Los héroes del Congo

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LOS HÉROES DEL CONGO POR TÉMORIS GRECKO, DESDE BUKIMA, REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO 106 M A R • 1 0

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Los guardaparques de Virunga deben vigilar un territorio de 7 mil 800 kilómetros cuadrados.

EN UNA DE LAS ZONAS MÁS VIOLENTAS DEL MUNDO TIENE LUGAR UNA HISTORIA DE VALENTÍA COMO POCAS: UN EJÉRCITO DE GUARDAPARQUES LUCHA CON UÑAS Y DIENTES PARA PROTEGER A LOS GORILAS DEL PARQUE NACIONAL DE LOS VIRUNGA. Y POCO A POCO IMPONEN SU LEY CONTRA UNA INFINIDAD DE GRUPOS ARMADOS.

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os truenos y los relámpagos deberían servirnos de advertencia para lo que vamos a escuchar. Estamos en Bukima, un puesto de vigilancia en el Parque Nacional de los Virunga, nada menos que el centro de la región del planeta donde se ha derramado más sangre —y de manera más brutal— desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: el oriente de la República Democrática del Congo. Las historias que se cuentan aquí suelen ser escalofriantes. Mi amigo y guía Eddy Mbuyi, un joven periodista congolés, me ha narrado una de esas historias, y le he pedido que me lleve con Sebagenzi Barnabe, el protagonista, para recogerla en sus propias palabras. A Eddy, sin embargo, le falta conocer la peor parte. Aunque Barnabe tiene 54 años, parece bastante mayor. De hecho, ha sobrepasado la esperanza de vida de la zona, que es de 47 años. Su piel es de un negro intenso y sus rasgos se han endurecido tanto que me resulta imposible descubrir sus emociones. Es parte de los guardaparques de Virunga, un grupo de héroes desconocidos que, hasta hace poco, estaban en la incómoda situación de mantener el orden en el área y, paradójicamente, ser el grupo armado más vulnerable de los muchos que proliferan aquí. Más de 130 de sus compañeros (incluidos cuatro en 2009) han sido asesinados desde 1994, por su defensa de la vida salvaje del corazón de África. A pesar de los antecedentes, de la tormenta y del aspecto sombrío de Barnabe, no esperábamos el giro trágico que tomarán sus palabras. Barnabe se incorporó al servicio de guardaparques en 1989. El genocidio de 1994 en Ruanda, el minúsculo país que está a 10 kilómetros

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En la lucha por defender a los gorilas, “no podemos darnos el lujo de perder”, dice el joven ranger Innocent Mburanumwe.

de aquí, provocó que la guerra llegara al Congo oriental, sin que hasta el momento haya terminado. En 1996, una partida de genocidaires (genocidas, como se conoce a los extremistas hutus de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda o fdlr) que se escondía en Virunga fue a Kayove, la aldea de Barnabe. Estaban enojados porque un hombre del lugar, a quien habían enviado a comprar provisiones, escapó con el dinero. “Robaron cabras, kasava, camote”, nos dice el guardaparques en suahili. Eddy traduce: “Destruyeron 60 casas. Entraron a la mía.” Barnabe vivía con sus padres, su hermano, su cuñada y cuatro sobrinos pequeños. Él continúa, pero Eddy se detiene. Mira a nuestro interlocutor para confirmar lo que ha dicho. El tono de voz de Eddy, antes afable, se hace sombrío. “Entraron a mi casa”, prosigue. “Y mataron a todos”.

¿Por qué? Es una pregunta que suena estúpida a los oídos de un ciudadano de este país, donde tantos crímenes terribles se cometen sin razón. Aunque lo sé, no puedo evitar hacerla. Barnabe abre sus largos brazos con amplitud y fija sus ojos llenos de lágrimas en los míos. Michel Imanirafasha Seminame, el jefe de guardaparques de Bukima, nos mira con calma helada. La tormenta sacude los árboles. Desde la ventana de la casa donde estamos se pueden ver las explosiones de la erupción volcánica del monte Nyamulagira; la lava salta a cientos de metros de altura y cae sobre los ennegrecidos bordes del cráter. La enorme masa de humo sulfuroso que ha despedido se ilumina con un tono rojo y parece un gigantesco sombrero escarlata que destaca contra las negras nubes en el cielo. A Barnabe se lo llevaron secuestrado.


