En el nombre de Dios (y del fascismo) Sus padres le inculcaron ir a misa todos los días y sus profesores le dijeron que los comunistas eran los malos del cuento, pero fue Salvador Borrego, un autor que enaltece la vida de Hitler, quien delineó la ideología del líder más sonoro de la extrema derecha mexicana. Jorge Serrano Limón se entusiasmó tanto con la obra del gurú mexicano del nazismo que durante años envió a los militantes de Provida a que tomaran los cursos de historia que impartía Borrego. Día Siete presenta en exclusiva algunos fragmentos de El vocero de Dios (Grijalbo), un libro que desentraña los entretelones de la trayectoria pública y privada del dirigente del grupo ultra conservador que se opone al aborto y al uso del condón. En abril de 2005, la Secretaría de la Función publica lo inhabilitó durante 15 años para ocupar cargos públicos y le aplicó una multa por 13 millones de pesos, tras demostrarse un gasto irregular de 30 millones; con una parte de ellos se pagaron, supuestamente, hasta tangas... texto: salvador frausto y témoris grecko (*)
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orge Joaquín Ignacio Serrano Limón nació el 16 de agosto de 1952 en la Ciudad de México. Creció en la colonia Narvarte, en donde se unen Pestalozzi y Eugenia, 20 años antes de que esta última se convirtiera en eje vial. En ese tiempo los niños podían salir a jugar a las calles, por lo que Jorge, aficionado al futbol desde chico, disfrutó mucho esa etapa de su vida. Estudió la primaria en la Benito Juárez de la colonia Roma, una escuela pública que goza de prestigio por su alto nivel académico. Cuando terminó el cuarto grado sus papás lo cambiaron al Fray Juan de Zumárraga de la colonia Del Valle, un colegio de instrucción religiosa. “Ahí jugué en los equipos de basquetbol y de futbol, no porque fuera bueno, sino porque eran pocos alumnos”. Tenía rivalidad con otros centros educativos católicos, como el Instituto México y el Centro Universitario México. Eso lo entusiasmaba porque le gusta la competencia. Sus recuerdos también giran en torno al balón en la preparatoria, que cursó en La Salle, donde se consolidó como un defensa central aguerrido, duro. “Yo era de confrontación, le pasaba la pelota a algún jugador y me iba al ataque. Y soy hincha de las Chivas locas que no ganan”. También se aficionó al tenis y luego al box, “algo que no me explico, porque es un deporte salvaje realmente, porque se dañan dos
personas. Llegué a ver mucho a
Mantequilla Nápoles, a Rubén Oli-
vares, a Castillo, a Saldívar, todos los sábados en la tarde”. Además iba al cine, donde vio una película española “bellísima, preciosa”: Marcelino, pan y vino. En cambio, “la peor que he visto, por la que ni siquiera pude dormir, fue El
general no tiene quien le escriba [en realidad es El coronel..., basada
en la novela homónima de Gabriel García Márquez]…”. En esa época, la de La Salle, empezó a tener contacto con los profesores que recuerda con más cariño, como Salvador González, “el hermano Chava”, y el hermano Juan del Castillo, “todos ellos religiosos admirables, de una sola pieza”, además de Víctor Manuel Sánchez Steinpreis, señalado por su participación en grupos como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), la Guardia Unificadora Iberoamericana (GUÍA) y la Organización Nacional del Yunque. “Fue un muy buen profesor”, dice Serrano Limón. “Recuerdo que hablaba de todo lo que era el socialismo, la lucha entre capitalismo y comunismo”. Eran los años sesenta. Un compañero suyo, que no desea ser identificado, recuerda al líder pro vida vestido siempre de pantalón negro, camisa blanca y un suéter tejido color negro, con cuello en V. Usaba gafas que se le resbalaban por la nariz. Dice que Serrano Limón tenía un apodo, Stalin, y que en
Un compañero suyo dice que Serrano Limón tenía un apodo, Stalin, y que en las fiestas les llamaba la atención a los chicos que bebían o se besaban con las muchachas...
