Cuento

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Marco Antonio Molina Claudia Piña Rita Muñoz

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EL TUNEL Basada en la Novela de Ernesto Sábato

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. La frase “todo tiempo pasado fue mejor” no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que –felizmente- la gente las echa en el olvido. Yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así casi podría decir que “todo tiempo pasado fue peor”. Recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. Los criminales son gente más limpia, más inofensiva, y no con ello justifico mis actos. En cambio, pienso que esos son buenas acciones. Piensen cuanto peor es para la sociedad que ese individuo siga destilando su veneno y que en vez de eliminarlo se quiera contrarrestar su acción recurriendo a anónimos, maledicencia y otras bajezas semejantes. Como decía, me llamo Juan Pablo Castel. Podrán preguntarse qué me mueve a escribir la historia de mi crimen. Supondrán que publico esta historia por vanidad. La vanidad se encuentra en los lugares más inesperados: al lado de la bondad, de la abnegación, de la generosidad. Con los años se llega a saber que la muerte no sólo es soportable, sino hasta reconfortante. Sin embargo, no relato esta historia por vanidad. Quizá estaría dispuesto a aceptar que hay algo de orgullo o de soberbia. Tenía ganas de contar la historia de mi crimen, y se acabó: al que no le gustara, que no la leyese. Nadie entiende mis actos ni mis razones, existió una persona que podría entenderme. Pero fue, precisamente, la persona que maté. Todos saben que maté a María Iribarne Hunter. Pero nadie sabe cómo la conocí, qué relaciones hubo exactamente entre nosotros y cómo fui haciéndome a la idea de matarla.


En el Salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era por el estilo de muchos otros anteriores; como dicen los críticos en su insoportable dialecto, era sólido, estaba bien arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban siempre en mis telas, incluyendo “cierta cosa profundamente intelectual”. Pero arriba a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escalera pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba el mar. Era una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y distante. La escena sugería, en mi opinión, una soledad ansiosa y absoluta.

Nadie se fijó en esta escena: pasaban la mirada por encima, como por algo secundario, probablemente decorativo. Con excepción de una sola persona, nadie pareció comprender que esa escena constituía algo esencial. Una muchacha desconocida estuvo mucho tiempo delante de mi cuadro sin dar importancia, en apariencia, a la gran mujer en primer plano, la mujer que miraba jugar al niño. En cambió, miró fijamente la escena


de la ventana y mientras lo hacía tuve la seguridad de que estaba aislada del mundo entero: no vio ni oyó a la gente que pasaba o se detenía frente a mi tela. La observé todo el tiempo con ansiedad. Después desapareció en la multitud, mientras yo vacilaba entre un miedo invencible y un angustioso deseo de llamarla. Cuando desapareció me sentí irritado, infeliz, pensando que podría no verla más. Perdida entre los millones de habitantes anónimos de Buenos Aires. Hasta que se clausuró el salón, fui todos los días y me colocaba suficientemente cerca para reconocer a las personas que se detenían frente a mi cuadro. Pero no volvió a aparecer. Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo, sólo pinté para ella. Fue como si la pequeña escena de la ventana empezara a crecer y a invadir toda la tela y toda mi obra. Decide que hice después de esto: 1. La muchacha por lo visto solía ir a salones de pintura. Me interné en varios sitios de este tipo pero salí de todos ellos sin una sola pista. Pero me di cuenta que no disfrutaba ir a estos salones. Puede parecer muy extraña esta actitud en un pintor. Detesto los grupos, las sectas, las cofradías, los gremios y, en general, esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante. Estos conglomerados se caracterizan por la vanidad de creerse superiores al resto. Por lo tanto decidí abandonar la búsqueda y permitir que mi inspiración surgiera por otro motivo. No una mujer, no un distractor que me aleje de la posibilidad de crecer y demostrar a todos aquellos que juzgan el arte, y que suplican excelencia, un alma que limite la perfección de mis obras. En realidad no maté a ninguna mujer, únicamente decidí poner a prueba su morbo más profundo y su facilidad para enredarse en mi maraña mental. 2. Comencé a buscar un amigo en común. Sí eso sucedía bastaría con una simple presentación para después perder el miedo y cuestionarla sobre su interés por la ventanita. El encandilamiento me impidió ver inmediatamente lo absurdo de semejante idea. No pensé en aquel momento que encontrar a un amigo suyo era tan difícil como encontrarla a ella misma, porque es evidente que sería imposible encontrar un amigo sin saber quién era ella. Entonces decidí dejar de cuestionar a mis conocidos sobre una mujer desconocida, de la que sólo recordaba características físicas superficiales que


podrían pertenecer a cualquier otra mujer. Nada es cierto, no maté a ninguna mujer, el nombre María Iribarne es sólo un fantasma, una sombra imaginaria a la que recurro en mi soledad. La muchacha que vi ese día jamás apareció y mis posibilidades de salir de esta profunda soledad siguen y seguirán hasta mi muerte. 3. Una tarde, por fin, la vi por la calle. Caminaba por la otra vereda, en forma resuelta, como quien tiene que llegar a un lugar definido a una hora definida. La reconocí inmediatamente; podría haberla reconocido en medio de una multitud. Pensé tanto en ella, durante meses, imaginé tantas cosas, que al verla no supe que hacer.

