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Me imprimo el arte

Ser absurdo dentro de la realidad

Por Alfredo Millan

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Una pandemia que se representa o que puede verse como un acto escénico que penetra para manifestar su elocuencia en la brutalidad, la laceración, la impotencia, la muerte y en el cruce inevitable con el arte: “ese no lugar donde la mente se va y no sabes exactamente cuándo volverá”. El desastre invisible ante un pretender en la voracidad de la auto expresión en el límite muy efímero entre la locura y la cordura. El sueño de la razón produce monstruos, decía Goya. Ahí donde el arte se levanta ante la tragedia… la escena de la destrucción.

—Se abre el telón como un gran óleo sobre la tabla, “obra moral que muestra el triunfo de la muerte sobre las cosas mundanas. Un ejército avasallador de esqueletos devorando a la tierra. Una crítica mordaz, dolorosa, oscura, pesimista y sarcástica”. Así, el pasado se convierte en presente y la muerte pasa por todas las variantes posibles en un ser descompuesto que se alimenta de los vivos, una pandemia abrumadora que suscita con gran fuerza un manifiesto donde el arte, así como el amor, no podrán detener la causa con nombre de muerte. Familias, viejos, jóvenes; sucumben con la muerte, maestro del disfraz, y que toma todas las formas necesarias para su negocio en su melancólico dolor atragantada con la forma más absurda e hipócrita de mirar con desprecio.

Así, el pasado se convierte en presente y la muerte pasa por todas las variantes posibles en un ser descompuesto que se alimenta de los vivos, una pandemia abrumadora que suscita con gran fuerza un manifiesto donde el arte, así como el amor, no podrán detener la causa con nombre de muerte.

Debemos agudizar los sentidos para percibir esos pequeños detalles y que la multiplicidad de fragmentos, sin sentido, puedan adquirir significados sustanciales con la crítica severa a la falta de conciencia. Que el esquema narrativo y acumulativo determinen la interpretación adecuada de las imágenes de una sociedad individualista, buscar la razón en el significado real de la manifestación artística —el arte escénico— que consiste en ocultar lo extraordinario en lo ordinario a la pregunta que persiste: ¿Hace alguna diferencia que el arte muera o que lo asesinemos? Debemos preguntarnos si el arte actúa en su propio nombre o si tiene un maestro que la ilustre. El arte como sentido de vida a pesar del disfrute perturbador y doloroso de recorrer el confinamiento, pero también por las emociones incentivadas de las artes escénicas en la pandemia, es el arte, como esa vela que ilumina levemente la oscuridad.

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