FURIA
La prohibición del burka en España
ROJA CONTRA EL podría marginar más a las mujeres
que lo usan y fortalecer a los
grupos radicales islámicos. ¿Es un
BURKA
debate con buenas intenciones o sólo
Por Témoris Grecko está impulsado por fines electorales?
foto: getty images
Mantener una relación sana con las comunidades islámicas españolas responde al interés público del país: están integradas por un millón 400 mil personas, que en su inmensa mayoría respetan las leyes y las costumbres locales.
Mehmet es un trabajador de la construcción pakistaní que recela de los cristianos: “Odian el Islam, nos odian a nosotros y quieren pervertir a nuestras mujeres”, me dice. No estamos en las gélidas y abruptas montañas donde nació, sino en el Raval, un barrio histórico del casco antiguo de Barcelona, en pleno julio. A 20 metros de nosotros hay mujeres rubias, negras y trigueñas con vestimentas muy ligeras para soportar la temperatura de 37 grados centígrados y atraer miradas. Algunas son prostitutas de mediodía, de origen africano y europeo oriental. Otras, turistas nórdicas de paseo. Unas más son catalanas que viven en esta zona. Mehmet no ve diferencias entre ellas y se molesta más porque las podemos observar desde la entrada de la mezquita Tariq Bin Ziyad: “Ellas se entregan al diablo y, en cambio, las musulmanas, a dios, quieren estar cerca de él. Por eso se cubren el cabello con el jiyab [velo].” Le explico que lo que varios ayuntamientos españoles han prohibido (y lo que el gobierno del país ha anunciado que prohibirá en otoño) es el burka (aunque en realidad se refieren al nicab), una vestimenta tradicional que cubre totalmente
a las mujeres, con excepción de una rendija para los ojos, y no el jiyab, que sólo tapa el cabello y deja el rostro al descubierto. “Tú vas por la reconquista también, todos sois unos mentirosos que odian al Islam”, suelta Mehmet para cortar la conversación. No obstante, una adolescente musulmana escuchó lo que dije y me pregunta en un castellano con claro tono ibérico: “¿Entonces no quieren quitarnos el jiyab?” Mehmet no me permite contestar: “Dicen burka pero van contra todo lo islámico”, interrumpe también en castellano pero con acento sudasiático, antes de llamar a un chico de menor edad que la muchacha: “¡Lleva a tu hermana a casa! Hablaré con vuestros padres.” El burka es una prenda de color azul claro que cubre completamente a la mujer y sólo le permite ver a través de una especie de malla o rejilla, típica de la tribu pastún de Afganistán. Si existe alguna en España, hasta el cierre de esta edición no había salido en los medios de comunicación. Lo que sí hay, aunque muy pocos, son nicabs, un vestido de color negro que, a través de una abertura, sólo permite ver los ojos de quien lo usa, y que
es propio de la península arábiga y del Magreb. Pero el nombre “burka” se hizo popular a raíz de los abusos de los talibán afganos contra las mujeres y se ha impuesto en esta polémica, que hasta fines de mayo parecía limitada a Francia y el norte de Europa, y todavía no prendía al sur de los Pirineos. Ese mes, el alcalde de la ciudad catalana de Lleida decidió vetar el “burka”, sin explicar por qué de pronto se convirtió en su preocupación prioritaria. A partir de ese momento se desató una cascada que alcanzó a Barcelona, se derramó en Andalucía y el País Vasco, hasta salpicar en Madrid, a pocas semanas de las elecciones autonómicas de Cataluña. Probablemente, estos ayuntamientos ya han emitido más edictos de prohibición que los nicabs (“burkas”) que existen en toda España. Aunque la cobertura integral femenina es una situación apenas perceptible en España, genera escándalo y algunos políticos lo agitan para llevar agua a sus molinos. Un ejemplo es la alcaldesa socialista del pueblo de Cunit, Judith Alberich, quien argumenta simplemente que el burka “limita los derechos de las mujeres”. Cuestionada por los periodistas sobre cuántos casos de mujeres con burka se conocen en su municipio, ella replicó: “Tenemos a una bien identificada.” Políticos y trabajadores sociales han cuestionado estas medidas, que califican de oportunismo electoral. No es que simpaticen con la idea de ocultar a una mujer debajo de una tela incómoda y calurosa, pero se preguntan si la prohibición, en lugar de liberarlas, no las está condenando a una exclusión y un sometimiento mayores que los que ya sufren. Más allá de las consecuencias que esto pueda tener en los casos individuales, se advierte también que el gran beneficiario de una eventual prohibición nacional del burka sería el extremismo islámico, cuya táctica es movilizar a las comunidades musulmanas (que suelen ser bastante pacíficas) usando el recurso del miedo: les dicen que los cristianos tratan de destruir su religión y de convertir a sus mujeres en prostitutas. Para reforzar sus argumentos y su control sobre quienes se relacionan
f o t o s : a f p y l a t i n s t o c k /c o r b i s