“CUANDO ENTRAMOS EN LA

SELVA, ESTAMOS EXPUESTOS A ATAQUES Y EMBOSCADAS” DICE MBURANUMWE. “HAY ANIMALES MUY AGRESIVOS, PERO LOS HOMBRES SON PEORES.” MUCHOS ENEMIGOS

El Nyamulagira, aquí en erupción, es uno de los ocho volcanes de la cordillera de los Virunga.

En el Parque Nacional de los Virunga viven 380 de los 720 gorilas de montaña, o lomos plateados, que quedan en todo el mundo.

El activo más famoso del Parque Nacional de los Virunga es el gorila de montaña, conocido también por el nombre de sus machos adultos, los lomos plateados. Es una especie en peligro de extinción: sólo quedan 720 en el mundo, de los cuales unos 380 viven en esta cordillera, que comparten Congo, Ruanda y Uganda. En tiempos de paz, los guardaparques conducen grupos de visitantes a ver familias de gorilas “habituados”, llamados así porque se han acostumbrado a la presencia de personas, que tienen que estar a una distancia mínima de siete metros para evitar infectarlos con enfermedades extrañas ante las que son muy vulnerables. En la mitología popular, el gorila es un animal peligroso; en la realidad, es un cuadrúpedo vegetariano que sólo reacciona defensivamente ante posibles amenazas. En Virunga hay chimpancés, hipopótamos, elefantes, okapis, monos dorados, jirafas, búfalos y decenas de especies de aves endémicas. Esto se debe a que en su territorio de 7 mil 800 kilómetros cuadrados (y que se eleva desde 300 hasta 5 mil metros de altura sobre el nivel del mar) hay una gran variedad de ecosistemas: sabanas, praderas, marismas, llanuras, bosques alpinos, jungla e incluso un glaciar. Seis de los ocho volcanes que hay aquí están apagados, pero dos de ellos son los más activos de África: el Nyamulagira y el Nyiragongo, que en 2002 destruyó la ciudad de Goma (800 mil habitantes) y que tiene en el cráter un lago de lava hirviente. “Te puedo decir que Virunga es el parque nacional más atractivo del planeta”,

me dijo su director, Emmanuel de Merode. “Pero la gente no lo conoce porque está en una región muy conflictiva”. Es verdad. En toda África, la colonización europea causó estragos, pero ninguna fue tan brutal y sanguinaria como la que los belgas establecieron en esta zona. Se estima que murieron 15 millones de personas, más del 80 por ciento de la población nativa. El país logró la independencia en 1960, pero el deseo de Bélgica y Estados Unidos de combatir la influencia soviética en el país los llevó a patrocinar un golpe de Estado en 1965, que instaló en el poder durante más de tres décadas a uno de los dictadores africanos más sangrientos: Mobutu Sese Seko. En 1994 ocurrió el genocidio en Ruanda: una disputa postcolonial entre los franceses —que apoyaban al gobierno ruandés hutu— y los estadounidenses —que respaldaban a la guerrilla tutsi del Frente Patriótico Ruandés, fpr— abrió un conflicto en el que los odios interétnicos se desbordaron. Las milicias hutus de los Interahamwe (“los que matan juntos”) decidieron exterminar a todos los tutsis y a los hutus moderados que no los obedecían, y en 100 días eliminaron a entre 800 mil y un millón de civiles. Hasta que el fpr, que utilizó como base de ataque la cordillera de los Virunga, se impuso y terminó con la locura. Pero el caos se trasladó al Congo. Los genocidaires huyeron hacia allá, a través de Virunga, y formaron las fdlr. El deseo de Ruanda de eliminar esa amenaza, la debilidad de la dictadura de Mobutu (derrocado en 1997) y la intervención de Uganda, Angola, Zambia, Zimbabue y Namibia, más la participación de una enorme variedad de grupos armados (azuzados por la posibilidad de beneficiarse de los enormes recursos naturales del Congo), dio lugar a una serie de guerras civiles e internacionales que dejaron entre 5.4 y 7 millones de muertos. Más que cualquier otro conflicto desde la Segunda Guerra Mundial. El Parque Nacional de los Virunga ofrece numerosas ventajas para los combatientes: tiene muchos lugares para esconderse; hay mamíferos y otros animales para cazar y alimentarse; es remoto y tiene volcanes y zonas elevadas que dificultan la persecución; y su ubicación entre tres países abre rutas de escape hacia cada uno de ellos. Por eso, a los guardaparques de Virunga les han sobrado enemigos. Entre los que ya no están, se encuentran los ejérci-

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Arriba: Los Guardaparques de los Virunga están ahora mejor armados. Abajo: En 2007 hubo una masacre de gorilas en el Parque.

