VERSIÓN PRELIMINAR, PARA USO INTERNO
Presidenta de la Nación Dra. Cristina Fernández de Kirchner Jefatura de Gabinete Dr. Juan Manuel Abal Medina
Ministro de Educación Prof. Alberto Sileoni Secretaría de Educación Lic. Jaime Perczyk Jefatura de Asesores de Gabinete del Sr. Ministro A.S. Pablo Urquiza Instituto Nacional de Formación Docente Directora Ejecutiva Lic. Verónica Piovani Coordinación Nacional de Tecnicaturas Superiores Sociales y Humanísticas Lic. Gustavo Wansidler
Certificación de Formación Profesional inicial en Economía Social orientada al desarrollo de las comunidades rurales
Grupos, organizaciones y redes MARÍA BELÉN CAIRO SASTRE
Instituto Nacional de Formación Docente Directora Ejecutiva Lic. Verónica Piovani Tecnicaturas Superiores Sociales y Humanísticas Coordinador Nacional Lic. Gustavo Wansidler Área de Fortalecimiento Institucional Responsable Prof. Valeria Frejtman Línea de Desarrollo Profesional Responsable Esp. Marcela Browne Certificacion en Economía social oreintada al desarrollo de las comunidades rurales Lic. Ernesto Crescente Esp. Marcela Browne Responsables Pedagógicas Esp. Marcela Browne Lic. Matilde Latrónico Diseño de soporte Multimedia Lic. Christian Silva Módulo Grupos, organizaciones y redes Autora Lic. María Belén Cairo Sastre Edición y diagramación Trad. Vanesa Frejtman Diseño Gráfico Dg. Natalia Gloverdans Ilustrador Otto Soria
Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Ing. Agr. Carlos Casamiquela Jefe de Gabinete Ing. Hector Espina Secretaría de Desarrollo rural y agricultura familiar Ing. Carla Campos Bilbao Subsecretaría de Agricultura Familiar Sr. Emilio Pérsico Jefe de Gabinete de la Subsecretaría de Agricultura Familiar Sr. Osvaldo Chiaramonte Jefa de Asesores de la Subsecretaría de Agricultura Familiar Docente María Cassino Director Nacional de Fortalecimiento Institucional Ing. Alberto Chiavarino Director Nacional de Protocolos de Producción Artesanal Ing. Juan Pablo Iurman Director Nacional de Industrialización de la Agricultura familiar Dr. Ricardo Vissani
Ministro de la provincia de Misiones Ing. Luis A. Jacobo Subsecretario de Educación Dante Délfor Genessini Presidente Consejo General de Educación CPN. Adolfo Safrán Dirección de Educación Superior Prof. Paola Fabiana Toledo
Grupos, organizaciones y redes
Indice INTRODUCCIÓN
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CAPÍTULO 1. Grupo; mucho más que andar con otros 1.1. Los grupos y la actividad de lo grupal 1.2. Hacia un concepto de grupo 1.3. Sonría, ¿una foto grupal? La dinámica de los grupos 1.3.1. Texto y contexto
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CAPÍTULO 2. Actitudes, roles y clima social 2.1. Actitudes personales en el ámbito de lo grupal 2.2. Roles sociales: los complejos mecanismos de asunción y adjudicación 2.3. Roles sociales 2.3.1. Estilos de liderazgo 2.4. Tufillo grupal: el clima que se percibe 2.5. ¿Qué es un equipo?
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CAPÍTULO 3. Comunidad: un concepto escurridizo 3.1. Hacia una posible conceptualización de comunidad 3.2. Trabajo comunitario
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CAPÍTULO 4. Instituciones y organizaciones 4.1. La búsqueda de una delimitación conceptual 4.2. Lo instituido y lo instituyente: puja y dinámica institucional 4.3. Las formas de la participación 4.4. Distintos tipos de organizaciones 4.5. La hegemonía de la cultura institucional formal
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4.6. Organizaciones con menor grado de formalidad
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CAPÍTULO 5. Redes sociales 5.1. Redes sociales o La enseñanza de Rosita, La Loca 5.2. Segundo momento de pantalla grande: La estrategia del caracol 5.3. Comunicación humana y supervivencia 5.4. Elementos de la comunicación 5.5. Comunicación y movilización 5.6. Lo público y lo privado 5.7. Palabras finales… Para volver a empezar
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Por razones estrictamente gramaticales y para facilitar la lectura, en este módulo usaremos el género masculino para referirnos tanto a varones como a mujeres.
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Introducción A los lectores de este módulo para el aprendizaje:
el que podemos dialogar, unos con otros, desde esa humanidad que nos iguala y que nos vuelve repentinamente tan idénticos. Si logramos construir ese diálogo, ese intercambio que tanto nos ensancharía la vida a cada uno de todos nosotros, entonces este módulo habrá encontrado su sentido.
“No educa, sino el hermano”1
E
l presente módulo para el aprendizaje pretende convertirse en un instrumento útil, que desarrolle teóricamente los contenidos del espacio formativo “Grupos, organizaciones y redes”; a la vez que otorgue herramientas dinámicas que le permitan al estudiante llevar a la práctica esos conocimientos, en sus lugares de desempeño. Sabemos que se aprende mientras se hace y que cuando hacemos, aprendemos; así, la teoría y la práctica que tantos teóricos quisieron vanamente disociar, no son más que las caras de una misma moneda. La praxis en cambio, es ese círculo interdependiente que, en tanto rueda desde la teoría hacia la práctica, desde la práctica hacia la búsqueda de esos postulados teóricos que le otorguen comprensión va, mediante la acción del sujeto, construyendo nuevos conocimientos. Tal vez por ello, en estas páginas se encuentren tanto citas académicas como sugerencias de actividades; relatos cotidianos como fragmentos de textos literarios, música y obras plásticas. El más amplio de los sentidos del módulo es que tan pronto como el lector se incorpore a la trama inacabada, ésta se complete en su propia cadena de interpretaciones y significaciones; que sea el ocasional lector quien lo ilustre con sus experiencias más vitales: con sus lecturas anteriores, con los relatos que guarda desde niño, con los olores de su tierra, con su abanico de anécdotas. Justo allí, este módulo cobrará la vida plena para la que fue concebido. No es en una letanía que se repite como plegaria resignada donde este material se va a sentir cómodo; sino en la crítica comprensión de quien lo tome entre sus manos, lo complete, lo ilustre y lo ponga en tela de juicio, haciéndolo propio. Este módulo es, finalmente, un espacio para andar juntos, para recorrer palmo a palmo un territorio en
M. Belén Cairo Sastre Agosto, 2013
1• N. a.: Hace muchísimos años que esta frase me acompaña, casi como un dogma. Muchas fueron las veces que la cité y que intenté saber quién la había dicho. No encontré la referencia. Mi recuerdo la tiene unida a una lectura de Raúl Scalabrini Ortiz; pero no pude hallarla allí. Tal vez, yo misma la pensé a partir de esa lectura, como me sugirió un día mi querido Eugenio. No lo sé. Pero no admito que el sólo hecho de no encontrar la fuente tenga que privar(nos) de citarla. Tal vez, algún lector avezado venga en mi ayuda.
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Capítulo 1 Grupo; mucho más que andar con otros 1.1. Los grupos y la actividad de lo grupal 1.2. Hacia un concepto de grupo 1.3. Sonría, ¿una foto grupal? La dinámica de los grupos
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n este capítulo reflexionaremos sobre qué es un grupo y cuáles son conjuntos de personas, pero no son grupos. También comprenderemos que los grupos no son estáticos, sino dinámicos y que el contexto aporta datos y guiños que nos permiten significar de manera más precisa al texto.
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1.1. Los grupos y la actividad de lo grupal ¿Cómo pudimos? Eduardo Galeano Ser boca o ser bocado, cazador o cazado. Ésa era la cuestión. Merecíamos desprecio o a lo sumo lástima. En la intemperie enemiga, nadie nos respetaba y nadie nos temía. La noche y la selva nos daban terror. Éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros inútiles, adultos pocacosa, sin garras, ni grandes colmillos, ni patas veloces, ni olfato largo. Nuestra historia primera se nos pierde en la neblina. Según parece, estábamos dedicados no más que a partir piedras y a repartir garrotazos. Pero uno bien puede preguntarse: ¿No habremos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida? Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, ¿habría durado algo más que un ratito en el mundo?2 La primera palabra que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de grupo es otros; y es que un grupo son, por lo menos, dos personas que comparten algunas ideas, que tienen expectativas. Es decir, que esperan algo juntas, que tienen valores comunes que los hacen elegir; esto es, tomar y dejar, aceptar y rechazar; que respetan una legalidad, un límite y que comparten una misma cultura. Un grupo, además, cuando tiene que presentarse ante otras personas, lo hace como tal: “Yo soy Esperanza, de Agricultura Familiar de Tobuna” “Somos de Agricultura Familiar de Tobuna”
2• Galeano, E. (2008). Espejos. Barcelona. S. XXI editores.
Y observemos esos “de”, porque lo que nos sugieren es pertenencia, identidad. Cuando participamos de un grupo somos parte, pertenecemos. En el caso de este ejemplo, esa tal “Esperanza” se presenta como parte de dos grupos: el de la Agricultura Familiar (como agricultora) y el de la ciudad misionera de Tobuna (como ciudadana). En el segundo caso, el grupo se presenta como identidad propia, borra las individualidades en la misma presentación y se exhibe como un todo. Entre las personas que conforman un grupo hay una historia que comparten y que conocen, porque es una historia propia de ese grupo. A partir de ciertos diálogos se fue construyendo conocimiento de sí y de los otros, se fue armando un relato compartido, un modo de contar y de recordar las experiencias, las anécdotas; algunas de las cuales suelen ser parte del discurso de presentación ante el resto de las personas. En este sentido, entre los integrantes de un grupo hay cierta complicidad, en el más bonito de los significados de esta palabra. Complicidad que es dada por el conocimiento propio, por el conocimiento que tenemos de los otros y por el conocimiento que tenemos del grupo del que formamos parte.
Momento de Reflexión Como dijimos, todos formamos parte de diferentes grupos. Confeccionen una lista de los grupos a los que ustedes pertenecen. ¿Cuál es la característica esencial de cada uno de esos grupos? Escríbanlas.
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1.2. Hacia un concepto de grupo
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l comienzo de todos los comienzos los humanos necesitaron andar juntos como modo de protección. Los peligros ante los animales salvajes, las dificultades para cazar grandes presas, los rigores climáticos, los traslados a grandes distancias, todo se soportaba mejor si andaban juntos. Así, el hombre pasó de ser un “ser temeroso” a sentirse más seguro; de ser un “ser indefenso” a crear, cooperativamente, las primeras herramientas. Surgió entonces, lo que se conoce con el nombre de “horda”. Las hordas, según Émile Durkheim (1985), son un tipo de sociedad en el que el único lazo de cohesión son las afinidades, sin necesidad de estructura de ninguna clase y de base igualitaria; lo que hoy llamaríamos movimiento de liderazgo informal (cuestión que abordaremos en el capítulo dedicado a roles). Las hordas se trasladaban continuamente en busca de alimento. Probablemente, todos los humanos vivieron en hordas hasta la adopción de la agricultura, unos 7000 años a.C. Aproximadamente hacia el año 4000 a.C., la agricultura ya había reemplazado a la caza como forma básica de producción de alimento en todo el mundo, lo que implicó que aquellas hordas se juntaran con otras y compartieran un territorio determinado. A partir de allí se conformaron los clanes, unidos por una relación de parentesco (real o mitológica) y por el reconocimiento de un antepasado común. Los miembros de un clan se relacionaban mediante lazos solidarios; es decir, estaban obligados a prestarse ayuda unos a otros, participaban juntos de ritos y de ceremonias y se defendían ferozmente de los ataques externos. Cuando varios clanes se asentaron en un mismo territorio y comenzaron a compartir el mismo dialecto se conformaron las tribus. Aunque aún hoy no hay acuerdo entre los cientistas sociales para defi-
nir tribu, se sabe que, además de compartir el lugar y la lengua, tenían la misma religión y costumbres similares. Este brevísimo recorrido histórico por algunas de las formas más primitivas de los agrupamientos humanos tiene la intención de llevarnos a una definición más o menos acertada del concepto de grupo. Sin embargo, aunque a primera vista pueda parecer tan sencillo el hallazgo de tal definición, muchos teóricos de diferentes adscripciones se pronunciaron de manera distinta, según el aspecto de esta constitución que decidieron privilegiar: algunos de ellos ponen el énfasis en las interrelaciones de sus miembros, otros en la identidad, en la dependencia, en la finalidad del grupo, en los afectos que circulan, en los roles, en las cuestiones del poder, etc. Así, la aproximación al concepto de grupo, nos obliga a realizar un recorte y a tomar la decisión de explicitar al menos dos definiciones, entre muchas otras posibles: aquellas con las que acordamos y a las que haremos referencia, indistintamente a lo largo del módulo cada vez que aludamos a grupo.
Para tener en cuenta Enrique Pichón-Rivière (1907-1977) fue un médico psiquiatra suizo nacionalizado argentino, considerado uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina y generador de la teoría de grupo conocida como grupo operativo. En la década de los cuarenta se convirtió en uno de los miembros fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y en la década de los cincuenta participó en la creación de la Primera Escuela Privada de Psicología Social y del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES). La originalidad de su teoría se basa en la visión dialéctica del funcionamiento de los grupos. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Enrique_Pichon-Riviere
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Pichón-Rivière entiende que un grupo es un conjunto restringido de personas que, ligadas por constantes espacio temporales, y articulado en su mutua representación interna, se propone en forma implícita y explícita una tarea que conforma su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles. Un ejemplo muy común de grupo lo constituyen los estudiantes que se reúnen para llevar a cabo un Mapa Territorial de los medios de comunicación masiva locales, como trabajo de campo para un espacio formativo particular. Continuando con el desarrollo, de acuerdo al marco teórico de la psicología social, la meta de los grupos operativos es aprender a pensar. Aquí no podemos perder de vista que el pensamiento y el conocimiento son siempre producciones sociales. En todos los casos y de todas las formas, para aprender a pensar las personas necesitamos de un otro, ya sea con su presencia, con su discurso, su diálogo u otras formas de expresión; pero pensar es siempre pensar en grupo. Otra voz que traemos al presente texto, con la idea de seguir profundizando la noción de grupo es la del insoslayable francés Didier Anzieu.
Para tener en cuenta Didier Anzieu (1923-1999) fue un psicoanalista francés, conocido por sus estudios sobre el autoanálisis de Freud y la dinámica de grupos, así como por su teoría del “Yo-piel”, que describe la formación del pensamiento y de la personalidad a través de las experiencias táctiles.
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Este estudioso, especialista en dinámica de grupos, expresó que: “No existe ninguna posibilidad normal de que una persona esté psicológicamente aislada de otras, y (que) el estudio de las relaciones con los demás es un capítulo necesario de la psico-
logía individual” (Anzieu, 1998: 34). Asimismo, Anzieu, define al grupo como “La pluralidad de individuos que se hallan en contacto unos con otros, que tienen en cuenta la existencia unos de otros, y que tienen conciencia de cierto elemento común de importancia” (Íb.: 19). Habremos de advertir que en esta definición aparece la conciencia de saber que los otros están y que, efectivamente existen allí, a mi lado. Siguiendo con los estudios de Anzieu (Íb.), éste clasifica a los grupos humanos en: • Muchedumbres • Bandas o Barras • Agrupamientos • Grupos Primarios • Grupos Secundarios La muchedumbre son esos cientos, a veces miles, de personas que se encuentran reunidas en un mismo lugar sin haberse puesto de acuerdo para ello. Son personas que no tienen necesidad unas de las otras para llevar a cabo sus objetivos. Por ejemplo: las personas que van a una feria determinada. Van allí porque tienen el objetivo, más o menos común, de comprar sus productos a precios razonables, quieren comprarle directamente al productor, quieren evadir a los intermediarios o incluso acceder a productos cuya procedencia pueda ser conocida, etc.; pero el logro de esos objetivos se llevará a cabo en forma individual, no hay una relación de dependencia entre unos y otros. La banda o barra está constituida por personas que se reúnen con otras que piensan y viven de manera parecida y por ello “andan” juntas. La banda (o barra) ofrece a sus miembros seguridad y afecto. Su objetivo fundamental radica en ese “andar juntos”; sin embargo, no tienen un quehacer común. Es decir, importa más la unión en sí misma que las actividades que puedan realizar. Un ejemplo de banda lo constituyen “los pibes de la esquina”: van de un lado a otro, se visten de manera similar, se cortan el cabello con estilos parecidos, etc.; pero no llevan a cabo una acción particular que resulte el eje de esa juntada y que vaya más allá de la juntada misma.
