Alerta Ecológica En Masada, la línea de la costa ha retrocedido cientos de metros reduciendo el caudal del río Jordán.
El conflicto de agua en una de las regiones más desérticas del mundo, y los efectos del calentamiento global, amenazan con desatar guerras y aniquilar lo que ya estaba muerto. Por Témoris Grecko /
Enviado Masada, Palestina/Israel
foto: m disdero
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LA AGONÍA DEL MAR MUERTO ECOLOGÍA
na mañana de invierno del año 31 a. C., Herodes el Grande, rey de Judea bajo el emperador de Roma, dio el visto bueno a los arquitectos e ingenieros que habían construido para él una gran fortaleza sobre la meseta de Masada. Hacia el poniente, las murallas protegían el acceso desde las colinas que se extienden hasta Jerusalén. Al oriente, 400 metros por debajo, una serie de cañadas herían la sequedad de la bruta corteza terrestre hasta llegar al Mar Muerto, que brillaba azul, disimulando su densidad salina. La ubicación era perfecta, la vista maravillosa y las ventajas defensivas, formidables. Pero Herodes estaba especialmente orgulloso de la obra por una proeza en particular: no hay castillo que sea inexpugnable si no es capaz de dar alimento y bebida a sus ocupantes cuando están bajo sitio, y los diseñadores crearon una red de canales y cisternas para capturar el líquido de las escasas lluvias y asegurar que Masada, a pesar de su altitud y de encontrarse en una de las regiones más secas de la Tierra, siempre tuviera agua para la gente y para regar los huertos. Podía ser autosustentable por siete años. Los sitiadores tendrían que padecer para aprovisionarse desde largas distancias:
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foto: getty images
En los últimos 30 años, el Mar Muerto ha perdido una media de 70 centímetros anuales.
infografía: oldemar
Un lago que se seca Una pequeña línea genética es la que nos separa de ellos.
los sitiados los mirarían desde sus terrazas, disfrutando de vino y vegetales a la sombra. Fue necesario un esfuerzo desproporcionado, un siglo más tarde, para que los romanos vencieran las defensas y recuperaran Masada de manos de un grupo de fanáticos religiosos que se había apoderado de ella. El agua era la clave y Herodes lo sabía. Como lo sabe cualquier persona que haya vivido alguna vez en Levante, la desértica zona de Asia apretada entre el Mar Mediterráneo y el Golfo Pérsico: Palestina e Israel, Líbano, Siria, Jordania, Irak y el sureste de Turquía. El líquido ha escaseado siempre y hoy, cuando la población es inmensamente más grande que hace 2,000 años, el problema se hace mucho mayor al considerar que el cambio climático global apunta a una reducción en la cantidad e intensidad de las lluvias, y a un clima más seco y caliente, según
proyecciones del canadiense Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible. Acodado sobre el barandal del Palacio del Norte de Masada, en diciembre de 2009, yo ya no podía gozar del mismo paisaje que emocionaba al viejo Herodes: la línea de la costa ha retrocedido cientos de metros, en la medida en que el consumo de israelíes, sirios y jordanos ha reducido el caudal del río Jordán, que ya no llega a su destino: con un nivel que baja un metro al año, el Mar Muerto es un mar que se muere. A esto se suma una situación política conflictiva en la que la búsqueda de soluciones se hace más compleja, porque no se trata tan sólo de lograr que los pueblos enfrentados lleguen a un acuerdo para dividirse un territorio: las divergencias en Medio Oriente son en gran medida una pelea vital por el control del agua. Son disputas que, si
Israelíes, jordanos y sirios están acabando con el río Jordán.
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Sed de salud
80% de las enfermedades en el mundo en desarrollo están relacionadas con agua insalubre
1,100 6,000
millones de personas carecen de acceso a agua potable niños mueren diariamente por beber agua no potable
las predicciones se cumplen, se agravarán conforme haya menor disponibilidad del líquido. Y son un anticipo de lo que ocurrirá en otras partes del mundo en las que se agravará la escasez de agua.