El belga Emmanuel de Merode fue nombrado director del Parque de los Virunga en agosto de 2008.

“LOS GUARDAPARQUES ESTÁN MÁS EXPUESTOS EN ESTOS TIEMPOS PORQUE ESTAMOS CONFRONTANDO A LOS ENEMIGOS DE VIRUNGA MÁS QUE ANTES”, ASEGURA EL DIRECTOR DEl PARQUE. “PERO TENEMOS MEJORES MEDIOS AHORA.”

tos de Ruanda y Uganda, que se retiraron en 2001-2002, y el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (cndp), que pasó a una fase pasiva a principios de 2009. Pero abundan otros que no tienen para cuando desaparecer. “Cuando entramos en la selva, estamos muy expuestos a ataques y emboscadas”, me explica Innocent Mburanumwe, responsable de la protección de los gorilas. “Hay animales muy agresivos, claro está, como los búfalos. Uno de ellos casi mata a un

compañero el año pasado. Pero los hombres son peores: las fdlr, los cazadores furtivos, los paramilitares mai mai y los productores y traficantes de makala (carbón vegetal).”

A PUNTO DE MORIR De Merode, director de Virunga desde 2008, aceptó recibirme el 19 de enero pasado en Rumangabo, un pequeño conjunto de edificios en la cima de un monte del sector sur, donde está la sede del cuartel general del

parque. Empezábamos a hablar cuando recibió una llamada urgente: una columna de guardaparques había sido emboscada, cerca de Rumangabo, en el sector central. Hubo algunos heridos, pero en la espesura no se pudo saber quién era el atacante. “¡Pueden ser tantos!”, dijo de Merode. Imanirafasha, el jefe de Bukima, de 52 años de edad, lleva 22 como guardaparques y ha visto a muchos enemigos en tiempos peores. Una mañana, me habló de esa épo-


ca: “Tenían mejores armas que nosotros. Estábamos hambrientos porque no nos pagaban ni nos daban alimentos, pero ellos robaban a la población y cazaban animales ilegalmente.” Podía tratarse de rebeldes o del ejército congolés, famoso por su crueldad y corrupción. Pero los que encontraron Imanirafasha y otros cinco compañeros, en un día de 1999, fueron ugandeses. En un principio, las fuerzas de Uganda y de Ruanda habían sido aliadas, pero disputas por el control de las minas las llevaron a enfrentarse. Los ugandeses se fueron tras detectar que el enemigo se acercaba. Cuando llegaron los ruandeses, cuestionaron a Imanirafasha por no haberles avisado de la presencia de los ugandeses. A manera de compensación, le exigieron un antílope, pero el guardia se negó. A todos los condenaron a recibir 500 azotes. Después los obligaron a transportar unas piraguas corriente arriba por el río Rutshuru. Cuando los guardaparques no pudieron seguir sosteniendo las piraguas sobre sus cabezas, tiraron de ellas con sus cinturones. Los ruandeses quedaron impresionados con el esfuerzo y los dejaron con vida. El conductor de un vehículo, que también había sido secuestrado, dio aviso de lo ocurrido en el pueblo de Vichumbi, y la gente fue a buscarlos. Sin embargo, las autoridades no se preocuparon por los heridos, que quedaron en muy mal estado. “Nadie me ayudó en ese momento”, dijo Imanirafasha. “Ni el iccn (Instituto Congolés para la Conservación de la Naturaleza, encargado de los parques nacionales) ni el gobierno. Sólo mi familia”. En el este del Congo, es común que los grupos armados ataquen a los pobladores para robarlos, usarlos como cargadores o, si son mujeres, violarlas hasta la muerte o convertirlas en esclavas sexuales. A veces, los obligan a combatir. El coronel Makenga, por ejemplo, es un oficial tutsi que empezó en el ejército congolés, se pasó al de Ruanda, después al cndp y ahora está de regreso en las fuerzas nacionales. En 1998, secuestró a toda una sección de guardaparques (12 hombres) para obligarlos a pelear contra las fdlr. Imanirafasha, quien me contó esta historia, aseguró que en la batalla murieron 10 genocidaires y cinco ruandeses, pero ninguno de sus compañeros. “Empezaron a decir que los guardaparques no mueren”, agregó. Ellos saben bien que no es así. Imanirafasha recordó que el mayor saldo de muertes de guardaparques no fue provocado por uno de estos ejércitos y milicias, sino por un rebelde de ocasión que se alzó en armas en 1996: “Era un caudillo de nombre Kaganga y mató a más de 20 compañeros.” Barnabe también está consciente de su mortalidad, sobre todo después de haber visto cómo masacraban a su familia. Él sobrevivió porque las fdlr querían usarlo como guía y que transportara hasta su campamento parte del botín que habían capturado en el ataque a la aldea. Eran bolsas de camote. Cuando lo hizo, lo dejaron ir. Al regresar, los ruandeses lo capturaron, bajo la acusación de ser miembro de las fdlr. Estuvieron a punto de matarlo, pero él ofreció mostrarles dónde se escondían sus enemigos. Hasta allá los llevó y, cuando empezó el tiroteo, pudo huir.

