MEMORIA FOTOGRÁFICA
VIRGEN DE
el pueblito CULTO Y TRADICIÓN EN CORREGIDORA
COLECCIÓN E SPACIO Y TIEMP O
virgen de
el pueblito
memoria fotogrรกfica
virgen de
el pueblito culto y tradiciรณn en corregidora
Presidencia Municipal de Corregidora Ayuntamiento 2015 · 2018 Edición, diseño y fotografía Jacobo Zanella Redacción e investigación Luis Bernal Suleyma Rivera Prólogo Fray Eulalio Gómez Martínez OFM Epílogo Edgardo Moreno Pérez Revisión de Textos Ana María Sánchez Edgardo Moreno Pérez © Sé, taller de ideas SA de CV Guerrero Sur 34, Centro Histórico Santiago de Querétaro 76000 Querétaro México +52 (442) 166 5066 www.taller-se.com Hecho en México Primera edición, septiembre 2017 ISBN 978-607-95916-3-2 Portada: Virgen de El Pueblito Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del titular del copyright.
índice
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p r e s e n ta c i ó n
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prólogo
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c apítulo i
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im ag en
La Virgen: ícono mestizo y advocación mariana 42
c apítulo ii
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e s pa c i o s
Lugares sagrados para la devoción cristiana 72
c apítulo iii
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f i e s ta s
Fiesta y tradición en El Pueblito 144
c apítulo iv
·
fe
Credo y pensamiento: veneración a la Santísima Madre en la actualidad 182
epílogo
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b i b l i o g r a f í a y n o ta s
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presentación
s í m b o lo d e n u e s t r a c a s a
El Municipio de Corregidora fue fundado sobre raíces prehispánicas y mestizas. Su historia y cultura se explican a través de tres símbolos que definen el lugar en el que vivimos: la pirámide El Cerrito y sus antecedentes prehispánicos, la Virgen de El Pueblito como estandarte novohispano y la creación del municipio moderno en homenaje a doña Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora. Este libro está dedicado al símbolo que conecta nuestro pasado y presente: la Virgen como una de las riquezas culturales más valiosas del lugar en que vivimos.
Cada año, la Virgen de El Pueblito atrae a miles de personas a Corregidora, algunos son movidos por la fe y la devoción, otros por el folclore de las fiestas; también por su importancia histórica y antropológica para la región. Como un recorrido por los espacios, fiestas, tradiciones y personas que han preservado su culto, estas páginas son el resultado de un esfuerzo por documentar, difundir y compartir el patrimonio intangible que hay alrededor de su imagen. m u n ic i pio de c or r e g i d or a , 2 017
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prólogo
i co n o s va r i o s , nacidos en el m á s a m ado Actual y civilmente esta población se llama Corregidora, pero en el corazón de sus habitantes, de los de las ciudades aledañas y de muchas otras nada aledañas sino alejadas (Hidalgo, Nuevo León, Jalisco e, incluso, partes de Estados Unidos como Albuquerque en Nuevo México), en cientos de capillas, de instituciones y hasta en las señales de muchas calles queretanas, cordialmente existe con el imborrable —por cariñoso— nombre de «El Pueblito», y a través del mismo gentilicio para quienes ahí viven, que es «puebliteca».
Desde hace siglos se plantó en la tierra, en la carne y en la cultura de los habitantes de Corregidora el corazón mismo de María, la Madre de Jesús, mediante un signo hecho de pasta de maíz, pequeño de altura pero de enorme estatura simbólica y espiritual. Con quieto y poderoso silencio, se siente el palpitar de la potencia del Amor en su rostro, que mira con humilde cortesía, y en la policromía de su cuerpo original donde nacen los arcoíris. Desde ahí irradia un universo de maternidad, de presencia que da seguridad e impulso, de acogedora espera hecha para recibir a cada uno. H i s t or i a t e ñ i da de e s pi r i t ua l i da d
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La historia del ser humano es también la historia
de un rasgo muy suyo, atestiguado por todas las culturas y expresado en formas muy variadas: nos referimos a la intuición e innata apertura relacional del ser humano con lo Trascendente. Los grafitos rupestres e infinidad de objetos antiquísimos lo atestiguan. El ateísmo no es un dato de la esencia humana —hay filosofías con este signo, pero nunca llegan a dogma antropológico universal. Los primeros habitantes de la región queretana, las etnias indígenas, vivieron y se rigieron con una visión geocéntrica, generalmente politeísta. A partir de la presencia española y cristiana en el Querétaro del siglo xvi, otra visión geocéntrica y cultural llegó a nuestro suelo y a la
región de El Pueblito con la comprensible tensión entre una convicción religiosa y otra —la pirámide descubierta y expuesta en las afueras de la mancha urbana es signo del vigor religioso aborigen del lugar. La imagen de la Virgen de El Pueblito fue elaborada por el fraile franciscano Sebastián Gallegos, en el Convento de San Francisco de la ciudad de Querétaro, con el fin de facilitar la evangelización cristiana de la población. La imagen misma es el testimonio de la actitud espiritual con la que fray Sebastián la modeló: un espíritu que también se hizo poesía decasílaba en el insigne y santo sacerdote diocesano don Salvador Septién, y luego se hizo canto hímnico en manos de don Julián Zúñiga1, otro queretano ilustre y músico que musicalizó los siguientes versos: ¡Salve, oh Virgen, que en místico ensueño / Te mostraste al artista sagrado / Que formó tu dulcísima Imagen / En incendios de amor abrasado! 2 Esa actitud artística y espiritual con que fue hecha la imagen hace posible captar y experimentar —con ojos de limpia sencillez y afecto— la fuerza del Misterio de Dios que destella con imponente humildad en la imagen de la Virgen,
donde se tiñen —y seguirán tiñendo— historias personales y culturales. En su rostro, quieto y de poderoso silencio, se siente palpitar la potencia del amor con el que mira humildemente. Desde su altar irradia un universo de maternidad, de presencia que da seguridad e impulso, de acogedora espera hecha para recibir a cada uno de sus hijos. Originalmente solo fue elaborada la imagen de Ella, muy acorde a la convicción franciscana, que desde el siglo xiii reconoce el carácter inmaculado con el que fue concebida para su misión: encarnar y educar para todos a Dios mismo. Pero al icono que hoy conocemos se le añadieron dos imágenes que explican la completa visión teológica y espiritual de María: a su lado, el pequeño Niño Jesús —su Hijo—; arrodillado a sus pies, San Francisco de Asís sosteniendo tres esferas que simbolizan las órdenes que fundó (la de frailes, la de las Clarisas y la de los laicos). Ambos símbolos invitan a no centrarse solo en María, sino también captar toda su riqueza junto con su Hijo. Sin Él no se entendería bien lo que Ella es. Por Él es que Ella resplandece. Esos mismos elementos forman el icono que es el edificio mismo del Santuario, en el cual se
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explican otros elementos artística y arquitectónicamente representados: la cruz de Cristo, Hijo de la Virgen (la forma larga del cuerpo del templo con sus dos cruceros), la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) representada sobre y alrededor del Camarín de la Virgen, ya que en Ella actuaron y actúan permanentemente; las imágenes de San Pedro y San Pablo (patronos franciscanos de la región); un poco detrás del altar central, los muros decorados con símbolos marianos, las imágenes escultóricas con la historia de santos franciscanos (manifestando ese aspecto de espiritualidad que contiene, da forma y emana el lugar) y por último, de unos pocos lustros a esta parte y justo detrás del muro del fondo del templo, una cripta (obra ejemplar del arquitecto fray Marcelo Lozano) donde reposan los restos de los frailes, no tanto a las espaldas de Ella, sino en su pecho. Todos estos elementos representan a quienes actuaron y actúan permanentemente con la Virgen; la suma del pensamiento espiritual y cultural de El Pueblito. ic o n o v i vo y m u lt ic ol or
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Hemos hablado del icono de Ella, el del pequeño Él, el de San Francisco a sus pies y el del mismo
edificio. Y bien podemos decir que el otro icono vivo son sus devotos —sus hijos— pero especialmente el de los habitantes mismos de El Pueblito. Ellos, que inventan y visten atuendos femeninos y masculinos creativamente adornados con los sabores del alma aborigen; que festejan a su Admirada cada año; icono vivo que, acompasado entra danzando, con flores al hombro y amor cordial, a la morada de la Reina; icono que hace resonar flautines, cascabeles y percusiones como plegaria tenaz, la Flor y Canto del Pueblo. De ellos se desprende un último icono: la serie de festejos anuales en febrero, donde las flores, los moños coloridos y el sentido comunitario caminan junto a los bueyes que son sacrificados como acto sagrado y, después, festín abierto a todos los comensales. icono poético y a rtístico
Como más de algún autor —comenzando por los bíblicos, los platónicos y, por citar a algunos rusos notables del siglo pasado3— definen así la belleza: «es la coronación y la encarnación de la verdad y de la bondad»; es decir, donde se piensa, vive, habla y actúa con la verdad, está la belleza; y ahí donde se piensa, vive, habla y actúa desde la
Notas del autor en la página 189
bondad, está la belleza que resplandece prístina como destello de diamante. Verdad, bondad y belleza existe en esta Reina, Augusta Beldad de El Pueblito 4, y Querétaro le ha ofrendado un florilegio poético con la contribución de jóvenes, de devotos y, también, poetas notables como el ya citado fray Salvador Septién, Jerónimo Verduzco, Manuel Montes Collantes, entre otros5. Todos ellos escribieron desde el amor sin mucha destreza métrica, pero sí con mucha creatividad, altura y hondura poéticas. En el arte tampoco es difícil encontrar excelentes pinturas que representan a la Virgen (como una en Morelia, otra en un convento de Clarisas y otra en el Templo de San Francisco de Celaya). También hay infinidad de esculturas hechas a mano: de madera, cantera, cera, yeso e, incluso, fundidas y realizadas por artistas notables como Pedro Cruz y Jonatán Guevara. Podemos encontrarlas en sitios domésticos, en remates de fachadas de casas particulares, en esquinas de muro en diversas calles, en hospitales y mercados, entre otros. Todo ello es signo de tal Icono materno, que trae impreso mucha gente en sus entrañas, que hasta lo externan imponiendo
bautismalmente a hombres y mujeres el apelativo «Pueblito»: María Pueblito, José Pueblito. Pa t r o n a d e l a c i u d a d y p r i n c i pa l d e l a dióce sis de qu er éta ro
Tanto la ciudad capital del estado como la Diócesis queretana, en momentos señeros y con genuinos documentos vaticanos —especialmente con motivo de su Coronación pontificia en 1946— la han reconocido como Patrona principal, tanto de la ciudad episcopal como de la entera Diócesis6. El Pueblito es referencia obligada para quien quiere conocer tierras queretanas. Pero no como ave turista de paso y con prisa, sino para calar hondo en el mundo de valores fundantes de fe, de cultura plural humanista, de mentalidad, en estas personas que con gusto les abren sus humanas y cálidas puertas cordiales. Igual que este libro, que invita a conocer la historia, espacios, fiestas y devotos de la Virgen de El Pueblito; un testimonio de Ella, en cuyas páginas se observan y leen los limpísimos destellos multicolores que brotan de su imagen hasta el corazón de sus devotos. fr ay eu l a l io g óm e z m a rt í n e z ofm
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capĂtulo i
i m ag e n
l a v i r g e n : í co n o m e s t i zo y advoc ació n m ariana
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Antes de hablar de la Virgen de El Pueblito es necesario explicar primero el pasado prehispánico del lugar que le da nombre. Esta región tiene sus orígenes en la pirámide conocida como El Cerrito, que fue construida alrededor de un asentamiento agrícola desarrollado entre los años 400 y 650 dc. La pirámide se construyó entre los años 600 y 900, cuando se convirtió en un importante centro ceremonial para los pueblos de la región. Así se mantuvo hasta la llegada de los españoles en el siglo xvi, cuando el asentamiento dejó de ser un importante punto de