con personas de otras creencias, relajan su vestimenta o muestran algún signo de liberalidad, la persecución del burka les viene como anillo al dedo. En un artículo publicado en El Periódico de Catalunya, el escritor Joan Tapia advirtió sobre el efecto que estas iniciativas pueden tener en las relaciones con los inmigrantes: “El velo integral choca y si se generaliza tendremos problemas (como mínimo de seguridad). Pero convertir algo hoy anecdótico en un grave problema es absurdo. No sólo porque muestra intolerancia, sino porque, además, la prohibición puede reforzar en la población musulmana el sentimiento del burka como reivindicación.” Mantener una relación sana y constructiva con las comunidades islámicas españolas no es un asunto menor, sino que responde al interés público del país, pues están integradas por un millón 400 mil personas, que en su inmensa mayoría respetan las leyes y costumbres locales. Después del trauma de los atentados de Madrid en marzo de 2004, la policía vigila a varias células de extremistas pakistaníes y magrebíes. Al menos una de ellas habría reunido explosivos para atentar en el metro de Barcelona.
Bomba de tiempo
De izquierda a derecha: El atentado a los trenes de cercanías en Madrid, el 11 de marzo de 2004. • Una mujer vistiendo un burka (en realidad, un nicab) en Bruselas, en abril pasado. En varios países europeos, la prohibición del burka se ha vuelto una prioridad en las agendas políticas.
Viví desde el año 2000 hasta el 2003 en Lavapiés, un barrio madrileño con fama de castizo, a pesar de que los inmigrantes de origen extranjero ya parecíamos ser mayoría. La convivencia no estaba exenta de problemas, pero no era violenta y resultaba imposible imaginarse que en un local de llamadas telefónicas Nuevo Siglo, a 60 metros de mi hogar, los islamistas de origen marroquí Jamal Zougam, Mohamed Chaoui y Mohamed Bakali planeaban los ataques contra cuatro trenes de cercanías por los que el 11 de marzo de 2004 murieron 191 personas y mil 430 resultaron heridas. Muy cerca de ahí, otros tres terroristas regentaban la tienda de ropa Afila, de donde obtuvieron parte del dinero necesario para financiar los atentados. Cinco meses antes, la cadena árabe de televisión Al Jazeera había dado a conocer una grabación en la que el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, amenazaba a España por participar en la coalición que invadió Irak en aquel año. En represen-
tación del gobierno español de turno, el del conservador José María Aznar, su portavoz Eduardo Zaplana aseguró que “no existe ninguna causa que nos lleve a pensar que nosotros [España] podemos ser objeto o destino de ese ataque terrorista con más facilidad que cualquier otro país”. Nadie piensa así desde aquel 11 de marzo. Aznar perdió las elecciones del 14 de ese mes y su sucesor, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, se apresuró a retirar las tropas españolas de Oriente Medio. Eso no sacó al país de la lista negra islamista y, por si hubiera duda, un imán paquistaní de la mezquita Tariq Bin Ziyad (la misma donde hablé con Mehmet), otros 11 compatriotas suyos y dos indios fueron arrestados en enero de 2008, acusados de planear atentados con bombas en el metro de Barcelona. Los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, encontraron en la pastelería Ayuba (en la misma cuadra de la mezquita, pero en el lado opuesto), temporizadores, cables y 50 gramos del explosivo peróxido de acetona. Esta
sustancia, conocida como “madre de Satán”, fue la que usaron los islamistas que atacaron Londres el 7 de junio de 2005, y era la que portaba Richard Reid, el famoso “terrorista del zapato” que fracasó en su intento de hacer estallar un avión en vuelo en diciembre de 2001. Aunque los fiscales no lograron demostrar que los bombazos en efecto habían sido planeados, el juez consideró probadas la posesión de explosivos y la pertenencia de diez de los procesados (liberó a los restantes cuatro) a Tehrik e Talibán, una organización considerada terrorista por la onu y la Unión Europea, por lo que dictó condenas de prisión contra ellos. Los Mossos ya habían efectuado detenciones de extremistas en 2007 en Barcelona, y en junio de este 2010 difundieron un informe que revela que el salafismo, una de las corrientes más radicales del Islam que ha nutrido de militantes a Al Qaeda, se ha extendido entre magrebíes (personas originarias de Marruecos, Argelia y otros países cercanos) de varias ciudades de Cataluña, como Reus, Tarragona, Lleida y El Vendrell, donde controla 11 mezquitas, y que tiene presencia en Barcelona. Gracias a intervenciones telefónicas, los agentes grabaron conversaciones que revelan la lucha de los salafistas —que son minoritarios entre los musulmanes— por desplazar a corrientes rivales y tomar el control de más mezquitas, con los recursos económicos que se recaudan en ellas. Aunque tampoco se ha podido probar, se sospecha de la existencia de al menos un tribunal islámico, que habría emitido una sentencia a muerte —no ejecutada— contra una mujer por adulterio.
