Uganda En el nombre del odio
La persecución contra los homosexuales es ley en Uganda. Ministros religiosos y políticos vinculados al Partido Republicano de Estados Unidos quieren condenarlos a muerte. Por Témoris Grecko / Fotos de Benedicte Desrus
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En esta página: Usaam Mukwaya, homosexual ugandés de 26 años. En la página anterior: Usaam y un amigo en una ceremonia mágica para evitar que la ley anti-gay sea aprobada.
El 11 de julio de 2010, 74 personas que veían la final del Mundial de Fútbol fueron asesinadas por la explosión de dos bombas en sitios públicos de Kampala, la capital de Uganda. Este país contribuye con tropas a la fuerza de pacificación que la Unión Africana sostiene en Somalia, con respaldo de la onu. El objetivo es estabilizar ese territorio e impedir que caiga bajo control de las milicias Al Shabaab, un grupo extremista islámico, vinculado con Al Qaeda, que reivindicó el ataque y dijo que de esta forma castigaba a Uganda. Sin embargo, un periódico ugandés llamado Rolling Stone (rs, no se confunda con la revista estadounidense homónima) afirma poseer información “de inteligencia” que indica que los autores son otros: el movimiento gay. “Generales homo planearon los ataques terroristas de Kampala”, fue el titular en su edición del 15 de noviembre. Ya el 2 de octubre había anunciado, también como noticia principal, “Filtradas 100 fotografías de los mayores homos de Uganda”, acompañada de una barra en la que pedía: “¡Ahórquenlos!” A lo largo de los últimos meses ha publicado nombres y direcciones de supuestos homosexuales, para exhibirlos ante la población. “Ser gay es un crimen y ellos están rompiendo la ley”, dice Giles Muhame, editor del impreso, para justificar su campaña homofóbica. “Los padres tienen que saber que los homos quieren reclutar a sus hijos, y los ciudadanos deben saber que los homos quieren derribar a los presidentes de la región para poner a los suyos.” Ésta no es la campaña de un solo hombre o de un medio. rs es parte de un movimiento mayor dirigido por el pastor Martin Ssempa, un pentecostal muy influyente en el país, que suele ilustrar a sus fieles mostrándoles imágenes de pornografía homosexual hardcore y lidera una coalición interreligiosa anti-gay que incluye a católicos, evangélicos, anglicanos y musulmanes; y por el parlamentario David Bahati, quien actualmente promueve la aprobación de un popular proyecto de reforma del código penal, que castigaría la homosexualidad con la pena de muerte. “Es un crimen aunque se cometa
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en privado”, dice Bahati. “No puedes admitir que alguien fabrique bombas sólo porque lo hace en la intimidad de su habitación.” Bahati, Ssempa y Muhame forman parte de una fiebre anti-gay que es predominante en las elites de Uganda (incluido el presidente Yoseweri Museveni, quien en junio de 2010 declaró que “estamos contra la homosexualidad y toda forma de abuso sexual”), y que se extiende por el continente: lo mismo ha provocado motines sangrientos en Kenia que encarcelamientos irregulares en Malawi, así como la promoción de leyes abusivas en Burundi y República Democrática del Congo. Y tiene como marca el activismo de pastores cristianos y líderes políticos estadounidenses, miembros de una hermandad religiosa ligada al Partido Republicano de su país.