reunión en donde solo quedaron algunos grupos otomíes, chichimecas y purépechas dedicados a la caza y recolección. Era el año 1531, una década después de la caída de Tenochtitlán, justo cuando los primeros españoles habían fundado la ciudad de Querétaro gracias a la ayuda de Conni; ahí comenzaron a construirse las primeras fincas y conventos, mientras los exploradores y frailes comenzaron a recorrer las cercanías para evangelizar lo más pronto posible a los pueblos indígenas aledaños. Así se fundaron lugares como Santa María Magdalena, San Juanico, La
Cañada y El Pueblito, este último conocido en ese entonces como San Francisco Anbanicá, que significa «templo alto» en otomí, refiriéndose al basamento piramidal. Para inicios del siglo xvii, entre los años 1603 y 1609, el pueblo tomó el nombre de San Francisco Galileo. Conforme avanzó la conquista de Mesoamérica, la evangelización fue una manera de someter a los indígenas del territorio. Esto incluyó también a San Francisco Galileo, donde los frailes franciscanos se dedicaron a emprender el cambio de pensamiento: crear confianza, sustituir los ídolos prehispánicos por la cruz, erigir pequeños adoratorios para impartir la fe y eliminar el culto pagano que existía alrededor de El Cerrito; pero los intentos no lograban dar frutos. Fray Hermenegildo de Vilaplana, en una crónica del siglo xviii, decía que San Francisco Galileo era «el origen deplorable de idolatrías, manantial lastimoso de supersticiones, muladar abominable de ídolos». Quizás por el arraigado pensamiento mesoamericano, la conversión espiritual se tornó más complicada de lo que se esperaba: muchos indígenas asistían a misa, confiaban en los españoles, pero, al final del día, volvían a sus antiguas
creencias. Un siglo después de La Conquista, los frailes no habían logrado la conversión espiritual de los naturales. Esto cambió con la llegada de la Virgen de El Pueblito a la comunidad. Para los españoles, evangelizar San Francisco Galileo no solamente tuvo fines espirituales, sino también económicos. En la época colonial, específicamente durante el esplendor barroco del siglo xviii, este pueblo fue conocido por sus haciendas de trigo y ganado menor y mayor, con tierras a la orilla de un copioso río. Carlos de Sigüenza y Góngora, en Glorias de Querétaro, describió este valle como «fértil, bello y espacioso». Para poder construir estas prósperas haciendas, antes se tuvo que conquistar espiritualmente —e intelectualmente— a los reacios grupos otomíes, chichimecas y purépechas. A diferencia de Querétaro, que fue «dominado» gracias a la confianza y los acuerdos que se hicieron con Conni, El Pueblito necesitó un acercamiento más cultural y de pensamiento para evangelizar a los naturales. La tradición oral dice que fue en el año 1632 — aunque algunos historiadores recorren esta fecha entre 1641 y 1644— cuando fray Nicolás Zamora, cura doctrinero de la comunidad, proveniente
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del Convento de San Francisco de Querétaro, decidió colocar en las faldas de El Cerrito una escultura de la Inmaculada Concepción, la advocación mariana más conocida en la época, venerada sobre todo en la península ibérica e ícono de la España popular. Para la religión cristiana, la Inmaculada Concepción simboliza el dogma de fe donde se declara que María fue salvada de todo pecado desde su concepción; es decir, sin pecado original, la mancha que persigue al hombre desde su expulsión del Jardín del Edén y pilar central del cristianismo. Por eso su reproducción en Querétaro no fue el resultado de una moda artística; para la Corona española, esta advocación era la versión más pura de la fe que propagó en todo su territorio. Cuando los indígenas descubrieron la imagen de la Inmaculada Concepción, comenzaron a maravillarse con la figura de facciones delicadas que esculpió fray Sebastián Gallegos en los talleres del convento franciscano. Esta «relación» con la Virgen María no fue una coincidencia; de Zamora, a diferencia de otros frailes, conocía las creencias de los indígenas y dedujo que su resistencia a la fe cristiana no cesaría hasta que el
acercamiento fuera con un símbolo Occidental semejante a sus ídolos —y la Virgen fue esa figura universal. En todas las culturas, la representación de la fuerza femenina creadora ha tenido un papel primordial, y en la religión cristiana esta figura es representada por una Virgen Madre, que significa pureza y belleza —e inevitablemente está inspirada en las diosas de las primeras civilizaciones de Mesopotamia. Si el Padre es la sabiduría, la Madre es el amor. En el Nuevo Mundo, la masculinidad de las deidades casi siempre se relacionaba con la ira, el castigo o la destrucción; mientras que la feminidad era abundancia y fertilidad. Por ejemplo, en el imperio azteca que dominó antes de la ocupación de Hernán Cortés, Huitzilopochtli era el dios de la guerra, mientras que Coatlicue, la madre gestante de Huitzilopochtli, era la diosa de la fertilidad, Patrona de la vida y de la muerte, guía del renacimiento y madre de toda la mitología. La masculinidad fue la fuerza del pensamiento prehispánico, pero la feminidad apelaba a las emociones más trascendentales para el pueblo indígena. Estos conceptos permanecieron en el razonamiento de los grupos que habitaron
El Pueblito y otros asentamientos después de La Conquista. La Virgen María, esa figura femenina, de vestimenta y rasgos inéditos para los indígenas de la zona, encontró un eco en la mitología prehispánica que, paulatinamente, creó un vínculo entre ambas formas de pensamiento. No fue una conversión de golpe, sino el resultado de los esfuerzos franciscanos que moldearon a los nativos: días, años, décadas. La Virgen de El Pueblito es el resultado de una tradición cristiana que se remonta al siglo v, cuando las representaciones de la Virgen María comenzaron a distribuirse, a través de pinturas y esculturas, con un importante valor metafórico para los feligreses: su colocación, las vestiduras, la posición de manos, los gestos del rostro, los colores y cualquier otro elemento que se añadiera a la imagen representaban la santidad y pureza canónica del cristianismo. Esta herencia iconográfica llegó al Nuevo Continente en 1531 con la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac, la primera advocación mariana en América. Desde entonces, la figura de la Virgen María se convirtió en parte fundamental de la cultura indígena, fe de millones de personas que,
a lo largo de varias generaciones, le rinden culto a través de distintas advocaciones como la del Carmen, de la Macarena, de la Concepción y, por supuesto, la de El Pueblito. A diferencia de las advocaciones marianas en España, las de América no fueron exclusivamente cristianas, sino una amalgama de dos sociedades: indígena y española; no solamente en la práctica del culto, también en la imagen física de las vírgenes, sus símbolos, cantos y plegarias. La Virgen de El Pueblito dejó hace mucho de ser aquella imagen al pie de la pirámide El Cerrito, ahora es la apropiación de una figura espiritual, madre de los naturales y sus descendientes.
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1 . L a I n m ac u l a da C o n c e p c i ó n
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La Virgen de El Pueblito es una representación de la Inmaculada Concepción, el dogma que sostiene que María, madre de Jesús, desde su concepción estuvo libre de todo pecado. Antigua es la piedad de los fieles cristianos para con la Santísima Virgen María, que sienten en su alma, como dijo el Papa Pío IX en la bula Ineffabilis Deus (1854): «en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo, Redentor del género humano». En la España del siglo xvii, la imagen de la Inmaculada Concepción fue uno de los estandartes más utilizados por el cristianismo. El artista andaluz Francisco Pacheco —maestro y suegro del pintor Diego Velázquez— fue el encargado de dictar la representación gráfica de la Virgen, que llegó a América durante la evangelización del territorio.
Exaltación franciscana de la Inmaculada Concepción (detalle), Basilio Baltazar, óleo sobre tela, siglo XVII. Museo Regional de Querétaro, fotografía: Ramiro Valencia.
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2. los tres símb olos «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas». La Virgen de El Pueblito toma sus atributos de las descripciones sobre la Inmaculada Concepción que se plasmaron en el libro del Apocalipsis, el último del Nuevo Testamento. Primero, la luna, que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma creciente para simbolizar la castidad de María (la media luna solía ser símbolo de feminidad aplicado a deidades precristianas de Roma y la península ibérica); segundo, la corona con doce estrellas que significan que María es Reina del Cielo y las doce gracias que la Santísima Trinidad le concedió; por último, una túnica blanca y manto azul que recuerdan su pureza y eternidad; aunque, según el escultor Jesús Rodríguez de la Vega y el ebanista Antonio Tovar, los colores originales fueron túnica rosa y manto verde azulado.
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3. La reliquia
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La imagen que fray Nicolás Zamora colocó a los pies de la pirámide El Cerrito fue esculpida por fray Sebastián de Gallegos en tallo de quiote (su estructura principal) y recubierta con pasta de caña de maíz que se encuentra en los movimientos de la túnica y el manto. Mide poco más de medio metro de altura y pesa un kilo con 50 gramos. Es una virgen de pie con las manos unidas frente al pecho. Fray Sebastián de Gallegos solía trabajar en su taller ubicado en el interior del Convento de San Francisco en Querétaro. Con el paso de los años, la imagen de la Virgen de El Pueblito se ha transformado según la evolución del pensamiento cristiano. Sus modificaciones más significativas fueron la adición del Niño Dios y San Francisco de Asís antes de 1763. El Niño está hecho de madera sólida, con 25 centímetros de alto y un peso de 260 gramos. Su presencia añade a la Virgen un carácter maternal y benevolente. La curiosa posición de pie se debe a que el escultor decidió no alterar la postura de las manos de la Virgen.
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4. San Francisco de Asís
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La imagen de San Francisco de Asís aparece a los pies de la Virgen de El Pueblito, hincado y levantando en sus manos tres esferas sobre su cabeza, que representan las tres órdenes religiosas que fundó el santo: los Franciscanos, las Hermanas Clarisas y la Tercera Orden Seglar. El santo fue añadido décadas después de colocar la Virgen en El Cerrito. Su adición fue una exaltación a la filosofía franciscana, una forma de plasmar en la Reliquia la fuerza de la orden en El Pueblito y Querétaro, zona donde los frailes franciscanos comenzaron y dieron seguimiento a la devoción de la Virgen.
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5. La virgen en los ojos del creyente «Su frente espaciosa, limpia, hecha para lucir una corona; sus ojos, con la bondad y la misericordia plasmadas en ellos; sus labios finos, cerrados, pero pronto a abrirse como el capullo de una rosa; el óvalo de su rostro, la perfección de su nariz y el hoyuelo del mentón denotando estirpe regia y toda expresión de su cara reflejando inocencia y candor virginales; sus manos juntas, incomparables, que se antojan conchas blanquísimas que guardan en sus cuencas la bendición de Dios, o cofrecillo que custodia la llave de los tesoros divinos […] su porte imponente, majestuoso, dignamente erguido».
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Un feligrés orador describe a la Virgen de El Pueblito en el siglo xix, tomado de La milagrosa imagen de Nuestra Señora del Pueblito, compendio de su culto de Vicente Acosta, Editorial jus, 1962.
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6 . R e g a l o s y j o ya s Desde los inicios del cristianismo, la presencia de Jesucristo en la Eucaristía se acompañó siempre con ofrendas y joyas para ornamentar los vasos sagrados. Eventualmente la costumbre se extendió a las representaciones escultóricas de la Virgen María, no estrictamente para embellecer sino como práctica universal, donde uno regala cosas de valor a quien se quiere. La Virgen cuenta con varias joyas que la adornan y engalanan, la mayoría donadas por doña Petra María de la Campa y Cos, esposa de José de Urtiaga (hijo del capitán Pedro de Urtiaga, famoso militar de la época colonial), uno de los principales contribuyentes en la construcción del Santuario de la Virgen de El Pueblito. Estas valiosas joyas son significativos obsequios a la Virgen, representan entrega, veneración, cariño y petición de protección.