Decide la siguiente parte: I. PRIMERA PARTE Me daba miedo acercarme, pues ella no sabía que la había observado durante la presentación de mi obra. Probablemente pensaría que soy un loco por acercarme con tanta confianza y cuestionarla acerca de su percepción de la ventanita. Tenía que idear la manera de acercarme y parecer un extraño amigable, alguien que comienza una conversación trivial, ya sea del clima o de cualquier cosa con la que podamos iniciar una platica que dure por lo menos más de cinco minutos, esto me dará tiempo de observar si vale la pena ahondar más en sus pensamientos o comprender que es una más de aquellos charlatanes.


Me di cuenta que giraba para ingresar a un edifico, alto, de treinta pisos mínimo, grandes ventanas y con un aspecto empresarial. La seguí hasta que observé que oprimía un botón para tomar el elevador. Me acerqué y lo único que se me ocurrió fue preguntarle si era el edifico “M”, ella se sonrojo y señaló el letrero que estaba justo frente a mí diciendo: Edificio M. No supe que hacer, agradecí con pena la indicación y salí del lugar. Permanecí en la puerta del edificio un par de horas, esperando a que saliera. Cuando por fin apareció, salió velozmente sin verme. Caminó dos o tres cuadras hasta que se dio cuenta de mi presencia tras ella. Se detuvo y me cuestionó: -

¿es usted Castel?

Me impresionó la confianza que distinguía sus palabras, como si me conociera de hace tiempo. Yo respondí afirmativamente, temeroso de su siguiente discurso. Ella continuó diciendo que estaba avergonzada por haber sido tan pedante en la escena anterior, pero que al verme sintió un nerviosismo que le llego hasta los dedos de los pies, ya que durante un largo tiempo había esperado la oportunidad de conocerme. Me tranquilicé al saber esto, sabía que algo pasaría entre nosotros desde el primer momento en que la vi. Entonces la interrumpí y le pregunte: -

¿por qué la ventanita?, ¿qué vio?, ¿qué llamó su atención? – insistí hasta que noté que se sonrojó de nuevo.

-

Disculpe el abordamiento, pero la vi observando mi obra, viendo aquel detalle tan importante que nadie más había notado – Me detuve al ver que sus labios se abrían para pronunciar algo.

-

¡Está bien!, me llamó la atención por el aspecto de la mujer, perdida ante aquel paisaje. – alterada y sin aire para seguir.

-

Necesito verla de nuevo, usted debe entender que no podemos separarnos de ahora en adelante.

-

Pero usted no me conoce. No sabe quien soy. No sabe por qué me necesita.

-

Pues dígame, ¿quién es usted?

-

No puedo, me tengo que ir. Nos veremos después. Tome.

La mujer se fue dejándome una tarjeta con su nombre, un teléfono y una dirección. Al llegar a mi habitación, después de una larga caminata pensando en nuestro encuentro, decidí llamarle. Contestó un hombre de voz gruesa y, al parecer, de edad avanzada. Pregunté por María Iribarne Hunter. El hombre tapó la bocina, pero alcancé a escuchar


un grito llamandola. Al poco tiempo escuché unos pasos apresurados acercándose a la bocina, levantó el auricular y dijo: -

Sé que es usted, por el momento no puedo hablar pero venga mañana a la dirección marcada en la tarjeta, yo también lo necesito.

Dormí escasas dos horas recordando su rostro y sus palabras. Me necesitaba tanto como yo a ella. El día siguiente, esperé a medio día para acudir a la dirección. Toqué el timbre y de inmediato me abrió la puerta un hombre robusto con la mirada perdida. Me pidió que pasara y que tomara asiento, él me seguía palpando las paredes, guiado por un bastón Ya en la sala me preguntó quién era. Yo respondí: -

Soy pintor, mi nombre es Juan Pablo Castel – Con una seguridad plena de mí mismo y de mi fama.

-

Nunca había escuchado de usted, hasta ahora, que María habla de su obra noche y día.

No podía creer que María fuera casada, y menos esposa de un hombre con ceguera. No pudimos seguir conversando porque se abrió la puerta y entró María. Al verme sonrió y se aproximo a nosotros. En su trayecto gritó a una mujer que prepara la mesa para la cena, cena para tres. El hombre me pidió que lo acompañara y nos dirigimos al comedor. El se sentó en la cabecera, mientras María y yo de cada lado. Ambos comenzaron a cuestionarme sobre mi historia y la cantidad de obras que había realizado, respondí a todo sin dudarlo. Cuando la servidumbre terminó de servir el primer plato sentí entre mis piernas el pie de María, la volteé a ver, ella me veía y se reía en silencio. Durante casi toda la cena hizo lo mismo una y otra vez. Al terminar agradecí el placer de la compañía y me despedí. El pidió a María que me acompañara a la puerta. Le agradecí de nuevo la invitación pero antes de terminar de hablar me dio un beso y repitió: -

Yo también te necesito.