El Honorable y la pena de muerte
El reverendo Martin Ssempa es un tipo carismático que en su página web se presenta como “una voz apasionada en la lucha global contra el vih/sida” (mediante la abstinencia y la fidelidad, pero no del uso del condón). Su audiencia preferida son los jóvenes: cada sábado ofrece un servicio en la piscina al aire libre de la Universidad Makerere, la más grande del país, al que acuden decenas de chicos a participar en sus “rallies de abstinencia”. En febrero de 2010, introdujo un nuevo elemento pedagógico que emplea con regularidad, con los estudiantes y con los fieles de su Iglesia de la Comunidad Makerere, para ayudar a sus seguidores a entender el peligro de la homosexualidad: mostrarles imágenes de pornografía dura. “¡Ahora ven lo que hacen los homosexuales! Éste le está comiendo el pene a este otro”, describe con voz escandalizada, “ahora éste le lame el ano a este otro”. También muestra imágenes de penetraciones con puños y juguetes y escenas de orgías. Entre la audiencia hay niños y personas mayores. Ssempa explica sus intenciones: “El mayor argumento de los homosexuales es que lo que uno hace en la privacidad de su habitación, no es asunto de nadie más. Pero, ¿saben ustedes qué es lo que ellos hacen en sus habitaciones?”
Hablé con él pocos días después de su primera demostración porno. “Ya sé de qué quieres hablar”, me dijo. Se mostró amable pero poco dispuesto a conversar. En la solapa llevaba un pin que decía: “Ugandeses contra la sodomía.” Tras advertir que “el lobby de activistas homosexuales se ha apoderado del mundo occidental” y “no nos van a imponer las costumbres anticristianas”, insistió en la pertinencia de su novedosa técnica: “En África, lo que tú haces en tu habitación afecta a nuestro clan, afecta a nuestra tribu y afecta a nuestra nación.” Su compromiso es tan fuerte como su capacidad de convocatoria. El 15 de febrero de 2010, llevó a cabo una manifestación en Jinja, la segunda ciudad ugandesa en importancia después de Kampala, en la que participaron cuatro mil personas en apoyo a la propuesta legislativa de David Bahati. Muchas personas mostraban carteles y banderas con lemas como “La homosexualidad es maligna” o “Di no a la sodomía”. Para Bahati, en ese momento era “muy importante que se sintiera el apoyo de la calle” para que su proyecto avanzara en el Parlamento pese a la reprobación internacional. La ley ugandesa ya castiga los actos homosexuales con cárcel (hasta cadena
perpetua), pero sus promotores se indignaron en 2009, cuando un juez liberó a una pareja gay porque al arrestarlos se cometieron abusos en contra de ellos. A Bahati y otros parlamentarios les pareció que se trataba de una burla y que era su obligación subsanar las deficiencias. Por eso, afirma, redactó y presentó esta iniciativa, que de aprobarse significará pena de muerte para los casos de “homosexualidad agravada”, como tener relaciones con menores de edad o con personas discapacitadas, o si uno tiene vih, o si es reincidente en alguno de estos casos. Tres a siete años de prisión serán suficientes para quienes cometan otras ofensas, como “promover la homosexualidad”, “conspirar para involucrarse en actos homosexuales”, “usar intoxicantes para tener relaciones homosexuales” y hasta el simple “intento de tener relaciones homosexuales”. Bajo estas normas, quien le invitara una cerveza a alguien y fuera malinterpretado y denunciado, enfrentaría dos cargos por lo menos: el “intento” (siete años de cárcel) y el “uso de intoxicantes” (tres años). De hecho, para ser culpable no hace falta ser gay o involucrarse en relaciones homosexuales. Si uno se entera de alguna forma que alguien lo es, tendrá hasta 24 horas
para denunciarlo. Si se niega o se tarda, le caerán hasta tres años de cárcel. Todo esto pone en la mira a los activistas de derechos humanos, a los amigos y a los familiares. El Honorable David Bahati (en Uganda, todos los ocupantes de cargos públicos de importancia reciben el título de Honorable) rechaza las críticas de que “mi proyecto convierte a todo el país en criminal; el crimen es proteger criminales. Cometes un crimen si no denuncias a un criminal, aunque sea tu hijo. Si tu hijo fuera un terrorista, un ladrón o un drogadicto, ¿qué harías para proteger a tu gente?”