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7. La Peregrina
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Además de la Reliquia, la Virgen de El Pueblito se muestra a sus fieles a través de otras representaciones escultóricas que fueron apareciendo con el paso de las décadas: la Peregrina y la Tenanchita. La Peregrina es una réplica de la imagen original con acabados modernos, siempre asemejándose al esplendor de la Inmaculada Concepción. Gracias a sus materiales más livianos, esta imagen es más transportable. A diferencia de la Reliquia, la Peregrina puede desplazarse por varios lugares, templos, altares y procesiones; de ahí que el pueblo también la conozca como «la Viajera», una Virgen que avanza más allá de los límites del templo hacia las casas, barrios, comunidades y otras ciudades devotas. En los últimos años, la Peregrina se ha replicado para recorrer, de manera casi ubicua, varios lugares al mismo tiempo.
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8 . L a T e n a n c h i ta
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La otra representación de la Virgen es probablemente la de mayor impacto cultural y social entre los habitantes de El Pueblito. Fue esculpida aproximadamente en 1766, año en que la imagen tallada por fray Nicolás Zamora quedó bajo el resguardo total de los franciscanos —había pasado más de un siglo desde la colocación de la Virgen en El Cerrito y el proyecto de evangelización. Como el pueblo no pretendía quedarse sin su imagen, la Tenanchita —también llamada Virgen de los Naturales— era una representación mestiza de la Reliquia, con rasgos físicos (como el cabello, los ojos y las facciones) hechos a semejanza de sus devotos. Al día de hoy, esta es «la Virgen del pueblo», aquella que está bajo el cuidado de sus fieles y que se presenta más cercana. Fray Hermenegildo de Vilaplana, en una crónica del siglo xviii, decía que « [sic] aunque tuviesen visos exteriores de católicos, permanecían en sus chozas y silvestres soledades, con ritos de verdaderos gentiles». La Tenanchita terminó con esta percepción occidental de El Pueblito: una región de bárbaros.
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9 . L a v i rg e n r e p l i c a da
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Como sucede con otros símbolos, religiosos o no, los siglos diversificaron y multiplicaron la imagen de la Virgen de El Pueblito. Si en los siglos xvii y xviii existía un número limitado de esculturas y pinturas, en la modernidad —con la imprenta y la cámara fotográfica—las representaciones de la Virgen se han multiplicado en una infinidad de superficies y materiales. Los artesanos y familias más devotas comenzaron a hacer sus propias réplicas con fines espirituales y simbólicos: agradecer un milagro, proteger el hogar. En el siglo xxi, la Virgen es la suma de todas estas reproducciones hechas por las manos de sus fieles.
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capĂtulo ii
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lug ar e s s ag r ados pa r a l a d e v o c i ó n c r i s t i a n a
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Los franciscanos tardaron décadas en completar la conversión de los naturales que vivían en San Francisco Galileo. En ese entonces, la colocación de la imagen de la Virgen de El Pueblito en las faldas de El Cerrito fue solamente el punto de inicio: mientras los indígenas admiraban la otredad de la escultura —y su similitud con las diosas paganas que adoraban—, los frailes redoblaron sus esfuerzos evangelizadores. La Virgen creó un vínculo, pero esa conexión de pensamiento no se desarrolló del todo hasta la creación de espacios de culto y veneración en el pueblo.
Para el hombre occidental, los indígenas del Nuevo Mundo eran «salvajes» que debían ser educados, aunque el historiador Enrique Florescano, uno de los investigadores más relevantes de la época mesoamericana, dice: «La misión de España en América fue principalmente de conquista y apropiación de territorios. La evangelización la hicieron los miembros de las órdenes religiosas, buscando convertir a los indígenas para reducirlos y que no se volvieran contra los ejércitos conquistadores. Esta fue una parte mínima de la intervención y se vio
obstaculizada por la Corona, que prohibió a los frailes contemplar al indígena como un ser humano semejante a los españoles». En el caso de San Francisco Galileo, los intereses políticos se mezclaron con la labor social de personajes como fray Nicolás Zamora. Sin embargo, permanecía el pensamiento occidental, donde el hombre «civilizado» estaba siempre relacionado con habitar espacios cerrados, y esto también incluyó a las prácticas de fe que se divulgaron después de presentar la Reliquia. Las primeras construcciones religiosas dedicadas a la Virgen de El Pueblito fueron las capillas abiertas que colocaron los franciscanos en varias partes de la villa. Tradicionalmente, una capilla es todo espacio —independiente o que forma parte de un edificio mayor— donde se realizan misas y el culto cristiano a Dios, santos y advocaciones marianas. Los frailes de la Nueva España comenzaron a construir estos pequeños adoratorios para catequizar a los indígenas, solamente que el acercamiento, como sucedió con casi toda relación entre Europa y Mesoamérica, tenía que adaptarse: en lugar de ser altares apresados por cuatro paredes, las capillas abier-
tas fueron edificadas al aire libre para continuar con las costumbres de los pueblos prehispánicos que realizaban sus adoraciones en medio de la naturaleza, al pie de las pirámides, en cuevas, formaciones rocosas y manantiales. La más antigua de estas capillas fue construida a finales del siglo xvii para albergar la escultura de la Virgen después de su colocación cerca de la pirámide. Era un altar modesto, pero necesario para alejar a los naturales de su pasado prehispánico. Ahí se mantuvo hasta el año 1714, cuando los frailes, al percibir el crecimiento en su veneración, edificaron una segunda capilla en el panteón local. Según datos históricos, esta fue la casa de la Virgen de El Pueblito por 22 años: un pequeño cuarto de adobe que sigue en pie y es conocido como la Segunda Ermita. A diferencia de la primera, esta capilla no era del todo abierta y proponía un espacio más cerrado, y más solemne también. Mientras la devoción crecía, también lo hacía un modo de vida más «civilizado» entre los naturales. Pronto los locales dejaron la caza y la recolección para vivir en chozas, aprender oficios y alinearse con las reglas de la sociedad occidental. Esto significó también la creación de
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múltiples capillas cristianas dedicadas a la Virgen y diversos santos en todo el pueblo. A mediados del siglo xvii, las familias de los más devotos construyeron pequeños adoratorios públicos y privados, que en su mayoría eran mucho más esplendorosos que las casas habitacionales y reproducían la iconografía aprendida de los frailes: pinturas murales, bóvedas decoradas, frescos con escenas bíblicas, Cristo con rasgos indígenas, cruces de madera e imágenes de santos; símbolos que dejaron en el olvido los antiguos escalones de piedra y monolitos. De todas las capillas que existieron, en la actualidad solamente se conservan ocho: Capilla del Panteón (Segunda Ermita), Capilla de los Zúñiga, Capilla de los Medina, Capilla del Colegio La Providencia, Capilla de los León, Capilla de los Juárez, Capilla del Señor de la Justicia y Capilla de la Señora María Luisa; la mayoría hechas y mantenidas por familias de feligreses, que en distintas ocasiones recibían a la Virgen en alguna de sus representaciones. Paralelamente a las capillas, los frailes y devotos comenzaron a preguntarse dónde sería la casa permanente de la Virgen, que echaba raíces
paulatinamente. En 1707 don Pedro de Urtiaga, capitán y mercader, enfermó gravemente, por lo que se encomendó a la milagrosa imagen, recuperando pronto la salud. Como muestra de agradecimiento, costeó la construcción de un templo digno y acorde a la devoción de la Virgen. El resultado fue un magnífico santuario de estilo neoclásico, inaugurado el 5 de febrero de 1736. En ese momento, la Virgen de El Pueblito dejó la humilde Segunda Ermita para residir en el altar principal donde se encuentra hasta el día de hoy. Algunos años después de la inauguración del santuario, los franciscanos siguieron con la construcción de un convento anexo. Era el año de 1743 cuando el proyecto fue dirigido por don Antonio de la Vía Santelices, presbítero de la ciudad de Querétaro, el arzobispo de México, los superiores de todas las órdenes religiosas de varones, el Ayuntamiento, entre otros. Cada uno rindió un informe a Pedro de Cebrián y Agustín, virrey de la Nueva España, en el que relataban las tareas de los franciscanos con el pueblo indígena de la villa. En 1762, el Cabildo de Querétaro se sumó a la petición de un convento para albergar a todos los frailes que ayudaban en el santuario y consolida-
ban el culto a la Virgen. El rey Carlos III atendió las necesidades de San Francisco Galileo y, en 1765, emitió la real cédula para su fundación. Los siguientes diez años sirvieron para construir el edificio religioso en terrenos donados por don José Ponciano de la Campa y Cos, propietario de la Hacienda de Balvanera, e indígenas. La obra fue patrocinada parcialmente por don Juan Antonio de Urrutia Fernández de Jáuregui, marqués de la Villa del Villar del Águila. En menos de 80 años, su culto dejó de ser una «aparición» entre los naturales para convertirse en el estandarte moral y espiritual de la sociedad queretana, las familias acomodadas, los españoles y criollos más acaudalados, la Iglesia y el gobierno de la colonia; una Virgen mestiza, venerada por todos. Esa consolidación le valió ser declarada Patrona de Querétaro, aunque ella se encontrara a kilómetros de la ciudad. El arraigo de la Virgen de El Pueblito fue el resultado de casi un siglo que la vio pasar por distintos espacios de culto: primero en El Cerrito, después en capillas y, por último, en el santuario. Este recorrido representó simbólicamente la conversión de los naturales: de sus creencias
paganas en la pirámide a la misa cristiana frente al altar principal. Pero la Virgen de El Pueblito, al igual que otras advocaciones marianas mestizas, no está encerrada entre los muros de un edificio religioso; al contrario, su imagen suele salir a las en calles en procesiones, visita las casas de familias devotas y pasa temporadas en otros templos, donde siempre es bienvenida por miles de personas.
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1 . s e g u n d a e r m i ta
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A principios del siglo xviii, los frailes franciscanos decidieron separar a la Virgen de su primera morada: las faldas de la pirámide de El Cerrito. Ese espacio resultó ser una modesta capilla de adobe en el antiguo cementerio cristiano, alejado de la influencia prehispánica y donde los naturales pudieron acercarse más al estilo de vida civilizado que tenían los españoles de la zona. La escultura de la Virgen permaneció ahí de 1714 a 1736, mientras se construía el santuario. Hoy el panteón ya no existe y lo único que sobrevive de la capilla es esta ermita que recuerda simbólicamente la morada intermedia de la Virgen: a mitad del camino entre la pirámide y el Santuario de la Virgen de El Pueblito; entre Mesoamérica y la Nueva España, igual que los indígenas de la época, que se dividían entre ambos pensamientos: la cosmovisión indígena y la fe cristiana.
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2 . c a p i l l a s o r at o r i o Cuando la imagen de la Tenanchita fue cobijada por la comunidad, en El Pueblito comenzaron a edificarse varias capillas para su veneración. Algunas fueron construidas por los franciscanos para «atraer» a los indígenas más reacios con misas al aire libre; otras fueron edificadas por las familias más devotas para demostrar así su fe cristiana. Mientras las casas eran hechas con adobe y teja, en las capillas se utilizó piedra y argamasa en muros, losas de barro en pisos, techos y bóvedas. La mayoría de las capillas oratorio se perdieron en el tiempo, pero la Capilla de los Juárez se conserva hasta nuestros días; es la más antigua de El Pueblito. Muchos años olvidada, fue restaurada por sus propietarios y vecinos. La capilla incluye elementos como el adoratorio, una pila para el agua bendita, bancas y un altar. La imagen que se encuentra en la Capilla Juárez es celebrada cada 8 de diciembre con una misa y, posteriormente, una fiesta para el barrio. «Ella es nuestra madre, así que hay que cuidarla porque esta es su casa», dice la familia.
