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Editorial

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Reseñas

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Fernando Arias, SEROPOSITIVO, 1994 (COLECCIÓN DEL MUSEO DE ARTE DEL BANCO DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA)

Seropositivo fue una instalación que se presentó por primera vez en el MAMBO en 1994 e indaga en la crisis ética y moral de la sociedad frente al VIH/SIDA, resonante con el contexto de los noventa, en donde la propagación del virus logró un pico histórico en Colombia. La obra muestra una fotografía del cuerpo desnudo de Arias, cubierto por miles de plaquetas de laboratorio con rastros de sangre. Las plaquetas, ensambladas a manera de azulejos e iluminadas por luces de neón, asemejan una piscina en donde el cuerpo del artista parece estar flotando o hundiéndose. Seropositivo fue la culminación de un proceso investigativo que Arias comenzó con Análisis (1992) y Cuarto frío (1993). En estas instalaciones, el artista abordó la frialdad de la clínica y la materialidad de la sangre infectada para criticar los prejuicios y tabúes construidos en torno al cuerpo enfermo y su conexión con el cuerpo colectivo. Arias buscaba concientizar al público acerca de los padecimientos, el dolor, el aislamiento y el rechazo que sufren las personas con el virus y significar al contacto como vía de contagio y a la soledad como su consecuencia inexorable.

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En nuestros territorios la desigualdad es flagrante y - en general - vivimos sometides a leyes de mercado o de subsidiariedad que aumentan, año tras año, , diferencias en el acceso a los bienes y servicios, incluidos por cierto los culturales. A esto se le suma el virus con su pandemia, que visibilizó aún más todos los problemas sociales, políticos y culturales preexistentes. Lo tremendo es que les más afectades son siempre aquelles con menos recursos, algo que ya es parte del paisaje social, como si fuera un resultado obvio naturalizado en nuestros países. Se instaló así un desbalance sistémico muy complejo que sirve, entre muchas condiciones y realidades diversas, de sustrato para generar una sensación que calificamos como malestar, y que se suma a otro malestar también generalizado en nuestros tiempos, el de “un mundo que es producto de la racionalidad técnica instrumental”, como dice el filósofo chileno Sergio Rojas. Una sensación y una realidad de fondo que marca esta era.

Quienes vivimos en Sudamérica somos testigos de todas nuestras segregaciones y desde la fotografía o el pensamiento sobre las imágenes nos preguntamos cómo se representa aquel malestar.

Descubrimos que las respuestas contienen numerosas opciones y de las más interesantes para nosotres han sido aquellas que se expresan como una Resistencia, así, con mayúscula. Nuestra opción en esta compleja disyuntiva social nos lleva a destacar visiones que se hacen cargo del malestar documentando y proponiendo sistemas de resistencia, incluyendo las que se refieren a la transformación en las vidas de las personas. Los trabajos en esta edición son muy diversos, desde miradas cómplices, otras narraciones muy íntimas o trabajos de acciones colectivas en el territorio situado para enfrentar las pandemias: cofradías llenas de energía que producen, cocinan, distribuyen y apoyan a sus vecines en los sectores más desposeídos de la ciudad.

En esta edición hay también colaboraciones que trabajan con la tecnología digital, que aprovechan las capacidades del entorno digital para construir escenas desde fragmentos y, por ejemplo, lúcidamente encuadrar el resultado en un pantallazo comentado de una cuenta de red social. Las redes sociales aportaron, además, esa reciente combinación en los espacios virtuales de texto e imagen, en una etapa del mercado de las comunicaciones en que no hace falta ni siquiera imprimir las imágenes, la pantalla y su memoria asociada son suficientes para cumplir buena parte de su función comunicativa marcada por lo inmediato.

Hacemos esta edición sumergidos en una larga temporada de confinamiento compartido, una etapa con grandes poblaciones encerradas separadamente y, sin embargo, todas al mismo tiempo. La virtualidad reemplazando de cierta manera la vía pública y, dentro de éstas, los memes copando el espacio territorial de los murales y graffiti con sus interpelaciones al poder. Estas imágenes las podemos entender como un cruce de lenguajes que arma una suerte de ideogramas, una forma que construye significados desde las imágenes técnicas que se alejan cada vez más del documentalismo, para inscribirse como puestas en escena, donde el texto y la oportunidad del contexto se combinan con la hipervelocidad de circulación que nos permite la interconexión instantánea.

Quisimos agregar también un pequeño testimonio de nuestras ciudades en este ambiente de vidas suspendidas, esta especie de largo domingo que también nos ha hermanado a lo largo del continente, una situación sólo en parte novedosa, ya que los numerosos archivos y registros en diferentes países nos hablan de los otros confinamientos que hemos tenido en Sudamérica, muchos de ellos fotografiados y que acontecieron a poblaciones más reducidas, territorios circunscritos, sin esta sincronía mundial. Pero no podemos olvidar que la muerte que hoy nos ronda siempre ha estado ahí, es más, tiene varios cultos en nuestra región que la venera como parte del orden natural de la vida.

Este número de la revista aporta con trabajos fotográficos, teóricos y/o activistas que nos interpelan a pensar en una transformación personal y colectiva para resistir al malestar.

Los editores

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