Nexos republicanos
“Dios nos creó y nosotros estamos aquí para expandir su reino”, continúa Bahati. “Quien trate de afectar el poder de la fe está en el lado equivocado de la historia.” Él siente que es un instrumento del señor como lo fueron grandes personalidades: “Dios usa a su gente. Usó a [Nelson] Mandela para liberar a los sudafricanos de la opresión. Usó a Martin Luther King para hablar sobre la maldad en Estados Unidos (eu), y usó a la madre Teresa para ayudar a los pobres.” Como evangélico, Bahati dice seguir las enseñanzas de Cristo y sorprende con
El parlamentario David Bahati (centro), impulsor de la ley anti-homosexual, es bendecido por el pastor Martin Ssempa (derecha).
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Izquierda: El pastor Martin Ssempa muestra escenas de pornografía gay ante la prensa en Kampala. Ssempa suele usar estos videos en sus “rallies de abstinencia”. Arriba: Rolling Stone señaló que los ataques terroristas de julio de 2010 fueron obra de homosexuales.
esta declaración: “Amo a mi prójimo y amo a los gays también. Sólo tenemos una diferencia en cuanto a la forma de abordar este problema.” A final de cuentas, dice, él sólo sigue una indicación divina: “En el libro del Levítico, la Biblia dice que aquellos que son descubiertos en el pecado deben sufrir la muerte. Así es que, si un hombre duerme con otro hombre, debe sufrir la muerte. El Corán dice ‘ahórquenlos’. Éstas son las palabras de Dios, ¿quién soy yo para cambiarlas? Hemos puesto aquí [en la iniciativa de reforma] la pena de muerte para ser coherentes, como una medida preventiva.” En el antiguo reino Buganda, antes de la colonización británica, las prácticas homosexuales eran aceptadas en la corte real. Es uno de muchos ejemplos en África. Pero en la perspectiva de Bahati y de otros líderes políticos y religiosos del continente (como el cheij Ramathan Shaban Mubajje, líder de la comunidad musulmana ugandesa, quien propone encerrar a los gays en una isla del Lago Victoria: “Si todos mueren, ya no tendremos el problema.”), la homosexualidad 102 f e b • 1 0
es algo importado y ajeno a la región. “Los europeos están acabados y si seguimos la cultura occidental, nos convertiremos en Sodoma y Gomorra”, dijo el presidente Museveni el 3 de junio de 2010. Es la creencia general, como refleja Bahati: “La homosexualidad ha capturado a Europa, a eu y justo ahora el mundo necesita un país que genere liderazgo, y Uganda lo está generando.” Dice que su proyecto está destinado “al pueblo ugandés”, su origen es nacional y no tiene apoyo financiero de otros países. De esta forma se defiende de quienes sospechan que el poderoso grupo estadounidense La Familia está involucrado. Sólo admite que “es claro que tenemos amigos y que trabajamos con ellos en diferentes aspectos”. De cualquier forma, él es parte de La Familia. Este grupo no es exactamente clandestino (celebra un Desayuno Nacional de Oración cada año, al que asiste el presidente de eu), pero actúa con discreción. Jeff Sharlet, autor de La Familia: fundamentalismo secreto en el corazón del poder estadounidense, establece en este libro que casi todos
sus integrantes son legisladores y funcionarios republicanos, más algunos demócratas, y que creen que Cristo dio tres tipos de mensajes: uno para un círculo estrecho, otro para un círculo mayor y uno más para el resto de la humanidad, incapaz de enfrentar la verdad. Por ello, los miembros de la Familia dicen saber con exactitud qué es bueno para el mundo. Bahati dirige el Foro de Liderazgo de la Juventud Africana, una extensión de la Familia, y organiza desayunos de oración en Uganda. El escándalo creado por su proyecto de ley motivó a Sharlet a visitar Uganda para indagar sobre el papel de La Familia. En su reportaje, publicado en la revista Harper’s en septiembre de 2010, narra que Bahati reconoció sin problemas sus vínculos con La Familia, pero lamentó que la propuesta de ejecutar homosexuales le hubiera hecho perder el apoyo para su proyecto. En febrero de 2010, grupos de activistas gays le pidieron al presidente Barack Obama que no asistiera al Desayuno de La Familia, como una forma de mostrar su rechazo a la iniciativa de Bahati. Sharlet escribió lo que le dijo Bahati sobre Bob Hunter, un estadounidense a quien La Familia designó para manejar el asunto: “Cuando Bob me llamó, me dijo de la presión que la comunidad gay estaba realizando sobre la hermandad. Me comunicó su temor de que esto provocara la destrucción del Desayuno Nacional de Oración. [Pero] nunca me dijo: ‘David, lo que haces es un problema.’ Sólo quería discutir las presiones de los gays.”