en El Vendrell y en Tarragona, e incluso de la ciudad catalana se discutieron en poblaciones minúsculas de Lleida aprobó mulcomo Tarrés (provincia de Lleida), dontar con 600 euros a las de viven 109 personas, no hay inmigranmujeres que usen el tes extranjeros, tampoco musulmanes, y “burka” en cualquier menos aún nicabs o burkas. instalación municipal, En Reus, el tema quedó estancado desde oficinas públiporque gobierno y oposición presentacas hasta centros deron iniciativas diferentes, mientras que portivos y mercados. en Girona y Vilanova i la Geltrú los conNadie vio venir el cejales afirmaron que la mejor manetema porque no era ra de rechazar el burka es “el diálogo, el un asunto a debate. consenso, la mediación y el trabajo” con Pocos han visto un distintas entidades, como la Agrupación “burka” en esta EsCultural Islámica. En Cunit, la alcaldepaña que parece caer sa Judith Alberich destituyó a su concepor el despeñadero jala de Igualdad (que atiende tanto los económico, ni en esasuntos de las mujeres como los de los ta Cataluña indignainmigrantes), la también socialista Silda porque la Corte via Martínez, por haber criticado su deSuprema recortó su estatuto de autocisión de prohibir el velo. nomía. Los políticos no parecen tener La mayor sorpresa tuvo lugar en Barcesoluciones creíbles para estos grandes lona, una ciudad que se precia de su cosproblemas. Pero hacer campaña contra mopolitismo y su modelo de tolerancia la opresión de la mujer a través de la vesy de integración. Entre el millón y metimenta de una minoría religiosa puede dio de habitantes, el ayuntamiento estitraer ganancias electorales, sobre todo ma que hay unas cinco mujeres que usan a la vista de los comicios catalanes que nicab. El 14 de junio, el alcalde socialista tendrán lugar en octubre: una encuesta Jordi Hereu decretó la prohibición por de El Periódico de Catalunya, publicada su cuenta, sin preguntar nada ni propoel 16 de junio, reveló que un 78 por cienner una discusión entre los concejales. to de los catalanes está a favor de prohi“Da la impresión de que es bir el burka. tal la necesidad del alcalLa mecha prendió veAlicia Sánchez Camacho, de de hacer algo, de tomar lozmente. En pocos días, del pp, da un discurso a faalguna iniciativa, a cual se aprobaron mociones vor de la propuesta de su partido que urge al gomás sorprendente, que la para prohibir esta prenda
Hacer campaña contra la opresión de las mujeres a través del burka puede traer ganancias electorales: una encuesta reciente reveló que un 78 por ciento de los catalanes está a favor de prohibir esa prenda.
Como reguero de pólvora El 28 de mayo, con el voto a favor de todos los partidos y la excepción de un pequeño grupo de izquierda, el ayuntamiento
bierno español para que se prohíban los burka en lugares públicos.
foto: efe
ansiedad se impone a la reflexión”, afirmó en su editorial principal El Periódico de Catalunya, el de mayor circulación en la Comunidad Autónoma. Fue entonces cuando la cascada se derramó fuera de Cataluña. Coín, un pueblo andaluz, vetó el burka dos semanas después. Pero fue al día siguiente de la jugada del alcalde barcelonés, el 15 de junio, cuando el ministro de Justicia del gobierno español, Francisco Caamaño, anunció la intención de emitir una ley en el otoño que prohíba el burka en todas las instalaciones públicas del país. La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, explicó que la prenda “dificulta la integración, puede generar problemas de inseguridad y atenta contra la dignidad y la igualdad”.
