic Bertrand. Con las referencias que cité hasta acá, se entiende de más que Noel va por otra cosa en Who Built the Moon?, demuestra que no necesita replicarse el sonido de Oasis para complacer a los de siempre, dando lugar a la versatilidad sin renunciar a sus convicciones de compositor. Si vamos a ser justos, los experimentos que llevó a cabo Noel en este álbum, solo son nuevos para el, me alegra que se haya abierto a nuevas cosas
pero tampoco da para decir que está cambiando las reglas del juego, pero aún así hay que darle el crédito que lo hace mejor que una gran mayoría por sus cualidades innatas de hacer grandes canciones. En el riesgo está la ganancia, diría este señor que tiene todas las de creerse ganador de la batalla de egos que libra con su hermano desde tiempos inmemoriales con este álbum dinámico y lleno de vida con tracks como “Keep On Reaching” respaldado por coristas de soul femeninas y una intensa instrumentación que parece prestada por Marvin Gaye. Me gusta que por un par de canciones, Noel se haya inclinado por ese sonido a tracción de baterías que consiguió en el single de su primer álbum, “AKA… What a Life”, algo que puede notarse en “It’s a Beautiful World”, un tema que te induce a un panorama desolador e incluye algo inusual viniendo de Noel, un vacío rellenado por un spoken word en francés de la ya mencionada Charlotte que habla como una emisaria del fin del mundo a través de unos altoparlantes. Algo también raro pero que es muy bien recibido es “She Taught Me How to Fly” que ha de ser la primera canción de amor que ejecuta Noel con una alegría que se nota de acá a la luna, no en vano el mismo la compara como algo que pudo haber escrito para Blondie. Algo que nunca vas a poder quitarle a Noel es hacer al menos una referencia beatlesca por álbum, en esta ocasión tenemos a “Be Careful What You Wish For” que sería como su “Come Together” por el tempo marcado por el bajo, prácticamente idéntico en esta canción que Noel le canta a las futuras generaciones. El tramo final a partir de “Black & White Sunshine” toma una dirección más tradicional de pop-rock para los estándares de Noel, nada malo en ello pero tampoco nada que haya llamado la atención como las canciones que acaparan la primera mitad, con eso le bastó para dejar en claro quien es el Gallagher más talentoso.
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#256 Midistroy / Midistroy 2017 Celebro por este gran año para la música independiente en Paraguay, creo que nunca antes hubo un ecosistema tan variado de estilos como el que estamos teniendo actualmente donde cada fin de semana del centro asunceno podés encontrarte con una nueva propuesta bien distinta a todo lo anterior. Entre ellos, Midistroy que lleva apenas meses de gestación y ya cuenta con material, 7 canciones oscuras generadas por frías máquinas y guitarras rabiosas, musicalizando el inicio del final. Así como lo hicieron en el pasado otros proyectos locales como Elektron y MNESIS, este cuarteto que tiene entre sus filas a dos miembros de Los Chamos del Momento, Javier Arévalos en bajo y Rodrigo “Drigs” Gómez en guitarra, además de Dunkel Perinetti en sintetizadores y Paty Latorre en voz, unen sus fuerzas para crear una mixtura de electro rock que funciona para entender bien las intenciones de estos cyborgs. La primera secuencia lleva como nombre “Termidor”, un track bien espaciado con beats programados que van flotando con tranquilidad, a la par que una guitarra filosa se encarga de rastrillar la melodía nocturna de bajas revoluciones. Un poco más animado y acelerado son “Work It Out” y “Midistroy” en el que abren un poco más la cancha a la experimentación de su equipamiento MIDI, ya sea con más cambios de ritmo o pequeños glitches y explosiones de percusión digital. El EP va de menos a más, mostrando algún elemento nuevo bajo la manga como el bajo del Javier en “Where Are We Going” que ocupa un rol fundamental para guiar el paso destructivo de la guitarra de Drigs que da rienda suelta a sus riffs, entrelazándose en los minutos finales con un Dunkel encendido jugando con la máquina de ritmos. Ahora, todavía tengo mis reservas con respecto a la voz de Paty que la noto algo apagada en varios momentos, no sé si es por la manera en que fue incluida en el mix o la forma que fue grabada o simplemente es parte del mood lánguido que desean transmitir en ciertos tracks como “OK Go” que es donde más se asimilan a los chiptunes de bandas cuyos ritmos se basan en videojuegos 8-bit como Anamanaguchi, por ejemplo. Otra cuestión pasa por las escuetas letras,
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en esto se entiende que a muchos les resultará algo monótona la insistente reiteración de las mismas frases (“get up, get down”), una y otra vez durante una misma canción, aunque interpreto también este recurso para dar una sensación de frialdad tecnológica, como un alejamiento de la humanidad, perdiendo la empatía en cada loop, utilizando la voz solo como un instrumento más dentro de la paleta de sonidos. El último track me da fe de un futuro porvenir para esta banda, “EWA” (abreviación de “Everybody’s Walking Around”) es Midistroy alcanzando un nivel de exaltación similar al de una canción de How to Destroy Angels. Para ser lo primero que el mundo vaya a degustar de ellos, no está nada mal. Un pequeño paso para el robot, un gran salto para la humanidad.
7/10. #257 Dua Lipa / Dua Lipa 2017 Acá tenés todos los hits que no pudieron hacer Katy Perry y Taylor Swift este año. Esto es lo que pedía el público masivo, pop para divertirse y que va directo al grano. No niego que llegué tarde al fenómeno de la cantante de descendencia inglés-albana, no me interesó escuchar detenidamente su música porque en el fondo, sabía exactamente lo que iba a encontrar: un combo completo de belleza física (es modelo), vocal (su registro tiene cierta semejanza con el de Lady Gaga, más que notorio en la tanda de baladas) con una súper producción infalible para los charts y letras bien generalizadas de joda y amor como para convertirse en himnos fáciles de adoptar para todos. Claro que no está haciendo nada que ya no se hizo antes en el mundo del pop, pero lo está haciendo mejor que muchas y con eso le basta y sobra para ser una princesa del pop luchando por el trono en tiempo récord con hitazos de escala global como “Be The One”, “Blow Your Mind (Mwah)” y la formidable “New Rules” que solo si viviste en un termo sin wi-fi
pudiste haberla esquivado. Este debut fue planeado estratégicamente para triunfar, o sino no se explica cómo llegó a meter dueto con Chris Martin de Coldplay en “Homesick” o con Miguel en “Lost In Your Light”, pero la verdad es que esos nombres ni resaltan ante la presencia de Lipa y canciones que pegan sin dar tanta vuelta por más genéricas que resulten. Hay veces que solo querés ser feliz con música que no te hace pensar demasiado pero tampoco te trata de boludo, ahí este disco entra de cabeza al playlist para encender la fiesta.
mantener la misma tonada durante todo ese tiempo, no hay variaciones que hagan de esto algo más llevadero y por más que la producción que envuelve a su voz sea una agradable recompensa, no hay forma que pueda prestarle atención por tanto tiempo. Arrancó con el pie derecho y está cargado de buenas intenciones, pero es solo un joven, tonto y pobre, todavía tiene mucho que aprender.
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Code Orange / Forever 2017
#258 Khalid / American Teen 2017 Puedo entender porqué este hombre y este álbum la rompieron este año, por el lado musical tiene un aire buena onda, apelando al millenial norteamericano en cosas con las que pueden identificarse como no comprender algunas cuestiones y ser un mantenido (“Young Dumb & Broke”), hablar en doble sentido sin tomar nada en serio (“American Teen”), inspirarse de algo que tuiteó estando enojado (“Another Sad Love Song”), fumar porro a los 18 (“8Teen”), creértela que tenés todo el mundo por delante (“Let’s Go”) o simplemente no querer nada serio en lo que se refiera a amoríos (“Hopeless”). A sus 18, Khalid hizo el álbum que mejor refleja el sentir de los chicos de su edad en pleno 2017 y lo hizo con el tipo de música que ellos más escuchan, el R&B. Se garantizó una porción grande de la torta de audiencia solo hablando del contenido de sus canciones, pero si vamos a entrar a hablar de la calidad musical de su propuesta… creo que deja un poco que desear a excepción de un par de cortes salvados por su fresca producción como es el caso de “Location”, el más conocido de la partida. Mi disgusto con este muchacho pasa porque tiene el tono de voz más cansino y lineal del condado. El álbum tiene 15 canciones y dura casi una hora, a mi me parece un logro enorme que haya podido
Este es un mensaje de gratitud infinita para esos locos que terminan tocando algo que hasta ese entonces se consideraba intocable, para construir algo nuevo a pesar de todas las críticas que pueda llegar a soportar. Ni siquiera hablo solo de los músicos, no importa el ámbito de la vida en el que te toque ser ese agente de cambio, gracias a personas como vos que no siguieron la corriente, hoy nuestras vidas son más fáciles, tenemos más opciones para elegir y nos hacen creer que siempre hay algo más que aún no fue descubierto. Que se jodan los metaleros que ni siquiera consideran al metalcore como algo serio y también los hardcore de mente cerrada que no admiten nada fuera de los límites de un subgénero de por sí bien limitado, Code Orange es una de esas bandas que se trajeron ese algo más en un estilo que se funde en sus propios estereotipos, con un tercer álbum que continúan propulsando su sonido hardcore punk con otros estilos como el sludge, el noise, hasta power electronics que calzan tan bien a su descomunal combo. Producidos una vez más por el veterano Kurt Ballou, cantante de esa máquina de destrucción masiva llamada Converge y mezclados por el notable ingeniero de sonido Will Yip (los álbumes de hardcore mejor pensados de la última década, si o si tiene a uno de estos dos en sus créditos), logran crear un monstruo infernal que pone de manifiesto la vitalidad y el dinamismo de una banda que promete ser algo más que enojo adolescente.
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Hay varios momentos para denucarse en la intensidad de este álbum que te recibe corriendo frente a vos con una patada voladora en “Forever” y te muele a golpazos en su caótico breakdown, arrancándote la peluca con la velocidad y brutalidad de “Kill the Creator” donde introducen una pizca de metal industrial con teclados acoplándose a los riffs sanguinarios de sus guitarras, haciendo parecer todo más sucio y desprolijo de lo que podría aparentar, aunque la realidad es que estas canciones están impecablemente construidas. El horror se apodera de estas canciones que no tardan en hacerte hervir la sangre con los guturales que le aplica Eric Balderose en tracks como “The New Reality” o “No One Is Untouchable”, incluso hasta en el tema con fuerte influencia pop punk “Bleeding In The Blur”, tenemos esa sensación permanente de que algo terrible está a punto de ocurrir. Estos muchachos le tienen una gran devoción a la música de Ballou y no lo disimulan un poco en las impresionantes “Spy” y “Ugly” con sus tsunamis de riffs encolerizados que crean o no tienen ciertas raíces en el grunge, como si Kurt Cobain haya desbloqueado un nuevo nivel de enojo contra el mundo. Señalaron por ahí que el punto bajo de esta banda se encuentra en las letras, algo que me podría importar menos ya que apenas son inteligibles porque se las pasan gritándolas, sin dudas algo que puedo hacer pasar de largo sabiendo que están haciendo el soundtrack para el mismísimo apocalipsis.
8/10. #260 Passion Pit / Tremendous Sea of Love
2017 Está en nuestra naturaleza ser hipócritas, es algo que está insertado en nuestra sociedad, algo que se enseña y está normalizado en mutuo acuerdo por todos sin que digamos una sola palabra. Las mismas redes sociales son un espejo de lo que somos como personas, por más de que muchos digan que lo que hacen allí no reflejan el tipo de personas que son en “la vida real”. El ejemplo
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está en ese post/tuit/estado de un contacto tuyo diciendo que está sufriendo, pero no entra en muchos detalles de lo que le sucede y dicha publicación pasás de largo, creés que se trata de una boludez y ni te ponés a analizar lo que pudo haber desembocado esa descarga pública. La empatía es algo que se construye todos los días, tenemos que aprender a escuchar a los demás, sacarnos el ego de encima y empezar a dimensionar que somos todos iguales en este agujero en el que estamos metidos. Esto lo escribo en el día de la virgen de Caacupé y supongo que algo de la homilía se me pegó en este inicio, no fue la intención. A lo que quiero llegar nomás es que este año tuvimos un nuevo álbum de Passion Pit al que casi nadie le prestó la debida atención, muchos le hicieron la vista gorda a pesar que Michael Angelakos lo regaló para que todos lo escuchen, para el este cuarto álbum fue el más importante de su carrera, al que debíamos prestarle atención. La primera vez que lo escuché cuando recién salió, me pareció algo decepcionante al no contar con la frescura pop ni el apego hitero de sus anteriores lanzamientos, se me hizo clarísimo que el mood que quería comunicar Michael era mucho más oscuro. Para quienes no lo sepan, hace unos años fue diagnosticado de trastorno bipolar y este álbum llegó poco tiempo después de que haya anunciado que su proyecto se tomaba una pausa para enfocarse en lidiar con su enfermedad. Fuerte. Escuchándolo en retrospectiva meses después, entendí que Tremendous Sea of Love en su sencillez y dulzura se encuentra el reflejo del alma de Michael, agradeciendo a sus fans por darle la oportunidad de vivir de lo que ama, por haberlo escuchado. El mensaje que dejó adjunto con este álbum suena a una carta de despedida cargada de mensajes positivos para todos. En ese estado de aparente gracia compone estas canciones que parecen maquetas de hits innegables de Passion Pit, las compuso y grabó todas el solo en su casa, están llenas de matices synthpop agradables que aparentan estar sumergidas bajo el agua, así como se grafica en la tapa misma del álbum. En la corteza es un álbum más de Passion Pit con canciones coloridas de amor como la que dedica a su esposa en “Hey K” o la sobrecargada de autoestima en la alegre “I’m Perfect”, pero el trasfondo de cada canción le da un sabor agridulce que no impide disfrutarlas, solo que les da un significado a esas letras tan inocentes que son como una llamada de auxilio para calmar su ansiedad, así que por las dudas no te dejes engañar por los angelicales arreglos de piano y el canto entusiasta de Angelakos en “To The Otherside”, por ejemplo, donde está
relatando una crisis mental que sufrió en carne propia. La canción clave del álbum creo que es “You Have the Right”, una complaciente balada a piano en la que Michael se convence a sí mismo de que está todo bien lo de tomarse un tiempo para mejorar su salud y descansar. Adhiero a la moción. No pudo haber tenido un título más acertado, el álbum es un tremendo mar de amor, la situación pasa porque es tan grande y sincero que a muchos (incluyéndome) puede llegar a abrumar.
6/10. #261 Daniele Luppi & Parquet Courts / Milano 2017 No sé quien es Daniele Luppi pero tiene muy buena yunta. La primera y única vez que escuché de el fue aquel álbum colaborativo que hizo junto con Danger Mouse y que contó además con la participación de Jack White y Norah Jones, interpretando canciones inspiradas en películas spaghetti western, fue un disco que obviamente me llamó la atención por todo lo mencionado, aunque en ejecución, a pesar de tener sus momentos, no fue un material que envejeció muy bien para la memoria. Seis años después, vuelvo a leer su nombre en sitios web de noticias que suelo seguir y es para anunciar que regresa con un nuevo álbum, esta vez para brindar tributo a un espacio y tiempo bien determinado: Milán de los 80s, ciudad y años donde transcurrió gran parte de su juventud. Para esta oportunidad también se vino acompañado de talentosos que me caen más que bien, compartiendo créditos con los Parquet Courts e invitando a Karen O de Yeah Yeah Yeahs para cantar en algunas de las canciones de este breve pero conciso proyecto que une el hedonismo y picardía italiana de Luppi con la escena de música independiente de New York, representada por sus invitados.
no wave en canciones de riffs abruptos como “Mount Napoleon” que son frenados por intersecciones de vientos y xilófonos. Caso similar ocurre con “Talisa” en el que la seducción de Karen adquiere un tono mucho más bohemio en el idioma de la pasta, algo que me sorprende lo bien que quedó gracias a los Parquet Courts oficiando de backing band con guitarras limpias en una especie de rendición folk punk a lo Violent Femmes. Se siente más como un álbum de Parquet Courts que uno de Luppi por la fuerza que ejerce Savage por sobre los detalles instrumentales que nos recuerdan que este álbum tiene una temática tana, se nota hasta en los tracks más relajantes como “Soul and Cigarette” que parece una perlita que quedó fuera de su álbum solista, derrochando sus dotes de letrista metiéndose en la piel de la poeta italiana, Alda Merini. En media hora, Daniele presenta personajes extravagantes que formaron parte de esa sociedad milanesa que en aquel entonces empezaba su transición como metrópolis de la moda, los negocios, la vida nocturna y por supuesto, las artes. “Memphis Blues Again” por ejemplo, hace referencia a ese colectivo de diseñadores que revolucionarían el concepto de los muebles y la decoración como un medio más para expresar arte. Luppi encontró en Karen y Andrew, un dueto que se complementa inesperadamente bien para llevar a cabo su idea, un ejemplo clarísimo es “The Golden Ones” que los tiene haciendo una infecciosa canción de características surfistas. En el punto final del álbum, mi debilidad por los instrumentales es saciado gracias a “Café Flesh” en la que flashean The Pop Group, obteniendo una magnética composición que pasa del post-punk al free jazz, viceversa y entreverado con total dominio de la polirritmia. No sé si este álbum honra la esencia de Milán de hace más de 30 años, lo que si creo es que esta fue solo una excusa para que los músicos involucrados en este proyecto hagan lo que se les dé la gana, y lo que les salieron fueron varias buenas canciones así que no tengo mucho que reclamar.
8/10.
Luppi redirecciona la energía de Andrew Savage y los demás en canciones que sacan el lado más frágil del
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#262 Tera Melos / Trash Generator 2017 Un estilo que pocos se animan a probar es el math rock, primero luego porque tenés que ser extremadamente hábil para embarcarte en ese género que demanda una técnica y rapidez absurda, y segundo porque es un tipo de música que posee un nicho muy reducido de seguidores. Tanta destreza por monedas no parece ser un buen negocio para ganarse la vida, pero aún así continúan los esfuerzos para que este hijo deforme y calculador del rock progresivo llegue a nuevas audiencias, y los que le están poniendo mayor empeño a ello es el trío de Sacramento, California llamado Tera Melos que en su nuevo álbum procuran sonar lo más convencionales posibles con canciones de 3 a 4 minutos que siguen la estructura verso-coro-verso pero con el delirio y la ferocidad que amerita el math rock. Estos tres desatan la locura en “Your Friends” y “Don’t Say I Know” creando una combustión instantánea entre la fricción ocasionada por el fingerpicking de Nick Reinhart y los sorprendentes e inesperados golpes de bata de John Clardy, no sé cómo le hace Nathan Latona para seguirle el ritmo a estos dos, combinados forman una bola de poder inatajable que los hace comparables en algunos tramos a Rush, en la pegada de Clardy se siente la influencia de Zach Hill (baterista de Hella y Death Grips), en otras instancias se igualan a bandas de thrash metal, algunos dirán que estoy exagerando pero les invito a que escuchen el demoledor solo de “Warpless Run” o esos efectos de rayos láser que atraviesan la corteza del climax en “Dyer Ln”. Pero por supuesto que los experimentos están a la orden del día, como “A Universal Gonk” que carga dos polos opuestos y los hacen chocar entre sí, por un lado la armonía dice presente en los falsettos de Reinhart y un juego de vientos que parecen ejecutados por robots, y por el otro lado la firme prepotencia de sus instrumentos que en menos de 10 segundos te llevaron por 7 caminos diferentes. Trash Generator es una excursión impredecible
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pero segura, un álbum excelente para los que ya gustan del rock progresivo, el punk o el postharcore y quieran iniciarse en esto del math rock.
7/10. #263 U2 / Songs of Experience 2017 Vos, fan de U2 que estás esperando por escuchar algo nuevo de ellos, te comento que desde How To Dismantle An Atomic Bomb vienen haciendo lo mismo pero con carátula diferente. Quiero decirte que tu tiempo es valioso y que Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen ya ni se esfuerzan por crear algo que no salga del promedio de sus canciones. A cualquier de mis grupos favoritos les deseo el éxito y la fama que alcanzaron estos irlandeses con tantos años de trayectoria, varios discos brillantes al inicio de su carrera y la vanguardia en materia de espectáculos musicales en vivo, pero no me gustaría verlos envejecer de esta manera, siendo una copia forzada de lo que ya fueron. Les prometo que prefiero calidad antes que cantidad, si los shows son lo suyo, sigan nomás girando por todo el mundo tocando las que sabemos todos, y vuelvan a sacar un material nuevo cuando les llene de verdad lo que hacen y no sea algo que deban hacer cada 3 ó 4 años por rutina, como una excusa para una nueva gira. El fanatismo suele dejar sordos a muchos pero tampoco para tomarles el pelo así, sabemos que Bono tiene un Ph.D. en papos como se pudo comprobar con el método de lanzamiento de su último álbum Songs of Innocencecuando les enchufó a todos los nuevos usuarios del iPhone 6. En esta ocasión lo lanza de una forma tradicional pero la estafa esta vez pasa ya directamente por la materia prima, es que al escuchar este que ya es el décimo cuarto disco de estudio de ellos, puede que tengas un déja vu fuertísimo porque literalmente son las mismas
canciones genéricas de siempre. Tenés los temas típicos de amor con aires de esperanza que tienen la fórmula gastada para ser singles como la tranqui “Love Is All We Have Left” y “Get Out Of Your Own Way” que quiere pero ni se esfuerza en sonar como un nuevo himno a lo “Beautiful Day”, al final de este incluyen a Kendrick Lamar proclamando unos versículos de la Biblia como si fuera un pastor, algo que encadenan con el inicio de “American Soul”, canción que incluye el verso de Bono en “XXX”, la polémica colaboración que tuvieron en lo último del rapero de Compton. Esta canción rockera en teoría podrá ser un tanto pegadiza pero me repele por completo su contenido tan poco rock and roll y con ese sentido de unificador de la humanidad que no puede faltar en ellos con una letra sacada de discurso político (“Let it be unity. Let it be community for refugees like you and me. A country to receive us, will you be our sanctuary”). Todo el álbum va más o menos por ese lado, no vale la pena describir algo más aparte de esto porque caería en la redundancia. Mi sospecha es que en estas instancias de la vida, U2 ya dejó de preocuparse por innovar en su música, más de una década sin hacer algo relevante me dan la pauta de que ellos están por otra cosa, queriendo ser los embajadores de la paz, la unidad y las canciones de pop rock hechas con frases motivacionales.
4/10. #264 Sheer Mag / Need to Feel Your Love 2017 Estoy de acuerdo en parte con el dicho de que todo pasado siempre fue bueno, pero no en lo que respecta a la música precisamente. Me causa gracia que en pleno auge de la información, los nostálgicos sigan convencidos de que la música de antes es insuperable, dicho sentimiento se licua con pena cuando encuentro gente más joven que yo comentar lo mismo en videos ochentosos de Youtube. Podemos entrar a un largo debate sobre eso, pero cuenten conmigo del lado de los que piensan que la música también evoluciona con los años, seamos agradecidos con las generaciones
anteriores y saquemos lo mejor de ellas pero no vivamos en el pasado teniendo tantos artistas haciendo cosas increíbles todos los días. Estoy convencido que si tus gustos se quedaron en los estilos que heredaste de tus padres, es solo porque no escuchaste lo suficiente porque incluso hay bandas como Sheer Mag que a pasos de llegar al 2020, siguen rescatando esa mística única que tenía el hard rock y el power pop de los 70s, dejando los revivals a los que carecen de talento o al menos algo que los distinga. Deslumbrando con guitarras rifferas que podés igualar con mucho gusto a Thin Lizzy o AC/DC en “Meet Me In The Street” o los coros a dos voces en “Turn It Up”, pero la comparación se acaba al rato al ponerle atención a las letras actualizadas a los problemas de hoy como la canción de protesta que llamaron “Expect the Bayonet” o al escuchar la soulera y potente voz de Tina Halladay que te compra de inmediato en la pegajosa “Just Can’t Get Enough”. Cuando no están en plan de confrontación, aparecen los ganchos con la pulcritud de unos Fleetwood Mac, por ejemplo en la canción que da nombre al disco o en “Suffer Me” donde la producción de su bajista Hart Seely hace la magia para que estas melodías pop salidas de las guitarras de su hermano Kyle y Matt Palmer peguen aún más de lo que deberían. Todo ello plasmado en calidad lo-fi para recordarnos que a pesar de su gran amor por el rock tradicional de los 70s, conservan el espíritu punk de sus primeras grabaciones. Yo que no soy muy habitué de este tipo de música, me sentí cautivado por lo que hacen los Sheer Mag en este prometedor álbum debut, acá hay algo que están haciendo que no lo hicieron sus ancestros.
8/10. #265 Brock hampton / Saturation III 2017 Lo hicieron una vez más, ya está, cerraron la mejor trilogía musical que parió este 2017. En la previa a su lanzamiento amagaron con separarse, resultase que era solo una movida para seguir hablando de ellos, pero sea cierto o no, si ahora mismo se retiran
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podemos decir que los Brockhampton hicieron más por el rap y la cultura del hip hop que muchos que ya llevan mucho más tiempo en el juego. Kevin, Ameer, Matt, Merlyn, Dom, Joba y los demás vinieron a revertir en tiempo récord la opinión que teníamos de las boybands, simplemente siendo más creativos que todos en producción y rimas, por si no fuera suficiente cuentan con personalidades auténticas y muy bien definidas como para decir que cada uno brilla con luz propia. Esta tercera entrega es la consolidación de un grupo de millenials de buen gusto con respeto al pasado pero sin temor de pisotearlo que habla el mismo lenguaje del público al que se dirigen. Al primer sirenazo de “Boogie” podés notar que es un banger absoluto y si te ponés a pensar, no se parece en nada a lo que hicieron antes, de hecho que no hay un tema en toda la trilogía que se parezca una con otra, evidenciando así las ganas que le pusieron por hacer algo realmente único y diferente. Este tema fue el primer single que sacaron del álbum (sacando de lado a “Follow” que terminó fuera del tracklist, incluido solo como bonus track en el boxset físico) faltando un par de días para su lanzamiento, sería una celebración de la imparable racha de éxitos del grupo. Lo que le sigue es una nueva colección de canciones que fluye tan bien como sus antecesores, pudiendo ser escuchado de una sola pasada sin esfuerzo alguno. Si el primer Saturation se hizo sentir exactamente como si nos hubieran saturado de tantos buenos temas y el segundo fue una introducción a sus protagonistas, finalmente en esta última entramos a la fase de conocerlos a profundidad, para ello tenemos canciones como “Johnny” que bajo la estela de una trompeta jazzera, los integrantes confesan el lado personal del que nunca antes habían cantado hasta ahora o en “Liquid” donde rapean sobre el pasado que dejaron atrás antes de alcanzar la fama con este proyecto. Para que tengan una idea del meteórico ascenso de popularidad que tuvo Brockhampton, hace 7 meses, Merlyn Wood disparaba durante “Swim” que se fue a California y se dio cuenta que no podía pagar por ello (“I came to California, I cannot afford this”), ahora Dom McLennon hace referencia a esa misma letra y dice que ahora si les sobra la guita para dicha mudanza (“I move to California, started getting paid”) y en “Alaska”, Ameer Vann bromea con la misma letra modificada, indicando su supuesto éxito en premios ganados (“I moved to California, I bring a Grammy home”). Está claro que este nuevo álbum se encuentre supeditado a comparaciones con sus otros dos antecesores: ¿es mejor? ¿es peor? Al primero lo considero superior por un pelo al ser un poco más
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consistente y conglomerar más canciones increíbles que en las que vinieron después; al segundo lo tomo como una mejoría considerable en su calidad de compositores, acá tenemos a otros cuantos de sus mejores temas (incluyendo mi favorito induscutible, “Sweet”); mientras que a este lo veo como una continuación de ese gran laburo que consiguieron en el segundo, inyectándole más carácter personal y sentido a las letras, sin dejar de desparramar toda la onda del mundo en el estilo que sea, ya sea repitiendo la efervescencia del G-funk de los 2000s en “Stupid”, jugando a hacer una dulce canción pop en “Hottie” o bajando unos cambios en el cálido R&B de “Bleach” con un coro del que no vas a poder despegarte fácilmente. Nadie mejor que su líder, Kevin Abstract para señalar que vinieron a cambiar un poco las cosas en el cada vez más creciente y competitivo mundo del rap, teniendo uno de sus momentos de mayor lucidez lírica en “Alaska”, estampando dos hechos culturales contundentes que se explican solos: “I love my niggas like white people love rap. We make this shit, you’ll probably never say I’m trap again”. Si hay algo que les hizo grandes a los Brockhampton aparte de todo lo expuesto, es esa virtud por decir verdades que a ningún otro rapero se le ocurrió antes, que sea un grupo tan diverso en mentalidad y raza, le da a este grupo una ventaja por sobre cualquier otro al tener una visión más amplia de la sociedad en la que nos toca vivir. Por supuesto que hay lugar para un último experimento que lo llevan a cabo en la formidable y a la vez deforme “Sister/Nation”, un track partido en dos movimientos y múltiples cambios de ritmo en las que todos los chicos demuestran una vez más de lo que son capaces. La producción de este track es un collage demencial con altos dominados por un sintetizador robótico y con bajos liderados por ecos y una nube de beats característicos del cloud rap. Algo que también se nota es que en el camino lograron convertirse en mejores cantantes, tenemos canciones como “Rental” donde la voz de Matt Champion le aporta un matiz especial y ni qué hablar de las notas altas a las que puede llegar Joba en el coro de “Stains”. No sorprendería que en un futuro muy cercano vayamos a escuchar los primeros pasos solistas de estos talentosos muchachos, pero por ahora celebremos que los tenemos juntos, formando la bomba de creatividad que no sabíamos que le faltaba al rap. Gracias por tanto, Brockhampton.
8/10.
#266 N.E.R.D. / No One Ever Really Dies 2017 Siempre va a ser un lujo tener nueva música de los Neptunes (como se hacían llamar Pharrell y Chad Hugo como dúo de productores en los 90s), manteniéndose en la vanguardia de lo que está pegando o lo que está a punto de pegar en la música amigable a los charts y de consumo masivo. No sé cómo le hace Pharrell para mantenerse tan vigente allá en la punta después de tantos años y hits, creo que te vas a impresionar un poco al saber que este hombre solo estuvo involucrado de alguna u otra forma en muchos de los temas que la pegaron mal en la última década. Su intelecto musical sale a reflotar una vez más en complicidad con Chad y Shay Haley para hacer un álbum de pop rap como ningún otro. Es que la primera vez que escuché “Lemon” ya fue de buen augurio, tuve ese mismo palpito la primera vez que escuché “Lean On” de Major Lazer, sabía que estaba destinado a ser un éxito global, y eso que la primera versión con la que me topé fue sin Rihanna quien le encaja en la segunda mitad, unos versos fenomenales haciendo alegorías a vehículos lujosos. Este track tiene todo lo que se necesita para que no se te salga de la cabeza: un sample (la voz que dice “wait, wait a minute”) que se reitera las veces necesarias hasta que se te quede grabado, un beat retumbante que fue manufacturado en un compás que lo hace potable para una infinidad de coreografías y lo que nunca falla en las producciones de Williams, un estribillo sumamente infeccioso. El segundo sencillo, “1000” con la participación de Future nos proponen un banger descontracturado que de una extraña pero genial manera fundió al funk con el trap con percusiones potentes, autotune y por si hacía falta mencionarlo, si, una producción fenomenal que te hace brincar de la butaca. Tampoco me puedo quejar del tercer single, “Don’t Don’t Do It!” que a pesar de ser todo lo jovial y divertido que quieras, pero en realidad es la visión cruda de Pharrell sobre los tiroteos que tuvieron como víctimas a miembros de la comunidad negra estadounidense, fijándose en un caso en particular, el de la muerte de Keith Lamont Scott, un ciudadano
afroamericano que fue disparado por un policía (también negro) el año pasado, el background es aún más fuerte al conocer que el “don’t do it!” que se replica durante el pegadizo coro en realidad fueron las últimas palabras de la esposa a Keith. Le añade leña al fuego, Kendrick Lamar con unos versos inflamables disparando verdades como si su boca fuera una metralleta, haciendo lo mismo en “Kites” junto a M.I.A., una canción de cepa hindú en lo que respecta a sus instrumentales, aunque guarda más relación con el pop occidental. Otra gran incorporación al álbum es André 3000 en la rauda y multigenérica “Rollinem 7’s”, hecha con un montón de samples y efectos, formando un megazord de demasiados estilos, poniéndole un moño dorado el ex Outkast que rapea a la velocidad de la luz en el extasiado minuto final. Es evidente que nadie lo hace mejor que el y necesitamos que vuelva pronto, a pesar que se dio por retirado hace unas semanas “dando espacio a las nuevas generaciones”. El álbum a pesar de tener una onda imposible que no decae nunca, también guarda mensajes que se adecuan a los tiempos actuales como en “Deep Down Body Thurst” en donde sientan postura contra el imbécil de Trump y el racismo en general en esta locurita festiva que samplea a Electric Light Orchestra. Este regreso de N.E.R.D. se dio en muy buena forma pero está lejos de ser excelente ya que cuenta con algunos momentos que bien podían ser descartables o acortados, mi principal inquietud es “Lightning Fire Magic Prayer” que con una duración de casi 8 minutos intenta ser algo bien ambicioso pero que no termina de despegarse del midtempo en el que se encuentra, para mi fue como el separador más largo que escuché jamás. El reggae pop de “Lifting You” con la aparición de Ed Sheeran en el track final también es algo que no me acaba de cerrar, la verdad que ni se lo escucha al colorado es solo que después de tanta dinámica desplegada, esto queda como un lado B, una sobra a la que no querían dejar fuera solo porque suena decente y hasta capaz la pegue como single, pero termina el álbum en su punto más flojo. A pesar de los pequeños desperfectos, N.E.R.D. continúa siendo una fuerza creativa importante en la industria, contribuyendo desde 1999 con nuevas ideas para encender fiestas.
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#267 Radiohead / OK Computer OKNOTOK 1997 2017 2017 Para entender y darle una nueva dimensión a una de las mejores obras musicales de la edad contemporánea, quizás no baste solo con escuchar el material final que se hizo público, lo que ya todos conocemos y está ahí a disposición de todos desde hace 20 años. Si queremos tener una visión aún más próxima de lo que los hermanos Greenwood, Yorke, Selway y O’Brien quisieron manifestar en su ópera prima acerca del amor, la ansiedad y la alienación tecnológica que nos inundaría en los años posteriores, debería ser tarea obligatoria visitar aquello que quedó fuera del mismo, darnos cuenta por nosotros mismos lo que llevó a estos artistas a descartar canciones tan brillantes como las que vienen en el segundo disco de esta reedición. Hablar de esta reedición es hablar de ese lado B que solo exhibían de tanto en tanto en sus presentaciones en vivo, pero que por alguna razón no encajaron en el contexto temático y sonoro de OK Computer. Las tres canciones iniciales de este nuevo álbum nunca antes fueron incluidas en materiales oficiales de la banda y todas son excepcionales a su manera. “I Promise”, una sentida balada afín a The Bends con una batería marchante y mellotrón que van subiendo la intensidad a la par de la emotividad impregnada en la letra de Thom, devoto a su pareja a pesar de las adversidades. Escuchar una canción así de “convencional” viniendo de Radiohead en el 2017 resulta algo extraño, ya que esta vendría a ser una de las últimas canciones de amor “directas” de ellos antes que de incursionar a terrenos más experimentales. Con una gran orquestación de cuerdas, piano y riffs rampantes de Jonny, “Man of War” fue compuesta en el 96’ siendo su inspiración principal las canciones de las películas de James Bond (hasta la candidataron para Spectre pero fue rechazada), pero claro, con esa cuota lírica de soledad y melodrama que ya venían acarreando por aquel entonces. La mejor de las tres inéditas por muy lejos, “Lift”, una canción que según tengo entendido iba a ser
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incluso el primer single del álbum, pero la banda decidió incluso descartarlo del álbum porque nunca se sintieron contentos con los resultados de las grabaciones, Ed hasta llegó a decir que si eso hubiese pasado, el destino de la banda iba a ser completamente distinto e iban a vender muchos más discos. Al escucharla, le vas a dar la razón, una balada producto de su tiempo, así como lo fue “Just” en su momento, un temón que rebosa sensibilidad en clave britpop y es el punto exacto de transición de Radiohead a convertirse en la banda independiente más grande de todas, esta es la prueba irrefutable de que prefirieron hacer las cosas a su manera antes que “venderse”. El resto de las canciones de este segundo CD son canciones que ya aparecieron como piezas de acompañamiento de sus singles más famosos, pero seamos sinceros, si no sos muy fan de la banda, es probable que nunca antes las hayas escuchado. Entre estas gemas escondidas hay mucho para indagar y destacar, como “Lull” que la podría igualar con una “No Surprises” pero con un clímax más estruendoso, o “Meeting In the Aisle”, el primer track instrumental de la banda incluido como cara B de “Karma Police” que es un sedante licuado de trip-hop con ambient, mimetizando un extenso pasillo oscuro con la predominancia de sintetizadores. ¿Qué me decís de “Polyethylene (Part 1 & 2)” que tiene a la banda en su mejor forma con explosiones continuas de guitarras y aullidos de Yorke tirando sus primeros dardos sobre el consumismo envuelto en bolsas de plástico. De igual manera “Palo Alto” es otra sentencia rabiosa de la postura antisistema de la banda, prediciendo nuestra falta de comunicación por estar demasiado ocupados, la manera en que Thom interpreta esta canción y los arreglos maniáticos que atraviesan la melodía, son varias arista más que se suman a la paranoia por la que estaba atravesando la banda que más veces ha cambiado las reglas del juego. Sé testigo de cómo una banda tan innovadora pudo pegarse el lujo de dejar fuera a estas canciones que cualquiera hubiese vendido el alma por haberlas compuesto.
10/10.
#268 Panopticon / Global Control
2017 De entrada, me sorprende un poco y me fascina que exista un proyecto de esta naturaleza en Paraguay, aplaudo de pie el atrevimiento de Miguel Giménez quien se esconde detrás del alias de Panopticon para lanzar música de carácter dark ambient, tal vez uno de los géneros experimentales más complicados de digerir para el consumidor tradicional. Los 10 tracks que conforman este lanzamiento, retratan una distopia desértica de seres vivos que acabaron siendo víctimas de sus propias invenciones. Este es el soundtrack de un paisaje carcomido por la desesperanza, lo podés sentir en cada nota texturizada que sale de un remolino de máquinas, el tema homónimo que da apertura a esta aventura espacial se lo siente sofocante, transmitiendo suspenso en una secuencia lenta de beats analógicos. Hay que estar en cierto mood y poseer un poco de paciencia para que surta efecto el poder cinemático de este trabajo, una vez que te cautivó los sentidos, perdés la noción de donde se encontraba el punto de retorno. Siguiendo los pasos de héroes de la música ambiental como Brian Eno, no es casualidad que tengamos tracks como “Nobody Dreams Anymore” o “Hope” en los que los sonidos giran en torno a la estática, Miguel basa su arte en crear atmósferas, algunas más movedizas que otras con ciertos toques de drum and bass como ocurre en “Persecution” o en “The Last Human” donde la influencia de un Aphex Twin está clarísima, metiendo más y más capas de sintetizadores en la nubosa mezcla.
#269 Eminem / Revival 2017 Hay cosas que ni se deben poner en tela de juicio porque son verdades rotundas respaldadas por hechos concretos que están a la vista de todos, entre esas cosas está la innegable habilidad de Eminem para rapear. Sus ingeniosos juegos de palabras tratados con humor y un filo preciso en rimas versadas a una velocidad a la que muy pocos seres humanos pueden llegar, lo elevaron desde el principio de su carrera como un prodigio, sin temor a equivocarme, el rapero blanco más importante de todos los tiempos. Teniendo esta reputación ganada, uno solo puede esperar grandes cosas viniendo de él… y al menos en eso no falló, esto es bien grande, casi 1 hora 20 minutos de nuevo material desde The Marshall Mathers LP2 lanzado hace 4 años. El rap fue el género musical que más avances y crecimiento tuvo desde ese entonces, así que puede parecer que haya pasado mucho más tiempo desde la última vez que escuchamos rapear a Eminem quien ahora se encuentra en un mundo crispado por un montón de males sociales. Cualquiera que conozca un poco de lo que tratan las canciones de este señor, dirá que no existe un momento más propicio que este para que vuelva a aparecer y brindarnos un material que se diferencie de cualquier otro álbum de rap con mensajes políticos… y para serles honestos, también cumple con esta premisa, pero no de la manera que esperaba.
Armado con el equipamiento necesario para reimaginar ruidos de un planeta desolado, sepultando los últimos vestigios de humanidad, el proyecto Panopticon construye una obra conceptual que te desmorona por dentro y marca un precedente como (corríjanme si me equivoco) el primer álbum dark ambient del país.
Voy a tratar de no alargar mucho esto, así que seré lo más directo posible: mi experiencia escuchando este álbum no fue muy gratificante que digamos. La primera vez que intenté escucharlo fue durante un viaje largo, tenía todas las luces prendidas en los primeros tracks donde ya noté ciertos clichés por parte de la producción y los feats que me hicieron fruncir el ceño, pero no terminé de escucharlo por una combinación de cansancio y que no había nada interesante que me mantenga despierto.
8/10.
Nada que acotar de “Walk On Water”, un track bien personal y calmado viniendo de Em que cuenta con
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un hermoso coro de Beyoncé, si bien no es muy de mi agrado este tipo de canciones, puedo apreciar el feeling que posee y hasta me hubiese gustado que siga esta línea el resto del álbum, pero no, el siguiente es “Believe” y a partir de acá empieza mi dolor de cabeza, siendo este el primer tema en toda la discografía de Marshall en la que rapea sobre una base trap, el tipo la rompe con unos versos ácidos sobre su relevancia en la industria, poniendo en duda su credibilidad, no caben dudas que es un avezado de las rimas, pero mamá querida, el beat que utiliza es el más común que te puedas imaginar en una canción de este estilo. Algo peor pasa en “Chloraseptic” donde me temo que Eminem se convierte en exactamente eso mismo que critica en su canción, tallando contra trap rappers como Migos y Future, tenemos que entender que este tema es una parodia a todos ellos pero no se entiende así, el coro cantado por un rapero denominado Phresher es horrible, teniendo todo lo que odio de esta tendencia en el rap actual. Pasaron unos cuantos días para que le volviera a dar otra oportunidad al álbum, esta vez si me lo terminé pero a duras penas. Esos aspectos que me desagradaron en la primera parte, solo se replican y empeoran en el resto de Revival para mi total desgracia. La intención de Eminem para llegar a las masas creo que le jugó una muy mala pasada en la ejecución de la mayoría de estas canciones, tirándose al barco del pop rap barato, ese que suelen hacer Macklemore y B.O.B., me duele poner a un artista que marcó mi niñez y adolescencia con sus canciones en las mismas ligas que estos, pero es lo más acertado que le encuentro. Una vez más, Ed Sheeran apareciendo en un track caca como es “River”, esto me parece hasta trágico que haya salido así porque el tópico de la canción es uno del que todos necesitamos hablar: el aborto. Ya se podía predecir que el álbum iba a girar por este rumbo viendo la lista de invitados, pero igual uno se mantiene abierto hasta que escucha el resultado final y bueno, solo se confirman las sospechas. Los peores tracks del álbum se baten entre el dramatismo sobreproducido de “Bad Husband” con la inclusión de X Ambassadors que serían la respuesta norteamericana a Of Monsters and Men pero mucho más popizados; tenemos más adelante “Tragic Endings” en la que Eminem trata de hacer su nuevo “Love The Way You Lie” con Skylar Grey, creo que no hace falta aclarar cómo le fue; después está el feat con P!nk que estaba seguro que iba a ser una basura y no decepciona con sus pseudoemotivos coros debería ser supuestamente uno de los momentos épicos del álbum, pero solo termina siendo un ítem más en la lista de decepciones.
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No sé cómo sentirme con respecto a los tracks raprock que cuenta este álbum, por un lado puedo decir que funcionan como las canciones más divertidas del compendio, así como lo fueron “Berzerk” y “Sing for the Moment” en trabajos anteriores, pero no puedo quedarme callado ante esta sobredosis de samples. Acá “Remind Me” tiene como núcleo, los riffs y coro de “I Love Rock and Roll” de Joan Jett & the Blackhearts al que por lo menos le alteraron un toque, pero eso no pasa con “In Your Head” al que dejan que suene así mismo el coro original de “Zombie” de The Cranberries, mientras que en los versos, Eminem es poseído por su alter-ego Slim Shady que saca su lado más harto de la vida. Opino que estos dos temas cumplen con el propósito de entretener pero que su producción tendría un mejor lugar dentro del mixtape de un rapero recién iniciado y no en el noveno álbum de uno ya consagrado, dejale a los nuevos que jueguen con los samples y vos dedicate a hacer tus propios beats. Luego del primer track, salteo a los tracks 14 y 15 para encontrar algo que no me genere conflictos en lo que va del álbum. Primero “Heat” con una producción en la que Rick Rubin hace su magia, sampleando a los Beastie Boys y algunos diálogos de la película Boogie Nights, creando una base rockera en la que Em puede pisar con total confianza. Aunque la que nos deja boquiabiertos es la siguiente, “Offended” en la que tenemos al rapero “convertido en súper saiyayin”, haciéndose cargo de todas las ofensas que pudo haber dedicado a lo largo de su carrera, y por si alguien de por ahí dudaba de su talento, en el tercer verso bate su propio récord de pronunciar 6.5 palabras por segundo (en “Rap God”), diciendo 6.71 palabras por aquí. Increíble, lástima que esto no se trata de quién lo hace más rápido, sino de quién lo hace mejor, hay muchos factores que le juegan en contra a Eminem para hacer de este un álbum un poco más pasable.
3/10. #270 Acorazado Potemkin / Labios del Río 2017 Siempre me mostré como un cauteloso oyente de aquellas canciones en donde las letras cobran un mayor protagonismo, sobrepasando incluso a las melodías. Esta banda argenta cuyo nombre le debe a
un clásico ineludible del cine, logra quebrar dicho paradigma que tengo instalado en la cabeza. La verba de su cantante y guitarrista, Juan Pablo Fernández es lo primero que te llama la atención al agarrar cualquier tema de los tres discos de Acorazado Potemkin, uno de los secretos (ya no tan secretos por lo que pude ver en la concurrencia de sus últimos shows) mejor guardados de la escena under del país vecino. Juan Pablo parece un tanguero encerrado en el cuerpo de un rockstar, su poesía es fina, dando pie a la imaginación para recrear las escenas que va relatando con ímpetu, pongamos de ejemplo a “Las cajas”, un microcuento musical que encara una separación desde la perspectiva de una mudanza, la letra no te cuenta demasiado pero te cuenta lo suficiente, la voz te atrae y su contenido hace que te quedes pendiente de cada estrofa. Eso que aún no hablé de los instrumentales. Si, digamos que la lírica de este grupo le gane a todo lo que le pongan a su alrededor, pero eso no significa para nada que a sus composiciones y arreglos los dejen en un segundo plano, en esta nueva labor de Acorazado, el grupo alcanza nuevas latitudes sonoras, ampliando su ADN de rock alternativo y -las que se conocen como- melodías arrabaleras a instancias que disparan rabia como en la riffera “Roto y descosido” o ingresan a la melancolía más pura en “Hablar de vos” donde se le une Mariano Fernández, el hermano de Juan Pablo para cantar este tributo con corazón en mano a su hermano Santiago que pasó a mejor vida a principio de este año. Muy fuerte. Una palabra recurrente para describir a esta banda es “porteño” y se sabe bien porqué, no se puede negar que tienen el sonido de un lugar bien específico al que le van añadiendo elementos meticulosamente como las flautas de mi favorita personal, la alucinación postpunk de “Flying Saucers” o esa evidente influencia rítmica de R.E.M. en “Humano”. Eso que aún no hablé del sensacional cover de “Two of Us” de The Beatles al que lo dejaron irreconocible en su universo cancionero. La complejidad de Labios del Río, sin dudar uno de los mejores discos en nuestro idioma de este año, no es más que el producto de la maduración como músicos y como personas de Federico Ghazarossian, Lulo Essain y Juan Pablo. Así es como se le saca
el jugo a la experiencia con una excelsa lista de grandes canciones que remiten a situaciones y sonidos que nos resultarán más que familiares pero a los que no podremos encontrar comparación.
8/10. #271 Sharon Jones & The Dap-Kings / Soul of a Woman 2017 La señora Sharon nunca la tuvo fácil. Desde los 70s que viene participando en concursos de talentos, trabajando a medio tiempo de empleos varios como guardia de seguridad y cantante de bodas. A ella el éxito no le llegó tan rápido como esperaba, la vida a veces es más dura para unos que otros, Jones recién pudo grabar en el 2002 su primer álbum junto con su backing band inseparable, los Dap-Kings. Juntos fueron los principales precursores de un nuevo revival de soul y funk para las nuevas generaciones, teniendo a sus pies a críticos, entusiastas y público en general con un disco mejor que el otro. Todo marchaba viento en popa durante más de una década hasta que apareció un nuevo obstáculo para Sharon: en el 2013 la diagnostican cáncer de páncreas, justo durante la etapa de lanzamiento de Give the People What They Want, algo que se registró y se siente hasta la médula en el documental Miss Sharon Jones!, la misma estrenada en el 2015 cuenta con un final feliz en el que Sharon logra derrotar 2 veces a su enfermedad y llega a hacer una intensiva gira con su amada banda, lo que ya no consiguen mostrar es la parte más trágica de la historia que llegó al año siguiente con el deceso de Jones que ya no pudo resistir más. Lo increíble de esto es que llegó a grabar un último disco antes de partir, Soul of a Woman que se convierte en su álbum póstumo y testamento en el que nos deja como herederos únicos de su magia. A esto es lo que llamo retirarse por la puerta grande. Jones literalmente deja el alma en este álbum breve pero intenso, directo y sin firuletes, los 35 minutos que más rápido pasarás en mucho tiempo. Su contenido se resignifica sabiendo que lo grabó estando en una
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remisión parcial del mal que la aquejaba, aunque nada de eso se avista ni de casualidad en su voz que no afloja una pizca de la fuerza que siempre la caracterizó, ni mucho menos se nota en la vitalidad impulsada por los señores músicos que la acompañan y realzan en cada nota. Si alguna vez viste alguna presentación en vivo de Sharon, es fácil imaginarse verla bailar en la vibrante “Matter of Time” que guarda un mensaje para apaciguar las aguas ante tantos quilombos del reinado Trump (al punto que ella llegó a descompensarse el día que asumió), esa energía positiva se mulitiplica en “Sail On!”, por este tipo de canciones es que ella recibió desde el principio de su carrera el mote de “la James Brown mujer”, dejándose llevar instintivamente por el groove para capturar sus versos en potentes alaridos y arrastrar palabras a su antojo. Nos gusta recordarla repartiendo alegría como se la puede apreciar en “Rumors” con todo el color y el doo-wop de Motown, pero la verdad que sin importar el formato en el que se encuentre, Sharon logra darle vida propia a la melodía que le pongan enfrente. Hay que ser un vegetal para que no empiecen a correr las lágrimas al escuchar “Come and Be a Winner” donde en clave R&B, Jones nos da esa fuerza anímica que muchas veces nos hace falta sin que nos demos cuenta. Es de esas personas que vas a extrañar mucho aunque nunca antes las viste en tu vida. La última canción, “Call On God” es una canción góspel que ella había escrito en los 70s cuando aún formaba parte del coro de una iglesia en New York, en ella vemos cómo su fe se desempeña un factor clave en la perfomance de Sharon quien como devota cristiana sabe que tras su partida le espera estar cerca de Dios (“To be like him is what I long to be and to share his love to eternity”). En un episodio más de Las Vueltas Que Da La Vida, el coro de la iglesia al que ella perteneció en su juventud fue el que cantó en su velorio y es el mismo que participa en este track, dándole así el moñito dorado a este último regalo que nos dio esta mujer maravilla.