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3 . e l c a lva r i o d e l o s j u á r e z
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En la tradición cristiana, el Calvario se refiere al lugar donde fue crucificado Jesucristo; aunque, simbólicamente, también suele conocerse como la sucesión de penitencias que se relatan en la Pasión. Con los siglos, los más devotos construyeron pequeños espacios de pena y reflexión espiritual, siguiendo la pesadumbre de los pasajes bíblicos. Frente a la capilla de los Juárez, en el patio trasero de su casa, se encuentra un calvario presuntamente construido a mediados del siglo xviii. El interior es diminuto y resguarda fotografías, objetos y ofrendas para los seres queridos fallecidos. Aquí, los miembros de la familia suelen contemplar y superar sus dolores con ayuda de la Virgen de El Pueblito.
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4 . s a n t ua r i o d e l a v i r g e n d e el pueblito
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La sede actual de la Patrona fue inaugurada en 1736, cuando el estilo neoclásico comenzó a ser la tendencia de los templos franciscanos de la época. Sus proporciones son modestas pero aún así simboliza el triunfo cristiano ante la pirámide. La vida solemne y espiritual de El Pueblito gira alrededor de esta construcción religiosa, donde se celebran misas, eventos sociales y fiestas en su atrio. Pero, sobre todo, es origen y destino de las peregrinaciones que los devotos realizan desde y hacia los alrededores. A lo largo de todo el continente americano, los santuarios fueron monumentos a la fe: enormes fachadas y torres para resguardar la figura de múltiples advocaciones marianas.
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5 . l a n av e p r i n c i pa l La nave del santuario alberga un altar central donde resalta un camarín hecho por el arquitecto y escultor Mariano de las Casas, arquitecto del Templo de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro. Antes de los saqueos en tiempos revolucionarios, solían existir tres retablos dorados construidos con el esplendor que era costumbre en la época colonial. «Su templo, que es de cal y canto, con bóvedas sobre arcos, y pilastras de cantería, con cimbreo y proporcionado crucero, es algo más mediano; pero se puede llamar magnífico por la riqueza de su lámpara, arañas, blandones, ciruelas, cruz, ramos, y candeleros de plata, como también por sus primorosos ternos, vistosas cortinas, exquisitos cálices y majestuosa custodia, con otras admirables alhajas, todas de mucha estimación y precio».
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Fray Hermenegildo Vilaplana describe el santuario en el año 1765, tomado de su Histórico y sagrado novenario de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Pueblito.
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6. capilla del santísimo sacramento Lo que originalmente era la sacristía del santuario, hoy es llamada la Capilla del Santísimo donde luce el antiguo altar y la Última Cena labrada en bronce sobre el sagrario. Es un espacio de oración y recogimiento. Madre Inmaculada, Tú realizas nuestro ideal de Madre Purísima, y lo eres para nosotros. Por tu Inmaculada Pureza, que al mirarte nos hagamos puros, al escucharte nos apartemos del pecado, y al hablarte vayamos hacia Dios, Hijo tuyo. 56
Versos de la Novena a la Inmaculada Concepción.
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7. el convento de la virgen de el pueblito Adyacente al santuario, este convento fue el resultado de la creciente devoción hacia la Virgen y la presencia franciscana en el lugar. Según datos históricos, sus puertas abrieron el 8 de julio de 1775 con la presencia del primer guardián fray Daniel Doncel y ocho religiosos que provenían del Convento de San Francisco en Querétaro. El claustro es el centro del convento, inspirado en el jardín medieval de los monasterios, símbolo del Edén. También es sitio de encuentro entre frailes y devotos que visitan sus pasillos para encontrarse con la Virgen. «[El Santuario y Convento de la Virgen de El Pueblito] es juntamente un Cielo abreviado en la tierra, donde los infernales ardides se desarman, los estratégemas [sic] del Demonio se destruyen, y todas las humanas desdichas se remedian».
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Fray Hermenegildo Vilaplana escribe sobre la casa de la Virgen en el año 1765, tomado de su Histórico y sagrado novenario de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Pueblito.
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8. la casa franciscana
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El Convento de la Virgen de El Pueblito fue planeado como un espacio donde los frailes podían dedicarse exclusivamente a la plegaria y la penitencia, retirarse al recogimiento espiritual. Según documentos oficiales de la época colonial: «[El convento] hará aumentar el culto de la Purísima Reina, promoverá la reforma de las vidas y, aumentando la fe y la piedad, serán mayores y más seguidos los milagros. Los frailes podrán ofrecer noche y día, a la Santísima Señora, la alabanza que todos le deben».
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9 . pa r r o q u i a d e s a n fr a ncisco ga lileo
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Paralelamente al santuario, en 1770 se constituyó la Parroquia de San Francisco Galileo, que respondía a una división territorial de la Iglesia en la provincia de Querétaro. Mientras que el santuario se alza como casa de la Patrona, esta parroquia funciona como templo congregacional para la creciente comunidad de feligreses. Parroquias más modernas como la de San Francisco Galileo son una muestra de cómo el culto a la Virgen se extendió hasta necesitar otros espacios religiosos en donde se pudiera realizar el sacramento de la Eucaristía, la consagración del pan y vino en memoria de la muerte y resurrección de Jesús —en este caso, también incluye a la figura de la Virgen María. San Buenaventura, cardenal italiano del siglo xvi, escribió: « […] así como por medio de Ella se nos dio este santísimo Cuerpo, así también se ha de ofrecer por sus manos y recibir de sus manos, bajo las especies sacramentales, lo que nació de su virginal seno y fue donado a nosotros».
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1 0 . a lta r e s u r b a n o s Para los indígenas del siglo xviii, la Virgen era sinónimo de buen temporal, cosechas abundantes y bienestar. De ahí que sus descendientes preserven la imagen de la Virgen en pequeños adoratorios de casas y negocios. Quizás ya no con fines agrícolas pero sí para «atraer» la abundancia en su vida diaria y reconfortarse.
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11 . u n a v i r g e n c o n m u c h a s casas
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Como muchas advocaciones marianas, la Virgen de El Pueblito no solamente es una imagen arraigada en el municipio de Corregidora, su culto también se extendió a otros lugares. En 1745 fue jurada Patrona de las provincias de San Pedro y San Pablo Michoacán, en 1863 fue proclamada Generala por Tomás Mejía y en 1875 Patrona de Querétaro. Por eso se dice que esta es una Virgen con varios altares, a los que llega por medio de procesiones en diferentes épocas del año. A mediados del siglo pasado, el canónigo Vicente Acosta explicó la devoción de la Virgen en Querétaro: «Los queretanos recibimos esta devoción en el regazo de nuestras madres; son ellas las primeras a quienes oímos invocarla; ellas las que entregadas a sus faenas domésticas arrullan o regalan los oídos de sus pañuelos con el canto tradicional “Pues concebida”».
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1 2 . l a Pa t r o n a d e q u e r é t a r o ¡Manos de dos Prelados bendecidas! En vosotras estaban palpitantes las cien generaciones queretanas de nuestra Reina cariñosa amantes. ¡Aplausos, vivas, gritos jubilosos cuyo eco el valle repitió sonoro, himnos de gloria que mi pueblo amado hoy a la dulce Madre cantó en coro; vuestros ecos el viejo Cimatario guardará en su seno de granito, repitiendo a los pósteros dos nombres: querétaro y la virgen del pueblito! Versos extraídos del poema La Gloria de Querétaro de monseñor don Salvador Septién.
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capĂtulo iii
f i e s ta s
f i e s ta y t r a d i c i ó n e n e l p u e b l i to
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La fiesta religiosa podría ser uno de los símbolos que la Iglesia celebra con mayor solemnidad. Roger Caillois, sociólogo francés de principios del siglo xx, escribió que la idea de «lo sagrado» es fuente de cohesión social; la ceremonia como el agrupamiento de personas que comparten un modo de pensamiento, amplifica la experiencia religiosa y produce un estado de efervescencia entre los feligreses. La fiesta religiosa reafirma el protocolo del cristianismo, pero en América, probablemente por su pasado prehispánico, las ceremonias perdieron la seriedad europea: aun-
que la Iglesia mantenía la formalidad, los naturales agregaron vivacidad al encuentro espiritual, y el culto a la Virgen de El Pueblito es ejemplo de ese mestizaje. Las fiestas de la Patrona son la suma de expresiones de fe, devoción mariana, religiosidad popular y sentimientos de alegría para los habitantes de El Pueblito, Querétaro y Michoacán —aunque se han registrado grupos de feligreses en otras partes del país, como Hidalgo, Aguascalientes, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Veracruz, Chiapas y algunas partes de Estados Unidos,
fruto de la migración a Texas, Nuevo México, Arizona y California. Sin importar la distancia, todos suelen reunirse a lo largo del año en múltiples celebraciones. La más antigua que se conoce sucedió el 18 de febrero de 1686, cuando el arzobispo de México, don Francisco de Aguilar y Seijas, visitó San Francisco Galileo para confirmar la cofradía y su devoción a la Virgen. La siguiente celebración documentada fue la inauguración del santuario en 1736, en el segundo mes del año. Desde entonces, los festejos centrales de la Virgen de El Pueblito se realizan a principios de año y son conocidos popularmente como las Fiestas de Febrero. Algunos historiadores justifican que la magna celebración conmemora el traslado de la imagen al recinto actual, pero las fechas coinciden también con los antiguos calendarios prehispánicos y ciclos agrícolas. Seguramente no fue casualidad que los frailes decidieran celebrar a la Virgen en la misma temporada que los naturales adoraban a sus dioses del buen temporal. Es decir, con la evangelización los indígenas cambiaron de imagen, pero su significado se mantuvo: pedir un año más de tierra fértil y abundancia para la comunidad.