Tierra prometida
Desde la cima del Monte Nemrut, en el sureste de Turquía, pude apreciar tres meses antes el fenómeno contrario: un nuevo lago apareció. Es la gran presa Atatürk, que tiene una forma a la que no estamos acostumbrados: no es un cuerpo de agua grande y bien definido, sino una especie de río gordo que se extiende como serpiente con múltiples brazos siguiendo los caprichos de las montañas. Es el inicio de Mesopotamia, la región donde por vez primera los seres humanos experimentaron la vida urbana: lo que están haciendo los turcos es retener el agua de los históricos ríos Tigris y Éufrates. De esta manera, tratan de paliar los efectos de la peor sequía que ha sufrido esta zona en décadas. Río
El Mar Muerto en realidad es el lago más salado del mundo y el lugar más bajo de la Tierra, situado a -418 metros bajo el nivel del mar entre Israel, Jordania y los territorios palestinos. Se extiende a lo largo de 50 kilómetros de longitud por 17 kilómetros y es 10 veces más salado que el mar. Según la organización ambiental en Medio Oriente Amigos de la Tierra, el Mar Muerto desaparecerá para 2050 si el agua continúa bajando a la misma velocidad que hoy lo hace: más de un metro por año.
abajo, sin embargo, no están muy felices con el proyecto: varias provincias sirias e iraquíes se han quedado secas. En las afueras de Damasco, la capital siria, unos 300 mil campesinos que fueron arrojados del noreste del país por la falta de líquido, se amontonan en asentamientos informales. Los roces entre los tres países crecen. Pero unos cientos de kilómetros al sur, un problema similar agrava antiguas enemistades entre pueblos. “Tal y como la guerra por el fuego encendió conflictos entre las tribus prehistóricas, las guerras por el agua pueden resultar de las actuales tensiones por este recurso en los próximos
años”, advierte un informe de la consultora PricewaterhouseCoopers, que añade: “Oriente Medio es la zona donde la amenaza es mayor. Las dos terceras partes del agua que se consume en Israel provienen de los territorios ocupados, y cerca de la mitad de las instalaciones hidráulicas israelíes están ubicadas en áreas que no eran parte de él antes de 1967”. El documento se refiere a Cisjordania, tierras donde la ONU estableció que debe crearse un Estado palestino, que Israel ocupa militarmente desde la guerra de 1967 y que colindan con el río Jordán: en cualquier acuerdo al que eventualmente estén dispuestos a llegar los
Los turcos retienen el agua de los ríos Tigris y Éufrates.
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foto: doron
Jordania planea traer agua del Mar Rojo para evitar que se seque el Mar Muerto.
israelíes con los palestinos, harán todo lo posible por asegurarse el control del agua. En octubre pasado, Amnistía Internacional acusó a Israel de negarles a los palestinos un acceso adecuado al agua y de llevar a cabo políticas discriminatorias contra ellos. En un voluminoso informe, detalló cómo es que de la principal fuente del líquido en Cisjordania, el Acuífero Montañoso, Israel se apropia de 80% de lo extraído y deja sólo 20% para el uso palestino. El promedio de consumo de un israelí es de 300 litros al día, dice la ONG, mientras que el de un palestino es de 70 litros. Más grave aún es el contraste con los colonos israelíes en Cisjordania: este terri-
torio es reconocido internacionalmente como palestino y se considera ilegal que se establezcan ciudadanos de Israel. Pero para muchos de ellos, crear asentamientos allí (se sustentan en el argumento de que es la tierra que les prometió dios, creen algunos; otros consideran que es indispensable para consolidar el Estado de Israel) es un deber fundamental y por las buenas o por las malas se apoderan de terrenos para poblarlos. “Israel sólo les da a los palestinos acceso a una fracción de los recursos acuíferos compartidos”, dice Donatella Rovera, investigadora de Amnistía Internacional en Israel y Palestina, “mientras que los asentamientos israelíes ilegales reciben un aprovisionamiento virtualmente ilimitado”.
Un israelí consume 300 litros de agua al día. Un palestino 70.
