Algo para compartir
UN LIBRO DE SUERTE Este cuento infantil sobre un libro, un libro de cuentos infantiles, fue escrito por una vecina para el 25º aniversario de la Biblio de la SocFom y compartido en el 2º Picnic de Lectura el sábado 1 de diciembre de 2018 con las familias que concurrieron al evento.
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Había una vez un libro que creía tener mala suerte. Era un libro de cuentos infantiles que estaba en una librería con otros compañeros más o menos parecidos: libros con muchas imágenes, libros para pintar, libros que desplegaban castillos de cartulina, libros de novelas juveniles; historietas y cuentos clásicos; libros de aventuras y cuentos de terror… Todos ellos esperaban juiciosamente su turno de ser elegidos por una familia que los llevara a su casa. Veían el esmero con que la gente seleccionaba el libro que consideraba más apropiado, el más bello o más divertido o más interesante y deseaban que les llegara por fin ese momento. Intuían que las personas que elegían libros disfrutaban de la lectura, y ellos serían felices cuando alguien los leyera. Los ejemplares escogidos eran primorosamente envueltos en papeles sedosos o brillantes, con cintas de colores y tarjetas autoadhesivas en las que las personas escribían amorosos mensajes que aseguraban al libro regalado la mejor bienvenida. El libro de cuentos infantiles esperaba desde hacía mucho tiempo y a veces temía que nadie lo eligiera. Nunca.
Un lunes por la mañana, el libro de cuentos infantiles fue sorpresivamente colocado en una bolsa junto con otros compañeritos por un vendedor que los arrojaba dentro a medida que alguien leía el título correspondiente en voz alta. ¡Se asustó mucho, muchísimo! También sus compañeros. Todos habían escuchado relatos de épocas oscuras en que los libros fueron quemados o enterrados, pero eso había sido muchos años atrás; también sabían de gente desaprensiva que tiraba los libros viejos, pero ellos erran muy nuevos… ¿Qué estaría pasando? El libro de cuentos estaba a punto de llorar cuando el libro de acertijos escuchó unas palabas del vendedor y dijo: ¡nos llevan a una BIBLIOTECA! ¿Una biblioteca? No había ningún diccionario cerca para averiguar qué era. Amontonados en la bolsa, angustiados por no saber exactamente lo que ocurría, llegaron a un lugar donde los recibió una joven que dijo llamarse Verónica. Los próximos dos días, los libros recién llegados permanecieron apilados sobre el escritorio de Verónica hasta que, el miércoles, ella tomó nota en su computadora de ciertos datos de cada