Crónicas de la época hablan de la importante presencia de la Virgen de El Pueblito en la sociedad colonial, tanto indígenas como españoles y criollos. Por ejemplo, entre el casamiento de hijos, las familias veían a la Virgen como testigo y bendición de un nuevo matrimonio, los afligidos se encomendaban a ella en busca de consuelo durante tiempos difíciles y sus visitas fuera del santuario eran recibidas con bombo y platillo a donde llegara. Estas prácticas evolucionaron con el tiempo hasta mezclar la santidad de los festejos con la alegría. Hoy en día las Fiestas de Febrero concentran los eventos y costumbres más representativos de El Pueblito, la versión más colorida de la Virgen: el ensaye real, la bendición y paseo del buey, el día del caldo, la bendición de las parandes, también de la colación y la Batalla de Moros y Cristianos. Cada una de estas celebraciones reúne a todo el pueblo y transforma su vida diaria con misas, procesiones, comidas, danzas, fuegos artificiales, cantos y bailes con música en vivo. Hace unos siglos celebrar a la Virgen en febrero era una forma de asegurar la fortuna del pueblo y, curiosamente, el simbolismo se
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mantiene hasta el siglo xxi; pero ahora la prosperidad de la comunidad no solamente se refiere a la agricultura sino también a la industria, los negocios locales, la salud y el bienestar de seres queridos, que son las principales preocupaciones de los devotos. Quizás por eso, aunque las fiestas se concentran en un lapso aproximado de quince días, los preparativos físicos y espirituales requieren un año de planeación. El santuario es el centro de los festejos en febrero, pero los frailes solamente se encargan de los eventos religiosos; es tarea de la comunidad organizar las celebraciones fuera del recinto. Esa fue una de las razones por las que se crearon las cofradías de indígenas devotos en el siglo xvi. En el ámbito cristiano, una cofradía suele referirse a una asociación de feligreses que se reúne en torno a la figura de Cristo, la Virgen María, un santo, un pasaje de la Pasión o una reliquia. El Derecho Canónico suele dividirlas en tres tipos: las penitenciales, que tienden a estar más presentes en Semana Santa; las sacramentales, que adoran el Santísimo Sacramento; y las de Gloria, que fomentan el culto a alguna advocación mariana o santo, como las de la Virgen de
El Pueblito. Todas estas cofradías nacieron como una manera de formalizar y administrar el otro lado de la Iglesia: los creyentes. La primera cofradía de naturales devotos a la Virgen de El Pueblito nació en 1686, y fue tan grande que incluso tenía en su poder varias fincas agrícolas con las que se obtenían los fondos para festejar a la Patrona. Sus miembros normalmente eran habitantes destacados del pueblo, con recursos y una gran fe que movilizaba a toda la comunidad. Luego se fundaron más cofradías, evolucionaron pero se mantuvieron hasta el presente. De todas, la más famosa es la Corporación de la Mayordomía, conformada por hombres y mujeres que anualmente son elegidos para custodiar a la Tenanchita, resguardarla en la casa del primer mayordomo, organizar su acercamiento entre los devotos y, sobre todo, patrocinar las Fiestas de Febrero. A ellos les corresponde hacer los bailes, comidas y cualquier convivio en y para el pueblo. De sus bolsillos se paga la música, los ingredientes de los platillos, las mesas, sillas y los fuegos pirotécnicos. Para aquellos que son elegidos como parte de la Mayordomía en turno, es un honor poder «servir» a la Virgen durante
un año. Casi siempre, estas personas son seleccionadas por una minuciosa votación en la que la comunidad elige quienes serán los encargados de los festejos patronales: devotos, figuras importantes del pueblo, ganaderos y, también, madres y padres de familia. En ellos recae el peso económico de las Fiestas de Febrero y, sin importar su situación, cada uno cumple con su aportación para que todos los habitantes de El Pueblito puedan celebrar a la Virgen con banquetes de comida, procesiones y, sí, mucha fiesta a toda hora. Incluso si algunos miembros pasan por malos tiempos, siempre se encuentra la forma de sacar adelante estas celebraciones —en palabras de los locales: «la Virgen proveerá». Sin los mayordomos, el culto y la devoción a la Virgen de El Pueblito probablemente se hubiera perdido con las décadas. En los siglos xvii y xviii, los frailes trabajaron en esta región para fortalecer la devoción a la Virgen. En algún momento, después de la época colonial y hacia la modernidad, la comunidad de El Pueblito interpretó a su manera las enseñanzas cristianas, donde la solemnidad fue reemplazada por la fiesta y la alegría. Al principio, algunos frailes
desaprobaron este acercamiento a la Virgen, pero, gracias a estas celebraciones, los indígenas se apropiaron del culto hasta el punto de dirigir todos los eventos significativos de sus vidas: nacimientos, bautizos, bodas, funerales, momentos de entusiasmo y de desesperación. Hoy, a pesar de la modernidad de un nuevo siglo, estos festejos populares son la continuidad de ese cambio de pensamiento, su lado más folclórico: los cuetes que explotan en el aire, la tambora que escolta a la Virgen, los vecinos que rezan y cantan al verla pasar, el caos de feria que toma por sorpresa la Zona Metropolitana de Querétaro.
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1. peregrinaciones: viajes de fe Recordando la idea del «camino de la vida», los recorridos de los más devotos son una de las tradiciones mejor conservadas en El Pueblito. Distancias largas —comunidades o ciudades— y distancias cortas —barrios locales— donde se camina hasta las puertas del santuario en busca de fortaleza y milagros. Peregrinos de Dios en la tierra, caminemos por Ella al Camino, a Jesús soberano, el que encierra la verdad, y la luz, y el destino. 76
Versos extraídos de A la reina total del Pueblito de Fray Jerónimo Verduzco.
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2. la coronación de la virgen
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El 17 de octubre de 1946, el papa Pío XII concedió la Coronación Pontificia a la Virgen de El Pueblito. Este título fue otorgado por su valor espiritual, histórico, social, formativo y artístico. El decreto fue propiamente concedido por el papa Pío XI en 1922, pero la coronación tuvo que posponerse por la turbulencia política y social que vivía el país. Cada año, la Patrona deja su lugar habitual en el santuario para viajar en procesión a Querétaro y celebrar el aniversario de su coronación en los templos de San Francisco y de la Santa Cruz.
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3 . u na r e i na e n l a c i u da d ¡Ya se acerca la Virgen graciosa del Pueblito, con su Hijo divino! ¡Ya se acerca la Reina del cielo con el Rey inmortal de los siglos! ¡Queretanos, salid a su encuentro! ¡salid, hijos del grande Francisco! ¡aplaudid gobernantes y súbditos! Sacerdotes, tomad incensarios y quemad el perfume más fino; el camino cubridles de flores; preparadles un trono magnífico.
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Versos extraídos del Himno de la Coronación de monseñor don Salvador Septién, una composición que se canta durante la coronación de la Virgen en Querétaro.
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4 . M ayo r d o m o s y t e n a n c h e s I
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Cada año, los habitantes más devotos de El Pueblito se reúnen para elegir a 12 hombres y 12 mujeres que, por cariño, fe o manda, desean honrar a la Virgen de El Pueblito como parte de la Corporación de la Mayordomía. Esta agrupación, desde hace varias décadas, es la encargada de poseer y cuidar durante un año la imagen de la Tenanchita, la primera reproducción de la Virgen, que se coloca en la casa del primer mayordomo. Las mayordomías son el enlace ceremonial entre los fieles y el santuario, pero también es el grupo que organiza las fiestas patronales de la Virgen: desde la planeación hasta las aportaciones económicas.
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5 . M ayo r d o m o s y t e n a n c h e s I i Dentro de las mayordomías, los hombres son llamados «mayordomos» y las mujeres «tenanches»; cada uno está acompañado por su respectiva pareja (casi siempre el cónyuge pero también puede ser un pariente cercano). Los mayordomos están inspirados en la figura del administrador de una casa —o, en este caso, una cofradía—, las tenanches en las mujeres indígenas que solían encargarse de limpiar los templos y sus imágenes. Ambos rodean, atienden y preservan a la Tenanchita. Y aunque con el paso de las décadas estos títulos se han vuelto mera simbología, aún permanece su propósito principal: «servir» a la Virgen de El Pueblito.
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6 . F i e s ta s d e F e b r e r o
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El primer sábado de febrero, y durante los siguientes nueve días, El Pueblito celebra las fiestas más importantes de su Patrona: la misma época en que se inauguró el Santuario de la Virgen de El Pueblito con el traslado de la Reliquia a su actual morada. Las Fiestas de Febrero requieren de un año de preparación física y espiritual para toda la comunidad: el santuario se convierte en centro ceremonial de las festividades, mientras que los frailes, mayordomos, tenanches, indígenas, danzantes, fieles y demás devotos se reúnen para festejar la solemnidad de la Virgen y, también, bailar, cantar, reír, comer y brindar en su nombre. Entre los eventos tradicionales que suceden están el paseo del buey, día del caldo, bendición de la colación, paseo de las parandes, entrega de la pastilla, danzas tradicionales, representación de la Batalla de Moros y Cristianos, entrada de las ceras, Eucaristías, bendición de autos y enrosaderas.
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7 . Pa s e o d e l b u e y
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El segundo día de las celebraciones, la mayordomía en turno y los ganaderos de la zona donan entre tres y cuatro bueyes que pasean por las calles de El Pueblito rumbo al santuario. Durante el recorrido, los bovinos son adornados con una cruz, de sus lomos cuelgan pedazos de suadero, coles, zanahorias, tortillas de colores, pan de agua, chiles, jitomates, ajos, cilantro y un collar de garbanzos y otras verduras. El paseo es un pequeño carnaval donde la banda musical no para de sonar y los bueyes se alebrestan para diversión del pueblo que camina con ellos. Luego de ser bendecidos por el padre guardián, los animales son sacrificados para convertirse en alimento sagrado en otra fiesta de la semana: el día del caldo.
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8. Día del caldo
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El día después del paseo del buey, frailes, autoridades, dirigentes de las cofradías —o corporaciones— y fieles se reúnen para servir un caldo de res con la carne, especias, garbanzo y verduras hervidas. Esta reunión gastronómica, abierta para todos los feligreses, representa la congregación alrededor de un platillo ceremonial, símbolo de la prosperidad y abundancia que la Virgen resuelve. La elaboración y repartición del caldo es tarea de la mayordomía. Esta enorme labor comienza con la supervisión del sacrificio de los animales, luego la división de la carne entre los mayordomos y tenanches que se encargan de cocinar con ayuda de sus familiares. Al siguiente día, los diferentes caldos son servidos en la casa y calle de la primera tenanche entrante a cientos de fieles, mientras la banda ameniza el banquete que reúne a toda la comunidad.
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9. La colación Además del caldo, en el primer lunes de las Fiestas de Febrero se celebra el paseo de la colación, que se refiere a unas pequeñas caras de niños hechas a base de azúcar, colocadas sobre jícaras o platones adornados con una servilleta blanca. Estas figuras artesanales se pasean por las principales calles de El Pueblito, en manos de tenanches y esposas de mayordomos, hasta llegar al santuario para comenzar la Eucaristía. Se les llama «colación» por ser piezas dulces, un sabor sinónimo de tentempié o aperitivo.
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1 0 . L a s pa r a n d e s
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Tres estructuras hexagonales de madera diferenciadas por colores: rosa (tenanches), azul (mayordomos) y morado (Santuario), son la triada ceremonial de las Fiestas de Febrero. Cada una es adornada con múltiples figuras de alimentos y objetos. Estos enormes escudos son herencia del pasado prehispánico de El Pueblito y su fervor mestizo: ofrendas que abrigan a los fieles de las «malas rachas» y auguran la bonanza venidera para toda la comunidad.
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11. Símb olos de azúcar
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La superficie de cada parande se adorna con coloridas representaciones de frutas (piñas, plátanos, peras, cañas, sandías), platillos de comida (mole, arroz, tamales, flautas), pan (roscas, bolillos, conchas), vestimentas (botas vaqueras, sombrero adornado), objetos (floreros, copas) y símbolos religiosos como la cruz, la Virgen de Guadalupe, la bandera de México y la Virgen de El Pueblito. Aquí también se incluye la colación, que fue bendecida por separado en el santuario. El mismo día que se reparte el caldo, por la noche, mayordomos y tenanches se reúnen para hacer un conteo protocolario de todas las decoraciones. En total deben ser 600 para que las parandes estén completas y comience la fiesta.
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1 2 . O f r e n d a d e l s a n t ua r i o La travesía de las parandes termina un día después de recorrer calles, barrios y casas. Las tres estructuras de madera son depositadas en sus respectivos lugares: rosa y azul se quedan con la Mayordomía, mientras que la morada es cargada en procesión hasta el santuario, que abre de par en par sus puertas para recibirla a los pies de la Patrona. Luego la parande morada es ofrecida al Guardián como obsequio de los mayordomos y tenanches en turno.
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1 3 . C a m b i o d e m ayo r d o m í a
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El mismo día del caldo, por la noche, los mayordomos y tenanches salientes se despiden, mientras los entrantes comienzan su ciclo. La Nueva y Vieja Mayordomía organizan una cena con música en vivo para autoridades, amigos y familiares cercanos en la casa del primer mayordomo que deja su cargo: la Tenanchita luce en medio de la celebración para presenciar esta sucesión. Las historiadoras Aurora Castillo y Genoveva Orvañanos describen la organización general del evento: «Pusieron una mesa “principal” para que en ella estuvieran tanto las autoridades civiles como eclesiásticas e invitados de éstos, al frente de ésta y a los lados repartieron 24 mesas con sus cuatro sillas para cada uno de los integrantes de la corporación entrante junto con sus familiares tuvieran un lugar específico [sic] en el cual ser personalmente atendidos».