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las fiestas les llamaba la atención a los chicos que bebían o se besaban con las muchachas. Pero Serrano Limón no lo recuerda así: “De negro, no. No vestía extravagante, se daba en aquel entonces el movimiento hippie, que era el pelo largo, los aretes, las camisas floreadas, sin embargo, nunca me llamó la atención, nunca me gustó vestir de forma escandalosa pero tampoco de negro”. Ni se excedió con el alcohol, como le dijo al periodista Raúl Tortolero: “Nunca me he emborrachado, ni siquiera mareado, ni he tomado más de dos copas”. Religiosillo desde chiquillo Su padre, Gustavo Serrano Mass, fue un abogado priista del DF que ocupó un puesto en la Secretaría de Salubridad y Asistencia y que, además, tenía un despacho que le prestaba servicios a la Suprema Corte de Justicia. “Fue muy amigo del presidente Emilio Portes Gil [1928-1930]”, dice el activista. Su madre, María Isabel Limón Oropeza, era originaria de Pachuca y se dedicaba a las labores del hogar. “Se desvivían mucho por mis hermanos y por mí, íbamos los domingos a misa y diario iba mi mamá a misa; mi papá, aunque no iba a misa diario, iba todos los días a la iglesia antes de irse a la oficina”. Económicamente, su infancia fue cómoda, pero cuando tenía 8 años su padre sufrió una embolia que le arrebató la movilidad del lado izquierdo del cuerpo, el habla y la lucidez, y lo forzó a intentar una lenta recuperación: “Mi papá estuvo luchando por salir adelante, por sentarse, por caminar, por hablar y luego se fue levantando hasta que reabrió el despacho, eso se me quedó muy grabado”. Una década dura, al final de la cual Serrano Mass murió de una peritonitis en 1971, cuando Jorge tenía 18 años. Su mamá tiene actualmente 90 años y vive en casa del dirigente pro vida. Gustavo Serrano y María Isabel Limón
liderazgo con Bernardo Ardavín Migoni y Rogelio Barrón, vicerrectores académico y administrativo, respectivamente, de La Salle durante aquella década. Si bien esta agrupación era de carácter público, los tres dirigentes la utilizaban para observar a posibles candidatos que con el tiempo se irían integrando a la Organización Nacional del Yunque, ésta sí de perfil secreto (…) Mientras Francisco se desempeñaba como profesor y directivo de colegios lasallistas como el Cristóbal Colón y el Simón Bolívar, Jorge destacaba en Juventud por la Vida –desde los 16 años de edad– por ser un muchacho que abrazaba con fervor las ideas religiosas que ahí les inculcaban. Marcelo Ebrard, uno de los alumnos de Francisco y hoy jefe de Gobierno del Distrito Federal, recuerda a su profesor como un tipo despótico que humillaba a los estudiantes para castigarlos, que mostraba videos de fetos abortados y que reclutaba a chicos para practicar artes marciales y participar en manifestaciones antiaborto y anticomunistas (…) foto: cuartoscuro
tuvieron ocho hijos: Maribel, Martha, Gustavo, Graciela, Francisco, Victoria, Jorge y Juan Carlos. Jorge Serrano Limón terminó la preparatoria justo en la época en que murió su papá, por lo que debió buscar cómo ayudar a la familia. “En aquel momento estaba el auge del programador [informático] y empecé a trabajar en el Centro Rosenblueth”. Como el padre había muerto intestado, su hermana Victoria consiguió la ayuda de un abogado con el que luego se casaría, José Antonio Ortega Sánchez, identificado como miembro del Yunque. El joven Jorge, que no podía pagarse los estudios superiores en La Salle ni pudo ingresar a la UNAM porque estaba en huelga, entró a una escuela privada laica de menor costo, la Universidad Latina. Ahí se graduó
en Administración de Empresas con especialidad en sistemas de información. Luego vinieron otros trabajos, también en áreas de computación, en la Secretaría de Programación y Presupuesto y más tarde en la de Educación Pública. En varios momentos llegó a sentir inquietud por llevar una vida religiosa y conversó con algunos sacerdotes, “pero dije ‘no, aquí no es mi vida, mi vida es el matrimonio’”. No obstante, fueron aquellos años, los de la prepa y la universidad, los que terminaron vinculando a Jorge Serrano Limón con el mundo de los grupos católicos de carácter secreto o “reservado”. Su hermano Francisco, un hermano lasallista de ideas radicales, fundó en los años setenta Juventud por la Vida, una asociación católica en la que compartió
Su gurú nazi En la base del pensamiento de los católicos radicales (UNS, Tecos de Guadalajara y Yunque, por citar sólo algunos) está la certeza de que la Iglesia de Roma enfrenta un asedio mundial promovido por judíos y masones: “la conspiración judeo-masónica” que creó el monstruo bicéfalo del comunismo y el liberalismo, y que trata de debilitar a la sociedad cristiana mediante la corrupción moral de sus integrantes. Derrota mundial, de Salvador Borrego, y
