En defensa de la tristeza gorda

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Por Your Fat Friend Traducciรณn de Jael Caiero



Me siento desconcertad* y me estoy viniendo abajo. Una extraña me dijo cerd*, me dijo que pensar en mi le da ganas de vomitar. Me afectó y se nota. Busco a un amigo y le cuento lo que me dijeron. Espero que me odies, me dijo la extraña. Mientras seas obes*, no tenés derecho a sentirte bien con vos misme. Deberías sentir verguenza de ser como sos. “Ya fue,” me dice mi amigo con un suspiro cortante. Apenas me mira. “Me duele,” le digo. “No debería dolerte. ¿A quién le importa lo que diga esa tipa? Ya fue, ¿qué más podés hacer?” No debería dolerme pero me duele. Ahora encima de ese dolor, la verguenza. En ese momento la tierra se agrieta entre nosotr*s, separándonos con kilómetros de tierra pedregosa. Es la primera vez que le hablo de algo así. No sabe que esto es algo que me pasa seguido. No ve las miradas en el bondi, los susurros en el mercado, los juicios en el almacén. No escucha a sus amig*s cuando dicen que si engordan otro kilo se van a matar. No siente estos momentos acumulados, cada uno una pincelada pintando un blanco grueso y real en mi espalda. Él es nuevo acá. No sabe que está hablando con un* maestr* del “Ya fue” Es un momento chiquito este intercambio con mi amigo, pero se queda conmigo. Recuerdo lo que se sentía estar atrapad* en esa cinta de Moebius de dolor y verguenza, reacción y verguenza por esa reacción, todo conectado, todo unilateral, infinito. Siendo gord* he aprendido a tristeza. Mientras crecía aprendí suficientemente desagradable como sentimientos incómodos y caóticos

no compartir mi que mi cuerpo ya era lo para encima sumarle como la tristeza. La


gente gorda y triste aparece en la tele, llorando y sudando, con sus pasiones tristes como el único espacio que se les permite ocupar. Como si solo se pudiera tolerar a la gente gorda cuando estamos renunciando a nuestros cuerpos, o haciéndolos desaparecer en el sufrimiento. A la gente gorda que sigue y seguirá siendo gorda no se la ve ni escucha. Hay estereotipos destructivos sobre la gordura y la Gorda Triste está entre los más presentes. La Gorda Triste no sale porque sabe que la van a rechazar. La Gorda Triste usa ropa gigante y se queda en casa los viernes a la noche. La Gorda Triste apunta bajo y aterriza más abajo aún. La Gorda Tiste es todas las fotos del “Antes,” ceño fruncido y verguenza de su cuerpo. Está en publicidades de pérdida de peso y castings de Cuestión de Peso. Está tibia en la boca de lxs vendedorxs de Herbalife. Es toda la gente gorda sin cabeza en el noticiero y es el tono de llamada de la Clínica de Nutrición y Salud Dr. Cormillot. No tiene poder, es floja y omnipresente. Está en todos lados. La Gorda Triste llega a todos lados antes que yo. Cuando yo entro, ella ya está ahí en la mente de las personas con las que me encuentro. El de ella es un estereotipo intoxicante, le dice a la gente flaca que sus cuerpos son una manifestación de su felicidad y éxito, y que sermonear a l*s gord*s sobre cómo bajar de peso es un acto de caridad para salvarnos de nosotr*s mism*s. Se me ve tan seguido a través de la niebla de la tristeza. Es fácil enojarse con la Gorda Triste cuando tanta gente nos confunde. Está mapeada en mi cuerpo y a veces me pierdo. Es sorprendente sienten tan lejanas a Así que por supuesto, que nos definen y nos

ver imágenes de nosotr*s que se cómo nos sentimos y quiénes somos. queremos empujar los estereotipos confinan. Cuando nos enfrentamos


con imágenes de nosotr*s mism*s distorsionadas por la casita de espejos de la percepción equivocada, puede ser catártico convertirnos en el opuesto. No deprimid*s sino eternamente alegres. En vez de asexuad*s, pin ups y burlesque. En vez de vag*s y gloton*s, muert*s de hambre y atlétic*s. Nos consume el oponernos a lo que se asume que somos. En ese proceso nos distanciamos no solo de las características de estos estereotipos sino también de quien asume estas características. Una gorda que está triste o deprimida se vuelve una amenaza, un recordatorio de carne de quien se asume que somos. Una persona gorda comiendo chatarra nos recuerda lo que se supone que hacemos y una persona gorda comiendo ensalada se convierte en el ejemplo de virtud dietaria que se espera de nosotr*s. Pero es*s gord*s son personas, no recordatorios. Están actuando dentro de los mismos estándares injustos y restrictivos dentro de los cuales actuamos la gran porción de las personas gordas. Definirnos con estereotipos, ya sea aceptándolos o negándolos, nos mantiene atrapad*s en una historia que no es nuestra. L*s gord*s que están tristes, que comen “bien”, que comen “mal”, que hacen ejercicio, que no lo hacen, tod*s vivimos en la olla a presión de la gordofobia. Nuestros cuerpos son leídos como una epidemia, se nos patologiza y se nos pone en cuarentena. Por supuesto que nos defendemos pero también nos rendimos, entregamos, negamos. Por supuesto que los niveles de depresión son tan altos entre l*s gord*s: Vivimos en una sociedad que no permitiría que fuese de otra manera. La Gorda Triste es una profecía que contribuye a su propio cumplimiento. Nuestra tristeza es producto de un sistema empeñado en aislarnos, avergonzarnos, dividirnos, evadirnos. Cuando dependiendo de nuestro tamaño metemos a las personas gordas en tipos aceptables e inaceptables, hacemos el trabajo que se espera de nosotr*s.


Sé cómo se siente cuando te quieren arrancar la rabia con buenas intenciones y te dicen que “ya fue.” Como si no lo hubieses estado practicando todos estos años. Como si no se te permitiera un momento de frustración, sentimiento, reacción. Como si no vinieras cargando el peso de todo el odio desde hace tanto tiempo. Habrá días en los que te agote ser un airbag de las actitudes tristes de otras personas hacia sus propios cuerpos. Habrá días en los que te sientas una esponja limpiando los desastres de las percepciones erróneas de otr*s. Peleamos desde hace mucho y muy fuerte para que nos vean por quienes somos y nos escuchen por encima del debate que hay sobre nuestros cuerpos. Recordá que tu tristeza es tangible, orgánica, importante y necesaria. La tristeza nos recuerda qué significa doler. La tristeza está relacionada con la empatía, nos hace recordar cómo no lastimar a otr*s y cómo dirigir con nuestos corazones. Tu tristeza es combustible para entender la mía y nace de vos, no del guión de la Gorda Triste. Está perfecto estar cansad*. A veces necesitás descansar. Otras veces te sentís triste. Y tu tristeza merece ser vista tanto como cualquier otra parte tuya. No porque es lo que se espera de vos sino porque es tuya.

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