extremistas musulmanes, que también se aprovechan para movilizar a su comunidad con la amenaza y el miedo”. Experiencias similares en otros países sugieren que la prohibición del burka en España no será exitosa. En Irán, entre 1936 y 1941, como parte de una campaña de modernización de la sociedad, el monarca Rezá Sha decretó un veto total sobre el velo islámico —desde el nicab hasta el jiyab— que fracasó: en lugar de que millones de mujeres se “liberaran”, ellas se quedaron encerradas en sus casas, avergonzadas de salir sin cubrirse el cabello y temerosas de ser encarceladas si lo hacían. Esta afrenta se convirtió, con el tiempo, en un instrumento que usaron los clérigos chiítas para imponer el régimen islámico extremista vigente. En Turquía, donde el jiyab está prohibido en los edificios públicos y las universidades, las mujeres luchan por tener la libertad de usarlo a su antojo, una reivindicación que fortalece al islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo. No es lo mismo el velo que el nicab, como sabemos. Pero no es posible forzar a las pocas mujeres que lo usan a quitárselo: “Ellas me han dicho que si les exigen dejar la prenda, se quedarán en casa”, dice Catalina Gayà, una de las pocas periodistas que ha conseguiEncerrar a las do entrevistar en sus hogares a mujeres con nicab en Barcelona. encerradas “Sus libertades son escasas, pero ahora al menos pueden salir a “Nadie puede creer que sea cómodo vivir comprar comida o ir a recoger a sus hijas a la escuela. Si tienen bajo un nicab”, me dice María, una catalaque encerrarse, quedarán todavía más sujetas al control del mana que trabaja como mediadora social en rido, dependerán de él aún más.” el Raval. No es su nombre verdadero: ella María, la mediadora del Raval, advierte que esta “falsa polémiprefiere no darlo para evitar confrontaca” pone en peligro su labor educativa: “Por ejemplo, está el caso ciones con los islamistas, ya que “mi trade una mujer que usa nicab y su hija adolescente, a quienes nos bajo es crear vínculos, no romperlos”. costó mucho convencer de que vinieran a nuestros talleres, de “Está claro que es una forma de controque aprendieran castellano y a leer. Una mujer que no habla nueslar a las mujeres, humillante, asfixiante, tro idioma, que no sabe leer, está condenada a entender el munimpráctica, abusiva”, continúa, “pero la do a través de su marido. Pero a partir de prohibición sólo que empezó la moda de las prohibiciones, sirve a los políticos, Arriba a la izquierda: Mujeres con nicab ellas desaparecieron porque tienen miedo. que se aprovechan en Nantes, Francia. • A la derecha: Los Dicen que se trata de liberar a estas mujede la polémica que concejales de la ciudad catalana de Lleida aprueban la moción para prohibir el res, pero ¿de qué le sirve a esta mujer que la han causado, y a los uso del burka en los edificios municipaobliguen a quedarse encerrada? ¿Y la hija? les, desde oficinas públicas hasta mer-
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tipos de prendas 1. Nicab 2. Burka 3. Chador 4. Jiyab
cados y centros deportivos.
fotos: afp y latinstock
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ilustración: francisco gonzález y garcía
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¿Cómo va educarse, a dejar el velo por convencimiento si la arrojamos al aislamiento?” Nazanín Amirián, una académica iraní exiliada en España desde 1983, es una feroz enemiga del velo, el nicab y el burka. “No existen en el Corán, en ninguna parte dice que debemos cubrirnos, es la ultraderecha religiosa la que introduce el burka”, afirma. Para ella, está claro que debe vetarse el nicab. “Pero no pueden prohibirlo y ya está, esconder la basura debajo de la alfombra y a las mujeres con nicab en sus casas. Debe haber educación para que ellas entiendan de qué se trata [el problema del nicab] y qué pueden hacer. El problema es que al gobierno no le interesa la integración.” “No te puedo decir si los 10 condenados por los supuestos planes terroristas son culpables”, reflexiona María. “No sé si querían poner bombas ni si son talibanes. Lo que sí sé es que ellos y otros están luchando por controlar y radicalizar a la comunidad musulmana de Barcelona. Y todo este escándalo les viene muy bien.”