8/10. #272 Jeff Rosenstock / POST- 2018 Los parámetros para calificar un álbum de pop punk debería necesariamente
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ser simplificado a una sola pregunta: ¿Te hace sentir más vivo de lo que ya estás? Si la respuesta es si, no se diga más, estamos ante un buen disco, después podrías ponerte a analizar un poco mejor el contenido de las letras, las melodías, etc., pero nada de eso desmeritaría lo bueno que es. Jeff ya sabe de memoria cómo hacer buenos álbumes, le salen de taquito al ex líder del colectivo Bomb The Music Industry! y otros cuantos grupos de la escena underground. Una vez que los artistas de este estilo y derivados llegan a este punto (son pocos) y desean trascender, la opción que les queda es redoblar la apuesta por unas líricas más pensantes, que te lo digan los Green Day mientras te muestran sus dos álbumes que prácticamente inauguran el término “ópera punk”. Como si supiera perfectamente lo que se venía, este baluarte de la cultura DIY tituló a su penúltimo álbum WORRY., una colección de canciones directas a la yugular para reír, llorar, estar ansioso y como bien lo indicaba su título, preocupado por el futuro gobernante de su nación al que elegirían semanas después. Su sucesor cayó de la nada sin aviso previo el primer día del 2018 y le pone de nombre POST- que aunque no haga mención directa del hombre del peluquín dorado dentro del mismo, sus letras poseen una tonalidad más oscura y no hace falta preguntar porqué. La intro ya de por sí es lo más extenso y ambicioso que hizo al menos en su repertorio solista, “USA” es el sentir de un ciudadano estadounidense común que lucha por una sociedad más justa y de un día para otro se dio cuenta que nunca hubo algo más injusto que la justicia (“I fought the law, but the law was cheating”), Rosenstock liquida la totalidad de la letra a los 2 minutos, dejando un espacio de 5 minutos y medio para repetir que está cansado y aburrido en un mantra lento acompañado de un órgano ensoñador que de a poco se va mutando en un explosivo himno de porristas. Esa es la forma que tiene Jeff de aclimatarnos y ponernos en contexto de lo que vendrá después, ya en la agitada “Yr Throat” abre fuego contra los indiferentes que siempre aparecen para discutirse sobre boludeces pero cuando hay que tratar sobre temas que de verdad importan se las toman y desaparecen. Como todo carismático que sabe lidiar con las masas, Jeff tira todos sus dardos como un comediante, casual, algo borracho, sin sonar hiriente, ni mucho menos capaz de cortar el fiestón que arma a lo Descendents con ganchos imposibles de evadir como en “Powerlessness”,
una de las cumbres del álbum por la armonía que preservan a pesar de la disparatada rapidez con la que tocan el y su banda (incluye algunos miembros de los también geniales PUP). Su natural y aniñado sentido del humor no hace más que sumarle puntos a Jeff quien parece improvisar algunas líneas como lo da a entender al inicio de “TV Stars” iniciando como una balada a piano, a la mitad se da cuenta que no es muy bueno haciendo este tipo de canciones (aunque no está nada mal “9/10” que viene después) y agarra nuevamente su gastada guitarra cubierta de stickers para darle molde a esta crítica a los famosos que les dan igual quienes sean sus fans. Si por alguna razón leíste hasta acá y creés que estoy exagerando un poco los dotes de compositor que tiene este buen tipo, andá directo al track 8, porque “Beating My Head Against the Wall” es la síntesis de todo lo que debe tener el pop punk, nada se pone mejor que esa manera de reiterar palabras en cada verso por motivos meramente coreables. La última palabra la tenemos nosotros en “Let Them Win” que es lo más parecido a un himno de estadio que haya compuesto Jeff en su vida, cada verso es un slogan dejando bien en claro su postura contra la clase política mientras la bola de intensidad melódica se va ensanchando hasta que se acaba en unos 5 minutos de sonido ambiente generado por el sintetizador, especial para contemplar el porvenir incierto que nos espera. Consciente de los tiempos difíciles, Rosenstock le da énfasis a los temas importantes sin perder la oportunidad de divertirse un poco.
8/10. #273 Sonido Chuli / Distinción Tropical 2017 Para ser un estilo de raíces proletarias, la diversión que provoca no distingue la cantidad de pisos que tiene la casa del que la escucha. La cumbia como expresión popular es algo que desde
tiempos inmemoriales estuvo instalado en todos los estratos sociales de la sociedad paraguaya, desde el balneario más recóndito del interior hasta la fiesta más exclusiva de ejecutivos parece no estar completa hasta que el tropicalismo hace su aparición. La agrupación conocida como Sonido Chuli trae estos ritmos inspirados en la chicha de antaño para llenar un vacío en el “under asunceno” que merecía ser llenado con baile, y lo hacen no solo con el debido respeto a sus influencias andinas, sino que además le dan un giro tan nuestro a su EP introductorio. La formación que salió a la cancha a grabar estos 4 tracks fueron Roberto Enciso y Nelson Sosa en guitarras, Pedro Lezcano en el güiro (hasta hace unas horas le llamaba rallador a ese instrumento), Gustavo Franco en timbales, Freddy Roots en el bongo, Gerardo Fretes en bajo, Tadeo Rotela en congas y Fatima Gutiérrez en voz y claves; la mayoría de ellos pertenecientes a otras bandas que poco o nada tenían que ver con la cumbia, se juntaron por amor a este sonido que nos identifica a los latinos. El recibimiento cálido con “La Chispa” es tan bailable como acogedor, los acordes de Nelson bordan un paisaje autóctono en el que sus demás compañeros van pasando por encima, agregando figuras, sombras y movimiento de un lugar sufrido poblado por gente que siempre te va a decir que todo está bien a pesar de sus dificultades, allí ingresa el personaje del “Chipero Bailador” en el siguiente tema, el único que contiene letra en todo el material y es para que Fatima expulse de sus cuerdas vocales una porción de realidad de nuestra clase obrera en esta canción donde cada elemento ayuda a que el producto final sea una auténtica gozadera. Una bella composición que me remonta a la zona más tranquila del campo es el instrumental “Atardecer En El Bajo” que funciona como puente para la psicodelia que se apodera del final del EP con “El Apatuque”, mi favorito personal por la fusión natural de varios estilos en 3 minutos y monedas bien espaciadas, pasando por la chicha peruana, la guaracha, la salsa y vaya a saber qué más. Punto aparte para el cameo de flauta en la sección intermedia que dio ese toque de distinción que prometen en el título. Nuestro verano por fin tiene un soundtrack que le haga justicia.
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#274 Hay mucho para procesar en el último álbum de Björk. Ya de por si cada nuevo lanzamiento de la artista islandesa requiere de cierta predisposición hacia lo desconocido, invitándonos a un prisma de sonidos que revelan nuevas maneras de hacer música desafiante pero que resulte placentera para los sentidos. En la post-producción de su doloroso último álbum Vulnicura, vio en el joven venezolano Alejandro Ghersi, mejor conocido como Arca a alguien más que un colaborador, sino un alma gemela con el que comparte la misma visión artística, un aliado con el que puede potenciar sus ideas, así que para este nuevo trabajo, ella se involucró con el durante todo su proceso de elaboración, algo que nunca antes había hecho con ningún otra persona. Es así como lograron fabricar su noveno álbum de estudio, el más largo y tranquilizante de su carrera, explorando recovecos de su intimidad con una mirada optimista hacia el futuro. Ella se encuentra dispuesta a remarla de nuevo tras la ruptura en la que se basó su álbum anterior, algo que lo da a entender de un principio en “Arisen My Senses” con un encanto surreal de melodías acústicas que son corrompidas por una producción extraterrestre, elevando el amor al campo astral. Si se fijan en el arte de tapa, podrán ver que Björk sostiene una flauta y que en su cuello se encuentra un pájaro recién nacido. Ambos elementos son los predominantes en el paisaje sonoro del álbum, dotándolo de naturaleza, algo que ella ama y en el que se centra su álbum Biophilia del 2011. Acá ella redescubre al amor, pero viniendo de Björk, no extraña que su enfoque hacia este concepto tan cotidiano lo haga de la forma más trascendental que se le ocurra. El alma de esta mujer parece que está a punto de desprenderse de su cuerpo en la tensa y minimalista “The Gate”, aggiornada por melodías corales y arpas. En algún momento dado de la promoción de este álbum, Björk bromeó que este sería su “álbum Tinder”, entendiendo que vuelve a experimentar el proceso de llenar el vacío emocional que le han dejado. Encarando esa faceta de su vida, aprovecha en “Courtship” para hacer una metáfora a la cultura de los likes y el autoestima en las redes (“He turned me down, I then downturned another who then downturned her. The paralyzing juice of rejection”) mientras los beats van ganando cada vez más protagonismo por sobre los vientos. Es el sonido mismo de la naturaleza
que nos rodea, desapareciendo paulatinamente sin que pudiéramos hacer algo para remediarlo. En el tema que da nombre al disco, ella nos abre las puertas de su nuevo mundo que me lo imagino como los bosques de Pandora de la película Avatar, teniendo un paisaje musical de pajaritos cantando y una orquestación de flautas interponiéndose con dulce armonía. Sabés que la producción de un álbum es inmaculada cuando te hace imaginar visuales con tanta facilidad. Así como ocurría en Vespertine, Björk despierta sus placeres más profundos y los saca a la superficie en letras que cuentan más de lo que parece, como ese verso en “Blissing Me” donde ella crea un poderoso vínculo con su nuevo amor, gracias a las canciones que fueron intercambiándose (“The interior of these melodies is perhaps where we are meant to be. Our physical union a fantasy I just fell in love with a song”). La cima de Utopia se halla en “Body Memory”, la pieza central de 10 minutos que aborda en cada verso, un aspecto diferente de la nueva vida de Björk, pasando por el destino, el sexo y hasta la batalla legal que está librando con su ex para la custodia de su hija Isadora, algo que desarrolla mejor en “Sue Me” donde se debe reconocer que solo una artista como ella puede traer un drama familiar y transformarlo en una empoderada composición de tinte universal con la rabia y el sufrimiento en la garganta. Volviendo a “Body Memory”, en esta canción pasan demasiadas cosas, incluyendo el coro islandés Hamrahlíðarkórinn (por supuesto que copié y pegué ese nombre) conformado por 60 personas que proveen cuerdas, vientos y voces fantasmales a la que sería la respuesta a la depresiva “Black Lake” de Vulnicura. Me gustaría decir que este el álbum en el que Björk supera a su ex, pero la realidad es que todavía le sigue causando complicaciones y no tiene intenciones de ocultarlas. Es por eso que la encontramos en este álbum, bajo un estado de emotividad plena, siendo una herida viviente a pesar de volver a creer en el amor y tener una perspectiva más positiva de la vida con canciones como “Tabula Rasa” en el que se dirige a las nuevas generaciones y propone hacer un borrón y cuenta nueva a los errores cometidos del pasado, concluyendo con un final feliz en “Future Forever” donde nos deja la tarea de proteger lo más sagrado que tenemos: el amor. Suena muy lindo, ¿no? Pues de eso se trata la utopía.
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#275 Wolf Alice / Visions of a Life 2017 Wolf Alice es el último gran esfuerzo del Reino Unido para erigir a sus nuevas estrellas de rock and roll, algo más que razonable sabiendo que los últimos que tuvieron este título fueron los Arctic Monkeys que ya se ganaron ese título hace una década. Entiendo las razones del hype por parte de la prensa para con esta banda, sus canciones están tejidas por un mar de influencias noventosas sin quedarse con ninguna en particular, nada nuevo en el horizonte excepto que ellos si cuentan con el encanto pop en letras y melodías como para gustar a la mayoría. En pocas palabras, tienen todo como para salir campeones. Vienen levantando polvareda desde sus primeros EPs y cuando finalmente salió su álbum debut, My Love Is Cool del 2016, llegaron a estar en el puesto 2 de ventas en su país, algo que no pasaba hace bastante tiempo con ninguna banda de rock. Una palabra que aparece bastante en cada publicación que dedican a esta banda es que hacen grunge, y para ser honestos con nosotros mismos, creo que nadie nunca supo muy bien lo que era el grunge en lo musical al menos, así que supongo que es válido decir que hacen eso pero solamente en “Yuk Foo”, el único track con mugre en todo el tracklist que destella enojo catártico en los riffs y exclamaciones que forzaban la garganta de su cantante Ellie Rowsell que podría ser tu riot girl favorita si se anima a sacar su lado salvaje más seguido, pero en líneas generales Visions of a Life se trata de un álbum más gentil, explorando un camino más melódico y destilado para el consumo masivo. El mérito de esta banda pasa por ese lado, agarraron elementos de géneros que nunca gozaron de demasiada popularidad y las juntaron en canciones que las podés escuchar con cualquier persona, porque sigamos diciendo las cosas como son, si te gusta una banda como My Bloody Valentine por ejemplo, dudo que puedas poner un disco de ellos en una oficina sin que nadie se queje por el barullo (ya sé que van a haber excepciones). En este disco hay varias reminiscencias shoegaze como el arranque con “Heavenward” que es Cocteau Twins en todo su esplendor con esos ecos de Ellie retumbando las paredes del estéreo, y en “Planet Hunter” las
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guitarras se enciman unas a otras en capas acuáticas que recuerdan a la buena época de Ride. La versatilidad del cuarteto no los deja quietos en un estilo por mucho tiempo, lo cual se puede tomar como algo malo ya que no poseen un sonido aún bien definido, algo medio grave sabiendo que este ya es su segundo álbum. No noté algún diferencial con el que podamos distinguir a Wolf Alice de muchos de sus contemporáneos que hacen el mismo tipo de música que ellos. A pesar de ese importante detalle, no hay nada que te impida disfrutar de lo que hacen, tirando al buen power pop en “Beautifully Unconventional” sobresaliendo de pulcritud con las líneas de bajo de Theo Ellis y las concisos stacattos de Joff Oddie. Siguiendo con el manual para alcanzar el éxito, les faltaría un hit y para eso componen “Don’t Delete The Kisses” que habla del reinicio de un amor mientras la banda se amplifica a cada segundo, ingresando a la gloria del synthpop. En suspiros, Ellie canta “Sky Musings” teniendo en su cabeza la posibilidad claustrofóbica de que su avión se estrelle, la canción mete escalofríos en una versión renovada del coldwave de Siouxsie and the Banshees, también pueden arremeter con el post-punk más puro y duro en “Formidable Cool” que no sería disparatado comparar con algo hecho por The Horrors en sus últimos discos. Hay mucho por descubrir en este álbum que recoge un montón de referencias a bandas que muchos amamos, todas juntas en una presentación amigable que se puede desmeritar por falta de originalidad tal vez, pero que no se le puede negar el lugar como uno de los actos más interesantes del indie rock de los últimos años.
7/10. #276 21 Savage, Metro Boomin & Offset / Without Warning 2017 Tengo el pensamiento de que cualquier género musical es potable si cae en buenas manos, bueno, excepto el sertanejo, qué abominación contra la humanidad. En fin, empiezo diciendo eso porque este proyecto colaborativo me hizo agarrar un poco de
vuelta el gusto al trap, estilo tan gastado que domina el rap game hace un buen rato. Gracias a la producción oscura del tan solicitado Metro Boomin, los raperos provenientes de Atlanta, 21 Savage y Offset del trío Migos nunca sonaron mejor rapeando sobre sus conflictivos pasados y sus bienaventurados presentes. Lo que me gusta de este álbum lanzado el día de Halloween es que no se da vueltas, va directo a lo que todos venimos a buscar en 10 tracks condensados en media hora que pasa volando por el flow del dúo y sus invitados, aunque en realidad la mayor parte del crédito debería ser para Metro quien sale de su zona de confort para musicalizar lo que parecería una película de terror hecha netamente con canciones de rap. No es el típico álbum de trap para armar bardo aunque haya mucho de eso en sus letras, todos sus involucrados se mantienen en sus roles de villanos misteriosos y no sobrepasan esa línea. Desde el principio con “Ghostface Killers” sacan las drogas y las armas sonando amenazantes con total serenidad, acompañados de Travis Scott que trae el autotune y los lujos que se puede dar alguien que está al tope de su carrera como rapero; Quavo, otro miembro de Migos forma parte del casting en la parte más animada de “Rap Saved Me”, acá ya nos damos cuenta de la diferencia abismal que existe entre 21 y Offset en su manera de rapear. Savage ha de ser perfecto para jugar póker porque el tipo en serio no demuestra expresión alguna, si la idea era sonar a alguien desalmado lo consiguió, pero no, esa es su manera normal de cantar; en cambio, Offset se manda unos slaps que son fuego incandescente y siempre aparece en el momento justo para cortar la monotonía de su compañero, por eso no es sorpresa que el mejor track del álbum sea “Ric Flair Drip” donde homenajea al legendario luchador de la WWE a quien le debe mucho por el famoso gritito “wooo” que solía utilizar durante sus combates y se convirtió en el ad-lib favorito del rapero. La temática de terror del álbum se entrelaza con las propias vivencias de estos raperos, 21 es el primero en encarar esto con “My Choppa Hate Niggas” donde compara su experiencia en pandillas con películas como Jason o A Nightmare On Elm Street, Offset continúa el hilo narrativo en “Nightmare”, citando
a Freddy Krueger en los coros. Entre los mejores momentos de Savage se encuentra el coro de “Mad Stalkers” donde compensa su lentitud con lo pegadizo que suena esa descripción certera de chicas que están por su plata y no por su forma de ser, algo en lo que continúa explayándose durante “Disrespectful” y se va todo con una letra que le recomendaría dejar fuera de su setlist si lo invitan a presentarse en una marcha feminista, por decirlo sutilmente. Esta pareja dispareja de algún modo funciona mejor solo cuando Offset toma la posta y 21 actúa de sidekick, se nota el hueco que no puede llenar el solo en “Run Up the Racks” y “Still Serving”, recién al final con “Darth Vader” (me hubiese gustado que el tema se trate de el pero no, solo lo mencionan una vez durante toda la canción) se recupera un poco el entusiasmo mientras siguen jactándose de sus vidas centradas en los lujos. Ya les digo, si no hubiese sido por la mano de Metro Boomin en el estudio para generar estos satisfactorios beats, creo que este proyecto sorpresa a pesar de cumplir con su función de entretener, no iba ameritar más que una simple mención.
6/10. #277 Daniel Caesar / Freudian
2017 Daniel no tiene problemas en admitirlo: es un romanticón empedernido. A sus 22 años este muchachito oriundo de Toronto lanza su álbum debut, poniendo en el ojo de la tormenta a su vida amorosa en 10 canciones frágiles que recorren todas las fases de un amorío. Lo que le coloca a Caesar como el jugador diferente del R&B y el neo soul de la actualidad es el sentimiento auténtico que le pone a cada verso, recibiéndose como gran letrista y cantante, es normal que las comparaciones con Frank Ocean no se hayan hecho esperar. La producción a cargo de Matthew Burnett y Jordan Evans encaja justito con las intenciones de Daniel quien es acompañado por la colombiana pasión Kali Uchis en “Get You”, el track color a rosas cuyos instrumentales están a cargo de los revivalistas del jazz
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los BADBADNOTGOOD, es un seductor comienzo que según su propio autor salió de su mente por obra y gracia del buen sexo que tenía con su pareja cuando la escribió… por si hacía falta ser más claro de que esto se hizo con amor. Las mariposas siguen volando en su estómago durante “Best Part” en donde realiza un dueto con la enigmática cantante H.E.R. quien ayuda a sentar el romanticismo bajo la luz de unos arreglos acústicos minimizados para causar la sensación de intimidad que requieren. Daniel viene de una familia muy cristiana y es algo que se vuelve más y más perceptible mientras vamos avanzando, metiendo los primeros coros góspel en “Hold Me Down” y en “Neu Roses (Transgressor’s Song)” que se convierte en el punto de quiebre del álbum donde se pudre la relación por engaños, ese cambio de mood se hace notar en su segunda parte con unos slaps de bajo y golpes de batería directos de la escuelita del soul tienen cierta similitud con “Pink Matter” de mi buen amigo Frank. A partir de acá arranca el periodo “de luto” que por suerte le dura solo una canción a Daniel que le caen las lágrimas en la sensiblona “Loose”, para la siguiente se recompone y mira el lado beneficioso de terminar una relación en “We Find Love” que empieza simple como una balada a piano, sin dudas mi favorito de la partida con esos coros de iglesia hacia el final que resultan ser toda una bendición para el alma. En otro acierto más por parte de Daniel fue incluir a Syd, la cantante de The Internet en “Take Me Away”, la canción que en la cronología del álbum sería el renacer de un nuevo amor para nuestro protagonista, lo sitúa ese momento en el que empezás una nueva relación y solo querés perderte en ese frondoso bosque llamado amor. La voz de Syd no podría haber calzado mejor a la estética de este álbum, como si hubiera hecho match con Daniel en Tinder. Si hay una sola palabra que describe perfectamente a Freudian es seducción, sentí como te hace el amor ese solo de guitarra al final de “Transform”, eso sin contar el coqueteo previo que tuvo lugar antes entre Caesar y Charlotte Day Wilson. Lo único que tengo por seguro es que esto no ayuda para nada con el control de natalidad de la población mundial, no me quiero imaginar la cantidad de bebés que se gestaron y se gestarán con este álbum sonando de fondo.
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#278 Black Rebel Motorcycle Club / Wrong Creatures 2018 Una de las últimas auténticas bandas de rock and roll que continúan en pie reaparece luego de 5 años girando por todo el mundo y recibiendo el golpe de una enfermedad cerebral, forzando una intervención quirúrgica a su baterista Leah Shapiro. En su octavo álbum de estudio, el trío da varios pasos al costado del pogo para enfocarse en la melancolía y las atmósferas que provee la oscuridad, sin apuros van barajando el mundo de posibilidades que ofrece la calma, algo con lo que vienen experimentando desde siempre como aquel álbum de instrumentales y sonidos drone llamado The Effects of 333, pero esta vez bajado al formato canción. Si sos de los que preferís a tu BRMC alocado tirando metralla a toda velocidad, creo que vas a salir decepcionado de esta, pero aún no te retires que entre tanta quietud podés encontrar algo que te conmueva y no sea precisamente lo que esperabas. El estático arranque con esos tambores sonando a lo lejos en “DFF” es como para que vayas aclimatándote y pongas atención a lo que está a punto de ocurrir. “Spook” continúa el trayecto, una canción como las que nos tienen acostumbrados, derrochando un expansivo rock and roll que prosigue en su faceta más visceral con “King of Bones” que se vino con un par de tenebrosos solos de guitarra. Pasando esta penumbra sónica, nos vemos envueltos en la melancolía de “Haunt” que va pasando tan lento como ese cigarrillo encendido que no fumás y se va acortando entre tus dedos, cantada por Peter Hayes que mastica sus palabras con la templanza de un Nick Cave. Si querés hacerte la idea de cómo suena una canción de amor interpretada desde el más allá, probá con la erizante “Echo”, uno de los tracks mejor logrados del álbum en lo que a emociones respecta, calificando como futuro nuevo favorito a ser tocado en vivo bajo un mar de linternas de celulares. Cada canción de Wrong Creatures se toma su tiempo para emerger y desprenderse del gran peso que cargan sus letras y melodías, excepto por “Little Thing Gone Wild” cuyo nombre lo dice todo, sería el único momento de agite en todo el
álbum con inflamables riffs y un coro tan fácil de recordar. Pero este solo sería un break ya que en mayor parte, la oscuridad toma el control de la situación como sucede en el blues electrizante de “Question of Faith”, el panorama desolador que se va abarrotando de almas en pena que cantan al unísono con Robert Levon durante la ascendente “Calling Them All Away” o el tema inspirado en el hotel ficticio de la película Fear and Loathing in Las Vegas, “Circus Bazooko” donde adhieren un órgano a la sombría composición que lidia con la soledad. Para el emotivo final, hacen lugar a un piano en “All Rise” que sería lo más etéreo que compuso la banda jamás, una balada espacial que sería el equivalente a “Hurt” en The Downward Spiral, una manera entrañable y poderosa de dar punto final a una nueva etapa donde la vulnerabilidad tomo por asalto a una banda que no da señal alguna de darse por vencida.
7/10. #279 Elder / Reflections of a Floating World 2017 Esto si que es algo grande. Cuando hablamos de doom metal o stoner rock, por lo general nos imaginamos música cuya progresión es paulatina, pasando a la velocidad de un iceberg por nuestros tímpanos, algo que se necesita paciencia para digerir, básicamente. Después llega una banda como Elder y tira dicho paradigma por la borda con otro álbum más de puro desenfreno y maestría técnica durante más de una hora de pasajes sonoros vertiginosos. Al terminar de escucharlo todo y ponerte a pensar todos los cambios de ritmo impredecibles, la sincronización telepática y la implacable entrega haciendo que cada nota suene abrumadora, el primer pensamiento lógico que se me pasa por la cabeza es: ¿cómo puta lo hicieron? El trío de Boston conformado por Nick DiSalvo, Matt Couto y Jack Donovan cranearon una obra de magnitudes colosales precisando del hipnotismo del doom con la versatilidad que solo un estilo
como el rock progresivo puede ofrecer, sumado al apego por la psicodelia nos da como resultado varias bombas atómicas de sensaciones múltiples, satisfactorias en su totalidad. Siguiendo la línea de sus trabajos anteriores Dead Roots Stirring y Lore, tenemos tracks que en su mayoría sobrepasan la marca de los 10 minutos, un dato que podría aterrar a muchos pero que se dejan escuchar fácilmente por el dinamismo y las fuerzas cambiantes que ofrecen. En pocas palabras, tracks sublimes como “Sanctuary” y “Blind”, por ejemplo, están conformadas por 4 o más movimientos musicales bien diferentes entre sí, pero que funcionan perfectamente juntas gracias a las transiciones asombrosas con las que están adheridas. Donde otras bandas contemporáneas como All Them Witches o Pallbearer zapan melodiosamente, los Elder prefieren tomar un camino más demoledor, atropellando sin compasión con andanadas de solos saturados e impactos secos de batería. Creo que solo en los primeros minutos de “Sonntag”, la banda se toma un momento para montar el armagedón que se avecina mientras que Jack provoca nerviosismo con sus firmes pulsaciones de bajo hasta que se desencadena un climax árido. En Reflections of a Floating World no hay cabida a la monotonía, no hay espacio para la calma y definitivamente no es un lugar seguro para los débiles.
9/10. #280 Kelela / Take Me Apart 2017 Soy partidario de que este tipo de álbumes no solo se guardan un espacio en nuestras bibliotecas musicales, sino que además tienen el poder de construir una sociedad mejor. Hoy más que nunca necesitamos de más Kelelas en este mundo: mujeres de color, feministas y empoderadas a favor de la libertad, sin temor a expresar su vulnerabilidad y sexualidad a los 4 vientos. Después de un mixtape y un EP muy bien logrados que la catapultaron rápidamente como un acto imprescindible del nuevo R&B, la descendiente de Etiopía preparó su debut a base de vivencias propias en el amor que la hicieron más fuerte como
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persona. En este álbum tenemos a alguien que canta decidida de sí misma y capaz de transmitir fuerza en los momentos más duros y una sensualidad inmensurable cuando las cosas marchan viento en popa. El tipo de R&B con el que se la juega Kelela, viene del futuro y se lo debe a la lista estelar de productores que convocó para trabajar con ella, grossos de la electrónica underground como Jam City, maestros de la sensibilidad pop que prefieren mantener el perfil bajo como Ariel Rechtshaid o alquimistas de beats avant-garde que están deformando de la mejor manera posible al mainstream como lo es Arca. Esta obra conceptual va repasando los distintos estados por los que pasa una mujer durante una relación, pongámosle que es la contraparte femenina al Freudian de Daniel Caesar que salió un par de meses antes, aunque ambos se mueven en estilos relativamente parecidos, Kelela gana en mi corazón por haberse tomado unos cuantos riesgos en la producción, además de poseer una honestidad brutal que -al menos a mi- me compra mucho más que el sentimentalismo. Las canciones siguen un transcurso orgánico fabuloso, manteniéndonos bien aferrados a la intimidad que forma la cantante con nosotros desde un principio con “Frontline” donde nos cuenta que dejo a su ex por primera vez, entramos en confidencia, de hecho una gran parte del álbum la escucho como si una amiga me cuenta con detalles cómo le fue con sus últimas relaciones. Kelela se pone en una posición en donde no se victimiza, siendo ella misma la que elige su propio destino se endurece y empieza a amar con inteligencia, aunque eso si, va a seguir tropezándose y aprendiendo como lo da a entender en “Waitin”, acá trata de convencerse de superar rápido a su anterior pareja pero se da cuenta que no puede joder a su corazón y vuelve junto a él. La producción cinemática de esta historia alcanza su primera cumbre en el tema que da nombre al álbum, en “Take Me Apart” se da el reencuentro y las emociones se intensifican, la tensión sexual puede cortarse con una tijera prácticamente y es representada con elegancia en la producción de Arca quien también ayuda en los ensoñadores instrumentales de “Enough”, uno de los tracks donde más se asemeja a su contemporánea FKA twigs en su halo de misterio y sensualidad esotérica. El productor venezolano parece ser el predilecto de Kelela para simbolizar sus sentimientos más fuertes, es así como hace de catalizador de toda su rabia contenida en “Onanon” para transformarlo en algo parsimonioso como si dominaran un monstruo enorme con tanta facilidad.
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Al hablar de este álbum, todos los caminos te llevan tarde o temprano a hablar de sexo. Este álbum es un afrodisíaco de sintetizadores, ecos, filtros, beats y loops generados por ordenador, en su segunda parte desde el reconfortante hit “LMK”, todo se vuelve más explicito. Hay canciones como el synthfunk “Truth or Dare” con una letra que incita (“So turned on like I’ve never been touched before. Could you lick it back? I need more”) y te envuelve en un ambiente de sensualidad que solo irá en aumento durante “S.O.S.”, en esta gema midtempo, Kelela hace un “llamado a la acción” (¿cómo traducís “booty call”?) y provoca el morbo de la audiencia con versos bien sugerentes (“Will you come around before it’s too late? I could touch myself, bae but it’s not the same”). En la voz de Kelela vas a toparte con una mujer de personalidad fuerte como lo fueron en su momento una Aaliyah o Erykah Badu, tocada quizás por la extravagancia de Björk (prestá atención a esa rareza llamada “Blue Light” que su productor mismo lo bautizó como un dubstep country, si es que existiese algo como eso), alguien que si bien está cantado sobre cosas muy personales, canta a nombre de otras mujeres que igual a ella, la tienen que seguir remando para ser reconocidas en sus espacios, por eso se despide con “Altadena”, un tema necesario que nos pone la camiseta para lograr ese cambio de pensamiento que tanto anhelamos como sociedad pensante: “Nothing to be said or done. It’s not just me, it’s everyone”. Está todo dicho su señoría, nada más que agregar.
8/10.
#281 Camila Cabello / Camila 2018 Después de pensar un buen rato sobre qué decir sobre este álbum, creo que no se me ocurrió una mejor forma de describirlo que como el Melodrama de Lorde pero sin la parte del melodrama, si con excedente de producción y de contenido mayormente plástico. Alguien tan ingenuo como yo creería que alguien abandona un proyecto para enfocarse en solitario a
hacer algo bien diferente de lo que venía haciendo, pero me olvida por momentos que detrás de estas decisiones hay demasiada plata en juego y lo que en realidad hizo Camila al abrirse de las Fifth Harmony, vueltas más, vueltas menos, es querer facturar más y sin tener que dividir el botín entre cinco. Así es como nos llega su primer producto oficial, el álbum que iba a titularse inicialmente The Hurting, The Healing, The Loving, al final decidió ser solo Camila, un álbum que repite todos los clichés que no pueden faltar en el trabajo de una artista pop que busca llevarse el mundo por delante, algunos más que decentes pero en su mayor proporción están como para girar los ojos como el meme de Robert Downey Jr. Primero vayamos por las agradables excepciones como el single que nos da la bienvenida, “Never Be The Same”, una potente declaración de amor con una producción que agranda cada elemento posible de la mezcla, sería como una balada en esteroides, pero no me malinterpreten, es un muy buen tema que va creciendo con las reiteraciones, de hecho es el único del álbum que me convenció de una. Un escalón más abajo le pondría a “Havana” que ya lo había escuchado antes sin siquiera saber que era de ella, es de esos temas que aparecen por default en las programaciones, no hay nada que discutir, tiene el sello de calidad Pharrell Williams en la producción e incluye versos autotuneados del rapero Young Thug que vendría a interpretar al chico malo del que está enamorada Camila, era bastante obvio su potencial de hit a pesar de ser una canción relativamente tranquila y no un banger para enloquecer, ponele que también le suman puntos extra los arreglos de viento que denotan los orígenes cubanos de la cantante. Por último, me gustaría destacar el R&B suavizante de “In the Dark” que si bien no tiene nada que lo haga diferente o especial en lo musical, resalta por ser una de las mejores en materia de letras, hablando sobre el amor hacia uno mismo. Va dirigida a los que se sienten derrotados, esos que están pasando por un mal momento y necesitan palabras de aliento para continuar en la lucha. No es una canción de mi agrado, pero estoy seguro que Camila va a salvar unas cuantas vidas con ella y eso tiene más peso y relevancia de lo que un gil con teclado como yo pueda decir acá. Igual eso no significa que vaya a omitir todo lo descartable de este trabajo que carece de algo realmente original, ni siquiera me considero un asiduo consumidor de pop pero de todas formas siento como si este álbum ya lo escuché 100 veces
antes. El combo de infaltables incluye la genérica balada acústica “All These Years”; un tema que esté en sintonía con las tendencias actuales como lo es “She Loves Control”, un reggaeton que recibió el tratamiento EDM correspondiente por parte de Skrillex y de complemento ciertos matices de guitarra criolla; “Inside Out”, el tema con letras en spanglish para captar al público latino que estará orgulloso de que ella no se haya olvidado de donde proviene. La voz de Camila puede iluminar un estadio solita y podrá estar cantando con el alma destrozada en la aparentemente lacrimógena “Consequences”, pero no le ayuda que la canción sea tan básica (y parecida a varias de Ed Sheeran), me hubiese gustado que algo de la megaproducción invertida en los tracks más optimistas también se vea reflejada en las canciones más personales de esta chica. Mismo comentario va para “Real Friends” que en serio no pasa de ser un tema de peña con algunos efectos de estudio y chasquidos de dedos. Claro que hay potencial en esta mujer pero no la veo haciendo algo diferente a lo que demuestra acá en un futuro cercano, más aún sabiendo que este álbum fue número 1 de iTunes en más de 100 países, así que mejor a otra cosa mariposa.
4/10. #282 Tune-Yards / I Can Feel You Creep Into My Private Life 2018 No sería exagerado declarar al proyecto de Merrill Garbus (y su colaborador recién devenido a dupla Nate Brenner) como una de las manifestaciones art-pop más deslumbrantes que pude haber conocido en la última década. En cada nuevo disco fue moldeando su propuesta de afro pop escurridizo con patrones de percusión bombásticos y la voz inconfundible de Merrill que deja siempre una fuerte impresión, tan teatral, expresiva, andrógina, soulera y aullante, todo un caos perfectamente orquestado para la diversión de las masas.
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Tampoco voy a negar que los antecedentes de TuneYards no les dejan como una de las bandas más fáciles de digerir de buenas a primeras y cuando digo que fueron moldeando su sonido a través de cada nuevo lanzamiento, me refiero a que están más cerca de tener bien firmes los pies sobre la tierra, predominando su lado más pop sin necesariamente sacrificar nada de su excentricismo. Por lo que se percibe desde “Heart Attack” es la inversión que hicieron en sintetizadores, drum machines y otros artilugios electrónicos que se adhieren a su composición con más fuerza que antes, en el intermedio de este maravilloso arranque dance-punk se cruza una pequeña orquesta de violines dándole una nueva dimensión al baile. Este nuevo trabajo también marca la primera vez en la que este grupo se pone a tono con la realidad, metiendo el dedo en la llaga del racismo y los blancos supremacistas en “Now As Then” o meditando sobre el futuro incierto de Estados Unidos en “Coast to Coast” donde bajan unos cambios para que se note la influencia que ejerce Brenner en las canciones con sus líneas de bajo, para que se hagan una idea de cómo funciona este dúo, en esta canción sacaron su base de un ukelele lleno de efectos, lo escuchás y suena a todo menos a una canción hecha con dicho instrumento, no tienen miedo de jugar con nuevas ideas y manipular todo lo que tengan a su disposición. Algo que me encanta de esta nueva etapa del grupo es que pueden estar tocando algo tan delicado como la usurpación de privacidad por parte del NSA en “ABC 123” pero no deja de ser súper pegajoso con un coro ridículísimo e hilarante como ponerle “password” a tu password. Según Garbus, estuvieron escuchando mucho techno ochentoso durante la grabación de este nuevo álbum y es algo que se metió en cierta manera en tracks como “Honesty” donde la repetición de una misma palabra sobre un mismo beat es la consigna para llegar al extasis. El mejor momento del álbum ocurre durante “Colonizer” en la que Merrill se cuestiona a ella misma sobre la apropiación cultural que realiza inconscientemente al pueblo africano, no solo por el contenido sino por el groove impresionante con el que se va desarrollando el tema hacia un enloquecido frenesí de sintetizadores. Otro gran momento para encuadrar en la memoria es “Hammer” que es un reclamo al patriarcado sobre una instrumentación que es puros 80s y en el que Merrill manipula su voz y la divide en varias capas dándole una ambientación de ritual exuberante. Las cosas se van tornando más descontracturadas en la recta final, teniendo claros bosquejos de africanismos en “Private Life”, citando al grupo
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sudafricano Ladysmith Black Mambazo en los coros, incluyendo tambores tribales, entre otros instrumentos que no logro identificar, pero que puedo asegurar que no son de este lado del charco. No es algo que te pega de inmediato como sus anteriores dos discos, pero a mi parecer con este álbum los Tune-Yards pasaron una de las pruebas más complicadas para cualquier músico que es la de hacer un material con conciencia social y que eso signifique dejar a un lado la diversión.
7/10. #283 Digitalism / 5Ky11ght 2017 Si es que viviste el apogeo del indie a mediados del 2000, entonces cuando te dicen Digitalism se te viene un fuerte flashback sonando un magnánimo hit “Pogo”, era el tipo de música bailable que iba contigo, pero es algo que se quedó en esa etapa de tu vida que recordás con mucho cariño. Estamos todos de acuerdo que usé los verbos en tiempo pasado correctamente, lo más probable es que hace tiempo no los escuchás y hasta te sorprende que sigan sacando material nuevo. En el 2016 nada más lanzaron un nuevo álbum después de tomarse un receso de 5 años que resultó ser una eternidad en el ámbito de la música electrónica. Kitsuné, el sello francés que fichaba artistas que traían la vanguardia en la indietrónica global, dejó de tener relevancia en la blogósfera independiente, al igual que sus contemporáneos que algunos continúan con cierto status (Boys Noize, Justice), otros fueron disipándose (The Rapture, Klaxons) o se mandaron mudar a otros estilos. Da como para una investigación sociológica cómo este dúo de amigos provenientes de Hamburgo, no tuvieron que hacer nada malo o fuera de lugar para dejar de aparecer en el radar de la novedad, simplemente se dio el paso del tiempo que hizo su
trabajo, el electro-rock que tantas alegrías les dio, ya dejó de pegar y ahora se encuentran empezando todo de cero Isi y Jence. El primer paso de este refresh sería este breve EP de 4 tracks (sin incluir el radio edit final), carente de voces con el agite de siempre pero cada vez más predecible, una desgracia para ser algo tan corto. “Spektrum” parecería ser solo una maqueta inconclusa de su anterior álbum, no puedo evitar pensar que el propósito máximo al que puede llegar este track es a ambientar la previa de una fiesta con esos sintes golpeando sin variación alguna durante 5 minutos. Mejoramos la situación en “Jet” que guarda cierto paralelismo con algo salido de Idealism, acá si se nota que este track les pertenece cuando ocurre el bass drop y nos empezamos a mover al compás de los veloces hi-hats, en la segunda fase del tema se animan a probar algo nuevo con la inclusión de trompetas de mariachis, algo que vuelven a incluir en “Highspeed Sunrise”, un track con derivaciones surrealistas que lo considero más como un extendido interludio para lo que viene después, un auto remix del primer track que le agrega más onda y firuletes pero que igual no pasa de ser algo de calidad inferior a lo que hicieron en sus inicios. La reinvención es algo que suele tardar y costar caro, a este EP habría que mirarlo más bien como el primer intento de algo que aún no saben muy bien qué es, lo único claro con ellos es que no se van a dejar de llevar por las tendencias actuales, y eso por lo menos merece ser aplaudido, ¿no?
5/10. #284 Deerhoof / Mountain Moves 2017 Del 1 a Deerhoof, ¿qué tan dispuesto estás a intentar cosas nuevas? Esta banda cuyo respeto se lo tiene bien ganado entre músicos y una masa reducida de gente, podés reclamarle lo que sea, menos sus ganas por innovar y extraer oro de la rareza. En sus más de 20 años de antigüedad, este grupo pasó por mil y un transformaciones, manteniéndose en el under por su
indefinición de estilo, sus aventurosos experimentos y abstractos conceptos. Cada uno de sus álbumes es bien diferente uno de otro, ha de ser una de las bandas más inclasificables, aunque podríamos decir que son el noise y el lo-fi los vínculos que comparten en común todos los sonidos que ofrecen al mundo. Su 14° álbum oficial nos tiene a todos al filo de lo impredecible, lo único seguro en cada uno de estos temas es que no siguen ningún tipo de orden o convención, parece como si el álbum entero hubiera sido concebido en una zapada extendida con invitadas que tampoco están muy acostumbradas a que se las encasille en un solo género. Con todo lo que dije, quizás muchos ya estarán pensando que esto no es para ellos, que seguro se trate de esos divague indulgentes que tienen los artistas que se creen revolucionarios, pero la realidad es que este disco se hace querer con facilidad por el laburo melodioso emprendido en los instrumentales, no dejan que nada esté fuera de ritmo, sea el estilo que abarquen. La alucinación empieza desde el primer tema del álbum, “Slow Motion Detonation” cantado por la argentina Juana Molina que juega con el multitracking de su voz como lo suele hacer en sus propias producciones, clonándose para aumentar la experiencia hipnótica que va siguiendo su curso con una guitarra filosa al frente. A la cantante de Wye Oak, Jenn Wasner le toca liderar en “I Will Spite Survive”, una canción que va del power pop al synthpop de manera tan natural que se hace imposible determinar cuando empieza algo y termina otro, y si hay alguien que sabe de música que no parece tener origen terrestre es la que toma la posta en el siguiente track, Lætitia Sadier, la cantante francesa fundadora de Stereolab, lo que si en “Come Down Here & Say That” empezamos con una suerte de funk futurista que de alguna manera desembocó a una oda espacial lanzada al vacío. Aparte de estas nuevas composiciones propias, también vienen distribuidos tres covers de lo más disímiles posibles. El primero de ellos es “Gracias a la Vida”, original de 1966 de la cantautora Violeta Parra que dio luz a la vertiente conocida como la Nueva canción chilena, como es de esperarse, los Deerhoof la homenajean yendo por un camino diferente como si fueran una especie de orquesta sinfónica. Lo mismo hacen con “Freedom Highway” del grupo soul The Staple Singers al que lo mutan en un rock and roll bailable de pura cepa, y al “Small Axe” de Bob Marley lo sacan de su contexto reggae para volverlo una balada a piano conmemorativa que cierra el disco de manera pacífica.
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Una vez más parecería que John Dieterich, Satomi Matsuzaki, Ed Rodriguez y Greg Saunier están a punto de explotar si es que se quedan con una sola idea por canción, solo así se explica la creación de temas como “Your Dystopic Creation Doesn’t Fear You” (¿algo más under que ese título?) que juegan con el jazz en su faceta más avant-garde y de alguna manera logra calzar en un formato tradicional de indie rock. El único pecado que cometen en Mountain Moves tal vez solo sea esto mismo que lo hace atractivo, ocurren tantas cosas que a veces cuesta un poco prestarle atención, quedándose como una sobrecarga de ideas que pudieron haber sido sintetizadas, pero no le vengas a pedir eso a los Deerhoof.
7/10. #285 Billy Woods / Known Unknowns
2017 En el cada vez más expandido universo del hip hop, te vas a encontrar con todo tipo de MCs que están haciendo lo que sea para darse a conocer, es que este es el momento, creo que es la primera vez en la historia que el rap es el género dominante en el mundo entero, liderando las posiciones de venta, charts, streaming, etc. Pero como se sabe, no precisamente todos están queriendo ser los nuevos Drake o A$AP en este negocio, existen raperos que se sienten conformes con sus respectivos status de leyendas en el underground, escupiendo rimas demasiado astutas o produciendo beats que escapan de las convenciones que se requieren para ser el ídolo de las masas. Caminando sobre esa línea se encuentra el rapero neoyorkino Billy Woods que ya lleva más de 15 años dejando huellas por su cuenta y con otros proyectos como Armand Hammer y Super Chron Flight Brothers, además de ser el comandante de su propio sello, Backwoodz Studioz y que esté catalogado como uno de los principales impulsores de lo que se conoce como art-rap, algo que no es ni más ni menos que rap experimental. Para no alargar mucho el asunto, digamos que la música que hace Woods, puede ser disfrutada por todos, pero
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si realmente estás interesado en comprender el mensaje que está dando, vas a necesitar leer mucho de historia y literatura antes. Ponerse a analizar cada una de sus letras llevaría bastante tiempo, no solo por las múltiples referencias entreveradas con datos de cultura general, sino que te deja a la libre interpretación al no ser tan directo. Casi toda la instrumentación, samples y beats que se escuchan a lo largo del álbum, están a manos de otro genio que prefiere mantenerse en perfil bajo, hablo del veterano productor Blockhead a quien lo conocí con “The Music Scene” y cuando hablo de ese tema, por añadidura se debe halbar de su videoclip animado, fácilmente uno de los más espectaculares que vi en mi vida, pero Blockhead es mucho más que eso y a las pruebas que presenta en este álbum me remito, su segunda colaboración con Billy está minado de retazos del bom bap al jazz rap old school, moviéndose por la música clásica, programas de radio, TV, discursos políticos y mucho más en una producción que da énfasis en la percusión, por lo que son más que válidas las comparaciones con la labor de DJ Shadow. Entre los dos logran una química indescriptible para llevar a cabo estas canciones que se te quedan grabadas en la cabeza pero con una cuota de rareza insertada en algún elemento, ya sea en las abstractas letras de Billy o las estructuras retorcidas en las que va rapeando. Teniendo en cuenta que Billy pasó buena parte de su infancia en África, se entiende que parte de esa cultura se haya escurrido en esta obra ya desde el principio con la esencia afrobeat que posee “Bush League”, de hecho que va meditando sobre su propia vida en varios momentos del álbum, consciente que tantos años en el ambiente no lo convirtieron en una súper estrella como bien lo señala en “Groundhogs Day”, tampoco deja escapar su oportunidad de dejar sus impresiones sobre el panorama político durante la era Trump en tracks como “Everybody Knows”. Antes de cerrar esto, no puedo irme sin antes dejar mis alabanzas a las pocas pero acertadísimas colaboraciones, empezando por Aesop Rock quien además de entrar veloz desde el principio de “Wonderful”, también se encargó de producir en “Bush League” y “Cheap Shoes”; su dupla en Armand Hammer, Elucid hace de las suyas en “Tupac Jackets”; y en “Strawman” aparecen Googie y Barrie McLain quienes no tengo idea de quienes son, pero fueron los principales responsables de hacer uno de los temas con más onda de la partida.
Hay mucho por descubrir en cada esquina de este disco, tiene ese aire callejero que no posee el rap que se consume masivamente, este es un recorrido sin mapas ni guías por los suburbios de New York donde empezaba a florecer una cultura que hasta ahora no encuentra límites en su evolución.
8/10. #286 Dent May / Across the Multiverse
2017 Nada más que lindas canciones de amor pop al servicio de la comunidad que está en busca de algo amigable para pasar el rato. Una cruza simplificada entre Mayer Hawthorne y Brian Wilson nos da como resultado este nuevo álbum de Dent May, un músico nacido en Mississippi que para este nuevo álbum se mudó a Los Angeles, allí encerrado en su habitación produjo y tocó prácticamente todos los instrumentos que suenan acá, inspirado en las noches que le tocó oficiar de DJ en algunos locales de temática disco funk. La carrera solista de Dent arrancó con un ukulele en mano, tanta fue su afición por este instrumento que a su proyecto mismo lo llamó Dent May & His Magnificent Ukulele, esa etapa (por suerte) la superó y para los siguientes dos álbumes, su fetiche musical fueron los sintetizadores con los que se ganó cierto renombre. Ahora llegó su etapa más madura, afiló su habilidad compositiva y se compró un piano para refinar su fórmula. Lo que consigue es un bello álbum retro pop sin fecha de caducidad, sin pretensiones, ni preocupaciones en la vida. Vendría a ser como la versión caviar Disney del Song Cycle de Van Dyke Parks, sacándole toda experimentación de encima, dándole una producción aseada clínicamente y letras que calificarían como potenciales placeres culposos. Este álbum es como un abrazo esperado que te da la bienvenida con “Hello Cruel World” para luego pasar sin más preámbulo al reflejo de los romances modernos en “Picture On a Screen”; y en el track homónimo, Dent se arma un dueto con la talentosa cantante Frankie Cosmos con quien proyecta un amor que va más allá
de la estratósfera, sin dudas es el mejor momento del disco por la química entre ellos y por darse el cruce tan natural entre el sintetizador y el piano. Se explaya sobre su nuevo estilo de vida cheto en la más que agradable “90210” y se debate la existencia en “I’m Gonna Live Forever Until I’m Dead” pero sin sonar para nada estresado sino todo lo contrario, me gusta imaginarlo a Dent preparándose un trago mientras transcurren los solos, así como en este tema, también hay otros dentro del tracklist en los que recibe asistencia de unos cuantos violines solo para dar la elegancia necesaria que justifique el smoking que lleva puesto nuestro amigo en la tapa. No es un álbum que te va a cambiar la vida pero es de esos que te pueden mejorar un mal día, creo que todos en algún momento vamos a necesitar de eso y ahí va a estar May con su música cursi para salvarte.
7/10. #287 No Age / Snares Like a Haircut 2018 El tren del indie rock pasó de largo hace un tiempo y se olvidó de subir a estos dos señores que hace más de una década se encuentran redefiniendo el punk oriundo de L.A. con una fuerte influencia del noise rock y el shoegaze en sus producciones. Algunos los rotularon como exponentes del art-punk, otros les pusieron la etiqueta de dream-punk, en fin, había que ponerle un nombre a lo que hacían los No Age quienes desde un principio se diferenciaron de cualquier otro acto ruidoso por su estupenda fusión de atmósferas deprimentes con una velocidad y distorsión sorpresivas que lograron captar la atención del sello Sub Pop. El contrato con la disquera de Seattle duró por dos discos, siendo el último An Object, fácilmente su álbum más experimental lanzado hace casi ya cinco años. Ahora una nueva etapa empieza para la banda, firmando para Drag City, un sello más
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chico, ideal para las pequeñas pretenciones de la banda que es la de tocar para pequeñas pero eufóricas audiencias, suena triste decirlo pero ellos mismos son conscientes que ese tiempo en el que la música que hacían era culturalmente relevante ya no volverá, así que optan por la calidad antes que la cantidad, algo que se ve en evidencia en su quinto trabajo discográfico, un material que revive la intensidad rítmica de sus primeros álbumes pero con una madurez mucho más sólida como arquitectos de sonidos movilizantes para el cuerpo y el alma. Amo y señor del reverb, el cantante y guitarrista Randy Randall arranca el feroz barullo con “Cruise Control” que no tarda mucho en hacerte sentir el momento que estás viviendo, cumpliendo con la premisa de hacer un álbum de rock and roll que pareciera haberse grabado en vivo. “Stuck In The Changer” nos revela al otro protagonista de la historia, el baterista Dean Spunt que arremete contra su instrumento al ritmo de una locomotora sin frenos. Lo que hace este dúo es comparable a 1001 bandas que vinieron antes que ellos pero muy pocos de ellos logran transmitir estos sentimientos valiéndose principalmente del ruido, porque hay que ser claros en algo: no son muy buenos componiendo “canciones”, cualquiera que odie la simpleza del punk no va a tener mucho que buscar por acá, si estará bienvenido todo aquel que pueda apreciar la belleza extraída de una disonancia adrede. Podemos decir que se asemejan a Hüsker Du en temas viscerales como “Drippy”, así como también oigo raíces de canciones de amor de Dinosaur Jr. en “Send Me”, no voy a negar la influencia de My Bloody Valentine en “Soft Collar Fad” con esos jubilosos riffs chirriantes, incluyendo esas “rayaduras” de guitarra que muchos suelen comparar con ruidos de aspiradoras, o qué me dicen de “Tidal” o “Popper” que las escucho como si fueran el balance soñado entre Sonic Youth y Ramones, punk rock desfigurado en toda su gloria. Lo mejor de todo no es que me haga acordar a todos ellos, sino que los utilizan para crear su propio e inimitable sonido, dejando además un poco de espacio para experimentos abrumadores como “Third Grave Rave” y el track que da nombre al disco, ambos instrumentales que se apoderan de nuestros sentidos valiéndose de zapadas lo-fi enterradas en capas de reverb, ruidos ambient en loop y mucha estática; así como también prueban algo distinto en “Squashed”, una canción deprimente que reemplaza a Dean por una caja de ritmos, creando una melodía hipnotizante a lo Deerhunter.
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Las intenciones de este par de amigos con este álbum es alejarse de todo, la fama nunca estuvo en los planes, simplemente hacer la música que siempre quisieron. Si hay un grupo que entendió lo que se debe hacer tras “la muerte” del indie rock, son ellos.