Grupos, organizaciones y redes
Los agrupamientos, en cambio, están formados por personas que se reúnen con cierta frecuencia y para tratar objetivos comunes. En los agrupamientos no resulta de importancia la cantidad de miembros ya que el eje está puesto en el interés común. Por ejemplo, los partidos políticos, los Sindicatos. Los hay más y menos numerosos, se reúnen en sus sedes para discutir ideas y acordar acciones; pero no importa ni siquiera que sean siempre las mismas personas. Los grupos primarios o pequeños están constituidos por un número de integrantes relativamente reducido, que se unen mucho más por los afectos y la solidaridad, que por sus relaciones formales. Se vinculan cara a cara, cada uno tiene una percepción individualizada de los otros. Estos grupos inciden en los ideales de sus miembros, quienes a su vez afirman la personalidad dentro de éstos. Las personas pueden mostrarse más espontáneas, comunicar sus pensamientos sin temor a las críticas y ser aceptados por el resto sin exigencias extremas. Ejemplos típicos de grupos primarios son la familia y los amigos. En los grupos primarios (exceptuando a la familia), tanto los vínculos como los modos de relación son informales, surgen por afinidades y creencias comunes, actividades compartidas, etc. Su integración se establece en forma gradual, las obligaciones no son vividas como exigencias sino como mutua cooperación. Destacamos aquí que, en el grupo primario “Familia”, se entretejen el niño, la función materna, la función paterna y ese “llamado a la vida” que arranca en la elección del nombre -con su supuesto de identidad-, la circulación de afectos y de legalidades. Los grupos secundarios en cambio, se organizan de acuerdo a fines compartidos o en función de intereses comunes. No son tácitos o implícitos (como sucede con los grupos primarios); los grupos secundarios son explícitos, conocidos por todos. Sus normas de funcionamiento están generalmente escritas en reglamentos o estatutos. El número de miembros es variable aunque, en general, no se conocen entre todos. Dentro de los grupos secundarios hay numerosos grupos primarios. Tienen una
organización formal y la cohesión grupal depende de los objetivos compartidos y no de lazos afectivos. Un ejemplo común puede ser el de los agricultores de la Economía Familiar de Virrey del Pino, conformado por muchas familias bolivianas que trabajan las tierras juntas, venden lo que producen, tienen acuerdos explicitados respecto de las funciones de cada trabajador; pero no todos se conocen ni están juntos por otro motivo que no sea la agricultura familiar.
Momento de Reflexión Los invitamos a releer la clasificación de los grupos humanos de Anzieu y buscar para cada uno un ejemplo conocido por ustedes. Es impor tante que contextualicen los ejemplos en el ámbito local.
“Dime con quién andas y te diré quién eres”, solía decirme mi abuela en la época en que la infancia se me empezaba a escurrir. Por aquellos días yo no podía sospechar los alcances de esa advertencia; pero sí percibía la necesaria referencia a los otros, a esos que podían conformarme, a esos que tenían algo parecido a mí y a los que yo me podía parecer. ¡Y así era, y así es! Cuando pertenecemos a un grupo, ese grupo nos constituye, del mismo modo que nosotros constituimos al grupo. Somos formados por el grupo que formamos. Claro está que mi abuela, siempre de batón y delantal de cocina, no podía ponerle estas palabras interpretativas a la cuestión de lo grupal; pero está claro también, que cualquiera de nosotros, como mi abuela, puede observar en su propia existencia cotidiana algunos de los lazos que nos unen a los grupos de los que somos parte. Esos lazos, como tales, a la vez que comunican, amarran; estamos sostenidos y somos sostén. Pero ¡Cuidado! ¡No soy el Grupo! ¡Esas sí eran co-
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sas de mi abuela! “¡Cada uno es lo que es y anda siempre con lo puesto! Como dice la canción que popularizó el Nano.3 Dicen que el hombre no es hombre Hasta que no oye su nombre De labios de una mujer Puede ser Antonio Machado Casi por pura intuición el poeta español declama que sólo se constituye a partir del llamado de un “otro”. Un otro que al nombrar conforma, da existencia, entidad; pero que jamás deja de ser ese otro, ni él ese él.
Momento de Reflexión
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Una vez Dios se metió en los sueños de un niño y le dijo: -“Mi niño, quiero mostrarte qué es el infierno y qué es el cielo. ¡Vení conmigo!” Juntos entraron a una habitación con una larga mesa y mucha gente sentada alrededor. En el centro de la mesa había una olla con un guiso delicioso. Al niño se le hizo agua la boca, con sólo sentir su aroma. Sin embargo, toda la gente que estaba ahí, sentada a la mesa estaba padeciendo hambre. Se los veía grises y desesperados. Entonces el niño vio cuál era el problema: las cucharas para servirse el guiso eran tan largas, que no les alcanzaba el brazo para llevárselas a la boca y, cada vez que intentaban comer, se les caía todo el guiso al suelo. Esto realmente es el infierno, pensó el niño para sí. Dios lo llevó, entonces, a otra habitación, exactamente igual a la primera: la misma mesa, el mismo guiso humeante y perfumado, las mismas cucharas. Pero aquí la gente estaba muy feliz y sonriente. Todos estaban también, muy bien alimentados. 3• “Sinceramente tuyo” Joan Manuel Serrat 4• Cuento tradicional (anónimo). Adaptación libre M. Belén Cairo Sastre. 2013
El niño miró a Dios sin entender por qué estaban todos tan contentos en esta habitación. Entonces, Dios le dijo: -“Mi niño, esta habitación es el Cielo, porque aquí las personas aprendieron a darse de comer unas a las otras.” Anónimo4 1. Les proponemos buscar poemas, refranes, canciones, películas, dichos populares, cuentos, etc. en los que se haga referencia a alguna de las características de lo grupal que ya hemos señalado. 2. Independientemente de la cuestión religiosa, incluso independientemente de la solidaridad (valor en el que nos reconocemos), el relato anónimo habla de grupos. ¿Podrían analizarlo en este último sentido, atravesándolo por los desarrollos teóricos expuestos? Comparen sus análisis con los de sus compañeros de cursada.
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1.3. Sonría, ¿una foto grupal? La dinámica de los grupos “Serán unas veinte personas. Se las ve contentas y tranquilas. Parece que hace calor porque andan en cueros nomás. Están en un patio, comieron juntos, se ve. Pienso que es de noche porque se ven los focos prendidos. Medio chico es el patio, pero nuevito si no es por esas baldosas”.5
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ensemos por un momento en aquellas fotografías grupales que habitualmente traen los estudiantes que están a punto de egresar, las personas que participaron de la cosecha (y de su fiesta final), los viajantes a su regreso, etc. A menudo en estas fotos quedan capturados, detenidos en su tiempo, algunos momentos sobre los que podríamos aventurar algo sobre el clima (por las vestimentas, por ejemplo), el ánimo grupal (tal vez por las sonrisas o los abrazos), parte del entorno (río, montaña, aula, etc.). Asimismo, hay un enorme cúmulo de información que jamás tendremos a partir de esa misma fotografía grupal: cómo llegaron hasta allí, qué experiencias previas tuvieron, anécdotas, conflictos, etc.
Los grupos son un producto social pero más que ello, son estructuras dinámicas. Es decir, son siempre proceso, siempre movimiento. Los grupos, entonces, son estructuras, estructurándose en proceso de desarrollo. Aclaremos un poco: algunos integrantes se retiran del grupo, otros ingresan, algunos permanecen. Aquellos que se retiran dejan su marca y su hueco; diversas acciones y un vacío que llevan sus nombres. Los que se incorporan a un grupo que ya estaba funcionando como tal, aportan sus valores, sus creencias, sus fuerzas de trabajo, sus creatividades; pero también aprenden las lógicas con las que ese grupo funciona, la historicidad que lo constituye, los modos de relación, etc. Tratar de analizar un grupo a partir de “la foto grupal” como elemento sincrónico, estático, es dejar por fuera su mayor potencia: una cosmovisión compartida que permite otorgar significación, tanto a lo que sucede al interior de esos procesos grupales como a lo que acontece por fuera de ellos. La fotografía grupal entonces, no alcanza para dar cuenta del vigor de ese grupo ni de sus constantes mutaciones. Los grupos se juntan para lograr algo que por separado, cada uno por su lado, sería imposible de lograr. Pero en un grupo no sólo pueden cambiar los sujetos que lo constituyen, también pueden modificarse las expectativas grupales, el sentido que se le otorga a las tareas compartidas, la circulación de los afectos, la cantidad de integrantes, las legalidades que lo rigen, el sentimiento de pertenencia, etc. Por eso los grupos, ocasionalmente van para adelante, a veces para atrás y en algunos casos, también desaparecen. Sin embargo, a los grupos que formamos y que nos forman debemos “aprovecharlos, mientras duran”, porque nuestra participación en ellos nos constituye como “sujetos sociales” diferentes de los demás, a partir de los mecanismos de identificación y de pertenencia. ¿Cómo se puede, entonces, aprehender el proceso grupal si es que nunca deja de moverse? La respuesta es: ¡no se puede! El proceso grupal es inasible. Esta misma característica de proceso continuo, este incesante devenir de lo grupal hace que no se pueda aprehender. Aquello que un grupo produce, es la síntesis de múltiples acciones que se combi-
5 • N. a.: el relato es el que, a propósito de la foto, realizó Daniel, un estudiante.
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naron de manera particular en un tiempo y espacio precisos y no puede ser repetido. Cada proceso grupal es, por lo tanto, único e irrepetible.
1.3.1. Texto y Contexto6
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a palabra contexto hace referencia a aquellos elementos que rodean al texto y que van con él. El contexto así entendido, otorga significación particular al texto. Veamos un ejemplo estrictamente lingüístico: en un campo, un peón trabaja en el engomado de la rueda de una jardinera liviana; tiene lijas para raspar, una lata de cola y tachuelas de acero. Otro peón, paraguayo él, pasa y dice: ¡Péguele fuerte! Ahora veamos una segunda escena: un arriero traslada el ganado hacia el corral; el alazán se le asusta y dispara. Desde el sulky el patrón le grita: ¡Péguele fuerte! En ambas escenas el texto es exactamente el mismo, tal vez sea también idéntica la entonación; sin embargo, la significación de cada uno de esos textos iguales es absolutamente distinta. En la primera escena el péguele es “adhiéralo” y en la segunda escena el mismo péguele es “golpéelo”. Esa significación diferenciada la otorgó el contexto. El texto y el contexto no son el afuera y el adentro, sino que son dos caras de la misma moneda que, como tales, están unidas por una relación de dependencia. Así, lo que sucede en un grupo y el acontecer social, no pueden ser “leídos” en términos antinómicos; ya que el texto grupal y el contexto social están mutuamente referenciados. En este sentido, el contexto es el texto del grupo, ya que no se trata de una realidad externa que influye más o menos sobre los acontecimientos grupales, sino que esa realidad es parte del propio texto grupal y, por eso, fundante de cada grupo. Cuando hablamos de texto grupal estamos haciendo referencia a las formas propias que cada grupo es capaz de construir, corriéndonos de la connotación estrictamente lingüística del término “texto” y ampliándola hasta aludir a su sentido ligado a la productividad. Desde esta perspectiva, el
texto grupal tiene un enorme poder generador de sentidos; a tal punto que los textos posibles de un grupo son inagotables. Tanto el grupo como cada uno de sus integrantes, todos, están atravesados por las múltiples dimensiones de lo social. De este modo, el contexto se hace texto y no hay un adentro grupal y un afuera grupal, sino que entre la sociedad y el individuo existen relaciones de inherencia (uno es inherente, es parte del otro). Siguiendo con este mismo desarrollo, no existe la dicotomía que a veces se intenta instalar: individuo-sociedad. Lo que sí existe y es tantas veces fuente de conflictos, es la tensión entre lo singular y lo colectivo.
Momento de Reflexión
Pawyi Lee. Los ciegos y el elefante. Relieve en una zona de Tailandia
Cierto día se les pidió a seis ciegos que determinaran cómo era un elefante palpando las diferentes partes del cuerpo del animal. Cada uno de los hombres, a su turno, se acercó al elefante y luego expresó: el hombre que tocó la pata dijo que el elefante era como un tronco de árbol añoso; el que tocó su cola dijo que el elefante era una soga;
6 • N. a.: para ampliar este tema ver: Fernández, A. M. (1985). El Campo grupal. Bs. As. Ediciones Nueva Visión.
Grupos, organizaciones y redes
el que tocó su trompa dijo que era como una serpiente; el que tocó la oreja dijo que era como un abanico; el que tocó su panza dijo que era como una pared; y el que tocó la punta del colmillo dijo que el elefante era como una espada. Al tratar de explicar cada uno, cómo era un elefante, se produjo una discusión entre los seis ciegos que, por momentos, parecía insalvable. Entonces, un Rey les explicó: -“¡No discutan! Todos ustedes están en lo cierto. La razón por la que cada uno de ustedes está diciendo diferentes cosas es que cada uno de ustedes tocó una parte diferente del elefante. Por lo tanto el elefante tiene todas las características que mencionaron.” Esta bonita parábola india fue tomada por diversas religiones y recreada por distintos grupos cientos de veces, desde la antigüedad hasta nuestros días, para convocar a diferentes reflexiones. En esta ocasión, la invitamos con su voz a nuestro texto para pensar a los grupos en términos de complejidad. Cuando el rey les advierte que todos están en lo cierto y que lo que sucede es que “cada uno tocó una parte” nos está convocando a entender que el saber sobre el todo sólo lo tiene el grupo y nunca alguno de los sujetos que lo componen y que sólo saben sobre una parte ese todo.
Biblioteca • Anzieu, D. (1999). El grupo y el inconsciente. El imaginario grupal. Dunod. • Durkheim, E. (1985). La división del trabajo social. Barcelona. Ed. Planeta-Agostini. • Fernández, A. M. (1985). El Campo grupal. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión. • Galeano, E. (2008). Espejos. Barcelona. S. XXI editores. • Pichón Riviere, E. (1999). El proceso grupal. Buenos Aires. Ed. Nueva Visión.
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Capítulo 2 Actitudes, roles y clima social “Lo psíquico y lo social son, por un lado, radicalmente irreductibles lo uno a lo otro y, por otro lado, absolutamente indisociables; lo uno es imposible sin lo otro” (Cornelius Castoriadis, 1983).
2.1. Actitudes personales en el ámbito de lo grupal 2.2. Roles sociales: los complejos mecanismos de asunción y adjudicación 2.3. Roles sociales 2.4. Tufillo grupal: el clima que se percibe 2.5. ¿Qué es un equipo?
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n este capítulo vamos a pensar sobre las diferentes actitudes que podemos tener cuando participamos de un grupo, en los roles que el grupo adjudica y que los actores asumen, en los distintos tipos posibles de liderazgo y en el concepto de equipo.