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1 4 . Pa s t i l l a s y r e l e vo s
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Durante la cena de la Vieja y Nueva Mayordomía, las tenanches y esposas de los mayordomos entrantes cargan en sus brazos un platón elaborado con azúcar, rebosado de diferentes frutas y colocado sobre una jícara. Al igual que las parandes, estos objetos decorativos son ofrenda de abundancia a la Virgen y símbolo del cambio de mayordomía, que implica un compromiso económico y social, pero sobre todo espiritual.
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15. Corporación de las i n d i ta s La corporación de las inditas es herencia de las antiguas danzas tribales alrededor de la pirámide El Cerrito: mujeres (y algunos hombres) que rinden el culto a la Virgen a través de bailes tradicionales; la música y el cuerpo en movimiento como ofrenda para la Patrona. Su vestimenta consiste en una blusa con bordados en mangas y hombros, una «nagua» también bordada y ceñida con una faja. Llevan también rebozo, un delantal y, ocasionalmente, cargan con un morral. En los tobillos se atan cintas con cascabeles y en el cuello llevan un rosario a manera de collar con 53 cuentas de coral y 7 de plata. Su cabello entrenzado es decorado con listones de colores.
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1 6 . da n z a s d e f e b r e ro
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Según archivos históricos: «El 17 de octubre de 1946, un grupo de jovencitas, ataviadas con el traje típico del “Pueblito” acompalaron a la Patrona del lugar desde el Santuario hasta el campo deportivo de la Cruz donde fue la Coronación Pontificia de la milagrosa imagen. Se dice que durante el trayecto, Las Inditas [sic] iban bailando al compás de la música que interpretaba el Comesolo». No fue hasta 1980 que las danzas formaron parte de los novenarios de febrero. Hoy en día son una de las pocas representaciones inspiradas en las tradiciones de los naturales que vivieron en El Pueblito antes de la evangelización.
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17. Corporación del Gran Capitán y Gran Turco Es considerada la segunda fiesta mas importante después de la Mayordomía; probablemente por su antigüedad que, según la tradición oral, se remonta al siglo xviii. Ellos son los encargados de representar la llamada Batalla de Moros y Cristianos frente a la Segunda Ermita durante las Fiestas de Febrero. A diferencia de otras corporaciones, los integrantes del Gran Capitán y Gran Turco portan vestimentas particulares, inspiradas en los cantares de gesta, Carlomagno y los doce pares de Francia; singular mezcla entre la Edad Media cristiana y el fervor popular.
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1 8 . b ata l l a d e m o r o s y cristianos
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Esta representación está inspirada en las historias medievales de cristianos enfrentando enemigos sarracenos en la península ibérica, donde los primeros salían heroicamente triunfadores con ayuda de alguna intervención divina: el bien contra el mal, la fe contra el hereje. Aunque en España estas representaciones eran consideradas más teatro y espectáculo de masas, en El Pueblito y otras partes de México fueron interpretadas como un pilar de la evangelización, donde los moros eran reemplazados por grupos indígenas que se rendían ante los símbolos religiosos —como sucedió con la leyenda de la Batalla de Sangremal en Querétaro. El etnólogo Arturo Warman escribió: «Esta mística de cruzada permanente se plasmó en símbolos que representaban la lucha de los españoles contra los moros, a los que identificaban maniqueamente con la infidelidad y la herejía [como el patrono Santiago y la Santa Cruz]».
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19. la cera Antiguamente, las cinco corporaciones de la cera solían dar una limosna especial al Santuario de la Virgen de El Pueblito. Esta cooperación servía para que los sacerdotes tuvieran la cera necesaria para alumbrar a la Patrona todo el año. En tiempos modernos, la limosna fue sustituida por verdaderas barras de cera que el pueblo lleva en procesión al santuario durante las Fiestas de Febrero; luego los frailes las resguardan en el convento. Su entrega en el altar principal es un acto de fe que ilumina a la Virgen hasta el próximo ciclo.
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2 0 . B e n d i c i ó n d e au t o s
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Producto de la modernidad, la bendición de vehículos es una tradición popular entre los choferes de camiones, trailers y algunos conductores. Llegan en caravana al santuario para ser bendecidos por los frailes y recibir la protección de la Virgen en calles y carreteras. Normalmente los vehículos ostentan imágenes religiosas —algunas momentáneas, otras indelebles sobre la carrocería y adornos blancos y azules que representan el carácter puro, benévolo y celestial de María.
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2 1 . F i e s ta d e f l o r e s
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La cosmovisión precolombina dependía mucho de la naturaleza. Los primeros pobladores de El Pueblito encontraban su momento espiritual al aire libre —a diferencia de la versión occidental del espacio cerrado y, por momentos, lúgubre. Después de la evangelización, los naturales introdujeron algunas de sus antiguas costumbres en el culto a la Virgen. Entre ellas el simbolismo místico de la vegetación, que hoy se observa en arreglos, ofrendas, altares y decoraciones florales que representan vida, tierra y abundancia; en especial las rosas —naturales o plásticas—, que fueron las que Juan Diego mostró al obispo fray Juan de Zumárraga con la imagen de la Virgen de Guadalupe.
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22. Los cuetes
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Uno de los sonidos que inundan a El Pueblito durante las fiestas patronales son las explosiones de pĂłlvora que celebran a la Virgen, avisan sobre los acontecimientos que van a comenzar o finalizar y acompaĂąan a las peregrinaciones en su camino hacia el santuario. Entre el ruido, el fuego y el humo, los cuetes son un destello sonoro hacia el cielo, que vibra en la comunidad y anuncia el paso de la Virgen; como un aviso que agita la fiesta.
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2 3 . l a b a n da m u s i c a l El historiador peruano Román Robles Mendoza dice que «las fiestas patronales comienzan cuando las bandas empiezan a tocar. Sin el marco musical no se produce la fiesta en los términos culturales pautados por la costumbre». Cada festejo, la quietud del pueblo es arrancada por las estrepitosas melodías de trompetas, clarinetes, tarolas y tubas que inundan casas, calles e, incluso, el interior del Santuario de la Virgen de El Pueblito. La banda marca la pauta festiva de la fiesta, invita a bailar y «despierta» a la comunidad al son de la tambora.
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2 4 . da n z a s d e n i ñ o s
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En las Fiestas de Febrero, las corporaciones Primera y Segunda danza son las principales agrupaciones de feligreses que se dedican a bailar todos los días para el gusto de la Virgen. Una de sus tradiciones mas conocidas son los bailes que los niños de ambas corporaciones realizan, simulando los mismos pasos, vestimentas y colores de los adultos. Estos hijos de feligreses casi siempre bailan como muestra de agradecimiento a un milagro o favor que la Virgen realizó a sus padres y familia. Curiosamente, los bailes infantiles son una representación a escala de los que realizan sus progenitores; como si a partir de coreografías la fe también se aprendiera.
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2 5 . s í m b o l o s d e f i e s ta Como toda fiesta patronal, las celebraciones alrededor de la Virgen de El Pueblito son un desfile de color, artefactos y objetos artesanales que van construyendo la atmósfera de una fiesta religiosa: elementos como papel picado colgando en las calles de barrios, gallos de carrizo y papel de china, figuras animales, símbolos religiosos y los tradicionales castillos de fuegos pirotécnicos, que alumbran y retumban en los atrios de cualquier templo donde esté la Virgen. Todas estas tradiciones «visten» los espacios urbanos y advierten al caminante que está adentrándose a territorio de jolgorio.
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2 6 . l a f i e s ta d e t o d o s Las Fiestas de Febrero son un llamado para toda la comunidad de El Pueblito y sus alrededores. A lo largo de sus procesiones y desfiles se dan cita personajes tan variados como monjas devotas, frailes, danzantes que mantienen vivo su pasado prehispánico, ganaderos que lideran la economía de la zona, hombres y mujeres disfrazados (también llamados flashicos), enmascarados, cueteros, niños y dirigentes de cofradías o corporaciones. Tantas edades, géneros, estatus sociales, profesiones, creencias, hábitos e intenciones reunidos por un mismo fin: celebrar y agradecer a la Virgen de El Pueblito entre sonrisas y carnavales.
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c r e d o y p e n s a m i e n to : vener ación a l a s antísim a m adre en l a ac tualidad
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Hace casi 400 años, la imagen de la Virgen de El Pueblito fue colocada en las faldas de la pirámide El Cerrito. Siglos después, la devoción de sus «hijos» permanece intacta ante los cambios sociales, el avance de la zona metropolitana y la modernidad. Ahora los devotos se apropian de las fiestas religiosas, la imagen de la Virgen se reproduce en cuadros y calendarios, mientras el santuario usa las redes sociales como una nueva forma de acercarse a los fieles. Atrás quedaron las ermitas y capillas, la rigidez de los primeros franciscanos en el convento. Los tiempos han
cambiado, pero el fervor permanece intacto: la fe de los primeros indígenas viajó hasta la actualidad con el mismo arraigo del siglo xviii. ¿Pero qué es la fe? Podemos decir que es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Santo Tomás de Aquino, teólogo y filósofo cristiano del siglo xiii, decía que «la fe es retener por seguramente verdaderas ciertas afirmaciones intelectuales, bajo el influjo y la adhesión de la voluntad». Es decir, una creencia casi ciega, fruto del deseo de cada persona que brinda seguridad y confianza; en el
caso cristiano, esa convicción humana es depositada en Dios, santos y advocaciones marianas. La evangelización de El Pueblito tuvo intereses económicos y de dominación, pero el resultado, lo que ha permanecido a lo largo de tantas décadas, tiene que ver más con el pensamiento: alegrías, tristezas, deseos y preocupaciones de una comunidad. De ahí que la Virgen permanezca siempre presente en la vida de los feligreses como madre espiritual: protege a los choferes en la carretera, formaliza la unión de un matrimonio, bendice a las familias cada fin de año y brinda sosiego a quien más lo necesita. Los indígenas creían en sus dioses paganos para explicar —bajo una visión bastante particular— los fenómenos naturales y los ciclos de la vida. Con los conquistadores europeos, las enseñanzas cristianas tenían el mismo propósito, e incluso regían los comportamientos sociales, la ética y moral de las ciudades. Diferentes cosmovisiones, mismo fin: tratar de entender la existencia en este mundo. Esa urgencia humana fue, posiblemente, lo que propició una conversión religiosa entre los naturales de San Francisco Galileo, que fueron adoptando el estilo de la vida occidental.