Al día siguiente hablé de nuevo a su casa y ella contestó. Planeamos encontrarnos en un parque a las doce en punto. Acudí puntual a la cita y ella llegó cinco minutos tarde. En cuanto nos vimos nos besamos y abrazamos durante un largo tiempo. Caminamos alrededor del parque platicando, yo comentando del odio que sentía hacia aquellos que juzgaban y criticaban de acuerdo a reglas y parámetros para considerar a una obra como


arte o como basura. Ella estuvo de acuerdo conmigo y afirmó la repugnancia que sentía hacia ellos. A partir de ese momento, nuestras citas fueron más y más frecuentes. Los besos y caricias se convirtieron en rituales en nuestros encuentros. Pasado un mes tuvimos nuestro primer acercamiento sexual, fue pasional y salvaje, al terminar el acto me sentí obligado a decirle: -

Desde que te encontré te dije que ya no podrías separarte de mi, y así será.

Ella asintió la cabeza y seguimos hasta que anocheció y partió a su casa. A su partida comencé a pensar en qué haría cuando llegara a su casa, acaso llegaría con ese hombre repitiendo las mismas palabras que me había dicho durante todo el día, durante todos estos días. No soporté imaginarla en su cama, con ese invidente tocando su piel, adivinando cada parte de su cuerpo que ya me pertenecía. Para la siguiente cita la cuestioné acerca de mis dudas. Respondió que no lo hacía, que las palabras que yo escuchaba no las oía ningún otro hombre. Tuve que cerciorarme de aquello. Una noche la seguí. La vi abrir la puerta y prender una luz. Me acerqué a la ventana, María se dirigió a la sala, donde estaba el hombre que al escucharla se paro del asiento, la abrazó con fuerza y le dio un beso. Elige entre las siguientes dos opciones: Final (1) Decidí no esperar más. Regresé a mi departamento buscando un arma. Únicamente encontré un cuchillo y unas tijeras que metí en una bolsa de papel. Salí corriendo hacia la casa de María. Al llegar toqué el timbre, nadie abría, pasaban los segundos y nadie se acercaba, ningún ruido adentro. Volví a tocar y unos pasos se acercaron a la puerta. Abrió el invidente. María bajaba las escaleras colocándose una bata. Mis celos se convirtieron en cólera y clave el cuchillo en el estómago del hombre. María gritó y corrió hacia nosotros. De un empujón, la arroje al piso y cayó inconsciente. El hombre, del que brotaba sangre por la boca, trató de decir unas palabras poco comprensibles. Saqué el cuchillo de sus entrañas y el hombre cayó fulminado al piso. Arrastré al hombre dentro de la casa y me acerqué a María. Se veía tan bella tendida en el piso, con su cabello cenizo largo sobre el rostro. Pero me engañó, sabía que vivía con ese hombre, pero ella me pertenecía, su cuerpo y pensamientos eran míos y de nadie más. Saqué las tijeras de la bolsa, observé que María empezaba a despertar, cuando trató de decir algo enterré las tijeras lo más profundo que pude en su garganta. Sus ojos se


quedaron fijos en mí. La sangre bañaba toda mi ropa. Sabía que tenía que huir. Subí corriendo las escaleras, entre a una de las recamaras, abrí el closet. Encontré mucha ropa de hombre, camisa a cuadros, unas botas y un pantalón café. Mientras me colocaba la ropa vi sobre el buró un portarretratos. Era un hombre jóven con una niña en sus piernas, ambos riendo. Bajé rápido las escaleras, me acerqué a la repisa de la chimenea, más fotos del hombre abrazado de una mujer desconocida, una niña en bicicleta, la misma niña más grande recibiendo un título vestida con una toga, el hombre, la mujer y la adolescente abrazados en un día soleado, una imagen de la mujer extraña con una nota escrita en una esquina: “Nunca podrás separarte de nosotros. Mario y María” Entre a un estudio, abrí cajones, saqué papeles y encontré unas notas de periódico:“Accidente deja muerta a una mujer y ciego a un hombre, milagrosamente la criatura que los acompañaba sale ilesa”. Todo era claro para mí, me había equivocado. Con la muerte de María mi vida se hundía. Llamé a la policía y pedí auxilio. No tardaron en llegar, me entregué como autor del crimen. La ambulancia llegó y trasladó a María al hospital, su padre ya había muerto. Yo fui encerrado en una penitenciaría por semanas. Dario pedía información sobre María, pero nadie hacia caso de mis súplicas. Una semana más tarde se acercó mi abogado y me dijo que María había muerto en el traslado al hospital. Desde entonces vivo sin vida, en una celda de cuatro metros cuadrados, anhelando haber actuado con mayor prudencia.

