“Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol” Albert Camus
Título del libro Pasiones de Barrio Nombre del Proyecto Clubes Barriales de Fútbol: Valor Patrimonial de una Práctica Asociativa Folio del Proyecto 417153 Fondart Regional Línea Patrimonio Cultural Investigación Responsable / Autor Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena Fotografía Víctor Anacona Ortiz Diseño y Diagramación Susana Opazo Campos Clubes Participantes Club Deportivo Defensor Berna de San Joaquín Club Deportivo Social y Cultural Sabino Aguad Kunkar de Conchalí Club Deportivo y Social Correa Montt de Lo Espejo 2018 - https://www.facebook.com/pasionesdebarrio/
Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena
Introducción
DEL FÚTBOL BARRIAL COMO SUJETO PATRIMONIAL
“Pasiones de Barrio” es el resultado del proceso desarrollado mediante la investigación: Clubes Barriales de Fútbol: Valor patrimonial de una práctica asociativa, que se realizó durante el año 2017 en la ciudad de Santiago, iniciativa financiada por el Consejo de La Cultura y la Artes, inscrito en la línea de Fondart Regional, en la línea de Patrimonio Cultural en su modalidad de investigación. El objetivo principal del proyecto fue analizar las prácticas, significaciones y espacios de socialización desarrollados en los clubes barriales de fútbol a modo de valorizar su carácter de patrimonio cultural inmaterial para sus comunidades. Para esto se desarrolló un trabajo investigativo bajo la metodología de estudio de casos, el cual abarcó a tres clubes diferentes, en distintas comunas de la capital. El Club Deportivo y Social Sabino Aguad Kunkar de Conchalí, el Club Deportivo Defensor Berna en San Joaquín, y el Club Deportivo y Social Correa Montt asentado en Lo Espejo.
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Hablar sobre patrimonio es hablar sobre una abstracción, un concepto. Ni los objetos materiales ni las manifestaciones culturales revisten característica alguna intrínseca que pueda asegurarles la denominación patrimonial, sino más bien son ciertos consensos generados en determinadas épocas históricas quienes otorgan la prioridad de denominar algún objeto o manifestación cultural como patrimonial. Es bueno que el territorio conceptual se mantenga en discusión y en flujo, así pueda ofrecer utilidad tanto a los cultores como a quienes desean utilizar al concepto patrimonio como herramienta educacional.
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Proponer, por tanto, que la práctica organizada, barrial y amateur del fútbol debe ser denominado como patrimonio cultural obliga al despliegue de una interrelación entre una postura conceptual clara y casos particulares, específicos. La inclusión del componente “intangible” en la discusión al respecto de las características del “patrimonio cultural” es relativamente reciente y, por lo mismo, abierto a interpretaciones. UNESCO, desde donde emerge la definición monolítica actual, propone: “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia,
infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”. Esta definición es tautológica, Sostiene que será patrimonio aquello que las comunidades definan como parte integrante de su patrimonio. En lo que sí existe consenso, sin embargo, es que el patrimonio se define según este puede recrearse a través de las generaciones y la generación de identidad y continuidad, definiéndose el concepto más por su consecuencia en la producción de espacios. Deben considerarse otros aspectos relevantes. ICOMOS, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, sostiene que el valor intangible del patrimonio corresponde a aquel que emana de los factores no racionales de la naturaleza humana: emociones, evocaciones, sensibilidades. Tales definiciones, hegemónicas para la articulación de políticas públicas, son algo incompletas al no darle un rol más vivo, un potencial de fluidez y herramienta práctica. La iniciativa Tesoros Humanos Vivos del Consejo de la Cultura de Chile, mientras tanto, busca conferir a personas y comunidades cultoras de tradiciones y prácticas del patrimonio cuyo aporte es de gran significación para la valorización de identidades. Esta iniciativa ha reconocido una serie de cultores y comunidades por sus actividades, principalmente, en riesgo de caer al olvido, lamentablemente, a causa de la acelerada e incesante modernización y modificación de las prácticas, por ende también de las características que adquiere la producción de espacios comunitarios. Nuevamente, sin embargo, poner el acento
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en patrimonio inmaterial como aquello necesariamente en riesgo es no visualizar de buena manera la potencialidad de otorgarle tal definición a ciertas prácticas.
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Para efectos de los resultados de la investigación se definirá patrimonio cultural inmaterial (PCI) como, primero que nada, un concepto relacional, es decir: hace referencia a los usos, representaciones, expresiones, conocimientos, técnicas, instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que son considerados nodales para la interacción cotidiana por un grupo particular, en un contexto particular. Lo patrimonial refiere a aquello que sirve como referencia desde el pasado para la producción de espacio hacia el futuro, lo patrimonial, entonces, fija las concepciones de tiempo y espacio con que una comunidad local desarrollará la producción espacial. Esta definición da cuenta de las consecuencias esperadas de designar una manifestación como patrimonio cultural para alguna comunidad particular, significa que en ésta manifestación hay ciertos patrones de comportamiento que benefician la producción de espacios comunitarios saludables para quienes los componen, rescatando el aporte que hace ICOMOS sobre el patrimonio intangible aseverando que allí se juegan consecuencias emocionales y sensibilidades. Lazo (2006) está de acuerdo: “en la medida que el individuo y su grupo tienen una noción del tiempo, de la historia, de su espacio y de sus realidades van adquiriendo conciencia de la importancia de preservar ciertos símbolos, elementos culturales, bienes materiales, ideas, experiencias que no son más que una prueba evidente de su vínculo con el pasado generando seguridad, continuidad temporal e identificación”.
Los clubes barriales construyen objetos y espacios culturales donde se recrean constantemente prácticas y expresiones, los que son traspasados generacionalmente en las comunidades territoriales, el cual contribuye al sentimiento de identidad. El denominarlos portadores de PCI da a entender, entonces, también sobre un potencial que acarrean. La salvaguardia y protección de este patrimonio es una discusión conceptual posterior, refiere a la importancia cuantitativa y cualitativa que se le puede apuntar a este conjunto que significa el PCI. Cuantitativa, en cuanto a que tenderá a ser protegido aquel patrimonio cuya significación abarca una cantidad elevada de individuos y grupos, por ejemplo los edificios patrimoniales del centro de Santiago en cuanto refieren a la identidad de toda una Ciudad. La dimensión cualitativa, mientras tanto, se presenta un poco más compleja de definir pero en el marco de la presente investigación es determinante; se considerará de valor cualitativo a aquel PCI cuya identidad permita la producción de espacio de horizonte transformador de la cotidianeidad, que ofrezca alternativas colaborativas para desarrollar modos de vida menos vulnerables, modos de vida comunitarios de regeneración constante en el tejido social, por parte de los grupos e individuos a quienes refiere. Promover cierta noción de patrimonio, y, por lo tanto, ciertas prácticas que aplicarían bajo ella, promoverá de inmediato herramientas educativas y de intervención mediante políticas públicas específicas. La presente investigación pretende, así, dar cuenta de porqué los clubes barriales de fútbol deben ser incluidos en tal categorización.
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La presente investigación propone entonces generar un puente entre propuestas que emanan desde los estudios territoriales con la discusión actual sobre el patrimonio, su importancia social y política. David Harvey (2008), así, habla de la conciencia histórica, conciencia influida por la trasmisión generación tras generación del patrimonio cultural, como parte de la conciencia tiempo/ espacio, factor fundamental de la producción de espacio. El capitalismo, a nivel mundial, se ha convertido en la principal fuerza productora de espacio a partir del siglo XIX en adelante, con su comprensión del tiempo/espacio como llenos de valor de cambio y productividad. Propone, luego, un programa de investigación destinado a encontrar alternativas a esta hegemonía en cuanto a la producción del espacio (Harvey, 2000). 12
¿Puede realmente considerarse al fútbol como contenedor de características que le confiere la denominación patrimonial?. Tras un meteórico ascenso a comienzos del siglo 20 el fútbol se ha convertido por mucho en el deporte más popular del mundo. Su práctica profesional es una industria de miles de millones de dólares al año, con la FIFA consagrada como una de las organizaciones transnacionales más influyentes en el orbe. Tal práctica toma más los ribetes de industria transnacional que de manifestación cultural patrimonial. Sin embargo es evidente que tal capacidad de influenciar la producción de espacio, aún si con técnicas tradicionales del capital, emana precisamente de la facilidad impresionante con que las significaciones presentes en el fútbol se transmiten. Lo que pareciera suceder es que el potencial de producción de
espacio existente en la práctica del fútbol es un territorio dominado sin gran oposición por el capitalismo internacional, lo que hace recordar las palabras mencionadas por Harvey. Es precisamente por ello, sin embargo, que se hace tan importante introducirse en el campo de discusión sobre patrimonio para dinamizarlo y permitirle que abarque también prácticas del tipo que en esta investigación se proponen. Los clubes barriales de fútbol representan una modalidad completamente distinta de comprender la práctica del deporte, proponen una alternativa en cuanto a formas de producción de espacio, alternativa que debe ser puesta en valor y utilizada como herramienta educacional. Tras analizar las particularidades inscritas en cada una de las tres instituciones incluidas en este libro, sus historias y grupos sociales, se ha procedido a levantar un diagnóstico general que permite dar cuenta sobre las características del patrimonio cultural que refiere a los clubes barriales de fútbol. De esta forma se consiguió dar con ciertas prácticas, espacios y significaciones que logran encarnar y ejemplificar aquellos cruces entre el patrimonio y los clubes de barrio. En este sentido, la primera gran conclusión a la cual se llegó es que los clubes deportivos barriales tienen diferentes formas de encarnar el patrimonio, algunas más ligadas a las definiciones clásicas de este, y otras asociadas a la reciente inclusión del componente “intangible” al concepto del patrimonio cultural, lo que nuevamente da cuenta de la complejidad del concepto y de su fluidez.