Esta devoción hacia la Virgen de El Pueblito no sucedió de la noche a la mañana, ni tampoco dependió enteramente de la catequización que constantemente realizaron los frailes franciscanos. Principalmente se debió a los múltiples hechos que, en el Querétaro colonial, confirmaron la santidad de la Virgen a través de los milagros. En el libro Creando un nuevo mundo: los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española, el historiador John Tutino documenta varios de estos sucesos prodigiosos. En 1736, cuando la Reliquia estuvo temporalmente en el Convento de Santa Clara en Querétaro, archivos dicen que «hizo llover en esa época de sequía y curó a la abadesa». En 1737, «la ciudad fue azotada por una devastadora plaga de matazahuatl (tifo), el párroco franciscano de la ciudad cayó enfermo, la medicina española fracasó y las hermanas le enviaron el vestido de la Virgen; ocurrió otra cura milagrosa». Como estas historias existieron miles entre Querétaro, El Pueblito y la provincia michoacana: enfermos que se recuperaron sin ayuda de un médico, plagas antiguas que de pronto cesaron, las pérdidas agrícolas que volvían a ser abundancia, madres e hijos que
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no perdían la vida en el parto. La Virgen de El Pueblito acompañaba a los queretanos (indígenas, españoles y criollos) en su afán por entender la vida que ellos no podían dominar. ¿Por qué un ser querido no lograba curarse con métodos tradicionales? ¿Por qué las sequías llegaban como mala fortuna para campesinos y hacendados? ¿Por qué algunos habitantes morían demasiado jóvenes? Todo aquello que el hombre no podía responder —tomando en cuenta que se trataba de una época donde el pensamiento científico era mínimo, a veces perseguido—, el culto a la Virgen lo contestaba entre la sociedad novohispana. John Tutino, en el mismo libro, rescata un documento que nos da una idea del efecto que tuvieron estos hechos milagrosos en los queretanos: «En septiembre de 1732 la Gaceta [de México] publicó una noticia sobre Nuestra Señora del Pueblito: en agosto un rayo había caído en la hacienda de Buenavista, cinco leguas al noroeste; atravesó el portal de la gran casa, derribó puertas y muros, rompió ventanas y descargó en la tienda de la hacienda, donde 10 trabajadores estaban comprando provisiones antes de regresar a sus ranchos: sus ropas estaban chamuscadas y un
niño fue arrancado de los brazos de su madre y cayó en un patio de trillado bastante alejado; sin embargo, nadie resultó herido: “mediante la intercesión de N. Señora de la Candelaria del Pueblito, que en la ocasión se hallaba de tránsito en la Hacienda”. Aunque fueron pocos los hombres que se unieron a las procesiones de reavivación de la penitencia, todo el mundo pudo ver claramente el poder de la Virgen del Pueblito». En el presente, estos milagros se convirtieron en pilares de la devoción. Si las misas son la solemnidad del culto, y las fiestas son la celebración popular, los prodigios de la Virgen son el credo que se manifiesta a lo largo de la vida. Estos milagros se materializan entre los locales como mandas, juramentos y exvotos. Las mandas se refieren a los votos de fe que se hacen ante la Virgen, en el que cada creyente, movido por una petición personal hacia la Reliquia, intercambia un milagro por un sacrificio con fines benévolos: caminar de rodillas, dar ofrendas —económicas o simbólicas, como flores y objetos de valor—, ayudar al cuidado de la Virgen en el santuario y hacer procesiones en su nombre. Los juramentos son similares a las mandas, pero se refieren a las
promesas que los devotos realizan a la Virgen a lo largo de su vida. Por último están los exvotos: agradecimientos por «cumplir» un favor o milagro. En Mesopotamia y Mesoamérica, estos exvotos eran objetos colocados en lugares de culto que simbolizaban la mala fortuna que desapareció con ayuda divina. En México, desde tiempos coloniales, se acostumbra la creación de pinturas narrativas que los feligreses producían para relatar el suceso y su solución, luego estos eran depositados en santuarios como regalos. Pero las muestras de fe hacia la Virgen de El Pueblito no solamente se enfocan en los ejemplos anteriores, también existen más expresiones con las que cada devoto afirma su devoción a la Virgen: ser un mayordomo o tenanche, asistir a misa cada domingo, cargar a la Reliquia en sus recorridos fuera del santuario, patrocinar comidas y fiestas, construir réplicas de la Virgen que adornan casas y negocios, tocar la tuba en las Fiestas de Febrero, lanzar cuetes al cielo, convertirse en un danzante, donar joyas, ayudar en la elaboración de sus ropas, y la lista puede seguir. Cada acto de fe es una convicción que la comunidad deposita en la Virgen de El Pueblito.
Ella, que está siempre presente en las fortunas y desgracias de cada uno de sus hijos. El santuario será la autoridad oficial, guardián de la Virgen, pero los fieles son quienes mantienen presente a su madre espiritual; arrodillarse frente al altar y rezar no es solo costumbre, detrás de las oraciones y ofrendas está la fuerza —a veces física, a veces emocional— que acompaña a la comunidad en su paso por este mundo.
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1 . g ua r d i a n e s d e l a v i r g e n Los frailes franciscanos son quienes resguardan a la Patrona en su altar principal y guían espiritualmente a la comunidad de El Pueblito. Madre Santa, Madre mía del Pueblito, ocúpate hoy de tu hijo que te pide que le oigas, que le escuches, que le mires un ratito. Mírame como te miro, mírame como te alabo, mírame llorar de amor, mírame llorar de gozo, que a tus pies estoy de hinojos. Aquí, a tus plantas estoy para decirte mis penas, mis dudas y sinsabores; para pedirte perdón, Madre de los pecadores. 148
Versos extraídos de la dedicatoria Pensando en ti.
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2 . l o s m ayo r d o m o s
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Juan Licea, ex mayordomo, presidente de las Corporaciones del Santuario de El Pueblito y ávido creyente de la Virgen, dice sobre la experiencia de ser mayordomo: «hizo que me acercara más a mi religión, que conociera más mis tradiciones y lo que hacemos aquí en El Pueblito. De joven solamente conoces la misa de domingo, pero hay mucho más alrededor de las celebraciones de nuestra Virgen. Es una experiencia que me ha cambiado a mí y a mi familia, nos sentimos protegidos y, sobre todo, bendecidos».
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3 . l a m u j e r y s u pa p e l Si la Virgen representa la feminidad en la espiritualidad cristiana, la mujer devota suele tener un lugar primordial en el culto. Mientras los mayordomos son los proveedores, aquellos miembros de la comunidad que se encargan de protegerla, las tenanches —e incluso las inditas— se dedican a engalanarla con vestiduras y joyas. Parece ser que solamente ellas, que comparten su feminidad y maternidad, pueden tener ese acercamiento con la Madre. Ellas, casi siempre más cercanas a los hijos, también son las encargadas de educar a las nuevas generaciones de devotos.
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4. fe peregrina Era muy temprano Cuando marché al pueblo que cercano vive de arcaica Ciudad; el cielo ostentaba azul de turquesa; brillaban estrellas y con su pereza se iba esfumando densa oscuridad. […]
Al sentirme dentro Del recinto Santo, caí de rodillas para caminar; elevando quejas derramando llanto, hasta el pie del trono de la augusta reina que bien sabe amar. 154
Versos extraídos del poema Caminando al Santuario de M. Casti.
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5 . c a pi l l a s p o rt á t i l e s El culto a la Virgen de El Pueblito no solamente se concentra en los alrededores del santuario, de hecho su devoción se acrecenta en los ranchos y comunidades más lejanos. Ahí, donde la Virgen también es celebrada a lo largo del año, los habitantes construyen pequeños altares portátiles a partir de pequeñas esculturas, recortes de papel, flores y adornos. Estas pequeñas muestras de fe son cargadas desde las comunidades hasta el santuario para ser bendecidas. El recorrido representa para los devotos una bendición de la Virgen y también una manda en busca de alivio ante los infortunios. Algunos altares también son decorados con memorias de las familias y barrios que viajan a pie durante las Fiestas de Febrero.
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6. l a fe y los niños
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La educación espiritual de los niños corresponde a los padres y la Iglesia (desde el catecismo). Enseñarles la cosmovisión cristiana es repetir el proceso de evangelización con el que se fundó El Pueblito. A través de sus hijos, sin referentes ni costumbres arraigadas, el culto a la Virgen de El Pueblito se observa como una mezcla de solemnidad, alboroto y fiesta. Ellos, desde pequeños, conocen a la Virgen como una imagen que acompaña a su familia y rige su entorno.
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7. las sahumadoras
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La idea del humo como purificación se remonta a la época prehispánica, cuando los ritos ceremoniales utilizaban resinas aromáticas para representar la espiritualidad de la ocasión. Esta misma costumbre se retomó en la época colonial con las sahumadoras del siglo xviii: mujeres mulatas, criadas de casas o familias importantes que acompañaban a las procesiones religiosas. Actualmente, en las Fiestas de Febrero y otros eventos, las sahumadoras suelen ser mujeres de la comunidad vestidas para recordar el pasado de las primeras inditas, que continúan utilizando el humo como «limpia» de la atmósfera y la energía sagrada; cada una porta un pequeño y modesto cáliz con carbón y ocote.
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8 . l a s o f r e n da s Más que un regalo o un agradecimiento, las ofrendas son el enlace material entre la realidad de los devotos y la espiritualidad que viven los hijos de la Virgen. No hay cuna como Tu cuna, ni pecho como Tu pecho, cuando el corazón deshecho clama en la noche sin luna. Y cuando en el mar alguna tempestad agrieta el alma, y la sangre, sed sin calma, hierve cual rojo delirio, no hay lirio como Tu lirio, ni palma como Tu palma. Poema No hay cuna como Tu cuna de fray Guillermo Arriola ofm.
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9. los concheros Conocidos a lo largo de varias fiestas patronales, estos danzantes son una de las costumbres indígenas que permanecen hasta nuestros días. Su nombre se debe a uno de los instrumentos musicales con el que acompañan sus danzas rituales —la mandolina de concha— y el sonido que hacen las sonajas que llevan en manos y tobillos. Con sus penachos de plumas de faisán, gallo y pavo real, los concheros retoman las danzas que eran dedicadas a los dioses, pero ahora a imágenes cristianas como la Virgen de El Pueblito.
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10 . l o s e x vo t o s
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Los exvotos son pinturas a manera de agradecimiento para santos y vírgenes. Sus temáticas normalmente ilustran un problema en específico (tensiones familiares, accidentes, males del corazón, tiempos duros) y cómo fueron solucionados encomendándose a una imagen religiosa. El pintor Diego Rivera encontró también un valor artístico en estas singulares pinturas, de hecho fue uno de los primeros en coleccionarlas. En el caso de la Virgen de El Pueblito, estos milagros dejaron huella en la devoción de sus habitantes. Por ejemplo, John Tutino, en su libro Creando un nuevo mundo: Los orígenes del capitalismo en el Bajío y la Norteamérica española, documenta que, en 1733, «doña Gertrudis Hurtado de Mendoza tuvo graves problemas en su parto: su médico estaba desesperado, por lo que invocó a Nuestra Señora del Pueblito y, guiado por ella, llevó a cabo una cirugía y salvó tanto a la madre como al hijo».
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11 . o r a c i o n e s , p l e g a r i a s y cantos Virgen Santa del Pueblito Medianera celestial, Alegres las mañanitas Te venimos a cantar. Despierta, Madre, Despierta, Mira que ya amaneció, Oye cantar los sinsones, Pronto va a salir el sol. Tu Imagen tan milagrosa Mi pueblo entero venera; Pues eres, Virgen bendita Su Madre y su medianera. 170
Extracto de Las Mañanitas a la Virgen de Rosendo Oceguera González.
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12 . los c a rga dor e s Aunque a veces son mayordomos, la mayoría de las ocasiones los cargadores son hombres de la comunidad, devotos que, con gran honor, deciden «cargar» a la Virgen en sus distintas imágenes: procesiones donde dos, cuatro o más personas «levantan» a la Patrona y aseguran su recorrido por calles y barrios. La tradición de los cargadores se remonta a la España cristiana, donde la acción de cargar era al mismo tiempo sacrificio, por el esfuerzo físico, y protección espiritual para quienes alzan a la Virgen María entre las multitudes.
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1 3 . l a i m a g e n c a p t u r a da
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La atmósfera de color y fiesta que envuelve a la Virgen de El Pueblito llama cada año a cientos de personas. Pero no solamente a devotos, también a historiadores, antropólogos, periodistas y fotógrafos que documentan desde diferentes ángulos el culto en su versión más pública. Profesionales y aficionados, académicos y curiosos, algunos ajenos a la fe en la Patrona pero dispuestos a adentrarse en la comunidad y sus tradiciones. En una época moderna donde cada persona es una cámara, la Virgen se mantiene presente gracias a esas multitudes que retratan su paso, que la multiplican sin fronteras y dan a conocer al mundo. El acto en sí de tomar una fotografía convierte algo pasajero en una imagen permanente: volver tangible lo intangible.