8/10. #288 Django Django / Marble Skies 2018 Lo primero que escuché de este cuarteto londinense fue allá por el 2012, aquel gran single “Default” fue amor a primera escucha, pocas veces me pasó que con una sola canción ya podía definir a una banda y quería convertirla en mi favorita. Luego salió su álbum debut que se convertía inmediatamente en uno de mis favoritos de ese año, era algo que guardaba similitudes con cualquier otra banda de indie rock de ese entonces, pero tenía sus peculiaridades para sonar como una banda del futuro recreando música bailable del pasado. Tan solo en ese debut podían escucharse mezclas de surf rock con música western combinados con ritmos salidos de los fosforescentes 80s, aparte de todo ese atractivo estaban sus cantos que recordaban al rock and roll de los 50s, y muchas cosas más que en papeles suena inadmisible pero que en la práctica era algo bien gozador. Lastimosamente a los Djangos les ocurrió la maldición del excelente debut que no pudo ser superado, un fenómeno que suele agarrar a jóvenes promesas de la música que arrasan con su primer disco y que por algún motivo todo lo que venga después será de una calidad inferior. Este fue el caso de su segundo material, Born Under Saturn del 2015 que si bien cuenta con varios temones, su poca consistencia y larga duración terminó por matarlos. No podemos culparlos porque no supieron replicar el sonido fresco y renovador que obtuvieron en su ópera prima, si podemos felicitarlos porque no se
quedaron con ello y se animaron a experimentar, llevando su fórmula al campo de la psicodelia. En este tercer esfuerzo discográfico, las ganas por explorar de estos señores continúan más que latentes, tampoco está a la altura de su debut y si los vamos a felicitar por algo es porque al menos lo intentaron. Un dato a tener en cuenta es que durante la mayor parte de la grabación de este nuevo material, no contaron con la presencia de su baterista y productor David Maclean quien se encontraba recuperándose de haber sido hospitalizado por agotamiento tras la última gira del grupo que lo llevó a niveles desesperantes de stress. En su reemplazo cayó la amiga Anna Prior, batera de Metronomy, aunque al escuchar el álbum te das cuenta que fue solo una invitada más del trío que grabó in situ este disco, los sintetizadores fueron los dueños de este espectáculo que arranca con el track homónimo, una canción que no disimula un poquito su inspiración por aquel new wave ochentoso de The Buggles o The Human League, y cuando se ponen más glamorosos en “Beam Me Up” e “In Your Beat”, aplican lo aprendido en el manual para ser los nuevos Pet Shop Boys. Estaría mintiendo si les digo que no disfruto de esta fase más electrónica de los Djangos, pero con el correr de los temas se hace más y más obvio que no es su fuerte, de verdad quisiera entender cómo prácticamente renuncian a eso tan único que tenían para ser unos Hot Chip wannabes. Según una entrevista para promocionar este nuevo material, ellos mismos decidieron hacer lo que fuera necesario para que se lleven a cabo sus ideas, sin importarles cómo llegar a concretarlas, así es como nace un track como “Surface to Air” en el que le ceden el micrófono a Rebecca Taylor de Slow Club para que cante encima de sus acribillantes sintes. Mis momentos favoritos son cuando recuperan la memoria en “Tic Tac Toe” y “Further” donde se escucha cómo brotan orgánicamente sus instrumentales a favor del movimiento, la primera siendo una mutación de alt-country bañada en LSD y la segunda una revisión western oscura. En resumen, creo que estamos ante el álbum más flojo de ellos por haberse jugado a lo más seguro, tratando de añadir nuevos sonidos a su repertorio, terminaron sonando por primera vez a la copia de algo que ya escuchamos antes y no algo que trata de reinventarlo.
6/10.
#289 Migos / Culture II 2018 En serio no había ni una necesidad de hacer tan largo este asunto. Es que algún daño colateral te debe dejar estar expuesto a casi dos horas de Migos, el trío más candente del rap actual que viene de un año ajetreado, lanzaron su tan esperado Culture, hicieron un montón de feats con otra gente que también está a la moda, aparte tuvieron tiempo de hacer proyectos paralelos y todo, están en su cúspide y saben (o les contaron) que si no aprovechan este momento, van a ser olvidados. La aceptación de ellos ahora mismo es tan grande que hasta sus reiterados comentarios homofóbicos en la prensa pasaron a segundo plano y al menos hasta el momento de escribir estas palabras, aún no fueron cancelados por la sociedad pensante. Lo admirable de esta nueva travesía de Offset, Quavo y Takeoff es cómo pueden hacer tantas canciones sobre los mismos tópicos de siempre usando en la mayoría de los casos el mismo template de trap devenido de Atlanta, y aún más loco es que rapeen de una sola manera durante tanto tiempo, gastando hasta más no poder sus característicos triplets en cada verso. La secuela recargada viene con 24 nuevos tracks en poco menos de un año, uno creerá quizás que el apuro a sacar tanto material es que esta vez sintieron la urgencia de aportar algo realmente importante a la cultura que ayudan a fomentar desde el primer tema (“Higher We Go”), no, realmente nadie es tan iluso para creer eso y ya muchos nos vamos dando cuenta que el nuevo negocio del rap mainstream está en hacer álbumes con cada vez más canciones para ganar más streamings, así lo hizo Drake y así fue como Future trolleó a los charts el año pasado al meter dos álbumes tan de seguido, batiendo insólitos récords que por supuesto no se los merecía, un letrado que entendió las reglas del juego. Por lo que no es sorpresa que estos tres sigan este mismo modelo. Pero ojo, esta vez hay más temas para descartar pero también hay más temas para rescatar, entre ellas algunas buenas a muy buenas excepciones
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que se salen del molde trap (gracias a Dios) como “Stir Fry”, un banger con todas las de la ley, minado de referencias de comida rápida, bendecido por la producción de ese cerebrito del pop llamado Pharrell Williams. La primera vez que escuché este adelanto me devolvieron las ganas de darles una nueva oportunidad, aunque mi sospecha era que iba a ser solo una isla en un mar de temas genéricos, algo que para mi infortunio, se hizo realidad. La otra que se escapa un poco de la regla es la infusión de R&B y jazz, “Made Men” en la que se luce el más reservado de los 3, Takeoff mandándose un rasposo y suave registro reflexionando sobre sus lujos y sus vidas de pseudo gangsters realizados. Defienden su título como los principes del trap con varias novedades que de contenido no tienen nada pero son demasiado disfrutables como para reclamarles eso. Allí bien arriba le tengo al tema que hacen con Drake, “Walk It Talk It” que posee -por lejos- el coro más pegajosamente ridículo de lo que va del 2018, tanta repetición nunca resultó tan efectiva. Cerquita nomás le tengo a “Narcos”, una que evidentemente habla de Pablo Escobar y la cocaína, conteniendo versos en español y vocabulario de dealers (cuando mencionan a “Diego”, se están refiriendo a Maradona) que para el segundo verso ya la acompañás cantando, además de contar con el sample de una canción popular de Haití que le da cierto aire latino al tema. La otra que se mete al podio de mis trap favoritas es “BBO (Bad Bitches Only)” que desde un principio tenía algo que me cautivó de su producción, un sample jazzero medio vintage que le daba distinción a un tema que básicamente despotrica a las mujeres con las que tienen sexo, después leo los créditos y me encuentro con la sorpresa de que uno de sus responsables fue Kanye West, eso lo explicaba todo. El resto del tracklist lo rellenan varios tracks decentes, otros desechables, muchos similares unos con otros, algún que otro feat resaltante como los de Nicki Minaj y Cardi B en “MotorSport”, pero nada que me motive a volver a escuchar este álbum en su totalidad otra vez. Mi único deseo es que por favor se calmen los raperos con esto de sacar materiales con infinidad de tracks, ya que nuestro periodo de atención no es tan largo como ustedes creen.
5/10.
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#290 Shame / Songs of Praise 2018 Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que habré dicho que el rock necesita dejar de tomarse en serio para volver a ser tenido en cuenta como una fuerza relevante de la cultura juvenil. En un mundo donde la melodía fue dejada de lado y el ritmo lo es todo, el mensaje se convirtió en el elemento que marca la diferencia entre las miles de propuestas artísticas que salen a la luz todos los días. Así es como Shame encuentra su nicho en el competitivo rock británico con una energía avasalladora y letras afiladas por la literatura, la sinceridad y el enojo adolescente en uno de los más sólidos debuts que recuerde en la memoria reciente. Estos nenes de 20 años recién cumplidos admiten ser fieles devotos a The Fall pero con una agresividad mucho más marcada y adecuada a la actualidad, algo que no se hace esperar al inicio de “Dust On Trial”, una canción de amor para tiempos apocalípticos con un excelente laburo de guitarra por parte de Eddie Green y Sean Coyle-Smith que nos adentran a una pesada y terrorífica atmósfera de riffs contundentes, entre los que se abre paso Charlie Steen que en vez de sonar romántico al pedir que estén más cerca de él, suena a alguien desesperado a punto de perderlo todo. Aunque el peso de la influencia por parte de la banda del recientemente finado Mark E. White se da más fuerte que nunca en “The Lick”, una reflexión midtempo sobre cómo hacerse paso en la industria musical inglesa, siendo una figurita repetida con la que uno pueda identificarse, esas que venden orgullosos como la siguiente gran cosa, medios como la New Musical Express a quien Steen menciona directamente en el track. Hay como una suerte de autorreferencia por parte de ellos o solo la ironía del destino dé la casualidad que NME le haya dado un puntaje perfecto a este disco, como una manera de validar cada palabra de esta canción que ni necesito de la rabia de las cuerdas para dejar en claro que no son como los demás. En “One Rizla” me traen recuerdos de The Libertines por la forma desfachatada de cantar de Charile y su manera de conservar firme la pose de no-meimporta-nada en la letra (“My voice ain’t the best
you’ve heard and you can choose to hate my words, but do I give a fuck?”). Son obvias las similitudes que uno puede encontrar con sus compatriotas Idles, por ejemplo, con quienes comparten ideales y maneras frontales de expresar sus puntos de vista como en “Gold Hole” donde relatan una infidelidad sin tapujos (“his wife’s at work and his kids are at school, she feels so dirty”), teniendo eso en cuenta uno ya puede deducir a qué hace referencia el título de la canción. Maravillosa jugada. Debo admitir que de por sí tengo una debilidad por las bandas post-punk y que me ganan por completo cuando suenan tan auténticas y enérgicas como en estas 10 canciones. Steen es un audaz de las palabras y parecería que en cualquier momento podría dejarte en ridículo con algunas de sus declaraciones, como en la feroz “Lampoon” en la cual se cuestiona en qué situación son más efectivos los rezos (“Do they hear you when you laugh? Or only when you cry?”), o cuando se da cuenta que su relación está condenada al fracaso en la acelerada “Concrete”. Son capaces de sanar la frustración con catarsis, algo que se percibe claramente en “Tasteless” y en otra partida de tracks en las que más de uno verá una vía de escape. Aún contando con el típico desliz de los primeros álbumes como lo es la falta de desprendimiento de sus raíces, Shame consigue mantenernos expectantes durante todo el trayecto con ganchos infalibles y temperamento contagiante. Hoy en día no necesitás nada más.
8/10. #291 Rich Brian / Amen 2018 Todo empezó con un nene indonesio que grababa sketches simpáticos protagonizados por el mismo y los subía a su cuenta de Twitter y Vine, en una de esas tuvo la idea de parodiar a los raperos norteamericanos, así nació su inesperado hit “Dat $tick” que hablaba de liquidar chanchos y afiliarse a pandillas, lo que claramente empezó como una joda terminó por cambiarle la vida. Ni siquiera pensó en las consecuencias de
decir la palabra que empieza con N, mucho menos en las críticas que iba a acarrear el alias de rapero que se puso al principio, Rich Chigga, una forma despectiva de referirse a los chinos/asiáticos que quieren copiar aspectos de la cultura del hip hop. La pegó y en poco más de un año del lanzamiento de aquel infame tema, lanza su primer proyecto solista, estrenando su nuevo alias de Rich Brian y reafirmándose como la nueva revelación del rap occidental con ingeniosas rimas, una voz profunda y fulminantes beats que el mismo produjo. Es más, a las primeras 48 horas de haberse lanzado este álbum ya hizo historia al figurar como el primer asiático en llegar al n° 1 de iTunes en Estados Unidos. Nada mal para un chico de 18 años que hace poco nomás se pasaba encerrado aprendiendo inglés desde su casa en Jakarta. Solo para darnos cuenta de lo joven que es Brian, en una nota afirma que la primera vez que intentó raperar sobre algo fue con “Thrift Shop” de Macklemore cuando tenía 12. Ser un principiante en este juego del rap no es algo que le intimida a Rich que parece haber estando preparándose para este momento durante toda su vida, y la verdad es que no defrauda y a la vez consigue desprenderse con gracia de su persona cómica y del estereotipo de rapero extranjero de costumbres lejanas, algo que no está mal pero si limita para pegarla en el mercado más importante. Ejemplo rápido: ganar el Oscar a mejor película extranjera está bien, pero ganar el Oscar a mejor película es mucho mejor. La mayoría de las cosas de las que rapea Brian están basadas o inspiradas en vivencias propias, algo que me parece muy interesante con todo lo que mencioné anteriormente. Así es como empieza con “Amen”, relatando cómo llegó hasta acá nutriéndose de los clichés de los raperos estadounidenses, citando a los $uicideBoy$ y Chance the Rapper como algunas de sus inspiraciones; pero no en todas pone la cara de boludo como Will Smith cuando llega a la casa de sus tíos en The Fresh Prince of Bel-Air, en “Cold” se hace respetar sobre unos beats nocturnos y dice que ya pasó por muchas cosas en su pasado, por lo que hay ciertas cosas que ya no le afectan en lo más mínimo (“saw a fist fight and that shit don’t even make me scared no more”). Entre tercermundistas nos entendemos, Brian. Quiero felicitarlo de pie a este joven por su gran labor en la producción de beats durante todo el álbum, sabiendo utilizarlas para el bien de las emociones que desea transmitir. Junto con Joji (ex Filthy Frank/ Pink Guy, personaje cómico bizarro que arrancó su
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carrera como youtuber) reflexionan sobre la soledad y el poco tiempo que dedican a fomentar relaciones fuera de sus extensas giras en “Introvert”, allí Brian selecciona unos beats suaves y oscuros acordes a la temática; por otro lado en un tema como “Trespass”, manipula un sample para lograr un banger en slow motion mientras rapea sobre su escala a la fama y cómo eso puede afectar a reconectarse con sus familiares y amigos del pasado. Esa sensación de que aún tiene mucho por digerir es algo que Brian se esfuerza por dejar en claro en temas como “Flight” donde menciona su nula experiencia en aeropuertos y cómo no le cabe en la cabeza que su primera sesión de estudio fue ni más ni menos que con Pharrell, se pone un poco más reflexivo al respecto en la baladística “See Me”. Esa monotonía de tópicos de por ahí es algo que le juega un poco en contra pero lo sobrelleva bastante bien, así lo demuestra en “Attention”, su feat con Offset de Migos, allí es donde vemos el contraste y se nota que los tiene bien estudiados a todos, sabe bien cómo desmarcarse del rapero promedio y sus drogas, dejando en claro que antes prefiere tomarse un té de manzanilla (“On your pill, everyday I just be sippin’ chamomile”). Dos de mis favoritos del incendiario tracklist son “Glow Like Dat”, la canción con la que daba a entender al mundo que eso del rap iba en serio, lanzando versos poéticos a lo Kid Cudi (circa Man On The Moon) sobre una relación a distancia que tuvo mientras estaba en Indonesia y su chica en Maryland; y “Kitty” que es lo más gracioso que escuché en lo que va del año, se trata de una anécdota en la que Brian en pedo se coge sin querer a la hermana de su socio. El tema es bastante simplón en cuanto a lo instrumental, pero el timing con el que rapea no te da tiempo ni de respirar, solo cuando termina da lugar a que explotes de risa. La cultura asiática está tomando por asalto al Occidente. La invasión del k-pop a los charts y la creación de sellos como 88rising que impulsan la carrera de artistas como Rich Brian, están haciendo que esto que llaman globalización, se ponga cada vez más interesante.
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#292 Minimal Ghost / Nothing More Human Than a Computer 2017 La necesidad de no quedarse nunca en la misma le puede llegar a carcomer a alguien con muchas ideas en la cabeza, que te lo diga Germán Loretti, batero y otra mitad del power dúo Riel que luego de aparecer en varias listas de fin de año del 2016 con su estruendoso Sueño Eléctrico y tras haber girado a tierras lejanas del norte junto con la cantante y guitarrista Mora, dio luz verde a su faceta solista denominada Minimal Ghost que a diferencia de su electrizante proyecto principal, se puso a incursionar en el sinfín de sonidos que puede sacarle a unos sintetizadores y máquinas de ritmo. Inspirado en referentes como John Dwyer y su proyecto Damage Bug, así como otros actos vanguardistas como Suicide, Aphex Twin, Flaming Lips y su compatriota Juana Molina, entre otros. Este muchacho saca a relucir sus virtudes como el hombre acostumbrado a marcar tiempos en estos 6 tracks oscuros, moldeados por la obra y gracia de secuencias digitales planificadas. Así es como nos recibe en “Blah Blah Blah” sobre un loop melancólico saliendo de su drum machine y al que delicadamente le va agregando notas de sintetizadores y ecos lo-fi a su voz para reforzar el sentimiento antes de perderse en la titánica bola de ruido blanco que compone los 5 minutos finales del track, ¿un guiño al Metal Machine Music de Lou Reed quizás? Por si el título del EP no fue lo suficientemente descriptivo, “I’m a Ghost” profundiza un poco más sobre los vacíos existenciales, valiéndose de máquinas para transmitir emociones tan humanas como la depresión en lentos y texturizados beats que está ahí nomás en el medio del dream pop y el trip hop. Y si hablamos de máquinas causando conmociones, está más que claro que Kraftwerk tuvo algo que ver y se nota en la espacial “505 Meets VI-1”, aunque Germán no se ataja a un solo concepto, ya que para el siguiente tema (“Pianoise #1) se pone a improvisar con un piano y en la que viene (“One More Night”) parece honrar la extravagancia del gran Alan Vega mientras se manda una pista electrodance a su manera.
Si de bailar nos referimos, el material culmina en su nota más alta con “Shuffle Beat” en la cual acompaña un tal Felix Telsh para armar una mezcla efervescente de percusiones y teclados a favor de la lisergia, por lejos la pieza más adictiva del EP. Por mí que le traigan más aparatos electrónicos a este hombre, veamos hasta donde es capaz de llegar.
7/10. #293 Justin Timberlake / Man of the Woods 2018 Curioso momento histórico en el que estoy escribiendo esta reseña. Al principio de este reto ya lo decía, las mujeres se están haciendo respetar más que nunca, cada día que transcurre salen a la luz nuevos testimonios de mujeres valientes que les faltaron el respeto o fueron abusadas por hombres famosos y de mucho poder en la industria del entretenimiento, cada vez más hombres van cayendo y arruinando su “inmachable” reputación. Si sos alguien “importante” y fuiste un sorete con las mujeres, tenés que ser consciente que estás viviendo en una época en la que lo vas a pagar tarde o temprano porque ya no se calla ninguna y cada vez son más. Menciono esto en la semana posterior a una nueva edición del SuperBowl en la que JT se encargó de animar el célebre show de medio tiempo, espectáculo al que volvió después de 14 años de haber destapado el seno derecho de Janet Jackson, considerado uno de los mayores escándalos televisados de todos los tiempos. La parte de esa historia de la que pocos hablan es que Janet fue la única perjudicada de dicho suceso, fue prohibida en múltiples radios comerciales, la compañía televisiva dejó entrar a Timberlake a los Grammys que se llevaron a cabo días después y le prohibieron la entrada a ella quien también fue banneada de varias estaciones de radio y canales de televisión como MTV. Minutos antes de su perfomance el pasado domingo en
Minneapolis, un hilo de Twitter enumeró algunos hechos que demuestran que Justin fue un imbécil también con otras mujeres, especialmente con su ex pareja, Britney Spears. Teniendo toda esa info recién procesada en la cabeza, me fue inevitable desear que algo malo suceda durante su presentación, solo por el placer del karma, cosa que no ocurrió. ¿En qué momento nos pusimos en contra de alguien que hace 5 años me parecía uno de los seres más extraordinarios del planeta? Es que el tipo no sabe hacer nada mal, canta bien, baila bien, actúa bien y todo proyecto en el que esté involucrado estaba destinado al triunfo… hasta que llegó Man of the Woods. Hay que ser francos también en algo y decir que la primera parte de su último esfuerzo musical, The 20/20 Experience dejó la vara demasiado arriba y tampoco esperaba que fuera superada, pero viniendo de él, por lo menos un digno sucesor. Su regreso oficial (sin contar con “Can’t Stop The Feeling”, el tema que sacó en el 2016 exclusivamente para la película Trolls) se dio con “Filthy” que no les miento, la primera vez que lo escuché me emocionó todo en su preámbulo de 20 segundos en el que Justin vitorea a la audiencia mientras caen redoblantes y solos de guitarra hasta que se oscurece la pista y entra un beat electrofunk robótico que atrona pero no llega a ser lo suficientemente satisfactorio, parecía que algo más iba a pasar pero no, esa era toda la canción que se repetía sin mayores cambios, mientras su coro parecía dedicármelo (“Haters gonna say it’s fake”), porque no creía que se venga después de tanto tiempo con semejante porongada. Pero bueno, podíamos darle el beneficio de la duda y esperar a que el siguiente adelanto sea algo más prometedor, así dos semanas después llega “Supplies” que es aún peor, tendrá una producción de The Neptunes (Chad Hugo y Pharrell) que valdrá millones pero no le salva de ser un tema horrible, y para colmo su coro se te pega como la mierda al zapato, ocupando un sitial importante en esa sección del cerebro que retiene canciones lamentables con coros tan repetitivos como efectivos. En esta nueva etapa de la carrera de JT, tira su traje y corbata para ir a meterse al bosque, dejarse la barba y lookearse como leñador, esa pinta va acompañada con el tipo de música que predomina en este álbum que es el country. No sé en qué estaba pensando para hacer este cambio, querer caerle mejor a los pueblerinos o dar una imagen de señor adulto responsable, porque cambiar la apreciación que tiene la mayor parte del mundo con respecto a la
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música country es algo que no consiguió ni a palos, lo único que hizo fue mezclar el estilo con el pop más predecible que pudo haber hecho desde NSYNC. Tras varias escuchas, me temo afirmar que estamos ante su peor disco. Acá hay una pila de canciones descartables y redundantes como “Man of the Woods” en donde tratan de forzar un sonido que carece de cualquier emoción. Si ese es tema que da nombre al disco, el que representa tu nuevo laburo, deja mucho que desear comparado a los puntos altos que lograste a lo largo de tu carrera, querido Justin. A la segunda mitad del álbum se va todo como el ser indefinido que quiere lograr la paz entre el country y el pop mainstream, algo que consigue a la fuerza dejándonos dormitando con esa seguidilla que arranca desde “Flannel” hasta el track final, “Young Man”. El único que le salva a Justin de su bochorno nacionalista es Chris Stapleton, un verdadero compositor country quien asiste como dupla en la erizante “Say Something” (aunque igualmente me quedó mil veces con la versión en vivo con coristas que subió como video oficial en su canal de Youtube) que también cuenta con el buen amigo Timbaland en la producción. En la primera parte, honestamente creo que solo dos temas zafan y a primera escucha dan esperanzas de que se viene un álbum increíble, una es “Midnight Summer Jam” que sigue la bolichera actitud de un FutureSex/LoveSounds pero con arreglos folk acordes a su nuevo sonido (¡ERA PARA ESTE LADO, PELOTUDO!) y la otra es “Sauce” que tiene un aire a Prince con riffs súper funky a los que no se pueden oponer resistencia (¡LO TENÍAS QUE DEFINIR PARA ACÁ, AL FUERTE Y AL MEDIO!). Después de permanecer inamovible durante tantos años en el primer puesto del ránking de Justins, con este álbum Timberlake baja unas cuantas posiciones, no sabemos lo que le deparará el futuro, pero por el momento sigue estando arriba de Justin Chatwin, el que hizo de Goku en Dragon Ball Evolution.
4/10. #294 Ty Segall / Freedom’s Goblin 2018 Menos mal Ty, ya nos tenías preocupados a todos, hace un año
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que no sacabas un álbum nuevo. Aunque parezca un chiste, resulta inusual que este prolífico hombre se haya tardado ese tiempo desde su último álbum, pero esta espera tiene una justificación y es que su décimo álbum de estudio resulta ser el más largo que haya hecho hasta la fecha. Este recargado Segall se trajo una hora y quince minutos de nuevo material en el que -tal como lo indica su título- se tomó un montón de libertades creativas para hacerlas realidad, y como era de esperarse, hace de todo menos defraudar. En este nuevo desbordamiento de versatilidad, este duende rubio afina su labor como compositor, forzando orgánicamente la convivencia de su lado más extravagante y su lado más tradicional con una simpatía pop más ajustada que nunca. Hay mucho para indagar en estos 19 tracks que suenan tan disimiles unos de otros, pero son todos tan sólidos por sí solos que no podés culparlo por su inconsistencia. En esta colección de tracks vas a encontrar a Segall yendo de un lado para otro, subiendo y bajando velocidades a cada rato, no dejando ni un cabo suelto o algo que no cuadre en cada canción. Lejos quedó ese vago que se pasaba masacrando amplis con sus riffs de baja calidad, solo por el placer de hacer ruido. Eso tampoco significa que se haya calmado, este rey sin corona del garage rock nuevo residente de Los Angeles ahora suena mucho más compenetrado con su backing band (bautizada como The Freedom Band, pero básicamente siempre es la misma gente) y pone a prueba esto desde el inicio con “Fanny Dog”, una asombrosa rendición de rock clásico setentoso con vientos de yapa, o realizando tributos improbables como la retro disco “Every 1’s a Winner” de Hot Chocolate, contando con la participación especial del comediante Fred Armisen en esa percusión medio latina que se incrusta a su composición. Aunque el desafío más grande de los demás miembros del grupo debió ser la canción “The Last Waltz” que según cuenta el propio Segall, un día entró al estudio con las letras y acordes para este tema, empezó a tocar y les pidió que les siguieran sin siquiera haberla practicado ni nada, así fue como esa mismísima primera toma fue la que terminó figurando en el álbum. Así son las cosas con Ty para mantener esa crudeza que lo caracteriza, aunque también tiene sus momentos sensibles como en “Cry Cry Cry”, una balada hermosa hecha con puro corazón y mucha influencia de Harrison y Lennon. Aunque si hablamos del apartado de baladas de este álbum,
el que se lleva todos los laureles es “My Lady’s On Fire”, dotada de una dulzura y elegancia insólita viniendo de Segall, incluyendo acompañamiento de tecladitos y un señor solo de saxofón proveído por su mano derecha, don Mikal Cronin. Me puedo acostumbrar a otro álbum como Sleeper, pero personalmente vengo junto a Ty para que me vuele la peluca y vaya que es bueno haciendo eso. Ya sea lanzando pequeños estallidos fuzzeados en “When Mommy Kills You”, sirviendo un festín punk rocker con riffs saturados mientras su esposa deja el alma gritando durante “Meaning”, conviertiéndose en un amo y señor de las tinieblas con los gritos armónicos que entrega en la stoner metal “She”, o cuando juega a ser un Captain Beefheart modernizado en “Talkin 3”. Este agradable sujeto tiene todo lo que los viejos nostálgicos creen que ya no existe en el rock, este excéntrico chapado a la antigua tiene el combo completo para que las futuras generaciones vuelvan a escuchar guitarras y el que opine lo contrario es solo porque no estuvo prestando atención.
8/10. #295 Methyl Ethel / Everything is Forgotten
2017
tomados que se salen un poco de la linealidad de sus composiciones. “Drink Wine” es pop psicodélico apto para todo público, como si un chicle de menta reemplazara al LSD en este viaje seguro de melodías cálidas formadas por una máquina de ritmos alegre, una puntillosa línea de bajo y una guitarra escurridiza, encima de todo esto tenemos a Webb con una voz finísima cantando sobre la borrachera que te agarra tomando vino de la forman más cool que se le ocurre. Una de las más memorables de la partida es por varias leguas, “Ubu” que narra la ansiedad y los miedos del tímido en una letra que se termina repitiendo hasta el hartazgo (“Why you cut your hair?”) en una composición que tranquilamente pudo haber salido de la cabeza de Joseph Mount de Metronomy. No caben dudas que este álbum se deja escuchar fácilmente, fluyendo cada canción con una naturalidad fabulosa, aunque para ello necesitó caer en la imperiosa necesidad de imitar (involuntariamente quizás) algunos clichés que están comprobados que funcionaron hace una década atrás, decime si no escuchás una versión minimizada de Arcade Fire en “Femme Maison/One Man House”, claro, hasta que arrojan la composición a un agujero negro de distorsión. Recuerdan también a bandas como of Montreal y Everything Everything en sus procesos de deconstrucción de un tema pop como “L’heure des Sorcières”, por ejemplo, que eleva sus sintetizadores al espacio con cada reiteración del coro, ya para el último minuto te preguntás cómo lo hicieron. Es que parte del appeal de Methyl Ethel radica justamente en esa personalidad enigmática de Jake que se inmiscuye en su música, ya sea a través de sus letras con guiños a la historia del arte o en sus delirios bailables con “Hyakki Yakō” o “Schlager”.
Vecinos de los Tame Impala y Pond, esta es otra de las propuestas imperdibles que ofrece la aislada ciudad de Perth en Australia a todos los habitantes del mundo. Iniciando como proyecto unipersonal de Jake Webb, no tardó nada en recibir el reconocimiento de sus cercanos, ganando el premio al tema pop del año dado por la Western Australia Music durante dos años seguidos en 2014 y 2015 con canciones incluidas en su álbum debut, Oh Inhuman Spectacle, editado por el sello 4AD quienes vieron una mina de oro en la música de sus primeros dos EPs, sonando como una cruza entre la intimidad evocada por Beach House, el ritmo candente de toda banda indie rock con tintes bailables de mediados del 2000.
7/10.
Nada que no hayamos escuchado antes, pero eso no invalida a varias delicias pop que tenemos en su segundo álbum de estudio, así como un par de riesgos
Julien empezó teloneando bandas emo hardcore, así que era de esperarse que la recepción que tuvo en aquellos shows no fuesen de las más amigables
Repito: no hay nada nuevo de la fauna del indie por acá, pero la pintan de tal manera que ese detalle pasa desapercibido.
#296 Julien Baker / Turn Out the Lights 2017
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para con ella que se presentaba sencilla en el escenario con un repertorio entero de canciones acústicas. En una de esas que le tocó abrir para el grupo Touché Amoré, ella finaliza su toque frente a un público que la detestaba y se encuentra con uno de ellos en el backstagey la alienta con unas palabras que todos deberíamos tomar como máxima cuando hablamos de música: “La honestidad trasciende a los géneros”. La música que más nos toca la fibra no será precisamente la que cuenta con la producción más refinada, ambiciosa o revolucionaria, sino esa en la que podemos sentir por lo que está pasando su autor/a. Ella no necesita más que una guitarra, su voz y un puñado de letras sufridas para convencer al mundo de su talento inherente, aunque para su segundo álbum de estudio requirió de un poco más de logística instrumental que su debut Sprained Ankle del 2015, no creo que haya sido por una cuestión de aumento de presupuesto (es su estreno en un sello grande, Matador Records), sino porque estas canciones lidian con temáticas más fuertes que ameritan un poco más de profundidad sónica. Lo primero que se escucha en el álbum son las pisadas de ella ingresando al estudio, decidida se sienta al piano y empieza a tocar las primeras notas de “Over”, una introducción a la verdadera canción inicial que es la etérea “Appointments”, en ella incorpora diminutos arreglos ambientales, saxo, clarinetes, así como también añade por primera vez múltiples pistas de su propia voz como un símbolo de los mambos que transcurren en su cabeza, retratándose como un quilombo andante que debe hacer un esfuerzo extra para comunicar sus emociones sin herir a quienes ama. Para la que sigue, el track que da nombre al disco y a ese sentimiento que nos agarra cuando apagamos la luz por la noche y nos encontramos solos con nuestros respectivos dramas, es un momento intenso del álbum gracias a sus imponentes exclamaciones hacia el final, entreverándose con el reverb de su guitarra. Así van pasando unas tras otras canciones catárticas que se sienten como un alivio por parte de Baker que parece haberse quitado un peso enorme de encima al canalizar sus problemas en la música. Así es como logró hacer canciones de la talla de “Shadowboxing” cuyo título hace referencia a la técnica que los
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boxeadores utilizan para practicar solos, “peleando con sus sombras”, ella utiliza metáforas así para referirse a sus adicciones y el malestar mental que la aqueja, un forcejeo que mucha gente que no pasó por lo mismo le es incomprensible (“I know that you don’t understand, ‘cause you don’t believe what you don’t see”). El álbum sigue una narrativa en la que ella no piensa rendirse y va en busca de soluciones, ya en la divinidad durante “Everything That Helps You Sleep” en la que conversa con Dios y se pregunta porqué se siente vacía, como en “Happy To Be Here” donde cuenta su experiencia proactiva en una clínica de rehabilitación. El momento más desgarrador llega con “Hurt Less”, allí Julien encuentra una razón para seguir viviendo, una canción que encuentra el lado positivo entre tanta angustia. Iluminado por un sacrosanto piano, fue inspirado por su mejor amigo Matthew Gilliam quien la acompaña en varios pasajes de la pieza. Después de tanto dolor, en “Claws In Your Back” ella finalmente decide aceptarse tal cual con sus defectos incluidos, tratando a su enfermedad como parte de ella misma, algo que no va a poder cambiar, dando así un cierre agridulce a un álbum que se le pasa acariciando el alma.
7/10.
#297 MGMT / Little Dark Age 2018 La carrera musical de Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser es una que más de un músico envidiaría. Todo ocurrió más o menos en este orden: se conocieron en la universidad, coincidieron en los mismos gustos extraños, hicieron ese mismo tipo de música que les gustaba, se burlaron de los populares y se hicieron populares en el proceso, ya erigidos como rockstars tiran todo por el retrete haciendo canciones aún más raras, ahuyentando a los oyentes casuales y atrayendo más que nunca a los amantes de la
novedad, se tomaron un largo descanso y ahora están de regreso para reconciliarse con todos, trayendo consigo los temas más irresistibles y atemporales que hayan compuesto en exactamente una década. El pop ha sido llevado por terrenos sinuosos desde tiempos inmemoriales, pero pocos a lo largo de la historia han tenido una lectura tan acertada para ser llevada a las masas como MGMT que con su Oracular Spectacular fueron los grandes responsables de normalizar la excentricidad durante el auge del indie rock. Esta vuelta retoman ese camino con la madurez que implica el paso del tiempo, casi como si no hubiesen existido Congratulations y su homónimo, los álbumes del medio que tanta división han causado entre fanáticos. El apego a la nostalgia es algo que se siente de inmediato en “She Works Out Too Much” con una fuerte presencia de teclados new wave y una letra simpática que se burla de esos programas de gimnasia aeróbica en las que teníamos a una entrenadora haciendo rutinas coreografiadas. Los colores vivos se van disipando para cuando llega “Little Dark Age” con una melodía gótica que hechiza de buenas a primeras y mantiene un secreto oscuro en su coro (“just know that if you hide it doesn’t go away”) que puede ser interpretado de demasiadas formas. Estamos hablando de MGMT, así que tampoco crean que están intentando repetir una fórmula que ya les resultó en el pasado, para ello contaron con la ayuda en consola de Patrick Wimberly quien los empujó hacia esta nueva dirección, coordinando con su ya conocido productor Dave Fridmann quien ya entiende los divagues de estos dos perfeccionistas. Se suma a la ecuación otro tipo que tiene mucho en común con ellos, el siempre pintoresco Ariel Pink con quien escriben la armoniosa y psicológicamente oscura “When You Die” que ya por el título te darás cuenta de qué va la cosa, sacándonos una sonrisa a través de una realidad inevitable. En el cuarto lugar del tracklist aparece el que fácilmente sea el mejor tema del álbum, “Me and Michael”, un clásico instantáneo que me veo bailando de acá a 40 años. Una soberbia canción que de contenido lírico no tiene mucho sentido, su fuerza radica en su composición, teniendo una vibrante línea de bajo, sintetizadores tan cursis como imborrables y coros de ensueño que repercuten en el corazón, en resumen y sin temor a sonar exagerado, es de esos temas pop perfectos que están para pasar a la historia. Aunque siempre den a entender lo contrario, con “TSLAMP”, nos indican
que tan despegados de la realidad nunca estuvieron, siendo la abreviación de “Time Spent Looking At My Phone” reflexionan como pocas veces sobre algo tan concreto como la desconexión humana por culpa de los celulares. En esta admiten usar de sample el bajo de “Strangers In Moscow” de Michael Jackson, cosa que no es una coincidencia, ya que ambas canciones guardan un fuerte nexo con la soledad. La bizarra empatía con la que nos vamos encariñando en Little Dark Age se tropieza con dos viajes ácidos en “James” y “Days That Got Away”, la primera una canción dedicada a su guitarrista de giras, James Richardson, y la otra es una perdición dub de sintetizadores y percusiones africanas, acompañadas de otro extravagante sujeto como lo es Connan Mockasin. Culmina este intermedio psicodélico y retomamos a la utopía pop de unos 80s que nunca ocurrieron en “One Thing Left to Try” con letras sospechosamente positivas para ser de ellos, pero al rato se entiende que tantas buenas vibras tienen cierta connotación suicida (“Fear is his name but his friends still call him God, again and again the thought remains”). Si en “When You’re Small” escucharon cierto aire de Pink Floyd en tiempos de The Wall, creo que no están nada equivocados. Esta reflexión de cómo la vida era más fácil cuando eramos chicos empieza como una tierna balada que termina mutando en una oda espacial de proporciones trascendentales. Después de todo, llega una tranquilidad que en el fondo se carcome de nervios en la sutil y preciosa “Hand It Over”, dando ánimos para superar juntos estos tiempos difíciles. Sean todos bienvenidos a esta pequeña y oscura era.
10/10. #298 Franz Ferdinand / Always Ascending
2018 De un tiempo a esta parte, uno ya sabe lo que puede esperar de un nuevo disco de Franz Ferdinand, una de las bandas que moldearon eso que hoy lllamamos
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indie rock, si pensamos en esas dos palabras juntas, capaz que se nos venga directamente a la cabeza esa intro de su hitazo agitador “Take Me Out”. No es una banda que trascendió como cabeza de cartel de festivales internacionales, pero que ciertamente se ganó su lugar en las grandes ligas, gracias a que siguen tan activos como si continuáramos en el 2004, construyendo una discografía que equilibra la diversión y elegancia de la música disco con la rapidez y actitud del punk. Este grupo de amigos de Glasgow estrenan una nueva etapa en sus vidas como músicos, siendo este su primer material luego de la salida de su guitarrista fundador Nick McCarthy. En el medio de este y su último disco, Right Thoughts, Right Words, Right Action del 2013, se juntaron con los veteranos Sparks para sacar un disco bajo la denominación FFS, y hace poco nomás, Kapranos se juntó con socios de otras bandas para formar BNQT, nada de esto trascendió mucho que digamos, quedando en proyectos donde se quitaron las ganas y la pasaron bien más que nada, sin muchas pretensiones por hacer algo diferente. Es que ellos son de los pocos que no tienen porqué cambiar. Si bien eso es algo que critico siempre de las bandas, el miedo a evolucionar y terminar estancados haciendo siempre lo mismo, estos señores tienen evidencias categóricas que su pólvora no está nada mojada y continúan manteniendo la diversión en niveles más que aceptables en su quinto álbum que ellos mismos catalogan como “futurismo naturalista”, una manera más cool de decir que están haciendo lo que ellos creen es la música del futuro pero sin la intervención de máquinas que faciliten su elaboración. De hecho, parece que se están bajando lentamente de una nave en la apertura del disco con el track homónimo, hasta que empiezan a atacar con propulsantes sintetizadores y sus guitarras tan afiladas como siempre, una vez que se ponen en este mood, se vuelven los dueños de la pista. En una escucha casual, son los mismos hitmakers que hicieron “Do You Want To”, “No You Girls”, “This Fire”, pero si les prestás un poco más de atención, te darás cuenta que hay un par de cositas nuevas como el pianito en “Paper Cages” o la aproximación al space rock sin perder el ritmo dance contagiante en “Lazy Boy”. Dejando pequeñas pistas a lo largo del álbum, uno se da cuenta de que siguen iguales pero diferentes, explicando así los motivos de su vigencia, sin la necesidad de tirarse al EDM como algunos de sus contemporáneos (si, los miro a ustedes Kaiser Chiefs y Bloc Party).
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Aunque eso si, con algunos problemas para ordenar las ideas nuevas que traen a la mesa como en “Huck and Jim” en el que sacan su faceta política para denunciar al gobierno de Trump por el precario manejo de la salud pública de su país. La protesta está 10 puntos pero en lo musical parecería un pastiche de Weezer con bocetos de música disco. Tampoco diría que aportan mucho las dos lentas, “The Academy Award” y el último track “Slow Don’t Kill Me Slow”, están bien pero sin nada demasiado cautivador que me haga querer volver a ellas. Desde “Walk Away” que no escucho una balada rescatable de ellos, creo que ya deberían rendirse con eso, chicos. Lo suyo son las bailables como bien lo manifiestan en la glamorosa “Glimpse of Love” y con mucha más fuerza en “Feel the Love Go” donde combinan lo mejor del nuevo y viejo Franz Ferdinand con la ebullición de cada uno de sus componentes, más la adición de un saxo en un tema inspirado en la conversión al budismo por parte de su bajista Bob Hardy. A pesar de los altibajos que pudiera tener este trabajo y de que no haya una canción tan memorable como en sus discos anteriores, no deja de ser entretenido y de ponerle onda a la vida, sea cual fuere el momento que lo escuches. El cancherismo de Kapranos y esa habilidad automática que tienen de hacer ganchos pegadizos, los mantienen frescos y listos para otro baile más.
7/10. #299 Graham Coxon / The End Of The F***ing World (Original Songs and Score) 2018 Al guitarrista de Blur le encargaron la banda sonora de la serie adolescente de la temporada, la producción británica de Netflix, The End of the F***ing World que sigue el camino sin rumbo de dos jóvenes con
serios problemas para adaptarse a las normas sociales, uno un supuesto psicópata que quiere experimentar la sensación de matar a otro humano, la otra una rebelde que le encanta fastidiar a la gente y simplemente está harta de su cuadrada vida. La describiría como la película Submarine pero con protagonistas mucho más problemáticos. Si este soundtrack fuera un videojuego, digamos que Coxon lo jugó en dificultad super fácil, dice que en las sesiones sacaba fácilmente 5 a 6 canciones por día, las grababa y quedaban las primeras tomas, hasta el se sorprendía lo cómodo que estuvo haciendo esto que está muy lejos de las complejidades de sus anteriores discos solistas a los que deberían hacerse el favor de escucharlos sin aún no lo hicieron. Teniendo una cantidad importante de canciones acústicas sencillas, lo tenemos a Coxon también actuando en un papel al que no lo teníamos anteriormente: el boludo que lleva su guitarra acústica a las reuniones de amigos. Pero al menos cuenta con un par de canciones amenas que son mejores que muchas cosas que saca cualquier artista folk promedio, entre ellas la que quizás la canción más resaltante de la serie, “Walking All Day”, una agradable balada que enternece corazones, otra destacable por su interpretación vocal es “Saturday Night”, así también “Roaming Star” con derretidores arreglos de saxo, llevan el romance a flor de piel. Entre la economización de recursos e ideas, Coxon a veces peca y hasta parece pecar de improvisado copiando sin querer ideas de otros, como me da la sensación que ocurre en “Bus Stop” cuyo riff principal es sospechosamente muy similar al de “Gut Feeling/Slap Your Mammy” de DEVO, solo que la canción de Coxon se desenvuelve basándose en una sola idea que se repite durante casi 5 minutos. Abro paréntesis acá: no creo que sea el caso, pero esto me hace acordar a los plagios encubiertos en los jingles publicitarios donde quieren usar una canción conocida pero no quieren pagar por los derechos de la misma, entonces les sale más barato dar otro que componga una versión parecida. Las cosas se vuelven más dinámicas cuando enchufa su guitarra y se manda pequeños ejercicios de sucio garage rock como “On the Prowl” con algunos griteríos de por medio. En el segundo disco es donde se pone más las pilas al intentar hacer temas un poco más sustanciosos, allí al principio tenemos a “The Snare” en la que se pone botas de cowboy, mandándose un country blues que cala hondo con armónica incluida, y otro punto
alto es el que continúa, “Lucifers Behind Me”, un pegadizo híbrido de surf rock con flamenco, créanme, no suena tan raro como parece. El buen Graham acepta este nuevo desafío para sumar una medalla más a su condecorada carrera y lo que consigue es crear un compendio de canciones llanas para sus estándares compositivos, pero que sirven efectivamente para el propósito que han sido creadas.
6/10. #300 Black Panther: The Album (Music From and Inspired By) 2018 Para muchos de nosotros de este lado del planeta, esta solo sea una película más de superhéroes, pero basta con levantar un poco la mirada al resto del mundo para darnos cuenta que es mucho más que eso. Esta se convierte en la primera cinta en la historia de Marvel que está protagonizada enteramente por personas de color, ya era hora que esta importante porción de la población mundial se vea reflejado en un mundo cinematográfico abarrotado de protagonistas caucásicos. La victoria cultural que esto representa es algo que tal vez tardemos un rato en dimensionar. Para que veamos y escuchemos que esto va en serio, su director Ryan Coogler convocó para que cure y produzca el soundtrack al rapero más relevante de la actualidad, Kendrick Lamar, alguien que desde hace años demuestra estar comprometido con sus raíces africanas, y como era de esperarse, nada sale mal. Llevando el concepto de la película en la música, Kendrick y su lista de colaboradores estelares crean una colección de tracks que rinden tributo a la cultura africana, mezclándola con sonidos urbanos proveídos del Occidente, en el medio está la narrativa de los protagonistas de la historia a los que Lamar les otorga voz y voto. El primero de ellos es T’Challa en su alter ego de “Black Panther”, el personaje
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principal a quien Kendrick lo personifica con versos calmados y con quien encuentra cierto paralelismo en su naturaleza heroica y al ser rey de una nación y él un proclamado rey del rap. Las emociones y el movimiento va escalando progresivamente con “All The Stars” en las que Kung Fu Kenny se encuentra acompañado de SZA que con este track sella su pase a las ligas mayores del estrellato, siendo el single principal del álbum ella toma el coro y lo hace su momento para brillar, sin dudar es el tema con tinte más pop, pero en mano de estas dos figuras del sello Top Dawg hace que este sea un hit sin caducación. Suma muchísimo el hecho de que formen parte de este proyecto, raperos e instrumentos de Africa para dar un aire diferente al rap que estamos acostumbrados a consumir. En “X” contamos con el feat del sudafricano Saudi que ya rompe el esquema rapeando la mayoría de sus versos en su idioma nativo, el Zulu, robando así toda la atención en este track en el que también aparecen ScHoolboy Q, 2 Chainz y una vez más K-Dot. El tracklist fluye sin problema alguno, quitando un problema que suele ser muy común en este tipo de álbumes que cuentan con un montón de involucrados y por ende, un montón de ideas diversas puestas en marcha con una cohesión asombrosa. Así va pasando Khalid con producción de BADBADNOTGOOD en “The Ways” donde se pone cachondo en referencia al personaje que interpreta Lupita Nyong’o en la película, y luego tenés al polo opuesto en “Opps” con la aparición de Vince Staples que parece haberse encargado personalmente que este track suene tan urgente y oscuro como su último álbum, Big Fish Theory. Después le toca el turno a Jorja Smith en quien la habíamos conocido en “Get It Together”, uno de los momentos más destacables del último mixtape de Drake, acá se carga solita la balada R&B “I Am”, mandándose una perfomance que exuda personalidad. En “Paramedic!”, Kendrick empieza a ser poseído por el antagonista de la historia, Killmonger, a quien lo representa a través de versos mucho más rápidos y agresivos, asistido por el colectivo SOB x RBE, consiguen fabricar un banger con beats saturados que prometen hacer temblar parlantes. La transición de este tema a “The Waters” es brillante, como si se tratase de su extensión más pacífica, en esta canción contamos con Ab-Soul y el genial Anderson .Paak moviéndose en aguas calmas literalmente, ya que tanto las letras como los efectos utilizados en los beats tienen una temática acuática en la que nos podemos zambullir con total seguridad, hacia el final aparece James Blake para
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elevar la composición a un estado zen, funcionando como preludio al momento cumbre del álbum. En “King’s Dead”, Jay Rock se manda versos fabulosos, cosa que no podría decir de Future que en un momento dado es un fuckin’ meme en su manera de rapear con una horrible voz chillona que para mi y para muchos arruina la onda del tema, pero que es salvado en el último minuto por King Kendrick mandándose un verso para los libros de historia, desde la perspectiva de Killmonger expresa su furia contra Black Panther a toda velocidad sobre un beat entintado de negro. Para hacerla corta: cada vez que le doy play a este tema es solo para llegar a esa parte, no es que lo que viene antes sea malo, solo que la parte de Kendrick está a un nivel superlativo. El álbum procede y no para de tener varios puntos altos como lo es “Redemption”, quizás el track al que más fuerte se le haya pegado lo africano con esos infecciosos afrobeats y los coros en zulu de la cantante sudafricana Babes Wodumo quien nos pone a todos a bailar, acompañada de Zacari a quien lo ubiquemos por ser la parte primordial de “LOVE.” en DAMN. A esta festividad le sigue “Seasons” que en contraste es un track lento guiado por un piano que nos sensibiliza con respecto a las desigualdades que sufren en África, al final del mismo, Kendrick unifica su voz como los dos protagonistas de la película, en un mensaje universal para juntar a los pueblos sin importar las diferencias con tal de lograr el bien común. Hasta los últimos minutos del álbum continuamos bien para arriba con “Big Shot” donde Kendrick y Travis Scott empiezan a alardear sobre ser ricos y famosos, algo más que común si no fuera por la producción fresca de vientos que adornan el beat central, como si hubieran hecho un banger en la jungla. Luego llega la hora que pase el invitado final de este proyecto, The Weeknd que une fuerzas con Kendrick (la última vez que ocurrió esto fue en “Sidewalks”) para un tema futurista que nos propone ponernos del lado del héroe que se sacrifica por todos, una tarea que no muchos están dispuestos a realizar. A Kendrick este laburo le calzó como anillo al dedo, si hay alguien en el mundillo del rap que podemos considerar como un superhéroe es a él, infiltrando mensajes que de verdad importan en plataformas cada vez más grandes como la pantalla de un cine.
8/10.