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A pesar de las diferentes formas en que se manifiesta el patrimonio en cada uno de estos clubes, y probablemente en cualquier club, el formar parte de un club barrial de fútbol da cuenta de un lenguaje compartido que puede facilitar la comprensión entre personas que están atravesadas por circunstancias históricas y geográficas diferentes. Los códigos y significaciones básicos son comunes y hacen referencia a la transmisión de valores fundamentales: cooperación, comunitariedad, esfuerzo, sano disfrute del ocio. Los clubes barriales son reflejo fiel de sus territorios, además, están inscritos en las luchas territoriales que se desencadenan allí e inciden desde las herramientas pedagógicos que en ellos se anida como potencial. 14
De esta manera, en el Club Sabino Aguad Kunkar, de Conchalí, el patrimonio del club se moviliza hacia la creación de una escuela de fútbol orientada a nutrir de niños y niñas sus series menores, asegurando la continuidad de la importancia que el Club ha significado para su barrio desde 1968, cuando éste se urbaniza. Tras etapas de auge y caída, en el Sabino Aguad se toma la decisión de potenciar la escuela de fútbol, postulando a fondos concursables para su equipamiento y decidiendo que no solo engrosar las filas del club sería su objetivo; también el luchar contra las dinámicas de consumo de drogas y violencia arraigadas entre la juventud del Barrio sería para ellos devolverle a éste la mano por cobijarlos. Solo formando personas íntegras serían los espacios del Club y Barrio sustentablemente saludables mirando hacia futuro.
Continuando la ejemplificación, en el Club Correa Montt, de Lo Espejo, el club se enraíza en el Barrio hace 70 años, viendo pasar todas las épocas históricas por las calles de éste. Actualmente, representan la institución más añeja y, a la vez, vigente del territorio, luchando contra la tendencia al parecer inescapable allí existente: de sector residencial se está transformando en sector industrial y de servicios. El Correa Montt sufre las consecuencias de esto, dificultándosele arraigar entre los y las jóvenes del barrio las herramientas pedagógicas que podría desprenderse de su relevancia como patrimonio de su comunidad, comunidad que continúa organizándose en torno al Club, sin embargo, luchando por conservar su infraestructura y dinámicas intactas, ya que luchar por re-valorizar el Correa Montt es luchar por mantener también la historia del Barrio aún viva. Por último, en el Defensor Berna, de San Joaquín, el club es también inseparable de las dinámicas y códigos inscritos en la Población El Pinar, populoso sector de raigambre obrera donde los clubes surgieron a raudales en la década del ‘60, Durante todos los fines de semana santos, desde esta década en adelante, surgió una celebración, el Campeonato de Semana Santa, que le arrebató completamente al rito religioso su relevancia y definió que para El Pinar, La Legua y poblaciones aledañas esta festividad sería sinónimo de fútbol. El Berna, particularmente, definió desde ese entonces que el patrimonio que ellos representan es el de un Club de amigos, donde no se le pagaría a estrellas por jugar, si no siempre serían ellos los que defenderán la camiseta, porque ganar con gente de la casa siempre sería mucho más valioso que contratando jugadores semi-profesionales.
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A manera de acompañar los ejemplos recién mencionados es importante mencionar las investigaciones nacionales que han servido como referencia, patrimonio si se quiere, en el estudio sobre los clubes barriales como patrimonio para sus comunidades. En Chile gozan de gran relevancia aquellos que se inclinan más hacia la valoración de trabajos que justamente dan cuenta de cómo los clubes barriales son factores culturales y políticos esenciales en la producción de espacio territorial. Bernardo Guerrero, así, sostiene que en los barrios chilenos las definiciones identitarias y de pertenencia parten desde los clubes (Guerrero, 2015). Ello da pautas para comprender este potencial de los Clubes como PCI; la de representar una comprensión alternativa del tiempo/espacio, según ya se ha ido comprobando en los acercamientos a los Clubes incluidos en la investigación. Se ha propuesto la noción de que los clubes deportivos barriales en Chile son representantes de un Patrimonio Cultural Inmaterial poco reconocido y también poco valorado en cuanto a su importancia histórica y potencial en cuanto a la producción de espacios comunitarios autogestionados. Son escasos tales estudios, sin embargo, y en cada caso hacen referencia a la necesidad de generar mayores y mejores acercamientos académicos debido a la relevancia histórica, cuantitativa y cualitativa, de esta forma de organización social. Bernardo Guerrero sostiene, por ejemplo, que el tema está poco tratado por la academia debido a una intrusión débil del mundo popular en ésta (Guerrero, 2008). Esta
característica, la raigambre popular de la práctica asociativa en torno a clubes deportivos amateur, es precisamente lo que se menciona fundamental de valorizar ya que se presenta su capacidad de significar estrategias de resiliencia frente a las carencias e irregularidades que gobiernan la cotidianeidad en los asentamientos urbanos irregulares donde surgen estos Clubes (Guerrero, 2015; Santa Cruz, 1996, Gonzalez et al., 2014) y en donde continúan existiendo y representando una alternativa de solidaridad y cooperación frente a las situaciones que lo exijan. Se sostiene, también, que los clubes barriales representan un patrimonio cultural inmaterial fundamental que valorar ya que representan el cimiento en que se solidifica la actual época gloriosa del fútbol nacional (Soto et al., 2016). Esta pincelada en cuanto a antecedentes deja en evidencia, sin embargo, la relevancia tanto teórica como práctica que reviste la presente investigación. Los Clubes Barriales de Fútbol son componente fundamental, tanto cuantitativa como cualitativamente, en la historia social santiaguina, a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante. A pesar de ello, la temática está poco estudiada y se hace menester, por lo tanto, contribuir al conocimiento respecto a tal práctica, su riqueza en cuanto a historia social y su potencial como patrimonio cultural, entendiendo este concepto como uno de agencia dinámica. Continuando esta idea, el Patrimonio Cultural Inmaterial que significan los clubes amateurs de fútbol para las comunidades en las cuales se insertan, en este caso,
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refiere a organizaciones comunitarias dinámicas que continúan produciendo espacios asociativos desde hace más de 60 años. Desde estos espacios asociativos el patrimonio también ha logrado materializarse bajo diferentes expresiones, y con diferentes sentidos.
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En los marcos legales nacionales actuales no existe sitio donde ubicar la importancia de estas organizaciones. Debido a ello la presente investigación se propone también como la primera etapa en la consecución del objetivo de valorizar la práctica de los Clubes Amateur de Fútbol como patrimonio cultural inmaterial, lo que se correspondería luego con una mayor incidencia en políticas públicas. Es importante recalcar que la presente investigación se considera como una primera etapa indagatoria, pensada desde un proyecto mayor, cuyo objetivo principal es lograr conseguir reconocimiento legal en registro de prácticas consideradas Patrimonio Cultural Inmaterial, lo cual daría pie también para mejoras en la cotidianeidad de los clubes barriales. Para esto se continuará trabajando con los clubes investigados en este proyecto, así como también se pretende expandir la iniciativa a otros clubes, en diferentes comunas y también en regiones. Las siguientes páginas son el recuento de aquellas manifestaciones del patrimonio cultural en los clubes barriales. Cada una de ellas guarda sus propias particularidades, enraizadas a sus historias, sus contextos, sus barrios y se han expresado en murales, obras de teatros, poemas, plazas, sedes, objetos, o memorias orales. Diferentes formas que tiene cada club de expresar su valor patrimonial.