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2.1. Actitudes personales en el ámbito de lo grupal Dado que los grupos están formados por personas y que, como sabemos, las personas somos complejas -tanto que no siempre reaccionamos del mismo modo, ni siquiera ante las mismas circunstancias-, nos vemos obligados a señalar que hay actitudes y rasgos de personalidad que pueden favorecer o dificultar el buen desarrollo grupal. En todo grupo surgen conflictos y éstos no son buenos ni malos en sí mismos; siempre son parte inherente de cualquier tarea y de cualquier vínculo social. El tratamiento que hacemos de esos conflictos es lo que marca la diferencia. No obstante, hay algunas actitudes personales7 que favorecen la tarea y que si las tenemos en cuenta, pueden ayudarnos: • Proponer nuevas ideas: cuántas veces se nos ocurre una idea distinta que puede agregar o sumar al desarrollo de lo grupal y por temor a que no sea tan buena como pensamos o por no exponernos no la decimos. Sucede, y sucede muchas veces. Proponer eso que se nos ocurre y nos parece positivo, ponerlo a disposición de nuestro grupo, es tanto un ejercicio de humildad y de sencillez como un acto de generosidad. • Buscar información: en ocasiones, los grupos toman decisiones sin buscar información; en esos casos, se privilegia la opinión. Si no traspasamos esa frontera, seguramente no podremos construir algo que sea nuevo. Para ello, la búsqueda de información, la averiguación de lo que “ya está dicho o hecho” sobre lo que queremos decir o hacer es un paso inicial y esencial. Además, cuando un miembro de un grupo aporta información a su grupo está
aportando también una demostración cabal de interés por los procesos grupales y por las acciones compartidas. • Tratar de que todos entiendan: hay ocasiones en las que tenemos muy claro qué decir y, muchas veces, lo decimos sin preguntarnos si todos y cada uno de los demás miembros del grupo entendieron aquello que dijimos, en la medida de lo que deseamos decir. A veces por descuido, a veces por un poco de soberbia. Nunca es bueno que haya quienes queden fuera cuando hacemos alguna propuesta o algún simple comentario. • Dar información: puede parecer poca cosa pero para generar un clima grupal relajado en el que fluya el trabajo colaborativo, es muy importante incluir a todos a la hora de hacer circular la información. En los grupos hay momentos formales destinados a ello; pero también es posible hacer circular la información por los canales informales, como puede ser la casa de un compañero que no pudo asistir a la reunión, la calle o la puerta de un negocio. No retener información como fuente de acumulación de poder y hacerla circular como modo de distribuir horizontalmente ese poder, es una de las actitudes de personalidad que ayudan al buen desarrollo grupal. • Pedir opinión: a veces el propio fragor del trabajo hace que decidamos solos, que tomemos determinaciones que involucran al grupo de manera inconsulta. Pedir más de una opinión y discutir ideas son actitudes que nos enriquecen a todos y nos evita ser únicos responsables de posibles equivocaciones. • Elaborar información: ya describimos la importancia de la búsqueda de información; sin embargo, en tiempos de globalización y de internet, la información que circula es mucha y no siempre fidedigna. Después de la búsqueda (y del encuentro) resulta imprescindible el trabajo de chequear la información, averiguar sus fuentes y seleccionar aquel material que nos resulte útil en función de nuestros fines.
7 • N. a.: la enumeración, no sus descripciones, fueron tomadas de: Quiroga, N. (2012). Grupos y Equipos de Trabajo. Ministerio de Educación.
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• Reformular las opiniones: en ocasiones, para formarnos una opinión sobre determinado tema, hicimos todo un proceso solitario o compartido pero individual. Tal fue ese proceso, que cuando lo compartimos ya como idea, como propuesta, lo tenemos “cerrado”. En esas ocasiones, hasta puede resultarnos sorprendente que otro nos plantee una opinión distinta de la ya formada. Poder escuchar otras opiniones y reformular las nuestras es parte de nuestro aprendizaje de cada día. • Sintetizar las ideas: cuando las ideas se agolpan por muchas o cuando dilatamos una idea, nos corremos de la centralidad, tomamos por caminos aledaños, y la comprensión se dificulta. Tenemos que tratar de comunicar las ideas de manera clara y breve y, como dijimos, que resulte entendible para todos. • Orientar la posición del grupo teniendo en cuenta los objetivos: muchas veces los grupos comienzan con determinados objetivos y el mismo discurrir del proceso plantea “obstáculos de distracción” que hacen que la llegada a la meta propuesta se aleje o que se nos dificulten los accesos. En esas ocasiones es muy necesario un integrante que sea capaz de detener el proceso de distracción y de reorientar al grupo; es decir, de encauzarlo en función de sus objetivos. • Registrar lo que aportan los demás y lo que sucede en las reuniones: generalmente, en el momento de las discusiones, las propuestas, el planteamiento de objetivos, los intercambios, etc., pensamos que todo lo que se está diciendo y escuchando es imposible que nos lo vayamos a olvidar. Sin embargo, si no tomamos nota, si no registramos de algún modo, lo más probable es que pasado cierto tiempo nos olvidemos datos, intercambios, acuerdos, etc. Además, un registro es tanto una fuente de consulta, como una historia y una referencia.
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• Animar a los demás: cuando se presentan los conflictos, en sí mismos ni buenos ni malos, su tratamiento nos exige disposición. En esos momentos,
puede pasar que a alguno o algunos de los integrantes del grupo decaiga, se le bajen las fuerzas, pierda entusiasmo por la tarea, etc. Es en esos momentos, más que en otros, en los que la tarea del animador cobra especial importancia. • Ser solidarios con los demás: si bien la solidaridad es un valor afectivo infaltable en los grupos primarios (o no son tales, como ya dijimos), ser solidarios y demostrar ese ánimo de colaboración, de fraternidad, habitualmente redunda en armonía y buen clima de trabajo; en alegría y mejor disposición. • Tratar de acercar las diferencias entre los otros: en ocasiones sucede que frente a una decisión o discusión, a veces ni siquiera muy trascendente, dos o más miembros de un grupo toman posiciones contrapuestas y, a la vez, tan rígidas que se cristalizan en conflicto. Que otro miembro del grupo intente acercar esas posiciones ayudando a la reflexión puede ser decisivo para destrabar el conflicto. • Expresar con capacidad los sentimientos y pensamientos del grupo: es necesaria aquí la capacidad de interpretar qué se quiere decir a partir de lo que se dice; qué sentimientos circulan a partir de los que se expresan. La explicitación sobre esa interpretación resulta esclarecedora, fundamentalmente, para aquellos miembros del grupo que, tal vez, no tengan acceso a la posibilidad de traducir. Así como hay características o rasgos de personalidad que, tal como se describió anteriormente, favorecen con sus actitudes el buen desarrollo grupal, las hay también, que lo obstaculizan y que ofrecen resistencia a los cambios; algunas de estas actitudes son: • Ser excesivamente crítico: quien tiene una personalidad crítica es alguien que piensa, que razona y que tiene, además, una escala propia de valores y conceptos; pero hay quienes son excesivamente críticos, que se oponen a todas las propuestas que vienen de otros, que sabotean como único rol posible. Esas personalidades obstaculizan el desarrollo
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grupal y generan un tipo de malestar difícil de remontar en el resto del grupo.
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• Defender intereses ajenos al grupo o sólo intereses personales: cuando algún integrante del grupo no se siente suficientemente involucrado con los objetivos grupales o con sus compañeros, puede tener actitudes poco solidarias, centradas en su propio beneficio o en el beneficio de otros con quienes sí se siente identificado.
En este planteo de trabajo les proponemos un ejercicio introspectivo:
• Ser agresivo: la agresividad, en su medida, es un motor necesario para la acción. Cuando alguien es más agresivo de lo saludable, en general, lastima a quienes tiene alrededor y humilla sus logros y acciones.
1. Piensen en sus propias actitudes cuando están en un grupo (preferentemente no elijan el grupo primario familiar). Elijan una actitud que favorece el desarrollo grupal y otra que lo obstaculiza. Descríbanlas.
• Ser negativo o pesimista: a veces, con el ánimo de cuidar del grupo y de alertar sobre posibles riesgos, un poco de mirada pesimista puede colocar en tierra, esto es, darle visos de realidad a momentos de euforia colectiva. Ése no es el pesimista. Cuando el pesimismo domina a algún miembro del grupo es muy difícil avanzar, sumándolo. No se trata sólo de ese que sabotea ocasionalmente y que resume todo lo negativo en sí; se trata del que no puede salir de una visión oscura e imposibilitante.
2. Ahora vuelvan a hacer el mismo ejercicio pero piensen en otra persona de ese grupo: ¿qué actitudes de esa persona favorecen y cuáles obstaculizan el desarrollo grupal?
• Ser dominador; buscar que todos digan lo bueno que es uno, no dejar hablar a los demás y enojarse si no hacen lo que uno propone: todas estas características están resumidas en la primera (ser dominador) y, a la vez, todas aluden a un tipo de personalidad tendiente a cierto narcisismo y que pretende ser el centro de las reuniones, por las buenas o por las malas. Lejos de poder contribuir a la conformación de un grupo de lazos horizontales.
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2.2. Roles Sociales: los complejos mecanismos de asunción y adjudicación
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ara empezar a hablar de un tema complejo e importante para nuestro desarrollo, como lo es la cuestión de los roles sociales, podríamos “entrar” por distintas puertas. Elegimos empezar por decir que hablar de roles es, necesariamente, pensar en el “comportamiento” de un individuo en el seno de un grupo. Sin embargo, iremos metiéndonos en este concepto lentamente para poder entender tanto nuestro modo de actuar en el grupo, como los diversos modos posibles de actuar del resto de los sujetos que lo componen. Así como en el teatro hay una identificación del actor con el personaje, y entonces ese actor toma para sí las conductas del personaje y las hace propias durante el desarrollo de la obra dramática, cada uno de los integrantes de un grupo se siente identificado con un modo de comportamiento particular. El ejercicio real y concreto de esos modos en los que se desempeña una persona en un grupo es lo que llamamos rol. La palabra rol proviene del latín rotulus y significa papel, rollo. Ya en la Edad Media se escribía en ese rollo aquello que los actores tenían que decir; el parlamento que iban recitando de pueblo en pueblo. Los roles son conductas sociales que fuimos aprendiendo desde la infancia en el grupo primario, la familia. Allí, a partir del deseo con su resultante de frustración o de satisfacción, se conforman ciertas matrices de aprendizaje que tenderemos a repetir a lo largo de nuestras vidas, cada vez que atravesemos una situación semejante a aquella lejana; pero siempre a mano de la niñez. Será más
sencillo con un ejemplo: todos nosotros tenemos en el recuerdo conductas de nuestros padres (o de quienes hayan cumplido esa función) que desearíamos olvidar (modos de retarnos cuando hacíamos una travesura, de exigirnos respeto a los mayores, de obligarnos a saludar a alguien que de niños nos parecía francamente detestable, etc). Muchos de nosotros nos juramos no hacer eso mismo con nuestros hijos. Sin embargo, ¿cuántas veces nos sorprendemos diciendo o haciendo con nuestros niños aquello que no íbamos a hacer nunca e incluso, usando las mismas palabras y los mismos gestos que usaban nuestros padres con nosotros? Así son esas matrices de aprendizaje; son como sellos que guardamos en el fondo de la infancia a los que recurrimos permanentemente en busca de respuestas, que retornan fácilmente, con la fuerza de lo naturalizado. A esta altura deberíamos preguntarnos si tenemos, entonces, alguna chance de modificar esas matrices de aprendizaje que cada nuevo conocimiento imprimió en nosotros la primera vez o si, acaso, estamos confinados a cumplir ciertos roles determinados e inamovibles por el resto de nuestra existencia. Tenemos en la manga de la humanidad el as imprescindible de la libertad. Pienso ahora en Sartre, filósofo francés insoslayable, “habremos de Ser lo que hagamos con aquello que hicieron de nosotros”. Revisar el origen de ciertos roles que -como aquellos actores errantes de la Edad Media-, cumplimos casi sin saber por qué, tal vez sea de los procesos más dolorosos (mucho duele, a veces, esa revisión); pero seguro es la única manera de modificarlos y de erigirnos sobre nuestro propio parlamento, de pararnos sobre nuestra más íntima verdad. Retomando la cuestión de la asunción y la adjudicación de roles en la trama de lo grupal, tenemos que explicitar que ese asumir o tomar cierto rol y dejar de lado otros tantos posibles tiene que ver con el contexto que se plantea en un grupo determinado y en un momento determinado. No siempre asumimos el mismo papel. Los roles que asumimos cambian porque cambian, también, los objetos de nuestra identificación; así, porque nos sentimos identificados, espejados, involucrados particular-
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mente con determinada cuestión, asumimos el rol del líder y, en otra ocasión, el de chivo emisario. Para Pichón Riviere (en del Cueto, Fernández, 1985: 27), ese interjuego de los mecanismos de asunción y adjudicación de roles se corresponde con la posición del individuo en la red de interacciones. Esa posición es relativa, como dijimos en el párrafo anterior, y se estructura en función de las expectativas que cada sujeto tiene para sí y en las que el grupo deposita en cada uno de ellos. Apoyado en estas ideas, Pichón (Íb.: 25) construye la técnica de grupos operativos, que posibilita la comprensión de los procesos grupales. Llamamos naturalización a los procesos por los que los sujetos incorporan modelos que se presentan como naturales y autoevidentes y que facilitan la reproducción del orden social.
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2.3. Roles sociales
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i tal como dijimos, es el interjuego de roles el que estructura el devenir de lo grupal, entonces cabe señalar tres roles que podríamos pensar como paradigmáticos: el portavoz, el chivo emisario y el líder. Cuando hablamos del portavoz, hacemos referencia al integrante del grupo que, identificado con cierta cuestión grupal y a sabiendas de que el resto mayoritario de los integrantes piensan y sienten como él, asume la portación de la palabra para expresar esas ideas o sentimientos congruentes. Esto sucede tanto porque él asume ese social, como porque el resto deposita en su participación la voz representativa de todos; proceso que llamamos adjudicación de un rol social. Suele ser bastante común que el portavoz aclare, “no hablo sólo por mí, hablo en representación de todos” o, más velado, “yo lo digo, pero todos acá piensan lo mismo que yo”. El rol del chivo emisario es el de aquel integrante del grupo en el que se depositan (y él asume) los aspectos negativos y atemorizantes de la tarea, de las decisiones o de sí mismo. Generalmente sucede que el chivo emisario siente la segregación por parte de su grupo, mientras que el resto, “sacándose” lo negativo de encima, se ve cohesionado y sin conflictos. Como contracara del rol del chivo emisario e íntimamente relacionado con él está el líder, que es ese miembro en el que el grupo deposita los aspectos positivos de la tarea y de ciertos procesos de construcción de lo grupal. Pichón Riviere (Íb.) agrega el rol social del saboteador, que es ese integrante que asume el liderazgo de la resistencia y en el que se deposita el miedo al cambio, que todo grupo siente desde sus aspectos más instituidos.
2.3.1. Estilos de liderazgo
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ay diferentes estilos de liderazgo que indican, de manera general, un cierto modo de conducción de los grupos. Habitualmente los líderes no responden a un estilo puro pero, para el análisis, suele ser de mucha ayuda la siguiente clasificación: • Estilo autoritario: es un estilo de liderazgo en el que se intenta reforzar la asimetría de poder instituyendo jerarquías insalvables. Los líderes autoritarios suelen ser prejuiciosos y segregacionistas; desvalorizantes de la tarea y las actitudes del resto del grupo, dictatoriales. Respecto de su forma de intervenir: descalifica, ordena qué hacer y cómo hacerlo, pero sin explicar los por qué; decide por el grupo sin escuchar opiniones, acumula información que guarda para sí como fuente de poder y utiliza modos de ordenar imperativos y tajantes. • Estilo permisivo, el que “deja hacer” (también llamado Laissez Faire, en su forma inglesa): es un estilo de liderazgo que está centrado en sí mismo. Este líder es indiferente a los conflictos grupales y no resuelve las dificultades, no destaca la relación del grupo con la tarea, aunque nunca se sabe si percibe esa relación. No guarda información, ni la retiene, deja que cada integrante vaya tomando sus propias iniciativas, o que no haga nada. La actitud dominante es la de la indiferencia. • Democrático o participativo: es un líder seguro de sí mismo, organizador de la tarea, cálido con el resto de los integrantes del grupo, firme en las decisiones y en el modo de llevarlas a cabo (previamente acordado, en muchos de los casos). El líder democrático es solidario, natural, fresco en los vínculos, cariñoso, interesado realmente por el otro; se permite (y permite al resto) gozar, trabajar, jugar, planificar la tarea.
