ADIOS CAMPEÓN, MÉXICO TE RECORDARÁ SIEMPRE
MÉXICO
TE RECORDARÁ SIEMPRE Por Mauricio Sulaimán Presidente del Consejo Mundial de Boxeo
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El más grande”, como se le conoce y reconoce por unanimidad a Muhammad Ali en el mundo del boxeo, es una frase que describe con precisión a un personaje que rebasó las fronteras del deporte y logró el reconocimiento de estadistas, gobiernos, iglesias, activistas, organizaciones sociales y filantrópicas. La frase define también al ser humano comprometido con las mejores causas de la humanidad. Por todo lo que representó y representa Ali, su pérdida física es motivo de homenajes y reconocimientos, pero también nos obliga a una reflexión profunda sobre la ausencia de los valores que encarnó. Ali fue un superdotado arriba del ring y su mayor fama proviene de sus hazañas deportivas. Pero hoy, en medio de la crisis que tiene al mundo al borde del colapso, con una espiral de violencia de origen racial, religioso, ideológico y de otro género, los valores y principios que difundió y defendió Ali constituyen una esperanza en la difícil ruta de la paz y la concordia. Con esta edición el Consejo Mundial de Boxeo busca reconocer al pugilista, al líder y al hombre, pero también evocar la relación cercana de Ali con nuestro país y con la comunidad boxística nacional, construida durante las varias visitas que realizó a México invitado por el Consejo Mundial de Boxeo. Tuve la fortuna de conocer a Ali desde mi niñez y pude constatar su carisma, su calidad humana, su amor por los niños, siempre con una sonrisa y dispuesto a dar un autógrafo, a tomarse una fotografía, con quien se lo pidiera. Durante la Convención del CMB en 1980, Ali conoció al gran comediante de México, Mario Moreno “Cantinflas”. Se hicieron amigos tan solo con verse y de ahí surgió una imagen que dio la vuelta al mundo: ambos actuaban como si estuvieran discutiendo en una con-
Mauricio Sulaimán actual presidente del CMB y Muhammad Ali.
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Durante la Convención del CMB en 1980, Ali conoció al gran comediante de México, Mario Moreno “Cantinflas”.
ferencia de prensa, previa a una pelea, mientras mi padre los separaba. En 1988 Ali visitó nuevamente México con Don King y el campeón reinante Mike Tyson, que era la sensación en ese momento. Ali acaparaba la atención de los medios, pero tuvo la grandeza de dar su lugar a Tyson. Muhammad Ali ganó una medalla de oro olímpica, conquistó tres veces el campeonato mundial de los pesos completos, se convirtió en la persona más popular del mundo, peleó contra la discriminación y el abuso del poder, fue forzado a retirarse de los cuadriláteros en su mejor edad como atleta (25 – 28 años), y regresó al ring para convertirse en el mejor de todos los tiempos. Su dedicación a la humanidad ha inspirado a millones de personas en todo el mundo y su legado, como el mejor boxeador de todos los tiempos, dentro y fuera del cuadrilátero, está asegurado. Tras su retiro, el CMB le rindió homenaje al poner su efigie en los paneles laterales de los cinturones de campeonato. Todos los cinturones verdes y oro tienen desde entonces fotografiado a Muhammad Ali como un tributo al mejor de todos los tiempos. Con ese homenaje, mi padre cumplió un sueño largamente acariciado al reconocer en vida al máximo exponente en la historia de este deporte. La admiración y el respeto que se profesaron ambos personajes quedó corroborada con la sorpresiva y emotiva visita que el ex campeón mundial realizara a Don José durante su convalecencia en un hospital de la ciudad de Los Ángeles. ¡Adiós campeón, México te recordará siempre!
