Carmelo Ecuménico de Cantabria (Materiales de Formación)
GUÍA TERESIANA POR LOS CAMINOS DE LA ORACIÓN
Curso 2006
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GUIA TERESIANA POR LOS CAMINOS DE LA ORACION (Vida, caps 11-22) Los capítulos 11-22 del Libro de la Vida, de Teresa de Jesús, constituyen un auténtico tratado sobre la oración insertado dentro del relato autobiográfico. De hecho, el inicio del capítulo 23 retoma la trama abandonada al final del capítulo 10, y lo hace con estas palabras: “Quiero ahora tornar a donde dejé de mi vida, que me he detenido, creo, más de lo que me había de detener…” (V 23,1). Este pequeño tratadito acerca de la oración, entretejido de descripciones del proceso orante y de enseñanzas y consejos prácticos acerca de la misma, bien podríamos titularlo como “Guía teresiana por los caminos de la oración”. Caminos que ella misma ha recorrido con trabajosa experiencia, y que ahora nos propone recorrer bajo la guía experta de quien puede conducirnos con seguridad por unas sendas que ella bien conoce. Para hilvanar su enseñanza, utilizará la imagen de las diversas maneras de regar un huerto, habida cuenta que tal huerto sería el alma (=la persona orante) y el riego del mismo el ejercicio mismo de la oración en sus diversas modalidades o fases de desarrollo. El desarrollo de los capítulos se articula así de la siguiente forma: 11-13: Primer grado de oración 14-15: Segundo grado de oración 16-17: Tercer grado de oración 18-21: Cuarto grado de oración 22: Epílogo.
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CAPITULO 11 ORAR: SER SIERVOS DEL AMOR Contenido del Capítulo: 1. La oración = comenzar a “ser siervos del amor”. Magnífica definición del orante, y del horizonte en el cual este debe desenvolverse. Se trata de una “dignidad tan grande”, de un gran don de Dios. Ser siervos “del amor” expulsa todo “temor servil”, que “luego va fuera”. La meta de este camino sería “llegar a tener con perfección este verdadero amor de Dios”. Pero se pregunta Teresa: ¿Por qué este camino es tan largo y costoso? Y halla la respuesta constatando que “no acabamos de disponernos”, pues como dice ella “somos tan caros y tardíos de darnos del todo a Dios”. 2. ¿En qué consistiría, pues, el disponernos adecuadamente? En ser libres (“no asirnos a cosa de la tierra”). Nuestra falta de libertad se constata en nuestra incapacidad para el don personal: Nos parece que lo damos todo, pero no lo hacemos de veras, pues nos quedamos con la raíz y posesión, ¡no nos damos a nosotros mismos! Y pone algunos ejemplos concretos, referentes a la pobreza material y a la honra. 3. “¡Donosa manera de buscar amor de Dios!” Sin donación no hay donación. La oración es relación interpersonal y recíproca: exige unas disposiciones equivalentes: voluntad auténtica de entregarse de veras al otro. Que la oración no es juego ni pasatiempo espiritual sino ejercicio maduro de fe y amor en entrega de sí mismo. 4. Pero toda disposición de nuestra parte es, esencialmente, un don de Dios. “Procurar con todas sus fuerzas este bien”… es “gran misericordia”. Dios, además, no se niega a nadie. Dios está siempre deseoso (ganoso diría Teresa) de darse a nosotros en relación de amor. En el camino de la oración han de surgir inevitablemente mil dificultades. Por eso se necesita ánimo para recorrerlo fielmente sin desfallecer. Pero el orante ni se siente ni se debe sentir jamás solo: “siempre lleva mucha gente tras de sí”.