Referencias bibliográficas González, Roberto et al. (2014), Relatos, himnos y camisetas: Clubes deportivos y vida barrial en Quinta Normal, Chile. Ed.Victorino Lainez. Santiago. Guerrero, Bernardo (2008), Fútbol y nacionalismo en el norte grande de Chile. En Herrera, R. y Varas, J. (Compiladores). Fútbol, cultura y sociedad. (95-109). UAHC. Santiago. Harvey, David (2000), Spaces of Hope. University of California Press. Los Angeles. Lazo, Alejandra (2006), Patrimonio e Identidad Cultural: El Barrio La Estación de Cartagena. Tesis para optar al grado de Antropóloga Social, Universidad de Chile.Santa Cruz, Eduardo (1996), Origen y futuro de una pasión (Fútbol, cultura y modernidad). LOM Editores. Soto, Rodrigo y Bravo, Diego (2016), Nuestro patrimonio material e inmaterial: Las hazañas que deben ser reconocidas del fútbol chileno. CESDE. http://futbolasociado.cl/nuestro-patrimonio-material-e-inmaterial-las-hazanas-que-deben-ser-reconocidas-en-el-futbol-chileno/
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Club Deportivo y Social Correa Montt
Lo Espejo
MI CLUB CORREA MONTT Tu presente y tu pasado// es historia y tradición El Espejino de cepa // te lleva en el corazón Lo espejo pueblo querido // te quiero hablar sobre ti De las cosas que ahora tienes // y las que ayer conocí Yo te voy a hablar en versos // es como lo puedo hacer Si alguien no te ha conocido // quiero darte a conocer 22
Hablare de aquel pasado // que nunca podré olvidar Que el presente que ahora vivo // siempre me hace recordar Pueblo mío de lo Espejo // creo conversar contigo Te conozco medio siglo // moriré siendo tu amigo Lindo conversar contigo // pueblo mío de lo Espejo Mi nombre Carlitos Castro // todos me apodan el viejo Que les podría decir // queridos amigos míos Cincuenta años de deporte // no se echan al olvido
Cincuenta años de deporte // se incrustan en el corazón Cómo yo tengo incrustado // a este club Correa Montt Dónde amigos que se fueron // para nunca más volver Dé seguro en esta fecha // volverán a renacer A la diestra de Dios padre//esta es mi convicción Gritaran allá en el cielo // que viva el Correa Montt Yo no quiero dar sus nombres // no me quiero emocionar Saben que aquí en el Correa // nunca los van a olvidar A sus hijos y parientes // les digo de corazón Los recuerdos están con ellos // de toda esta institución A todos los Espejinos // de cepa y tradición Eternamente las gracias // por el club Correa Montt Carlos Castro Poeta Popular Espejino
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Capítulo I
LA FUNDACIÓN
Corría el año 1857. Hacia el límite Sur de Santiago se veía pasar por primera vez un ferrocarril, que unía a San Bernardo con la Estación Central. Las personas presentes miraban impresionadas como el tren salía de una recién inaugurada Estación ferroviaria en San Bernardo, y atravesaba chacras, canales de regadío y molinos, para finalmente llegar a la concurrida y poblada alameda. A partir de aquel día comenzaron los viajes normales entre ambas zonas. Tenían una frecuencia de cinco traslados por día. Personas, animales, alimento o productos para pequeñas industrias, eran trasladados por la misma línea férrea, en una época en que no había otra forma de hacerlo. Estos rieles conectaban al Sur de Chile con su capital. Así comienza el desarrollo industrial y comercial de Santiago y sus alrededores. Muchas industrias eran beneficiadas con la conectividad que el tren ofrecía, lo que a su vez generaba una mayor oferta de
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empleo y, por ende, generó también un crecimiento de la población. Lentamente la urbanización comenzó a extenderse desde San Bernardo hacia los terrenos intermediarios con el gran Santiago. Diferentes localidades empezaban a realizar sus quehaceres diarios a un costado de las líneas del tren, pero una en particular se haría conocida en todo Santiago por su estilo de vida único, el Pueblo de Lo Espejo.
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El Pueblo se ubicaba dentro de las extensiones del fundo Lo Sierra, cuya producción era netamente agraria. Sin embargo, su tranquilidad y cercanía con el centro lo convirtieron en el destino escogido por parte de la aristocracia Santiaguina, por lo cual en la última década del siglo XIX comenzó a poblarse con grandes casas quintas. Poco a poco el sector fue atrayendo a familias adineradas de la época, como por ejemplo los Astaburuaga, los Ferrari o los Landaeta, todas interesadas en el nuevo panorama que estaba generado el fenómeno ferroviario, y la tranquilidad que el sector ofrecía. Así fue como surgió el Pueblo de Lo Espejo, ubicado como punto intermedio entre las dos principales estaciones de la red de ferrocarriles, San Bernardo y Estación Central. Era el único asentamiento formal situado a los bordes del ferrocarril Sur. Estaba conformado por una trama de damero rectangular de 21 manzanas de diferentes dimensiones. Rápidamente se transformó en
una parada obligatoria, oficializándose el año 1913 con la construcción de la Estación de Lo Espejo. Desde ahí en adelante, el Pueblo comenzó a desarrollar un particular estilo de vida que lo haría conocido en toda la capital. Las fiestas espejinas alcanzaron una fama notable, y en primera instancia, se celebraban en ocasión de la cosecha de los viñedos que existían en la zona. La vida social que el pueblo comenzó a desarrollar fue una de las razones principales del auge del sector. El pueblo contó con el primer cine al Sur de Santiago, y velozmente comenzaron a circular periódicos propios como “El Espejo” y “El Clavo”. Diferentes industrias eran atraídas por la estación de tren en Lo Espejo, estas tenían un beneficio directo al permitirles ingresar inmediatamente del Sur los diferentes productos transportados. Desde el pueblo de Lo Espejo se llevaba ganado al Matadero de la Pintana SOFOCAR, como también a otras sociedades faeneras. Llegaban también vagones cargados con Sal que venían de Pichilemu. La Maestranza Lo Espejo recibía los metales y minerales que le daban vida. Desde los bosques del Sur ingresaba los troncos a la maderera BIMA, y también el arroz a la arrocera Miraflores. Estas dos últimas, BIMA y Miraflores, tenían sus dependencias en el mismo Pueblo de Lo Espejo, y ambas contaban con desvíos directos de las líneas férreas, que llevaban sus productos hasta el interior de sus galpones.
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Don Jorge Correa Montt, abogado de profesión, era el dueño de la Arrocera Miraflores. Tenía un gran molino que le daba vida a las faenas de la arrocera ofreciendo muchos puestos laborales para el sector. La inmensa mayoría de los trabajadores de Miraflores vivían en el Pueblo de lo Espejo. Algunos llegaban solo con lo puesto, acompañados por sus familias en busca de una oportunidad, a veces eran los mismos patrones que les vendían algunos pedazos de sus tierras a cambio de trabajo, o en otras instancias sólo les quedaba tomarse algún rinconcito desocupado.