“El Corán dice ‘ahórquenlos’ [a los homosexuales]”, afirma el parlamentario David Bahati. “Éstas son las palabras de Dios. ¿Quién soy yo para cambiarlas?” Suástica rosa
El libro de Sharlett describe cómo es que, a diferencia de otros grupos de fundamentalistas cristianos, La Familia prefiere tratar con los “hombres clave” en las elites políticas y de negocios, en lugar de las multitudes. Bahati, educado en universidades de Gran Bretaña y eu gracias a becas, es su figura estrella en su cruzada contra los gays. En las últimas décadas, La Familia ha destinado millones de dólares a proyectos de desarrollo de liderazgo en Uganda, de los que se benefició entre otros el presidente Museveni. La lucha antihomosexual va más allá de La Familia, no obstante. Una nota del londinense The Times, del 17 de enero de 2010, revela: “La atención en Uganda está puesta en la visita de tres pastores evangélicos de eu, Scott Lively, Caleb Lee Brundidge y Don Schmierer, justo antes de que la ley antihomosexualidad fuera presentada. Ellos impartieron seminarios para miembros del Parlamento y funcionarios del gobierno, en los que la homosexualidad fue descrita como una enfermedad que puede ser curada.” Brundidge trabaja como “asesor de reorientación sexual” en la International Healing Foundation y lleva grupos de cristianos a morgues para intentar hacer que los muertos se levanten, mientras que Schmierer es miembro de Exodus International, un grupo dedicado a “liberar de la homosexualidad a través del poder de Jesucristo”. Lively es presidente de Defend the Family International y afirma saber de homosexualidad “más que nadie en el mundo” porque alguna vez fue gay; además, dice que el genocidio en Ruanda fue llevado a cabo por gays y que el sida es un castigo divino por la homosexualidad. En el prefacio de su único libro, The Pink Swastika, asegura que “los homosexuales son los verdaderos inventores del nazismo y la fuerza que guió muchas de las atrocidades nazis”. En el evento descrito por The Times, Lively dijo a los asistentes que legalizar la homosexualidad sería “legalizar el abuso infantil y el sexo con animales”. Kapya Kaoma, un sacerdote anglicano de Zambia que estaba presente, escribió un artículo en el que añade que Lively pidió defender a la familia africana de los homosexuales que “reclutan” niños, y que fue a raíz de esto que alguien entre el público anunció: “El Parlamento cree que es necesario redactar una nueva ley que trate el asunto de la homosexualidad en toda su amplitud.” El hecho de que en países de Occidente se reconozca a los gays como ciudadanos con plenos derechos, alimenta la idea de que se trata de algo ajeno a África que los colonialistas quieren imponerle. “Por fortuna, Uganda es un país totalmente homofóbico que no tiene gays, o que tiene pocos”, dice Giles Muhame, el director de Rolling Stone. Es por su escaso número, continúa, que “los homos están reclutando niños en las escuelas”, una afirmación que ha publicado sin pruebas. “Tenemos confesiones y otras evidencias”, asegura, “y las daremos a conocer si nos presionan”. No responde por qué no lo