#301 Car Seat Headrest / Twin Fantasy 2018 Al indie rock ya lo han matado y revivido tantas veces a esta altura que a Will Toledo ya no da llamarlo como su nuevo salvador, pero ciertamente es la figura que ha surgido con los discos más interesantes dentro de esta etiqueta en los últimos años. Su ascenso a la fama es la suma de canciones que recuerdan a antecesores de culto y su personalidad reservada sin los humos ni excentricidades de la anticuada pose de rockstar, lo hacen alguien con el que es fácil de identificarse. Su incorporación al sello Matador Records no fue más que la consolidación de un trabajo que lleva años haciéndolo desde la comodidad de su casa, llevando una decena de lanzamientos en Bandcamp se fue convirtiendo en el ídolo de una minoría importante, siendo el de mayor relevancia su álbum del 2011, Twin Fantasy, considerado ya en su momento como una obra maestra lo-fi, aunque para su creador fue una obra que quedó inconclusa por no tener los instrumentos y el presupuesto necesario para que suene como deseaba. Siete años después lo tenemos con todo el viento a su favor para revisionar a su yo adolescente que escribía letras con una pasión desaforada, revelando detalles muy personales sobre su primer amor y las vivencias de un pasado sufrido, pero que fue importante para convertirlo en lo que es hoy día. Básicamente es el mismo sensacional álbum que ya había hecho antes, salvo por algunos detalles minúsculos y que esta vez los regrabó en un estudio mucho más decente y con banda completa, los mismos muchachos con los que que ya había compuesto Teens of Denial (mi álbum de rock favorito del 2016). Se tratan de 71 minutos de un viaje intenso por un montón de sensaciones que van de lo incómodo a lo abrumador, cautivando con extensos pasajes instrumentales que si nos ponemos a pensar, son bastante impresionantes para un chico que tenía 19 años cuando las hizo. La primera de ellas, “Beach-Life-In-Death” de 12 minutos es una
mini odisea partida en tres momentos que relatan sus intentos fallidos por contar a sus amigos que es gay, cómo sobrellevar su depresión y ese estado de confusión y locura de no definir la relación que estaba llevando con la otra persona. Si, es mucho para procesar pero la enorme pieza es para tragarla de un solo bocado por sus múltiples cambios de ritmo, riffs veloces y pausas conmovedoras. Incluso los temas más íntimos a lo Daniel Johnston como “My Boy (Twin Fantasy)”, “Stop Smoking (We Love You)” y “Twin Fantasy (Those Boys)” fueron arreglados en producción y de alguna manera cobran un nuevo significado en la vida de Will sin haberles cambiado una sola palabra a sus letras, como si a los fuertes sentimientos que ya venían arrastrando se les haya sumado la nostalgia. Las intenciones de Toledo al reimaginarse este disco no fueron precisamente las de enmendar sus errores, sino preservarlos en una mejor calidad para la posteridad, viendo con una sonrisa pintada en el rostro lo mucho que ha madurado desde aquella vez. Will entendió que los sentimientos puros que habitan a lo largo y ancho de este álbum merecían apartados instrumentales que estén a la altura para lograr una mejor conexión emocional, cosa que no se trasladaba con fidelidad en la versión original grabada de forma casera. En ese sentido, creo que tres canciones son las que sufrieron los cambios más significativos para ensanchar las emociones que evocan, una de ellas es “Nervous Young Inhumans” cuya primera versión es una canción de garage rock unidimensional y ahora la tenemos como un resplandor de pop rock enardecido por sintetizadores, otra es “Bodys” que de ser el track bailable pasó a ser uno de los momentos más épicos de Twin Fantasy con la adición de más texturas, semejante transformación ocurre con “Cute Thing” que ahora es una de las canciones más sólidas de rock and roll que escuché en un buen tiempo con sus frenos, picadas, tarareos ineludibles y letras que están para la dedicatoria. Poco antes de retirarse, Will y compañía deciden renombrar y prolongar “Famous Prophets (Stars)” hasta 16 minutos, mofándose de indulgentes en una ópera rock que alcanza un par de picos gloriosos trayendo trombones, trompetas y pianos en escena a su de por sí ambicioso recorrido, repleto de inestabilidad descrita con lujo de detalles. Ya está, acabaron de superar lo insuperable.
9/10.
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#302 Poliça & s t a r g a z e / Music for the Long Emergency 2018 Por siempre será interesante escuchar a buenos músicos saliéndose de su zona de confort. Solo así se generan las tan esperadas evoluciones, así se nota que son más fuertes las ganas por querer ser algo más o por lo menos aportan esa necesaria variedad para no caer en rutinas. Que te lo digan los Poliça que después de tres discos decentes de estilizado synthpop, se les vino la idea de juntarse con el colectivo orquestal de Berlin conocido como s t a r g a z e (así todo separado, andá sabe porqué) y entre y idas y venidas de mails y llamadas por Skype se vino material suficiente como para un álbum. Por supuesto que este híbrido de estilos me intriga y atrae, creo que todos los grupos del mundo deberían tener la licencia de grabar al menos un disco entero con una orquesta, hasta GG Allin si seguía vivo. Los tenemos a estas dos fuerzas creativas pintando lienzos de canciones que sacan lo mejor de ambos. “Fake Like” sería como el despegue seguro, una balada que tiene al frente a Channy Leaneagh enterneciendo con su suave voz sobre una melodía proveída por vientos ligeros y cuerdas que van marcando su presencia lentamente, como si pidieran permiso gentilmente para sumarse. Una vez acomodados en “Marrow”, se disponen a ser los soportes de las estremecedoras percusiones y sintes que meten los demás miembros de Poliça, formando una electrorquesta oscura y discordante que llega en su mejor forma durante “Cursed”, una paliza krautrockera que se bate entre el bien (por los angelicales arreglos de violines) y el mal (por el duelo de voces abrasivas que impactan contra la potente melodía). La compatibilidad entre ambos conjuntos es clarísima a tal punto de ir un paso más allá y probar cosas que ninguno de ellos haya hecho antes como es el caso de los dos gigantescos tracks que cierran el álbum. “How This Is Happening” nace la noche anterior al día que asumió Trump la presidencia de los Estados Unidos, a
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Channy le pintó una letra inspirada en la distopia que estaba siendo testigo al igual que todos nosotros, en lo musical son 10 minutos exhaustivos de instrumentales drone abstractos que van acordes a la desolación que representa la canción, siguiendo casi la misma temática sonora pero con un poco más de complejidad cierran con el track que da nombre al disco, una pieza de post-rock con voces ponele, dando una última muestra de cómo pueden convivir en armonía los sonidos electrónicos con la instrumentación acústica. No puedo retirarme sin antes citar a “Agree”, la dulce composición baroque pop que despide la mitad más digerible del álbum con bellas intervenciones de los stargaze dirigidos por André de Ridder. Siento que esta fue solo una prueba de la química que puede llegar a desarrollar estos dos grupos, ahora a aguardar que esto no haya sido solo un hecho fortuito.
7/10. #303 Ought / Room Inside the World
2018 Este grupo devenido de Montreal es ni más ni menos que una de las sorpresas más gratas que parió el post-punk en los últimos 5 años. Teniendo dos álbumes excelentes en su haber, el grupo dotó rápidamente la convicción suficiente para embarcarse a nuevas aventuras con su nuevo álbum, alejándose un poco del estilo que amaestraron y moldearon a su antojo con magníficos resultados. Sus instintos los llevaron a hacer un disco más calmado y matemático hasta la fecha, tomándose dos años y pico para reinventarse como una de esas bandas que en los 80s se vestían todo de negro y que de un día para otro descubrieron las bondades que ofrecían los sintetizadores. Un año atrás, su cantante Tim Darcy daba las primeras señales de un cambio en su debut como solista, estaba probando nuevas maneras de formular tensiones y como episodio piloto estuvo bien, pero no tiene comparación a lo que se trajo esta vez con Matt May, Tim Keen y Ben Stidworthy, sus compañeros de Ought que se rompieron la cabeza para calzar las melodías
extrañas pero armoniosas dentro de la poesía bizarra de Tim que con este álbum estoy en condiciones de afirmar que es uno de los frontman más multifacéticos que conocí en un buen tiempo. Hacé la prueba: agarrá cualquier canción del tracklist y luego elegí otra al azar, no vas a poder creer que se trata de la misma persona. Darcy ensaya nuevas tonalidades desde un comienzo con “Into The Sea”, asimilándose a un Morrissey en varios tramos mientras que la melodía se mueve por tramos que intercalan la fraternidad acústica con staccatos de guitarra como bien los haría Daniel Kessler en Interpol. El segundo tema en reproducirse es “Disgraced In America” que sin mucho esfuerzo se puede deducir que tiene que ver con Trump, y no estarán equivocados, solo que Ought no es ese tipo de banda que hace letras de corte político acorde a los tiempos que viven, prefieren hacer una canción que dure por siempre y no sea solo el reflejo del tiempo en el que fue compuesto, algo que Tim se encarga de hacerlo posible con su lírica un tanto críptica, haciendo énfasis y masticando bien cada palabra pronunciada. Considero un logro importante “Disaffectation” al ser un tema que por su uso de sintetizadores y ritmo recuerda al The Cure de Disintegration, pero sin sentir ni por si acaso que los estaban copiando, los Ought toman los mismos elementos góticos para reconfigurar una canción de antiamor y hacen lo mismo con “These 3 Things”, una brillante pieza new wave que induce a la hipnosis con sus frías máquinas de ritmo y bajo prominente. La tranquilidad con la que transcurren los minutos de este álbum, marca una nueva era para una banda que nos tenía acostumbrados a sus ataques paranoicos y ahora hacen baladas solemnes como “Desire”, colaborando con el coro colectivo de más de 70 personas llamado Choir! Choir! Choir! se puede decir que nunca antes estuvieron tan cerca de la luz. El único track que no me provocó nada fue “Brief Shield” quedando como un track bastante plano comparado a todo lo que se vino antes, aunque también es cierto que lo que viene después no fue muy memorable que digamos. Allí en la recta final están “Take Everything” y “Pieces Wasted” que parecerían improvisaciones inéditas de The Horrors (la voz de Tim en estas es igual a la de Faris Badwan, dejate de joder), y preparándonos para el último golpe se encuentra “Alice” donde se divagan una onda jazz espiritual con una producción cansina y espectral que agarra más de la mitad del tema, dejándonos colgados y en mi caso con ganas de que algo más ocurriera. Creo que es el álbum que menos me gustó de Ought hasta ahora, pero no puedo decir que me hayan
desagradado los riesgos artísticos que se han tomado acá, supongo que los puntos flojos se irán ajustando más adelante para continuar haciendo esas cosas que otros no se animan a hacer (porque no les sale).
7/10. #304 Shannon and the Clams / Onion 2018 La vida me enseñó a través de varios ejemplos que ser vintage siempre garpa, más aún cuando rescatás un momento puntual de la historia que fue el furor en su tiempo, pero del que solo tenés anécdotas de personas mayores para vivirlo en la memoria. Ni uno de los miembros de Shannon and the Clams siquiera estaban en los planes aún cuando el tipo de música que hacen hoy copaba las radios y boliches de Norteamérica, una mixtura de doo-wop, garage rock y buenas vibraciones sesentosas. Desde el 2009 que vienen activando y sacando un lindo disco tras otro cada dos años, tanta batalla en el under de Oakland, California fue escuchada por Dan Auerbach, guitarra y voz de The Black Keys (otro gran amante de lo clásico) que se ofreció a ser el productor de este nuevo material, además de invitarlos a salir de gira junto a él. Así surge este padrinazgo VIP imposible de rechazar que les dará el empujoncito para hacerse cada vez más notorios en la cada vez más frondosa jungla de guitarras. A sus ya de por sí divertidos ritmos, Shannon Shaw y compañía le suman más texturas e instrumentos de la vieja escuela como melotrones, Glockenspiel y teclados, consiguiendo las coros y ganchos más directos y pegajosos que hayan grabado hasta el momento. Entre ellos el cálido inicio con “The Boy” al que le encuentro conexiones con los primeros éxitos de los Beach Boys. No extraña que el foco de ellos sea redescubrir esos finales de los 50s e inicio de los 60s que cargaban con presuntas inocentes letras, aunque en realidad escondan algo más oscuro si las ponés a analizar como ocurre con “Backstreets”, cantado por el otro
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compositori principal, el guitarrista Cody Blanchard quien rinde tributo a un local nocturno que sufrió el siniestro de un incendio hace unos meses, cobrándose la vida de más de 30 personas, en cuanto a su melodía juguetona liderada por un órgano elude a “Runaway”, aquel one-hit-wonder de 1961 de Del Shannon.
suerte existen personas como Zachary Saginaw que bajo su segundo nombre, Shigeto es uno de los contados artistas del ambiente electrónico que está disminuyendo los efectos de la nostalgia al traer la esencia del jazz a su propuesta de beats vanguardistas provenientes de un futuro que ya está en marcha.
No importa si están hablando de lo más denso que se nos pueda ocurrir, esta banda se encarga de darle una onda bailable a lo que sea, poniéndole buena cara en las buenas y en las malas, así lo dan a entender en “I Never Wanted Love” cuyo título es bastante descriptivo, uno pensaría que con tal título sería algo bien cortavenas pero termina siendo todo lo contrario.
Este descendiente japonés, baterista de vocación, estudió durante año y medio en la prestigiosa New School of Jazz and Comtemporary Music en New York hasta que se hartó y se mandó mudar a Europa donde estuvo por cuatro años, regresó a Estados Unidos nutrido con otra mentalidad y se dispuso a hacer música por su propia cuenta. Así es como desde hace una década viene forzando los límites de un género aparentemente conservador como lo es el jazz, siendo The New Monday su creación más transgresora por el momento, borrando cualquier línea existente entre lo nuevo y lo viejo con instrumentos en vivo ejecutados por el mismo, para luego ser manipulados con programas de edición y mucha maquinaria digital que consiguen un sonido envolvente al compás de lo que exigen las pistas de baile hoy en día, además de contar con un plantel de colaboradores igual de visionarios.
El álbum es como un popurrí de oldies remasterizadas que mantienen encendido el fuego que iniciaron precursores como Buddy Holly y The Shangri-Las de quienes podemos sentir sus fieles reflejos en el tema que da nombre al disco o en “Tell Me When You Leave”, y cuando se trasladan a la pista de lentas, Shaw presenta su mejor registro contralto para encarnar el alma soul de una enorme Etta James en temas como “Did You Love Me” y el ilustre final con “Don’t Close Your Eyes” donde realizan el milagroso acto de convertir el dolor en celebración. Me remito a cerrar esto con el que fue por mucho tiempo el slogan de una conocida FM asuncena que hasta ahora flamea en alto la bandera de la música retro: El tiempo pasa, la música queda.
8/10. #305 Shigeto / The New Monday 2017 Dicen que cuando se llega a cierta edad uno se va volviendo cada vez más reacio a las nuevas tendencias musicales, dicen que uno va quedándose con lo que siempre le gustó y se va cerrando en su propio mundo. No sé hasta qué punto eso sea verdad, quizás para muchos sea solo una excusa ideal para despotricar a lo que no comprendemos de buenas a primeras, tal vez se trate de un problema genético el de rechazar cualquier tipo de cambio, algo que dicen que tarde o temprano nos va a pasar a todos. Por
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Si alguna vez escuchaste a Flying Lotus, ya más o menos podés hacerte una idea de lo que se trae Shigeto entre manos, abriendo la función con “Detroit Part II”, digna continuación del tema más celebrado de su anterior LP, haciendo un enriquecido repaso por la historia de la música undergound de Detroit, trayendo a la escena saxofones encantadores, notas de piano y alguien declamando una pieza de spoken word sobre beats de música house que de a poco van acaparando la totalidad del mix. La progresión con la que van entrando y saliendo los elementos durante el track es lo que lo hacen tan cautivador y placentero, desbordando el legado de otros notables beatmakers de la ciudad como Dilla (Q.E.P.D.) o Moodymann. Su aliado más sobresaliente en este álbum es el rapero de alias Zelooperz que precisa de rimas oscuras en la cadenciosa “Barry White” y se lo encuentra embarnudado de rareza rítmica junto con Silas Green en “A2D”, rapeando encima de unos beats espaciosos que parecen hechos con instrumentos orientales, un track que sin problemas podrías haber sido obra de Shabazz Palaces, otro grupo de weirdos que no se conforma con mantenerse quieto en las convenciones del hip hop. Solo en “Ice Breaker” se la jugó por algo bien básico pero efectivo sirviendo a sus raíces techno sin ningún aditivo de por medio, cosa que no podría decir por el resto del tracklist donde hay
un sentido de superación constante por parte de Zach quien movido por el amor al jazz logra sutiles composiciones como “There’s a Vibe Tonight” y “When We Low”, esta última con ligeros bosquejos de intervención electrónica me trae a la mente imágenes de un restaurant a oscuras con gente cenando y bromeando en sus mesas, sin prestar atención a lo que sucede en el escenario donde una tenue luz apunta al saxofonista que ambienta la velada con una virtuosidad que solo un par de oídos percibirán.
ángel a través de una operación quirúrgica en la que te podés implantar unas alas, esto supuestamente es algo completamente ilegal y es un tema tabú dentro de la sociedad porque la gente cree que es algo contagioso. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Estamos ante su álbum más serio y personal, pero aún así el tipo no deja nunca de colorear sus melodías con esa voz enfática o con esos instrumentos que siguen las ordenes de dispararse a los lugares menos esperados.
El banger invencible viene de la mano de “Wit Da Cup” en el que el productor demuestra sus habilidades para alborotar una rave noventosa si es que quiere con bassdrops ácidos y acelerados, continuando con “Don’t Trip” su palpitante fusión de synthwave con rap. Tengo fe que la expansión del universo Shigeto está ayudando a acortar distancias entre la brecha generacional de los que se quedaron allá atrás con sus vinilos de jazz y los que siguen escuchando hacia delante con los miles de discos que les caben en sus bolsillos.
No será un trabajo que se te pegue tan fácilmente como su Perpetual Motion People, pero no falla en conseguirlo tarde o temprano con coritos memorables como los que se manda en “Suck the Blood of My Wound”, canción que parece haber sacado esas líneas de teclado de algún programa infantil, algo que no sorprendería a cualquier fan de Ezra que está acostumbrado a hacer este tipo de cirquerías y que funcionen tan bien. En el siguiente, “Driving Down to L.A.” lleva aún más lejos su versatilidad mezclando percusiones industriales con arreglos de sintetizadores que suenan tan inocentes, todo para musicalizar la huída de los dos amantes por una autopista al borde de un acantilado.
7/10. #306 Ezra Furman / Transangelic Exodus 2018 Soy partidario de que las guerras pueden acabarse el día que se pongan todos de acuerdo y logren entender al otro sin juzgarlo, soy consciente que ese día no está cerca pero con tan solo saber de la existencia de este chico nacido en Chicago, sé que nos acercamos un poco más a ese utópico mundo. Es que Ezra además de ser un músico de talento derrochador, tiene la peculiaridad de ser un declarado queer con fe en el judaísmo y no tiene ni una pizca de pudor para ser tal cual es en su música, de hecho son los pilares centrales de su nuevo álbum que de entrada ya tiene un título para que entren en corto unos cuantos conservadores amigos. El álbum sigue una especie de narrativa en el que Furman huye de las autoridades juntó con un ángel del que está enamorado. En este universo paralelo creado por el artista, uno puede transformarse en
Asombrará a muchos que a pesar de su identidad bisexual, este muchacho profese su amor por Dios tan abiertamente como lo hace en “God Lifts Up the Lowly”, una balada cantada a corazón abierto que recuerda a todos que dicho ser superior está para levantar los ánimos de las minorías. Así con un rezo en hebreo incluido al cierre de esta canción, Ezra se erige como la voz de aquellos marginados por la sociedad debido a detalles que no le incumben a nadie como lo es la preferencia sexual de cada uno, pero lastimosamente no es así, la pesadilla de ser perseguidos como en la época del Holocausto por estas razones es algo que se pone de manifiesto en “No Place” que da el mal presentimiento de estar siguiendo los pasos desesperados de alguien que huye por su vida. Algo con lo que luchan Ezra y su banda hasta el último track es en equiparar el aspecto musical con la astucia lírica desparramada. A mi parecer creo que se estancan en un charco de ideas durante un par de ocasiones (“Compulsive Liar” y “Come Here Get Away From Me”, por ejemplo) pero no podemos culparles por sus intentos, los encontramos en plena etapa de experimentación donde salen cosas tan extravagantes como “Maraschino-Red Dress $8.99 at Goodwill” en el que
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injertaron el pop exótico de of Montreal con guitarras a lo Gang of Four que evocan paranoia, así también tenemos otras rarezas como “Love You So Bad” que tiene como particularidad que está hecha solo con violonchelos, batería, voz y amor verdadero. Lo más excepcional lo dejó para el final en “I Lost My Innocence” que dotada de una melodía súper alegre inspirada en los Beach Boys, el buen Ezra canta sobre la vez que perdió su virginidad con un tal Vincent y en un acto liberador abraza como nunca su orgullo queer (“And I found my angel on a motorcycle, I’m a queer for life, outlaw, outsider and uh”), cerrando de esta manera un álbum que en realidad es solo el inicio de una nueva vida.
7/10. #307 Belle & Sebastian / How To Solve Our Human Problems 2018 No sé si también les pasa que cuando escuchan Belle and Sebastian es como si están escuchando a gente de la aristocracia que se creen o son mucho más intelectuales que ustedes. Esta banda con más de 20 años en el ruedo posee un encantamiento basado en letras con un storytelling empático incomparable y acompañamiento musical que marcó una nueva era en lo que se rotula como pop barroco, esa derivación entre la música clásica y los ritmos que acaparan la actualidad. Para su próximo truco lo que hicieron fue lanzar 3 EPs consecutivos en cortos periodos de tiempo, la justificación de ello responde al déficit de atención que afecta a esta sociedad a la que cada vez le cuesta más tragarse un álbum completo de una sola vez. Esto no es algo nuevo para ellos, ya en sus años dorados (sus primeros tres discos al hilo) habían hecho algo similar, así que se puede decir que esto se trata de un regreso a las bases para estos escoceses que andaban probando nuevas cosas sin la recepción aclamada que se habían acostumbrado a recibir en buena parte de su trayectoria. Se trata
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de un regreso también en la forma de elaborar sus canciones, volviendo a su Glasgow natal para grabar por su cuenta, sin productores ni intermediarios. Aún así, a pesar de que lo tenían todo a su merced para sacar este material de la forma que ellos deseen, pocas son las canciones del compilado que alcanzan la vara de calidad que ellos mismos se habían impuesto hace tiempo. Entre ellas está “We Were Beautiful” con dulces trompetas interponiéndose al relato de Murdoch que llora sobre leche derramada al recordar buenos momentos con alguna ex amante. Estas canciones no están supeditadas a sonar grandiosas, tal vez habría que escucharlas más como un ejercicio relajado de la banda para sacarse de a poquito algunas ideas pequeñas que tenían encima. Atendé a “The Girl Who Doesn’t Get It” (canción con título más B&S imposible) que cuenta con toda la sofisticación compositiva de cualquier éxito suyo pero es como si los sintetizadores cuentan con una participación forzada, por lo que no terminaron trasladándose muy bien a la mezcla. Algo peor me temo que ocurre con “Show Me The Sun” y “Poor Boy” en el que intentan hacer canciones synthpop medio moviditas (si, insisten con eso a pesar de su flojito Girls in Peacetime Want to Dance) que terminan pareciéndose a temas genéricos de Foster the People. El grupo trata de hallar a través de su música, la respuesta a la pregunta que le pusieron de título a estos EPs y a veces están muy cerca como en “I’ll Be Your Pilot” que contiene alguna que otra referencia al Principito… porque si hay algo en lo que nadie puede superar a Murdoch es en su capacidad para relacionarte con los personajes que habitan en sus canciones y para un ejemplo más claro está “A Plague On Other Boys” en el que va contando solo lo justo y necesario de la vida de su primer gran amor con quien se cruzó después de muchos años. Entre sus mejores esfuerzos por hacer algo bien poptimista sin terminar empalagando se encuentra “Too Many Years” con un duelo de voces entre Sarah Martin y Stuart que abren paso a la reluciente orquesta de cuerdas y vientos que elevan la canción a otras latitudes emocionales. Lo último que podemos escuchar de esta serie de EPs es “Best Friend” en el que ceden el micrófono a la cantante Carla Easton mientras ellos se meten de lleno al glam pop ochentoso, como unos Fleetwood Mac pero con más músicos en escena, no llegan a convencer pero al menos hay algo allí que pueden explotar a futuro. Por favor que alguien les pase una brújula.
6/10.
#308 John Maus / Screen Memories
Injury Reserve / Drive It Like It’s Stolen 2017
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Si aún no sabés quienes son, te invito cordialmente a repasar sus anteriores laburos, acto seguido empezar a arrepentirte por no haberlos escuchado antes. Es de esos grupos que así como Brockhampton, están dando un nuevo aspecto a este asunto del rap yanqui desde bien abajo con producciones caseras hechas con amigos que no tienen nada que envidiar a los beats hechos con súper presupuestos de otros consagrados que se bañarían en oro si pudieran.
Disfruto de la música que propone este hombre oriundo de Minnesota, no lo voy a negar, su visión de outsider del pop generando melodías alucinógenas más que pegadizas con sintetizadores y maquinaria lo-fi es algo que compro de acá a la China, pero hay algo en lo que hace John Maus que no me permite darle todo el crédito creativo, y acá voy a ser directo para no alargar demasiado este asunto: sus canciones son no-sospechosamente demasiado parecidas a las de Ariel Pink, viejo amigo suyo que de hecho colabora en este álbum. Por un lado eso es garantía de calidad, es un trabajo bastante agradable de escuchar y cuyas canciones fluyen como el agua entre la nostalgia del synthpop ochentoso en tracks como “Teenage Witch” y “Walls of Silence” que le debe mucho a aquellos primeros tiempos de Depeche Mode y toda esa primera oleada de retrofuturistas, así como también en temas como “Decide Decide” se encuentran trazos de uno de sus mentores, el ícono lo-fi de perfil bajo por excelencia, el señor R. Stevie Moore que supo cómo equilibrar la sencillez con la calidad de un buen gancho pop en una frondosa discografía. Pero por otro lado, no hay algo en estas canciones que me den un indicio que se trata de una canción de John Maus, por más que lo escucho una y otra vez se me vienen todas esas influencias a la mente, por lo que me cuesta encontrarle un diferencial. No me malentiendan, es un buen álbum y hasta tengo un par de favoritos: “Pets” con una letra bien chistosa cantada con una evidente voz gruesa impostada y una estupenda intervención del bajo que se suspende sobre una luminosa melodía de teclados, otra que la coloca entre mis preferidas es “The People Are Missing” que lo que tiene de contagiosa lo tiene de oscura debido a una clara inspiración en el dark wave. Maus es un genio y al que le quedan dudas al respecto, pueden pegarle una oída a su último álbum que sacó 6 años atrás, pero creo que aún necesita ir un poco más allá y sacar un trabajo que no lo deje como una opción más económica del pop psicodélico que ya dominó ese otro loquito.
6/10.
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Su última manifestación de creatividad es este EP que nos deja salivando por tratarse de un bocado pequeño que retrotrae a la faceta más calmada de Steppa, Richie y Parker, muchachos que lanzaron una bomba molotov tras otra en su genial Floss del 2016. Acá están en plan de gángsters pero de los finos, rapeando sobre acolchonados samples de jazz rap como en “North Pole” donde lentamente van desmenuzando sus derrotas personales encima de un deprimente beat hecho con voces distorsionadas, también se atreven a introducir cosas un poco más rarófilas al diseño de sus canciones como música experimental francesa de los 50s (Musique concrète) en los beats nocturnos atinando a la visceralidad de Death Grips del track inicial “TenTenths” en el cual desafían con cautela a otros raperos menos habilidosos. El banger obligatorio es “See You Sweat” que con sirenas y efectos de gotitas cayendo van subiendo la temperatura al estar refiriéndose claramente a sudar la gota gorda durante un garche salvaje, luego de este sútil agite caen con “91’ Cadillac Deville” titulada así en honor al primer vehículo que tuvo Steppa cuando cumplió 18, por lo que se remonta a ese tiempo no solo en sus vivencias sino en la misma onda que escuchaba por aquel entonces, poseyendo esa misma elegancia de ghetto de las producciones de MF DOOM que no es precisamente el rapero más ágil pero si al que se le presta más atención por su manera tan astuta de entregar versos, un don que comparte con estos buenos muchachos quienes hablan del arte mismo de rapear y
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por supuesto que se pintan como unos campeones en eso durante “Boom (x3)” que tiene un loop de piano un tanto simplón, la verdad que todo el peso del track recae en el flow de ellos que no se debilita ni a palos. Lo que van a encontrar en este EP no tiene nada de innovador, solo muy buenos tracks de un trío que está en racha y con mucho para decir, no esperes más ni menos.
7/10. #310 Superorganism / Superorganism
2018 No sé si existirá una banda más millenial que Superorganism ahora mismo, viéndolo como una evolución de hasta donde hemos llegado en nuestros esfuerzos por crear música en esta era de sobreinformación y no como un calificativo despectivo de la supuesta degeneración que sufren los jóvenes de hoy. Es que la existencia misma de este grupo no iba a ser ni remotamente posible de no ser por Internet, se trata de 8 personas que provienen de países como Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Nueva Zelanda, Australia y Corea del Sur, algo así como unas mini Naciones Unidas cuyo fin también es buscar la paz, solo que a través de canciones electro pop sencillas y pegadizas. El modus operandi de esta banda empezó en Nueva Zelanda con el bosquejo instrumental de su primer tema “Something For Your M.I.N.D.” que surgió como el primer intento de Harry, Emily y Tucan de hacer algo más pop y alegre a lo que venían haciendo con su proyecto The Eversons (más enfocado a las guitarras), Emily pensó que iba a estar bueno que una amiga que tenía en Facebook haga las voces del tema, ella es Orono, una chica japonesa de 17 años que vivía en Maine, ella les pasó su parte grabada desde su compu, les encantó y le dijeron que iba a estar bueno si se prendía al proyecto para hacer más canciones, ella ni siquiera era cantante y aceptó el reto. Salteamos la parte de la historia donde se volvieron virales y se rumoreaba que se trataba de un nuevo
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proyecto paralelo de Damon Albarn, vamos 2 años después donde los tenemos a todos ellos más otras tres personas, viviendo todos juntos en un mismo departamento ubicado al este de Londres, creando así esto que llamaron Superorganism, un grupo de creativos que se implantaron la idea de hacer canciones como los artistas pop más populares de la industria pero con un giro más electrónico. ¿A qué suenan? Imaginate unos Friendly Fires o Van She que hayan encontrado la fórmula para pegar en los charts globales. Se jactan de ser desvergonzadamente pop (para no decir comerciales), por lo que la actitud hacia lo que hacen bien se puede resumir en la letra de “Everybody Wants to be Famous” en el cual Orono canta sobre alcanzar el estrellato sin importar el costo, rodeada de una producción que pasa por ruidos de cajas registradoras, entre otros imperceptibles pero coloridos sonidos que toman un rumbo caricaturesco en “Nobody Cares” donde resaltan sonidos de bebés riéndose, pajaritos cantando y beats en 8-bits (rima y todo), sacándole el lado positivo a una canción que da por hecho de que a nadie le importás. Lo que si hay un problema un poco evidente si le prestás atención desde el principio a este álbum, pero no es hasta el cuarto track, “Reflections On the Screen” en el que se hace más evidente y es que a veces la voz de Orono no produce ni una sensación, ni sabor, parece cantar en automático y no la puedo culpar porque como ya mencioné antes, es su primera experiencia como cantante lo cual es algo muy loco, ni siquiera tuvo tiempo de refinar esas cuerdas vocales hasta que les saltaron contratos de disqueras (firmaron con Domino) y aún más sorprendente es que ya son un fenómeno consolidado, cosa que te das cuenta cuando en una entrevista cuentan que su primer show lo dieron en Alemania para un público de más de 500 personas. Claro que también sufre los clichés que uno puede esperar de un grupo que está apostando al mainstream, aunque camuflayados con un collage de beats maximalistas que van de lo excéntrico a lo tecnológico, por lo que me terminan pareciendo un poco wannabes de muchas cosas pero que no suenan a nada concreto a la vez, un buen ejemplo de esto es “SPRORGNSM” que tiene el propósito de sonar a un himno pop festivo con coros mega fáciles de acompañar. El track mejor logrado es con el que empezaron todo, “Something for Your M.I.N.D.” una pieza relajada y encantadora de R&B futurista al que Joe Goddard de Hot Chip le gustó tanto que no aguantó las ganas de remixarla (y mejorarla, je) al servicio del dancefloor.
Le ponen toda la onda y por varios momentos es contagiante como en el cierre con “Night Time” que es pura celebración pop, aunque a veces siento que se están esforzando demasiado en popizar sus composiciones, no es que eso tenga algo de malo es solo que no parecen sonar a ellos mismos y ya saben que cuando uno no suena auténtico, se nota, que te lo cuente Beck. A pesar de todo es un honrado debut con más altos que bajos, nada mal para un grupo que encontró la fama de casualidad.
6/10. #311 The Breeders / All Nerve
2018 Volver a escuchar a las Breeders después de tanto es tener un flashback a esos inolvidables 90s donde el rock alternativo acaparaba toda la atención de los medios musicales de la época. El punk y el garage rock desprolijo que de un día para otro pasarían a llamarlo grunge, entraba de fino en la programación diaria de MTV cuando aún tenía voz y voto en la camada de jóvenes. Entre tanta hombría exhibida, la legendaria Kim Deal supo hacerse paso en ese duro camino hacia el reconocimiento con el proyecto paralelo que lideraba mientras los Pixies estaban de receso, lanzando dos de los discos más icónicos de esa década como lo fueron Pod y aún más Last Splash. Esta mujer representa la antítesis de mujer modelo que el sistema se encargó de moldear durante siglos, siendo una figura determinante en donde sea que haya tocado, gracias a su personalidad y talento, rompía esquemas de belleza vistiéndose como se le daba la gana, puteaba y se plantaba firme por sus ideales, descendió a los infiernos y luchó contra sus demonios narcóticos, los venció, se recuperó y a sus 56 años reunió de vuelta en una misma sala de ensayo a la formación original con quienes grabaron su más célebre obra; su hermana gemela Kelley, Josephine Wiggs y Jim Macpherson se pusieron de acuerdo después de 25 años para grabar el sucesor de Last Splash, ignorando olímpicamente los dos discos anteriores de dudosa calidad que había hecho Kim con otros músicos en etapas bastante conflictivas de su vida.
Por supuesto que promocionándolo como el gran comeback de la temporada, las expectativas de cualquiera suben hasta las nubes, cosa que me ocurrió con la salida del primer sencillo, “Wait In The Car” que cuenta con la polenta riffera intacta y coros armoniosos de las hermanas Deal que las hacen tan fáciles de identificar, aunque el desencantamiento fue llegando con el siguiente single “All Nerve” que sigue la tradición de sus temas más lentos con explosivos estribillos, como lo describo parece que no tiene nada de malo pero la realidad es que no demuestran demasiado entusiasmo en evolucionar la canción a algo un poco más satisfactorio, quedándose en dos minutos que quedan cortos a lo que uno puede esperar de ellas. Para mi decepción, una buena parte del tracklist sufre de este problema en el que se agarran de un elemento característico de ellas que funciona pero no lo llegan a desarrollar a profundidad, lo cual nos deja con unos cuantos temas que no pasan del OK. Pero hablemos de lo que salió bien como es el aura de nerviosismo que rodea al álbum y se acentúa en temas como “MetaGoth”, basado en un poema escrito por la mamá de Josephine y que es de lo más cercano que estuvieron alguna vez de hacer post-punk bien oscuro como lo indica el título, y se duplica dicha intensidad en “Howl at the Summit” con la participación de Courtney Barnett haciendo de soporte como corista. Veo este feat como algo simbólico, una manera de pasar la posta a una mujer que viene haciendo las cosas bien y que así como Kim, nos demuestra que tener los huevos bien puestos no es una cuestión de género. Como bien lo detalla el escritor Neil Gaiman en un ensayo que redactó en conmemoración a este regreso: “la intersección entre el ruido y la inteligencia que esperaba de The Breeders estaba allí, junto con una dulzura sorprendente, una amabilidad inesperada”. Para más detalles sobre esta acertadísima descripción puede uno echarle una oída al cover que decidieron meter a la mitad del trayecto, “Archangel’s Thunderbird” de Amon Düül II, una de las bandas alemanas pioneras del krautrock que en los 70s ya hacían una antesala progresiva de lo que estas chicas ofrecerían dos décadas después con mayor mugre sonora. Para las últimas canciones del álbum lo que nos queda es observar la forma en que montan atmósferas vacías que tratan de sonar a algo monumental como si fuese la llegada de una eminencia celestial, pero se quedan cortas por una falta de ideas para hacer crecer esos muros de sonido que se edifican con lentitud en “Dawn: Making an Effort” y “Blues at the Acropolis”, solo en “Walking With a Killer” logran equilibrar
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la balanza de la calma con melodías gratificantes interrumpidas por un par de riffs disonantes. La verdad es que me alegro que estén de vuelta, pero si me baso sólo en este nuevo álbum, me van a quedar dudas si es que la espera haya valido la pena.
6/10. #312 A.A.L. (Against All Logic) / 2012 - 2017 2018 Creo fervientemente que algunos talentos ya vienen de nacimiento y lo que se hace con la práctica es reforzar ese don innato que ya vino con uno, algunos tardan más y otros menos en descubrir cuál es ese talento, algo que resulta clave para explotarlo y más vale, sacarle provecho para vivir de eso. Eso es algo que aprendí desde chico con una infancia que me la pasé en escuelas de fútbol, teniendo como pierna hábil la zurda pero con eso no bastaba, también debía ser hábil en el deporte y es allí donde casi nunca pude brillar, sabía de mis limitaciones y por más que me esforzaba, mi irregular rendimiento de un partido bueno cada diez apróximadamente, tumbaba cualquier chance de convertirme en profesional. Diría que soy un futbolista frustrado, pero la verdad es que en el fondo ya sabía que mi destino no estaba en las canchas… ¿A qué iba esa introducción personal completamente innecesaria? Solo para hacer un paralelismo con el descendiente de chilenos, el productor y compositor Nicolas Jaar que si logró pillar su talento desde temprana edad, siendo a los 17 su primer arrimamiento a la música electrónica que se ha encargado de malear a su gusto hace ya una década, ha explorado las dimensiones del género como todo un conquistador, además ha experimentado y mezclado sus hallazgos como un científico ansioso por descubrir o inventar algo nuevo a lo cual ponerle su firma o algún alias como es el caso que les presento a continuación. Pues resultase que a la par de sacar material a su nombre como uno de los electro productores más vanguardistas de su generación (necesitan escuchar su
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álbum debut Space Is Only Noise, créanme), también se quitaba el gusto de tanto en tanto fabricando tracks dirigidos a destrozar pistas de baile con infusiones de techno y house principalmente, bajo el nickname de A.A.L. Desde el 2012 que su sello Other People viene tirando tracks de este “anónimo” beatmaker sin explicación alguna, y por supuesto que eventualmente iban a sacarle provecho a estos materiales, así es como nos llega este compilado de una hora y monedas con lo mejor que ha hecho Jaar bajo este seudónimo, demostrando con unas producciones asombrosas lo completo que es como productor y que aún se puede hacer el tan gastado house sin caer en lo mismo. Por más que se trate de un compilado de tracks que se fueron recolectando a lo largo de los años y no tengan nada que ver uno con el otro, me resulta fantástica la manera en la que se producen las transiciones que las unen como si se tratase de un enardecido DJ set en vivo. Podríamos comparar este proyecto con el Daphni de Dan Snaith quien expone su lado más cerebral en Caribou, pero las comparaciones acaban con el trato que cada uno tiene con los samples, mientras que Dan va por lo general directo a los bifes, Jaar se toma su tiempo en desarrollar sus beats logrando un impacto mucho más duradero, tomando las repeticiones muy en serio para meterse en tu cabeza y quedarse a vivir allí por un largo rato. Su ingenio para seleccionar, cortar, contorsionar y pegar samples en los lugares perfectos ya puede notarse desde el primer track, “This Old House Is All I Have” que utiliza voces de canciones soul para dirigir un tramo psicodélico que guarda semejanzas con Groove Armada, esta pieza se desliza a la siguiente con total espontaneidad y es que “I Never Dream” son 6 minutos tan bien desenvueltos que se siente como estar flotando sobre esas líneas de sintes, a la par que esa voz femenina bañada en plata que repercute en toda la dimensión del track le da un aire funky enrarecido. De hecho que los mejores trances de este proyecto están muy conectados con el funk como también pasa en “Know You” y la sensacional “Now You Got Me Hooked” al que Jaar le baja la frecuencia del beat para dar mayor preponderancia a los sonidos metálicos que va introduciendo, todo transcurre sin perder nunca el ritmo central que nos conecta a todos a una misma coreografía. Con “Cityfade”, Nico toma prestado algunos trucos de Moby en tiempos de Play para traer pianos clásicos a su mix de sintetizadores y bajos deslumbrantes para agitar el cuerpo con gracia. En otros momentos no puede resistirse a la tentación y se entrega por completo a la devoción del deep house puro y duro en “Some Kind of Game” y “Hopeless”, lo cual no
significa precisamente que haya optado por hacer algo más simple. Hace rato que no escuchaba un álbum de música house así de atrapante, enalteciendo la pista de baile con el prestigio artístico de un museo.
9/10. #313 Lucy Dacus / Historian 2018 “No hay verdad más universal que nuestra propia verdad” es una frase que se me acabó de ocurrir y no sé si alguien ya la dijo antes, y si no, no se olviden de darme el crédito cuando la tuiteen por ahí (?). A lo que voy con eso es que muchos todavía creen la idea de que son seres especiales, bien diferentes a todos y que de alguna manera esa película mental le hace subirse a un pedestal imaginario que le da derecho a creerse superior a los demás, cuando la realidad es que los humanos somos muy similares y si nos tomamos el tiempo de conocernos entre todos, nos vamos a asombrar de la cantidad de cosas que tenemos en común hasta con las personas que menos bancamos o creemos que son todo lo opuesto a nosotros. Por eso es que nos terminamos encariñando con el arte más personal que haya hecho alguien, nos reconocemos en esas historias que creímos que solo a nosotros nos pasó, empatizamos con el artista y así se va creando un vínculo que trasciende a la obra. A dicha conexión apela Lucy Dacus, una chica de Richmond, Virginia a pasos de cumplir 23 que se muestra como una historiadora de su vida llena de errores y tragedias como tenemos todos, pero que a diferencia de muchos músicos que irían por el camino del lamento, ella agradece por cada obstáculo que la ayudaron a ser quien es, si es un álbum de catarsis pero que además se lo puede tomar como guía para alivianar los malos ratos que uno naturalmente encuentra en la juventud. Con serenidad, Lucy nos va presentando en “Night Shift” a ese ex con el que terminó tan mal que prefería cambiarse de turno en el laburo con tal de no cruzarse nunca con él, ese enervamiento con tal solo recordarlo se expresa en la canción con una primera parte acústica que
termina por desvanecerse en estruendosos riffs mientras la señorita Dacus va repitiéndose las ganas de superarlo (“In five years I hope the songs feel like covers dedicated to new lovers”). Aplicándole justicia poética a sus relatos, Lucy da hincapié al poder de las palabras describiendo en pocos versos toda una película, así como lo hace al introducir con delicadeza a sus relaciones tóxicas en “Addictions”, adornando el clímax con trompetas y violines como una señal de fortaleza anímica para la cantante que nos va haciendo pasar a su espacio de confianza con una amabilidad comparable a una Feist o Julien Baker con quien comparte más de una similitud (tienen la misma edad, hacen el mismo tipo de música y ambas firmaron para Matador Records). Estas canciones te ganan con las reiteraciones y te noquean cuando finalmente las entendés o les das tu propio significado, como por ejemplo me pasa con “Nonbeliever” que la interpreto como una ruptura en buenos términos para emprender la infinita búsqueda a la felicidad. En esta, bah, en todas el productor John Congleton realiza un excelente laburo al conjugar la electricidad con la placidez orquestal que a veces sirve de condimento y otras veces es el plato principal de estas canciones que siguen una estructura tradicional y que hasta podrán sonar algo predecibles (“Next of Kin”) si sos habitué del estilo, pero aún así no le quitás ese elemento fundamental que no puede evitar que digas “qué buen tema”. Uno simplemente debe dejarse llevar por la forma en que desemboca el final de “Timefighter” en el que Lucy se coloca en su punto más bajo, demostrándose frágil e indecisa durante una tormenta de melodías tan bellas como caóticas, esos últimos segundos llenan la vara de intensidad casi como un tema de post-rock. Un poco más adelante llega la daga más punzante, “Pillar of Truth” que en 7 minutos nos pone de luto y nos prepara para nuestras últimas horas con una sensación extraña de triunfo, Dacus agarra el dolor de la partida de su abuela, aferrándose a las sombras y suplicando por misericordia para cuando le llegue la hora de partir. Y por supuesto que unas declaraciones tan fuertes como esas están ambientadas con todo lo mejor que tienen para ofrecer ella y los músicos que la acompañan. Lucy empieza contando su historia y no sabés cómo, pero cuando termina ya es nuestra historia.
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los clรก s i cos
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#314 The Human League / Dare 1981 Dando un vistazo rápido a los álbumes más importantes de principio de los 80s, deduzco rápidamente que las guitarras fueron vendidas como parte de pago para comprar sintetizadores por docena. Solamente pongamos en la mesa al año 1981: Soft Cell ponía a todas las chicas darks de taco alto a bailar “Tainted Love”; antes de morir, Ian Curtis dio su última presentación con Joy Division en donde cantó por primera y última vez en vivo “Ceremony” que al año siguiente sería el primer sencillo de New Order; la parejita conformada por Tina Weymouth y Chris Frantz se abrían un rato de Talking Heads para formar Tom Tom Club, una banda más orientada al synthpop… y los ejemplos pueden seguir. Una agrupación que también estuvo en el radar por aquel entonces fue The Human League que estaba pasando por un período bisagra de su trayectoria: luego de varios idas y vueltas, la mitad “talentosa” se alejaba de la banda por diferencias artísticas con el líder de la banda Philip Oakey que en pocas palabras estaba podrido de la experimental y oscura música electrónica que hicieron en sus primeros dos discos, él sólo quería pegar en la radio y tenía que mover rápido sus fichas. Tras la salida de sus tecladistas Martin Ware y Ian Craig Marsh, lo primero que hizo fue reclutar a dos chicas -en aquel entonces menores de edad- que encontró bailando en un local nocturno, las invitó para unirse a la banda como bailarinas y ocasionalmente para acompañar en los coros. A ellas se les sumó artillería profesional con un tal Martin Rushent en la producción e Ian Burden como nuevo tecladista. Una nueva etapa estaba por escribirse y mientras tanto, los dos que declararon aper formaron una banda llamada Heaven 17 que ni su mamá conoce. La consigna para Dare era alejarse lo suficiente del sonido kraftweriano (?) que no les estaba redituando, y cuya primera carta de presentación al mundo de esta nueva faceta del grupo fue “The Sound of the Crowd”, una canción desvergonzadamente
electropop que a pesar de estar diseñada para la pista de baile, seguía manteniendo letras densas cantadas seriamente por Oakey, conservando el último vestigio del anterior Human League, el de hacer canciones que te hagan pensar un chiqui. El manifesto sobre las intenciones de esta banda a partir de acá están bien detalladas en el track que abre el disco, “The Things That Dreams Are Made Of” que habla sobre los simples placeres de la vida mientras se escuchan sintetizadores en la oscuridad. Vamos sintiendo que se van prendiendo de a poco las luces con “Open Your Heart”. Acá vale la pena mencionar que esta banda empezó a implementar un sistema para etiquetar sus propios singles como Red para las canciones bailables, como Blue para las canciones pop, y bueno, esta fue la primera canción catalogada como pop por ellos mismos y tiene todo lo que uno puede esperar de una gran canción pop: un coro monumental y una instrumentación que nos transporta a un lugar mejor. Oakey y compañía buscaron inspiración en la música africana para traer al mundo joyitas como “Do or Die” que tiene varias capas de teclados entre las cuales se destaca una que le da una onda cuasi reggae a la cuestión. Para ser un disco que buscaba la fama, contiene canciones poco comerciales sacando los singles, tenemos por ejemplo a la lúgubre “Darkness” que podrían haber prestado a Bauhaus en ese entonces; también está “Seconds” que es una sombría pieza que habla implícitamente del asesinato de JFK (“It took seconds of your time to take his life”). Si Dare fuera una disco de varios ambientes, sus últimas dos canciones se pondrían en el lugar más extravagante y colorido del boliche, “Love Action (I Believe in Love)” es pura amor y uno de los mejores momentos de la historia del synthpop en general, solamente superado por el siguiente track que más que una canción es un momento que definió para siempre la carrera de esta banda y las pistas de baile para siempre, “Don’t You Want Me” que si te ponés a analizar su letra te darás cuenta que estamos ante un caso crónico de friendzone. Cada vez que suena esta canción en cualquier lugar del mundo, es misión imposible serle indiferente, tiene una energía magnética intacta tras casi 4 décadas de su lanzamiento. No sé si ya estaré entrando a esa edad en la que se dice que música era la de antes, o de verdad me mantengo escéptico de que no existe canción pop de esta década que pueda mantenerse tan bien al paso del tiempo como esto. Mientras espero 30 años para comprobarlo, seguiré escuchando este álbum.
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#315 Muse / Origin of Symmetry 2001 Para llegar a convertirse en una de las últimas bandas de rock con mayor convocatoria de todo el mundo, Muse tuvo que cosechar una racha de victorias a lo largo de su carrera en donde no hicieron más que superarse con cada producción, ya sea que estemos hablando de sus presentaciones en vivo como en el estudio. Creo que el primer gran triunfo lo obtuvieron con su segundo álbum, donde iban siendo reconocidos por el mundo, sentando un sólido cimiento del sonido y concepto que se expandiría a sus siguientes materiales. Si bien en su primer disco Showbiz ya demuestran parte del potencial que los diferenciaría de sus contemporáneos con un álbum que contenía canciones célebres como “Sunburn” o “Muscle Museum” que de tanto en tanto siguen tocándolas en vivo, no fue hasta Origin of Symmetry que se aferraron fuerte a la metafísica y a la idea de explorar implícitamente otras dimensiones con su música, dotando a la banda de un límite infinito para su expansión sonora que los haría comparables a U2 o incluso Queen, afirmaciones que leíamos escépticos y de a poco fuimos aceptando a la par que íbamos escuchando más cosas de Matt Bellamy y compañía. No es coincidencia que el tema que abre esta obra se llame “New Born” que vendría a ser el manifiesto de un nuevo Muse: más intenso, recargado con guitarras distorsionadas y una explosión de solos que retratan un panorama futurista en el que la tecnología se apodera de nosotros, y entre todo el caos tenemos a Matt en la cima del mundo buscando algún tipo de conexión humana que la encuentra en “Bliss” canción que desde la primera vez que la escucho me transmite un sentimiento puro y auténtico de felicidad, ese coro que exige toda la paz y alegría dentro de nuestras mentes es brillante rodeado de las otras composiciones de este disco que en su mayoría tienen una base más pesada y oscura. Podríamos decir que acá gestaron una nueva oda a la alegría que 16
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años después de su lanzamiento sigue provocando las mismas sensaciones de plenitud mental. Y hablando de odas, para “Space Dementia” aparece una rendición a una pieza de música clásica con los que más adelante se los asociaría fuertemente, en esta canción escuchamos una predominancia del piano que va acompañada de una letra desoladora con toques de ciencia ficción, en parte gracias al filtro de voz que utiliza Matt en los coros. Si hablamos de grandes canciones de space rock de los últimos años y no incluimos esta canción, lo estamos haciendo todo mal. De inmediato se vino la turbulencia con “Hyper Music” que golpea con toda la fuerza de su solo inicial, a esto le soldaron una línea de bajo poderosa encadenada a un riff que lo sacaron de un manual de instrucciones de cómo hacer canciones destructivas a lo Rage Against the Machine. Luego abrimos paso a la piedra angular del álbum que es “Plug In Baby” con justa razón elegido primer single de este álbum. Toda la ferocidad contenida durante el puente que desemboca a ese coro irresistible para las masas sedientas la convierte en la canción perfecta para estadios. A esto le sigue la orwelliana “Citizen Erased” para alimentar ese espíritu de alienación que está omnipresente, en esta oportunidad de manera rabiosa con un riff heavy metal cortesía de Chris y cuyos falsettos de Matt lo complementan con total armonía. Metiéndote de lleno a las composiciones de Muse, uno entiende porqué la comunidad metalera gusta y mucho de lo que hacen. En este caleidoscopio que entramos al darle play a Origin of Symmetry uno se topa por el camino con alucinaciones (“Micro Cuts”) y un trago de contemplación con “Screenager” que es la canción rara y suave dentro del disco, es el break que inicia el apartado final, más relajado pero sin perder nunca ese hilo conductor que pone a la tecnología en el ojo de la tormenta, es como el soundtrack que nunca fue de un episodio de Black Mirror. Para darle un moño de distinción, se meten al campo del jazz con un altísimo cover que haría famosa en 1965 la cantante Nina Simone. “Feeling Good” era otra prueba más que los Muse estaban empezando algo nuevo, poniéndose un reto que solo ellos podían superar. Si hay un álbum que abarcó con maestría todo lo bueno que hizo este trío británico hasta la fecha, elegiría este.