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Por aquellos tiempos, el desarrollo deportivo era una realidad para el sector. La gente practicaba cotidianamente algún deporte, y muchas instituciones comenzaban a nacer ligadas al quehacer industrial. Jorge Correa Montt, no quería ser menos, y mandó a hacer una cancha de fútbol al frente del molino para que sus trabajadores pudieran recrearse sana y tranquilamente. No era una cancha muy vistosa, es más, era solo un sitio eriazo con un par de palos que hacían de arco, pero aquella cancha marcaría el inicio de una historia plagada de triunfos y copas. Así partieron los trabajadores jugando al fútbol de forma recreativa, hasta que un día decidieron dar el paso definitivo para formar un club. Era primero de diciembre de 1943, y los trabajadores de la arrocera decidieron fundar el Club Deportivo y
Social Correa Montt. ¿La insignia escogida? pues el Molino de la Arrocera Miraflores, ¿Sus colores? blanco y celeste. Su primera directiva estuvo compuesta por Andrés Díaz como presidente, Rafael Fernández como vicepresidente, Lorenzo Ortega como secretario, Julio Mella como tesorero, y por Gabriel y Eduardo Thomann como directores. Emilio Simondet y Segundo Ortiz también destacaban entre los socios fundadores. Un personaje clave para la consolidación de este proceso fue Willy Sime, quien desde la empresa fue la persona que más se preocupó del bienestar del Club, dándole toda clase de ayuda e implementos deportivos, incluso llegando a construir una sede social, que posteriormente se perdería cuando la firma se retirara del sector. Si bien la Club fue fundado exclusivamente con trabajadores de la Arrocera, poco a poco fue contagiando a más gente del Pueblo de Lo Espejo que comenzaron a participar de las diversas actividades que el Club ofrecía, desligándose velozmente de la Arrocera, pasando a ser dirigido por vecinos y vecinas del pueblo. Por aquellos años “el Correa”, como comenzaría a ser conocido, era un verdadero club deportivo. A diferencia de hoy, no todo era fútbol, sino que el Club ofrecía las más diversas ramas deportivas. Partiendo por el básquetbol femenino y masculino, donde la localía se ejercía en la cancha que estaba en la estación
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de trenes, y se disputaban el campeonato de la Cisterna. Se practicaba también el Boxeo con Luis Valenzuela y Oscar Carrasco como sus principales exponentes. El atletismo tampoco se quedaba atrás, y fue una rama que vio nacer a grandes deportistas, como José Infante campeón Sudamericano de la garrocha, o Teodoro Blaschke campeón nacional de 100 y 200 metros planos. Había incluso una rama de ciclismo. Pero, por supuesto, que el fútbol era su rama más popular. Cada vez que jugaban despertaban un clamor especial en el Pueblo que no solo hacía que se llenaran las canchas, sino que también lograba que la gente de Lo Espejo compartiera e hiciera vida de barrio. 30
Rápidamente se mudaron de la cancha que quedaba cercana al Molino. Habían encontrado un nuevo hogar en un sitio ubicado en el límite de Lo Espejo, ubicado entre las calles León de la Barra y 9 de enero. Fue en esas tierras donde el Correa encantaría al pueblo entero con su coraje y buen fútbol. Obviamente no eran los únicos del sector, y desde un comienzo tuvieron que disputar con otros equipos del sector como el Royal River, el Santa Elisa, el Atlántico, el Uruguay, o el Andes. Grandes clubes de la época, que llevaron a convertir al Correa Montt en un rival clásico para la mayoría de los equipos que por esos años jugaban en la Asociación de la Cisterna. Misma competición que le abriría los brazos al club
deportivo Correa Montt, consagrándose como una de las más competitivas de la época. Así fueron los primeros pasos del hoy glorioso Club Deportivo Correa Montt. Un club de origen humilde. Un sueño de trabajadores, jornaleros y campesinos que se hizo realidad. Ni los más optimistas de los socios fundadores imaginaron el alcance que iba a tener esta institución en el mundo del fútbol amateur capitalino.
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Sequia que se encontraba al final de 9 de enero
Carro Alegórico de la “Parcela 15” en la fiesta de la primavera en 1940, calle Centenario
33 Antigua estación de trenes de Lo Espejo
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Primer registro del Club Correa Montt, pudiese ser de su fundaciĂłn. El SeĂąor Correa Montt se ubica en el centro.
Capítulo II
UN CLUB QUE SE CONVIERTE EN CAMPEÓN
En la década del 50 el Club Deportivo Correa Montt terminó por desprenderse totalmente de la Arrocera Miraflores. Fue un proceso marcado por la consolidación de un grupo de vecinos y vecinas del Pueblo Lo Espejo que habían crecido en torno al Club, integrándose los trabajadores al barrio y los pobladores de éste al equipo de la industria, haciéndose cargo los finalmente los pobladores. Había otros equipos por aquel entonces pululando por el Pueblo Lo Espejo, Hilandería Lo Espejo, Francisco Castillo, que contaba con jugadores buenísimos, BIMA, Maestranza o Laureles Olímpicos. Correa Montt, sin embargo, era el más grande. El resto de estos clubes parecen equipos chicos ahora visto con la lejanía de la historia. Muchos de sus jugadores, los mejorcitos, fueron absorbidos luego hacia el Correa Montt. Había varias canchas en el sector. El estadio de madera de la BIMA, ubicado en la Población creada para los trabajadores de la empresa, en la estación había también una cancha, Hilanderías también tenía una cancha de piedras y
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tierra. Maestranza compró el terreno dónde estaba la cancha original del Correa, además.
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El Pueblo Lo Espejo durante esta época era un lugar idílico, pueblo antiguo, de 4x4 calles, donde todos se conocían y saludaban con todos, muy similar a lo que en la imaginación aparece cuando se piensa en los pueblos antiguos del Chile profundo, tradicional. La Fiesta de la Primavera era un desfile alegre de colores, carros alegóricos y romances que surgían entre los callejones largos o entre los paseos nocturnos por la Feria. En el barrio las fiestas populares tenían una reputación similar a la del Club, juegos populares, desfiles, navidades, fiestas patrias. La gente del Club era la misma que se encargaba de darle vida a estas tradiciones. En particular, la gente del Pueblo recuerda hasta el día de hoy una famosa tradición que captaba la atención de todos, se trataba del partido que se realizaba una vez al año, en vísperas del 18 de septiembre, entre los “bombilla” y los “percha”. El partido se disputaba anualmente en la cancha del Correa Montt y enfrentaba a los “bombilla” que eran los mejores jugadores que pertenecía a las clases altas del sector, los que vivían en las casonas, contra los “percha”, el grueso del Pueblo de Lo Espejo, quienes eran la mano de obra del sector. El encuentro atraía a multitudes y eran partidos muy entretenidos, en donde una vez al año, los más pobres podían medirse de igual a igual a sus patrones, en una sana convivencia.
El partido entre los “bombilla” y los “percha” simboliza lo que era el Correa por esos años: un Club que fielmente representaba a su Barrio, un microcosmos social, y es que el Barrio era especial: a medio camino entre un pueblo rural y los barrios habitados por obreros industriales que empezaban a levantarse por todo Santiago, producto de la migración campo-ciudad. El Pueblo Lo Espejo, sin embargo, era campo y ciudad a la vez y el Correa Montt: la selección futbolística de este Pueblo. Así, durante la década del ‘50 se fue consagrando aún más el Club, que aparte de su trascendencia para la actividad deportiva del barrio, también lo era en las otras instituciones. El cuerpo de bomberos, fundado solo un año antes que el Club, estaba compuesto por casi las mismas personas que se ponían los toperoles para jugar los fines de semana por el Correa. En más de una ocasión se tuvo que suspender un partido, por alguna emergencia incendiaria. Tras perder la cancha original, aquella ligada a la empresa se jugó también en la cancha de la Santa Rita, antes de pasar a utilizar el terreno que pertenecía a Mercedes Astaburuaga, a quien en el pueblo apodaban “la Loca Mercedes”. También tenían una sede que estaba ubicada en la calle Astaburuaga, conocida como “Chiporro”, donde se juntaban a conversar, a jugar la brisca o el dominó, y a compartir vinos entre los amigotes.
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Las esquinas del barrio también fueron ampliamente utilizadas: Correa Montt se reunía en Centenario con Astaburuaga, en la vereda del frente se juntaba Hilandería, en la placita del Pueblo, la que está una cuadra más abajo, se reunía Francisco Pizarro y BIMA se reunía en la población que tenían los trabajadores. Precisamente en una de esas juntas, fue donde nació el himno del club. “Correa Montt se llama nuestro Club / en la hermosa mañana en que nació / un puñado de buenos deportistas / han formado esta gran institución
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En lo Espejo tiene su aposento / y un molino de cuna le sirvió / y un hombre de buenos sentimientos / que de pronto su apellido sonó Sus colores que son albicelestes / representan disciplina y honor / donde quera que ellos se presenten / hay un viva para el Correa Montt El emblema moral de los muchachos / es salir a la cancha a conquistar / y poner muy alto sus penachos / que ningún otro club podrá alcanzar” El Correa Montt ya tenía un equipo potente de renombre y, por lo tanto, fue escogido en 1952, entre muchos otros equipos, para participar en el Campeonato de los Barrios de Santiago, organizado por la Audición Sinopsis del Deporte de Raimundo Loezar
Moreno. Fue aquí donde se escribiría una de las más importantes historias del Correa, una que aún adorna las paredes de la sede y que llama la atención a cualquiera. El torneo reunió en aquella ocasión a cerca de 400 clubes barriales de fútbol y era el más prestigioso de Santiago. Se coronaron campeones invictos, desarrollando un juego arrollador. El resultado, una copa gigantesca en la que podría fácilmente bañarse una guagua dentro, o como se comentaba en el club, podía llegar a contener 48 litros de vino en su interior. El Correa hizo una campaña increíble, goleó al equipo que le pasó por enfrente, y se coronó campeón invicto de la liga más competitiva del momento. Otra cosa fundamental de aquella proeza fue el hecho de que José Fierro, popular arquero del Correa a quien apodaban “Coson”, logró la coronación con su meta en 0. ¡No recibió ningún gol durante todo el campeonato! Ha pasado mucho tiempo y la copa después tuvo que mandarse a arreglar, sin embargo, nadie podrá quitarles el orgullo a los espejinos fanáticos del Correa de haber ganado esta competencia. Jugadores destacados de esta época son Oscar Ramírez, Rurico Montalva, Luis Pávez y el Chico Salinas. Con esto la fama del Correa alcanzó otros niveles, llegando incluso a ilusionarse con el profesionalismo, que por lo demás, en esos años no se distanciaba mucho de su nivel amateur. El presidente del Club
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durante el año 1952 era don Eduardo Thomann. Varios jugadores disputaron algunos partidos amistosos con equipos profesionales.