hizo cuando presentó sus acusaciones. Tampoco qué relación tienen con este “reclutamiento” los ugandeses cuyas fotos ha difundido rs, tras haberlas hallado en sitios web de “dating”. Las imágenes van acompañadas de la descripción de sí misma que dio la persona (nombre, edad, preferencias sexuales). “Cuando pones tu foto en una página así estás asumiendo que eres homo y que quieres que todos lo sepan”, se justifica Muhame. “Hay homosexuales sin corazón que le están lavando el cerebro a chicos inocentes.” Autonombrado “periodista”, Muhame insiste en que no tiene otra motivación más allá que la de trabajar por el “interés público”, “para proteger a Uganda”. Y es por eso, afirma, que planteó una “verdad” distinta a la oficial sobre uno de los episodios más dolorosos que ha vivido su país en la historia reciente. El 11 de julio de 2010, en dos sitios públicos de Kampala —un restaurante y un club de rugby repletos de gente que veía la final del Mundial de Sudáfrica— explotaron bombas que mataron a 74 espectadores y dejaron unos 50 heridos. “Atacaremos al enemigo dondequiera que esté”, dijo en Mogadiscio, la capital de Somalia, el jeque Ali Mohamud Rage, un portavoz de la milicia Al Shabaab, al reivindicar los atentados. “Nadie nos disuadirá de llevar a cabo nuestro deber islámico.” Al Shabaab, un grupo afiliado a Al Qaeda, tiene suficientes motivos para odiar a Uganda: sin la presencia de los soldados de ése y otros países de la Unión Africana, como parte de una misión de estabilización apoyada por la onu, Al Shabaab quizá ya hubiera derribado al gobierno provisional somalí y hubiese tomado el poder. El propio presidente ugandés dio por hecho que se trataba de los islamistas. Muhame, sin embargo, publicó que tuvo acceso a “oficiales de inteligencia regional” (sin dar detalles), quienes le habrían asegurado, “vía teléfono satelital”, que “peligrosos homosexuales que Los gays en Uganda, como este joven que pidió no revelar su identidad, sufren continuas agresiones y amenazas de muerte.
viven en el extranjero” expresaban con las matanzas “su insatisfacción porque el gobierno no respeta sus derechos”. Según rs, la elección de los sitios a destruir se debió a que “los frecuentaban personas que se aman. Psicólogos dicen que los homosexuales se sienten heridos cuando ven a los heterosexuales divertirse”. El artículo cita a alguien anónimo que dice: “Tales espectáculos de amantes heterosexuales los persiguen. Hierven en deseos de venganza.” La intervención militar ugandesa en Somalia sólo sirve para “darles cobertura para el ataque”, sigue el texto, que después men-
El pastor Salomon Male (izquierda), de la Coalición Nacional contra la Homosexualidad y el Abuso Sexual, y Giles Muhame, editor del periódico Rolling Stone.
Es el caso de Ahmed, un chef musulmán cuya foto apareció en rs. Ahmed había logrado mantener su orientación en secreto hasta que un día, su hermana fue a verlo para interrogarlo. Le dijo: “Tienes 33 años, ¿por qué no me presentas a tu novia?” Entonces le mostró un ejemplar de rs. Una amiga de ella lo había visto y se escandalizó al descubrir la foto de Ahmed, extraída de una página de dating. “Este chico no soy yo”, fue lo único que pudo decir él. Ahmed prefirió marcharse lejos de su familia. Tuvo suerte de que no se publicara su nombre (Ahmed es falso) y de que la noticia
“La homofobia siempre ha existido en Uganda”, afirma Frank Mugisha. “Pero se ha incrementado desde que vinieron evangélicos estadounidenses.” ciona una “reunión en un país de Medio Oriente” donde los “homosexuales decidieron transferir grandes sumas de dinero” a Al Shabaab. Y no sólo a este grupo, sino a otros enemigos de Uganda como el Ejército de Resistencia del Señor, una de las facciones armadas más sanguinarias de África. El artículo concluye con una cita de un “alto jefe de inteligencia”: “Los homosexuales pretenden dominar el mundo. Pretenden financiar las campañas de candidatos presidenciales gays para que luego les den reconocimiento constitucional.”