DEL ANECDOTARIO DE
ALI EN MÉXICO
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auricio Sulaimán, presidente del CMB, rememora anécdotas de su infancia en el hogar de Lindavista, al que llegaban boxeadores de todo el mundo, incluyendo a Muhammad Ali, algo que muy pocos pueden presumir. “Mi papá (José Sulaimán) y Ali se hicieron muy amigos. Muhammad vino en varias ocasiones a la casa e incluso llegó a viajar a Ciudad Valles, San Luis Potosí, para visitar a don Elías, mi abuelo. Él también se llevó tremenda sorpresa de tenerlo en el rancho, donde se quedó varios días para saborear nuestra comida. ¿Qué más le gustaba?, pues las canciones y las mujeres mexicanas”. En la Convención del CMB en 1980, Ali y José Sulaimán compartían lugares. De pronto se acercó Mario Moreno Cantinflas para “reprocharle” que no le diera una oportunidad de disputar el título de los pesos pesados. Cantinflas mostraba los puños a un Ali extrañado por la actitud de un ‘desconocido’ que en un descuido levantó un vaso y amenazó con lanzarlo al rostro de Muhammad. “Al final, todos los presentes terminamos en carcajadas tras el show de Cantinflas y la cara que puso Ali. Era una broma y el campeón así lo entendió”, recuerda Mauricio. Una noche después, José Sulaimán llevó a Muhammad Ali al noticiero 24 Horas. A Jacobo Zabludovsky se le ocurrió decirle en broma “creo que León Spinks es mejor que usted”. Un serio Ali miró al periodista mexicano, se levantó y tomó a Zabludovsky de la corbata. Jacobo estaba pálido. Nadie se atrevió a moverse de su lugar. Ali abrió los ojos y mostró una sonrisa. Jacobo respiró tranquilo.
En la Convención del CMB en 1980, Ali y José Sulaimán compartían lugares. De pronto se acercó Mario Moreno Cantinflas para “reprocharle” que no le diera una oportunidad de disputar el título de los pesos pesados.
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UNA PERSONALIDAD QUE TRASCENDIÓ EL BOXEO Ganó todas las competencias importantes, desde los guantes de oro de su estado, hasta la medalla de oro como semicompleto en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, noqueando en el segundo asalto al belga Yvon Becaus.
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Nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky en Estados Unidos. Llegó a este mundo como Cassius Marcelous Clay.
unque esperado, su deceso caló profundamente. Se fue Muhammad Ali, el más grande peleador de todos los tiempos campeón mundial de peso completo y campeón olímpico. Muchos años atrás trascendió que Ali padecía la enfermedad de Parkinson y el pronóstico era sombrío. Ahora la terrible noticia: diversas complicaciones acabaron con su vida. El mejor hombre que haya tenido el boxeo nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky en Estados Unidos. Llegó a este mundo como Cassius Marcellus Clay y desde niño apuntó para ser el más grande. Ganó todas las competencias importantes, desde los guantes de oro de su estado, hasta la medalla de oro como semicompleto en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, noqueando en el segundo asalto al belga Yvon Becaus. Ese mismo año, el 29 de octubre, inició la que sería una de las más sensacionales carreras en el pugilato. Era veloz, boxeaba bien, pegaba fuerte y sabía fanfarronear para publicitarse. Era toda una atracción arriba y abajo del ring. Su apoderado Herbert Muhammad, un dirigente musulmán estadounidense con quien Clay armonizó desde un principio, fue determinante para que el joven Ali abrazara el islamismo y asumiera la defensa de su raza afroamericana. En su pelea profesional número 20 conquistó el campeonato mundial de peso completo al noquear en siete episodios a Sonny Liston, quien subió al ring con los pronósticos a su favor. Un día después de su coronación, anunció al mundo que cambiaba su “nombre de esclavo”, Cassius Clay, por el de Muhammad Ali. En la pelea de revancha noqueó a Liston en el round inicial. Era ya el mayor atractivo en el deporte profesional y particularmente el boxeo. Por su carisma y clase boxística llenaba los recintos donde se presentaba. Siendo adolescente posó en guardia con un letrero pegado a la solapa izquierda de su saco con la leyenda “futuro campeón mundial de peso completo”. Más