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Momento de Reflexión En alguna reunión grupal de la que participen hagan el intento de identificar los roles sociales que en ella cumplen y asumen sus integrantes. Escuchen, vean, tomen notas y, si pueden, transcriba algunas frases que le ayudaron a concretar la identificación. Analicen las actitudes generales del líder y aventuren un posible estilo de liderazgo. Justifique.
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2.4. Tufillo grupal: el clima que se percibe
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uando estamos en presencia de un grupo, rápidamente percibimos cierto clima característico que nos lo hace saber; sin embargo, cada conformación grupal tiene un tufillo que le es propio y que nosotros, en nuestro rol de Operadores habremos de saber identificar. El clima institucional incide positivamente o negativamente en el tipo de vínculos, en el interjuego de los roles y en los intercambios entre los miembros de un grupo. Las personas se sienten más o menos seguras para decir lo que sienten, para plantear acciones, para proponer salidas a los conflictos, etc., en función del clima grupal. Si bien hay mucho de la percepción a la hora de analizar el clima predominante en un grupo, también es cierto que la percepción se aprehende a partir de observar ciertos aspectos que, a menudo, no son determinantes pero sí notables y de gran ayuda cuando recién se inicia la tarea de análisis. Entre esos aspectos a observar citamos los siguientes posibles:
la experiencia en el oficio), entre otras. • Aspectos estructurales: indican desde el tipo de coordinación o dirección hasta el tamaño del grupo. Por ejemplo: la cantidad de miembros, la estructura formal, los permisos y habilitaciones sociales para su funcionamiento, etc. • Aspectos sociales: comprenden la visualización y el tratamiento de los conflictos, el compañerismo y la solidaridad entre los miembros del grupo, la comunicación, entre otros. • Aspectos físicos: a menudo son los primeros con los que nos encontramos; sin embargo, debemos cuidarnos de la naturalización que sucede, a veces, con los espacios físicos. Comprenden: el lugar (la dirección, el barrio), las instalaciones, el color de las paredes, la distribución de los espacios, la temperatura, el orden general de los elementos, etc.
• Aspecto organizacional: alude a las generales organizativas. Por ejemplo: la producción, la rotación del personal, la titularidad y las suplencias, el ausentismo, el nivel de satisfacción de los miembros del grupo, las tensiones entre los distintos actores grupales más allá de los roles de cada uno, etc. • Aspectos personales: hace referencia a las características de cada uno de los miembros, independientemente del resto. Por ejemplo: las motivaciones, las actitudes, el deseo en relación a la tarea grupal, las expectativas, las certificaciones para la tarea que desempeña (tanto las titulaciones como
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2.5. ¿Qué es un equipo?
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n ocasiones, un grupo determina explícitamente cuáles son sus metas, qué programa concreto quiere llevar a cabo, cuáles son sus deseos, sus intereses, sus proyectos particulares; en esas ocasiones este grupo “particular” acuerda objetivos y acciones; de ese grupo, entonces, resulta un equipo. Para que un equipo pueda cumplir con sus objetivos es imprescindible un alto nivel de organización; de modo que haya coherencia en los pasos a seguir y en la distribución de las tareas. En este sentido, son fundamentales la asunción y la adjudicación de los roles específicos. En el seno de un grupo bien puede conformarse un equipo, si es que “aparece” la necesidad específica de concretar una meta determinada. Por ejemplo: algunos integrantes del grupo Centro de Estudiantes “Utopía Estudiantil” de La Matanza, conformaron un equipo de trabajo cuyo objetivo es clasificar las fotocopias del Banco de Recursos para que puedan ser prestadas a los estudiantes que las necesiten, antes de la época de parciales. Para que este objetivo pueda cumplirse se distribuyeron roles, tiempos, tareas específicas, etc. A partir de un grupo se formó un equipo de trabajo. De modo inverso, puede suceder que de un equipo se forme un grupo. Por ejemplo: cuando un equipo determinado cumplió con los objetivos que se propuso y de ese “andar” compartido quedaron el interés por el tema, los lazos afectivos, los relatos por compartir; entonces deja de ser un equipo, porque ya no persiguen una meta concreta, pero continúan siendo un grupo. Sucede bastante a menudo que de un grupo de estudiantes se conformen equipos de trabajo. Los integrantes de esos equipos tienen el fin común de presentar los llamados “trabajos prácticos” en tiempo y forma y de ir aprobando cada materia y cada año, hasta “recibirse”. Cuando finalmente
esto sucede y se reciben, en ese mismo Acto de entrega de medallas, se acabó el equipo; ya cumplió su meta concreta. Sin embargo, esos lazos que se construyeron, ese andar compartido, no se termina de un día para el otro y, en algunos casos, simplemente, no se termina; queda el grupo. En algunas otras ocasiones, también puede suceder que varios grupos formen un equipo; aunque hay que destacar que, cuando hablamos de equipo, nunca hablamos de un número extendido de participantes. Si el número de sujetos que conforman un grupo es suficientemente grande, entonces hablamos de organizaciones; aunque, por ahora, la cuestión de las organizaciones “es harina de otro saco”. Existe una enorme diversidad de equipos: los deportivos (no haré alusión directa al fútbol, porque soy de Independiente, el lector sabrá comprender), los equipos técnicos, los equipos asesores, los equipos de rescate, etc. Cabe destacar que, al igual que en los grupos, la constitución de los equipos también es un “proceso”, y como tal, está dotado de movilidad. En los equipos de trabajo (que son aquellos que tienen como meta, por ejemplo, el desarrollo de un Programa Nacional o de un Proyecto Local, etc.) hay ciertas habilidades que deben estar presentes: • conducción de grupos, • comunicación, • análisis de problemas, • toma de decisiones, • negociación, entre otras. Estas habilidades son las que garantizan la posibilidad de “conducción y gobierno” del equipo; esto es, la capacidad de “hacer” o, dicho más sencillamente, de “hacer que otros hagan”; cuestión que no es menor si recordamos que el sentido del equipo es el cumplimiento de la meta que se propusieron los sujetos que lo integran.
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Momento de Reflexión 1. Les pedimos ahora que nombren un ejemplo de grupo y otro de equipo conocido por ustedes. Compárenlos en términos de semejanzas y diferencias, según el material leído. 2. Expliquen con sus palabras la relación textocontexto en el ámbito de lo grupal. Ejemplifiquen.
Para mirar Para sintetizar lo aprendido hasta acá: ¡Un momento de pantalla grande!
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las que presentó los elementos que intentan dar sustento a esta metodología política: espíritu de grupo, sentimiento de comunidad, ideales comunes, disciplina y ayuda mutua. En apenas unos días el experimento cobró vida propia y alumnos de toda la escuela se unieron a él. Lo que comenzó con una serie de ideas inocuas, se fue convirtiendo en un movimiento real. Los jóvenes se entusiasmaron, se pusieron un nombre, mejoraron en autoestima e iniciativa, superaron sus diferencias sociales, se implicaron en el diseño de un símbolo gráfico, adoptaron un uniforme común y un saludo propio. Las críticas de varias alumnas al experimento -cuestionado también por otros profesores y por grupos anarquistas- llevaron la situación mucho más allá de lo que nadie había imaginado. 2. Una vez vista la película, analícenla a la luz de los conceptos desarrollados hasta aquí. Escriban su análisis en no menos de una. carilla. Les sugerimos ilustrar con la película la mayor cantidad de conceptos vistos que les sean posibles. Comparen su análisis con los de sus compañeros de cursada.
1. Los invitamos a ver la película La Ola (Die Welle) dirigida por Dennis Gansel y estrenada en 2008. Esta película alemana tiene un sitio en la web al que pueden recurrir para ampliar la información sobre ella: www.welle.com. Asimismo, les ofrecemos la Introducción al análisis de la película La Ola realizado por la Lic. Marilina Risso8: La Ola es una película inspirada en los sucesos que tuvieron lugar en una escuela secundaria de California en el año 1967. En aquel momento, el profesor de historia William Ron Jones tuvo que interrumpir el proyecto con el que pretendía demostrar a sus alumnos que aún era posible el retorno de un sistema totalitario. La trama de esta película gira alrededor del profesor Rainer Wenger, a quien le es signado dirigir un proyecto educativo en torno a la autocracia. El profesor Wenger articuló una serie de clases en 8 • Risso, Marilina. Análisis de la película “La Ola”. Introducción. Disponible en: http://www.epsa.org.ar/biblioteca/la_ola.pdf
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Biblioteca • Risso, M. Análisis de la película “La Ola”. Introducción. Disponible en: http://www.epsa.org.ar/biblioteca/la_ola.pdf • Castoriadis, C. (1983). "La alienación y lo imaginario", en: La institución imaginaria de la sociedad, Vol.1, Marxismo y teoría revolucionaria. Barcelona. Tusquets Editores. • Quiroga, N. (2012). Grupos y equipos de trabajo. Ministerio de Educación de la Nación. • Del Cueto, A. M.; Fernández, A. M. (1985). El dispositivo grupal. Pto. II: El interjuego de roles en Lo grupal II. Buenos Aires. Ed. Búsqueda.
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Cap铆tulo 3 Comunidad: un concepto escurridizo 3.1. Hacia una posible conceptualizaci贸n de comunidad 3.2. Trabajo comunitario
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n este cap铆tulo reflexionaremos sobre el concepto de comunidad y sobre el trabajo comunitario. Intentaremos comprender que cuando definimos un concepto (o elegimos una definici贸n) lo estamos cargando con nuestro sistema de ideas.
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3.1. Hacia una posible conceptualización de comunidad ser humano se está comportando de una “E lmanera tal que puede él mismo salirse y des-
aparecer de la Tierra. (…) Por primera vez el ser humano está en condiciones de dialogar con toda la especie humana y hacer algo que jamás hemos podido hacer, que es reconocernos como una sola especie. Si fuéramos capaces de reconocernos todos como una sola especie el hambre sería imposible, la guerra sería imposible, las migraciones y las exclusiones serían imposibles porque cada uno vería carne de su carne y no trataría sino de acoger y ser solidario”9(B. Toro, 2012). El concepto de comunidad es un concepto complejo y en permanente revisión; además y como siempre sucede, depende qué parte del elefante hayamos acariciado para explicar cómo es un elefante (recordemos la famosa parábola india ya citada en este módulo). Para decirlo de otro modo, al decir de Sigmund Freud (1976), “Por desdicha -se lamentaba Freud- rara vez se es imparcial cuando se trata de las cosas últimas, de los grandes problemas de la ciencia y de la vida. Creo que cada cual está dominado en estas cuestiones por preferencias hondamente arraigadas en su interioridad, que influyen, sin que se lo advierta”. Habiendo salvado debidamente esta especie de compulsión por lo subjetivo, tenemos que saber que el concepto de comunidad lo toman: la sociología, hija directa de la filosofía, y la religión, entre otras. Deliberadamente transcribiremos, casi a modo de glosario, las definiciones de comunidad que las distintas concepciones de la sociología privilegian, según P. de Marinis (2012: 15): 1. Comunidad como antecedente histórico de la
sociedad moderna, comunidad como lo que hemos dejado de ser (sociología como discurso explicativo de la emergencia de la modernidad). 2. Comunidad como tipo ideal de relaciones sociales, empíricamente constatable en la actualidad, y dotada de ciertos rasgos o atributos que la harían diferente de otros tipos ideales que suponen su contraste, siendo “sociedad” el más importante de ellos (sociología como ciencia de las relaciones sociales por excelencia). 3. Comunidad como escenario utópico de un futuro venturoso, en el cual habrían de superarse los males y patologías a los que el presente está irremediablemente condenado (sociología como agente impulsor de prácticas políticas). 4. Comunidad como artefacto tecnológico orientado a la reconstitución de los lazos desgarrados de la solidaridad social (sociología como “Consejera del Príncipe” o como ingeniería social). 5. Comunidad como núcleo o sustrato de la vida común, o como “grado cero de la sociabilidad” (sociología como filosofía o, en todo caso como su hija dilecta). Adelantándonos un poco en la misma obra, de Marinis dice: “comunidad no sólo es un objeto preciado de la reflexión de las ciencias sociales y humanas, sino también un formato y un territorio de intervenciones estatales, y un ámbito privilegiado de construcción de sentido e identidad” (Íb.). Acá, me parece, deberíamos detenernos un poco. Ya hicimos un recorrido por el concepto y aclaramos que el camino elegido no es el único, sino uno de los tantos posibles; también tuvimos la posibilidad de observar que, según pensemos a la sociología, será el punto en el que nos paremos para pensar a la comunidad. Ahora, tomemos estos fragmentos de una posible definición: • Territorio: es un concepto de la geografía importado por las ciencias sociales para nombrar a la
9 • Bernardo Toro. Conferencia disponible en: http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=zRM8TznPf0s
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representación del espacio, que se ve sometido a transformaciones continuas por la acción social de los seres humanos y de la cultura. • Intervenciones estatales: toda comunidad es receptora de políticas de gobierno y de Estado, que transforman y (re)significan: planes, proyectos, etc. en salud, educación, transportes públicos, políticas de precios, salarios, seguridad, vivienda, entre otros. • Ámbito de construcción de sentido: la comunidad favorece una construcción de sentidos propios relativos a la misma; una significación que valora o desvaloriza. • Ámbito de construcción de identidad: en el ámbito de una comunidad, sus miembros se sienten identificados; es decir, pueden ver algo de sí en los otros, son parte. Analizar una comunidad, pensando algunas maneras posibles para su abordaje, implica ser capaces de leer el territorio a través de sus formas de producción: cómo se modifica la naturaleza para convertirse en recurso (para quiénes); cómo es la historia de esa comunidad y cómo se manifiesta, si se resguarda o si se vela; de qué modo se explota la potencialidad económica y cómo se distribuye, cuáles son los indicadores culturales que se destacan, entre otras posibles lecturas. Pensamos que la comunidad es el eje vertebral de las relaciones sociales, la que las organiza y les otorga sentido, la que las llena de significaciones identitarias; por lo tanto, pensamos a lo comunitario como el baluarte destinado a reconstituir el tejido social.