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En 1957 se ingresa a la Asociación de La Cisterna, que durante esta época era bravo, de dientes apretados, más de 50 clubes reunidos en tres series. En 1958 triunfaron en el ascenso, lo cual no era raro considerando que era un Club de primer nivel, como ya ha quedado demostrado. Durante esta misma época habría de llegar un jugador que venía de jugar en primera división, en equipos memorables de Everton de Viña del Mar tanto en el ascenso como en primera. Le había convertido goles a arqueros notables, a equipos como Colo Colo. Su nombre es Pedro Ossandón. Su familia uno de los grandes aportes al Club Correa Montt, como podrá corroborarse después. Ossandón llega atraído por una oferta laboral en la Maestranza, pensando más en el futuro de sus hijos que en seguir luchando por un futuro en la primera profesional. Con Ossandón el equipo se hizo imparable y se le pudo poner un broche de oro a una década grandiosa para el Correa Montt, una década que sin exagerar los tenía posicionados como uno de los mejores clubes amateurs de Santiago. Míticas son las historias que se cuentan de esta época, que acompañaron a los jugadores de las siguientes generaciones, por ejemplo, aquellas que contaba
Germán Martínez, el Madeco, oriundo del fundo Miraflores. Un día el Correa Montt estaba perdiendo 1-0, y él enfermo en la casa. Lo fueron a buscar porque lo necesitaban, era un gran jugador. Haciendo el esfuerzo llega a la cancha, en una jugada le toca tirar el córner y luego va a cabecear su propio córner. Contaba que el gol había sido tan bueno, tan espectacular, que valía doble. Era parte de un Club que integraba jugadores que venían de Hilanderías, BIMA y otros clubes.vvv La cultura del Club colaboraba mucho en esto, el ambiente de integración social que se respiraba en el Pueblo Lo Espejo permitía que el Correa Montt representara a una comunidad con tradiciones propias, perchas y bombillas, rural e industrial, y con valientes hombres y mujeres que querían apoyar y defender al Correa Montt dentro y fuera de la cancha.
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Equipo Correa Montt entre los años 1961-63. Antigua cancha del Correa ubicada en león de la barra y 9 de enero. Arriba: “Chino” Mena, Juan Zúñiga, Patricio Echeverria, Nelson Ortiz, El “Mono” (Arquero), Flaco Aldayuz. Abajo: no identificado, Octavio Moraga, Pedro Ossandón, “Chincol” Zamorano, el “Mota”.
Fotografía del plantel campeón la copa de todos los barrios año 1952. Se puede observar la gigantesca copa.
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Fotografía de las fiestas populares realizada para navidad.
Semillero de campeones: Mella, Carrasco, Moraga, Cabeza, Mateluna, Soto, Cordero, PĂŠrez. DT Sergio LĂłpez. Dirigente Fernando Manzano. 1958
Capítulo III
EL CORREA MONTT SE CONSOLIDA EN LA CISTERNA
La historia había hecho que el Correa Montt se viera fortalecido con los mejores jugadores de los clubes antiguos de Lo Espejo. Esto, lo dotaría de un potencial memorable que se vería reflejado en la cancha principalmente a partir de la mitad de la década del 60’ en adelante. Varios fueron los jugadores que transitaron del Correa Montt a algún club profesional o al revés. Los equipos de la década del 70’, eran equipos de temer, y su fama sería reconocida en todos los rincones de Santiago. Destaca el caso del ya mencionado Pedro Ossandón. Por estos años, el goleador había tenido pasos por el profesionalismo jugando en clubes como Everton de Viña del Mar, San Vicente de Talcahuano y Deportes la Serena. Con el cuadro granate se coronaria campeón en 1957 en la Segunda División Chilena. Octavio Moraga fue otro jugador que transitó por la división de honor y la Asociación de la Cisterna. Fue goleador del torneo Profesional de Segunda División
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el año 1966 cuando defendía la camiseta del Municipal Santiago. Franklin Hernández era otro más de los encargados de achicar la brecha entre el profesionalismo y el amateurismo en el Correa Montt, defendiendo a un equipo grande de la época como era Magallanes.
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Todos ellos aportan a que durante esta época el Correa Montt fuera un club muy efectivo en su delantera y sólido en su defensa. Los buenos resultados, como ya era costumbre, no tardaron en llegar. El año 1974, el equipo es campeón en la serie de honor con 60 puntos, obteniendo una ventaja de 36 unidades frente a su escolta, algo inédito para esos años, en donde aún no se sumaba de a tres puntos. El año 1976 el Correa vuelve a ser campeón, de manera invicta en las tres series del apertura. Logra 57 puntos de 60 de posibles. Resultados verdaderamente asombrosos, teniendo en cuenta que la Asociación de Fútbol la Cisterna, era un campeonato dificilísimo con más de 40 equipos. También se viven anécdotas notables, entre tanto triunfo. Tras ser campeones en 1974 al próximo año, debido a esas cosas inentendibles que hacen al fútbol tan lindo, están a punto de irse a la serie de ascenso de La Cisterna. La última fecha necesitan una victoria contundente frente a Santa Elisa, tradicional y fuerte rival que además contaba con el arquero de la selección cisterna. A Lucho Pávez, hijo, le ofrecen un litro de vino por cada gol anotado, en un momento
de desesperación del Club. Pávez se matricula con 5 pepas y cobró orgulloso su recompensa. El Pueblo completo celebró con él. Comienzan a aparecer en la historia nombres importantes para Club. Víctor Soto y Osvaldo Filippi, eran los directores técnicos de estos gloriosos equipos. Ambos pondrían la vida y algo más para el óptimo desarrollo del Club. En esta etapa estaban la cabeza de los equipos ganadores. Es durante esta época que el Correa Montt pasa a ser un club popular y muy masivo. Principalmente porque logra consolidar un proyecto social y deportivo que tenía mucha vinculación con el territorio. Es durante estos años que se consolidan las inferiores del club, para lo cual fue clave el trabajo de Faustino Herrera. Existían también ramas femeninas, y aún se practicaban otros deportes. A esto se le suma que el año 1970, se juega por primera vez en la Cisterna, el campeonato de los “viejos cracks”, categoría creada para los jugadores sobre 35 años. Es decir, el club era transversal y para todos, existía una real vinculación, una participación efectiva del Pueblo de Lo Espejo en el deportivo Correa Montt. Aquello provocó que la gente se sintiera muy identificada con el club y así lo hacía notar cada vez que le tocaba jugar de local, por esos tiempos en la cancha ubicada en Santa Rita. Es pertinente también hacer mención especial a Rosa-
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lindo González, dirigente histórico de esta época, al cual también es posible atribuirle esta masificación del club. Durante la década del 70’ el Correa Montt fue una verdadera máquina en la cancha y muchos son los nombres de grandes jugadores que hasta el día de hoy se recuerdan. Luis Pávez, los hermanos Mateluna, Sebastián Hernández, Jorge Manzano, el “mono” Madrid, Elías Contreras, Nelson Ortiz, Manuel Elgueta, Tomas Droguett, Germán Martínez, “Paul Anka”, el “Huevo”, entre otros. Fueron jugadores que se cansaron de alzar copas, y de engrosar las vitrinas que luce el club. 48
Mención especial merecen dos delanteros que tuvo el Correa y que dieron muchas alegrías al pueblo con sus goles y hazañas. Ramón Zúñiga, un delantero veloz que se cansó de inflar las redes vistiendo la celeste y blanca, pasó por todas las categorías del club y siempre dejándolo todo. Debutó en 1962 en juvenil, tras ser ojeado por un socio del Correa chuteando con sus amigos del barrio Santa Rita. Jugó en el mítico Laureles Olímpicos, semillero del Correa Montt, mostrando un talento innato. Amaba jugar a la pelota, si le decían que al próximo día el partido se suspendía entraba en una melancolía profunda. Ganó todo como juvenil y como adulto, seleccionado y titular en La Cisterna, un equipo fuerte para
esa época. Una grave lesión a la rodilla, lamentablemente, truncó su carrera. Es reconocido como quizás el jugador más talentoso que ha pasado por el Correa Montt. Hasta el día de hoy se le puede ver los fines de semana en las galerías animando a su querido Club. El otro es Carlos Castro, wing izquierdo, que, si bien no se inició futbolísticamente en el Correa Montt, pasó gran parte de su juventud defendiendo a esta institución. También fue seleccionado de la Cisterna varios años, teniendo participación en los nacionales de Arica y Osorno. En este último tocaría el cielo, con un segundo lugar a nivel nacional. Su padre, un conocido poeta popular del pueblo de Lo Espejo, trabajó en la Arrocera Miraflores y de una u otra forma desde pequeño estuvo ligado a la vida del club. Carlos Castro y Ramón Zuñiga se encargaron de llevar el nombre de Correa Montt a lo más alto del amateurismo nacional, siendo seleccionado en varias oportunidades los salvadores de sus equipos. El año 1974, la selección de La Cisterna emprende un viaje hacia Arica con el fin de disputar el nacional. Selecciones representantes de todo Chile llegaban al extremo norte para verse las caras. Los seleccionados incluso tuvieron la suerte de viajar en avión, algo impensado para la época, lo que provocó que su popularidad subiera como la espuma. Eran verdaderos ídolos barriales. Aquel campeonato La Cister-
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na culminó en el cuarto lugar, sembrando un primer antecedente de lo que sucedería el próximo año. El goleador del campeonato fue Juan San Martín, alias el “pata loca”, que también defendía la comuna.