que un deseo, aquella foto fue un augurio: muy pronto ocupó la cumbre del boxeo y su popularidad creció como espuma. Además de enorme pugilista, Ali se convirtió en defensor de los derechos humanos. Con sus conferencias levantaba polémica y se burlaba de sus adversarios pronosticando el round y lugar precisos en que caerían. Hombre de profundas convicciones, se negó a enrolarse en el ejercito de su país durante la guerra de Vietnam. Dijo que no iría “a matar a nadie” y se negó a dar el paso adelante que pidieron altos mandos militares, lo que desató una persecución en su contra hasta que fue desconocido por los organismos boxísticos y por las comisiones atléticas estatales. También le prohibieron pelear y estuvo inactivo desde junio de 1967 hasta octubre de 1970, cuando le “permitieron” su retorno a los escenarios. Antes de la prohibición, Muhammad Ali llevó a cabo ocho defensas de su corona, varias de ellas en Europa, que afianzaron su prestigio y reconocimiento. Su regreso fue un éxito económico y deportivo: acabó en tres rounds con Jerry Quarry, uno de los mejores pesados de aquel momento y comenzó una de las etapas más espectaculares que cambió la historia del boxeo. Cobró bolsas como nadie, sostuvo tres encuentros épicos con Joe Frazier. El primero, conocido como “La pelea del siglo” rompió con paradigmas publicitarios y fue presenciado a través de la televisión en lugares donde por primera vez llegaba una imagen electrónica. Paradójicamente, significó también la primera derrota en su carrera. En la revancha y en un tercer combate, se vengó de Frazier, venciéndolo por puntos y por nocaut. Dedicado a su religión y a ayudar a gente necesitada, el 30 de octubre 1974 recibió una nueva oportunidad por la corona en circunstancias no vistas hasta aquel momento. El promotor Don King lo firmó en calidad de retador frente al entonces campeón, George Foreman. En Kingshasa, antiguo Congo Belga en África, Muhammad Ali aplicó un demoledor nocaut en el octavo round a Foreman, quien se mantenía invicto. Cada uno de los contendientes recibió cinco millones de dólares, bolsas impensables en aquel momento. Después, Ali defendió la faja WBC hasta que perdió sorpresivamente en la undécima ocasión frente a otro medallista de oro olímpico, Leon Spinks, quien lo derrotó por puntos. El Consejo Mundial de Boxeo no aprobó como titular la revancha directa, que ganó Ali para ser reconocido como monarca por otro organismo. Después de esta victoria el veterano sostuvo dos peleas más y las perdió. Lo derrotaron Larry Holmes y Trevor Berbick. Tras ser vencido por el jamaicano Berbick, Alí optó por el retiro definitivo, dejando una huella imborrable en la historia del boxeo. Durante estos años Muhammad Ali y el entonces presidente del WBC, Don José Sulaimán, se convirtieron en excepcionales amigos. Ali fue invitado en varias ocasiones a México y hace unos cuantos años en Cancún, Quintana Roo, Sulaimán le organizó el más grande y emotivo homenaje en el marco de Convención número 50 del organismo, nombrándolo “Rey del Boxeo”. JUNIO 2016
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EL GUSTO POR MÉXICO
CHICHARRÓN PARA ALí
Muhammad Ali se mostró siempre como un admirador de México y sus costumbres particularmente se declaraba fanático de la comida mexicana y muy especialmente de los niños de nuestro país, con los cuales convivió en diversos momentos de sus visitas. Niños y adultos lo recordaremos siempre no sólo como un gran campeón de boxeo sino como un héroe que cambió en buena medida la forma de ser y de actuar de muchos de sus compatriotas, todo para bien.
Nada más injusto decir que la noche del viernes, casi madrugada del sábado, nacería la leyenda de Muhammad Ali, ¡no! La leyenda tiene décadas. Luchador incansable y coleccionista de victorias, las más importantes llegaron sin utilizar sus puños; ganó con sus creencias y su mentalidad. Derribó a sus mayores adversarios a base de carácter y una filosofía de vida que es parte de su herencia. Desafió al sistema y lo derrotó, inspirando miles de historias de éxito que van más allá del boxeo, lo que no es poca cosa pues Ali está considerado la figura deportiva más influyente de la historia. Ello, por su manera de hacer las cosas: rompió con lo que en aquella época era políticamente correcto, revolucionó la manera de vender los eventos deportivos y su legado trascendió el cuadrilátero, ya que muchas organizaciones deportivas adoptaron parte de su estilo para promover de manera más atractiva sus productos. Peleó en el cuadrilátero y debajo de él, inspirado en mucha gente que hoy le llora y extraña, como Don José Sulaimán desde cualquier lugar donde se encuentre. Entre las varias anécdotas de los viajes de Ali a México, Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, recuerda una tarde de 1988 con motivo de una convención del CMB en la Ciudad de México. En ese entonces Mike Tyson era el personaje supremo del boxeo por lo que su padre, Don José, pidió a Mauricio atender a Ali, quien también había viajado para la convención. Se dirigieron al restaurante Arroyo, al sur de la ciudad y apenas llegando el ex campeón del mundo pidió con urgencia algo de comer. Presto, Mauricio le ofreció un pedazo de chicharrón que Ali devoró con desesperación. Sólo hasta la segunda ración Muhammad preguntó ¿Qué es esto? “Puerco”, respondió Mauricio, casi al tiempo que Ali escupía estruendosamente, intentaba limpiarse la lengua y pedía agua para enjuagarse la boca. “Recuerda que los musulmanes no comemos puerco”, le dijo el ex campeón del mundo. Mauricio dijo sentirse la persona más “miserable”, aunque después del pasaje Ali trató de confortarlo con un par de palmadas y una sonrisa.