Final (2)


Regresé a mi departamento. Al día siguiente le pregunté sobre el hombre con el que vivía. Me contó que era su esposo, fue perdiendo la vista con el tiempo hasta quedarse ciego, hacia mucho tiempo que no tenían intimidad, eran más amigos que amantes. Con esa explicación me tranquilicé y seguimos viéndonos sin problemas. Un día me invitaron a una reunión de pintores, de inmediato rechacé la invitación pero María insistió en que fuéramos, iría un amigo que ya tenía varios años que no veía. Le recordé lo que habíamos hablado, mi impaciencia para permanecer en lugares con mucha gente o escuchar platicas de grupos de “expertos”, “críticos”, esos conjuntos de bichos que se reúnen por razones de profesión, de gusto o de manía semejante. A pesar de ello, accedí. Llegando al lugar María se separó de mí, corrió a abrazar a un hombre. Regresó con él y me lo presentó. Su nombre era Javier Soza, un paisajista joven, del cual había escuchado hablar pero nunca me interesó realmente conocer sus creaciones. Intercambiamos unas cuantas palabras y después siguió platicando con María de algo referente al verano del año pasado. Me alejé de ellos y me acerqué a la mesa de bocadillo. Tras de mí llegó Pedro Mendoza, un gran amigo que había dejado de ver por años ya que inició un viaje al amazonas que se prolongó hasta la navidad pasada. Estuvimos platicando por una hora hasta que me preguntó si iba sólo. Le comenté que iba acompañado de una nueva amiga, la señalé. Mencionó conocer al tal Javier Soza: “Es un hombre de bajos instintos, muy conocido en el gremio por mujeriego. Muchos hombres lo envidian y otros lo admiran. En realidad, creo que no conviene que tu nueva amiga conviva tanto con él”. De inmediato fue por María, le dije que tenía un dolor de cabeza muy intenso y que debía dejar el lugar. Ella me recomendó pasar a la farmacia a comprar unas pastillas antes de llegar al departamento, ella llegaría más tarde, no podía dejar a su gran amigo que acababa de ver después de tantos años, seguro yo estaría bien. Salí del lugar enojadísimo, fui al departamento y saqué todas sus cosas al pasillo. Tres horas después alguien tocó a la puerta. Era María, tocó por algunos minutos y gritó: -

Está bien, si quieres que me largué, me largo, nunca volverás a saber de mí. No hay razón de tus celos, pero si así lo quieres…

-

Recogió todas sus cosas del piso y se fue.

No podía más con la soledad que reinaba en mi departamento. De seguro ella estaba feliz, revolcándose con el tal Javier Soza. No aguanté más los celos. Me subí al auto y decidí regresar al lugar. Me tranquilicé un poco y me dirigí a la casa de María. Me abrió su esposo y le dije que era Castel. Con una sonrisa me recibió y me ofreció una copa.


Estuvimos platicando y escuchando música por un par de horas. La felicidad reinaba hasta que me afirmó -

yo sé que usted se acuesta con mi esposa. No sabe que gustó me da que María por fin esté dejando sus culpas atrás y comience una nueva vida. Tenga cuidado Juan Pablo, hay muchos hombre que merodean a María, pero sólo usted ha sido de mi agrado. Sé que María ya no me pertenece, pero no quiero que arruine de nuevo su vida eligiendo a la pareja incorrecta. Cuidado con un tal Javier Soza, ese infeliz, lo único que ha logrado es que María se aleje de las personas que ama.

No tuve más remedio, tuve que idear la manera de impedir que se encontraran de nuevo. María no regresaba y mis nervios cada vez se alteraban más. Imaginaba a María burlándose de mí, un pobre tonto que la esperaba con bien, igual que su marido y ella en los brazos de Soza. Tuve que acudir de nuevo a la reunión de pintores. Cuando llegué ninguno de los dos estaba. Me informaron que habían salido hace un par de horas. Nadie sabía a dónde. Me subí al auto sin más remedio que regresar al departamento. Al ir avanzando en la avenido, alcancé a verlos caminar por la acera. María iba sonriendo al igual que el hombre, juntos de la mano caminaban sin detenerse. De pronto el hombre la abraza y le de un beso. Me altero de nuevo y no puedo controlarme. Dirijo el auto directamente hacia ellos. La gente que me observa se aleja lo más pronto posible del lugar, pero ellos siguen quietos besándose. Me estrello y ambos quedan prensados entre la pared y mi auto. El impacto hizo que me golpeara la cabeza, trato de levantarme, escucho que alguien llama a una ambulancia, mi mente se nubla. Despierto en un hospital, con las manos esposadas a la cama. Un policia espera a que me despierte. Sus únicas palabras fueron: -

Joven, ¿estaba consciente de lo que hacía?