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Como el equipo era un grupo sólido, consolidado y muy fuerte en lo anímico, al año siguiente volvieron a clasificar al nacional. Carlos Castro volvió a ser seleccionado por el entrenador que era Don Héctor “el negro” Aras, quien ya llevaba como mandamás de la Cisterna 10 años. Esta vez daban vuelta el mapa, pues la sede era en el Sur. Osorno fue la ciudad que albergó el nacional de selecciones el año 1975. El equipo logra una histórica clasificación a la final nacional, en donde lamentablemente cayó, teniendo que conformarse con el segundo lugar. Sin embargo, las buenas noticias para el Club no solo vendrían en lo deportivo, sino que también se verían reflejadas en su nuevo estadio. A los inicios de la década del 70’, el Correa ya llevaba un tiempo arrendando la cancha que se ubicaba en terrenos de Mercedes Astaburuaga, personaje típico del Pueblo de Lo Espejo. Era un espacio grande, había una casa de dos pisos, plantaciones de choclo, y al costado estaba la cancha. Mediante la gesta de Osvaldo Filippi, quien era junto a otros miembros del club trabajador de la Maestranza Lo Espejo, lograron gestionar y comprometer a la empresa para que construyeran una galería
en la cancha para 600 personas, además la empresa construyó un foso de salto, pasarela y donó una barra, para reforzar la rama de atletismo. Con esto el club había logrado el tan anhelado complejo deportivo, que año a año seguirá creciendo, porque la gente del Correa cada vez lo sentía más propio. Con el pasar de los años algunas cosas comenzarían a cambiar en el viejo pueblo de Lo Espejo, y en Chile en general. Los campamentos y poblaciones crecían alrededor de todo Santiago. Rápidamente los sectores rurales fueron cambiando a sectores urbanos. En 1978 el tren de pasajeros deja de detenerse en la estación de Lo Espejo, esto debido a una gran toma que se ubicó al sector oriente de la vía férrea, donde hoy se ubica el MERSAN. Era una toma verdaderamente grande, sólo superada por la José María Caro de aquellos años. Muchas de estas tomas no tenían muy buena reputación, y quienes mandaban en la industria ferroviaria decidieron que detenerse ahí podría ser peligroso. Por supuesto que nunca pensaron en las consecuencias que esto podía traer para el pueblo de Lo Espejo en donde estaban acostumbrados al tren y habían hecho su vida al costado de los rieles. De aquí en adelante, las cosas serían algo diferentes.
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Foto del debut de la Selección de la Cisterna en el Nacional de Arica, año 1974. Arriba: Guido Cisterna, Rojas, Omar Verdugo, Milico Jara, Aguilera, Miguel Romero, el Mota Rojas, Emilio, Utilero Castro. Abajo: Nelson Silva, Ramón Zúñiga, Juan San Martin, Rosas y Carlos Castro
Plantel del Correa Montt, series primera, segunda y tercera. Año 1972 Abajo: Luis Martínez, Godoy, “Tomate” Rifo, Carlos Núñez, Carlos Castro, “Cara de loco”, Lucho Farías, el Gin Madrid, Ribamar Batista, Jorge “Mono” Madrid, Jaime Alvial, León, Federico Aguilar. Al medio: Horacio Diaz, Vicente Segundo, no identificado, Alberto Aguilera, José Vega, Claudio Leal, Fernando Manzano, Manuel “Cholo” Soto, “Negro” Romo, “Totora” Madrid, “Cabezón” Mateluna, “Yiya” Avilez. Arriba: López, Beltrand, no identificado, “Negro” Sami, Luis Molina, Miguel Cordero, no identificado, Chico Vázquez, Pérez, no identificado, Núñez. Más arriba: Loco Pancho, Luis Fernández, Abraham.
Dirigentes Históricos. Arriba: Fernando Manzano, Juan Reynoso, Moraguita, Pelado Ortiz (Abuelo), Mellita, Sergio Larraín.
Barra del Correa Montt copando la galería.
Capítulo IV
DE SAN BERNARDO A AFAVIET, EL CORREA BUSCA UN NUEVO RUMBO. Entre la década del 80 y la del 90 se vinieron muchos cambios, como tromba veloz contragolpeando, en el Pueblo de Lo Espejo. El tren había dejado de parar en el pueblo, los alrededores ahora eran numerosas poblaciones. El barrio dejaría de pertenecer a la comuna de La Cisterna, pasando a depender de una nueva comuna que llevaría su nombre, Lo Espejo. La gran mayoría de los jóvenes que crecían en el pueblo, luego se mudaban a otras comunas, y el Pueblo fue lentamente envejeciendo. Entremedio de este contragolpe fuerte de la modernización el Correa Montt se mantuvo como un emblema del Pueblo, el hito al que aún recurrían quienes querían recordar la época antigua. El principal activo que el Club habría de cosechar vislumbrando el futuro, y que costó muchísimo defender, fue el Estadio Correa Montt, una cancha llena de historia que cualquier aficionado del fútbol amateur ha oído mencionada en leyendas. Entre los altos y bajos de la historia del Correa Montt la actual cancha en la que
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compiten es, literalmente, un pedacito de recuerdo que nadie pudo ni podrá quitarles. En la comuna de Lo Espejo es de las pocas canchas que quedan, exceptuando algunas en la José María Caro y Clara Estrella. El terreno donde está situado el Estadio Correa Montt previamente pertenecía, en calidad de predio agrícola, a la ya mencionada Mercedes Astaburuaga, conocida cariñosamente en el folklore popular del barrio como la Loca Mercedes, era una chacra que la familia Astaburuaga no utilizaba y que prefería arrendar al principal club espejino.
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Una mañana, más de 100 familias, la gran mayoría de ellas espejinas en situación de allegamiento, se tomaron otro pedazo de la cancha, llegando a un acuerdo con el Club para no perturbarlos. Aquellas familias lucharon hasta conseguir títulos de propiedad y que se les concediera solución habitacional. Este sector actualmente es conocido como la Población Santa Ana. Sus viviendas colindan directamente con el Estadio y por ello mismo muchas de estas familias son la primera línea de hinchas del Correa, como la Señora Rosa Fernández, quien presta asiento y agüita cuando se necesita. Estas familias lucharon por ser reconocidas legalmente, opción que el Club Correa Montt dejó pasar, prefiriendo continuar con su trato directo con la señora Mercedes, esto les pesaría a la larga.
Tras 1973 el barrio, como gran parte de las poblaciones de la Región Metropolitana, fue intervenida por carabineros tras el golpe militar. Mercedes Astaburuaga, la loca Mercedes, le donaría entonces la cancha a CONAPRAN, repartición de Carabineros, como herencia en su lecho de muerte, en un arranque de filantropía. Pero el Correa siguió jugando allí, tras pasar la inestabilidad inicial tras el golpe de estado. Nunca pensaron en regularizar su situación. La cancha siempre se entendió como el hogar del Correa. Todos y todas recuerdan la inauguración del estadio Correa Montt. Tito Fernández llegó a cantar, se jugó contra Colo-Colo, a quienes vencen por 2 a 1. Raúl Quintero era por ese tiempo presidente de la institución. Incluso se ilusionaban nuevamente con pasar al profesionalismo. Posteriormente, ya regresada la democracia, tuvo que organizarse la comunidad del Barrio para salvar la cancha y, con ello, al Club. Cuando se forma la comuna de Lo Espejo, en 1991. El entonces alcalde de la nueva comuna Lo Espejo, Carlos Inostroza, aprovechó la situación jurídica, donada a CONAPRAN, e hizo las gestiones para comprarla y hacer poblaciones o departamentos de la municipalidad. Pretende comprar el terreno definitivamente llevándolo a remate, el barrio es perfecto para ostentar servicios municipales.