#316 Devo / Q: Are We Not Men? A: We Are Devo! 1978 Antes de que se destape la olla donde saldrían todos los grupos que conformarían los pilares del new wave, hubo una banda de nerds en Ohio que tomarían otro camino, uno menos chicloso y más satírico a su realidad, esta nueva banda tuvo la bendición de llamar la atención de David Bowie e Iggy Pop, una dupla creativa que en aquel entonces se encontraba en Berlín forjando los discos más influyentes de sus carreras. La suerte de ellos fue todavía más grande, ya que a estos dos les acompañaba Brian Eno que accedió a pagar los costos de grabación y vuelos hasta Alemania para producir su primer álbum de estudio, todo esto sabiendo que ni contaban con algún contrato disquero que pueda bancar estos gastos. Esta rareza de 11 canciones que hoy en día es un indispensable dentro de cualquier lista de mejores álbumes de todos los tiempos, empieza con una enfermiza pieza llamada “Uncontrollable Urge” que nos remite al sonido de las bandas más vanguardistas del momento, Talking Heads, Wire y The B-52’s, esta canción hace honor a su nombre, encendiendo la fiesta que sea y nos pone a todos a tararear el estribillo cantado por el frenético Mark Mothersbaugh, dando un excepcional inicio seguido por una mecanizada reversión de “(I Can’t Get No) Satisfaction” de los Rolling Stones, manteniendo el pulso marcado por un potente bajo, consiguen darle un nuevo significado a esta emblemática canción sin cambiarle una sola letra. Leyendo un poco sobre la elaboración de este trabajo, me encuentro con que los Devo se rehusaban a las sugerencias que aportaba Eno, a pesar de eso logró incorporar ciertos detalles para dar un climax sci-fi a las canciones, mientras a ellos les dejaba que den rienda suelta a la locura irreverente que desataban en canciones como “Praying Hands” donde se burlan con ingenio de las religiones (“asume the position, go into doggie submission”) y para “Mongoloid” el humor se proyecta bien negro (“one chromosome too many, mongoloid he was a mongoloid”). Porque
eso es lo que tan bien le sale a Devo, criticar lo que fuere bajo un enfoque de finos comediantes. La diversión acá viene en diferentes formas y tamaños, un toque futurista en “Space Junk” y de inmediato se viene “Mongoloid” que sería la antesala a lo que luego conoceríamos con la etiqueta de dancepunk, un track que estalla en sintetizadores como si fueran rayos láser hacia el final. A partir de esta parada, las cosas se tornan un poco más extrañas y experimentales, empezando por “Jocko Homo” que vendría a ser como el himno de la banda ya que en su coro se repiten numerosas veces el nombre del álbum, mientras la instrumentación responde a un patrón casi robotizado, incluyendo un guiño en estructura y letra a “Pinhead” de Ramones. Luego la esquizofrenia se apodera por completo de la banda en “Too Much Paranoias”, marcada por fuertes distorsiones y una letra absurda van a acompañadas de esta fugaz pieza que sirve de preámbulo a “Gut Feeling”, la canción con tendencias a la psicodelia pura y dura de los 60s “modernizada” por estos raritos, canción que se va acelerando y volviendo más y más agresiva hasta converger en “Slap Your Mammy” donde resurge el espíritu punk, bien visceral e inolvidable. Este ritmo caótico persiste en “Come Back Jonee” que tal vez sea la única canción con estructura “convencional” del disco, aludiendo al buen Chuck Berry y su “Johnny B. Goode”, este rock and roll inyectado de un teclado jovial va bien aferrado de la mano con la siguiente canción, “Sloppy (I Saw My Baby Gettin’)” ya en este tramo final donde solo avistamos felicidad y sudor. Pero después de toda la demencia vivida no podían retirarse así como si no ocurrió nada, para ello dejaron al cierre “Shrivel-Up” que es otra excéntrica y oscura canción con núcleo post-punkie que nos deja con el sabor de haber probado algo muy loco pero dulce y adictivo. Transgresor para su época e inagotable para esta época, como tiene que ser cualquier álbum clásico.
#317 Sigur Rós / ( ) 2002 No existe forma de arte que una vez expuesta al público, no haya recibido una apreciación meramente subjetiva del individuo que la sintió. Nuestras experiencias mismas como seres humanos nos hacen
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procesar la música que consumimos de forma diferente, por más de que sus creadores se hayan tomado la molestia de darles un significado bien definido, una vez que sus obras se hayan exteriorizado, les guste o no dejan de pertenecerles (dejando a un lado la burocracia de derechos de autor, licencia, etc.). Con ese argumento bajo el brazo, la banda islandesa Sigur Rós lanzaba hace 15 años una obra que tuvo como principal objetivo, colocar a su música en primer plano, un álbum que de principio a fin está al servicio de la libre interpretación de quien lo escucha: no tiene nombre, se lo conoce como el álbum sin título y se escribe con un abrir y cerrar de paréntesis, lo que sea que encuentres dentro de esos dos signos de puntuación, queda a tu cargo rellenarlo con las expresiones que se te antojen. La componen 8 canciones tampoco sin nombre (aunque cuentan con títulos no oficiales para reconocerlos), y si bien estas composiciones están cantadas, las palabras que salen del corazón de su cantante Jónsi, están en vonlenska, un idioma inventado por ellos mismos que no tiene significado alguno, la voz sirve más como acompañamiento a los instrumentos. Este álbum sin título es el sucesor de Ágætis Byrjun, un álbum hermoso que no escatimó en llegar hasta lo más profundo del alma, hasta parece que tuviera el poder divino de purificarnos y hacernos mejores personas una vez que lo hayamos experimentado. Ahora, ( ) es para los oyentes más pacientes (el track más corto es de 6 minutos y medio), es la calma luego del temporal, es como el buffet que se sirve solo en ocasiones especiales, lleva su tiempo de elaboración y se cocina a fuego lento. Ágætis sería el disco que recomendaría a cualquiera que quisiera iniciarse en este hermoso fenómeno natural conocido como Sigur Rós, y ( ) es para los codiciosos que buscan una mayor recompensa auditiva, pocos discos causan tanta paz y alivio emocional como este álbum esencial del post-rock. Inclusive podría calificarlo como un álbum visual por la fuerza que tiene de invocar imágenes mentales a través de sus pacíficos sonidos, “Untitled #1 (Vaka)” empieza en una caminata lenta por las calles áridas pero frescas de Reykjavík, el pequeño pueblo donde grabaron esta hermosura; un piano se ejecuta al ritmo de nuestros
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pasos y que de un momento a otro sube de intensidad como una ventisca, le hacen compañía Jónsi y sus clones multiplicados por el poder de los samples. Para aumentar la conmoción de sus melodías, estos muchachos reciben las manos de sus compatriotas, el cuarteto de cuerdas Amiina y esto es más que notorio en mi pieza favorita no solo de este álbum sino que de la discografía de la banda, “Untitled #3 (Samskeyti)” donde las emociones están a flor de piel, la belleza de esta canción es tan inmensa que -sin exagerar- puede hacer llorar de felicidad hasta al más insensible. La delicadeza con la que se trata a cada nota nos remonta a un paisaje frío donde la banda y la sinfonía completa tocan estas canciones al aire libre, rodeados de árboles y montañas, escena similar vivida en su precioso documental Heima, donde la naturaleza juega un papel importantísimo para explicar con imágenes más que con palabras el origen de la inspiración de este grupo. Los momentos de climax se hacen esperar más que nunca con lentas y densas introducciones pero cuando llegan son la gloria en su máxima expresión, como el cierre de “#Untitled #5 (Álafoss)” y ni hablar de “Untitled #8 (Popplagið)” que ya no se puede describir con palabras los grados de emotividad que alcanza luego de 9 (!) minutos de sentimientos contenidoí hasta que la bomba explota por nuestras caras con golpes de batería y riffs del más allá, mezclados con ecos de liberación por parte de Jónsi. Todos los discos de Sigur Rós son ceremonias espirituales, pero esta es la que se lleva gran parte del júbilo, para disfrutarla con los ojos cerrados y dejar libre albedrío al cerebro para transportarte a lugares impensados, para sentir que su música te consume de a poco, que Georg Hólm te atraviese el corazón con el arco que incorpora a su bajo para “Untitled #6 (E-bow)” y despedirte de la vida desangrándote con gracia durante la estampida anímica ocurrida durante la canción de la muerte, “Untitled #7 (Dauðalagið)”. La muerte perfecta.
#318 George Harrison / All Things Must Pass 1970 Algo que no lo digo yo, lo dice la historia es que Harrison fue el beatle diferente, la fuerza creativa que fue opacada por dos egos del tamaño de planetas, tenía voz pero poco voto dentro de la banda más
grande de todas, fue un adelantado, el más técnico y espiritual del cuarteto de Liverpool. Por lo que no fue sorpresa que luego de la separación del grupo, fue el que mejor preparado estaba para afrontar al mundo con canciones propias que venía guardando de hace años. Según el loco Phil Spector, productor del álbum, Harrison le había entregado un centenar de grabaciones que había estado acumulando desde el 66’, para analizarlas y ver qué podía funcionar como material para su álbum. El resto es historia: este fue un álbum triple, 2 horas sin desperdicio alguno, haciendo público todo lo que se estaba conteniendo para el solo o directamente lo que fue rechazado por McCartney y Lennon. El plus de esta ambiciosa proeza personal de George, fueron las personas que de alguna u otra manera colaboraron en la misma, la lista de por sí es extensa, sin contar los que no figuran en los créditos que se revelaron tiempo después, y otros artistas que su participación dentro de este trabajo fueron rumores que los años fueron alimentando con mitos jamás comprobados. Esta titánica producción se abría con “I’d Have You Anytime”, ya rompiendo un par de reglas dentro de la música “pop” de aquel entonces, empezando el disco con una balada que contaba la buena camaradería entre dos músicos, y es acá donde empiezan esas hermosas casualidades que hicieron a All Things Must Pass una joya esencial de la música de los 70s: esos dos músicos eran George Harrison y Bob Dylan que compartían una gran amistad de años y lo plasmaron en esta íntima carta de amor decorada con supremos solos de Eric Clapton. A esta cálida bienvenida le seguía el mejor tema del álbum, punto. Podremos discutir que hay otras maravillas en lo que resta del disco, pero en “My Sweet Lord” pasan demasiadas cosas que la engrandecen hasta el infinito: Spector hace uso de su afamada técnica de producción conocida como “wall of sound” que consistía en maximizar una canción, tocándola con múltiples instrumentos a la vez con músicos anónimos (The Wrecking Crew), enriqueciendo el sonido naturalmente, sin postproducción ni distorsiones; Harrison daba a conocer su afamada slide guitar, su técnica para deslizar y hacer chillar notas con la guitarra; afianzaba en el
mundo occidental su lado más religioso, ya que sin ir más lejos, esta era una alabanza que compaginaba el góspel con un mantra hindú dirigido a Krishna, la afición de George hacía la música de la India es bien conocida, dejando su marca intrínseca en canciones de los Beatles como “Norwegian Wood” o el viaje de ácido, “Tomorrow Never Knows”, es más, su primer álbum en solitario, Wonderwall Music del 68’ estaba compuesto en su mayoría por instrumentales que recreaban la música clásica de aquel místico país. Esta composición en pocas palabras es un paraíso terrenal. La balada más representativa, dolorosa y gratificante de su carrera se encuentra en “Isn’t It a Pity” con una estructura que nos trae a la memoria a “Hey Jude”. Harrison desnuda sus sentimientos en cuanto a la ruptura de su banda, cómo los cuatro se estaban dañando mutuamente por las diferencias que tenían. Si bien acá habla de algo bien específico, el significado de la canción es universal y describe mejor que nada un punto bajo dentro de cualquier relación, he ahí donde radica la ferocidad de esta declaración que incluyó en su grabación la mayor cantidad de sesionistas dentro de todo el álbum… y se nota. Este proyecto fue hecho con un desaforado amor a la música, llegando a formar una comunión con los artistas que participaron dentro de ella, es así que durante estas grabaciones se engendró Derek and the Dominos, una banda de fugaz trayectoria conformada por Clapton y otros maestros del blues de la época. “What Is Life” era una prueba tangible de esas buenas vibras que rodearon a estas sesiones, ese pulso soul tan alegre era como una versión mejorada de cualquier canción salida del Motown por aquel entonces, ¿en serio todo esto salió de la cabeza de una sola persona? All Things Must Pass si bien es un disco que podríamos calificar de easy-listening, tiene la astucia de tener un aire avant-garde y más complejo del que parece, gracias a un Harrison que era un artista completo con una impecable técnica, alguien que estaba más allá de cualquier tipo de definición que teníamos de la palabra perfección, era un científico de canciones que se las jugaba pero tenía bien en claro hasta donde jugar para que su música sea querida por todos, “I Dig Love” y “Art of Dying” son magníficos ejemplos de ello, canciones que combinan estilos impensados. En la tercera y última parte de esta epopeya musical, Harrison se la pasa de lo mejor con sus amigos, mandándose unas improvisaciones de country y blues que son legendarias, eso que no uso esa palabra a menudo, pero no hay otra manera de describirlo. Esos últimos 20 minutos son oro puro, el feeling de
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estos alquimistas es algo casi imposible que vuelva a repetirse, pensar que esto es solamente la cereza de una torta que solo tiene nuestros sabores favoritos.
#319 Gaudí / Turbo 1999 Mi historia empezó así pero terminó con final feliz. Una gema se encontraba escondida en la sección infravalorada de rock nacional (estaba abajo mismo en un estante, tenía que agacharse uno para mirarlos), ahí reposaba el disco de una banda aparentemente extinta en la actualidad, el álbum era Turbo, publicado en 1999 por Kamikaze Records, la agrupación responsable de tal bella obra era Gaudí. No sé si en el ‘99 los periodistas de artes y espectáculos se tomaban el tiempo de hacer reseñas o al menos dedicarles unas palabras a los discos que se hacían acá, porque eran muy pocos, si es que existe algo a lo que podamos llamar industria discográfica en Paraguay, fue y es algo bastante pequeño, por lo que el lanzamiento de un nuevo disco aquí debería de ser considerado un hecho para celebrar. Solo quiero hacerle un poco de justicia a este. Para las personas que por primera vez están enterándose de un grupo paraguayo de nombre Gaudí, les cito sus influencias. Entre las cercanas es imposible no relacionar con Soda Stereo. La influencia lejana tanto de tiempo como espacio son The Cure, Depeche Mode y un dejo de Stone Roses inclusive. Junto con Deliverans intentaron traer en los 90s esa oleada post punk que nunca llegó a pisar muy fuerte en nuestro país, más tendido al hard rock y el heavy metal. Este fue el segundo disco de la banda conformada por Aldo Natalizia (voz y guitarra), Fran Villalba (teclado), Oscar Rivas (bajo y coros) y Pincho Villalba (batería), quienes marcaron las pautas del rock de aquel entonces, más psicodélico sumado a la implementación de teclados, siempre tan bien recibidos por estos oídos. 12 canciones sólidas y contundentes de un pasado que sabemos que no fue mejor pero tenía una banda sonora admirable. Empezando con “Rozándote”, dando indicio de las influencias
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citadas ahí arriba y continua con “Quién Sos?” que vendría a ser el verdadero inicio del álbum. Un temón al que le dieron un video, posiblemente el único video de Gaudí y es bastante genial. Según los propios integrantes de la banda en una entrevista hecha hace unos años, recordaron a este como el disco más experimental de su carrera, a tal punto que se centraron más en nuevos sonidos que en la composición como grupo, perdieron cierta “calidez humana” que más tarde desencadenó en una serie de eventos desafortunados que acabaron en un hiatus de inactividad por más de 5 años. La mezcla homogénea de synth pop alegre con oscura neblina de sintetizadores (“Vuelve a Dormir”) es el principal aditivo que le encuentro a Turbo desde la primera escucha, también se dan el lujo de meter tonadas ligeramente distintas al resto del disco, como es el caso de “Simplemente”, una canción con arreglos de violines y piano donde toma la posta Aldo con la lírica y el feeling de su voz. El lado post punk que les comenté se hace presente en “Una Señal”, una genial reverencia a los padres oscuros del género. En fin, un discazo por donde se lo escuche, cada tema independiente uno de otro, por lo que no importa seguir el orden de su tracklist, es simplemente darle play y dejarse llevar, ese placer que te dan sólo esos grandes discos. Turbo fue el reflejo de una época, pero su sonido y legado son atemporales para las minorías selectas que vuelven a revisitarlo.
#320 Sepultura / Roots 1996 Solo mediante el cambio logramos evolucionar, el cambio incomoda pero es necesario para trascender en el ámbito que sea, cambiar nos abre la mente y rompe moldes establecidos, gracias al cambio que para bien o para mal construyó el mundo en el que vivimos con sus reglas y defectos. Me detengo en este último punto, porque el cambio podría ser necesario pero eso no significa que sea
bueno, uno tiene que saber cambiar. La música desde su creación misma que no ha parado de cambiar y el metal a pesar de ser uno de los géneros más “cerrados”, también ha sufrido de alteraciones que han dividido por siempre a su legión de seguidores, mucho de esto tuvo que ver el infame nü metal gestado en la década de los 90s, como una respuesta al heavy metal tradicional que se estaba avejentando y de paso era la solución definitiva para que este estilo poco digerible aterrice por completo en el mainstream. Luego de una trilogía salvaje de discos (Schizofrenia, Beneath the Remains y Arise) la banda brasileña Sepultura se había consolidado como una de las más representativas del thrash metal, poniendo al tercer mundo en el radar de la industria. Cansados de tocar siempre lo mismo durante años, para Chaos A.D. se salen de lo cuadrado, sacrificando la velocidad de sus toques por capas y capas de pesados riffs, atando con alambre de púas el groove metal de Pantera con el hardcore punk lograron su álbum más consistente hasta la fecha, pero el volantazo más brusco llegaría con el siguiente álbum, clave dentro de la historia del metal, por los motivos que resumiré a continuación. Cada uno de ellos se encontraba en la cúspide de sus habilidades como músicos en Roots. Igor Cavalera era una máquina explosiva en la batería, Andreas Kisser pasó de ser el supremo de los solos a los riffs distorsionados, Paulo Jr. funcionaba a través de la telepatía con ellos dos, y Max Cavalera que fue el principal ideólogo de esta nueva mutación de su banda, fue el maestro de orquesta de esta obra maestra y perfeccionó sus furiosos gritos que lo resaltarían por el resto de su vida. Es muy loco como Chaos A.D.sirvió de influencia a bandas como Korn y Deftones para la creación del nü metal, y que los primeros materiales de estos a su vez servirían de influencia para este álbum que justamente tuvo como productor a Ross Robinson quien tuvo la fama de ser considerado el padrino del nü metal por haber producido el debut de Jonathan Davis y sus amigos. El disco lleva ese título porque la banda se mete de lleno a las raíces de la música brasileña, la tapa misma es un dibujo de una mujer indígena con raíces rojas a sus costados. Dan cátedra a lo largo de todo el álbum de cómo deben fusionarse estilos aparentemente sin relación alguna, la primera lección se llama “Roots Bloody Roots”, amenazante inicio en el que se lo escucha a Igor haciendo de las suyas con percusiones de tribus indígenas rapai, Max suena mucho más violento y frontal que nunca, Kisser está de la cabeza, esta convergencia es una bomba
nuclear con varios puntos altos en una sola canción, no en vano es la más reconocida de toda su carrera. El álbum está minado de experimentos exitosos como “Attitude” que empieza con la inclusión del berimbau, instrumento de cuerda tradicional de tribus indígenas que inicia una composición siniestra y demoledora en partes iguales, tomando elementos del metal industrial. El dato nada menor sobre esta canción es que su letra fue escrita por Dana Wells, hijastro de Max quien había fallecido meses después del lanzamiento del disco, este trágico suceso desencadenaría una serie de eventos que terminarían por alejar a Max de su banda. El nü metal se apoderó por completo de la banda no solo en sonido sino también en letras que expresan y odio directo, sin mucha poesía como en sus anteriores producciones. Los chalequitos trü más extremos probablemente se rasguen sus tachas por la dirección que tomaron acá, por la carencia de solos o la participación misma de exponentes del nü metal como Mike Patton de Faith No More y DJ Lethal de Limp Bizkit en “Lookaway”, pero es probable que a escondidas lo escuchen de tanto en tanto, es un álbum fácil de digerir sin culpa, y en su defensa puedo decir que Roots es mucho más denso y elaborado que cualquier otro álbum de nü metal, tal vez Slipknot o System of a Down en sus inicios fueron los que más cerca estuvieron. La canción más innovadora de todo el tracklist es “Ratamahatta” que tiene como segunda voz Carlinhos Brown, referente de tantos ritmos tradicionales de Brasil como la samba que se impregna a la percusión de la canción. Eso no es todo, hay dos tracks instrumentales inspirados en sus ritmos folclóricos a la mitad del trayecto que hacen un cambio de ritmo y presentan por primera vez a unos Sepultura en versión acústica. “Jasco” son solo los cuatro miembros de la banda, Paulo e Igor en percusión, en tanto Max y Andreas comparten roles con guitarras criollas, Kisser mandándose un solo para los libros de historia; a ellos se les suman indígenas de tribu de Xavante originarios de Mato Grosso con sus propios instrumentos y cantos rituales. Para esta altura, uno ya es plenamente consciente que está ante un álbum clásico y singular en su género. Eso que aún hay más: la aceleradísima y sanguinaria “Dictatorshit” que en minuto y medio a Max lo posee un demonio y vuelve por última vez a las raíces de su banda, cuando hacían death metal; el final es una larga improvisación relajada con instrumentos aborígenes, calmado a la luz de la luna con grillos de fondo, alguien de por ahí comparó “Canyon Jam” con un Pink Floyd
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brasileño bajo los efectos del peyote, y la verdad que no pude encontrar una mejor definición que esa. La experiencia shamánica que brinda Roots es incomparable a cualquier otro álbum de metal que haya venido después, algo que Sepultura sin Max intentó replicar en múltiples ocasiones con resultados que dejaron que desear. Es ahí cuando uno se da cuenta que los cambios son necesarios pero no significa que sean algo bueno.
#321 Kaiser Chiefs / Yours Truly, Angry Mob 2007 El paso del tiempo no perdona una, no hace falta pensar mucho para concluir que ese es nuestro verdadero enemigo y cuando miramos en retrospectiva a ciertos eventos que nos marcaron, también nos damos cuenta que no le podemos ganar. En este episodio de “Qué Viejos Estamos” me percato que este álbum cumple una década en los próximos días (26 de febrero), no puedo decir que la obra completa de los liderados por el aquel entonces rellenadito Ricky Wilson me haya cambiado la vida, ya que aún no tenía la cultura de escuchar álbumes enteros, pero sus singles me traerán siempre gratos recuerdos de una de las épocas más felices de mi adolescencia. Tenía 14, 15 años y me conformaba con descargar “Ruby” del cyber para ponerlo en la limitada pero selecta galería de audios de mi Nokia 6230, para tener más variedad en mi repertorio, mi maña era buscar los archivos de menor peso en las páginas piratas, sacrificando cantidad por calidad ya me ponía contento encontrar un tema que no suene salido de un parlante churero. Fue la época en la que empecé a tomarme en serio la actividad de escuchar música, me la pasaba escuchando todo el día la Rock & Pop, fue tan grande mi fanatismo por la radio y su magia que hasta mandaba saludos vía mail casi todos los días a los conductores que los leían al aire y ya me identificaban, gracias a este amor verdadero
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por ese noble medio de comunicación, nunca tuve la duda que le agarra a la gente de no saber qué hacer de su vida una vez finalizado el colegio. En esa época asaltaba el dial un sonido fresco y bailador con guitarras al frente y letras algo concienzudas sobre la realidad de la clase media alta británica, la New Musical Express en su crítica a este álbum no dudó en hacer el paralelismo con la fiebre britpop que desataron Oasis y Blur en los 90s, catalogando a los Kaiser Chiefs como los cinco chiflados del Britpop 2, por la sátira que incluían hasta en sus temas más “serios”. Acababan de conquistar al mundo con hits indiscutidos como “Everyday I Love You Less and Less” y “I Predict a Riot” de su disco debut que vendió millones de copias, así que imagínate la presión que habrán sentido por este segundo álbum. Sin embargo, esa preocupación que podías haber tenido, se disipa automáticamente a los primeros segundos que se escuchan del tema que abre el disco, lo que pasa con “Ruby” es que fue fabricado en un laboratorio del pop, el guitarrista Andrew White se pone la bata de científico loco y saca de un tubo de ensayo el riff ideal para hacer historia, juntás eso con el intelecto de Ricky por hacer coros de estadio y voilá, tenés uno de los hits que nunca más dejaron de rotar en las radios alternativas, simplemente irresistible de principio a fin. La consigna del álbum fue simple: hacer aún más pegadizas y memorables las fórmulas ya aplicadas en Employment. El tiempo nos dice que lo consiguieron. Casi como aprovechándose de que tienen la atención de todos con ese magnífico inicio, los Kaiser Chiefs lanzan su bomba crítica sin previo aviso, “The Angry Mob” es una cañeada tanto a los medios que se encargan de desinformar como a los que se las creen todas, gran parte de la canción es un desquite poético de Ricky sobre las actitudes que contaminan a la sociedad, hasta que en su nudo abrimos los ojos y vemos que estamos todos en la misma bolsa, pogueando y celebrando juntos nuestra propia ignorancia. Yours Truly, Angry Mob tiene algo que no se puede decir de cualquier álbum de indie rock, y es que todas las canciones que la conforman pudieron haber sido singles, un dato curioso es que “Heat Dies Down” jamás fue un corte de difusión pero igual los canales de música y radios lo incluyeron en sus respectivas programaciones porque es una gran canción, no hay mucho argumento que dar, sabían muy bien cómo hacer que sus coros se te queden grabados, las guitarras recibían ayuda de un sintetizador dándole
un aire poptimista justo y necesario. Bah, ni siquiera necesitaban coros, en “Highroyds”, “Learnt My Lesson Well” y “My Kind of Guy” no repiten sus versos en ningún momento, eso no es impedimento alguno para que esta maquinaria movilice multitudes.
por aquel tiempo. Teniendo todas las fichas en contra, aun así hubo personas que se atrevieron a recrear aquel sonido que estaba sacudiendo al resto del mundo, en gran parte por culpa de cuatro personajes con recorte taza en Liverpool.
Eso que ni hable aún de “Everything Is Average Nowadays” que explica porque fueron la banda más cool de esa nueva oleada británica, al hablar de tú a tú con miles de jóvenes que se sentían estancados en la monotonía de su realidad, todo eso bajo un marco de guitarras que tienen cierto parentesco lejano con los Ramones y un coro que ya calificaba como cántico de hinchada. Ni mencioné aún que son unos genios de la ironía del amor, Ricky entra al ring solo con un feroz piano en “Boxing Champ y a pesar de sonar encantador, va relatando que perdió su oportunidad; en la balada central del álbum, la ingeniosamente titulada “Love’s Not a Competition (But I’m Winning)”, el mismo Ricky pela su faceta de sobrador y se contradice diciendo que no tiene rival cuando se trata de relaciones, la canción se refuerza con una guitarra acústica que lo acompaña y un teclado melancólico que eleva el nivel emotivo de esta preciosidad.
Ubiquémonos en el año 1969, nuestro país literalmente vivía en un termo en el que toda cultura extranjera que traspasaba la frontera, tuvo que haber pasado antes por un filtro de personas que decidían con criterios retrógrados lo que era apto para el consumo de los ciudadanos. En ese contexto opresor es utópico creer que hayan existido proyectos como JODI, un grupo formado por los hermanos Joern y Dirk Wenger, paraguayos de descendencia alemana que tus papás (podés hacer la prueba) conocieron como IODI, en teoría el mismo grupo pero más enfocado a las baladas pop.
Los Kaiser Chiefs hoy están irreconocibles y el indie rock así como lo conocíamos está oficialmente muerto, pero en esta ocasión no podemos afirmar que el tiempo ha ganado, este disco se añejó bien y prueba una vez más que la música nos vuelve inmortales.
#322 JODI / Pops de Vanguardia 1971 El origen del rock en Paraguay se caracterizó por el amor a la camiseta, por el escaso apoyo del público, por ser tildado como un aparato desestabilizador que atentaba contra el gobierno, por ende era un deporte extremo querer hacer música “progre”, hasta evitaban llamarlo rock para evitar problemas; a eso súmale que tenían competencia que tenían mejor aceptación por parte de todos, las bandas de covers, mejor conocidas como orquestas
Venidos de una familia de apasionados por la música, su padre y abuelo les enseñaron a tocar sus instrumentos y los hermanos Wenger demostraron interés por la música desde temprana edad, a los 15 años Joern ya tocaba el piano, el bandoneón, la guitarra y el violín, además de tener ya listas sus primeras composiciones, y entre tanto su hermano Dirk dominaba la batería. En el colegio ya tuvieron su primera banda con unos amigos del colegio, The Rabbits que era más una banda de covers que otra cosa, aunque llegaron a sacar un EP con cuatro canciones propias en ese mismo año que se lanzaba Abbey Road. Meses después los hermanos emprenderían otro camino más experimental, montarían un precario estudio en la fábrica de pinturas de su familia y se tomarían el esfuerzo de grabar este LP que lo considero el secreto mejor guardado del rock nacional. Es que JODI y su único material grabado en estos 46 años permaneció bajo las sombras, encajonado en discotecas de solo unos pocos coleccionistas, era improbable pensar que los primeros paraguayos en ubicarse en primeros puestos de listas internacionales con una canción amorosa como “Pienso En Ti”, resultaron ser también los pioneros del rock psicodélico y el garage rock de esta tierra poco fértil para embarcar una carrera musical fuera de lo “tradicional”. Era grande la información que debía procesar cuando me enteré de Pops de Vanguardia, primero tenía que borrar de mi disco duro el dato de que los Pro-Rock Ensamble y su Música Para Los Perros eran el primer álbum de rock grabado en este país, y segundo, asimilar que hubo un material sin precedentes que tomaba como puntos de referencia principales a
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Sgt. Pepper y Pet Sounds, pero navegando sin límites a otros estilos como el blues, el proto-punk y el garage rock. A esta suma de componentes le llamaron ellos mismos “pop espontáneo”. Los primeros dos minutos ya son increíbles, el track “Experimento” en ese entonces sí que le hacía honor a su nombre con una guitarra eléctrica que sonaba a cualquiera de esas bandas que figuran en los compilados Nuggets, un órgano que le seguía el vertiginoso paso como lo hacía también un Ray Manzarek por esas épocas de mucho ácido, y unos silbidos que marcaban el detalle para hacer el éxito perfecto que nunca fue por haberse creado en el momento y lugar equivocados. No se puede dejar de mencionar la creatividad que tuvieron para generar reverb y ecos sin contar con los equipamientos para dicha tarea, porque las condiciones en las que grabaron estos tracks no fueron las mejores pero capturan ese espíritu innovador que no tenía otro vinilo grabado por acá en aquellos años. En “Reflexiones Heladas” por ejemplo, el teclado funciona de guía espiritual para los primeros efectos de eco que se escuchan en el álbum. Joern se las tenía que ingeniar en post-producción para encimar varias cintas, cosa que hoy en día es algo que te lleva un click. Esta mezcolanza de psicodelia con rock bailable desencadenaba genialidades instrumentales como “Primavera Amarilla” en la que Dirk pega con mucha más fuerza de lo normal su batería, sin dejar de sonar armonioso y que se unifique con los fabulosos solos de teclado de su hermano. Era un dúo que sabía llenar muy bien el vacío que dejaba cada uno de manera casi telepática diría. Las distorsiones enmarañadas con la producción lo-fi fueron artífices accidentales de experimentos únicos como la acústica “Arrivederci” que incorporaba distorsiones que hoy en día son más comunes en grupos de noise rock. Para lo único que tomaron riesgos es en el sonido, porque dejando de lado la calidad del audio (en “Sueño de la Catedral” el volumen de la voz suena baja en la mezcla) y alguna que otra señal de elaboración casera, el álbum es bien consistente en el sendero sonoro que desfila, valiéndose de varias sorpresas como un blues psicótico (“JodiRitmo”), un órgano estridente que acapara toda la atención (“Imagen En Rojo”) y unas ganas de ser tan cool como Dick Dale (“Sound Fantasm”). La escucha de este álbum es por demás divertida, se me complica no sonreír al pensar que esto era lo más extravagante que pudo haber escuchado una sociedad tan inocentona pero a la vez conservadora. A los JODI no les interesaba la idea de interpretar estas canciones en vivo, nunca estuvo en sus
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planes, centraron toda su energía en el proceso creativo de su música. El laburo de producción de este álbum es algo que llevó bastante tiempo y los Wenger se darían cuenta de ello cuando firmaron para el sello EMI que les ofrecen grabar en sus estudios con tiempo determinado… simplemente no podían, tardaban mucho más de la cuenta para llevar a cabo sus composiciones, eran unos detallistas e infinitamente curiosos en descubrir qué nuevos sonidos podían agregar a su inventario. Pops de Vanguardia logra una hazaña artística con una puesta avant-garde transgresora, fue por leguas un álbum adelantado e incomprendido de su tiempo, y lo pagaron caro con críticas que lo destrozaron, mucho menos fue un boom comercial y para colmo no podían pasar sus temas en la radio porque ni siquiera podían colarse como música beat que estaba de moda en las emisoras. Esta historia es sumamente llamativa, de verdad merece ser contada y por sobre todo escuchada por mucha más gente, es un caso similar al grupo Death o Los Saicos de Perú que por esas casualidades que tiene la vida, ya hacían bullicios punk antes que eso siquiera tenga un nombre. Por el honor a la verdad, esta obra merece su urgente difusión.
#323 Jay-Z / The Blueprint
2001 Este hito del hip hop ideado por un hombre en su cúspide creativa reunió todas las condiciones que se necesitan para hacer un clásico en mayúsculas y bañado en oro. El muchachote nacido como Shawn Carter ya tenía un puesto decente en el mundillo del rap, pero muy por detrás de los dos más grandes que merodeaban por aquellos años, Biggie y Tupac. El día que salió a la venta esta majestuosidad -literalmente- cambió el mundo así como lo conocíamos, aquel fatídico 11 de septiembre caían no solo las Torres Gemelas, también ponían fin a un ciclo dominado de beats generados por sintetizadores (legado de Timbaland que también produce acá la jovial “Hola Hovito”).
Se había perdido un poco la cultura del sample debido a los altos costos del copyright, pero Jigga tenía que hacer una inversión importante para ser recordado por su música y no por lo denso de la vida que fue: durante las sesiones de grabación de este álbum, estaba siendo procesado por dos cargos que implicaban posesión de armas y haber apuñalado al productor Lance Rivera dos años atrás en una farra. Lo que le sumaba puntos a Jay es que en su música no se callaba nada de esto, soltando líneas como “But you will respect me, simple as that, or I got no problem goin’ back”, lo cual en retrospectiva suena cuanto menos gracioso, conociendo la ahora respetable imagen de hombre de negocios que proyecta. Pero antes era el villano y se aferró a ese personaje que con soberbia se medía a Rosa Parks, Malcolm X o el mismo Martin Luther King, a la vez que apuntaba y advertía a los que intentan “copiarlo”, todo eso ocurría nada más que en el primer track, “The Ruler’s Back”. Si había alguien que estaba de verdad con todas las luces encendidas era Jay-Z en este álbum cuyo segundo track inaugura lo que se conocerán como diss tracks que vendrían a ser como batallas de rap que se incluían dentro de los discos, en “Takeover” Jay se lanza encima de Prodigy, uno de los Mobb Deep, pero el que recibe la peor parte es Nas a quien le escupe fuego durante gran parte de la canción. Este es el primero de los cuatro tracks que produce un joven desconocido llamado Kanye West que pintaba para crack, ¿alguien sabe qué se hizo de él? Este enano metió acá un tema de The Doors comosample principal, y también apareció el clásico de clásicos “Sound of da Police” de KRS-One, y no contentos con eso, Jay cita la canción “Fame” de David Bowie. Esta dupla comparte varias características en común, aparte de tener oídos envidiables para renovarse siempre, sus egos ocupan planetas enteros y eso se evidencia en la siguiente canción, “Izzo (H.O.V.A.)” que ahora me vengo a enterar que es una abreviación de Jehová, y pensé que Yeezus vino primero al querer compararse con algún Dios. “Izzo” fue un hitazo que tenía como base el tema “I Want You Back” de Jackson 5, el flow detonante de Jay en cada verso daba señales de que no hace falta ser el más rápido para ser el mejor… pero trajo al más rápido para jugar con él, hecho que hasta ahora genera risas. Eminem es el único feat acreditado en todo el álbum y en “Renegade” produce, colabora y opaca a Hov (llamémoslo así ya que le gusta), un año antes lanzaba The Marshall Mathers LP y con ello le vino la fama y la polémica encima porque era “una mala influencia para los niños”, dato que no desaprovecha para burlarse durante esta canción que está considerada
como una de sus mejores interpretaciones, y eso no lo pongo en duda ni medio segundo. La influencia de Kanye se ve hasta la luna en “Heart of the City (Ain’t No Love)” y “Never Change” donde incluso acompaña vocalmente, es que en estos tracks no se puede negar el encanto soul con el que está perfumado todo este material que como leí por ahí, evolucionó a Jay-Z de ser un rapero a ser EL rapero. Hay un par de mitos que solo engrandecen aún más a este álbum que de por sí es superior a cualquier cosa de gangsta rappers que se andaban reproduciendo por esos años. Una de ellas es que Jigga asegura haber escrito todas las letras del álbum en solo dos días, y la más impactante pero no improbable es que en la canción “Girls, Girls, Girls” colaboran unos cuantos artistas como Q-Tip de A Tribe Called Quest y ni más ni menos que un no-acreditado Michael Jackson. Si este álbum ejerce algún tipo de influencia hasta estos días es por toda esta gente que fui citando. Su título más que acorde vaticinó su destino, sirviendo de modelo a las nuevas generaciones, utilizando las influencias y el buen gusto musical como medio para dejar una marca indeleble en la historia del estilo.
#324 Sumo / After Chabón 1987 Si hay un ente superior que mueve las fichas de nuestros destinos, es probable que también se haya encargado de la selección natural de mártires que marcaron historia en distintos ámbitos de nuestras vidas. Sonará cruel decirlo pero pienso que la muerte sirve a veces para revalorizar a algunas personas que estuvieron el tiempo justo y necesario para marcarnos por siempre. Abandonaron sus vidas corpóreas para dejarnos con un antes y un después de ellos, dejando legados imborrables e imposibles de saltear cuando se habla de la cultura o movimiento del que formaron parte. Coincidencias que la prensa se encargó de mitificar como la tristemente célebre lista del “Club de los 27” hacen que creamos que hay algo que une todos los cabos, determinando los giros argumentativos de nuestra historia.
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Así es como podemos decir que Luca Prodan, un tano criado en Inglaterra fue elegido para caer en la Argentina y cambiar la cara del rock desde adentro. Poeta sensible de personalidad furiosa que tardó menos de una década con Sumo para abrir la mente de miles con su particular e inimitable actitud. Muchas cosas se pueden decir de este pelado que firmó su adiós tempranero con su álbum favorito, el que grabó en una sola tarde, el que no tenía hits, el que incorporó todos los géneros que más le gustaban, el que significó el final de una era en el rock argentino, el que lo consagró como una leyenda, el que nos hace extrañarlo todos los días a pesar de no haberlo conocido y ni siquiera haber nacido en su misma época. El tercer y último álbum de Sumo llegó en el punto más frágil en la vida de Luca, dicen que de las 12 canciones que la conforman, solo tenía la parte de 5 y el resto fue puro carisma e improvisación de un hombre al borde del colapso, adicto al ginebra que meses después moriría de una hemorragia hepática con una sonrisa pintada en el rostro. Siendo una obra tan sufrida, After Chabón no traslada ese caos interno, más bien realza el laburazo que tuvieron los demás integrantes de la banda que fueron siempre opacados por su frontman. En “Crua Chan”, el batero Alberto “Superman” Troglio replica el redoblante que tenía Prodan en mente, recordando los años en donde formaba parte de la banda marchante de su colegio, Mollo se le une de inmediato logrando sacar el sonido de una gaita con su guitarra sintetizadora, dejando a la canción en un mixto entre el té inglés y el whisky escocés, sumándole la letra con sus referencias a la batalla de Culloden que enfrentó a ambas naciones. Gracias a Sumo también puedo decir que le tomé el gustito al reggae, “No Tan Distintos”, “La Gota en el Ojo” y “Percussion Baby” fueron temas que llevaron el cuelgue a los escenarios del rock nacional argentino, metiendo percusiones dub y vientos encantadores. Los dueños de esos sonidos eran Pettinato y Arnedo que se lucían en “Banderitas y Globos” con un bajo que agita en cada punteada y un solo de saxofón admirable que se roba todos los aplausos que iban para Prodan quien va relatando subliminalmente su final (“Estoy dando vueltas sobre el carrusel, mi cabeza esta podrida, se me quema la piel”). Se adelantan un par de años antes del apogeo del dream pop de Cocteau Twins o Galaxie 500 con “Hola Frank” que tiene una melodía nostálgica, me produce algo hermoso y único que lo podría comparar con “Hybrid Moments” de Misfits pero no porque guardan relación alguna en cuanto al estilo, sino porque me transmiten una sensación de felicidad y tristeza al mismo tiempo,
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la verdad que me cuesta definir con palabras esa gratificación emocional que recibo al escucharlas. Cada canción minada de insights hacía la sociedad argenta alcanzó su cúspide en “Mañana en el Abasto”, describiendo la cotidianeidad de un barrio típico de Buenos Aires, nos plantea un lugar ordinario, cuasi monótono, sin ningún interés en embellecer su descripción, Prodan ensaya una poesía maldita, mientras que el resto de la banda refuerza el concepto con una melodía hecha de una sola nota. En ese mismo sendero, “Ojos de Terciopelo” traen la oscuridad del post-punk a lo Bauhaus, incorporando este género antes que nadie en el país, porque Sumo podía afrontar la carencia de dotes musicales con sobredosis de exploración sonora, allí radicó la clave para llamarlos adelantados a su tiempo, así como los Soda Stereo de Cerati a los que Luca siempre daba palos cada vez que podía, porque en pocas palabras, para el no representaban más que un espejo de lo que estaba pasando afuera, aunque pensándolo bien quizás eran celos disfrazados ya que estaban siendo más masivos haciendo casi lo mismo que el. Prodan luchó contra todo lo establecido en el rock sudamericano con su naturaleza espontánea y los kilómetros de calle que llevaba encima, supo bajar mejor que nadie su cultura cosmopolita al lunfardo argento, exportando ideas que estaban causando estragos en tierras lejanas, valiéndose de su gran habilidad como letrista (¿improvisador?) para mandarse metáforas surreales como la excitante “El Cieguito Volador” que nos deja dando vueltas. Su cuerpo vapuleado de tanta batalla dejó un último pogo para la posteridad, haciendo una redención punk del villancico “Noche de Paz” en su simpático spanglish. Así lo recuerdo a Luca, un hombre dañado por tanto rock and roll que en este disco no para de recibir ovaciones mientras dice chau.
#325 Le Tigre / Le Tigre 1999 Les comparto esta receta para hacer un álbum político y divertido al mismo tiempo. Estoy seguro de que les encantará tanto a los más pequeños como a los mayores de la casa,
para los amantes de lo dulce y lo salado al mismo tiempo, sin perder el sabroso toque experimental para los oídos más exigentes. Tomen nota en sus casas de los ingredientes y el paso a paso para elaborar estas sencillas pero ingeniosas canciones para bailar y reflexionar con toda la familia. INGREDIENTES (rinde para 12 canciones) -1 líder contestataria -2 personas enteras de mente abierta -3 docenas de ovarios bien puestos -2 litros de humor inteligente -2 órganos Farfisa -5 cucharadas de go-go de los 60s -4 pedazos enteros de new wave -2 kilos de odio crudo hacía el sistema -300 gramos de post-punk -3 latas medianas de inocencia falsa -diversión a gusto PREPARACIÓN 1- Tener lista a la persona revolucionaria para dejar todo lo que venía haciendo antes, asearla de cualquier tipo de suciedad relacionada con el punk rock, vertirla lentamente junto a las otras 2 personas y varias baterías programadas en los sintetizadores. Revolverlas hasta formar una masa viscosa parecida a una fiesta dance-punk. 2- Espolvorear una docena de personalidades cuyos únicos trabajos inspiraron un montón en cada una de sus áreas, descascarear a cada una de ellas para resaltar el feminismo que llevan en sus respectivos ámbitos. Picar los trozos de new wave e ir esparciéndolos por toda la masa, mientras ir preparando el fuego para hervir la sartén con un poco de la inocencia falsa para aplicar luego en las letras. 3- Reposar en baño maria el odio crudo hasta que llegue a un punto que parezca un chiste. Antes de llevar a cabo este procedimiento, recomendamos rocíar la diversión y el go-go de los 60s para hacer una de las canciones más memorables, a no confundirla con el guiso realizado por Violent Femmes en 1982. Tras unos 5 minutos a fuego lento de la masa viscosa, añade el post-punk a la instrumentación y no temas en salirte un poco de las instrucciones al agregar ciertos samples para formar un collage de sonidos experimentales pero apetitosos que combinan muy bien con el resto de los componentes. 4- Una vez listo todo, remover la masa y enrrolarla junto a todo el contenido en un bol colorido. El
banquete te tiene que quedar como unas The Slits más electrónicas con la tonalidad vocal de B-52’s. A este plato lo llamaremos electroclash y se sirve bien caliente.
#326 Refused / The Shape of Punk to Come 1998 Empezando por su nombre, este álbum estuvo predestinado a ser único en la fauna del punk. Los que ya pudieron escucharlo antes saben que quedó como un vaticinio erróneo, una obra que no diría que fue incomprendida en su momento porque al poco tiempo de su lanzamiento, los Refused alcanzaron el título de banda de culto, ayudó la leña al fuego que tiraron el haberse separado ese mismo mes. Después de casi 20 años, resulta irónico que The Shape of Punk to Come: A Chimerical Bombination in 12 Bursts (su nombre completo) haya aparecido en listas de discos más influyentes al ser un trabajo que sentó los cimientos de un género tan gastado como remera de Ramones, y nadie se atrevió a construir nada encima. Por aquel entonces si no te subías al barco del pop punk de los cada vez más populares Blink-182 y Green Day, te hundías en el under con el punk más clásico y conservador de la mano de sus exponentes siempre vigentes en el nicho más “trü”, Bad Religion, NOFX, entre otros. La consigna de este glorioso, reaccionario y destructivo álbum fabricado en Suecia era una nueva forma de hacer punk, lo dejan más que claro en las letras de su tema más conocido, “New Noise” que sirve como una filosofía donde exponen sus ideales musicales. Decían que si el punk quería seguir siendo relevante, tenían que dejar de sonar como una banda de punk. No es algo tan loco como suena, es más, es algo lógico respaldado por la esencia misma del estilo que induce a quebrar todo tipo de establishment, en este caso, estos cuatro muchachos creían que el sonido mismo del punk rock había entrado a un sistema donde todos sonaban igual.
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Tuvimos entonces a un grupo que quiso dejar de sonar punk y terminó siendo uno de los más punk de todos por lo que más importa: la actitud. Pero no solo eso, a nivel musical eran unos malditos genios de la composición que para llevar a cabo esta cerebral tarea, alquilaron inspiración de otros lugares. The Shape of Jazz to Come fue un LP de 1959 hecho por el saxofonista avant-garde, Ornette Coleman que también en su momento intentó imponer un nuevo orden a las estructuras de su género amado. No solo en el título homenajean al jazz, los complejos ritmos que implementaron en gran parte del álbum tienen mucho de ese libre albedrío que le ofrece el jazz a los músicos cuyos únicos límites son solo sus propias destrezas… y vaya que estos forzaron todas las barreras, destacando muy por sobre sus demás compañeros de equipo, el baterista David Sandström que tenía una técnica increíble para los cambios de tempo, la armonía y su uso prodigioso de platillos, por favor lo que es la sección de batería en “The Deadly Rhythm”, una monstruosidad. Hasta en su tapa podemos percibir que hay una enorme infusión de jazz acá, lo que hace que este álbum que en esencia es hardcore sea accesible para todos a pesar de los gritos exasperantes de Dennis Lyxzén quien no desaprovecha para lanzar dardos anticapitalistas como en el sangriento comienzo con “Worms of the Senses / Faculties of the Skull” donde pela el dedo del medio a corporaciones como Coca-Cola y Shell. Al principio de este track deja sentada la postura de que en las siguientes canciones, lo poco que lleguemos a entender de lo que vaya a gritar, van a ser cosas que no caerán bien a todos: “They told me that the classics never go out of style, but... they do, they do”.
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estaban esperando que a alguien le dé la cabeza para encajarlos a la perfección como ocurre acá. Fácilmente uno de los mejores discos de hardcore de todos los tiempos por cómo suena y el encare conceptual que lograría un abrazo entre Miles Davis e Ian McKaye.
#327 Gil Scott-Heron / Pieces of a Man 1971 Hay mucho por agradecer a este hombre, sin el no tendríamos Kendricks, ni Kanyes que no solo mantienen viva la llama que empezó por su cuenta, sino que la incendiaron y expandieron ese fuego a lugares totalmente impensados para la comunidad negra de hace cuatro décadas. Me estoy refiriendo a alguien que la prensa calificó como “el Bob Dylan negro” y el apodo aún más reconocido, “El Padrino del Rap”. Estoy hablando de alguien que no recibió el reconocimiento que se merecía por semejante obra, me obliga a poner un adjetivo que no uso muy seguido para calificar con una sola palabra al álbum que tenemos por acá: importante.
Forman un ying yang de tensión y catarsis en canciones como “Liberation Frequency”, siguiendo una estructura de montaña rusa emocional que solo por eso me hace pensar que este álbum tal vez es al post-hardcore lo que fue Nevermind con el grunge. Cuando hay momentos de templanza, no respira un alma (el cierre acústico con “The Apollo Programme Was a Hoax”), cuando hay momentos de violencia, la bola de energía que liberan es avasallante. Caos matemáticamente planeado.
Gil Scott-Heron fue un poeta del jazz, alguien que describía con sutileza las situaciones más desesperantes que acongojaban a su país y a su cuerpo mismo, había escrito varias poesías que las declamaba en teatros hasta que un amigo le sugirió que sería una buena idea musicalizarlas, se alió en el 71’ con Brian Jackson, un maestro multi-instrumentista y lanzó esta piedra angular de proto-rap con una sabiduría lírica nunca antes escuchada hasta ese entonces, abarcando la vida en el ghetto, las drogas, y la crítica social y política como sus tópicos centrales.
La hazaña cometida acá fue la de agarrar cosas que se creían incompatibles como el techno y el hardcore, “Bruitist Pome #5” es algo que habrá desconcertado a más de una persona con cresta, consiste en un instrumental de minuto y medio que parece hecho por Aphex Twin o DJ Shadow. Parece que esta fusión de estilos estaba destinada a ser y solo
Pensar que de este álbum muchos solo conocen la primera canción, “The Revolution Will Not Be Televised” tiene un mensaje más que vigente hasta el día de hoy, desmenuzando lo que nos muestran los medios de comunicación que solo muestran lo que les conviene, guiándose por patrocinios, ocultando lo esencial que está en el lugar de los hechos y en
la mente. En solo 3 minutos, Gil rapea decenas de referencias culturales como para poner en pausa y analizar qué quiso decir con cada frase, era un tipo preparado y sabía muy bien de lo que estaba hablando, esta canción era su currículum abreviado de todo lo que era capaz de hacer con el poder de las palabras. Fue un adicto al crack y la merca hasta el día de su muerte, no temía a la muerte y su tema más emblemático con respecto a este asunto fue “Home Is Where The Hatred Is”, una crónica en primera persona, deliciosa para los oídos sordos que se niegan a hacer una comprensión lectora de lo que está cantando el autor que convive con su lucha drogadicta y todo lo que eso implica de cualquier individuo. Una de las partes más fuertes de este soul aparentemente animado es la que se dirige a la familia del adicto que los invita a ponerse en su lugar: “You keep saying, kick it, quit it, kick it, quit it. God, but did you ever try?”. Entre los puntos débiles de Scott Heron es que fue un mártir de las sustancias duras que las consideraba como su verdadero hogar (“Home is where the needle marks”), a veces no hay propaganda antinarcóticos que funcione mejor que exponer lo que se siente por dentro y cómo se van deteriorando las prioridades de uno. Un álbum tan rico en influencias rinde tributo directo a sus maestros en temas como “Lady Day and John Coltrane”, homenajes póstumos de Scott-Heron a los pilares del jazz que evoca para alejarse un rato de sus problemas, los tiene tiene allí bien arriba, en especial a Coltrane en letras que endiosan su legado, “Until our hero rides in, rides in on his saxophone”. Este flacucho hombre afroamericano proclama sus versos maldiciendo, hay enojo en sus dichos, un enojo pasional que carecían otros artistas del soul y del funk de aquella época quienes sí llegaron a tocar el estrellato con las manos: Curtis Mayfield, Marvin Gaye y Herbie Hancock, entre otros. Hay otras maravillas como “Save the Children” con un potente mensaje que si bien puede funcionar para todos los niños del mundo, Gil lo canta específicamente a los niños negros que van a afrontar un duro mundo minado de injusticias para ellos. En el tiempo que escribió esto, las muestras de racismo hacia las personas de color eran todavía moneda común. También alberga en este LP, composiciones que alegran el alma desde sus magníficas instrumentaciones hasta letras que nos invitan a sacarnos la careta para mostrar nuestro lado más bello, ese que se encuentra siendo nosotros mismos sin inhibiciones y que Gil le acierta al ojo en “When You Are Who You Are”, mientras que en “I Think I’ll Call It Morning” nos detalla porqué esta bueno hacer la vista gorda a las
desgracias, a concentrarse en la faceta buena de las cosas, una canción libre como los pájaros. Estas dos canciones serían como el lado B de todas las canciones de la primera tanda mucho más punzantes. Aunque esa ilusión acaba en el siguiente tema, la homónima al álbum que en tono melancólico, Gil va develando una escena del crimen que va siendo contada con lujo de detalles, podemos visualizar cada rincón de esta canción como si se tratase de una película, gracias a su dote de storyteller narra desde el punto de vista de un hijo, el quiebre emocional de su padre ensimismado en sus problemas, recibe la noticia de que acaba de perder su trabajo, es algo que te deja hecho trizas. A pesar del carácter pesimista (realista) de su discurso, Gil se las arregla para incluir en la misma bolsa una buena dosis de sátira en tiempos de turbulencia, la influencia que ejerció en la música sobrepasa al rap, llegando por ejemplo a ser citado en la lisérgica “Losing My Edge” de LCD Soundsystem, y de manera póstuma, Jamie xx remixó en su totalidad el último álbum en vida de este señor cuyas palabras cargaban océanos de verdades. Coincido en algo que leí por ahí que decía que hoy en día es muy difícil dimensionar toda la influencia que tuvo este álbum en la música, ya que se ha robado tanto del mismo que se opaca todo el aporte que hicieron Scott-Heron y Jackson, licuando un mix de soul, jazz y lo que luego se conocería como rap. Es un álbum al que es imposible encontrarle todos los puntos altos en una sola escucha, es muy loco además cómo una sola de las piezas que conforman este trabajo opacó al resto, cuando le preguntaron a Gil sobre esto, tiró la posta de la vida: “Tal vez la gente estaba intimidada por las cosas que no conocía”.