LA ORACIÓN En uno de sus viajes a México, Muhammad Ali pasó varios días en la casa de su amigo, Don José Sulaimán. Por supuesto uno de los más interesados en lo que ahí ocurría era el ahora presidente del Consejo Mundial de Boxeo, Mauricio Sulaimán, todavía un niño. Después de comer continuó la camaradería y a las seis de la tarde el campeón del mundo pidió un tapete, que colocaron en una habitación cercana a la que se dirigió. Pasó un minuto y Ali salió a la puerta para preguntar en qué dirección estaba La Meca. Mauricio se apresuró a contestar: “hacia allá”, dijo, señalando al Norte. Don José intervino, las cosas se aclararon y el gran Ali cumplió sus oraciones como musulmán.
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Muhammad Ali Durante mis múltiples visitas a México pasé mucho tiempo en casa de José Sulaimán, donde fui siempre recibido como parte de la familia. Siempre me sentí cómodo, era como estar en mi hogar. En una ocasión, me invitó a la casa de su infancia en Ciudad Valles, San Luis Potosí, para conocer a su padre; yo sabía lo mucho que significaba para él que yo conociera a su padre. Realmente me sentí afortunado de conocer el lugar donde nació y creció. Para mí, José fue un campeón dentro y fuera del deporte del boxeo, su pasión para asegurar la igualdad para toda la gente se vio reflejada en los 19 años de lucha contra el apartheid. Un poco antes de que José falleciera tuve la oportunidad de visitarlo en su cuarto de la UCLA; aunque sabía que su salud era crítica, estaba seguro de que lo vería fuera del hospital. Lamentablemente el destino fue otro, y un día antes de mi cumpleaños número 72 me dieron la noticia de que mi amigo había fallecido. No era el regalo que quería recibir; sin embargo, sabía que José ya estaba en un lugar mejor y por eso me sentía feliz.
Laila Ali Don José fue un gran amigo de mi familia. Conocí a su familia en la intimidad del hogar y puedo decir que son maravillosos. Su amistad con mi padre fue entrañable y siempre que lo citaba lo hacía con una sonrisa, refiriéndose a él como una gran persona. Además, tengo que hacer mención de que don José se encargó de poner el boxeo femenil en el mapa. Por todo esto y mucho más le tengo un gran amor a la organización y muy en especial a la familia Sulaimán.
EXTRACTOS DE LAS COLUMNAS
“GANCHO AL HÍGADO”, ESCRITAS POR DON JOSÉ SULAIMÁN CHAGNÓN Y PUBLICADAS EN DISTINTAS FECHAS.
ALI – SULAIMÁN UNA AMISTAD DE HERMANOS 3 de noviembre de 2013. “Estábamos animándolo y empezamos a escuchar un enorme barullo. Cuál sería la sorpresa de todos cuando se abrió la cortina que separa el cubículo de terapia intensiva y entró ‘El más grande’, el Rey del Boxeo, Muhammad Ali. Fue una de las tardes más emocionantes cuando Sulaimán se puso en guardia y esbozó una enorme sonrisa ante su campeón y amigo. Se tomaron de la mano y rezaron juntos. José no paraba de agradecer su visita y le dijo abiertamente cuánto lo quería. Ali lo miraba y sonreía, fueron minutos que nos emocionaron hasta las lágrimas”. ALI CONTRA FRAZIER, TRES BATALLAS ÉPICAS 10 de marzo de 2013. Allá por febrero de 1971 fui elegido secretario general del Consejo Mundial de Boxeo… Quería trabajar mucho por el deporte que fue mío desde niño… El presidente Velázquez me nombró representante del CMB para la pelea más esperada: Muhammad Ali contra Joe Frazier, que se celebraría en la ciudad de Nueva York. …Ali fue castigado y denostado por el ejército estadounidense cuando se negó a dar un paso al fren-
te; no se incorporó a las filas para pelear en la guerra de Vietnam. Todos los organismos de boxeo de aquel país le quitaron el título de monarca y el gobierno su pasaporte. …En el pesaje –en el estrado de un teatro– yo estaba junto a la báscula esperando a Ali y Frazier, y preguntándome que hacía ahí, un don nadie, al lado de tantas estrellas. Salió Ali de una esquina oscura del foro enfundado en una bata blanca que al contraste con su cuerpo, lo hacía ver como un Dios. Al menos para mí. Venían con él su inseparable Bundini y el gran Angelo Dundee, quienes fueron después mis grandes amigos. Fue una ceremonia seria, aunque Ali al verlo le hacía muecas a Frazier, que sólo enseñó su cara de furia. …El Madison Square