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El Correa Montt no poseía el comodato definitivo del terreno por lo que el fantasma del remate acechaba, los dirigentes organizaron a la comunidad para comprar las bases de la licitación. Destacan en este proceso el liderazgo de Sergio Larraín, José Rifo, Aliro Aránguiz, Fernando Manzano, Juan Astorga, German Alvear, Rodolfo Jiménez y Víctor Soto, todos ellos contribuyeron en este proceso en donde la gente del club se trasladó en masa a Las Condes, donde se iba a efectuar el remate.
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En plena Isidora Goyenechea, la cara de un Santiago que quería sonreírle a la modernidad se llenó de socios, jugadores, aficionados y dirigentes, un centenar de personas, del Club Correa Montt, armados de carteles aduciendo la necesidad de defender el deporte como estilo de vida, anunciando que no van a permitir que se les quite la cancha. Edmundo Pérez Yoma, por entonces ministro y hombre de confianza importante para los gobiernos de la Concertación, movió los hilos para que DIGEDER comprara el terreno, ayudando luego para que les pasara el comodato directamente al club, no por medio de la Municipalidad. Es importante mencionar a Pérez Yoma como una de tantas personas ligadas al mundo de la política que ayudó en aquella ocasión al Correa Montt, sorprendidos todos por la masiva convocatoria, la pasión de los participantes y la historia del Club. También debe
mencionarse al personero de la DIGEDER de aquella época, Fernando Herrera, quien colaboró para entregar el comodato al Club, bajo la dirección de Julio Riutort, histórico dirigente del deporte en Chile. Es que el Correa Montt conjuga todas esas características que hacen tan importantes a los clubes de barrio: vida sana, tradición e identidad. Rodolfo Seguel, diputado, colaboró con camisetas para jugar y pequeñas ayudas materiales que también se agradecen de gran manera. En los años dorados compitiendo en la Asociación La Cisterna el Estadio Correa Montt no contaba con cierre perimetral pero sí con esas galerías de madera icónicas, repletas con hinchas enardecidos, el grito de gol atorado. La cancha del Correa Montt era de tierra, como tantas otras que había conocido Lo Espejo Antiguo, pero a la altura de 1986 era la única que quedaba en el sector. Había visto pasar, por lo tanto, a las mejores figuras que éste había engendrado. Lo mismo ocurría con su patrimonio material, las casas quintas comenzaban a ser abandonadas, muchas al borde de su destrucción. La estación de trenes que también se encontraba en estado de abandono y cada vez quedan menos vestigios de aquella época gloriosa. Ese año, 1986, cerró definitivamente su servicio la Estación Lo Espejo, lo cual significa un estancamiento tremendo del sector que había perdido su motorcito original. El fútbol, sin embargo, no pararía y, cómo se
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verá, aún existían muchas historias, la gran mayoría de ellas sobre victorias, que contarse allí. A pesar de que en el Pueblo no sabían mucho de actitudes marginales bien debieron acostumbrarse a combatir contra barras que descendían desde la José María Caro o la Santa Olga, barras de equipos más jóvenes y de poblaciones más jóvenes, que lamentablemente muchas veces se veían entrampados en las dinámicas de la marginalidad periférica de un Santiago que ya había explotado y convertido en la bestia que es hoy. Uno de los clásicos que se disputaba era contra el Pedro Segura. 60
Contra un Club de la Santa Olga son muy famosas las historias del equipo del cortadito, que era un fanático en silla de ruedas, sin piernas debido a un accidente. Lo llevaban a todos lados y lo cuidaban como hueso de santo, pero cuando empezaban las peleas no había problema en usar los fierros de su silla de ruedas para usarlas como armas. Ahora da risa, pero en aquellos momentos empezó a mermar el entusiasmo de la gente. Entre tantos cambios, leyendas de grandes triunfos continúan asomando durante esta década del 80. Además de lucirse en el Campeonato de La Cisterna se juega el Campeonato Nocturno de Buin, para viudos de verano, en las noches de la temporada estival. En 1985 le ganaron a Lautaro de Buin 1-0 en la final, gol de Carlos Martínez de tiro libre, en un equipo que
también destaca Mario Toro al arco y como atacante y creativo el Mono Madrid, familia de sangre Correa Montt, talentoso y surgido en el Club. Lautaro de Buin era equipo de los colectiveros, muy grande, actualmente, a la altura de 2018, un equipo que compite en la tercera división con ansias de ascender al fútbol profesional. Considerando la magnitud del duelo desde el Pueblo Lo Espejo salieron tres micros llenas de gente a alentar, rumoreándose una presencia de cerca de mil personas alentando al Correa. Así de grande era este Club. En La Cisterna también salen campeones y en 1986 le piden a Víctor Soto, el Cholo, hacerse nuevamente cargo del equipo. Trae dos refuerzos claves y llega cuarto en la Copa de Campeones. Los triunfos han sido entre tanto cambio, entre tanta modernización, un aspecto común a la historia de este Club: ser un equipo ganador, por rachas invencible. Ahora se jugaba contra otros clubes, y el fútbol que se practica ya no era como el de antaño, no era ese fútbol amateur caballeroso y de respeto, de pueblo, masivo, de instituciones sociales ligadas al desarrollo comunitario. Lo cual llevó al Club a transitar por varios campeonatos y asociaciones, San Bernardo Norte, la liga AFAVIET y finalmente en la Asociación Zona Centro Costa, AZOCENCO, liga que disputan hasta el día hoy y en la que son constantes animadoras.
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De La Cisterna deben partir a comienzos de los 90. La gran mayoría de los clubes antiguos de La Cisterna, con quienes disputan duelos memorables antaño, han muerto, no era la mejor liga. Los adultos e infantiles iban desapareciendo. Lo cual era sorprendente, antes la mejor selección de las asociaciones era de La Cisterna, y solo en Peñaflor había mejor equipo, representado por Tomás Bata. Una asociación mítica era ahora la sombra de sí misma.
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Pasan así a San Bernardo Norte. Había canchas buenas, canchas malas, fútbol duro, al cual ya debían obligadamente irse acostumbrando. No era la mejor pero tampoco era la peor. La Asociación desapareció por problemas de plata, no se pagaban las cuotas en ANFA. Actualmente en San Bernardo, comuna con la que también colinda el Club, solo permanece la Asociación Nos. Durante esta época las series de adulto en el Club dejan de jugarse, a mitad de los 90. Pasan luego a AZOCENCO, liga que había sido creada para que continuaran jugando los equipos de seniors que veían cómo sus clubes se quedaban sin adultos, la crisis del fútbol amateur en Santiago que comenzó durante la década del 90 fue muy agresiva. Pero AZOCENCO se dividiría, entre quienes tenían buenas canchas y quienes no, entre los Clubes más pudientes y los otros.
El Correa estaba en la segunda categoría y comienza a jugar en AFAVIET. Puras series de viejos cracks, treinta clubes que habían quedado sin liga en San Bernardo Norte, La Cisterna y otras asociaciones de Maipú o comunas hacia el poniente. Acá hay clubes pobres, que no tienen canchas de pasto. En esta Asociación salen campeones todos los años, como les era usual. Pero allí no terminaron bien, se pelean con el señor Liberona, dirigente y ahí fue donde se retiran campeones, pero no reciben sus galvanos ya que sabotean la ceremonia en protesta. Luis Edmundo Carrasco, Mundo Mundial, goleador indiscutido con 37 tantos, no cobra su premio haciendo causa común con la dirigencia del Club. Se retiran campeones del Apertura, Oficial y Clausura. Después de esta experiencia se dan cuenta que deben mejorar en lo institucional y gracias al apoyo de Jorge Correa Sutil, nieto del fundador del Club, ganan un proyecto para empastar la cancha y desarrollar cierre olímpico, mejorando la sede. A esta altura el Cholo ya era la cara visible de la dirigencia del Correa y por sus manos pasaron muchas de estas necesarias reparaciones, además de encargarse de los seniors y las inferiores, las series que iban quedando. El Club merecía ser más grande de lo que era.
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Plantel que venció a Colo-Colo en la inauguración del estadio. Arriba: Toro, Juan Ramon González, no identificado, Madeco Martínez, Tomate Rifo, Octavio Moraga. Abajo: Luis Pávez, Ramon Zúñiga, Mono Madrid, Guillermo Martínez, “Pelé”.
Equipo campeรณn del campeonato de nocturno de Buin.
Semillero de campeones del Correa Montt.