La libertad del exilio
Muhame niega que sus acusaciones contra los gays, su práctica constante de publicar fotos privadas para exhibir a supuestos homosexuales, y su demanda de “¡ahórquenlos!” hayan tenido consecuencias violentas. “A nadie han colgado”, asegura, y para demostrarlo, se pregunta por qué es que “ninguno de ellos ha acudido a presentar una denuncia a la policía y en cambio, van a quejarse con la comunidad internacional”. Dado que ser homosexual se castiga con cadena perpetua, es difícil pensar que un gay se pondría así en manos de la policía. Pero las consecuencias más graves se dan, por ahora, mediante la sanción social.
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Una manifestación anti-gay en la ciudad de Jinja, al este de Kampala.
Usaam Mukwaya durante una visita a la casa de su familia, en Kampala.
no llegara a sus vecinos, por lo que no ha tenido que mudarse. Todo lo contrario de Usaam Mukwaya, un defensor de los derechos humanos de 27 años, quien en 2008 realizó una protesta pacífica por el desinterés del gobierno ante la epidemia de sida entre la comunidad gay. Esto provocó que fuera arrestado, acosado judicialmente, secuestrado por agentes policiacos, interrogado y sometido a malos tratos. Aún faltaba el castigo de la sociedad: “Estaba en la prensa como noticia de última hora”, recuerda Mukwaya. “Antes de eso teníamos una vida normal, pero cuando nos exhibieron fue un infierno. La gente me gritaba ‘sodomita, sodomita’.” Alguien incendió su negocio, lo echaron de su casa, cuando él y su pareja encontraban un sitio para vivir, las autoridades locales les enviaban cartas dándoles unos días para marcharse. Luego atacaron a su novio en un mercado: “Le arrojaron cebollas, lo patearon… estuvo dos semanas en el hospital, y no fue posible reconstruir su rostro.” Su familia lo rechazó. Sólo su abuela, que vive en Ruanda, trató de interceder en su favor, pero él cayó en una depresión nerviosa. La impotencia lo llevó a buscar soluciones mágicas. En una ceremonia en marzo de 2010, Mukwaya, otro chico gay, una joven heterosexual y una amiga lesbiana que
actuó cómo chamán (y que también había sido expulsada por su familia), quemaron hierbas y cantaron para impedir la aprobación del proyecto de ley de Bahati. Mukwaya aclara que no cree en eso “porque soy musulmán y creo en Dios, pero mis compañeros piensan que los ancestros nos pueden ayudar”. Su religión no lo salvó de la persecución de sus pares, sin embargo. Fue el anuncio de un grupo islámico de que había decidido asesinarlo lo que lo obligó a buscar asilo político en Francia; lo consiguió y se marchó de Uganda en junio de 2010. Los demás se quedaron en esa prisión que es Uganda.