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3.2. Trabajo comunitario Para tener en cuenta Compra comunitaria Corrían tiempos difíciles y yo era bastante pobre, también, así que no era fácil el devenir de los días. Cuando uno es pobre y, para colmo le enseñaron que había que ser honesto y limpito parece que no le faltara nada; nada más que el invierno, para completarla. Andá a bañarte: si calentás la olla, se te acaba el gas y si no, te morís congelada. La cosa es que, por esos días vivía cerca del Mercado Central de Buenos Aires; ahí la fruta y la verdura, aunque también algunos quesos y la falda (que, llegado el caso, parece asado de tira) eran mucho más baratos; de modo que, los sábados, entre todos los vecinos poníamos el precio que podíamos y armábamos la vaquita. Con toda esa guita junta (había que ser honesta, nomás, porque era una linda pilita de billetes) y unas cuantas bolsas de dos manijas nos íbamos a pelear precios. Yo me había convertido en especialista: ¿A cuánto la bolsa de papas? ¡Cinco! Tengo cuatro, ¿te va? Que sí, que no, nunca pagaba más de cuatro treinta los cincuenta kilos. Y así con todo: frutas de estación, verduras de época, leches aguadas, quesos sin estacionar, siempre tan parecidos a la ricota magra. La vuelta al barrio era siempre una fiesta, siempre motivo de alegría. ¡Sentíamos el sabor de la abundancia! Y ahí empezaba la repartija: cinco naranjas para cada uno, doce papas, tres tomates, dos ancos, una planta de lechuga criolla, seis
mandarinas, quince cebollas… lo que sobraba de cada vuelta iba para los que tenían más pibes; era una norma que se había instalado sola y nadie, jamás, la contradecía. Después corría la semana y cada uno a lo suyo. Cuando nos cruzábamos nos preguntábamos cómo íbamos con la mercadería, agrias vinieron las naranjas, qué vas a hacer hoy (entendíamos que para comer, porque casi todo nuestro hacer era ir detrás de la comida); y hasta nos pasábamos alguna receta creativa cuando lo que estaba más barato habían sido repollos, brócolis u otras verduras difíciles para meterles a los pibes. Pasando el miércoles ya había que agudizar la inventiva y el ojo a la canasta porque, para el sábado, todavía faltaban unos cuántos días. “El trabajo comunitario es una forma de relacionarnos con el resto de la gente que vive cerca de donde nosotros vivimos. Cerca puede querer decir en la misma cuadra, la zona, el pueblo, la ciudad, la provincia, el país, depende de qué nos propongamos y cuántos seamos. Nuestra tarea comunitaria puede abarcar a mucha gente, muchas organizaciones, muchas instituciones, o ser acotada a un grupo pequeño. Pero sea cual fuere la escala de nuestro trabajo, siempre se inserta en un contexto, es decir que lo que pasa en nuestro pueblo tiene relación con lo que ocurre en la provincia, el país y el resto del mundo. Generalmente las realidades de nuestros vecinos tienen que ver con decisiones que no se toman en el lugar donde vivimos. Nos involucramos en tareas comunitarias porque creemos que nosotros y nuestros vecinos podríamos vivir mejor, porque pensamos que las formas de vida de las diferentes familias es muy desigual: algunos concentran la riqueza y otros viven situaciones de mucha vulnerabilidad. Ante esta realidad injusta, mucha gente, desde hace muchos años, se viene organizando en sus comunidades para desarrollar trabajos contra esas desigualdades. Pero además de saber que la realidad es injusta, es necesario que tengamos deseos y decisión de ayudar a transformar esa realidad. Y fundamentalmente tenemos que confiar en
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que se puede cambiar, en que depende de nuestras decisiones y acciones como comunidad. Ninguna persona por sí misma puede transformar la realidad de las demás; pero entre todos podemos caminar hacia un cambio. En toda comunidad hay gente que piensa diferente que nosotros, se viste de otra manera, le gusta comer otras cosas, se divierte haciendo cosas que tal vez a nosotros no nos interesan, tiene otra fe, etc. Por eso, cuando nos planteamos participar en una experiencia comunitaria tenemos que estar dispuestos a escuchar, a debatir con otros, a respetar los acuerdos, a saber compartir la palabra para que hablen todos y todas. Quien desarrolla trabajos comunitarios no discrimina, no es prejuicioso/a, es solidario, y está siempre atento/a para reflexionar sobre lo que hace, aceptar sus errores, y mejorar. Lo que no hay que olvidar tampoco es que cuando intervenimos sobre nuestra realidad lo hacemos desde nuestras ideas, o sea, por un lado hay que respetar a los demás, y por otro también respetarnos a nosotros mismos/as y hacer valer nuestras convicciones. Y una cosa fundamental: ante cada gran problema que abordemos habrá muchos problemas pequeños que lo conforman. Las cosas no son simples en el mundo en que vivimos. No hay un solo responsable de todos los males, ni hay un benefactor o benefactora a quien le debemos por las cosas buenas. Por eso nos tenemos que preparar para abordar cada problema contemplando la mayor cantidad posible de componentes” (Gall y Fontdevila, 2008).
Para tener en cuenta
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A continuación, transcribimos una entrevista a José Paz; un activo miembro que a fuerza de participación extendió las fronteras de su comunidad:
Entrevista a José Paz, consejero del INTA José Paz es un productor diversificado que se dedica a la explotación forestal, ganadera, agrícola y turística, entre otras actividades nuevas, porque siempre está probando alternativas que lo ayudan a sostener a su familia. Padre de dos varones de 6 y 8 años, este productor bonaerense lleva gran parte de sus 42 años en el Valle Medio y tiene un rol destacado dentro del Consejo Asesor Local de esa Agencia de Extensión, en el Consejo que asesora a la Experimental Agropecuaria Alto Valle y, además, en el Consejo Regional Patagonia Norte del INTA ¿Cuándo surge su interés por la par ticipación? Desde siempre, en casa estuvieron presentes la participación y el trabajo en grupo como generadores y desarrolladores de actividades. Las chacras fueron un proyecto entre catorce amigossocios-compañeros de trabajo. En NVVT, con algunos productores armamos el primer grupo de turismo rural o agroturismo. De ahí en más me fui involucrando y relacionando por muchos sectores y actividades. El consorcio de riego es una de mis ocupaciones participativas y a la fecha la más absorbente. Es un lugar ideal para las transformaciones a nivel grupal, en un medio donde no faltan instituciones... pero que poco se hace por el grupo. Donde existen muchos espacios abandonados y vacíos por sus destinatarios o representados, con una realidad de instituciones no funcionales. Es una lástima ver que estas herramientas (las instituciones) no se usan o aprovechan para mejorar y evolucionar; en fin, para los objetivos con que fueron creadas y sumados los que las diferentes épocas les demandan. No es por casualidad ni por sobrada capacidad que uno participa: los motivos son varios, a veces difíciles de explicar... Cuando un amigo te pregunta “¿cobrás?” “¿para qué lo hacés?” “Vos estás loco”, comentan o piensan. Sí, seguro que esa es una razón, pero hay más. Entiendo que la queja no es el camino y veo, como decía, que los espacios están libres muchas veces.
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Entonces los ocupo y trato de empujar. Así es como puedo entender y ser parte de la realidad, dejando de lado la queja inoperante que nos caracteriza como sociedad. No me creo diferente al inoperante o al que no participa; somos todos, parte del mismo conjunto y por eso partícipes de la misma suerte como sociedad. Sólo que algunos nos animamos... No es ni rápido ni fácil. Tengamos en cuenta que cuando las máquinas (instituciones) no se usan seguido, les cuesta arrancar, se generan conflictos. Es válido el ejemplo del regante cola de canal, que se preocupa del comunero porque si no es el que peor suministro recibe. ¿Cómo nace su vínculo con el INTA? Fue el tema turismo el determinante. Me acerqué a pedir una lista de productores excluidos del sistema y al tiempito teníamos marchando un Cambio Rural, una de las experiencias más lindas de mi vida. Viajes por el país, trabajo en grupo, mucha actividad, gente que aprendíamos a dar, a tener paciencia de aquellos que solo les gusta recibir. Gente que hoy son amigos de la vida... ¡Imagínense! Turismo Rural, nuestro ámbito era el buen comer, el buen beber, las actividades de recreación y el contagiar ese disfrutar de la vida para que tanto los prestadores, los lugareños como los turistas pudiesen entender que en Valle Medio se disfruta lindo de la vida y se comparte con sus visitantes. Del turismo rural y con un trabajo de algunos años en los consorcios empecé a ver las problemáticas de otra forma y a buscar soluciones macro. Los años me están dejando entrever realidades por demás interesantes en lo institucional, que se presentan como herramientas para la mejora de los sistemas productivos, con su consiguiente mejora en la calidad de vida de quienes vivimos en y del medio rural. Así es que de repente aparecí en una reunión de INTA. Sin mucha explicación, sin mucho por qué. Si bien tenía mis rubros por los cuales iba a tironear, traté de entender un poco la cosa. Quienes estaban, y muchos de los de siempre, los "participadores", los que de afuera se ven como unos metidos y desde adentro como los únicos
que se hacen cargo. Lo de metido me lo acredito; lo de sentirme único, estoy lejos. Acá hay gente que participa, algunos ni entienden para qué, pero así lo hacen y lo disfrutan y son el combustible de gran parte de los logros; otros sí entienden para qué participan y tienen un sentimiento común al que le dan un lugar e importancia en su vida; y algunos pocos que se ponen las riendas al hombro y tiran para que los procesos se lleven adelante, para que las cosas se logren, para ayudar a que ese aburrido y lento aparato burocrático que es una institución se dinamice y comience a caminar resolviendo problemáticas de gente real. Un problema de velocidad es lo primero que aparece en esta cuestión de participar. Si las cosas cambiaran a la velocidad que uno las imagina o proyecta podríamos decir que es un sueño, y lo siguiente es el conflicto con el cambio. Es una de las mayores trabas. Otra y muy común, tratar de que en una reunión se aproveche el tiempo, no se haga catarsis y se respete a los demás tiene mucha resistencia; cambiar un horario, un lugar, una forma, un trabajo, una reacción nos duele, nos cuesta, nos aflora esa resistencia. Claro ejemplo de las posibilidades de un Consejo Asesor Local es la inauguración del edificio propio de la Agencia Valle Medio, que es el fruto de que muchos tuvieron la constancia durante años de insistir y la capacidad de hacerlo. A mí me tocó el último tramo, el más gratificante de todos. ¿Cuándo y por qué surge su representatividad, primero en el CAL de la Experimental Alto Valle y en el del Centro Regional? A los dos o tres meses de entrar al CAL, me propusieron representarlos en el espacio de Consejero con que cuenta la Experimental Agropecuaria Alto Valle y de éste en el Centro Regional Patagonia Norte. Sin saber cómo y sin entender mucho las diferencias aparecí en el Consejo Regional. Casi un senador me sentí; no entendía qué hacía uno o el otro, quiénes lo integraban. Había un montón de caras nuevas, muchísimos temas, sí, montones... También contribuyó el momento. Era el primer armado de los proyectos territoriales. Además,
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se estaba cerrando un proceso de auto revisión más que interesante, justo cuando por primera vez se comienza a poner dentro de las prioridades al medio ambiente y la sustentabilidad de los procesos productivos como un eje transversal que a todo afecta. Un poco de timidez, gente con un grado de capacitación que no es habitual encontrarse en la chacra o en el pueblo, gente con ideas, con ganas de trabajar. Nadie pregunta por qué a esta altura; sólo nos reunimos, estudiamos, tratamos de entender procesos, realidades, problemáticas y sugerimos, proponemos formas de acción. No todo es muy rápido. Muchos no sabemos valorar el tiempo de nuestros colegas o estamos verborrágicos o enojados. Reitero: si fuese como uno lo imagina, sería un sueño. La cuestión es que estoy llegando al final de mi periodo de un año, el que se me hizo muy cortito. Los aportes que creí convenientes los hice, como no podía ser de otra manera en cuanto al uso del agua, ese recurso que nos viene sobrando, malgastamos, subutilizamos, y aún peor lo administramos. Hoy es la estrella de la vida; el mundo lo sabe hace años. Acá recién hace poco tiempo, en una institución como el INTA, decidimos comenzar a meternos de lleno, cuando ya nos llega al cuello; no solo la de riego, en todas, que en realidad es una, es la de todos, es la nuestra, la de nuestros hijos y la de los que sigan si es que logramos a través de instituciones como ésta y muchas otras aprender a entenderla y cuidarla como parte fundamental de la vida.
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¿Cuál es su evaluación de este periodo? Al cierre de la etapa creo que el Centro Regional es un espacio más que válido y valioso para potenciar habilidades en objetivos comunes, en realidades pretendidas, lleno del abanico de colores que encontramos en todas partes, pero en un lugar concreto, con medios y objetivos comunes. Esto de ser novato me dejó con ganas de hacer. Ya encontraré lugares... Cuando hay ganas de hacer, nunca faltan ni los recursos ni las posibilidades ni los espacios. También es un lugar de crítica y
de aporte al INTA mismo. La oportunidad está y ése es el lugar. Muchas otras realidades se ven desde el Consejo: la interacción con la política, con los poderes de turno, las pujas internas, las propias incapacidades; en fin, una parte de la realidad interna de una institución con más de 7000 empleados y distribuida en todo el territorio no es poco. Después de todo, es una institución formada por seres humanos, y lejos está de ser exenta de los males que todos cargamos. La experiencia fue muy positiva y me generó, además de conocer gente muy interesante, la posibilidad de entender al INTA desde otro lugar. Espero, con la experiencia vivida y desde el nuevo edificio que inauguramos recientemente en Valle Medio, poder volcar esto en acciones positivas para la región. En este sentido, es importante que los productores participemos y que se rote. Si bien la experiencia suma, la no rotación pone anteojeras. Fuente: Especial Valle Medio. Elvira Contreras. CR Patagonia Norte. Disponible en http://inta.gob.ar/documentos/entrevista-a-jose-paz-consejero-del-inta
Grupos, organizaciones y redes
Biblioteca • Toro, J. B. (2012). Conferencia disponible en: http:// youtu.be/zRM8TznPf0s • De Marinis, P. (2012). Comunidad: estudios de teoría sociológica. Buenos Aires. Prometeo Libros. • Gall, E. y Fontdevila, E. (2008). Abrojos. Colectivo de Educación Popular. Manual de periodismo y comunicación para el trabajo comunitario. Tucumán.
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Capítulo 4 Instituciones y organizaciones 4.1. La búsqueda de una delimitación conceptual 4.2. Lo instituido y lo instituyente: puja y dinámica institucional 4.3. Las formas de la participación 4.4. Distintos tipos de organizaciones 4.5. La hegemonía de la cultura institucional formal 4.6. Organizaciones con menor grado de formalidad
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n este capítulo vamos a diferenciar una organización de una institución para que, cuando las nombremos, sepamos todos a qué aludimos. Asimismo, vamos a pensar cómo podemos ser transformadores en las organizaciones que orientemos y de qué modo los elementos instituidos se van a oponer a esa transformación. Distintas formas de participación y clasificación jurídica de las organizaciones; pero también organizaciones con menor grado de formalidad.
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4.1. La búsqueda de una delimitación conceptual
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ucede a menudo que los conceptos institución y organización se confunden y se usan uno por el otro, indistintamente. También sucede que, sin confusión alguna, se toma a la organización como una de las formas de la institución, o viceversa. Como en todas las demás cuestiones, depende de dónde nos paremos para mirar la realidad, podremos observar la sequía o la primavera húmeda y floreciente. En ocasiones, también sucede que se utilizan institución y organización como si fuesen sinónimos. Veamos: si nos paráramos en el punto de vista del positivismo -tal es la posición de Durkheim (1986: 17)-, las instituciones, antes que ninguna otra cosa, son el orden instituido; pero también es posible comprenderlas como sistemas defensivos contra la angustia. Es decir, una especie de paraguas social que otorga resguardo y da seguridad. Berger y Luckmann (2006) sostienen en cambio, que es el conocimiento social el que garantiza la transmisión del significado dentro de las instituciones y que ese mismo conocimiento deviene en soluciones permanentes para los problemas de la comunidad. Así, las instituciones proponen un orden, lo legitiman y otorgan valores cuyos significados quedan abroquelados de manera estable en los sujetos. El concepto de institución, desde esta perspectiva a la que adherimos para el análisis, es un concepto abstracto que refiere a normativas jurídicas y culturales formadas por creencias, leyes, valores, ideas, pensamientos colectivos, etc. Nombremos algunas instituciones como para ilustrar esta conceptualización: la educación, el trabajo, la sexualidad, la religión, la vejez, la justicia, el matrimonio, etc. Las instituciones, entonces, son espacios humanizados en los que participa la experiencia individual a tra-
vés de la asunción de roles que, a su vez, nos inscriben en el marco de la construcción y de la participación en el mundo social. Según la definición casi poética de Percia (1994), una institución es “un barullo devastador, un estallido que arrasa con clasificaciones, estadísticas y esquemas, un hervidero de desconfianzas y complicidades”. Cuando hablamos de organización, en cambio, hablamos de la concreción material de las instituciones. Las organizaciones plasman el orden social prescripto por las instituciones, a la vez que son un orden simbólico y normativo a través del cual los sujetos le otorgan significación a aquello que perciben. Algunos ejemplos de organización son: el hospital, la escuela, el juzgado, la iglesia, etc. Asimismo, tanto las instituciones como las organizaciones son superestructuras dinámicas. Son superestructuras porque están por encima de los individuos; estaban antes que el individuo se inscribiera en ellas y seguirán estando cuando el individuo ya no esté. A la vez son dinámicas, porque lejos de ser siempre idénticas a sí mismas, van cambiando al ritmo de las épocas históricas y de los contextos situacionales. De este modo, las instituciones trasponen a las organizaciones, las atraviesan y se disputan en ellas sus sentidos y, en cierto modo, su poder. Para ilustrar un poco esta compleja trama, podríamos pensar que la organización “escuela”, por ejemplo, es la arena de disputas y de intersecciones de la institución “educación”; pero también de las instituciones trabajo, salud, sexualidad, religión, etc. Instituciones que se “meten” en la organización escuela y que la definen, a veces, tanto como la institución educación. Cuando una organización se consolida en la sociedad, se instala en ella durante mucho tiempo y los ciudadanos la consideran valiosa para el mejor funcionamiento social, puede convertirse en una institución. Es un modo de reconocer lo “instituido” de organización, lo que se considera bueno para el conjunto social. En ocasiones esto resulta un obstáculo para la delimitación, ya que se le sigue llamando organización a lo que devino en institución.