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5. “Los que ya van determinados”: Importancia de la determinación (“determinada determinación” diría Teresa) o compromiso lúcido y firme de recorrer el camino de la oración hasta el final. En los inicios está todo el mayor trabajo, pero son trabajos que luego se pagan bien. No hemos de asustarnos ante ellos, pues “por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen”. 6. Después de estos preámbulos, Teresa inicia su enseñanza proponiendo una comparación acertada: Orar es como hacer un huerto en tierra infructuosa: ¡Un huerto para el Señor! ¡Para que se deleite el Señor! ¡Para dar recreación a este Señor nuestro! Ha desbaratado así toda falsa perspectiva del que busca la oración como beneficio propio o como búsqueda narcisista de gusto espiritual. La oración auténtica tiene como horizonte y meta al Señor, nunca a nosotros mismos. 7. Propone cuatro maneras de regar el huerto, que serán otras cuatro formas de vivir la oración: 1) Sacar a mano agua de un pozo. 2) Con una noria o arcaduces. 3) Canalizarla de un río o arroyo. 4) Con llover mucho. La sucesión de estos cuatro grados va: - de lo más dificultoso a lo menos. - de lo menos eficaz a lo más. 8. Se propone, pues, declarar estas cuatro maneras o grados de oración desde su propia experiencia: “cuatro grados de oración en que el Señor por su bondad ha puesto algunas veces mi alma”. Y propone el ejemplo del Padre Pedro Ibáñez como modelo de progreso rápido en el camino de la oración. 9. Comienza con el primer grado: Los que comienzan a tener oración sacan el agua del pozo muy a su trabajo. Del “andar derramados” al “recoger los sentidos”: un camino de interioridad progresiva, a la que aún no se está habituado y que, por ello, es difícil y trabajoso. Importancia de la práctica y de la constancia: “han menester irse acostumbrando”. Todo ello exige un proceso de auténtica conversión: 4
- romper con el pasado - servir a Dios - tratar de la vida de Cristo (= asumir el modelo cristológico) Pero todo, en definitiva, es don de Dios. Nosotros “hacemos lo que podemos” y Dios “es tan bueno” que por su cuenta “sin agua sustenta las flores”. En definitiva, todo es gracia. 10. Muchos días toda la “experiencia espiritual” consistirá en: - sequedad - disgusto - desabor - mala gana ¿Qué hacer entonces?: “Alegrarse y consolarse, tener por grandísima merced trabajar en el huerto del Señor”. La única respuesta a la sequedad y aridez espirituales: aprender a amar (=orar) desde la gratuidad, sin buscar ni pretender nada, sino “hacer placer y servicio al Señor de la huerta”. No buscar contentarse a sí mismo, sino contentarle a él. Eso es aprender la gratuidad, fundamento de la oración auténtica. No es tiempo aún de cobrar, sino de trabajar y de servir. Ayude a Cristo a llevar la Cruz. “Se determine a no dejar a Cristo”. 11. La oración conlleva “trabajos grandísimos”. Teresa lo sabe por experiencia. Y no engaña. Pero nunca serán trabajos estériles, pues no los dejará Dios sin premio: ¡menudo pagador es él! Dios usa esta pedagogía con nosotros para probar y aquilatar a sus amadores: para llevarlos del amor servil al amor gratuito. También para que entendamos lo que somos, y lo que podemos por nosotros mismos. 12. Dios todo lo hace para nuestro bien. Fiarse de su bondad, que nunca faltó a sus amigos. Lo importante es tener clara nuestra actitud y disposición: “Si ves en ti esta determinación, no, no hay que temer”. Hemos de querer sólo su voluntad, y no servir sólo “por gustos”. Una frase que sintetiza mucho de lo dicho: “Guíe Su Majestad por donde quisiere; ya no somos nuestros sino suyos”. 13. No preocuparse, pues, demasiado de si hay gustos y ternura en la oración o de si, por el contrario, lo que hallamos es sequedad y aridez.
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“No está el amor de Dios en tener lágrimas, ni estos gustos y ternura (…), sino en servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad”. 14. Dios da “regalos” a los débiles y los flacos. Nosotros no debemos ni buscarlos ni reclamarlos, “que es imperfección y no andar con libertad de espíritu”. 15. Importa mucho “comenzar con esta libertad y determinación” Nuestro problema es que “nunca acabamos de acabar”, o lo que es lo mismo: “no abrazamos la cruz desde el principio”. Un consejo importante y muy práctico: a pesar de constatar nuestra incapacidad, “no inquietar el alma”, conscientes y convencidos de que “ya sabe Dios nuestra miseria y bajo natural mejor que nosotros mismos”. “No ahoguen a la pobre alma”: saber con sano discernimiento darle respiro. 16. Discreción a la hora de discernir las situaciones, y asumir que a veces es necesario alternar la oración con otras obras buenas. Que Dios no sólo nos sale al encuentro en la oración, sino en todas las circunstancias de la vida (ver Fundaciones, cap. 5). “Es gran negocio no traer al alma arrastrada, sino llevarla con suavidad para su mayor aprovechamiento”. 17. Nadie se apriete ni aflija: - de sequedades - de inquietud - de distracciones en el pensamiento Dos consignas preciosas: - ganar libertad de espíritu. - no espantarse de la cruz.