-

Completamente…

-

En cuanto lo den de alta se irá con nosotros.

Al salir del hospital me llevaron a un reclusorio. Desde ese día estoy aquí. No me arrepiento. El tiempo de vida de María era suficiente, su imprudencia la llevó a su aniquilación.


II. SEGUNDA PARTE En ese momento me preguntaba por qué no me había acercado a decirle hola o pasar por enfrente de ella y verla de más cerca fueron tantas preguntas las que me hice pero ninguna tenia respuesta y pensé que hasta era tonto q un hombre de mi edad hiciera esas tonterías que acabada de hacer y en seguida incline la cabeza y durante un largo rato permanecí en silencio, pero en seguida alcé los ojos y me di cuenta que fui un tonto y empecé a llorar y en seguida me recosté en el suelo y simplemente me dormí y en la madrugada del día me decidí que si la volvía a ver lo primero que haría sería acercarme a ella y dirigirle la palabra y en seguida invitarla a tomar un café y me arregle y después me dirigí a aquel lugar donde la vi un día antes a la misma hora y si hay iba ella con su cabello brillante esa figura tan perfecta y en seguida me dirigí hacia ella y cuando más me acercaba a ella los nervios aumentaban cada vez más cuando la vi recostada en el pasto tan linda al estar frente a ella lo único que hice fue quedarme cayado sin palabras y ella en seguida m dijo hola y en ese momento me arme de valor y le respondí diciéndole hola y empezamos a charlar sobre que le parecían mis pinturas, en ese momento me sentía tan bien estando a su lado admirando su belleza después la invite a tomar un café y ella acepto y fuimos al café que estaba cerca de la galería de arte seguimos charlando y cada vez me parecía encantadora al verla sonreír, después de un rato ella tenía que irse, pero la invite a que fuera a mi galería una día de estos y ella acepto la invitación con una condición y me propuso que le hiciera un retrato y solo sonreí y le dije que no se preocupara que le haría un retrato de ella.


Después de que nos despedimos no volví a saber de ella, conforme pasaban los días sin saber de ella me volvía más desesperado y pensando por qué no iba a la galería, pasaban muchas preguntas por mi cabeza, pero ni una sin respuesta, y en ese momento la vi entrar a la galería, tan bella igual que la última vez que la vi, parecía que el tiempo no había pasado y se veía igual de hermosa, en seguida fui y la salude y le dije que como estaba que pensé que no iría a la galería y ella muy sonriente me dijo que no había tenido tiempo pero que ya estaba ahí y esperaba que le hiciera un bonito retrato después de un rato de charla nos dirigimos al cuarto de pintura después de un rato vio el retrato y había quedado admirada de que la había pintado igual y se marcho pero desde eses di nos habíamos estado frecuentando diario durante un mes.

Después de varios meses de tratarnos y haberme enamorado completamente de ella le propuse matrimonio y que se viniera a vivir conmigo y ella acepto, y al cabo de dos meses el dia de la boda por fin llego. Despues de la ceremonia de bodas en casa de los padres de mi esposa. Estaba aterrado, confuso, alegre, etc. Tenía mucho miedo del momento que se acercaba ya que nunca había estado con una mujer, y no sabía que hacer, que se esperaba de mí. Me sente en un rincón, con los brazos sobre la mesa, de espaldas a la puerta. Su madre la condujo hasta mi y nos dejo solos. Yo era tan timido en ese instante pero también tan feliz que no me atrevia ni siquiera a mirarla. Ni pensar en hablar con ella. Así nos quedamos los dos, sentados en silencio durante un buen rato, hasta que de pronto sentí que me tiraban de la manga. Se me helo la sangre en las vena. Y fue cuando sentí que su mano tocaba mi espalda y cuando por fin me atrevi a mirarla nuestras caras quedaron completamente cercas y viéndonos el uno al otro entonces ya no me aguante las ganas y la bese pero al mismo tiempo que la bese sentí como si me estuviera clavándo un cuchillo como si quisiera matarme en eso me sentí raro como que algo me molestaba y


ella lo único que hacia era verme sin decir nada al igual que todos los invitados de la fiesta, entonces me levante de un salto y escape de esa casa, corriendo hacia la galería, abandonándola son decir nada. Elige entre las siguientes dos opciones:

Final (1) Despues de eso me entregue de nuevo a mis pinturas: me fui a vivir a otra ciudad y permaneci allí durante muchos años. Pero cada vez que dormía soñaba en aquel momento en que la abandone y nunca mas volvi a saber de ella, entonces fue cuando decidi de nuevo regresar hacia aquella ciudad y emprendí el vuelo. Por el camino hiba distraído, pensando en que había pasado en todos estos años, que abra sido de ella. Cuando me acercaba aquella ciudad el camión se detuvo y un grupo de personas se acerco para pedirme que dijiera una plegaria en una casa vieja, abandonada, que imaginaban visitada por espiritus. Me contaron que hace muchos amos atrás, la hija del matromonio que allí vivía se había casado con un joven que había hiudo la noche de bodas, entonces no tuve inconveniente en aceptar el pedido, riéndome para mi adentro de las creencias, entonces seguí mi camino, y cuando mas me acercaba a la casa donde había abadonado a mi esposa me di cuenta que la casa que me habían dicho las personas era lo que el había hecho hace muchoas años atrás y fue cuando entonces llegue a la casa. Entre casi entrance y camine por los pasillos de la casa roja. Todo estaba limpio y prolijo, de una forma imposible de imaginar en un lugar abandonado. En seguida llegue a la sala justo donde ocurrio aquel beso.


Alli encontré a mi novia, tal como la había dejado, acostada y completamente muerta. Sin embargo, su cuerpo parecía tan fresco y sano, tan joven como si la boda hubiera sido ayer. Sus ojos abiertos me miraban resentidos acusándome. Y empece a preguntarme que había sucedido en realidad en aquella noche fatal. Entonces me sente en el mismo rincón en el que había estado en mi noche de bodas, con los brazos apoyados en la mesa, de espaldas a al puerta. De pronto volvi a sentir esa sensación de un cuchillo. Mire alrededor, pero mi novia seguía yaciendo muerta, inmóvil. Mire hacia enfrente donde había un espejo y me veía la espalda y otra vez se me helo el corazón: era un clavo que sobresalía de la pared, y que cada vez que me movia, sentía como rozaba con mi espalda dándome la sensación de que era u cuchillo. Desesperado comprendido ahora mi error, mi novia había sido completamente inocente de la cción por lo que la había condenado. Sintiéndome un miserable, tome el cuerpo de aquella mujer y sali a la calle gritando de dolor, que había sido un tonto, que yo la había matado, y fue entonces cuando la gente escucho todo eso y llamo a la policía. Final (2) Una vez ya estando en la galería me preguntaba que por que me había visto asi y por que quería matarme si yo había sido tan bueno con el entonces fua cuando decidi regresar a la fiesta y la volvi a besar y nuevamente me veía de esa manera al igual que los invitados entces de nuevo me pare y me dirigi hacia la cocina y fui por un cuchillo y lo escondi entre mis brazos y me dirigui hacia ella y la tome y la lleve al cuarto y fue cuando de nuevo la volvi a besar y ella sin decir nada solo mirándome era mucha la presión que ejercía sobre mi, que es lo que pensaba o porque me miraba asi entonces fue cuando decidi sacar el cuchillo y preguntarle a la fuerza el por que miraba asi entonces ella solo grito de miedo y me decía que no la matara que solo me miraba por que quería verm pero no le crei y de nuevo le pregunte pero era la misma respuesta entonces volvi a besarla y no me dijo nada entonces fue cuando agarre y la abraze y tome el cuchillo y se lo clave en la espalda y lo ultimo que ella hizo fue besarme y gritar entonce fue cuando los invitados se diriguerion al cuarto y ai estaba yo abrazandola muerta en


seguida llamaron a la policía y me culparon solo porque quise obligar a mi esposa que me dijiera por que me miraba asi. III. TERCERA PARTE Decidí acercarme a ella, pero al momento en que tome esta resolución no podía ver claramente debido a la cantidad de emociones que recorrían mi cuerpo, me comencé a sentir mareado, los sonidos comenzaban a ser más distantes y también perdía la fuerza en mí pero nada podía hacerme olvidar mi objetivo, seguí caminando tratando de recuperar el aliento cuando me di cuenta de que estaba a la mitad de la calle. Fue uno de esos momentos en que todo sucede lentamente podía percibir la mirada de varias personas y no comprenda en realidad por que me observaban, cuando llegue a percibir un fuerte sonido, varios en realidad, voltee a mi izquierda y pude ver este monstruoso objeto de metal aproximándose aunque intentando detenerse, no podía comprender que era en realidad hasta que algo en mi me obligo a correr. Al llegar a la banqueta lo comprendí había estado a punto de morir, la gente dejo de observar solo movían sus cabezas en desaprobación y continuaron su camino. Solo ella se quedo ahí inmóvil observándome, me acerque a ella y no me dejo hablar, me pregunto si me encontraba bien. La deje continuar su interrogatorio sin contestar, de nuevo no sabia que hacer, no sabia que decir, pensé en huir y en olvidar todo, pero algo me lo impido, algo en mi me dijo que debía esperar y explicar la razón por la que había arriesgado mi vida, de manera tan imprudente. Le conté mi historia y el motivo que me llevaba hasta ella, al principio podía percibir su confusión y ansiedad al saber que un completo extraño la había estado buscando, me miro detenidamente y después de la manera más natural me dijo si no me molestaba acompañarla a recoger unos volantes y después de eso podríamos ir a algún lado a conversar. Inmediatamente acepte su invitación caminamos unas cuantas cuadras y llegamos a una imprenta, hablo con el encargado de manera muy confiada por lo que me imagine que iba seguido, después de unos minutos le entregaron un paquete envuelto en papel estraza, antes de salir lo abrió y saco un ciento de volantes y me los extendió, los tome en mis manos y los mire rápidamente, resulta que estaba metida en todo ese lio de salvar animales. Me pidió que los fuera ofreciendo a la gente que pasaba en nuestro camino,