CAMBIAR MENTALIDADES La corrupción de sus mandos era una de las cosas que más debilitaba el esfuerzo de los guardaparques. No tenían equipo ni armas, con frecuencia no llegaba el pago de sus escasos salarios ni sus raciones

de comida. Y actuar en contra de los negocios sucios estaba muy mal visto. En mayo de 1976, el propio Mobutu dirigió un discurso contra las prácticas corruptas en estos términos: “Si quieren robar, roben con un poco de ingenio, de buena manera. Sólo si roban tanto como para hacerse ricos de la noche a la mañana, los agarrarán.” “Ésa es la mentalidad que predominaba con Mobutu”, me dijo Eddy, “y es la que sigue teniendo la gente de esa época. Es también a la que están expuestos los jóvenes, pero muchos van cambiando”. Mientras los guardaparques peleaban a cambio de salarios de 30 dólares al mes, sus jefes hacían grandes negocios. Honoré Mashagiro, antiguo director del Parque, y varios de sus colaboradores fueron sometidos a proceso judicial por organizar la producción de makala (carbón vegetal) en territorios protegidos. “Este método es increíblemente ineficiente”, explicó Emmanuel de Merode, “porque para producir el carbón, sólo usas los troncos, tiras la rama y, en general, se pierde el 80 por ciento de la energía”. En el centro de África, tan alejado de la costa y de los centros petroleros, los hogares carecen de gas y electricidad y usan makala como combustible, con terribles consecuencias para los bosques: sólo quedan los de Virunga, y la cuarta parte del sector sur ha sido arrasada con la complicidad de las autoridades. “Lo dejaron ir”, dijo De Merode en referencia a Mashagiro, “pero hemos apelado la resolución y esperamos que los vuelvan a detener”. Varias de las personas con las que hablé creen que Mashagiro ordenó una serie de crímenes, aunque no ha sido probado: en 2007, se cometió una masacre de gorilas y varios asesinatos aislados, lo que dejó siete cuadrúpedos muertos con gran saña. Esto fue interpretado como un mensaje de los traficantes de makala. “Mi corazón se rompió”, recordó Innocent Mburanumwe. “¿Por qué querría alguien matar a los gorilas? Estos animales no tienen pecado”. El guardaparques afirmó que los hechos fortalecieron su decisión de combatir las actividades mafiosas. El objetivo de los ataques quizá no era tanto desmotivar a los guardaparques sino a un actor nuevo, el Fondo de Conservación Africana (acf), que estaba activo en Virunga desde enero de 2007. Su fundador, el mismo De Merode, es un investigador belga que creció en Kenia y que desde 2001 había dado asesorías en los parques nacionales congoleses. Su objetivo era ganar eficiencia: las organizaciones grandes suelen destinar una parte importante de sus presupuestos a gastos administrativos, y De Merode quiso apoyarse en la Internet para canalizar el 100 por ciento de las donaciones a objetivos concretos en el campo. Así desarrollaron la página gorilla.cd mediante la cual el usuario puede decidir exactamente en qué se aplica el dinero que dona. Como si se tratara de una tienda en línea, añade a su cesta de compra los artículos que desea: botas, raciones, equipos médicos, y algo muy importante: suplementos salariales para los guardaparques. acf multiplica sus sueldos, que son de entre 30 y 50 dólares al mes, hasta ocho veces según el nivel de responsabilidad. En ese sitio web hay un blog escrito por los guardaparques en el cual los lectores pueden seguir en tiempo real lo que ocurre en Virunga. Esto provocó dos cambios indeseados por los traficantes: le dio motivación a los guardias, que empezaron a tener raciones seguras, mejores sueldos, uniformes, vehículos y armas; y generó atención internacional, espoleada por el activismo de la responsable de comunicación de acf, Samantha Newport. La masacre de go-