#328 Modest Mouse / The Lonesome Crowded West 1997 Conozcan a Isaac Brock, un redneck que se juntó con dos vecinos en algún suburbio de Seattle para armar una banda de rock, algo que era lo más lógico y normal del mundo teniendo veintitantos años en plena cuna
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del grunge. Habían pasado 3 años de la muerte de Kurt Cobain pero su cuerpo todavía permanecía tibio para muchos, incluyendo a los Modest Mouse que una gran mayoría conoció con su tema “Float On”, una canción poptimista que Isaac compuso para descongestionar toda la mala onda que recibía diariamente por parte del gobierno de George W. Bush, esta canción incluida dentro del álbum perfectamente titulado Good News for People Who Love Bad News les puso en el sitial de grupos pioneros del indie rock. Pero antes de alcanzar el mainstream, lo que hizo esta banda fue algo mucho más visceral, directo y raro que no encuadraba ni cerca para los estandáres radiales de la época, en primer lugar por la aspereza de su sonido y segundo, y más importante por los temas que trataban en sus letras estaban condenados a ser una banda de nicho para ansiosos que no entienden a la gente que les rodea, Brock usaba la excusa de tener una banda de rock para destapar con maestría poética lo que no quería hablar con sus amigos en conversaciones normales, los problemitas mentales por los que pasaba y los hilaba en doble sentido para criticar a la sociedad con toda la furia que tenía guardada en sus adentros. “Teeth Like God’s Shoeshine” es un buen resumen de todo lo que el segundo álbum de Modest Mouse tiene para ofrecer, considerado con justa razón como uno de los mejores álbumes indie rock de los 90s. Impresionante que ya en la primera canción tengamos tantos momentos memorables reunidos, como la progresión del tema va siendo un zigzag de tonalidades cargado de riffs afilados y la batería de Jeremiah Green va siendo destartalada por golpes impredecibles, entretanto Brock lanza un slogan tras otro sobre tensiones hiperbólicas (“From the top of the ocean, yeah, from the bottom of the sky, goddamn. Well, I get claustrophobic”) y el capitalismo (“And the television’s on, go to the grocery store, buy some new friends”) en un estado demencial que perdura en casi todo el recorrido. Las metáforas que Isaac utiliza para transmitir su angustia juvenil son cuanto menos dignas de un pequeño análisis, como cuando compara a su cerebro con una hamburguesa que va siendo cocinada por su corazón en “Heart Cooks Brain” donde irrumpe un scratching en esta radiante balada suburbana de grueso calibre para cualquier emo kid. El sentir de un pueblerino que deja de respirar aire puro por culpa de la industrialización y sus autopistas se oyen a los gritos en “Convenient Parking” donde se va haciendo cada vez más palpable el escenario que va relatando Isaac en su estilo peculiar donde pasa de la serenidad a la agresividad en menos de 3 segundos,
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provocando una fijación única en él porque no sabés con qué te puede sorprender en cualquier instante. En el otro extremo donde los ánimos están más calmados tenemos al “Cowboy Dan” en lo que según Eric Judy sería música para el viejo Oeste si es que hubiesen tenido guitarras eléctricas en esa época. La progresión instrumental de este tema es fabulosa y cinemática donde los personajes montados en sus caballos se buscan sigilosamente hasta que en el minuto final se da lugar a un masivo tiroteo que no deja ileso a nadie. Al escuchar canciones con la grandeza de “Lounge (Closing Time)”, uno puede deducir de dónde sacaron su sonido característico bandas como American Football que llevaron las emociones de las guitarras eléctricas a una nueva dimensión, aunque la variedad de estilos que se conjugaron en este álbum superan las expectativas: en “Jesus Christ Was an Only Child” tenemos algo que podría ser música celta con guitarras criollas y violines mientras Isaac se la pasa blasfemando sobre un Jesús que en su mente se la pasaba feliz y borracho, este recurso de cuestionar la fe en la religión es algo que se encuentra entrelíneas en muchas canciones de TLCW; para “Doin’ the Cockroach” tenemos lo más parecido a un ritmo dance gracias al entendimiento de Eric y Jeremiah en el bajo y bata respectivamente y en el que Isaac se vuelve un loco de atar con sus solos y alaridos que tenían una clarísima influencia de Pixies. Había en estos tres muchachos una necesidad compulsiva de expulsar toda la mierda que iban acumulando en los miles de kilómetros de gira recorridos para promocionar su primer disco, este álbum fue creado en la marcha, recogiendo experiencias y grabándolas en crudo en el estudio, así fue como salieron monumentales improvisaciones como “Trucker’s Atlas” que es lo que pasa cuando le dejás a una banda con todas sus luces prendidas y no les decís que se detengan por nada del mundo. Lo que te quedan son 10 minutos de oro puro e irrepetible como habrá sido en su momento “Marquee Moon” de Television. Isaac dijo que que estuvo escuchando mucho a Bob Dylan en el tiempo que estaban grabando este álbum, claramente eso se ve reflejado en “Trailer Trash”, el que a mi parecer es la mejor canción del álbum por reflejar con las palabras exactas lo que implica una tumultosa vida en casas rodantes, no solo limitándose a describir la falta de lujos, sino que se mete en la espina del problema que afecta a millones de familias disfuncionales (“Short love
with a long divorce and a couple of kids, of course. They don’t mean anything”), eso junto a la nostalgia celestial extraída de los instrumentos, hacen de esta una de las mejores canciones infravaloradas de todos los tiempos. La honestidad y el cinismo se abrazan con enojo en esta obra maestra fiel reflejo de los derrotados que buscan una salida a través de la música.
#329 Queens of the Stone Age / Songs for the Deaf 2002 Corría el año 2002 y yo parece que andaba escuchando Radio Disney por estos lados, pobre criatura indefensa, de lo que me estaba perdiendo. En el desierto de California se estaba grabando lo que sería años más tarde, un disco que me enderezaría en la vida, no, no necesite ir al servicio militar, la furia desatada por esta máquina llamada Queens of the Stone Age me salvaría de un camino sin retorno. El tercer disco de la banda líderada por Josh Homme salía a la venta un 27 de agosto del 2002 y en el incluiría los mejores temas de su carrera. Alguien que todo lo que toca lo convierte en oro tuvo que venir para formar parte de esta obra maestra: Dave Grohl, que se lo asignó a sentarse detrás de los parches de QotSA durante la grabación de este álbum y su posterior gira.
y una guitarra eléctrica tirando sus primeros acordes hasta que asustándote salta el grito de Nick Oliveri, ese pelado loquísimo que se lo echará un par de años más tarde justo por eso, por muy loco. El colorado sin pestañear saca a Nick del micrófono y se acomoda tirando ese riff asesino que invade “No One Knows”, ese riff que es la verdad absoluta, ese riff se te pega como cola de zapatero y tiene su mismo efecto drogadicto. Fue el primer corte de difusión del disco y es el que le abrió las puertas del estrellato. La curiosidad de este tema es que ya existía antes de existir, ¿cómo es eso? en la canción “Cold Sore Superstars” de las Desert Sessions de Homme ya se incluía el riff de este pero en un formato más pacífico y las letras cambiadas. El DJ Héctor Bonifacio Echeverría de Cervantes de la Cruz Arroyo Rojas presenta la próxima canción con la siguiente línea: “qué música impresionante, temible y verdaderamente ahora van a ver, aquí va”. Es “First It Giveth” que suena posiblemente estando ya bien adentro del desierto, con un ritmo frenético que no tiene intención alguna de detenerse. Continúa este empolvado recorrido con el track que genera mucha azúcar en la sangre, “Song for the Dead” que en los conciertos de esta banda suele ser el momento más épico, los cambios de ritmo que tiene dan para el descuartizamiento en pogo. Todo el terreno quedó rastrillado luego de esa canción pero no estamos ni a la mitad aún, proseguimos recogiendo nuestros pedazos bajo un cielo teñido de rojo sangre y se escucha de fondo “The Sky Is Fallin’” y vaya que suena a eso. Tempo apocalíptico de seis minutos y pico que da paso a una viñeta escandalosa, “Six Shooter”, donde vuelve a aparecer Nick en vocales solo para decir que está vivo y muy pero muy enojado.
Songs for the Deaf es considerado un álbum conceptual que te lleva de paseo en una carretera a alta velocidad pasando por Los Angeles hasta el desértico Joshua Tree. Durante el viaje irás buscando en el dial una emisora que te cope, es ahí como todos los caminos te llevarán a escuchar indefectiblemente a Josh y compañía entre tanta mierda radial que escucharás entre tema y tema.
Fíjate para “Hangin’ Tree” quien vino, esa voz rasposa suena conocida, es la de Mark Lanegan que vino a enquilombar aún más la cosa, pero ni tanto, es lo más melódico que se escuchó de lo que va de SFTD, como que dio espacio para recomponerse y volver a acelerar la marcha y qué mejor que con “Go With the Flow”, este pedazo de adrenalina con vida propia asoma su paso, encima tiene un vídeo que le hace justicia, de lo mejor que se haya visto por aquellos años. Seguir a donde nos lleva la corriente era el deber a cumplir.
Entonces arrancas los motores y te adentras de lleno a la experiencia, prendes el soundsystem y dejas en Clone Radio donde un locutor presenta “You Think I Ain’t Worth a Dollar, But I Feel Like a Millionaire” que empieza calma con una bateria a medio tiempo
Para esta tercera venida de Nick en las voces en “Gonna Leave You” parece que se le concedió solo si bajaba unos cuantos cambios y así lo hizo mandándose uno de los tantos picos altos de este discazo sin puntos débiles. “Do It Again” reafirma lo dicho con
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otro riff taladrante, que te juega hasta en la letra (“I fall over and over and over over over on you”), denle una connotación sexual que seguro tuvieron toda la intención del mundo para que que fuere así. Medio minuto sin decidirte en qué dial dejar la radio hasta que de repente una marcha enfermiza se acerca y te tira humo por la cara, te marea pero no tanto como para no entender lo que está sucediendo, es que Dios está sonando en la radio (“God is in the Radio”) y no estás alucinando, bueno, tal vez si, solo en ese estado se ha de poder disfrutar con exceso este placer auditivo que tiende a distorsionarse a partir de este tramo, pero jamás usamos ese verbo en este caso para referirnos a algo malo, oh no. “Another Love Song” no se parece en nada a lo que se escuchó antes, parece hasta otro grupo el que lo interpreta. Una canción que es una burla a las canciones de amor y vaya que nos gusta burlarnos de ellas mientras escuchamos stoner rock, género en el que abunda el sexo sin amor. El panorama del disco desde este punto tiene todas las de terminar de manera sombría, pues si, en parte tienen razón, para “A Song for the Deaf” se escuchan gritos de dolor y allá por el final un conductor de radio de voz penetrante diciendo buenas noches hasta un silencio de 30 segundos que se corta con una versión incompleta de “Feel Good Hit of the Summer” en el que se reemplazan las letras por unas risas malévolas. Escuchar eso asusta más que leer un creepypasta solo en la oscuridad a las 2 de la mañana. Ya como track oculto tenemos a “Mosquito Song”, una balada con el registro más bajo de Homme y el cierre que vino con las ediciones inglesa y japonesa es el cover de The Kinks, “Everybody’s Gonna Be Happy”, una canción que en una realidad ideal se pondría a las 3 de la mañana en los boliches para echar a la gente.
#330 Drop Nineteens / Delaware 1992 Alguien dijo alguna vez que la música no tiene edad, refiriéndose a que una expresión de arte es algo inmortal, una vez que llega a ser plasmada y ser expuesta bajo el escrutinio público.
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Definitivamente un romántico el que pronunció esa frase por primera vez, pero no podríamos darle la rotunda razón sabiendo de la existencia de bandas como Drop Nineteens que pertenecen a un espacio y tiempo que jamás volverán. Nada más mirá esa tapa y decime si no es una pieza de arte que define toda una década, ahora escuchá lo que hay dentro y te topás con una canción llamada “Winona”, haciendo referencia a la actriz ícono de dicho periodo de tiempo, ya está, estamos ante el disco más noventoso de los 90s, tan noventoso que una vez finalizada la década, se quedaron encerrados en ella y pocos volvieron a abrir ese baúl de los recuerdos. En sus apenas cuatro años de existencia (1991 – 1995), esta agrupación fue conocida por ser la primera banda shoegaze importante de los Estados Unidos, ya que el apogeo de dicho género se estaba dando con bandas principalmente del Reino Unido. Es más, los D19 llegaron a destiempo ya que el álbum más importante del estilo ya fue creado (Loveless, por supuesto) y ellos recién estaban empezando a tocar y lanzar su minúsculo primer EP, el discreto éxito que llegaron a tener les sirvió para girar principalmente en Europa y tocar en los festivales más importantes. Más que eso nada, fueron tragados y escupidos por la historia, lo cual es una pena ya que en su primer álbum hay más que un par de tesoros a ser rescatados. Esta banda de amigos en Boston, inspirados en la vanguardia del otro lado del charco con My Bloody Valentine, Slowdive y The Stone Roses, empezaba con la canción que daba nombre al disco y arrancaba con un minuto y medio de instrumentos conociéndose tímidamente entre sí hasta que se arman de valor y estallan entre sí en ese hermoso ruido que caracteriza al estilo, ese que suena tan fuerte que las voces se vuelven murmullos perdidos, Greg Ackell y Paula Kelley cantan al unísono sobre un paseo por calles hollywoodenses, pero de lo que hablan importa muy poco en esta banda que apoya todas sus fuerzas en su implacable sonido formado por guitarras sanguinarias, lo digo así porque es muy probable que por la fricción que hayan tenido sus dedos con las cuerdas, el filo de las mismas no hayan ponderado la piel. El núcleo de este álbum se encuentra en “Kick the Tragedy”, una canción que es un mar de reverb sin fondo, la desilusión en estado gaseoso, al darle play a esta canción, podemos advertir cómo el aire está siendo capturado por un intenso sentimiento de melancolía que
solo es interrumpida por un monólogo intermedio de Paula, dimensionando la insignificancia de sus problemas al no encontrar aún alguien con quien compartir sus sueños; termina eso y el apartado instrumental se intensifica considerablemente, esos minutos finales están para ser consumidos con los ojos cerrados y dejarse llevar, para soñar despiertos.
malas críticas y hasta fue censurada por tocar temas como la prostitución y el suicidio. Pensar que Andy Summers, Stewart Copeland y Sting fueron punks que tocaban en el CBGB y otros bares de mala muerte antes de “aburguersarse” por culpa del éxito instantáneo de esta obra obligada a escuchar para cualquier amante de la música en general.
“Reberrymemberer” es otra gema dentro del tracklist, siendo la canción más abrasiva tanto por la forma en que lo canta Gregg, a los gritos casi como si estuviera en una banda de black metal, queriendo escapar de las tortuosas guitarras que no dan tregua con el ruido blanco durante toda la canción. Ojo al cover de Madonna que viene pegado, desplazando la inocencia de “Angel” por una muralla de riffs armónicos, me llamó un poco la atención que sin cambiarle una sola palabra a la letra, esta canción tiene un significado más oscuro bajo este contexto, como si la reina del pop estuviera dedicando este tema a un pretendiente, y en esta versión parece que se la dedican a alguien que pasó a mejor vida.
No te diría que fueron los primeros en fusionar el reggae con el punk porque apenas al año anterior The Clash ya estaba jugando con eso, tampoco te diría que fueron los mejores sabiendo que hubo bandas como The Specials que la dominaban en esa área, pero si te diría que fueron los que supieron penetrar como nadie en el inconsciente del pueblo con una canción de la talla de “So Lonely”, icónica composición que sería una celebración a la soledad, escrita por Sting quien se basó en “No Woman No Cry” de Bob Marley para crear esta canción excelente donde se la escuche: ¿Querés un coro de estadios? ¡Tomá! ¿Necesitás un solo memorable de guitarra y de yapa una harmónica? ¡Tomá! ¿Pediste por una línea de bajo que inspire a elegirlo como instrumento para ganarse la vida? ¡Tomá!
Dignos de figurar al lado de Kevin Shields y toda esa camada de gente triste que dijeron más con sus guitarras lo que muchos pudieron haber dicho con palabras, Drop Nineteens encontraron los sonidos justos para aliviar el alma de inadaptados sociales, los que estarán pasando por un mal momento y no hallan consuelo más que en la música. Uno de los métodos más efectivos que conozco de patear a la tragedia.
#331 The Police / Outlandos d’Amour 1978 Pensar que el álbum que abrió las puertas del estrellato al new wave fue grabado con plata prestada del hermano del baterista de The Police. Pensar que este grupo ni siquiera utilizó teclados como para que los consideren parte del movimiento new wave. Pensar que este disco colmado de canciones pop rock imbatibles e inofensivas recibió
El reggae rock hasta la fecha no pudo superar algo como “Roxanne”, nombre ficticio en honor a una puta parisina de la cual se enamoró Sting, una enorme canción de amor que no falta el respeto a nadie, por lo que me picha saber que la censura que recibió en su época se debió solo por la profesión de la chica a la cual iba dedicado el tema, así es como suena un hit atemporal, y eso lo sabía Miles (el que garpó el estudio) quien cuando lo escuchó por primera vez ordenó al trío que sea el primer single, y así fue. Tenemos por otro lado una carta de suicidio de un muchacho que no soporta que su chica ya no le quiera más en “Can’t Stand Losing You” que sin fijarte en la letra no tiene nada de oscuridad gracias a la enérgica voz de Sting que parece no tomarse muy en serio lo que está cantando. Para ser un álbum que en esencia era pop del bueno, trataba temas no tan recurrentes en los charts con un sútil manejo de humor inglés que hasta ahora a unos cuantos les cuesta bastante. El punk por intravenosa viene desde el principio con “Next To You” que para Summers y Copeland seguía siendo algo muy blando para sus aspiraciones revolucionarias y sugirieron cambiarle la letra, cosa que Sting escuchó e ignoró, conservando el tono romántico y sin saberlo realizó la antesala al pop punk junto con otras joyas como “Truth Hits Everybody” que tenía algo de ese arranque de furia controlada como lo tuvo The Who en sus años dorados, aunque esa comparativa calza mejor con “Born In The 50’s” que refleja el sentir adolescente de los 60s, en estado
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febril por The Beatles, el flower power y la caída a la realidad con la muerte del presidente Kennedy. En su primer intento y con recursos limitados, este power trío dictó una clase magistral de cómo hacer canciones que perduren para siempre, burlándose de paso del estilo de vida rockstar (en “Peanuts” están hablando que no quieren saber nada de Rod Stewart) y de las poesías melosas (lo que recita Andy Summers en “Be My Girl, Sally” va dirigido a una muñeca inflable). Unos campeones.
#332 Revolber / Ka’imonomacaco 2004 “Si no es sufrido no es luego Paraguay” dice un dicho popular entre otros paraguayos para resumir el esfuerzo de conseguir algo en este país bendecido y maldito a la vez, depende del vaso medio lleno que quieras beber. Pocas frases autóctonas revelaron tanto de un país y su gente, al mismo tiempo escondiendo un pasado de penurias con guerras pérdidas y una mirada realista a cómo son las cosas, a veces confundida por baja autoestima. En contrapartida, con el paso se fue creando una fuerza de la nada, no sé si fue originada como slogan para una campaña publicitaria o de dónde surgió, pero es algo que casi todos sus habitantes creemos ciegamente que existe, me refiero a la garra guaraní. En este disco fundamental del rock nacional paraguayo, hay un poco de todo eso. Por muchos años, mi disco favorito creado en este país al que hasta ahora le guardo un cariño muy especial por lo que representó para el rock local y para mi, fue un disco que lo pirateé de un post de Taringa! allá por el 2009 más o menos, en ese entonces tenía mucho tiempo libre, al punto que imprimía por mi cuenta las tapas y contratapas de los discos que descargaba, los cortaba y ponía en estuches de discos, así fui armando mi pequeña discoteca de álbumes truchos que ahora acumulan polvo en un mueble de casa. Hacía para
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mi consumo personal lo que en Ciudad del Este se estaba generando a escalas industriales, conocida como la capital del contrabando en donde podías encontrar en cualquier casilla o semáforo, los mejores estrenos del cine, semanas antes de que lleguen a las salas. Fue un chiste que de común acuerdo fuimos aceptando socialmente, hoy ya perdió toda la gracia seguir diciéndolo, es una realidad concreta. De esa jungla cosmopolita sale esta banda que al momento de grabar este disco estuvo formado por sus fundadores Patrick Altamirano y Juan Pablo Ramírez en voz y bajo respectivamente, acompañándoles José Taboada en guitarra y Robert Bernal en batería. Dicen que los integrantes de Paiko les prestaron sus instrumentos para poder grabar este disco de título trilingüe (mono dicho en guaraní, español y portugués) que representa los países de las tres fronteras, sucesor de Kasero, Sucio y Barato, su debut cuyo nombre delata la calidad en la que fue producida (incluso su tapa fue sacada de una imagen de stock) daban indicio de que no eran un grupo más, en esos retorcidos riffs, el groove funk y la rabia adolescente había un sello personal que desglosaron con orgullo en Ka’imonomacaco. Ya con “Disparate Kure” se siente como un llamado a las armas, una inminente confrontación que te va exacerbando (ah no pará, el término que metiste) hasta que Patrick llega a los guturales en el segundo acto, síntoma de que la guerra estalló en uno de los mejores inicios de discos de la historia del rock nacional. Escuchar Ka’imonomacaco es como abrir un álbum de recuerdos donde solo quedaron capturados las fotos que no tomamos de ese viaje que hicimos con los compañeros cuando terminamos el colegio en “El Solo”, canción emblemática si las hay, fue una de las piedras angulares que inauguraron la nueva oleada de rock nacional, el hit que estuvo en todas las radios donde pudo haber sonado, en otra página tenemos el patriótico ska rock que nos deleitaban con “Jahapa” que hasta hoy lo escuchás y te sigue contagiando de una alegría tremenda. Ni hablar de “7 Hermanos y 1 Misil”, el himno que desacata a la autoridad y que estuvo destinado a triunfar en todos lados con esa letra hilarante que narra el ingenio de un grupo de amigos para esconder faso de la cana, es la canción que tiene todo lo que estás buscando de Revolber: humor del bueno, un coro imborrable de la memoria y toda la potencia instrumental liderada por los brutales solos de “Polla”. Pero no solo las canciones más reconocidas hicieron de este álbum una bestialidad, respaldados en gran medida por el nü metal que estaba pegando con todo
en ese entonces, salieron cosas como “El Barba” que puso como pocas veces a Juampa en voz principal para criticar con audacia a las religiones, mientras que el potente cierre con “Tatareo Campesino” nos dan una demostración gratis de que si quieren, les sale como Korn en la forma de crear y liberar tensiones; y ya que entramos al campo de las comparaciones, en “El Atake de los Klones” tenemos a una banda harto fanática de Rage Against the Machine en modo de ataque lanzando toda su artillería con esos riffs pesadísimos que te van moliendo a golpes sin compasión, aunque el target en realidad sea el dictador Stroessner, mencionado en la canción como el amigo de Josef Mengele, aludiendo al asilo político que dio en nuestro país al nazi de alias “el ángel de la muerte”. Se despachaban el funky heredado del lado rapai que tenía Patrick dentro con la rendición completamente en portugués de “Saber Ver As Nuevas Ondas”, canciones tan cancheras como “Mundo ®” que luego mutaban con total fluidez al rapcore, caso similar ocurría con otro favorito del público, el estruendoso “KKto” que se burla del estereotipo que hasta ahora se tiene del “hombre rudo”. Uno de los temas más bellos e infravalorados de Revolber también se encuentra acá, tal vez opacado por el exceso de energía que lo rodeo, “Casanueva” ni parece pertenecer a este álbum, es la flor que brotó dentro de este infierno, una balada unplugged atemporal que da fe de la maleabilidad que tenían como músicos. Creo que por eso y un poco más, este disco entra directo al salón de la fama.
#333 Temple of the Dog / Temple of the Dog 1991 Las palabras que vienen a continuación no fueron planeadas. Si bien tenía en mente escribir en algún momento del año sobre este disco, ni se me pasó por la cabeza que iba a ser hoy, es más, anoche ya estaba buscando información sobre otro álbum que no guarda semejanza alguna con este. Pero la vida siempre da sorpresas, jugando a
la ruleta rusa entre todos nosotros, hoy salió elegido alguien que no estaba ni en los planes de que vaya a irse aún. No creí que el escrito de hoy se iba a terminar convirtiendo en un encomio a alguien que escuché con gusto gran parte de mi crecimiento como persona. Hoy se apagó sorpresivamente una de las voces más bellas del rock, uno de los cimientos fundamentales de esa contracultura llamada grunge, vocalista de Soundgarden, Audioslave y de este histórico y fugaz proyecto que a su vez fue una emotiva despedida a un amigo que pasó a mejor vida, hablo de Temple of the Dog. Más que una despedida, fue una bienvenida a tiempos mejores para todas las personas que estuvieron involucradas en este disco. El de la iniciativa de que Temple of the Dog sea una realidad fue Chris Cornell que había sido compañero de piso de Andy Wood, vocalista de Mother Love Bone que fallece por sobredosis de heroína poco después del lanzamiento del primer álbum de su grupo, un bajón terrible. La pérdida fue devastadora, sus compañeros de banda habían perdido las ganas de tocar música luego de ese suceso hasta que son encarados por Cornell que había escrito dos temas en honor a Andy, les pide para juntarse a grabar y ver qué sale. Hubo onda y grabaron un disco entero de 10 temas. Los sobrevivientes de Mother Love Bone, Jeff Ament, Matt Cameron (en ese entonces todavía estaba en las filas de Soundgarden), Stone Gossard y Mike McCready volvieron a levantarse de a poco y estaban listos para abrir una nueva página en sus vidas como músicos. A la par de las grabaciones del disco de Temple of the Dog llamaron a audiciones para conseguir un cantante para su nueva banda, allí cae un muchacho que trabajaba en una estación de servicio que voló desde San Diego hasta allí para probar suerte, lo que pocos saben es que ese joven era el mismísimo Albert Einstein. Nah, era Eddie Vedder, y el resto de la historia de esa banda ya saben más o menos cómo fue. Volviendo a Temple of the Dog, una de las canciones que tenía escrita Chris fue la desgarradora “Say Hello 2 Heaven” que hoy más que cualquier otro día en la historia, duele profundamente escucharla en su voz, esta grandiosa canción acaba de cobrar un nuevo significado. Originalmente va dedicada a su amigo Andy a quien extraña mucho, utilizando este tema como una vía para paliar el dolor que causa el luto. La segunda canción que ya tenía preparada Cornell en un demo en el cual grabó todos los instrumentos fue la epopeya de 11 minutos titulada “Reach Down”, un tema que cuenta una vez en la que Chris soñó a su difunto amigo y como todo
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sueño está como para perderse dentro del mismo a través de sus excelsos solos de guitarra, este tipo de canciones son las que resumen sónicamente la importancia del grunge cuya cruzada con el rock alternativo dominaría Pearl Jam en años posteriores. Y hablando de PJ, luego se viene la canción más emblemática de esta juntada, “Hunger Strike” que juntaría a Chris y Eddie en este dueto celestial de voces que se convirtió en un clásico indiscutido que entrelíneas hablaba de la música que se vuelve comercial sin querer queriendo. Cornell con esta canción dejaba su manifestó de mantenerse siempre auténtico a pesar del éxito y el dinero que podría venir después, un visionario que la tenía clara y humilde ante todo, fue el tipo que hizo sentirse como en casa a Eddie recién llegado a Seattle. El resto de las canciones que completan el disco van por esa misma línea, joyas infravaloradas como “Pushin’ Forward Back”, “Call Me a Dog” o “Wooden Jesus” son canciones que cualquier banda de rock le hubiese encantado haber compuesto y aquí están relegadas como un engranaje más de un sentido homenaje movido por el amor a un ser querido que ya no está. La vida nos da esas sorpresas en las que hoy te terminamos dedicando una que vos dedicaste en su momento, Chris. Te voy a extrañar y odiar mucho cada vez que me acuerde de vos, me da bronca que en el inconsciente nunca perdí la esperanza de ver alguna vez a Audioslave en vivo. A pesar de todo, te digo gracias por haber dedicado tu humanidad en ponerle un soundtrack increíble a varios momentos de mi vida.
#334 Gary Numan / The Pleasure Principle
1979 A finales de los 70s, en Inglaterra hubo una contracorriente de jóvenes que en menos de dos años terminaron aburriéndose del punk que por su monotonía y simpleza parecía que no daba para más, también porque no eran muy violentos que digamos, entre ellos la banda de post-punk que formó Gary Numan con Paul Gardiner y su tío Jess Lidyard, Tubeway Army que descubrieron accidentalmente
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la magia de los sintetizadores mientras grababan su primer álbum, se copó tanto Gary con estos nuevos sonidos que el siguiente disco de la banda,Replicas ya era directamente synthpop con solo unas gotitas de post-punk, de ahí se extrae su primer número en las listas británicas, el track sci-fi adelantado a su tiempo, “Are Friends Electric?”. Ese fue el tema que le cambió la vida a Gary que ese mismo año saca este álbum solista acompañado de otros músicos para expandir la música robótica que le cautivaba de bandas como Ultravox y Kraftwerk, convirtiéndose en uno de los pioneros de la new wave pero cuyas obras posteriores no pudieron estar al nivel de este disco, siendo condicionado a través del tiempo como un artista de culto ineludible de la música marca Moog. En este disco nace una superestrella del futuro distópico que tiró todas sus guitarras y brindó una experiencia inusual para la época, empezando por ese paisaje instrumental llamado “Airlane”, fabricado con una vigorosa marcha de bata y una secuencia de sintetizadores volátiles que nos van cargando de electricidad el cerebro. Una de las muchas genialidades que tiene este disco es que se aferra fuerte a su concepto futurista, tanto así que para “Metal” imaginan cómo sonaría una fábrica de máquinas y lo musicalizan para contar la historia de un androide que desea ser humano, pero que ni siquiera logra distinguir el amor de la necesidad, decime si hasta ahora no es una de las metáforas más geniales utilizadas dentro de una canción. Numan mismo con su actitud andrógina y voz neutral se mete de lleno en su frío personaje que analiza paranoias como en la bella balada electrónica “Complex” donde empieza a incorporar elementos de cuerda como violas y violines, además de las oscilaciones causadas por los teclados omnipresentes. En “M.E.”, una de las canciones mejor logradas de este compendio, Gary navega sobre la soledad que implicaría ser un objeto con inteligencia artificial, y de paso da fe de que este álbum no solo funcionó como puntapié para el synthpop, sino como un precursor impensado del hip-hop y el house, proveyendo material del bueno para samples como el infeccioso “Where’s Your Head At?” de Basement Jaxx, por poner un ejemplo. Pero el track por el que todos vuelven a este disco es sin ninguna duda por “Cars”, la canción solo usa a los autos como excusa para hablar de la timidez y el aislamiento del mundo exterior, apartás a un lado esa postura antisocial y la falta total de expresión en el canto de Gary y te queda una canción pop perfecta que humaniza “Autobahn” de Kraftwerk, banda que ejerce
notable influencia en todo The Pleasure Principle. Este tema fue la bendición y la maldición de Numan que no pudo superarlo hasta la fecha, el tiempo lo condenó a ser un one-hit-wonder a pesar de tener toda la pasta (anti) carismática de ser un Bowie androide. El disco termina con “Engineers”, interpretado desde la perspectiva de los que ensamblan los robots que cantan al inicio, como redondeando la idea que tuvo Numan de un futuro a lo Blade Runner en esta canción donde una batería marchante es la que toma el control de la melodía y los sintes y ruidos metálicos lo van rodeando. Este álbum podrá tener sus falencias como repetirse a sí misma como pasa con “Observer” que es demasiado parecida a “Cars” pero con menos firuletes (?) te diría, pero nada puede desmeritar el valor que tiene hasta hoy para el ecosistema musical en el que vivimos. Un antes y un después en la historia de los sintetizadores.
#335 Björk / Debut 1993 Supongamos que el planeta está en sus últimas porque bueno, justo hoy coincidió que la persona que más comprometida tuviera que estar con respecto al cambio climático, formalizó su indiferencia ante dicho asunto, por lo que nuestros días están contados. Pero vaya uno a saber porqué fui seleccionado como la crema de la crema y me otorgan el poder para salvar a algunas cuantas personas para rehabitar otro astro. Así como el arca de Noé, me dieron una lista para salvar a uno solo de cada especialidad, llego en el casillero de artista pop y sin dudar elegiría a Björk, una de las artistas más completas, inusuales y genuinas que tenemos el honor de tenerla viva al mismo tiempo que nosotros. El recorrido de este nebuloso ente por la música empieza desde pequeña, pasando por varias bandas punk hasta encontrar cierta estabilidad en la banda The Sugarcubes hasta que se disuelve en el 92’ y es allí donde Björk empieza a mostrar su verdadera identidad, admitiendo que la música que hizo anteriormente no era muy de su agrado, lo que le salía de su corazón eran aquellos beats que resonaban fuerte en clubes nocturnos del under londinense,
quería ser como Kate Bush pero implementando un poco la electrónica ambiental de Brian Eno, el ácido y el jazz. Quería salirse como sea de la música hecha con guitarras, le parecía todo muy predecible lo que sonaba en aquel entonces, no le llenaba ni el grunge ni el britpop, estaba como para romper el status quo de la música de moda, ya encarando con esa actitud se entiende porqué su debut hasta hoy suena único y atemporal, es la expresión más pura de una artista queriendo cambiar el mundo con canciones de amor exóticas que celebran romances y a la vida misma. Este fue uno de los primeros álbumes que introdujeron de forma directa la música electrónica al pop mainstream, tracks como “Crying”, “There’s More Life Than This” y “Big Time Sensuality” son los destellos de toda una época donde el techno y el acid house empiezan a causar revuelo en los antros chetos donde se originarían las verdaderas fiestas rave con mucho intercambio de LSD de por medio, pero ese es otro tema. Muchos conocieron a Björk recién con este disco en su época e imagínate un poco la primera impresión que habrá causado en muchos ver sus videoclips con una estética entre lo kitsch y lo sencillamente extravagante complementándose tan bien con ese sonido único que salía tanto de sus instrumentales como de su venerable voz, inocente, pasional y con un timbre soprano al que le suma múltiples efectos como en “Human Behaviour”, la electrizante puesta en escena de art pop que trata sobre las emociones humanas desde el punto de vista animal. Su voz tiene como un gancho que pesca por tu corazón y una vez que lo asimilaste, no te suelta más, es muy probable que pase eso cada vez que escuches la absolutamente encantadora “Venus As a Boy”, una balada invencible que le canta a la belleza de adentro con arreglos de orquesta, el sample percusivo de una botella de vidrio rota y una serie de instrumentos grabados en Bombay. Hay mucha historia de vida de Björk en estas canciones que en su mayoría las escribió en su niñez y adolescencia, a pesar de valerse mayormente por la tecnología, no se olvida de lo efectiva que puede resultar la sencillez que provoca una canción acompañada solo de un arpa como en “Like Someone In Love”, no querras arruinar un tema así dedicándola a cualquiera. En aquellos tiempos, Björk se encontraba tan fascinada con la música que servía de soundtrack a la movida nocturna de Londres que se quedaba hasta el final de todas las jodas, donde los DJs pasaban trip-hop a las 7 de la mañana para sacar a la gente, allí descubrió el amor a agrupaciones como Massive Attack que también ocupan un importante lugar dentro de las
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influencias de este álbum en “One Day” y “Aeroplane”, por ejemplo, donde los instrumentales tribales se juntaban con texturas futurísticas, dando nacimiento a una nueva manera de hacer jazz. Aunque el mayor legado de este álbum escrito en conjunto con el productor Nellee Hooper, fue darle mayor contenido, emociones más reales y una nueva cara al dance-pop en canciones emblema de la talla de un “Violently Happy” que relata con potentes beats una relación drogadicta cuando hay fisura de la persona que amás. Esta fue solo la primera de las tantas facetas artísticas que fue explorando esta mujer que con su rareza y sus arranques de creatividad iría ampliando los horizontes del pop hasta donde lo conocemos.
#336 Tool / Lateralus 2001 Hay pocos discos como este en la historia de la música que se puede decir que crearon toda una mitología alrededor de las mismas, cada minucioso detalle dentro de la misma está cargado de mensajes secretos por descubrir, desde cómo se grabó, hasta los multiversos espirituales que giran alrededor de sus letras y las cientas de interpretaciones que se dan de las mismas. Este álbum es increíble bajo todos los puntos de vista que la podamos escuchar, un punto de referencia dentro del metal por el concepto que va más allá de la razón, yendo al misticismo puro y al ambiente filosófico que nos conduciría a un estado de conciencia superior, derivando a la apertura del “Tercer Ojo”. Personalmente, no estaría hablando tan seriamente de dichos conceptos esotéricos si no estuvieran respaldados de música tan fabulosa como la que podemos escuchar en los 80 minutos que dura Lateralus. En el 2001, el metal estaba siendo considerado un género para los viejos, desfazado en el tiempo que no supo evolucionar, al nü metal no la consideraban una cosa seria y lo que es simpático, con sus primeros dos discos a los de Tool se les metió en la misma bolsa que a Korn, Deftones y Limp Bizkit por más de que no tenían mucho en común salvo que hacían música
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pesada. Con la salida de este álbum sumamente complejo, los liderados por Maynard James Keenan pudieron desprenderse a años de luz de esa etiqueta y lograr lo impensado: llegar al puesto 1 del Billboard (por una semana) con una obra que era muchas cosas pero radio-friendly no era una de ellas. Este disco era para fans de King Crimson o de Rush, hicieron un pacto sagrado entre el metal, el prog rock y el math rock para llevar estas abstractas composiciones a grandes estadios, siendo unos completos extraños a las tendencias musicales que estaban pegando en aquel entonces, ya lo dijo su guitarrista Adam Jones: “A muchas bandas se les enseñó que debían escribir canciones pop formuladas para ser exitosas”. Todo lo que pueda llegar a decir con respecto a las letras de este se va a quedar indefectiblemente corto o a medias debido a su crípticismo, esta experiencia empieza con “The Grudge” que gira en torno a un fenómeno astronómico denominado el Tránsito de Saturno que consiste en ese periodo de transición a la vida adulta, no puedo más con el ingenio de Maynard y sus secuaces que entregan una impresionante introducción a este mundo interior con progresiones instrumentales y vocales que están a un nivel supremo, la vorágine de sonidos envolventes por la que nos hacen pasar es asombrosa, ¿de dónde salieron estos enfermos? Acá hay una ostentación de virtuosidad barbárica complementada con agresión y una erudición compositiva que hasta parece exagerada por sus propios fans pero después te das cuenta que es así, tal cual. En esta sección es donde me toca hablar del tan comentado mito de la escala Fibonacci que hace de este un disco matemáticamente perfecto: el track que da nombre al disco dicen que está diseñada con esta secuencia algorítmica en forma espiral que va y viene desde sus ritmos hasta el modo de cantar de Maynard, este grado de obsesión llevó a muchos a hacer teorías sobre este álbum, entre las más convincentes está la llamada “The Holy Gift” que afirma que si ordenamos los tracks con esta misma secuencia (6, 7, 5, 8, 4, 9, 13, 1, 12, 2, 11, 3, 10), todo cobra un nuevo significado y sería la forma correcta de disfrutarlo, cierto o no, solo acrecienta la mística de este álbum que sin esos agentes externos ya es una obra que merece su estudio puntilloso. Creo que cada esquina del disco es destacable y cargado de detalles que iremos descubriendo con cada nueva escucha, “The Patient” además de ser un temazo, si te ponés a investigar sobre su letra, te darás cuenta que está escrita desde el punto de vista de la mamá de Keenan y su aflicción con
la parálisis que la aquejó desde 1976, la poderosa canción cuestiona el plan de Dios para con ciertas personas que sufren constantemente, es algo muy fuerte y la banda se pone a la altura con una sucesión de riffs pulverizadores. Por otro lado tenés la dupla inseparable de “Parabol” y “Parabola” que serían los ejes centrales del disco, predicando abiertamente la vida eterna en la que nuestros cuerpos solo son instrumentos pasajeros para nuestras almas en permanente evolución, la mortalidad es solo un estado más en nuestras vidas metafísicas… o algo así, si te la suda todo eso, igualmente te queda una de las mejores canciones de metal de los últimos 20 años con una banda que supera cualquier expectativa en cuanto a su química, parece como si Danny Carey en batería, Justin Chancellor en bajo, Adam Jones en guitarra y Maynard en la voz, fueran un ente conectado a un solo cerebro que sabe exactamente adonde se va a dirigir cada secuencia rítmica. Aún más absurda se vuelve esa telepatía en las brutales “Schism” y “Ticks & Leeches”, la primera resultaría ser la canción con el appeal más “comercial” del disco, claro, si le llamamos vendible a una canción de 7 minutos con frecuentes cambios de tiempo, sin contar con la clásica estructura verso-coro-verso; el otro es el tema más sangriento del álbum con el doble bombo, un riff súper filoso y un Maynard más enojado que nunca desgarrándose la garganta (de verdad pasó eso durante la grabación), tratando de parásitos a los ejecutivos de las discográficas. No podría simplemente describir a este álbum como uno adelantado a su tiempo porque luego de tanto tiempo de su lanzamiento, no hubo nada ni remotamente parecido a lo que consiguieron acá, una obra tan cerebral y primitiva a la vez, encauzando el enojo a una idea que traspasa las barreras que pone el arte. Diría más bien que es un trabajo que se encuentra en una burbuja dentro del espacio y tiempo en el que fue lanzado, no en vano es el disco favorito en la vida de muchas personas, elevando por mérito propio a Tool como la última gran banda de culto en el metal.
#337 Beck / Odelay 1996 En los 90s cuando la venta de discos físicos todavía era algo relevante en la industria musical, la aparición de un hit tan grande como “Loser”
preocupó a los directivos del sello DGC donde Beck tenía un contrato, ponete un rato en el lugar de ellos… Hansen no era un chico que inspiraba mucha confianza para continuar la racha comercial, no estaba ni cerca de ser la gallina de los huevos de oro de un puñado de hombres con traje, ya con sus primeros materiales se ganó con honores el título de antihéroe del folk que venía a quebrar la estructura de géneros “intocables” para el público norteamericano. Lo que no se esperaban de este hipster vagoneta con canciones lo-fi de letras sin sentido es que en su segundo disco editado bajo un sello grande (porque ya había editado otros dos de manera independiente el mismo año que sacaba Mellow Gold) plasmaría la gama más diversa de estilos que se pudo haber escuchado en aquel entonces, encima con la ayudita de los Dust Brothers en la producción (quienes habían ejercido igual oficio en el collage dorado de samples Paul’s Boutique de Beastie Boys) haría callar a escépticos revelando su verdadera identidad , la de un bohemio melómano que tiene el interruptor para generar los hits más insólitos que se nos pudieron pasar por la cabeza, porque si hay una palabra que define a Odelay es vanguardismo. Este álbum es una caja de sorpresas desde que empieza hasta que termina, ningún track suena ni remotamente similar a otro, al principio tenés a “Devils Haircut” que te pega directo con su drumbreak sacado de un tema de James Brown, es un rompecabezas de rock and roll bailable armado con samples que no tuvieron mucho que ver con el rock, innovación es la palabra clave acá. Le sigue “Hotwax” que usa como base un tema delta blues en la que Beck le rapea encima y los Dust Brothers le agregan scratching, rajeadas de banjos, guitarras acústicas, pianos y solo ellos sabrán qué más le pusieron para conseguir esta suavizante sonoridad en el ambiente. Este weirdo se atreve a meterse con el “sagrado” country en “Lord Only Knows” y lejos de destrozar a este género tan autóctono, le hace un favor electrificándolo y cargándolo de referencias culturales actualizadas para su generación. Cada tema evade con éxito los códigos prestablecidos de cómo se construye una canción pop pero de alguna manera termina sonando tan pegadizo todo lo que hace acá, su rareza tiene un atractivo que funciona en varios niveles, ahí en nivel fácil tenés a “The New Pollution” que es un orgasmo auditivo que emplea un sample de soul junto a unos golpes de bata que harán salivar a
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cualquier fan de los Beatles, asemejándose en demasía a la alucinógena “Tomorrow Never Knows”, y eso que el asunto se pone más zen que nunca en “Derelict” con sus estimulantes sonidos raga provenientes de la India proceden a hacerte masajes cerebrales. Es un milagro que los sobresaltos de estilos que hay entre un track y otro broten de manera tan coherente en Odelay que prosigue con “Novacane” que se va hacía la otra punta con samples de la vieja escuela del rap mezclados con la voz de Beck y unas guitarras sucias que usan y abusan de la distorsión y los efectos de pedales y pegado a eso tenés un blues pacificador con “Jack-Ass”, en esta Beck pela armónica y voz de crooner poniéndose en la misma tonada que un Dylan, creo que con lo camaleónico que es, ni hace falta preguntar si le salió bien o no. A sus 25 años, Beck se jactó de sustraer lo mejor de sus ídolos musicales, “Where It’s At” (mi tema favorito no solo de este disco sino de toda la carrera de Beck) navega en el surrealismo como si se tratase de un Captain Beefheart que se puso las pilas para sonar en la radio, insertando una serie de instrumentales electro-funk en esta perla que tiene como pilar al jazz-rap cuyo coro (“I got two turntables and a microphone”) es físicamente imposible que no se te quede retumbando en la memoria por un buen rato. Beck en esta obra suprema nos da a entender que es inmune al dicho que reza “El que abarca mucho, aprieta poco”, se va hacia el grunge pero con un abordaje espacial para “Minus”, el tipo era capaz de hacer todo bien, sin importar el instrumento que agarre, se animaba al dub en “Readymade” o podía ser uno más de los Beastie Boys en “High 5 (Rock The Catskills)”. Beck es muchas cosas pero humano no es una de ellas.
#338 Sleep / Holy Mountain
1993 Si es que nunca oiste hablar de esta banda ni mucho menos de este disco, cuando le des play quiero que vayas mentalizándote para ingresar a un vórtice donde la imaginación llega a lugares imposibles siendo transportados a través de riffs que pesan kilotones, algo
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que en aquel entonces solo le salía a Black Sabbath, y todo aquel que atente a imitarlos fallaba porque más vale, no era moco de pavo seguirle el paso a la técnica de Iommi. Pero los Sleep eran algo más que simples imitadores o revivalistas, se traían algo muy diferente a todo lo que se había escuchado en el metal. Este segundo álbum era la prueba incriminatoria que los culpaba de ser uno de los autores intelectuales de una nueva contracultura basada en ritmos brutales pero sumamente lentos y con una apología al faso. Este álbum que con buena razón lleva el mismo nombre de la película surrealista de Alejandro Jodorowsky, fue grabado por ellos mismos Al Cisneros en bajo y voz, Chris Hakius en la batería y Matt Pike en guitarra, lo llevaron en calidad de demo al sello Earache quienes quedaron maravillados con lo que escucharon en el material y no solo los ficharon de inmediato, sino que además lanzaron las grabaciones así mismo como las recibieron. Y si, se dieron cuenta que así tal cual, Holy Mountain ya tenía el poder de desintegrar cráneos en mil pedacitos. Este álbum junto a Welcome to Sky Valley de Kyuss que saldría un año después, sentarían las bases del stoner, un nuevo estilo que se desprende del doom metal para brindar un balance ideal entre la contemplación y la crudeza, algo que es lo suficientemente tranquilo como para relajarse pero con la energía latente como para mantenernos en vilo constante. Ya con “Dragonaut”no se guardan la influencia sabbathiana de su riff principal, eso es clarísimo, porque con lo que terminan convenciendo es en la ejecución increíble de Matt quien va encimando una tras otra murallas de riffs y solos inámovibles, soldados por los tremendos golpes al bombo de Hakius y las fulminantes líneas de bajo de Al mientras va recitando cánticos rituales y lo torna en guturales para “The Druid”. A pesar de sonar a lo más heavy del universo, es algo que se deja escuchar más fácil que cualquiera de las vertientes más extremas del metal, justamente por su lentitud enfocada al cuelgue. Sus letras van de la mano con el sonido de la banda pintando paisajes irreales y místicos donde montamos dragones para ir a Marte en “Dragonaut”, nos trasladan a una era de hechizos y castillos en la portentosa “Evil Gypsy / Solomon’s Theme” que se eleva al espacio con una improvisación de múltiples combustiones, y entre tantos escenario posibles también nos sumergimos a Atlantis en “Aquarian” donde Cisneros parece que está cantando debajo del agua, yendo al otro extremo está la frenética “Inside the Sun” que nos va azotando con sus aplastantes secciones instrumentales y Cisneros mostrando su faceta más monstruosa en la voz en lo que sería un inminente impacto directo al Sol.
Otra de las cualidades que manejan como monjes shaolines estos tres sujetos es el parámetro de paciencia y tensión que recargan durante varios minutos en la canción que da nombre al álbum y “From Beyond”, una pieza de 10 minutos, un grandioso teaser de lo que vendría en Dopesmoker, el estelar álbum con un solo track de más de una hora de duración que vendría a ser el porro musical más grande y elaborado que puedas llegar a fumar en tu paso por esta vida. Mientras tanto podés empezar con esta intricada obra que se ganó su lugar en la historia por su originalidad desértica para hacernos alucinar con la mejor droga creada por el hombre.
#339 Jim O’Rourke / Eureka
1999 No todos los discos de los que hablo los jueves (teniendo como excusa la tendencia del TBT: Throwback Thursday) fueron obras que marcaron un antes y un después en la historia de la música, no todos fueron trabajos transgresores que inspiraron a jóvenes de todo el mundo a armar sus propias bandas, no todos se trataron de álbumes consagrados que vendieron millones de copias y batieron récords. No todos los discos viejos de los que hablo y hablaré por acá fueron tan poco ponderados, y a mi entender, tan infravalorado como Eureka de un man llamado Jim O’´Rourke. ¿Quién es este sujeto? En pocas palabras, un loco lindo. Nacido en Chicago, Jim fue alguien muy metido en la escena experimental, de 1989 a 1995 lanzó 19 álbumes que recorrían los espectros más oscuros de la música drone ambiental, combinando ruidos electroacústicos a su receta. Siempre estuvo metido en proyectos muy alejados de lo convencional, como la banda que tuvo con su amigo David Grubbs de nombre Gastr del Sol donde se inclinó al post-rock y al math-rock, del 2000 al 2006 formó parte de esa locura de distorsiones que llamaban Sonic Youth. Con semejante currículum dentro del circuito under, Jim hizo lo más punk que alguien de su trayectoria podía hacer: un auténtico álbum pop. Y es una pena que cuando te diga eso, lo primero que se te vengan a la cabeza son minas coloridas cantando
con una sonrisa de oreja a oreja sobre una base sobreproducida, porque lo que hace Jim acá es prácticamente reinventar el significado de esa palabra de tres letras, aunque en su momento tuvo tan pocos testigos que quedó solo como el esfuerzo del rarito en querer sonar normal. De más está decir que este disco fue mucho más que una tapa provocadora con la pintura de un señor pelado recibiendo felatio de un conejo de peluche, contenía canciones con un rigor de calidad compositiva excelsa y que giraba en la misma órbita gravitacional que otros discos perfectos del indie rock de aquella época como In the Aeroplane Over the Sea de Neutral Milk Hotel o Yankee Hotel Foxtrot de Wilco, y mirá vos las coincidencias, este último llegó al año siguiente y el ingeniero en sonido que lo mezcló fue el mismísimo O’Rourke. Como todo buen álbum pop, este de principio a fin resulta placentero para todo tipo de oídos, sin importar las bizarradas mínimas que va metiendo Jim a su salsa, para demostrarte que no es un disco más del montón empieza con un track de casi 9 minutos que hace un despliegue de excelencia en producción y de cómo deben ir sumándose elementos para lograr destellos de júbilo durante su marcha, hablo de “Prelude to 110 or 220 / Woman of the World” cuya única letra se va repitiendo como un mantra que debería usarse en marchas feministas (“Women of the world take over, ‘cos if you don’t the world will come to an end, and it won’t take long”). Esta canción tiene una progresión tan poderosa que refuerza su simple mensaje gracias a la suma de sus partes entre las que se distinguen guitarras acústicas, xilófono y un piano que marca su preciosa aparición. Un dato nada menor es que en este disco, Jim toca todos los instrumentos, excepto por alguna que otra ayudita de sesionistas amigos que aportaron cuerdas. En cada esquina de este álbum te encontrás con alguna melodía o simple detalle que se te queda estancado en la cabeza y no lo querés dejar salir, todo eso gracias a la magia del jazz que está incluido en mayor o menor medida en todos los temas de Eureka. En “Ghost Ship In a Storm”, Jim celebra su misantropía (“Nothing makes me want to disappear as when someone opens their mouth”) con dulces capas de su propia voz en los coros y un notable solo de pedal steel guitar. Cuanto más inmerso estés en la sintonía del álbum, la retribución se hace más y más grande, “Through the Night Softly” y el magnífico solo de saxofón que lo parte a la mitad es de salón, me da esa espina de que estoy escuchando música tan cara que no la voy a poder pagar, O’Rourke parece que midió cada centímetro de estas memorables canciones que suenan tan frescas como si hubiesen salido ayer.