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4.2. Lo instituido y lo instituyente: puja y dinámica institucional
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ara empezar a grandes rasgos, y después vamos por los detalles, podemos decir que al interior de las instituciones las fuerzas de lo instituido y las fuerzas de lo instituyente se relacionan de manera dialéctica. También decimos que lo instituido es lo establecido y que lo instituyente es lo que promueve el cambio. Las instituciones sociales intentan encorsetar a los sujetos en el terreno restringido y breve de lo instituido, respecto de los saberes, las normas, las certidumbres, las creencias, etc. y no siempre están dispuestas a tolerar que esos sujetos (a la vez, asidos y atados), se corran. La fuerza de lo instituido está cristalizada y buena parte de su eficacia simbólica reside en la naturalización. Así, la institución surgida de la participación, del deseo y de la libertad de los hombres y las mujeres que vieron y sintieron la necesidad de organizarse, muchas veces les niega a esos hombres y a esas mujeres la misma participación; esa puesta en juego del deseo y esa idéntica libertad. Sin embargo, si la humanidad llegó hasta acá, entre otras razones (tal vez más fortuitas) es porque fue capaz de crear, de preguntarse y de interpelar lo instituido apostando a algo nuevo, desoyendo ciertos determinismos y construyendo proyectos que mejoraran su condición de habitabilidad en el mundo. Así, militando el deseo y escuchando la necesidad, la humanidad va colocando lo instituyente. Esta libertad, esta posibilidad de dialogar con lo dado, de ponerlo en tensión y cuestionarlo, de enrostrarle contrapropuestas, les genera mucho miedo a los vigilantes de lo instituido, a los que quie-
ren mantener el orden estable, a los que producen movimientos y proponen nombres nuevos para que todo siga igual. Porque esa demostración íntegra de la más completa libertad también está diciendo que todo puede modificarse y que ese bagaje de lo instituido responde a un clima de época, a un párrafo más de la historia y que, por lo tanto, bien puede ser otro: lo instituyente. La refriega entre lo instituido, que puja por quedarse, y lo instituyente, que se quiere instalar, es una contienda dura y que lleva un tiempo: ¡nadie se acostó una noche en la Edad Media y se despertó la mañana siguiente en la Modernidad! Los valores, las ideas y las costumbres de una y otra época convivieron durante un tiempo, hasta que lo instituyente, a fuerza de razón y de pasión, se convirtió en instituido. En el seno de las instituciones sucede igual que en la historia. Durante ese tiempo de convivencia, la puja entre unos y otros elementos convoca a argumentaciones y a (contra) argumentaciones; a apelaciones y a efusividades; siempre son tiempos interesantes esos en los que buena parte de lo instituido está puesto en tela de juicio; son tiempos fructíferos en los que los vigilantes de los que hablábamos, están alerta y feroces tratando de tapar las grietas por las que se cuela lo instituyente, como quien pretende tapar el sol con la mano. Esta disputa es siempre y en todos los casos, una disputa por poder; pero muy pocas veces se asume como tal. Incluso la feroz defensa de lo instituido suele estar acompañada de una negación de la escolta de ese statu quo y de un alzamiento de la bandera de la neutralidad institucional. Ejemplos tenemos de sobra en este tiempo histórico tan interesante en el que en muchas instituciones sociales los vigilantes, con apariencia de amigables feligreses del amor y de una ecuanimidad tan correcta que linda con la hipocresía, discurren bravíos contra lo instituyente. Pero rescatemos estas luchas sin ingenuidades y con valor porque “si el poder no tuviese por función más que reprimir (...) si no se ejerciese más que en una forma negativa, sería muy frágil. Si es fuerte, es debido a que produce efectos positivos a nivel del deseo (...) y también a nivel del saber. El poder, lejos de estorbar al
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saber, lo produce” (Foucault, 1991: 106-107).
Momento de Reflexión Piensen ahora en una institución y en la organización en la que ésta se materializa; por ejemplo “campo” y “tambo”, respectivamente. 2. Luego, continúen un poco más y revisen la utilización de las nuevas tecnologías y cómo esto impacta en el trabajo tambero. 1. Piensen ahora en una institución y en la organización en la que ésta se materializa; por ejemplo “campo” y “tambo”, respectivamente. a. Analicen las características de la comunidad en la que esa organización está inserta. b. Caractericen a la institución a partir de los conceptos estudiados. c. Identifiquen cuáles son los elementos instituidos. d. Intenten descubrir algunos de los elementos instituyentes. ¿Cuáles son los sujetos que los sostienen en “puja”? 2. Luego, continúen un poco más y revisen la utilización de las nuevas tecnologías y cómo esto impacta en el trabajo tambero.
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4.3. Las formas de la participación
secreto y en el ámbito de una asamblea, lleva el nombre de Consejo de Administración. Éste es el organigrama de esa cooperativa; es decir, la representación de su estructura interna.
L
a palabra organización proviene del griego organon, que significa instrumento, herramienta, algo útil. Tal vez por ello, las organizaciones son formas específicas de agrupamientos humanos que se constituyen con vistas a concretar un fin; es decir, a alcanzar un objetivo deseado de manera consciente y explícita y que resulta útil para todos los integrantes que la conforman. A su vez, los integrantes de una organización son personas que tienen ideas comunes y formas parecidas de mirar el mundo: una cosmovisión particular que los impulsa a reunirse detrás del cumplimiento de una meta, generalmente amplia y transformadora de la realidad social; un conjunto de normas y legalidades que todos conocen, con las que acuerdan y que derivan en la adjudicación y asunción de roles. Sucede, a menudo, que las organizaciones surgen de manera informal como respuesta espontánea a una necesidad y que, en la medida que el proceso de construcción organizacional avanza, se van formalizando. Como parte de esa formalización están tanto la construcción de las normas, la designación de los roles, las formas de gobierno y, el máximo nivel de formalización organizacional, que es el consenso de un estatuto. El estatuto de una organización es la norma explícita y escrita que permite que el Estado y la sociedad en general reconozcan a la organización como tal. Sin embargo, este nivel de formalización no implica que, al interior de la organización, no sigan conviviendo modos informales de comunicación entre sus miembros y de llevar a cabo ciertas acciones colectivas. La estructura interna de una organización cooperativa, por ejemplo, está habitualmente conformada por un presidente, un secretario, un tesorero, vocales. Este grupo que toma las decisiones y que es elegido por todos los asociados mediante voto
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Grupos, organizaciones y redes
4.4. Distintos tipos de organizaciones
C
uadro representativo de las formas jurídicas de las organizaciones.
FORMAS JURÍDICAS DE LAS ORGANIZACIONES Empresa individual No tiene limitación de la responsabilidad. Es responsable total y absoluto de toda la organización que constituye.
Formas asociativas Civiles
Comerciales Solidarias
Sociedad civil Asociación Fundación
Societarias Contractuales Cooperativas
Las formas jurídicas asociativas se constituyen cuando las personas con capacidad jurídica (aptitud para adquirir obligaciones) se unen para organizarse colectivamente con la finalidad de lograr un objetivo común. Las formas jurídicas asociativas pueden clasificarse en civiles, comerciales y solidarias. Cada una de estas formas tiene sus propios marcos normativos que les confieren personalidad jurídica. A su vez, esa personería jurídica permite la separación patrimonial entre el patrimonio del ente social o corporativo y los patrimonios de los indivi-
Mutuales
duos que fundaron la persona jurídica. Las formas jurídicas asociativas se originan en el acuerdo de voluntades; es decir, mediante la construcción y firma de contratos. Algunos ejemplos de estas formas son: la Asociación Rural de Entre Ríos, la Cooperativa de Agricultores de Necochea, la Mutual de Agricultura y Ganadería de Rosario, etc. Todas ellas desarrollan sus actividades conforme a la forma jurídica que las ampara y las rige.
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4.5. La hegemonía de la cultura institucional formal paradigma ha dominado el pensamiento “U norganizativo en Latinoamérica: la visión for-
malista. Para ello el orden, la jerarquía, el mando, los procesos formales regulados y una percepción verticalista y autoritaria de la organización son las claves de la eficiencia (…). En este enfoque el orden, que es un medio, tiende a transformarse en un fin en sí mismo. En este tipo de organizaciones se produce una traslación de los fines a las rutinas. El cumplimiento de la rutina está por encima de lo sustantivo. Esta cultura lee como `heterodoxa´ e intolerable la participación. La participación está basada en la cooperación, la horizontalidad, la flexibilidad, la gerencia adaptativa, la visión clara de cuáles son los fines y la subordinación a ellos de los procesos organizativos. El choque entre ambas culturas es inevitable. Cuando se encomienda a organizaciones de tradición burocrática y vertical poner en marcha proyectos participativos, las resistencias serán innumerables y se expresarán por múltiples vías. Pondrán obstáculos infinitos, asfixiarán a fuerza de rutinas los intentos, cerrarán las puertas a las iniciativas, desmotivarán continuamente a los actores comunitarios. Estarán en definitiva esperando el fracaso de la experiencia participativa para convalidar desde él su modelo burocrático formal” (Kliksberg, 1998). Este paradigma organizativo se nos presenta como naturalizado, con la potencia subjetiva de “lo que debe ser” y, en esa representación estereotipada de organización, ahogamos muchas veces (muchas voces), intentos de pequeños grupos por organizarse para mejorar la vida en sus comunidades. En toda América Latina, cuando la oscuridad nos cayó encima como una pesada losa, las instituciones más formales fueron las
primeras en desmoronarse, las primeras a las que sus sentidos fundacionales se les reabsorbieron; las primeras en “secarse” con toda la fuerza tanática que esta palabra conlleva. Sin embargo, fue tal vez esa formalidad, esa “instalación” social, la que las mantuvo en pie y latentes para que, años más tarde, cuando la oscuridad se empezara a disolver en el grito de una América Latina alzada, pudieran empezar a reconstruirse desde la cima misma de sus propios escombros. Ese fue el proceso de los hospitales y de las escuelas, por ejemplo; organizaciones que fueron desmanteladas en todos sus aspectos: edificios derrumbados, médicos esterilizando agujas que eran descartables porque tenían que seguir curando pero no tenían con qué; maestras leyendo poesías en un comedor abarrotado de niños hambrientos porque tenían que seguir enseñando pero, también, dando de comer.
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4.6. Organizaciones con menor grado de formalidad
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ay organizaciones que, con un nivel muchísimo menor de formalidad, transformaron el rumbo de las vidas de sus integrantes y de su comunidad en general. Muchas de ellas, incluso modificaron el rumbo de la historia. Sobre esas organizaciones, me gustaría dejar algunos párrafos en este módulo de aprendizaje. Allí por los años noventa, cuando la propia vida de nuestros pueblos estaba regida por las leyes bestiales del mercado y el Estado empequeñecido seguía en retirada, nuestros barrios padecían hambre. No fue necesario mucho tiempo para que en cada barrio, en cada pueblo floreciera una organización, o muchas de ellas. Estas organizaciones barriales, populares, muy lejos del nivel de formalidad descripta y sin pedir reconocimientos ni permisos al Estado ni a nadie, se plantearon diversos fines acordes con la urgencia de las necesidades más vitales y en consonancia, también, con la vulneración de esos derechos: construir y mantener comedores populares, brindar apoyo escolar a niños y adolescentes, recolectar basura y venderla para su reciclado, reclamar derechos vulnerados, etc.
Para tener en cuenta El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.S.E.), por ejemplo, surgió como tal en agosto de 1990 como respuesta resistente a la pretensión de desalojo y saqueo de las tierras por parte de unos supuestos dueños que, a costos burlescos
las habían adquirido durante la Dictadura Cívico Militar; esas tierras que las ocho mil familias de campesinos indígenas trabajan, en las que producen desde sus ancestros y que les pertenecen desde siempre. En Quimilí, los productores de algodón, de ganado bovino y caprino tuvieron que organizarse para defender la soberanía alimentaria y en pos de una reforma agraria integral. Esa organización, esa lucha, esa resistencia iba tras el deseo de mejorar las condiciones de vida de las familias campesinas: de hombres, mujeres, ancianos y niños que, siendo los únicos dueños de la tierra tienen como único título de propiedad las manos llenas de callos y de rayas negras y húmedas. Bajo las uñas de cada uno de ellos el ADN de la tierra encuentra su cadena más completa, sin embargo, un papel embustero otorgado por los sicarios pretende desmentir las pruebas más evidentes. Estas organizaciones tenían sus fines muy claros y sus legalidades internas bien consistentes. Además, sabían que el empleo o el sustento alimenticio o la educación de su comunidad dependían, en buena parte, de su correcto funcionamiento, y no erraban. Estas organizaciones populares lograron lo que es muy difícil de lograr cuando el tejido social se desgarra y la visión de futuro se pierde para poder seguir pasando el día a día; lograron que muchas personas que habían perdido las esperanzas, que se sentían amenazadas, que no tenían dónde expresar sus deseos ni sus broncas, se construyeran en sujetos a partir de los intercambios y las producciones colectivas. Sujetos políticos capaces de dar de comer, de educar y de reclamar, de organizarse para producir en las tierras que siempre les pertenecieron y, todo eso, sin pedirle permiso a nadie, sin buscar el reconocimiento formal, sin “escribir” un estatuto; sólo ensanchando los límites de su propia libertad. Tanto fue lo que estas organizaciones transformaron que, “para reducir los efectos de esta negación neoliberal de la ciudadanía, en las sociedades periféricas se han aplicado programas sociales focalizados que, apoyados en la autoorganización comunitaria tienden a promover el desarrollo
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de una ciudadanía restringida, de muy baja intensidad, bajo la mirada vigilante del Estado y el control constante de las agencias multilaterales de crédito. La receta para combatir la pobreza fue la del desarrollo de redes comunitarias locales y de formas de participación basadas en la autoorganización” (Svampa, 2003). Dicho en otros términos, fue tal la potencia de las organizaciones populares que el propio Estado-Mercado de esos días intentó formalizarlas como último manotazo para el control.
cimiento de la organización y su análisis son procesos exhaustivos, porque las organizaciones son complejas.
Momento de Reflexión 1. Les pedimos que releven las organizaciones populares o comunitarias existentes en su territorio más próximo, recolecten información y con los datos obtenidos completen un cuadro similar al siguiente:
Organizaciones Populares
Barrio
Nombre Año de Finalidad Tipo de Cantidad de A quiénes comienzo trabajo miembros beneficia
Campesinos del Mo.Ca.S.E. movilizados.10
Cuando participamos de una organización determinada o nos acercamos a ella con la intención de conocerla debemos tener en cuenta ciertas preguntas que nos guíen la mirada, que orienten nuestras percepciones hacia determinados focos de análisis. Algunas de esas preguntas son:
2. Elijan dos de esas organizaciones y piensen cuáles son sus principales virtudes y defectos. Escriban en cada caso una palabra o frase que las indique.
