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Dicen por ahí que para la creatividad no existe pandemia...

Por Alejandra Ballina*

Te invitamos a colaborar en nuestra edición de TeatroMyLove! de agosto, decía un lindo y amable mensaje... La premisa es un futuro hipotético en el que no podamos volver jamás a las salas de teatro, ¡¿Qué qué?!... pensé… ¿¡Por qué me torturan asííí?!

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Imaginar una vida sin teatros de aquí a la eternidad me parece una imagen sacada de la tragedia Shakespeareana más cruel y sangrienta.

Pero a ver, partamos de que al principio de esta pandemia los teatreros decidieron cerrar sus temporadas, incluso antes de que el gobierno se los ordenara. Por congruencia, por responsabilidad y por respeto. Los teatreros somos sobrevivientes y resilientes, y siempre lo hemos sido, la naturaleza de nuestro hacer es malabarear retos que van desde: trabajar con presupuestos limitados, con el tiempo en contra, intentando llevar a la gente al teatro, resolviendo cómo contar una historia, cómo construir un personaje, cómo crear un código en común.

Así que, ante el cierre de nuestros espacios y la imposibilidad de crear colectivamente de manera presencial, yo sabía que no nos íbamos a quedar quietos y esto es porque la gran mayoría de los que nos dedicamos a las artes escénicas, lo hacemos porque nos apasiona, y porque cumple una necesidad casi tan importante como respirar.

Así que de inmediato comenzamos a buscar las formas de compartir nuestras obras en streaming. Llovían y llovían enlaces y archivos. La agenda se comenzó a llenar con cosas que ver y no sólo de México, sino obras de todo el mundo, unas bien grabadas, otras mal grabadas y de ahí nos dimos cuenta de la importancia de contar con un buen registro de nuestras puestas en escena.

Después surgieron lives, entrevistas, lecturas, cuentas especializadas de Instagram, foros, páginas de Facebook, videos de canciones reuniendo elencos y un sin número de etc. que nos permitían estar en contacto unos con otros y sentirnos activos y compartiendo nuestro quehacer. Cumpliendo así nuestra necesidad de estar juntos, de hablar de teatro para mantenerlo vivo, de reflexionar acerca de él y sabiendo que aun estando cada uno aislado transmitiendo desde su cocina, estudio, jardín, dormitorio e incluso baño, nos sentíamos acompañados.

Curiosamente la segunda necesidad que nos surgió fue la de capitalizarnos con nuestro trabajo, mmm interesante; estábamos tan ansiosos y desesperados por no dejar que el teatro desapareciera, que antes de pensar en obtener recursos para comer, para pagar la renta y las cuentas, pensamos en compartir gratuitamente nuestras obras para que la gente no se quedara sin entretenimiento y/o cultura. Y como los que hacemos teatro generalmente vivimos de lo que trabajamos, súmenle las taquillas cerradas… pues… ¡a utilizar esa creatividad para vender cuanta cosa se nos ocurría, dar talleres y cocinar panqués!

Y luego… comenzamos a crear nuevos lenguajes, obras en línea, experimentos teatrales que generan espectáculos nuevos y que resultan ser interesantes. Entrar en la discusión de si es teatro o no es teatro, ¿importa, qué tal que lo llamamos lenguaje Zoom-omotográfico y nos dejamos de polémicas? Es lo que hay ahorita, tomémoslo como una herramienta para ensayar y hacer lecturas y clases en línea (algo que hubiéramos pensado inadmisible hace algunos años). La tecnología nos está permitiendo estar cerca, comunicarnos, y se presenta ante nosotros como la oportunidad de crear un nuevo lenguaje que, a través de los dispositivos electrónicos, nos da el chance de estar conectados, todos al mismo tiempo viendo una transmisión en streaming o una master class. Saber que en muchos lugares del país e incluso del mundo estamos viviendo lo mismo, al mismo tiempo, me parece mágico y surrealista a la vez. Poder estar conectados y unidos, aun cuando lo que tenemos que hacer para mantenernos a salvo es estar aislados.

La música se compone de notas, pero también de silencios. Estamos atravesando por uno de esos silencios. Así que aprovechemos esta pausa para crear, para reflexionar, para extrañar los escenarios, para poner a prueba nuestra creatividad. Para cuando volvamos, porque no hay manera de pensar que no lo haremos, tengamos mucho que decir y el público mucho que escuchar. En este momento en donde más aislada he estado físicamente,

📷 / Aziz Acharki / Unsplash

no ha habido un segundo en el que me sienta sola y eso es gracias a todo esto que estamos compartiendo, descubriendo y experimentando los que hacemos, consumimos y amamos al teatro.

*Alejandra Ballina es comunicóloga de formación, encontró su pasión en la dirección escénica, estudió en Londres, pero se formó asistiendo a muchos reconocidos directores nacionales e internacionales. Productora por defensa propia. Le encanta dar clases. Trabajó como gerente de elenco de la Compañía Nacional de Teatro. Musicalera de corazón, por lo que ser directora residente de Les Misérables México la hizo muy feliz.

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