La adolescente que me preguntó si el jiyab no sería prohibido nació en España, está al corriente en la escuela, lleva blusas con leyendas en inglés y lo sabe todo sobre Lady Gaga. Aunque se cubre el cabello, tiene amigas musulmanas que no lo hacen y que visten prendas que dejan ver hombros, brazos y piernas. “Esas relaciones le están causando problemas a esa joven”, explica María. “Los más musulmanes actúan como vigilantes de los demás y los censuran cuando ven actitudes de asimilación a la cultura occidental. Hay chicas que ya se han asimilado y los fundamentalistas las desprecian, las llaman prostitutas, a veces las agreden físicamente. Lo de prohibir el burka les sirve para denunciar un ataque general contra el jiyab, las musulmanas y la religión. Es una lucha por el poder, porque así denuncian a las corrientes más moderadas como débiles, dispuestas a transigir y a renunciar ante lo que llaman ‘cruzada’ y ‘reconquista’.” Estos extremistas creen que las guerras mediante las cuales los reinos cristianos vencieron a los califatos islámicos en el siglo xv —la reconquista— constituyen una injusticia histórica, la cual sólo puede ser reparada mediante la reimplantación del poder islámico en la península. Los salafistas son sólo el 20 por ciento de los musulmanes de Cataluña (el 30 por ciento de los de Tarragona), pero aspiran a ser cada vez más. “Mediante sus campañas del miedo a los vicios occidentales, tratan de ganar adeptos, influencia y recursos económicos”, concluye María. “La comunidad musulmana puede entender las dificultades que el nicab trae a la convivencia”, dice Mohamed Chaib, diputado español de origen marroquí y miembro del Partido de los Socialistas de Catalunya, el principal de la coalición que gobierna esta comunidad. “El problema viene cuando este debate se plantea de manera ligera y electoralista. Hay partidos que tratan de culpar al Islam de todo lo malo. Así sólo se consigue que los musulmanes sientan que la cosa va contra ellos, aunque el país tiene problemas más graves. Ellos tienen que saber que pueden practicar su fe con dignidad, sin amenazas. Y también que deben abandonar prácticas que son inaceptables en una sociedad como ésta, que desde hace mucho lucha por la igualdad.”
“No pueden prohibir el burka y esconder a las mujeres que lo usan en sus casas. Debe haber educación para que ellas entiendan de qué se trata el problema”, dice Nazanín Amirián, una académica iraní exiliada en España.
Medidas contraproducentes “Yo no sé de talibanes, pero en nuestras calles no queremos ver ni un solo burka”, me dijo Inmaculada Antolín, una andaluza que vive en el Raval desde los años 50. Traté de explicarle que en España sólo unas pocas musulmanes llevan nicab. “Inma”, como me pidió llamarla, me miró como si fuera estúpido y aclaró que a ella le daba completamente igual el nombre de la cosa, pues “por mí, que desaparezcan también los velos sobre el cabello, ¡que se los quiten a todas, que esto es España!” A Mehmet, el hombre de la mezquita, le hubiera encantado que sus “hermanas” musulmanas escucharan a Inma, porque eso es lo que les ha estado diciendo: que los cristianos quieren prohibir los pañuelos sobre el pelo como un primer paso para obligarlas a todas a vestir a la manera occidental, que es de prostitutas, como las que tanto le molesta ver cerca de la mezquita. “¿Por qué quieren prohibir que una mujer se cubra la cara pero no les molesta que tenga sexo aquí mismo, en la esquina? ¿Por qué tienen más derechos las prostitutas que las mujeres de religión?”, me dijo Mehmet.
Burka Wars en Europa La inestabilidad política que impera en Bélgica ha impedido que el Senado ratifique una iniciativa aprobada en la Cámara Baja, mediante la cual quienes salgan a la calle con el burka, considerado como un “enmascaramiento de la esclavitud”, serán multadas con 25 euros. Por razones de seguridad, las universidades holandesas vetan el ingreso con burka. Una propuesta de prohibirlo en los espacios públicos en ese país europeo está en trámite en el parlamento desde 2006. La misma idea está entre los objetivos inmediatos del presidente francés Nicolas Sarkozy, quien tras declarar que “el burka no es bienvenido en Francia”, hizo que un decreto de prohibición que incluso abarca la calle, fuera aprobado por la Asamblea Nacional el 14 de julio, a pesar de que el Consejo de Estado, un alto órgano consultivo, la rechazó porque presenta “graves incertidumbres constitucionales”. Si la Corte Constitucional la considera válida, las multas irán desde 150 euros para quien use burka, hasta 15 mil euros y un año de cárcel para quien la imponga.
foto: efe