no pude objetarme así que lo hice. Platicamos de cantidad de cosas superficiales pero me sentía realmente cómodo con su compañía. Probablemente los estoy aburriendo con esta parte de la historia así que si quieren dejar de leer háganlo ya que no me están haciendo ningún favor al continuar su lectura. Paso el tiempo supongo que solo algunas semanas y seguía viendo María regularmente, pero comenzaba a notar la manera en que llamaba la atención, quizás no era lo que ella intentaba hacer pero el punto es que pasaba. No podía resistirlo me provocaba un sentimiento totalmente ajeno a mi, literalmente quería matar a quien fuera que la mirara, con todas mis fuerzas logre controlarme por un tiempo pensando que la sensación me abandonaría al darme cuanta que estaba siendo paranoico pero seguía ahí, no me dejaba, no podía respirar sentía que me ahogaba. Concluí en hacer algo al respecto, había este muchacho que mostraba especial interés en María, buscaba cualquier pretexto para acercarse a ella y platicar. Una noche en la que habíamos ido a tomar un café y que Arturo se había mostrado particularmente afectuoso, tenia que ser ese día no podía resistirlo más. Había dos opciones en mi mente, poco tiempo y una decisión que tomar. Final (1) Lleve a María a su casa y regrese al local, el seguía ahí platicando con sus amistades, me acerque a el le dije que si podíamos platicar por un momento afuera, a solas. Me acerque le dije que cual era su problema y que qué creía que hacia queriéndose pasar de listo, me miro sorprendido esto me hizo enfurecer mucho más, ¿creía que no lo notaba?, ¿que me engañaba?, perdí el control, lo jale fuertemente por su camisa, pude escuchar la tela rasgarse, comencé a golpearlo podía percibir todo, como tronaban mis nudillos al golpear su ostro y el sonido que esa acción producía, el olor de su sangre cuando salía por su nariz ahora torcida de una manera totalmente grotesca. Pude escuchar pasos detrás de mi, obviamente eran sus amigos, voltee a verlos unos molestos, otros asustados. Me levante, ya que estaba sobre Arturo, no podía apartar mi vista de ellos, comencé a caminar hacia mi casa, a lo lejos percibía el movimiento de ellos queriendo ayudar a su amigo.


Sentía una especie de electricidad que recorría mi cuerpo, corrí hasta llegar a mi destino, parecía imposible para mi pensar siquiera en dormir, así que tome una ducha y prepare algo para comer, cuando termine sentí una pesadez indescriptible recorrerme. Me dirigí a mi recamara, apenas y llegue a la cama me quede inconsciente. Recuerdo haber despertado, era el crepúsculo, había dormido bastante posiblemente demasiado ya que me dolía la cabeza, me levante, me vestí rápidamente y me dirigí a la puerta, al acercarme pude ver papeles que claramente habían pasado por debajo de esta. Recogí una y era la caligrafía de María, me preguntaba que por que no la había ido a buscar, tome otra en esta se podía notar disgusto me decía que sabia lo que le haba hecho a Arturo y que era bueno que no la hubiera buscado ya que no quería volver a saber nada de mi. Voltee al suelo y había más papeles, pensé que eran muchos para una persona que acababa de decir que no quería verme de nuevo. Abrí la puerta y salí de ahí. Al pasar junto a un puesto de periódicos pude ver la fecha, no podía creerlo, haba dormido por dos días consecutivos. Tome dirección hacia casa de María y al llegar me informaron que estaba en el hospital con Arturo, por el tono de voz en el que me hablo su madre pude notar que no le había mencionado que yo era el motivo por el que el se encontraba en ese lugar. Fui al hospital y me senté en la sala de espera, pasaron horas hasta que salió María, me acerque a ella y le pregunte que qué hacia ahí cuidando al fulano este, me contesto que era su amigo y que aparte era su culpa que le hubiera sucedido eso ya que yo era el loco con el que ella haba estado saliendo. De nuevo vino a mi esa asfixia, vi que junto a nosotros se encontraba una puerta con un letrero que decía Almacén la abrí y le hice un a seña con la cabeza para que entrara, ella lo hizo sin pensarlo dos veces ya que creía que yo lo hacia por no hacer una escena frente a familiares y enfermeras. Era tranquilo y podía ver estantes llenos de gazas jeringas sueros medicamentos, trate de concentrarme y mantener la calma ya que no quería lastimarla, pero ella comenzó a hablar, de esa manera molesta en la que pueden hablar las mujeres rápido, un poco agudo y con reproche, sentía de nuevo como me costaba trabajo hacer que el aire hiciera algún tipo de efecto en mis pulmones cuando escuche en medio de toda la verborrea que tenia que irse ya que darían de alta Arturo en cualquier momento y había prometido ir a comer con el. Ni siquiera lo pensé, fue algo tan instintivo que todavía no lo logro comprender sin que esto signifique que me