• ¿Cuál es el objeto o finalidad de esa organización? • ¿Cuál es su estructura? ¿Cómo está organizada? • ¿A quiénes beneficia? • ¿Quiénes son los actores sociales? • ¿Cómo se distribuye el poder? • Comunicación: formal, informal, estilos, etc. • ¿Cómo es la cultura de la organización? • ¿Cuáles son los escenarios de interacción? • ¿Qué estrategias de negociación se privilegian? • ¿Con quiénes articulan?
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Cabe destacar que, aún habiendo respondido la totalidad de las preguntas que anteceden, el cono10 • Periódico La Vaca, 17 de noviembre de 2011. Sin copyright. Disponible en www.lavaca.org
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Biblioteca • Durkheim, E. (1986). Las reglas del método sociológico. México. Fondo de Cultura Económico. • Kliksberg, B. (1998). Seis tesis no convencionales sobre participación. mimeo. • Percia, M. (1994). Una subjetividad que se inventa. Buenos Aires. Lugar Editorial. • Svampa, M. y Pereyra, S. (2003). Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Buenos Aires. Biblos. • Foucoult, M. (1991). Microfísica del poder. Madrid. La piqueta.
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Capítulo 5 Redes sociales 5.1. Redes sociales o La enseñanza de Rosita, La Loca 5.2. Segundo momento de pantalla grande: La estrategia del caracol 5.3. Comunicación humana y supervivencia 5.4. Elementos de la comunicación 5.5. Comunicación y movilización 5.6. Lo público y lo privado 5.7. Palabras finales… Para volver a empezar
E
n este capítulo analizaremos las redes sociales en el sentido más plano y en el sentido complejo que le otorgan las interrelaciones, nuestra participación en ellas, la comunicación humana y los elementos que posibilitan esa comunicación. También reflexionaremos sobre la comunicación y la movilización, y las formas posibles de estimular la movilización en los otros.
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5.1 Redes sociales o La enseñanza de Rosita, La Loca Rosita, La Loca
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o sabíamos más qué hacer; nuestra propia pobreza hacía que el malestar nos germinara con brotes vigorosos y, sin que nos diéramos cuenta, se había tornado muy difícil andar el camino desde la ruta hasta la escuela. Ahí, de los pasillos salían pibes desolados que nos saludaban con la fina aclaración de que no iban a entrar ¡Apurate, Che, que ya es la hora! Y, con suerte, así, venían. En una ochava, con frío o con calor y aún con lluvia, “Rosita, La Loca” que así la conocíamos y la nombrábamos como si tales fuesen su nombre y sus apellidos, tejía y tejía cuadraditos al crochet; con lanas, con hilos y hasta con piolines sucios que juntaba de la calle; Rosita, La Loca, tejía. Y tenía junto a ella, apoyada en la tierra apisonada bajo el alero acanalado, una enorme bolsa, pegoteada de antiguos usos, llena de cuadraditos diversos de toda diversidad. El cambio de siglo, que prometía tantos brillos en las revistas de moda de los noventa nos agarró con la escuela sin agua potable; los pibes y sus familias hambreados; las mujeres laburando por hora, mil horas y a distancias insospechables, y los hombres sin trabajo. El comedor escolar no daba abasto, además de los niños, los auxiliares se separaban un poco de comida para sus casas, las maestras comíamos ahí y siempre, día a día, teníamos una fila de personas del barrio averiguando por el sobrante, que nunca era tal. Surgían enormes conflictos que, a veces, terminaban en peleas feas ¡y entre nosotros! Rosita, La Loca; tal vez, sorda; tal vez en retirada, tal vez, en firme defensa de su eje; tejía sus cuadraditos al crochet. Un día alguien lúcido pudo separarse un poco y des-
pués pudo, también, ponerle palabras a lo que nos pasaba a todos. Ese día la escuela empezó a convertirse, nuevamente, en un lugar: averiguamos qué comían y dónde comían nuestros niños: por la mañana mate cocido y algún pan casero; al mediodía en el comedor, con nosotras; por las tardes, en general nada, a veces alguna mandarina y, por las noches, temprano y para los que participaran de la ceremonia religiosa (de cualquiera de las dos iglesias del barrio) había una merienda reforzada. Salud: nada que no fuesen las emergencias por accidente o desnutrición, por broncoespasmo o parto. Seguridad; una palabra en desuso, nadie la nombraba nunca; educación, lo que se podía dentro del aula, con los chicos que venían a la escuela, después de dar de comer y de entregar zapatillas del ropero escolar. El transporte, otra incertidumbre. Y así todas las instituciones sociales, una a una, deshilachadas y vaciadas de sus sentidos ancestrales de bien-estar. La cosa era subsistir y no resultaba una tarea sencilla. Rosita, La Loca, sin embargo, siempre encontraba algunos piolines para tejer o algún ovillito cansado que le arrimaban las vecinas y los tejía con paciencia y con agrado. ¿Qué vas a hacer cuando termines, con todos esos cuadraditos, Rosita? Le pregunté un día que pasaba con tiempo. ¡Nunca voy a terminar, asique…! ¡Uh! La saludé y seguí andando la tierra hasta la escuela mascullando, jubilosamente, la fuerza de su revelación. Tomemos el tejido de la entrañable Rosita, La Loca como metáfora para comprender el concepto de red; un concepto, como se verá, tan asociado a la comunicación humana como a su propia supervivencia.
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Pensemos, para empezar, en que cada uno de esos puntos (nudos) que ahí se ven son los sujetos. Únicos, diversos, distintos en algún sentido pero iguales en tantos otros. Cada uno de esos sujetos está unido mediante un trozo de lana a otros sujetos, pueden unirse mediante uno o varios pedacitos de lana que van, tanto desde dentro hacia fuera, como desde fuera hacia dentro y en distintos sentidos a la misma vez. Esas lanas, esos “lazos” que unen, son los vínculos con el interjuego que suponen y son, a la vez, todas las interacciones posibles. Cuando decimos interacciones pensamos en las conductas recíprocamente referidas entre los sujetos; la conducta que hace mayor referencia a la presencia de un otro, de los otros (pura alteridad), es la comunicación. En este sentido, el lenguaje es la herramienta humana más acabada para producirla.11 Sin embargo, el tejido sería imposible sin sus nudos; así como tampoco sería tal sin las lanas que los unen mientras los separan y, a la vez, dibujan agujeros. Cada cuadradito podría pensarse como una comunidad con sus múltiples grupalidades, con sus instituciones, sus organizaciones y, también, con sus bandas errantes; y todos, en esa complejísima trama dinámica y escurridiza al análisis completo. Avancemos. Pensemos ahora, que un punto (sujeto) o que una lanita (vínculo) se “salta” o se rompe: la comunidad no sería la misma que es sin ese lazo, no sería la misma que es si le faltara ese sujeto. Para que esta comunidad sea la que es, todos los sujetos y todos los vínculos son imprescindibles. Sin embargo, esto no significa que la comunidad desaparece, lo que esto nos dice es que las comunidades son dinámicas. Volvamos a mirar el cuadradito. Todo lo que es lana representa lo instituido; los agujeros, en cambio, son los espacios por los que se cuelan la creatividad, los nuevos deseos, lo instituyente.
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Asimismo, en la vida social, las comunidades se relacionan unas con otras y se producen entre ellas diversos y dinámicos intercambios en un flujo continuo que va y vuelve en distintos sentidos. Cuando las comunidades se relacionan, complementándose para lograr un fin determinado, conforman lo que llamamos una “red social”. De este modo, las redes sociales son mucho más complejas de lo que puede contarse y mucho más indescifrables de lo que el “lisito” tejido de Rosita, La Loca puede mostrarnos. Gilles Deleuze y Félix Guattari desarrollaron en Francia, en la década de los setenta, el Modelo Rizomático que tomaremos para explicar las redes sociales en su máxima complejidad.
Un rizoma, explican Deleuze y Guattari (1976: 126), “es un sistema sin centro, jerarquías ni significado, sin un `general´ y sin memoria organizativa o automaticidad central, definido únicamente por una circulación de estados”. En la estructura rizomática todos los puntos (los sujetos y todas sus grupalidades) están conectados entre sí. Sin embargo, ningún punto está conectado antes ni después que otros.
11 • N. a.: Idea tomada del texto de Bernazza, C. (2011). Grupos, organizaciones, Redes sociales… Buenos Aires. Puede consultar ésta y otras producciones de la autora en www.claudiabernazza.com.ar 12 • Fuente: http:/es.wikipedia.org/wiki/Rizoma_(filosofía)
Existe algo así como una “(anti)jerarquía”, una especie de tejido que, lejos de aquellos cuadraditos iniciales, nos introducen en una “trama tridimensional”. Un rizoma es un modelo descriptivo en el que los elementos no siguen un método de organización ni de subordinación, dando como resultado ciertas ramificaciones e influencias sobre diversos elementos. Sin embargo, cualquier modificación o variante en un sujeto incide en otros elementos de la estructura. “El rizoma carece, por lo tanto, de centro, un rasgo que lo ha hecho de particular interés para la filosofía de la ciencia y de la sociedad, la semiótica y la teoría de la comunicación contemporáneas”.12 Las redes sociales, como el elefante de la parábola India, pueden ser observadas y analizadas por partes: podemos “leerlas” a partir de un sujeto determinado, a partir de una organización, de una comunidad o de cualquier otro tipo de agrupamiento. Así, la red social de un sujeto, por ejemplo, está representada por todas las relaciones que ese sujeto percibe como significativas y que, por lo tanto, se diferencian del todo anónimo de la sociedad. Los que pertenecen y los que no pertenecen a esa red social están “designados” por el propio sujeto, en función de su particular trama de vinculaciones.
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5.2. Segundo momento de pantalla grande: La estrategia del caracol
Para mirar La película La estrategia del caracol (Colombia, 1994) de Sergio Cabrera, cuenta cómo los vecinos de uno de los barrios más pobres de la ciudad colombiana de Bogotá luchan para evitar el derribo de la casa dónde viven, propiedad de un millonario sin escrúpulos. Defendiendo el edificio contra jueces y policías, planean una original estrategia ideada y dirigida por Don Jacinto, un viejo anarquista español. La lucha contra los especuladores está perdida antes de empezar, pero los vecinos están dispuestos a hacer lo que sea para defender su dignidad. Disponible en: www.cinedidactica.blogspot.com 1. Confeccionen una lista con los personajes más relevantes de la película y destaquen las convicciones (o falta de escrúpulos) de cada uno de ellos. 2. ¿Qué valores interpela la película? Busquen noticias en diarios locales que interpelen el mismo valor. 3. Identifiquen en el film comunidades y redes sociales. Ejemplifiquen con pasajes de la película algunos de los conceptos estudiados.
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5.3. Redes sociales: comunicación humana y supervivencia concepto de redes que actualmente se “E lmaneja a la luz de experiencias internacio-
nales permite visualizar el cambio en la lógica de articulación territorial; las relaciones centro-centro describen mejor la realidad actual que las relaciones verticales, jerárquicas, entre el centro y su circunscripción. De este modo, en los nuevos conceptos enfatizan aquellos factores que tienen relación con el espacio de circulación que las redes generan. Así, junto con la importancia que posee la infraestructura básica (transporte, carreteras, puertos, aeropuertos, etc.) se conjuga la importancia no menor de la infraestructura ‘intangible’ (información, servicios a la producción, etc.) y el reforzamiento de las dinámicas urbanas e interurbanas en detrimento de los tradicionales vínculos rural-urbanos que componían las lógicas regionales anteriores” (Gorenstein, 1998). El cambio de lógica territorial al que hace referencia la autora mucho le debe a este siglo que la historia nombrará como el de Las Comunicaciones y con toda justicia, si no fuera porque el hombre, la humanidad, está cada vez más solo. Pero sorteando este desliz al que podemos retornar, en todo caso, cuando pensemos juntos a las redes sociales como una cuestión de supervivencia, debemos destacar que esa “revolución” en las comunicaciones modificó notablemente nuestros modos de vincularnos con los otros. Me permito este ejemplo personal: tengo una amiga con la que comparto hermandad hace algo más de veinte años; nuestros hijos crecieron juntos y pasamos, como suele suceder en tanto tiempo, momentos lindísimos y de los otros. La semana pasa-
da abrí temprano la computadora y lo primero que me apareció fue un mensaje de ella que me preguntaba “si quería ser su amiga”. ¡Una locura de este tiempo histórico, por momentos, tan extraño! Pensé, y la acepté. La palabra comunicación, avanzando en este pensamiento, es una de las más usadas en los tiempos que corren. Sin embargo, no todos aluden a lo mismo cuando la nombran; pero lo que no puede ponerse en tela de juicio bajo ningún concepto es que ¡Nadie puede vivir sin comunicarse! Nótese, nuevamente en nuestro desarrollo, la alusión a los otros. Agregamos a esta afirmación el significado de la palabra comunicación que tiene su origen en la palabra latina comunis, raíz castellana de la palabra comunidad y en comunicatio, que es poner algo en común. Es decir, en el proceso de la comunicación, la presencia de ese otro frente a nosotros o a la distancia, real o construido, es ineludible. Desde las pinturas rupestres prehistóricas hasta el gesto de levantar el dedo pulgar con el puño cerrado, pasando por la lectura de este módulo, la escucha de un programa de radio y el acto amoroso de recitar una poesía a un niño, entre tantísimos otros posibles, todos, son actos comunicacionales. Los seres humanos, desde siempre en grupo, establecimos variadas formas de comunicación: la más amplia y compleja de todas esas formas es la comunicación a través de la palabra. La palabra nos constituye, nos modela, nos permite pensar y pensarnos; pensar a los otros mientras los organizamos y ser pensados por los otros mientras nos organizan. La palabra dicha, la palabra escuchada, la palabra leída, la palabra escrita. Para que el proceso comunicacional al que aludimos pueda concretarse en una comunicación eficaz, ciertos elementos de la comunicación deben estar garantizados. Los elementos fundamentales de la comunicación son: el emisor, el receptor, el canal, el contexto, el código, el mensaje, el ruido. Veamos este sencillo esquema en el que los elementos aparecen con una apariencia lineal que es irreal y que sólo es útil a los efectos de la comprensión para su estudio:
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Ruido Emisor
Canal / Mensaje Código Contexto
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Receptor
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5.4. Elementos de la comunicación • El emisor es el sujeto que produce y emite un mensaje. • El receptor es quien recibe ese mensaje. • El canal es el medio físico por el que el mensaje circula. • El código es el conjunto de signos (arbitrariamente cargados de significados) con los que se construye el mensaje. • El mensaje es aquello que el emisor comunica al receptor. • El contexto es todo aquello que rodea a la situación comunicativa y que aporta a la significación. • El ruido es toda interferencia que obstruya la comunicación. Vale aclarar que no refiere únicamente a las interferencias sonoras sino que cualquier interferencia es llamada ruido. El emisor, a partir de lo que quiere comunicar, construye un mensaje utilizando un código. Cuando ese mensaje es mediante la palabra, el código que utiliza es el código lingüístico. Es decir que el emisor codifica el mensaje. El receptor recibe (escucha, lee) ese mensaje y debe decodificarlo, esto es, otorgarle una significación para “entenderlo”. Tanto el emisor como el receptor están atravesados por sus experiencias previas, sus saberes, sus vivencias, sus lecturas anteriores, etc.; no codifican ni decodifican desde el vacío, sino que lo hacen con todo lo que son y lo que saben. Además, deben compartir el mismo código. En la medida en que el emisor y el receptor dialogan, se produce aquello que llamamos “cambio de polo comunicacional”. Es decir que ambos son, en los distintos momentos de ese diálogo, alternativamente emisor y receptor. Cabe destacar que, indudablemente, la mayor cantidad de veces que un Coordinador de grupo esté
expuesto a diversas experiencias comunicativas, da como resultante mayores posibilidades de que se convierta en un comunicador competente. Es decir, que su mensaje sea claro y “entendible” para las distintas audiencias. Entre las experiencias comunicativas de las que debería participar un Coordinador de grupo se destacan: la asistencia a congresos, simposios, jornadas; tomar la palabra frente a distintos públicos; usar micrófono, leer textos o fragmentos en voz alta para otros, etc. Perder el temor para poder “exponerse” a este tipo de situaciones es, tal vez, el primer paso para lograrlo. Probablemente ayude planificar aquello que queremos comunicar; especialmente las primeras veces. En la medida en que cualquier miembro del grupo (o todos) puedan comunicar sus ideas y propuestas de manera eficaz, el propio grupo tendrá mejores posibilidades de pensar y de accionar; porque, no olvidemos: las palabras nos construyen y estructuran nuestros pensamientos. Esta competencia comunicativa a la que aludimos favorece la coyuntura para articular acciones dentro de la propia organización y en el territorio en general. Así, el vínculo entre distintas organizaciones que se complementen en las posibilidades de acción de cada una, con la idea compartida de lograr un fin específico, constituye las redes sociales. Estas redes, además de lo dicho, se transforman en generadoras de condiciones de posibilidad para que las personas que las integran otorguen significación a sus propias vidas en el acto mismo de la participación. Así, las redes sociales, cualquiera sea su propósito, benefician a las personas en busca de una supervivencia cada vez más digna, más ajustada al deseo compartido de promoción social y de acceder a una mejor calidad de vida (no necesariamente entendida como mayor capacidad de compra).