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Algunas enseñanzas principales y puntos para la reflexión: • La oración es para “servir” a Dios, no para “servirse” de Dios. • Importancia de buscar sólo a Dios y cómo agradarle, no buscarnos a nosotros mismos y nuestro propio agrado. El peligro de “invertirpervertir” el sentido de la oración y de la vida espiritual. • Urgencia de aprender a “vivir en la gratuidad del amor”, que es el estilo de Dios y que debe ser el nuestro. • Sólo podremos disponernos: la oración es don de Dios. El es el agua viva. • La verdadera disposición es la auténtica libertad de espíritu: libres de todo, de todos, y de nosotros mismos, para darnos por entero al Señor. • Reforzada esta dimensión teologal, relativizar, en consecuencia, los aspectos psicológicos y emocionales de la oración: gusto o sequedad. • Lo importante es estar con el Señor y seguirle por su camino, que siempre será camino de cruz. Pero de cruz pascual. • Abrazarse a Cristo y a la cruz. • Pero llevar al alma con libertad, con suavidad, sin inquietarla ni ahogarla. • En definitiva, entrar por este camino de oración es aprender a dejarse llevar por Dios, único protagonista. Un práctico trabajo de síntesis: ¿Cómo reescribirías tú este capítulo teresiano para una persona de nuestros días que quisiera comenzar a vivir la experiencia de la oración?
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Notas personales:
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CAPITULO 12 NO FORZAR LA EXPERIENCIA DEJAR A DIOS SER DIOS Contenido del Capítulo: 1. Constata lo que nosotros podemos hacer con nuestro esfuerzo. Aunque todo es don de Dios. No querer ir por ti mismo más allá de donde Dios quiera llevarte. No quieras tomar las riendas en tus propias manos: “no le aprovechará más (que) de perder”. 2. Dice lo que nosotros podemos y debemos hacer: - para “despertar el amor” - para “ayudar a crecer las virtudes”. Una práctica preciosa y excelente: “enamorarse” de Cristo y “traerle siempre consigo, y hablar con él”. 3. No debe importarnos mucho devoción o sequedad. Sino “agradecer al Señor que nos deja andar deseosos de contentarle, aunque sean flacas las obras”. “Traer a Cristo con nosotros”: ¡¡¡Siempre!!! 4. “Pues esto es lo que podemos”: - el resto, dejarlo en las manos de Dios - no querer controlar o manejar el proceso espiritual El cimiento de la oración es la humildad, y el camino no puede ser otro que la humildad. No tratar de conseguir o alcanzar con nuestro esfuerzo lo que sólo es don de Dios, lo que solamente podemos recibir como un don suyo. Esto no significa recortar los horizontes, ni achicar los deseos: es no querer controlar el proceso, no pretender hacer nosotros lo que es sólo obra de Dios. 5. “No se suban sin que Dios los suba”. En la experiencia de Dios (la “mística teología” dice Teresa) es Dios quien obra y quien hace. No debemos forzar los caminos ni los estados de oración. Sería: - “trabajo perdido” - “falta de humildad” 9
6. Dificultad teresiana de darse a entender. Su propia experiencia personal: dificultades con sus maestros y guías espirituales. El Señor “fue siempre mi maestro”. “Lo que el Señor no me ha enseñado, no lo procuro”. 7. Repite una vez más: “No subir el espíritu si el Señor no le subiere”. Sólo conseguiríamos caer en “ilusiones” espirituales, es decir llegaríamos a crear situaciones más artificiales que auténticas. “Importa mucho” esta advertencia teresiana, “estos avisos”.
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Algunas enseñanzas principales y puntos para la reflexión: • El primer paso de la oración fue entregarse a Dios, ponerse en sus manos. • La primera consecuencia deberá ser dejar todo el camino en manos de Dios, sin querer controlar por nosotros mismos. • Tentación permanente: querer tomar de nuevo las riendas de nuestra vida, en concreto del camino espiritual. • Aprender a dejarse llevar. Al ritmo de Dios, no al nuestro. • La oración no es una mercancía más de consumo espiritual. No es cuestión de técnicas espirituales. Es un camino de fe y de amor llevado por el Señor. • No “pretender” experiencias espirituales. En la oración sólo se busca a Dios, un Dios que se da libre y gratuitamente, y ante el cual sólo podemos abrirnos desde nuestro vacío interior, depuesta toda “pretensión”. • Importancia vital de entrar en la dinámica de la gratuidad: lo que es don de Dios es don de Dios, y nunca podrá ser logro o conquista nuestra. Inutilidad de un indebido “esfuerzo” espiritual: forzar la vida, forzar la experiencia. • Dejar a Dios ser Dios. También en nuestra experiencia espiritual y orante. • ¡Qué sutiles nuestros intentos de manipular a Dios!