Los protocolos de los sabios de Sión, un panfleto antisemita apa-
recido en Rusia en 1903 (…) En 1953, un año después de que naciera Jorge Serrano Limón, Salvador Borrego publicó su primer libro, Derrota mundial, que se convertiría en un best-seller internacional: 48 ediciones a la fecha diasiete.com 37
y todavía lo promueven en América Latina diversas organizaciones de católicos radicales. Cuando publicó este texto, Borrego era lector de cables de las agencias internacionales en Excélsior, un diario que en los años cuarenta mostró cierta simpatía con el Tercer Reich. En su obra, el autor retoma la argumentación contra los judíos y la aplica al conflicto armado de 1939-1945: la de Adolfo Hitler no fue una guerra de agresión, sino de autodefensa contra la amenaza comunista representada por la Unión Soviética, ya que Stalin estaba bajo control judío. Trágicamente, escribe Borrego, el judaísmo logró engatusar a las potencias occidentales e involucrarlas en la defensa de Moscú, lo que llevó a la caída de Alemania y a la “derrota mundial”. Según Borrego, el Holocausto nunca ocurrió y es una invención propagandística. Para demostrarlo, ofrece cifras a su gusto: antes de 1938 había 6 millones de judíos en Europa, por lo cual, si los nazis hubieran matado a 6 millones, como se afirma, ¿cómo se explicaría que, tras 1945, “aún había tantos que pudieron asumir innumerables puestos públicos, montar tribunales de desnazificación y ocupar cargos directivos en el comercio, en la industria, en la banca y en general en todas las actividades públicas?” (...) Serrano Limón reconoce que leyó los libros de Borrego: “En aquel entonces se me hacían muy dramáticos, aunque ahorita digo que están muy cercanos a la realidad, pero sí lo llegué a ver en Derrota mundial”. Borrego tenía oficinas en la calle Sadi Carnot, en la colonia San Rafael, cerca del colegio Cristóbal Colón (que después se cambiaría a Lomas Verdes, Naucalpan), adonde acudían los hermanos Serrano Limón y sus chicos de Juventud por la Vida, como recuerda Jorge: “Tenía un despacho, una biblioteca grandotota, enorme, de pared a pared, de techo a piso. De piso 38 día siete 428
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de madera vieja, techos muy altos. Tenía una mesa grandotota, y él hablaba. Unos le preguntaban de la masonería, de la Internacional Socialista, de Hitler, de Plutarco Elías Calles, y él conocía todos los temas. Uno lo escuchaba hablar durante 20 ó 30 minutos y nos daba una cátedra de lo que hacía el gobierno mexicano, de lo que hacía Plutarco Elías Calles, de lo que hacía Juárez, de lo que hacía Gómez Farías, de las acciones de la masonería en México. Era muy interesante escucharlo, porque conocía muchísimos datos; sacaba los tratados, ahí los tenía en su biblioteca; nos los enseñaba; cuándo se firmaron los tratados, quiénes participaron… Era muy interesante”. A lo largo de una década, de 1970 a 1980, los Serrano Limón le enviaron jóvenes:
“No eran cursos formales. Le hablábamos, que si nos podía dar un tema, decía que sí. Cada mes, a veces cada semana, pero generalmente cada mes, íbamos, había veces que yo no podía ir, iban los muchachos a platicar con él. Eran clases de historia, más bien. Hasta que dejamos de organizarnos y de mandar a los muchachos. Los tomaban muy bien, salían muy bien formados, pero luego, simplemente dejamos de organizarlos. No se dio un distanciamiento ideológico o personal, nunca lo hubo”. A pesar de haber sido un entusiasta de Borrego, tanto como para considerar que su pensamiento era necesario para la formación de los jóvenes y dedicar años a promoverlo, Jorge Serrano Limón pinta una raya con respecto a la admiración de Borrego por Hitler:
“Ahí yo difiero. No justifico al nazismo. Si bien es cierto que el comunismo era un peligro real, también es cierto que el nazismo es otra manera de deshumanización. Jamás, jamás voy a justificar ni al comunismo, porque es un sistema que aleja al hombre de Dios y porque es un sistema implícitamente perverso, ni al nazismo. El nazismo es una verdadera aberración, es un genocidio perpetrado en contra de una raza, y además creyéndose la súper raza, por encima de todos, por encima de los discapacitados, de los imposibilitados, de los más débiles”. Por quien sí profesa admiración, en cambio, es por el militar insurrecto que, con la ayuda de Hitler y Mussolini, destruyó la república española para imponer una dictadura católica de cuatro décadas: “Francisco Franco hizo una lucha muy importante, no lo podemos juzgar con los parámetros de ahorita. Habrá que juzgarlo con los parámetros que había en aquel entonces”. •
(*) Extracto del libro El vocero de Dios (Grijalbo), que comenzará a circular por estos días en las librerías del país. La cabeza y los títulos intermedios son de Día Siete.