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“HEMOS PASADO TIEMPOS DIFÍCILES, PERO RESISTIMOS”, DICE EL JEFE DE LOS GUARDIAS. “ESTOS SON LOS ÚLTIMOS GORILAS DE MONTAÑA Y LOS PROTEGEREMOS.” rilas en 2007 apareció en portadas de todo el mundo, lo que no convenía al gobierno congolés de Joseph Kabila. Este escándalo y el de la corrupción de Mashagiro, fueron precedentes de un evento positivo: De Merode fue designado nuevo director del Parque en agosto de 2008. “Ahí empezamos a mejorar”, dijo Imanirafasha. “(De) Merode nos prometió que mejoraría la situación de los guardaparques y también la de sus familias, y va avanzando hacia ese objetivo. Antes, por la falta de organización, equipo y armas, los guardaparques morían. Ahora no es así, hay una mejor administración y una mejor organización”.

JUEGO NUEVO No se trata sólo de motivación, sino también de mejoras tácticas ofensivas porque aquí aún hay guerra. En otoño de 2008, el líder del cndp, Laurent Nkunda, un carismático general tutsi congolés, lanzó una ofensiva que le dio el control del Parque de los Virunga (y causó la expulsión de los guardaparques, que se refugiaron junto con sus familias en los infernales campos para desplazados locales) y estuvo a punto de tomar la ciudad de Goma. Las fuerzas gubernamentales tenían el respaldo de las fdlr y los paramilitares Mai Mai. “Era un caos”, recordó Samantha Newport. “La gente huía, los soldados del ejér-

Un guardaparques se prepara para destruir un horno usado para producir carbón ilegalmente.

cito congolés estaban borrachos atacando personas, y los que no, tiraban a los muchachos de las motos para escapar en ellas.”. Rumangabo, a unos 30 kilómetros al norte de Goma, y Bukima, a unos 40, cayeron bajo control de Nkunda. El Consejo de Seguridad de la onu emitió una resolución en la que ordenaba el cese de los ataques y facultó a los soldados del organismo, que tiene en Congo su mayor despliegue de efectivos en el mundo, con 17 mil, a enfrentar al cndp. Aunque se abrió un paréntesis de calma, todos sabían que las hostilidades reiniciarían. Un golpe de diplomacia, sin embargo, cambió las cosas: el gobierno ruandés, que financiaba a Nkunda, empezaba a resentir el desprestigio internacional por sus constantes abusos a los derechos humanos. Al mismo tiempo, para el gobierno congolés resultaba insoportable la presión militar. Sorpresivamente, en enero de 2009, Ruanda anunció que había capturado a su propio hombre, Nkunda, y que los miembros del cndp se integrarían en el ejército congolés. Este último, por su lado, rompió su alianza mafiosa con los genocidaires de las fdlr. Ambos gobiernos lanzaron una ofensiva para erradicar a las fdlr, que tuvo resultados mixtos: el grupo perdió terreno y se fragmentó, pero llevó a cabo sangrientas operaciones de represalia contra la población civil. Los congoleses y ruandeses también fueron acusados de cometer masacres y abusos de todo tipo. Aunque el cndp no ha quedado disuelto (y sobre su nuevo líder, Bosco Ntaganda, pesan acusaciones por masacres de cientos de personas y uso de niños soldados), sí abandonó Virunga. El ejército del Congo, además,

se ha retirado y los guardaparques han ganado margen de acción. “Quedan tres milicias en el Parque”, dijo De Merode: “Los paramilitares Mai Mai, una guerrilla ugandesa (adf-nalu) y las fdlr”. El conservacionista aceptó que “los guardaparques están más expuestos en estos tiempos, porque estamos confrontando a los enemigos de Virunga más que antes. Pero tenemos mejores medios y llegaremos a una situación en la que queden menos expuestos”. Para enfrentar los retos, De Merode contrató en marzo de 2009 a Jean Wanderstein, un oficial retirado de las fuerzas especiales del ejército belga, que tiene años de experiencia como asesor militar y analista polí-