Garden estaba lleno hasta las lámparas con gente de todos los colores y sabores, con ropa psicodélica por todas partes. Frank Sinatra entró empujando al gran Joe Louis en su silla de ruedas despertando una larga ovación con todos de pie. Por allá estaba sentada Jaqueline Kennedy con el gran Bert Bakarkakh y por todas partes artistas. …La pelea es historia. Ali no peleó concentrado, pues se la pasaba haciendo señas a Frazier o al público en crítica de él mismo. Ali vio su error cuando en el round 14 Frazier lo envió a la lona con un tremendo izquierdazo a la mandíbula, ante la conmoción general… Ahí el gran Muhammad Ali perdió la pelea. …Después tuvieron dos peleas más, ambas ganadas por Ali. La primera por decisión y la segunda en Filipinas, en una de las más grandes y dramáticas peleas que yo haya visto jamás en toda mi vida. Frazier ya no salió para el round 14, muy golpeado y con un ojo totalmente cerrado, tras lo cual Ali se tiró en la lona totalmente desfallecido. …Llegan estos recuerdos a mi mente tras 40 años que han quedado en el pasado. Llega también a mi mente la asistencia de Muhammad Ali al funeral de Joe Frazier, demostrando con ello la nobleza de este deporte y el alma de Ali. Quedan en el ayer tantos recuerdos de grandes peleas que nunca volverán. Quedan en mi presente el orgullo de haber sido parte de un deporte del que estoy profundamente orgulloso y que le ha dado sabor a mi vida. ALI, UN ROUND CONTRA EL PARKINSON EN MÉXICO 12 de julio de 2013 … Poco después me traje a Ali a consultar con los doctores Ignacio Madrazo y René Drucker sobre la posibilidad de una cirugía para disminuirle los efectos
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del Síndrome de Parkinson, que aqueja tan dramáticamente a mi ídolo día a día. Esa nueva cirugía estaba convirtiéndose en un éxito. Cuando Ali aceptó realizar sus exámenes médicos para comprobar que sí era buen candidato para tal operación, en lo que sería una visita secreta, absolutamente privada y confidencial en el entonces hospital Humana, ahora Ángeles, nos encontramos con una multitud de cámaras televisivas, ABC, CBS, NBC, Televisa, Canal 13, el 11… y fotógrafos de todos los diarios nacionales e internacionales. Ali decidió no continuar y volvió a Estados Unidos, en donde en el aeropuerto de Chicago los esperaba otra “horda” de camarógrafos, a quienes les dijo: “¿se habían olvidado de mí, verdad? Pero ahora vuelven por la noticia.
EL ADIÓS AL CAMPEÓN
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ashim no paraba de llorar durante las tres horas que duró el servicio funerario de Muhammad Ali; el musulmán de poco más de 50 años se limpiaba las mejillas llenas de lágrimas, mientras grababa los discursos de los más de 17 oradores que rindieron homenaje a su héroe. “Él hizo lo que nadie por nosotros, por los de nuestra raza, no tuvo miedo, no puedo hacer menos que esto, fue mi Superman”, dijo el hombre que vestido con una humilde camisa blanca y unos jeans deslavados, pasó gran parte de la mañana, poco más de seis horas, esperando a que abrieran las puertas del KFC Yum Center de Louisville, Kentucky, Estados Unidos, para rendir, a su modo, un homenaje a aquel peleador que desde su debut en la década de 1960 dio un paso en defensa
de la igualdad y derechos para personas afroamericanas. Con discursos de personajes de la talla del ex presidente Bill Clinton, del senador republicano Orrin Hatch, los representantes nativos americanos Jefe Sidney Hill y Jefe Oren Lyons; la hija de Malcom X, Ambassador Shabazz y el actor Billy Crystal, se dio por cerrada la semana con la que se despidió al boxeador que ahora yace en el cementerio Cave Hill junto a figuras como el Coronel Harland Sanders, todo ello en presencia del presidente del Consejo Mundial de Boxeo, Licenciado Mauricio Sulaimán Saldivar. “Él y todo lo que hizo jamás podrá ser olvidado, dio una esperanza, nos mostró que nada es imposible, será extrañado”, finalizó el fanático de Ali, que después de ocho horas abandonó el lugar donde se le dijo adiós al más grande peleador de todos los tiempos.
Mauricio Sulaimán entrega a Lonnie Ali un cinturón original de 1976 del WBC.
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