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CAPITULO 13 CIMENTAR BIEN LA EXPERIENCIA ORANTE (Avisos prácticos) 1 Procurar andar con LIBERTAD y con ALEGRÍA No fiarse de sí (no relajarse) -------------- No tensionarse En todo es menester discreción (= equilibrio y moderación) 2 Tener gran confianza No apocar los deseos Poco a poco… se llega a mucho Dios: amigo de “ánimas animosas” (no cobardes) Animarse a grandes cosas… con humildad y sin autosuficiencia 3 Todo se puede en Dios: ir, pues con determinación, fiados en él. Importancia de tener maestro… ¡que no frene ni bloquee el proceso! (que no los enseñe a ser sapos, ni que se contente con que aprenda el alma a solo cazar lagartijas) Humildad: “estas fuerzas no han de venir de las nuestras” 4 Cómo ha de ser esta humildad: Ojo con la falsa humildad inspirada por el demonio “haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos” Confiar en Dios y abandonar en él todas nuestras necesidades 5 Peligro de ir “a paso de gallina”: ¡No se llegará a “libertad de espíritu! 6 Su propia experiencia de no alcanzar la verdadera libertad “El Señor nunca falta ni queda por él. Nosotros somos los faltos y miserables” 7 Otros miedos que bloquean la libertad Temores acerca de la salud Su propia experiencia “Así que va mucho a los principios de comenzar oración a no amilanar los pensamientos”
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8 Una tentación de principiantes: procurar “que todos sean muy espirituales” Meterse a maestro sin haber aprendido antes Su propia experiencia 9 Antes hay que recorrer paciente y fielmente el propio camino 10 Otra tentación: afligirse por los “pecados y faltas que ven en los otros” ¿Es que nos sentimos ya “mejores” que los demás? “Procuren siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otras” 11 Advertencia a “los que discurren mucho con el entendimiento”: Que no se les vaya todo el tiempo en esto Que se pongan “delante de Cristo” No todo es hacer nosotros (reflexionar, meditar, discurrir…) 12 Se justifica por ser tan prolija en estos consejos y avisos 13 Un ejemplo de cómo haberse en la oración: La escena de Jesús atado a la columna Cómo meditar y reflexionar la escena evangélica (Se interrumpe ella misma, y retomará el hilo en el párrafo 22) 14 Un criterio práctico: Mire en lo que aprovecha más El Maestro de oración: puede ayudar y puede obstaculizar Depende si él tiene o no experiencia personal del camino de la oración 15 Flexibilidad en el camino de la oración: No siempre se puede estar en lo mismo No repetir siempre las etapas superadas (aunque a veces sea bueno retornar a las primeras experiencias. No detener el progreso espiritual 16 El Maestro debe tener EXPERIENCIA y LETRAS Importancia de ambas cosas 17 Preciosa confesión de su estilo pedagógico Importancia de dejarse guiar por quien tiene letras (= persona bien formada y con criterio) 18-20 Su experiencia en el tema, desde la cual aconseja a los demás
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21 Oración a Dios por los maestros letrados 22 Lo importante: “Que comiencen camino tan alto de manera que vayan puestos en verdadero camino” Vuelve al tema interrumpido en el número 13: orar la escena de Cristo atado a la columna: - reflexione - no se canse en ello - se esté allí con él, acallando el entendimiento Pasar suavemente de una oración más discursiva hacia otra más reposada, amistosa, contemplativa.
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Algunas enseñanzas principales y puntos para la reflexión: • Este capítulo es complemento y contrapunto del anterior. En el capítulo anterior hacía un llamamiento a la humildad: no pretender lo que está por encima de nuestra capacidad y nuestras fuerzas, dejando todo en manos de Dios. • En este capítulo, Teresa nos advierte frente a la falsa humildad, la pusilanimidad, que puede recortar nuestros horizontes espirituales y bloquear nuestro camino de oración. • Nos lanza hacia los grandes ideales, los amplios horizontes, los deseos grandes. • Nunca pierde el equilibrio. Humildad y osadía se dan armónicamente en quien vive desde un hondo y realista sentido de Dios. Cualquiera de los dos extremos es peligroso: nos haría frustrar nuestras posibilidades orantes. • Insiste en la necesidad de superar la tentación autodidacta: es necesario un maestro en al camino de la oración. • El maestro debe reunir dos cualidades esenciales: experiencia (ser “espiritual”) y doctrina (ser “letrado”). Teresa rompe una lanza a favor de los letrados. • La “verdad” debe ser la base de una vida de oración: “espíritu que no vaya comenzado en verdad, yo más le querría sin oración” (16). • Y advierte contra una falsa espiritualidad no fundada en la verdad: “De devociones a bobas nos libre Dios” (16).
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