arrepiento de ello, la tome del cuello con tal fuerza que la estrelle contra uno de los estantes lo que no produjo tanto ruido como pensé que lo haría, sus pies estaban despegados del suelo como 30 centímetros y detrás de ella las vi de nuevo, las jeringas, tome una con mi mano libre y la saque de su empaque. Salí rápidamente del cuarto llamando a las enfermeras, en cuanto estuvieron con ella me fui lentamente del hospital, camino a casa tire la jeringa en un bote de basura. Pueden creer que les tomo dos meses darse cuenta de la burbuja de aire, microscópica partícula que había terminado con su vida, fueron a mi casa lo estaba esperando. Han pasado dos días desde que comenzó el juicio, insisten en presentar toda la evidencia a pesar de que me declare culpable y no tengo ningún arrepentimiento sobre lo que hice. Final (2) Decidí hacerlo en ese momento, aparte un poco a Arturo y le dije que necesitaba hablar con el por un momento afuera, un poco sorprendido acepto, di la vuelta y el me siguió ya afuera me pregunto que era lo que sucedía. El hecho de que se hiciera el desentendido me molesto todavía más, así que le dije que dejara el acto y que exactamente cual quería que fuera mi reacción cuando tan descaradamente se le insinuaba a María, se rio y me dijo que qué importaba lo que yo pensara si ella era la que tomaría la decisión. Esa sensación que últimamente de manera constante se apoderaba de mi, volvió. Lo mire tratando de controlarme ya que no quería hacer nada estúpido mientras María seguía adentro, aunque pensándolo bien también estaba molesto con ella, si este personaje parado frente a mi había dicho eso es por que ella le había sugerido que era una posibilidad, abstraído por mis pensamientos no había escuchado como Arturo seguía parado frente a mi y que este había comenzado a reírse, de mi. No podía soportarlo más, lo empuje hacia atrás hasta que estuvimos frente a un callejón, el no se resistió mucho ya que obviamente no le tenia miedo a la confrontación que estaba a punto de tener. Lo empuje de nuevo y choco de espaldas contra el muro, se golpeo la cabeza bastante fuerte e impulsado por su enojo se arrojo hacia mi. Estuvimos golpeándonos el uno al otro no recuerdo por cuanto tiempo, cuando escuche la voz de María acercándose a


nosotros gritando que nos separáramos, diciendo que dejara a Arturo en paz. Eso fue suficiente para que extendiera mi mano hacia unas cajas rotas de madera que se encontraban justo a mi alcance tome una de las tablas y lo golpee en la cabeza con toda la fuerza que quedaba en mi cuerpo, cayó al suelo inmóvil. Ella no dejaba de gritar y corrió hacia el cuerpo inerte, en cuanto se arrodillo junto a este, comencé a ver borroso no podía creer que ella se pusiera de su lado que llorara por el. Podía sentir como algo escurría por la tabla que todavía sostenía en mis manos, voltee hacia abajo era mi sangre, estaba apretando el pedazo de madera tan fuerte que había lastimado mi mano, me acerque a ello María seguía gritando de manera histeria y la golpee fuertemente en el rostro pero no paso nada solo seguía gritando pero ahora buscaba con la mirada alguna manera de huir. Percibía perfectamente todo a mí alrededor sonidos olores, todo. La golpee de nuevo pero se movió y le pegue en el tórax, escuche como se rompieron un par de costillas y ella grito con más fuerza, sabia que eso definitivamente lo habrían escuchado en el local así que la golpee por tercera ocasión de nuevo en la cabeza esta vez se dejo de mover, pero pude percibir que seguía respirando y la golpee una ultima vez, esta definitivamente había terminado con su vida cuando di la vuelta pude ver las luces rojas y azules de las patrullas al principio del callejón había policías esperándome. Camine lentamente hacia ellos, me esposaron y me subieron a uno de los autos. Solo podía ver como las casas se movían rápidamente y llegamos a la estación. Ya han pasado varios años y sigo esperando la sentencia definitiva, ya que mi abogado insiste en declararme mentalmente perturbado, varias veces le he dicho que no me arrepiento de lo que hice que en cierta forma cuando le pedí a Arturo que saliera ya sabia que no seria solamente una pelea y al escuchar lo que esa noche me dijo sabia que también mataría a María, lo único es que la oportunidad se


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