tico en operaciones de la onu en Camboya, Kosovo, Timor Este y Congo. Ahora es el encargado de planear y comandar las ofensivas contra los traficantes de makala. “Hay un progreso en seguridad”, explicó Wanderstein, “operaciones con cinco pelotones (de 30 personas cada uno) que nunca se habían registrado en Virunga. Tuvimos cuatro en el último semestre de 2009 en el sector sur, contra el negocio del carbón vegetal. Era indispensable intervenir, si no, en dos o tres años no hubiera quedado ni un árbol de este lado del monte Nyiragongo”. El acceso al volcán, que está a sólo 15 kilómetros de Goma y que algunos visitantes escalan para observar el lago de lava, está

cerrado por la presencia de miembros de las fdlr. “Lo queremos abrir en marzo o abril”, me dijo Wanderstein. En el lado noroeste, el más remoto, se sigue elaborando makala y los genocidaires cobran a los fabricantes dinero por “protección”. Es una tarea más para el futuro cercano.

LUCHAR A MUERTE Otro espacio de acción fundamental es el trato con los pobladores. En un país donde la calidad de la educación ha caído hasta mínimos espeluznantes tras 16 años de guerra, es difícil que la gente entienda la importanEstas “bicicletas” son muy comunes en la zona de los Virunga para transportar personas y objetos, incluyendo el carbón ilegal.

cia de proteger el Parque de los Virunga. Desde una visión simplista, es una fuente de recursos cuyo uso está absurdamente prohibido en una zona de devastación económica. Por eso, el iccn trata de demostrar que la conservación también deja beneficios para la gente. “Un 30 por ciento de los ingresos por las visitas a los gorilas (el permiso vale 400 dólares) se destina a proyectos comunitarios”, dijo De Merode, como construcción de escuelas y de presas para generación de energía eléctrica, que además cuentan con apoyo financiero de la Unión Europea. El más prometedor, aunque apenas está en sus inicios, es un plan que pretende reemplazar el uso de carbón vegetal por el de briquetas, un combustible que se elabora con composta de desechos orgánicos. “Queremos crear 30 mil empleos con este proyecto”, añadió De Merode. “Esto protegería los bosques, impediría que las fdlr se hicieran de recursos con el tráfico de makala, le daría a la población una alternativa más barata que el carbón vegetal y una fuente de energía menos contaminante”. Así se aliviarían también las tensiones con una parte de la población local que, ante la aguda escasez de empleo, encuentra en la industria del carbón vegetal su única fuente de ingresos y ve a los guardaparques, por lo tanto, como un enemigo opresor. En Kivumba, a medio camino entre Rumangabo y Goma, hay un importante mercado local donde el principal producto en venta solía ser el carbón, que casi ha desaparecido de ahí. En los alrededores, cuen-

ta Eddy, era normal ver densas columnas de humo porque la gente hacía makala quemando árboles de las zonas protegidas. Ahora ya no hay árboles. El éxito del programa de briquetas le daría a la gente dinero y razones para apreciar el trabajo del iccn. Todo esto depende de que se consolide la paz. Algo que no es seguro. El ejército congolés sigue padeciendo de grave ineficacia y corrupción, las fdlr no han cesado sus actividades, el gobierno ruandés empieza a impacientarse y, a nivel de la política nacional, el cndp, que pretende transformarse en partido político, está exigiendo el control de numerosos ministerios, más allá de lo que su peso político y las finanzas públicas parecen justificar. Mientras la población siga padeciendo hambre, continuará siendo presa de los señores de la guerra. Y el problema de la justicia (¿quiénes serán juzgados por los millones de muertes, violaciones e imposiciones de esclavitud?) no parece estar en vías de ser resuelto. ¿Quién será capaz de detener a Bosco Ntaganda, un hombre que puede volver a encender la pira de la guerra? A los guardaparques no les falta convicción. “Si encontramos al enemigo, luchamos a muerte. No podemos darnos el lujo de perder”, me dijo Innocent Mburanumwe. Y en Bukima, tras escuchar la historia de Barnabe, y mientras afuera truenan los rayos y hace erupción el Nyamulagira, Michel Imanirafasha Seminame concluye: “Hemos atravesado tiempos difíciles, pero resistimos. Éstos son los últimos gorilas de montaña y estamos más que dispuestos a protegerlos.”

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