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5.5. Comunicación y movilización ¿Cómo se estructura una Movilización?13 Para que un Coordinador de grupo o un Dirigente social, entre otros posibles actores territoriales, pueda llevar a cabo las acciones colectivas de un proyecto, resulta imprescindible que sea capaz de comunicarse de manera tan efectiva que convoque a la movilización del resto de los actores sociales. Según el filósofo colombiano Bernardo Toro (2001), para que una movilización ocurra deben solucionarse tres problemas básicos: formular un horizonte atractivo y deseable, definir adecuadamente el campo de actuación del re-editor14 y colectivizar la acción. “Primero: formular un horizonte atractivo y deseable. Formular un `imaginario´. Un `imaginario´ es una representación deseable y posible del futuro que queremos construir. Una movilización requiere, crear deseo, suscitar pasión. Para movilizar es necesario definir nortes atractivos. Una de las funciones básicas de la comunicación social es formular los objetivos y metas de una manera que sea atractiva y deseable para la población que se debe involucrar. No es suficiente que una reforma, programa o proyecto tenga objetivos y metas técnicamente formulados; es necesario reformular esos objetivos y metas en formas, lenguaje y símbolos que despierten la pasión y el deseo, es decir, convertirlos en imaginarios. Un imaginario válidamente propuesto es, al mismo tiempo, una fuente de hipótesis que provee de criterios para la actuación y la selección de acciones. Esto lo diferencia de un simple `slogan´ o de una campaña publicitaria, aunque en términos de difusión se requieran dichos elementos comunicativos. Segundo: definir adecuadamente el campo de ac-
tuación del re-editor. Como mencionáramos más arriba, en este contexto nos referimos como re-editor a quien recibe el mensaje y lo re-construye, lo interpreta y lo hace suyo, transformándolo. Cuando se formula o se propone un horizonte de cambio atractivo (un imaginario), muchas personas están dispuestas a participar en el propósito del cambio si se les resuelve la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo participar yo, aquí en mi campo de trabajo, en lo que hago todos los días?, es decir, ¿qué tengo que entender (comprensiones), qué debo hacer (actuaciones), con qué puedo actuar (instrumentos) y qué decisiones debo tomar? Muchas propuestas de cambio fracasan porque les proponen a los actores acciones y decisiones que están fuera de sus campos específicos de actuación y decisión. Por esto, una movilización debe proveer de comprensiones (conceptos y definiciones) adecuadas para que el re-editor sepa cómo se deben entender los fenómenos que se quieren transformar. Debe indicar las decisiones y actuaciones que están al alcance de los re-editores en su campo de trabajo y las explicaciones de cómo y por qué contribuyen al propósito buscado. El cambio sistemático y orientado se construye sobre la cotidianidad de los involucrados en el proceso. Tercero: colectivizar la acción. La colectivización significa poder tener certeza colectiva: saber que lo que yo hago y decido, en mi campo de acción y trabajo, está siendo hecho y decidido por muchos otros, por las mismas razones y sentidos. Esto es lo que le da estabilidad a la movilización y puede convertirla en un proceso de cambio. La movilización participada, a nivel macro, no requiere que las personas estén físicamente juntas o se conozcan. Lo que se requiere es conocer y compartir el significado y la interpretación, es decir, poder tener certeza colectiva. Si cada uno de los actores involucrados en un propósito tiene la certeza de que muchas otras personas están haciendo lo mismo que él y buscando los mismos propósitos, el proceso se ha colectivizado. La comunicación masiva es fundamental en los procesos de colec-
13 • El presente apartado se basa en: Toro, B y Rodríguez, M., 2011 14 • N. a.: re-editor es, en este contexto, quien recibe el mensaje y lo re-construye, lo interpreta y lo hace suyo, transformándolo.
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tivización. La colectivización requiere convocatoria. Convocatoria: la convocación a un imaginario social es el primer paso hacia la creación de un interés colectivo; hacia la creación de certezas compartidas. Por ser toda movilización una convocación de voluntades, la comunicación que le es propia debe ser de la misma naturaleza. Este es un aspecto fundamental. La convocatoria debe surgir de la naturaleza y forma del imaginario y de los propósitos que propone la comunicación” (Toro, Rodríguez, 2001).
Momento de Reflexión Éste y otros afiches junto a muchos spots radiales forman parte de una campaña “Por la vida y la salud, contra el uso de Agrotóxicos” promovida por AMUYÉN.
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Disponible en: http://contralosagrotoxicos.org/sumate-a-la-campana/
Les proponemos que analicen el afiche en los términos comunicacionales expuestos: 1. Identifiquen los elementos de la comunicación. 2. Expliquen a partir del afiche cómo se visualizan cada uno de los tres momentos que construyen movilización. 3. Construyan un afiche que sirva para movilizar a las personas de su localidad en torno del desarrollo local, a partir de la economía social. Por ejemplo: movilizar a la comunidad para que participe de una feria de productos de microemprendedores familiares.
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5.6. Lo público y lo privado Para tener en cuenta Lo público de lo privado Yo crecí en un Barrio Obrero, un barrio de casas bajas con excepción de “los edificios”; de tres pisos por escaleras, a crédito laxo y gracias a un Plan de Viviendas que lanzó, entre muchos otros, una célebre cooperativa: la Cooperativa “El Hogar Obrero”. Por aquellos años, esos edificios, sin embargo eran lo más alto que había en el barrio y entre uno y otro, un espacio de pasto, árboles, potrero (que rápidamente fue canchita de fútbol). Los créditos habían sido otorgados a familias jóvenes y numerosas con lo cual la chiquillada era notable. Niños y niñas de distintas edades que, a fuerza de rebotar contra las paredes de los pequeños departamentos, nos abrían la puerta para salir a jugar, “afuera”. Ese afuera era un espacio de todos, y todos lo sabíamos muy bien. Esa banda de críos estaba conformada por niñas y niños indistintamente, desde los dos años hasta los once o doce que nos íbamos encontrando en la medida de los despertares, a menudo con las caras bastante sucias, y compartíamos el día entero trepando árboles, construyendo cuchas para perros abandonados o carpas con ramas en tiempos de poda. En mi barrio había tres niños con diferentes discapacidades; lo raro es que de esto me di cuenta ya bastante grande, crecí con el saber jamás expli-
citado de que a ellos había que “ayudarlos” para ciertas cosas, nunca nadie me lo avisó, pero ellos eran de todos y, cada vez que había que salir corriendo porque rompíamos un vidrio o tocábamos los timbres para molestar a los vecinos, por ejemplo, siempre agarrábamos de la mano a Maxi, que tenía medio cuerpo paralizado y caminaba con mucha dificultad y lo hacíamos correr alentados, además, por sus gritos de desesperación. El elástico, la rayuela, el yo-yo, el balero, el modelado con barro en tiempos de lluvia y las escondidas multitudinarias del atardecer constituyen, aún hoy, algunos de mis mayores tesoros y una enorme fuente de conocimiento a la que recurro, como se puede percibir, bien a menudo, para explicar la vida. Así, la verdulería de piedritas, pastos, palos y hojas; y la moneda de diez (la que tenía el caballo con un hombre emponchado) que me regalaba Don Ricardo cuando le iba a comprar Imparciales negros con filtro, se constituyeron en mis primeras actividades económicas. Más tarde vendrían la venta de renacuajos y mojarritas que pescábamos en la laguna (hoy sé que era un charco nomás) y las rifas de la canasta familiar para comprar juegos y hacer una plaza; pero ahí ya era grande, ¡tenía como once años! En este relato hay varios piolines para ir atando despacito, con paciencia de artesano y reflexión cuidada. Por un lado, y aunque parezca que no viene a cuento, tenemos que tomar la concepción de infancia que subyace; esa idea de que los chicos eran de todos y, por lo tanto, el cuidado, la protección, la educación, también eran responsabilidad de todos los adultos y no únicamente de los padres (a menudo mucho tiempo fuera de las casas por las largas jornadas laborales). Entonces los vecinos, los que no trabajaban por ser adultos mayores, amas de casa, etc., muy lejos de estar replegados a la espera de la muerte seca frente a un televisor que le muestra cómo es el mundo de la vida (con la experiencia agazapada y la desestimación de la palabra), tenían la vitalidad que hace falta para cocinar, retar y abrigar a la infancia demandante; aconsejar y contar historias de otros tiempos, en auténtico le-
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gado de cierto “capital cultural” desde las generaciones mayores a las más jóvenes. Aún conservo la historia que me contó tantas veces Doña María, una inmigrante polaca que, escapando de la guerra llegó a estas tierras y tenía entre sus más notables anécdotas la de haberse alimentado con ratas durante más de cinco meses ¡qué se queja Ud. de la polenta! Historias muy potentes para la frondosa imaginación infantil. Por otro lado, tenemos que pensar en esa concepción de lo público que los años noventa, con su paso arrollador, nos arrebató y que se percibe rápidamente en la naturalización de ciertas respuestas cotidianas; por ejemplo, cuando preguntamos hoy de quién es esta plaza, esta vereda, esta calle, ese Centro Cultural, etc. la respuesta más instantánea es ¡de nadie! La matanza de la cultura por parte del capitalismo despiadado nos despojó, también, del sabernos dueños de lo público: lo público no es de nadie; lo público es de todos. Sabemos que leída así, esta afirmación puede parecer un estúpido juego de palabras o un bastardo acto de demagogia. Sin embargo, una lectura más concienzuda nos devela la cristalización, la naturalización que se nos instaló como modo de pensar; modo con el que nos corrieron de lo público: no es de nadie, es (in)seguro, está sucio, etc. Y también, cómo nos replegaron hacia lo privado: lo mío, mi esfuerzo, mis logros, mi casa, mis hijos, mi, mi, mi. La restitución del territorio, con sus vínculos y acciones colectivas, no es una tarea sencilla; básicamente porque se trata de una cosmovisión que nos fue finamente extirpada. Tampoco se trata de una tarea que pueda hacerse aisladamente y sin consecuencias; otra vez, los vigilantes de lo instituido se erigen alertas y feroces contra la alegría del “nuestro”, del “nosotros”.
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Momento de Reflexión Un Anecdotario Algunas propuestas para hacer y pensir (que es una mezcla de pensar con sentir): 1. Traten de recordar anécdotas respecto de los vínculos con otros niños y con los adultos de su barrio vividas en la infancia: travesuras, cuentos, relatos de mayores, juegos, juguetes, etc. 2. Escriban un anecdotario. Utilicen sus palabras más vívidas, frescas; tratando de evitar interpretaciones académicas. 3. Comparen su anecdotario con los de sus compañeros. 4. Rescaten las voces de niños de hoy: ¿cómo es la infancia hoy en su lugar de residencia? ¿Cómo son los juegos? ¿Y los juguetes? ¿Cómo viven la calle y el barrio los niños de hoy? 5. Comparen su anecdotario con los relatos de los niños de hoy: ¿Qué mejoró? ¿Qué cambió para peor? Si bien este ejercicio puede parecer algo “descolgado”, seguramente les servirá para “leer” su territorio en términos de seguridad, público – privado, soledad, proyectos compartidos, economía, solidaridad, exposición de la infancia a los medios de comunicación masiva, individualismos, etc. Además, se trata de un ejercicio que nos enciende fuertemente el deseo de participar, de meter el cuerpo en el desarrollo de nuestros territorios para mejorar la vida de todos los que allí vivimos.
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5.7. Palabras finales… para volver a empezar A los lectores de este módulo de aprendizaje Ya que llegaron hasta acá, que atravesaron el módulo y, ¡quien les dice! hasta se dejaron atravesar un poco por él, voy a compartir unas palabras finales que, a la vez, potencien nuestras posibilidades de seguir con esta charla. Hace algunas páginas y muchísimos días que “ando con Uds.”. Aún sin que lo hayan sospechado siquiera, hace muchos días que andan conmigo, que viajan en el asiento del acompañante, que discuten mis lecturas y se quejan de mi ignorancia; que guían la escritura y que encienden esa luz en el horizonte para indicar el camino. Al principio de este módulo para el aprendizaje les proponía, entre otros desafíos, tratar de entablar un diálogo que nos permitiera pensar, hacer, aprender, movilizarnos los unos a los otros con la idea de encender y encauzar el deseo de transformar nuestros territorios para que todos podamos vivir, cada día, un poquito mejor: más colectivamente, más solidariamente, con una equitativa distribución de los recursos y los bienes culturales; más amorosamente entre los humanos y más respetuosamente con la Pacha que nos une, nos contiene, nos provee y nos trasciende. Les propongo ahora, una mirada “al revés”: hojeen y ojeen el módulo de atrás para adelante. Recorran sus páginas y déjense llevar por los recuerdos que despiertan las actividades, las imágenes, las voces de los muchos autores que invitamos a este diálogo colectivo y, a la vez, tan íntimo, propio y personal. Yo hago lo mismo y me dejo llevar suavemente por las sensaciones y los muchos aprendizajes, por lo tanto que recorrí para encontrarlos ahí, a cada uno en su tierra, “c%l& al Norte” bajo el sol aciago, sentados
junto al brasero leyendo, en “la” agrotécnica revisando el cuajo, en la Casa Patria bajando el material para la próxima clase. Así son de versátiles nuestras vidas, así de polifacéticas e interesantes. Disfruté en la misma medida de lo que sufrí la búsqueda y el encuentro de esta escritura. La viví intensamente y deseo que en algo de ella cada uno de Uds. se encuentre, se vea, se piense, se sueñe, se llore, se resista, se entregue… Si algo de esto sucediese, el módulo habrá encontrado su sentido pero, más allá de eso, Queridos Lectores, por favor, háganmelo saber. M. Belén Cairo Sastre belencasas@yahoo.es
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Biblioteca • Gorenstein, S. (1998). "Las nuevas formas de declive urbano-regional en la Argentina de los `90. El caso Bahía Blanca en el Sudoeste Bonaerense", en de Mattos, C.; Hiernaux, D. y Restrepo, D. (Comp.) Globalización y Territorio. Impactos y Perspectivas. México. Fondo de Cultura Económica. • Deleuze, G. y Guattari, F. (1976). Capitalismo y esquizofrenia. Art. Rizoma. Introducción. París.
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Biblioteca ampliada13
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13 • N. a.: Los relatos literarios que están incluidos en el presente módulo (y que no tienen fuente citada) pertenecen a Cairo Sastre, M. Belén y serán incluidos en la segunda edición de Che Maestra.