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Entre las tantas salidas de Jim estuvo la de hacer un cover de “Something Big” que pertenece a Burt Bacharach, dotándole a su versión de una onda tropicalia que podría haber sido obra de Caetano Veloso, trayendo un par de vientos al baile. Sin embargo, hay que recordar de donde vino este hombre y lo que hizo antes de este disco le dejó para siempre con el mote de experimental, hacia el final con el tema que tiene el título del álbum recupera un poco la memoria, metiendo ruiditos espaciales en una canción pausada que va despegándose del suelo mediante el aura jazz que emanan unas trompetas que anuncian el desvanecimiento. Que nunca mueran héroes avant-garde como Jim que hacen lo suyo por amor a la música, sin esperar mucho a cambio, inconscientes de que tal vez estén haciendo la mejor música del mundo.
#340 Nine Inch Nails / The Downward Spiral 1994 El álbum ese que se grabó en la casa donde la familia Manson asesinó a Sharon Tate, la insuperable obra conceptual del rock industrial que retrataba la corrompida vida de un hombre que toca fondo y no ve la vuelta atrás rumbo al suicidio. Causando roncha en su momento a ciertos sectores conservadores por sus crudas letras blasfemas, aclamado en todos los flancos por su atmósfera inmunda y sumida en la oscuridad de un alma en pena, recreando en carne viva a sensaciones tan chocantes como la perversión y la depresión, tras un debut influenciado por el synthpop más que nada y un EP de violencia encarnizada, con este álbum Trent Reznor daba inicio oficial a su propio imperio del terror con canciones que dos décadas después siguen causando el mismo impacto. Este disco es una aventura peligrosa, “Mr. Self Destruct” es solo el inicio de esta pesadilla hecha con sintetizadores atemorizantes, exaltaciones de Reznor impulsadas por filtros vocales que lo convierten en
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una máquina asesina, lo único que hace referencia a su anterior sonido tirando al new wave es que este tema tiene el mismo título que una de Soft Cell, banda que sirvió de pilar en la formación sónica de la banda. Trent también saldría a relucir su manera de ser seductivo en las sombras con “Piggy” y se funde en sexo desenfrenado con “Closer”, la imbatible balada electrónica devenida a una orgía violenta de armonías electrónicas para llegar al orgasmo auditivo en 6 minutos y pico. Reznor describe sin pudor el sucio escenario sexual que se plantea en este tema, comparando el momento cumbre del coito con lo más cercano que se puede tener a una experiencia religiosa, simplemente majestuoso como se espera de un himno generacional. No hace falta razonar mucho para entender porqué Reznor en aquel entonces fue un símbolo del contrapoder por la filosofía que plantea en canciones como “Heresy”, su nombre ya da un indicio de hacia donde va la mano, parafraseando en gritos a Nietzche, afirmando que Dios está muerto y acuchillando la hipocresía de las religiones con su voz simulando un estado de insanidad mental que parecerá mucho pero en realidad es solo una larga intro al desenfreno exacerbado que es “March of the Pigs”, fácilmente la canción más acelerada y confrontativa de NIN con Trent haciendo de diablo en los versos y de ángel en los coros para el protagonista del disco que se cuestiona la superficialidad de las personas que lo rodean. Esta canción es una carnicería despiadada que de alguna forma resulta satisfactoria para los oídos, como si despertara una especie de morbo en nuestro ser, The Downward Spiral en sí explora nuestros instintos primitivos de maneras que hasta ese entonces no habían registros en la música pesada. Al personaje principal de este álbum lo vemos avanzar con firmeza hasta un callejón que no tiene salida en su vida, Trent lo personifica repitiendo el verso “nothing can stop me now” en “Piggy”, “Ruiner” y “Big Man With a Gun”, este haciendo un doble sentido erótico como último deseo carnal antes de lo inminente, llegando a la fase final del estado de delirio que culmina con “Eraser” que pone a una expansiva batería en el centro del huracán que termina devorando al protagonista que ruega repetidas veces que alguien acabe con su calvario, musicalmente Trent representa esta escena con guturales que se van perdiendo entre los riffs trituradores que salen de las guitarras y el sintetizador. En las últimas dos canciones uno literalmente puede ponerse en los zapatos del protagonista que ya tomó su decisión, aún así, si no estás en esa misma situación,
se te va a hacer imposible entender las razones que le llevan a uno hacerlo, en “The Downward Spiral” un ente maligno termina por acogotar el razonamiento del tipo, dejando como única solución a todos los problemas, perforarse la materia gris de un disparo (“A lifetime of fucking things up fixed in one determined flash”), esta canción que tiene a varias personas gritando muy hacia el fondo de la mezcla, las noto como almas en pena esperando por una nueva víctima. Luego de este quiebre psicológico que se da en todo el álbum, experimentando distintas melodías que arañan las paredes de nuestros pensamientos, el suicidio hasta parecerá la vía más hermosa para escapar de todo, Trent abrazando la muerte, al mismo que susurra paz en filtros saturados y los elementos instrumentales que van convergiendo en “Hurt” ofrecen uno de los finales de discos más emotivos de los que tenga memoria. Las interpretaciones que se le pueden dar a este álbum son múltiples pero todas en algún punto terminarán concluyendo que es una obra maestra que va más allá de su propia música para ahondar un problema social más complejo del que creemos.
#341 Mahavishnu Orchestra / The Inner Mountain Flame 1971 Brindemos por esas fugaces coincidencias de la vida, esas que duraron solo lo suficiente como para hacer historia. El genio de las seis cuerdas, John McLaughlin tenía rondando por su cabeza la idea de hacer una banda de jazz fusionada con el rock y otros estilos, para hacer realidad este proyecto reclutó al baterista panameño Billy Cobham y al violinista Jerry Goodman con quienes ya había trabajado en su proyecto solista, a ellos sumó el bajista Rick Laird y el tecladista checoslovaco Jan Hammer. Juntos formaron unas Naciones Unidas que tenían mucho más potencial de lograr la paz mundial más que cualquier otra organización apoyada por los gobiernos de la mayoría de los países. Este quinteto extraordinario fue la formación original de Mahavishnu Orchestra que
apenas habiendo ensayado unas semanas se metió al estudio a grabar el pináculo del rock instrumental. Así de sencillo, nada de lo que vino después se puso tan bueno y polentoso como esto, y con esta afirmación no quiero desmeritar algunas álbumes clásicos que vinieron después, pero basta con darle play al álbum debut de esta banda para asimilar que estos tipos no son humanos, son entes supremos que tomaron prestado algunos cuerpos para llevar a cabo esta increíble e irrepetible improvisación. Este álbum es una sucesión abrumadora de placeres gracias a la comunicación telepática de los músicos que la hicieron posible. John McLaughlin es uno de esos dementes que ejecuta la famosa guitarra de doble cuello con una parsimonia regalada por los dioses, ya en “Meeting of the Spirits” que es la grandiosa obertura de casi 7 minutos es un incansable despliegue de espectaculares solos suyos y de Goodman que pone el Orchestra en Mahavishnu, sin dudar es el que pone el sonido que caracterizó a la banda con las frenéticas perfomances de su violín eléctrico con el que no se cansará de dejarnos con la boca abierta, en especial cuando llega el turno de “The Noonward Race”. Señores, este track es imposible, ¿cómo se hace para llegar a esta magnitud de sinergia? Es sencillamente asombrosa la compenetración que tiene cada pieza de este rompecabezas que no hace falta ser un técnico para entender la complejidad de esta composición que si fuera un tiroteo, la viola de McLaughlin sería una metralleta con municiones infinitas. Algunos puntos resaltantes del currículum de McLaughlin antes de llevar a cabo este proyecto es que llegó a tocar con Jimi Hendrix cuando John era parte de otra agrupación, luego de eso se trasladó a Estados Unidos para ser cesionista de Miles Davis, participando en míticos discos como Bitches Brew y On The Corner. Así se entiende cómo un tipo virtuoso como el llegó a armar este dream team que duró apenas 2 años antes de desintegrarse por mambos personales entre ellos, pero no sin antes dejarlo todo hasta que los dedos queden ensangrentados como es probable que hayan terminado luego interpretar un tema tan intenso como “Vital Transformation” que si bien todos giran en función a John, cada uno es excepcional en lo suyo, allí al fondo está Cobham, uno de los mejores bateristas de la historia que tiene el combo completo de velocidad, suavidad y autenticidad a la hora de generar breaks y cambios de ritmo de la absoluta nada, y por favor que alguien le dé más créditos a Jan Hammer que también mete personalidad a esas líneas de teclado omnipresentes en la dinámica de este equipo.
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Hasta en los estallidos de serenidad que ocurren en la bellísima “A Lotus On Irish Streams”, estos hombres justifican sus años de formación para lograr una canción que no necesita de palabras para infectarnos con la cutis de ave. Ya habremos escuchado miles de canciones con guitarra acústica, piano y violín como esta pero, ¿cuántas realmente podés decir que te provocaron algo ahí mismo donde atesorás recuerdos inolvidables? Mahavishnu Orchestra fue esa brillante excepción que hizo todo eso y más de lo que cualquier otro adjetivo calificativo positivo que pueda llegar a agregar para seguir describiendo la maestría desplegada en este álbum.
#342 Minutemen / Double Nickels on the Dime 1984 Tomémonos un momento para apreciar la grandeza de esta obra que recoge casi 45 ideas disímiles entre sí que innovaron el concepto que se tenía del punk rock, manteniéndolo bien alejado de sus estandáres, conservando solo lo más importante del mismo: la actitud. El trío californiano Minutemen conformado por el gordo D. Boon en guitarra, voz y descontrol, Mike Watt en bajo y creatividad, y George Hurley en batería y precisión matemática, fueron criados en la escena hardcore teloneando a Black Flag y otras agrupaciones mucho más gritonas. En su tercer álbum de estudio demostraron cuán diferente eran de las bandas con las que estaban rodeadas en aquel entonces, era categórico que eran más inteligentes y con mayor amplitud musical que cualquier banda hardcore de la época. A esto es capaz de llegar una banda punk cuando hay ganas de hacer algo distinto y ambicioso, este álbum hasta ahora representa el sentir del joven norteamericano que se burla de los estereotipos y al mismo tiempo es consciente de la realidad política y social de su país, todo esto plasmado con letras que van de lo sarcástico a lo bien pensado, sin perder el
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tono casual con el que se dirige D. Boon y lo hace un ser tan querible a lo largo del álbum que contiene además una seria cantidad de chistes internos. Sin dudas es un álbum con el que me siento identificado porque tienen ese lenguaje que es tan de los perros y tan nerd a la vez. Fiel ejemplo de ello es el bombardeo de guitarras filosas en “Viet Nam” que tiene una letra que al arrancar la leés y parece algo sin mucho sentido el “Let’s say I got a number, that’s number’s 50.000 that’s 10% of 500.000”, después vas leyendo el background y cachás que en la guerra de Vietnam murieron 50.000 yanquis, una cifra muy inferior comparada a las 500.000 personas vietnamitas que perdieron la vida en la misma contienda, la letra continúa y arremete contra cuestiones políticas que no se quedan en el simple discurso anti presidente del momento. Está para dejarte con la boca abierta que un tema tan pegajoso sea tan rico de contenido y apenas dure un minuto y medio. Ni siquiera podría decir que es un excelente álbum de punk, ya que abarca muchos más géneros como el free jazz en algunos intervalos de “Retreat”, les agarró un ataque de africanismo instrumental en “You Need the Glory” donde Hurley arremete con varios elementos de percusión mientras hace scat y silbidos con la boca, al pogo lo convierten en bailes de considerable agresividad con el track súper influenciado por Wire, “The Roar of the Masses Could Be Farts”, Boon demuestra que es un poeta maldito si se pone las pilas con la folky “History Lesson (Part II)” donde hace una especie de autobiografía mientras se compara con Bob Dylan, y cómo olvidar a “Corona” (mejor conocido quizás como “el tema de Jackass”) que inserta country al frenético tempo punk, algo que le encantaba hacer a bandas como Violent Femmes en esos años donde el rock and roll era sinónimo de una marea de cabelleras glam. Ninguna de las canciones sobrepasa los 3 minutos, por lo que si te gusta el punk, escuchar este álbum sería como comerte una bolsa de caramelos surtidos y que ningún sabor se repita, cuando te enamorás de una melodía o alguna partecita de un tema, se acaba y vas por la siguiente sin perder el tiempo. Boon se empecina en ejecutar su guitarra a arañazos y con los nervios de punta en cada solo, los golpes de Hurley caen de fino entre la polirrítmia y la ferocidad, mientras que Watt se reafirma sólido en la melodía, es el hombre que ordena estos borradores de canciones entreveradas que hablan desde el punto de vista de la clase trabajadora y lo cansada que está de los asuntos políticos, tomándolo con soda como en la brillantemente titulada “Political Song for Michael Jackson to Sing”
que sería una metacanción que señala los clichés que contienen los hits del pop y sus simbolismos, también tenés otros tópicos como en “Shit from an Old Notebook” que putea contra la publicidad y su manera de manipular psicológicamente a las personas. Este álbum es la verdad por tantas razones, por su pureza, por la creatividad invertida en la misma, por experimentar sin miedo y reírse de ellos mismos (en vinilo, el lado B del segundo LP le pusieron de nombre lado Chaff que sería como el lado de las sobras). Mi respeto eterno hacia esta banda de fugaz existencia y a D. Boon donde quiera que esté.
#343 PJ Harvey / Rid Of Me 1993 En sus 25 años de trayectoria, PJ Harvey fue muchas cosas. En sus primeros dos álbumes fue el nombre de una banda conformada por el batero Rob Ellis, el bajista Steve Vaughan y su cantante y guitarrista Polly Jean Harvey que para su tercer disco se convirtió en su proyecto solista, ya fue bohemia (en Stories from the City, Stories from the Sea), una mujer de salón (en Dance Hall at Louse Point, uno de los dos álbumes que sacó con John Parish) y alguien que enaltece las batallas que libraron sus ancestros (en su glorioso Let England Shake). Pero sin dudas mi favorita de todas aparece en Rid of Me, su mugriento y agitador segundo material de estudio que la puso a trabajar con el ingeniero en sonido Steve Albini, el hombre perfecto para capturar tanta crudeza. Por aquellos tiempos ya había trabajado con Pixies, The Jesus Lizard, Slint, The Breeders y la grabación completa de estas sesiones las haría escuchar a Nirvana para convencerles de grabar con el su clásico In Utero. Los primeros dos minutos del tema inicial homónimo no son más que unos rajidos de guitarra con la calma antes del holocausto encapsulados en la voz de Polly que se encuentra dominante en su juego sexual (“Lick my legs I’m on fire. Lick my legs of desire”), los siguientes dos minutos son un tira y afloja de tensiones liberadas a través de los fuertes impactos que recibe la batería de Ellis, a eso sumale la peculiar manera que tiene Albini de hacer sonar las baterías en los discos que produce, dándonos esa sensación de que
están siendo tocadas frente a nuestras narices. El trío grabó el álbum completo con sonido en directo, así crudo y compacto que no escatima en insanidad por parte de PJ que venía de sufrir una crisis nerviosa, una ruptura amorosa y una expulsión al instituto de arte al que asistía, su mundo se le venía abajo excepto por la enorme aceptación que tuvo su debut, Dry que la llevó a los grandes escenarios festivaleros. Tomemos nomás de ejemplo a “Legs”, canción que la deja como una psicótica que cobró venganza al cortarle las piernas a su ex, la composición es inestable como una balada que va siendo molida a golpes por los palillos de Ellis y los riffs de Harvey que nos llevan a un lugar que así como su voz que en los altos parece estar poseída por su demonio interior quien es la misma que toma el control de “Rub ‘Till It Bleeds” y “Dry”, canciones potentes que llevaron el sexo salvaje a niveles de perversión que solo una loca como PJ puede hacer poesía maldita de las mismas, si estas canciones fuesen pinturas serían bastante perturbadoras pero no podríamos dejar de mirarlas. Incluye por la mitad un cover del “Highway ’61 Revisited” de Dylan en una versión que coherente al resto del álbum, casi se puede palpar el sudor de los que la interpretan con tracción a sangre, a partir de acá llega una seguidilla de canciones que aceleran al máximo las palpitaciones de Harvey y dejan en claro quien es la que tiene el poder. Allí figura “50 ft. Queenie”, esa cabalgata punk con raíces bluseras y un espíritu grunge que nos deja sin aliento en el pogo, a esta le sigue la violenta declaración de amor a la luna titulada “Yuri-G” en la que PJ sueña con ser el astronauta ruso Yuri Gagarin, también conocido como el primer humano que viajó al espacio. La desesperación y ansiedad que recorre por el corazón de este álbum es canalizada en riffs enfermizos que se taladran en tu cabeza. PJ Harvey revela su lado más salvaje, pelando el dedo del medio y diciendo varias verdades que duelen en un álbum fascinante, de los pocos que definieron la manera de hacer rock con los huevos bien puestos en los 90s.
#344 Galaxie 500 / On Fire 1989 En pleno 2017, esta rama introspectiva del rock que responde a varios apodos como shoegaze o dreampop o slowcore o las tres al mismo tiempo, continúa ganando adeptos en un nicho cada vez más
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grande. Es que siempre habrá lugar para una expresión musical que nos da los materiales suficientes como para flotar mentalmente, melodías que nos dan la impresión de ampararnos de todo mal por unos instantes, canciones que nos marcan nuestro existir y con las que vamos entrando en confianza, letras que refuerzan esas emociones que tanto nos cuestan describir porque es el vacío mismo en nuestro ser… o sencillamente nos desinhiben, usándolas como un efímero ticket hacia un lugar donde ningún otro género musical pudo llegar. Por esas cuestiones del corazón y la mente es que seguirá tan vigente este estilo que sigue reinventándose hasta ahora, pero cuyo zenit fue alcanzado hace ya casi 30 años con el segundo de los tres álbumes de esta banda que no necesitó durar tanto (ni cinco años) para perpetuarse como leyendas indiscutidas de esta pasión que pocos entienden. Esta gema de finales de los 80s creado por el trío de Damon Krakowski, Dean Wareham y Naomi Yang, no solo fue un álbum perfecto con canciones hermosas, fue un trabajo que en su sacrosanta producción (liderada por Mark Kramer) y fabulosa ejecución, tuvo el poder de inspirar a todos los que vinieron después en esa misma venia de reverbs inmersos, suaves acordes y voces cantando al tedio suburbano, todo esto mientras iban fluyendo notas líquidas de una guitarra. El contenido de las letras eran meros decorados a la increíble instrumentación con la que iban adjuntas, ya que trataban sobre cosas mundanas como vehículos (“Blue Thunder”), de trips en ácido (“Strange”) o días grises y aburridos (“Another Day”), porque para hablar de lo importante ya habían millones de bandas, en parte es parte del atractivo que los llevó a ser de culto a los Galaxie 500, endiosados por la crítica británica (no tanto en su país). Un crítico de la época les atinó una descripción que podrá haber sonado exagerada en su tiempo, pero que ahora es de la más acertada: psicodelia lo-fi reminiscente a Jonathan Richman (frontman de The Modern Lovers) siendo su backing band los Velvet Underground. Un mar de efectos cristalinos salidos de una guitarra, un bajo penetrante y una percusión expansiva, acompañan a esta impresionante cantidad de melancolía que relaja el alma, a diferencia de la otra rama del shoegaze fomentada por My Bloody Valentine y derivados, los Galaxie 500 eran más melódicos y no necesitaban
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rayar sus guitarras por los amplis para intensificar la experiencia. No ocultaban sus influencias, eran acérrimos fanáticos de los Beatles y lo demostraban cerrando el disco con una dichosa versión de “Isn’t It a Pity” de George Harrison que trasladada al campo de este trío, podría durar más o menos toda la eternidad y no nos íbamos a dar cuenta por el trance. En la reedición del 97’ le agregaron 3 tracks más, entre ellos un indeleble cover de Ceremony” de New Order que no es más que regocijo puro pasando a través de unas cuerdas enchufadas durante 6 minutos. Pocas veces la añoranza fue calcada con tanta simpleza y claridad como se escucha la voz quebrada de Wareham que en On Fire suena a alguien que lo único que estaría necesitando con suma urgencia es un abrazo, así de emotiva la cuestión.
#345 New Order / Power, Corruption & Lies 1983 Apenas un año después de la muerte del emblemático Ian Curtis, sus compañeros dieron por terminada la banda porque estaba más que claro que Joy Division era su cantante. Fue un grupo que perdió su voz, pero no su corazón y eso lo demostraron renaciendo como New Order, titulando perfectamente a su primer álbum como Movement, una clara referencia de que la vida continúa, el mundo no para y hay que seguir remándola. Así el mundo se enteró que detrás de Ian había un grupo de músicos que convergían fluidamente y al no contar con un nuevo líder natural, todos ellos pasaron a convertirse en protagonistas de sus nuevas canciones: Stephen Morris con su percusión secuencial, Peter Hook y sus marcadas líneas de bajo que inspirarían a un par de generaciones posteriores, Gillian Gilbert y su uso hechizante de teclados, y Bernard Sumner devenido a cantante que junto a su guitarra le dieron el pulso eléctrico a una de las mejores reencarnaciones de la historia del rock.
Para ser una banda que estaba abandonando una etapa trágica y se reiniciaba por medio de sintetizadores, sus letras y melodías aún conservaban ciertos tintes oscuros en Power, Corruption & Lies, el segundo álbum de la banda pero considerado por muchos como el primero por no incluir vestigios de su pasado con Curtis, este era un grupo completamente distinto que se la jugó por un sonido bien synthpopero pero sin perder ese tacto humano que le faltaba a muchos de sus contemporáneos, como una primera muestra de afecto está al principio mismo “Age of Consent”, un track rebosado de vehemencia en el que cada miembro se va pasando la pelota para tener su minuto de gloria, primero que nada Hookie y esa ejecución de bajo memorable que funciona de base para toda la melodía con la ayuda de un robótico Morris en la bata, luego Sumner con su sentida letra sobre un amor no correspondido, después le toca el turno a Gilbert con ese sintetizador que con una sola nota sostenida basta para contagiarnos de afecto, y por último nuevamente Sumner con esos filosos solos de guitarra que una multitud de bandas indie que vinieron después se encargaron de copiar, arruinar, reconstruir y remixar. Como si se tratase de un relato de guerra, “We All Stand” conserva los atributos de Joy Division para plasmar una pesadumbre en formato post-punk que sería junto a “Your Silent Face” los momentos donde las tinieblas se apoderan del sonido, en el caso de este último, de la caja de ritmos que tira un beat kraftwerkiano innegable. El resto del álbum trata sobre una banda en dicha plena, siendo de los primeros perfeccionistas en crear paisajes bailables para el consumidor de rock, entrelazando capas y capas de sonido alternado entre sintes y punteadas como pasa en la estimulante “The Village” y que al segundo minuto de “5-8-6” desencadena una secuencia similar a “Blue Monday” que lanzarían poco tiempo tiempo después como single independiente y formaría parte de la edición yanqui de este álbum. Si hay un solo track que pueda abreviar lo que significó la oleada new wave ochentosa, solo tiene que darle play a esa delirante pieza que marcó un antes y un después en la historia de la música dance. Sabés la poderosa influencia que ejerció un álbum como este, cuando 35 años después te das cuenta que cada track del mismo te hace recordar a canciones que salieron hace poco tiempo. Por ejemplo, LCD Soundsystem hace referencia a la letra y la progresión rítimica de “Ultraviolence” en “Tribulations”, así como “Leave Me Alone” suena a un 90% de las bandas post-punk con temáticas oscuras que aparecieron en los últimos años. Si con Joy Division fueron los reyes no reconocidos de lo
lúgubre y lo denso, con New Order fueron los reyes de todo lo opuesto a eso, el poder de las grandes canciones logra este tipo de hazañas irrepetibles.
#346 Incredible Bongo Band / Bongo Rock 1973 Estamos acá frente a un pedazo vital de la historia de la música contemporánea, uno de los álbumes más influyentes y quizás el que lleve el título de campeón al más escuchado de forma indirecta de los últimos 50 años. El responsable de esto fue un tal Michael Viner que ni siquiera figura como músico en donde sea que le buscás, su labor como productor ejecutivo de Metro Goldwyn Mayer le llevó a la tarea de buscar un responsable de musicalizar una escena de persecución de la película de clase B, The Thing With Two Heads, llegó junto al compositor nominado al Oscar, Perry Botkin Jr. y con el tuvo la idea de hacer un par de tracks instrumentales hechos con bongos y congas que resultaron en “Bongo Rock” y “Bongolia”. Para sorpresa de ellos, este single la pegó vendiendo más de 2 millones de copias en Norteamérica, y bueno, una cosa llevó a la otra, tenían a su disposición los estudios de MGM para grabar lo que sea y al poco tiempo salió el LP, Bongo Rock que venía con esos dos temas más otros cuantos covers en versión funk y loungerock que tienen ese sabor a soundtrack de series y películas buddy cop de los 70s, tipo Hawaii Five-O. Es asombroso como casi 50 años después de su concepción, este álbum ha envejecido como el whisky y suena tan actual como ningún otro material grabado en esa época, y eso se da por varias casualidades de la vida. Primero que nada, Incredible Bongo Band fue nada más que una denominación a esta idea que tuvo Viner, nunca fue una banda convencional, más bien una juntata de sesionistas impresionantes, entre ellos un Jim Gordon, baterista fundador de Derek and the Dominos, y sin hacer mucho ruido también figura John Lennon como mezclador y Harry Nilsson
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en arreglos, además se rumoreó la presencia de un Ringo Starr también por allí. Todos esos nombres y más que no menciono, demuestran que para haber sido solo una improvisación, estuvo muy bien planeada. Pero lo que realmente elevó esta pieza de arte a un siguiente nivel fue el uso que le dieron en el hip hop, específicamente al drum break del track “Apache” que hasta ahora sigue siendo sampleado por artistas que van desde los pioneros Sugarhill Gang hasta Kanye, fue tanta la influencia de esta partecita del tema que se la considera como una de las precursoras de géneros enteros como el drum’n’bass y el jungle, extendiendo sus dominios por la electrónica más vanguardista de Aphex Twin o los viajes ambientales de Massive Attack. Siendo sinceros, hay mucho más para hablar de las canciones que se hicieron tomando como base este álbum que el álbum en sí que en posteriores reediciones se vino entre sus versiones más conocidas una seductiva versión de “(I Can’t Get No) Satisfaction” de los Rolling y la famosa “In-A-GaddaDa-Vida” de los Iron Butterfly cuya infección psicodélica toma fuerza con la diversidad de instrumentos de viento que acompañan a los cadenciosos ritmos de los tambores liderados por King Errisson. Un esencial para los que están pensando sentarse detrás de los parches o para los que solo están buscando un álbum que le chorrea onda y diversión, el álbum de percusiones más popular de todos no se caracteriza por su velocidad sino por su forma, todos los involucrados en ejecutar los bongos y baterías no fueron unos virtuosos que dominaban sus instrumentos, pero si que sabían cómo pegarle para provocar una convergencia de ritmos que hasta ahora no pudo ser superado, de allí que sea uno de los discos más sampleados de la vidaporque sencillamente es más fácil replicarlo.
#347 Happy Mondays / Pills ‘n’ Thrills and Bellyaches 1990 Si hay un movimiento musical por el que siempre sentí un apego y curiosidad desde siempre fue la del Madchester originada a principio de los 90s en el Reino Unido como una precuela obsesionada por el éxtasis de lo que
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más tarde se conocería como britpop. Así como el grunge fue una expresión cultural de una época más que un subgénero en sí que albergó en su etiqueta a bandas hoy más que respetadas como los Stone Roses, James, The Charlatans, Inspiral Carpets, Primal Scream, entre otros, y allí bien abajo completamente impresentables habitués de la discoteca The Haçienda estaban los hermanos Paul y Shaun Ryder junto con los demás miembros de su banda Happy Mondays, outsiders de los outsiders que en su tercer álbum se proclamaron como reyes del hedonismo psicodélico, un álbum que se siente como estar perdido en el medio mismo de la fiesta por estar tan dopado que terminás teniendo una fiesta mucho más colorida en tu cabeza. A pesar de la pose de reventados y el collage de sexo, drogas y rock and roll, los Mondays están más que compenetrados a hacer bailar a todos los presentes con himnos atemporales como “Kinky Afro” en el que Shaun arrastra las palabras para contar una historia de disfunción familiar (“son, I’m 30 I only went with your mother cos she’s dirty”) y de paso sin importarle tres carajos se roba los yippi-ippi-ey-ey-ay-yey-yey de “Lady Marmalade”. Eso es algo que hace único a este álbum que lo catalogaríamos de rock más por una cuestión de actitud porque la verdad en estas 10 canciones conviven más estilos de los que parecen. “God’s Cop” es una volada mixtura dance-rock que se burla de un policía conservador con una onda increíble proporcionada por una slide guitar y samples de violines que lograban algo que no se parecía a nada de lo que se había hecho antes en Manchester: borrar por completo la división del rock con el dance. Cada track sonaba bien distinto uno de otro haciendo de Pills… uno de los trabajos más versátiles de aquel entonces, un compilado de ideas inconexas que cobran sentido cuando las juntas y las producen Paul Oakenfold y Steve Osborne. Como dicen los más oportunistas, las ideas son de las que las ejecutan y con esa premisa en mano se apropian entre otras cosas del coro de una canción psych folk de los 60s en “Donovan”, poniéndole el nombre del autor original al tema; ¿sabías que la canción más conocida de estos señores en realidad es una reversión? Si, “Step On” pertenece a un compositor sudafricano llamado John Kongos, a la original le puso “He’s Gonna Step on You Again” y los Mondays le dieron una onda más dance-club demasiado atractiva como para que quieras reprocharles algo, por algo es un hit inamovible de los 90s y de las emisoras alternativas.
Mi favorito personal de este osado reventón es “Bob’s Yer Uncle” que exuda una caricaturesca sensualidad en la voz impostada como crooner del amor de Shaun que le pregunta a su acompañante Rowetta qué le gustaría que le dijera mientras hacen el amor, mientras ella va rellenando espacios en los versos con sugerentes gemidos, sin contar con la presencia de una flauta que le da un toque exótico a la melodía y es por lejos lo más resaltante de la canción. El fuerte de los Mondays fue nunca tomarse muy en serio nada y casi como un manifesto cae “Loose Fit” a la mitad del álbum para resumir lo que son ellos, sonando tan cool e insensatos diciendo al mundo “go where you’re goin’, think what you’re thinkin’ sounds good to me” sobre un colchón de ritmos entremezclados por el hip-hop y el reggae. Solo por ese tipo de atrevimientos ya se merecían un lugar más privilegiado del que hoy los coloca la historia de la música, forzando al rock a ser algo más en un periodo mancuniano dominado por bandas como The Smiths; los Happy Mondays al estar tan fuera de sí, tengo mis dudas de si se dieron cuenta lo que lograron con este sensacional álbum.
#348 MGMT / Oracular Spectacular
2007 Son poquísimos los discos a los que les tengo tanto aprecio en esta vida que por más que los ame, evito escucharlos de principio a fin muy de seguido para que siempre suenen frescos en mi memoria. Me puede llegar a doler bastante sentir gastada a una canción que tanto quise alguna vez, no soportaría la frustración de que ese tema que antes me erizaba la piel ahora lo escuche como un tema más que ya se hizo viejo. Soy partidario de que “tomarse un tiempo” solo funciona cuando se trata de mantener una relación estable con tu música preferida. Ese tipo de romance es el que tengo hace una década con este álbum clave en la historia del indie rock y de mi vida. Digo del indie rock por la enorme influencia que ejerció en el synthpop y el pop psicodélico que vino después, salieron muchas copias baratas y caras
pero ninguna pudo superar esta extraña perfección. Digo de mi vida porque salió cuando tenía 15, esa etapa adolescente en el que mis gustos se iban perfilando, dos hipsters de la universidad Wesleyan, hicieron la canción más rara que había escuchado en la rotación de la emisora que escuchaba todo el día. “Time To Pretend” me abría el camino a una nueva dimensión de colores sonoros en los que Andrew Vanwyngarden y Ben Goldwasser iban surfeando sobre sintetizadores chillones y una batería saturada con un poptimismo similar al “Race for the Prize” de los Flaming Lips y no era coincidencia ya que el mismo Dave Fridmann se sentó a producir ambas canciones. En la letra encontrábamos la parodia fina a un estilo de vida aburdo en el que Andrew fantaseaba con llevar la vida de rockstar desenfrenado, metiéndose heroína, casándose con modelos y tener autos de lujo, teniendo como de cabecera máxima “live fast, die young”. Era la canción que servía de presentación y manifesto de una banda que esquivaba cualquier oportunidad para cuadrar en la normalidad del ecosistema pop al cual pertenecían. Cada canción era un despegue galáctico distinto, una sorpresa impredecible con influencias claras de un Bowie marciano, “Weekend Wars” era la siguiente pieza que resultaba ser una oda folk espacial con letras que iban de lo metafísico al sinsentido, pero la manera en que lo cantaba Andrew se acercaba a una revelación crucial del universo, amplificada por un final exaltado de emociones en las voces y la instrumentación sintética. Pegada a esta venía otra maravilla de nombre “The Youth” que con ecos lejanos y sintes reverberados anunciaban una pseudo revolución de amor hippie 2.0 en una canción preciosa por donde la escuches, teniendo además uno de los mejores coros de este álbum (“The youth are starting to change; are you. Starting to change, are you? Together, together, together, together”). La primera mitad de este álbum es oro puro distribuido equitativamente en reversiones originales del psychpop que se viene haciendo desde los 60s. 10 años después hasta el día de hoy, no hubo nada tan extraño y pegadizo como “Electric Feel” y “Kids”, estas canciones me atrevería a decir que marcaron un quiebre generacional entre los consumidores del pop masivo, muchos nos dimos cuenta que se podían forzar los límites de lo tradicional y seguir pegándola en todos lados (hasta ahora tenemos atorado en la cabeza el sintetizador de “Kids”). En perspectiva, diría que fueron pequeñas conquistas de los que pensaron diferente, el punto más alto del mainstream al que pudo llegar el indie rock de la década pasada.
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La segunda mitad era mucho más jugada, atrevida y por sobre todas las cosas alucinógena, igual o más satisfactoria para los oídos más abiertos. Arrancando con una canción que ya me fritaban las neuronas tan solo con imaginarme su título, “4th Dimensional Transition” al que casi puedo recordar la primera vez que la escuché, habrá sido como entrar a un estado de nirvana en el que podía ver una nueva realidad a través de mí recién crecido tercer ojo. Hasta ahora me asombro de esta canción como si hubiese sido compuesta por una especie de tribu astronómica que parece ser la misma que aprende a manipular instrumentos terrícolas en la épica “Of Moons, Birds and Monsters” arrancando como una enérgica pieza de psicodelia moderna que se va perdiendo gradualmente en el firmamento con un desplome explosivo de sus partes que se van desangrando con absoluta gracia hasta el último segundo.
y el que hubiese sido su álbum inaugural, terminó sufriendo un injusto delay de 18 años por no haber conseguido un sello que pudiera editarlos.
Luego están “The Handshake” y “Future Reflections”, canciones introspectivas y chispeantes que dejaron picando la interrogante de un futuro incierto para MGMT que años después se verían envueltos en más experimentos riesgosos pero sin ganas de replicar la misma espectacularidad de la que fuimos testigos acá, evidencia de que en Oracular Spectacular, Andrew y Ben estuvieron tan adelantados hasta para ellos mismos.
El único antecedente previo a las sesiones de este álbum fue la del single “Cough/Cool” grabada en el 77’ donde estuvieron más cerca de los Doors que los Ramones diría, ni siquiera tenían guitarra, todo lo que tenían era un Danzig en piano y voz esquizofrénica, Jerry Caiafa que aún no adoptaba su apellido de Only en el bajo y Manny Martínez en la bata. El año siguiente se vendría con cambios en la alineación, el añadido de un guitarrista como Franché y la mente maestra detrás de este proyecto se vería influenciado por el hardcore punk y el rock and roll de los 50s en una tonalidad bien oscura, acorde a sus letras que no se ahorraban una pizca de maldad, causando provocación por su contenido explícito de violencia y sexualidad.
#349 Misfits / Static Age 1996 Misfits fue, es y siempre será Danzig, todo bien con lo que vino después bajo el nombre de Misfits, pero eso ya fue otra cosa mucho más asociada al heavy metal y algo que ya estaba establecido. La parte de la historia de esta banda que me interesa se encuentra en esos primeros EPs y discos de finales de los 70s e inicio de los 80s que inauguraron toda una estética y estilo de hacer punk nunca antes escuchado, inspirados en las películas clase B que daban miedo, antes que expresar su sentir político, Glenn y sus demás compañeros en aquel entonces, Jerry Only, Franché Coma y Mr. Jim inventaron el horror punk
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La parte curiosa de cómo se dio la concepción de Static Age es que el estudio donde lo grabaron les salió gratis por cuestiones legales. Los Misfits tenían un sello propio al que le dieron de nombre Blank Records y resultase que Mercury Records, un sello mucho más grande tenía una ramificación a la que también le pusieron de nombre Blank Records y estaba editando un material, sin tener idea que existía otro sello con ese mismo nombre ya registrado. Cuando se enteraron, llegaron a un acuerdo con Danzig, ofreciéndole 30 horas en su estudio. Podrá parecer poco tiempo, pero es en ese lapso donde estos locos dejaron registro de sus mejores canciones en el álbum debut soñado que no pudo ser.
Sabés que estás escuchando un clásico cuando la seguidilla de temazos no para en ningún momento, es el sonido de una banda afiladísima en su pico de creatividad, sonando mugrienta pero a la vez melodiosa, siendo el reflejo de una época en donde la televisión empezaba a embobar a las masas, algo de lo que despotrica Danzig en el track homónimo al disco y “TV Casualties”. Aunque eso sería lo más light que tendría el irreverente cantante en su arsenal, ya que en el siguiente par de temas, “Some Kinda Hate” (como parodia al “Some Kinda Love” de Velvet Underground) y la legendaria y veloz “Last Caress”, empieza con las densidades de aniquilar bebés y violar a tu mamá. No estoy como para salir a defender lo indefendible, y mucho menos negar que estas canciones me resultan harto divertidas en todo sentido, disfrutándolas con un humor tan negro posible como episodio de Rick and Morty. Aunque hay veces en los que sobrepasan cualquier barrera de perversión y vulgaridad como en “Bullet”
donde hablan del asesinato del ex presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy y más en detalle lo que quieren hacer con la viuda Jackie O, si nunca lo escuchaste antes y repudiás cualquier acto de violencia contra la mujer, preparate para lo irreproducible, aunque reitero que no es para tomarlo muy en serio o te estarías privando de una de las mejores puteadas hechas canción como lo es “Attitude” que si la vamos a juzgar detenidamente se cae de misógina con una letra que amenaza sin escrúpulos “inside your fetal brain there’s probably a whore, if you don’t shut your mouth you’re gonna feel the floor”.
dentro de un género que hasta ese entonces parecía ser irrompible y con reglas sagradas que si no las respetabas eras tildado de ser anti-jazz. Pasó de ser un sesionista más al líder de su propia banda, pasó de ser un heroinómano alcohólico a ver la luz de Dios, según sus propias palabras. Fue alguien que en el punto de su carrera en el que grabó este álbum, ya había acumulado la experiencia de vida suficiente para dejar su máximo legado a dos años antes de su partida, había visitado el cielo y el infierno, y en esta extraordinaria obra nos revela por cuál de las dos opciones se terminó quedando.
El gusto por las películas de terror de bajo presupuesto lo demostran en canciones que hacen referencia en sus títulos mismos como “Return of the Fly” citando en sus versos a los actores Vincent Price y Helena Delambre, además de “Teenagers from Mars” haciendo el guiño a una película de nombre similar, estrenada en 1959. Ahora, si estás interesado en saber lo que diferenciaba a los Misfits del punk rock convencional, escuchate la enervante “We Are 138” y “Hybrid Moments” que no solamente eran la gloria catártica resumida en menos de 2 minutos, sino que además tenían algo que los hacía sumamente emotivos, en el caso de este último, la considero una canción única en la que no puedo determinar si lo que canta Danzig (“Moments like this never last”) me causa alegría o una profunda tristeza al recordarme momentos irrepetibles de la vida.
A Love Supreme es una demostración de músicos perfectos realizando música perfecta durante poco más de media hora. Grabada en una sola sesión en diciembre del 64’ por el Classic Quartet conformado por el pianista McCoy Tyner, el bajista Jimmy Garrison, el baterista Elvin Jones y Trane con su saxofón tenor, fue uno de los álbumes más vendidos de toda la historia del jazz, citado por estudiosos como una de las mejores del estilo, no tanto por el virtuosismo y velocidad de su ejecución, sino por su temática devocional y la fluidez fascinante con la que estos cuatro seres de luz llevan adelante sus polirrítmicas secciones, breaks, cambios de ritmo, desafiando a la lógica con una técnica envidiable para acomplejar lo que van tocando sobre la marcha, en lo que sería un modelo a seguir a la hora de improvisar para otros grandes que vendrían después.
Saliendo de ese cuadro de inadaptación social, la impulsividad de los Misfits resulta hasta el día de hoy ser una efectiva terapia para lidiar contra todo lo que nos molesta del mundo.
#350 John Coltrane / A Love Supreme
1965 Después de haber tocado mano a mano con los mejores, desde Miles Davis a Thelonious Monk; haber contribuido en los álbumes esenciales del jazz que más de 50 años después de su creación, siguen siendo el punto inalcanzable de referencia para todos los que vinieron después; haber sido uno de los pioneros del free jazz, empujando los límites de la creatividad
En sus cuatro partes, Coltrane aplica todo lo que aprendió hasta allí en más de 20 años de trayectoria, soplando su saxo de metal por amor a Dios, la armonía de estas composiciones posee un aire espiritual que sobrevuela en cada una de las notas que se van deslizando hasta nuestros oídos con delicadeza. Cada uno de los integrantes de este cuarteto parece estar tocando algo distinto en “Acknowledgement”, reflotando el costado más avant-garde del jazz en una pieza donde confabulan tranquilamente el genio de todos ellos en un desorden pulcramente exhibido. Uno no puede dejar de sorprenderse ante semejante destreza, la abstracción en la que está ensimismado Jones en sus majestuosos solos de bata durante “Pursuance”, la sobrehumana pulsación de Garrison que sospecho en este álbum estaba adelantado como 3 segundos en el futuro al resto de sus compañeros, para saber con precisión quirúrgica adonde se dirigen sus demás compañeros, como es el caso de McCoy, alguien totalmente impredecible cuando le ponían un piano frente a él. En la última parte, “Psalm”, ocurre algo inédito para los estándares del jazz, algo que denominarían como
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una recitación sin palabras en el que Coltrane agarra su saxofón y hace una versión instrumental de un poema dedicado a Dios que el mismo escribió, y se encuentra dentro del librito en el que venía el vinilo. Si, literalmente Trane le hace hablar a su instrumento en una perfomance que nos deja boquiabiertos ante tanta hermosura, un homenaje a la cultura góspel en la que los predicadores acostumbran a recitar la palabra del señor ante sus audiencias. Pocas cosas en la vida pueden ponerse mejor que esta ofrenda espiritual del santificado Coltrane. Amén.
#351 Turkish Blend / 339 1999 No tenía mucha noción sobre lo que fue el panorama del rock nacional a finales de los 90s, tampoco hay mucho escrito por allí que deje constancia de lo ocurrido por aquellos años, pero no hace falta ser un historiador para darse cuenta que esa fue la época que germinó el interés por parte de un público más masivo, se estaba generando una interesante movida underground apoyada por medios como la Rock & Pop y sellos como Kamikaze Records se encargaron de editar los materiales de esa nueva oleada de bandas que marcarían el camino a seguir del rock nacional hasta el día de hoy. Una de ellas es la hoy extinta, Turkish Blend que con tan solo un álbum en un su haber, me tomo el atrevimiento en decir que fue el cimiento más influyente del rock y el ska que se vino después en Paraguay. La banda formada por Gabriel Benítez en voz y guitarra, Iron Lobo Jr. en bajo, Bruno Ferreiro en guitarra y Julio Iván Ovelar en batería, grabaron 12 canciones que fueron producto de un tiempo en el que el nü metal y el ska punk estaban en su apogeo, reforzado a una aplanadora ejecución y la ayuda de varios invitados clave en la escena, harían de 339, un álbum furioso y divertido en medidas iguales. Era música que vino en el momento justo de la historia de este país, recordemos que ese fue el año de un fatídico capítulo conocido como el “Marzo paraguayo” en el que varios jóvenes perdieron la vida por salir a manifestarse en las plazas frente al Congreso. El álbum empezaba con una patada voladora de nombre “Meaningless” en el que atacaban
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con portentosos riffs y sólidas líneas de bajo a las que se le pueden encontrar paralelismos con bandas nü metal como System of a Down o Korn, pero no podrían compararse en nada más que la agresividad ya que Turkish curtía más el palo del hardcore y el groove metal como puede apreciarse con mejor claridad en “Arschloch” y “Ode to the Government”, esta última una puteada al gobierno de turno, escoltada por una arrolladora base rítmica que me recuerda por momentos a Pantera. Aunque la verdad absoluta es que este cuarteto no se casaba con ningún estilo en particular y eso hizo que el álbum pierda un poco de cohesión al querer plasmar los gustos tan disímiles de sus integrantes. Gracias a eso tenemos volantazos como “Meaningless” a “Drifting Away” en el que se pasaban a todo el esplendor del pop punk, pero lo hacían con tanta convicción que no podías más que dejarte llevar y disfrutar del espectáculo en el mosh. Más drástico aún era pasar de “Arschloch” a “Oops!” donde se sacaban la visa para dos minutos de ska punk gozador, algo que replicarían más adelante en el clásico “Nothing Left” que prácticamente moldea el ska que más adelante expandirían bandas como Ripe Banana Skins u Orchablex. Por otro lado, también tenías en el intermedio a “Agachate” que era rap metal sucio y descarado diseñado para el agite y la provocación con ese coro que grita “¡¡¡PERRAAAA!!!”, si ya lo conocés, seguro lo leíste cantando. Si dije que este es el álbum más influyente, no lo digo solo porque hasta ahora hay muchas bandas de acá que tratan de sonar así, sino que varios de sus protagonistas, hoy en día ya son referentes consolidados de la escena como Walter Cabrera que participa en las voces de “Paralelo”, el junto a Bruno más adelante formarían Flou, una de las bandas de rock nacional más convocantes de la actualidad. El baterista Sebastián Gulino también aporta sus palillos en varios temas del álbum, en aquel entonces era miembro de Raza que fue devenido a Paiko y continúa hasta hoy. Entre otras colaboraciones, incluso el mismo dueño de Kamikaze, Willy Suchard y el académico de la Orquesta Sinfónica de Asunción, Remigio Pereira ayudan con sus respectivas trompetas y trombones al par de temas ska que son de la partida. Conscientes o no de que este sería su primer y único álbum editado, los Turkish Blend le ponen el nombre de su grupo a un tema, y este termina siendo la despedida y el resumen perfecto de lo que significó este proyecto, conjugando tres años de momentos bien vividos que desembocaron al desarrollo de este disco irrepetible que sigue ganando relevancia con el correr de los años.
#352 Richard Hell and the Voidoids / Blank Generation 1977 En los libros de historia que hablan sobre los orígenes del punk rock, por default se menciona a los Sex Pistols como los primeros en traer ese sonido frenético con letras anárquicas acompañadas por una estética rebelde que no respondía a los estándares de la época. Ese sería el resumen que se pierde en detalles tan interesantes, como por ejemplo que el primer sex pistol ni siquiera fue inglés, fue un neoyorkino excéntrico llamado Richard Lester Meyers que luego pasaría a ser conocido como Richard Hell, en honor a ‘A Season In Hell’, poema célebre de Arthur Rimbaud. Richard fundó la icónica banda art-punk Television junto con Tom Verlaine quien no tardó en echarlo a Hell por ser demasiado revoltoso. En el escenario marcaba una presencia escénica terrible, no paraba de moverse, ni brincar, además de tener una pinta bien llamativa con ropa bien ajustada y pelo parado, tenía un estilo único que el empresario Malcolm McLaren llevó al Reino Unido y no tardó en utilizar en la banda que le tocó ser manager, los Sex Pistols. La historia recuerda que ellos lanzaron Never Mind the Bollocks en octubre del 77’, pero pocos saben que el mes anterior fue lanzado Blank Generation, el proyecto solista del tipo al que le “robaron” para formar la banda de punk más emblemática junto con los Ramones, y puse robaron entre comillas porque el propio Hell admite que las ideas son de propiedad libre. El mundo es de los letrados. El único álbum de Hell y los Voidoids que eran Robert Quine e Ivan Julian en guitarras y Marc Bell (más adelante Marky Ramone) en batería, fue punk hecho por gente que si sabían tocar instrumentos, a diferencia de los punkies que vinieron después que fueron más griteríos y aceleración, el palo de ellos iba más por la poesía y el tecnicismo. Hell ensambló sus gustos clásicos de Beatles a The Stooges con la suciedad y simpleza de las bandas garage rock conocidas como Nuggets que afloraban en los 60s, así nacieron temas como “Love Comes
in Spurts”, una canción de amor montada como excusa para hablar indirectamente de los efectos de la heroína, droga favorita de Richard que lo llevó estrepitosamente al fracaso de su carrera musical. El agite continuaba con los oh-oh-oh-oh-oh-oh-oh de Richard en el desacato titulado “Liars Beware” que posee una sección instrumental que es punk rock en esencia pero con cambios de ritmo y solos que indicaban la gestación del dance punk que aparecería por aquellos mismos años con grupos como Gang of Four y Wire. Sin embargo, el tema que pasaría el test de la perdurabilidad es el mismo que da nombre al material, inspirados en los riffs de “The Seeker” de The Who en un mix de rock and roll de los 50s con quiebres de free jazz y una letra que puntualizaba el vacío existencial y el espíritu de hacer lo que se te dé la gana que tuvieron muchos jóvenes de aquel entonces. Richard Hell representó a ese grupito de raritos disconformes con la sociedad y fue la chispa que sigue encendida hasta ahora en grupos como The Libertines o Arctic Monkeys. Lo que le faltaba de afinación o belleza vocal, Hell recompensaba con una actitud única combustionada por el nerviosismo, tan pero tan imitada en los últimos 40 años que hoy suena a cliché. Este es el verdadero precursor del punk rock tal cual como lo conocemos hoy en día, acá es donde dejó de ser un género más para convertirse en un nuevo estilo de vida.
#353 The Cure / Disintegration 1988 Los artistas son personas complicadas y más aún los que consideramos que están a un nivel superior que todos los demás. Parece que a cambio de tener un talento sobrehumano, les entregan a cambio unos demonios internos mucho más difíciles de tratar. Atendé el mambo que tenía Robert Smith en el 1988: tenía 7 álbumes editados con The Cure y el estaba llegando a los 30 años de edad, estaban alcanzando un importante status de reconocimiento en la cultura pop con temas que
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rankeaban fuerte en los charts como lo fueron “In Between Days” y “Close To Me” que se apartaban un poco de sus inicios góticos, le perturbaba la fama y la sobreexposición que fue alcanzando, pero lo que más le molestaba era darse cuenta del hecho que los grandes músicos que el conocía ya sacaron sus mejores trabajos antes de alcanzar la edad que el tenía. Sentía que el tiempo se le acababa para hacer su ópera prima, el trabajo que definirá su carrera y que terminó realizando en este álbum asombroso, empujado por las drogas, el amor y la desolación.
que fue para su creador (aunque en entrevistas salga a decir que fue la canción más floja del álbum). No en vano es la obra maestra de esta banda que puso un nuevo techo al dream pop, conteniendo otras canciones clave como esa canción que nos mantiene al vilo del suspenso y la seducción como lo es “Lullaby”, supuestamente basada en un cuento de terror que le contó un tío a Robert cuando era chico, aunque algunos afirman que puede tener un trasfondo que va más allás de eso, implicando su relación con las drogas o algo aún más delicado como los crímenes sexuales.