Voluntad divina
En enero de 2010, el presidente Museveni se quejó ante la prensa en estos términos: “El primer ministro de Canadá vino a verme, ¿y de qué hablaba? Gays. El primer ministro británico vino a verme, ¿y de qué hablaba? Gays. La señora Clinton me llamó por teléfono, ¿y de qué hablaba? Gays.” Si la magia no daba resultados, la presión internacional metió la iniciativa de ley antihomosexual a la congeladora. Muchos creen que el error fue introducir la pena de muerte como castigo. Otros piensan que la idea de incriminar a quien no denuncie también es excesiva. El hecho
es que grupos de derechos humanos consiguieron llamar la atención y varios países de los que depende Uganda, porque le otorgan donaciones como ayuda al desarrollo, amenazaron con suspenderlas si el proyecto era aprobado. Hubo llamados a defender la soberanía y manifestaciones como la marcha de Jinja, pero durante 2010 no hubo manera de sacar el documento del cajón. “Todavía tenemos 22 iniciativas pendientes de dictaminación que fueron introducidas en 2007”, se justifica Bahati, “la mía apenas entró en 2009”. El 18 de febrero de 2011 hay elecciones y la legislatura termina en mayo. “No nos iremos sin aprobarla”, insiste. En una conversación con un periodista, el presidente del comité parlamentario responsable, Stephen Tashobya, se comprometió a darle trámite a todas las propuestas antes del final de su periodo. La campaña contra los homosexuales, de cualquier forma, continúa. Eventualmente, podría concretarse en la reforma judicial de Bahati u otra parecida. Lo más peligroso, no obstante, es lo que ya está haciendo gente como Muhame y el pastor Ssempa, y la semilla del odio que han plantado religiosos estadounidenses como Scott Lively. “La homofobia siempre ha existido en Uganda”, declaró a la radio Frank Mugisha, de Sexual Minorities Uganda, “pero se ha incrementado enormemente desde hace dos años, cuando vinieron evangélicos estadounidenses”. En las calles de Kampala, en las que no es raro que una multitud linche a un ladrón o que una persona arroje ácido a la cara de otra por celos, las agresiones contra gays se han convertido en un rumor cotidiano: de unos se sospecha que las han sufrido (golpizas, apedreamientos, amenazas), otros afirman que las han llevado a cabo, pero el peligro de ser arrestado por homosexualidad y el miedo a la exhibición pública inhiben las denuncias. El clima de violencia se hace más denso. Una joven lesbiana que no ha sido expuesta, pero teme que le ocurra como a algunos de sus amigos, lo expresó así: “Cuando un sacerdote te apunta con el dedo, tal vez él no crea que sea quien te mata. Pero la gente que lo sigue sí cree que está haciendo lo correcto cuando te corta el cuello, a ellos les han dicho que eso es lo que Dios quiere que hagan.” 105
LOS CASTIGOS DEL ODIO La criminalización de la homosexualidad en África es un legado de la colonia británica, establecido en leyes victorianas que todavía rigen en muchas de sus antiguas colonias y que castiga “las relaciones carnales contra el orden de la naturaleza, con hombre, mujer o animal”. Pero la culpa de los ingleses es limitada: sólo abarca la mitad de los 80 países del mundo que penalizan la sexualidad consentida entre personas del mismo género. La siguiente es una muestra de los castigos que aplican algunas de estas naciones: País: Irán Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Muerte para los hombres. 100 latigazos para las mujeres y muerte en la cuarta ocasión. País: Nigeria Estatus: Ilegal para hombres, y para ambos sexos en los estados donde rige la sharía o ley islámica. Penalidad o sanciones sociales: En zonas de sharía: muerte para hombres, 50 latigazos y seis meses de prisión para mujeres. En otras zonas, hasta 14 años de prisión para hombres. País: Afganistán Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Hasta un máximo de pena de muerte, pero no se conocen casos desde el fin del gobierno de los talibán. País: Uganda Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Hasta cadena perpetua. Pena de muerte si se aprueba el proyecto de David Bahati. País: Malawi Estatus: Ilegal en hombres Penalidad o sanciones sociales: Hasta 14 años de prisión, con o sin castigo corporal. País: Malasia Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Multa, prisión de dos a 20 años, latigazos. País: Jamaica Estatus: Ilegal para hombres Penalidad o sanciones sociales: Prisión y trabajos forzados por hasta diez años. País: Zimbabue Estatus: Ilegal para hombres Penalidad o sanciones sociales: Multa y hasta un año de prisión País: Marruecos Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Multa, de seis meses a tres años de prisión País: Líbano Estatus: Ilegal Penalidad o sanciones sociales: Hasta un año de prisión País: Irak Estatus: no es ilegal Penalidad o sanciones sociales: ejecuciones extrajudiciales, secuestros, tortura, violación País: Sudáfrica Estatus: Legal desde 1994 Penalidad o sanciones sociales: Golpizas, violación, asesinato