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El documento describe cómo es que entre 180 mil y 200 mil palestinos en comunidades rurales carecen de acceso al agua corriente y el ejército israelí les impide recolectar agua de lluvia, mientras que los colonos israelíes tienen granjas de irrigación intensiva, frondosos jardines y albercas para natación. Son unos 450 mil, que consumen la misma cantidad de líquido que el total de la población palestina de Cisjordania, de dos millones 300 mil personas. “A lo largo de más de 40 años de ocupación”, sigue Rovera, “las restricciones que ha impuesto Israel al acceso de los palestinos al agua ha evitado que se desarrolle una infraestructura hidráulica en los territorios ocupados, con lo cual les ha negado a cientos de miles de palestinos el derecho a una vida normal, a tener alimentación, alojamiento y salud adecuados”.
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La retirada del agua en el Mar Muerto deja playas de gruesos granos de sal.
Más seco e impredecible
El Mar Muerto es el punto más bajo de las tierras emergidas, con su superficie a 422 metros bajo el nivel del océano... y cayendo. En los últimos 80 años, ha descendido 30 metros más, a un ritmo que se está incrementando y que ahora es de un metro al año. Y será mayor: en los siguientes 50 años, bajará 130 metros más. Si las cosas siguen como van, por ahí de 2060 estará a 552 metros por debajo del Mediterráneo. Aunque esto podrá ser emocionante para muchos, refleja con dramatismo el abuso en el consumo del agua que ahora no llega hasta él. En sus orillas, su retirada ha dejado toda clase de huellas fascinantes, entre ellas playas de gruesos granos de sal: el Mar Muerto es también uno
de los más salinos del planeta; la tercera parte de él es pura sal. Y por ello, el ganado y a veces la gente que camina sobre la arena desaparece: debajo de ella se habían formado sólidos depósitos de sal que la sostenían, pero como ahora están expuestos a ocasionales flujos de agua dulce, se disuelven y desaparecen. La arena pierde apoyo, cede bajo el peso del que pasa y por eso podemos ver enormes hoyos como cráteres. Con apoyo israelí, Jordania lleva años planeando un canal que traerá agua salada del Mar Rojo para rellenar el Mar Muerto. Los ambientalistas advierten que el nuevo líquido tendrá una composición diferente que alterará la de este lago salado y sus ecosistemas. También cambiará el color: la salinidad no se adivina en ese intenso tono
La competencia por el agua complicará los acuerdos de paz.
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azul que apreciamos Herodes y yo, pero si este proyecto tiene éxito, en el futuro lo veremos marrón. En todo caso, esto no resolverá el problema humano, el de beber y regar los cultivos, que constituye el fondo del conflicto. Tampoco previene los efectos del cambio climático: el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, una entidad de investigación independiente, ha estudiado modelos de calentamiento global que anticipan para fines de siglo un clima más seco, caliente (entre 2.5 y 3.7º C más en el verano) e impredecible en la región, con lluvias más escasas y menos intensas. A final de siglo, advierte, el cauce del río Jordán se habrá reducido en 80% (no sólo no llegará al Mar Muerto, sino que ni siquiera los campos y ciudades que ahora reciben su agua podrán seguirlo haciendo) y el Éufrates, en 30%. Tantas décadas de conflictos que afectan la región hacen más difícil que los pueblos que la habitan se pongan de acuerdo para enfrentar el problema. El IIDS señala que las cosas irán a peor: la competencia por el agua hará más difícil llegar a acuerdos de paz, reforzará la tendencia a la militarización y agravará las tensiones entre los pueblos de la zona, así como entre el mundo árabe y los países occidentales. Lo que es peor: este patrón podría repetirse en otros sitios donde escaseará más el agua, como el sudeste de Asia, África y América Latina. Son las consecuencias del cambio climático: si no hallamos una manera de cooperar para resolver sus retos (además de encontrar la manera de detener el proceso), todos terminaremos buscando cómo construir fortalezas donde refugiarnos, grandes Masadas desde donde podamos presenciar con vino y sombra la catástrofe ecológica, mientras esperamos que los que están afuera nos sometan a un sitio que, como ocurrió hace dos milenios, terminará en desastre. Nadie está a salvo en el caos global.
El Mar Muerto es el lago más salado del planeta (10 veces más que el mar). Con el calentamiento global, el Mar Muerto podría desaparecer por completo en 2050, aunque Jordania tiene un proyecto para evitarlo.