La depresión de Smith es representada de diferentes maneras durante este álbum, ya sea a través de las metáforas de lluvia que contienen “Plainsong”, “Pictures of You” y “The Same Deep Water As You”, el uso de efectos drone en las guitarras y sintetizadores, hasta la referencia de viejos amores como en “Last Dance”, la introspección lírica del propio Robert ponen el acento a un álbum que es succionado por la oscuridad para sacar lo mejor de la misma. En contenido, Disintegration te debería sumir en la más profunda tristeza, aunque escucharla es más bien una experiencia sanadora como muy pocos discos lo logran.
El siguiente tema, “Fascination Street” puede verse como el road trip narrado de la banda en una noche de descontrol por New Orleans, Simon Gallup y Boris Williams en bajo y bata respectivamente toman la posta rítmica de este viaje sin rumbo, la canción denota la perdición de una actividad tan efímera como andar de boliche en boliche en busca de algo pero no saber exactamente qué. En los tracks finales, el álbum se va hundiendo en la tristeza con letras cada vez más sombrías pero por alguna razón nos mantienen expectantes, casi como si se tratase de voyeurismo, siendo testigos escondidos del colapso emocional de una persona que sufre de un amor sin buen puerto como se puede verificar en la fatigosa pero sugestiva “The Same Deep Water As You” que se prolonga durante 9 minutos, así como de igual manera lo hace en los 8 minutos de “Disintegration”, teniendo allí mismo la revelación de que puede morir en cualquier momento si continúa con los excesos.
Esos dos minutos iniciales de “Plainsong” entre campanadas y líneas de bajo, son el augurio de algo trascendente que está a punto de ocurrir, cuando finalmente Smith pronuncia sus primeras palabras (“I think it’s dark and it looks like it’s rain, you said”), vos ya te encontrás empapado en la melancolía de esta conversación fría entre dos personas heridas por dentro que se buscarán para pasar juntos el fin del mundo. El enganche perfecto llega con la grandiosa “Pictures of You” que fue inspirada por un incendio en la casa de Smith donde llegó a rescatar fotos de su esposa Mary Poole que le sirvieron para reflexionar sobre esos momentos que atesoramos y quedan plasmados en fotografías, son la prueba más viva del amor y hasta lo hace sentir culpable a Smith porque muchas veces no encontró las palabras indicadas para dedicar o perdió numerosas oportunidades para estar mejor con su pareja, todo ello en una atmósfera lluviosa tan conmovedora. ¿La mejor canción de disculpas de todos los tiempos? Debatamos. Sin Mary no hubiésemos tenido esa canción, ni mucho menos “Lovesong”, una canción directa de amor sincero como nunca antes había escrito Smith, según indica las letras mismas de la canción, gracias a ella pudo mantenerse lejos de las sustancias (“You make me feel like I am clean again”), lo rejuveneció y le devolvió la diversión que carecía en su vida. Si esta canción ya lo suficientemente importante para ustedes que la dedicaron alguna vez a alguien, imagínense lo
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En la misma banda tenía como ejemplo a Lol Tolhurst quien el alcohol lo terminó consumiendo y dejándolo inútil para interpretar cualquier instrumento, debido a su adicción fue despedido durante la producción de este álbum en el cual solo contribuyó para la lujuriosa “Homesick”, la antesala a “Untitled” en la que se desata el flagelo de Smith ante tanta trivialidad, el mismo la llamó una canción esperanzadora para un mundo desesperanzador. Creo que podríamos decir lo mismo del resto de las canciones de Disintegration y no estaríamos equivocados.
#354 Talking Heads / Talking Heads: 77 1977 En esa incubadora de innovación neoyorkina llamada CBGB, no solo se presentaron los grupos
que amoldarían los conceptos que tendríamos sobre el punk, también era el lugar en el que se daban lugar a actos novedosos que vieron en el rock algo más que no estaba viendo nadie en su momento. Ubiquémonos un rato en el tiempo, era 1977, año crucial para el punk, salieron Never Mind the Bollocks y Rocket to Russia, álbumes que definieron todo un estilo de vida, y a la par se estaba gestando una contracultura que tomaba elementos del punk y los estrellaba por una pared de experimentos de toda índole. A esta rama la llamaron art rock o new wave, la verdad que nunca importó, es solo una etiqueta para lo inclasificable, se lanzaron discos como The Idiot de Iggy Pop que se encontraba en su fase industrial, Wire con su Pink Flag y Television con su Marquee Moon inauguraban nuevas dimensiones a donde podían dirigirse las guitarras en una canción punk. En ese espectro se movía un joven adelantado a su tiempo de nombre David Byrne junto con Tina Weymouth, Jerry Harrison y Chris Frantz que formarían Talking Heads, una banda que sin importar el sinsentido en el que caían algunas de sus composiciones, siempre tuvieron los pies sobre la tierra con sus comentarios sobre el mundo y sus ritmos eclécticos que divierten a cualquiera. Quizás desde Velvet Underground que no se escuchaba algo tan disruptivo en el rock, estas canciones que integran el primer álbum de los Talking Heads es la más directa representación de una banda que se escapaba con gracia de todo estereotipo posible de su época. De ellos no esperes nunca una típica canción de amor, “Uh-Oh, Love Comes to Town” nos coloca en un hipotético caso en el que el amor es como un virus que se propaga por todo un pueblo y por más lindo que eso suene, Byrne elabora una letra acorde a lo que realmente pasaría, y es que sus habitantes se volverían unos incompetentes boludos. En este track con el que nos dan una cordial bienvenida, la vanguardia la traían a nivel compositivo, asociándose con ritmos que pasaban por el pop chicloso de los 60s, desenmascarado en los slaps que le metía Tina a su bajo, además del juego que hacían con percusiones y teclados para emular sonidos caribeños. Si bien es un disco que se puede disfrutar a simple escucha, solo con las reiteraciones y la observación de sus detalles que uno puede llegar a entender el
mensaje de fondo que tenían estas canciones, sería correcto afirmar que este es un álbum cuando lo escuchás casualmente y otro mucho más oscuro si le prestás la debida atención. En “Tentative Decisions” tenemos de esas canciones en las que los chicos responden a las chicas y viceversa en flirteos que no son tan inocentes como parecen, esa división de sexos la dejan bien marcada en la estructura misma del tema, con una batería marchante en los versos y unos coros que tienen su reminiscencia en el afrobeat. Cuesta creer que estemos hablando del primer disco de una banda, pero esa química y dinamismo con el que ejecutaban estas canciones llevó sus años de maduración Byrne, Weymouth y Frantz se conocieron en la escuela de diseño de Rhode Island y formaron una banda llamada The Artistics, 5 años antes de esta obra maestra que solo sería la chispa de lo que traerían después con otros álbumes clásicos como Fear of Music o Remain In Light donde consolidarían aún más el universo artístico que crearon en este álbum. Hablar de las siguientes canciones del tracklist, es hablar de la personalidad siempre imitada pero jamás igualada de Byrne, un hombre de dotes únicos que sabe perfectamente como resaltarlos, en la canción más alegre correctamente titulada “Happy Day”, su registro nasal repiquetea durante el coro como si lo tomarán de sorpresa con buenas noticias, y en la próxima, “Who Is It?” le da un arranque neurótico a David, el primer indicio del asesino serial que haría su aparición más adelante. Byrne canaliza su enojo en canciones power pop hechas y derechas como “No Compassion” en la cual se dirige a los que se quejan de sus problemas pero no hacen nada para solucionarlos, su pichadura nos la transmite ni tanto con las palabras que canta sino por la forma y el tono que les da, como si estuviera actuando en una obra (para ver sus gesticulaciones y movimientos, la materia obligada es Stop Making Sense, el mejor show en vivo registrado jamás, punto). La desesperación claustrofóbica del personaje que encarna David va siendo consumido cada vez más por sus demonios con el correr de las canciones, resultado de una sociedad podrida a la que critica con un sarcasmo de salón en la inquieta “Don’t Worry About the Government”. Una vez que la gota colmó el vaso de nerviosismo de Byrne, libera finalmente sus pulsiones en el clásico “Psycho Killer”, asomándose lentamente Tina con unas punteadas, seguida de Chris quien va pateando el bombo suavemente hasta que llega Byrne con su singular rajeada y sin perder el tiempo va escupiendo sus inquietudes, harto de todo amenaza en francés, dándonos una última chance
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para huir por nuestras vidas en esta emocionante e inquietantemente divertida canción que va soltando los últimos hilos de cordura que les quedaban. Como epílogo queda “Pulled Up” que finaliza el álbum en una nota más optimista sirviendo un festín de altcountry combinado con post-punk, mientras que David agradece a su manera a alguien por haberle sacado del abismo… o algo así, pues como dije al principio, todo esto bien podría haber sido algo que no tuvo sentido más que en la cabeza de ellos, pero nada de eso importa cuando acabaron de hacer uno de los discos más revolucionarios de la historia del rock, haciendo algo único para su tiempo y que sigue repercutiendo hasta hoy. Son contados con los dedos, los grupos que pueden decir que dejaron un legado así de grande.
#355 Big Black / Songs About Fucking 1987 No lo conozco personalmente a Steve Albini, la imagen que tengo de este hombre me la hice basándome solo en testimonios de músicos que pudieron trabajar con él y alguna que otra declaración que da de qué hablar a la prensa musical a cada tanto, y lo poco que sé es que es un denso de aquellos pero que sabe muy bien lo que quiere. Prueba de ello fue su banda Big Black que llegó a tener un éxito más que importante sabiendo el tipo de música que realizaban, fueron un grupo que grabó todos sus materiales por su cuenta, rechazó todos los contratos de sellos que les ofrecieron y ellos mismos organizaban sus giras estando en su pico de repercusión. Si hubo alguien que puso una nueva vara a la cultura del Do It Yourself, pueden apuntarlo a él. Lo que hacían con Big Black era algo que atentaba contra “las buenas costumbres” y lo socialmente correcto, eran la banda que remaba contra la corriente y puteaba sin filtros contra los verdaderos problemas de la sociedad, acá podemos enumerar a la misoginia, las violaciones, el racismo y otros asuntos que no eran tocados pero ni a palos por la música popular de la época (algo que tampoco cambió mucho hasta ahora). Su segundo y último álbum de estudio ya causaba impresión por su tapa y su título tan honesto que duele, pero no es nada comparado a lo que
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viene adentro, un escupitazo de cruda y cruel realidad que optamos por no ver para mantener la cordura. Arranquemos por el sonido que venía de la mano con las letras. Santiago Durango y Steve se colgaban las guitarras y Dave Riley el bass guitar, en los créditos, el baterista figura como “Roland” que se referían a la marca de la caja de ritmos que utilizaban, logrando así el efecto de locomotora mecanizada que tenían sus canciones. Unos años antes de Nine Inch Nails, este era uno de los grupos que marcaría el agresivo camino del rock industrial y del noise, juntándolo con la vieja escuela del hardcore punk del que provenían sus integrantes. Era una banda que estaba enojada con el mundo y ese arranque de nervios se puede escuchar desde el primer instante del álbum con el acople de una guitarra y la voz rechinada de Albini en “The Power of Independent Trucking” donde critican el estilo de vida del camionero macho alfa y su estúpido complejo de superioridad por conducir un vehículo más grande, Steve irónicamente los pinta como sementales que fornican como animales gracias al poder que les otorga tener un camión. La continuación viene con el cover de “The Model” de Kraftwerk que la transformaron instrumentalmente de tal forma que quedó como la banda sonora de un slasher con ese contundente bajo de Riley y los constantes chirridos de las guitarras de Albini y Durango que causan una extraña incomodidad placentera, si, podría sonar raro y hasta contradictorio pero nada más acertado. En cuanto a la letra, la modificaron ligeramente para quedar como una estocada al consumismo y la cosificación de las mujeres para vender productos (“Posing for consumer products now and then”). Luego en “Bad Penny”, un Albini cada vez más enrrabiado se coloca en la piel de un mentiroso compulsivo, una persona tóxica que se siente orgullosa de ser así, te dan unas ganas de romper todo al escucharla y vaya que Steve es bastante bueno para transmitir eso en su música. Otras atrocidades que forman parte de este ameno trabajo, perfecto para escucharlo un domingo de picnic con toda la familia es el apresurado track “L Dopa” que lleva ese nombre por la droga que se utilizó para tratar a enfermos de encefalitis letárgica en una epidemia que mató a millones de personas de todo el mundo entre 1917 y 1928. En el tema, Steve se hace pasar por Daisy, una mujer que padece esta enfermedad y tiene serios problemas mentales, ¿se puede poner más oscuro que esto? Si, “Precious Thing” es el relato de alguien que degrada a otra persona mientras la abusa sexualmente, a esta viene pegada “Colombian Necktie” que es aún más grotesca porque
para el que no lo sepa, la “corbata colombiana” es una forma humillante de morir que consiste en ser degollado y que tu lengua salga del cuello y quede como una corbata. Bueno, a eso agregale una letra de connotaciones sexuales mientras una aplanadora de riffs metálicos te va arrollando el cerebro y ahí tenés. Los temas que salen de este álbum no están como para tener compasión por nadie. El disgusto que expresan en cada tema es como para sentir repulsión pero cargado con ese morbo del curioso cuando ve un accidente en la calle, algo así se siente “Kasimir S. Pulaski Day” que narra la explosión de un vehículo y se ven trozos de un hombre desparramados por la ruta, según las aclaraciones dentro del librito del álbum, esto se trató de una muerte por encargo por parte de algún tipo de mafia. Big Black fue uno de esos males necesarios que necesitó la generación X para liberar sus tensiones y expresar un malestar que venía siendo acarreado por tantos años de conformidad, además de ser pioneros de una nueva manera de violentar a través de sonidos.
#356 Mort Garson / Mother Earth’s Plantasia
1976 Nada más hippie y avant-garde que un álbum hecho para ser escuchado por plantas. En la época que este álbum salía a la venta en ciertas disquerías selectas y mueblerías (porque si), el productor y compositor canadiense Mort Garson se pasó al budismo e iniciaba una nueva etapa en su vida que se reflejaba en la música que realizaba. Nunca se casó con ningún estilo en particular, se ganó fama como en la industria como una mente maestra del soft pop y la música catalogada como easy-listening para luego convertirse en una eminencia de la música ambiental y la Exotica, un estilo que se reimaginaba los sonidos de lugares recónditos y no tan conocidos del público occidental, aunque su obra más recordada sea el LP con que cierra su multifacética discografía (siguió laburando en soundtracks hasta su muerte en el 2008), un trabajo que encapsula un amor puro y verdadero hacia la naturaleza.
Si bien no fue el primero en hacer algo parecido, una década atrás ya se tenían obras conceptuales centradas en la naturaleza como aquel refrescante Rainforest del 66’, obra del tecladista brasileño Walter Wanderley, fue con Plantasia que se abre la cancha para experimentaciones sintéticas que vendrían más adelante. Garson fue uno de los pioneros en el uso de sintetizadores Moog y creía en los efectos positivos que causaba la melodía en el desarrollo de las plantas, la ecuación dio como resultado este proyecto del que se desconoce su eficacia en el proceso de fotosíntesis, pero si puedo hablar desde el punto de vista humano y afirmar que se trata de uno de los discos más tranquilos que tuve el agrado de escuchar, queda al criterio de nuestra imaginación construir el edén botánico que musicaliza Mort en esta media hora en el que literalmente vamos flotando por diversos estadios mentales. Bordeando el new age, tenemos piezas como “Baby’s Tears Blues” que parecería un adelanto de cómo sonarían las composiciones que suenan de fondo en los videojuegos RPG, las texturas que logra Garson son tan palpables que es como si nos estuviera rozando con estos pasajes musicales, algo que en la actualidad se ve reflejado en canciones de grupos como Air quienes le deben mucho a este álbum por lo que se puede escuchar desde una primera instancia. Este hombre pone sobre su teclado las clarísimas influencias que posee de la música clásica en “Symphony For A Spider Plant” y expande esta idea en el lounge sinfónico espacial (imposible no meter esas tres palabras para una descripción más exacta) titulado “Concerto for Philodendron & Pothos”. Me pongo en el contexto del tiempo en el que salió, me imagino la impresión que pudo haber causado en la gente que tal vez no entendía muy bien lo que estaba pasando cuando lo pusieron a girar por primera vez en sus respectivos tocadiscos, pero sabían que se trataba de algo importante que les resultaba familiar. Un track como “Swingin’ Spathiphyllums” tiene sus orígenes en la bossanova con un giro cósmico que solo una máquina marca Moog podía generar, un instrumento que recién empezaba a conocerse; luego tenés una composición como “You Don’t Have To Walk A Begonia” que guarda sus semejanzas con los caricaturescos sonidos que ya utilizaban en los 50s, adelantados como Jean Jacques Perrey y Gershon Kingsley (googleá quiénes hicieron la intro del Chavo del 8 y el Chapulin Colorado). Garson le pone la firma a un trance floral asegurado, creando así el álbum definitivo para escuchar en estado de cuelgue.
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#357 Led Zeppelin / Led Zeppelin IV 1971 Odio ser el emisario de malas noticias pero debo arrancar diciendo que algo tan genial como lo fue Led Zeppelin pueda volver a ocurrir en la historia, el cuarteto imbatible conformado por John Paul Jones, John Bonham, Jimmy Page y Robert Plant fueron el producto de un tiempo que no volverá. Me atajo por los hechos: cada uno de estos cuatro figuran entre los mejores de todos los tiempos en sus respectivas posiciones tanto por el público como para los “especialistas”, citame una banda de la actualidad o de los últimos 15 años que tenga una presencia así, voy a esperar. La buena noticia es que su música durará para la eternidad y serán por siempre el parámetro de excelencia a lo que debe llegar cualquier banda que decida ofrendar su vida al maldito rock and roll. Concebido en parte en una casa victoriana denominada Headley Grange y otra parte en el estudio móvil de los Rolling Stones, este álbum resultó ser la respuesta de la banda a críticos y detractores que no recibieron de manera favorable su anterior material mayormente acústico. Acá los tenemos en su modo más salvaje, potente y al grano, sin descuidar hasta el más minucioso detalle y tampoco olvidar de hacer algo realmente intrincado y memorable. Ellos sabían que tenían algo demasiado entre manos, la confianza era tal que ni siquiera le pusieron un título o algún texto en el arte de tapa, solo esa pintura al óleo del siglo XIX, cuatro símbolos extraños adentro y nada más. Su agente y los del sello les advirtieron que podían pasar desapercibidos en las estanterías y que claramente estaban cometiendo un “suicidio profesional”, creo que todos sabemos cómo continúo esa novela… hasta ahora se pueden escuchar ecos de esa tremenda cerrada de ojete. En estos 8 tracks hay tanto por aprender y desglosar de este disco producido por su propio guitarrista, Jimmy Page, una señal más de lo que ocurre cuando le das el control total a unos tipos que saben muy bien lo que están haciendo. La primera lección era “Black Dog”, una canción que técnicamente es un diálogo a capella de Robert Plant con el complejo riff inventado por John Paul Jones, según el mismo lo diseñó de tal forma para no dejarles la tarea
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fácil a las bandas de covers, incluso es algo que le esforzó a su propio baterista a quien con la debida atención y a volumen elevado se lo puede escuchar golpeando sus palillos antes de cada repetición para no perder el tempo. A Plant no le bastaba con tener una voz prodigiosa e inigualable, también tenía que derrochar sex appeal y actitud en cada verso, literalmente con cada gemido que emite hacia el final es como si estuviera fornicando con el micrófono. Lo que sigue me atrevo a decir que es la canción que marcó un antes y un después del rock. Antes de “Rock and Roll”, la línea entre el blues y el rock and roll aún no estaba del todo clara, Bonzo toma de referencia “Keep a Knockin’” de Little Richard para esa magistral introducción de batería que le da al tema y en base a eso se va construyendo este homenaje a sus ídolos de los 50s, mencionando temas como “The Stroll” o “The Book of Love” sobre una base rítmica llena de vitalidad y fuerza, acá es donde me toca hacer dos afirmaciones como para dimensionar lo que fueron capaces de hacer estos fenómenos. La primera es que nadie hasta ahora pega con tanto poderío su bata como lo hacía Bonham, la segunda es que los solos que Page desplegaba acá eran como tocar el cielo, los sacaba como por arte de magia y se manifestaban en sus dedos como si no le costara nada. Si había que bajar la intensidad, también tenían varias sorpresas bien guardadas como en “The Battle of Evermore” que se conviertió en el primer y único tema de la banda que contó con la participación de una cantante invitada, Sandy Denny quien robustece las notas altas del señor Robert en esta emocionante pieza folk con una lírica seducida por la mística del Medioevo, el entrelazado que se da con las guitarras criollas y la mandolina, nos dejan a la imaginación un lugar de fantasía en el que me perdería con gusto. Luego llega el turno de una de las mejores canciones compuestas por el hombre. El nacimiento de “Stairway to Heaven” debería ser considerado como un logro para nuestra especie así como lo fue la llegada a la Luna o la invención de la electricidad, este tema partido en tres secciones es el resumen de todo el legado que deja Led Zep a la música, arrancando contemplativa y desenchufada nos van invitando cordialmente a un momento histórico e irrepetible, van agarrando velocidad mientras que a Page le da tiempo para colgarse la eléctrica, Plant empieza a hacer alaridos escapistas, en tanto Jones y Bonham elevan el espíritu a nuevas latitudes. Cuando dicen que el rock and roll es algo que tenés que sentirlo, creo que suelen referirse a esto.
Con todos esos temas consecutivos en la primera mitad, es fácil que se hayan ignorado gemas escondidas como “Misty Mountain Hop” donde Page sigue lanzando ráfagas de riffs, sincronizado a la perfección con Jones que en esta ocasión oficia de pianista; otra que injustamente se perdió con el paso del tiempo fue “Four Sticks” que contiene otra de las perfomances imposibles de emular por parte de Bonham, para que te hagas una idea, la canción se llama así porque él utiliza acá cuatro palillos, en pocas palabras y sin ofender, era un pulpo este hijo de puta. El apoteósico (esa palabra solo la reservo para ocasiones especiales) final viene de la mano de “When the Levee Breaks”, sería la reversión mejorada al 1000% de un country blues que data de 1929, ya sé que no está bien decir que una versión es mejor que la original, pero lo que logran realizar acá es la consecución de una producción intachable, la manera en la que están mezclados los elementos de este tema es alucinante, una experiencia envolvente que se vive mejor con unos buenos auriculares así como el clímax de “Whole Lotta Love”. Cuando dicen que la música es un viaje, creo que suelen referirse a esto.
#358 Harry Nilsson / Nilsson Schmilsson
1971 He aquí uno de mis héroes a los que la historia le fue ingrata. Nacido como Harry Edward Nilsson III, fue uno de los mejores compositores del pop rock de los 60s y 70s, heredero del tradicional cancionero estadounidense, amante de las fusiones exóticas, un tenor que alcanzó cierto éxito comercial como una figura diferente en el espectro musical de la época, alguien que nunca se presentó para grandes audiencias, ni salía mucho de gira. Para los especialistas era “el Beatle norteamericano”, cuando se les preguntó a los mismísimos Beatles en una conferencia de prensa en el 68’ quién era su artista yanqui favorito, respondieron simplemente “Nilsson”. Luego se hizo amigo de ellos, en especial de Lennon con quien salía a beber muy a menudo, incluso llegaron a grabar juntos el álbum Pussy Cats, pero tres años
antes de eso, Harry llegaba a su plenitud artística con Nilsson Schmilsson, su LP más conocido que cruzaba sus gustos por el pop barroco psicodélico con canciones de autor bien personales, uno de esos discos que despedían a los 60s y daba paso al sonido más hard rocker que caracterizaría a gran parte de los 70s. Fue pionero de un estilo desafiante a las tendencias, un modelo a seguir de las posteriores generaciones de músicos indie, alguien del que es probable que hayas oído hablar poco o nada, pero cuya influencia es imposible que te hayas escapado, no solo en la música, sino también en el cine. De hecho que la primera vez que lo escuché fue en una escena icónica de Reservoir Dogs, allí suena “Coconut”, la canción tropical en clave calypso donde Nilsson demuestra hasta donde pueden llegar sus dotes vocales interpretando a cuatro personajes distintos (el narrador, el hermano, la hermana y el doctor). Si no lo recordás de esa película, tal vez si de la escena clave de Goodfellas en la que el maestro Scorsese decide musicalizar la paranoia del personaje de Ray Liotta, poniendo de fondo “Jump Into the Fire”, uno de mis temas favoritos de toda la vida, principalmente por su memorable solo de batería, el tema se va desenvolviendo en un arrebato de gritos de Harry, todo para desembocar a ese emocionante clímax a cargo de Jim Gordon y al que luego se le suma Herbie Flowers con las puntadas graves de su bajo, y sin perder el tiempo también son invitados al festín las guitarras de John Uribe, Chris Speeding y Klaus Voormann, formando así una vorágine estridente para los libros de historia. Nilsson si que sabía con quienes juntarse para desarrollar sus ideas, en este álbum participan casi todos los mismos sesionistas que formaron parte de discos esenciales del rock como All Things Must Pass, Sticky Fingers y Tumbleweed Connection, entre otros. Pero no todas fueron ideas originales, también metió unos memorables covers como “Early In the Morning”, un blues con elementos africanos que data de 1947 la cual Harry transformó en una rendición minimalista pero cargada de una fuerte personalidad en su voz, si no supiera que era de él, podía estar convencido que la cantaba un negro. Poco después se apodera de la poderosa balada “Without You” de Badfinger, agrandándola en todos los aspectos, algo que le valió un Grammy solo por esa canción, recordemos que en aquel entonces, dichos premios gozaban de mayor distinción. En resumen, estamos ante una obra conformada por una sucesión de temazos, empezando por el principio
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con “Gotta Get Up”, una entretenida canción que tiene como punto de eje un piano y que puede llegar a confundirse por una de esas de los Beatles cantadas por McCartney. El álbum no baja el ritmo hasta su final con “I’ll Never Leave You”, una pieza magníficamente producida en la que se pueden distinguir claramente hasta sus más mínimos detalles; el productor George Tipton decora la melodía con campanas, glockenspiels, violines, xilófonos, oboes y solo el sabe qué más, dando así un precioso adiós que se interpreta como un hasta luego, ya que a este álbum terminás volviendo tarde o temprano.
#359 Iggy and The Stooges / Raw Power
1973 Qué muchas versiones conozco acerca del origen del punk, este es uno de los géneros al que fue imposible hacerle la prueba de ADN. Lo que no se puede discutir es que hay un papá que sobresale entre todos los candidatos y aunque es probable que no haya sido el original, fue el que más fuerte repercutió en los corazones que darían forma al estilo a finales de los 70s, ese fue el señor Iggy Pop que junto a su banda The Stooges nunca fueron los más populares del ganado. Habían sacado dos discos que pasaron prácticamente desapercibidos por todos, a eso sumale que cada uno de sus integrantes tenían serios problemas con la droguita, así que antes que alguien terminara matándose, se separaron. Un par de años más tarde, Pop se rehabilita y emprende vuelo a Londres junto a su guitarrista James Williamson para grabar su primer álbum en solitario. Ya instalados allí, no encontraron a nadie que satisficiera sus gustos instrumentales, así que llamaron de vuelta a sus ex compañeros de Stooges, los hermanos Ron y Scott Asheton para que participaran de las sesiones y así fue como se dio de vuelta el reencuentro. Las reglas estaban establecidas: se trataba de un álbum de Iggy, solo que acompañado de The Stooges, de ahí esa denominación y no solo The Stooges a secas, en fin. Iggy tuvo el control total de todo este álbum, hasta se encargó de la producción en una primera instancia que la escucharon los del sello y le dijeron que se
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deje de joder, tenía a los instrumentos en un canal y las voces en otro canal, sin un poco de cuidado en la distorsión y el balance de tonos, era algo que atentaba directamente a la idea de Columbia de convertirlo en una estrella. Le pegaron el telefonazo a David Bowie para que arregle este desastre como sea pero lo tenía que terminar en un precario estudio en un solo día por una cuestión de presupuesto, así lo hizo y su remix fue el que se distribuyó a todo el mundo durante más de tres décadas, hasta que en el 97’ salió un remix de la iguana. Mucho se discute sobre cuál de estas dos versiones es mejor, por un lado la de Bowie cuenta con un equilibrio armónico y cada elemento es más palpable, en el otro lado está la versión de su creador que suena mucho más fuerte (este mix es considerado como uno de los discos más ruidosos de la historia) y saturada, haciéndole honor a su nombre. Sea cual fuere la versión del álbum que prefieras, en ambas no se puede negar la brutalidad que emana una gran mayoría de las canciones y no digo todas, porque en aquel entonces el sello le exigió a Iggy hacer dos baladas en cada lado del LP, ellas fueron “Gimme Danger” y “I Need Somebody”, ambas con fuertes raíces en The Doors tanto en su interpretación vocal como los arreglos y altos solos bluseros de Williamson, según declaraciones de Iggy, fue la banda que lo inspiró a crear su propia banda. Pero lo que de verdad atrae de este material por supuesto que son los temas más violentos como esa sangrienta intro con “Search and Destroy”, una de las mejores aperturas que alguna vez tuvo un álbum de rock, punto. Cada referencia explosiva que tira Iggy es porque la inspiración para este tema salió de una estrategia utilizada por la fuerza militar estadounidense en la guerra contra Vietnam que se seguía desarrollando por aquel entonces, sacando así el lado más nihilista de Pop. Más que nunca, Iggy se esforzó en tragarse el personaje maligno que estaba interpretando en temas como “Your Pretty Face Is Going to Hell” donde parece encontrarse en un brote psicótico, su voz rasposa llega a registros mucho más altos a los que acostumbraba, escucharlo es sentir que está pasando por un suplicio mientras va pateando todos los equipos que se encuentran a su alrededor. En la que sigue, “Penetration” parece estar canalizando toda esa energía acumulada en sexo duro, alimentando la lujuria en letras bien explícitas como bien ya lo especifica su título. Este “sonido del mal” aún no era algo muy común a principio de los 70s, un tiempo en el que se estaban despegando del flower power y esas sobrias figuras del rock para dar paso a la rebeldía y el descontrol que vendría con ellos, aunque sin dejar nunca de
lado sus influencias como bien se escuchaba en “Raw Power” y “Shake Appeal” que eran ni más ni menos que redenciones distorsionadas de aquel glorioso rock and roll y beat de los 50s, de hecho que Iggy no niega estar emulando en esta última a otro de sus grandes ídolos de infancia, Little Richard. La tercera fue la vencida para los Stooges que tenían fe en que este álbum si iba a funcionar, pero no, fue un fracaso en ventas cuando lo lanzaron, los echaron a patadas de Columbia y fueron olvidados por unos años hasta que la escena punk más tarde se encargaría de reivindicar esta obra, se ganaron el status de culto, Henry Rollins de Black Flag tiene un feroz tatuaje de “Search and Destroy” en su espalda, Kurt Cobain lo había colocado en su diario como su álbum favorito de la vida, y así se dio una de las revanchas más lindas que dio la vida.
#360 Neutral Milk Hotel / In the Aeroplane Over the Sea 1998 Érase una vez un hombre llamado Jeff Mangum que acababa de mudarse al condado de Athens, Georgia, el se dedicaba al negocio de la música y tenía una banda llamada Neutral Milk Hotel. El motivo de su mudanza era grabar su nuevo disco en el estudio de un amigo suyo, el señor Robert Schneider. Ellos dos junto a los demás miembros del grupo de Jeff y otros invitados, no tenían idea de que en aquellos días de 1997 estaban escribiendo uno de los cuentos musicales más elogiados de la historia de la música independiente. Debido a la vaguedad de sus letras, este álbum da para interpretarse de mil maneras posibles. Para mi es como una fábula fantástica sobre la fragilidad de la vida, sus alegrías, sus tristezas, las confusiones y el instante mismo que estamos presenciando, valorar el ahora a través de metáforas que expresan entre tantas cosas abstractas, un profundo pesar y admiración por Annelies Frank, la nena judía que en plena Segunda Guerra Mundial escribió durante más de dos años en su diario, las penurias que pasó con su familia huyendo de los nazis hasta donde pudieron.
Día a día, este álbum sigue ganándose nuevos devotos y puede deberse a más de una razón. Por un lado puede ser por la simpleza de las canciones que las componen que puede llegar a ser accesible para muchos, empezando por “King of Carrot Flowers Pt. 1” que es una canción folk sencilla cuya belleza radica en la complejidad de lo que sale de las cuerdas vocales de Mangum a quien es imposible serle indiferente con esa voz rústica que se manda, rememorando una etapa bien puntual de la niñez en la que vamos descubriendo lo que pueden hacer nuestros cuerpos, mientras que en paralelo cuenta retazos de la relación conflictiva de sus creadores, sacando una anécdota en la cual su mamá le clava un tenedor al hombro de su papá. La canción solo dura 2 minutos pero bastó con eso para pintarnos toda una película tragicómica encima de una melodía que en manos de otro, pudo haberse gastado para otra estúpida canción de amor. La naturaleza de trovador de Mangum y su precisión inigualable como escritor lo llevan a pronunciar versos que parecen sloganes o máximas como cuando exclama repetidas veces “I love you Jesus Christ!” al principio de “King of Carrot Flowers Pt. 2 & 3” como si fuera uno de esos locos que se ven en las películas que andan por las calles portando carteles de cartón que anuncian el inminente fin del mundo. Si lo miramos desde esa óptica, todo tiene sentido, la realidad es que por lo general uno solo recurre a las divinidades cuando se encuentra en situaciones extremas, algo que se puede dar a entender que simboliza la segunda mitad de este tema que muta sin previo aviso a un caótico punk rock con gaitas y trompetas. Cuanto más nos vamos adentrando a este álbum, más profundos y reveladores se vuelven sus mensajes. Llegamos al tercer track homónimo que está para llorarlo con lágrimas de felicidad, no solo porque de por sí es una canción perfecta por donde la analices, sino que además viene incluida con la explicación del título de esta obra maravillosa que trasciende al arte en el que está siendo comunicado: dejá un legado para los que vendrán después, esas serán tus cenizas que arrojaremos al mar. No sería absurdo decir que In the Aeroplane Over the Sea es como una biblia para el indie, porque así como la biblia original, esta obra también cuenta con una infinidad de simbolismos encerrados que Jeff dejó para que las interpretemos como quisiéramos, el “Two-Headed Boy” del que canta con tanta persuasión puede ser lo que nosotros querramos, dos personas diferentes o un monstruo que llevamos dentro, ¿a qué se refiere con las manchas de semen en la cima de las montañas durante “Communist Daughter”? Las teorías
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que hay en Internet sobre cada milímetro de este álbum son cientas de miles, el culto que existe alrededor de esto podría ser comparable al fanatismo religioso. El realismo mágico suma un bello ejemplar en el track más estruendoso del álbum, “Holland, 1945”, un tema bien garage rock de calidad lo-fi en el que Mangum relata el cruel destino de la pequeña Frank y el resto de su familia, combinando poesía con imágenes surreales que representan las emociones intensas que van pasando por su cabeza (“Now she’s a little boy in Spain playing pianos filled with flames on empty rings around the sun”). Un poco más adelante, Mangum deja el alma en “Oh Comely” en el cual lo tenemos más intenso que nunca rajeando su criolla, tirando versos tan descriptivos que casi podemos tocarlos con los tímpanos, exclamando como un Dylan entusiasmado durante 8 minutos que así como el, no tendrá una voz refinada pero si lo que se necesita para captar la atención de todo un estadio. Lo más increíble de todo es que poco tiempo después que este álbum haya sido lanzado, Neutral Milk Hotel dejó de existir y Jeff Mangum destruyendo cualquier convencionalismo, nunca más sacó nada ni volvió a aparecer en público, alimentando con su ausencia, una leyenda que no para de hacerse cada vez más grande.
#361 ABBA / Arrival 1976 Así como el resto del mundo envidia el sistema educativo de países nórdicos, creo que también envidiamos de igual manera la habilidad extraterrestre que tienen de hacer música pop, y he aquí su principal institución compuesta por las sublimes voces de Agnetha Fältskog y AnniFrid Lyngstad, además de las innovadoras mentes de Benny Anderson y Björn Ulvaeus. El doblete de parejas suecas venían preparando el terreno con tres deliciosos álbumes anteriores que pasaban de la indefinición glam a baladas folk con chispazos de funk y rock and roll, pero fue en el ’76 con una colección de grandes éxitos y este LP de título premonitorio que alcanzaron lo más alto del firmamento de la música popular, lugar del que nada ni nadie pudo bajarlos desde hace más de cuatro décadas.
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Este es el álbum en el que todo sale bien y cada virtud de cada miembro del grupo es realzada por los demás, luego llegarían la batalla de egos, las tensiones maritales y vaya a saber qué más que terminó separándolos, pero en esta etapa de sus vidas los une un lazo mucho más fuerte que todos ellos: la ambición por conquistar el mundo haciendo las mejores canciones que pudieron haber compuesto en sus vidas. En la versión original del álbum tenemos 10 canciones que si no son perfectas, al menos golpean el travesaño de la excelencia, definiendo un sonido que no se debería encasillar a un solo género. Es simplemente ABBA siendo ABBA, algo que hasta ahora no se cansan de imitar o tomar de referencia muchos de los que hoy dominan el mercado musical... y tampoco podemos culparles por querer robar un poco de esta mina de oro. El recibimiento se da con “When I Kissed the Teacher” en el que las armonías vocales de Agnetha y Frida nos seducen en un cuento que juega con la ambigüedad entre la inocencia y la perversión, actuando de Lolitas que tienen un crush con su maestro de geometría. La verdad que no sé ni cómo empezar a describir las melodías que sentan el tono casi teatral de las canciones de ABBA que, Benny y Björn eran tan buenos no solo en diseñar ganchos pop hiteros, sino que se esmeraban en cubrirlos por minúsculos detalles instrumentales que ni siquiera sobresalen del ritmo principal de sus canciones, algo que ya se presenta en este primer track del álbum y cuyo mejor ejemplo es el que le sigue… La canción por la que vale comprar este disco, himno de ayer, hoy y siempre, “Dancing Queen”, una de las mejores canciones pop jamás grabadas que remarca su belleza tanto superficial como emocional y que nació a consecuencia de la fiebre disco de aquel entonces, solo querían hacer un tema tan bueno como “Rock Your Baby” de George McCrae y terminaron haciendo historia. Esta canción es la representación de la alegría de estar vivos, llenarte los ojos de lágrimas de felicidad al reconocer la plenitud de un momento irrepetible, la reina del baile somos todos disfrutando una canción ensamblada con amor, sentir el latido de la pandereta embellecida por un piano radiante que con cada nota se va hundiendo en tu corazón que se encuentra agitado por el baile. Hay canciones buenas, otras excelentes y después están esas como “Dancing Queen” que instantáneamente rejuvenecen el espíritu de quien las escucha. Parece que siempre me voy a quedar corto al destacar el minucioso trabajo de producción que llevó hacer estas canciones que suenan todas tan grandiosas, incluso baladas como “My Love, My
Life” tienen la fuerza suficiente en vocalización y arreglos armoniosos como para conmover varios estadios repletos. Inspirados en el hit de 10cc, “I’m Not In Love”, logran superar cualquier expectativa con una calidad de composición que convirtió todo lo que tocaron en algo atemporal, incluso los temas más bobos como “Dum Dum Diddle” que ellos mismos odiaban por no tener sentido, pero aún así la entrega por hacer algo perdurable estaba allí. Tenían todos los ingredientes para causar estragos en las emociones de la gente, primero por la expresividad inmaculada de Frida y Agnetha que denotaban dulzura y dolor de acuerdo a la situación, para demostrar lo último teníamos ese otro éxito “Knowing Me, Knowing You” que no escatimaba en pañuelos para hacer un vívido retrato de lo que se siente una ruptura (“They’ll be (they’ll be), with me (with me) always (always) in these old familiar rooms children would play, now there’s only emptiness, nothing to say”). En Arrival, este cuarteto no da indicios de poseer algún punto débil, contaban con las letras, las voces, los instrumentos, la producción y lo más importante de todo, las canciones en las que se daban el gusto de combinar sus gustos artísticos tan diversos como los espectáculos de cabaret y la música disco en maravillas que terminarían siendo otros hits como “Money, Money, Money”. Les encantaba jugar con las expectativas que se tenían de ellos, dando la imagen y el sonido de ser un grupo de humanos inocentes de todo mal, tenían sus canciones oscuras y con trasfondos hasta trágicos si se quiere como “Tiger” que lo único que tenía de alegre era su melodía ya que venía pegada a una letra de horror en las que las chicas acechan a su presa en una ciudad que se tornó el escenario de una pesadilla. Este grupo invencible tituló así a este álbum porque sabían que acá se marcaba la llegada de un antes y un después de la música pop, dejando de ser un producto de consumo desechable a algo que nos marcara por siempre.
#362 Michael Jackson / Off The Wall 1979 Si uno quiere que buscar en el diccionario ilustrado la definición del término “perfeccionista”, le tendría que salir una fotografía de un Michael Jackson de 21 años
junto al maestro Quincy Jones durantes las sesiones de este álbum que es oro puro. Todo lo que vino antes de Off the Wall vendría a ser la prehistoria de la música pop así como la conocemos, lo único que necesitó MJ para empezar esta racha inigualable que lo colocaría sin ninguna objeción en el trono del rey, era un poco de libertad, cosa que pocas veces disfrutó por culpa de un padre que desde muy temprana edad lo vio a el y a sus hermanos como máquinas de hacer dinero empleando el nombre artístico de The Jackson 5, y no solo eso, también estaban sujetos a una represión creativa por parte de Motown Records, sello discográfico para el que trabajaba Michael, quien hasta 1975 solo se limitó a cantar composiciones hechas por otros. Para concretar la excelencia de este álbum, Michael estudió de los mejores de su círculo en Motown, desde The Temptations hasta Diana Ross en el feeling que emitían sus canciones y ese modo tan peculiar de cantar que tenían los salidos de dicha factoría del soul y el funk; en su presencia escénica hay claras evidencias de un James Brown en mejor estado físico y hasta un Fred Astaire leí por allí. En la fase de ejecución, Michael se rodeó de los mejores, sacando lo mejor de cada una de las personas que formaron parte de este magnánimo proyecto que pudo haberse imitado pero jamás superado hasta la fecha, les digo más, el sonido de este álbum hasta ahora sigue repercutiendo, basta con estar expuesto un rato a una radio Top40 para hallar más de una similitud en la producción. Michael tenía todo a su favor y desde el principio te lo da a entender con “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”, el primer track de su carrera al que le puso su firma como compositor es una purificación poptimista para la pista de baile, es el sonido de la libertad en la voz de MJ que irradia una alegría indescriptible con esos tics y exclamaciones que se convirtieron en su sello personal, sinceramente no es posible que estés de mal humor cuando suene esta canción con su fantástica orquestación de vientos y guitarras que suenan relucientes, además de haber sido mezcladas tan armoniosamente, producto de un cuidado superlativo en la musicalidad, don que tenían en común Quincy y Michael. Seguido a eso tenés otro clásico como “Rock With You” que fue considerado uno de los últimos hits de la era disco, esta
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redención de amor tenía una producción tan grande como la de una película de acción hollywoodense, en su midtempo ocurren tantas cosas por segundo, sin mentir hay una veintena de personas involucradas en esta composición y aún así suena ligera y con esa sensación de que sobra aún más espacio para más cosas, logro de Quincy que ya en ese entonces tenía vasta experiencia trabajando con orquestas y componiendo bandas sonoras de blockbusters. La bola disco sigue iluminando en todo su resplandor con el funk extasiado de “Workind Day and Night” que cuenta con un demencial groove proveído por unas líneas de guitarra, no me caben dudas de que si fuera lanzado como single en pleno siglo XXI, sonaría en todos lados, pero este álbum era tan bueno que todas las canciones que las componen podían ser singles. “Get On The Floor” es otra canción de infusión disco que va bien para arriba como una de las más bailables de todo el álbum, es tan buena que me hace cuestionar si Jamiroquai basó toda su carrera en ella. Michael dejó el cuerpo en ese primer tramo de Off The Wall y dejó el corazón en “Girlfriend” y “She’s Out Of My Life”, temas donde demostraba hasta donde podía llegar su capacidad vocal. La primera fue una balada synthpopera que escribió Paul McCartney para el, y la segunda es una sentida canción que tiene como particularidad que Jackson se quiebra en la parte final, de acuerdo a Quincy, la grabaron como 8 a 11 veces y en todas las tomas Jacko siempre terminaba llorando, una anécdota que retrata al hombre imperfecto que se esconde detrás del artista perfecto. Personalmente considero a Off The Wall mi álbum preferido de Michael, lo que vino después fue Thriller, ya todos saben, el álbum más vendido de todos los tiempos y con sus hits más conocidos, pero me quedo toda la vida con este trabajo en el que escuchamos a un artista hambriento de éxito que descarga todo lo que se estuvo guardando durante toda su vida, haciendo una suprema compilación de los estilos dominantes de su tiempo (funk, soul, disco, soft rock y un poco de jazz) y así como se lo habría propuesto, se volvió magia.
#363 Santana / Abraxas 1970 Este monumento al latin jazz estaba destinado a suceder, empezando con una serie de sucesos afortunados que arrancaron con un joven Carlos Santana mudándose con
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su familia de Tijuana a San Francisco a principio de los 60s. Llegó en el lugar y momento justo donde estaba floreciendo la cultura hippie ligada con la psicodelia que decoraría una buena parte de sus inicios, el timing y la buena suerte estaban del lado de este prodigioso guitarrista mexicano que gustó bastante a Bill Graham, un promotor de conciertos que resultó ser un aficionado de la música latina y posteriormente su manager, le consiguió un lugar a Carlos y su banda para tocar en el legendario Woodstock del 69’, incluso antes de haber lanzado su álbum debut que vendría unos días después. Fueron una de las sorpresas más gratas del festival con una soltura mística que fue difundida por todo el mundo en la era pre-Internet gracias al boca a boca y su inclusión dentro del documental oficial del evento. Para consolidar el éxito obtenido, al año siguiente lanzan un disco de nombre inspirado en palabras de un libro de Hermann Hesse, un trabajo mucho más maduro y versátil que su álbum homónimo, haciendo fusiones sin precedentes para la época con un toque de blues, hard rock, jazz y la implementación de ritmos latinos que incluían un popurrí de salsa, merengue, cha-cha, entre otros. Para ser un experimento, esta agrupación sabía demasiado bien lo que estaba haciendo en cada una de estas 9 canciones asombrosas que se dejaban querer a todo tipo de audiencias, es de esos álbumes que podrá apreciar hasta el más técnico músico desde las complejidades de estas composiciones, hasta el oyente más casual que llega al rock progresivo por primera vez a causa de ese boogie intrínseco que viene de yapa con su influencia latina. La jazzera intro “Singing Winds, Crying Beasts” es una tersa bienvenida a la cosmovisión de la banda con soberbios solos por parte de Santana y el tecladista Gregg Rolie, aunque ellos no brillarían tanto si no fuera por el hipnótico acompañamiento de José Areas, Michael Carabello y Michael Shrieve en la percusión, y la casi imperceptible pero vital ayuda rítmica del bajista David Brown. Uno ni siente cuando se engancha a “Black Magic Woman” debido a que forma parte de una fluida improvisación que nos engatuza con sus cuelgues en cada solo del chicano en este que había sido es un cover de Fleetwood Mac, pero es evidente como pasaron las décadas y la versión de Santana terminó por apoderarse de esta composición escrita por Peter Green que va pegada en el mismo track con “Gypsy Queen”, perteneciente originalmente al músico húngaro de culto, Gábor Szabó. Este segundo tramo mucho más vibrante en el que pasan al frente las eclécticas
congas de Areas que se quedan para la salsa clásica de Tito Puente de quien toman prestado su “Oye Como Va”, transformándolo en su festivo argumento de porqué la sangre latina es compatible para donar en caso de que el rock lo esté necesitando. Hay que ser de piedra para no dejarse bailar por esta canción. Como alguien que aprendió observando a maestros de la guitarra como B.B. King, Santana es capaz de dirigir a los suyos a donde desea ir en los pasajes virtuosos de “Incident at Neshabur”, quizás el track más complicado de replicar en todo el álbum, son dos ideas contrastadas una tras otra de inmediato, primero con un masivo bombardeo de jazz fusión, haciendo gala de la destreza de cada uno de los integrantes de la banda con soberbios solos de cada uno, hasta que ingresan al segundo acto de porte más relajado y seductor (así como se da de igual manera en “Samba Pa Ti”), no importa la velocidad en la que estén yendo, suenan ajustadísimos para brindar placer en sus tajantes cambios de ritmo. Cuando se van de lleno al campo del rock de raíces bluseras como pasa en “Hope You’re Feeling Better”, Santana muestra otra de sus cartas mágicas, evocando a Hendrix en su manera de manipular el efecto wah-wah en una nueva encadenación de solos bien distintos entre sí. La cabeza que tenía este hombre para generarlos de la nada era una cosa que pocos locos podían hacer en 1970, no en vano su legado como guitar hero va a prevalecer por mucho tiempo más. Citando el review original que hizo la revista RollingStone sobre este álbum, Santana hizo por el latin jazz lo que Chuck Berry hizo por el blues en su momento.
#364 The Upsetters / Super Ape 1976 En 1973, a Lee “Scratch” Perry se le ocurrió armar un estudio propio en el patio trasero de su casa en Jamaica, lugar que bautizó como Black Ark y que fue ganándose una excelente reputación entre músicos locales e internacionales, les encantaba cómo sonaba todo lo que se producía allí, por su puerta pasaron desde Bob Marley hasta Paul McCartney que fueron testigos de un tipo al que lo trataban de loco por sus llamativos métodos de grabación que incluían colocar pelotas de goma en las paredes del estudio,
enterrar micrófonos en planteras, colocar alambres a las baterías y replicar múltiples pistas instrumentales durante horas, entre otras cosas. Esta última técnica dio nacimiento a lo que hoy conocemos como el dub, un estilo que surgió como un accidente premeditado de Perry al querer remixar algunas canciones reggae. Si el reggae que comúnmente conocemos te deja en un estado de cuelgue, el dub te deja doblado mentalmente sin la necesidad de consumir alguna sustancia para tal efecto. Perry y la banda de sesionistas que trabajaban tiempo completo en su estudio, The Upsetters, fueron probando desde finales de los 60s hasta mediados de los 70s todas las posibilidades que tenían a su alcance, lanzando varios LPs elementales en la historia de la música jamaiquina, pero no fue hasta 1976 con su penúltimo álbum oficial, Super Ape, donde pudieron depurar aquel sonido profundo que había descubierto Scratch, un científico del audio que pasó de incomprendido a innovador en menos de lo que se tardan en armar un fino. El grosor de los bajos y los efectos psicodélicos de “Zion’s Blood” te relajan de inmediato en su armonía, denotando además, rastros del clásico sonido Motown en las cristalinas voces que se alzan para protestar por la sangre derramada de sus hermanos africanos. En la que sigue, “Croaking Lizard”, Perry reutiliza los instrumentales del clásico de clásicos “Chase the Devil” que grabaron Max Romeo y sus Upsetters ese mismo año, dejándole al cantante de dancehall Prince Jazzbo que improvise otras letras encima, aplicando un sedante a la original gracias a los ecos extraídos de su canto. De estar flotando uno pasa a estar mareado en la simbiosis de vientos y percusión que logran tracks como “Curly Dub”, uno de los tracks más “meneables” del álbum con un beat que palpita hasta lo más recóndito de nuestro ser. El riddim (como le llaman al patrón de batería y bajo de una canción) de “Dread Lion” se podría repetir durante el resto de la eternidad y tal vez ni lo note de tan atrapante que resulta ser. Llega un momento dado en el que este álbum está sonando y te perdés en sus precipicios melódicos reforzados muchas veces con letras místicas de origen rastafari, despejando la mente de malos pensamientos. Perry logra crear una pieza única que complace hasta al más audiófilo en lo que compete a su producción que no solo servirá de modelo a seguir en el género, sino que también inspiró a varias generaciones de músicos que se las jugaron por pensar diferente, entre ellos los Public Image Ltd de John Lydon o incluso actos electrónicos como Burial y Massive Attack que le encontraron la vuelta para incorporar este fantástico hallazgo del genio del dub.
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la vida cambió mi música
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