Capítulo V
CLUB DEPORTIVO CORREA MONTT PATRIMONIO DE LO ESPEJO La historia posterior a la década del 90’ está marcada por la vuelta a AZOCENCO, como un Club grande. Es la época donde destaca Víctor Soto, el famoso Cholo, como gran dirigente del club. Pero claro, no es el único gran dirigente que ha tenido el Correa. Aliro Aránguiz es muy recordado, gran directivo, tesorero casi 30 años en el club. También se debe recordar a Germán Alvear, Juan Astorga, Toño Delso, José Riffo, Fernando Manzano, Juan Reinoso, Hernán Moraga, Segundo Ortiz, Mellita, Rodolfo Jiménez, y como no a los Ossandón. El esfuerzo de todos ellos contribuyó para mantener en pie a un club de barrio, en medio de una época difícil para el deporte aficionado, y en un sector que sufría el abandono cada vez más. El Cholo, se concentró en no dejar el club de lado. El Correa Montt no podía morir, y de una u otra manera se las fue ingeniando para ir sorteando cada obstáculo que aparecía en el camino. Consiguió jugadores para
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reforzar las series y continuar siendo tan competitivos como siempre. Buscó fondos por todos lados, incluso muchas veces poniendo de su bolsillo, y concretó grandes remodelaciones para el complejo deportivo durante los años 2000.
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Hoy, el Correa Montt tiene un complejo deportivo que cualquier otro club amateur envidiaría, y que incluso se acerca al de algunos clubes profesionales. Tiene una cancha de pasto natural, con galerías en los costados para al menos 600 personas. Tiene espacio para estacionar vehículos, y por supuesto, un sector con parrillas que todos los domingos vuelven a ser encendidas por viejos referentes del club, que hoy comparten fuera de la cancha algún trozo de carne con una que otra copa de vino. El complejo tiene dos camarines, un salón de trofeos, y un comedor, donde se ofrecen productos para matar el hambre y la sed. Sin embargo, pese al buen pasar en infraestructura, cada vez se hizo más difícil conseguir jugadores. Las cosas eran diferentes a los primeros años de existencia del club. Los que habían brillado en un inicio, hoy ya eran viejos. Algunos resignados tras las lesiones que acarreaban por décadas de amateurismo, decidieron colgar los botines y continuar ligados al club como socios e hinchas. Otros más tercos, se negaban a abandonar las canchas que tantas alegrías les habían dado. Lamentablemente esto les pasaría la cuenta.
Durante un partido en donde Correa Montt jugaba de visita en la comuna de Maipú la tragedia azotaría el club. Nelson Ortiz, hijo de uno de los fundadores, había estado en el club desde infantiles, y brillado en los años dorados del Correa, se desplomó agotado en la cancha. Algunos creían que se trataba de un simple calambre o fatiga, sin embargo, el asunto era mayor, ya que no presentaba signos vitales. Nelson Ortiz se transformó de esta forma en el primer mártir del Club en morir en cancha, con la celeste y blanca puesta. Su aporte yace hoy inmortalizado en un mural al interior del complejo deportivo del Correa. “...y la presencia de tu espíritu, nos hará triunfar”, es la frase que acompaña al rostro de este viejo crack. Además, fue eternizado en un poema a su nombre, escrito por Carlitos Castro. “Lo conocí de niñito Por ahí por la hilatura Y entre un grupo de chiquillos Nelson Ortiz fue figura A su padre lo conocí Por allá por la arrocera Lo apodaban el pelaito Por su falta de cabellera Así fue pasando mi tiempo En afanes deportivos Entre los clubes de Espejo De todos muy conocidos
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Bima ,el Correa, Castillo Hilandería lo espejo También Laureles Olimpicos Muy cercanos a este viejo Este grupo de muchachos Unidos al Correa Montt Le dieron gloria a lo espejo Y un precioso galardón Lograron salir campeones Por allá por la cisterna Más de una vez lo lograron Para ellos gracias eternas
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En el último partido Que Nelson Ortiz jugo Antes de los diez minutos La muerte se lo llevo Murió jugando en la cancha Tal vez como él lo quería Antes de cumplir sesenta Se alejo de nuestras vidas Una linda despedida Su hinchada le tributo Y un aplauso grande y fuerte Al cielo lo acompaño Camino hacia el otro mundo Te fuiste Nelson Ortiz Tu recuerdo en el deporte Para siempre quedo aquí.
Los años se hacían notar en todo ámbito. El mismo pueblo se nota antiguo, como congelado en el tiempo. Durante año 2002 el Consejo de Monumentos Nacionales decidió declarar al pueblo de Lo Espejo como zona típica chilena. Por lo general estas asignaciones son otorgadas por el valor arquitectónico de las construcciones de los sectores, sin embargo, en este caso, más que fijarse en las edificaciones el título fue entregado por la valoración del ambiente tradicional y el empeño de los vecinos y vecinas por conservar sus espacios, costumbres e instituciones. Muchos de aquellos elementos que fueron considerados como parte del patrimonio del pueblo de lo Espejo para otorgarle tal categoría, hoy se encuentran en deplorables condiciones. Las grandes casas quinta que algún día hermosearon el pueblo, hoy se encuentran abandonadas y muchas casi en el suelo. El año 2015 un voraz incendio dio término a lo que quedaba de la vieja estación de trenes. Las famosas cuatro esquinas se encuentran vacías, y la vida de barrio es cada vez menor. Algunas de las instituciones tradicionales ya desaparecieron, como es el caso de la cruz roja, o los almacenes de los barrios. Sin embargo, otras sobreviven, como la Compañía de Bomberos y el Club Deportivo y Social Correa Montt. El camino ha sido duro. Aún más cuando recientemente en el año 2012 desaparecen las series infantiles
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del Club, a pesar del intento de Luis Ossandón de revivirlas, llevando de paseo a los y las menores, entregándoles los valores del Club, armando una escuela para niños en las canchas del Club, las cuáles luego no continuarían por falta de apoyo. El pueblo ha envejecido, cuesta encontrar niños en él, y mucho más en los espacios públicos, lo que hace muy difícil pensar en un recambio generacional. Los históricos del club hoy lo saben, y están intentando volver a rearticular esta serie que le entregaría energía joven y vitalidad al Correa Montt.
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A pesar de todas las adversidades el Correa Montt se las ha ingeniado para mantenerse vigente hasta el día de hoy, con una gran sede, un lindo estadio y un grupo de gente que todos los fines de semana vuelven a revivir la historia de este hermoso pueblo. Nunca en sus 75 años de historia ha dejado de correr detrás de la pelotita. Aquella pizarra instalada en el cruce de las calles Cementerio y Astaburuaga, ha invitado durante décadas a los vecinos y vecinas a mantener la comunidad viva. Verla aun ahí nos indica que un pedacito del patrimonio del pueblo de Lo Espejo continúa vivo, representando uno de los últimos vestigios tradicionales de esta zona típica. Las series mayores del Club, viejos cracks mayores de 35 todos, juegan en una de las ligas amateur más competitivas de Chile: AZOCENCO, probablemente
la mejor liga senior de Santiago. En esta compiten decenas de exfutbolistas profesionales y los rivales en su mayoría son Clubes formados al alero de grandes empresas, históricas para la historia de Chile como Bata, Pizareño, CTC o Goodyear y también Clubes de barrio grandes y serios, con buenas instalaciones, como lo son Unión Lo Franco de Quinta Normal o Estocolmo de Pedro Aguirre Cerda, además de un viejo conocido del Correa: Defensor El Triunfo de La Cisterna, con quienes aún animan partidos de primer nivel. Está actualmente, a la altura del año 2018, presidida por Douglas Rodríguez, con Víctor Soto, del Correa Montt, como vicepresidente y Mónica Aliaga como secretaria, Alfonso Rojas como tesorero y José Cordova como director. Azocenco cuenta con un impecable campo propio, con gran patrimonio y, lo más importante, ofrece un espacio sano, de primer nivel, para que se desarrolle de buena manera la práctica deportiva entre los viejos cracks, esos muchas veces rezagados. Como todo buen árbol que va envejeciendo, las semillas que va dejando deben ir creciendo sanas también, eso es lo que el Correa Montt está haciendo. Bajo la presidencia de don Jaime Castro el Club se ve sano, con jugadores para todas las series y un ambiente que es grato cada fin de semana. Ya se están generando iniciativas, además, para que las series menores
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puedan volver a competir por el Club, comenzando con una escuelita los sábados en la mañana y es que una nueva generación merece conocer las leyendas que se han tejido en el viejo y querido Pueblo de Lo Espejo. Ojalá durante el próximo tomo de la historia de este gran Club sea de estos niños y niñas que comience a hablarse.
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Mural en honor al Nelson Ortiz
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Victo Soto en la sede del Club
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Equipo Pasiones de Barrio compartiendo con jugadores, socios e hinchas
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Tradicional pizarra convocando a la comunidad
En memoria de todos los miembros del Club Deportivo Correa Montt que ya no estรกn con nosotros
Para la diagramaciĂłn de este libro se utilizaron las tipografĂas PT Sans y PT Serif en sus variantes regular, itĂĄlica y bold.