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epílogo
l a virgen, h i s to r i a d e u n a co m u n i d a d
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Este no es el fin de la travesía. En todo caso es el inicio para acercarnos con otros fundamentos a las manifestaciones devocionales, litúrgicas y de veneración a la Virgen de El Pueblito. Hemos recorrido con la mirada y el espíritu las páginas de este libro donde se nos han mostrado los antecedentes históricos y las manifestaciones del presente; memoria y devenir de la imagen, los espacios, las fiestas y la fe. La región donde se asienta Corregidora ha sido lugar de encuentro de diversas culturas y
etnias a lo largo de los siglos. Actualmente es una zona conurbada a la capital del estado y de gran movilidad, debido a diversos factores como el demográfico. Aquí las evidencias arqueológicas muestran su transformación: de centro ceremonial a santuario regional. En la época prehispánica fue considerado como un tollan, lugar donde se acudía a legitimar y consolidar los vínculos de poder de los señoríos comarcanos. Esto sucedió entre los años 900 y 1,200 dc, su etapa de esplendor más importante.
En lo que fuera el lugar del Templo Alto, Anbanica-Teocalhueyacan, habitaban algunos grupos dispersos de otomíes y chichimecas. Estos fueron los indígenas que conocieron los conquistadores españoles cuando arribaron con su visión eurocéntrica y seudocivilizadora, motivada por un afán económico y de sometimiento a los pueblos originarios. Por su parte, la evangelización tenía la misión de «reducir a la fe […] a los otomíes cerriles y bárbaros chichimecas que habitan esta población». Así, en el siglo xvi, empezó el proceso de sustitución de la religión mesoamericana por la católica. Ahí está la importancia de estos textos y fotografías como testimonio de estos procesos culturales y cambios de cosmovisión. Hablando sobre la imagen de la Virgen, la escultura de la Inmaculada Concepción fue realizada en un tallo de quiote de maguey y recubierta con pasta de maíz. Tiene la consistencia de plantas sagradas mesoamericanas. En esa cosmovisión, el hombre fue hecho de maíz y el regalo de las deidades tutelares fue el octli, pulque. Advertir esto y la importancia de las vestiduras, expresiones, iconografía e iconología,
símbolos, cantos y plegarias nos induce a nuevos vislumbres y deslumbres alrededor de imágenes como la Tenanchita y la Peregrina. Los espacios sagrados de los primeros pueblos agrícolas solían estar regidos por los cuatro vientos; por eso los rituales eran en los cerros, montes, cuevas, abrigos rocosos, ríos y manantiales. Todos eran sitios de veneración de la Madre Vieja, Zi Nänä, la madrecita creadora de todo cuanto existe. Estas ceremonias eran actos de agradecimiento a la Madre Tierra, sustentadora y dadora de vida. En contraste: la primitiva ermita y capilla de adobe, el santuario inaugurado en 1736 y el convento en 1775 representan la vida espiritual de los devotos colonizados en lugares de encuentro con la divinidad. En estos adoratorios cristianos las peticiones son las mismas que hacía la comunidad prehispánica: buen temporal, cosechas abundantes y bienestar de la comunidad. La lectura y narrativa implícita en las imágenes de este libro nos devela las claves para entender por qué, en el imaginario colectivo, el culto a la Madre de Dios se encuentra tan arraigado en su advocación de la Virgen de El Pueblito. Esta misma imagen fue jurada en el siglo xviii
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como Patrona de la Provincia de San Pedro y San Pablo. En el decimonono es proclamada Generala y también Patrona de Querétaro. Después fue coronada por El Vaticano a mediados del siglo xx. La evidencia de estos nombramientos se encuentra en las reliquias, votos, devociones, juramentos, mandas y procesiones. Luego está la fiesta popular, que replica la tradición, el imaginario social y patrimonio inmaterial. Aquí se catalizan las aspiraciones y creencias de su pueblo, una posibilidad para acceder a otro tiempo ritual y mágico. En El Pueblito las solemnidades de la Virgen tienen sus propias atmósferas, colores y sabores. Ahí están implícitas las transformaciones y continuidades de antiguas creencias agrarias como anbaxi, el barrimiento, es decir la preparación de los campos; y de antaxme, Tortilla Blanca, que significa la ofrenda de los frutos obtenidos. De todas, las Fiestas de Febrero —que están sujetas al calendario litúrgico y dan inicio una semana antes de la Cuaresma— son las que más arraigo y devoción tienen entre los vecinos de El Pueblito. En este ámbito coexisten elementos lúdicos, estéticos, religiosos, económicos y so-
ciales. Los vecinos se identifican con sus raíces, con el espacio en que están situados el santuario y la pirámide; ritos que se convierten en celebraciones a la Virgen. La forma de vivir la fiesta y el culto a la madre sustentadora requiere de una organización colectiva para que se desarrolle año tras año. Durante este tiempo la vida cotidiana se altera para dar paso a procesiones, misas, comidas comunitarias, danzas ancestrales, fuegos de artificio, canto y bailes. En este entramado están las mayordomías, las tenanches, las corporaciones de las inditas y el Gran Turco, entre otras. Así, el paseo del buey, día del caldo, bendición de la colación, paseo de las parandes, entrega de la pastilla, danzas tradicionales, representación de la Batalla de Moros y Cristianos, entrada de las ceras, misas, bendición de los autos y enrosaderas representan el espacio donde se afianzan lazos e identidades, donde se comparten visiones y todos fraternizan. Es la apropiación colectiva de la calle, del espacio cotidiano y público para transformarlo en espacio ritual. Hay que destacar que nos encontramos ante una manifestación sincrética de la cultura, que
se expresa a través de las prácticas sociales y creencias religiosas. Estas celebraciones de febrero coinciden con el calendario mesoamericano y los ciclos de cosecha; son parte de la piedad y devoción mestizada que forma la identidad del ser, sentir, pensar y actuar de los queretanos, una forma muy particular de vivir el espacio y de recrear el tiempo. Ahora la migración, diversos intereses, pobreza extrema, tendencias políticas e ideológicas ponen en riesgo la sobrevivencia de las tradiciones populares alrededor de la Virgen. Unas se apropian de elementos extraños, otras toman giros mercantiles, se embrollan elementos originales para incorporar nuevos. La cultura es dinámica y se transforma, por lo cual siempre se corre el riesgo de que sus características se pierdan o se tergiverse su esencia. En el caso de las fiestas en honor a la Virgen de El Pueblito, la fe y las devociones permanecerán, pero integrando nuevos elementos. En este cambio continuo, los vecinos siempre buscarán un fin: mantener ideas de pensamiento que les ofrezcan certidumbre, permanencia y continuidad. Generando sus propios códigos y símbolos
se transmiten valores, costumbres, tradiciones y patrimonio para que otras generaciones conozcan, usen, disfruten y difundan la espiritualidad alrededor de la Virgen. edga r do mor eno pér ez
Desde Anbanicá-Teocalhueyacan Corregidora, Querétaro, mayo de 2017
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bibliografía esencial Los contenidos de este libro son el resultado de una investigación de campo, pero también histórica y antropológica alrededor de libros, artículos, fuentes digitales, documentos del Santuario de El Pueblito y conversaciones con cofradías, corporaciones, frailes, cronistas y devotos. El lector puede consultar varios de estos títulos en la Biblioteca Bernardo Quintana de la Facultad de Filosofía de la uaq y en el Archivo Histórico del Estado de Querétaro. Histor i a de l a V irgen Acosta, Vicente, Nuestra Señora del Pueblito. Compendio histórico de su culto. Querétaro: Gobierno del Estado de Querétaro, 1996. Campos, Luis, «Las variaciones de una Virgen. Análisis cultural sobre las advocaciones de la Virgen de la Tirana y sus devotos», en Revista Chilena de Antropología Visual 3, julio 2013. Disponible en rchav.cl. Castillo, Aurora, y Genoveva Orvañanos, La Virgen del Pueblito: historia y culto. Querétaro: Universidad Autónoma de Querétaro, 1987. Félix Zavala, José. El Pueblito: dos santuarios. 1990. Ramos de Castro, Guadalupe, «Las joyas de la Virgen de Guadalupe de México». Disponible en dialnet.unirioja.es.
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Esguerra Uribe, José Guadalupe, Remembranzas Gloriosas del Pasado: breve reseña de la Coronación Pontificia de Nuestra Señora del Pueblito. Vilaplana, Hermenegildo, Histórico y Sagrado Novenario de la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Pueblito, Ciudad de México: Ediciones Paz y Bien, 1954. De los menores para la reina. Antología poética. Querétaro: Municipio de Querétaro, 1996.
n ota s d e l p r ó lo g o Zúñiga, Julián, Musicalizador del Poema-Himno a la Virgen de El Pueblito, en su coronación pontificia en 1946. 2 Septién, Salvador, autor del Poema-Himno en referencia. 3 Soloviev, Florensky, Boulgakoff, T. Spidlik, Rupnik. 4 Septién, Septién, obra citada. 5 Gómez Eulalio (compilador), De los menores, para la reina, Archivo Histórico del Estado de Querétaro, Querétaro, 2006. 6 Aunque infundadamente haya quienes lo niegan, el Sr. Humberto Suárez Muñoz ha recopilado diversa documentación, genuina e irrefutable, acerca de tal Patronazgo, tanto de los archivos queretanos, franciscanos, como de los que se encuentran en dependencias Vaticanas. Personalmente me consta. Y sé que el actual obispo lo ha reconocido así y, según la legislación y nomenclatura eclesial vigente hasta el día de hoy, la Virgen de Soriano es Patrona secundaria. 1
agradecimientos El libro fue constatado por Juan José Licea (presidente del Comité de Cofradías del Santuario), Gustavo Estrella Arteaga y Martha Patricia Roa Ramírez (primer mayordomo y tenanche de la Corporación de la Mayordomía 2017-2018). Lo dedicamos a todas las personas quienes, como ellos, mantienen vivas las fiestas y tradiciones alrededor de la Virgen de El Pueblito con su fe y dedicación. Queremos agradecer a: fray Miguel Ángel Campos Álvarez ofm, Alonso Valdovinos, Filemón Cisneros Magaña, Teresa González Hernández, Familia Juárez, Juan José Licea, Liliana Loza, Arturo de Santiago, Bernardo Sarvide, Ana María Sánchez, Dulce María Ardón, Museo Regional de Querétaro y a todos los que contribuyeron para la edición de este libro.
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Este programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por ningún partido político y sus recursos provienen de los ingresos que aportan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente.
virgen de el pueblito, culto y tradición en corregidora se terminó de imprimir y encuadernar en los talleres de Offset Rebosán en la Ciudad de México, en septiembre 2017. Se hicieron mil quinientos ejemplares. La impresión de los interiores se realizó sobre papel couché de 200 gramos. Las guardas son de papel Domtar Lynx de 216 gramos. El texto está compuesto en la familia tipográfica Minion, diseñada en California por Robert Slimbach en 1990 y distintiva por su combinación de elementos clásicos y barrocos.Para los títulos principales se usó Brandon Text, diseñada en Berlín por Hannes von Döhren en 2012. La edición final fue de 161 fotografías, tomadas especialmente para este libro (excepto la que aparece en la página 21). La primera se tomó el 25 de octubre de 2014 (mayordomo cargando cruz de madera, página 79), y la última, el 21 de mayo de 2017 (Virgen de El Pueblito, página 30).
2017 Š SÊ, taller de ideas www.taller-se.com